Los días viernes 18, sábado 19 y domingo 20 de octubre se realizó en Caracas el VIII Congreso Nacional de Lucha de Clases, sección venezolana de la Corriente Marxista Internacional (CMI). En él participaron militantes y delegados provenientes de Caracas, Carabobo, Aragua, Mérida y Zulia, con el acompañamiento internacional de Jorge Martín, editor de la revista América Socialista, secretario de la campaña Manos Fuera de Venezuela y dirigente de la CMI.
Estas jornadas de debate, discusión profunda y revisión intensiva del trabajo político y operativo, regidos bajo los más fieles principios del centralismo democrático, sin duda han solidificado la convicción revolucionaria de quienes hacen parte de la CMI en Venezuela. Luego de balancear el trabajo realizado en el último periodo y de corroborar los avances y logros alcanzados, la militancia de Lucha de Clases tiene motivos suficientes para mirar el futuro desarrollo de la lucha de clases y nuestra humilde posición en ella con optimismo, pese a las innumerables dificultades que atraviesa el país en el marco de la crisis estructural del capitalismo venezolano, que a su vez se desprende de la crisis orgánica global del sistema.
El día viernes 18 de octubre a las 3:30 pm, en la sala 4 del Edificio Anáuco de Parque Central -Caracas, se dio apertura al Congreso con la sesión de Perspectivas Mundiales, a cargo de Jorge Martín. Esta discusión fue pública y contó con la presencia de miembros de otras organizaciones y medios como Laboratorio Crítico Comunachos, Frente Cultural de Izquierda, Escuela de Cuadros, Cátedra Che Guevara, Partido Comunista de Venezuela, Alexis Vive, Venezuelanalysis y la radio comunitaria OyeVen 106.7. Jorge Martín resaltó en su ponencia la inestabilidad que rige a la economía mundial en el presente, en antesala a una nueva e inevitable recesión global. También destacó las múltiples expresiones políticas a nivel mundial que muestran el deseo de las masas de buscar salidas a la crisis del decadente orden social burgués, la pérdida del control de los partidos e instituciones burguesas por parte de la clase dominante y la necesidad imperiosa de construir una dirección revolucionaria internacional capaz de dirigir a los explotados y oprimidos del planeta hacia la transformación socialista de la sociedad. En esta sesión no se dejó de tratar el reciente ascenso de las luchas obreras y populares que vive Latinoamérica y el Caribe (huelgas generales en Argentina y Brasil, y estallidos sociales en Puerto Rico, Haití, Ecuador y Chile), el cual da al traste con la teoría de «la ola conservadora» promovida por intelectuales y académicos reformistas, hoy desorientados a la luz de los acontecimientos.
El sábado 19 de octubre se debatió y ratificó la línea política de la organización, así como también su orientación táctica de cara al trabajo futuro. Por otra parte, se revisó el trabajo de todos los Grupos de Base a nivel nacional, donde militantes y delegados ofrecieron sus impresiones del desempeño de nuestra corriente en sus espacios de formación, discusión y revisión de nuestra intervención práctica fundamentales, con miras a definir directrices para el crecimiento de Lucha de Clases en el corto y mediano plazo.
La primera discusión del domingo 20 de octubre se centró en el estudio de la táctica del frente único, sus implicaciones prácticas y la necesidad de los marxistas de tender puentes hacia las masas. Seguidamente, se brindó un diagnóstico de todos los espacios de intervención donde nuestra militancia hace vida para afinar estrategias y reimpulsar la construcción de las fuerzas del marxismo en cada frente concreto. Posteriormente, la dirección de la organización ofreció informes de trabajo en cuanto a finanzas, prensa y formación de cuadros, en los cuales la militancia aportó ideas para seguir impulsando el fortalecimiento de la organización en cada área de labores. Por último, los delegados con voz y voto eligieron el nuevo Comité Central de Lucha de Clases, organismo que dirigirá a la sección venezolana de la CMI en el próximo periodo hasta el próximo Congreso Nacional.
Luego de tres días de profundos debates, el VIII Congreso Nacional de Lucha de Clases se clausuró con la entonación de La Internacional, como símbolo del compromiso militante que hemos asumido por seguir construyendo la tendencia marxista que el país y el mundo necesitan para derrumbar el sistema capitalista y erigir sobre sus ruinas una nueva sociedad basada en la planificación democrática y racional de la producción y los recursos en benrficio de toda la humanidad.
¡Por la construcción de una alternativa revolucionaria!
Entramos al definitorio mes de mayo en un contexto seriamente atípico de cara a los venideros comicios presidenciales del día 20. Mientras el abstencionismo reina entre la mayoría de agrupaciones políticas opositoras (MUD–FAVL y SV), hecho que limita las posibilidades de triunfo de Henry Falcón; Nicolás Maduro se prepara para capitalizar la fragmentación de la derecha, esperando obtener un triunfo que lo habilite para un nuevo periodo constitucional, en medio de una cada vez más aguda situación económica y social que promete dar continuidad al clima de inestabilidad e incertidumbre hoy imperantes.
Venezuela afronta un contexto económico catastrófico: contracción de un tercio del PIB desde el 2013, hiperinflación de 4 dígitos (aunque algunos analistas sostienen que ya hemos saltado a los 5), déficit presupuestario del 21% del PIB, reservas internacionales situadas en 10 millardos de $ (sus cifras más bajas en 15 años), niveles enormes de endeudamiento externo y con múltiples “compromisos” vencidos, bloqueo a nuevas fuentes de financiamiento internacional, y caída de hasta un 50% en la producción de petróleo desde 2013, cuya renta aporta el 96% de los ingresos en divisas del país.
Los impactos en los niveles de vida de los trabajadores resultan dramáticos. Si solo medimos el desplome del poder de compra de los salarios, como consecuencia de la hiperinflación: el ingreso mínimo integral (sueldo base más bono de alimentación) situado en 2.555.500 Bs, solo supera en un 22% el costo de un kilogramo de carne, que para el martes 1 de mayo ya se ubicaba en 2.000.000 Bs en varios estados del país. La acelerada devaluación del Bolívar ha hecho que este salario sea canjeable por US$ 37 a la tasa Dicom (oficial), y por US$ 4 y fracción a la tasa de cambio paralela -la cual rige el comportamiento de los precios en el país-, es decir, 319 y 352 dólares por debajo del promedio latinoamericano, respectivamente. A lo anterior, deben sumarse los innumerables padecimientos cotidianos ante la escasez de bienes de primera necesidad, también de dinero efectivo –como producto de la reducción en la proporción de dinero físico con respecto al crecimiento de la liquidez y la hiperinflación–, y el colapso generalizado de los servicios públicos.
Las calamidades derivadas de la crisis estructural del capitalismo venezolano hoy someten al pueblo trabajador a una amarga lucha por la subsistencia cotidiana, que no deja espacio para atender temas de gran importancia como la política. Para las masas pobres, el entusiasmo, la disposición al combate, y la voluntad para confrontar ideas, tan características en campañas de otrora –desde el auge de la revolución bolivariana– hoy se ven mermadas como obra de la desmoralización y la desesperanza, que parten de la evidente descomposición económica y social, pero sobretodo, de la perspectiva de que nada mejorará en el futuro próximo, aunque se logre derrotar nuevamente a la derecha. Este creciente proceso de reflujo supone un peligro de muerte para la revolución.
Propinar una nueva derrota electoral a la derecha no será garantía de un futuro libre de turbulencias. A medida que recrudece la crisis económica, y con ella las tensiones sociales y políticas, los sectores abstencionistas de la burguesía buscan acumular fuerzas para intentar, en el mediano plazo, una nueva embestida insurreccional que intente, esta vez sí, quebrar la unidad entre la cúpula militar, y en consecuencia producir un golpe de Estado. La intervención imperialista, mediante presiones económicas y políticas –para las que también emplea a gobiernos serviles en la región– busca fomentar tal desenlace. Sin embargo, la fragmentación de la derecha tradicional en tres sectores supone el principal obstáculo a superar, por parte de la burguesía, para el alcance de tan nefastos objetivos.
“Venezuela Libre” y “Soy Venezuela”: las dos caras del abstencionismo opositor
Bajo el alegato de que “no existen garantías electorales claras”, el bando abstencionista mayoritario, donde se agrupan los partidos que aún permanecen en la MUD, trata de cubrir su bancarrota política y la enorme desmoralización de sus bases, tras el fracaso de las guarimbas del año pasado, que como sabemos, obedecieron a las vacilaciones del liderazgo opositor en los momentos decisivos y a la gran participación de las masas revolucionarias en la elección de la ANC. A pesar de que han transcurrido 10 meses desde tan ignominiosa derrota, sus fuerzas de calle no logran levantar cabeza, hecho que se comprueba con la última sucesión de convocatorias a marchar cada una menos concurrida que la anterior.
Con la idea de refrescar su imagen, este sector pro oligárquico ha conformado el llamado Frente Amplio Venezuela Libre, donde aparte de la MUD, se aglomeran asociaciones empresariales como Fedecamaras, organizaciones estudiantiles y juveniles, rectorados universitarios, ONG, sociedad civil, caras disidentes del chavismo, Conferencia Episcopal (que no podía faltar), representantes de iglesias protestantes, entre otros especímenes. Aunque el liderazgo del FAVL ha declarado estar evaluando propuestas de boicot para el 20M, el nivel tan bajo en que han caído sus fuerzas actuales, en principio, pudiera desestimar cualquier posibilidad de que puedan jugar un papel de relevancia, por lo menos hasta realizados los comicios. Este es, en gran medida, el motivo que explica su negativa a participar en las elecciones presidenciales y por qué su actividad ha estado fuertemente enfocada en el cabildeo internacional, demandando más sanciones a funcionarios públicos venezolanos, mayores presiones económicas y políticas, así como una “intervención humanitaria” que permita saciar el hambre del pueblo con misiles tomahawk. El sector mayoritario de la derecha venezolana requiere tiempo para reagrupar sus fuerzas y espera proveerse de los servicios de la crisis y del desgaste de la base social del gobierno para enfilarse hacia el poder en mejores condiciones.
Mientras tanto, desde el sector más derechista y pro yankee de la oposición venezolana: “Soy Venezuela”, que agrupa a organizaciones como Vente Venezuela de María Cocina Machado, Alianza Bravo Pueblo del convicto Antonio Ledezma y personalidades como Diego Arria, y cuyo nacimiento el pasado septiembre inició la fragmentación actual de la MUD; trata de influir desesperadamente en la palestra política nacional, paradójicamente desde una posición abstencionista pero aislacionista. Sus histéricos berridos radicales, que cuentan con una amplia difusión en medios internacionales, propugnan, de manera más abierta, una intervención humanitaria “con todas sus implicaciones”. La estridencia de sus gritos es inversamente proporcional a la capacidad que tienen para jugar algún papel destacado en la situación política del país. Sus bases de respaldo están concentradas fundamentalmente en ciertas zonas del este caraqueño y algunos minúsculos puntos de apoyo en el interior del territorio nacional. Aparte de exponer sus pergaminos contrarrevolucionarios a cada paso, desde su presentación en sociedad no han dejado de arremeter contra el viejo liderazgo de la MUD –hoy en el FAVL– por participar en mesas de diálogo con “la tiranía”, y más recientemente contra Falcón y sus adeptos por “hacerle el juego al régimen” al legitimar las venideras elecciones presidenciales con su participación.
Si bien, todo parece indicar que las dos cabezas del abstencionismo opositor estarán relegadas al mero rol de espectadoras, la volatilidad de la situación política nacional puede propiciar sucesos que alteren dramáticamente el actual estado de cosas. En el contexto actual, cualquier chispa podría iniciar un incendio. Cabe recordar los momentos previos al inicio de las guarimbas del año pasado: las bases derechistas se encontraban desmoralizadas y su cuestionada dirección poco cohesionada, tras no haber podido forzar la realización del referéndum revocatorio y no avanzar un milímetro en la promesa de retornar al poder luego de ganar la mayoría en la Asamblea Nacional. Bastó que se iniciara la controversia con respecto a las sentencias 155 y 156 del Tribunal Supremo de Justicia, y posterior denuncia de golpe de Estado por parte de la derecha, para que la situación virara radicalmente. El distanciamiento entre el FAVL y SV solo podría ser superado con la maduración de las condiciones para un nuevo llamado a la insurrección reaccionaria.
Es deber de todos los revolucionarios, en especial de aquellas capas activas, organizar comités de autodefensa en todo el país, a los fines de contrarrestar la amenaza fascista en proceso de gestación y cuyo resurgimiento no puede tomarnos por sorpresa. Para ello es necesario superar y trascender la resistencia de la dirección bolivariana, la cual ya ha dado suficientes muestras de no querer blindar la revolución con organización desde abajo, dejando a las masas en una situación de vulnerabilidad a medida que la reacción se fortalece, mientras se ciñe la defensa revolucionaria a los marcos institucionales y militares, siempre susceptibles de virar al campo del golpismo de un momento a otro.
¿Qué dicen las encuestas?
En Venezuela, dada la enorme y en ocasiones descarada parcialización de las encuestadoras, tanto hacia el bando oficial como al oposicionista, resulta complicado estudiar los verdaderos niveles de apoyo hacia los diversos contenedores. Por ejemplo, la firma Datanalisis, cuyo presidente no ha ocultado su apoyo irrestricto a la candidatura de Falcón, ubica a este último en la punta con un 41,4%, sobre un 34,3% de intención de respaldo para Maduro. Por su parte, el estudio más reciente de Hinterlaces (encuestadora presidida por el diputado por el sector empresarial de la ANC, Óscar Schemell) presenta a Maduro como el aventajado con un 47% de la intención de voto, sobre un 34% para Falcón y un 14% para Javier Bertucci, el reaccionario pastor evangélico que ha decidido incursionar en la política con su movimiento Esperanza por el Cambio.
Germán Campos, director de la firma Consultores 30.11, presentó hace pocos días el más reciente estudio de dicha encuestadora, donde se perfila un nivel de participación de alrededor del 65% dentro del país, reconociendo las dificultades de realizar mediciones del proceso electoral en el exterior, fenómeno que cobra inédita importancia para las venideras elecciones, dada la diáspora de cerca de 3 millones de venezolanos en los últimos años. El sondeo, finalizado el pasado 6 de mayo, presenta a Nicolás Maduro en la punta con un 48,4% de las intenciones de voto, seguido de Falcón con un 36,3% y Bertucci con un 11,7%. Ante una hipotética declinación de la candidatura de Bertucci en Favor de Falcón –posibilidad muy poco probable-, Campos sostiene que no es fácil prever los impactos de tal escenario, aunque una alianza de este tipo no necesariamente implica una sumatoria automática de votos entre ambas figuras, donde incluso existen ejemplos históricos en el país que ilustran repercusiones favorables al candidato que va en la punta.
En un sondeo de opinión realizado por la misma encuestadora en el mes de marzo, el 38,1% de los consultados atribuyó las causas de la crisis económica a las políticas gubernamentales, un 29,7% a la guerra económica y al bloqueo internacional, y un 18,9% a ambas razones. Llama la atención la consulta que refiere a los niveles de acuerdo sobre la propuesta del fallecido presidente Chávez de construir una Venezuela socialista, en la que un 50,5% se manifestó positivamente, mientras que un 29,1% expresó su desacuerdo. Es decir, según estos estudios, aún sigue existiendo una mayoría que se identifica con el legado revolucionario de Chávez, a pesar del enorme descontento con el desempeño del gobierno bolivariano tras la muerte del líder histórico de la revolución, y que no consiente la idea de que la derecha retorne a Miraflores.
La candidatura de Falcón
Como ya hemos señalado, las posibilidades de victoria de Falcon se hallan limitadas dada la negativa del grueso de la oposición a brindarle respaldo. Su candidatura fue inscrita por su partido Avanzada Progresista, un engendro fundado por exmiembros de Podemos y PPT que se fusionaron en una misma tarjeta a raíz de la nominación de Capriles a la presidencia en 2012. Además del reducido grupo de diputados de la AN y personalidades opositoras como chuo Torrealba, quienes han tratado de tender puentes entre Falcón y el FAVL; entre las agrupaciones que hasta los momentos se han plegado a su candidatura se encuentran: MAS, MOVEV y COPEI, partidos que actualmente no pasan de ser un simple relleno, a pesar de que en el caso de COPEI tratamos con una de las fuerzas políticas hegemónicos durante el periodo puntofijista.
Falcón ha tratado de posicionar un discurso que oscila entre la promesa de restauración plena de la economía de mercado, y elementos de demagogia populista y clietenlar. Apuntando hacia su derecha, el candidato ha vendido la dolarización de la economía como parte de un programa de ajuste y estabilización, del cual solo se atreve a mencionar la privatización de empresas antiguamente expropiadas y de la industria petrolera. Hacia su izquierda, ha prometido la elevación del salario mínimo mensual a 75$, así como el otorgamiento de subsidios mensuales dirigidos a familias necesitadas de 25$ por adulto y 10$ por niño, a través de la llamada “tarjeta solidaria”.
Sin resignarse a no contar con el apoyo de la mayoría del oposicionismo de base, apela a la necesidad de remontar el “ventajismo gubernamental” para “salvar a Venezuela” y lograr “la gran transformación”, tal y como ha denominado a su plan de gobierno. Sus referencias a la “reconciliación nacional”, así como la explotación de su pasado chavista, están orientadas a ganar para si las simpatías de los votantes independientes -los llamados “ni ni”-, pero sobretodo a aquellos sectores bolivarianos decepcionados con el accionar del gobierno en los últimos años. En este sentido, su oferta demagógica de subvenciones asistenciales en dólares busca competir con las asignaciones de bonos en bolívares, que de forma cada vez más recurrente el gobierno otorga, a través del carnet de la patria y las tarjetas hogares de la patria.
El candidato de AP aspira remontar una enorme cuesta para la jornada electoral, contando con el clima de descontento reinante entre la población. Sin embargo, descontento no necesariamente significa un apoyo automático mediante votos a su propuesta y figura. Por lo que hasta ahora puede intuirse de la situación general, y en parte debido a la atomización de la derecha, Falcón hasta ahora no logra convertirse en un fenómeno electoral capaz de amenazar a la maquinaria bolivariana, con todo y la desazón sentida por las bases chavistas ante la falta de determinación de sus dirigentes de cara a la solución de sus innumerables problemas.
¿Qué se esconde detrás de la propuesta de dolarización?
Siguiendo la argumentación del principal proponente de la dolarización, Francisco Rodríguez, economista–Jefe de la consultora Torino Capital, ex economista–Jefe del Bank of America Merrill Lynch para la región andina, y quien funge como asesor económico de Falcón: con la adopción del Dólar estadounidense como moneda de curso legal en Venezuela se detendría en seco la hiperinflación como principal beneficio a corto plazo, que, según él, superaría los costos a largo plazo, como la pérdida del control por parte del Estado sobre las políticas cambiarías y monetarias, el no poder incidir en el tipo de cambio y respaldar la competitividad de la producción nacional, el reducido tamaño del sistema financiero nacional, entre otras razones.
Rodríguez, al igual que todo el conjunto de economistas burgueses –que en su mayoría se han pronunciado en contra de la dolarización–, parte de la necesidad de que el país requiere un severo programa de contrarreformas y ajuste macroeconómico –que descargue todo el peso de la crisis sobre los hombros del pueblo trabajador– a los fines de que el Estado reduzca sus gastos y la oferta de dinero, y así detener el alza de precios. Plantea que para la ejecución de tal ajuste, mantener el Bolívar, y por ende, el control soberano sobre la política monetaria, supondría un riesgo de que el nuevo gobierno se vea tentado a ceder ante la inminente presión social, incurriendo en gastos generalmente financiados con mayor emisión de moneda. Nos intenta decir que si los capitalistas perciben que su gobierno no es capaz de ejecutar medidas antipopulares con la debida severidad, no dejarán de subir los precios. En su artículo Por qué Venezuela debería contemplar la dolarización, señala: “… Si la gente no está segura de que el proceso será exitoso, la primera inclinación de las empresas será continuar subiendo sus precios” (americasquarterly.org, 15/02/2018).
Lo que en realidad sucedería es que el Bolívar seguiría devaluándose, y como consecuencia el ascenso de los precios continuaría. Acá se evidencia nuevamente la estrechez de miras de los economistas burgueses al enfocar el análisis de la economía desde la psicología de los llamados “agentes económicos” y al mostrarnos una realidad fragmentada e incompleta, que no reconoce la interrelación dialéctica de todos los fenómenos implicados como totalidad estructurada.
La proposición de Rodríguez es bastante clara: la mejor forma de generar “credibilidad” entre el siempre exigente empresariado, consiste en que el Estado renuncie a sus atribuciones sobre las políticas monetarias como condición ineludible a la acogida del Dólar: “La dolarización –entendida en un sentido amplio como la adopción de una moneda sobre cuya política monetaria el país que la adopta carece de control– es la única estrategia de estabilización que resuelve de plano el problema de la credibilidad en la política monetaria. Los agentes pueden ser escépticos frente a una promesa de que los políticos van a dejar de imprimir dinero, pero definitivamente encontrarán creíble el compromiso de no imprimir dólares…” (Francisco Rodríguez, Dolarizar Venezuela: una guía para escépticos, eltubazodigital.com, 16/03/2018).
El Estado venezolano al perder el control sobre las políticas monetarias, estaría impedido de emitir o extraer dinero en la economía nacional, hecho que le mostraría a la burguesía la certeza de que al fin se acabará el relajo en las finanzas públicas. En otras palabras, al implementar la dolarización los gobiernos venezolanos en lo sucesivo estarán sometidos a las decisiones en política monetaria de la Reserva Federal estadounidense –y también a la inestabilidad de la economía mundial en crisis–, como una especie de camisa de fuerza que impedirá recaídas en la intención de aumentar el gasto social. De esta manera se aseguran condiciones para que el paquetazo se aplique hasta sus últimas consecuencias. Según la apreciación de Rodríguez, solo de esta manera se podrá abatir la hiperinflación en el corto plazo, como primera condición para lograr la recuperación económica de Venezuela.
Una solución al crónico problema inflacionario venezolano no solo depende de la eliminación abrupta de los niveles de liquidez monetaria, como los economistas de inclinación monetarista sostienen. Aunque los aumentos desproporcionados en las emisiones de los agregados monetarios suelen incidir en el alza de precios, esto no obedece a su acción autónoma al margen de los demás factores que influyen en el mercado, como la oferta de productos disponibles. Así, por ejemplo, en el año 2006 la liquidez había sido incrementada en más de un 100% con respecto al año anterior, pero la inflación acumulada no superó el 17%. Bajo la lógica monetarista, la proporción del incremento de los precios no se correspondía con los niveles de liquidez. Hay que recordar que en estos años, la abundancia de petrodólares permitió impulsar el insostenible dinamismo de una economía fuertemente dependiente de las importaciones, hecho que también Incidió en el crecimiento del PIB y la oferta de productos. No se puede estudiar de manera coherente el fenómeno inflacionario sino se determinan las interrelaciones, acoplamientos y la retroalimentación de todas las variables. Si bien, la liquidez monetaria juega un papel relevante en el tema, jamás debemos perder de vista el factor más importante en la economía, sin el cual todo lo demás pierde sentido: la producción de bienes. La dolarización pudiera resolver el problema del exceso de liquidez –aunque con nefastas consecuencias en otros factores–, pero al seguir cayendo la producción no se resuelve el problema de la inflación.
Como se sabe, la inversión en la economía real es el motor que propulsa el crecimiento. En los márgenes del sistema capitalista, garantizar la inversión productiva de quienes poseen los medios de producción –la burguesía– es tarea de primer orden para los gobiernos. Esto se traduce en la aplicación de todo tipo de medidas y estímulos que permitan acrecentar los márgenes de beneficios para la clase capitalista, en la misma proporción en que se imponen desmejoras en la calidad de vida y mayores niveles de explotación a la clase trabajadora. Acá se desprenden antagonismos irreconciliables entre los intereses de explotadores y explotados, que se hacen más evidentes en periodos de crisis. Para un gobierno de derecha en Miraflores, la ejecución del recetario de ajustes y contrarreformas se inscribe dentro de la necesidad de fomentar la inversión privada, hecho que resultaría en la profundización del terrible drama social que hoy se vive en Venezuela. En teoría, estas políticas de austeridad han de aplicarse por un periodo de tiempo bastante prolongado –que algunos han estimado en 10 años como mínimo– mientras las inversiones privadas surten el efecto esperado en la producción y hasta lograr la estabilización donde todos viviremos felices por siempre. Los aspectos que quedan fuera de tales análisis, son las consideraciones del periodo de gran estancamiento, inestabilidad y vulnerabilidad prolongada en que se encuentra el capitalismo a nivel mundial, y que nos hallamos en vísperas de un nuevo periodo de recesión global –que hasta economistas burgueses de renombre han vaticinado– el cual no dejará de impactar severamente a nuestra economía monoexportadora. Por otro lado, la respuesta social que vendrá por el ajuste generará la suficiente inestabilidad política como para ahuyentar inversiones y por tanto, el retraso de la estabilización y del abatimiento definitivo de la inflación.
Por otro lado, con la pérdida de las atribuciones cambiarias como resultado de la dolarización, el Estado no podrá manipular el tipo de cambio (devaluar, subvaluar o sobrevaluar) para ajustarlo a las necesidades de la economía del país. Este es uno de los puntos donde Rodríguez y economistas simpatizantes han encontrado mayor oposición, tanto desde el campo procapitalista como lamentablemente también desde la izquierda. Los comentaristas burgueses opositores a la dolarización alegan que la competitividad de la producción nacional (entiéndase de sectores de la burguesía) no podrá ser respaldada a largo plazo ante posibles abaratamientos de mercancías foráneas dada la imposibilidad del Estado para incidir en el valor del Dólar.
Tradicionalmente los Estados capitalistas recurren a devaluaciones para encarecer las importaciones y favorecer la competitividad de las empresas nacionales, haciendo que los salarios reales en dólares caigan para compensar las bajas en sus ingresos y estimular la producción. Sin duda, tratamos con un mecanismo con el cual se intentan mantener los altos niveles de beneficios para sectores específicos de la burguesía, haciendo pagar el costo de la situación desfavorable en el intercambio internacional a los trabajadores. Replicando a quienes se oponen a la propuesta de Falcón y Rodríguez en términos burgueses, al dolarizar la economía venezolana esta posibilidad quedaría descartada y la producción extranjera tendría las de ganar en el futuro en detrimento de la industria nacional. Pero esta preocupación surge de un supuesto: que al alcanzar la estabilización los sueldos en dólares sean demasiado altos y no puedan abaratarse –mediante una devaluación monetaria– gracias a la dolarización. Actualmente el salario mínimo integral (sueldo base más bono de alimentación), situado en 1.307.646 Bs equivale a 15$ a la tasa oficial (DICOM) y a 2$ y fracción a la tasa de cambio paralela (22 de abril). Gracias a los servicios brindados por la política de conciliación de clases para administrar la crisis estructural del capitalismo criollo, de aplicarse un programa de ajuste en este momento el trabajo en cuanto a abaratar los sueldos ya estaría hecho. Los señores que acogen esta inquietud reaccionaria se les olvida que para la ejecución de un paquete de austeridad exitoso para la burguesía –con o sin dolarización–, los aumentos sustanciales de sueldos no caben. Pensar que los ingresos de los trabajadores venezolanos podrán ser incrementados hasta alcanzar el promedio latinoamericano (356$), o incluso superarlo, en un contexto donde los empresarios invierten sin rechistar, es un contrasentido ilusorio e ignorante. Sin embargo, aunque Rodríguez reconoce que esta situación pudiera constituir un riesgo en el futuro (partiendo del mismo supuesto de sus interlocutores), insiste en que los beneficios a corto plazo al derrotar la hiperinflación, exceden todas las consecuencias a largo plazo. A todas luces, en tal apreciación descansan intereses muy marcados del imperialismo norteamericano para asegurarse de un mercado que no ofrecerá la más mínima competencia interna en múltiples sectores.
Cabe señalar que los marxistas no hacemos fetiches con respecto soberanía monetaria y cambiaria, en tanto herramientas que son empleadas por los Estados capitalistas para: 1) financiar sus déficits, haciendo que los trabajadores los paguen con caídas estrepitosas del poder adquisitivo, gracias a la inflación derivada; y 2) devaluar las monedas a conveniencia de los niveles de competitividad de sectores de la burguesía y a expensas de los ingresos reales de la clase obrera. Sin embargo, a pesar de lo dicho, nos negamos a que estas sean cedidas a la potestad de la Reserva Federal de EEUU. En el intento de privar al Estado venezolana del manejo monetario y cambiario se esconde un planteamiento profundamente reaccionario: reducir la posibilidad de que el Estado intervenga en la economía dejando a capitalistas, banqueros e imperialistas operar a sus anchas, en la tratativa de aumentar sus beneficios a costa de mayores niveles de explotación y desmejora sistemática de los niveles de vida de la clase trabajadora. A tales pretensiones debemos oponernos rotundamente.
Ahora bien, responsablemente debemos señalar que la emisión descontrolada de dinero –sin sustento en la producción y en las reservas de divisas– por parte del gobierno para financiar el déficit fiscal y respaldar su reciente deriva clientelar, ha sido el factor decisivo en el surgimiento y recrudecimiento de la hiperinflación. Desde abril del 2017 al mismo mes del presente año la liquidez monetaria ha aumentado en más de un 3.000%, y desde 2012 en un 60.000% aproximadamente (BCV). Si se contrastan tales subidas con el desplome de la producción nacional (desde 2013 el PIB se ha contraído en más de un 30%) y la brutal caída de las importaciones (82% desde 2012), nos encontramos con un panorama donde mucho dinero persigue a pocos productos y cada mercancía absorbe mayor cantidad de unidades monetarias, lo que se traduce en alzas de precios.
Con la entrega masiva de bonos y la bonificación salarial, con las que se inyectan enormes cantidades de dinero a la calle (en su mayoría electrónico, pues la proporción de efectivo con respecto a la liquidez es de apenas un 2,6%), en un mercado nacional signado por la escasez, el gobierno trata de apagar el fuego inflacionario con más gasolina, en la medida en que incrementa sus gastos sin respaldo en riqueza real que pueda financiarlos. Como consecuencia, vemos como la hiperinflación devora los bonos y los aumentos salariales antes de que el trabajador proceda a gastarlos. Hay que señalar que el déficit fiscal responde fundamentalmente a la caída de los ingresos petroleros, hecho que, en los limitados marcos del capitalismo en crisis, hace insostenible la preservación de ciertos alcances y conquistas sociales –como subsidios en los servicios públicos–. Coristas de la burguesía reclaman la eliminación de las subvenciones estatales a la gasolina, agua, electricidad, entre otras, anticipando sus intenciones de llegar al poder. La comprensión de la siguiente lección es fundamental: mientras pervivan las relaciones de propiedad burguesas, toda victoria o conquista parcial que mejore los niveles de vida de la clase trabajadora, tarde o temprano –especialmente cuando la crisis haga acto de presencia– será reducida a su mínima expresión, ya sea mediante la acción directa de políticos burgueses, o por obra de las leyes del mercado capitalista –tal y como ha venido ocurriendo en nuestro país–, que no hacen más que reflejar los intereses de la burguesía en una sociedad donde esta controla las palancas fundamentales de la economía.
Aunque los revolucionarios debemos luchar por conquistas que mejoren el nivel de vida de las clases oprimidas dentro del capitalismo, y esto supone mejores salarios y condiciones laborales, de sanidad, educación y transporte; nunca debemos olvidar que para asegurarlas, mantenerlas y superarlas con el tiempo, no basta con reformar el sistema. La solución última, pasa por el derrocamiento del orden social capitalista mediante la abolición de las relaciones de propiedad burguesas, para avanzar hacia la planificación racional de la producción y distribución, bajo control obrero, de cara a la satisfacción de las necesidades de la mayoría y no para el beneficio de un puñado de oligarcas. El que la dirección bolivariana nunca comprendiera tal verdad, hoy explica en gran medida la crítica situación actual.
Al contrastar las promesas de Falcón y Rodríguez sobre las asignaciones asistenciales en moneda norteamericana y la elevación del salario mínimo mensual, con la expectativa de que la dolarización licuará la inflación en el corto plazo; cabe señalar una consideración importante: dejando fuera de orden la pregunta ¿Con qué recursos podrán financiar tales políticas?, un hipotético aumento de sueldo a 75$, aun estando a 281$ por debajo del promedio latinoamericano, supondría un crecimiento sustancial del poder adquisitivo de los trabajadores tomando en cuenta los niveles actuales. Ni hablar de lo que significarían los subsidios en dólares para las familias que los reciban. Con la contracción de la producción nacional, relacionada con la caída estrepitosa de las importaciones, problemas que no podrán solucionarse en poco tiempo considerando la debacle de la producción petrolera y el parasitismo de nuestra burguesía –aunado a las razones que antes expusimos–; aumentar el poder adquisitivo en esas condiciones generaría una mayor demanda detrás de una oferta de productos reducida, lo que incidiría en la continuación de la tormentosa alza de precios, ahora en la economía nacional dolarizada. ¡Pero claro! Esto en el hipotético caso de que aumenten los salarios y se otorguen los subsidios prometidos, o cuenten con los recursos para tales fines.
Si la prometida estabilización de la economía depende del nivel de inversiones productivas que puedan realizar la burguesía nacional y las multinacionales imperialistas, estas pujarán por mantener los salarios en los niveles más bajos para así amasar enormes beneficios. En este sentido, de ser electo Falcón como presidente ¿Qué privará más? ¿Una promesa de campaña o las presiones de la clase dominante representada en el poder? La política burguesa, sobretodo en momentos de crisis, nos proporciona innumerables ejemplos que inclinan la respuesta hacia la segunda opción, aunque los resultados últimos también dependen de los niveles de presión que pueda ejercer la clase obrera en lucha. Si Falcón asumiera la presidencia, para mantener su “credibilidad” y generar “confianza” entre la burguesía y el imperialismo, posiblemente no cumpliría con su promesa de aumento salarial.
Dado el reducido tamaño del sistema financiero venezolano (no contemplando las enormes ganancias que genera) que resultaría de la dolarización con tan solo 3 millardos de dólares de nuestras reservas internacionales –tal y como propone Rodríguez–, se plantearía la necesidad de adquirir mayor endeudamiento externo, seguramente acudiendo al FMI. Algo que no mencionan los defensores de la dolarización, es que estos financiamientos solo podrían garantizarse, por un lado, a través de numerosas concesiones sobre los abundantes recursos energéticos, minerales y de biodiversidad del país –en mayor grado de las que el gobierno bolivariano ha venido otorgando en los últimos años–; y por otro, con el reforzamiento de las medidas de austeridad para asegurar las devoluciones de los préstamos.
Aunque el mismísimo Ricardo Hausmann considera que nuevos préstamos, en el escenario que presentan los dolarizadores, no son posibles de conseguir, ya se está hablando de un fondo de alrededor de 60.000 millones de dólares para una hipotética transición política, sobre la base del apoderamiento de los jugosos y cuantiosos recursos naturales venezolanos. Considerando las exigencias que se le impondrían al Estado venezolano para garantizar el cumplimiento de los llamados “compromisos de deuda”, en cuanto al recorte del gasto público, entre otras perlas; conviene preguntarnos: en un hipotético gobierno de Falcón ¿Podrá este cumplir con sus promesas de campaña?
Existe un punto de coincidencia entre los economistas burgueses que defienden la propuesta de dolarización y quienes se oponen a ella: sus alusiones a una posible recuperación, están supeditadas a las expectativas de que el paquete de medidas de ajuste sea exitoso al reactivar la productividad y el dinamismo del mercado al cabo de un tiempo, es decir, a largo plazo. Pero en palabras de John M. Keynes “a largo plazo todos estaremos muertos”. Como el lector ya habrá podido deducir, dicho éxito estaría sustentado en el asalto despiadado a todos los derechos y conquistas –o los que aún quedan– alcanzadas por el pueblo trabajador en revolución, el desmejoramiento sistemático de sus condiciones de vida, y la imposición de nuevos e insoportables niveles de explotación, hasta que se alcance el edén de la estabilización.
Para ser más precisos, con o sin la dolarización, la vía burguesa para superar la crisis en nuestro país plantea, para el gobierno prooligárquico y proimperialista que tome la batuta, el empleo de todos los medios disponibles para reducir el gasto público a través de recortes brutales en los subsidios al combustible, agua, electricidad, salud, educación, misiones sociales, entre otros. También, el avance sin contemplaciones hacia la privatización de PDVSA, las empresas básicas de Guayana, CANTV, MOVILNET, y demás empresas estatales –en especial las expropiadas– tal y como Falcón ya lo ha hecho saber. En el terreno laboral, la eliminación de la LOTTT para luego imponer una nueva legislación más acorde a los dictámenes de FEDECAMARAS y CONINDUSTRIA, donde el decreto de inamovilidad laboral será eliminado. A su vez, legalización de la ya impuesta de facto liberalización de precios, toda vez que tratarían de mantener los salarios en su nivel más bajo.
Podemos ver entonces que las diferencias entre el ajuste sin dolarización y el ajuste con dolarización, son análogas a la aceleración de un bólido hacia un precipicio y la aceleración hacia el mismo destino, con previa colocación de un yunque al acelerador y lanzamiento de las llaves por la ventana. Es necesario impedir por todos los medios que semejantes choferes tomen el volante. Sin embargo, debemos advertir que el transitar de quienes actualmente conducen el proceso revolucionario nos está llevando, aunque a una velocidad menor, hacia el mismo desastre que proponen los primeros: un ajuste. El día a día es la mejor evidencia de ello. Los retrocesos que hemos evidenciado durante los últimos años, como consecuencias de la política de conciliación de clases, abonan el terreno para que, en la medida en que las masas se desmoralicen y agoten, se fundan las defensas de la revolución en provecho de la reacción burguesa e imperialista.
Han pasado cinco años desde la muerte de Hugo Chávez. Lo conocía desde hacía casi diez años y sentía un gran respeto por su valor, honestidad y dedicación en la lucha contra la opresión y la explotación. Por esto se ganó el odio de todas las fuerzas de la vieja sociedad: los banqueros, los capitalistas y terratenientes, los imperialistas, la CIA y, por supuesto, la llamada “prensa libre” que no es más que la boquilla servil del antigua orden.
La campaña mediática de difamación contra Chávez no tenía precedentes en la historia moderna. En consecuencia, fue difícil para las personas de otros países formarse una impresión veraz de él. Incluso durante mucho tiempo socialistas y comunistas en Europa occidental se dejaron influenciar por este aluvión de mentiras descaradas.
Lo que estas damas y caballeros nunca pudieron entender fue la intensa lealtad, amor y afecto que inspiró en las masas que lo adoraban. Este era el otro lado de la moneda del odio amargo de las clases poseedoras. En esencia, esta polarización extrema de las actitudes era un reflejo de la polarización de clase en la sociedad concentrada en una sola persona.
Durante décadas, Venezuela fue gobernada por una oligarquía corrupta y degenerada. Había un llamado sistema de dos partidos (el puntofijismo) en el que ambos partidos representaban los intereses de la oligarquía. Cuando Chávez fundó el movimiento bolivariano, trató de limpiar los pestilentes establos de Augías que eran la vida política venezolana. Este era un objetivo limitado y muy modesto, pero se encontró con la feroz resistencia de la oligarquía gobernante y sus sirvientes.
A los ojos de las masas, Chávez representó la revolución, su propio despertar a la vida política, la sensación de que, por primera vez, el pueblo trabajador y los pobres estaban a cargo. Fue el hombre que se enfrentó al imperialismo y la oligarquía e intentó crear una sociedad mejor, más justa y más igualitaria.
El papel del individuo en la historia
La personalidad de un individuo puede tener un impacto en los procesos de la historia. Para mí, lo que es interesante es la relación dialéctica entre sujeto y objeto, o, como lo habría expresado Hegel, entre lo particular y lo universal. Sería muy instructivo escribir un libro sobre la relación exacta entre Hugo Chávez y la revolución venezolana. No hay duda alguna que esa relación existe. Si eso es positivo o negativo dependerá del punto de vista de clase que uno defienda.
El 27 de febrero de 1989, los pobres que vivían en los barrios de “casas de cartón” en los cerros que rodean Caracas tomaron las calles en protesta por una nueva alza en los precios del transporte público. Se convirtió en un levantamiento nacional conocido como el Caracazo. El gobierno de Carlos Andrés Pérez envió tropas armadas para sofocar el movimiento en sangre. Las cifras oficiales indican que el número de víctimas mortales es poco menos de 300, pero otras estimaciones indican que hasta 3.000 fueron asesinados a balazos.
Rebelión popular conocida como el Caracazo en 1989
Sin el Caracazo no es imposible que Hugo Chávez hubiera permanecido como un oficial del ejército persiguiendo una carrera militar normal desconocida para el público.
El Caracazo y la reacción brutal que siguió tuvieron un profundo efecto entre sectores del ejército, incluidos algunos de los oficiales. Este descontento condujo a un levantamiento militar fracasado dirigido por Chávez en 1992. Fue encarcelado pero posteriormente liberado bajo la presión de las masas. Desde el punto de vista de los pobres y oprimidos, Hugo Chávez fue el hombre que los puso de pie y que los inspiró, con su indudable valor personal, a actos de heroísmo sin paralelo. El papel personal de Chávez fue decisivo. Actuó como un catalizador que, cuando todas las condiciones están presentes, produce un cambio dramático.
La relación entre Hugo Chávez y las masas fue muy compleja y dialéctica. Él despertó un entusiasmo colosal y devoción. Vimos las mismas emociones en las calles de Caracas los días previos y posteriores a su funeral. Tuve la oportunidad de ver esto por mí mismo muchas veces cuando asistí a los mítines masivos en los que se dirigió al pueblo.
Cuando Chávez hablaba a los trabajadores y campesinos, el efecto fue era eléctrico. En tales ocasiones, uno podía percibir un tipo de reacción química entre Chávez y las masas. No había duda de la intensa lealtad que sentían las masas pobres y oprimidas por este hombre. Hugo Chávez por primera vez dio a los pobres y oprimidos una voz y algo de esperanza. Ese es el secreto de la extraordinaria devoción y lealtad que siempre le demostraron. Él los despertó a la vida y se vieron a sí mismos reflejados en él. Para ellos, Hugo Chávez y la Revolución eran una y la misma cosa.
Escribí sobre mis impresiones cuando lo vi por primera vez en abril de 2004:
“Mientras hablaba podía observar la reacción de las masas en la gran pantalla situada detrás del presidente. Jóvenes y viejos, hombres y mujeres, la aplastante mayoría trabajadores, escuchaban atentamente, asimilaban cada palabra. Aplaudían, gritaban, reían e incluso lloraban. Esta era la cara de un pueblo despierto, un pueblo que es consciente de sí mismo como participante activo del proceso histórico, es la cara de la revolución.”
El proceso iba en ambos sentidos. Chávez sacaba su fuerza del apoyo de las masas, con quienes se identificaba plenamente. En su manera de hablar, espontánea y completamente ajeno a la rígida formalidad del político profesional, conectaba con ellas. Si a veces había falta de claridad, incluso esto reflejaba la etapa en que se encontraba el movimiento de masas. La identidad era completa.
Los enemigos de Chávez de derechas nunca pudieron entenderlo. No podían entenderlo porque son orgánicamente incapaces de comprender la dinámica de la revolución misma. La clase dominante y sus prostitutas intelectuales nunca pueden aceptar que las masas tengan una mente y una personalidad propias, que son una fuerza tremendamente creativa que es capaz no solo de cambiar a la sociedad sino también de administrarla. Nunca pueden admitir tal cosa porque hacerlo sería admitir su propia bancarrota y confesar que no son un agente social necesario e indispensable dotado de un derecho otorgado por Dios para gobernar, sino una clase superflua y parásita y un obstáculo reaccionario al progreso.
Pero no solo los burgueses eran incapaces de comprender lo que estaba ocurriendo en Venezuela. Muchos en la izquierda fueron igualmente incapaces de entender este fenómeno. Incapaces de colocarse en el punto de vista de las masas, adoptaron una actitud altanera, como si las masas cuyo nombre siempre invocaban fueran niños ignorantes que necesitaban ser educados por ellos. Desafortunadamente para estos “izquierdistas”, las masas no mostraron el más mínimo interés en estos aspirantes a educadores o sus lecciones.
La revolución bolivariana le dio al pueblo de Venezuela importantes reformas en el campo de la salud, la vivienda y la educación. Sin embargo, la conquista más importante de la Revolución fue una que es intangible, podríamos decir, moral. Le dio a las masas un sentido de su propia dignidad como seres humanos, les impartió un agudo sentido de la justicia, les dio un nuevo sentido de su propio poder, les dio una nueva confianza. Les dio esperanza para el futuro. Desde el punto de vista de la clase dominante y el imperialismo, esto representaba un peligro mortal.
Chávez y el imperialismo
La Revolución Bolivariana de Hugo Chávez fue una amenaza directa para el imperialismo estadounidense por el ejemplo que da a las masas oprimidas en el resto de América Latina. Desde que se anunció la Doctrina Monroe, los gobernantes de Estados Unidos han visto a América Latina como su propio patio trasero privado. Una oleada revolucionaria recorría todo el continente latinoamericano, y Hugo Chávez actuó como un poderoso catalizador del movimiento revolucionario en todo el continente. Esto lo convirtió en el enemigo público número uno de Washington.
Al principio, la oligarquía venezolana no sabía qué hacer con Chávez. Pensaron que sería como cualquier otro político venezolano. Es decir, que él estaba en venta. Tan pronto como se dieron cuenta de que no podían comprar a Chávez, pusieron en marcha planes para derrocarlo. El 11 de abril de 2002, organizaron un golpe. Detrás de él había fuerzas poderosas: los terratenientes, los banqueros, los capitalistas, los medios de comunicación, la Iglesia, los generales, los jefes de policía, los dirigentes sindicales corruptos y la CIA.
Chávez fue arrestado y secuestrado. Los conspiradores se instalaron en el palacio de Miraflores. Pero en 48 horas fueron derrocados por un levantamiento espontáneo de las masas. Las unidades del ejército leales a Chávez se pasaron a las masas, y el golpe colapsó ignominiosamente el 13 de abril. Por primera vez en la historia de Venezuela, las masas derrocaron un golpe. En realidad, el poder estaba en sus manos, pero trágicamente no eran conscientes del hecho.
Hugo Chávez
Después de la derrota del golpe, hubiera sido posible llevar a cabo una revolución socialista rápidamente y sin dolor. Desafortunadamente, se perdió la oportunidad y se permitió que los reaccionarios se reagruparan y organizaran un nuevo intento en la llamada “huelga” (en realidad, un paro patronal) que causó graves daños a la economía. El nuevo intento fue derrotado por los trabajadores, que tomaron el control de las fábricas y las instalaciones petroleras y echaron a los reaccionarios. Una vez más, existía la posibilidad de una transformación radical sin guerra civil. Y una vez más la oportunidad se perdió. El problema era un problema de dirección.
La oposición se quejó mucho de presuntos malos tratos, pero esas quejas no tenían ninguna base. Lejos de ser demasiado duro, el gobierno fue extraordinariamente indulgente. Durante años, los medios de la oposición se permitieron calumniar al presidente de la manera más escandalosa, exigir su derrocamiento e incluso su asesinato. RCTV, Globovisión, Venevisión, todos los canales de televisión de propiedad privada jugaron un papel muy activo en la organización del golpe de 2002.
¿Alguien piensa que alguna de estas cosas estaría permitida en los Estados Unidos, Gran Bretaña o cualquiera de los otros países que se jactan de su “democracia”? Si cualquier canal de televisión británico hubiera hecho una décima parte de lo que hicieron en Venezuela, se le retiraría su licencia antes de que pudiera decir “Theresa May” y sus dueños se verían enjuiciados bajo las Leyes Antiterroristas.
En Venezuela pasaron más de cuatro años para que se tomaran medidas contra cualquiera de estos declarados defensores del terrorismo y el asesinato. Incluso entonces, la indulgencia de las autoridades fue extraordinaria. Se denegó a RCTV la renovación de su licencia abierta, pero se le permitió continuar transmitiendo por cable.
Los rencorosos argumentos de los enemigos de la Revolución en el sentido de que Chávez era un dictador siempre fueron irónicos. No importa lo que pienses de Hugo Chávez, ciertamente no era un dictador. Ganó más elecciones y procesos electorales que cualquier otro líder político en el mundo.
La oposición que dice ser democrática nunca ha respetado la voluntad de la mayoría del pueblo. Durante años, ha utilizado las palancas económicas y el control de los medios para sabotear la voluntad democrática del pueblo y no ha dudado en usar la violencia y el terror en las calles siempre que les convenga.
El Chávez que conocí
El Chávez que conocí era un hombre de gran integridad personal y energía ilimitada. Una vez, cuando me pidieron que lo viera a la 1 de la madrugada en el Palacio Presidencial, le pregunté a qué hora terminaba su jornada laboral y me dijo “a las 3 de la mañana”. Yo dije: “¿y luego duermes?” Él respondió con una amplia sonrisa: “No, entonces leo”.
De hecho, era un lector voraz. De hecho, creo que Chávez debe haber sido el único estadista en el mundo que leyó libros. (Casi no se puede imaginar al actual ocupante de la Casa Blanca leyendo un comic). Una vez me dijo: “Me encantan los libros, todos los libros. Si son buenos libros, los quiero aún más. Pero incluso si son malos, todavía los amo “.
Por propia iniciativa del Presidente, se imprimieron y distribuyeron gratuitamente millones de ejemplares de libros como Don Quijote y Los miserables. No es sorprendente que bajo su Presidencia Venezuela fue declarada por primera vez libre de analfabetismo por la UNICEF.
Y Chávez tenía agallas. Denunció los crímenes del imperialismo estadounidense en los términos más enérgicos. El mundo entero recordará su discurso en las Naciones Unidas donde, hablando después de George W. Bush, dijo: “Ayer el diablo estuvo aquí. Ayer el Diablo vino aquí. Aquí. [se persigna] Y todavía huele a azufre “.
La “prensa libre” se escandalizó naturalmente por este discurso, que nadie más que Hugo Chávez se atrevió a hacer. Pero alegró los corazones de millones de personas que querían ver a sus dirigentes hacer frente a Washington y sus pretensiones imperiales.
¿Fue una revolución?
Hace algunos años, cuando estaba de gira por Italia, un periodista de izquierda de Il Manifesto me preguntó en un tono perplejo: “Pero Alan, ¿qué tiene la situación en Venezuela en común con el modelo clásico de la revolución proletaria? En respuesta, cité las palabras de Lenin: “Quien quiera ver una revolución ‘pura’ nunca vivirá para verla. Tal persona habla de revolución y no sabe lo que es una revolución “.
Una revolución es, en esencia, una situación donde las masas comienzan a participar activamente en la política y a tomar su destino en sus propias manos. Leon Trotsky, quien, después de todo, sabía algunas cosas sobre las revoluciones, responde de la siguiente manera:
“El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos. En tiempos normales, el Estado, sea monárquico o democrático, está por encima de la nación; la historia corre a cargo de los especialistas en este oficio: los monarcas, los ministros, los burócratas, los parlamentarios, los periodistas. Pero en momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, éstas rompen con las barreras que las separan de la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen. Dejemos juzgar a los moralistas si esto está bien o está mal. A nosotros nos basta con tomar los hechos tal como nos los brinda su desarrollo objetivo. La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos.” (L. Trotsky, La historia de la revolución rusa, Prefacio, mi énfasis)
Este fue ciertamente el caso en Venezuela. El despertar de las masas y su participación activa en la política es la característica más decisiva de la revolución venezolana y el secreto de su éxito.
Chávez y el socialismo
El desarrollo de las ideas políticas de Hugo Chávez representó una evolución en la que se involucraron muchos factores. Se desarrolló y creció en estatura junto con la Revolución. La Revolución misma es una escuela poderosa en la que millones de hombres y mujeres aprenden a través de su experiencia. Lenin, que fue uno de los más grandes teóricos marxistas, dijo una vez que para las masas una onza de práctica vale una tonelada de teoría.
En la campaña por el referendúm
Hugo Chávez jugó un papel muy importante en la reapertura del debate sobre el socialismo en un momento en que muchos lo habían finiquitado. El presidente frecuentemente recomendaba leer las obras de Marx, Lenin y Trotsky. Esto fue muy positivo.
Chávez era un verdadero internacionalista. Cuando denunció los crímenes del imperialismo estadounidense, siempre hizo una cuidadosa distinción entre la clase dominante y el pueblo común de los Estados Unidos, hacia quienes no albergaba ningún sentimiento de hostilidad, sino todo lo contrario. En el momento de su famoso discurso en la ONU, dio el paso sin precedentes de visitar el sur del Bronx, un barrio pobre y de clase trabajadora en Nueva York. Esa visita todavía es recordada por la gente. ¿Qué otro líder mundial haría tal cosa?
Cuando habló del socialismo, siempre habló de la necesidad del socialismo mundial. Chávez siempre habló en términos inequívocos sobre su compromiso con el socialismo, no solo en Venezuela y América Latina, sino a escala mundial. Por ejemplo, cuando en 2009 lanzó la idea de formar una Quinta Internacional, dijo: “Salvemos el mundo: venzamos al imperialismo; salvemos el mundo, venzamos al capitalismo. Rescatemos las palabras de Rosa Luxemburgo ‘socialismo o barbarie’ ”
El intento de fundar una nueva Internacional fue saboteado por la burocracia y los estalinistas que sabotearon muchas de las iniciativas revolucionarias lanzadas por Hugo Chávez. El sabotaje es lo que ha socavado la Revolución y ha puesto en peligro su futuro.
Mis relaciones con Chávez
Hace algunos años tuve una conversación interesante con un hombre en Carabobo. Le pregunté qué pensaba del gobierno bolivariano. Él respondió con una diatriba tan hostil que supuse que él era un miembro de la oposición contrarrevolucionaria. Luego descubrí que en realidad era miembro de una organización “trotskista” con sede en Argentina. Le pregunté si lo que él acababa de decir era lo que le estaba diciendo a los trabajadores venezolanos. Él respondió con orgullo que así era.
“¿Y qué respuesta obtienes?” Pregunté. Él respondió encogiéndose de hombros. “¿Pero los trabajadores apoyan a Chávez?” Pregunté. “¡Absolutamente!” Respondió sin vacilación. Luego le pregunté cuántos miembros tenía su grupo en Venezuela. Él respondió que doce (más tarde descubrí que esto era una exageración). Entonces le informé que estaba perdiendo el tiempo. “Si eres serio, debes unirte al movimiento y presentar tu programa”. No creo que él lo haya hecho nunca, y su grupo de hoy sigue siendo tan irrelevante como lo fue entonces.
A mí no me sorprende que estos mismos “izquierdistas”, cuya única participación en la revolución bolivariana ha sido gritar desde la barrera, me hayan escogido para los ataques más pintorescos por mi amistad con Hugo Chávez. Como decimos en el idioma inglés, los recipientes vacíos hacen más ruido. Los ultra izquierdistas a nivel internacional son bien conocidos por ser los más vacíos de todas las embarcaciones vacías, y por lo tanto, sin duda los más ruidosos. Hace mucho tiempo que dejé de prestarles la más mínima atención.
Durante muchos años he escrito muchos artículos y he pronunciado numerosos discursos sobre la revolución venezolana. Todos estos son de dominio público y cualquiera puede leerlos. Durante muchas visitas a Venezuela, me he dirigido a actos masivos de trabajadores y campesinos y he dado muchas entrevistas en la prensa y la televisión. Mis puntos de vista son, por lo tanto, bien conocidos y no necesito cambiarlos ahora. Para que no haya duda los resumiré aquí.
Consideré -y todavía lo considero- que era un deber elemental de todo trabajador consciente defender la revolución venezolana contra sus enemigos internos y externos: el imperialismo y la oligarquía. El 29 de abril de 2004 escribí:
“En un discurso tras otro en Venezuela -incluidas varias entrevistas en televisión- me preguntaron mi opinión sobre la revolución venezolana y respondí en el siguiente sentido: “Vuestra revolución es una inspiración para los trabajadores de todo el mundo; habéis conseguido milagros; sin embargo, la fuerza motriz de la revolución es la clase obrera y las masas, ahí está el secreto de su triunfo futuro. Sin embargo, la revolución no ha terminado aún y no terminará hasta que destruya el poder económico de los banqueros y los capitalistas. Para conseguirlo, las masas deben armarse y organizar comités de acción a todos los niveles. Los trabajadores deben tener sus propias organizaciones independientes y deben construir la Tendencia Marxista Revolucionaria'”.
Creo que estas líneas son lo suficientemente claras. Si hoy hay personas malintencionadas que quieren distorsionar mis ideas y tergiversar mi actitud hacia la revolución bolivariana, ese es su problema. Debo agregar que ni uno de mis críticos de “izquierda” jugó el más mínimo papel en la revolución venezolana, ni pudieron entenderla en absoluto. No es sorprendente. Para un hombre que usa lentes sectarios es difícil ver nada, excepto la punta de su propia nariz.
“Burocracia contrarrevolucionaria”
En su último discurso al Consejo de Ministros, Chávez mostró su impaciencia por la lentitud del desarrollo de las comunas como órganos del poder popular que él veía como un medio para promover la participación de las masas. Uno a uno, sometió a los ministros a una crítica fulminante por su falta de compromiso con este objetivo:
“Si tú preguntas, ¿cuáles son las que llaman comunas en construcción? Estoy seguro de que en la mayoría de esos grandes o medianos o pequeños proyectos que estamos adelantando, desde viviendas, ciudades nuevas, polos de desarrollo científicos, polos de desarrollo agrícolas, como allá en la Planicie de Maracaibo, allá en el municipio Mara, hasta por allá por el estado Sucre, donde está la gran planta procesadora de sardinas que inauguramos hace poco, una planta grandísima, hasta las empresas del vidrio que expropiamos, la Faja del Orinoco, no existen las comunas. ¿Dónde las vamos a buscar, en la Luna? ¿O en Júpiter?
“Permítanme ser lo más duro que pueda, y que deba, en esta nueva autocrítica sobre este tema, compañeros y compañeras. Rafael Ramírez, por ejemplo, ya debería tener allá en la Faja del Orinoco unas 20 comunas, con Pdvsa, pero Pdvsa cree que eso no es con ellos. El problema es cultural, compañeros. Y digo Pdvsa, con todo el reconocimiento a esa gran industria”.
No es difícil ver en estas palabras que Hugo Chávez estaba extremadamente frustrado y consternado por la falta de avance de la causa de la revolución. Pero también es posible deducir de ellas una falla fundamental en la comprensión de cómo se lleva a cabo una revolución. Los órganos genuinos de poder obrero (es una cuestión de indiferencia si se les llama comunas o soviets) nunca pueden establecerse desde arriba, por las acciones de los ministros del gobierno. Son el resultado de la iniciativa de las masas revolucionarias desde abajo. Al pedirle a los ministros bolivarianos que realizaran esta tarea, le estaba pidiendo peras al olmo.
Años antes de su muerte, el presidente Chávez me dijo: “Hay demasiados gobernadores y alcaldes que, después de ser elegidos, se rodean de hombres ricos y bellas mujeres y se olvidan del pueblo”. En más de una ocasión se refirió a la burocracia contrarrevolucionaria. Esta burocracia constituye una Quinta Columna burguesa dentro de la Revolución. Es un cáncer que roe las entrañas de la revolución y la destruye desde adentro.
La burocracia “bolivariana” no tiene el más mínimo interés en promover comunas o cualquier clase de control obrero. Por el contrario, los burócratas que dirigen el cogollo en PDVSA y otras industrias nacionalizadas (muchos de los cuales son oficiales del ejército sin ninguna conexión con el socialismo o la clase trabajadora) ven estas cosas como un peligro mortal y una amenaza a sus intereses.
Chávez siempre tuvo una gran confianza en las masas. Atacó repetidamente lo que describió como la burocracia contrarrevolucionaria. En una ocasión, el presidente me invitó a unirme a él en su automóvil, pasando por calles llenas de entusiastas seguidores. Les señaló y dijo: “Es hora de que este pueblo tome el control de la Revolución”.
En un video grabado en un acto en Bolivia para marcar la segunda inauguración de Evo Morales en enero de 2010, Chávez dijo lo siguiente:
“La transformación de la estructura social no se va a lograr nunca sino transformamos las estructuras económicas, … la transformación del estado … Estaba recordando a ese gran bolchevique, … Vladimir Ilich Lenin, y aquella obra maravillosa El Estado y la Revolución, … el estado burgués tenemos que terminar de desmontarlo, el estado burgués tiene que extinguirse y tiene que nacer el nuevo estado, proletario, socialista, solo así lograremos las grandes metas que nos hemos trazado”.
Al comentar sobre el Plan de la Patria (junio de 2012), que fue el programa electoral de su última campaña electoral y se considera su testamento político, dijo:
“No nos llamemos a engaño: la formación socio-económica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter capitalista y rentista”.
“Para avanzar hacia el socialismo, necesitamos de un poder popular capaz de desarticular las tramas de opresión, explotación y dominación que subsisten en la sociedad venezolana, capaz de configurar una nueva sociedad … Esto pasa por pulverizar completamente la forma Estado burguesa que heredamos, la que aún se reproduce a través de sus viejas y nefastas prácticas, y darle continuidad a la invención de nuevas formas de gestión política”.
“Este es un programa que busca traspasar “la barrera del no retorno” “Para explicarlo con Antonio Gramsci, lo viejo debe terminar de morir definitivamente, para que el nacimiento de lo nuevo se manifieste en toda su plenitud”.
Foto: Karel Fuentes
Pero en Venezuela este objetivo nunca se logró. La Revolución se detuvo a mitad de camino y fue empujada hacia atrás. El estado burgués no fue destruido. Los viejos burócratas fueron parcialmente reemplazados por una nueva casta burocrática de funcionarios arribistas que han secuestrado la revolución en su propio interés. Esta burocracia contrarrevolucionaria que fue repetidamente denunciada por Chávez, constituye una quinta columna burguesa que ha traicionado la revolución, la ha socavado desde adentro y preparado el camino para la contrarrevolución.
Es necesario un balance honesto
Cinco años después de la muerte de Hugo Chávez es necesario hacer un balance de la experiencia de la revolución bolivariana, para analizar sus características positivas y negativas. Las características negativas ahora son claras para todos, incluidos los amigos más leales de la Revolución. Pero como dice el proverbio alemán, uno no debe arrojar al bebé con el agua sucia del baño.
En su punto culminante, la revolución venezolana proporcionó un poderoso estímulo para el crecimiento de las tendencias izquierdistas y revolucionarias tanto en América Latina como a nivel internacional. En un momento en que las ideas del socialismo y el marxismo estaban siendo atacadas por todos lados, alentaba a aquellos que luchaban por la causa del socialismo a escala mundial. Los logros de la Revolución Bolivariana en los campos de la salud, la vivienda y la educación contrastaban marcadamente con los atroces ataques contra los niveles de vida que se aplicaban a los trabajadores de Europa y otros países en nombre de la austeridad capitalista.
La Revolución Bolivariana hizo avances significativos al nacionalizar partes de la economía. Los trabajadores de Venezuela respondieron magníficamente, introduciendo el control obrero en las fábricas y exigiendo la extensión de la nacionalización. Toda la historia muestra que es imposible hacer media revolución. Al no destruir el poder económico de la oligarquía, la Revolución se colocó a merced de una campaña sistemática de sabotaje económico que crea las condiciones para una ofensiva contrarrevolucionaria.
Poco después de mi primer encuentro con Chávez, escribí: “Más pronto de lo que muchos esperan, se tendrá que enfrentar a una dura elección: o liquida el poder económico de la oligarquía o se enfrentará a la derrota”. Eso fue escrito en 2004. Los eventos posteriores mostraron que mis primeras impresiones estaban bien fundadas.
El destino de la revolución bolivariana
En muchas ocasiones durante las últimas dos décadas los trabajadores de Venezuela pasaron a la acción para establecer el control obrero. Durante el intento contrarrevolucionario de sabotaje de la industria petrolera, los trabajadores se hicieron cargo de las instalaciones y las gestionaron, expulsando a la vieja administración. ¿Pero qué sucedió? La burocracia tomó control y liquidó el control obrero. Y esto se hizo con el apoyo total de los ministros, los mismos ministros a quienes Chávez dirigió su último llamado en Golpe de Timón.
La verdad es que muchos de estos ministros nunca estuvieron convencidos de las ideas de Chávez sobre el socialismo. Menos aún, compartieron su fe en la posibilidad de que los trabajadores manejen la industria y la sociedad. Muchos de ellos fueron educados en la escuela del estalinismo y han mantenido una concepción estalinista y burocrática del “socialismo”. Otros no creen en el socialismo en absoluto.
El instinto de Chávez siempre fue ir con los trabajadores y los campesinos. Pero se enfrentó a una burocracia hostil, que continuamente frustró sus planes, bloqueó sus decretos y saboteó la Revolución. Si se le puede criticar por algo, es por ser demasiado tolerante con estos elementos por mucho tiempo. Creo que lo hizo porque temía divisiones en el movimiento que pudieran socavar la Revolución. Ese fue un error fatal. Lo que socava la revolución es la corrupción y el arribismo.
Como Chávez me dijo, hay personas en cargos públicos, gobernadores, alcaldes, dirigentes del PSUV y el movimiento bolivariano que juran por Chávez cada vez que abren la boca, que usan camisa roja pero en realidad son oportunistas, arribistas y elementos corruptos que no tienen nada que ver con la revolución. Estos elementos han estado bloqueando la iniciativa revolucionaria de las masas y saboteando la revolución desde el principio. El deseo ardiente de las masas se ha visto frustrado constantemente por la resistencia de aquellos elementos conservadores y reformistas que instan constantemente a la cautela y que, en la práctica, quieren echar el freno a la revolución.
Comuna “El Maizal”
La izquierda chavista, que refleja las aspiraciones revolucionarias de las masas, desea seguir adelante con la Revolución, vencer la resistencia de la oligarquía y armar al pueblo. La derecha (reformistas y socialdemócratas), en la práctica, desea detener la revolución, o al menos frenarla y llegar a un compromiso con la oligarquía y el imperialismo. El destino de la Revolución depende de la solución de esta contradicción.
Para defender la revolución y empujarla hacia delante, debe enfrentarse a sus enemigos y barrer todos los obstáculos. Pero el mayor obstáculo en el camino de la revolución es la burocracia contrarrevolucionaria. Los trabajadores y campesinos de base deberían tomar una gran escoba y barrer toda esta basura del movimiento y tomar el control. Mientras eso no se haga, la revolución siempre estará en peligro.
Para avanzar al socialismo, primero hay que romper el poder económico de la oligarquía que lo utiliza para sabotear el proceso revolucionario. Esto significa mano dura con el sabotaje económico, el acaparamiento, la fuga de capitales y la especulación. La única forma de resolver los problemas económicos es nacionalizando la tierra, los bancos y las principales industrias bajo control obrero.
Una auténtica economía planificada es imposible mientras los puntos clave de la economía permanecen en manos privadas. Puedes tener una economía de mercado capitalista o una economía planificada socialista, pero no puedes tener ambas a la vez. No puedes planificar lo que no controlas y no puedes controlar lo que no posees.
Ningún compromiso es posible con los enemigos de la Revolución, del mismo modo que no se puede mezclar el aceite con el agua. Toda la lógica de la situación se está moviendo en la dirección de una confrontación abierta entre las clases. Del desenlace de este conflicto depende el destino de la Revolución.
Ahora corresponde a los trabajadores y campesinos, la verdadera fuerza motriz de la Revolución Bolivariana, llevar a cabo esta tarea hasta el final. Lo contrario sería una traición al legado de Chávez. Lo que se necesita no son discursos sentimentales y demagógicos, sino poner en práctica el programa socialista que Chávez siempre defendió: la abolición del capitalismo a través de la expropiación de banqueros, terratenientes y capitalistas. Ese es el auténtico legado de Hugo Chávez. Debemos combatir para aplicarlo. Nos comprometemos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para intensificar la lucha por el socialismo en Venezuela y en todo el mundo. Esa es la única forma de avanzar; la única forma de honrar la memoria de Hugo Chávez.