El Paro Nacional que inició el 28 de abril marca un punto de inflexión en la lucha de clases en Colombia. La retirada de la reforma tributaria es una victoria monumental, aunque parcial. Históricamente, la clase dominante colombiana ha manejado un aparato de represión con impunidad y sin importarle la percepción de la comunidad internacional. En esta ocasión se ha visto obligada a retroceder ante la fuerza del movimiento de masas de trabajadores, campesinos, indígenas, con la juventud jugando un papel de avanzada. Ni la represión, ni la militarización, ni el miedo a la pandemia lograron detener la poderosa movilización de las masas, que aún abandonadas por las centrales sindicales, se mantuvieron en la calle. Cabe destacar el heroico levantamiento en Cali. Semejante victoria propiciará un despertar enorme en la movilización y organización de las masas después del paro.
Esto lo estamos viendo en parte con la continuación del paro más allá del retiro de la reforma tributaria. “El Paro No Para” y “Duque Fuera” se han convertido en las consignas principales del día. Es claro que las masas tienen energía para llevar las cosas a su conclusión lógica, pero materialmente no hay una dirección clara, ni siquiera de parte de la izquierda reformista. Las masas no pueden manifestarse eternamente. Se necesita un plan de acción, un programa y una organización que pueda coordinar este proceso.
La reforma tributaria surge de la necesidad del estado colombiano de sufragar el enorme déficit fiscal (que podría llegar este año al 10% del PIB), y que es el resultado de la crisis del capitalismo mundial, agravada y acelerada por el impacto de la pandemia. A esto se suma la posición de Colombia como país bajo dominación imperialista que se expresa en una asfixiante deuda externa de $156,834,000,000 (51,8% del PIB y que se proyecta llegue al 62.8%). Alguien debe pagar la crisis. Y la clase dominante colombiana no tiene interés en pagar, como lo demostró el hecho de que en la fallida reforma apenas se tomasen en cuenta las recomendaciones de la comisión de expertos pagada por el mismo Estado, y que era enfática en que primero se debía gravar efectivamente al percentil más alto de ingresos. El intento de hacer pagar la crisis a la clase trabajadora y las capas medias fue la chispa que hizo estallar la rabia acumulada, por el asesinato de luchadores sociales, la juventud condenada al desempleo, la criminal gestión de la pandemia, etc.
La clase dominante colombiana, en estos últimos años, no ha podido regir de la misma manera en que lo ha hecho en las últimas décadas. El caudal de votos en la elección de 2018 a favor de reformistas como Gustavo Petro, el paro nacional del 2019, los alzamientos en Septiembre de 2020 en contra de la brutalidad policial eran todas señales claras de una creciente acumulación de descontento que amenazaba con estallar y que impide que la clase dominante pueda mantener el control de la situación con la misma mano de hierro que los ha caracterizado. Esto ha llevado a divisiones en el campo de la oligarquía dominante, con diferentes posiciones. Hay los proponentes de la renta básica universal, hay los proponentes de una reforma tributaria que sí grave a los grandes capitalistas y aumente la capacidad de recaudo del Estado para pagar la deuda externa y varios campos en el medio. En general es claro que no hay una unidad en el gobierno a la hora de cómo proceder en esta crisis, y que las disputas de poder entre los partidos tradicionales, el uribismo y los clanes familiares regionales (Char, Gnecco, Gerlein, Aguilar) están disminuyendo su credibilidad y su capacidad de acción, aunque sin eliminarlo por completo .
Como resultado de la enorme presión del paro nacional masivo se han dado algunos indicios, aislados y pequeños pero muy significativos, de grietas en el aparato del estado. Soldados de las fuerzas armadas colombianas han alzado la consigna de ‘no disparar al pueblo’. Ha habido casos aislados de fraternización con los manifestantes. . Es importante agitar hacia los soldados, que provienen de familias obreras y campesinas. Hay que proponer comités de soldados, destitución de oficiales ascendidos por el gobierno y la elección de oficiales por los mismos soldados.
Duque, como resultado de sus torpes decisiones y ante un movimiento popular que no está dispuesto a retroceder, quiere usar al mismo tiempo el palo y la zanahoria. Al mismo tiempo que manda el ejército a Cali, y se empiezan a armar grupos paramilitares en las zonas ricas, ha propuesto sentarse a dialogar con el liderazgo del movimiento y los sindicatos que convocaron al paro del 28 que inició el movimiento. Debemos ser claros: no se puede dialogar con represores como el gobierno colombiano, que ha desplegado a la policía para ahogar en sangre a las movilizaciones, y que apoya el debilitamiento del movimiento obrero. La tarea principal del movimiento es llegar a la unidad que le permita disputar abiertamente el poder político con el Estado. La consigna del momento es ¡“Fuera Duque”!
Hay que extender las asambleas barriales por todo el país. Sobre la base de estas hay que elegir comités democráticos, con delegados elegidos y revocables que coordinen la lucha en cada ciudad y departamento.Las masas han demostrado una capacidad enorme de lucha, continuando más de 7 días después de la retirada del infame robo tributario. Pero la energía de las masas no es infinita. Sin un plan para desafiar el poder, no se puede lograr nada. Es urgente que el Comité de Paro organice un Congreso Nacional de Consejos de Paro donde delegados de cada consejo puedan considerar un plan para enfrentar y vencer no solo al gobierno de Iván Duque, sino a la clase dominante que respalda a Duque y efectivamente supervisará su reemplazo en caso de que Duque termine perdiendo el poder. Ante la represión del estado y de los grupos paramilitares es imperativo que el movimiento se dote de comités de defensa, siguiendo el modelo de la guardia indígena y la primera línea.
La necesidad de un partido obrero con un programa socialista no podría ser más clara. El movimiento ha tomado por sorpresa a todos los elementos que intentan de manera consciente, de alguna manera u otra, representar a los intereses de la clase obrera colombiana. La tarea más importante en este momento es llevar los procesos del reino de la espontaneidad al reino de la organización. Un partido que atraiga a los mejores elementos de la clase obrera (aquellos que quieran trascender y eliminar el sistema capitalista y estén dispuestos a sacrificar tiempo y energía a esta causa) podría jugar un rol fundamental a la hora de llevar estos eventos a su conclusión más lógica:
Socialismo. Los reformistas, tanto extranjeros como nacionales, proponen que lo que Colombia necesita es pasar a un país más democratico y lograr un “capitalismo humano, consciente y democrático”. Hay que ser claros. La burguesía colombiana, atrasada y dominada por el imperialismo, no quiere ni puede invertir en los medios de producción en Colombia pues la deuda externa y el rol del imperialismo en Colombia impiden la posibilidad de invertir o reformar sin alterar el status quo. La presión de la clase dominante colombiana (en contra de semejante proyecto social) y que contaría con el apoyo de Estados Unidos (el ejército estadounidense que aún posee bases en Colombia) sería demasiado grande para un presidente reformista. Es necesario que la clase trabajadora colombiana tome el control de su propio destino, al frente de todos los oprimidos. Un gobierno de los trabajadores que tome las palancas más importantes de la economía, se rehúse a pagar la deuda externa y tome las tareas históricas que la burguesía colombiana no ha logrado: independencia política y financiera, reforma agraria, derechos democráticos plenos, justicia contra la impunidad, al igual que la compleción de las tareas históricas del proletariado: la creación de una economía planificada y una democracia obrera, para que la clase obrera pueda gobernar.
Todos estos logros serían importantes para una clase obrera que ha vivido décadas de represión, y condiciones de vida y trabajo absolutamente crueles. Pero si el honor de la primera revolución socialista en el siglo XXI cae en las manos de la clase obrera Colombiana, solo se podrá defender y luchar por esta revolución con un apoyo internacionalista que permita enfrentar y derribar el capitalismo a nivel global, evitando el aislamiento que facilita su bloqueo (como las experiencias del pasado reciente en América Latina demuestran). La tarea de la clase obrera con semejante victoria será entrar al teatro de operaciones de la lucha de clases internacional enarbolando la bandera roja y abogando por la causa de la liberación del proletariado, para preservar y defender la Revolución Socialista Colombiana en el camino a la construcción de la Federación Socialista de América Latina, como primer paso hacia la Federación Socialista Mundial.
Tras lograr la renuncia de Carrasquilla y después del retiro de la reforma tributaria, el Paro Nacional cuenta su décima tercera jornada de lucha y el movimiento continúa vivo en las calles. Sus pulmones, que no enferman, están cada vez más llenos de aire y fuerza. De nada han servido los ataques hechos por el Gobierno, buscando liquidarle pues, con cada herida nueva y mutilación, su rabia revive, su consciencia crece y su determinación arrecia. Es un movimiento embriagado con la energía del cambio que se abreva de la dignidad que han querido arrebatarle.
Por supuesto esto también implica cansancio. Cada día es un aprendizaje nuevo y la lucha física también agota, los días comienzan a generar nuevas experiencias, pero al mismo tiempo quitan energía. Ni hablar la desazón y la pena que dejan los compañeros caídos. La falta de dirección y el oportunismo también fatigan. Es por eso que, a pesar de su constancia, su brío se ha visto disminuido poniendo todo en una suerte de meseta que ha regalado tiempo al movimiento para ganar experiencia y madurez. Es hora de aprovecharlo.
Esto mismo lo ha usado la reacción para mostrar con mayor descaro su rostro canalla y asesino, avanzando sin piedad. Sin embargo, la estructura política del gobierno es tan débil que ha perdido toda credibilidad lo que la ha obligado a abrir espacios de diálogo, establecidos a su acomodo, para tratar de calmar los ánimos. Por supuesto, aún es incapaz, siquiera, de reconocer a sus auténticos contendientes, menos enfrentarlos cara a cara.
Así las cosas, el pulso sigue activo y el balance de fuerzas está a favor de las mayorías, aún indecisas a dar el paso definitivo. Lo que venga en los próximos días será determinante y el aprendizaje, necesario. Como sea las clases desfavorecidas, sobre todo la obrera, ya han ganado bastante y seguro, siguiendo este camino, sabrán cómo llegar a la victoria.
Los días avanzan
Esta ha sido una semana histórica. El Paro avanza y el Gobierno intenta todo lo que puede para obstaculizarlo. Ejemplo de ello, la tentativa de retomar el liderazgo por parte del Comité de Paro o la reunión con los oportunistas del MOIR y la Alianza Verde. Los tardíos e hipócritas intentos de diálogo por parte del Gobierno, la continuación de la represión con actores nuevos en el escenario (agentes vestidos de civil, paramilitarismo, censura cibernéticas, disparos indiscriminados, alianzas con el lumpen) y negociaciones internas con los diferentes gremios para separarlos y dividir. Cada intento tan dañino como el anterior pero igual de ineficaces.
Hasta la fecha se cuentan 47 homicidios, 963 detenciones arbitrarias, 548 desaparecidos y 12 hechos de violencia sexual surgidos de los 1876 casos de violencia por parte de la Fuerza Pública, reportados por la ONG Temblores. Todos han sido combustible para mantener el fuego encendido de la indignación popular. Según la misma ONG todos los días hubo muertos, menos el día 5 de mayo cuando la marcha fue más concurrida y cuando la noche anterior habían hecho uso de todo su arsenal para asustar a la ciudadanía y evitar que marcharan. Ese fue el día en que hirieron a Lucas Villa, que se debate entre la vida y la muerte, pero a pesar de eso la violencia fue menor que otros días, lo que demuestra cómo las masas juntas despiertan el temor de sus opresores.
Y es que, aunque en los últimos días, el número de manifestantes ha disminuido, las conciencias comienzan a radicalizarse; esto, en buena medida, resulta de la estrategia torpe y violenta del Estado colombiano que conoce como único método la barbarie absoluta. Los ánimos caldeados amenazan con llevarnos a escenarios más violentos y de confrontación, pero dudamos que las fuerzas del Gobierno tengan mucho más para resistir u ofrecer. Sobre todo, han demostrado que carecen de cualquier posibilidad de contar con algún apoyo de masas, como lo demuestran sus limitadas concentraciones. En la más numerosa de ellas, en Cali, antes de que se desencadenara la masacre contra el Pueblo, ayer 9, era difícil encontrar alguien menor de cuarenta años entre ese casi centenar de individuos. Realmente, el movimiento sólo espera la señal para responder u organizarse. Pero esta no vendrá de las nubes.
Contrario a sus propósitos, el Gobierno ha impulsado con sus crímenes que las mayorías indignadas comiencen a construir unidad. No lo notan ni lo esperan. Aún confían en que tienen razón al creernos inferiores. Sí, es en esos sectores de la siempre ignorada juventud, en los barrios donde no hay Toyotas nuevecitas, donde se discuten las ideas sobre la defensa y se pone en cuestión los problemas importantes.
El caso de un camión lleno de policías de civil en Cali ejemplifica los métodos mafiosos del Gobierno. Aquellos, de civil, y armados, intentaron emboscar una movilización, pero salieron corriendo luego de ser acorralados por los marchantes a quienes defendieron unos soldados que estaban ahí. Esta respuesta cobarde ha sido la misma en otros infiltrados capturados por la Minga o descubiertos por las movilizaciones en Bogotá. En las redes se pudo escuchar, gracias a Anonymous, las comunicaciones de estos agentes, asustados y perplejos huyendo del Pueblo. El miedo de todos estos canallas es más que evidente. Su falta de convocatoria los ha llevado a tener que ofrecer dinero en Twitter para reclutar asesinos.
El narcotráfico recluta vía Twitter
Mientras, surgen expresiones de apoyo por parte de algunos soldados. Inolvidable la de un soldado que hace la pregunta: “¿Con quién está usted con el Pueblo o con el Gobierno?” que se conoció hace unos días. En el video deja claro que no levanta las armas contra el Pueblo. El movimiento ha respondido con cierto escepticismo a estas actuaciones y se entiende el por qué. Estamos habituados a que la tarea del Ejército y la Policía es la represión y defender los intereses de la clase dominante. Lo cierto es que todo aquel que quiera acercarse a esta lucha, enteramente popular, realmente de masas, no tiene otra opción que pedirle permiso a ella antes de entrar y seguirla. En el caso citado, entregar las armas y enseñar cómo usarlas podría dar confianza.
Decepcionante, en este sentido, la actitud del Comité de Paro que, aceptó reunirse hoy, lunes 10, con el Gobierno. Una actitud opuesta a la de un Pueblo que tiene claro que no está dispuesto a parar hasta que caiga el Gobierno de Duque y el exempleado de Pablo Escobar e hijo del narcotraficante Alberto Uribe Sierra, Álvaro Uribe Vélez. Para mal o para bien, el único de estos jefes tradicionales que ha mostrado coherencia ha sido Gustavo Petro. Aunque por esta coherencia no llega a los análisis correctos, es de respetar que no caiga en el oportunismo que ha caracterizado al grueso de jefes tradicionales de la izquierda y el sindicalismo.
Hasta ahora, la derrota más dura, ha sido el ataque que sufrió el domingo 9 la Minga Indígena. Siguiendo una orden de Uribe, luego replicada por Iván Duque, la acción de elementos del narcoparamilitarismo en connivencia con la Policía Nacional se tradujo en el asesinato indiscriminado de indígenas que se manifestaban pacíficamente. Los delincuentes, creyéndose alguna fuerza con legitimidad, rebuznaron: “Guerra civil”. No hay tal. Lo que muestra imágenes, testimonios y resultados, fue un operativo de represión terrorista adelantado con apoyo del Estado y en favor de los intereses del narcotráfico y el sector financiero. Testimonios de una camioneta del Banco de Occidente en manos de narcoparamilitares, evidencian que la alianza entre la burguesía financiera y las mafias es total. Otra pésima decisión del clan Sarmiento Angulo: sus acciones, que el martes cayeron a U$ 5,38 apenas suben hoy a U$ 5,95. ¿Pero qué más pedirle a un ingeniero fracasado devenido en ladrón de casas y especulador?
Álvaro “Matarife” Uribe y Luis Carlos Sarmiento Angulo. Foto: ElEspectador.com
Las imágenes son aterradoras. Por si fuera poco, llegaron a sabotear una rueda de prensa de la Guardia Indígena y el lanzamiento del video musical de su himno por la noche. Pero a pesar del miedo de algunos, la energía no flaquea. Si las acciones son menos audaces, es porque se están discutiendo las soluciones. Se sabe que se necesita una respuesta organizada, se intuye que esta organización es urgente. Sigue haciendo falta una dirección.
Nuestro futuro está en el presente
Las perspectivas a futuro son dudosas y mal haríamos en sacar conclusiones apresuradas. Lo que sí es seguro, es que la consciencia del Pueblo, tras doce jornadas de lucha, es otra. Este es el mejor fundamento que podríamos tener si esto pasa a una situación revolucionaria.
Dice el Ministro del Trabajo que su principal preocupación son los 20 mil millones de pesos diarios que pierden con el paro es ahí entonces donde se les debe presionar. Lo que más les asusta es perder dinero, incluso más que perder el poder. Esta situación de insolvencia ha sido razón para que la fractura dentro de la elite se intensifique. Con todo y los intentos de la ANDI (la burguesía industrial) de extender su apoyo económico al presidente y a la Fuerzas Pública, mientras posa de negociadora, lo cierto es que su jefatura perdió descrédito entre sus asociados y comienzan a dar un paso atrás.
Dice mucho que la Canciller Claudia Blum quien en la mañana del domingo publicó un video falsificado condenado las movilizaciones y señalando a Petro. Se vio, literalmente al final del día, obligada a dejar el cargo por la presión de los trabajadores de aquí, y de todos los países. Revista Semana, antiguo bastión del periodismo devenido en decadencia tras su adquisición por parte del clan Gilinski, ha intentado sugerir que esta crisis viene desde el último consejo de ministros. La verdad es que desde que la propagandista del narcoparamilitarismo Vicky Dávila, miembro del clan Gnecco, asumió la dirección de esa publicación, su credibilidad es inferior a la de cualquier tabloide sensacionalista.
Mauricio Alvarado. Sangrienta Semana, 2021
Es un golpe duro ya que la señora Blum deja el cargo que obtuvo luego de que su esposo, José Barberi Ospina, fuese uno de los más destacados inversionistas de la campaña de Iván Duque a la Presidencia. Su hermano Juan Manuel también puso plata. Francisco José Barberi Ospina es el presidente de Tecnoquímicas, un gigante farmacéutico que en los años ochenta controlaban los narcotraficantes Rodríguez Orejuela, los jefes del Cartel de Cali. Él a su vez, participó en el cartel del papel higiénico y fue sancionado por ello hace cinco años. No es cualquier renuncia. Es un pedazo de la burguesía que lava activos del narcotráfico que pierde cuota en el poder político. Así, en doce días de paro, el Pueblo ha logrado sacar del poder a dos ministros nefastos. Ahora, hay que ir por el gordo; o por la marrana, como dirían algunos.
Esta mañana comenzó con el llamado a más movilizaciones, diversos sectores del proletariado se reúnen en asambleas extraordinarias. Algunos evalúan desobedecer al Comité de Paro y promover el cese de actividades. Diversos consejos populares y comités de base comienzan a proponer ideas. Esta iniciativa debe mantenerse y hay que llevarla hasta un gran encuentro nacional de todos los consejos que surjan de la iniciativa del Pueblo. Éste ha de ser el único organismo de poder que debamos reconocer.
Mientras, es necesario mantener la lucha, llamar a todos los compañeros que podamos desde la pregunta si se está con el Pueblo o con el Gobierno, apoyarnos en los consejos que organice el Pueblo y pedir en ellos que se desarrollen estrategias de defensa, aprovechando los aprendizajes de indígenas y soldados sublevados. Los trabajadores más conscientes y más dispuestos a comprometer nuestro tiempo y energías, debemos impulsar la creación de un partido propio, de un partido obrero. Todas las fuerzas políticas de la burguesía han caído en el desprestigio. Es nuestro momento para ofrecerle a Colombia la alternativa del socialismo. Así como enseñaron aquellos soldados sublevados: ¡Todo el apoyo para el Pueblo!
Ayer, 3 de mayo, Alberto Carrasquilla, quien fuera el impulsor de la Reforma Tributaria, salió por la puerta de atrás, renunciando junto con el viceministro general de esta cartera, Juan Alberto Londoño, y el viceministro Técnico de Hacienda, Juan Pablo Zárate. La presión del Paro Nacional, que hoy cumple 6 días, y la bancarrota total del gobierno de Duque- Uribe han puesto a prueba a estos funcionarios de papel, que al subestimar la fuerza del levantamiento popular fueron calcinados por el mismo.
La salida de este delfín de la élite colombiana no es menor, representando un duro golpe para la burguesía y sus aspiraciones económicas con referencia a la región, ya que desde el pasado 6 de abril había sido postulado para presidir la banca multilateral CAF- Banco de Desarrollo de América Latina- misma que se complica al ya no ser ministro en ejercicio. Es probable que le toque, como se dice coloquialmente “bajarse de su pedestal” e internacionalmente se le cobre su torpe manejo de los acontecimientos actuales.
Un movimiento de masas
Dos victorias seguidas en menos de 24 horas, demuestran la indudable fuerza de las mayorías unidas. El poder del movimiento se ha ido fortaleciendo con la suma de más personas a las marchas, expandiéndose a ciudades y pueblos pequeños, con la adición del gremio de transportistas, taxistas y organizaciones con tradición de lucha como el CRIC (Consejo Regional indígena del Cauca) y con la aprobación masiva de sus consignas que crece y crece.
Sin embargo, si para las derrotas nadie quiere asumir nada, en la victoria todos son padres de ella. Así, la burocracia de las Centrales Obreras, el Comité del Paro y oportunistas de centro e izquierda han aparecido, celebrando como propio el triunfo y tratando de retomar el liderazgo de las marchas. Esto no se corresponde con la realidad, pues lo cierto es que fueron las masas desde las calles las que han ganado su propia dirección y sacado sus propias conclusiones al enfrentar cara a cara la crudeza del régimen, dándose aprendizajes como el de la capacidad de resistencia , consciencia de su poder, y el aumento de las demandas.
Esto último se observa en las exigencias que van desde la derogación del proyecto de ley de reforma 010 de la Salud, el encarcelamiento de Carrasquilla, la desaparición del ESMAD, una reforma policia, y las renuncias de Carlos Camargo, defensor del Pueblo (de paseo mientras las fuerzas represivas abusaban de los marchantes), el Ministro de Defensa Diego Molano y el Presidente de la República.
Todo esto contrasta con lo propuesto por el Comité Nacional de Paro que cambió su descabellada idea de retomar movilizaciones hasta el 19 de este mes, y ahora impulsa como nueva fecha el día 5 bajo las demandas de desmilitarización de las ciudades, la retirada de la Reforma de la Salud y una renta básica, entre otras peticiones. Todas necesarias, pero ya alejadas de lo que en las calles se clama desde hace días, que en muchos casos es una afrenta al status quo(desde cuestionar el modelo económico hasta exigir la renuncia del presidente). Decir que van a la zaga del movimiento es poco.
La exigencia de renuncia de Duque cobra sentido pues el Gobierno camina en una cuerda floja, y no parecen ser los mejores escogiendo su manera de andar. Decisión tras decisión han fallado en su intento de frenar el avance del Paro, logrando justamente lo contrario. Al descubierto ha quedado que la única herramienta con la que cuenta nuestra elite es la de la represión y la ha usado hasta el cansancio. Las amenazas de detener la vacunación, de baja inversión extranjera o de hambre y brutalidad, se revelan vacías pues son parte del día a día del colombiano promedio.
Esta torpeza de la clase dominante se ha traducido en una verdadera masacre, consecuencia de una represión despiadada e inmisericorde. Por ejemplo el 2 de mayo, cuando las mayorías decidieron continuar con el Paro, recibieron como respuesta una noche de terror. Ciudades como Palmira, Ibagué, Cali, Popayán, Facatativá, Bogotá y Medellín fueron víctimas, nuevamente, del abuso del ESMAD que desapareció, golpeó, se metió a casas, amenazó a funcionarios de DDHH, violó y asesinó a sangre fría.
Según Temblores ONG al cierre de este día hubo 5 personas muertas que se suman a las 26 confirmadas de jornadas anteriores. La misma ONG registra que desde el 28 de abril van 1181 casos de violencia policial, 142 victimas de violencia física y 9 víctimas de violencia sexual. El horror es muy grande y difícil de olvidar. Lo peor es que no parece tener fin, están aumentando el pie de fuerza y en los lugares más beligerantes evitan que la gente se abastezca o movilice. En Cali el General Enrique Zapateiro tomó el mando por encima del alcalde y ha desatado una verdadera masacre contra civiles.
Sin embargo, como decíamos más arriba esta es la única herramienta con la que cuentan y es un recurso agotable y poco fiable. Los seis días empiezan a hacer mella en la fuerza pública que día tras día pierde miembros por pequeñas lesiones. El recurrir al Ejército, de hecho, fue una necesidad para suplir la falta de pie de fuerza, pero, los soldados son volubles por su origen humilde y falta de profesionalización de muchos de ellos, propensos, así, a cambiar de bando fácilmente. De hecho ya ha habido pronunciamiento de los militares en retiro, y algunos miembros de las reservas activas pidiendo a los soldados que se pongan del lado de la protesta. Aun así es importante recalcar que la institución militar es el brazo represivo del Estado y sirve a sus amos con especial sumisión.
A organizarnos
La clase trabajadora ha comenzado a confiar en su propia fuerza y ha hecho uso de ella para enfrentar los peores horrores. Sin duda este es el camino correcto, las consignas se deben seguir repitiendo hasta que se cumplan. La conclusión natural debiera ser la caída de Duque, y del Gobierno, habida cuenta de su ineptitud, cinismo e ineficiencia.
Toda ley que amenace a la clase trabajadora, en el presente o en el futuro, debe ser una causa de rebelión y movilización del movimiento también. No obstante, en caso de alcanzar esas victorias y simplemente diluirse se corre el riesgo de perder lo ganado. Por eso es necesario una organización revolucionaria que recoja los intereses de la mayoría y los traduzca en un programa político capaz de responder, por ejemplo, a un posible vacío de gobierno. Dicho programa, además, debe estar fundamentado sobre las ideas del marxismo para que nos lleve a un proceso socialista.
Si algo ha quedado claro de estos días es que la democracia burguesa, con sus elementos de Estado, está al servicio de la clase dominante, así que de poco valen los cambios en las leyes si se vuelven a someter al mismo sistema. Mientras las palancas económicas sean de las élites capitalistas las regulaciones estarán sujetas a sus intereses, pues sólo se puede regular lo que se posee.
Frente a nosotros tenemos un reto de grandes proporciones, pero es uno que se ha generado a partir de nuestro propio movimiento y experiencia adquirida con la lucha. Es innegable que se han logrado avances y se podrán alcanzar más, pero si no existe una discusión organizada alrededor de las ideas del movimiento y su objetivo, la consecuencia es que este puede ir perdiendo su energía y fuerza, dados los límites materiales de las movilizaciones. Esto representaría una gran derrota y seguramente se redoblaría la represión.
El despertar de un pueblo es extraordinario y en una semana logra avances que no se habían logrado en años. La energía revolucionaria es igual de magnífica pero se puede agotar pronto, más si adolece de un orden estratégico y es golpeada constantemente. Desde nuestra organización aplaudimos la rebeldía de la clase trabajadora y su determinación, pero insistimos en la necesidad de conformar comités barriales de lucha que discutan la manera de defenderse de los abusos policiales y discutan sobre los problemas del barrio, la ciudad y el país para proponerlos a consejos territoriales con el mismo fundamento. Igualmente desde este tipo de organizaciones se podrían discutir soluciones rápidas ante posibles ausencias de poder o determinar un programa político que, sustentado en el socialismo, brinde un propósito más grande que la defensa del movimiento: el propósito de desafiar a la élite colombiana por el poder.
El camino hacia el cambio se ha comenzado a construir y sus hacedores jóvenes, campesinos y clase obrera, se han decidido a comenzar. No obstante es un trabajo complicado que va exigir de muchos sacrificios y errores. Pero toda tarea histórica requiere un primer paso. Este paso es el más difícil. No obstante, cuando se ha tomado, los eventos tienen su propia lógica. La tarea de los Marxistas en este periodo es poner nuestro estudio de la historia y la sociedad al servicio de este movimiento de la clase obrera para derrumbar a este gobierno y la clase que representa. Lo bueno es que hemos comenzado.
Por último presentamos nuestra propuesta de programa que sometemos a crítica. por eso les invitamos a discutirlo con vecinos y amigos.
Estas líneas se escriben a las 11:30 p.m. del viernes en Bogotá, bajo un toque de queda que no se vivía desde 1977. Se diría una noche silenciosa si uno se fija en que se puede escuchar toser al vecino del edificio de enfrente, pero segundos más tarde, se oye el helicóptero que vigila el sector desde la mañana del 21 de noviembre, fecha en la que los trabajadores de Colombia decidieron parar, desesperados por el “paquetazo” de medidas anunciados por el Iván Duque. Una desesperación quizá comparable al miedo que invade al presidente y a su jefe: el senador y expresidente Álvaro Uribe Vélez.
Esta iniciativa de paro, surgida de organizaciones de izquierda, sindicatos y asociaciones obreras, ha superado a sus propios convocantes. Esto es resultado de un gran descontento acumulado por décadas de explotación y violencia. No ha sido una suma lenta y paulatina; por el contrario, el histórico atraso del campo, la violencia política, el ínfimo desarrollo de la industria, la represión política y la violencia contra los más vulnerables, se nutrieron de recortes a la educación, ataques al medio ambiente, recorte al salario de los jóvenes, incremento del narcotráfico y su poder mafiosos, asesinatos de líderes sociales y de menores de edad acusados de guerrilleros, etcétera. El resultado es más que una suma de descontentos, es un despertar de conciencia que ha llevado a los trabajadores colombianos a salir a las calles y exigir la vida digna que merecen hace siglos y poner fin años de miseria, hambre y devastación.
El ejemplo de las luchas de Puerto Rico, Ecuador y Chile ha servido como chispa para encender el descontento. Las multitudes que se conglomeraron en todo el país llegan a récords históricos. Aunque el Gobierno intentó promover una cifra de 150.000 personas movilizándose en el país, la realidad es que sólo en Bogotá, esta cifra pudo haberse dado multiplicada por nueve o diez.
Desde días antes de la movilización se percibía el miedo que invade hoy a la burguesía colombiana. Sus medios de comunicación desplegaron todo tipo de mentiras disuasivas. Se decidió un cierre de fronteras. Fuerzas de Policía patrullaban sectores estratégicos de la ciudad. Los edificios del Estado y de las grandes compañías fueron objeto de toda protección. En días anteriores se allanaron sedes del Partido Comunista, de colectivos artísticos y de medios de comunicación independientes. Sin embargo, esto no arredró al pueblo salió a las calles.
21N: Colombia decide escribir su propia historia
Desde el inicio de las movilizaciones el ESMAD (Escuadrón Móvil Antidisturbios) desplegó su violencia, sobre todo en sectores populares. Mientras que la marcha por la carrera 7 (columna vertebral de Bogotá) se adelantó sin perturbaciones. Sin embargo, la Policía había infiltrado toda clase de elementos lumpen. Aquellos que intentaban provocar actos de violencia eran expulsados de la movilización por los manifestantes. Algunos ladrones lograron robar teléfonos, pero todo el que viva en Bogotá ha vivido por lo menos una experiencia de estas. En otros puntos del país la brutalidad policial se dejó sentir de manera explícita. El caso más lamentable fue quizá el ataque sufrido por jóvenes que se arrodillaron en gesto de paz ante los agentes del orden. Éstos respondieron convirtiendo un cruce de avenidas en un campo de batalla. Al caer la tarde, las movilizaciones se mantenían.
En la ciudad de Cali la Policía propició una ola de disturbios para justificar una amplia represión. Con esto, justificaron un toque de queda. La respuesta de la ciudadanía, indignada por la falta de compromiso de los alcaldes con el derecho a la protesta y con la brutalidad y sevicia desplegada por la Policía Nacional contra personas inermes (sobre todo mujeres), motivó el llamado a un cacerolazo. Desde las 7:00 p.m. en diversas ciudades del país, ollas y sartenes -que cada vez están más difíciles de llenar- fueron azotadas por cucharas y molinillos durante horas. Incluso ciudades que tradicionalmente eran uribistas -como Medellín- hicieron sonar sus trastos en una informe sinfonía rítmica de emancipación.
Mientras, líderes sindicales preparaban su anuncio para expresar su voluntad de negociar con el Gobierno. Minutos más tarde Iván Duque habló por televisión. Su tono guerrerista no dijo nada claro: se dijo defensor de la democracia y prometió represión a los vándalos. Pero ya sabíamos que el vandalismo era obra del Estado. Cuando un tipo con la responsabilidad de gobernar un país no puede ni siquiera expresarse con claridad, es hora de despedirle. Por ello, desobedeciendo la orientación sindical, se promovió una nueva jornada de paro. En diversas ciudades se decretó ley seca y toque de queda.
El paro continúa
Desde la mañana se evidenciaron los problemas de transporte en la capital provocados por el cierre de estaciones y portales de TransMilenio (BRT). Esto no evitó que el centro de la ciudad se inundara de gente. Sobre todo jóvenes. La marcha fue reprimida y se convocó a cacerolazos en espacios públicos de la ciudad. La asistencia fue masiva en todos los casos y el Estado respondió con toque de queda y anuncio de conversar la próxima semana.
Tan pronto inició el toque de queda se recibieron reportes de vándalos entrando a casas. La comunicación entre los trabajadores permitió evidenciar que se trataba de delincuentes contratados por la Policía, según algunos reportes, por $50.000 (13€, aprox.). En zonas como el 7 de Agosto se oyeron disparos. La cosa salió tan mal que el alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, denunció que estas noticias eran parte de una campaña para crear pánico. Ahora, en varios conjuntos residenciales de la ciudad, los trabajadores hacen guardia armados con lo que han encontrado en sus casas. Se ha convocado a continuar el paro este sábado a partir de las 10:00 a.m. (-5 GMT).
Absolutely massive.
Today in Colombia huge protests against the right-wing government and President swept across the country.
Este despliegue de violencia, este afán por usar todos los métodos de represión posibles, evidencia el miedo de un presidente que el sur del país ha llamado cobarde (chuchinga bambaro). Una cobardía que viene desde arriba y se evidencia en el desespero de Álvaro Uribe cuando denuncia el bloqueo de su cuenta de Twitter. Las mismas incongruencias a la hora de hablar de represión y respeto al diálogo y la democracia son otra evidencia del miedo del que están penetrados el presidente Duque y su jefe Uribe.
Al mismo tiempo que despliega la represión y militariza Bogotá, Duque hace llamados a una “conversación nacional” sobre las medidas sociales necesarias. En más de un sentido, estas tácticas del palo y la zanahoria recuerdan al chileno Piñera, pero Colombia no es Chile y la práctica de aplicar fórmulas foráneas siempre la ha pagado caro nuestra oligarquía.
Este estado de cosas en el que el régimen en el poder y la clase que lo respalda no es capaz de responder a las mínimas necesidades de sus gobernados, en el que la confianza del pueblo en su máxima autoridad es nula y en el que lo único garantizado que tenemos por parte del Gobierno es violencia y muerte, se hace necesario pasar a la ofensiva.
¿Y si derrocamos al Gobierno?
En este momento, la única garantía que se tiene de poner fin al “paquetazo” de Duque es sacar la infecta presencia de Duque del solio de Bolívar. Llegar a esto no será fácil. El gobierno es debil e impopular. Aunque el descontento de las masas es más que evidente, no se ha consolidado una dirección revolucionaria que oriente el movimiento hacia la victoria. Para esto, es necesario que en estas jornadas de lucha que nos han acercado a nuestros vecinos y en las que hemos visto el despertar de la conciencia política de varios amigos, organicemos cabildos populares en los que se analicen los problemas inmediatos y se busquen soluciones colectivas. Estos cabildos deberán funcionar bajo una estructura democrática, de tal manera que se garantice que su control reposa en manos de todo el pueblo. Será en estas canteras en las que se forjarán los líderes que necesitamos.
Colombia🇨🇴:
Yet another US-backed Latin American President, Ivan Duque, is facing an uprising over neoliberal economic policies and privatisation plans
Will Western media cover these popular uprisings? Or do protests only matter in countries that are enemies of the US? pic.twitter.com/B6nmgBO5yj
Mientras llegamos a este escenario, debemos mantener el paro hasta que Iván Duque se retire del poder y tanto él como su jefe sean judicializados. Como parte de esto, debemos exigir la disolución del ESMAD y formar comités de defensa obrera. Estos pueden llevar el nombre de víctimas de la violencia estatal. Sólo ellos, manejados democráticamente, nos pueden garantizar verdadera seguridad. Tras esto, sólo un programa socialista que surja de los cabildos organizados, podrá ser una verdadera salida a cinco siglos de violencia capitalista. Lograrlo no será fácil pero los trabajadores sabemos que aquello que es importante sólo aparece como resultado del esfuerzo