85.000 estudiantes en Quebec salieron a la huelga contra la matanza que Israel está llevando a cabo en Gaza. Fue la mayor huelga estudiantil por la solidaridad internacional que se haya visto nunca en Canadá.
La huelga tuvo lugar el 21 de noviembre con estudiantes de las principales universidades de Montreal, tanto francófonas como anglófonas, así como de facultades y CEGEPs (institutos). Más de 1.000 personas se reunieron en el centro de Montreal para la manifestación principal de la huelga, en la que se pronunciaron discursos exigiendo el fin del genocidio.
En muchas facultades, la huelga continuó hasta el 22 de noviembre, denunciando la cumbre de la OTAN que se celebró en Montreal ese fin de semana. Ese mismo día se celebró otra concentración que reunió a otras 1.000 personas para hacer saber a esos belicistas imperialistas que no son bienvenidos.
Resumiendo el ambiente, un estudiante dijo: «No sabía si la huelga podría hacer algo, sobre todo si éramos sólo nosotros, pero teniendo en cuenta que son estudiantes de todo Quebec, ahora significa algo. … Me preguntaba cómo iba a manifestarse la gente por algo que no les afecta directamente. Pero la gente lo hace, ¡y lo está haciendo!».
Aunque todos los campus en huelga estaban en Quebec, docenas de otros campus de todo el país celebraron concentraciones para el día de acción del 21 de noviembre. Hubo concentraciones y paros en Capilano, la Universidad de Columbia Británica, la Universidad de Victoria, la Universidad de Alberta, la Universidad de Calgary, los tres campus de la Universidad de Toronto, la Universidad Metropolitana de Toronto, la Universidad de York, el George Brown College, el Humber College, el Ontario College of Art and Design y Dalhousie, entre otros.
Se trata de un fantástico paso adelante para el movimiento de solidaridad con Palestina. Después de más de un año, con cientos de miles de personas manifestándose, boicoteando productos, firmando peticiones y llamando a sus diputados, todo el mundo sabe que nada ha cambiado. Israel continúa con su política genocida y sigue recibiendo el apoyo de los países imperialistas occidentales.
Por eso, en agosto, el Partido Comunista Revolucionario hizo un llamamiento para organizar una huelga estudiantil por Palestina. Sostuvimos que una huelga estudiantil era el siguiente paso lógico para intensificar e insuflar nueva vida al movimiento de solidaridad con Palestina, que ha entrado claramente en un periodo de confusión y calma.
Los activistas del PCR llevaron esta campaña de huelga a 45 campus diferentes de todo el país, argumentando a favor de una huelga estudiantil, acumulando miles de firmas que pedían a los sindicatos estudiantiles que iniciaran movilizaciones. El hecho de que algunos sindicatos estudiantiles de Quebec hicieran huelga los días 21 y 22 de noviembre es un gran paso adelante.
Sin embargo, uno o dos días de huelga no bastan para cambiar la situación. Por eso pedimos a todos los sindicatos de estudiantes que votaron a favor de la huelga que no lo consideren simplemente como una demostración de fuerza aislada de uno o dos días, sino que se comprometan seriamente en una campaña general de movilización para la huelga del próximo semestre, haciendo un llamamiento a todos los sindicatos de estudiantes del país para que se unan al movimiento.
Esta es la única manera de hacer avanzar el movimiento.
Una batalla cuesta arriba
Esta huelga no se consiguió fácilmente y no sin enfrentarse a grandes obstáculos. Cuando el PCR lanzó la campaña de huelga, sabíamos que una organización pequeña como la nuestra no podía organizar una huelga por sí sola. Por eso hicimos un llamamiento a todos los grupos de solidaridad con Palestina y a los sindicatos estudiantiles para que dedicaran todos sus recursos a movilizarse por una huelga estudiantil.
Si esto hubiera tenido lugar, no cabe duda de que podría haberse desarrollado un auténtico movimiento de huelga estudiantil de masas de costa a costa.
Por desgracia, no encontramos una respuesta positiva por parte de la mayoría de los grupos que actualmente dominan el movimiento de solidaridad con Palestina. Nos dijeron en múltiples ocasiones que una huelga «no era realista», porque a los estudiantes «no les importaba Palestina» o que no harían huelga por este tema. La huelga de 85.000 estudiantes demuestra que estos detractores estaban equivocados.
Algunos incluso se opusieron a la huelga por considerarla demasiado extrema, calificándola de «opción nuclear». Nos dijeron que seguir presionando a la administración y proponer reivindicaciones «razonables» era el camino a seguir. Pero este enfoque es precisamente lo que ha llevado al movimiento a un callejón sin salida. Sí, cuando hay un genocidio, ¡necesitamos una «opción nuclear»! ¡Nada de seguir como si nada mientras haya un genocidio en curso!
Ha habido una clara división en el movimiento entre los que proponen métodos revolucionarios de lucha de clases, y los que están atrapados en una mentalidad reformista-liberal y se contentan con hacer llamamientos moralistas a las instituciones imperialistas.
Esto alcanzó proporciones ridículas cuando Estudiantes por Justicia en Palestina (SJP) convocó una huelga el 21 de noviembre. Aunque ya habíamos convocado una jornada de huelga para el 22 de noviembre, rápidamente cambiamos nuestros planes en aras de la unidad del movimiento. Escandalosamente, varios grupos del SJP, como el de la Universidad Metropolitana de Toronto, desafiaron a su propia organización matriz y se negaron a apoyar las movilizaciones para la huelga estudiantil en el campus. En su lugar, dijeron a los activistas de la Huelga Estudiantil por Palestina que preferían «presionar a la administración para que desinvirtiera».
Hubo incluso una capa de sectarios que intentaron sabotear la campaña de huelga en varios campus. En la UBC un pequeño grupo de liberales tomó antidemocráticamente el control de los medios sociales de la huelga estudiantil y prohibió el PCR. Esto ocurrió justo una semana antes del 21 de noviembre, lo que paralizó la página de Instagram de la huelga estudiantil y dificultó enormemente las movilizaciones. Esta actitud sectaria, que pone sus propios agravios mezquinos contra los comunistas por encima de los intereses del movimiento, es demasiado frecuente y debe ser denunciada enérgicamente.
Sólo en Quebec el movimiento acabó desembocando en una huelga estudiantil. Sin embargo, incluso aquí nos encontramos con una dura oposición y sabotaje. Bajo la presión de los acontecimientos, cuando se acercaba el 21 de noviembre, uno de los principales activistas de SPHR Concordia pidió que se cancelara la campaña de la huelga estudiantil para poder salvar las apariencias y ser ellos los que se vieran llamando a la huelga estudiantil. Esta pequeña locura sectaria es exactamente lo que repele a la gente de la izquierda y daña al movimiento.
Afortunadamente, un buen número de asociaciones estudiantiles acabaron votando a favor de la huelga. Es un gran paso en la buena dirección. Pero es sólo un paso. Para que tengamos algún tipo de impacto, necesitamos cerrar cosas, en todas las provincias.
El camino a seguir
El PCR está dispuesto a poner de su parte para construir este movimiento. Pero seguimos siendo una fuerza relativamente pequeña y no podemos hacerlo solos. Este movimiento debe contar con los recursos y el poder de movilización de los principales sindicatos estudiantiles y grupos de solidaridad con Palestina.
El lugar obvio para empezar son los sindicatos estudiantiles que hicieron huelga los días 21 y 22 de noviembre. Estos sindicatos pueden y deben hacer un llamamiento a otros sindicatos estudiantiles y a todos los grupos de solidaridad con Palestina para que se unan y organicen una huelga estudiantil pancanadiense contra el genocidio.
85.000 estudiantes en huelga por Palestina es un gran éxito sobre el que podemos construir. Cerremos los campus y obliguémosles a desinvertir en la maquinaria de guerra israelí. Construyamos un movimiento tan poderoso que se extienda a la clase trabajadora. Construyamos un movimiento tan vasto que no respeta fronteras y se extienda a Estados Unidos y Europa y ponga de rodillas al imperialismo occidental.
En este episodio de El fantasma del comunismo Jorge Martín y Frank Josué Solar Cabrales, desde Santiago de Cuba, discuten el bloqueo imperialista en Cuba y las dificultades a las que se enfrenta la revolución y el impacto de las medidas de mercado adoptadas.
Este bloqueo no es tan sólo un hecho histórico, es una realidad actual del intento del imperialismo estadounidense de asfixiar al pueblo y la revolución cubana.
El 18 de octubre, Cuba sufrió un apagón masivo que dejó sin electricidad a más de 10 millones de personas. La crisis energética en Cuba es un resultado de las sanciones y bloqueos impuestos sobre Cuba, privándole de la infraestructura necesaria.
Para defender la revolución cubana hay que luchar por la revolución socialista mundial.
Oriente Medio se desliza, inexorablemente al parecer, hacia una guerra regional. ¿A los intereses de quién beneficiaría una guerra así? En un debate que tuvimos en el Secretariado Internacional de la Internacional Comunista Revolucionaria, nos hicimos esta pregunta.
Considerada «racionalmente» habría que concluir que sería un desastre para el capitalismo. El imperialismo estadounidense no saldría ileso. Y, sin embargo, la nación imperialista más poderosa de la Tierra parece incapaz o poco dispuesta a detener la marcha de los acontecimientos.
Podría parecer que han perdido la capacidad de razonar. Pero eso no es del todo cierto.
Cuando se observa el comportamiento de los imperialistas, vemos que lo que parecería racional para el sistema en su conjunto no lo es necesariamente para las partes individuales del sistema que saldrían perdiendo. Esto se puede ver tanto en Ucrania como en Israel.
Antes de que estallara la guerra de Ucrania, lo lógico, desde el punto de vista de los intereses del capitalismo global y para Occidente, habría sido llegar a un acuerdo con Putin, aceptar que Ucrania no entraría en la OTAN y aplicar los acuerdos de Minsk. Eso habría significado conceder a Putin influencia dentro de la política ucraniana, y se habría evitado la guerra.
El problema con esto es que habría significado una admisión de debilidad por parte de Estados Unidos. Y si hacen tales admisiones repetidamente en todo el mundo, en las esferas de influencia que han mantenido durante un período histórico muy largo, enviaría un mensaje claro: «ya no somos tan fuertes como antes». Sería admitir abiertamente que son un imperio debilitado. Pero no pueden admitirlo y, por lo tanto, sus acciones son totalmente opuestas a lo que parecería «lo racional».
El motivo es que admitir repetidamente su debilidad a escala mundial significa renunciar a esferas de influencia y permitir que otras potencias emergentes, como Rusia y China, intervengan. Por lo tanto, han intensificado la guerra en Ucrania, hasta el punto de que ahora podrían enfrentarse a una derrota mucho mayor, mucho peor de lo que se habrían enfrentado si hubieran llegado a un acuerdo de compromiso con Putin en 2022.
En Israel, vemos cómo han declarado sistemáticamente que la escalada no les interesa. Y, sin embargo, se deslizan precisamente hacia una guerra regional. Una vez más, lo «racional» y lógico habría sido presionar seriamente a Netanyahu de la siguiente manera: podrían haber dejado de suministrarle las armas y la tecnología que necesitaba para su ejército; podrían haberse abstenido de enviar fuerzas adicionales a la región.
Esta habría sido la única forma real de presionar seriamente al gobierno israelí para que acatara los consejos de Estados Unidos. Pero eso también habría significado retroceder ante Irán, debilitando aún más la influencia de Estados Unidos en la región. Por tanto, la lógica de la situación les empuja, a pesar de todo, a apoyar lo que a la larga debe resultar perjudicial.
Pero hay una lógica en esta aparente locura. Como señaló Alan Woods en este debate del Secretariado Internacional de la ICR:
«Es un grave error imaginar que los imperialistas, los dirigentes de estos gobiernos burgueses, enfocan la política desde el punto de vista de lo que es “racional” para el sistema en su conjunto. No es así. Y, por lo tanto, se puede cometer el error de suponer, de manera mecánica, que todo lo que hacen fluye de sus intereses objetivos, racionales.
¿Alguien se imagina que los gobernantes de Alemania en el período reciente han aplicado políticas racionales en interés del capitalismo alemán? En absoluto. Se han comportado de la manera más estúpida, casi demente, suicida. Al seguir obedientemente los dictados de los imperialistas norteamericanos han arruinado a Alemania. Poco a poco empiezan a darse cuenta de esto, pero ya es demasiado tarde. El daño ya está hecho. En Gran Bretaña, ¿está Starmer actuando seriamente en interés del capitalismo británico al alinearse constantemente con Estados Unidos, hasta el punto de apoyar todas sus locuras?
El calibre de los políticos burgueses actuales es un indicio de la decadencia de todo el sistema. En el pasado hubo líderes inteligentes, capaces de mirar con sobriedad los intereses generales de la clase dominante de su país. Uno de esos líderes fue Harold Macmillan -el último dirigente conservador inteligente de Gran Bretaña-, que comprendió que Gran Bretaña había perdido su imperio y se comportó en consecuencia.»
Debemos recordar que Anthony Eden, primer ministro conservador en 1955-57, había arrastrado a Gran Bretaña junto con Francia al fiasco del Canal de Suez en 1956. En colaboración con Israel, invadieron Egipto para recuperar el control del Canal de Suez después de que Nasser lo había nacionalizado.
Eden no había comprendido que Gran Bretaña ya no era la potencia que había sido. Después de que se vieran obligados a retirarse de forma humillante y dejárselo a los estadounidenses, el reducido estatus de Gran Bretaña de potencia mundial de segunda clase se hizo evidente para todos. En el debate, Alan Woods explicó:
«Cuando Macmillan se convirtió en Primer Ministro en enero de 1957, Gran Bretaña aún poseía quince territorios en África. Posteriormente fue a África y pronunció un famoso discurso. “Hay un viento de independencia nacional soplando a través de África”, dijo. Durante el gobierno de Macmillan se concedió la independencia a más de dos tercios de las posesiones británicas en África. En 1964, sólo quedaban cuatro.
Fue un paso atrás, pero fue algo inteligente, porque iba en interés del imperialismo británico. La razón es que comprendió que no podían mantenerlos, y su política fue dar la independencia formal e intentar continuar así la dominación económica de estos territorios. Desde entonces, la clase dominante británica no ha tenido a nadie ni remotamente tan inteligente como Macmillan.
Los franceses se comportaron de forma diferente. Los imperialistas franceses siguieron ocupando Indochina hasta el amargo final. Libraron la batalla de Dien Bien Phu a pesar de que estaban en decadencia, y lo perdieron todo. Los estadounidenses intervinieron entonces y cometieron el mismo error. En Corea del Norte también cometieron el mismo error, continuaron luchando y luego tuvieron que retirarse con el rabo entre las patas.
Kissinger llegó finalmente a la conclusión correcta en relación con Vietnam, cuando dijo algo inteligente: “están ganando porque no están perdiendo”. Y añadió: “estamos perdiendo porque no estamos ganando”, una afirmación muy profunda. En otras palabras, para derrotar a los vietnamitas necesitaban una victoria decisiva, que no fueron capaces de conseguir. Fue una derrota colosal y demoledora para Estados Unidos, producto de una estupidez absoluta y de la negativa a aceptar los hechos. Los franceses hicieron lo mismo en Argelia, muy bien retratado en la película La batalla de Argel.
Las potencias imperialistas no pueden ganar todas las guerras en las que entran. Y hacen falta líderes capaces de entenderlo. Vale la pena recordar a Gengis Kan, un monstruo sanguinario que utilizaba el terror como instrumento de guerra, pero que también era muy astuto. Aplicaba dos reglas de la guerra: en primer lugar, nunca entres en una batalla que no puedas ganar y, en segundo lugar, busca aliados.
Para ganar una guerra hay que definir qué se entiende por ganar. Kissinger hablaba en serio cuando dijo: “ellos ganan por no perder, y nosotros perdemos por no ganar”».
Este principio puede aplicarse plenamente a Israel en la actualidad. Al final de todo esto, no van a destruir a Hezbolá, del mismo modo que no han destruido a Hamás. Va a acabar mal.
Debido a la terrible brutalidad, a la crueldad que sufre la población de Gaza, por cada uno que pierden, consiguen 10 o 20 nuevos reclutas, llenos de odio y deseos de venganza y dispuestos a luchar y dar su vida. Y eso continuará durante mucho tiempo, incluso después de que termine la guerra de Gaza. Israel no está ganando porque Hamás no ha perdido.
Hezbolá es otra cosa. Sí, ha recibido duros golpes. No posee las ventajas tecnológicas de Israel. Pero es una fuerza de combate mucho más poderosa que Hamás, y los israelíes han sido incapaces de doblegarla con unos pocos golpes cortos y afilados. Ahora que Israel se ha adentrado en el sur del Líbano y Hezbolá se enfrenta al enemigo en su propio territorio, podrá infligir grandes pérdidas a las IDF.
Debemos recordar que Israel es un país muy pequeño y, por tanto, muy vulnerable. Y esto se hará más evidente en una guerra más amplia y seria en la que potencialmente participe Irán, a la que Netanyahu está arrastrando ahora a todo el país.
¿Resulta esto beneficioso para Israel a largo plazo? Está claro que no. Ya está teniendo un terrible impacto económico dentro de Israel, está creando una creciente inseguridad para las masas y ha empañado la imagen de «invulnerabilidad» israelí que la clase dirigente sionista ha fomentado.
Pero las guerras funcionan según su propia lógica, y sería un error imaginar que no estallará porque no responden a los intereses «racionales» de los beligerantes.
Las consecuencias catastróficas de esta guerra desencadenarán además otros acontecimientos, que también se desarrollarán según su propia lógica. Creará una situación preñada de posibilidades revolucionarias, no sólo en Oriente Medio -sobre todo en los regímenes árabes reaccionarios que han secundado a Israel- sino mucho más allá de la región.
El lanzamiento de la Internacional Comunista Revolucionaria (ICR) el pasado mes de junio, fue un gran acontecimiento que ha provocado importantes expectativas en miles de revolucionarios de todo el mundo. Las diferentes secciones nacionales de la ICR están creciendo a buen ritmo, y lo harán más a lo largo de los meses venideros. La reacción histérica de algunos medios de comunicación burgueses al relanzamiento de nuestras secciones como organizaciones comunistas revolucionarias, en países como EEUU, Gran Bretaña, Suiza, Dinamarca, y otros, nos reafirma en que vamos por buen camino.
Desafortunadamente, algunos de la llamada “izquierda revolucionaria” no están felices con estos avances de la ICR. Con la mentalidad de pequeños tenderos enfadados por el miedo a la competencia, se dedican a lanzar todo tipo de fango, falsedades y tergiversaciones sobre nuestra Internacional con la esperanza de que eso melle de alguna manera nuestro desarrollo. Les auguramos un rotundo fracaso en sus intentos.
Recientemente, tuvimos conocimiento de un artículo de este espécimen escrito por Nathaniel Flakin, dirigente de un minúsculo grupo de EEUU llamado “Left Voice”. Este grupo forma parte de una corriente internacional llamada Fracción Trotskista-Cuarta Internacional (FT-CI), que Flakin proclama, ni más ni menos, como “el proyecto trotskista más grande y exitoso del mundo”. Su principal referente es el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), de Argentina.
El artículo es un ataque vitriólico contra la Corriente Marxista Internacional (CMI) –que fue refundada como ICR en su conferencia constitutiva de junio– en la mejor versión de la amalgama estalinista: miente, inventa, tergiversa y calumnia sobre nuestra historia y nuestras posiciones políticas, en casi cada una de sus frases ¡un logro realmente notable! Por supuesto, en el 90% de sus afirmaciones mentirosas y de medias verdades, nuestro amigo Nathaniel Flakin no se molesta siquiera en adjuntar un enlace a nuestras páginas web para que el lector pueda comprobar por sí mismo la veracidad de sus aseveraciones. ¿Para qué dejar que los hechos estropeen una buena historia? Y en los casos, escasísimos, donde se molesta en hacerlo se trata de artículos sueltos escritos hace 15 o 20 años, fuera de todo contexto y de la realidad actual.
El camarada Flakin, “revisando” nuestra historia, nos acusa en su artículo de socialdemócratas, centristas, oportunistas, proimperialistas, “jaleadores” de Chávez, de apoyar a gobiernos burgueses en Venezuela, México y Bolivia y, lo más sorprendente, de “antipalestinos” (!!). Por alguna razón, dedica una parte sustancial de su artículo a acusarnos de tener como una actividad principal ¡la defensa de los “sindicatos policiales”! Vamos, que la Corriente Marxista Internacional (CMI) antes, y la ICR ahora, son lo peor de lo peor y ninguna persona sensata debería acercarse a nosotros. La única acusación contra la CMI que le ha faltado a nuestro chistoso amigo Flakin es que hayamos organizado el asesinato de Rosa Luxemburgo, del “Che” Guevara, y quién sabe si hasta de Jesucristo.
Para hacerle justicia a Nathaniel, debemos decir que no hay nada nuevo en la mayoría de estas “acusaciones” que no nos hayan lanzado montones de grupos ultraizquierdistas y pseudotrotskistas, con monótona regularidad durante décadas. Gran parte de ellas ya fueron respondidas extensamente por Alan Woods hace 20 años en un ataque similar protagonizado por el Partido Obrero de Argentina, que los lectores pueden leer para comparar.
La verdad es que a Flakin y a la FT-CI no les mueve ninguna pretensión de polemizar honestamente con la ICR sobre diferencias programáticas y políticas, ni elevar el nivel político de su militancia y de la discusión. Por el contrario, solo les mueve el rencor y tratar de desacreditar a la ICR con todo tipo de afirmaciones escandalosas por la simple razón de que ven en ella, y por muy buenas razones, a un adversario político formidable. Es seguro que muchos de los buenos y dedicados militantes de su organización están formulando dudas y preguntas a sus dirigentes sobre la ICR y su desarrollo en muchos países. Y la dirección solo puede proporcionarles una catarata de insultos hacia la ICR. Estas no son muy buenas credenciales para una organización que se reclama marxista revolucionaria y dice luchar por la revolución socialista mundial.
Para responder adecuadamente a la cantidad de desatinos y tergiversaciones lanzados por Flakin, necesitaríamos escribir todo un libro, pero no podemos desperdiciar nuestro tiempo ni aburrir al lector. Aun así, lamentablemente, nuestra respuesta debe ser necesariamente algo más extensa que las 3100 palabras que nos ha dedicado el compañero Nathaniel. Mentir en una frase solo ocupa 6 o 7 palabras, pero responder a cada mentira y falsificación ocupa unas cuantas palabras más. De cualquier modo, y este es el principal motivo que nos ha animado a responder a Flakin, queremos aprovechar esta polémica para pasar revista al “proyecto trotskista más grande y exitoso del mundo” que dicen representar la FT-CI y el PTS argentino, con la diferencia metodológica respecto a la empleada por Nathaniel y la FT-CI, de citar honestamente y adjuntar los enlaces a su web de las posiciones que someteremos a crítica.
Y es por aquí por donde vamos a comenzar.
“El proyecto trotskista más exitoso del mundo”
Nuestro amigo Flakin, que acusa en su artículo a Ted Grant (dirigente histórico de la CMI) y a Alan Woods (dirigente de la ICR) de “maestros de lo autoproclamatorio”, no tiene ningún empacho en afirmar que: “En Argentina, el PTS y el FIT–U[1] representan el proyecto trotskista más grande y exitoso del mundo”. Si esto no es el pináculo de la autoproclamación, no sabemos qué puede ser tal cosa. En su entusiasmo, el compañero Flakin declara orgulloso que el FIT-U consiguió 700.000 votos en las últimas elecciones presidenciales del pasado mes de noviembre de 2023. Para medir lo “grande y exitoso” de este proyecto es necesario apuntar su porcentaje de voto, que fue exactamente ¡el 2,7%!, un dato que olvidó mencionar nuestro amigo Nathaniel. Este bajísimo porcentaje de voto destaca todavía más porque en Argentina el FIT-U era la única lista de izquierda (reformista o revolucionaria) que se presentaba a estas elecciones, y por lo tanto no tenía competencia en ese campo.
Tampoco este caudal de votos es una novedad. Ya en 2005 –¡hace prácticamente 20 años!– la suma de votos que consiguieron por separado los actuales partidos que conforman el FIT-U fue de 670.000, casi los mismos que ahora, pese al importante incremento experimentado por el padrón electoral desde entonces. Con altibajos, este porcentaje de votos (un 2%-4%) es el que ha venido consiguiendo el FIT desde su formación en 2011. Una excepción, que podía haber marcado una ruptura clara con este estancamiento de décadas, fue el resultado del FIT-U en las elecciones legislativas argentinas de 2021, cuando consiguió 1,28 millones de votos y el 5,41%. Pero el compañero Flakin, extrañamente, se cuida de aportar esta información en su artículo laudatorio hacia el PTS y el FIT-U. Sí, es muy extraño, ya que parece un resultado muy destacable que habría que gritar a los cuatro vientos ¿Por qué lo calla, entonces, nuestro querido Nathaniel? Por una razón muy conveniente: porque tendría que explicar cómo es posible que sólo dos años más tarde, en medio del completo descrédito del kirchnerismo y de la derecha tradicional argentina, y en medio de la mayor crisis social desde el Argentinazo, el FIT-U perdiera 500.000 votos en las últimas elecciones legislativas de 2023, una reducción del 40% de los votos conseguidos dos años antes. Claro, para explicar esto habría que ser honesto con los hechos y los datos, y decir la verdad a la cara, algo que está muy lejos de las pretensiones del compañero Flakin, tanto en esto como en todo lo demás.
Por supuesto, los dirigentes del PTS y del FIT-U no hicieron ninguna autocrítica por estos malos resultados, y lo atribuyeron todo a la “polarización”, “el miedo a Milei” y demás lugares comunes para salvar el prestigio de sus dirigentes.
Flakin ensalza los 5 diputados nacionales conseguidos por el FIT-U en el parlamento argentino, pero olvida mencionar que en Argentina la cámara de diputados renueva la mitad de sus bancas cada dos años y el FIT-U tuvo la suerte de que ninguno de sus 4 diputados conseguidos en 2021 tuviera que renovar su banca en las elecciones de 2023. Simplemente, añadió un diputado más en las elecciones de octubre pasado. Pero si hubiera tenido que renovar los otros 4 diputados, dado que su voto se desplomó, con seguridad habría perdido la mitad de su representación.
A nosotros no nos extraña el mal resultado del FIT-U en las últimas elecciones. A espaldas de la ardiente realidad social, su dirección diseñó una campaña electoralista con consignas políticas y economicistas insulsas y rutinarias, tales como: “Levanta la izquierda” (sic), “Contra el ajuste de los candidatos del FMI”, por más salario mínimo y jubilaciones, etc., cuando se requerían consignas de clara ruptura con el régimen para conectar con el ambiente de rabia que había en amplias capas de la clase obrera y de la juventud. En contraste, el equipo de campaña del ultraderechista Milei entendió mucho mejor la situación, lanzando mensajes simples y demagógicos, pero contundentes, que conectaban con este ambiente: “Vota contra la casta” (que copió de Podemos en España) o “Por un país donde los honestos, los que se rompen el lomo trabajando salgan ganando”, o “que nadie viva de tu trabajo”, etc., apelando ambiguamente por igual a la pequeña burguesía y a los trabajadores.
La izquierda argentina, por sus errores sectarios, no ha sido capaz de ser visualizada como una alternativa relevante a tener en cuenta. Fuente: La Izquierda Diario
La verdad debe ser dicha. La campaña del FIT-U careció de conexión con el gran drama social existente en el país. No querían mostrar un cariz excesivamente radical que supuestamente redujera sus expectativas de voto, cuando lo contrario era la verdad. Ante capas amplias de trabajadores y jóvenes lo que se demandaba era una posición radical de rechazo claro al régimen existente. El FIT-U fracasó en mostrar esta alternativa. Su mojigatería electoralista les pasó factura.
Flakin se molesta porque “la CMI plantea vagas críticas al FIT–U, acusándolo de ‘deriva parlamentarista’”. Pero nuestra crítica no es vaga, sino muy precisa, y está totalmente justificada. El colofón de esta deriva parlamentarista es la consigna que corona desde hace años el programa del FIT-U:
“Contra los pactos a espaldas del pueblo para ajustar y entregar el país, luchamos por imponer la institución más democrática concebible dentro de este régimen político: una Asamblea Constituyente. No como la de 1994 ni la de Jujuy, sino una Libre y Soberana, que exprese verdaderamente la voluntad popular y donde se debatan los grandes problemas nacionales, desde las leyes e instituciones que nos gobiernan hasta los derechos sociales y económicos” (negritas en el original).
Pero, vamos a ver, una Asamblea Constituyente no es más que un parlamento burgués que, como el mismo PTS reconoce, se ubica “dentro de este régimen político” capitalista, y cuyo cometido es elaborar una Constitución para el país. Los adjetivos “Libre” y “Soberana”, añadidos para impresionar, no cambian su naturaleza. Así, para llevar adelante el supuesto programa socialista del FIT-U no haría falta el poder obrero, la toma del poder por la clase obrera, sino –fíjese el lector– el parlamento burgués “más democrático concebible”, como si pudiese existir un capitalismo más amable y democrático que el actual régimen capitalista argentino. Claro –dicen– sería una Asamblea Constituyente diferente de las anteriores –“no como la de 1994” que fue convocada por el entonces presidente Carlos Menem– sino otra más bonita y democrática que solo existe en la imaginación de los dirigentes del PTS y del FIT-U. Si esto no es una “deriva parlamentarista”, puro cretinismo parlamentario, ¿qué puede ser? Y el paladín del “trotskismo más exitoso del mundo”, nuestro amigo Flakin, tiene el desparpajo de acusar a la ICR de “posiciones oportunistas”.
Por cierto, los dirigentes del PTS dicen que luchan por “imponer” esa Asamblea Constituyente ideal ¿Cómo piensan hacerlo? No lo dicen ¿Acaso con una insurrección popular, una suerte de nuevo Argentinazo? Pero si ese fuera el caso, si la clase trabajadora argentina y demás sectores populares oprimidos, acumularan tal fuerza y energía para desmantelar el actual sistema parlamentario burgués corrupto y desprestigiado ¿Por qué fijarse como objetivo “imponer” un nuevo parlamento burgués? ¿Por qué no elevar el horizonte de las masas oprimidas que se lanzan a la lucha revolucionaria hacia el “poder obrero y popular”?
Hablemos claro, este confusionismo programático no es casual ni un malentendido, es la posición de una organización que elude plantear ante la clase obrera la tarea central revolucionaria, porque – fíjense ustedes – hablar de poder obrero no da votos entre las capas más conservadoras de la clase. En lugar de utilizar la lucha parlamentaria para agitar ante capas amplias sobre la necesidad de expropiar a los ricos y de que los trabajadores tomen el control de la sociedad, se sacrifica esto último con el fin de conseguir unas pocas bancas en el parlamento rebajando el programa socialista y el horizonte revolucionario de lucha de la clase trabajadora.
Para decir toda la verdad, el fracaso electoral del FIT-U va más allá de aspectos programáticos, consignas y campañas. En realidad, sus resultados electorales son solo un reflejo de sus débiles raíces en la clase trabajadora argentina por el fracaso de sus métodos sectarios en relación a los movimientos de masas en Argentina, que se encolumnan mayoritariamente, guste o no, alrededor del heterogéneo movimiento peronista.
Lo que deben reflexionar los dirigentes del FIT-U y los abnegados militantes de los partidos que lo componen es por qué, pese a las décadas de rica experiencia de la clase obrera argentina, que incluye explosiones revolucionarias, huelgas colosales, levantamientos populares, períodos de reflujo y desmoralización, boom económico, catástrofes económicas, destrucción de partidos tradicionales y centenarios, surgimiento explosivo de otros nuevos, etc., la izquierda revolucionaria argentina no ha sido capaz de ser visualizada como una alternativa relevante a tener en cuenta, aunque sólo sea por el hecho de que en Argentina no existe nada comparable a los partidos de izquierda reformista de masas que vemos en otros países de América Latina y Europa y, por tanto, no tienen competencia en ese campo. La razón de este fracaso es el sectarismo y la incapacidad orgánica de sus dirigentes de comprender la táctica del frente único con las masas de carne y hueso que componen la clase trabajadora de este país; es decir, su incapacidad para tender la mano a los millones que siguen o se organizan alrededor de las organizaciones de masas (sean peronistas, reformistas, u otras) para golpear juntos por los intereses comunes de la clase obrera y contra el enemigo de clase; al mismo tiempo que mantienen su independencia política y programa revolucionario, y su libertad de critica a las direcciones de esas organizaciones.
El FIT-U y el kirchnerismo
Flakin se cree muy gracioso cuando afirma sin sonrojarse que: “Tan solo hace una década, Woods llamaba a los marxistas argentinos a unirse a la coalición progresista burguesa de Néstor y Cristina Kirchner”. Estaríamos encantados de que Flakin o sus amigos en Argentina nos hicieran saber cuándo, dónde, en qué escrito o discurso, hizo Alan Woods esa recomendación. Nos quedaríamos esperando eternamente, porque es una pura invención de la mente febril de Flakin, como todo lo demás. Lo que Alan Woods y la CMI recomendaron a la izquierda argentina era que debía desarrollar políticas de frente único para conectar con la clase obrera cuya mayoría aplastante apoyaba al kirchnerismo. Lamentablemente, nuestro consejo cayó en oídos sordos.
La realidad fue que, en el período de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, la izquierda representada por los partidos que componen el FIT-U apareció ante los ojos de amplias capas de la población, de la mano de la derecha. Y no han podido desembarazarse todavía de ese estigma ante los ojos de muchos trabajadores. Sí, el kirchnerismo[2] tenía en ese momento una dirección burguesa, pero de un carácter peculiar. Surgido tras la resaca del Argentinazo –el estallido revolucionario popular de 2001-2002– el kirchnerismo (Néstor Kirchner fue elegido presidente del país en 2003) se presentaba con un perfil socialdemócrata e interclasista que, aunque salvaguardaba los intereses de conjunto de la burguesía, se apoyaba en las masas de la clase obrera para intentar disciplinar los apetitos más depredadores del capitalismo argentino a fin de conjurar nuevas explosiones sociales. Esto lo obligó a hacer importantes concesiones en materia económica (reestatizando el sistema de jubilación y empresas como la petrolera YPF, etc.), en derechos sociales (subsidios por hijo a familias pobres, subsidios a la energía y el transporte, etc.) y en el terreno democrático (juzgando a los genocidas del proceso militar de 1976-1983, ley de medios de comunicación antimonopolista, etc.). Al tratar de equilibrarse entre la clase trabajadora y la clase dominante –ora girando hacia la una, ora girando hacia la otra– nunca fue un gobierno cómodo para la burguesía argentina, que tenía sus propios partidos en quien confiar (la radicales, la derecha peronista, el PRO de Macri, etc.).
La izquierda le entregó al kirchnerismo el monopolio de la resistencia contra la derecha. Fuente: BBC
Lo llamativo es que la izquierda que hoy se encuadra en el FIT-U, se negó a dar un apoyo crítico a ninguna de aquellas medidas que suponían un avance social o democrático, apareciendo en el mismo coro de la derecha en contra de las mismas. En su razonamiento obtuso, pensaban que si daban algún tipo de apoyo crítico a estas reformas progresistas, eso incrementaría la autoridad del gobierno kirchnerista. En realidad, eso les habría ayudado a deslindar de la derecha y les habría conferido autoridad para ganar el oído de un sector de la clase obrera afín al kirchnerismo para mostrar las insuficiencias de éste y la necesidad de una alternativa de clase al nacionalismo pequeñoburgués argentino que aquél representaba.
En ese periodo, el gobierno de Cristina Fernández (esposa de Kirchner y su sucesora como presidenta del país entre 2007 y 2015) sufrió un acoso brutal por parte de la derecha y sus medios de comunicación que buscaban activamente su derrocamiento, con la movilización reaccionaria de la pequeña burguesía en su contra. Lamentablemente, en dicho lapso, la izquierda apareció a los ojos de amplias masas posicionándose con el enemigo de clase. Tal fue la vergonzosa conducta de dos de los partidos que integran hoy el FIT-U, Izquierda Socialista (IS) y el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) que, como reconoce el mismo PTS, formaron un bloque con la derecha y los terratenientes de la Sociedad Rural, participando notoriamente en sus movilizaciones reaccionarias durante 2008 en contra de los impuestos de exportación a los productos agrícolas. Los otros dos partidos del FIT-U, PTS y Partido Obrero, mantuvieron una cómoda equidistancia, en lugar de denunciar en primer lugar a los terratenientes de la Sociedad Rural y las maniobras reaccionarias de la derecha. Pero el comportamiento más desafortunado se dio en los años 2012-2014, cuando la izquierda argentina se unió de manera entusiasta a los paros y huelgas generales de los sectores de la burocracia sindical desafectos con el gobierno que, o bien perseguían sus propios intereses de casta (CGT de Moyano y CTA de Micheli) o estaban ligados abiertamente a la derecha (CGT de Barrionuevo), con el único fin de debilitar al gobierno de Cristina Fernández y provocar su caída. En ninguno de estos paros, en absolutamente ninguno, se plantearon reivindicaciones dirigidas a los empresarios privados. Todos estos paros fueron apoyados abiertamente por la derecha y la patronal terrateniente, la Sociedad Rural.
De esta manera, la izquierda le entregó al kirchnerismo el monopolio de la resistencia contra la derecha y éste pudo construir así su épica “antioligárquica”, mientras la izquierda se desprestigiaba.
El gran drama en Argentina es que la izquierda revolucionaria, con sus errores sectarios, fue incapaz de construir por anticipado un puente hacia los trabajadores kirchneristas. Eso le habría permitido ganar para las ideas del marxismo a miles de trabajadores y jóvenes de entre sus capas más avanzadas tras el descrédito y el inevitable fracaso del kirchnerismo. En cambio, hoy, permanece aislada y sigue siendo vista con escepticismo por la mayoría de la clase trabajadora de este país.
El FIT-U: una bolsa de gatos
En realidad, el FIT-U es un ejemplo poco inspirador de lo que debe ser un frente único genuino de organizaciones revolucionarias. Si algo ha caracterizado a la izquierda “trotskista” argentina han sido sus peleas y ataques mutuos despiadados durante décadas que han llevado el fastidio y el escepticismo a amplias capas de trabajadores que se acercaban a ella. La propia formación del FIT-U no tuvo nada que ver con una genuina política de frente único que tuviera en cuenta los intereses de la clase obrera argentina. Durante años, las campañas electorales eran una manera que tenían los diferentes partidos y grupos “trotskistas” de “hacer caja”, para financiar sus aparatos y actividades, ya que el Estado argentino abona dinero a los partidos y coaliciones electorales por cada voto recibido y diputado conseguido. Fue la reforma electoral de 2011 del entonces gobierno de Cristina Fernández, con la instauración de las elecciones primarias simultáneas y obligatorias (PASO) que imponía a cada partido o coalición conseguir al menos el 1,5% de los votos para poder presentarse a las elecciones, lo que obligó al PTS y demás partidos que ahora conforman el FIT-U a coaligarse para alcanzar conjuntamente ese 1,5%, si querían tener la posibilidad de presentarse a las elecciones. No les movieron los intereses de la clase obrera para unirse, como proclaman pomposamente, sino sus intereses de aparato.
La campaña del FIT-U careció de conexión con el gran drama social existente en Argentina. Fuente: FIT-U
Lo realmente cómico es que la ferocidad de los ataques mutuos entre los partidos que conforman el FIT-U no cesó ni un minuto tras su formación, y continúan. Así, en la campaña de las PASO en agosto de 2023, para elegir los cabezas de lista del FIT-U para las elecciones de octubre de ese año, se presentaron dos listas enfrentadas. Aquí Gabriel Solano, dirigente del Partido Obrero, acusó a la candidata del PTS, Myriam Bregman, de “blanquear al kirchnerismo” y de girar en torno a “la clase media progresista” en lugar de hacerlo alrededor de “los sectores populares”. Por su parte, el PTS acusó antes al PO de “adaptarse al régimen y al Estado [capitalista]”, y al MST (otro de los integrantes del FIT-U) de “estrategia oportunista”. ¿Puede alguien dudar del efecto deprimente que este tipo de acusaciones y de actitudes provoca en cualquier obrero y joven argentino corriente que sigue al FIT-U o simpatiza con él? Aparte de eso, los integrantes del FIT-U carecen de una política de frente único entre ellos mismos en ningún campo de la lucha de clases: ni a nivel sindical, vecinal, piquetero ni estudiantil. Cada uno tiene su propia plataforma, separada y enfrentada a las demás, en cada uno de estos campos de lucha.
Si este es el tipo de “proyecto exitoso” que el amigo Nathaniel nos recomienda a los comunistas revolucionarios de la ICR, cortésmente declinamos el ofrecimiento. Al final, el FIT-U es un mero proyecto electoralista, donde sus integrantes se odian y atacan despiadadamente. Sólo les une el espanto, la mera supervivencia política electoral y, de paso, sostener su dependencia de la financiación del Estado burgués que aquélla conlleva.
Un programa confuso y calculadamente ambiguo
En una parte de su artículo contra la CMI, el compañero Nathaniel Flakin se asigna el papel de agorero, cuando afirma: “Sin una base programática seria, el deslizamiento de la CMI hacia la izquierda no será duradero y volverá a donde estaba con el próximo cambio de tendencia.”
Respondemos cortésmente al amigo Flankin que la CMI (actual ICR) no necesita volver a donde estaba anteriormente porque nunca se ha movido de un programa comunista revolucionario serio y consistente. Los lectores pueden juzgar por si mismos yendo directamente a nuestro sitio web marxist.com, mejor que a través de los anteojos de Flakin. Pero ¿podemos decir lo mismo del PTS y del FIT-U? Tenemos dudas al respecto.
Ya hemos visto en un recorrido por las “bases programáticas” del PTS argentino y de sus seguidores en los demás países, como en el Estado español, que siempre que pueden eluden consignas a favor del poder obrero, de la toma del poder por la clase obrera, o lo disfrazan con posiciones democratizantes haciendo referencia a una fantástica “Asamblea Constituyente Libre y Soberana”, dentro de los marcos del capitalismo, que además está completamente fuera de lugar en países como Argentina o España que son democracias burguesas y no regímenes dictatoriales. En general, el enfoque del PTS en muchos de los puntos de su programa es confuso. Mientras defienden algunas posiciones correctas, en otras hay una ambigüedad que parece calculada. Así, por ejemplo en su artículo programático titulado: 10 puntos para unir al pueblo trabajador, la juventud y las mujeres contra Milei y el poder económico saqueador, podemos leer:
“Nacionalización integral de los recursos estratégicos del país bajo control y gestión de los trabajadores y comunidades involucradas”. (Punto 4). Pero, ¿Cuáles son esos recursos estratégicos? Eso es decir todo y decir nada. Y, por tanto, no compromete a nada.
Igualmente, en el Punto 8, se lee:
“hay que nacionalizar el sistema bancario creando una banca estatal única que permita centralizar los ahorros, impedir la fuga, otorgar créditos baratos a los pequeños productores, cuentapropistas y trabajadores (para vivienda, comprar un auto o vacacionar). Tiene que ser bajo gestión de las y los trabajadores, empezando por los bancarios y de entidades financieras, que conocen perfectamente cómo funciona el sistema.”
Esto, aparentemente, suena bien, pero no se plantea que dicha nacionalización debe hacerse sin indemnizar a los banqueros. Al no plantear esto, la nacionalización que propone el PTS significa comprarles a estos parásitos su negocio y descapitalizar a un futuro Estado obrero que acometa esa nacionalización. Estaríamos de acuerdo en indemnizar a pequeños ahorristas e inversores que carezcan de otros recursos, que sería una parte muy pequeña del capital social de los bancos, pero no a los grandes tiburones financieros que se han hecho de oro saqueando al pueblo. En definitiva, lo que nos propone el PTS es una nacionalización burguesa, y no socialista.
Por otro lado, sorprende en estas bases programáticas que, en un país como Argentina, donde el sector agroexportador representa una parte muy importante del capitalismo y es la principal fuente de entrada de divisas, el PTS no defienda la consigna de nacionalización sin indemnización de los terratenientes y agroexportadores. Esto, no es solo una necesidad para planificar de manera adecuada los recursos del país en beneficio de la mayoría de la sociedad, sino que dejar la tierra en manos de los terratenientes y fondos de inversión internacionales sería un arma formidable en sus manos para poner al país de rodillas y desestabilizarlo con la escasez de alimentos, cortes de ruta, etc. como ya vimos en los paros agrarios patronales de 2008, que tan alegremente celebraron algunos de los aliados políticos del PTS en el FIT-U.
Vemos aquí en qué se concreta la base programática “seria” que el amigo Nathaniel Flakin quiere oponer al programa rigurosamente revolucionario que defiende la ICR.
Nuevamente, volvemos a colocar la pregunta: ¿Está relacionado este programa ambiguo, que escamotea medidas revolucionarias claras contra la clase dominante y su Estado, con la política electoral del PTS y del FIT-U para no “espantar” posibles votantes, o es simplemente un reflejo de la inconsistencia y debilidad teórica de su dirección?
El imperialismo y la guerra de Ucrania
Alguien podría argumentar que, pese a todas sus insuficiencias, el FIT-U es un frente único electoral, lo cual ya representa un paso adelante comparado con el anterior fraccionamiento político de la izquierda argentina, y que además se ha formado sobre una base principista, asentada en los sólidos principios del marxismo revolucionario. Lamentamos advertir a esta alma bienintencionada de su grave error.
La prueba definitiva para una tendencia revolucionaria es su actitud hacia la revolución y hacia la guerra. Sobre la revolución, la prueba sigue pendiente evidentemente, aunque ya hemos señalado las ambigüedades y tendencias oportunistas programáticas del FIT-U; y sobre la guerra nos bastaría echar un ojo sobre la posición de los diversos grupos del FIT-U sobre la actual guerra en Ucrania. Y lo cierto es que, dentro del FIT-U vemos igualmente divergencias abismales sobre este punto. Tan es así que dos de sus cuatro integrantes, Izquierda Socialista y el MST apoyan el envío de armas de la OTAN a Ucrania, posicionándose en la práctica, y para su vergüenza, con el campo del imperialismo occidental. Por su parte, el PTS y su corriente internacional (Fracción Trotskista) mantienen una posición de equidistancia, culpando por igual a la OTAN y a Rusia. Para ellos, el énfasis no debe ser puesto en luchar en primer lugar contra “nuestro” campo imperialista que, en el caso de Argentina, es el imperialismo occidental:
“Desde los grupos que integramos la Fracción Trotskista hemos sostenido una posición de independencia de clase ante esta guerra reaccionaria, en la cual tanto Putin como Zelensky, subordinado a la OTAN, buscan someter Ucrania en función de sus intereses geoestratégicos. Planteamos la necesidad de un movimiento internacional contra la guerra, por la retirada inmediata de las tropas rusas de Ucrania y contra el intervencionismo militar de la OTAN en Europa del este y el rearme imperialista. Con esta posición independiente para enfrentar la ocupación rusa y la dominación imperialista hemos participado en las movilizaciones y acciones contra la guerra, especialmente en Europa y EE. UU.”
Dicho esto, debemos hacer justicia al Partido Obrero que, al menos en este caso, ha adoptado una posición más correcta (y valiente), culpando en primer lugar al imperialismo occidental del estallido de la guerra de Ucrania.
Lo cierto es que el principal responsable de la guerra fue EEUU, que empujó a Zelensky a una guerra que era perfectamente evitable, si hubiera renunciado a la pretensión de Ucrania de entrar en la OTAN. Esto hay que decirlo alto y claro, y no esconderlo como hacen los dirigentes del PTS, que no ha sido capaz de resistir la presión ambiental de la opinión pública imperialista occidental, actualmente dominante.
Volvemos a plantear la misma cuestión al compañero Nathaniel Flankin que hicimos en el apartado anterior: ¿Cómo puede afirmarse que el FIT-U representa el proyecto trotskista más exitoso del mundo, y un modelo para el resto, cuando en su interior coexisten posiciones antagónicas en todos los aspectos fundamentales; más aún, cuando se defienden abiertamente posiciones que lo colocan en el campo proimperialista occidental y que ensucian la bandera del marxismo y del trotskismo genuinos?
La prueba definitiva para una tendencia revolucionaria es su actitud hacia la revolución y la guerra. Fuente: IDOM
Por último, queremos mencionar al pasar, en la misma declaración sobre su posición sobre Ucrania, la alternativa que la FT-CI propone para América Latina, cuando se habla de la militarización del subcontinente:
“Ante esta situación, una salida a favor de las clases trabajadoras y los sectores populares pasa por la ruptura de la subordinación de América Latina a los designios del imperialismo estadounidense y los organismos internacionales. Es necesario poner un alto a la militarización y que los presupuestos asignados a las fuerzas represivas se destinen a salud y educación. Solo la clase trabajadora y los sectores populares pueden garantizar la seguridad de comunidades y ciudades, porque no tienen intereses en común con el crimen organizado ni con los ejércitos ni las policías.”
La salida, como se ve, no es la revolución socialista; la toma del poder por los obreros y campesinos, sino la simple ruptura con el imperialismo y sus organismos internacionales, sin modificar las estructuras económicas ni estatales. Un programa así podría bastar para cualquier movimiento nacionalista antiimperialista (como el chavismo en sus orígenes, o el APRA de Haya de la Torre en su momento) pero no para una organización comunista revolucionaria. Y es una prueba más, por si hiciera falta otra, del carácter confuso, vacilante, miedoso y centrista del programa de esta corriente internacional.
Eclecticismo teórico
Al final, los errores en el programa, la táctica y la organización siempre encuentran un reflejo, o son consecuencia, de errores en la teoría.
Partimos de reconocer que, a diferencia de los demás integrantes del FIT-U, que desprecian la teoría marxista y se abocan a una política estrictamente economicista, la dirección del PTS presta cierta atención a la teoría: le dedica espacio en sus materiales, edita regularmente publicaciones teóricas propias y de los clásicos del marxismo, e interviene en debates teóricos relevantes. También nos halaga, y tenemos constancia de ello, que hayan tomado en serio algunas publicaciones teóricas de la CMI, como el libro “Bolchevismo, el camino a la revolución”, de Alan Woods, entre otras.
Sin embargo, no podemos dejar de advertir una tendencia al eclecticismo teórico en el PTS y su corriente internacional, a amalgamar el marxismo con todo tipo de teorías ajenas y “modas” del mundo académico. Por ejemplo, la dirección del PTS –como la inmensa mayoría de las corrientes revolucionarias actuales– ha claudicado ante el feminismo, que siempre ha representado una concepción interclasista de la lucha de la emancipación de la mujer. Se definen a sí mismos como “feministas marxistas” que sería lo mismo que reclamarse “nacionalistas marxistas” o “ecologistas marxistas”. Tanto el feminismo, como el nacionalismo de una nación oprimida, o el ecologismo, son movimientos heterogéneos que engloban a individuos de diferentes clases. No existe un feminismo “de clase” como tampoco existe un nacionalismo “de clase”. El marxismo no necesita del feminismo ni del nacionalismo para explicar la causa de la opresión de la mujer ni de las pequeñas naciones, ni necesita pedirles permiso para proponerse liderar cualquier movimiento contra la opresión. Lo que el marxismo debe hacer es revelar la conexión de todas estas opresiones con la opresión general del capitalismo y del imperialismo, y situar a la clase obrera como la única clase social oprimida consistentemente revolucionaria capaz de dirigir estas luchas, vinculándolas a la transformación socialista de la sociedad. Debemos enfatizar que sólo el marxismo, y ninguna otra corriente de pensamiento más, ha dado una explicación científica al origen de la opresión de la mujer, así como de la dominación imperialista del mundo colonial y demás naciones oprimidas, y es la única doctrina que ha formulado las condiciones para terminar con ambas opresiones. La ICR ha abordado en profundidad estos aspectos en Marxismo frente a políticas de identidad.
Consecuentemente con lo anterior, el PTS – como el FIT-U – ha caído preso de aspectos de la política de identidad, tales como el (mal) llamado “lenguaje inclusivo”, sometiendo a su público a todo tipo de giros extraños en el lenguaje para eludir el neutro gramatical en castellano y otras lenguas, retorciendo la fonética con la utilización de la “x” para este fin (en trabajadorxs, luchadorxs, y otras palabras). Nosotros hemos abordado nuestra crítica a esto en El “lenguaje inclusivo” y la opresión de la mujer: una posición de clase.
El PTS – como el FIT-U – ha caído preso de aspectos de la política de identidad. Fuente: PTS
En ninguna otra parte se puede apreciar mejor el eclecticismo teórico y academicista del PTS como en el de la filosofía marxista, el materialismo dialéctico, donde mezcla a partes iguales confusión y desdén, en particular hacia la dialéctica y sus leyes, sintetizadas por Hegel y asentadas sobre bases materialistas por Marx y Engels. Juan Dal Maso, uno de los teóricos más relevantes del PTS, en un texto coescrito con Ariel Petrucelli, escribe lo siguiente sobre la dialéctica:
“En el marxismo coexisten distintas interpretaciones del problema de la dialéctica, de sus alcances en tanto “método” y de su relación con otras disciplinas, sin que ninguna de ellas haya establecido resultados concluyentes que permitan desechar las otras. Desde nuestra óptica, las definiciones de la dialéctica como una ciencia o como una lógica son las más problemáticas y las que tienen menos asidero, aunque puedan parecer útiles en aras de la popularización” (Juan Dal Maso y Ariel Petrucelli en https://www.laizquierdadiario.com/Althusser-y-Sacristan-problemas-y-debates énfasis nuesto).
Ahí, lo tenemos. En el más puro eclecticismo, se nos dice: hay muchas interpretaciones de lo que es la dialéctica y todas son igualmente marxistas. Pero, vamos a ver, la validez de la dialéctica no es un asunto de “interpretaciones” sino de su “aplicación a la realidad”. ¿Cómo interpretaciones diferentes y, por lo tanto, aplicaciones diferentes de un mismo “método” pueden ser igualmente válidas? A diferencia de Dal Maso, para la ICR hay solo una interpretación válida de la concepción y de la aplicación de la dialéctica en el marxismo, y es la formulada y aplicada por los fundadores de nuestra doctrina, Marx y Engels, y sus más fieles continuadores: Lenin, Trotski y Rosa Luxemburgo. Lo que Dal Maso debe responder concretamente es si le satisface la concepción de la dialéctica explicada y aplicada por los maestros del marxismo o no. Y parece que no, porque según él no han “establecido resultados concluyentes” ¿En qué o sobre qué no lo han hecho? El compañero calla. Esto nos lleva a la cuestión central, y es que parece que ni el PTS ni la FT-CI tienen una posición definida (oficial, diríamos) sobre el materialismo dialéctico, sobre este pilar central de la teoría marxista formulado por Marx y Engels. Pero más relevante aún es lo que sí desecha abiertamente Dal Maso: la concepción dialéctica de Marx, Engels, Lenin, Rosa Luxemburgo y Trotsky, considerada como una ciencia, “la ciencia de las leyes generales del movimiento y la evolución de la naturaleza, la sociedad humana y el pensamiento” (Engels, Anti-Dühring), el método de análisis y columna vertebral del marxismo. Lo que esto quiere decir que, para Dal Maso, la dialéctica es en el mejor de los casos una especie de método de razonamiento elaborado por el pensamiento humano, pero no una manifestación objetiva de la materia, de la naturaleza.
La dialéctica marxista, que extrae sus postulados de la observación y del estudio de la materia, la naturaleza y la sociedad humana, concibe todas ellas en constante movimiento y transformación, por medio de sus contradicciones y tensiones internas. Para comprender cabalmente un fenómeno, el método dialéctico analiza todos los elementos presentes en el mismo, no aisladamente, sino en sus relaciones recíprocas. La evolución de las cosas no se da gradualmente, sino a saltos, tras una acumulación de cambios cuantitativos. A largo plazo, dicha evolución parece repetir estadios anteriores, pero a un nivel de complejidad y desarrollo superiores. Esta forma de concebir y analizar la realidad es un arma colosal para avanzar en el conocimiento de la realidad y prever los acontecimientos, no sólo para el científico experimental sino también para el científico social y los revolucionarios.
El rechazo a la dialéctica marxista, tal como fue formulada por los fundadores del socialismo científico, es simplemente una actitud revisionista y, consecuentemente, un camino que abona al impresionismo y al empirismo y, consecuentemente, a posiciones oportunistas y ultraizquierdistas. Una síntesis de nuestra defensa de la dialéctica marxista puedes encontrarla en Introducción al materialismo dialéctico.
Es de destacar que el texto citado de Dal Maso está dedicado a dos representantes del “marxismo académico” de los años 60 y 70 del siglo XX; en realidad, dos revisionistas, como fueron Althusser y Manuel Sacristán, y en el que abundan adulaciones hacia este último. A este respecto, otro destacado dirigente del PTS, su diputado nacional Cristian Castillo, caracteriza uno de las obras más importantes de Sacristán, “La tarea de Engels en el Anti-Dühring”, como “un texto por demás interesante”. Tan “interesante” es esta obra de Sacristán que se burla de Marx y Engels por su “hegelianismo” y carga contra dos de las leyes más fundamentales de la dialéctica como son la “ley de la transformación de la cantidad en calidad” y la “ley de la negación de la negación”, pilares centrales del análisis marxista. Sacristán, que nunca ocultó su apego a la lógica kantiana y al empirismo de Hume, negaba la validez de la dialéctica en la naturaleza, igual que Dal Maso, cuando es aquí donde encuentra su reivindicación más sobresaliente.
Esta no es una excepción. En general la FT-CI tiene una fuerte tendencia a la adaptación a todas las ideas y escritores “de moda” en el mal-llamado “marxismo” académico.
La guerra de las Malvinas
En una parte de su escrito, Flakin deja caer, como al pasar, una calumnia contra nuestra organización, diciendo: “Cuando el gobierno de Margaret Thatcher lanzó una ofensiva imperialista contra Argentina, Grant rechazó cualquier tipo de resistencia antimperialista porque eso «pondría a parir a los marxistas a ojos de los trabajadores”” (¡!). Esta frase inventada es tan estúpida, en el fondo y en la forma, que basta para caracterizar a su autor; es decir, a nuestro bufón Nathaniel Flakin.
El bueno de Nathaniel, temiendo pisar un terreno pantanoso, se cuida mucho de nombrar siquiera la guerra de las Malvinas de 1982 por su nombre. Se limita a hacer una referencia vaga a “una ofensiva imperialista contra Argentina” por parte de la Thatcher, sin fecha ni circunstancias, para no dar pistas del episodio histórico al que se refiere. Pero nosotros no estamos dispuestos a dejar pasar así como así este “episodio” y sí tenemos un interés en revelar la posición vergonzosa del PTS y de sus antecesores (el Partido Socialista de los Trabajadores, de Nahuel Moreno) sobre aquellos acontecimientos. Por el contrario, nosotros estamos muy orgullosos de nuestra posición aquí.
El PTS y su antecesor, el PST de Moreno, le dieron un apoyo entusiasta a la aventura de la Junta Militar. Fuente: UL
La guerra de las Malvinas de 1982, entre Argentina y Gran Bretaña, fue un conflicto completamente reaccionario por ambas partes. Las islas Malvinas son un grupo de islotes en el Atlántico sur, que Argentina reclama como propias, y que están en posesión de Gran Bretaña desde 1833. Nosotros nos opusimos a esta guerra que nada tenía que ver con una “lucha antiimperialista” por parte de Argentina, como defienden el PTS y los suyos. Argentina estaba entonces bajo la bota de una sangrienta dictadura militar que dejó 30.000 desaparecidos y que enviaba matones a Centroamérica para adiestrar los escuadrones de la muerte implicados en la lucha contra las guerrillas. La “Junta” era una agencia venal del imperialismo, incluido el británico, con quien mantenía excelentes relaciones.
En un momento en que las luchas obreras arreciaban en Argentina, como la huelga general del 30 de marzo de 1982, que tuvo un amplio seguimiento en Buenos Aires y demás grandes ciudades, con miles en las calles y choques con la policía, la Junta Militar decidió invadir las islas Malvinas el 2 de abril de ese año, que tenían una débil guarnición militar británica. Su objetivo era desviar el descontento creciente de la clase obrera para conducirlo al patriotismo y el chovinismo nacional, a fin de salvar el pellejo y prolongar la dictadura. Y tuvieron tanto éxito en esta tarea que la práctica totalidad de la izquierda argentina, incluidos los “trotskistas”, se rindió extasiada ante el aventurerismo de la Junta.
No había un solo átomo de contenido progresista en la invasión de las Malvinas. Sus objetivos eran claramente reaccionarios. La respuesta de Gran Bretaña fue igualmente reaccionaria, trataba de defender su alicaído prestigio imperialista, declarando la guerra a Argentina para recuperar las islas. No era la pretensión del imperialismo británico invadir Argentina ni imponer un gobierno afín en Buenos Aires para someter al país a sus intereses, lo que sin duda si habría conferido al conflicto un carácter antiimperialista del lado argentino, pero no fue ese el caso. Vergonzosamente, el PTS y su antecesor, el PST de Moreno, le dieron un apoyo entusiasta a la aventura de la Junta Militar, que al final fue derrotada por el ejército británico.
Nuestra posición era que los trabajadores argentinos y británicos debían unirse para luchar y derribar ambos gobiernos reaccionarios, en Buenos Aires y Londres. Al final, fueron Ted Grant y Militant los que mantuvieron una sólida posición de clase independiente, y el PTS y sus antecesores en aquel momento los que claudicaron ante el nacionalismo burgués de su burguesía y ante una dictadura asesina y sangrienta. Nuestra posición sobre la guerra de las Malvinas puede consultarse de manera más extensa en el excelente artículo de Alan Woods: Las Malvinas: el marxismo, la guerra y la cuestión nacional
Más mentiras y amalgamas
Hay afirmaciones tan escandalosas que no vamos a perder mucho tiempo con ellas, como que en Oriente Medio defendemos la alternativa de “dos Estados socialistas” en Palestina, uno para palestinos y otro separado para judíos. Esta mentira flagrante es muy fácil de desmontar simplemente acudiendo a nuestra web www.marxist.com y escribir la palabra “Palestina” en el buscador, o leyendo la larga lista de artículos de los últimos 25 años sobre Oriente Medio. De hecho hay un artículo destacado, que Flakin debe de haber leído, Palestina: el fracaso de la solución de dos Estados y la alternativa comunista, que argumenta justamente contra la idea de dos Estados. Siempre hemos defendido un único Estado en toda la Palestina histórica, incluida Jordania, común a palestinos, judíos y drusos, en el marco de una federación socialista de Oriente Medio.
El bromista de Flakin dedica una cantidad increíble de espacio en su artículo, empecinado en señalar que somos activos defensores de los sindicatos policiales. Es otra de sus amalgamas. Se permite incluso la infamia de poner en boca de Ted Grant, sin aportar ninguna prueba, la descripción de los policías como “trabajadores con uniforme”. En realidad, el término “trabajadores con uniforme” tiene una larga tradición en el marxismo y siempre fue utilizado para describir a soldados procedentes de la clase obrera, no a policías. Nuestra posición aquí es clara para todo el que quiera saber: la policía es un aparato de represión para defender los intereses de la clase dominante. Esta institución es enemiga de la clase trabajadora ¿queda claro, camarada Flakin?
Para fabricar su amalgama, Nathaniel ha tenido que rastrear duramente en todas las páginas nacionales de la ICR, hasta encontrar dos artículos sueltos de nuestras secciones canadiense y británica (¡este último de 2013!) para intentar gritar ¡victoria! Pero ¿qué dicen estos artículos? Afirman sin ambigüedades que la institución policial es irreformable y que debe ser desmantelada como parte del desmantelamiento de todo el aparato de Estado burgués en un proceso revolucionario. Lo que Flakin parece cuestionar es la idea planteada de que, en circunstancias concretas, la crisis del capitalismo, especialmente en momentos intensos de lucha de clases, puede crear fisuras en el aparato policial, entre individuos de las capas inferiores procedentes de familias obreras, que podrían afectar a la disciplina y la cadena de mando y, eventualmente, acercar a algunos de ellos a la clase obrera. Esto no es un deseo de la ICR, es simplemente una constatación que se ha dado en muchos procesos revolucionarios. Y si se menciona esto es para combatir el pesimismo inveterado de aquellos grupos ultraizquierdistas y anarquistas que exageran continuamente la fuerza del Estado, en lugar de resaltar la enorme fuerza de la clase obrera que en los momentos álgidos de la lucha de clases es capaz de romper la fuerza de resistencia de los aparatos de represión, debilitarlos y romperlos. Nosotros nos encogemos de hombros ante quienes pueden objetar estos posibles desarrollos por meros prejuicios doctrinarios, como es el caso de Flakin y la FT-CI, quienes simplemente adoptan un punto de vista moralista, pero no revolucionario.
Venezuela
Flakin también dedica gran espacio a criticar nuestra posición en Venezuela, nuevamente sin mencionar artículos ni enlaces, falseando y caricaturizando nuestras verdaderas posiciones. Así, le asigna a Alan Woods otra frase estúpida de su propia invención: “un análisis marxista ortodoxo del gobierno venezolano sería «sectario» y «les alejaría [a la CMI] inmediatamente de las masas»” (¡!). Y así todo.
Nuestra posición sobre la revolución venezolana, sin intermediarios, es muy clara y hemos escrito intensamente sobre ella en los últimos 20 años. Recomendamos en particular leer nuestra posición general, Los marxistas y la revolución venezolana, escrita en 2004, que refuta punto por punto las posiciones antimarxistas de la FT-CI y demás tendencias sectarias, y los análisis de nuestros camaradas de Venezuela en su página web.
Nos basta decir que la CMI saludó con toda la fuerza posible la revolución venezolana que, comenzando por objetivos democráticos y antiimperialistas puso sobre el tapete objetivos socialistas, un caso único en toda la historia latinoamericana después de la revolución cubana. Aunque a los sectarios pequeñoburgueses les molesta, nadie puede negar el papel individual que Chávez jugó en el proceso mismo y en galvanizar a las masas trabajadoras de este país, lo que le granjeó el odio mortal de los imperialistas y burgueses venezolanos. Mientras que los grupos sectarios, como la FT-CI, se limitaban a ladrar contra Chávez con la misma furia que los imperialistas, la CMI organizó durante 10 años la campaña de solidaridad internacional más importante que ha habido con la revolución venezolana: “Manos Fuera de Venezuela”. Al mismo tiempo, señalamos que la revolución debía completarse con la nacionalización de los bancos, grandes empresas y latifundios, bajo control obrero, que había que disolver el viejo aparato del estado y sustituirlo por otro nuevo, desde abajo, basado en las comunidades de los barrios de las ciudades y del campo. Advertimos del peligro del burocratismo y la corrupción de no avanzar hacia las tareas socialistas y que arruinarían la revolución, como así ha sido. Explicamos la necesidad de un partido marxista revolucionario de masas para llevar a cabo estas tareas, y que la condición para ello era entrar en un diálogo y colaboración con el único movimiento de masas real existente que agrupaba a los trabajadores más avanzados y conscientes, el movimiento bolivariano. Nos implicamos en el movimiento de ocupación de fábricas, en el movimiento sindical y de la juventud. Y por todo ello, no vamos a pedir disculpas ni solicitar la aprobación de patéticos grupúsculos, como el de la FT-CI en Venezuela, cuya única actividad es escribir artículos para su página web. Aunque las fuerzas de la ICR en Venezuela siguen siendo pequeñas nos hemos ganado un lugar y un respeto entre los trabajadores avanzados y hemos sembrado las semillas para un avance auspicioso en los acontecimientos por venir.
Nuestra posición sobre la revolución venezolana es muy clara y hemos escrito intensamente sobre ella en los últimos 20 años. Fuente: UL
Flakin hace una comparación entre el régimen venezolano bajo Chávez y el régimen de Lázaro Cárdenas en México (1934-1940), y menciona la caracterización que hizo Trotsky de su gobierno como un régimen bonapartista sui generis. Más concretamente, era un régimen basado en el caudillismo de un individuo que se apoyaba en la clase obrera y el campesinado para impulsar políticas antiimperialistas de independencia nacional. Para una comprensión más completa de la posición de Trotsky puede leerse su artículo, México y el imperialismo británico (5 junio 1938).
Lo que nos interesa resaltar es que Flakin asimila el régimen venezolano bajo Chávez al régimen de Cárdenas. Esta es la única afirmación correcta que encontramos en todo su artículo, nuevamente ¡un logro notable! Lo sorprendente (o, más bien, no) es que Flakin y la FT-CI sacan conclusiones diametralmente opuestas a Trotsky (y a la CMI) de la posición que los comunistas deben tener hacia este tipo de regímenes. Flakin y los dirigentes de la FT-CI desconocen que Trotsky libró una batalla contra los ultraizquierdistas del grupo trotskista mexicano, concretamente contra Luciano Galicia, que adoptó la misma posición hacia Cárdenas que la FT-CI tuvo hacia Chávez (Ver Problemas de la sección mexicana y Ruptura con la sección mexicana, León Trotsky). Galicia reprochaba a Trotsky “plantear una alianza con la burguesía y el gobierno”, de “oportunista” y de tener “una línea centrista” ¿No son estas las mismas acusaciones que Flakin y la FT-CI lanzan contra la ICR en Venezuela? Finalmente, Galicia y su grupo fueron excluidos de la IV Internacional, en su congreso fundacional.
Hay otras tonterías que merece la pena responder, como cuando Flakin dice que “la CMI hacía campaña para que los trabajadores se uniesen al partido de Chávez, el PSUV, es decir, a un ala progresista de la burguesía” (énfasis nuestro). ¿De verdad, amigo Flakin, que en Venezuela existía (o existe) un ala progresista de la burguesía? Podía esperarse una afirmación así de un estalinista pero no de un supuesto trotskista. ¿Podrías mencionar, por favor, qué burgueses venezolanos, con nombre y apellido, apoyaron o impulsaron el PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) y la idea del socialismo? Si el compañero fuera coherente con esa afirmación debería reconocer entonces la admisibilidad de políticas de colaboración de clase para determinados fines. La CMI (y ahora la ICR) desde luego nunca ha defendido esa posición. La realidad es que no existía esa ala burguesa progresista en Venezuela, como tampoco en ningún lugar del mundo. La burguesía venezolana combatió a muerte al chavismo, sin fisuras, y se alineó con el imperialismo desde el minuto uno. Por eso los problemas de Venezuela, siguiendo en esto a la teoría de la revolución permanente de Trotsky, solo pueden resolverse con una revolución socialista.
El último comentario que queremos hacer en relación a Venezuela es cuando Flakin reprocha a nuestros camaradas venezolanos haber formado hace unos años una alianza con el Partido Comunista venezolano, junto a otros grupos, como oposición de izquierda al gobierno de Maduro, lo que incluyó una lista conjunta para las elecciones de 2020. Nos congratula que Flakin no ladre contra el programa que lo sustentaba: un programa que fijaba el socialismo como su meta, que denunciaba la política procapitalista de Maduro y que incluía demandas por salarios, salud pública, renacionalizaciones, por derechos democráticos y contra la corrupción del régimen. Esta alianza duró hasta 2022. Lo que no entendemos es por qué Flakin se enfada por esto y no le molesta en absoluto que el PTS de Argentina forme parte de una alianza política y electoral (el FIT-U) donde hay partidos (IS y MST) que están alineados con el imperialismo occidental en la guerra de Ucrania y que en el pasado eran denunciados por el mismo PTS por apoyar las movilizaciones reaccionarias de los terratenientes argentinos.
Entrismo y organizaciones de masas
Como es habitual, la “pieza central” en las denuncias estridentes de los grupos ultraizquierdistas y de Flakin en particular contra nosotros, es nuestra orientación a los movimientos de masas de la clase trabajadora y que, en determinadas circunstancias y coyunturas, hayamos desarrollado un trabajo revolucionario alrededor o al interior de movimientos y organizaciones políticas de masas para ganar trabajadores para las ideas del marxismo revolucionario. Por alguna razón, para esta gente esto es el pecado de los pecados.
Nuestra corriente alcanzó miles de miembros, editó un periódico semanal y tuvo 3 diputados en el parlamento británico. Fuente: IDOM
Hemos respondido a esta gente tantas veces sobre esto, que no vamos a dedicar demasiado espacio. Los lectores pueden encontrar una respuesta adecuada en el texto de Alan Woods que mencionamos al principio de este artículo: Marxismo frente a sectarismo: Respuesta a Luis Oviedo (PO).
Para estas damas y caballeros, una corriente sólo puede considerarse marxista revolucionaria, y aspirar a ser el partido revolucionario de la clase obrera, simplemente proclamándose como tal, no importa su tamaño, programa, método e ideas. Este infantilismo izquierdista es fácil de desmontar. Ya hemos visto que las secciones nacionales de la FT-CI, autoproclamadas como el partido de la revolución en sus respectivos países (al menos, en Argentina), tienen un programa político inconsistente, confuso, alternando medidas socialistas y revolucionarias con otras francamente oportunistas. Tampoco comprenden la táctica del frente único con el movimiento de masas. Más aún, hemos visto su posición revisionista (hacia el academicismo pequeñoburgués) en relación a la filosofía marxista y al método del materialismo dialéctico. Pero un partido así, aunque tuviera un millón de afiliados, fracasaría en el momento decisivo por la inconsistencia de su programa, método y tácticas. Un partido, independientemente de su tamaño e influencia, debe tener en primer lugar un programa, método e ideas correctas, y sólo después un aparato y la influencia y masa militante necesarios para llevar a cabo exitosamente la tarea de la revolución socialista. Así procedió el Partido bolchevique.
Pese a todos los ladridos de Flakin y cía, la ICR se enorgullece de tener un programa comunista consistente, una comprensión cabal del método marxista (el materialismo dialéctico) y una clara visión de cómo conectar con el movimiento real de la clase trabajadora y con su proceso de toma de conciencia. Esto es lo fundamental. Claro que aspiramos a formar partidos comunistas revolucionarios de masas en cada país, pero no existe un libro mágico de recetas de aplicación universal para conseguir esto, partiendo del hecho de que las fuerzas del comunismo genuino a nivel internacional, por toda una serie de consideraciones históricas que no podemos abordar aquí, han quedado reducidas a pequeños grupos en cada país. Sobre esto, León Trotsky escribió:
“Por supuesto, un partido marxista debe aspirar a su plena independencia y a la mayor homogeneidad, pero en su proceso de formación a menudo debe actuar como fracción de un partido centrista o incluso de un partido reformista. Así, durante muchos años los bolcheviques estuvieron en el mismo partido que los mencheviques. También la Tercera Internacional se formó gradualmente a partir de la Segunda”. (Consideraciones de principio sobre el entrismo, septiembre 1933).
Flakin bromea sobre nuestro trabajo pasado en el Partido Laborista británico en las décadas de los años 70 y 80 del siglo pasado, pero éste demostró ser altamente exitoso. Nuestra corriente consiguió la dirección de las Juventudes laboristas, alcanzó miles de miembros, y tuvo 3 diputados en el parlamento británico (un pequeño detalle que escapó a la atención del amigo Flakin). Nuestra corriente, conocida por el nombre de su periódico, Militant, llegó a ostentar la alcaldía de Liverpool en 1984-1986, que puso en práctica numerosas medidas sociales y de construcción de viviendas negándose a acatar los límites presupuestarios impuestos por el gobierno de Thatcher, razón por la cual nuestros concejales y alcalde fueron destituidos por la justicia burguesa. Y todo ello se hizo sin ocultar nuestras ideas, y actuando abiertamente con nuestro programa socialista y nuestra propia prensa, desarrollando en paralelo un trabajo independiente en los sindicatos, los barrios y el movimiento estudiantil. Por supuesto, este trabajo acarreó expulsiones y ataques de la derecha y la dirección laborista. Flakin se ufana de que el FIT-U puede reunir 25.000 personas en las calles de Buenos Aires. Militant, en 1990, organizó un movimiento civil de masas contra un impuesto reaccionario, el Poll Tax, que puso en las calles a 200.000 personas en Trafalgar Square en Londres (y otras 50.000 en Glasgow el mismo día). Al final, este trabajo fue arruinado por la deriva ultraizquierdista de un sector de la dirección.
Con más o menos éxito este es el tipo de trabajo que hemos desarrollado en otros países en el pasado, incluidos los que se mofa Flakin (México, Bolivia), que no puede demostrar un solo caso en que hayamos escondido nuestras ideas y programa: la expropiación de la clase dominante y la transformación socialista de la sociedad.
A mediados de la década pasada, como era la obligación de una organización revolucionaria, nos dirigimos a los movimientos de masas radicalizados, compuestos por cientos de miles de trabajadores y jóvenes, que surgieron en Europa y otras partes (Syriza, Podemos, Francia Insumisa, movimiento de Corbyn en Gran Bretaña, etc.) con la misma metodología. Allí explicamos que: o se adoptaba una política socialista o se destruiría el movimiento, que fue lo que ocurrió. Nos enorgullece que, en el proceso, hayamos ganado en dichos movimientos a cientos de revolucionarios para las ideas del comunismo. Pero esto solo era una parte de nuestro trabajo y ni siquiera la más importante. Incluso en esos momentos, nos hemos dirigido como organización independiente hacia la juventud, creando puntos fuertes en los institutos y universidades, así como entre jóvenes trabajadores. Y hemos dado una batalla que ninguna otra organización “marxista” ha intentado siquiera dar, como es la defensa intransigente de la teoría marxista sin falsificaciones, de Marx, Engels, Lenin y Trotsky, única garantía de nuestro desarrollo futuro.
La FT-CI trabajando en Podemos, o “donde dije digo, digo Diego”
El grupo español de la FT-CI, actualmente CRT, desarrolló entre 2014 y 2015 un trabajo en Podemos. Fuente: Izquierda Diario
Pero, un momento ¿Es cierto que la FT-CI nunca se ha “manchado las manos” trabajando en un movimiento reformista? Oh, no, no, no; no es cierto ¿Lo ha hecho? Oh, sí, sí, sí; lo ha hecho. Pero eso significa que Nathaniel Flakin debería borrar todo lo que ha escrito contra la CMI, o renunciar a la militancia en su organización internacional. Es probable que este sea un trabajo que ha sido ocultado, o que ha permanecido escondido, a muchos militantes comprometidos y honestos de esta corriente. Pero lo cierto y verdad es que el grupo español de la FT-CI, actualmente la Corriente Revolucionaria de los Trabajadores y Trabajadoras (CRT), desarrolló entre 2014 y 2015 un trabajo en Podemos (¡Santo horror, una organización reformista!), impulsando en Madrid un círculo llamado Podemos Trabajadores, el contenido de cuya página de Facebook han borrado para no dejar huellas. En el más estricto “trabajo entrista” lo hicieron ocultando su organización, a diferencia de la CMI. De hecho, participaron en el primer congreso de Podemos en Madrid, en octubre de 2014. Se comprometieron con Podemos hasta el punto que presentaron un documento político en este congreso, junto a activistas independientes. También desarrollaron otras actividades y escribieron análisis durante meses en nombre de dicho círculo aquí, aquí, aquí; o aquí, donde escenificaron su ruptura con Podemos. No tenemos nada que objetar a esto, ya que también participamos allí para difundir masivamente las ideas marxistas revolucionarias con documentos y propuestas. La diferencia es que nunca lo escondimos y que, a diferencia de la FT-CI, nuestro programa era consistentemente comunista.
Pero hay que ser verdaderos hipócritas y carecer del más mínimo sentido de vergüenza, para reprochar a otros lo que uno mismo ha hecho.
El lanzamiento de la ICR
Hoy, no existe ninguna referencia de izquierda “radical” que sea visible por miles de jóvenes y trabajadores avanzados en ninguna parte del mundo, mientras que al mismo tiempo crece un interés por el comunismo en miles de jóvenes y trabajadores, que intentan reanudar el hilo de la historia cortado por las traiciones de la socialdemocracia y del estalinismo. Mientras tanto, la crisis y barbarie del capitalismo avanzan sin cesar. Esta es la razón de que la CMI se haya relanzado como Internacional Comunista Revolucionaria, que es lo que siempre fuimos, y que estemos elevando el perfil de nuestras secciones nacionales. Queremos acercar y reclutar a esos miles de jóvenes y trabajadores de todo el mundo que se reclaman comunistas y buscan una organización seria y consistente para militar. Nunca ha sido tan urgente acelerar la construcción del factor subjetivo, el partido mundial de la revolución proletaria. Eso implica proclamar la ICR y nuevos partidos y organizaciones comunistas revolucionarias en cada país. Es lo que exige la situación y actuamos en consecuencia.
Ante nuestros éxitos y avances, ante la confianza que depositamos en nuestras ideas y perspectivas, nos encogemos de hombros ante quienes se muestran disgustados con nuestro desarrollo. Como dice el proverbio árabe: “Los perros ladran, pero la caravana avanza”.
[1] Frente de Izquierda y de los Trabajadores-Unidad. Es una coalición electoral argentina de izquierdas formada por el PTS, el Partido Obrero, Izquierda Socialista y el Movimiento Socialista de los Trabajadores
[2] Kirchnerismo. Fue una variante “de izquierda” del peronismo; en realidad, de tipo socialdemócrata.
En las elecciones generales británicas, el Partido Comunista Revolucionario, sólo 8 semanas después de su fundación, llevó a cabo la campaña electoral comunista revolucionaria de mayor éxito en décadas. Fiona Lali, candidata del PCR, recibió 1.791 votos por un programa abiertamente revolucionario. Es un resultado excelente, pero la razón por la que los comunistas participan en las elecciones es para dar a conocer su programa y construir el partido revolucionario. En este artículo, Daniel Morley profundiza en los fundamentos teóricos de la estrategia y la táctica comunistas en las elecciones.
Poco después de que Rishi Sunak anunciara estas elecciones improvisadas, el Partido Comunista Revolucionario (PCR) tomó la histórica y emocionante decisión de presentar una candidata: Fiona Lali.
Llevar a cabo una campaña electoral de este tipo bajo nuestra propia bandera, con un programa audaz y abiertamente comunista, es un enorme paso adelante.
Esta decisión plantea claramente cuestiones que son fundamentales. ¿Qué actitud adoptan los comunistas ante el Parlamento? ¿Cómo ponemos en práctica nuestras ideas y construimos un auténtico vehículo para el comunismo?
¿Por qué hemos decidido lanzar una campaña electoral bajo nuestra propia bandera? ¿Qué esperamos conseguir con ello?
Hay muchos factores detrás de esta decisión, incluidos algunos accidentales y muy específicos del momento. Encontrar el momento y las consignas adecuadas para hacer campaña es un arte: el arte de aprovechar las oportunidades.
Todo esto es cierto. Pero también es cierto que los accidentes expresan la necesidad. El contexto general de esta campaña es el hecho decisivo de que existe una crisis profunda y duradera del capitalismo, que a su vez ha provocado una crisis de la democracia burguesa y, en particular, del reformismo.
El propio Lenin señaló que “la historia conoce todo tipo de transformaciones”; que los partidos pueden transformarse completamente por acontecimientos estremecedores.
La verdad es que, por el momento, el Partido Laborista es profundamente impopular entre la mayoría de los trabajadores y los jóvenes, que con razón no lo ven como “su partido”.
La táctica de una organización comunista debe ser concreta, no inmutable y abstracta. Debemos partir de una comprensión clara de la situación objetiva de la lucha de clases y de hacia dónde se dirige, en lugar de adherirse rígidamente a clasificaciones intemporales de partidos y tácticas. De este modo, adquirimos un sentido de la proporción.
Las perspectivas de la lucha de clases son una hipótesis de trabajo, y deben probarse y ajustarse constantemente en función de las pruebas empíricas.
Crisis del reformismo
En el pasado, los partidos reformistas como el Partido Laborista gozaban de cierta lealtad por parte de la clase trabajadora. El auge de la posguerra permitió a los laboristas llevar a cabo reformas que beneficiaron a la clase trabajadora.
Pero ese boom fue históricamente excepcional. Desde mediados de la década de 1970, no ha habido tal auge. Al contrario, ha habido crisis económicas. Y el escaso crecimiento se ha basado en la especulación, la privatización y la desregulación. La desigualdad ha aumentado año tras año. Este proceso se aceleró con la crisis de 2008.
Esto ha significado que el reformismo, que se basa en el capitalismo y no se atreve a desafiar a la clase capitalista, no ha sido capaz de ofrecer realmente nada a la clase obrera.
En general, los programas de los partidos reformistas de Europa, incluidos los laboristas, han sido en gran medida indistinguibles de los de los partidos abiertamente capitalistas. Incluso cuando han tenido manifiestos más izquierdistas, por lo general han capitulado ante la clase dominante una vez en el poder y han abandonado sus promesas.
La enorme crisis capitalista que comenzó en 2008 hizo que la política se polarizara mucho más. Pero los principales partidos reformistas fueron completamente incapaces de reflejar esta ira. De hecho, no querían tener nada que ver con ella.
A medida que la política se ha ido polarizando, estos líderes han tendido a desempeñar el papel de representantes más fiables de la clase dominante.
La ira de la clase obrera y de la juventud no puede reprimirse permanentemente. Tampoco se expresará, como fuerza de masas, a través de las minúsculas sectas de la extrema izquierda.
En su lugar, se expresó inicialmente a través de personas conocidas que lanzaron nuevos partidos -como Pablo Iglesias y Podemos en España, o Jean-Luc Mélenchon en Francia- o, como en Grecia, a través de una organización de masas ya existente, aunque más pequeña: Syriza.
La única excepción fue en Gran Bretaña, donde el cambio sí se produjo a través del principal partido reformista, en forma del movimiento Corbyn.
Lo que llama la atención de todos estos reformistas de izquierdas que saltaron a la fama gracias a la ira de las masas es lo tibia y débil que fue la expresión que dieron a esa ira, a pesar de la profundidad de la crisis.
De hecho, su debilidad no fue a pesar de la gravedad de la crisis, sino a causa de ella. Eso se puede ver más claramente con Syriza.
La traición es inherente al reformismo, especialmente al reformismo de izquierdas, que promete más.
Syriza subió al poder prometiendo abolir la austeridad. Pero capitularon ante los bancos y la UE a la primera oportunidad. Enfrentados a la aguda crisis del capitalismo en Grecia, simplemente no tenían otra alternativa que hacer lo que les decían los bancos.
El capitalismo se encuentra en una profunda crisis orgánica. Ha alcanzado sus límites. Por eso está en crisis el reformismo en todas sus vertientes. Hace décadas que no hay un gobierno reformista que lleve a cabo reformas serias en interés de la clase obrera.
Ninguna confianza en la democracia burguesa
Por ello, la democracia burguesa también está en crisis. Incapaces de conceder reformas, los líderes reformistas se han vuelto cada vez más abiertamente burgueses en su estilo, así como en su sustancia.
Los políticos han llegado a ser vistos todos como lo mismo: mentirosos y trajes vacíos que no tienen ningún interés en – o comprensión de – los problemas de la gente común.
A finales de 2023, el Índice de Veracidad de Ipsos Mori, una encuesta anual, reveló que sólo el nueve por ciento de los británicos confía en los políticos, el nivel más bajo de la historia de la encuesta (que se remonta a 1983). Esta confianza se redujo a sólo el dos por ciento entre las personas de 25 a 34 años.
Otras instituciones, como la policía y los medios de comunicación, también habían caído a su nivel de confianza más bajo.
Muchos en la izquierda sólo miran la superficie de la sociedad, los resultados electorales y similares, y los interpretan de la manera más formal. Ven un gran aumento del apoyo a la extrema derecha y concluyen que la conciencia de clase de las masas es muy baja y que, por tanto, la situación de la izquierda es desesperada. Aceptan la propaganda de la clase dominante de que las ideas de izquierdas ya no pueden ser populares.
Pero la extrema derecha ha sido mucho mejor que la izquierda a la hora de parecer antisistema y enfadada. Los reformistas de izquierdas, en cambio, dan la impresión de tener miedo de su propia sombra, siempre disculpándose por haber ofendido a alguien.
Un ejemplo servirá para ilustrar este punto. En enero de 2024, The Guardian entrevistó a partidarios del Reform UK de Nigel Farage, un partido reaccionario de derecha, en el norte de Inglaterra. Esto es lo que informaron:
“La inmigración no era su principal preocupación. Para este grupo, como para casi todos los demás, lo que dominaba era el coste de la vida… El coste de la energía había empeorado tanto que Dale, supervisor de trenes, y Steve, pensionista, habían empezado a vivir lo más posible en sus camas para reducir los gastos de calefacción. Jordan se preocupaba casi todos los meses de sí le alcanzaría el sueldo.
“Había verdadera rabia contra quienes se benefician de la miseria. Jordan dijo: ‘Cuando ves los beneficios récord [de las empresas energéticas] es como una patada en los huevos’. Darron se enfadó porque “las multinacionales obtienen miles y miles de millones de beneficios y esconden su dinero en paraísos fiscales”, y Dale afirmó que los ciudadanos sufren mientras que a los “colegas de los políticos les va bien”…
“Sobre Rishi Sunak, el primer ministro, fueron implacables, cuestionando cómo alguien ‘que vale mil millones de dólares’ podía entender las preocupaciones de los trabajadores… descalificaron a Keir Starmer como ‘más de lo mismo’, un Tory rojo'”. (The Guardian, 12.1.24)
En Gran Bretaña, no nos sorprendería en absoluto la aparición repentina de un movimiento antipolítico explosivo como el de los chalecos amarillos en Francia, que de la noche a la mañana, se convirtió en un vasto movimiento que contaba con el apoyo masivo de la sociedad francesa expresando el deseo general de echar a todos los políticos, con un claro espíritu plebeyo de “el pueblo contra los políticos”.
Además, existe una brecha generacional sin precedentes. Nunca antes había sido tan grande la diferencia de intención de voto entre jóvenes y mayores. Varios sondeos de opinión han revelado que alrededor de un tercio de los jóvenes piensa que el comunismo es un sistema mejor que el capitalismo.
Sobre esta atmósfera ya de por sí febril se cierne la amenaza de otra enorme crisis económica. La economía mundial se asienta sobre bases fundamentalmente inestables. Se trata de una combinación explosiva que no hará sino radicalizar aún más a la juventud y a la clase trabajadora.
Conectar con el estado de ánimo
Es esta situación objetiva, combinada con el rápido crecimiento de nuestra organización entre los jóvenes, y el aumento de su perfil, lo que hace que sea el momento adecuado para lanzar una campaña electoral bajo la bandera del Partido Comunista Revolucionario.
Hay un enorme vacío político en la izquierda, sobre todo entre los jóvenes. Aún no somos lo bastante grandes para llenar ese vacío. Y, sin embargo, nadie más parece capaz de hacerlo.
La campaña electoral de Fiona Lali ha puesto al PCR, y al comunismo en general, en el mapa. De forma modesta y parcial, hemos conseguido aprovechar la ira generalizada de la sociedad, tanto en la circunscripción en cuestión como fuera de ella.
Debido a nuestra comprensión de la profundidad de esta ira, estaba claro que esto no podía llevarse a cabo como una campaña “normal”. Solo una campaña audaz y directamente revolucionaria, llena de energía, conectaría con este estado de ánimo, ignorado por todos los demás.
Aguar nuestras ideas con la esperanza de ganar apoyos más fácilmente no sólo es erróneo en principio, sino que ni siquiera funcionaría en sus propios términos en las condiciones actuales.
El efecto sería que sonaríamos igual que los desacreditados y poco inspiradores reformistas. ¿Y qué sentido tiene eso?
¿Es realmente cierto que podemos ganar apoyo más fácilmente sonando como una variante ligeramente más izquierdista de los partidos de masas establecidos, aburridos y desacreditados? ¿No es mejor levantar reivindicaciones revolucionarias audaces que destaquen como refrescantemente diferentes, como una ruptura fundamental con el odiado statu quo?
Enfoque marxista
No menos importante es nuestra comprensión de la actitud comunista revolucionaria ante el trabajo electoral, que se remonta hasta Marx y Engels.
El enfoque marxista de esta cuestión siempre se ha caracterizado, no por la necesidad de ocultar las ideas comunistas con la esperanza de ganar votos, sino precisamente por defender esas ideas.
Marx y Engels comprendieron que la clase obrera suele mirar a las elecciones como un medio para resolver sus problemas y luchar por sus intereses. Por ello, los comunistas no pueden permitirse desaprovechar esta oportunidad de dirigirse a un número de trabajadores mayor del que habitualmente pueden.
“El sufragio universal…convirtiéndose en nuestro mejor medio de propaganda… con la agitación electoral, nos ha suministrado un medio único para entrar en contacto con las masas del pueblo allí donde están todavía lejos de nosotros, para obligar a todos los partidos a defender ante el pueblo, frente a nuestros ataques, sus ideas y sus actos; y, además, abrió a nuestros representantes en el parlamento una tribuna desde lo alto de la cual pueden hablar a sus adversarios en la Cámara y a las masas fuera de ella con una autoridad y una libertad muy distintas de las que se tienen en la prensa y en los mítines.” (Engels, Introducción a Las luchas de clases en Francia de Marx, 1895)
Nótese que en este comentario de Engels, la campaña electoral es vista como un medio para difundir más y con mayor autoridad la propaganda revolucionaria.
Ya en 1850, Marx comprendió exactamente este punto:
“Incluso donde no exista ninguna esperanza de triunfo, los obreros deben presentar candidatos propios para conservar la independencia, hacer un recuento de fuerzas y demostrar abiertamente a todo el mundo su posición revolucionaria y los puntos de vista del partido”. (Marx, Discurso del Comité Central a la Liga Comunista, 1850).
Lenin basó la táctica de los bolcheviques con respecto a las elecciones en la interpretación anterior de Marx y Engels.
Los bolcheviques crearon la Internacional Comunista en 1919. Para entonces, ya contaban con varias décadas de experiencia en el trabajo electoral y parlamentario. Habían utilizado con éxito las elecciones al parlamento ruso (la Duma) para construir un partido revolucionario que derrocó y disolvió ese mismo parlamento burgués.
Así que es justo decir que cuando Lenin y sus camaradas lanzaron la Internacional Comunista, sabían un par de cosas sobre esta cuestión.
En su segundo congreso, en 1920, la Internacional Comunista redactó y aprobó sus Tesis sobre los partidos comunistas y el parlamentarismo. Pueden considerarse el resumen más autorizado de la táctica y los principios comunistas en relación con el trabajo en los parlamentos burgueses. En ellas se resume cómo deben hacer campaña los comunistas en las elecciones y por qué.
“La campaña electoral debe ser llevada a cabo no en el sentido de la obtención del máximo de mandatos parlamentarios sino en el de la movilización de las masas bajo las consignas de la revolución proletaria…
“Si son observadas esas condiciones y las indicadas en una instrucción especial, la acción parlamentaria será totalmente distinta de la repugnante y estrecha política de los partidos socialistas de todos los países, cuyos diputados van al parlamento para apoyar a esa institución “democrática” y, en el mejor de los casos, para “conquistarla”.”
Nuestro punto de partida es esta actitud y este planteamiento. Hemos utilizado la campaña como palanca con la que movilizar a capas cada vez más amplias en torno a nuestro partido y su programa revolucionario. Y hemos tenido mucho éxito con ello.
A medida que nuestro partido crezca, puede convertirse -y se convertirá- en un verdadero punto de referencia para muchos trabajadores, especialmente jóvenes, que se sienten repelidos por los principales partidos y buscan una organización que luche por la clase trabajadora.
Oportunismo y ultraizquierdismo
Esto plantea la cuestión de cuál es nuestra actitud ante la propia institución del parlamento. ¿Qué pueden conseguir los diputados comunistas? ¿Qué le ocurre a un comunista una vez que se convierte en diputado? ¿Qué podemos aprender de la historia de los comunistas y el Parlamento?
Un ejemplo notable es el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), fundado a finales del siglo XIX como organización marxista.
Durante décadas, el SPD creció rápidamente y se convirtió en el partido de masas de la clase obrera alemana. Como resultado, obtuvo muchos escaños en el Parlamento, y lo utilizó como vehículo para luchar por reformas que mejoraran las condiciones materiales y los derechos de la clase trabajadora alemana.
En sí mismo, esto era lo correcto. Todas las posiciones que podamos ganar, podemos y debemos utilizarlas para luchar por conquistas reales para la clase trabajadora.
Con el tiempo, sin embargo, el partido cambió sobre la base de esta exitosa actividad. Se acostumbraron al auge que hizo posibles estas reformas y perdieron de vista que el capitalismo entraría en crisis, lo que haría prácticamente imposible la concesión de nuevas reformas y provocaría explosiones revolucionarias en las calles.
A la hora de la verdad, traicionaron a la clase obrera votando a favor de los créditos de guerra para financiar la matanza imperialista de la Primera Guerra Mundial. Valoraban demasiado su respetabilidad como parlamentarios como para utilizar sus escaños para movilizar a los trabajadores contra la guerra y por el derrocamiento del capitalismo alemán.
No podemos permitirnos repetir la ilusión de que podemos ganar escaños y reformar el capitalismo poco a poco. Eso nunca ha sido posible.
En la época actual de crisis capitalista orgánica, las reformas que puedan ganarse sólo se obtendrán como subproducto de una actividad revolucionaria de masas que amenace a la clase dominante. E incluso éstas serían temporales a menos que el capitalismo fuera derrocado.
Como concluyó Marx, “la clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar posesión de la máquina del Estado tal como está, y a servirse de ella para sus propios fines.”, sino que debe romperla.
Rechazaban de plano cualquier participación en el Parlamento. Creían que ello no sólo sembraría ilusiones en él, sino que corrompería inevitablemente a los partidos comunistas que obtuvieran escaños parlamentarios, como habían visto con el SPD.
Como uno de estos ultraizquierdistas, Herzog, declaró en el II Congreso de la Comintern en 1920:
“En estas repúblicas y democracias existía la posibilidad de mejorar la vida del proletariado. Allí fue posible, con la ayuda del parlamentarismo, lograr muchas reformas positivas para el proletariado…
“Esta actividad revolucionaria [dentro del parlamento], sin embargo, pronto se transformó en oportunismo y reformismo, porque existía la posibilidad de ello, y ahora el Partido Socialdemócrata es un partido abierto de traidores sociales.”
Formalismo y sectarismo
No cabe la menor duda de que el trabajo parlamentario presenta peligros y presiones para un partido revolucionario. Ciertamente puede engendrar la ilusión de que las posiciones parlamentarias son un objetivo en sí mismas, porque permiten al partido atribuirse el mérito de haber realizado tal o cual mejora en la vida de los trabajadores.
Pronto, los principios revolucionarios pueden ser abandonados para ayudar al partido a mantener su posición, para que pueda seguir afirmando que ha ganado mejoras.
El derrocamiento revolucionario del Parlamento parece lejano y poco práctico para los diputados del partido, que sienten que están haciendo un trabajo importante aquí y ahora. Detrás de esto, por supuesto, se esconde el cultivo de un deseo de prestigio y privilegios entre estos diputados.
Sin embargo, no fue un poder místico del parlamento lo que obligó al SPD a degenerar. Como si el hecho de ocupar un escaño en el Parlamento convirtiera automáticamente a Marx y Lenin en reformistas.
Existen peligros de degeneración política en todos los campos de trabajo para los comunistas. El trabajo sindical conlleva peligros similares. El trabajo de organización y dirección de manifestaciones callejeras también puede llevar al partido a ocultar su programa revolucionario, con el fin de movilizar más fácilmente a un gran número de personas.
Aunque el parlamento puede ser un catalizador muy poderoso de la degeneración, la verdadera fuente de estos peligros es, en general, la presión de la sociedad capitalista y el hecho de que, durante la mayor parte del tiempo, la clase obrera no se encuentre en estado de fermento revolucionario.
Esto conduce a menudo a la búsqueda de atajos hacia el éxito, o a la desmoralización por la falta de actividad política masiva de la clase obrera.
Si estás haciendo el trabajo diario como sindicalista, sin presiones desde abajo, quizá empieces a verte como un árbitro entre los trabajadores y los capitalistas. Tu posición puede parecer indispensable para conseguir tal o cual concesión para los trabajadores. Te preocupas más por el trabajo sindical aquí y ahora, y menos por construir el partido dedicado a derrocar el capitalismo.
Pero no es la institución por sí misma la que lo hace. Más bien es la ausencia de lucha de clases abierta durante un periodo de tiempo, combinada con la impaciencia miope de los activistas en cuestión.
La solución no es huir del trabajo parlamentario (o sindical, para el caso), sino construir una organización sólida de marxistas educados que no sucumban a la miopía y las presiones.
El rechazo generalizado de Herzog a la labor parlamentaria como causa directa e inevitable de la degeneración es típico del sectarismo, no sólo por ser de ultraizquierda, sino también por ser tan formalista. El sello distintivo del pensamiento sectario es confundir la forma con el contenido.
Los sectarios tienden a pensar que un partido no puede ser oportunista si se opone formalmente a la labor parlamentaria o si nunca apoya en modo alguno a las organizaciones reformistas. A la inversa, piensan que un partido no puede ser revolucionario si alguna vez participa en organizaciones reformistas y les ofrece cualquier tipo de apoyo.
Este formalismo a menudo les ciega ante el contenido real de su trabajo. No es infrecuente que un sectario pronuncie un discurso en una manifestación a favor de, por ejemplo, Palestina, y evite por completo exponer cualquier argumento revolucionario. Se adaptan con demasiada facilidad a la presión de la multitud, o de los organizadores de la manifestación, y sólo dicen cosas con las que todo el mundo ya está de acuerdo (que Israel es malo y hay que detenerlo, etc.).
No parecen darse cuenta del oportunismo que practican aquí, simplemente porque – formalmente – rechazan el parlamento o los partidos reformistas.
Este error se debe a la falta de una auténtica comprensión marxista, que hace que el sectario se aferre a posiciones formales como sustituto de la defensa coherente de un programa revolucionario.
Los sectarios que piensan así ven la flexibilidad de las auténticas organizaciones marxistas como una prueba de su hipocresía. Si una organización de este tipo trabajó en un momento dado en el seno de una organización reformista de masas, y luego no lo hizo, o viceversa, esto significa para ellos que ha traicionado sus principios.
No parecen darse cuenta de que estas son cuestiones tácticas. Y las tácticas deben responder con flexibilidad a las circunstancias cambiantes.
Las acusaciones de hipocresía sólo serían realmente válidas si el partido dejara de defender la revolución en cualquier trabajo que esté realizando; si abandonara realmente sus principios políticos.
Cretinismo parlamentario
La ruptura con la II Internacional en 1919 no se llevó a cabo de forma ultraizquierdista y sectaria. Millones de trabajadores de toda Europa seguían mirando a estos partidos, y los comunistas no podían simplemente separarse de ellos. De hecho, la mayoría de los nuevos afiliados a la III Internacional se formaron a través de escisiones masivas dentro de los viejos partidos socialdemócratas de la II Internacional.
Esto significó que muchos de los métodos oportunistas de la Segunda Internacional se abrieron camino en la nueva internacional.
Este cretinismo parlamentario, como lo llamaba Marx, tenía que ser purgado sin piedad de la organización. Estaba especialmente extendido en el partido francés, porque se había formado por una escisión en el reformista Partido Socialista con demasiada facilidad y rapidez.
Esta escisión dio la impresión de que el nuevo Partido Comunista Francés había rechazado el oportunismo, cuando en realidad los hábitos y la mentalidad profundamente arraigados de éste seguían ahí. Todos los que se habían separado eran los oportunistas más descarados.
En 1922, Trotsky emprendió una campaña para expulsar esta tendencia del partido francés. Escribió una carta a Lucie Leiciague, una de las dirigentes del partido, excoriándola por su adaptación al entorno burgués del parlamento francés:
“El objetivo de los informes parlamentarios es mostrarles a los obreros el verdadero papel del parlamento y de los partidos que en él están representados. Ahora bien, según mi parecer, la rúbrica parlamentaria de l’Humanité [el periódico del Partido Comunista Francés] no es todo lo que debería ser. ” .
“Los debates están narrados en ella en el estilo corriente, frívolo, del periodismo, bajo la forma de chascarrillos, alusiones»¦ Jamás se indica a qué partido pertenece el orador, los intereses de la clase o de la fracción de la clase a que representa, jamás se desvela el carácter de clase de las ideas sostenidas por él, jamás se descubre el sentido y la esencia de los discursos y propuestas, todo se reduce a chanzas y juegos de palabras. .
“En un diario obrero, no son los periodistas del estilo que hablan en la sala de fumadores del parlamento los que pueden describirlo y la lucha de la que éste es el marco.”.
Si los reformistas de izquierdas de hoy quieren resucitar, deberían empezar por abandonar su “del estilo [de los] que hablan en la sala de fumadores del parlamento”.
Las “izquierdas” de hoy están irremediablemente infectadas de cretinismo parlamentario: piensan que el camino hacia el éxito está en las maquinaciones y reglas de la “casa”, y no en dirigirse a la clase trabajadora -que en general desprecia el parlamento- como rebeldes que comparten el desprecio de las masas por el parlamento.
Sin embargo, la conclusión de los dirigentes de la Internacional Comunista no fue prohibir la actividad parlamentaria, por miedo a sucumbir al ambiente petulante que reina en ella, sino construir organizaciones de militantes comunistas capaces de resistir a esas presiones.
Trotsky respondió brillantemente al formalismo sectario sobre el parlamento en una sesión del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista a finales de 1920:
“Goter piensa que dando un rodeo kilométrico para no pasar frente al Parlamento disminuirá o desaparecerá el servilismo de los obreros ante el parlamentarismo….
“El punto de vista comunista considera el parlamentarismo en relación a cada situación política, sin fetichismo, sin asignarle un valor positivo o negativo.
“El Parlamento es un instrumento de engaño político para adormecer a las masas y propagar las ilusiones y los tópicos de la democracia política, etc. Esto es indiscutible.
“¿Pero sólo el Parlamento es un instrumento de engaño? ¿Acaso los periódicos, especialmente los socialdemócratas, no difunden el veneno pequeñoburgués? ¿No deberíamos por ello renunciar a la prensa como medio de agitación comunista entre las masas? ¿O debemos pensar que la actitud del grupo de Gorter hacia el parlamentarismo desacreditará a este último? …
“¿Y qué conclusión extrae? Que es preciso mantener la pureza de su grupo, es decir de su secta. Al fin y al cabo, los argumentos de Gorter pueden servir contra todas las formas de lucha de clases del proletariado, pues todas han sido profundamente contaminadas por el oportunismo, el reformismo y el nacionalismo….”.
“Y precisamente por eso el rechazo absoluto del parlamentarismo es un prejuicio muy característico: equivale al ridículo temor de ese virtuoso personaje que no sale de casa por no encontrase con la tentación. Revolucionario y comunista, militante bajo el control y la dirección efectivos de un partido proletario centralizado, yo no puedo trabajar en los sindicatos, en el frente, en los periódicos, en las barricadas, en el Parlamento, más que siendo lo que debo ser, no un parlamentario, ni un gacetillero, ni un funcionario sindical, sino un revolucionario comunista que aprovecha todos los medios en interés de la revolución social..” (Trotsky, Respuesta al camarada Gorter, noviembre de 1920)
Lenin también se burló de estos temores ultraizquierdistas al trabajo parlamentario en su famoso “La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo“, también publicado en 1920:
“¿Queréis crear una sociedad nueva? ¡Y teméis la dificultad de crear una buena fracción parlamentaria de comunistas convencidos, abnegados, heroicos, en un parlamento reaccionario! ¿Acaso no es esto infantilismo?
“Precisamente porque las masas atrasadas de obreros, y más aún las de pequeños agricultores, están más imbuidas en Europa occidental que en Rusia de prejuicios democráticoburgueses y parlamentarios, precisamente por esto únicamente en el seno de instituciones como los parlamentos burgueses pueden (y deben) los comunistas sostener una lucha prolongada, tenaz, sin retroceder ante ninguna dificultad para denunciar, desvanecer y superar dichos prejuicios.” (Lenin, La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo, 1920)
Programa y disciplina
¿Cómo podemos garantizar que los partidos revolucionarios que llevan a cabo una labor parlamentaria no sucumban a las presiones del parlamento y se adapten a él? ¿Cómo podemos asegurarnos de que los diputados de ese partido no se vean a sí mismos como “miembros del parlamento”, sino como revolucionarios comprometidos que se oponen fundamentalmente al parlamento?
Como dice el refrán, si buscas garantías, cómprate una lavadora. En la verdadera lucha de clases no puede haber garantías.
Sin embargo, lo más parecido a una garantía contra tal degeneración es el programa y las ideas revolucionarias del partido.
La lección del bolchevismo es la necesidad de construir un partido comunista como un partido revolucionario disciplinado y dedicado. Este partido es fundamentalmente sus ideas, su programa y sus métodos, es decir, las ideas del marxismo.
Los partidos oportunistas, en cambio, nacen como vehículos diseñados para ganar influencia y posiciones nebulosas para sí mismos. Y sus ideas se improvisan para cumplir este propósito.
No hay atajos ni maneras fáciles de construir esta organización. Pero puede y debe hacerse.
Una poderosa organización de camaradas que sepa aplicar el método marxista a la dinámica cambiante y a los acontecimientos de la lucha de clases, es capaz, como decía Trotsky, de saber intervenir no sólo en el parlamento, sino también en los sindicatos, en el frente en tiempos de guerra, en las barricadas o en cualquier otro entorno, todos los cuales tendrán sus propias presiones.
Gracias al alto nivel político y teórico de los miembros y dirigentes de dicha organización, se consigue una auténtica disciplina y centralización.
En otras palabras, la dirección puede mantener una línea política revolucionaria, y exigir que sea seguida por sus activistas en diferentes condiciones, incluso cuando les resulte difícil hacerlo, porque esta dirección se ha ganado un auténtico apoyo a sus ideas.
Si un partido sano como éste ganara un escaño en el parlamento, un ayuntamiento o un sindicato, sus representantes resistirían las presiones de estas instituciones. Por el contrario, serían como una avanzadilla de la organización en el campo enemigo, sabiendo utilizar su plataforma para movilizar a la gente en torno a ideas revolucionarias.
Hay muchas organizaciones ostensiblemente marxistas que han buscado atajos para crecer. En lugar de poner sus ideas en primer lugar, han participado en coaliciones electorales más amplias con un programa vago y diluido, con la esperanza de ganar un escaño o un puesto, y así ganar influencia y capacidad de reclutamiento.
Cuando estos partidos consiguen ganar posiciones, estos “representantes” tienden a independizarse de la disciplina del partido. Buscan “influencias” y toman decisiones en función de su propio prestigio. Y acaban sucumbiendo a la perspectiva del establishment, ya que toda la idea que subyace a su campaña electoral se basa en restar importancia a las ideas revolucionarias con tal de ganar un escaño.
Lo que estas figuras empiezan a pensar, y a veces incluso a decir en voz alta, es algo parecido a esto:
“La teoría marxista es interesante, tiene muchos puntos importantes, pero es antigua y no es tan relevante para la mayoría de la gente. Al fin y al cabo, tenemos trabajo real que hacer aquí y ahora. Tenemos campañas reales que ganar; escaños parlamentarios reales que ganar y mantener, que pueden marcar una diferencia real en la vida de la gente. Eso es lo que cuenta”.
Como si la teoría marxista no tuviera nada que decirles sobre la naturaleza del Estado y las limitaciones económicas en las que operan, ¡o de las consecuencias de la crisis económica que está a la vuelta de la esquina!
El arte de la agitación
Estas lecciones se aplican a todo el trabajo de campaña y a las luchas por diversas reivindicaciones. Como ya se ha dicho, ese trabajo es un arte, el arte de aprovechar las oportunidades específicas que surgen de la situación objetiva y del tamaño y la fuerza del partido.
Las mismas consideraciones básicas se aplican a saber cómo y cuándo aprovechar al máximo una oportunidad para salir en televisión; para “hacerse viral” en las redes sociales; para explotar tal o cual contacto con personas destacadas, etc.
Lo mismo puede decirse de saber hablar con diferentes tipos de personas con las que el partido entra en contacto, gracias a su labor de campaña.
Es obvio que, a medida que un partido revolucionario crece y es capaz de lanzar diferentes campañas, necesitará dirigirse a personas de diferentes orígenes. Debe hacer los ajustes necesarios para eliminar cualquier obstáculo que le impida dirigirse a esas personas. Sería absurdo lanzar una campaña y luego aislarse de las mismas personas a las que la campaña debe llegar.
Pero si la propia organización es fuerte, clara en sus ideas revolucionarias, sabrá conectar sus ideas con las experiencias e intereses de la clase trabajadora de todos los orígenes. Lo importante no es tanto de dónde reclutamos a la gente, sino el carácter político que nuestra organización nutre y mantiene.
Los sectarios podrían plantear aquí objeciones similares a las que podrían hacer al trabajo parlamentario. “¡No debes ir a programas de televisión de derechas o burgueses, ni aparecer en una tribuna con traidores reformistas!”.
Pero rechazar tales oportunidades para plantear nuestras ideas equivale a boicotearse a uno mismo, dejando que la plataforma sea dominada por reformistas y reaccionarios.
Sí, aquí también existe el peligro de adaptarse al entorno; de no defender la revolución, o de ocultar las propias afiliaciones, con la esperanza de ser invitado continuamente a esas plataformas.
Y es cierto que algunos “comunistas” pueden desarrollar una especie de carrera mediática, llegando a sonar como bastante amistosos de los derechistas con los que se sientan regularmente a la mesa, sin darse cuenta de lo engreídos que parecen. Poco a poco, su “comunismo” se desvanece.
Por eso no basta con dominar el arte de explotar estas oportunidades. Lo más fundamental es, por supuesto, dominar las ideas y los métodos del marxismo, para no “olvidarse” de utilizar estas plataformas para abogar por la revolución de la manera correcta.
En todo trabajo de campaña -ya sea una campaña electoral, la dirección de una lucha sindical o cualquier otra cosa- no podemos perder de vista que nuestro principal objetivo no es simplemente ganar la posición o la reforma en cuestión (aunque obviamente pensamos que nuestras ideas son las mejores para ganar esas luchas), sino utilizar las cuestiones concretas de la campaña como medio para explicar la necesidad más amplia de derrocar al capitalismo.
Si un miembro del Partido Comunista Revolucionario habla en una manifestación pro Palestina, no se trata de complacer a la multitud simplemente denunciando a Israel, sino de mostrar cómo las acciones de Israel son una expresión del imperialismo y por qué debemos, por tanto, construir un partido revolucionario.
Si participamos en una huelga por el aumento de los salarios, debemos saber explicar también que es la crisis del capitalismo la que hace bajar los salarios, y por qué la única manera de garantizar un nivel de vida adecuado a los trabajadores es nacionalizar las cúpulas dirigentes de la economía bajo control obrero.
Y, por último, si llevamos a cabo una campaña electoral, no se trata de difundir ilusiones en el poder del parlamento para resolver los problemas de los trabajadores, sino de mostrar lo corruptos que son los parlamentos capitalistas y el Estado capitalista.
El partido debe estar impregnado de esta comprensión. Debe ser el ABC para sus camaradas de que hay que aprovechar cualquier oportunidad para dirigirse a un gran número de trabajadores y jóvenes, al tiempo que se aprovecha para explicar la necesidad de la revolución.
¡Vienen los comunistas!
No se puede correr antes de andar. Nuestra reciente campaña electoral en torno a Fiona no representa ninguna “conversión damascena”, ningún cambio de principios. Simplemente representa el hecho de que nos encontramos en un nuevo periodo político, combinado con el hecho de que -a lo largo de varios años- nuestra organización se ha transformado.
Esto sólo es posible porque todo el trabajo del partido, de forma constante durante décadas, se ha dedicado a explicar las ideas marxistas y la necesidad de la revolución, y a la educación de cada vez más miembros en estas ideas y métodos.
Es esta sólida base de camaradas -impregnada de las ideas y métodos del marxismo- la que nos permite ser flexibles y ajustarnos dinámicamente a la situación cambiante.
Una vez forjadas unas bases políticas sólidas a través de la labor educativa, los comunistas no sólo podemos, sino que debemos aprovechar las oportunidades existentes para difundir nuestras ideas y construir una organización más poderosa.
Estas oportunidades incluyen la lucha por posiciones, incluida la obtención de escaños en el parlamento, una clara posibilidad en el próximo periodo, como resultado de las crisis del capitalismo y el rechazo hacia los principales partidos.
De este modo, nuestra campaña electoral se inscribe en la buena tradición de los principios comunistas revolucionarios esbozados por Marx, Engels y Lenin.
En palabras de Lenin: “La sustancia y el resorte principal del programa electoral socialdemócrata [marxista revolucionario] pueden expresarse en tres palabras: ¡por la revolución!”. (Lenin, La campaña electoral y el programa electoral, 1911)
¿Eres comunista?¿Quieres luchar por la revolución? Entonces tienes que unirte a la Organización Comunista Revolucionaria, que estamos construyendo como parte del lanzamiento de una Internacional Comunista Revolucionaria a nivel mundial.
El capitalismo está al borde del abismo. Toda una generación sólo ha conocido crisis, recortes y catástrofes climáticas. Miremos donde miremos hay guerra, pobreza y explotación. Y sin embargo, los ricos han visto crecer enormemente su riqueza.
El capitalismo es un sistema decadente pero que no morirá por si sólo. Si no aspiras a acabar con el sistema sino reforma terminarás aceptando sus leyes y por tanto sus contradicciones y nefastas consecuencias. La salida es acabar con el sistema en su conjunto y sustituirlo por un sistema distinto, el comunismo es el sistema más coherente para ello. Cada vez más jóvenes y trabajadores sacan esa conclusión.
¿Por qué los comunistas estudian marxismo?
El comunismo no es sólo una buena idea o una identidad. Los comunistas dedican su vida a conquistar las ideas marxistas, a intervenir en la lucha de clases y a luchar por la revolución. Nos apoyamos con orgullo en las ideas del marxismo genuino, representado por Marx, Engels, Lenin y Trotsky.
El marxismo es socialismo científico: una forma de entender el mundo para transformarlo. Empezamos analizando los acontecimientos reales que tienen lugar en el capitalismo y las fuerzas que llevan al sistema a la crisis.
Dirección revolucionaria
La conclusión clara es que necesitamos una revolución. Y la única fuerza capaz de transformar la sociedad es la clase obrera, cuando está organizada y movilizada. Pero para salir victoriosa, lo que hace falta es una dirección combativa y revolucionaria.
La Internacional Comunista Revolucionaria, ha hecho grandes progresos en los últimos tiempos, creciendo a pasos agigantados. Sin embargo, todavía necesitamos ampliar nuestras fuerzas.
La construcción de una organización revolucionaria —en México e internacionalmente— es la cuestión candente; no en un futuro remoto, sino ahora.
Estamos decididos a llevar a cabo esta tarea histórica. Por eso hacemos un llamado para que te unas a nosotros. ¡La revolución te necesita! Así que únete hoy a la Organización Comunista Revolucionaria y a la Internacional Comunista Revolucionaria.
¿Qué significa ser militante?
Grupos de Base
Todo militante de la internacional debe pertenecer a una célula de trabajo y formación política, que se reúne semanalmente con el fin de tener una vida militante activa. No somos un círculo de debate, los militantes se reúnen para tomar tareas y continuar con la construcción del partido.
Prensa
La prensa es el medio por el cual podemos difundir nuestras ideas a la clase trabajadora y la juventud, pero también es un instrumento de organización y construcción del partido revolucionario. Los militantes deben apoyar no sólo en su distribución y venta, sino también en su escritura.
Cuota militante
Somos una organización con autonomía financiera, la cual nos brinda independencia política. Recuperamos el modelo del partido Bolchevique de Lenin y Trotsky donde eran las aportaciones de sus miembros los que financiaban todas las actividades del partido. Es por ello por lo que todo militante debe aportar con una cuota mensual a la organización.
¡Déjanos tus datos y de inmediato un camarada se contactará contigo para unirte a la lucha por el comunismo!
Tras una semana fantástica de ideas revolucionarias e informes inspiradores de todo el mundo; tras muchos meses de preparación por parte de miles de camaradas en docenas de países; la conferencia fundacional de la Internacional Comunista Revolucionaria (ICR) concluyó con el voto unánime de lanzar esta nueva Internacional. Pero esto es sólo el principio. Estamos construyendo el partido mundial del comunismo revolucionario y necesitamos tu ayuda. Únete a la recién fundada ICR, estudia las ideas genuinas del marxismo y ¡ayúdanos a luchar por la revolución en nuestras vidas!
La conferencia fundacional ha sido un éxito impresionante. Hace dos años, cuando todas las reuniones estaban restringidas a ser viruales, celebramos una Universidad Marxista Internacional en línea tremendamente exitosa con 7.700 participantes. Los eventos de esta semana reunieron al mismo número en línea en más de 120 países, así como a 500 camaradas en persona, aquí en Italia. Ha sido un acontecimiento verdaderamente internacional, como no se puede encontrar en ningún otro lugar del planeta.
Recaudamos la impresionante cifra de 488.930 euros, con más de 20 debates sobre todos los elementos fundamentales de nuestro programa, destilados en nuestro Manifiesto, que también fue respaldado unánimemente. Coronamos esta semana excepcional con la fundación oficial de la Internacional Comunista Revolucionaria.
Construir partidos comunistas revolucionarios
La sesión de clausura de nuestra conferencia fundacional ofreció una visión general de los fenomenales avances logrados por nuestra organización en todo el mundo. Hamid Alizadeh, del Secretariado Internacional de la ICR, introduciendo el debate, señaló que no hay nada como la ICR en ningún lugar del mundo. Ninguna otra organización ha abordado con seriedad las ideas genuinas del marxismo y las verdaderas tradiciones del comunismo revolucionario.
Puede que la ICR sea nueva, pero nuestras raíces son profundas. Un hilo ininterrumpido nos conecta con las ideas de Marx, Engels, Lenin y Trotsky. Como señaló Hamid: “Somos una organización revolucionaria, siempre lo hemos sido y siempre lo seguiremos siendo”.
En décadas anteriores, nosotros, los auténticos comunistas, éramos quizá la fuerza más débil de la política. Pero si éramos débiles en los números, teníamos algo más que a largo plazo es decisivo, cuyo valor ninguno de nuestros competidores comprendió: La teoría marxista, en la que no cejaremos en nuestro empeño a medida que crezcamos.
Crecimiento explosivo en todo el mundo
Durante el debate, camaradas de toda la Internacional explicaron los asombrosos éxitos que han llevado a la fundación de la ICR. En abril de 2023, teníamos 4.400 camaradas a nivel internacional, pero en sólo 12 meses hemos crecido hasta los 6.500. Es sólo cuestión de semanas que la ICR alcance los 7.000 camaradas, un hito importante en nuestro desarrollo. La Internacional ha crecido casi un 50% en un año, y algunas secciones han crecido hasta un 150% en el mismo periodo, como nuestra sección danesa, que ahora cuenta con 247 camaradas.
En la actualidad, la ICR cuenta con secciones en 26 países, y hay grupos importantes en otros 12 países que están trabajando para convertirse oficialmente en secciones. Si añadimos los grupos más pequeños y los individuos de todo el mundo, tenemos camaradas construyendo el trabajo de la ICR en más de 70 países.
Gran Bretaña es actualmente la sección más grande de la ICR, con más de 1.200 camaradas y más de 100 grupos de base en todo el país. Recién fundado su Partido Comunista Revolucionario, los camaradas británicos se vieron inesperadamente catapultados al centro de atención tras un debate televisado donde la camarada Fiona Lali demolió a la diputada conservadora de derechas Suella Braverman, que se hizo viral.
Ahora, los camaradas británicos han lanzado una campaña electoral para que Fiona sea elegida diputada, que ha tenido una enorme acogida. Por primera vez, en Gran Bretaña hemos entrado en diálogo con las masas. El objetivo de los camaradas de construir un partido de 10.000 combatientes de clase entrenados en el próximo período se siente al alcance de la mano.
En Canadá, el recién fundado Partido Comunista Revolucionario es ahora más grande que cualquier grupo autoproclamado “revolucionario” del país, con 820 miembros esparcidos por la mayoría de las principales ciudades del país. Tales éxitos se reflejan al sur de la frontera en Estados Unidos, donde los comunistas revolucionarios cuentan ahora con más de 800 camaradas, lo que refleja una asombrosa tasa de crecimiento del 150% desde agosto de 2023. En las próximas semanas, los camaradas celebrarán este éxito fundando los Comunistas Revolucionarios de América.
El informe de EEUU destacó la audacia de nuestros camaradas. Como informamos ayer, el camarada de la RCA Milos Minos ha sido amenazado con 90 días de cárcel, debido al enorme impacto de sus panfletos exponiendo la explotación de los trabajadores en el Aeropuerto Internacional de Minneapolis. Evidentemente, se trata de un ataque por motivos políticos, y los camaradas de EEUU tienen la intención de hacer campaña enérgicamente para que se retiren los cargos.
En Pakistán, la ICR cuenta ahora con 705 miembros, quienes han tomado la decisión de fundar un Partido Comunista Revolucionario en diciembre de este año. Esto, sin duda, detonará como una bomba dentro de la política pakistaní. Como dijeron Hamid y el camarada Adam Pal de Pakistán, “nos hará muchos enemigos, pero muchos más amigos”. Adam condenó ferozmente el podrido sistema capitalista de Pakistán, que nuestros camaradas se han comprometido a destruir. Subrayó la situación en Cachemira, donde las paralizantes subidas de precios están llevando a innumerables trabajadores y campesinos a luchar frente a la represión, como un ejemplo de exactamente lo que la ICR pretende derrocar.
Los camaradas también dieron informes inspiradores sobre el desarrollo de nuestro trabajo en países donde antes teníamos poca presencia. Por ejemplo, en Irlanda, la conferencia fundacional de los Comunistas Revolucionarios de Irlanda tuvo lugar a principios de este año. Los camaradas han publicado la primera edición de su periódico y están trabajando para contratar a un revolucionario a tiempo completo. Un trabajo similar se está desarrollando rápidamente en Finlandia, donde ahora hay 27 camaradas de la ICR, frente a sólo tres en 2023.
¿Eres comunista?
Hamid explicó que el inmenso crecimiento de la ICR demuestra lo acertado de nuestra campaña “¿Eres comunista? Hay innumerables trabajadores y jóvenes en todos los países del mundo que buscan activamente el comunismo, y nada menos. Que hayamos comprendido esto y nos hayamos dirigido decididamente hacia esta capa constituye todo el secreto de nuestro éxito.
Pero como señaló Hamid, hay una capa aún mayor de personas que todavía no se ven a sí mismas como comunistas, pero que están llenas de ira y frustración por el estado de la sociedad. Odian a sus jefes. Odian a los políticos. No sienten más que desprecio por los medios de comunicación mentirosos. Buscan una salida. Puede que aún no sean comunistas, pero están dispuestos a dejarse convencer. Tenemos que aprender a hablarles: presentándoles nuestras ideas de forma que puedan entenderlas y que conecten con las luchas de la vida cotidiana de millones de hombres y mujeres ordinarios.
Nuestro constante trabajo revolucionario no sólo ha atraído a una avalancha de nuevos camaradas, sino también los ataques de la clase capitalista. En Austria, Gran Bretaña, Dinamarca, Suiza, EEUU y otros lugares, nuestros camaradas han sido objeto de ataques políticos en la prensa de derechas y por parte de los partidos capitalistas establecidos. Por supuesto, ¡nos alegramos de su indignación y de la publicidad gratuita!
La clase dominante nos ataca porque empezamos a conectar con el estado de ánimo real de la sociedad, que es de rabia palpable contra el podrido sistema capitalista. Por esta razón, la determinación de los camaradas sólo se ve reforzada por estos ataques, que también han atraído hacia nosotros a una capa más amplia de trabajadores y jóvenes.
¡Palestina Libre!
Uno de los focos del trabajo de la ICR en los últimos meses ha sido el movimiento palestino en todo el mundo. Desde el principio, nuestros camaradas han estado a la vanguardia de esta lucha, y en particular de la oleada internacional de acampadas estudiantiles que han barrido más de 100 universidades.
Hay un ambiente de frustración y rabia en el movimiento de solidaridad con Palestina. Lo que falta es una dirección política clara que dé expresión a este estado de ánimo. Hay un enorme vacío que llenar.
Esto explica el enorme impulso que ha recibido la campaña electoral de Fiona en Gran Bretaña. Ha recibido millones de visitas en las redes sociales y ha conseguido cientos de miles de nuevos seguidores, que la ven como un faro que denuncia sin miedo la hipocresía de los criminales de guerra capitalistas.
Hamid señaló que la increíble publicidad de nuestras ideas demuestra que “debemos aprender a pensar en grande”. La campaña de Fiona es una anticipación local de las oportunidades que se abrirán a medida que crezca la ICR, haciendo posible llegar a capas cada vez más amplias con nuestro programa y nuestras ideas. Pero para ello debemos aprender el arte de aprovechar esas oportunidades para construir.
Logros destacados
El crecimiento de la ICR en el último año ha sentado las bases para dar un gran paso adelante en todos los aspectos de nuestro trabajo.
Wellred Books, la editorial de la ICR, se ha convertido en la única editorial del mundo que publica sistemáticamente teoría marxista. La reciente reedición de Laenfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo de Lenin con una nueva introducción, así como la publicación de una nueva colección de escritos seleccionados de Lenin Sobre la guerra imperialista son armas valiosas en el arsenal teórico de los comunistas de todo el mundo.
En sólo los primeros seis meses de este año, Wellred Books ha vendido 11.700 libros, en comparación con 4.500 en todo 2020. Esto demuestra la increíble sed por las ideas revolucionarias que existe en la sociedad. Aproximadamente un tercio de los libros vendidos fueron ejemplares de En defensa de Lenin, de Rob Sewell y Alan Woods, una obra indispensable sobre el mayor revolucionario de la historia, publicada con motivo del centenario de su muerte.
La revista En defensa del marxismo, la publicación teórica trimestral de la ICR, también ha tenido su mejor año. El último número vendió 4.200 ejemplares y se está traduciendo al español, francés, portugués, italiano, árabe, alemán, chino, indonesio y ruso. La caricatura del marxismo nos pinta como preocupados únicamente por las cuestiones económicas del pan. Esto está muy lejos de la realidad, y el próximo número abordará la importante cuestión del enfoque comunista del arte y la cultura, con artículos sobre poesía, teatro griego y un ensayo clave de Trotsky sobre cultura y socialismo.
También hemos emprendido muchas nuevas iniciativas de éxito, como el podcast de la Internacional El espectro del comunismo, que se lanzó el año pasado, ya ha alcanzado las 280.000 reproducciones y tiene 10.000 seguidores. El podcast ha producido docenas de episodios, cubriendo una amplia gama de temas teóricos, así como acontecimientos de actualidad. Tenemos grandes planes para Spectre of Communism en el próximo periodo, ¡así que permanezcan atentos!
Solidaridad internacional
Como Hamid, y más tarde Alan Woods, comentaron en su discurso de clausura, estamos construyendo un partido de lucha comunista en medio de una sangrienta y brutal guerra de clases que se está desarrollando en todo el mundo. El penúltimo día de la conferencia nos lo recordó crudamente la noticia de que el gobierno había reprimido a los dirigentes de un movimiento de masas contra el aumento de los precios de los productos de primera necesidad en la Cachemira paquistaní.
También recibimos noticias de nuestros camaradas húngaros de que su reunión para ver la transmisión del evento fue violentamente disuelta por una banda de fascistas, con un camarada hospitalizado. Toda la conferencia quedó conmocionada por la noticia y envió inmediatamente un mensaje de solidaridad.
Como comunistas, nos mantenemos unidos contra los viles matones reaccionarios y nos negamos a retroceder ante tales amenazas. Un daño a uno es un daño a todos. No nos acobardaremos.
¡Los comunistas han llegado!
La conferencia fundacional de la ICR fue verdaderamente un acontecimiento histórico, como ningún camarada había vivido jamás. Alan Woods, en su discurso de clausura, habló en nombre de todos los participantes cuando dijo: “Nunca en mi vida he visto una reunión tan inspiradora como ésta”.
Hamid, citando la obra de Trotsky Sobre la fundación de la Cuarta Internacional, resumió lo que significa ahora ser miembro de la ICR:
“Los grandes acontecimientos que se ciernen sobre la humanidad no dejarán piedra sobre piedra de estas organizaciones que sobreviven. Sólo la Cuarta Internacional mira con confianza el futuro. ¡Es el partido mundial de la revolución socialista! Nunca hubo un objetivo más importante. Sobre cada uno de nosotros cae una tremenda responsabilidad histórica.
El partido nos exige una entrega total y completa. Que los filisteos sigan buscando su individualidad en el vacío; para un revolucionario darse enteramente al partido significa encontrarse.
Sí, nuestro partido nos toma por entero. Pero en compensación nos da la mayor de las felicidades, la conciencia de participar en la construcción de un futuro mejor, de llevar sobre nuestras espaldas una partícula del destino de la humanidad y de no vivir en vano.”
Esto es lo que la ICR nos ofrece a todos y cada uno de nosotros. La confianza y el optimismo de saber que tenemos el mundo por ganar, y que sabemos precisamente cómo ganarlo. Sin embargo, aunque todos volveremos de esta conferencia a nuestros respectivos países llenos de un entusiasmo sin límites, también volveremos plenamente conscientes de la seriedad de nuestro trabajo. “No os ofrecemos una vida cómoda”, dijo Alan a los camaradas. “Sino una vida de dura lucha”.
Se basó en el ejemplo de Espartaco, a quien Marx llamó en una ocasión el mejor representante de la antigüedad. Este hombre extraordinario levantó un ejército de esclavos y desafió el poderío de la República Romana, anotándose muchas victorias. Para explicar cómo los esclavos podían derrotar a la fuerza militar más poderosa de su época, el ejército romano, los esclavistas inventaron todo tipo de leyendas: que Espartaco había nacido de la realeza tracia; que su mujer era maga, etc. Alan citó la excelente película de 1960 de Stanley Kubrick sobre la vida de Espartaco, que muestra a su héroe en una melancólica conversación con su esposa Varinia tras una exitosa batalla.
Varinia pregunta a Espartaco por qué no celebra su victoria, a lo que Espartaco responde que no sabe leer, que siente esta marca de su esclavitud, y que le gustaría que ella le enseñara. En eso consiste la revolución: en la lucha del alma por una vida digna del ser humano.
En una última anécdota, Alan recordó una conversación con una persona que vivió realmente un acontecimiento semejante. Mientras estudiaba en la Universidad Estatal de Moscú, Alan conoció a una anciana que fue testigo de la Revolución de Octubre de 1917. Más tarde pasó 17 años en los infernales campos de concentración de Stalin. Alan le explicó cómo todos los años de dolor y penurias se le borraron de la cara cuando le preguntó por su experiencia de la Revolución de Octubre.
“No puedes imaginarte lo que fue”, dijo. “Fue una elevación espiritual”. En ese momento, su rostro volvió a decaer y añadió: “no como ahora”.
Hoy debemos terminar lo que empezaron los bolcheviques hace más de 100 años. Debemos deshacer el nudo de la historia cortado por los crímenes del estalinismo y construir una verdadera Internacional Comunista Revolucionaria que pueda llevar a los trabajadores del mundo a la victoria final.
La ICR ha sido fundada, ¡pero ahora empieza el trabajo! Crecer, construir el partido mundial de la revolución socialista. No hay causa más grande en la tierra que ésta, así que si aún no te has unido a nosotros en esta lucha, ¡hazlo!
Los días 6 y 7 de abril, comunistas de toda Irlanda se reunieron en Dublín para el Congreso fundacional del grupo irlandés de la Corriente Marxista Internacional (CMI). Nos acompañaron invitados internacionales del Partido Comunista Revolucionario de Gran Bretaña y del centro internacional de la CMI. A lo largo de los dos días asistieron 33 personas procedentes de Dublín, Navan, Belfast, Bangor, Derry y Galway, la reunión más grande de la CMI en Irlanda hasta la fecha.
Tras haber duplicado nuestro tamaño con creces desde nuestra primera reunión nacional en septiembre, la introducción al Congreso celebró los enormes éxitos que hemos cosechado en la construcción de la organización en los últimos 8 meses. Hemos pasado de 8 camaradas en una célula en línea hace un año, a 15 en septiembre y a 37 camaradas en la actualidad, con cuatro grupos de base en Dublín, uno en Belfast y uno en Galway. Esta demostració de que podemos crecer sobre la base de nuestras ideas creó un ambiente de optimismo y entusiasmo que duró todo el fin de semana.
Antes del Congreso, los camaradas se fijaron el ambicioso objetivo de recaudar 1.000 euros para el fondo de lucha. Tal era el fervor revolucionario entre los camaradas que sobrepasamos ese objetivo, recaudando la impresionante cifra de 4.143 euros, incluidos 469 euros procedentes de la venta de literatura, lo que refleja una profunda sed de teoría entre todos los camaradas.
Sobre la base de este Congreso, hemos decidido llegar a 50 camaradas para el verano, a 100 para el Congreso del año que viene, lanzar una nueva página web en los próximos meses, lanzar un nuevo periódico (El Comunista Revolucionario), y unir todo esto contratando a un revolucionario a tiempo completo este año. Estas son las medidas que creemos que debemos tomar para convertirnos en una sección oficialmente afiliada a la Internacional Comunista Revolucionaria, que se fundará este mes de junio. Son metas ambiciosas, y las alcanzaremos.
La muerte agónica del capitalismo
El debate comenzó con una sesión sobre las perspectivas mundiales. El capitalismo está entrando hoy en la crisis más profunda de su historia, no sólo en Irlanda, sino en todos los países del mundo. El sistema económico mundial se está resquebrajando. El declive relativo del imperialismo estadounidense significa que, aunque sigue siendo la potencia imperialista más cruel y poderosa de la Tierra, está perdiendo el control sobre el mundo que había logrado mantener desde el colapso de la URSS.
Este proceso se está acelerando por la guerra de Ucrania y las sanciones económicas impuestas a Rusia como resultado. Las consecuencias económicas en Europa la están llevando a una inestabilidad social masiva, que sólo ha servido para socavar aún más su ya impopular establishment político.
La matanza de Gaza fue un tema clave del debate, en el que los camaradas hablaron de la necesidad de derrocar al imperialismo israelí y a sus patrocinadores imperialistas en Washington, Bruselas y Londres.
La clase obrera sigue siendo la única fuerza de la sociedad con el poder y el interés de acabar con esta brutalidad de una vez por todas. Como remarcó Ben Curry, “este periodo, la agonía del capitalismo no se resolverá automáticamente, será el socialismo o la barbarie. Para el socialismo se necesita un partido revolucionario. Como explicó Trotski, en último análisis, la crisis de la humanidad puede reducirse a la crisis de dirección de la clase obrera”.
Perspectivas para la revolución irlandesa
La siguiente sesión se centró en nuestro documento de perspectivas para Irlanda, el primer documento de este tipo redactado por la CMI en Irlanda. La economía de Irlanda depende en gran medida del mercado mundial, por lo que es muy vulnerable a la crisis económica mundial. Las condiciones peculiares que propiciaron el desarrollo de la industria en el Sur en la década de 1990, dieron lugar a la creación de una amplia clase obrera en Irlanda, que ha empezado a mover sus músculos a medida que el crecimiento económico del pasado se convierte en su contrario.
La clase trabajadora, impulsada por la crisis general, está cada vez más enfadada con la clase política, lo que está socavando su capacidad para gobernar. Las dimisiones de Leo Varadkar y Jeffery Donaldson reflejan el turbulento periodo en el que hemos entrado. Pero, ¿quién refleja la ira de las masas? Como explicaba Andrea Patanè en su introducción sobre las perspectivas irlandesas, mucha gente mira hacia el Sinn Féin como una alternativa, pero sectores significativos de trabajadores y jóvenes están viendo más allá del Sinn Féin.
Mientras tanto, en el Norte, el unionismo atraviesa una crisis irresoluble. La polarización en el seno del unionismo ha fortalecido a la facción de línea dura del DUP. La clase obrera no se queda de brazos cruzados ante estos acontecimientos. En un intento desesperado por volver a poner en marcha el parlamento de Stormont, Westminster provocó una enorme huelga de trabajadores del sector público. Pero ahora Stormont está al borde del colapso una vez más.
Con la inestabilidad al norte y al sur de la frontera, y la clase obrera empezando a reafirmarse, toda la isla se ha llenado de material inflamable. Se avecinan acontecimientos revolucionarios. Sólo una revolución socialista puede quemar las cicatrices de la partición, formando una república socialista de 32 condados que podría desencadenar la revolución en Gran Bretaña, Europa y el mundo.
¡Los comunistas están aquí!
Los preparativos organizativos de este Congreso fueron ejemplares, y al final del primer día, celebramos una colecta de fondos para la fundación de nuestra organización, para darnos las herramientas para construir una organización comunista auténtica y profesional. Los camaradas de cada grupo de base vinieron preparados con compromisos de donativos para el Congreso y algunos camaradas también mostraron sus habilidades haciendo obras de arte para recaudar más fondos. En total, recaudamos 4.142,50 euros. Fue una recaudación increíble que eclipsó todo lo que habíamos recaudado en el pasado y demostró la voluntad de sacrificio de los camaradas para construir esta organización.
Los asistentes estaban tan inspirados que un camarada aprovechó la pausa del almuerzo para reunirse con un contacto y convencerle de que viniera a nuestra reunión social al finalizar el congreso. Otro camarada llamó a todos sus contactos en cuanto terminó el Congreso y convenció a seis de ellos para asistir a la reunión de grupo de base esta semana, tras la cual uno de ellos se dió de alta.
Con una dedicación como ésta no cabe duda de que nuestros camaradas serán capaces de aplastar todos los obstáculos que se interpongan en nuestro camino en la lucha por el socialismo.
Organizar las fuerzas del comunismo
El segundo día del Congreso comenzó con nuestra resolución organizativa. La situación objetiva que discutimos en nuestras perspectivas exige la creación de una organización comunista revolucionaria. Construir una organización así desde cero no es tarea fácil, requiere enormes sacrificios. Recordamos a los camaradas las palabras de Trotski antes de la guerra: “¡Si buscas una vida cómoda y tranquila, has elegido el momento equivocado para nacer!”.
Nuestros camaradas son muy conscientes de esto y se han fijado objetivos ambiciosos a la altura de nuestra tarea. Una organización de 37 personas es un logro asombroso, pero es sólo el principio. Debemos convertirnos rápidamente en una fuerza de cientos y miles de personas, y extendernos por todo el país. Para ello, nos hemos propuesto llegar a 50 miembros a finales de verano, y a 100 en nuestro próximo Congreso.
Hay más que suficientes revolucionarios en busca de una organización como la nuestra para que superemos estos objetivos. Todo lo que tenemos que hacer es encontrarlos. Para ayudarnos a llegar a estas capas estamos relanzando nuestro grupo Marxistas Irlandeses como los Comunistas Revolucionarios de Irlanda.
En la misma línea, estamos relanzando nuestro periódico La Voz Marxista como El Comunista Revolucionario. Estos nuevos nombres, combinados con nuestros audaces métodos, nos servirán en nuestro esfuerzo por encontrar y conectar con los miles de comunistas de toda Irlanda que buscan unirse a la lucha por el socialismo. El Comunista Revolucionario será trimestral con el objetivo de convertirse en bimensual y mensual en un futuro próximo. Un periódico más regular será esencial en todo nuestro trabajo, permitiéndonos comentar los acontecimientos actuales e incluir informes de las luchas que tienen lugar en todo el país. Paralelamente, lanzaremos un nuevo sitio web, que se esforzará por convertirse en la principal fuente de análisis marxista.
Para lograr todo esto, nos hemos fijado el objetivo de contratar a un liberado este año. Esto significará tener un camarada liberado de trabajar de 9 a 5 para la burguesía para que pueda dedicar todo su tiempo a luchar por el comunismo. La construcción de un aparato profesional ampliará todos los aspectos de nuestro trabajo, lo que significa que podremos educar y formar mejor a los nuevos miembros, y que nuestro periódico podrá publicarse con más frecuencia. Será la primera vez en décadas que exista en Irlanda una auténtica organización bolchevique, que defienda la política revolucionaria y tenga su propio aparato profesional, que dependa únicamente de los sacrificios de nuestros propios camaradas, dándonos independencia política del Estado y de cualquier otra fuente de presiones ajenas.
Lennie Mc concluyó citando a Ted Grant: “Nadie puede quebrar la voluntad de la clase obrera de cambiar la sociedad”. Debemos estar a la altura de la tarea de dirigirlos con ideas comunistas revolucionarias, ¡para arrojar el capitalismo al basurero de la historia! Sabiendo que se avecinan grandes acontecimientos, nos esforzamos por preparar la futura dirección que la clase obrera necesitará para asegurar su victoria final.
La Internacional Comunista Revolucionaria
La CMI no sólo está cosechando éxito en Irlanda. En todo el mundo nuestros camaradas están creciendo a una velocidad increíble. Nuestra sección británica fue la primera de la internacional en superar los 1.000 militantes, con EE.UU. y Canadá no muy lejos con 700 cada una, habiendo casi duplicado ambas su número de miembros en el último año.
Nuestra sección pakistaní cuenta con más de 600 miembros. Muchas otras secciones han experimentado un importante crecimiento en el último año: Italia ha superado la barrera de los 500 miembros y otras secciones se acercan a esa cifra el año que viene.
Este crecimiento se ha basado en la situación objetiva. Millones de personas en todo el mundo, bajo la presión de la crisis capitalista, han empezado a mirar al comunismo como la única salida. Habiendo reconocido esto, nuestros camaradas iniciaron la campaña “¿Eres comunista?”, que ha tenido un éxito asombroso al ayudarnos a llegar a estos comunistas.
Está claro que hoy se necesita una auténtica fuerza comunista que pueda llevar a los trabajadores a la victoria internacional. En 1915, en la conferencia de Zimmerwald, Lenin declaró la necesidad de establecer una nueva Internacional comunista. Esto fue en un momento en que el propio Lenin dijo que todos los internacionalistas del mundo cabían en dos vagones de diligencia. Esto se debió a que en 1915 la situación mundial exigía la creación de dicha Internacional. Hoy, la situación objetiva exige la misma acción. En junio, en la Escuela Mundial de Comunismo, relanzaremos la CMI como Internacional Comunista Revolucionaria.
En la clausura de nuestro Congreso votamos por unanimidad solicitar la afiliación oficial como sección de la ICR. Al unirnos a la Internacional, nos comprometemos a construir la sección irlandesa del partido mundial de la revolución comunista, y a luchar por la victoria del socialismo mundial. Los Comunistas Revolucionarios de Irlanda se unen a la marcha hacia adelante de los comunistas de todo el mundo, unidos bajo la bandera de la Internacional Comunista Revolucionaria que se fundará pronto.
“Blinken estaba tan impaciente que casi le arrebata la carpeta de las manos a Kristersson”, así informaba el periódico burgués sueco Aftonbladet sobre la entrega por parte del Primer Ministro de Suecia de las últimas firmas de la OTAN al Secretario de Estado de EEUU. Junto con el nuevo Acuerdo de Cooperación en materia de Defensa (DCA), los halcones de la guerra de Washington han conseguido todo lo que podían esperar… y más.
Kristersson, el gobierno sueco y los socialdemócratas estaban visiblemente aliviados por la entrada del país en la OTAN. “Por fin”, gritó el primer ministro, por fin se había acabado este circo del proceso de solicitud. Por lo visto, hace falta mucha energía para hablar con lengua viperina, difundir mentiras y hacer de apologista de los defensores de las dictaduras y las armas nucleares. Siguieron más apretones de manos, abrazos y una lujosa cena, antes de que Kristersson ocupara su lugar como invitado de honor en el discurso anual del Presidente Joe Biden ante el Congreso. “¡Bienvenido!” gritó Biden, rompiendo en aplausos para Kristersson. “¡Esta gente sabe luchar!”.
En un gesto simbólico, los B-52 estadounidenses sobrevolaron Estocolmo, codo con codo con los JAS-Gripen suecos. “Hace unas décadas esto era impensable”, tuiteó un encantado ex Primer Ministro Carl Bildt con un clip de los aviones. La misma imagen probablemente no provocó tanta alegría en Irak y Afganistán, ni en Camboya y Vietnam, donde Henry Kissinger, amigo íntimo de Bildt, ordenó a los mismos aviones bombardear “todo lo que se moviera”.
Imperialismo en crisis
Durante los períodos de auge capitalista, los imperialistas pueden administrar y gestionar más fácilmente sus esferas de interés entre ellos, evitando así la confrontación directa y la guerra. Pero en la crisis actual, la competencia entre las burguesías de los distintos países es cada vez más intensa. El nacionalismo económico y el proteccionismo están a la orden del día en todas partes, así como sus homólogos militares: el rearme, el militarismo y la guerra.
El imperialismo sueco, que tiene grandes intereses en el Mar Báltico, también se está armando. Desde la caída de la Unión Soviética, varias grandes empresas suecas han trasladado su producción a los países bálticos, donde los salarios son más bajos y se pueden obtener grandes beneficios. En la actualidad, los bancos suecos controlan más de la mitad del sector bancario de los países bálticos. La clase dominante desea asegurar militarmente este poder económico.
El papel de Suecia
El interés de Estados Unidos por reducir la influencia política y económica de sus rivales en todo el mundo coincide perfectamente con los intereses de la burguesía sueca en la región. Suecia se une a la alianza para reforzar la posición de la OTAN frente a Rusia. El ministro de Defensa, Pål Jonsson, ha prometido trabajar para garantizar que la OTAN “siga siendo consciente de la amenaza que supone Rusia”. En el lenguaje político habitual, esto significa animar a la OTAN a enviar más armas y recursos a las zonas fronterizas de Rusia y a actuar de forma más agresiva.
Con Suecia, la alianza controla ahora prácticamente toda la región del mar Báltico, lo que le ha valido el sobrenombre de “lago de la OTAN”. Mientras que Finlandia y el Báltico son la primera línea de la OTAN, Suecia desempeñará un papel clave como base de la OTAN para equipos y refuerzos.
“La zona geográfica de Suecia será en parte una base de operaciones, que se podrá utilizar para reforzar la defensa de los países bálticos y también de Finlandia”, declaró Jonsson en una entrevista con Svenska Dagbladet.
Los medios militares pueden transportarse a Finlandia a través de Norrbotten y el golfo de Botnia, en el norte de Suecia, y al Báltico a través de Gotland. De este modo, la OTAN puede depender menos del corto corredor de Suwałki –la frontera entre Lituania y Polonia–, que está rodeado por Bielorrusia y el enclave ruso de Kaliningrado. No en vano se ha comparado a Gotland con un “enorme portaaviones” en medio del mar Báltico.
Pero Suecia no sólo tendrá un papel indirecto, sino también directo en la defensa del Báltico. Suecia no busca simplemente apoyar a otros países en una posible guerra contra Rusia. Al contrario, busca convertirse en parte activa de la línea del frente de la OTAN.
“La capacidad de prestar apoyo militar más allá de nuestras fronteras [es] crucial para nuestro futuro papel en la OTAN”, afirma el general de división Jonny Lindfors.
La industria de defensa sueca, relativamente bien desarrollada –creada en la posguerra para resistir ataques menores– es una incorporación bienvenida a la alianza. Los aviones JAS-Gripen suecos ya vigilan el espacio aéreo del Báltico y practican aterrizajes en autopistas finlandesas. El año que viene también se enviará a Letonia un batallón de unas 600 personas. El hecho de que cada vez más jóvenes se vean obligados a realizar el servicio militar obligatorio es una parte importante del rearme contra Rusia.
Del mismo modo, la retórica sobre una “creciente disposición a defender la nación” tiene como objetivo reforzar la opinión pública para futuras aventuras militares. No debería sorprendernos que el gobierno sueco haya utilizado cínicamente la cuestión de la autodefensa nacional para atacar a los inmigrantes, de quienes afirma sin fundamento que carecen de la “voluntad de defender la nación”.
El DCA
El ingreso en la OTAN exige que Suecia haga grandes concesiones a la maquinaria bélica estadounidense. En diciembre, Jonsson firmó un Acuerdo de Cooperación para la Defensa (DCA) bilateral, en el que el gobierno postró al país ante el ejército estadounidense de todas las maneras posibles.
El acuerdo concede a EEUU “acceso sin restricciones” a las 17 alas aéreas y a las principales bases del ejército sueco. En algunas de estas bases se establecerán zonas a las que “sólo tendrán acceso y podrán utilizar las fuerzas estadounidenses” y en las que se aplicará la legislación estadounidense. Las bases también podrán ampliarse libremente para el almacenamiento de armas. No hay excepciones, ni siquiera para las armas nucleares, que simplemente requieren “consulta”.
La Fuerza Aérea y la Marina estadounidenses pueden utilizar libremente el espacio aéreo y las aguas territoriales suecas, y el ejército puede utilizar infraestructuras privadas “previa solicitud”. Las autoridades suecas no tienen poder de decisión sobre cuándo y dónde el ejército estadounidense vuela aviones o navega barcos. Los militares estadounidenses no necesitan pasaporte y pueden conducir coches con matrícula sueca, lo que los hace indistinguibles de los civiles. Gozan de inmunidad y están exentos de impuestos, incluido el IVA sobre las compras ordinarias. Son libres de construir zonas libres de impuestos para compras, ocio, venta de alcohol (sobre la que el Estado sueco ejerce normalmente un estricto control) y mucho más. Y, por supuesto, están exentas de la legislación sindical sueca.
La ambigüedad que ha caracterizado todo el proceso de solicitud de la OTAN también se refleja en el DCA. Suecia se abstiene de “ejercer la jurisdicción penal” si un soldado estadounidense comete un delito, pero al mismo tiempo dice que “si un miembro o pariente de las fuerzas estadounidenses es procesado por las autoridades suecas, la jurisdicción será ejercida por los tribunales suecos”. Esta redacción es sin duda bien recibida por los políticos que quieren ocultar el hecho de que el personal militar estadounidense en Suecia goza de total impunidad. El resto del acuerdo hace prácticamente imposible cualquier otra forma de enjuiciamiento. Entre otras cosas, el personal militar estadounidense no puede ser “procesado en rebeldía” ni expulsado de las instalaciones militares suecas. Si los procedimientos judiciales duran más de un año, serán cancelados.
El mismo Kristersson que habla a cada dos frases de “Suecia”, “los valores suecos”, “nuestro modo de vida” y demás tonterías nacionalistas, en la práctica entrega el país entero a la superpotencia más poderosa del mundo. “Parecería que Suecia haya estado en guerra con EEUU y haya perdido”, observaba acertadamente Jan Guillou en Aftonbladet.
Una avalancha de dinero para la industria armamentística
Detrás de las líneas militares reforzadas, los bancos y las empresas suecas esperan ampliar su dominio, especialmente en el Báltico. Como resultado, los capitalistas del sector armamentístico como Marcus Wallenberg ven sin duda signos de dólar. La cotización de SAAB (la empresa aeroespacial y armamentística de Wallenberg) se ha disparado en bolsa, hasta el punto de que el exministro de Defensa Peter Hultqvist está en conversaciones para aumentar la propiedad estatal de la empresa.
Se avecinan grandes contratos, y el gobierno está más que dispuesto a pagar. Entre 2020 y 2024, el Gobierno duplicó el presupuesto de defensa, de 60.000 a 119.000 millones de coronas, y se espera más. La ambición es ir más allá del requisito de pertenencia a la OTAN de gastar el dos por ciento del PIB en defensa. Según Jonsson, el objetivo es “hasta el 2,5% del PIB”, lo que en la práctica supone 30.000 millones de coronas más. El Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas suecas, Michael Bydén, también ha confirmado que la OTAN planteará exigencias “considerablemente mayores” a Suecia, y que el gasto actual no es suficiente.
El gobierno se ríe en la cara de todos los trabajadores de la sanidad, los servicios sociales, las escuelas, etc., a los que sigue mintiendo diciéndoles que no hay dinero. Según la Asociación Sueca de Entidades Locales y Regiones (SKR), habrían hecho falta 20.000 millones para revertir la serie de recortes que tuvieron lugar en 2022. En lugar de aumentar el gasto en estos ámbitos, en los últimos cuatro años solo se han producido más recortes, despidos y diversas “mejoras de eficiencia”. Las prioridades del gobierno están claras: en la Suecia capitalista, quitamos dinero a los que atienden a las víctimas de disparos y se lo damos a los dueños de las fábricas de munición.
La bancarrota de los reformistas
Debería ser más fácil que nunca para la izquierda agitar contra la OTAN, pero la mayoría ha expuesto totalmente su bancarrota. “El objetivo de los socialistas”, dice el redactor jefe del periódico ‘socialista’ Flamman, Leonidas Aretakis, debería ser “desarrollar su propia línea de política exterior dentro de la OTAN”. Añade que estos socialistas deberían “leer meticulosamente los artículos del tratado para ver cómo se pueden utilizar para evitar aventuras militares idiotas”. Ahora se oyen divagaciones similares de la portavoz de Defensa del Partido de Izquierda, Hanna Gunnarsson, que ha ido hasta el final y ha dicho que, en realidad, ¡la OTAN puede ser beneficiosa!
“El Partido de Izquierda no diría que no a que la OTAN nos proporcione un mejor ferrocarril en el norte o el oeste de Suecia. Debemos ver que tal vez pueda salir algo bueno de la adhesión”.
Más exactamente, la posición del Partido de Izquierda puede explicarse como: “¿No cansa tanto hablar de guerra y armas nucleares? Quizá los EE.UU. terminen de construir el ferrocarril de Norrbotten para transportar tropas y material bélico”. Esta es la conclusión lógica de la adaptación gradual del Partido de Izquierda a la política de defensa burguesa. Votaron a favor de aumentar el gasto en defensa hasta los requisitos mínimos de la OTAN, votaron a favor del envío de armas a Ucrania, cancelaron su participación en las protestas contra la OTAN y ahora guardan silencio sobre el DCA. La negativa del Partido de Izquierda a enfrentarse a los belicistas en cualquier momento crucial desde su ingreso en la OTAN sólo ha servido en última instancia para dividir y confundir a la oposición a la OTAN. Sin embargo, sin duda ha ganado puntos con los belicistas liberales y socialdemócratas, con los que esperan compartir carteras ministeriales tras las próximas elecciones.
La idea de que la izquierda podría cambiar la OTAN desde dentro es casi más absurda que la idea de que Suecia estaría de alguna manera “más segura” o “más protegida” convirtiéndose en un apéndice del imperialismo estadounidense. El papel estratégico de Suecia en la alianza está clarísimo, la idea de que pueda combinarse con una política exterior independiente (y mucho menos socialista) es absurda. La OTAN es una herramienta del imperialismo yanqui, y Suecia está en la OTAN porque los intereses de la burguesía sueca coinciden con los de EE.UU. respecto a Rusia.
Por una lucha revolucionaria contra el imperialismo
Nosotros no nos oponemos a la pertenencia a la OTAN proponiendo el retorno a una “neutralidad” imaginaria que apoye al imperialismo estadounidense tras una máscara de “paz” y “no alineamiento”. Bajo el capitalismo, la política exterior está determinada por los intereses de los capitalistas.
Nuestra respuesta es la lucha de clases. La clase obrera sueca tiene la fuerza para cerrar la industria armamentística, derrocar al gobierno belicista de Kristersson, tomar el control de las grandes empresas y los bancos, y mucho más.
Pero la lucha contra la OTAN no puede ser emprendida en última instancia sólo por la clase obrera sueca. El imperialismo es internacional, y la lucha contra el imperialismo también lo es. En oposición al nacionalismo y patriotismo de la clase dominante y sus secuaces, los comunistas llamamos al internacionalismo revolucionario.
Por eso, de la mano de camaradas de todo el mundo en la Internacional Comunista Revolucionaria, estamos construyendo la dirección que la clase obrera necesita para unir y coordinar esa lucha a escala mundial. No sólo luchamos por la retirada de la OTAN, luchamos por la destrucción de la OTAN. No hay imperialismo amigo: hay que aplastar al imperialismo. A los estragos globales del imperialismo, nuestra respuesta es una lucha revolucionaria internacionalista.
Esta es la única guerra para la que nos estamos armando: guerra de clases a escala mundial.
¡Abajo la OTAN!
¡Abajo el imperialismo!
¡Construyamos la Internacional Comunista Revolucionaria!
En junio, la Corriente Marxista Internacional lanzará una nueva Internacional Comunista Revolucionaria, para llevar con audacia la bandera limpia del comunismo en todos los continentes. En este artículo, Alan Woods explica la importancia histórica de este paso, trazando el ascenso y la caída de las Internacionales anteriores y mostrando la importancia de la ICR en la lucha por el comunismo hoy. ¡Inscríbete ahora en nuestra conferencia fundacional!
El comunismo es internacionalista o no es nada. Ya en los inicios de nuestro movimiento, en las páginas de El Manifiesto Comunista, Marx y Engels explicaron que los trabajadores no tienen patria.
Los fundadores del socialismo científico no trabajaron para crear un partido alemán, sino uno internacional. Lenin, Trotski, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht dedicaron sus vidas al mismo objetivo.
Su internacionalismo no era un capricho ni el resultado de consideraciones sentimentales sino que se derivaba del hecho de que el capitalismo se desarrolla como un sistema mundial. De las diferentes economías y mercados nacionales surge un único conjunto indivisible e interdependiente: el mercado mundial.
Hoy en día, esta predicción de los fundadores del marxismo se ha confirmado de manera brillante, casi como en un laboratorio. La aplastante dominación del mercado mundial es el hecho más decisivo de nuestra época.
No hay libro más moderno que el Manifiesto de Marx y Engels. Explica la división de la sociedad en clases; explica el fenómeno de la globalización, las crisis de sobreproducción, el carácter del Estado y las fuerzas motrices fundamentales del desarrollo histórico.
Sin embargo, incluso las ideas más correctas no pueden lograr nada si no encuentran una expresión organizativa y práctica. Por eso, los fundadores del socialismo científico siempre trabajaron incansablemente para crear una organización internacional de la clase obrera.
Marx y Engels desempeñaron un papel clave en la formación de la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), conocida hoy como la Primera Internacional. Al principio, esa organización tenía una composición muy heterogénea. Marx y Engels se vieron obligados a luchar para establecer claridad ideológica.
La batalla de ideas se desarrolló en dos frentes: por un lado, tuvieron que combatir las ideas reformistas de los dirigentes sindicales oportunistas.
Por otro lado, estaban obligados a librar una batalla constante contra las tendencias anarquistas, ultraizquierdistas y sectarias. Hoy las cosas no han cambiado mucho. Los comunistas se enfrentan exactamente a los mismos problemas y tienen que luchar contra los mismos adversarios. Los nombres pueden haber cambiado, pero el contenido es el mismo.
Pero Marx y Engels no limitaron su trabajo a la lucha teórica. La Internacional no se mantuvo al margen de los problemas cotidianos de la clase obrera. Estaba constantemente implicada en el trabajo práctico en el movimiento obrero.
Contrariamente a la mendaz presentación de los enemigos burgueses del comunismo, no había absolutamente nada autoritario en los métodos de Karl Marx. Al contrario, en el trato con los obreros de tendencia reformista, demostró un inmenso tacto y paciencia. Escribió a Engels:
“Fue muy difícil disponer la cosa de manera que nuestra vieja concepción apareciera en una forma aceptable desde el punto de vista actual del movimiento obrero[…] Tomará cierto tiempo hasta que el reanimado movimiento se permita la antigua audacia de expresión. Será necesario ser fortiter in re, suaviter in modo [audaz en las cosas y suave en la forma]”.
Este es un muy buen consejo para los comunistas de hoy que deseen llevar a cabo un trabajo serio en las organizaciones de masas de la clase obrera.
El fin de la Primera Internacional
La Internacional avanzó enormemente. Pero la derrota de la Comuna de París en 1871 asestó un golpe mortal a la organización. La orgía de reacción que le siguió hizo imposible su funcionamiento en Francia, y la Internacional fue perseguida en todas partes.
Pero la verdadera razón de sus dificultades hay que buscarla en el auge del capitalismo a escala mundial que siguió a la derrota de la Comuna. En estas condiciones, las presiones del capitalismo sobre el movimiento obrero se tradujeron en luchas internas y faccionalismo.
Alimentadas por la atmósfera general de desilusión y desesperación, las intrigas de Bakunin y sus seguidores se intensificaron. Por estos motivos, Marx y Engels propusieron primero trasladar la sede de la Internacional a Nueva York, y finalmente decidieron que sería mejor disolverla, al menos por el momento. La Internacional se disolvió formalmente en 1876. Durante un tiempo, no hubo Internacional.
La Segunda Internacional
La Primera Internacional consiguió sentar las bases teóricas de una auténtica Internacional revolucionaria. Pero nunca fue una verdadera Internacional obrera de masas. En realidad fue una anticipación del futuro.
La Internacional Socialista (Segunda Internacional) fue lanzada en 1889, y comenzó donde la Primera Internacional había terminado. A diferencia de la Primera Internacional, tenía una base de masas. En sus filas estaban los partidos y sindicatos de masas de Alemania, Francia, Gran Bretaña, Bélgica y otros países.
El periodo 1871-1914 fue el periodo clásico de la socialdemocracia. Al menos en palabras, se basaba en el marxismo revolucionario. Sin embargo, la nueva Internacional tuvo la desgracia de surgir durante un período de tremendo auge capitalista.
Basándose en un largo periodo de crecimiento económico, el capitalismo pudo hacer concesiones a la clase obrera o, más correctamente, a su capa superior. Poco a poco se fue formando una aristocracia obrera privilegiada.
Los dirigentes socialdemócratas se convencieron de que era posible alcanzar sus objetivos sin una revolución. Llegaron a creer que lenta, pacífica y gradualmente, mediante reformas, podrían resolverse los problemas de la clase obrera.
Contrapusieron esta política ‘práctica’ a lo que consideraban las obsoletas teorías del marxismo, aunque, en teoría, seguían repitiendo el lenguaje de la lucha de clases en los discursos del Primero de Mayo.
Hombres como el antiguo discípulo de Marx, Eduard Bernstein, intentaron proporcionar una base teórica para este retroceso intentando un revisionismo del marxismo.
Pero la base material de la degeneración nacional-reformista de la II Internacional (Socialista) se encontraba en las condiciones objetivas del capitalismo, que parecían dar la razón a los revisionistas.
Sin embargo, todo el edificio del reformismo saltó por los aires en 1914, cuando los dirigentes de la Internacional votaron a favor de los créditos de guerra y apoyaron a ‘su’ burguesía en la matanza imperialista de la Primera Guerra Mundial.
La guerra, y la Revolución Rusa que se derivó de ella, anunciaron el comienzo de un nuevo y tormentoso periodo de revolución y contrarrevolución. Sobre esa base material nació una nueva internacional obrera.
La Internacional Comunista
Ya en 1914, Lenin llegó a la conclusión de que la II Internacional había muerto como un organismo para cambiar la sociedad y proclamó la nueva III Internacional, aunque en aquella época el número de internacionalistas revolucionarios era deplorablemente reducido.
La tendencia internacionalista estaba aislada de las masas, que permanecían bajo la influencia de los dirigentes social chovinistas e intoxicadas por los humos del patriotismo. Se necesitaron grandes acontecimientos para cambiar la situación. Esto ocurrió en 1917 con el estallido de la revolución en Rusia.
Lenin y Trotski dirigieron a la clase obrera rusa a la conquista del poder y en 1919 pudieron declarar la fundación de la Tercera Internacional (Comunista).
La Comintern, como llegó a conocerse, se situó en un nivel cualitativamente superior al de sus dos predecesoras. Al igual que la Primera Internacional, defendía un claro programa revolucionario e internacionalista. Como la II Internacional, tenía una base de masas de millones de personas.
Bajo la dirección de Lenin y Trotski, la Internacional Comunista mantuvo una línea revolucionaria correcta. El destino de la revolución mundial parecía estar en buenas manos.
Sin embargo, el aislamiento de la Revolución Rusa en condiciones de espantoso atraso material y cultural se reflejó en la degeneración burocrática de la Revolución.
La facción burocrática dirigida por Stalin se impuso, especialmente tras la muerte de Lenin en 1924. El ascenso del estalinismo en Rusia sofocó el tremendo potencial de la III Internacional.
La degeneración estalinista de la Unión Soviética hizo estragos en las direcciones inexpertas e inmaduras de los Partidos Comunistas en el extranjero.
El socialismo en un solo país
En 1928, Trotski predijo que la aceptación de la ‘teoría’ del socialismo en un solo país conduciría inevitablemente a la degeneración nacionalista de los Partidos Comunistas. Esa predicción ha sido totalmente corroborada por la historia.
Esa supuesta teoría marcó una ruptura decisiva con el internacionalismo leninista. Era una expresión del carácter nacional limitado del punto de vista de la burocracia, que consideraba a la Internacional Comunista como un mero instrumento de la política exterior de Moscú.
Habiendo utilizado la Comintern para sus propios fines cínicos, Stalin la disolvió en 1943 sin ni siquiera la pretensión de celebrar un congreso.
Trotski y la Oposición de Izquierda intentaron defender las intachables tradiciones de Octubre contra la reacción estalinista. Defendían las tradiciones leninistas de la democracia obrera y el internacionalismo proletario. Pero estaban librando una batalla perdida contra la poderosa marea de la historia.
En 1938, Trotski proclamó la IV Internacional, ofreciendo una bandera revolucionaria limpia a la nueva generación, pero esta fue destruida por los errores de sus dirigentes tras el asesinato de Trotski.
Sin la guía de Trotski, la IV Internacional acabó siendo un aborto. Décadas después, todo lo que queda de esa organización es una miríada de escisiones y grupos sectarios, cada uno más estrambótico que el otro.
No han conseguido nada, salvo sembrar una confusión sin fin y desacreditar la idea misma del trotskismo a los ojos de muchos militantes de la clase obrera.
Hoy, lo que queda de la IV Internacional son las ideas de su fundador, León Trotski, que conservan toda su pertinencia e importancia. Estas ideas se mantuvieron vivas gracias a la incansable labor del difunto camarada Ted Grant y hoy están representadas por la Corriente Marxista Internacional.
Degeneración de los Partidos Comunistas
Estamos orgullosos de nuestra herencia ideológica. Sin embargo, debemos afrontar los hechos. Hoy, 150 años después de la fundación de la Primera Internacional, debido a una combinación de circunstancias, objetivas y subjetivas, el movimiento revolucionario ha retrocedido, y las fuerzas del marxismo genuino se han reducido a una pequeña minoría.
Las razones hay que buscarlas principalmente en la situación objetiva. Décadas de crecimiento económico en los países capitalistas avanzados han dado lugar a una degeneración sin precedentes de las organizaciones de masas de la clase obrera. Esto ha aislado a la corriente revolucionaria, que en todas partes ha quedado reducida a una minoría de una minoría.
El hundimiento de la Unión Soviética puso el sello final a la degeneración de los antiguos dirigentes estalinistas, la mayoría de los cuales han capitulado ante las presiones del capitalismo y se han pasado abiertamente al campo del reformismo.
Pero hay otra cara de la moneda. La crisis actual deja al descubierto el papel reaccionario del capitalismo y pone a la orden del día el renacimiento del comunismo internacional.
La marea de la historia
Durante décadas nos hemos visto obligados a nadar contra corriente. Pero ahora la marea de la historia ha empezado a cambiar.
En todas partes, bajo la superficial apariencia de calma y tranquilidad, hay una hirviente corriente subterránea de rabia, indignación, descontento y, sobre todo, frustración por el actual estado de cosas en la sociedad y la política.
Incluso en Estados Unidos hay un descontento generalizado y un cuestionamiento de la situación actual que no existía antes.
Todos los intentos de la burguesía por restablecer el equilibrio económico sólo sirven para destruir el equilibrio social y político. La burguesía se encuentra atrapada en una crisis para la que no tiene solución. Esta es la clave para comprender la situación actual.
La crisis encuentra su expresión en la inestabilidad en todas las esferas: económica, financiera, social, política, diplomática y militar.
El futuro que ofrece este sistema sólo puede ser de miseria, sufrimiento, enfermedad, guerras y muerte sin fin para la raza humana. En palabras de Lenin: el capitalismo es horror sin fin.
Es una ironía de la historia que los dirigentes de los partidos obreros de masas se aferren al capitalismo decrépito y al mercado incluso cuando se están derrumbando ante nuestros ojos.
La única solución
El problema central puede enunciarse de forma sencilla: es un problema de dirección. En 1938, Trotski afirmó que la crisis de la humanidad puede reducirse a la crisis de la dirección proletaria. Eso resume completamente la situación actual.
Al carecer de una base sólida en la teoría marxista, la llamada izquierda ha capitulado y abandonado la lucha por el socialismo. En su lugar, hay un vacío gigantesco. Pero la ciencia nos enseña que la naturaleza aborrece el vacío. Esto nos enfrenta a un desafío muy concreto.
Los trabajadores y los jóvenes desean fervientemente cambiar la sociedad. Pero no encuentran una expresión organizada para sus esfuerzos. A cada paso, encuentran su camino bloqueado por las viejas organizaciones y direcciones burocráticas que han abandonado hace tiempo cualquier pretensión de defender el socialismo.
En todo el mundo, una nueva generación de luchadores de clase se está formando rápidamente sobre la base de la crisis del capitalismo. Esto está provocando un profundo cambio de conciencia, especialmente entre los jóvenes.
Las últimas encuestas de Gran Bretaña, EEUU, Australia y otros países nos proporcionan una indicación muy clara de que la idea del comunismo se está extendiendo rápidamente.
Estos jóvenes no necesitan ser convencidos. Ya son comunistas. Pero no ven alternativa en ninguna de las organizaciones existentes. Al contrario, estas les repugnan.
Buscan una bandera limpia, una organización que haya roto radicalmente con el traicionero reformismo de derechas y el cobarde oportunismo de ‘izquierdas’.
El potencial del comunismo es enorme. Nuestra tarea es hacer realidad este potencial.
Pero, ¿cómo lograrlo?
Nos enfrentamos a una contradicción flagrante. Hoy las ideas de Marx son más válidas y necesarias que nunca. Pero las ideas, por sí solas, son insuficientes.
Tenemos que tomar las medidas prácticas necesarias para encontrar a esta nueva generación de comunistas y reclutarlos para nuestra bandera. Esto significa necesariamente que tenemos que dar a las ideas una expresión concreta y organizativa.
La necesidad de una nueva Internacional no es una decisión arbitraria. Tampoco es la expresión de un deseo subjetivo o de una precipitación irreflexiva. Es algo que exige claramente toda la situación.
¿Ha llegado el momento de dar un paso tan audaz? Para algunos, por supuesto, nunca será el momento adecuado. Siempre encontrarán mil razones por las que deberíamos retrasar la toma de una decisión. Pero no podemos hacer un programa y una política a base de vacilaciones y dudas.
Puede objetarse que nuestro número es demasiado pequeño para dar un paso así. Pero todos los movimientos revolucionarios de la historia han comenzado siempre como una minoría pequeña y aparentemente insignificante.
En 1914, las fuerzas a disposición de Lenin eran patéticamente pequeñas. Pero eso no le impidió proclamar la necesidad de una nueva internacional comunista. Había muchas dudas, incluso entre sus propios partidarios, pero la historia demuestra que tenía razón.
Es cierto que nuestras fuerzas son muy pequeñas en comparación con la enorme tarea que tenemos ante nosotros y no nos hacemos ilusiones al respecto. Pero esa situación ya está empezando a cambiar significativamente.
Tenemos un importante trabajo que hacer, y ese trabajo, que está alcanzando una fase decisiva, ya está dando importantes frutos. Lo demuestra claramente el notable éxito de la campaña “¿Eres comunista?”.
Estamos creciendo rápidamente en todas partes. No es casualidad. Ahora nadamos con la corriente de la historia. Sobre todo, tenemos las ideas correctas. Ésa es, en última instancia, la única garantía de éxito.
Lo que hace falta es un auténtico Partido Comunista, que se base en las ideas de Lenin y de los demás grandes maestros marxistas, y una Internacional en la línea de la Internacional Comunista durante sus primeros cinco años.
Esta es la tarea que tenemos ante nosotros. Es una tarea absolutamente necesaria y urgente que no admite demora.
Desde pequeños comienzos, en las condiciones más difíciles imaginables, la Corriente Marxista Internacional ya ha construido una organización de miles de los mejores trabajadores y jóvenes con presencia en muchos países.
Es un gran logro. Pero es sólo el principio. Ha llegado el momento de dar un paso decisivo: el lanzamiento de la Internacional Comunista Revolucionaria.
Hacemos un llamamiento a todos los obreros y jóvenes que estén de acuerdo con este objetivo para que nos ayuden a alcanzar nuestra meta final: la victoria del socialismo internacional.
¡Contra el capitalismo y el imperialismo!
¡Por la transformación socialista de la sociedad!
¡Únete a nosotros en la lucha por la revolución mundial!