La despenalización del aborto en México ha avanzado desde septiembre del año pasado, cuando la SCJN declaró la inconstitucionalidad de penalizarlo, pues viola los derechos humanos de las mujeres. Sin embargo, solo en 13 de los 32 estados se ha modificado la legislación local, siendo Jalisco el último en sumarse a la iniciativa.
Los casos más representativos son la CDMX y Oaxaca, donde la legalización ha llevado a una mejora en el acceso a servicios de aborto seguro y legal. Las clínicas y hospitales del estado están ahora mejor capacitados y preparados para ofrecer estos servicios de manera segura. Sin embargo, en Oaxaca, a pesar de la legalización, el acceso al aborto puede ser limitado en áreas rurales y en comunidades con menos recursos.
La legalización en los demás estados ha disminuido el número de abortos clandestinos y de riesgo, pero la falta de una implementación seria en el sector público hace que esto no se haya resuelto completamente. Aunque ya no está penado, el acceso sigue siendo complicado, especialmente para la población más vulnerable. Esto ha llevado a que las clínicas privadas enfrenten mayor demanda y expandan sus servicios. A pesar de que algunas organizaciones no gubernamentales y grupos proderecho reproductivos colaboran con clínicas privadas para proporcionar servicios de aborto y apoyo adicional a mujeres, debido al costo de estas clínicas, las mujeres de escasos recursos siguen sin poder acceder. Al final del día el capitalismo también aprovecha la demanda de este derecho.
Respecto al acceso a los servicios públicos, la situación es burocrática, limitando el número de fichas al día para iniciar el trámite, lo que obliga a llegar en la madrugada. Además, se limita la atención a una pequeña cantidad de mujeres provenientes de otros estados, lo que significa que si no se obtiene ficha el primer día, se debe esperar hasta el siguiente. El proceso puede tardar varios días o incluso semanas antes de que se proporcione el medicamento para realizar el procedimiento en casa o se programe una intervención quirúrgica.
Esta limitación pone en riesgo el acceso a este derecho para las mujeres trabajadoras, quienes deben conseguir permisos en sus trabajos para poder acudir al trámite, con el riesgo de no obtener ficha y de exceder las semanas reguladas.
Debate a nivel nacional
A pesar de que la SCJN ha despenalizado el aborto a nivel nacional, los grupos de derecha conservadores y provida no han cesado en sus ataques contra el derecho de las mujeres a abortar. Una investigación realizada por Opendemocracy reveló que la organización Vida y Familia (ViFac) ha recibido donaciones de algunas de las familias y empresas más ricas del país. ViFac administra una red nacional de “centros de embarazos en crisis” y, mediante campañas de publicidad engañosa, atrae a mujeres que desean abortar ofreciendo ecografías gratuitas e información sobre el procedimiento. Sin embargo, su objetivo es disuadirlas de interrumpir el embarazo mediante juicios morales, religiosos e información falsa, e incluso ofreciendo alternativas de adopciones irregulares.
Es escandaloso el apoyo económico que ha recibido esta organización provida. Entre 2017 y 2023, ViFac recibió 1.9 millones de dólares de 22 fundaciones empresariales y familiares, incluyendo la Fundación del Dr. Simi, la Fundación José Cuervo, Soriana, Grupo Bimbo; así como los dos principales donadores: el Nacional Monte de Piedad ($389,909 USD) y la Fundación del Empresariado Chihuahuense ($719,620 USD).
Estos datos evidencian quién tiene el control del poder económico en el país y que, independientemente de las legislaciones estatales, tienen la capacidad de impulsar campañas publicitarias en cines, bardas, espectaculares, anuncios en redes sociales, etc., con la finalidad de desinformar y polarizar a la opinión pública contra la lucha por el legítimo derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos. Finalmente, ellos son la burguesía, quienes controlan el capital y se sienten con el derecho de controlar la reproducción de nuestra clase a través de la opresión de las mujeres trabajadoras.
Por otro lado, las organizaciones feministas y de derechos han continuado su lucha en el ámbito legal, presionando a los congresos estatales que aún no han despenalizado el aborto para que lo hagan. Sin embargo, es innegable que, a partir del decreto de la SCJN, la lucha por la legalización y despenalización del aborto ha abandonado las calles para centrarse en la lucha legislativa. El debate ya no está en las escuelas y la agitación ha disminuido, como si de alguna manera ya no fuera necesario, pues tenemos “garantizado nuestro derecho”. Esto no es así, ya que el debate sigue estando bajo los términos de la legalidad burguesa.
La lucha no puede limitarse a términos legales, ya que lo que diga un papel no garantiza que las mujeres podamos acceder a un aborto legal, seguro y gratuito. Por lo tanto, el debate debe continuar y la lucha en las calles debe seguir, exigiendo que todas las instituciones de salud pública cuenten con los recursos necesarios para que todas las mujeres, tanto del campo como de la ciudad, puedan acceder a su derecho.
Gobierno de la 4T
El programa de la 4T siempre se presentó como progresista, a favor de los pobres y desposeídos de derechos. Sin embargo, el presidente Andrés Manuel López Obrador nunca se pronunció a favor de la legalización del aborto; al contrario, adoptó una postura tibia en cuanto a la legislación sobre el aborto, reconociendo la necesidad de respetar las decisiones judiciales y los derechos humanos, pero sin impulsar la iniciativa a nivel federal.
En los estados donde gobierna Morena, y bajo la política de alianzas sin principios del partido, la legalización se ha logrado gracias a la presión de las movilizaciones de mujeres y no por iniciativa del gobierno estatal. Algunos gobernadores, provenientes de otros partidos, han tratado de evitar que la reforma pase, y varios diputados y senadores se han manifestado abiertamente en contra.
Por lo anterior, queda claro que no debemos tener ninguna esperanza de que este partido, por sí mismo, nos garantice derechos bajo el sistema capitalista. Al contrario, debemos recalcar que lo que hoy es ley en un gobierno “progresista” puede ser arrebatado en un gobierno de derecha. Un ejemplo de esto es el caso de Estados Unidos, donde los estados más conservadores han prohibido nuevamente el aborto. Esto tuvo un impacto en la frontera norte de nuestro país, donde cientos de mujeres estadounidenses cruzaron la frontera para obtener medicamentos para realizar el procedimiento, aumentando así los precios de manera estratosférica.
La lucha continúa
El derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos es una batalla que continúa. Es un derecho que debemos ganar en las calles, organizándonos para cambiar nuestra situación de raíz. El aborto es solo una de las muchas cosas que deben cambiar para lograr una vida más digna. Bajo ningún gobierno, incluso de izquierda, la situación cambiará de raíz.
El 1 de octubre tomará posesión la primera mujer presidenta de la historia de nuestro país, y ha declarado que “es tiempo de mujeres”. Pero las comunistas nos preguntamos: ¿de qué mujeres? ¿De las que pertenecen a las familias y grupos empresariales más ricos del país que financian campañas contra los derechos democráticos de las mujeres que no pertenecemos a su clase? O es tiempo de que las mujeres trabajadoras tomemos las riendas de nuestro destino, porque, sin importar el género, las mujeres burguesas no tienen ningún interés en mejorar nuestras condiciones de vida. Ellas no están dispuestas a renunciar a sus vidas de lujos y excesos que pueden darse a partir de la explotación de nuestra clase.
Recordemos el ejemplo de la Unión Soviética, donde el aborto fue legalizado en 1920. Esto fue un parteaguas no sólo en términos de derechos, sino que tuvo un impacto significativo en la calidad de vida de las mujeres proletarias, mejorando de manera considerable. Pero esto solo fue posible gracias a la lucha revolucionaria de las mujeres y hombres proletarios cuando tomaron el poder.
Por eso debemos luchar bajo la bandera del comunismo para lograr la emancipación completa de las mujeres proletarias y nuestros hermanos de clase, luchando contra el capitalismo voraz que se sirve de la opresión de la mujer para subsistir. La lucha por el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, por maternidades deseadas y en contra de la esclavitud doméstica, también es la lucha por el comunismo y por una vida digna.
La mayoría de las mujeres del mundo hoy están muy lejos de alcanzar la igualdad, mucho menos la liberación. La diferencia salarial entre hombres y mujeres es un aspecto, pero la desigualdad y la opresión van mucho más allá. Desde el miedo a dejar nuestras bebidas desatendidas cuando salimos por las noches hasta la ansiedad de volver a casa solas, tener que aguantar constantes comentarios y miradas sexistas; hacer la mayor parte de las tareas domésticas; pasar por que los médicos no se tomen en serio las “enfermedades de las mujeres” y, en general, por ser tratadas como si valiéramos menos, la lista es interminable…
La desigualdad y la opresión están tan arraigadas en las estructuras de la sociedad que impregnan toda la vida de una mujer, independientemente del lugar del mundo en el que vive. Se expresan de manera repugnante bajo el capitalismo, pero se han transmitido a través de miles de años de sociedad de clases.
Las supuestas soluciones que nos ofrecen los políticos y las cúpulas de la sociedad no son en absoluto satisfactorias. Están impregnadas de perspectivas individualistas que rechazan la lucha de clases y un cambio de sistema, a favor de la promoción de una ideología de “la jefa”, en la que el sexismo y la opresión se presentan como algo que puede ser superado de manera individual dentro del capitalismo.
Pero los mayores avances para la liberación de la mujer no han llegado a través de la ilustración independiente o de luchas individuales contra un mal sistémico, sino a través de la lucha colectiva y revolucionaria para cambiar fundamentalmente la sociedad.
Por lo tanto, sería difícil nombrar a otra persona que haya tenido un mayor impacto en la liberación de la mujer que Lenin. Esta afirmación probablemente hará que bastantes feministas se horroricen. ¿Qué tiene que decir hoy un “hombre ruso blanco que murió hace 100 años” sobre la lucha por la liberación de la mujer? Pero la Revolución Rusa, dirigida por Lenin, demostró que es posible acabar con el sistema capitalista en el que vivimos y empezar a construir una sociedad sin desigualdad ni opresión. Por fin, la verdadera liberación de la mujer estaba en el orden del día. Sin embargo, no se dejaba sólo en manos del individuo, sino que formaba parte de una lucha colectiva de todas las capas oprimidas de la sociedad. Antes de 1917, Rusia era una sociedad con una cultura patriarcal extremadamente opresiva. La Revolución de Octubre fue un terremoto que sacudió los cimientos de esa cultura. De un solo golpe, se eliminaron todas las leyes que situaban a la mujer en una posición inferior al hombre y se descriminalizó la homosexualidad. Y eso fue sólo el principio.
El centenario de la muerte de Lenin ha sido recibido, naturalmente, con una campaña de difamación por parte de la prensa capitalista. Pero también muchas feministas, que por escrito se proclaman progresistas, desprecian a Lenin. Tachan a Lenin, junto con Marx y Engels, de “viejos hombres blancos”. Pero quienes se suman a esta tendencia están, en realidad, ayudando políticamente a la clase dominante. Descartan la idea revolucionaria de que, para acabar con la opresión de la mujer, hay que acabar con la sociedad de clases. Y eso sólo sirve a la clase dominante, a aquellos cuyo poder y privilegio dependen de la opresión y la desigualdad como parte inherente de su sistema.
La lucha de las mujeres y la revolución
Toda la lucha política de Lenin estuvo dirigida hacia un propósito: el derrocamiento revolucionario de la sociedad de clases y la construcción de una sociedad completamente nueva, sin desigualdad ni opresión: una sociedad comunista. La razón por la que la clase capitalista tiene un odio tan extremo por Lenin es porque dirigió la única revolución obrera exitosa de la historia del mundo: una revolución en la que la clase obrera tomó el poder y que demostró que es posible organizar la sociedad de acuerdo con las necesidades de las personas y no por los beneficios.
La Revolución Rusa fue más lejos que ningún otro acontecimiento en la historia de la humanidad para la liberar a la mujer de la esclavitud de la sociedad de clases. Los bolcheviques dieron pasos gigantes hacia la verdadera emancipación de la mujer, conmocionando al mundo entero, sacudiendo hasta la médula a quienes tenían el poder e inspirando a las trabajadoras (y trabajadores) de todo el mundo. Por lo tanto, no es casualidad que las mujeres de muchas partes del mundo obtuvieron el derecho al sufragio (junto con muchos otros derechos) en los años inmediatamente posteriores a la revolución.
La Revolución Rusa sigue siendo la contribución más importante a la lucha contra la opresión de la mujer en la historia mundial. Más de 100 años después, las medidas que Lenin, y el resto del Partido Bolchevique, tomaron tras la revolución siguen siendo las más progresistas de la historia mundial.
Los bolcheviques eliminaron todas las leyes que imponían la desigualdad entre sexos. Se concedió a las mujeres el derecho al aborto y al divorcio, y se abolió la distinción entre hijos nacidos dentro o fuera del matrimonio. A modo de comparación, el derecho al divorcio no se introdujo en Dinamarca hasta 1925, y el derecho al aborto hasta 1973. A los estudiantes daneses se les enseña que la socialdemócrata Nina Bang fue la primera mujer ministra del mundo. Sin embargo, no fue ministra hasta 1924, siete años después de que Alexandra Kollontai fuera nombrada Comisaria del Pueblo (es decir, Ministra) en la Unión Soviética.
Uno de los primeros decretos de Kollontai se refería a la maternidad, e introducía, entre otras cosas, 16 semanas de baja por maternidad remunerada, y restringía la semana laboral de las mujeres lactantes a sólo cuatro días. Una vez más, hay que recordar que en aquella época el permiso de maternidad era totalmente inexistente en la mayor parte del mundo. En Dinamarca, hasta 1960 no se introdujo una ley sobre el permiso de maternidad que incluyera a todas las trabajadoras asalariadas. Y eso sólo durante 14 semanas, y no con sueldo completo, sino al nivel de las prestaciones por desempleo. A día de hoy, 16 semanas de permiso de maternidad remunerado superan la cantidad a la que tienen derecho las mujeres incluso en el país más rico del mundo, Estados Unidos, donde las mujeres sólo tienen derecho a 12 semanas de permiso de maternidad no remunerado.
Pero la igualdad ante la ley fue sólo el primer paso dado por los bolcheviques. Es sólo el requisito formal para erradicar la desigualdad. Para lograr la igualdad real, no basta con tener nuevas leyes escritas sobre el papel. Se requieren cambios radicales en las condiciones sociales y económicas de la sociedad.
Aquí es donde comenzó el verdadero trabajo de los bolcheviques para la emancipación de la mujer: el trabajo de alterar las condiciones materiales, eliminando la desigualdad desde la raíz, es decir, la división de clases. Para ello era necesario acabar con la propiedad privada sobre los medios de producción, es decir, con la propiedad de los capitalistas y terratenientes sobre las fábricas, las empresas y la tierra. En su lugar, se empezó a construir un plan democrático de producción dirigido a resolver las necesidades sociales de la gran mayoría, la clase obrera y los campesinos más pobres.
Una vez logrado el primer paso de la igualdad ante la ley, Lenin describió las siguientes tareas:
El segundo paso, el principal, ha sido la abolición de la propiedad privada sobre la tierra y las fábricas. Así, y únicamente así, se abre el camino para la emancipación completa y efectiva de la mujer, para su liberación de la “esclavitud casera”, mediante el paso de la pequeña economía doméstica individual a la grande y socializada.
El tránsito es difícil, pues se trata de transformar las normas” más arraigadas, rutinarias, rudas y osificadas (a decir verdad, son bochorno y salvajismo, y no “normas”). Pero el tránsito ha comenzado, se ha puesto inicio a la obra, hemos entrado en el nuevo camino. (Lenin, ‘Día Internacional de la Mujer Trabajadora, 1921)
Para que las mujeres fueran libres, era necesario acabar con el trabajo doméstico, que, en palabras de Lenin, mantiene a las mujeres en la “esclavitud doméstica”. Había que socializar el trabajo doméstico, lo que significaba concretamente la creación de guarderías, jardines infantiles, cocinas comunitarias, lavanderías públicas, etc.
Desde el surgimiento de la sociedad de clases hace miles de años, las mujeres han estado encadenadas al hogar. El capitalismo ha desempeñado un papel importante en la incorporación de las mujeres a la sociedad como trabajadoras y, por tanto, como participantes en la lucha de clases. Pero no ha conseguido eliminar la esclavitud doméstica de las mujeres, lo que significa que las mujeres trabajadoras bajo el capitalismo sufren una doble carga: como trabajadoras y como mujeres.
Incluso en los países capitalistas desarrollados, la mayor parte del trabajo doméstico recae sobre las mujeres. Hoy en día en Dinamarca, donde la tasa de empleo de las mujeres es casi la misma que la de los hombres, las mujeres realizan una media de una hora más de tareas domésticas al día que los hombres. El nacimiento de los hijos repercute significativamente en el salario de las mujeres, en sus pensiones y, no menos importante, en el tiempo que dedican a otras cosas aparte de la familia, como la implicación en la cultura o la participación en la actividad política.
Limitadas por las condiciones materiales
Sin embargo, las ambiciones de los bolcheviques no podían ir más allá de la realidad material de la República Soviética. Lenin había dejado claro desde el primer día que la revolución debía extenderse a los países capitalistas más desarrollados si se planeaba construir el socialismo. Por desgracia, la Revolución Rusa permaneció aislada y, en los primeros años después de 1917, el joven Estado soviético estaba luchando por sobrevivir en la guerra civil que los Estados capitalistas más poderosos habían fomentado en Rusia y por evitar la hambruna.
Los recursos eran extremadamente limitados y, por tanto, también la posibilidad de realizar los planes de socialización de las tareas domésticas. En este contexto, que el Estado soviético consiguiera algo era impresionante. Pero con la toma dictatorial del poder por parte de Stalin, gran parte de los avances que las mujeres habían logrado tras la revolución fueron revertidos, por ejemplo, en relación con el derecho al aborto y al divorcio.
A pesar de la degeneración y el retroceso bajo Stalin y sus sucesores, la economía planificada supuso un enorme progreso para las mujeres. La esperanza de vida de las mujeres se duplicó, pasando de 30 años en tiempos del zar a 74 años en los años setenta. En 1971 había más de 5 millones de plazas en las guarderías y el 49% de los estudiantes de educación superior eran mujeres. Los únicos países en los que las mujeres superaban el 40 por ciento en la enseñanza superior eran Finlandia, Francia, Suecia y Estados Unidos.
Las ideas políticas de Lenin se basaban en un fundamento filosófico materialista, es decir, en la comprensión de que son las condiciones materiales las que determinan la conciencia, el pensamiento, la ideología, la cultura, etc.
El requisito previo para acabar con la cultura sexista y misógina que durante miles de años ha devaluado a las mujeres en comparación con los hombres, y las ha mantenido fuera de la vida pública, es por tanto un cambio en las condiciones materiales. Eso significa la abolición de la propiedad privada de los medios de producción.
Pero los bolcheviques no se quedaron de brazos cruzados tras nacionalizar la economía, sino que emprendieron una amplia labor para contrarrestar la cultura machista de Rusia. Se pusieron en marcha programas especiales para erradicar el analfabetismo entre las mujeres e implicarlas activamente en la dirección del Estado y del partido. Al mismo tiempo, los bolcheviques realizaron una gran labor para elevar el nivel cultural en general, acabando así con los prejuicios religiosos y otras formas de chovinismo.
Lenin dirigió una lucha por la igualdad de la mujer no sólo ante la ley, sino en todos los ámbitos.Los comunistas nos consideramos los defensores más consecuentes de la emancipación de la mujer. A diferencia de las feministas liberales, Lenin no se quedó dentro del marco del capitalismo. Lo máximo que se puede conseguir dentro de este sistema es la igualdad ante la ley. Y como todos nosotros en Escandinavia, donde la igualdad ante la ley se ha logrado desde hace mucho tiempo, podemos decirles esto sigue estando muy lejos de acabar con la opresión de la mujer. Las feministas liberales han conseguido la igualdad formal y, al mismo tiempo, contribuyen al mantenimiento de la desigualdad social y cultural que aún predomina.
Para Lenin, el punto central de la lucha de las mujeres era la clase. La clase es la única que atraviesa todas las demás formas de opresión, y en torno a la cual giran todas ellas. La clase dominante es una minoría insignificante en la sociedad y hace lo que puede para dividir a la clase obrera en función del género, la etnia, la religión, etc., para intentar enfrentar a los diferentes grupos de trabajadores entre sí.
Los comunistas y la lucha de la mujer
Para Lenin, no sólo la revolución es necesaria para la liberación de la mujer, sino que la participación de la mujer es decisiva para que la revolución tenga éxito. No se trata de una cuestión secundaria.
Fueron las mujeres trabajadoras las que desencadenaron la Revolución Rusa cuando se declararon en huelga el Día Internacional de la Mujer en 1917. A lo largo de la revolución que condujo a Octubre, Lenin insistió una y otra vez en la necesidad de organizar a las mujeres en la lucha. En una de sus Cartas desde lejos -escritas antes de su regreso del exilio en 1917- escribió: “Si no se incorpora a las mujeres a las funciones públicas, a la milicia y a la vida política, si no se arranca a las mujeres del ambiente embrutecedor del hogar y la cocina, será imposible asegurar la verdadera libertad, será imposible incluso construir la democracia, sin hablar ya del socialismo.” (Lenin, Cartas desde lejos, tercera carta, ‘Acerca de la milicia proletaria’)
Sin la participación de las mujeres, la revolución no podía triunfar. Y la cuestión de organizar a las mujeres de la clase obrera en la lucha por el comunismo no sólo fue considerada como crítica por Lenin en el período previo a la Revolución de Octubre, sino también después, y en la construcción de la Tercera Internacional como herramienta para extender la revolución por todo el mundo. Sin embargo, la opresión de la mujer bajo el capitalismo también significa que, por lo general, hay menos mujeres que hombres organizadas en la lucha. Lenin también abordó este problema:
“¿Por qué en ninguna parte, ni siquiera en la Rusia Soviética, no militan en el Partido tantas mujeres como hombres? ¿Por qué el número de obreras organizadas en los sindicatos es tan reducido? Estos hechos obligan a reflexionar. […] Todos estos razonamientos se vienen abajo ante una necesidad inexorable: sin millones de mujeres no podemos realizar la dictadura proletaria, sin ellas no podemos llevar a cabo la edificación comunista. Debemos encontrar el camino que nos conduzca hasta ellas, debemos estudiar mucho, probar muchos métodos para encontrarlo.
“Por lo tanto, es perfectamente correcto que planteemos reivindicaciones en beneficio de las mujeres. […]Los derechos y las medidas sociales que exigimos de la sociedad burguesa para la mujer, son una prueba de que comprendemos la situación y los intereses de la mujer y de que bajo la dictadura proletaria las tendremos en cuenta. Naturalmente, no con adormecedoras medidas de tutela; no, naturalmente que no, sino como revolucionarios que llaman a la mujer a trabajar en pie de igualdad por la transformación de la economía y de la superestructura ideológica.” (Clara Zetkin, Lenin sobre la cuestión de la mujer)
Lenin subrayó repetidamente que la lucha por la liberación de la mujer trabajadora no puede separarse de la lucha por la revolución socialista. No se puede acabar con la desigualdad y la opresión sin acabar con la sociedad de clases. Sin embargo, eso no significa que por ello rechazara la lucha por las reivindicaciones de las mujeres antes de la revolución.
A veces se acusa erróneamente a los comunistas de descuidar la lucha de las mujeres como algo que se resolverá con la revolución. Pero está claro que eso no es cierto. Es cierto que pensamos que la revolución es la única forma de acabar con la opresión de la mujer, pero eso no significa que rechacemos la lucha por las reivindicaciones democráticas aquí y ahora.
Los comunistas no nos sentamos a esperar la revolución, sino que nos lanzamos a la lucha diaria. Como explicó Lenin, los trabajadores pueden movilizarse a través de la lucha diaria por las reformas y las reivindicaciones democráticas, y a través de esta lucha se ponen de manifiesto las limitaciones de la democracia capitalista. La tarea de los comunistas es utilizar las luchas diarias para plantear la necesidad de luchar por una revolución. Lenin explicó que cuanto más libre y democrática es una sociedad, más evidente se hace que el problema no es simplemente tal o cual ley, sino el capitalismo mismo:
“En la mayoría de los casos el derecho al divorcio será “irrealizable” bajo el capitalismo, pues el sexo oprimido se halla sometido económicamente, y por más democracia que exista bajo el capitalismo la mujer sigue siendo “una esclava doméstica”, una esclava encerrada en el dormitorio, en la habitación de los niños, en la cocina […]
“Sólo quienes no saben pensar o que no conocen el marxismo, deducirán: ¡entonces la república no es necesaria; la libertad de divorcio no es necesaria; la democracia no es necesaria; la autodeterminación de las naciones no es necesaria! Los marxistas saben que la democracia no elimina la opresión de clase, sino que torna la lucha de clases más directa, más amplia, más abierta y pronunciada y eso es lo que necesitamos, precisamente. Cuanto más amplia sea la libertad de divorcio, tanto más claro será para la mujer que la fuente de su “esclavitud doméstica” es el capitalismo y no la falta de derechos. Cuanto más democrático sea el régimen de gobierno, tanto más claro será para los obreros que la raíz del mal está en el capitalismo y no en la falta de derechos. […]” (Lenin, ‘Una caricatura del marxismo y del “economismo imperialista”’)
Cuanto más amplia es la democracia, más claro queda que no es simplemente la falta de democracia la culpable de la opresión, sino que la opresión tiene raíces mucho más profundas: en el capitalismo y en las propias estructuras de la sociedad de clases.
Como ya se ha mencionado, la opresión de la mujer dista mucho de haber desaparecido de los países escandinavos, a pesar de la igualdad de derechos democráticos entre hombres y mujeres. Cada vez más mujeres tienen claro que la solución al sexismo, a la violencia contra las mujeres y a su condición de ciudadanas de segunda clase no está en el parlamento, sino en una revisión más profunda de toda la estructura de la sociedad. Nuestra tarea como comunistas es lanzarnos a estas luchas cotidianas de las mujeres, y al mismo tiempo utilizarlas para mostrar cómo están conectadas con la opresión de clase y la necesidad de luchar contra el capitalismo.
Lenin tenía claro que este trabajo vital, de atraer a las mujeres con conciencia de clase al movimiento revolucionario, no era sólo tarea de las mujeres, y estaba en contra de un movimiento femenino comunista separado. Era tarea de todo el partido. Era necesario educar y atraer a todos los comunistas sobre la cuestión de la opresión de la mujer y la importancia del trabajo revolucionario entre las mujeres, incluidos los camaradas masculinos, si se quería llevar a cabo el trabajo con éxito. A veces eso significaba incluso vencer la resistencia de los camaradas varones, como la marxista alemana Clara Zetkin recordaba que decía Lenin:
“Nuestras secciones nacionales conciben la labor de agitación y propaganda entre las masas femeninas, su despertar y su radicalización como algo secundario, como una tarea que afecta exclusivamente a las mujeres comunistas. Se reprocha a las comunistas que esta obra no avanza con la debida rapidez y energía. ¡Esto es injusto, totalmente injusto! Verdadero separatismo e igualdad de derechos de la mujer à la rebours, como dicen los franceses, es decir, igualdad de derechos de la mujer al revés[…]
“Son muy pocos los maridos, hasta entre los proletarios, que piensen en lo mucho que podrían aliviar el peso y las preocupaciones de la mujer, e incluso suprimirlos por completo, si quisieran ayudar “a la mujer en su trabajo”. No lo hacen, por considerarlo reñido con “el derecho y la dignidad del marido”. Este exige descanso y confort. La vida casera de la mujer es un sacrificio diario en miles de detalles nimios. El viejo derecho del marido a la dominación continúa subsistiendo en forma encubierta. Su esclava se venga de él objetivamente por esta situación, también en forma velada: el atraso de la mujer, su incomprensión de los ideales revolucionarios del marido debilitan el entusiasmo de éste y su decisión de luchar. Estos son los pequeños gusanos que corroen y minan las energías de modo imperceptible y lento, pero seguro. Conozco la vida de los obreros, y no sólo a través de los libros. Nuestro trabajo comunista entre las masas femeninas, nuestra labor política comprende una parte considerable de trabajo educativo entre los hombres. Debemos extirpar hasta las últimas y más pequeñas raíces del viejo punto de vista propio de los tiempos de la esclavitud. Debemos hacerlo tanto en el Partido como en las masas. Esto afecta a nuestras tareas políticas, lo mismo que la imperiosa necesidad de formar un núcleo de camaradas —hombres y mujeres— que cuenten con una seria preparación teórica y práctica para realizar e impulsar la labor del Partido entre las trabajadoras.” (Clara Zetkin, Lenin sobre la cuestión de la mujer)
La lucha de las mujeres y el comunismo
El capitalismo se encuentra en una profunda crisis. No es sólo una crisis económica, sino una crisis histórica que impregna todos los poros de la sociedad. Se mire por donde se mire, el mundo parece sumirse en guerras y catástrofes climáticas. El sexismo, el racismo, la transfobia y otras formas de discriminación y opresión proliferan. Esta crisis se deja sentir con especial intensidad entre los jóvenes, que la experimentan en todos los ámbitos de la vida. Significa un deterioro de la cultura, de las relaciones humanas y de nuestra psique, como vemos con la crisis de la salud mental.
Lo único que se ofrece a los jóvenes y a los trabajadores es un pesimismo abismal y soluciones individuales. Pero la crisis del capitalismo no sólo conduce al pesimismo. El callejón sin salida del sistema está provocando un cambio cualitativo de conciencia entre cada vez más personas que se sienten insatisfechas con las soluciones individuales. Buscan ideas que les permitan salir de la crisis. Millones de mujeres y hombres de todo el mundo se están movilizando en la lucha contra la desigualdad y la opresión.
La alternativa al pesimismo y a las soluciones individuales se encuentra en Lenin y los bolcheviques. Su respuesta fue una lucha colectiva contra todo el sistema. No se detuvieron en el marco del capitalismo. Arrancaron de raíz la causa misma de la opresión y la desigualdad.
Esta es la tradición en la que nos basamos hoy los comunistas. Nos lanzamos a la lucha de las mujeres, pero armados con la clara perspectiva de que no se puede separar de la lucha por el comunismo, y de que cualquiera que quiera luchar seriamente contra la opresión de las mujeres debe organizarse en la lucha por el comunismo. Lenin y los bolcheviques comenzaron la lucha. Nos corresponde a nosotros completarla de una vez por todas y crear una sociedad en la que mujeres y hombres puedan vivir una existencia humana, sin desigualdad ni opresión.
El sábado 26 de noviembre se convocó en Roma una manifestación nacional contra la violencia hacia las mujeres, en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Posiblemente habría unas 10.000 personas en la manifestación, como máximo: muchas menos que las cerca de 100.000 de años anteriores. La manifestación fue convocada por el grupo activista de mujeres “Non una di meno” (Ni una menos).
Las compañeras, y también compañeros, de Sinistra Classe Rivoluzione –la CMI en Italia– participaron con consignas y pancartas revolucionarias, y su puesto de material fue posteriormente atacado por autodenominadas activistas de los derechos de la mujer.
La razón de la menor participación es que “Non una di meno” ya no es el movimiento que fue en el pasado. En su apogeo, había reunido a diversas corrientes del movimiento de la mujer, entre ellas las mujeres de la CGIL, la principal confederación sindical de Italia, por ejemplo. Las compañeras de Sinistra Classe Rivoluzione, la CMI en Italia, también formaban parte de este movimiento y participaban en sus actividades.
Ahora, sin embargo, “Non una di meno” ha visto predominar en sus filas a las seguidoras de la teoría Queer, que han expulsado sistemáticamente a todos los demás grupos, asociaciones y movimientos que no están de acuerdo con ellas. Y lo han hecho con tácticas muy agresivas, a veces con violencia física. Han condenado al ostracismo a la mayoría de los distintos componentes de los movimientos de mujeres y LGBT, incluidos sus partidarios en el movimiento obrero, con sus métodos gamberriles.
El sábado pasado, las compañeras de Sinistra Classe Rivoluzione participaron, como siempre han hecho, en la manifestación. Marcharon detrás de una pancarta con el lema “Meloni Vattene” (Meloni Vete) en texto grande, seguido de un lema más pequeño: “Nuestra liberación: revolución”. Las compañeras de la CMI no eran conscientes de que la suya sería la única pancarta política de la manifestación.
La pancarta de la CMI fue recogida por todos los medios de comunicación, pero también fuimos atacados y mal citados con el objetivo de presentar a nuestras compañeras como promotoras de la violencia, incluso se las acusó de animar a atacar físicamente a la Primera Ministra. Se nos acusó de lanzar la consigna: “Meloni fascista, primera de la lista”, y otras declaraciones similares. ¿Por qué esta falsificación? Los medios de comunicación burgueses intentan criminalizar a la izquierda relacionándola con un tipo de consigna que estaba presente en los años 70, cuando también se produjo un fenómeno de terrorismo de izquierdas, incluyendo asesinatos de importantes figuras políticas.
Esta campaña mediática ha creado ahora un gran escándalo, con destacados políticos al frente. Una de ellas es Daniela Santanchè, Ministra de Turismo del actual gobierno, mientras que la Subsecretaria de Defensa, Isabella Rauti, dijo que todo esto está alimentando un clima de odio, con amenazas contra la Primera Ministra. Otros atacaron a “las mujeres que odian a las mujeres”.
Lo que tenemos en realidad es un intento descarado de utilizar la política de identidad para dividir el movimiento. Estos cínicos embusteros se retuercen las manos y dicen: ¿Cómo pueden las mujeres odiar a otras mujeres? Esto ignora convenientemente el hecho de que el actual gobierno está formado por elementos de derecha, intolerantes, sexistas y racistas. Tan pronto como este gobierno llegó al poder, empezó a plantear la idea de prohibir el derecho al aborto. ¿No es esto violencia por parte de mujeres Meloni y sus amigas– contra la masa de mujeres corrientes en Italia? ¿Por qué las ministras de este gobierno sólo ven la supuesta violencia de unas pocas consignas pero ignoran la violencia real que se ejerce contra las mujeres cada día?
Cabe destacar quién es Isabella Rauti en realidad. Es la hija de Pino Rauti, antiguo dirigente del MSI (Movimiento Social Italiano, creado tras la Segunda Guerra Mundial por partidarios del Partido Fascista de Mussolini). En su juventud, fue miembro del MSI, y luego siguió a su padre en una escisión a la derecha del partido, para formar la Fiamma Tricolore. Finalmente, acabó con Giorgia Meloni en los Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia). Así que sabrá un par de cosas sobre la violencia y los métodos violentos. También procede de una tradición totalmente reaccionaria en cuestiones como los derechos de las mujeres, los homosexuales y las personas trans. Pero, ¿por qué dejar que todo esto estropee una buena historia? Cuando se trata de “mujeres que odian a otras mujeres”, esta gente es experta. Odian a las mujeres de la clase trabajadora hasta el punto de que –como hemos visto– el gobierno al que pertenecen ha contemplado incluso la posibilidad de abolir el derecho al aborto.
Su principal objetivo era presentar a Giorgia Meloni como víctima de una campaña de odio personal –fabricada–. Todas ellas han expresado su solidaridad con Meloni, y exigen que las “mujeres de izquierda” se distancien de tales consignas y las condenen.
Antes, bajo la influencia de la política de identidad, las autodenominadas “dirigentes” del “Non una di meno” habían exigido que nadie acudiera a la manifestación con pancartas ni consignas políticas. Es una situación increíble. Aquí tenemos el gobierno más derechista de Italia desde hace décadas, que ha atacado abiertamente los derechos de las mujeres y los derechos de los homosexuales y los trans, un gobierno que expresa abiertamente opiniones misóginas, homófobas y transfóbicas, ¡y se supone que el movimiento contra la violencia sobre las mujeres pretende ser apolítico!
Este llamamiento para que no haya pancartas políticas se ha hecho en manifestaciones anteriores, pero todo el mundo lo ignoró en general, y varios grupos y movimientos acudieron con sus pancartas. Los compañeros de la CMI se presentaron con su pancarta “Meloni Vete”, junto con banderas rojas, levantando consignas tanto por los derechos de las mujeres como contra este gobierno reaccionario [ver artículo más abajo para la lista de consignas].
El hecho de que las compañeras de la CMI expresaran sus posiciones de forma abierta y audaz molestó a las organizadoras. Pero lo que les molestó aún más fue el alto perfil de nuestra intervención, con toda la cobertura mediática que recibió.
Al día siguiente de la manifestación, se celebró un encuentro nacional del movimiento “Non una di meno”, en el que las compañeras de la CMI (SCR) siempre han participado regularmente. Como han hecho en el pasado, también instalaron su puesto de material político en el lugar de la reunión. Las organizadoras atacaron físicamente el puesto, con varias decenas de ellas rompiéndolo, tirando al suelo panfletos y folletos y pisoteándolos.
Aquí tenemos “mujeres atacando a mujeres”, pero este tipo de violencia está aparentemente totalmente justificada cuando proviene de las organizadoras: las mismas organizadoras que siempre condenan la violencia de cualquier tipo, ¡hasta el punto de que incluso aplaudir se considera un acto de violencia! Sin embargo, el verdadero motivo del ataque físico a nuestras compañeras no es la pancarta, sino su agudo análisis de la cuestión de las mujeres y su negativa a aceptar las teorías que dividen al movimiento.
Los compañeros de la CMI en Italia destacan la necesidad de la unidad de la clase obrera para luchar por los derechos de las mujeres y de las personas LGBT, junto con la necesidad de derribar al gobierno actual y luchar por un gobierno de los trabajadores. Sostienen la lucha de millones de mujeres con problemas reales acuciantes, al tiempo que reconocen los derechos de gays, lesbianas y personas trans.
Los compañeros de la CMI en Italia se oponen a cualquier idea, y a cualquier tipo de análisis, que conduzca a la división y fragmentación del movimiento. Destacan que el movimiento debe unirse y rechazar cualquier política que nos divida: que enfrente a trabajadores contra trabajadoras, a gays contra mujeres, o a las mujeres contra las personas trans, etc. Todos los oprimidos deben estar unidos en torno a la clase obrera, luchando por cambiar el sistema en su conjunto.
Publicamos aquí una breve declaración de los camaradas del SCR, junto con una aclaración de las verdaderas consignas que levantaban en la manifestación.
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“Non una di meno”, la triste degeneración de un movimiento
Por Sinistra Classe Rivoluzione
Después de la manifestación contra la violencia hacia las mujeres del 26 de noviembre, como compañeras de “Sinistra, Classe, Rivoluzione” [la CMI en Italia] asistimos a la asamblea nacional de “Non una di meno”. Justo antes del inicio de la asamblea, nuestro puesto fue clausurado por la violencia física por un grupo de unas decenas de dirigentes de “Non una di meno”, que tiraron nuestro material político al suelo y lo pisotearon, declarando abiertamente que su intención era negarnos la libertad de expresar nuestras ideas, lo que también ocurrió dentro de la propia asamblea cuando exigimos el derecho a explicar lo sucedido y a presentar nuestras posiciones.
Ver VÍDEO: [el momento en el que Serena, del SCR, pregunta si puede hacer una pregunta, y es rechazada a gritos].
Una de las razones que nos dieron fue la “excesiva” visibilidad en los medios de comunicación de nuestro bloque en la manifestación detrás de la pancarta “Fuera Meloni”. En primer lugar, no somos responsables de los reportajes distorsionados en la prensa burguesa, identificando nuestra pancarta con consignas que no hemos levantado. En segundo lugar, creemos que es importante que el movimiento luche contra el actual gobierno reaccionario e intolerante que desde el mismo día en que llegó al poder ha declarado la guerra a los derechos de las mujeres y de las personas LGBT. Nos parece sorprendente que estas posiciones sean consideradas ajenas por la dirección de “Non una di meno”. Pensamos que estas posiciones, así como cualquier otra que pretenda hacer avanzar el movimiento, deberían beneficiarse del derecho a la libertad de expresión en las mejores tradiciones del movimiento obrero, y de todos los movimientos de lucha.
Por lo tanto, consideramos inaceptable que la dirección de “Non una di meno” haya puesto un veto a estas ideas y haya bloqueado el desarrollo de un debate democrático, abierto, genuino y sincero. Ahora más que nunca, con un gobierno dispuesto a atacar frontalmente los derechos de las mujeres y de las personas LGBT, consideramos necesario desarrollar esta discusión, y como compañeras de la Sinistra Classe Rivoluzione seguiremos haciéndolo diariamente en los centros de trabajo, en las escuelas y colegios, y en las calles, con una fe inquebrantable en los trabajadores y trabajadoras de este país en la lucha contra este gobierno.
Las verdaderas consignas que levantaron en Roma las compañeras de la CMI (SCR)
Por Sinistra Classe Rivoluzione
Fuimos a la manifestación en Roma contra la violencia hacia las mujeres con una pancarta que decía: “¡Fuera Meloni! Nuestra liberación pasa por la revolución”. Varios periódicos citaron consignas que nunca levantamos. Por ello, ponemos a disposición de los lectores las verdaderas consignas que levantamos durante la manifestación.
Reivindicamos nuestro derecho democrático a pedir la dimisión de una presidenta del Gobierno, y pretendemos conseguir este objetivo lo antes posible, de la misma manera que nuestros compañeros de Brasil -que durante años salieron a la calle con el lema “Fora Bolsonaro” [Fuera Bolsonaro]-, que finalmente se ha cumplido.
[Nota: lo que sigue son traducciones].
– ¡Somos libres para luchar! – ¡Mujer, vida, libertad, revolución! – ¡Fuera la Iglesia de los centros de planificación familiar, de las escuelas y del Estado! – Sanidad: ¡pública, gratuita y laica! – La objeción de conciencia [de los médicos] debe ser abolida. ¡Yo decido sobre mi vida! – [Pregunta] ¿El derecho a la objeción? [Respuesta] ¡Abolición! – Contra el acoso y la represión, ¡lucha en las escuelas y con ocupación! – ¡La mujer libre del hombre, ambos libres del Capital! – Contra los patrones, sean hombres o mujeres, ¡unidad de la clase obrera y revolución! – No a la guerra y al imperialismo, ¡es el capitalismo el que provoca la guerra! – ¡Enterraremos el patriarcado si derrocamos el capitalismo! – ¡Meloni, Meloni vete ya! – Una mujer contra las mujeres: ¡Meloni, Meloni, prepárate para temblar! – Contra la derecha misógina e intolerante, no temas, ¡es la hora de la lucha!
La acción directa es uno de los métodos de lucha más conocidos e implementados, donde se realizan actos autoorganizados por iniciativa individual o grupal, enfocados a responder ante situaciones concretas, estas pueden ser de carácter violento o no. En el caso de la acción directa no violenta pueden considerarse los actos de manifestaciones en vías públicas, huelgas, ocupaciones de espacios públicos entre otras, algunos teóricos le llaman a esto desobediencia civil, nosotros somos críticos ante este llamado, ya que le quita su contenido de clase y se le quiere acomodar entre muchos otros métodos de la “sociedad civil” diluyendo su contenido de clase. En el caso de la acción directa violenta, esta se le relaciona regularmente con el anarquismo, pues parte de la idea del terrorismo individual como ente provocador de la insurrección revolucionaria, que puede ir desde la destrucción de la propiedad privada, enfrentamientos con la policía, hasta atentados contra figuras de poder político.
En la historia del desarrollo del movimiento feminista, los métodos de la acción directa y la desobediencia civil han sido utilizados, desde el movimiento sufragista en Gran Bretaña hasta nuestros días, con ejemplos como el bloque negro.
Ante las grandes olas de violencia y desigualdad hacia la mujer que recorren cada rincón de nuestro país, estos métodos también se han extendido, prácticamente no hay una sola marcha donde no se realicen pintas, se rompan vidrios o haya enfrentamientos con la policía. Estos, aunque son realizados por grupos minoritarios en las manifestaciones, han adquirido cierto reconocimiento y aceptación por un sector del movimiento, sin embargo, estos actos no han tenido el resultado deseado, pues la intención no es la “destrucción o el enfrentamiento” en sí, sino que se busca un despertar de las masas manifestantes hacia la acción directa, cuestión que no ha sucedido. Aunque sus actos son aceptados por un sector del feminismo no hay una confluencia hacia la radicalización del movimiento y estos actos se mantienen de forma aislada.
León Trotsky en su texto “Por qué los marxistas se oponen al terrorismo individual”, escrito en noviembre de 1911, explica lo siguiente:
“A nuestro entender el terror individual es inadmisible precisamente porque devalúa el papel de las masas en su propia consciencia, las hace resignarse a su impotencia y volver la mirada hacia un héroe vengador y liberador que esperan llegará un día y cumplirá su misión. Los profetas anarquistas de la ‘propaganda de la acción’ pueden mantener todo lo que quieran a propósito de la influencia exaltadora y estimulante de los actos terroristas sobre las masas. Las consideraciones teóricas y la experiencia política prueban que sucede todo lo contrario. Cuanto más ‘eficaces’ son los actos terroristas y mayor es su impacto, más limitan el interés de las masas por su auto-organización y auto-educación”.
De esta forma tendríamos que plantearnos la pregunta, ¿Se puede provocar una revolución a través del terrorismo individual? Si el planteamiento fuera tan sencillo como eso, sería entonces muy sencillo provocar revoluciones, lo cual no es así pues de ninguna manera un grupo de personas puede sustituir la acción revolucionaria de las masas, y su participación requiere de un proceso dialéctico de acumulación de contradicciones en la vida cotidiana y de un proceso de toma de conciencia de las masas, donde estas deben pasar por un periodo de educación, de aproximaciones sucesivas hacia la mejor táctica de lucha, donde hay métodos que educan más que otros. De esta forma entendemos que intentar suplir el accionar de las masas genera la falsa sensación de que no es necesaria la organización pues “alguien más” ya lo está haciendo, también limita la toma de conciencia sobre la verdadera fuerza que tiene el movimiento y muestra una falta de confianza hacia las capacidades de organización y lucha de nuestra clase, por lo tanto, estas concepciones son equivocadas al momento de elevar a otro nivel el proceso de lucha.
Esto de ninguna manera significa que como marxistas nos oponemos al ejercicio de la violencia desde un punto de vista moral, si no que nos oponemos a la violencia individual desde un punto de vista táctico, la moral de los comunistas no tiene que ver con la moral burguesa que está diseñada en beneficio y defensa de los intereses de la propiedad privada, si no que nuestra moral se basa en el análisis de que es lo que ayuda a elevar el nivel de conciencia de la clase obrera y por lo tanto su grado de organización.
Nuestra táctica entonces implica la participación de nuestra clase en huelgas, manifestaciones en vías públicas, paros, etc. pues estas acciones van encaminadas a ayudar a las masas a creer en sus propias fuerzas, a auto organizarse y esto ayuda a tomar conciencia de las tareas históricas que tenemos por delante, además de que se pueden ver más claramente las limitaciones que hay dentro del sistema capitalista y su democracia burguesa para resolver nuestros problemas y demandas.
Para nosotros el uso de la violencia no es un tabú, sabemos que en algún momento será necesario emplearla pues la clase dominante no va a ceder el poder político y económico pidiéndolo por favor, y nosotros estaremos dispuestos a luchar hombro a hombro de manera organizada con nuestra clase. Una provocación de un acto violento aislado da a la burguesía el pretexto perfecto para utilizar su brazo armado para reprimir al movimiento, pues la represión nunca es focalizada sino general, esta situación puede llevarnos a perder entre la violencia del estado y la desmoralización a los mejores cuadros del movimiento, descabezándolo y propiciando la desmovilización, esto en definitiva no ayuda al movimiento en general.
En el caso del movimiento de la mujer donde estos métodos se han vuelto muy populares debemos decir que es cierto que expresan toda la rabia acumulada por las condiciones barbáricas a las que estamos sometidas las mujeres dentro del sistema capitalista y que es muy válido expresarlo y hacerlo notar, pero lo que ha sucedido es que este proceso de expresión de la rabia, termina silenciando las voces de víctimas y familiares, convirtiéndose en su contrario, pues es muy clara la política de cobertura de los medios de comunicación donde se vuelcan hacia el lugar donde se está realizando la acción directa en vez de cubrir los mítines y discursos donde se habla de los casos de las víctimas, los encabezados de la prensa siempre son la cobertura de las pintas y destrozos dejando solo unas notas pequeñas de los nombres de las víctimas por quienes salimos a las calles. ¿Esto ayuda a la lucha? ¿Visibiliza a las víctimas?
La cuestión en este caso es que no solo se trata de un error de método, sino de su política de lucha, en una entrevista ofrecida al periódico Milenio (puedes consultar la entrevista completa aquí: https://hoy.lasalle.mx/en-el-bloque-negro-ese-color-es-solo-una-manera-de-hacerse-visible/) , una simpatizante y participante de la organización Okupa Bloque Negro declaró que la criminalización y enfrentamientos con la policía son una forma de romper con los roles de género, pues se espera que las mujeres protestemos de forma pacífica:
“Por el hecho de ser mujer, porque la mujer es mal vista, se ve mal rompiendo, se ve mal quemando, por eso hablan de nosotras… pero somos mujeres que estamos rompiendo con los estereotipos marcados de la sociedad”.
Efectivamente existen estereotipos de género marcados por la sociedad de clases, pero para eliminarlos por completo es necesario transformar radicalmente las bases materiales que reproducen estos estereotipos, que además han sido creados para perpetuar la opresión hacia la mujer. Nosotras podemos romper, quemar y pintar todo lo imaginable, pero eso no cambiará la realidad material, eso no combate, ni siquiera rasguña la estructura del sistema capitalista, por eso es que, tanto desde el punto de vista táctico como político, este tipo de acciones son muy limitadas.
Alternativa revolucionaria y de clase
La violencia hacia la mujer, como hemos dicho, se encuentra presente en cada espacio de la vida diaria de las mujeres de la clase obrera, son las mujeres de nuestra clase las que no poseen los medios económicos necesarios para vivir en zonas residenciales vigiladas, para transportarse en auto particular y evitar el acoso callejero, no poseen el poder económico para hacer que las instancias judiciales actúen de forma inmediata en el ejercicio de justicia ante un caso de violencia, son las mujeres trabajadoras las que no pueden pagar guarderías y deben encargar a sus hijos, etc., estas son las condiciones a las que la mujer obrera se ve sometida dentro del capitalismo, se ve inmersa en un estado de indefensión y dependencia económica y social, muestra evidente de la opresión generada por este sistema hacia nuestra clase.
La lucha por la emancipación de la mujer no debe tratarse de manera superficial, requiere de un análisis filosófico preciso y serio, más allá de las condiciones de género, que, si bien están presentes y podemos diferenciarlas en todo momento estas son producto de una contradicción más profunda, la contradicción de clase.
Nuestras principales diferencias con el movimiento feminista y sus tácticas son que estas derivan de una premisa filosófica errónea pues concentran toda la lucha en las diferencias de género, contra los privilegios masculinos, contra el dominio patriarcal, que asumen como la causa raíz de la opresión de la mujer. Al asumir estas premisas como causa, caemos en la posición interseccional, en la heterogeneidad del feminismo, donde existe un feminismo para cada mujer, que lo interpreta de acuerdo con sus condiciones de clase, donde hay mujeres más privilegiadas que otras que aprovechan la lucha y la conquista de derechos de la mujer en general para reafirmar su posición de opresoras de clase. Esto no significa que nos oponemos a la conquista de derechos democráticos para las mujeres, todo lo contrario, pues entre más derechos tengamos más nos daremos cuenta de que nuestro problema no es la falta de derechos sino este sistema de explotación, pero sí creemos necesario profundizar más en la teoría para conocer si nuestro enemigo a derrotar es el “sistema patriarcal” o el sistema social basado en la propiedad privada.
Aunque sabemos que las demandas de la lucha por la emancipación de la mujer no podrán ser completamente resueltas dentro del sistema capitalista, pues su funcionamiento depende de la opresión y sumisión de las mujeres trabajadoras, es necesario levantar la bandera de un programa de lucha por reivindicaciones que ayuden a mejorar nuestras condiciones, es por esta razón que planteamos algunas medidas transitorias para organizar la lucha contra la violencia hacia la mujer, por nuestro derecho democrático a decidir sobre nuestro cuerpo, por mejorar las condiciones de trabajo de las mujeres y de las madres trabajadoras y por nuestra emancipación del yugo del trabajo doméstico.
Con respecto a la violencia hacia la mujer, esta debe ir ligada a la lucha contra el sistema capitalista, para poder erradicarla, y para esto es necesario que la lucha de la mujer esté ligada a la lucha por el socialismo. De igual forma, debemos incentivar la organización colectiva y permanente de las mujeres, junto al pueblo organizado, en policías comunitarias controladas por las comunidades y grupos de autodefensa que puedan formarse de manera democrática y popular en las calles, colonias, centros de trabajo y de estudios; es correcto luchar por leyes que nos protejan pero deben ir acompañadas de una transformación profunda de las estructuras judiciales y de las condiciones materiales que llevan a la opresión de la mujer sino de poco servirán. Necesitamos un estado totalmente nuevo, donde las instituciones encargadas de impartir justicia estén bajo control de los trabajadores y sectores oprimidos, que no sean burocráticos y tengan la posibilidad, en tribunales populares, de resolver rápidamente las controversias, los cuales no deben revictimizar a la mujer al momento de presentar una denuncia, luchamos por la formación de casas de atención integral y resguardo a mujeres víctimas de violencia.
Si el Estado es incapaz de proveernos de estas cuestiones mínimas para salvaguardar la vida de las mujeres, es nuestro deber organizarnos y luchar para conseguirlos, sin dejar de luchar porque el Estado las financie manteniéndose bajo nuestro control democrático.
Sobre el aborto, como compañeras organizadas y conscientes de la necesidad de avanzar en la conquista de derechos democráticos para las mujeres y personas gestantes, debemos luchar por la despenalización y legalización del aborto, sin restricción de causales en todo el país, para que este sea reconocido como un derecho humano, por lo tanto; de acceso libre, seguro y gratuito, y este deberá incluirse integralmente como parte del derecho a la salud pública. También nuestra lucha debe orientarse para que la educación sexual y el acceso a los métodos anticonceptivos puedan llegar hasta el más alejado rincón del país para que las mujeres tengan la posibilidad de prevenir embarazos no deseados.
Como parte importante de la clase obrera, luchar por mejorar nuestras condiciones laborales con el conjunto de nuestros compañeros de clase es fundamental, debemos alzar la consigna: “A trabajo igual salario igual”. Por el derecho al libre acceso a guarderías, jardín de niños y escuelas gratuitas, seguras y de calidad para los hijos e hijas de todas las madres trabajadoras, sin importar si su trabajo es formal o no, impulsando el acceso a todas las mujeres hacia el trabajo formal con derechos y prestaciones remuneradas. Debemos luchar por ampliar el tiempo de las licencias de maternidad y paternidad con el 100% del sueldo. Nuestra lucha también debe ir orientada hacia la eliminación de todas las leyes laborales o penales discriminatorias hacia la mujer, por la formación de comités en los centros de trabajo y sindicales que asuman la protección, defensa y combate contra el acoso sexual y laboral, y por la participación libre y plena de las mujeres en las organizaciones obreras.
A diferencia de algunas posiciones feministas, los marxistas no creemos que la remuneración del trabajo doméstico sea un proceso de empoderamiento o liberación de la mujer, sino todo lo contrario, pues proporcionar un salario a la realización de las tareas del hogar reafirma la idea absurda y reaccionaria de que nuestro lugar está dentro de las cuatro paredes del hogar familiar y que nuestra función es el cuidado de la familia nuclear. Consideramos esta reivindicación como reaccionaria y contraproducente hacia la emancipación de la mujer, pues nuestro lugar debe de estar en la producción social, fuera del hogar, construyendo las fuerzas de una nueva sociedad, no sometidas ni enclaustradas dentro de nuestras casas, es por eso que nosotros reivindicamos la socialización del trabajo doméstico, donde estas tareas de cuidados y limpieza deben estar a cargo del estado, bajo la administración democrática del conjunto de la clase obrera, así estas tareas pasarán a ser una responsabilidad social y no un yugo de opresión hacia las mujeres.
Nuestra lucha contra la violencia y la opresión de la mujer se plantea en términos más allá del género y más allá de las limitantes de este sistema social.
Sabemos que la opresión se expresa de muchas maneras diferentes y hacia cientos de sectores diferentes, donde todos los días nos enfrentamos a sucesos violentos y discriminatorios por motivos raciales, étnicos, de género, de orientación e identidad sexual, etc., pero en cada una de estas variantes encontramos un factor común, la clase a la que pertenecemos, donde nuestros intereses y luchas en común son mucho mayores que nuestras diferencias.
Somos nosotros, los de la clase obrera, los que todos los días nos enfrentamos a las penurias de no tener el suficiente ingreso para alimentar a nuestras familias, somos los obreros los que no tenemos acceso a atención médica especializada y de calidad, somos nosotros los que sufrimos a diario la violencia de los prejuicios de una sociedad machista, racista, homofóbica, transfóbica y clasista. ¿Por qué dividir nuestra lucha en los mismos términos y estereotipos que nos marca la clase dominante? Esta división debilita la organización de nuestra clase y desvía nuestra atención hacia enemigos superficiales que no podremos destruir, pues solo son ramas del árbol podrido mas no su raíz.
Desde el estudio de la evolución del ser humano se ha demostrado que nuestra especie pudo adaptarse y sobrevivir gracias a su forma de organización en colectividad, vestigios de este instinto colectivo afloran en momentos críticos, donde olvidamos todos los prejuicios de individualidad y mezquindad de la sociedad burguesa y nos volvemos uno solo. Ejemplo de esto han sido los terremotos de 1985 y 2017, o recientemente el colapso de la línea 12 del metro, donde nuestra solidaridad de clase se expresa, en estos momentos es cuando podemos ver de manera muy clara que no hay diferencias entre los oprimidos, pues todos padecemos las penurias del capital.
Nuestra alternativa de lucha siempre será la de clase, pues sobre nuestros hombros se recarga todo el peso de la desigualdad, es nuestra clase la única capaz de arrebatarle el poder político, económico y social a esa clase parasitaria y burguesa.
Los y las trabajadoras somos la única clase capaz de destruir al sistema capitalista por nuestro papel dentro de la producción, es por ello que la organización y la lucha obrera son la mayor arma que podemos tener para destruir las bases materiales de la desigualdad, la violencia y la opresión, conquistando el poder político económico y social para ponerlo al servicio de la mayoría explotada, donde una nueva sociedad pueda construirse sobre las cenizas de la propiedad privada, eliminando las contradicciones de clase podremos avanzar hacia el proceso de transformación de la educación, de la cultura, de la moral, que le permita a las nuevas generaciones tener una visión de convivencia colectiva, sin los prejuicios y ataduras burguesas hacia la mujer, donde todos podamos ser completamente libres y completamente iguales, de este modo bajo una transformación radical de la sociedad, bajo una transformación socialista, las nuevas generaciones podrán vivir en un mundo lejos de la violencia y la explotación del capital.
Clara Zetkin fue organizadora del movimiento socialista alemán e internacional y es considerada la gran impulsora del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, que se conmemora cada 8 de marzo. Como dirigente comunista en Alemania, después de la Primera Guerra Mundial, tuvo un papel fundamental en la fundación del nuevo Partido Comunista Alemán (KPD).
Clara Zetkin nació el 5 de julio de 1857, en Wiedenau (Sajonia), era la mayor de los tres hijos de Gottfried Eissner, su padre (maestro de escuela y organista de la iglesia), y Josephine Vitale Eissner, segunda esposa de Gottfried y antes viuda de un médico local.
Su madre tuvo gran influencia en Clara Zetkin, ya que era fiel defensora de la igualdad de derechos entre mujeres y hombres y de la emancipación del poder económico de la mujer.
Su trabajo hacia la mujer fue inspirado por varias organizaciones, incluidas la Asociación de Mujeres Alemanas y la Federación de Asociaciones de Mujeres Alemanas, dirigidas por activistas de los derechos de las mujeres como Auguste Schmidt y Louise Otto. Cuando Clara tenía 15 años se mudó a Leipzig, junto con su familia.
Ahí, sus principales actividades eran leer libros socialistas, leer periódicos y asistir a las reuniones de la Sociedad de Educación de Mujeres de Leipzig y la Asociación Nacional de Mujeres Alemanas. Estos temas de pensamiento socialista y de la lucha de la mujer, se convirtieron en los pilares de lo que sería su vida. En esa época estudió derecho y tenía el propósito de ser profesora.
A los 17 años se implicó con el movimiento obrero y comenzó a trabajar en el ámbito de la política social.
Su relación con los revolucionarios rusos propició su unión con un joven exiliado de esa nacionalidad: Ossip Zetkin. Cuando Bismarck prohibió el SPD (Partido Socialdemócrata Alemán) en 1881, Clara Zetkin decidió exiliarse por imposición propia, y pasó la mayor parte de la década en Suiza y París. Ahí escribió y distribuyó literatura clandestina, y también conoció a numerosos líderes socialistas internacionales. Clara comenzó a asistir a las reuniones de la Sociedad de Educación de los Trabajadores de Leipzig y a rechazar su acomodada vida de estilo burgués, cosa que desencadenaría la división entre su familia.
Estas experiencias hicieron que Zetkin sintiera una gran simpatía por el proletariado y decidió dedicar su vida a la transformación marxista de la sociedad. Debido a una ley alemana que prohibía a las mujeres unirse a partidos políticos, no pudo convertirse en miembro oficial del SPD, sin embargo, esto no impidió que trabajara duramente apoyando su causa. Debido a una ley antisocialista en Alemania, Ossip Zetkin se vio obligado a abandonar el país y Clara decidió voluntariamente irse también con él. Primero viajó a Linz, Austria, donde Clara trabajó como tutora de trabajadores de fábricas. Después se unió a un grupo de miembros del SPD en Zurich, Suiza, en 1882, donde escribió varias obras en la clandestinidad. En noviembre de ese año se reunió con Ossip Zetkin en París. La pareja comenzó a vivir junta y tuvieron dos hijos, Maxim y Konstantine, pero nunca se casaron oficialmente, porque Clara no quería renunciar a su ciudadanía alemana. Ella, sin embargo, adoptó el apellido de su marido y permaneció como compañera de Ossip hasta el final de su vida.
En Paris, Zetkin comienza a concentrarse en combinar sus intereses con el socialismo y la cuestión de la mujer, en un intento de lograr la igualdad para las mujeres trabajadoras en el movimiento proletario. Su participación en la lucha por la emancipación de la mujer también la llevó a reestablecer lazos con su familia, que acudió en su ayuda después de que Zetkin contrajera tuberculosis debido a las condiciones empobrecidas en las que vivía en la capital francesa. Su familia la llevó a su casa en Leipzig mientras se recuperaba y fue ahí, precisamente, donde dio su primer discurso público sobre la liberación de las mujeres y de todos los trabajadores a través de una revolución de clase.
Ella creía que una vez se pudiera establecer la igualdad de clases en una sociedad socialista, la opresión económica y social de las mujeres llegaría a su fin. Después de su convalecencia, Clara regresó a París para cuidar a Ossip, quien padecía tuberculosis espinal. Desgraciadamente, nunca se recuperó y murió en enero de 1889.
Clara Zetkin pudo superar el dolor por la muerte de su pareja al sumergirse de lleno en su actividad política. Su preocupación por la causa socialista era tan grande que el cuidado de sus hijos fue la única consideración personales que tuvo durante muchos años.
Se convirtió en una de las principales mujeres del movimiento socialista y en julio de 1889 fue una de las ocho mujeres delegadas que asistieron al Segundo Congreso Internacional, en París. Ella estuvo ahí como representante de las mujeres de la clase obrera de Berlín, la capital alemana, y en un discurso ante el Congreso, ella delineó claramente las ideas en apoyo de la igualdad de las mujeres que había estado desarrollando. En su discurso reiteró la creencia de que ella y sus camaradas no deberían centrarse solamente en ganar derechos puntuales para las mujeres, como la educación, la igualdad económica, etc., sino centrarse en acabar con el sistema capitalista que oprimía a todas las mujeres y a todos los trabajadores. Posteriormente, fue seleccionada para dirigir los esfuerzos de reclutamiento y educación para el SPD, en Berlín. Ella y otras seis mujeres regresaron a Alemania para fundar el Comité de Agitación de Berlín.
Más tarde se casaría con el pintor Georg Friedrich Zundel, un hombre 18 años menor que ella. El matrimonio, que comenzó en 1899, empezó a desintegrarse durante la Primera Guerra Mundial y terminó en divorcio en 1927, principalmente debido al compromiso abrumador de Zetkin con su trabajo.
Cuando regresó a Alemania, desde Stuttgart, editó el periódico de mujeres socialistas Die Gleichheit (Igualdad), que durante un cuarto de siglo fue vehículo de expresión de las mujeres socialistas de su época, sirviendo para denunciar el trato discriminatorio del que eran objeto.
Zetkin continuaba con su trabajo de concientización de las masas: ayudaba a vincular sindicatos en Alemania con organizaciones internacionales y organizaba fondos de huelga, además de continuar dando cientos de discursos. Su día a día con la gente trabajadora ayudó a agudizar algunos de sus puntos de vista. En una conferencia del SPD, en 1896, apoya medidas para proteger a las madres que trabajan y para defender el derecho de las mujeres a votar.
Algunos compañeros de Zetkin proponían trabajar dentro del sistema legal para llevar a cabo reformas que pudieran traer mejoras a los trabajadores. Los revisionistas vieron a Zetkin como demasiado teórica en su diario y se le ordenó modificar Die Gleichheit para llegar a un público más general, incluidas amas de casa y niños. Aunque cada vez tenía más críticas dentro del partido, ella estaba bien establecida en el mismo. En 1895, se convirtió en la primera mujer del cuerpo gobernante del SPD, y en 1906, fue nombrada miembro del Comité Central de Educación.
En el Congreso de 1896, Clara dice:
“Comprometido con la lucha de clases, el proletariado necesita tanto como la mujer de la pequeña y mediana burguesía y las intelectuales la igualdad jurídica […]. Pero a pesar de todos estos puntos de encuentro […] el proletariado no tiene nada en común en cuanto a sus intereses económicos esenciales con las mujeres de otras clases. La emancipación de la proletaria no será obra de las mujeres de todas las clases, sólo del esfuerzo de todo el proletariado, sin distinción de sexo.”
Posteriormente, en 1908, a las mujeres en Alemania por fin se les da derecho a unirse los partidos políticos. Zetkin sentía que atraer al SPD a las mujeres haría que tuvieran una voz. Con este fin, participó en las primeras conferencias internacionales de las mujeres, en 1907 y 1910, y se convirtió en secretaria de la Oficina Internacional de Mujeres, un grupo que adoptó el periódico como su prensa oficial.
Un punto que es muy importante de recalcar es la Segunda Conferencia Internacional de las Mujeres Socialistas, que se celebró en Copenhague, Dinamarca, en 1910. Junto a Käte Duncker, colocaron la propuesta de conmemorar un Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en homenaje a las 129 trabajadoras que habían fallecido el año anterior durante una huelga en una fábrica textil de Nueva York, reivindicando la mejora de sus condiciones laborales. Ahí, Clara Zetkin dejaba claro que era necesario un día a nivel internacional donde todas las mujeres obreras del mundo se unieran para reclamar los derechos políticos, civiles y económicos que les correspondían. Un año más tarde, el 19 de marzo de 1911, se celebró por primera vez en la historia el Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en cuatro países: Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza.
La conmemoración de este día fue adquiriendo relevancia entre las organizaciones obreras, que lo impulsaban y salían a las calles a luchar por los derechos de las mujeres y de la clase obrera. Quizá el 8 de marzo más importante para la historia de la lucha de clases fue el de 1917, en el que las mujeres de Rusia iniciaron la revolución que pondría fin al zarismo y se orientaría hacia la construcción del primer Estado obrero del mundo. Este ejemplo de lucha del Día de la Mujer Trabajadora definitivamente representaba un peligro para los intereses de las burguesías del resto del mundo, pero no podían simplemente abolirlo, puesto que ya se había enraizado en las tradiciones de la lucha obrera. Fue así como, en 1975, la ONU celebró el Año Internacional de la Mujer, invitando a todas las naciones a unirse a celebrar un día de la mujer, pero solo así, “Día de la Mujer”, quitando el carácter de clase y borrando de la conmemoración el factor que —organizado— pondría fin a la base de explotación capitalista, como sucedió en Rusia. Así, las instituciones burguesas transformaron el carácter combativo del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en el Día de la Mujer, donde se celebra a “la creación más divina de Dios”.
Regresando con Clara, era amiga personal de Lenin y de la revolucionaria Rosa Luxemburgo, y todo este trabajo que estaba haciendo no eliminó las tensiones entre ella y los revisionistas. La Primera Guerra Mundial trajo el conflicto a primer plano. Zetkin organizó la primera Conferencia Internacional de Mujeres contra la Primera Guerra Mundial (1915).
Ella, junto con otras radicales en el partido, como Rosa Luxemburgo, quería que el SPD condenara la postura imperialista de Alemania y sus actividades militares. Sin embargo, cuando el partido votó a favor de los créditos de guerra, Zetkin se opuso a la medida en una serie de escritos en Die Gleichheit, lo que provocó su destitución como editora, en 1917. Zetkin abandonó el SPD para unirse a los socialistas antiguerra, en el Partido Socialdemócrata Independiente (USPD). Más tarde ella y otros tres socialistas formaron el primer núcleo del Gruppe Internationale, también conocido como la Liga Espartaquista, que se convirtió en el Partido Comunista Alemán, o KPD, en noviembre de 1918.
Aunque su filiación política había cambiado, los objetivos de Zetkin permanecieron iguales. En el Tercer Congreso Internacional de 1919, pronunció un discurso enfatizando la importancia de haber educado a las mujeres como una fuerza activa en la lucha comunista internacional. En 1920, fue elegida Secretaria Internacional de Mujeres Comunistas, un puesto en el que continuó argumentando que los problemas de las mujeres sólo podían abordarse mediante reformas para todos los trabajadores y mediante la lucha de clases. En este mismo año, entrevistó a Vladimir Lenin, y publicó su famoso artículo: “Lenin sobre la cuestión femenina”. En los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, su papel activo en la política comunista la llevó a la Unión Soviética con frecuencia. Ahí, ella era una importante aliada de Lenin. También ocupó un puesto en el Reichstag alemán como miembro del KPD. Como su miembro más antiguo, se le dio el honor de convocar el cuerpo legislativo en 1932.
Fue elegida para la presidencia de la Tercera Internacional en 1921, pero a partir de entonces pasó cada vez más tiempo en Moscú, especialmente a raíz del auge del fascismo en Alemania. Tras la muerte de Lenin, en 1924, empezó a perder gran parte de su anterior influencia. Años más tarde se publicaron en Berlín oriental tres volúmenes de sus obras selectas, con el título de “Escritos y discursos seleccionados”, entre 1957 y 1960.
Antes de eso, cuando los nazis tomaron el poder, el Partido Comunista fue ilegalizado y Zetkin se exilió de nuevo, esta vez en la Unión Soviética, donde murió el 20 de junio de 1933, a la edad de 76 años; Zetkin sufrió de mala salud en sus últimos años y falleció a las afueras de Moscú. Fue honrada con un elaborado funeral y enterrada en el muro del Kremlin. A los servicios funerarios asistieron los principales comunistas de toda Europa, como Nadezhda Krupskaya, la viuda de Lenin. La presencia de tales personas demostró la importancia de la vida y el trabajo de Zetkin para los partidarios del comunismo en todo el mundo.
“La igualdad de las mujeres solo podría lograrse a través de una revolución de clase que derroque al sistema capitalista”
“Lo que hizo el trabajo de la mujer especialmente atractivo para los capitalistas no solo era su precio más bajo, sino también la mayor sumisión de la mujer”
Estas dos frases recalcan y resumen el trabajo de Zetkin y su lucha.
Al calor del auge del movimiento feminista y de las luchas contra la opresión de la mujer, sectores de la izquierda y del propio movimiento feminista han vuelto a rescatar la idea del “salario para el ama de casa” y a calificar el trabajo doméstico realizado por el ama de casa como un trabajo “no remunerado” que se ahorran los capitalistas ¿Cuál es la posición del marxismo sobre esto?
La destacada feminista Silvia Federici, una de las defensoras más entusiastas del salario para el ama de casa, defiende esta reivindicación de la siguiente manera:
Este salario sería un medio para conseguir la desnaturalización del trabajo de cuidados y una manera de sacar a la luz que es un trabajo propiamente dicho. El trabajo doméstico ha de considerarse como una actividad remunerada, ya que “contribuye a la producción de mano de obra y produce capital, posibilitando así que se dé cualquier otra forma de producción”. (Citado en https://generoyeconomia.wordpress.com/2014/06/04/silvia-federici-capitalismo-y-economia-femenina/)
Podemos sintetizar la tesis de este sector de la izquierda y del feminismo de la siguiente forma: En el hogar familiar se procrea, alimenta y educa a los hijos de los trabajadores que serán mañana obreros. Todo este “trabajo” le sale gratis a los capitalistas, quienes no aportan nada para disponer de obreros y obreras listos para ser explotados en sus empresas cuando estos ingresen al mercado de trabajo. Más aún, el “demiurgo” de este “trabajo reproductivo” (de reproducción de la fuerza de trabajo) es la mujer ama de casa, quien no percibe un céntimo por esto. Su “trabajo” queda así descualificado y descalificado por el capitalismo, quién sólo valora el trabajo del hombre fuera del hogar familiar. En conclusión: si el “hombre” percibe una remuneración por un trabajo considerado productivo, el “trabajo de reproducción” que es de vital importancia para tener obreros y obreras listos para trabajar, debe ser colocado al mismo nivel de importancia que el primero, y la mujer ama de casa debería recibir una remuneración acorde con esto, lo que le permitiría también tener una independencia dentro de la unidad familiar.
Los marxistas, cuando abordamos cuestiones de teoría y doctrina, debemos volver siempre a nuestros principios para establecer una posición correcta. La posición del marxismo sobre esta cuestión se fundamenta en dos aspectos. El primero, en el punto de vista científico, de acuerdo con la Ley del Valor-Trabajo formulada por Marx y más concretamente sobre la composición del valor de la fuerza de trabajo; esto es, del salario. En segundo lugar, en el punto de vista político, socialista, de acuerdo con el interés general de la clase obrera, y de la mujer trabajadora en particular, en su lucha por la emancipación social, la superación de la familia patriarcal, y el socialismo.
Analizaremos el trabajo doméstico que realiza la mujer ama de casa en base a ambos puntos de vista para sacar conclusiones sobre la justeza o no de reclamar su remuneración. Para simplificar nuestro análisis partiremos del caso más básico, el de una familia trabajadora donde la pareja masculina, el hombre, trabaja fuera de casa y la mujer ejerce la función de ama de casa en el hogar, todo su tiempo.
¿Qué es el salario?
Debemos empezar primero por definir qué es y cómo se determina el valor de la fuerza de trabajo; esto es, del salario. La fuerza de trabajo es el conjunto de capacidades físicas e intelectuales que permiten a un trabajador o trabajadora realizar una labor remunerada, a través de un salario, para una empresa, entidad o persona individual.
El valor de la fuerza de trabajo, el salario, se determina igual que cualquier otra mercancía: por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producirla; es decir, por la cantidad indispensable de los medios de vida necesarios, en las condiciones sociales dadas de cada época, que aseguren la reproducción del trabajador. Así, con su salario, el trabajador puede adquirir dichos medios de vida indispensables para estar en condiciones de trabajar diariamente: comida, vivienda, ropa, instrucción, transporte, etc.
La reproducción del trabajador, a través de su salario, tiene un doble aspecto: la reproducción de la fuerza de trabajo propiamente dicha del obrero para que desempeñe su labor diaria y, lo que es la clave del asunto que nos ocupa, para permitirle formar una familia que asegure la reproducción sexual de futuros trabajadores y trabajadoras para que así el modo de producción capitalista pueda seguir operando cuando la fuerza de trabajo desgastada abandone el proceso productivo.
Marx y Engels sobre el salario y el trabajo doméstico
Marx y Engels establecieron la definición precedente que hicimos del salario, en todas sus obras económicas. Así, según Marx:
¿Qué es, pues, el valor de la fuerza de trabajo? Al igual que el de toda otra mercancía, este valor se determina por la cantidad de trabajo necesaria para su producción. La fuerza de trabajo de un hombre existe, pura y exclusivamente, en su individualidad viva. Para poder desarrollarse y sostenerse, un hombre tiene que consumir una determinada cantidad de artículos de primera necesidad. Pero el hombre, al igual que la máquina, se desgasta y tiene que ser reemplazado por otro. Además de la cantidad de artículos de primera necesidad requeridos para su propio sustento, el hombre necesita otra cantidad para criar determinado número de hijos, llamados a reemplazarle a él en el mercado de trabajo y a perpetuar la raza obrera. Además, es preciso dedicar otra suma de valores al desarrollo de su fuerza de trabajo y a la adquisición de una cierta destreza. (K. Marx, Salario, Precio y Ganancia. 1865).
En la misma obra, Marx enfatiza:
Su límite mínimo [el del salario] está determinado por el elemento físico; es decir, que para poder mantenerse y reproducirse, para poder perpetuar su existencia física, la clase obrera tiene que obtener los artículos de primera necesidad absolutamente indispensables, en las condiciones sociales dadas, para vivir y multiplicarse. El valor de estos medios de sustento indispensables constituye, pues, el límite mínimo del valor del trabajo. (K. Marx. Salario, precio y ganancia. Las cursivas son mías)
Es importante cómo Marx destaca sin ambigüedades que el salario no sólo tiene como fin el sustento individual del obrero, sino el sostenimiento de su familia, lo que incluye el sostenimiento de la mujer-ama de casa y de los hijos. Como explica en El Capital:
“El valor de la fuerza de trabajo no estaba determinado por el tiempo de trabajo necesario para mantener al obrero adulto individual, sino por el necesario para mantener a la familia obrera.” (El Capital, Vol. 1. Cap XIII “Maquinaria y gran industria”, epígrafe 3. Cursivas en el original, Las negritas son mías).
Y de nuevo:
El poseedor de la fuerza de trabajo es un ser mortal. Por tanto, para que su presencia en el mercado sea continua, como lo requiere la transformación continua de dinero en capital es necesario que el vendedor de la fuerza de trabajo se perpetúe, “como se perpetúa todo ser viviente, por la procreación”. Por lo menos, habrán de reponerse por un número igual de fuerzas nuevas de trabajo las que retiran del mercado el desgaste y la muerte. La suma de los medios de vida necesarios para la producción de la fuerza de trabajo incluye, por tanto, los medios de vida de los sustitutos, es decir, de los hijos de los obreros, para que esta raza especial de poseedores de mercancías pueda perpetuarse en el mercado. (El Capital, Vol. 1. Cap. IV “La transformación del dinero en capital”, epígrafe 3, Compra y venta de la fuerza de trabajo).
Engels también es claro al respecto. En su conocida reseña sobre El Capital, explica:
¿Cuál es el valor de la fuerza de trabajo? El valor de toda mercancía se mide por el trabajo necesario para producirla. La fuerza de trabajo existe bajo la forma del obrero vivo, quien para vivir y mantener además a su familia que garantice la persistencia de la fuerza de trabajo aun después de su muerte, necesita una determinada cantidad de medios de vida. El tiempo de trabajo necesario para producir estos medios de vida representa, por tanto, el valor de la fuerza de trabajo. El capitalista se lo paga semanalmente al obrero y le compra con ello el uso de su trabajo durante una semana. Hasta aquí, esperamos que los señores economistas estarán, sobre poco más o menos, de acuerdo con nosotros, en lo que al valor de la fuerza de trabajo se refiere. (F. Engels, Reseña del primer tomo de El Capital de Carlos Marx para el Demokratisches Wochenblatt. Las cursivas son mías)
E interesante la observación de Marx sobre los gastos de instrucción y educación del trabajador, que también se incluyen dentro del salario:
Para modificar la naturaleza humana general de manera que adquiera habilidad y destreza en un ramo laboral determinado, que se convierta en una fuerza de trabajo desarrollada y específica, se requiere determinada formación o educación, la que a su vez insume una suma mayor o menor de equivalentes de mercancías. Según que el carácter de la fuerza de trabajo sea más o menos mediato, serán mayores o menores los costos de su formación. Esos costos de aprendizaje, extremadamente bajos en el caso de la fuerza de trabajo corriente, entran pues en el monto de los valores gastados para la producción de ésta. (El Capital, vol. 1. Cap. IV “La transformación del dinero en capital”, epígrafe 3, Compra y venta de la fuerza de trabajo).
La cuestión central es la siguiente. Como explican Marx y Engels, el salario de un obrero incluye el tiempo de trabajo necesario para sostener al trabajador en las condiciones sociales dadas para que pueda volver cada día a trabajar, y para la reproducción de la fuerza de trabajo: es decir, para tener una familia y dejar una descendencia. Es decir, el llamado “trabajo reproductivo”, como define al trabajo doméstico un sector del movimiento feminista, ya está remunerado pero dentro del salario percibido por el trabajador.
No hay una injusticia moral ni económica en la no remuneración directa al ama de casa por el trabajo que realiza dentro del hogar. Ese supuesto salario que debería corresponderle; esto es, los medios de vida necesarios para que ella viva, ya están incluidos en el salario o salarios del miembro o miembros de la unidad familiar que trabajan fuera de casa. Lo que tenemos no es una injusticia de explotación capitalista, sino una situación de opresión y esclavitud doméstica bajo el modo de producción capitalista, donde la mujer ama de casa está condenada a ejercer de sirvienta del marido y de sus hijos, y a depender completamente del primero para subsistir. Por eso las pretensiones de un sector del movimiento feminista, a favor del salario para las amas de casa, es una utopía imposible de realizarse, y reaccionaria como luego trataremos, sin base científico-económica.
¿Son los capitalistas personas obsequiosas?
Enfoquemos el asunto desde otro aspecto. Si la mujer ejecuta un trabajo productivo consistente en contribuir a la fabricación de trabajadores asalariados en las personas de sus hijos y de su marido (les prepara la comida, lava a los hijos, los cuida cuando enferman, los viste, limpia y mantiene el hogar, etc.) la mujer tendría que ser considerada una obrera que, como su marido, debería tener un precio-salario consistente en los medios de vida que le permitan vivir cada día. Pero, claro, ella no recibe una remuneración directa de ningún capitalista particular, y estaría entonces condenada a morir de inanición, pero no es el caso ¿De dónde vienen entonces los medios de vida que le permiten existir a la mujer ama de casa? ¿De dónde sale el dinero para pagar la parte de la educación y de los cuidados de salud de los hijos que deberían corresponderle a la madre, o de la vivienda que ocupa ella misma, si no recibe un céntimo como ama de casa? Por muchas vueltas que se le dé, la respuesta es muy clara: todos estos medios de vida necesarios para la mujer y para los hijos (alimentación, vivienda, ropa, educación, sanidad, electricidad, etc.) sólo pueden provenir –como es el caso– del salario de su marido. Ahora bien, si el salario del marido sólo incluyera los medios de vida para sostenerse él, no quedaría nada ni para su mujer ni para sus hijos ¿O es que los capitalistas son tan obsequiosos que pagan al obrero un salario del que pueden vivir (o malvivir) varias personas? Pero esto es, de hecho, lo que sucede.
Si los capitalistas atendieran el razonamiento de gente como Federici y otros, dirían: “Nos parece perfecto lo que proponéis. La mujer debe ser remunerada por su trabajo, y habida cuenta de que con el salario que pagamos a un trabajador puede vivir más de una persona, reduciremos el salario del trabajador a lo imprescindible para que él pueda arreglárselas como si viviera sólo (para no violar la teoría del valor-trabajo de Marx que hemos incumplido desde hace dos siglos sin darnos cuenta, como nos dicen estos consejeros de izquierdas) y le daremos al ama de casa la parte que le corresponde para que pueda vivir por sí sola”.
Esto podría ser un gran triunfo para la causa feminista, conseguir el salario para el ama de casa; eso sí: a costa de reducir a la mitad el salario del esposo. Al final, nada habría cambiado: juntando ambos salarios sumarían el mismo viejo salario del marido. El capitalista no aportaría más que lo que aportaba antes, ni más ni menos ¿pero qué probaría eso?: que antes, el salario del marido incluía los medios de vida para sostener a su mujer y a sus hijos, que era lo que queríamos demostrar y que Marx y Engels ya habían explicado y demostrado hace siglo y medio.
La depreciación del salario familiar
Esta realidad sobre el carácter del salario y el sostenimiento familiar, se ve corroborada de muchas formas en el plano práctico cotidiano.
En un país de capitalismo atrasado como España, la incorporación masiva de la mujer al trabajo productivo tuvo lugar más tarde que en la Europa Occidental y Norteamérica. Por eso es muy común hoy que las personas mayores afirmen que hace 40 o 50 años una familia se sostenía con un solo salario [el del marido, añadimos nosotros], pero que ahora tienen que trabajar ambos cónyuges, y aun así casi no se llega a fin de mes ¿En qué afecta esto a la teoría de Marx sobre la composición del salario en la familia obrera? El cambio operado es el siguiente: la incorporación masiva de la mujer al mercado de trabajo ha hecho que el capital tienda a reducir el salario medio general porque, en la medida que la mujer trabaja, ya no necesita aportarle al marido una cantidad “extra” para sostener a su mujer y al resto de la familia.
Esto ya fue explicado por adelantado por Marx, cuando explicaba el efecto del maquinismo en la familia obrera, no sólo con la incorporación de la mujer al trabajo fuera de casa sino también la de los hijos que viven en el seno familiar:
“Al arrojar a todos los miembros de la familia obrera al mercado de trabajo, la maquinaria distribuye el valor de la fuerza de trabajo del hombre entre su familia entera. Desvaloriza, por ende, la fuerza de trabajo de aquél. Adquirir las cuatro fuerzas de trabajo en que, por ejemplo, se parcela una familia, tal vez cueste más que antaño cuando se adquiría solamente la fuerza de trabajo del jefe de familia; pero, en cambio, cuatro jornadas laborales remplazan a una, y el precio de las mismas se reduce en proporción al excedente del plustrabajo de los cuatro obreros con respecto al plustrabajo de uno. Para que viva una familia, ahora son cuatro personas las que tienen que suministrar al capital no sólo trabajo, sino también plustrabajo. De este modo, la maquinaria desde un primer momento amplía, además del material humano de explotación, o sea del campo de explotación propiamente dicho del capital, el grado de dicha explotación.” (El Capital, vol. 1. Cap XIII “Maquinaria y gran industria”, epígrafe 3. Cursivas en el original).
Es decir, el salario que permite sostener a una familia se deprecia individualmente conforme más miembros de la familia que viven dentro del hogar se incorporan al mercado de trabajo, lo que a la inversa confirma: que todo salario individual incluye la parte proporcional que permite sostener a la familia en su conjunto.
Por supuesto, como sucede en los demás aspectos de la economía capitalista (precios, tasa de ganancia, tasa de plusvalía, etc.) no se trata de que cada empresario particular ajusta el salario de sus trabajadores uno a uno, sopesando cada situación concreta, se trata del salariopromedio establecido según las condiciones dadas en cada rama productiva y área geográfica con respecto al tipo de familia promedio establecida en dicha área geográfica y acorde al coste promedio de la cesta de la compra básica establecido en dicha área.
Abundando en las consecuencias para la familia obrera del trabajo de la mujer fuera de casa, Marx añade una nota al pie en el epígrafe del texto de El Capital, mencionado:
Como no es posible suprimir totalmente ciertas funciones de la familia, como por ejemplo las de cuidar a los niños, darles de mamar, etc., las madres de familia confiscadas por el capital tienen que contratar a quien las remplace en mayor o menor medida. Es necesario sustituir por mercancías terminadas los trabajos que exige el consumo familiar, como coser, remendar, etc. El gasto menor de trabajo doméstico se ve acompañado por un mayor gasto de dinero. Crecen, por consiguiente, los costos de producción de la familia obrera y contrapesan el mayor ingreso. A esto se suma, que se vuelven imposibles el ahorro y el uso adecuado en el consumo y la preparación de los medios de subsistencia.” (Nota al epígrafe 3 del Cap. XIII “Maquinaria y gran industria, El Capital, Vol. 1. Las cursivas van en el original)
Es decir, por mucho que aumente el salario familiar con la incorporación de la mujer al trabajo productivo, esto se ve contrarrestado por el incremento de los gastos de sostenimiento de la familia, ya sea por un mayor consumo de productos básicos que antes no eran necesarios (ropa, etc.) o por la necesidad de contratar trabajo asalariado para cuidar a los hijos, limpiar la casa, etc.
¿Son los hijos un “valor de cambio” producido por el ama de casa?
Un último aspecto a analizar es la caracterización que hacen los teóricos de este nuevo feminismo de que las mujeres amas de casa son obreras, cuya función es formar a sus hijos como mercancías “fuerza de trabajo”, como trabajadores asalariados, que portan un “valor de cambio”, un coste de producción, por el que ellas –como sabemos– no reciben remuneración alguna. Aunque esto ya fue respondido, en gran medida, en nuestro análisis precedente, merece la pena extendernos en esto para alcanzar nuevas conclusiones.
En su libro El trabajo reproductivo o doméstico, Isabel Larrañaga, Begoña Arregui, y Jesús Arpal afirman:
El eclipse del trabajo reproductivo frente al productivo parte de la diferenciación entre el valor de uso y el valor de cambio suscrito por la teoría económica, según la cual al trabajo destinado a cubrir las necesidades se le concede valor de uso, mientras que a los productos destinados al intercambio en el mercado se les reconoce un valor de cambio. La perspectiva mercantil, que concede valor únicamente a las mercancías susceptibles de aportar valor de cambio, despoja de relevancia social al trabajo reproductivo, relegándolo a lo doméstico, no cuantificable como beneficio económico. La óptica del capital ha asimilado trabajo con empleo y ha impuesto una visión sesgada y reducida de la actividad económica. (El trabajo reproductivo o doméstico, Isabel Larrañaga, Begoña Arregui y Jesús Arpal)
La misma confusión entre valor de uso y valor de cambio, así como la incomprensión del concepto de salario, la vemos en otro destacado militante de la causa del salario doméstico, Iñaki Gil de San Vicente:
“Si incorporásemos en el valor de la fuerza de trabajo remunerada el valor del trabajo invertido en el plano doméstico o reproductivo, el salario a percibir de las personas ubicada en la esfera productiva debería ser mucho mayor al salario percibido, sin embargo, esto no es así…. Al no existir un mecanismo de reconocimiento del trabajo reproductivo, el valor que éste genera es expropiado por el capitalista; así para el sistema capitalista es favorable mantener silenciado la labor reproductiva desarrollada mayoritariamente por la mujeres, ya que al visibilizarla o remunerarla la tasa de ganancia y de acumulación del capital caería. (Iñaki Gil de San Vicente Capitalismo y emancipación nacional y social de género (2000). Citado en https://generoyeconomia.wordpress.com/2010/03/17/trabajo-reproductivo-y-acumulacion-capitalista/)
Toda esta argumentación pretendidamente marxista, es equivocada de cabo a rabo. En primer lugar, una parte del argumento queda desmentido por el hecho de que la instrucción y la educación de los hijos –parte principalísima en su proceso de formación como futuros trabajadores asalariados– se desarrolla fuera del hogar: en la guardería, escuela, el instituto, la academia, el curso-taller, en la universidad, sin participación directa de la madre (ni del padre). Y en segundo lugar, ya vimos que el gasto para esto ya está remunerado en el salario del marido que lo gasta para estos fines vía impuestos o con aportaciones directas. De la misma manera, ya vimos que en el salario del marido se incluyen la manutención del hijo, de la madre y el resto de gastos de sostenimiento del hogar familiar.
El problema para Federici, Gil de San Vicente y los demás está en que deben explicarnos por qué si la madre (y el padre) han creado supuestamente la mercancía “trabajadores asalariados” con sus hijos, no reciben un céntimo del capitalista cuando éste compra dicha mercancía para emplearla en su empresa. ¿A quién le compra el capitalista esta mercancía? No a la madre ni al padre, sino a la propia mercancía “fuerza de trabajo” que aquél emplea; esto es, a los hijos mismos. Los hijos reciben un salario, su “valor de cambio”, por realizar una labor productiva en la empresa del capitalista, un salario que les pertenece única y exclusivamente a ellos. Con ese salario, los hijos adquieren los medios de vida que les permiten mantenerse día a día, lo que incluye contribuir con su parte proporcional al sostenimiento del hogar familiar; o bien se emancipan y abandonan dicho hogar para establecerse por su cuenta.
Esto nos lleva a una conclusión. Un objeto, cualquier valor de uso, se convierte en mercancía con un “valor de cambio”, no porque incorpore trabajo humano general en su proceso de su producción, sino cuando entra en el proceso de circulación del mercado para ser cambiado por dinero. Yo puedo fabricar un par de zapatos, pero si los destino a mi uso personal no son mercancía, sino simples valores de uso, objetos producidos por el trabajo humano destinados a satisfacer una utilidad concreta. Sólo cuando llevo esos zapatos al mercado para venderlos es cuando se convierten en mercancías con un valor de cambio, y puedo intercambiarlos por su valor monetario. Más aún, lo que caracteriza a la mercancía “fuerza de trabajo” es que su único poseedor es ella misma, no pertenece a otro, es una persona “libre”. Por tanto, el obrero y la obrera sólo son mercancías cuando entran al mercado de trabajo, no antes; y lo hacen como poseedores ellos mismos de su fuerza de trabajo que venden al capitalista durante un tiempo estipulado.
Así pues, la labor de la mujer ama de casa no es producir bienes para la venta en el mercado, ya se trate de sus hijos o de cualquier otra cosa. El llamado trabajo doméstico viene a satisfacer las necesidades del mantenimiento del hogar y de la vida familiar, ni más ni menos que como hacían los esclavos domésticos de la antigua Roma, con la diferencia de que la mujer en el capitalismo es, en términos jurídicos, una persona “libre”.
La mujer, como en la antigua economía doméstica campesina, produce valores de uso destinados al autoconsumo familiar. El cuidado de los hijos, en el seno familiar, entra en esa categoría de valores de uso, y no en la de mercancías. Evidentemente, cuando se transforman en mercancías incorporan un valor de cambio que es el resultado del coste socialmente necesario que ha costado producirlos. Pero el hecho de que, potencialmente, los hijos “puedan” entrar mañana al mercado de trabajo no les convierte aquí y ahora en “valores de cambio”, en mercancías. Las parejas no procrean con el objetivo declarado de proporcionar trabajadores para los capitalistas, sino movidas por razones elementales de afectividad humana. La procreación y la crianza de los hijos permanecen fuera del circuito de la economía capitalista. Sólo cuando los hijos deciden buscarse sus medios de vida por sí mismos, es cuando tienen la posibilidad de convertirse en mercancías “fuerza de trabajo” dispuestas a venderse diariamente a otro para poder vivir. Sólo entonces su fuerza de trabajo sería una mercancía con un valor de cambio, lista para alistarse a la esclavitud asalariada.
El razonamiento anterior no está en contradicción con el hecho de que los capitalistas, acuciados por la necesidad de renovar la fuerza de trabajo por el desgaste, envejecimiento o muerte de sus asalariados, están obligados a remunerar a los obreros con la cantidad de salario suficiente para que puedan procrear y cuidar hijos que mañana puedan sustituirlos en los centros de trabajo. El capitalista paga por eso, pero no adquiere ninguna garantía absoluta de que eso ocurra así: la pareja puede no tener hijos, estos pueden fallecer antes de la adultez, o simplemente pueden encontrar sus medios de vida fuera del trabajo asalariado. Pero el capitalista no tiene otra opción que hacerlo por una razón muy prosaica: en una sociedad como la nuestra donde el sistema de trabajo asalariado es el dominante, si una familia no puede alimentar a sus hijos, simplemente no tiene hijos y, por tanto, el sistema de trabajo asalariado estaría condenado a derrumbarse desde sus propios cimientos, por la inexistencia de seres humanos dispuestos a trabajar para otro por un salario. Sin obreros no hay producción capitalista.
¿Trabajo reproductivo o esclavitud doméstica?
Desde un punto de vista socialista, nuestro rechazo al salario y al trabajo doméstico de la mujer en general, no es menos firme que desde el punto de vista de la ciencia económica. Este asunto lo hemos abordado ya con cierta extensión en otro artículo, por lo que nos limitaremos a sintetizar los puntos básicos.
Ya hemos mostrado que la posición de la mujer ama de casa es muy similar a la de los esclavos domésticos de la antigua Roma. Son alimentados, vestidos y cuidados por sus amos. La mujer, así, queda atada con cadenas al salario del marido y a la voluntad suprema de éste. Es conocida al respecto la famosa frase de Marx: “la mujer es la esclava del esclavo”. Engels, en su obra clásica sobre el origen de la familia cita a Marx, cuando afirma:
“La familia moderna contiene en germen, no sólo la esclavitud (servitus), sino también la servidumbre, y desde el comienzo mismo guarda relación con las cargas en la agricultura. Encierra, in miniature, todos los antagonismos que se desarrollan más adelante en la sociedad y en su Estado”. (Federico Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado)
Ahora, exmarxistas como Silvia Federici tratan de empujar 150 años hacia atrás la ciencia social con respecto a la posición de la mujer en la sociedad. Federici, tras desertar de su feminismo “marxista” en los años 70, ha redescubierto en su vejez las delicias del trabajo doméstico para volver a situar el papel de la mujer obrera ama de casa, sin estudios ni empleo, entre ollas, cazuelas, pañales, fregonas y telenovelas alienantes.
Lo que tenemos aquí es una teoría moralista (“¡¿Cómo que el trabajo del ama de casa en su hogar no es productivo?! ¡¿Por qué se valora económicamente sólo el trabajo del hombre?!”) pero carente de valor científico, como acabamos de explicar.
La remuneración del “trabajo reproductivo” del ama de casa en su hogar, esto es de la esclavitud doméstica, además de mantener invariable el nivel de vida de la familia obrera y por tanto el grado de emancipación de la mujer ama de casa, es algo que serviría para perpetuar a la mujer ama de casa como la burra de carga de todas las presiones de la sociedad sobre el hogar obrero, incluido el maltrato psicológico y, eventualmente, el maltrato físico. Implica mantenerla alejada de la vida social, encerrada entre las cuatro paredes de su casa, embrutecerla con un esfuerzo físico que deforma su cuerpo y embota su mente, haciéndola más manipulable para las ideas dominantes que favorece una actitud conservadora del ama de casa ante la militancia política y sindical del marido, los hijos, etc.
Esto lo tenía claro, incluso, el movimiento feminista en los años 60 y 70, que abominaba completamente, para mérito suyo en aquel momento, de la esclavitud doméstica de la mujer, siguiendo en esto al marxismo. Cualquier feminista que en los años 70 hubiera defendido en una asamblea feminista o de izquierda el salario doméstico habría sido echada a patadas sin contemplaciones, y con todo merecimiento.
Lo lamentable es que, a día de hoy, se haya levantado una horda de “téoricas y teóricos” en el movimiento feminista y la izquierda, defendiendo la tesis de que el trabajo doméstico en su propio hogar es un trabajo liberador para la mujer que se ahorra el capitalismo y que debe ser remunerado, perpetuando la esclavitud doméstica disfrazada con un subsidio del Estado o del empresario.
El cambio de posición de feministas como Federici y de otros, respecto a los años 70, tiene una explicación. Aunque siguen reclamándose marxistas, ya que sin esta etiqueta perderían su glamour de anti-sistemas y ya no podrían vender tantos libros ni ser invitados a tantas conferencias, han abandonado cualquier pretensión de basarse en el marxismo y en toda perspectiva de transformación socialista de la sociedad. Así de lo que se trata para ellos es de aparecer “realistas” y “pragmáticos” para adaptarse al capitalismo.
Una prueba más de su adaptación al capitalismo lo prueban afirmaciones como las que siguen, en una entrevista de hace unos años, donde Silvia Federici declaraba:
“En los años 70, cuando hubo que tomar decisiones estratégicas, tanto en Estados Unidos como en Europa, el movimiento feminista abandonó por completo el terreno de la reproducción y se empeñó, casi exclusivamente, en el trabajo fuera de casa. El objetivo era conquistar la igualdad a través del terreno laboral. Pero los hombres estaban fastidiados en ese ámbito y lograr la igualdad para estar igual de fastidiadas y oprimidas que ellos no es una estrategia”. (https://www.pikaramagazine.com/2014/07/tell-us-federici/)
¿Qué nos propone Federici? El trabajo del hogar es malo, pero el trabajo en una empresa también es malo, y además luego tenemos un “segundo turno” en casa con los hijos, la limpieza, etc. Así, como no vemos otra alternativa, mejor volver al hogar esclavizante, pero exijamos un salario a cambio.
Este es el maravilloso horizonte que destinan feministas radicales como Federici a millones de mujeres oprimidas, pobres y trabajadoras, un horizonte desde luego muy alejado, estamos seguros, del propio mundo en el que viven Federici y las demás feministas de esta tendencia.
Sí, el mundo del trabajo en el capitalismo es alienante y explotador, para el hombre y la mujer. Y es verdad, esta última está obligada a trabajar un “doble turno”, en su empresa y en su casa. Claro que trabajar fuera del hogar, en sí mismo no libera a la mujer, pero es la condición para poder emanciparse de su pareja. Lo que sí es una quimera es conseguir en el capitalismo un “salario doméstico”, más aún en el contexto actual de crisis económica y austeridad prolongada. Nuestra alternativa, como luego veremos, es vincular la demanda de socialización de las tareas del hogar con la lucha por el socialismo, única manera de solucionar de raíz la opresión de la mujer, y no conformarnos con migajas, con lo menos malo o con la agitación de reivindicaciones imposibles o francamente reaccionarias dentro del capitalismo.
El trabajo asalariado en las tareas domésticas
El trabajo asalariado en las tareas domésticas: cuidado de niños, ancianos e impedidos, limpieza de la vivienda, elaboración de comidas, etc., tiene un carácter completamente diferente al trabajo realizado por el ama de casa en su propio hogar. Sólo gente de pensamiento obtuso no podría ver la diferencia.
El carácter asalariado del trabajo “de cuidados”, para emplear el eufemismo cursi con que denomina la progresía liberal y de izquierda a las tareas domésticas y de atención a niños y ancianos, introduce un cambio social cualitativo en estas tareas. Sí, sigue siendo un trabajo agotador y duro, y está mal pagado. Pero, a diferencia del ama de casa común, la trabajadora de ese sector no tiene ningún interés personal en el trabajo que hace, le es ajeno. No existe el tipo de sumisión que condena al ama de casa a atender 24 horas “su hogar”, mientras que la trabajadora asalariada sólo lo hace 4, 6, u 8 horas y a cambio de un salario; sin salario no hay tarea. El solo hecho de salir de su casa cada día, enfrentarse por sí misma a la vida social que implica trasladarse a su puesto de trabajo, conversar y compartir experiencias con trabajadoras de su misma o diferente condición, o ser contratada por una empresa para esa labor y comprobar por tanto los intereses comunes de clase que la ligan a las demás trabajadoras de esa empresa, le ayuda a comprender la naturaleza de clase de la sociedad y cómo funciona. Poder afiliarse a un sindicato, poder reclamar ante la ley determinados derechos, entender la necesidad de la lucha política por sus intereses, etc., todo esto introduce en la psicología de la trabajadora asalariada “de cuidados” un nivel de conciencia y político, y de autoestima personal, que no es comparable en modo alguno con el que alcanza el ama de casa común encerrada en su hogar. La alienación que sufre la trabajadora asalariada es la misma que padece cualquier trabajador por cuenta ajena, sea metalúrgico, administrativo o jornalero: la de un obrero, y no la de un esclavo. Para el ama de casa, su hogar es su mundo; para la trabajadora doméstica su mundo es la calle, la vida social y la defensa de sus intereses como obrera, y de miles de personas como ella.
La asalarización de las tareas domésticas y de atención a la infancia y la vejez, prepara las condiciones para la futura emancipación de la mujer y de la familia de su esclavitud doméstica, a través de la socialización de las labores del hogar. Se trata, como se indicó antes, de sacar del hogar los trabajos asfixiantes que ahogan a las familias: lavar la ropa, hacer la comida, cuidar a los niños y ancianos. Además de guarderías bien equipadas en los barrios y en las mismas empresas, habría centros de ocio y juego para niños y adolescentes en cada barrio, bien atendidos bajo criterios saludables y culturizadores; las residencias de ancianos no serían los actuales lugares lúgubres, sucios, mal atendidos y caros; serían asimilables a hoteles de la máxima calidad, gratuitos o a coste mínimo con salas de salud adosadas plenamente equipadas.
Los trabajadores de este sector no soportarían largas jornadas agotadoras y físicamente extenuantes. Su jornada laboral sería de 4 o 5 horas, o menos, incorporarían los adelantos tecnológicos más avanzados en movilidad de personas para forzar al mínimo el esfuerzo físico requerido para manipular a los ancianos o enfermos impedidos. Toda la tecnología estaría orientada a reducir al mínimo la mano de obra en todas estas tareas, como en cualquier tarea penosa o que requiera de un gran esfuerzo físico.
Como lo expresa magníficamente Engels:
“La emancipación de la mujer y su igualdad con el hombre son y seguirán siendo imposibles mientras permanezca excluida del trabajo productivo social y confinada dentro del trabajo doméstico, que es un trabajo privado. La emancipación de la mujer no se hace posible sino cuando ésta puede participar en gran escala, en escala social, en la producción y el trabajo doméstico no le ocupa sino un tiempo insignificante. Esta condición sólo puede realizarse con la gran industria moderna, que no solamente permite el trabajo de la mujer en vasta escala, sino que hasta lo exige y tiende más y más a transformar el trabajo doméstico privado en una industria pública”. (F. Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado)
Por una alternativa socialista a la esclavitud doméstica
Los marxistas defendemos la socialización de la crianza y la alimentación de niños, ancianos e impedidos, para que sea la sociedad en su conjunto quien asuma estas tareas y libere de las mismas a las familias trabajadoras, y especialmente a la mujer ama de casa. De hecho, el desarrollo capitalista ha obligado ya a la sociedad a socializar, aunque de manera parcial e insuficiente, algunos aspectos de la vida familiar y comunitaria, bien sea a través de sistemas públicos de gestión o concesionados a conglomerados privados. Tales son la educación, la atención sanitaria, el transporte, las telecomunicaciones, el alumbrado, la recogida y gestión de residuos, etc. De un tiempo a esta parte estamos viendo una tendencia similar en el cuidado de ancianos e impedidos, los llamados servicios de dependencia.
Ahora bien, en el capitalismo estos pasos hacia la socialización de tareas domésticas encuentra límites absolutos. Los capitalistas se resisten con uñas y dientes ceder a la sociedad más partes de la plusvalía que extraen a los trabajadores (la fuente de sus beneficios) y con las que financiar una socialización integral de las tareas domésticas y de alta calidad.
Así las cosas, ¿debe una mujer ama de casa recibir una remuneración para depender solamente de sí misma, de manera independiente? Por supuesto que sí; pero no por su condición de ama de casa, de la que debe liberarse. Nosotros exigimos que toda persona desempleada debe tener un puesto de trabajo fijo y digno, bien remunerado; y hasta en tanto no lo consiga debe recibir un subsidio de desempleo igual al Salario Mínimo Interprofesional. Nosotros, por tanto, exigimos que las amas de casa, como personas desempleadas, reciban ese subsidio y las animamos a que encuentren un trabajo que les permita proveerse de sus medios de vida por sí mismas, les instamos a que amplíen su mundo hacia la más amplia vida social que está fuera y no dentro del hogar familiar, y que se sumen a la lucha consciente de los demás obreros y obreras por un programa de transición hacia el socialismo que incluya demandas tales como: guarderías públicas gratuitas, comedores públicos gratuitos, lavanderías públicas gratuitas, ampliación del trabajo de “dependencia” a cargo de personal asalariado, que el Estado provea de comida y ropa básica a todo niño y adolescente de 0 a 18 años; en definitiva, se trata de hacer innecesario o reducir al mínimo las llamadas “tareas del hogar” a cargo de la hasta ahora mujer ama de casa y empujarla a salir fuera del hogar como persona económicamente independiente de su pareja.
Debemos explicar a la clase obrera, y a la mujer trabajadora en particular, que sólo bajo un sistema socialista que convierta en propiedad colectiva las palancas económicas fundamentales de la sociedad, gestionadas democráticamente por los trabajadores, podremos alcanzar tal socialización integral del trabajo doméstico.
Como explica Engels:
“En cuanto los medios de producción pasen a ser propiedad común, la familia individual dejará de ser la unidad económica de la sociedad. La economía doméstica se convertirá en un asunto social; el cuidado y la educación de los hijos, también.” (F. Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado).
De esta manera, combinando los avances de una economía socialista planificada, el trabajo colectivo, la supresión del lucro en cualquier actividad humana, un verdadero amor al prójimo desprovisto de toda hipocresía religiosa y de cualquier interés personal, más la técnica y la ciencia más avanzada, la sociedad socialista haría desaparecer todo vestigio de esclavitud doméstica y de sumisión de la mujer al hombre, para que ésta alcance la verdadera estatura que le ha negado la sociedad de clases durante miles de años.
La lucha de las mujeres en México ha tomado una bandera muy específica y es la de combatir la violencia de género y los feminicidios, acompañada de una serie de reivindicaciones por nuestros derechos como la legalización del aborto y romper con la brecha salarial que en el sector laboral margina a las mujeres.
En los últimos 5 años se ha visto un avance en la organización de mujeres en los barrios y en las universidades, este último espacio ha sido trinchera de mujeres jóvenes, hijas de la clase trabajadora, donde la violencia machista y de género se combate día a día. El feminicidio de Lesvy Osorio fue el detonante de una serie de acontecimientos a lo interno de la Universidad Nacional Autónoma de México, fue el impulso de la organización de colectivas que se asumen como feministas, organizaciones políticas y grupos de estudiantes que buscan frenar el acoso en sus escuelas.
En promedio al mes se hacen 23 denuncias de acoso en la UNAM. En agosto del 2016 se implementó el protocolo para la atención de casos de violencia de género y de enero del 2017 a agosto del 2019 se han registrado 703 denuncias por acoso, más del 50% de estas provienen de alumnas de nivel superior de las diferentes facultades.
Hasta ahora hay 917 acusados de agresiones sexuales de los cuales solo hay 790 procesos iniciados.
El combate contra el acoso sexual se encrudeció pues las autoridades universitarias en primer momento buscan la conciliación entre las dos partes, cambian de plantel a los acusados o de salón a las estudiantes, lo que para nada fesuelve el problema.
Mujeres de la Facultad de Filosofía y Letras tomaron, en noviembre del 2019, la escuela para exigir el cese al acoso sexual y una solución pronta de las denuncias realizadas así como una renovación del protocolo de género. Seguido de esto, la preparatoria 9 fue tomada y una serie de paros se desató a inicios del 2020, donde las escuelas fueron tomadas por grupos minoritarios de mujeres, donde, si bien la reivindicación de lucha es justa, la falta de métodos democráticos y colectivos para con la comunidad estudiantil volvió insostenible los paros, se han convertido en el fin y no en el medio. Los datos y casos en la UNAM se replican por todas las universidades del país
Esta lucha universitaria se suma al ambiente nacional que se vive en torno a la inseguridad y la violencia institucional del sistema capitalista. El 8M lo reflejó brutalmente, más de 100 mil mujeres marcharon y tomaron las calles para exigir justicia, un mar de color morado cubría las calles; consignas como: “¡No fue suicidio, fue feminicidio!”, “¡Ni una más!, “Mujeres contra el machismo y el terrorismo neoliberal” eran los ecos en la ciudad. No faltaron las pintas y uno que otro vidrio roto que reflejan la rabia y el miedo por la situación que vivimos las mujeres día con día. Jamás nos cansaremos de decir que matan a 10 de nosotras diariamente y de maneras brutales, como a Ingrid Escamilla que 7 meses antes de ser victima de feminicidio ya había denunciado a su agresor y la autoridad no hizo nada o como Fátima, la pequeña que fue secuestrada.
Estos dos casos nos dejaban un nudo en el alma, la presión social hizo que el poder judicial encontrara y capturara a los culpables y se iniciara un proceso para darles castigo. Sin embargo, en la mayoría de los casos, nunca llega la justicia y ni siquiera se abre una carpeta de investigación con perspectiva de género para aplicar los protocolos.
Poderosa y de carácter revolucionario fue la marcha 8M pues lo más significativo fue ver a mujeres proletarias, como meseras y mucamas, expresando su solidaridad dado que por y para ellas es la lucha. Esta marcha dio un aire de fe y de necesidad de organizar la lucha de una forma colectiva, que exija la trasnformación social para frenar la violencia producto de un sistema capitalista enfermo.
Así se impulsa el 9M con un llamado a huelga nacional de mujeres, sin embargo la connotación que los grupos feministas le dieron fue el de uno muy simbólico: “Un día sin nosotras”. Quiso reflejar qué pasaría si las mujeres de repente desaparecieran ya que somos la mitad de la población mundial. En las calles de la CdMx sí se vivió esa ausencia, aunque en realidad éste paro fue muy simbólico porque no significó pérdidas a las grandes empresas. A pesar de que las mujeres pudieron tomarse el día, los directivos de las entidades del Estado y las universidades se sumaron a este llamado, aunque su actuar no fue de solidaridad sino de hipocresía y desmovilización. Algunas empresas dieron permisos a mujeres, pero no fueron de buena voluntad pues después les harían reponer las horas que no laboraron.
Nosotras, la Liga de Mujeres Revolucionarias, salimos a la calle de nueva cuenta el 9M, pues creemos que un paro debe ser una acción organizada de masas que signifique la parálisis total de la industria, de los centros culturales, oficinas, escuelas y las calles para organizar la toma de los espacio públicos, luchar por la socialización de los bancos, etc.; un paro donde las mujeres seriamos la vanguardia, como hasta ahora, pero demostrando que nosotras jugamos un papel determinante en el sector productivo en la sociedad, en lugar de perpetuar nuestro aislamiento a lo doméstico.
Justamente la tarea principal de todo este periodo de lucha está en consolidar una organización nacional contra la violencia a la mujer, redes de lucha y apoyo, comités de mujeres (y hombres dispuestos a defender nuestras demandas) en las escuelas y centros de trabajo y así continuar con las tareas del movimiento.
La contingencia que se desató a nivel internacional por el COVID-19, sin embargo, llevó al gobierno federal a impulsar una cuarentena social, lo que ha significado un periodo con poca o muy nula actividad, políticamente hablando. La contingencia no frena la violencia ni los feminicidios, a pesar de esto, mujeres que tienen tomadas las diferentes escuelas de la UNAM sacaron comunicados señalando que ni la contingencia frenaría su lucha y haciendo responsable a la rectoría de cualquier consecuencia de salud física.
Queremos señalar algunas cosas en este momento:
1) Hace 5 meses inició la primera toma reivindicando el método del separatismo que muchos grupos feministas utilizan para la lucha y han decidido la permanencia en la facultad sin realizar ninguna asamblea.
2) Los paros en la UNAM no tienen ningún respaldo de la comunidad estudiantil de manera activa, el sectarismo de esta acción ha alejado y eliminado el interés de la comunidad estudiantil.
3) Las activistas que mantienen las escuelas tomadas no han hecho ningún llamado a la comunidad a discutir y reorganizar las tareas de la lucha.
4) Se ha tomado el paro como un fin y no como un medio y método de presión, lo que ha provocado su aislamiento total. Es preocupante que con la contingencia los paros terminen por pudrirse desde adentro.
5) Esto ha abierto una puerta para que los grupos anarquistas y feministas izquierdistas destruyan las escuelas, inmobiliario e infraestructura como si esa acción frenara el acoso sexual que se vive en la universidad. Por el contrario, la rectoría utilizará éstos hechos para golpear en algún momento las tomas.
6) La presión de la cuarentena hará insoportable las tomas, el contagio aumenta y muy pronto quienes ayudaban con víveres no podrán salir más. Desde nuestra posición deberían dejarse las escuelas, reorganizar fuerzas durante la cuarentena, pensar de nuevo la táctica de lucha que se debe impulsar y al regresar hacer llamados a asambleas mixtas en las diferentes escuelas, para realizar un balance profundo de este periodo de lucha y hacer participe a la comunidad estudiantil en la toma de decisiones y acciones que empujen la lucha hacia una victoria.
El actuar de la autoridad ha sido un chiste y una burla. Aunque decretaron el acoso sexual como un delito universitario sólo han criminalizado la protesta diciendo que quien tiene tomadas las escuelas no son estudiantes, rechazando cualquier propuesta que ha surgido de la comunidad para resolver el problema. La única responsable de lo que sucede en la UNAM es de la rectoría y el consejo universitario.
La comunidad estudiantil ha tenido que tomar en sus manos el destino del movimiento, un caso ejemplar fue el del Colegio de Ciencias y Humanidades Vallejo, que impulsaron una asamblea para discutir el problema del acoso. Adolecentes tomaron el micrófono y encararon a los maestros que han tenido desde comentarios machistas hasta los que han ejercido violencia sexual. El único propósito de la asamblea era resolver qué hacer con maestros que en numerosas veces fueron señalados como agresores. No existió ningún tipo de escrache o linchamiento, sino más bien una decisión colectiva de qué hacer. Así se obtuvo la renuncia de un maestro acosador. Pero incluso su expulsión no resuelve ni frena el acoso, pero es un importante antecedente, necesitamos profundizar en la transformación social.
En el IPN la cosa no es diferente, el acoso sexual existe y también se tiene a un Director General que cree que despidiendo a maestros y trabajadores logrará eliminar la violencia. Esto más bien fue una política para apagar el fuego que en el Politécnico estaba esparciendo sobre madero seco. CECyT 14 o CECyT 10 fueron ejemplos de asambleas mixtas y de exigencia en la dirección para frenar el acoso sexual.
La lucha contra el acoso abarcó a las más diversas escuelas, desde secundarias, colegios de bachilleres, otras universidades y preparatorias de la ciudad y el país.
Los siguientes días serán complicados, es claro el sectarismo que mantiene los paros mientras la rectoría está utilizando las clases en línea para reforzar su autoridad buscando que en algún momento sean los estudiantes los que levanten las tomas, si no es que se liberan antes por medidas sanitarias.
La violencia no se frena por el coronavirus, existe y en momentos de crisis como la actual llega a ser más dura, aun así, la lucha debe continuar y es un buen momento para empezar un proceso de educación política, ésta es una de las principales tareas del movimiento de mujeres. Existe un sinfín de alternativas teóricas dentro del marxismo que podrían orientar de una manera acertada qué hacer. Necesitamos fortalecer las organizaciones estudiantiles y hacer vínculos con el movimiento social y de los trabajadores, para que cuando se regrese a clases, se hagan llamados a reuniones públicas, círculos de discusión y asambleas.
La lucha contra el acoso sexual y la violencia de género y en contra de los feminicidios es una lucha revolucionaria pues un sistema capitalista y patriarcal mantiene una violencia sistemática como cáncer en todas las instituciones del Estado, así que podremos tener muchos protocolos de género cada vez mejores que los anteriores, pero si no tenemos en la mira la destrucción de este sistema enfermo, los avances serán mínimos e invisibles de cara a nuestra visión de un mundo sin opresión.
*Organizadora de la Liga de Mujeres Revolucionarias
Para poder luchar con éxito contra la opresión de las mujeres, necesitamos una teoría coherente capaz de proporcionarnos un análisis válido y una estrategia y táctica concretas. Sin esto, existe el peligro de que la lucha se limite a un alivio superficial de los síntomas.
La opresión de la mujer hoy se manifiesta de muchas maneras diferentes. Entre las más brutales se encuentran ciertamente la violencia y el asesinato. Por ejemplo, en 2018, según datos del Estado español, se presentaron más de 125.223 denuncias por violencia contra las mujeres, y en el año 2019 fueron asesinadas 55 mujeres, comparado con 47 en 2018. En 2017, se registraron 2.219 denuncias por violación, de las cuales sólo se investigó el 68%.
Aparte de las evidentes desigualdades, como la desigualdad salarial entre hombres y mujeres, la opresión sistemática de las mujeres tiene lugar principalmente entre bastidores. Por ejemplo, en las familias con al menos un niño (menores de 5 años), la mayoría del trabajo doméstico lo realizan las mujeres. La mayor parte del trabajo a tiempo parcial (73%) y del trabajo precario también lo realizan las mujeres, y la proporción de mujeres desempleadas es mayor que la de los hombres. La pensión media de las mujeres (742€ in 2019) es mucho más baja que la de los hombres (1.191€).
El resultado es una tendencia de las mujeres a depender financieramente de su pareja. Esta desigualdad material también es una realidad en los países donde toda la desigualdad ha sido eliminada sobre una base legal. En otras palabras, no basta con combatir los síntomas de la opresión a un nivel puramente legal, orientándose hacia la reforma.
Existe una capa de la sociedad capitalista que se beneficia masiva y directamente de la opresión de la mujer: las capitalistas y los capitalistas. Por un lado, se benefician directamente de los salarios más bajos de sus empleadas. Por otro lado, los salarios más bajos de las mujeres han servido históricamente como un medio para ejercer presión sobre los salarios de los empleados varones. Sobre todo, los capitalistas se benefician indirectamente de cualquier desigualdad entre los trabajadores y las mujeres trabajadoras porque divide a la clase obrera y hace más difícil la lucha unida contra el sistema.
La desigualdad de género, así como otros mecanismos de división: como el racismo, la homofobia, etc., se convierten de este modo en pilares importantes para el mantenimiento del sistema capitalista, están estrechamente entrelazados con él y por lo tanto son mantenidos activamente por los capitalistas y sus medios de comunicación. Por lo tanto, la liberación de la mujer en este sentido está en conflicto directo con los intereses de la clase dominante y sólo se puede ganar con una lucha anticapitalista consecuente.
Feminismo
Muchas teorías feministas tienen su origen en la “tercera ola” del feminismo de los años 60 y 70. Varios movimientos sociales surgieron en ese momento después de un largo período de paz de clases. Durante este período, los partidos socialista y comunista europeos se adaptaron fuertemente a la burguesía. Defendían el sistema capitalista, cedían a los prejuicios de ciertas clases y, por lo tanto, no eran un punto de atracción para las mujeres que se radicalizaban. Bajo la contrarrevolución estalinista en la Unión Soviética, importantes logros de la revolución fueron revertidos y el marxismo quedó simplificado a un esquema mecánico. Esto es precisamente lo que las feministas criticaron.
Llegaron a la conclusión de que: “Incluso bajo el socialismo soviético las mujeres no fueron liberadas. Por lo tanto, debemos organizarnos por separado y librar una lucha independiente para liberar a las mujeres”. Aunque algunos de estos grupos tenían una autoimagen revolucionaria, no comprendían de dónde viene la opresión de la mujer y por lo tanto cómo se puede superar.
Este hecho se puede ver en el feminismo postmoderno, para el cual el patriarcado existe independientemente del capitalismo. Por consiguiente, los trabajadores ya no deben luchar contra los capitalistas, sino las mujeres contra los hombres. Sin embargo, ignoran el hecho de que la sociedad está dividida en clases. Al no culpar al capitalismo, todos los que “no están oprimidos” tienen la culpa: los hombres blancos y heterosexuales, en su lógica, se convierten así en la causa de la opresión.
¿Cómo explican los marxistas la opresión de la mujer?
El patriarcado (por el cual entendemos un sistema familiar que recluye a la mujer en el hogar y sitúa al hombre como cabeza de familia y como sostén económico principal de la misma) surgió en la transición de la sociedad paleolítica sin clases a la sociedad de clases debido al desarrollo de los medios de producción. Bajo el comunismo primitivo no existía la propiedad privada, todo pertenecía a todos y la mayor parte se consumía directamente. Con el desarrollo de la agricultura y la ganadería (Revolución Neolítica), los métodos de producción cambiaron: con los nuevos medios de producción, diferentes sociedades podían por primera vez producir más de lo que podían consumir. Esto tuvo un impacto en la posición de los sexos. Nació la propiedad privada, se formaron clases, divididas en clases propietarias y creadoras de riqueza: surgió la esclavitud.
El hombre de repente pasó de ser el primigenio “proveedor de alimentos” a ser el “propietario”. Esto cambió su posición dentro de la familia. Sin embargo, debido al linaje matrilineal original (donde no existían parejas y la madre determinaba la descendencia), no podía legar sus posesiones a sus propios hijos. Así que se hizo necesario romper la herencia de la madre a sus hijos, surgió la familia monógama dominada por el hombre.
La posición de la mujer trabajadora
La mujer trabajadora en el capitalismo toma una posición precaria. Soporta una explotación múltiple como trabajadora, como ama de casa y como enfermera de niños y ancianos. Originalmente, el salario del trabajador era suficiente supuestamente para sostener a la familia y reproducir la siguiente generación de fuerza de trabajo que necesitaban los capitalistas. Esto fue acompañado por la exclusión de las mujeres de los derechos políticos y económicos. El trabajo socialmente necesario para el sostenimiento del hogar y la crianza de los hijos estaban incluidos dentro del salario del hombre. Pero con el desarrollo capitalista posterior, y la incorporación masiva de la mujer al trabajo fuera del hogar, hizo que se necesitaran ambos salarios para sostener a la familia, debido al interés de los capitalistas por reducir al mínimo el salario de sus trabajadores.
Durante el período de auge económico, el capitalismo saca a las mujeres del aislamiento en el hogar y las introduce en el mundo del trabajo; se necesitan más trabajadores. En tiempos de crisis, las mujeres son expulsadas del mercado de trabajo y vuelven a la cocina, sus empleos se recortan más rápidamente – especialmente en el trabajo no cualificado y a tiempo parcial, que es fácil de reemplazar. Vemos, entonces, que el capitalismo utiliza modelos patriarcales para poder utilizar mano de obra barata e intercambiable a voluntad, según las necesidades de su clase dominante. Hoy en día, las mujeres de los sectores de bajos salarios y de trabajo a tiempo parcial son siempre las primeras en sentir los efectos del auge y crisis del mercado laboral. Históricamente, las mujeres han desempeñado un papel central en las revoluciones rebelándose contra la opresión como trabajadoras y como mujeres. Uno de los innumerables ejemplos es la Revolución Rusa de Febrero de 1917, que comenzó con un levantamiento de mujeres que hacían cola para obtener pan.
¿Cuál es el siguiente paso?
El trabajo de cuidado del hogar y de la crianza de los hijos es realizado mayoritariamente por mujeres que además tienen que trabajar para tener un salario regular, sufriendo así una doble explotación. ¡Este trabajo en el hogar es socialmente necesario y debería estar socializado! Concretamente, esto significa que se necesitan guarderías estatales y gratuitas en todo el país para todos aquellos que las necesitan. También se necesitan lavanderías y comedores públicos y gratuitos, que puedan utilizarse cuando sea necesario. El progreso técnico debería seguir desarrollándose de tal manera que el resto de las tareas domésticas se reduzcan al mínimo.
La lucha por la igualdad de salarios sólo puede tener éxito si se lucha junto con los trabajadores contra la opresión sistemática. La lucha organizada, como las huelgas, es el arma más fuerte y efectiva de la clase obrera para arrancar mejores condiciones de trabajo a los patrones. Sin embargo, estos medios sólo tienen éxito si cuentan con un amplio apoyo –para lo que necesitamos tanto mujeres como hombres. Si los movimientos de los últimos años nos muestran algo claramente, es que la voluntad de lucha de la población femenina es fuerte y va en aumento. Sin duda, cuando las luchas existentes se unen, cuando las mujeres trabajadoras luchan junto con los trabajadores contra el sistema que los oprime a todos, la revolución está a las puertas
Cada derecho hacia los trabajadores y las mujeres ha sido conquistado con enormes esfuerzos y luchas. Algunos de los protagonistas de estas batallas han quedado olvidados en la historia o no se les da el reconocimiento requerido. Un ejemplo claro de esto es el de Elvia Carrillo Puerto, personaje casi olvidado pero que es fundamental para entender conquistas tan básicas como el derecho al voto hacia las mujeres, que se ha obtenido en tiempo muy reciente. Elvia, quien fuera hermana del gobernador de Yucatán, Felipe Carrillo Puerto, abrazó los ideales del socialismo. Ella se identificó con las mujeres no en abstracto sino con las desharrapadas, es decir las campesinas y obreras. Elvia fue la primera diputada del país, en el contexto de una lucha revolucionaria en su Estado natal. Fue incansable organizadora de campesinas y obreras además de su voz. Por su labor revolucionaria fue atacada, exiliada y perseguida. Para quienes luchamos por los derechos hacia la mujer y por una sociedad igualitaria sin explotación, es fundamental rescatar el legado de importantes luchadoras como Elvia Carrillo Puerto, a la que se le llegó a llamar la sufragista bolchevique.
La mujer mexicana: una historia de opresión
La conquista de las culturas de América trajo consigo una profunda opresión para las mujeres, ya que estaban siempre bajo la tutela de los hombres sin contar con libertades y tenían prácticamente nulos derechos.
Las mujeres siempre han jugado un papel importante en las trasformaciones sociales, en México este hecho no fue la excepción. Tuvimos a mujeres que se destacaron y contribuyeron con recursos, ideas e incluso preparando las conspiraciones previas a la lucha de independencia como lo fue Leona Vicario. En la revolución, famosas son las adelitas que acompañaban a los soldados revolucionarios por los Estados de la republica siendo ellas las que se encargaban de preparar los alimentos, auxiliaban a los heridos pero también luchaban en las batallas. Tenemos a las coronelas que fueron mujeres que lucharon al frente de cientos de hombres en las batallas, un ejemplo es Dolores Jiménez y Muro.
Mujeres durante la Revolución Mexicana
A pesar de que la mujer jugaba estos papeles, el hecho de no gozar de los mismos derechos que los hombres seguían presente para los años posteriores a la revolución. Esto no quiere decir que no se hayan conquistado derechos gracias a las distintas luchas revolucionarias, podemos mencionar, por ejemplo, el tener un trabajo remunerado económicamente. Uno de estos primeros empleos conquistados para algunas mujeres fue el de profesoras y conforme se fue desarrollando la industria mexicana las mujeres se incorporaban a las filas del proletariado naciente (aunque inicialmente de forma muy minoritaria) en el cual no tomaron una actitud de aislamiento sino más bien se incorporaban a las organizaciones obreras de la época como lo eran las sociedades mutualistas y más tarde a las sindicales como la Casa del Obrero Mundial (COM).
En huelgas tan relevantes, como lo fue la de las textileras de Rio Blanco, hubo mujeres obreras destacadas en la lucha, como lo fue Lucrecia Toríz, quien incitó a sus compañeros a abandonar los telares, en diciembre de 1906. En el Partido Liberal Mexicano (PLM) hay toda una serie de compañeras destacadas. Desde los orígenes del movimiento obrero vemos como las mujeres que se incorporan al trabajo, convirtiéndose en proletarias, despiertan a la vida política y se organizan junto al conjunto de su clase por la defensa de sus derechos.
En el campo la situación era aún más cruda. Desde el nacimiento el simple hecho de haber nacido mujer representaba una carga familiar, más que una satisfacción, esto era así porque a la mujer se le tenía que “cuidar” en todos los aspectos desde el económico hasta el moral. La religión fue siempre un instrumento de opresión que la llenaba de prejuicios y le daba un papel de sumisión ante el hombre.
En la vida de la mujer en el campo, podemos ver muy claramente la doble explotación a la que ha estado sometida por décadas ya que además de tener que cumplir con labores domésticas y de cuidado y crianza de los hijos, las mexicanas trabajaban para contribuir en el sustento económico del hogar, como lo era en la siembra y cosecha de la tierra, comercialización de los productos del campo o la elaboración de artesanías, todo este trabajo lo realizaba sin ningún tipo de remuneración económica.
Las transformaciones sociales traen consigo el despertar de las conciencias y la revolución mexicana, iniciada en 1910, tuvo como una de sus consecuencias el que las mujeres alzaran la voz para luchar por sus derechos y una vida digna más allá de sólo cumplir la labor para la que por siglos estuvo sometida, que fue el procrear y las labores domésticas. Romper toda una serie de ataduras materiales y morales no era sencillo, la revolución mexicana tuvo límites al no acabar con el sistema capitalista pero si generó importantes cambios también para las mujeres, en primer lugar despertándolas a la vida política y llevándolas a su organización.
La esclavitud henequenera
En Yucatán surgiría un personaje de gran relevancia en las luchas de las mujeres, nos referimos a Elvia Carrillo Puerto. En ese Estado las grandes transformaciones del país pasaron casi inadvertidas. Existía una clase social privilegiada que se hacía llamar la casta divina, ellos eran grandes terratenientes que tenían bajo su servicio a los nativos mayas de Yucatán, a quienes usaban como sus peones.
El periodista John Kenneth Turner, poco antes de que estallara la revolución, describe con toda crudeza la situación de los trabajadores del henequén en Yucatán. Nos narró un panorama de esclavitud, donde a los peones se les endeudaba y con ello eran obligados a trabajar en las fincas. Había un comercio real de estos trabajadores a los que se les obligaba con la violencia a trabajar. Los trabajadores “libres” vivían en condiciones de precariedad extrema. En estas condiciones las mujeres sufrían lo peor. Eran obligadas a casarse, aun sin su agrado, con peones de sus fincas, además de ser abusadas sexualmente y físicamente por los hacendados de la casta divina. Muchas veces las familias eran disueltas y los hijos se les eran arrebatados. Turner se hizo pasar como un inversionista adinerado extranjero, eso le llevó a ganar la confianza de la clase dominante y así obtuvo crudas confesiones:
“Un amigo mío, un hombre muy afable, tenía una sirvienta que siempre estaba con el deseo de ir a servir a otra persona; por fin mi amigo vendió a la mujer y algunos meses más tarde la encontró en la calle y le preguntó si estaba contenta con su nuevo amo. ‘Mucho, respondió ella, mucho. Es un hombre muy rudo y me pega casi todos los días’” (Turner, John Kenneth, México Bárbaro).
En otro cruel relato, Turner, narra:
“Un pasatiempo favorito de X consistía en montar en su caballo y presenciar la “limpia” (el castigo) de sus esclavos. Encendía su cigarro y cuando expulsaba la primera bocanada de humo el látigo mojado caía sobre las desnudas espaldas de la víctima. Seguía fumando tranquilamente, muy contento, al mismo tiempo que los golpes caían uno tras otro. Cuando, por fin, le aburría la diversión, tiraba el cigarro y el hombre del látigo dejaba de golpear, ya que el final del cigarro era la señal para que acabasen los azotes” (ibíd.).
Ese era el Yucatán en que nacerían los hermanos Carrillo Puerto y que después de la revolución de 1910-1917 poco había cambiado.
La siembre del henequén se daba en condiciones de esclavitud
Los primeros años de Elvia Carrillo Puerto
14 hijos tuvieron Adela Puerto Solís y don Justiniano Carrillo Pasos. El segundo de ellos se llamaría Felipe y jugaría un papel relevante en la historia al ser gobernador socialista de su natal estado de Yucatán. El sexto hijo fue Elvia Carrillo Puerto, nacida en el poblado de Motul el 6 de diciembre de 1878, futura revolucionaria que brillaría con luz propia. Esta era una familia pequeñoburguesa que no tenían grandes riquezas, pero que no sufrían las mismas condiciones de los peones de las haciendas.
Elvia tuvo estudios básicos, sería una buena estudiante y tendría una importante pasión por la lectura. En sus estudios tuvo un profesor que pertenecía al movimiento de Rita Cetina, una profesora de la ciudad de Mérida, que ya había encabezado una publicación de mujeres llamada La Siempre viva. Eso quedaría marcado en la memoria de la niña quien después usaría a esta profesora como emblema. Lograría aprender mecanografía lo cual sería de enorme ayuda en el futuro.
Un personaje que tendría una gran influencia en Felipe y su hermana Elvia sería el sacerdote Serafín García, que tenía ideas anarquistas y era muy diferente al conjunto del clero que en general contribuían a la explotación del pueblo y eran aliados de la Casta Divina. Desde entonces estos dos hermanos tendrían influencia de ideas socialistas y se despertaría el ideal de la justicia social que crecería al paso de los años.
Las mujeres estaban atadas a la familia y no podían emanciparse hasta muy entrado en años. Ya siendo adolecente Elvia se enamoraría de un joven profesor que iba a su casa para hacer bohemias con su padre en medio de una guitarra. A los 13 años se casaría, ella tendría que trabajar para sostener los gastos de la familia. Siendo muy joven quedaría viuda y a pesar de que su familia insistía en que regresara al hogar paterno ella continuó trabajando y logró conservar su independencia y desarrollarse aún más profesionalmente. Se convirtió en referente de lucha por los derechos de las mujeres, siendo profesora platicaba con las madres de sus alumnos e incluso organizaba, junto con otras profesoras, tertulias en las que se platicaba del sufragio femenino, la educación y demás temas relacionados con los derechos de las mujeres.
Elvia se involucró en la política de Yucatán, para 1909 participó en el movimiento en contra del gobernador porfirista Olegario Molina Solís, apoyando al abogado liberal Delio Moreno. Ella fue propagandista y mensajera, el hablar maya le sirvió para traducir documentos del movimiento anti releccionista a esta lengua y la acercaría especialmente al pueblo.
Elvia simpatizó y formó parte del movimiento maderista que terminaría con el derrocamiento del dictador Porfirio Díaz. Es durante el gobierno de Francisco I. Madero, que Elvia organiza, en 1912, su primer Liga de mujeres campesinas. Como sabemos Madero fue asesinado por órdenes de Huerta tras el golpe de Estado que lo derrocó. Mientras la lucha entre revolución y contrarrevolución continuaba desarrollándose, en Yucatán se sentían sus estragos. El socialista cubano, Carlos Loveira, quien vivió por breve tiempo en la península, describe la organización de la clase obrera y el terror que se vivía, narró cómo las luchas eran reprimidas incluso ametrallando directamente a los huelguistas. Esta represión se mantuvo incluso con la llegada del primer gobernador constitucionalista, Eleuterio Ávila. Elvia mantuvo la organización de sus ligas de mujeres campesinas en medio de estas condiciones difíciles.
Retrato de Elvia Carrillo Puerto
El gobierno de Salvador Alvarado
Los gobernadores del ala radical del constitucionalismo llaman a las mujeres a reunirse para analizar sus problemáticas y buscar soluciones. Algunas historiadoras dicen que en Tabasco, cuando Francisco J. Mújica fue gobernador, se realizó el primer congreso de mujeres del país. Aunque no hay memoria de ese hecho se dice que este gobernador declararía: “la obra redentora del gobierno revolucionario no estará completa sin la liberación de la mujer”.
Este fue el antecedente de los dos congresos que tendrían lugar en el Estado de Yucatán, serían una importante influencia a nivel nacional y antecederían al radical gobierno de Felipe Carrillo Puerto.
Yucatán había quedado al margen de la revolución mexicana y fue con la entrada de los gobiernos emergidos de la revolución que el progreso llegó. Salvador Alvarado tenía ideas revolucionarias que se formaron a partir del estudio de grandes reformadores sociales. Al entrar a la gubernatura en 1916, fue el hombre quien inició la revolución en Yucatán, prácticamente desde arriba, aunque su objetivo era hacer reformas dentro de la lógica constitucionalista que no aspiraba a ir más lejos acabando con la explotación de los hacendados henequeneros, aunque si dando cierta justicia social. Alvarado no solo influyó en ese Estado ya siendo gobernador, sino que las medidas implementadas en dicho estado fueron modelo del naciente régimen. Aunque sus reformas no fueron tan profundas, como las que haría Felipe Carrillo Puerto, se dieron avances sociales en Yucatán durante su gobierno que incluyeron los primeros derechos para la mujer y se ayudó en su organización.
Salvador Alvarado, proveniente del constitucionalismo, al ser gobernador de Yucatán, atacaría a Felipe Carrillo Puerto a quien mantiene en prisión. Elvia es la que intercede con Alvarado y no solo logra liberar a su hermano, sino que accede a colaborar con el gobierno revolucionario. Cabe apuntar que Felipe Carrillo Puerto, en medio de la revolución, había tenido que huir de Yucatán y entró en contacto con los zapatistas. Después del derrocamiento de Huerta, Carrillo Puerto colaboraría con Manuel Palafox, el ministro de agricultura nombrado por la convención revolucionaria. Este personaje repartiría tierras e incluso expropiaría propiedades de propietarios estadounidenses para dárselas a los campesinos pobres en la Comuna de Morelos, uno de los pasajes más inspiradores de la revolución mexicana. Pero Alvarado inicialmente mantendría encarcelado a Felipe.
Fotografía de Salvador Alvarado
Los congresos de mujeres en Yucatán
Fue convocado por el entonces gobernador de Yucatán, Salvador Alvarado muy posiblemente bajo el impulso de Hermila Galindo, aunque esta no estuvo presente. Se desarrolló del 13 al 16 de enero de 1916. Lo que llevó a convocar el primer congreso de mujeres fue el hecho de que ellas llevaban una vida sin aspiraciones más allá que servir en su hogar y profundamente atadas a lo que dictaba la iglesia. Aunque esto era una realidad para las mujeres en todo el país, lo que sucedió un Yucatán fue consecuencia de la implementación de un gobierno socialista, que busca siempre liberar a todos los individuos de cualquier forma de opresión, y por supuesto, que el tema de la emancipación de la mujer fue importante en los gobiernos de Salvador Alvarado y Felipe Carrillo Puerto.
En la convocatoria se expusieron las siguientes consideraciones:
“La mujer yucateca ha vivido hasta ahora entregada al hogar y sus obligaciones se han concretado a las que se originan de una vida quieta, empírica, sin dinamismo, que trascienda a la evolución y sin aspiraciones que la liberten de la tutela social en que ha permanecido sumida (…)”.
“Es un error social educar a la mujer para una sociedad que ya no existe, habituándola a que, como en la antigüedad, permanezca recluida en el hogar, el cual solo abandona para asistir a los saraos y fiestas religiosas, y que no se le reivindica colocando sobre su tumba el epitafio romano: ‘cuido de su casa y supo hilar la lana’, pues la vida activa de la evolución exige su concurso en una mayoría de las actividades humanas (…)”.
“La revolución constitucionalista ha manumitido a la mujer, concediéndole derechos que antes no tenía, como los que derivan del divorcio absoluto, y que resultarían ilusorias estas justas concesiones de no prepararla convenientemente para la conquista del pan y para la conservación y defensa de estos derechos alentándola a la conquista de nuevas aspiraciones”.
“El medio más eficaz de conseguir estos ideales o sea de libertar y educar a la mujer es concurriendo ella misma con sus energías e iniciativas a reclamar sus derechos, a señalar la educación que necesita y a pedir su injerencia en el Estado, para que ella misma se proteja”.
“Los temas que se discuten en el congreso son:”
“1.- ¿cuáles son los medios sociales que deben emplearse para manumitir a la mujer del yugo de las tradiciones?”
“2.- ¿Cuál es el papel que corresponde a la educación primaria en la reivindicación femenina, ya que aquella tiene por finalidad preparar para la vida?”
“3.- ¿Cuáles son las artes y ocupaciones que debe fomentar y sostener el estado, y cuya tendencia sea preparar a la mujer para la vida intensa del progreso?”
“4.- ¿Cuáles son las funciones públicas que puede y debe desempeñar la mujer a fin de que no solamente sea elemento dirigido, sino también, dirigente de la sociedad?” (Tuñon, Julia. Voces a las mujeres).
Entre las 617 congresistas se formaron 4 grupos para tratar los temas ya mencionados, algo interesante que podemos observar es que entre las asistentes hubo una polarización en dos sentidos, una parte por mujeres conservadoras que creían que la participación de las mujeres en la vida política se tendría que dar en el grado en el que ellas adquirieran educación y que era suficiente por ahora solo mejorar sus condiciones en el ámbito privado. Por otra parte, tenemos el sector radical en el que se decía que la mujer tiene que empezar a involucrarse de inmediato en las decisiones que afectan su vida, reivindicándolas como ciudadanas con plenos derechos e igualdad de condiciones con los hombres en todos los ámbitos de la vida pública.
Podemos decir que esta polarización es consecuencia de las condiciones de represión y servidumbre que venían viviendo las mujeres desde siempre y fue difícil desprender de la mentalidad de algún sector de estas ideas conservadoras. Incluso ya conquistados algunos derechos, hablando en el sentido del derecho a decidir cuantos hijos quieres tener. La periodista Margary Rex, del International New Service, escribe en el ejemplar del 2 de abril de 1922 en la Revista de Yucatán:
“las mujeres superiores no se casan y las mujeres que no se casan son la ruina del país (…) De allí que estas mujeres superiores nunca sean madres y no puedan transmitir a las nuevas generaciones sus mejores cualidades, y la raza y la nación sufren la falta de los hijos que ellas pudieran darles” (Monique J. Lemaître, Elvia Carrillo Puerto, La monja Roja del Mayab).
En estas declaraciones podemos notar que no sólo en México era difícil erradicar la ideología de ver a la mujer como un objeto de reproducción y servidumbre, incluso en países tan avanzados, como EEUU, se podía ver vigente esta concepción, lo que nos lleva a concluir que la naturaleza del sistema capitalista es esa, un sistema en el que la explotación de los individuos se normaliza y a la mujer se le explota doblemente.
Hermila Galindo, quien había sido secretaria de Venustiano Carranza, por razones de salud no pudo estar presente, pero mandó un discurso al congreso, el cual causó gran polémica al dársele lectura. “La mujer en el porvenir” trataba temas como sexualidad, divorcio, política y prostitución, lo que gran revuelo entre las congresistas, sobre todo con respecto al tema de la sexualidad femenina que textualmente decía:
“El instinto sexual opera de tal suerte en la mujer y con tan irresistibles resortes, que ningún artificio hipócrita es capaz de destruir, modificar o refrenar. Atentar contra el instinto soberano es destruir la salud, corromper la moral, demoler la obra grandiosa de la naturaleza y enfrentarse con el creador increpándolo con la más atroz de las blasfemas. ¡Te has equivocado!”
“(…) Un pudor mal entendido y añejas preocupaciones privan a la mujer de conocimientos que le son no sólo útiles, sino indispensables, los cuales una vez generalizados, serían una coraza para las para las naturales exigencias del sexo: me refiero a la fisiología y anatomía (…) que debieran ser familiares en las escuelas y colegios de enseñanza secundaria” (Tuñon, Julia, Voces a las Mujeres).
Elvia estuvo presente en ese congreso. En un ambiente de jerarquía e incluso racismo, es posible que fuera relegada y esa sea la razón por la que no aparece en los anales. Los resultados de este congreso no fueron muy satisfactorios pues tuvo una tónica conservadora. Había que trabajar mucho más para romper los prejuicios sociales aun arraigados.
Dado que no se consiguieron los objetivos deseados con el primer congreso, Alvarado llama a realizar un segundo congreso que se llevó a cabo del 23 de noviembre al 2 de diciembre de 1916 y la asistencia fue mucho menor con 234 delegadas. Los 4 temas que se consideraron fueron:
1. Si la escuela primaria debe iniciar a las mujeres en actividades que hasta ahora fueron únicamente para hombres ¿cuáles son esas artes y ocupaciones?
2. ¿Cómo se hace para convertir a la mujer en agente de difusión científica y de la libertad?
3. Las mujeres y el voto ¿Electoras y candidatas?
4. En caso de divorcio, ¿quiénes deben hacerse cargo de los hijos?
Este congreso estuvo más a la izquierda que el primero. Se logra aprobar una moción a favor del voto femenino para las elecciones municipales, sin embargo se pierde una votación, 60 votos contra 30, a favor de que las mujeres puedan ser electas en puestos municipales.
Fotgrafía del Congreso de Mujeres en Yucatán
El Partido Socialista del Sureste
Elvia Carrillo, al ser propagandista y organizadora de mujeres, jugaría un papel importante en el movimiento revolucionario local. Desde 1916 se construye el Partido Socialista del Sureste y los hermanos Carrillo Puerto se inmiscuyen en esta tarea. El activismo de Elvia, junto con el de sus contemporáneas, puso sobre la mesa el derecho del sufragio femenino y poco a poco fueron ganando terreno, por ejemplo, en el Primer Congreso Obrero de Yucatán (del 29 al 31 de marzo de 1918) dentro del temario se consideró:
“Aceptación de la mujer obrera en las ligas de resistencia, cobrándoles la mitad de la cuota fijada a los hombres, y votar por ellas en los puestos concejiles, después de transcurrir un año de pertenecer en su lugar” (Monique J. Lemaître, Elvia Carrillo Puerto, La monja Roja del Mayab).
Desde ese año Elvia junto a su hijo Marcial Pérez Carrillo emprenden una campaña de propaganda con el fin de ganar a las mujeres campesinas a la Liga Central de Resistencia Femenina, perteneciente al Partido Socialista del Sureste, organizándolas en ligas regionales.
En noviembre de 1919 el coronel Isaías Zamarripa saqueó los locales de la liga central del PSSE con lo cual se inicia un periodo de intensa persecución al partido. Elvia junto con su amiga Elena Torres tienen que salir huyendo de Yucatán, se instalan en la CD de México y ahí es donde Elvia se pone en contacto con futuros miembros del Partido Comunista Mexicano, del cual Felipe Carrillo Puerto sería miembro fundador. Por su parte Elvia, con mucha dedicación, logra fundar La Liga Rita Cetina Gutiérrez en la capital, en 1921 se celebra ahí mismo, otro congreso de mujeres ahora convocado por Elvia, en el cual se acuerda solicitar a los supremos poderes el voto femenino. En la capital Elvia tiene que enfrentar las críticas y habladurías de las feministas burguesas que no dejaban de echarle en cara su radicalismo, su origen pueblerino, el que no tuviera estudios y el ser socialista, por lo que la apodaron la sufragista bolchevique, que más bien parecía un alago. Los ataques de estas feministas no menguaron para nada su convicción y lucha, todo lo contrario, su estancia en la ciudad significó aprendizaje y crecimiento intelectual. Ella continúo trabajando junto a sus hermanos de clase en la Ciudad de México en agrupaciones de obreros, pero siempre sintiendo la necesidad de regresar a las ligas campesinas.
Felipe Carrilo Puerto y el Partido Socialista del Sureste
Se conquista por primera vez el derecho al voto femenino
Elvia, junto con su hijo Marcial, y su hermano Felipe, regresan a Mérida para el congreso de Izamal que se celebró del 15 al 20 de agosto de 1921. En este congreso se postula la candidatura de Felipe a gobernador del estado. Las elecciones se llevaron a cabo el 6 de noviembre de 1921, los candidatos: Felipe Carrillo Puerto por el PSSE gana con 62,801 votos, le sigue Bernardino Mena Brito por el PLY con 2,888 votos, Ricardo Molina Hubbe del Partido Democrático con 431 votos y Miguel Alonzo Romero por el Partido Liberal Constitucionalista con 12 votos. La victoria Socialista fue contundente.
El Gobierno socialista de Felipe comenzó el 1 de febrero de 1922, y vale mucho la pena mencionar su primer discurso, que además lo pronunció en maya (lengua que dominaban a la perfección tanto él como su hermana Elvia) y que reflejó las aspiraciones de su gobierno de liberar a los nativos mayas de la explotación a la que estaban sometidos, dándoles educación y haciéndolos dueños de su trabajo.
“(…) la tierra es de ustedes, ustedes han nacido aquí, han crecido aquí, han gastado su vida encorvados en el campo cortando pencas para el amo que se ha apoderado de las tierras. Pero ustedes las van a recuperar de acuerdo con las nuevas leyes que reconocen ese legítimo derecho. Y siendo de ustedes la tierra lo natural es que las cosechas también les correspondan” (Monique J. Lemaître, Elvia Carrillo Puerto, La monja Roja del Mayab).
Las reformas en cuanto a los derechos de la mujer ya habían empezado durante el gobierno de Alvarado, pero fue en el periodo de Felipe Carrillo Puerto cuando se dieron las más importantes, gracias a la intervención y esfuerzo de Elvia Carrillo, Rosa Torre, Raquel Dzib, Susana Betancourt y gran parte de las profesoras rurales. En torno a las Ligas de Resistencia Femeninas Campesinas y la Liga Rita Cetina G. se trabajó en muchos aspectos necesarios para mejorar la vida de las mujeres y los hombres yucatecos de familias trabajadoras como lo fue con la alfabetización, se luchó contra el alcoholismo, el control de la natalidad, se trabajó con las mujeres prostitutas para darles métodos de higiene, en la nutrición de los niños y niñas, métodos de primeros auxilios, en la creación de cooperativas para comercializar los productos que las mujeres elaboraban.
Una medida importante fue la legalización del divorcio, medida progresista, aunque aún con limitaciones y resquicios machistas puesto que una mujer no podía contraer nuevo matrimonio hasta después de 300 días para asegurar que el nuevo esposo no acarreara hijos de su antigua pareja. Con todo y eso fue un paso adelante.
Junto con el gobierno de su hermano Felipe, siguiendo la experiencia de este en la Comuna zapatista de Morelos, coordinaron el reparto agrario en el cual se vieron beneficiadas 34,796 familias, es decir, se repartieron 664,835 hectáreas de tierra. Los indígenas que habían sido arrebatados de sus tierras y esclavizados, ahora poseían tierra y libertad.
En medio de una lucha revolucionaria general de los trabajadores, las mujeres, que estaban organizadas junto con el conjunto de los explotados, consiguieron conquistas nunca vistas en la historia del país: las mujeres pudieron votar y ser votadas, aunque fuera solo a nivel municipal y estatal. Los socialistas luchamos por la mayor democracia, incluso bajo este sistema, pero aspiramos a una democracia a un nivel superior, donde no solo podamos decidir nuestros gobernantes sino también administrar las fuerzas productivas con democracia y nuestros destinos. En la lucha por construir el Estado de los trabajadores, cosa que a nivel local comenzaba a ocurrir en Yucatán, los avances democráticos son muy importantes. Dar el voto a la clase obrera, así como a la mujer. Sin hacer un fetiche del voto, podemos decir que esta es una importante conquista ya que ayuda a despertar a la vida política, ayuda a romper, aunque no siempre de manera inmediata ni mecánica, con las ataduras del pasado. Esta medida fue mil veces más efectiva que los congresos de mujeres del gobierno de Alvarado.
La falsa moral burguesa
Estos cambios del gobierno de Felipe Carrillo Puerto, quien aspiraba a ir al socialismo, como había ocurrido con el gobierno de los soviets en Rusia, no pasaron desapercibidos y generaron una reacción de parte de la burguesía conservadora del país. Escandalizaron a “la gente decente”, sobre todo en lo relacionado al control de la natalidad. En febrero de 1922 se publicó y distribuyó el folleto de Margaret Sanger “La regulación de la natalidad, o la brújula del hogar” en el que se proporcionaban métodos para evitar la concepción (un año después se comprobó que los métodos de la Sra. Sanger eran ineficientes y la forma más efectiva era el empleo de una jalea espermicida en combinación con un diagrama, que proponía la Dra. Dorothy Bocker) si bien los materiales necesarios mencionados en el folleto, jeringas, bolsas para duchas vaginales, soluciones, supositorios, no estaban al alcance de las mujeres yucatecas. Lo que la Liga Rita Cetina logró fue avanzar en el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos y cuantos hijos tener. Esta campaña de control natal fue, a su vez, una batalla ideológica contra el conservadurismo y la moral medieval.
Como parte del programa, en agosto de 1923 se hicieron planes para establecer en Mérida dos clínicas para el control de la natalidad, una en el hospital para mujeres y niños y la otra se establecería en la zona de prostitutas, con esta medida se buscaba reducir el alto índice de enfermedades venéreas en Yucatán, pero poca fue la gente que veía con imparcialidad científica esta medida, en realidad las personas se sentían ofendidas.
Tan fuerte resultó el impacto en la sociedad de aquellos años, que el periódico capitalino Excélsior hizo toda una campaña, en aquel año 1923, hablando del gran papel de la familia y la maternidad. Tenía un claro tinte reaccionario para, con el argumento de la buena moral, condenar las medidas progresistas del gobierno de Carrillo Puerto y el movimiento de mujeres en Yucatán. A esta campaña se sumaron la Secretaría de Educación Pública, el Arzobispado mexicano, la Cruz Roja y las Cámaras de Comercio. Así se consagró el 10 de mayo como día de las madres, según las páginas del Excélsior, con el fin de: “rendir un homenaje de afecto y respeto a la madre a consecuencia de una campaña sucia y criminal en contra de la maternidad en Yucatán”. Mientras que los hacendados golpearon a las mujeres, las vendían y arrebataban a sus hijos, los oligarcas y su prensa no dijeron una palabra, pero ahora que se vivía un real movimiento de los explotados por su liberación, gritaban histéricas condenas.
El congreso Panamericano de Mujeres
Elvia se encontró con oposición incluso de parte de mujeres que se decían feministas y decían luchar por conquistar derechos para las mujeres. En realidad, durante toda su vida chocaría con las feministas pequeñoburguesas y burguesas. Del 20 al 30 de mayo de 1923 se celebró el Congreso Panamericano de Mujeres, al que asistieron representantes de por lo menos 20 Estados de la república mexicana, de EEUU, Cuba y diferentes organizaciones femeninas. Las tres delegadas de Yucatán, Elvia Carrillo Puerto, Gloria Mireya Rosado y Susana Betancourt, generaron debate en el tema del control de la natalidad, pero sus propuestas fueron rechazadas a favor de una resolución que planteaba que el Consejo Superior de Salubridad debería establecer en México clínicas prenatales y postnatales para combatir los altos índices de mortalidad infantil. Las delegadas mexicanas plantearon que el control de la natalidad no era el remedio en un país que había sufrido una grave reducción de la población durante la revolución. Cosa que refleja claramente la posición de ver a la maternidad como una obligación moral y política, como si la mujer fuera una productora de futuros ciudadanos para la patria, discurso que se volvió constante en los tiempos postrevolucionarios.
Las congresistas igualmente rechazaron e incluso se escandalizaron con las propuestas de las delegadas yucatecas en cuanto al tema del amor libre (que vela por la protección de la mujer dentro y fuera del matrimonio y asegura los derechos de los hijos ilegítimos) planteando que esto solo alentaba al libertinaje. En cambio, se resolvió que las organizaciones femeninas deberían influir en que las ceremonias de matrimonio se transformen, para que dejaran de ser exhibiciones ostentosas y en su lugar se transformaran en actos sencillos que exaltaran la nobleza de la ceremonia.
La delegación yucateca sobresalió durante el congreso. A pesar de salir derrotadas en las demandas relacionadas con la natalidad y el amor libre, sí lograron el consenso, al que llegó la mayoría de las delegadas, de otorgar el voto a la mujer y que se pudieran ocupar puestos gubernamentales.
En 1922 Rosa Torres es la primera mujer en ocupar un cargo de elección popular siendo presidenta del consejo municipal de Mérida. En 1923 Elvia Carrillo y Raquel Dzib consiguen una victoria contundente al ser elegidas para diputadas, la primera con 5,115 votos en el quinto distrito. Estando Elvia defendió los derechos de los indígenas y trabajadores, así como de las mujeres sin dejar la organización de las ligas.
El derrocamiento de Felipe Carrillo Puerto
A nivel nacional se dio una pugna por el poder entre distintos caudillos, Adolfo de la Huerta hace un levantamiento contra Álvaro Obregón y su candidato Plutarco Elías Calles. Esa es la oportunidad que la oligarquía yucateca estaba esperando para asestar un golpe contra el gobernador Felipe Carrillo Puerto. El gobernador socialista tenía un batallón rojo dispuesto a defenderlo, pero necesitaba armas. El apoyo del centro nunca llegó. Es muy probable que Obregón y Calles vieran también la oportunidad de desembarazarse de este radicalizado movimiento y por eso lo dejaron a su suerte condenándolo a la muerte. Felipe Carrillo Puerto tiene que abandonar el gobierno, en su huida es capturado y fusilado, el 3 de enero de 1924, junto con tres de sus hermanos y 9 colaboradores más. Este experimento socialista mexicano, claramente inspirado en la toma del poder de los trabajadores rusos, llegó a su fin.
Se abrió un ambiente de terror contra los militantes del Partido Socialista del Sureste y la familia Carrillo Puerto. El trabajo revolucionario de las ligas campesinas continuó, pero en la clandestinidad. El ejército obregonista restableció el orden temporalmente y llevo a que un antiguo colaborador de Felipe Carrillo, Miguel Cantón, se proclamara gobernador aunque estuvo efímeramente al frente del Estado. Obregón se apoyó en José María Iturralde. Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles públicamente lamentaron la muerte de Felipe pero combatieron a todo quien mantuviera su legado, iniciando con su familia y la propia Elvia. Su vida estaba en real peligro y Elvia tuvo que abandonar su Estado natal.
La revolución llegó con retraso a Yucatán pero lo hizo con enorme fuerza. Esa lucha de los campesinos indígenas, de los obreros, del gobernador socialista despertó a las masas a la lucha y permitió avances para las mujeres no conseguidos en el resto del país. Esa fuerza de la revolución, el poder organizado de las mujeres junto al resto de los trabajadores, la memoria de figuras tan grandes como Felipe Carrillo Puerto, queda marcada en el alma de las verdaderas revolucionarias como Elvia quien continuaría en otras trincheras su lucha.
Periódico de la época informado del fusilamiento de Felipe Carrillo Puerto
El exilio de Elvia
Elvia vivió en la Ciudad de México, tiene que trabajar en la Secretaría de Agricultura y Fomento. En su lucha por conseguir derechos políticos para las mujeres, logra candidatearse para diputada por un distrito en San Luis Potosí. En medio de la campaña sufre un atentado al serle disparados 8 balazos que afortunadamente no dieron en su objetivo. Pese a remar contra la marea, Elvia consiguió un triunfo contundente con 4,576 votos a su favor y sólo 56 en su contra, pero sus oponentes se apoyan en la injusta legalidad para impedir que se siente en su curul, pues no estaba permitido que las mujeres ocuparan puestos legislativos.
En 1925 funda la Liga de Orientación de Acción Femenil con la que participa en junio de ese año, junto con Cuca García, como delegadas en el Congreso de Mujeres de La Raza, organizado por la Liga de Mujeres Ibéricas. Según la biógrafa de Elvia, Monique J. Lemaître:
“las dirigentes de la izquierda socialista, insisten en que los problemas fundamentales de la obrera y de la campesina mexicanas son de orden económico y no, como propugnan las delegadas derechistas y moderadas, el producto de las condiciones sociales y morales de la época, ya que éstas a su vez no son sino el producto de la extrema pobreza en que viven las trabajadoras mexicanas”.
Y continúa:
“Durante el corto Congreso es, además, evidente la lucha de clases entre las asistentes moderadas y burguesas, en su mayoría católicas tradicionales, a la cabeza de quienes se encuentra la organizadora del Congreso, Sofía Villa de Buentello, y el grupo dirigido por Elvia Carrillo y Cuca García. El 10 de julio Sofía Villa, desesperada ante la partida de las delegadas extranjeras, se dirige furiosa al grupo radical, gritando a voz en cuello que se trata de un Congreso Internacional y no de un Congreso de Trabajadoras ni de un Congreso Socialista. La respuesta de Elvia Carrillo Puerto no se hace esperar. Si la intención de las organizadoras era que, para tener un Congreso Internacional, había que limitar su participación a las delegadas burguesas ¿por qué entonces invitar a las trabajadoras? Por boca de Elvia protestan las obreras y campesinas que son la fibra misma del corazón del país, en contra de los parásitos que succionan su savia vital” (Monique J. Lemaître, La monja Roja del Mayab).
La unión de mujeres de los distintos estratos en realidad se convierte en una reunión pluriclasista que o bien termina en un enfrentamiento abierto entre clases o en la subordinación política de las explotadas ante la política burguesa o pequeñoburguesa. Feministas, como las que organizaron ese encuentro, suelen abogar por la no politización, por dejar de lado otros temas como la lucha de clase en pro de los problemas femeniles, cuando la experiencia nos dice, y un caso claro se tuvo en Yucatán, que los problemas más crudos los viven las mujeres campesinas y trabajadoras y su solución está en la lucha conjunta de los explotados. De tal forma que esos feminismos solo ayudan a la reacción y no a la causa de las mujeres explotadas.
Fotografía de Elvia Carrillo Puerto
Divisiones de clase en el movimiento femenino
Elvia mantiene una táctica de frente único, participa en reuniones generales y organizaciones amplias de mujeres, pugna por la unidad del movimiento de mujeres en defensa de sus derechos, pero construye su propia organización con carácter de clase y socialista. En 1927 conforma la Liga Orientadora Socialista Femenina que es acosada por elementos reaccionarios y católicos, que en momentos hacen desaparecer su organización. Posteriormente conformaría la Liga de Acción Femenina.
En 1929 desde el oficialista partido en el gobierno, el PNR, antecesor del PRI, se forman el partido Feminista Revolucionario y el Bloque Nacional de Mujeres Revolucionarias, pero Elvia se mantiene al margen de ellos.
Elvia mantiene infatigablemente su lucha. En 1931 participa en el primer Congreso Nacional de Obreras y Campesinas en que se pugna por la organización de las mujeres y se hacen discursos a favor del derecho del voto. Esta reunión tuvo actos conciliadores con el gobierno, llega a resolver que “No son culpables nuestros legisladores del criterio unilateral de sus disposiciones. No nos atrevemos a censurar a nuestro gobierno democrático por olvidar el papel que representamos las mujeres en sociedad; todo es consecuencia de la lenta evolución de nuestra patria” (Tuñon, Julia, Voces a las Mujeres). Esa conciliación llevó a la presencia del mismo presidente e incluso de sacerdotes polarizándose la reunión al punto del rompimiento.
Elvia buscaba cualquier espacio para defender los derechos de la mujer y pugnar por la legalización del voto. Apoyándose en su Liga de Acción Femenina, presiona y logra hablar en la cámara de diputados para defender el derecho del voto femenino el 27 de julio de 1932. A eso se suman acciones de protesta de sus seguidoras quienes hacen mítines en el parlamento.
Ya confraternizaba con militantes comunistas como Concepción Michel y la profesora María del Refugio García. Ellas participan en una serie reuniones feministas, iniciada en junio de 1934 en el anfiteatro Simón Bolívar, para hablar sobre el problema de la prostitución. Las feministas en un momento impidieron la entrada a las comunistas a las sesiones lo que llevaría a la escisión de la reunión. El ala izquierda convocaría a sus propias reuniones en el auditorio de la Universidad Nacional donde se demanda al congreso eliminar las licencias de las casas de prostitución y el cierre de los cabarets. Se piensa que hubo 41 mil personas en aquel tiempo que tuvieron que ir al médico por enfermedades venéreas. Mientras que el ala derecha de dicha reunión resolvió la igualdad moral entre hombres y mujeres; las comunistas no ven el asunto de manera moral, saben que hay que acabar con el hambre y el sistema de explotación capitalista y enarbolan otras demandas:
“un salario igual para ambos sexos por el mismo trabajo, la implementación de una ley de salario mínimo, casas de cuna para los bebés de mujeres trabajadoras, una disminución del costo de la alimentación y alquiler para obreros y campesinos, libros de texto gratuitos para los hijos de los trabajadores, así como una comida gratuita para los escolares pobres. Los fondos para la implementación de las reformas propuestas deberían provenir del dinero generado por una disminución de los gastos militares, ahora que la fase armada de la Revolución había terminado” (Monique J. Lemaître, La monja Roja del Mayab).
Elvia también impulsa el tercer encuentro de Obreras y Campesinas en Guadalajara en septiembre de 1934, que no contó con la cobertura del primero, ya para entonces el movimiento de mujeres estaba polarizado. En dicha reunión se aprueba impulsar una liga de masas de mujeres.
Mujeres en una marcha convocada por los sindicatos
Durante el cardenismo
Elvia apoya la campaña de Lázaro Cárdenas y organiza actos de mujeres en su natal Yucatán. En este gobierno se da un auge de las organizaciones de masas sindicales, campesinas y estudiantiles, en el sector femenil se crea el Frente Único Pro Derechos de la Mujer (FUPDM), que llegó a agrupar a 800 organizaciones de mujeres y a unas 50 mil afiliadas quienes pugnan por el derecho al voto. Elvia participa en esta agrupación. La presión lleva a que Cárdenas emita un decreto, el 18 de noviembre de 1937, que da derecho a la ciudadanía a la mujer, aunque esto se quedaría en el papel pues no se concreta el derecho al voto. En 1938 el FUPDM se fusiona al oficialista PNR, al igual que durante el cardenismo se fusionan las organizaciones obreras, campesinas y estudiantiles, perdiendo la independencia de clase frente al Estado.
El derecho al voto en Yucatán fue truncado, pero en otros lugares se van ganando posiciones como el caso de Chiapas que desde 1925 se consigue dicho derecho. Todo indicaba que con Lázaro Cárdenas se legalizaría nacionalmente el derecho al voto, sin embargo, no se consigue y se genera una enorme desilusión. Había elementos de derecha en la oposición como Juan Andrew Almazán que tenía como uno de sus apoyos un movimiento reaccionario de mujeres católicas. Es posible que para no favorecer a esos elementos Cárdenas haya reculado en dar el derecho al voto a la mujer. Claro error.
Elvia había sido determinada defensora de los derechos de la mujer, el voto femenino y el socialismo. Su pensamiento queda plasmado en abril de 1938, cuando forma la sección femenina del Frente Revolucionario Mexicano, siendo la redactora de sus documentos básicos. En este podemos ver algunas limitantes en su programa, que se queda en el programa mínimo, aunque plantea ideas correctas como luchar por la organización de la mujer, contra la desfanatización, combatir la trata de mujeres, proteger a los niños nacidos fuera del matrimonio, pugnar por la emancipación de la mujer en particular la proletaria, establecer seguro de vida, aumentar los salarios de las trabajadoras, crear clínicas de control natal, etc. Pero se queda en el terreno de demandas inmediatas, económicamente plantea la creación de cooperativas, que puede ser una salida parcial pero no el fin, cuando Elvia, como socialista, debería haber establecido demandas transicionales que nos liguen con el programa máximo, algunas demandas podían ser: Empleo de mujeres en la industria petrolera recién nacionalizada y puesta a funcionar bajo control obrero; capacitación técnica por igual para hombres y mujeres; extensión de las expropiaciones al resto de las industrias claves; establecimiento de una economía planificada; distribución del trabajo existente entre las manos de hombres y mujeres existentes; creación de guarderías gratuitas y comedores públicos de buena calidad a bajo precio a cargo del Estado; establecimiento de un Estado de los trabajadores, sin privilegios de ningún funcionario, que administre democráticamente la economía y la sociedad.
La lucha por el socialismo y la emancipación de la mujer continua
Elvia, en estos documentos básicos del sector femenino del frente revolucionario mexicano, dice:
“nos responsabilizamos de todos nuestros actos, en el momento histórico de transformación económico social que se viene operando en el país y que hace indispensable la colaboración constante, consciente, enérgica, tenaz y abnegada de la mujer, dentro de la más estricta lucha de clases, pues ella es indiscutiblemente, factor más creciente a la vez que interesante en la producción y demás actividades de trabajo, ya que de esta suerte, amplía sus horizontes económicos y sociales, base de sus derechos políticos”.
“Como constituyentes del sector femenino del “Frente Revolucionario Mexicano”, consideramos que la mujer en general y muy especialmente la obrera y campesina, significa uno de los factores más importantes de la población mexicana y que su participación en la lucha social, reviste un carácter trascendental en la obra de emancipación, por lo que se estima como un imperativo de orden ideológico y moral de la misma organización clasista, el pugnar por la elevación del nivel social y moral de la mujer del campo, para alcanzar la más completa unificación de la masa rural del país”.
Y más adelante señala:
“Nuestra tendencia (sic) serán necesariamente socialistas, luchando por tanto, porque el gobierno está en manos de las clases trabajadoras convenientemente preparadas y consecuentemente con esto, contribuiremos resuelta y permanentemente para lograr la emancipación de la mujer en todos los órdenes de la vida social contemporánea”.
“El sector femenino del F.M.R. empleará como táctica de lucha el sindicalismo revolucionario en particular, para la completa conquista de sus derechos, y en tal concepto, empleará como medios de acción, las manifestaciones públicas, mítines, boicots, huelgas etc., etc., señalando por todos los medios posibles las injusticias que se cometan, hasta conseguir el respeto que se merece y reclama la mujer, para su completa emancipación” (Tuñon, Julia, compiladora, Voces a las Mujeres).
La lucha de la mujer debe darse con los métodos de la clase obrera y no está desligado de la lucha general de los trabajadores. Las demandas inmediatas no deben perdernos del objetivo de la lucha general por la emancipación completa de la humanidad, la lucha por el socialismo.
El 5 de octubre de 1939, Elvia fue condecorada por segunda vez con el título de Veterana de la revolución por el gobierno de Cárdenas. Pero al mantenerse firme en la defensa de sus ideas revolucionarias y su consecuente batalla de organización de las trabajadoras, pagó como consecuencia tener una vida de dificultades, muchas veces sin contar con un empleo e ingreso estable.
En 1941, cuando tenía 61 años, sufrió un accidente que casi la lleva a la muerte al ser atropellada por un automóvil. Perdería su vista tras ese suceso. De sus últimos años de vida se sabe muy poco, viviría en su apartamento de Ciudad de México en Rivera de San Cosme N° 8. A Elvia le tocó vivir la legalización del voto de la mujer que se consiguió en 1946 a nivel municipal, derecho que se extendió a nivel del congreso en 1954 y a nivel presidencial en 1958. Ese triunfo democrático, que ayuda a la mujer salir de su postración y aislamiento, acercándola a la política, algo necesario en la lucha por su emancipación, no se puede entender sin la participación de grandes mujeres como Elvia Carrillo Puerto.
Una sobrina, Nelly Durán, que le visitó, ya estando Elvia ciega, descubrió que tenía un perro trilingüe que obedecía a la orden de sentarse en lengua maya, inglés y español. Ella observó:
“En la belleza de sus ojos enfermos no vi en ningún momento los funerales de una esperanza, la debilidad de una luz que se apaga. Admiré en ellos la misma luz de aquellos días en los que su presencia dejaba en mi hogar una estela de aromas y de admiraciones” (Monique J. Lemaître, Elvia Carrillo Puerto, La monja Roja del Mayab).
El corazón de Elvia Carrillo Puerto, la sufragista bolchevique del Mayab, dejaría de latir el 15 de abril de 1968, a los 89 años de edad. Parecería que su muerte abonaría una nueva lucha, donde miles de jóvenes, hombres y mujeres, desafiarían a la tiranía de su tiempo en aquél movimiento estudiantil mítico de 1968. Seguramente la mayoría de ellos no habían oído su nombre, pero si sintieron los efectos de su lucha que ellos mismos continuaron. Esa generación de mujeres, luchando hombro a hombro con sus compañeros, avanzó en la lucha por la igualdad. La lucha de Elvia dejó frutos pero no estará terminada hasta conseguir la plena emancipación de la mujer, de los indígenas, de la clase campesina, de los obreros y obreras, y eso solo será posible, como ella lo entendía, con el socialismo.
En una sociedad plena donde los derechos de las mujeres se garantizaran realmente, el título del presente artículo podría servir de encabezado para una novela distópica o arcaica, pero por muy detestable y loco que suene, la realidad es otra, en las “Honduras” que habitamos la píldora anticonceptiva de emergencia (PAE) o píldora del día después, como es popularmente conocida, está prohibida y su uso es penado por ley y mientras en otros países las reivindicaciones de las mujeres están encaminadas a la legalización del derecho al aborto, aquí seguimos soñando y luchando férreamente para que las mujeres pobres podamos tan siquiera tener acceso a algo tan básico y fundamental pero que políticos retrasados nos han negado, solo porque sí; porque su moralidad falsa sobrepasa por mucho nuestro bienestar.
2009 fue un año nefasto para los hondureños, muchas conquistas sociales se desplomaron de la noche a la mañana, una de ellas fue la prohibición de la PAE, que fue una idea promovida por líderes religiosos y políticos antiprogresistas, su prohibición y penalización fue una horrenda victoria de la reacción y el conservadurismo del país, masacraron este derecho tan indispensable; desde ese entonces una mujer que necesite una píldora se coloca en una situación análoga a que se coloca un adicto al crack; debe conseguirla de manera ilegal, muchas veces en lugares peligrosos, clandestinos y bajo riesgos de estar forzada a consumir un producto sin un registro sanitario, no hace falta aclarar que quienes sintieron y siguen sintiendo este duro golpe son las mujeres de la clase oprimida ya que al no tener los recursos necesarios son orilladas a exponerse a situaciones en las que tienen que elegir entre la ilegalidad que automáticamente trae consigo el peligro o tener que parir sin quererlo realmente.
Muy frecuentemente niñas y jóvenes son orilladas a ser madres con el argumento “moral” de no permitirles el acceso a una píldora que “mata inocentes”, como lo decía el Cardenal golpista Óscar Andrés Rodríguez; ante ese argumento sobra ciencia para explicar que la PAE no mata a nadie, porque no es una píldora abortiva más bien es una progesterona sintética que actúa antes de la fecundación evitando que el ovulo madure; espesa el moco del útero para impedir que el espermatozoide llegue al ovulo y en consecuencia lo fecunde. Si el ovulo fue fecundado antes de consumir la píldora ésta no tendrá efecto ya que, repitiendo de nuevo, no es abortiva, de hecho, la PAE es tan segura y efectiva que no tiene contraindicaciones y además está aprobada por la Organización Mundial de la Salud, es más, muchas instituciones y organismos nacionales e internacionales como la ONU, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, etc., abogan por su legalización.
En 2012 y ante la solicitud de declarar anticonstitucional el decreto que prohíbe y penaliza la venta, consumo y/o distribución, la mayoría de diputados, exponiendo su colosal ignorancia y el desinterés por el bienestar de las mujeres, emitieron a través de la Gaceta la siguiente respuesta:
“para fines prácticos y ante la imposibilidad de determinar el momento preciso en que la píldora actuará, somos de la opinión que la misma debe ser considerada como abortiva, para de esta manera evitar la controversia generada por el mecanismo de acción de la misma”
Aquí es cuando las palabras de Marx cobran vida: “la ignorancia nunca ayudó a nadie” y en este caso tiene mucho sentido decir: “la ignorancia mata” y no a cualquiera, está matando en el quirófano a niñas cuyo cuerpo no está apto para parir, sueños de jóvenes que por fallas en los métodos anticonceptivos (como el hecho que se rompa el condón o se hayan olvidado de tomar las pastillas de planificación) tengan que ser obligadas a parir; esta tortura también golpea de manera despiadada a miles de mujeres que son violadas y que bajo ninguna circunstancia, se les permite el acceso a las píldoras, es más, la pena por usarlas puede ser de hasta 10 años.
¿Qué podemos hacer?
Llegó la hora de desbaratar todas las mentiras que se promueven alrededor de la PAE y exponer lo que realmente está sucediendo, en 2018 la BBC realizó una investigación donde se determinó que Honduras es el país de América Latina donde más se realizan búsquedas de misoprostol y otros métodos para abortar en Google paradójicamente también es el único país de américa latina que prohíbe el uso de las PAE y es totalmente nefasto que eso esté sucediendo, el llamado es enérgico: ¡exijamos la legalización de la PAE y el aborto ya!
Las presiones hacia las mujeres en el capitalismo ya son insoportables, el sistema patriarcal ha establecido violentamente las normas que históricamente nos han azotado y que nos siguen destruyendo, el derecho a la píldora del día después, como el derecho al aborto legal, seguro y gratuito, hoy son fuertes luchas a las que nos enfrentamos y que si nos unimos en un solo grito podremos conquistar. Todas las reivindicaciones por la emancipación de la mujer tienen que ser, necesariamente, bajo consignas de lucha contra el capitalismo. En países de capital avanzado el aborto es legal, es cierto, pero eso no garantiza que haya verdadera libertad para las mujeres, en Honduras, como en la mayoría de los países de América Latina, las luchas descanzan nada más la en exigencias de derechos básicos; la visión marxista va mucho más allá, además de luchar por tener acceso a la PAE y al aborto, nos organizamos para luchar contra el sistema mismo porque las presiones a las mujeres no solo son sobre que hacemos o no con nuestro cuerpo, hay una presión sistemática; económica, social y política donde la ideología burguesa se ha reproducido en la familia y en cualquier otro espacio, en palabras de Engels: “En la familia, el hombre es el burgués y la mujer representa al proletario.”. Nuestra lucha no debe descansar en exigencias que solventen una necesidad inmediata solamente, el aborto, los feminicidios, el acoso laboral y callejero, etc., son hijos de la ideología capitalista y por eso mismo estamos obligados a tumbar el sistema y reemplazarlo por el socialismo, que traerá, a raíz de la destrucción de las clases, el exterminio de raíz de la opresión de las mujeres.