¿Qué es la gentrificación? ¿México se está gentrificando?

Desde hace tiempo hemos visto por redes sociales y otros medios, los memes, noticias y debates sobre la gentrificación de algunas zonas de la Ciudad de México, de las playas en los estados costeros o de las ciudades, pueblos mágicos o comunidades de los estados turísticos. Este fenómeno es cada vez mayor, y no da indicios de que vaya detenerse, por ende los comunistas debemos entrar en la discusión y dar una perspectiva revolucionaria y marxista al respecto.

Empecemos por la definición de gentrificación. El diccionario de la lengua española dice: “Proceso de renovación de una zona urbana, generalmente popular o deteriorada, que implica el desplazamiento de su población original por parte de otra de un mayor poder adquisitivo”.

Con esta información, podemos realizar un análisis de la situación del acceso a la vivienda en México. 

El artículo 4 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos indica: “Toda familia tiene derecho a disfrutar de vivienda digna y decorosa”. Por supuesto, muchos mexicanos al leer esto inmediatamente llegarán a la conclusión de que este derecho no se cumple. Un estudio del CONEVAL dice:

“El derecho a la vivienda digna implica que los ciudadanos de todos los perfiles económicos y socioculturales tengan la posibilidad de acceder a una vivienda de calidad, bien ubicada, con servicios básicos, con seguridad en su tenencia y que como asentamiento, atienda estándares éticos de calidad. En México, hay un regazo habitacional del 45% y se identifican desigualdades claras en cuanto a la disponibilidad de equipamiento, infraestructura básica y acceso a servicios.

“Más de la mitad de las personas se encuentra por debajo de la línea de bienestar, lo cual de manera definitiva las coloca en una situación de inasequibilidad económica para satisfacer su necesidad de vivienda”.

Adicional a esto, este mismo estudio reporta un tiempo de traslado del hogar al centro de trabajo mayor a 1 hora en el 15.7% de las viviendas con personas económicamente activas, siendo el Estado de México el que cuenta con el mayor porcentaje de viviendas en esta condición (32.6%), seguido por la Ciudad de México (27.9%) y Nuevo León (19.4%). 

De acuerdo con la Cepal El tiempo promedio de viaje de ida en transporte público hacia el trabajo es de 71 min en la Zona Metropolitana del Valle de México. Tomando un promedio estimado igual para el regreso son 2.36 horas diarias y un aproximado de 28 días al año. En promedio un trabajador pasa casi 1 mes de su vida al año trasladándose desde su hogar hasta su centro de trabajo.

Con respecto a la vivienda en zonas rurales, 3 de cada 4 viviendas se encuentran con rezago, comparada con 1 de cada 3 en zonas urbanas. Los estados con mayor rezago en la vivienda son Chiapas (78.2%), Oaxaca (77.8%), Guerrero (72%), Veracruz (63.9%) y Campeche (61.2%).

Además se tiene que considerar que de la población económicamente activa, 31.8 millones de trabajadores pertenecen al sector informal. Seis de cada diez tienen empleos informales, lo que significa que no tienen derecho a seguridad social ni a créditos para la vivienda, además de que al pertenecer al sector informal se complica más la posibilidad de adquirir un crédito hipotecario ante alguna institución bancaria. Lo que propicia la necesidad de rentar.

En 2001 se iniciaron los programas de rehabilitación e inversión privada en el Centro Histórico de la Ciudad de México, de igual forma en el sexenio de Vicente Fox surge el Programa de Pueblos Mágicos de México, bajo el argumento de ser un programa de desarrollo turístico integral –para localidades que en un diferente nivel de desarrollo (grado de avance); en cierne, en crecimiento, maduros o en riesgo de declive; requieren una nueva orientación o propuesta para hacer del turismo una actividad de contribución real para elevar los niveles de bienestar, mantener y acrecentar el empleo, fomentar y hacer rentable la inversión, así como fortalecer y optimizar el aprovechamiento racional de los recursos y atractivos naturales y culturales.

Sin embargo, el efecto real que provocó fue el desplazamiento de los habitantes de bajos recursos y de los comercios locales para integrar negocios de inversión privada. Generando así el fenómeno de gentrificación.

Con la rehabilitación del Centro Histórico de la CDMX, esta se volvió más atractiva no solamente para el turismo, sino también para los extranjeros con residencia temporal o permanente, tan solo de enero a noviembre de 2022 la cantidad de extranjeros en este estatus aumento 23.8%. Esto representa un negocio muy lucrativo pues se estima que la derrama económica que generan los nómadas digitales es de 3 mil millones de dólares al año. Con estos datos, el gobierno de la CDMX firmó un acuerdo con la plataforma Airbnb para “regularla” donde los anfitriones se tienen que registrar en un padrón y ahora pagan impuestos por la prestación de estos servicios de rentas a corto plazo. 

Esta situación ha generado la aseveración del proceso de especulación y mercantilización de la vivienda, donde los dueños de los inmuebles se ven cada vez más atraídos por rentar a personas con un mayor poder adquisitivo que continuar rentando a costos menores a las familias que han vivido ahí por generaciones, vulnerando así el derecho básico a una vivienda digna en pro de la ganancia individual, pero no podía ser de otra forma pues así funciona el sistema capitalista. 

En el mes de marzo del presente, se vivió un gran escandalo en redes encabezado por el empresario hotelero Ernesto Coppel, dueño de cadenas de hoteles de lujo Pueblo Bonito Golf& Spa Resorts en Mazatlán y Cabo San Lucas, pues promovió una campaña con la intención de prohibir la contaminación auditiva que provocan las Bandas Sinaloenses en las playas de Mazatlán. 

Mucho se habló de la gentrificación de las playas, de los pueblos mágicos, de las ciudades en estados turísticos, acusando directamente al turismo extranjero de invadir nuestros espacios y de querer silenciar nuestra cultura y tradiciones dentro de nuestro propio país. Esto ha desatado un sentimiento anti extranjero, que se manifiesta en acciones como las de turistas nacionales cantando canciones como “Frijolero de Molotov” para incomodar a los extranjeros y se vayan de “nuestros” espacios. El sentimiento prevalece en las grandes urbes, donde se afirma que son los extranjeros los que provocan la gentrificación, pero esta conclusión en realidad es muy superficial.

No son los turistas extranjeros, ni los nómadas digitales los que gentrifican y nos desplazan, finalmente ellos también son asalariados de otros países que buscan hacer rendir más su salario debido al incremento del coste de la vida en sus países de origen, lo cual es una consecuencia más de la crisis generalizada del sistema capitalista.

Quienes provocan y se benefician de la gentrificación son los especuladores inmobiliarios, los grandes arrendatarios y los empresarios turísticos. Son estos parásitos los que por años han ido acumulando propiedades para aprovecharse de la necesidad de vivienda de los que sí tienen un trabajo productivo en la sociedad. Todos estos sectores junto con sus representantes dentro de las instituciones del Estado burgués han utilizado las “leyes” para privatizar las playas y al ser dueños, ahora se sienten con el derecho de admisión en los espacios que antes eran de uso público. 

Son ellos los que han acaparado la vivienda en las ciudades para especular con ella, haciendo que sea prácticamente imposible adquirir un techo para nuestras familias, nos han orillado a adquirir viviendas muy pequeñas y de baja calidad a las afueras de las ciudades, donde finalmente terminan por ser abandonadas para rentar un espacio más cercano al centro de trabajo para no tener que vivir en el transporte público, aunque esto nos cueste el 61% de nuestro salario para los trabajadores del primer decil y 34% para los trabajadores del segundo y tercer decil, lo cual vulnera nuestra capacidad para satisfacer otras necesidades básicas como la alimentación.

En esta situación también interviene la especulación en la construcción. Entre el 2000 y el 2013 se inició una ola de urbanización financiarizada con el objetivo de producir espacio urbano y convertirlo en un almacén de valor de cambio que permitiera que estos activos pudieran utilizarse en el mercado bursátil. Esto generó la construcción de millones de viviendas de interés social muy pequeñas, de muy baja calidad y ubicadas en las periferias distantes de las grandes ciudades. Según un censo en 2020 hay 6 millones de viviendas de este tipo vacías en el país. 

Actualmente la especulación en la construcción no se centra en las periferias, sino dentro de las mismas ciudades, con grandes construcciones verticales de departamentos y oficinas de lujo que no podrán ser utilizados pues los precios son completamente inaccesibles para la mayoría de la población trabajadora de México. 

Estas son las grandes contradicciones del capitalismo, por una parte el Estado burgués y sus leyes, dicen garantizar como un derecho el acceso a la vivienda digna, pero la realidad es que existen millones de trabajadores sin hogar o que viven con sus familias en condiciones de hacinamiento mientras que, al mismo tiempo existen millones de viviendas sin ser habitadas. 

La existencia de derechos incumplidos plasmados en la constitución como el derecho por igual de todo mexicano a la vivienda explica los límites de un gobierno sometido a la voluntad de la clase dominante, incapacitado para hacerle frente a las necesidades más imperiosas de las clases explotadas. Tal y como Marx dijo: “Aquí nos hallamos, efectivamente, ante un ‘derecho igual’, pero todavía es un ‘derecho burgués’, que, como todo derecho, presupone la desigualdad.” Tal desigualdad es un reflejo de la sociedad dividida en clases y mientras la industria de la construcción de vivienda esté en manos de los capitalistas, poco se puede hacer para solucionar este rezago social.

La clase trabajadora es golpeada por todos los flancos en nombre de la ganancia, pues ante sueldos de hambre y un limitado acceso a créditos de vivienda se ve obligada a dedicar una buena parte de su ingreso al perezoso rentero o al banco parásito por un techo precarizado y a sobreprecio.

Son los intereses de lucro del gran capital y de la pequeña burguesía los que provocan todo este sistema de especulación, encarecimiento de la vivienda y desplazamiento de los sectores más empobrecidos de la población. Atacar de lleno la cuestión de la vivienda implica luchar por un cambio radical de la sociedad, en el que el derecho a la vivienda no se vea obstaculizado por la sed de acumulación de las empresas constructoras y el capital financiero. La lucha real contra la gentrificación es directamente contra los intereses de los burgueses especuladores, contra este sistema podrido y decadente, que solo puede garantizarnos vivir en la barbarie.