“El dinero es el valor general de todas las cosas, constituido en sí mismo; ha despojado, por lo tanto, de su valor peculiar al mundo entero, tanto al mundo de los hombres como a la naturaleza”
Karl Marx (1843)
Desde el espacio, en diversas imágenes satelitales se pueden observar las columnas de humo y partículas en suspensión, ascendentes y oblicuas por sobre la matriz del bosque tropical más extenso y diverso biológicamente del mundo: la Amazonia.
Fotografías en terreno de ocelotes, pecaríes, armadillos y diversas especies incineradas se hicieron virales sensibilizando fuertemente a la sociedad civil y grupos de jóvenes manifestantes y ecologistas alrededor del globo. En un ambiente, recientemente convertido en una sabana producto de la deforestación de la selva, una columna ígnea de espeso humo negro producía el escape desesperado de un zorro de monte-un cánido sudamericano de bosque tropical y subtropical-yendo tal vez hacia ningún lado.
El bosque tropical con una diversidad de mamíferos, aves, peces, anfibios, reptiles e invertebrados aún no clasificada y cuantificada del todo; sin dejar de mencionar la diversidad de plantas vasculares, helechos, musgos, hongos por unidad de área de bosque. Inclusive siendo uno de los biomas globales, aún con numerosos pueblos indígenas y grupos no contactados que viven en aislamiento en la selva. Se encuentra territorialmente liberalizado a la lógica del desarrollismo capitalista. El fuego que avanza extensivamente sobre el sur y centro de la Amazonia, en diversos focos fragmentarios provocados intencionalmente por ruralistas y sojeros son la causa de este grado de deforestación y pérdida de biodiversidad, aunque sin embargo las tasas de incendios son más bajas que las que acontecían en la región a principios del siglo pasado. La funcionalidad del bosque tropical puede sofrenar naturalmente los incendios, debido a la alta concentración de humedad en el sotobosque bajo el dosel de los grandes árboles. El problema es el fuego, aunado a un modelo de remoción acentuada del dosel que provoca que la funcionalidad ecosistémica se vea afectada y los bosques se tornen más áridos y plausibles de ser mucho más combustibles. Situación que se agrava debido a la estación seca en el hemisferio sur con un período de marcado estrés hídrico.
Jair Bolsonaro, presidente de Brasil- país que posee la mayor extensión de la ecorregión amazónica, que también se distribuye por Surinam, Guyana, el sur de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y el noreste de Bolivia -en sus casi ocho meses de gobierno ha sostenido un discurso y una política de mayor liberalización territorial y un ataque permanente de la doctrina enfocada en la conservación del bioma amazónico, así también los pueblos indígenas y las reservas de la región. Bolsonaro se ha enfrentado abiertamente con Francia, Alemania y Noruega después de que estos países han decidido obturar los canales de financiación del Fondo Amazonia. Aunque, el presidente de Francia Emmanuel Macron ha vuelto a blandir la “internacionalización” de la Amazonia dada su relevancia ecosistémica y la inacción primera de Bolsonaro de controlar los focos. Tanto Francia como Noruega usan oportunamente de chivo expiatorio a Brasil, siendo países capitalistas que han financiado abiertamente la deforestación para la exploración de oro y tierras raras en la Amazonia. En este sentido desde 2015, Macron pretende establecer una gran mina a cielo abierto en la colonia francesa de la Guyana, en la porción noreste de la ecorregión amazónica. Empresa que se ha visto detenida por el momento, debido a la gran presión internacional de diversas organizaciones no gubernamentales de defensa del ambiente.
En el estado de situación actual, el Instituto Nacional de Pesquisa Espacial (INPE-Brasil) ha contabilizado más de 74.000 focos ígneos en lo que va del año 2019. En menor medida es posible que algunos focos hayan sido provocados por la tradicional técnica agrícola de la “roza” o el “chaqueo” (“queimada” en Brasil), que inclusive tradicionalmente ha sido utilizada por pueblos indígenas para quemar superficies destinadas a cultivos, quemas que también fijan nitrógeno en el suelo y son beneficiosas para las plantaciones. El uso del fuego en la Amazonia, como en otras ecorregiones ha sido una práctica común, y la dinámica del bosque no responde negativamente a los focos controlados. Sin embargo, la manifiesta política de Bolsonaro con el lobby ruralista y terrateniente ha promovido abiertamente un cambio drástico de cobertura del bosque lluvioso, que si puede impactar seriamente en su estructura florística y funcionalidad ecológica.
Desarrollismo en la Amazonia, la Chiquitania y el Chaco o, mejor dicho, convertirlos en activos del capital
Las teorías del desarrollo y el libre flujo del capital conducen-aún mediante prebendas sociales dadas por las burguesías locales-a mayor concentración de la riqueza, el control de los activos de los países, avanzando con esto además en la privatización de la territorialidad en detrimento de la libre determinación de comunas y pueblos. Aun así, si la dinámica del desarrollo justo moviera el péndulo para la apertura de tierras en la masa boscosa, sería un contrasentido para el desarrollo humano. No puede haber desarrollo humano posible prescindiendo de los biomas y la biodiversidad, aunado al hecho de los complejos procesos biológicos, ecológicos y evolutivos que poseen sistemas ecológicos como la selva lluviosa. Esta matriz, aporta alrededor del 20 % del oxígeno de la Tierra-posterior a la absorción de CO2, un gas de efecto invernadero- y tiene además con la concentración de vapor de agua en la masa vegetal un impacto directo en los regímenes pluviométricos y la producción de agua dulce.
Numerosas especies en vías de extinción y especies endémicas-esto es, que solo habitan en esta ecorregión a nivel planetario- habitan en la Amazonia. Algunos grandes carnívoros de la América Tropical como el jaguar, tienen sus mayores poblaciones en esta región. Recientemente también han sido descritas nuevas especies de anfibios, peces e inclusive primates y perezosos, grupos que particularmente son seriamente afectados por la conversión de la estructura del bosque, entre otros.
El fuego se devora la Amazonia, avanza. El avance es la privatización de la territorialidad y la apertura al desarrollismo. Se pierde diversidad biológica, pero también consume culturas, idiomas y cosmovisiones en su relación con la tierra de diversas comunidades indígenas y rurales. Las quemas se han promovido también en la Chiquitanía-un bosque semi-caducifolio en las planicies centrales en Bolivia-, el Gran Chaco en Bolivia y Argentina-con la inacción plena del gobierno erosionado del empresario Mauricio Macri, el secretario de Ambiente (que reza para apagar incendios) rabino Bergman y el complejo de funcionarios ligados a los agro-negocios y la fuga de capitales- e inclusive ha afectado la mayor parte de la reserva del Pantanal en Paraguay.
La presión social ha llevado a exigir el accionar logístico urgente de los gobiernos para apagar los focos y cuantificar los daños ambientales en el terreno. La problemática ameritaría también una reunión de los países del Tratado de Cooperación Amazónica (TCA), que fuera fundado en Brasil, el 3 de julio de 1978. Justamente como un instrumento jurídico con miras a la conservación y utilización racional de los recursos amazónicos. Sin embargo, las posturas políticas aislacionistas de la mayor parte de sus países miembros hacia Venezuela, funcionales al intervencionismo norteamericano no han permitido mantener orgánico este consorcio estos últimos años, lo que en última instancia deja en evidencia que este tipo de tratados, que se basan en la institucionalidad intergubernamental, tienen una utilidad muy limitada cuando debe intervenir afectando los poderosos intereses económicos de la clase dominante.
Los focos deben sofocarse cuanto antes, pero también se debe prohibir la especulación financiera sobre los territorios-benchmarking, en las escuelas de negocios de Harvard- afectados que debieran ser restaurados con renovales de especies nativas. Llamativamente, aún gobiernos reformistas de izquierda como el de Evo Morales en Bolivia, han liberalizado parcialmente la territorialidad para no afectar la concentración de la tierra de grandes terratenientes y transnacionales, y permitir la roza libre de campesinos sobre nuevos territorios. La inacción sobre el avance del fuego se ha mantenido por días, hasta la reacción reciente del gobierno boliviano para combatirlos ante el descontrol de las llamas y la fuerte presión nacional e internacional.
Es necesario que prosigan las manifestaciones de la juventud a nivel global y de las organizaciones no gubernamentales en defensa de la Amazonía y de los bosques. La conciencia colectiva y la presión de comunidades indígenas, campesinos, trabajadores y la sociedad civil en conjunto, es un punto de inflexión en este momento, para detener la embestida y lógica del gobierno de derecha de Bolsonaro y sus aliados. Pero cuando finalicemos los días por venir, las luchas deben ser por la abolición del capitalismo. Porque el fuego que verdaderamente se devora la Amazonia, la Chiquitanía y el Gran Chaco, su biodiversidad en conjunto, y los arrasa devastando pueblos, culturas y cosmovisiones, es el desarrollismo capitalista.
El mes pasado, el Amazonas fue el centro de atención del gobierno de Bolsonaro. Después de una larga lucha a brazo partido que culminó con la renuncia de Ricardo Galvão de la junta del Instituto Nacional de Investigación Espacial (INPE), el candidato a Bonaparte ahora intercambia bravuconadas con algunos de los países más ricos de Europa para preservar la región.
La disputa comenzó cuando INPE publicó el resultado de la tasa anual de deforestación, lo que indica un aumento del 40% respecto al período anterior. Las cifras crecen por encima del promedio principalmente desde mayo y en julio hubo la mayor pérdida de vegetación en un solo mes desde 2015, con una tasa de deforestación de 212% más alta que en julio de 2017.
Incapaz de presentar una defensa plausible, Bolsonaro acusó a INPE de revelar datos falsos y dijo que se presentarían los «datos verdaderos», lo que nunca sucedió. En respuesta a la política del gobierno, Alemania y Noruega han suspendido sus donaciones al Fondo Amazonas, una de las principales fuentes de financiamiento de IBAMA (Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables) y las agencias ambientales estatales en la Amazonía Legal y otros cinco estados brasileños.
Acorralado, Bolsonaro se refugia en la retórica nacionalista y en defensa de la «soberanía de la Amazonía». Contradictoriamente, su proyecto para la región está abierto a la minería y la explotación de madera y petróleo por parte de multinacionales. Además, el presidente parece haber olvidado combinar el discurso con su ministro de medio ambiente. En un debate con Ricardo Galvão sobre el programa Panel de Globo News, Ricardo Salles criticó el discurso «nacionalista» del científico y defendió el uso de un sistema extranjero para monitorear el Amazonas, ya que el INPE no estaría «actualizado».
La verdad es que Bolsonaro no puede ofrecer a las personas que viven y dependen de la Amazonía nada más que muerte y destrucción; en otras palabras, barbarie capitalista. Basta con mirar a los donantes de campaña de sus ministros para comprender que detrás del discurso suave del presidente hay intereses comerciales muy bien articulados.
Uno no debería hacerse ilusiones acerca de la capacidad de cualquier gobierno capitalista para proteger la región. Aún en los gobiernos de Lula y Dilma, el conflicto que enfrenta a indígenas, ribereños y campesinos contra buscadores de metales y piedras preciosas, madereros y terratenientes junto con sus guardaespaldas paramilitares han matado a docenas de líderes y destruido comunidades enteras.
La construcción de la presa de Belo Monte, llevada a cabo por el gobierno de Dilma por la fuerza y contra todas las advertencias, ha sumido a poblaciones enteras en la miseria y ha condenado a las personas que alguna vez pudieron vivir del bosque a la mendicidad, la prostitución y la marginación. La propia Noruega, que es responsable del 98% de los recursos del Fondo Amazonas, es uno de los principales accionistas de la empresa minera Hydro Alunorte, que tenía una tubería clandestina para verter desechos tóxicos en manantiales en el municipio de Barcarena, en el interior de Pará.
El agronegocio, el principal responsable de la deforestación de la Amazonía que apertura pastizales y áreas cultivables, tuvo su mayor fortalecimiento durante los gobiernos de Lula. Al contrario de lo que a la industria le gusta anunciar, la mayor parte de lo que se produce en grandes propiedades no son alimentos, sino productos como el maíz y la soja que van directamente al mercado internacional. Los gobiernos petistas otorgaron grandes concesiones a estos grupos en su búsqueda obsesiva del superávit primario, cuya única función es pagar intereses y amortizar la deuda pública.
El resultado es una concentración del 56% de los conflictos por la tierra en la Amazonía en Brasil, según la Comisión de Tierras Pastorales (CPT). La encuesta Cuaderno de Conflictos del Campo del CPT muestra que hubo 24 asesinatos, 17 intentos de asesinato y 121 amenazas de muerte vinculadas al conflicto agrario en la región. Los números son de 2018, pero la tendencia con la política de Bolsonaro es crecer aún más este año.
En apoyo de la política ambiental de Bolsonaro, los propietarios celebraron el «Día del Fuego» los días 10 y 11, en el que los incendios se intensificaron principalmente en el sur de la Amazonía. Como resultado, el 19 la ciudad de São Paulo estaba cubierta por una nube negra que hizo obscurecer la ciudad por la tarde. La lluvia que siguió fue completamente negra, los investigadores de la USP (Universidad de São Paulo) y la USCS (Universidad Municipal de São Caetano) detectaron sustancias relacionadas con la quema.
La ciencia ya ha demostrado que la riqueza amazónica es infinitamente mayor si el bosque se mantiene floreciendo. Pero una explotación racional de estos recursos solo es posible bajo una economía controlada por trabajadores y no por compañías que se benefician mucho más rápidamente de su destrucción. Es necesario luchar contra la raíz de la violencia a la que están sometidos los trabajadores, campesinos y pueblos oprimidos de la Amazonía. Es preciso luchar contra el capitalismo.
*Militante de Esquerda Marxista, sección brasileña de la Corriente Marxista Internacional
Millones de personas participaron en la huelga general en Brasil el 14 de junio, con manifestaciones en 380 ciudades de todo el país. La huelga había sido convocada para rechazar la contrarreforma del sistema de pensiones propuesta por el gobierno de Bolsonaro, pero también reflejó la oposición a los recortes educativos, que ya habían llevado a millones a las calles los días 15 y 30 de mayo.
El gobierno de Bolsonaro, ya lleno de contradicciones internas y perdiendo apoyo rápidamente, se vio afectado por las revelaciones publicadas esta semana sobre la connivencia entre el juez y la fiscalía en el juicio contra el ex presidente Lula. El juez involucrado fue luego designado Ministro de Justicia por Bolsonaro. Lejos de enfrentarse a la perspectiva del fascismo, el movimiento de masas podría derribar al gobierno, pero para que eso ocurra, se requiere más que una huelga general de un día.
La huelga general había sido convocada originalmente por las confederaciones sindicales el 1 de mayo y era parte de una estrategia muy débil centrada en “presionar a los miembros del parlamento” para que no aprueben la ley, en lugar de derrotarla con una presión masiva sostenida en las calles. La decisión del gobierno de Bolsonaro de introducir recortes en los presupuestos de las universidades y la forma provocadora en que se hizo provocó un tsunami de indignación el día de huelga nacional en el sector educativo el 15 de mayo, cuando 2 millones participaron en manifestaciones contra el gobierno en todo el país. El movimiento de los estudiantes y maestros proporcionó el impulso necesario para la huelga general. En otro día nacional de manifestaciones, convocado el 30 de mayo por la Unión Nacional de Estudiantes, cientos de miles de personas marcharon nuevamente contra los recortes educativos.
Mientras tanto, el intento de los simpatizantes del gobierno de convocar las contra-manifestaciones en defensa de Bolsonaro el 26 de mayo fue un completo fracaso. En Sao Paulo y Río de Janeiro, apenas lograron reunir 10.000 en cada una. El 15 de mayo, los manifestantes antigubernamentales llevaron 250.000 a las calles de Sao Paulo y 400.000 en Río. Las manifestaciones del 26 de mayo no solo fueron más pequeñas, sino que su estado de ánimo no fue de entusiasmo, sino de estar a la defensiva y en shock por la combatividad mostrada por los jóvenes el 15 de mayo. Las manifestaciones del 26 de mayo tenían el objetivo de fortalecer al gobierno y a Bolsonaro personalmente, en un intento de apelar al “pueblo” directamente por encima de los jefes de los partidos y del parlamento. Fracasaron. El escenario estaba listo para la huelga general.
Según la confederación sindical CUT, cerca de 45 millones de trabajadores participaron en la huelga. La huelga fue particularmente fuerte en la educación y el sector público, pero también entre los trabajadores bancarios, los trabajadores petroleros de Petrobrás, los trabajadores del transporte público en las principales ciudades, etc. En el corazón industrial del ABC de Sao Paulo, el sindicato de trabajadores metalúrgicos anunció que más del 98 por ciento de los trabajadores había estado en huelga, paralizando las principales plantas de ensamblaje de Volks y Mercedes y el sector de autopartes. 10 de las 12 refinerías del país estaban paralizadas, y los trabajadores no reemplazaron a sus compañeros al final del turno de la noche. Los servicios de metro y autobús estaban paralizados parcial o totalmente en las principales ciudades, a pesar de que había habido algunas decisiones judiciales que prohibían que algunos sectores salieran a la huelga. El gobernador de Sao Paulo, João Dória, amenazó con despedir a trabajadores del metro si se declaraban en huelga.
Durante el día, hubo manifestaciones y concentraciones fuera de los principales lugares de trabajo, así como piquetes. Por la tarde, cientos de miles salieron a las calles en más de 300 manifestaciones en todo el país, incluyendo 50.000 en Sao Paulo, el mismo número en Porto Alegre y 100.000 en Río de Janeiro, según los organizadores. El estado de ánimo era muy combativo y la consigna “Fora Bolsonaro” (Fuera Bolsonaro) prendió entre los manifestantes a pesar de los intentos de los líderes de izquierda y los sindicatos de limitarse a exigir la renuncia del ministro de Justicia, Moro. Las manifestaciones podrían haber sido más grandes si no hubiera sido por el papel desempeñado por los líderes sindicales, que hicieron todo lo posible por evitar manifestaciones combativas en las calles. El presidente de la CUT, Vagner Freitas, llamó abiertamente a los trabajadores a “quedarse en casa” como parte de la huelga general.
La huelga fue precedida por las revelaciones publicadas por The Intercept sobre la conducta del juez y de los fiscales del Estado durante el juicio al líder del PT, Lula, por corrupción; con el objetivo de evitar que fuera candidato a la elección presidencial cuando iba primero en las encuestas de opinión, y después de dar entrevistas públicas desde la cárcel, lo que podría haber influido en el resultado de la elección.
Este es un gran escándalo, que pone en tela de juicio no solo la validez del juicio de Lula, en el que fue condenado a prisión por corrupción sin ninguna evidencia, sino que también cuestiona la legitimidad de las elecciones presidenciales. Si le hubieran permitido a Lula presentarse, es probable que hubiera conseguido ganar la presidencia. Además, el escándalo afecta al juez Moro, quien presidió el juicio contra Lula y luego fue recompensado con el Ministerio de Justicia en el gobierno de Bolsonaro, además de que se le prometió un asiento en la Corte Suprema. Las últimas revelaciones de este escándalo muestran cómo el juez Moro, quien supuestamente era neutral e imparcial, le dijo a la fiscalía que emitiera un comunicado de prensa para refutar los argumentos del equipo de defensa de Lula. A pesar del hecho de que sigue siendo el miembro más popular del gobierno, el número de personas que tiene una opinión positiva de él ha disminuido considerablemente del 60 al 50 por ciento tras estas filtraciones recientes, lo que suma otro dolor de cabeza al gobierno de Bolsonaro, quien acaba de echar a otro de sus ministros.
La contrarreforma de las pensiones es una parte importante de la ofensiva contra la clase trabajadora, que la clase dominante necesita llevar a cabo y está siendo encabezada por el ministro de finanzas ultraliberal, Paulo Guedes. Si se aprobara, sería un gran revés, aumentando la edad de jubilación tanto para hombres como para mujeres, así como las contribuciones necesarias. Tendría un impacto particularmente negativo en los trabajadores del sector público. La contrarreforma se ha vuelto muy impopular, incluso entre muchos de los que votaron a Bolsonaro. Además, se enfrenta a varios obstáculos importantes en su procedimiento parlamentario antes de que pueda ser aprobada. Recordemos que el partido de Bolsonaro no tiene una mayoría en la cámara baja, que a pesar de estar dominado por los partidos burgueses, no están dispuestos a asumir la responsabilidad de un ataque tan brutal.
El informe del comité del congreso sobre la propuesta de las pensiones incluía varias concesiones menores, por ejemplo, con respecto a la pensión estatal básica, el sistema de pensiones para los trabajadores en áreas rurales, e incluso cuestionaba una de las ideas centrales de la propuesta de Guedes, como convertir las contribuciones a las pensiones de los trabajadores en activo en cuentas de ahorros privadas individuales. La idea detrás de este movimiento por parte de los partidos burgueses de “centro” en el parlamento es hacer algunas enmiendas menores al plan de Guedes para que los gobernadores del PT de los Estados nororientales se comprometan a aceptar el principio básico de la necesidad de una “reforma ”del sistema de pensiones. Estos gobernadores, del PT y del PCdoB (“comunistas” exmaoístas), habían emitido una carta solicitando ser incluidos en las negociaciones de la “reforma” de las pensiones. Según algunos cálculos, el plan del Congreso reduciría la cantidad de recortes implicados de 1.200 millones de reales a “sólo” 850 millones. Sin embargo, los aspectos centrales de la contrarreforma permanecen, aumentando la edad de jubilación, así como la cantidad de contribuciones que los trabajadores tendrán que pagar. La maniobra del Congreso también tuvo como objetivo dividir a los trabajadores y debilitar el impacto de la huelga general. Guedes reaccionó enojado con estas propuestas y amenazó con renunciar si su plan original no era aprobado. Se supone que la ley de contrarreforma de las pensiones se someterá a votación final antes del receso parlamentario a fines de julio.
El gobierno de Bolsonaro se debilita
El gobierno de Bolsonaro está plagado de todo tipo de divisiones y escisiones internas, con al menos tres facciones principales luchando entre sí públicamente. La lucha contra los recortes en la educación y los ataques a las pensiones han provocado una fuerte disminución de su popularidad. Los que piensan que el gobierno es malo o muy malo han aumentado del 22,5 por ciento en febrero al 37,4 por ciento ahora, mientras que los que piensan que el gobierno es bueno o excelente han disminuido del 38,7 por ciento al 30,4 por ciento.
Cualquier esperanza de que una recuperación económica apuntalaría a Bolsonaro se ha evaporado rápidamente. Las cifras del primer trimestre de 2019 revelan una contracción económica del -0,2 por ciento, la primera desde el final de la recesión en 2016. Además de la desaceleración internacional que afectó al sector extractivo de Brasil (-6,3 por ciento), la industria automotriz del país se vio afectada por la recesión en la vecina Argentina. En general, la industria cayó un 2 por ciento en el primer trimestre. El desempleo apenas ha disminuido y se mantiene en el 12,7 por ciento (30 por ciento entre los jóvenes), un total de más de 13 millones de desempleados.
Todos los indicadores están bajos. Los capitalistas ya no están contentos con el gobierno, que está demostrando ser incapaz de avanzar rápidamente en la puesta en práctica de las políticas que exige la clase dominante y que se arriesga a provocar una explosión social en las líneas de las jornadas de junio de 2013. Una encuesta entre “administradores de dinero, economistas y negociantes de bolsa” realizada por XP Investimentos mostró cómo la aprobación del gobierno de Bolsonaro había caído al 14 por ciento en mayo, desde un máximo del 86 por ciento en enero, mientras que aquellos que lo calificaron de malo o horrible ¡habían aumentado al 43 por ciento, desde el 1 por ciento en enero!
En cierto momento, si Bolsonaro se vuelve demasiado impopular y no puede aplicar el programa que los capitalistas necesitan, podrían considerar la opción de reemplazarlo con la figura más “moderada” y “razonable” de su vicepresidente Hamilton Mourão, del “ala militar” del gobierno.
Frente a un gobierno tan débil y dividido, sería perfectamente factible derrotar la contrarreforma de las pensiones y derribar al gobierno. Eso requeriría una dirección combativa, que ni los líderes de las organizaciones de izquierda ni de los sindicatos están proporcionando.
¡Fora Bolsonaro!
Ellos estaban en shock cuando Bolsonaro ganó la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, un resultado que no pudieron entender. Los líderes del PT y la CUT reaccionaron con un clamor y griterío de que el “fascismo” había llegado al poder. Esto era completamente falso y solo sirvió para cubrir su propia cobardía en la organización de la lucha contra el gobierno. El gobierno de Bolsonaro es reaccionario y es un demagogo peligroso de extrema derecha con aspiraciones bonapartistas. Pero lo que tenemos en Brasil no es el fascismo, lo que implicaría un gobierno reaccionario capaz de movilizar el apoyo masivo de la pequeña burguesía para reprimir físicamente a las organizaciones obreras. Por el contrario, lo que hemos visto los días 15 y 30 de mayo, y sobre todo el viernes 14 de junio durante la huelga general, es una poderosa movilización de la clase obrera y la juventud y el fracaso de Bolsonaro para contrarrestarlo con un movimiento masivo en las calles el 26 de mayo.
A partir de esa valoración política errónea, los líderes del PT y la CUT sacan la conclusión de que la situación es mala, que Bolsonaro tiene un apoyo masivo y, por lo tanto, que la consigna “Fuera Bolsonaro” está fuera de orden. En esto se unen, desafortunadamente, con los líderes del PSOL y la mayoría de las sectas de extrema izquierda. Mientras que los líderes del PT y la CUT argumentan que Bolsonaro fue elegido democráticamente (!!) y que se le debe permitir que termine su mandato, los sectarios ultraizquierdistas argumentan que la consigna es prematura y se niegan rotundamente a defenderla. Tanto los reformistas como los ultra izquierdistas están unidos en su falta de confianza en la clase trabajadora.
Los líderes de 10 partidos diferentes se reunieron el 20 de mayo en un intento de organizar un “frente de todos los partidos” contra Bolsonaro. La reunión incluyó partidos burgueses, así como representantes del PT, PCdoB y PSOL. Como siempre es el caso en estos frentes populares, el programa se diluyó tanto que casi no significaba nada. No hubo acuerdo en oponerse a la contrarreforma de las pensiones, que apoyan los partidos burgueses. Por lo tanto, esta exigencia fue retirada del frente común. No hubo acuerdo sobre una reivindicación básica, simple y democrática como “Lula Livre” (Lula Libre) , por lo que se eliminó.
Una cosa que todos acordaron fue… rechazar la consigna “Fora Bolsonaro”. Esta fue también la línea política del propio Lula, que todavía está en la cárcel. Los argumentos son surrealistas. ¡Algunos dicen que la consigna podría interpretarse como una consigna a favor del vicepresidente Mourao! Otros argumentan que debería haber un fundamento legal para exigir la destitución de Bolsonaro, pero las manifestaciones masivas en las calles no quieren destituirlo, ¡quieren derrocarlo!
En la reunión, el líder del PT, Haddad, insistió en que el acuerdo de la oposición debería ampliarse para obtener el apoyo del centro y del “centro-derecha liberal”. El líder del grupo parlamentario del PCdoB se mostró muy satisfecho con la reunión y dijo que “debemos luchar contra el sectarismo en la política brasileña”. En una reunión separada de partidos de izquierda, que implicó al PT, PSB, PCdoB, PDT y PSOL el 22 de mayo, acordaron no presentar la exigencia de Fora Bolsonaro, a pesar de la presión proveniente de las manifestaciones del 15 de mayo.
Los camaradas de Esquerda Marxista (sección brasileña de la Corriente Marxista Internacional) han intervenido desde el inicio del movimiento, y plantearon precisamente la idea de que el gobierno puede ser derrotado por un movimiento masivo unido de la clase obrera. Esta idea puede resumirse en la consigna “Fora Bolsonaro”. Derrotar a Bolsonaro, argumentan correctamente, requeriría no solo una huelga general de 24 horas, sino la preparación de una huelga indefinida con el objetivo no solo de derrotar la contrarreforma de las pensiones, sino de derribar al gobierno.
La huelga general del 14 de junio mostró la voluntad de lucha de los trabajadores y la juventud. Si tuvieran una dirección a la altura de la tarea, el gobierno de Bolsonaro tendría los días contados.
El 15 de mayo se produjo un tsunami de manifestantes contra los recortes en la educación y las contrarreformas de las pensiones en Brasil. Más de 1,5 millones salieron a las calles en más de 200 ciudades de todo el país durante la huelga nacional de la educación contra las últimas medidas del gobierno de Bolsonaro, que incluyen un recorte del 30 por ciento a los presupuestos universitarios. A pesar de su bravuconería, el gobierno es débil y está dividido. La consigna de “Fora Bolsonaro” (Fuera Bolsonaro) resonó ampliamente. Ciertamente, Brasil no está en las garras del fascismo. Lejos de eso. Ahora es el momento de preparar una huelga general para derribar a este gobierno.
La huelga nacional de la educación, convocada por la Confederación Nacional de Sindicatos de la Educación (CNTE), la Unión Nacional de Estudiantes (UNE) y muchas otras organizaciones de maestros, personal no docente y estudiantes, fue una respuesta directa a las acciones provocadoras del ministro de educación. Abraham Weintraub, quien anunció los recortes presupuestarios universitarios, así como una congelación total de las becas de investigación para estudiantes graduados. Este no fue solo el caso de un gobierno reaccionario que lleva a cabo recortes en la educación, lo cual sería ya suficientemente malo. Weintraub pertenece al ala “olavista” del gobierno de Bolsonaro, formado por aquellos que apoyan al desacreditado ex astrólogo que se convirtió en influenciador de YouTube, Olavo de Carvalho.
Weintraub, quien fue nombrado a principios de abril, presentó sus ataques a la educación estatal como parte de una guerra contra el “marxismo cultural” en las universidades, y realizó interminables declaraciones provocadoras contra maestros, estudiantes y el sistema educativo estatal en general. Comenzó anunciando que recortaría el presupuesto de tres universidades, la Universidad de Brasilia (UnB), la Universidad Federal Fluminense (UFF) y la Universidad Federal de Bahía (UFBA), a las que acusó de “no estar a la altura de las normas” y de utilizar recursos para organizar “eventos tontos y pandemónium (caos)”. Unos días después, quedó claro que el recorte del 30 por ciento afectaba a todo el sector educativo.
Una oleada de indignación
Esto provocó una oleada de indignación entre estudiantes, profesores, investigadores y otros. Hubo asambleas de masas, y ya el 8 de mayo hubo manifestaciones masivas en las universidades más afectadas. 15.000 profesores y estudiantes marcharon en la UFF en Río de Janeiro. El estado de ánimo era de enorme ira, extendiéndose a capas cada vez más amplias. Eso preparó el escenario para la masiva respuesta callejera del 15 de mayo.
Según la Unión Nacional de Estudiantes (UNE), el número total en las manifestaciones fue de 1,5 millones. Hubo grandes manifestaciones en Brasilia (50.000), Fortaleza en el noreste (100.000), Belo Horizonte en el estado suroriental de Minas Gerais (donde los medios de comunicación burgueses pusieron la cifra en 250.000), así como en Sâo Paulo (250.000). y Río de Janeiro (más de 200.000). El movimiento tuvo una difusión nacional real, cubriendo los 26 Estados de Brasil.
Como una indicación de los problemas a que se enfrenta el gobierno de Bolsonaro para llevar a cabo sus políticas, Weintraub se vio obligado a comparecer ante una sesión de control en el parlamento. Entre los que votaron por la sesión de control hubo algunos partidos que apoyan al gobierno. En la sesión, que tuvo lugar el día de la huelga, Weintraub intentó minimizar el alcance de los recortes, explicando que, en realidad, ascendían a “solo 3,5 chocolates de 100”. De hecho, estaba hablando del presupuesto general, en lugar del presupuesto discrecional sobre el que tiene control directo, que de hecho se está reduciendo en un 30 por ciento. Durante el día, hubo confusión acerca de si el gobierno se había visto obligado a hacer una concesión, y algunos miembros del parlamento dijeron que el ministro había retirado los recortes. Al final, Weintraub dijo que había convencido a Bolsonaro para que mantuviera los recortes. Mientras tanto, el vicepresidente Mourao, que es el presidente interino mientras Bolsonaro se encuentra en una visita oficial a los Estados Unidos, dijo que el gobierno había “fallado” en explicar los recortes en la educación, revelando una vez más las profundas divisiones que atraviesan al gobierno, principalmente entre los olavistas y los generales, como Mourao.
En su estilo habitual, Bolsonaro desde los Estados Unidos añadió combustible al fuego al describir a los manifestantes como “tontos útiles de la izquierda.“Es natural [que haya protestas], la mayoría de ellos son militantes. No hay nada en su cabeza. Si les preguntas cuánto es siete por ocho, no lo saben. Si les preguntas la fórmula del agua, no lo saben, no saben nada. Son tontos útiles, imbéciles, que están siendo utilizados como masa de maniobra por una pequeña minoría inteligente que constituye el núcleo de muchas universidades federales en Brasil”.
La Folha de Sao Paulo publicó un artículo que citaba fuentes del ejército diciendo que las tácticas de Bolsonaro eran imprudentes. “En lugar de explicar los recortes en términos de las necesidades presupuestarias… Bolsonaro prefirió usar los recortes como un arma ideológica contra la dominación ideológica del mundo académico”, se quejó otro artículo en la Folha, que señaló que la movilización había ido más allá de las capas directamente involucradas en los sindicatos y la izquierda, con la participación de “muchos estudiantes de clase media, muchos de cuyos padres ciertamente votaron a Bolsonaro”.
Lo que advierten los sectores más astutos de la clase capitalista brasileña es que las tácticas descaradas de Bolsonaro amenazan con crear una “proliferación de manifestaciones”. Esto es “precisamente en el momento en que el foco debe estar en la reforma de las pensiones”, así se quejaban “fuentes dentro del Ministerio de Defensa” a la Folha.
Otro comentarista burgués, Helio Gurovitz, describió los ataques de Bolsonaro como un gran error y advirtió en el sitio web del grupo mediático derechista Globo: “Tratar el tema como un choque ideológico, como lo ha hecho el gobierno desde el principio, solo muestra ignorancia. Sumado a la ineptitud de Bolsonaro hacia la política, podría sellar una sentencia fatal para su gobierno”.
Deficiencias de la ‘izquierda’ brasileña
El alcance de la movilización del 15 de mayo sorprendió a todos los comentaristas burgueses. La Folha de Sao Paulo, uno de los principales portavoces de la clase capitalista, tituló: “Las calles vuelven a sorprender al mundo político”. Igualmente aturdidos estaban quienes en la izquierda habían descrito la victoria electoral de Bolsonaro en octubre como la llegada del fascismo. Ellos interpretaron erróneamente el voto de Bolsonaro como un giro a la derecha en la sociedad, con millones de personas que respaldaban su demagogia reaccionaria. No pudieron entender el significado de esa elección.
Sí, no hay duda, Bolsonaro es un demagogo reaccionario repugnante y sus puntos de vista declarados son abominables. El hecho de que haya sido elegido significa que las bandas fascistas y el aparato estatal ahora sienten que pueden actuar con más impunidad que antes. Pero su elección no significa que una mayoría abrumadora de la sociedad brasileña lo apoyen a él y a todos sus puntos de vista, y ciertamente no ha podido construir un movimiento de masas organizado que pueda usar contra la clase trabajadora y la izquierda.
En primer lugar, una gran parte de su voto fue en contra del establishment: un voto contra la corrupción, contra la inseguridad y el crimen, contra el sistema “democrático”, que ofrece muy poco a millones de brasileños. Por supuesto, este voto en contra del establishment ha sido capturado por un demagogo reaccionario y es principalmente responsabilidad de los sucesivos gobiernos del PT, que llevaron a cabo, en su mayor parte, las políticas requeridas por la clase dominante, y en coalición con uno de los principales partidos capitalistas. Ante una oleada anti-establishment, el PT decidió defenderse con apelaciones vacías a la “unidad de todos los demócratas” (es decir, los partidos capitalistas) y “defender la democracia” (es decir, el status quo que la gente ya había rechazado).
En segundo lugar, Bolsonaro recibió 57 millones de votos en la segunda ronda, el 39 por ciento de todos los votantes registrados. El candidato del PT, Haddad recibió 47 millones, el 31 por ciento del electorado. Pero a esto hay que sumar 43 millones que se abstuvieron, votaron en blanco o anularon su voto, un significativo 29 por ciento en un país donde el voto es obligatorio. La principal tendencia en la elección fue el rechazo a todo el sistema político.
Explicamos en ese momento que la clase obrera brasileña no había sido derrotada, sus fuerzas estaban intactas y que tan pronto como el gobierno comenzara a aplicar su programa económico, representado por el ministro de finanzas educado en Chicago, Paulo Guedes, se enfrentaría a una resistencia masiva. Esto es lo que estamos empezando a ver ahora.
Este gobierno tiene apenas cinco meses y, además de estar plagado de conflictos internos abiertos y de contradicciones entre sus alas (Bolsonaro y los olavistas, los generales y Guedes), y verse afectado por escándalos de corrupción, ya ha provocado un movimiento de masas sin precedentes en contra. Toda una hazaña.
Encuestas de opinión recientes muestran que el gobierno ha sufrido la mayor caída en popularidad en este momento de su mandato desde el gobierno de Collor en la década de 1990, que fue derribado por un movimiento de masas. En enero, justo cuando asumió el cargo, el 40 por ciento de la gente consideraba al gobierno “bueno o excelente”, mientras que solo el 20 por ciento dijo que era “malo o espantoso”. La encuesta más reciente, realizada a principios de mayo, antes del inicio del movimiento actual, mostró que la aprobación del gobierno había caído al 35 por ciento, mientras que la desaprobación había aumentado al 31 por ciento.
Aún más interesante fue el hecho de que la mayoría (51 frente a 44) ahora rechaza la contrarreforma de las pensiones, la política clave que la clase dominante necesita obtener de este gobierno y que, por supuesto, no se destacó durante la campaña electoral.
La huelga educativa del 15 de mayo también incluyó entre sus demandas la oposición a la contrarreforma de las pensiones, lo que significará que los trabajadores paguen contribuciones más altas y trabajen más tiempo para obtener las mismas pensiones que antes, lo que tendrá un gran impacto, especialmente en los trabajadores del sector público. Esta cuestión promete ser una batalla clave para este gobierno y no está claro si será capaz de lograr su aprobación.
El problema con quienes sacaron conclusiones muy pesimistas de la elección de Bolsonaro es que su análisis erróneo les impidió comprender el verdadero estado de ánimo que se estaba desarrollando. Cuando asistí a la conferencia nacional de Esquerda Marxista (la sección brasileña de la CMI) a fines de abril, uno de los principales debates fue precisamente sobre la cuestión de la consigna “¡Fora Bolsonaro!” (¡Fuera Bolsonaro!). Como señalaron los camaradas: “Los marxistas ven un cambio cualitativo en la situación política, donde la lucha de clases crece en intensidad y las explosiones sociales están en el horizonte. “La base de apoyo a este gobierno se ha estado derritiendo desde el 1 de enero, y cada vez más trabajadores están tomando conciencia de su carácter reaccionario”.
Los compañeros explicaron cómo todas las tendencias principales en el movimiento obrero y la izquierda estaban en contra de levantar esta consigna. ¡El PT argumentó que como “Bolsonaro había sido elegido democráticamente” se le debería permitir terminar su mandato! En la manifestación del Primero de Mayo en Sao Paulo, el líder del PT Haddad habló específicamente en contra de plantear la consigna… por razones constitucionales. Respondiendo a los gritos de la multitud de “Fora Bolsonaro”, respondió: “Tenemos que tener mucho cuidado, porque la Constitución establece que el juicio político debe tener un delito de responsabilidad. No puede ser una consigna. El delito de responsabilidad es una cosa y debemos ser estrictamente fieles a la Constitución ”
Por otro lado, los grupos ultra-izquierdistas, en todas sus variedades, se niegan a plantear esta consigna porque es “prematura”, y como Bolsonaro obtuvo el voto mayoritario de millones de personas, “nos enfrentamos a una ofensiva de neofascismo”, etc. Escandalosamente, algunos de estos grupos son los mismos que, durante el proceso de destitución presidencial de Dilma del PT, plantearon la consigna “Fora Todos Eles” (Fuera todos ellos), alineándose de facto con la derecha, y tampoco ven ningún problema en plantear la consigna de “Fora Maduro” para Venezuela, en medio de un golpe de estado imperialista.
Fora Bolsonaro!
En el congreso de Esquerda Marxista, un compañero de Sao Paulo explicó sus experiencias en el sindicato de docentes en el que está activo. Mientras discutía las movilizaciones en el sector educativo, planteó la necesidad de utilizar el eslogan “Fora Bolsonaro”. Se le opusieron tanto el PT como los otros grupos de izquierda representados en la asamblea, pero cuando llegó la votación, casi la mitad de los miembros del sindicato presentes votaron a favor.
Un compañero del sindicato docente de Florianópolis también informó sobre la escuela donde trabaja. Comenzó a agitar contra la reforma previsional. Florianópolis se encuentra en el Estado de Santa Catarina, donde Bolsonaro recibió más del 75 por ciento de los votos en la segunda ronda. El compañero sabía que la mayoría de sus compañeros de trabajo habían votado por él. Se ofreció a utilizar una calculadora en línea para averiguar cuál sería el impacto de la contrarreforma de las pensiones para cada uno de ellos individualmente. Ingresaron algunos datos básicos y obtuvieron los resultados. Por supuesto, en todos los casos tendrían que pagar más y jubilarse más tarde. Tan pronto como se dieron cuenta, ¡estaban exigiendo huelga!
El problema es que, en lugar de llevar a cabo una campaña seria de explicación y movilización, los líderes sindicales han estado arrastrando los pies. En el momento de las elecciones, los líderes de la central sindical CUT se jactaban de que nunca reconocerían al gobierno de Bolsonaro, ya que era ilegítimo. Pronto cambiaron de rumbo. ¡Ahora su estrategia para luchar contra la reforma de las pensiones parece ser hacer un llamamiento a los miembros del parlamento!
La ley de la reforma de las pensiones fue aceptada para su discusión parlamentaria el 14 de abril. Luego, los sindicatos utilizaron el Primero de Mayo para anunciar una huelga general conjunta… el 14 de junio. La fecha no podría ser peor. Sería 45 días más tarde, cuando el procedimiento parlamentario ya estaría en marcha. Los líderes sindicales no ven la huelga general como parte de un plan para derrotar al gobierno a través de la movilización masiva para finalmente derribarlo, algo que es completamente posible dado el equilibrio de fuerzas, sino más bien como una forma de presionar a los miembros del parlamento.
El estallido del movimiento contra los recortes educativos, que muchos han comparado con las movilizaciones masivas de 2013, muestra que el terreno es favorable para una lucha de masas para derribar al gobierno. Las demandas concretas de cada sector (contra las privatizaciones, contra los ataques a los derechos de las mujeres, contra los recortes en la educación, contra la policía y la represión del ejército, etc.) deben unirse en una lucha conjunta. “Fora Bolsonaro” es la consigna que cristaliza esa estrategia, y es por eso que fue tan popular el 15 de mayo en todas partes donde los compañeros de Esquerda Marxista y la organización juvenil Liberdade e Luta la plantearon, a través de folletos, pancartas y desde los escenarios de los oradores oficiales.
La UNE ya ha convocado otro día nacional de lucha el 30 de mayo, y luego está la huelga general contra la contrarreforma de las pensiones el 14 de junio. El escenario está preparado para nuevas explosiones de la lucha de clases y una polarización política. Si los líderes sindicales tuvieran una estrategia clara, sería posible derrotar al reaccionario gobierno de Bolsonaro a través de una acción masiva en las calles, planteando la cuestión: ¿quién manda en el país?.
La victoria de Bolsonaro es la demostración del colapso político del régimen de la “Nova República” y del pacto social efectuado con la Constitución de 1988. Es también la demostración del colapso de la “Democracia” para enormes sectores de las masas, además, la mayoría (electores de Bolsonaro, votos blancos, nulos y la abstención) dejó claro que poco le importa “esta democracia”, e ignoró los llamamientos de Haddad / PT y otros, para “defender la democracia”, que sólo han hecho hasta ahora empeorar sus vidas y ampliar su sufrimiento y la angustia permanentemente.
Una nueva situación política se abre con un salto de calidad en la coyuntura que se desarrolla desde el inicio del desmoronamiento del régimen político podrido brasileño. Los “viejos” partidos y políticos conocidos como la expresión del sistema, fueron barridos. Como la Esquerda Marxista siempre afirmó, la política de la “Operación Lava-Chato”, gestada en el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, tenía el alma de la operación “Manos Limpias” de Italia, es decir, permitir remover partidos y políticos odiados por las masas para intentar salvar las instituciones amenazadas. Que lo “nuevo” sea sólo la reencarnación de lo “viejo” también es propio de la historia hasta que la revolución venga y limpie torrencialmente los establos de la sociedad.
El final de la época de la política (reaccionaria, evidentemente) de colaboración de clases y alianzas entre el PT y los partidos burgueses, con la profundización de la crisis del capitalismo nacional e internacionalmente, se expresa ahora en un gobierno que está ostensiblemente contra toda colaboración y de ataque a la clase trabajadora. Un gobierno que se dibuja como ultraliberal, es decir, de siervo descarado de los intereses del capital financiero imperialista y que sólo puede gobernar buscando constituirse como un gobierno bonapartista “por encima de las clases” basado en la represión, enmascarada o no por acciones del poder judicial. Hasta dónde este gobierno puede ir en este sentido y cumplir sus objetivos dependerá ante todo de la lucha de clases, de la clase obrera en especial, y de la política de sus dirigentes.
Bolsonaro es el subproducto de la crisis política, económica y social que se arrastra desde hace años. La responsabilidad por ello es totalmente de Lula y de la dirección del PT, que durante 13 años gobernaron traicionando las esperanzas y el apoyo que recibieron de millones de brasileños para cambiar este país.
El trabajo sistemático de Lula y de la dirección del PT, con su política de alianzas con la burguesía y gobernando para el capital, para destruir la conciencia de clase de las masas trabajadoras que llevaron al Partido de los Trabajadores y las banderas rojas a la presidencia de la República, tuvo como resultado la entrega de millones de desesperados de la pequeña burguesía, de desempleados, de trabajadores desorganizados, de jóvenes sin futuro, a los brazos de un aventurero sin escrúpulos y su séquito de ultrarreacionarios, fascistas, latifundistas cazadores de Sin Tierra e indígenas, y de comerciantes arruinados; a los brazos de un aventurero demagogo de derecha candidato a Bonaparte, que pretende supuestamente gobernar por ¡”Brasil por encima de todo, y con Dios por encima de todos”!
Bolsonaro venció en las elecciones con 57.797.847 votos (39,24% del total de votantes). Haddad tuvo 47.040.906 votos (31,93% del total de votantes.). Blancos, nulos y abstenciones sumaron más de 42 millones de electores. Políticamente esto significa que 89,5 millones de electores (60,76%) no se sienten representados por el ganador en la elección más polarizada en décadas. Estas cifras muestran que hay una enorme base para un trabajo de resistencia y de enfrentamiento al gobierno que se constituye.
En la declaración de la Esquerda Marxista después del primer turno, además de afirmar la orientación de voto a Haddad en el segundo turno, sin ningún apoyo a su programa y política, sino para barrer a Bolsonaro – constatamos: “Con estos resultados [del primer turno] y la ampliación de la polarización política, una nueva situación se abrió en Brasil”. Ahora, con la victoria de Bolsonaro la situación política da un salto. El próximo período será de ataques durísimos contra todas las conquistas proletarias, de ataques a las libertades democráticas, y de un oscurantismo cultural y religioso dominando las acciones del gobierno, todo al servicio del capital financiero internacional y sus socios menores brasileños. La tarea fundamental de los comunistas es ayudar a organizar la resistencia, la unidad de los trabajadores y de la juventud y, en este combate construir la organización revolucionaria marxista, la Esquerda Marxista.
Concentración contra Bolsonaro en Brasilia / Imagen: fair use
Intención y realidad
Bolsonaro, el 21/10, declaró a sus partidarios en la Av. Paulista: “Bandidos del MST [Movimiento campesinos sin tierra], bandidos del MTST [Movimiento sin techo], las acciones de ustedes serán tipificadas como terrorismo. Ustedes no llevarán más el terror al campo o la ciudad”, y “Esa panda [los marginales rojos], si quieren quedarse aquí, van a tener que ponerse bajo la ley de todos nosotros. O se van para fuera o van a la cárcel”. En la primera transmisión por internet dirigida a sus seguidores, después del escrutinio, dijo: “No podemos continuar más tiempo flirteando con el socialismo, con el comunismo y con el populismo, y con el extremismo de la izquierda”. En la declaración “oficial” para la prensa, Bolsonaro leyó un texto afirmando: “Hago de ustedes mis testigos, de que este gobierno será un defensor de la Constitución, de la Democracia y de la Libertad” y que “La libertad es un principio fundamental de la Constitución: libertad de ir y venir, de andar por las calles; libertad de emprender; libertad política; libertad de tener opinión; libertad religiosa; libertad de hacer elecciones y ser respetado por ellas. Este es un país de todos nosotros, brasileños natos o de corazón. Un Brasil de diversas opiniones, colores y orientaciones”.
En el primer discurso por internet reafirmó lo que leyó y tenía en las manos un ejemplar de la Constitución. En otro momento participó de una oración, junto con su equipo, agradeciendo a Dios por su victoria. Es un esfuerzo por mostrarse “por encima de todos” y de que es a Dios a quien rinde cuentas y no al mundo de los hombres.
Toda su actitud es de por un lado afirmarse como el Bonaparte gobernante a quien todos deben obediencia y por otro calmar a la burguesía que teme que él provoque un incendio social. Pero sus declaraciones directas a sus seguidores demuestran que él sabe que no tiene en sus manos un partido militante homogéneo políticamente, una fuerza fascista o paramilitar capaz de desencadenar un terror contra los trabajadores y sus organizaciones. Él intenta construirlo, pero todavía está lejos del objetivo. Sus partidarios incluyen grupos fascistas insignificantes, grupos insignificantes desesperados y alentados por su campaña, pero que no tienen fuerza social de combate como partido fascista.
Por eso estará obligado a intentar usar las palancas represivas del aparato de Estado (Policía, Judicial, etc.) para disciplinar a las masas. Este mediocre e ignorante ex-militar habla y actúa, piensa como un policía que pretende acabar con la lucha de clases por medios policiales. Esto es imposible de realizar. En la actual situación internacional esa política va a encontrar una enorme e invencible resistencia y aunque él consiga avanzar al final del combate será vencido, hundido en la crisis económica en un país semicolonial y enfrentado al odio creciente de las masas, incluso de gran parte de sus actuales electores.
Su programa de campaña fue: “Contra todos los viejos y corruptos partidos y contra todo este sistema podrido”. Pero, de hecho, él forma parte del sistema y es una operación destinada a salvar al sistema capitalista y profundizar la explotación. Lo que en el capitalismo en crisis significa también más corrupción.
“Llevar a todos los bandidos a la cárcel y asegurar que la población sea armada para defenderse”. Imposible que la burguesía en la época de decadencia de su sistema social, en que el sufrimiento de las masas sólo aumenta, pueda permitir el armamento general de la población. En los Estados Unidos, la casi totalidad de la burguesía lucha desde hace años para liquidar el derecho de armamento general de la población conquistado en los años revolucionarios de constitución de aquel país. Y obviamente no hay como enviar a todos los bandidos a la cárcel, pues el capitalismo es una fábrica pujante de creación de pandillas y bandidos de todo tipo. Sólo el fin del capitalismo puede resolverlo.
“Voy a hacer de Brasil una nación fuerte y rica económicamente disminuyendo el tamaño del Estado, vendiendo empresas estatales, abriendo Brasil para los inversores internacionales, voy a acabar con el desempleo creando la cartera de trabajo verde y amarilla y reformando la Previsión social”. La traducción de esta política es, por orden, recortes y privatización de los servicios públicos, privatizaciones de patrimonio público para multinacionales y amigos, entrega de todas las riquezas naturales y de la clase obrera a las manos de las multinacionales y especuladores, destrucción de las conquistas laborales progresivamente y destrucción de la Seguridad Social con su transformación en Fondos de Pensión privados. Este programa es una receta clásica de lucha de clases y de furia de la clase trabajadora.
Este es un programa en parte imposible de realizar en el capitalismo y en parte causante de una tragedia social aún mayor. Es de conjunto un programa para aislarse y lanzar a sus propios electores contra él en muy poco tiempo. Al mismo tiempo el candidato a Bonaparte llega al gobierno en una situación de crisis económica que no tiene manera de resolver y que va a provocar una explosión de luchas. Muy rápidamente la vanguardia consciente de la clase trabajadora y de la juventud se rearmará para gritar a plenos pulmones, en las calles, en las fábricas, en las escuelas y lugares de trabajo: Fuera Bolsonaro. Abajo el gobierno reaccionario. Por un Gobierno de los Trabajadores.
Perspectivas del gobierno Bolsonaro
El capitalismo, en su fase de decadencia, es incapaz de mantener la democracia que la burguesía desarrolló en su período de ascenso. En la época del imperialismo, en que revolución y contrarrevolución se enfrentan permanentemente, la “democracia” es cada vez más una farsa y el Estado cada vez más está obligado a aparecer como lo que verdaderamente es: una banda de hombres armados para defender la propiedad privada de los medios de producción y los privilegios de una clase explotadora minoritaria. La fachada legal de la represión y ataques contra las libertades democráticas arrancadas por el proletariado es cada vez más la aplicación selectiva de las leyes. Y su instrumento, el poder judicial, cada vez más se arroga el derecho de decidir sobre todo, de legislar y ejecutar, en un intento, de hecho, de gobernar para salvar al Estado que es incapaz de mantenerse por medios “democráticos normales”.
Bolsonaro, el demagogo aventurero de derecha, anticomunista declarado, que logró surfear en la desmoralización del sistema y de los partidos tradicionales, profundizará el carácter bonapartista del aparato de Estado.El bonapartismo se caracteriza por ser un tipo de gobierno autoritario, de ataques a las libertades democráticas, basado en una figura que representa la “encarnación de la nación” y que intenta colocarse encima de las clases para salvar a la clase dominante. Trotsky lo describió de la siguiente manera: “Un régimen que indica que los antagonismos dentro de la sociedad se han vuelto tan grandes que la maquinaria del Estado, para regular y ordenar estos antagonismos, mientras permanece como un instrumento de los dueños de la propiedad, asume una cierta independencia en relación a todas las clases. El régimen bonapartista sólo puede alcanzar un carácter comparativamente estable y duradero en el caso de poner fin a una época revolucionaria; cuando la relación de fuerzas ya fue puesta a prueba en las batallas; cuando las clases revolucionarias ya están agotadas, pero las clases poseedoras aún no escaparon del terror: ¿’no habrá mañana nuevas convulsiones?’. Sin esa condición básica, es decir, sin un previo agotamiento de las energías de las masas en los combates, el régimen bonapartista no está en condiciones de avanzar”.
No se da en Brasil “agotamiento de las energías de las masas” necesario para para el avance de un régimen bonapartista hacia un gobierno fascista. La clase trabajadora está desorientada, pero no está derrotada.
No se da en Brasil “agotamiento de las energías de las masas” necesario para para el avance de un régimen bonapartista hacia un gobierno fascista. La clase trabajadora está desorientada, pero no está derrotada / Imagen: Esquerda Marxista
La Esquerda Marxista reafirma su análisis de que no hay base social hoy para un régimen fascista – los grupúsculos fascistas son ultraminoritarios, no existe ni partido, ni organización paramilitar de ataque a las organizaciones obreras con base de masas entre la pequeña burguesía -, o incluso para una dictadura militar al estilo 1964-1985.
Al mismo tiempo, no existe, hoy, el “agotamiento de las energías de las masas”, una de las condiciones apuntadas por Trotsky para el avance de un régimen bonapartista hacia un gobierno fascista. La clase trabajadora está desorientada por las continuas traiciones y bloqueos de sus direcciones, pero no está derrotada. No es esa la perspectiva para Brasil, inmerso en la crisis internacional del capitalismo.
El papel del PT y el futuro del PSOL
La votación del PT en los barrios obreros, en el cinturón obrero de San Pablo, la derrota en todas las grandes ciudades del Sur y Sudestes, muestran al PT abandonado por el proletariado más importante que fue su sangre y cuerpo. Y, incluso en el Nordeste, las mayores victorias del PT fueron en el interior, casi perdiendo en las capitales.
Bolsonaro sólo logró crecer por la ausencia de un partido socialista, capaz de canalizar el odio al sistema. Quien apareció como antisistema, lo nuevo, fue Bolsonaro, y eso garantizó su ascenso y victoria.
Es una gran incomprensión querer culpar a las “fake news”, y la compra de envío de mensajes por WhatsApp por los empresarios, para el resultado del PT. El problema es político, una campaña que no se conectó con el sentimiento antisistema presente en la base de la sociedad y, por lo tanto, no ganó los votos blancos y nulos, no convenció a muchos a ir a votar (abstenciones) y dejó la puerta abierta para que la derecha, Bolsonaro, capitalizara en parte ese sentimiento.
La línea del PT en la segunda vuelta, de “unir a todos por la democracia”, de proponer gobernar en unión nacional, de buscar unirse a todo lo que hay de “viejo” en la sociedad, fue una línea de derrota como está explicado en el texto “La línea de la derrota y la línea de la victoria”, en el sitio web de la Esquerda Marxista.
El “frente democrático” arrastró al PSOL y a varias de sus tendencias. El PSOL, después de fracasar con la operación Boulos, se diluyó en la campaña de Haddad en lugar de hacer un verdadero combate de frente único contra Bolsonaro, llamando a votarle, pero manteniendo la independencia, la crítica a la línea petista de conciliación, apuntando a la necesidad de construir una alternativa de clase, revolucionaria y socialista al PT.
El PSOL, si no cambia esta política de adaptación, será visto cada vez más como un mero apéndice del PT, que aparecerá como el partido de oposición a Bolsonaro. El PSOL, de esa forma, será incapaz de construirse como una alternativa para la reorganización de la clase obrera. En realidad, podría acabar donde el PT terminó a una velocidad mucho mayor. Es urgente que la dirección del PSOL convoque un Congreso extraordinario para hacer un balance de la campaña Boulos, romper con la política de Frente Democrático del PT y rearmar al partido para enfrentar al gobierno de Bolsonaro.
Estudiar, organizar, movilizar
Es necesario organizar la resistencia y el combate contra el gobierno Bolsonaro desde ya. Esto incluye prepararse teórica y políticamente para entender la situación y las fuerzas en lucha, el carácter del combate y de cada participante. Estudiar y conocer la historia del movimiento obrero revolucionario. La Esquerda Marxista publicará una serie de artículos relacionados con la discusión actual en su sitio www.marxismo.org.br.
Pero también incluye prepararse para los diferentes casos de ataques y provocaciones de la extrema derecha, así como preparar a la clase trabajadora, a la juventud ya sus organizaciones contra los ataques económicos y sociales y represivos que vendrán.
Sea la policía, sean grupúsculos de extrema derecha o reaccionarios de todo tipo, con Bolsonaro en la presidencia se sentirán más a gusto para actuar. En una lucha, si alguien ataca y el adversario no se defiende y se contrae, terminará masacrado. Cuando el fascismo era una amenaza real en Brasil, el frente único proletario antifascista, impulsado por los trotskistas, hizo que los “integristas” (los fascistas brasileños) desaparecieran después de una batalla callejera. Este es el sentido que debemos dar a la defensa de nuestras luchas, ante los ataques de estos grupúsculos protofascistas que se animan a actuar en la actual situación. El ejemplo de la reacción en masa de los estudiantes de la UnB, el 29/10, expulsando al grupo de treinta partidarios de Bolsonaro que intentaron invadir la UnB para “cazar comunistas”, apunta el camino de la respuesta (ver en el vídeo abajo). Esta discusión debe ser abierta en todas las organizaciones de los trabajadores y de la juventud.
Students at Brasilia University (UNB) repel Bolsonaro supporters who wanted to occupy it pic.twitter.com/V3pKnxh6lC
En contra de la acción de provocadores en asambleas de sindicatos, de estudiantes, en manifestaciones y debates, es preciso organizar servicios de orden, servicios de seguridad del propio movimiento u organización, una tradición olvidada por el movimiento en general por décadas de militancia en un período de relativa democracia burguesa. No cuesta recordar que la CUT sólo fue fundada porque sus organizadores tenían un excelente servicio de orden en el CONCLAT. O el PCdoB, el PCB aliados con todos los chivatos, habrían impedido, por fuerza, su constitución.
Los sindicatos y las centrales sindicales
Los sindicatos pueden y deben cumplir un papel importantísimo en la lucha contra este gobierno. El principal problema es la mayoría de las direcciones de los sindicatos, y de las centrales sindicales, que están alineadas con la supervivencia del capitalismo, profundamente ligadas al propio aparato de Estado burgués y orientadas por una política de colaboración de clase.
Como se ve en Argentina, el gobierno ataca y los dirigentes sindicales impiden las luchas y apuntan a esperar las elecciones presidenciales de 2019 en que Cristina Kirchner se presentará. Aquí en Brasil la contraseña fue dada por Haddad en su discurso en la línea de “nos preparamos para dentro de cuatro años”, palabra de orden del tipo “Feliz 2022”. Los que esperan un giro a la izquierda de las altas direcciones sindicales deben perder esta ilusión. Ellos se convirtieron en un obstáculo para las luchas de los trabajadores y desean ayudar a salvar el capitalismo. Lo que no nos exime de apuntar la responsabilidad enorme que tienen al sentarse en la dirección de las organizaciones sindicales. En primer lugar la dirección de la CUT. Es en este sentido que hay que abrir ya la discusión en todos los sindicatos de la necesidad de anticipar el congreso de la CUT para organizar, unificar y centralizar el combate en defensa de la clase y contra el gobierno.
La situación política nacional e internacional debe ser encarada con ánimo por los revolucionarios. Hay dificultades, sin duda, en especial la ausencia de un partido que represente y organice al proletariado. La clase obrera conserva sus fuerzas, a pesar de que la mayoría de sus direcciones han traicionado, y de los intentos de la dirección sindical (CUT y otras centrales) de buscar de todas formas mantener la conciliación de clases. En esta situación, donde la juventud en primer lugar busca una salida, hay una posibilidad de construcción de una fuerte organización marxista. Es hora de estudiar, escribir, organizar, enfrentar el bajo nivel político y teórico que se abate en nuestra época, así como la desesperanza, construir la fuerza capaz de cambiar el juego y abrir una salida. Organízate con la Esquerda Marxista para enfrentar a Bolsonaro, al sistema capitalista, y seguir la lucha por la revolución socialista, el único camino que puede impedir el curso hacia la barbarie.
Bolsonaro ganó la segunda ronda de las elecciones presidenciales con un 55 por ciento de los votos, derrotando a Haddad –el candidato del Partido de los Trabajadores (PT)– quien recibió el 45 por ciento. Cualquier esperanza de un milagro de última hora quedó frustrada. Este resultado es un revés para la clase obrera y los pobres. Necesitamos comprender qué significa esto, qué condujo a esta situación y qué estrategia debe seguir el movimiento obrero con respecto a este gobierno reaccionario.
La segunda ronda de la campaña presidencial estuvo extremadamente polarizada. Hubo una movilización desde abajo por parte de la izquierda en un intento de parar a Bolsonaro, y decenas de miles participaron en grandes concentraciones y mítines a favor de Haddad en Sâo Paulo, San Salvador de Bahía, etc. Como una prueba de lo que viene bajo un gobierno de Bolsonaro, la policía, siguiendo órdenes del tribunal electoral, desplegó una amplia actividad para impedir actos públicos “contra el fascismo” en universidades y edificios sindicales, retirando pancartas anti-fascistas de escuelas y campus e incluso secuestrando revistas sindicales. Todo esto se hizo en nombre de la “limpieza del juego electoral” en la medida que estas acciones eran consideradas “propaganda electoral” realizada por fuera de los límites legales. Envalentonados por la retórica de Bolsonaro, ha habido ataques físicos contra activistas de izquierdas por parte de pequeñas bandas fascistas, incluyendo el asesinato de Moa do Katendê, un maestro de capoeira.
Estos ataques necesitan ser respondidos con una acción audaz por parte del movimiento obrero, incluyendo la organización de comités de autodefensa para los actos sindicales y estudiantiles y rechazar cualquier forma de censura o recorte de la libertad de expresión.
Brasil bajo Bolsonaro: ¿un régimen fascista?
Sin embargo, los que lloran hoy por el “fascismo” que ha ganado en Brasil están equivocados. El fascismo es un régimen político basado en la movilización de las masas pequeñoburguesas enfurecidas en bandas armadas, con el objetivo de aplastar a las organizaciones de la clase trabajadora. Históricamente, el fascismo llegó al poder después de que la clase obrera hubiera sido derrotada en varias ocasiones revolucionarias debido a la falta de una dirección correcta. Sobre la base de esas derrotas y oportunidades perdidas, se desarrolló la desmoralización que permitió a las bandas fascistas aplastar a las organizaciones obreras.
Esa no es la situación actual en Brasil. Bolsonaro no se apoya en bandas fascistas armadas. De hecho, hay grupos fascistas en Brasil, y van a sentirse envalentonados con su victoria. Son peligrosos y necesitan ser combatidos. Pero la clase obrera brasileña no ha sido derrotada; de hecho, aún no ha comenzado a moverse de manera significativa.
Recordemos que ya han pasado dos años desde la elección de Trump en los Estados Unidos. En ese momento, muchos comentaristas liberales y algunos en la izquierda también hablaron sobre la victoria del fascismo en los Estados Unidos. Trump es ciertamente un político reaccionario y sus políticas representan un ataque contra trabajadores, mujeres, homosexuales, migrantes, etc. Pero sería un error describir la situación en los Estados Unidos como de una dictadura fascista. De hecho, los intentos de los grupos de supremacistas blancos en los EE. UU. de tomar las calles a raíz de la elección de Trump se encontraron con movilizaciones masivas que los superaron en gran medida. Ha habido una serie de huelgas de maestros muy combativas (y victoriosas) en varios estados. Hay una mayor polarización en la sociedad hacia la derecha, pero también hacia la izquierda.
Lo que probablemente veremos en Brasil es la continuación de un proceso (que ya había comenzado antes de las elecciones) de aparición de rasgos bonapartistas en el Estado. Esto fue evidente cuando se utilizó al Poder Judicial como árbitro político en el escándalo de la trama de corrupción llamada “Lava Jato” [Lavado de Autos], el encarcelamiento de Lula y la prohibición de poder presentarse a las elecciones, etc. Al mismo tiempo, la base de un régimen con características bonapartistas es muy débil, en condiciones de severa crisis económica y descrédito generalizado de todos los partidos e instituciones tradicionales de la clase dominante.
¿Cómo pudo pasar esto?
Los comentaristas liberales y algunos en la izquierda miran perplejos el resultado de esta elección. Ellos no pueden entenderlo. ¿Cómo es esto posible? Un demagogo de extrema derecha ha sido elegido por medios democráticos. ¿Cómo podrían millones de personas votar por alguien que comparte puntos de vista tan odiosos de manera tan descarada?
Ellos recurren a todo tipo de explicaciones que no explican nada: fue la culpa de las redes que existen alrededor de las iglesias evangélicas o de la campaña de noticias falsas (las llamadas “fake news”) en WhatsApp. Esto es lo mismo que cuando la clase dominante intenta “explicar” las huelgas y las revoluciones como el trabajo de “agitadores comunistas”. Ya en la década de 1990, en Brasil hubo una gran campaña de propaganda contra Lula: “él es sólo un obrero metalúrgico sin experiencia y sin cualificación”, “no tiene un título universitario”. Eso, sin embargo, no le impidió ganar la elección, con el 61 por ciento de los votos.
En Gran Bretaña, hemos visto una campaña sin precedentes de demonización contra Jeremy Corbyn en la que todo el Establishment ha lanzado las acusaciones más extravagantes e indignantes contra él (que es antisemita, un amigo de Hamas, un amante del terrorismo, una marioneta de Putin, etc.). Nada de eso ha tenido mucho impacto. Por el contrario, su apoyo ha crecido sobre la base de sus programas de renacionalizaciones, educación gratuita, vivienda, etc.
De hecho, la victoria de Bolsonaro es producto de la prolongada crisis del Partido de los Trabajadores (PT). Cuando Lula fue elegido por primera vez en 2002, lo hizo en forma de alianza con partidos burgueses. Nombró a Meirelles, un banquero residente en Estados Unidos, como presidente del Banco Central, respetó los acuerdos con el FMI y siguió una política de austeridad fiscal. Él también llevó a cabo una contrarreforma inicial del sistema de pensiones. Este no es el lugar para hacer un balance completo de su gobierno, pero es suficiente decir que no representó ningún desafío fundamental al poder del imperialismo ni de la clase dominante brasileña. Sin embargo, pudo beneficiarse de la relativa estabilidad que resultaba de un período de crecimiento económico a nivel global.
Cuando Dilma Rousseff fue elegida en 2010, la situación ya había comenzado a cambiar. Sus políticas fueron similares a las aplicadas por Lula, pero con un paso más a la derecha. Su compañero de fórmula era el político burgués, Michel Temer. Ella situó a una representante de los terratenientes y ganaderos como ministra de Agricultura, y a un funcionario del FMI como su Ministro de Hacienda. La principal diferencia fue que ella se enfrentó a una crisis económica en lugar de a una situación, como la de Lula, de crecimiento económico. A raíz de la desaceleración de la economía china, la economía brasileña entró en una grave recesión en 2014-16, de la cual aún no se ha recuperado.
Ya en 2013, hubo protestas masivas de los jóvenes contra el aumento de las tarifas de transporte, que fueron recibidas con una represión brutal por parte de los gobernadores regionales, que contaron con el apoyo total del gobierno nacional de Dilma. Los “días de junio” de 2013 reflejaron una amplia oposición a todo el Establishment por parte de una creciente capa de jóvenes, pero también de trabajadores. El PT, que había estado en el poder durante una década, fue visto como parte de ese Establishment. En lugar de cambiar sus políticas, Dilma anunció un paquete de privatizaciones y medidas de austeridad. Las protestas de 2013 fueron seguidas de protestas masivas en 2014 contra la Copa Mundial de Fútbol, que luego se encontraron con una brutal represión. Para lidiar con estas protestas, el gobierno de Dilma introdujo una serie de leyes (sobre organizaciones criminales, antiterrorismo…) que restringieron severamente el derecho a protestar y a manifestarse.
Las elecciones de 2014 y la destitución de Dilma
La elección de 2014 fue un punto de inflexión en este proceso. Dilma logró ganar en la segunda ronda movilizando el voto de la clase trabajadora del PT, sobre la base de luchar contra las políticas de derecha del candidato burgués, Aécio Neves. Sin embargo, traicionó a sus propios votantes al proceder a aplicar las políticas que Neves había defendido: austeridad, recortes, privatizaciones y ataques a los derechos de los trabajadores.
Sus índices de aprobación, que habían superado el 60 por ciento en 2012-13, bajaron a sólo un 8 por ciento en 2015: el más bajo de cualquier presidente en servicio desde la restauración de la democracia. Fue en ese momento, sintiendo su debilidad, cuando los políticos burgueses que gobernaron con ella comenzaron a moverse para removerla del poder a través de un proceso de destitución parlamentaria (Impeachment).
Luego, cuando vieron el peligro de que Lula pudiera convertirse en candidato y ganara las elecciones (dado que mucha gente lo recordaba como presidente cuando había crecimiento económico, combinado con su vínculo histórico al PT y a sus tradiciones revolucionarias), el Poder Judicial intervino con un caso de corrupción contra él. Fue declarado culpable, a pesar del hecho de que no se presentó ninguna prueba real para el delito por el que se le juzgaba. Luego estiraron aún más los límites de su propia legalidad al impedirle que se pudiera presentar a las elecciones como candidato presidencial. Sin embargo, incluso en ese momento, mientras Lula encabezaba las encuestas, más gente decía que no votaría a nadie ni siquiera a él, que mostraba un rechazo generalizado a todo el sistema político.
Se puede decir, por lo tanto, que los recuerdos de los gobiernos del PT en el poder, que se apoyaba en los votos de la clase trabajadora para permanecer en el cargo y llevar a cabo políticas capitalistas en alianza con los partidos burgueses, destruyeron la reputación del partido y cortaron muchos de sus vínculos con la clase obrera organizada, allanando el camino para la victoria de Bolsonaro el domingo. Incluso cuando los políticos burgueses estaban ocupados para removerlos del poder, los dirigentes del PT y los sindicatos no organizaron ninguna defensa seria. Hubo mítines y manifestaciones, muchas amenazas, pero ninguna campaña seria de movilización sostenida y creciente.
La situación empeoró cuando el impopular gobierno de Temer continuó e intensificó los ataques contra la clase trabajadora. Hubo grandes concentraciones bajo la consigna de “Temer Fuera” y, finalmente, una huelga general en abril de 2017. Los trabajadores y jóvenes brasileños mostraron su disposición a la lucha, pero sus líderes no dirigieron ni fomentaron esa lucha, por lo que se disipó todo el potencial de contraataque.
Por supuesto, Bolsonaro usó hábilmente las redes sociales y las redes de las iglesias evangélicas para extender su mensaje, una combinación de mentiras, medias verdades, odio histérico al “PT-comunismo” y un llamamiento a “hacer que Brasil vuelva a ser grande”. Sin embargo, estos métodos sólo tuvieron un impacto debido a las políticas desastrosas y recuerdos del PT cuando estaba en el gobierno.
Por supuesto, hubo otros factores: como la crisis económica en Venezuela (en última instancia, fue el resultado de un intento de regular el capitalismo en lugar de abolirlo), que se usó de manera efectiva contra el PT (cuyos líderes en rigor nunca apoyaron realmente a la revolución bolivariana).
¿”Defensa de la democracia”?
La política y la estrategia de Haddad en la segunda ronda fue suicida, como lo explicó Serge Goulart. Mientras Bolsonaro hizo gestos –como prometer un bono de Navidad para los receptores de la prestación social de la “Bolsa Familia”– para apelar a los votantes más pobres que habían apoyado al PT en la primera ronda, Haddad giró a la derecha, en un intento inútil de capturar el llamado voto de centro. En la primera ronda, se presentó a sí mismo como el candidato de Lula y la imagen de éste destacaba en todo el material de propaganda electoral. En la segunda ronda, Lula fue eliminado de las imágenes y el color rojo del partido fue reemplazado por los colores de la bandera nacional.
Frente a un “anti-establishment”, como se presentaba Bolsonaro, Haddad pensó que podía derrotarlo siendo el candidato… ¡del establishment! Se presentó como el candidato de la democracia, apelando a la unidad de todos los demócratas (incluidos los mismos partidos burgueses que habían apuñalado a Dilma por la espalda). La única forma en que podría haber recuperado el terreno perdido habría sido emprender una campaña seria denunciando el programa económico de Bolsonaro (privatizaciones, ataques a pensiones, etc.) y ofreciendo como alternativa la lucha por defender los derechos y condiciones de la clase trabajadora en una clara línea anticapitalista. En cambio, tuvimos llamamientos abstractos para defender la democracia, el diálogo y la comprensión, y para “fortalecer la Constitución”.
Ya había habido un nivel muy alto de abstención en la primera ronda: 20,3 por ciento en un país donde el voto es obligatorio, el más alto desde 1998. En la segunda ronda, fue aún más alto, 21.3 por ciento (31 millones), además de un adicional del 9.5 por ciento (11 millones) que votó en blanco o nulo, lo que muestra que una capa significativa del electorado rechazó a Bolsonaro, pero tampoco le atraía votar a Haddad.
Las políticas económicas de Bolsonaro
Los comentaristas principales aplauden la victoria de Bolsonaro y lo alientan a llevar a cabo su programa electoral de privatizaciones al por mayor y una contrarreforma exhaustiva del sistema de pensiones.
“Los mercados han incrementado sus esperanzas en que Bolsonaro cumpla con sus promesas de reforma económica, en particular una revisión del costoso sistema de pensiones de Brasil y las privatizaciones de sus empresas estatales”, dijo hoy el Financial Times. Luego cita una nota de Goldman Sachs:
“En última instancia, la administración se enfrenta al desafío de, mediante una combinación de políticas disciplinadas y reformas estructurales, acelerar el ajuste fiscal e impulsar el espíritu animal y empresarial, para finalmente liberar el significativo potencial atrapado de la economía”.
La clase dominante juzga a cualquier gobierno de acuerdo con una regla simple: qué tan bien lleva a cabo sus intereses de clase.
Llegará un momento clave cuando Bolsonaro intente poner en práctica su programa, liderado por el economista ultra-liberal “Chicago boy” Paulo Guedes, y se enfrente a la resistencia organizada de la clase trabajadora, que no ha sido derrotada. Al igual que el gobierno de Macri en Argentina, Bolsonaro se enfrentará a una ola de acción sindical, movilizaciones masivas y huelgas generales contra sus políticas económicas. Además, su posición no es tan fuerte como parece, ya que tiene que aprobar la legislación a través de un parlamento extremadamente fragmentado donde hay 30 partidos diferentes con los que tendrá que llegar a acuerdos.
La tarea ahora no es ceder a la desesperación, sino prepararse para las batallas por venir. Lo que se requiere en primera instancia es una comprensión clara de cómo llegamos a este punto, para que pueda comenzar el proceso de reconstrucción de un movimiento de lucha y de clase.
También hay lecciones más generales que aprender de la experiencia brasileña. Los gobiernos de izquierda que llevan a cabo políticas de derecha solo prepararán el terreno para la victoria de la reacción. No se puede luchar contra la extrema derecha apelando a la defensa del mismísimo régimen capitalista en crisis que la originó.
Este domingo 7 de octubre se celebran elecciones presidenciales en Brasil, donde el candidato ultraderechista Jair Bolsonaro aparece liderando las encuestas por delante de Hadad, candidato del PT de Lula, lastrado por la política de austeridad y ataques sociales del último gobierno del PT de Dilma Roussef. La Esquerda Marxista (EM), sección brasileña de la CMI, integra el partido de izquierdas PSOL y presenta varios candidatos en sus listas con el lema “Contra el sistema, por la revolución socialista”. Publicamos un artículo de la EM que explica el carácter de clase de Bolsonaro y cómo combatirlo.
Su moral y la nuestra
La postura de los marxistas no es la de combatir a Bolsonaro usando la moral burguesa. Nuestra moral refleja los intereses del conjunto de la clase trabajadora y nuestro combate expresa la forma más resuelta de ese combate. Es desde ese punto del que debemos partir.
El tipo de pregunta hecha por Boulos, candidato del PSOL: “(…) Bolsonaro recibió ayuda para vivienda teniendo casa, además tiene la proeza de haber aprobado dos proyectos y haber comprado cinco inmuebles. Más propiedades que proyectos. ¿No tienes vergüenza Bolsonaro?” no ayuda a los trabajadores a comprender que el problema central no es que este candidato sea un corrupto y que utiliza la política para su enriquecimiento personal, lo que también es cierto. Lo central es el propio sistema capitalista, que es corrupto por esencia. Sus representantes en el parlamento quieren mantener el Estado capitalista exactamente de esa forma, en favor de sus propios intereses, pero principalmente para romper la resistencia de los trabajadores, utilizando todo el aparato estatal para mantener a los obreros explotados y oprimirlos a cualquier costo. Es precisamente por eso que Bolsonaro no es un candidato que vaya a cambiar nada.
Si queremos combatir a Bolsonaro desde el punto de vista moral, de la moral proletaria, tenemos que tener en mente que esa moral, presupone la defensa de los intereses de la propia humanidad, que está completamente ligada al futuro de la revolución mundial y, por tanto, de la propia clase obrera. Cuando Bolsonaro emite declaraciones como la de apoyar a torturadores, violaciones o incluso el combatir la violencia con más violencia, como abiertamente habló sobre la situación en Río de Janeiro, representa la moral burguesa de hundir a toda una generación de trabajadores y jóvenes en la barbarie, en nombre del mercado y de sus propios intereses. Y eso es exactamente a lo que nos oponemos. La clase obrera y su juventud quieren tener el derecho a un futuro en el que la violencia, en todos sus niveles, no sea ya parte ordinaria de lo cotidiano.
Un candidato para atacar a los trabajadores y a los jóvenes
En las entrevistas, Bolsonaro y su economista Paulo Guedes son claros en representar los intereses de una clase: la de los empleadores, como ellos suelen decir.
Bolsonaro afirma que el salario es poco para quien lo recibe y mucho para quien lo paga y la solución que él encuentra está en colocarse como portavoz de los patrones, diciendo que “los trabajadores van a necesitar elegir entre derechos o empleo”.
Colocando un cuchillo en el cuello de los trabajadores, lo que él está diciendo es “elegir entre desempleo o trabajos precarios”. Su posición de atacar a los obreros quedó clara en cómo votó el diputado para la aprobación de la Reforma Laboral y de la Enmienda Constitucional 95, del techo de los gastos, reduciendo la oferta de servicios públicos incluso para aquellos que piensan que serán defendidos por él, como es el caso de los militares. ¿O los hijos de los militares y sus familias no utilizan servicios públicos?
En el proyecto de ley sobre la tercerización, Bolsonaro se abstuvo cínicamente, pero cuando ocurrió la votación del proyecto de ley para la regulación del trabajo doméstico, el mismo votó en contra, negando derechos a los millones de trabajadores brasileños que prestan tal servicio.
Paulo Guedes, en una entrevista con Globo News, dijo abiertamente que es necesaria una Reforma de la Previsión (jubilatoria) como la de Chile de 1981, en la dictadura de Pinochet. Vale la pena explicar a los jóvenes y trabajadores que tal reforma privatizó las pensiones, colocando el dinero de los obreros en un fondo administrado por capitalistas, que invertían en el mercado financiero. El resultado para la primera generación que se jubiló en este modelo fue una reducción brutal del nivel de vida y del poder adquisitivo. Según datos del artículo publicado por la BBC, el 90,9% de los jubilados recibe menos del equivalente a 149.435 pesos, unos 196 euros o 226 dólares, mientras que el salario mínimo en Chile es 264 mil pesos, equivalente a 346€ o 400 dólares.
Bolsonaro y su economista presentan también un programa de privatizaciones que va desde las empresas estatales federales, pasando por las provincias y llega hasta la educación, con la posibilidad de “elección” por parte del estudiante, si quiere estudiar en una escuela pública o privada. Pero es bueno explicar a la juventud que la masificación de la enseñanza superior privada en Brasil se dio por la falta de inversiones en las universidades públicas. Esto hizo la enseñanza desde la básica hasta la superior imposible para todos y empujó a los hijos de la clase obrera a las universidades privadas.
Además, la universidad privada se ha convertido en una ‘opción’ sólo por la negligencia del Estado brasileño hacia la educación e investigación, que un gobierno Bolsonaro pretende continuar, como se pudo ver en su declaración sobre el incendio del Museo Nacional (“ya está hecho, ya se quemó, ¿qué quiere que haga? “)
Regresar al siglo XIX
Paulo Guedes, economista de Bolsonaro, defiende lo que juntos llaman una agenda liberal-democrática para Brasil, lo que implica, en términos muy claros, entregar las empresas estatales como medio rápido de generar divisas para el pago de la deuda pública; aumentar la explotación directa de la fuerza de trabajo, reduciendo derechos laborales y jubilatorios y el alcance de los convenios colectivos de trabajo. La propuesta de la “Cartera Verde-Amarilla” significa hacer prevalecer lo negociado sobre lo legislado en toda regla, con los patrones “negociando directamente” con los trabajadores.
Bolsonaro quiere ser elegido para atacar al conjunto de la clase obrera y a su juventud. Y por eso nos contraponemos a él, explicando que nuestro combate es por los intereses de la clase trabajadora en su conjunto.
El grupo “Mujeres Contra Bolsonaro” arrastró a varios movimientos y capas a la lucha en las calles, lo que es, sin duda, la expresión de la resistencia y de la disposición a la lucha. Nosotros explicamos que la lucha es contra Bolsonaro y todos los demás candidatos burgueses. La emancipación de los trabajadores será obra de ellos mismos y para ello necesitamos organizarnos para combatir al capitalismo.
¿Y la educación de nuestros niños?
Bolsonaro afirmó, cuando fue preguntado por periodistas, que todos los niveles de enseñanza podrían ser a distancia. Está a favor del proyecto “Escuela sin Partido” y expresa con esa intención: a) el desguace de la educación básica, donde la convivencia social y la interacción son extremadamente importantes para el desarrollo del niño en sociedad; b) un completo ataque a la existencia de todos los profesores como categoría laboral; c) la profundización del desguace de la educación pública, laica y para todos. Y no olvidemos, si utiliza la fraseología antimarxista para sostener esa intención, lo que está detrás es señalar a los tiburones de la enseñanza su intención de reducir costos y otro mercado para explotar.
¿Bolsonaro es fascista?
Desde 2013 la tesis de la llamada “onda conservadora” viene siendo desarrollada por el PT y otros que se proclaman socialistas en Brasil. Esta tesis, por un lado, responsabiliza cobardemente a los trabajadores por la elección del “congreso más reaccionario de la historia”; por la destitución de Dilma Roussef y ahora por la posición de Bolsonaro en las encuestas, o sea, por el avance del fascismo y de las fuerzas conservadoras. Por otro lado, busca ejercer una presión sobre las organizaciones de izquierda en torno a la defensa de la política de colaboración de clases del PT y de Lula. Hemos estado contra la destitución de Dilma y la prisión de Lula sin pruebas, pero no nos rendimos a esa tesis.
Llamarlo fascista es una calificación incorrecta en la etapa actual; él no dirige una organización militarizada dirigida a destruir, moral y físicamente a la clase obrera, no tiene una base organizada e incitada con ese fin. Si la burguesía se siente incómoda con respecto a Bolsonaro, una razón principal de ello es exactamente el recuerdo de lo que sucedió con el expresidente derechista Collor de Melo, también elegido en medio de los escalofríos de los políticos tradicionales burgueses. Más que la “incompetencia” o “incoherencia” de Bolsonaro, lo que más molesta a la burguesía es el recuerdo del “Fuera Collor”, con millones en las calles. Por eso la burguesía teme adherirse a él y sectores importantes de ella tienden a hacer campaña por el PT.
Para combatir a Bolsonaro necesitamos llamarlo por lo que es: un candidato antiobrero, un defensor de la tortura y un defensor de las desigualdades creadas o profundizadas por el capitalismo. Un demagogo de derecha que utiliza el sentimiento antisistema del pueblo para reforzar las ilusiones en el propio sistema. Llamarlo machista, racista y homofóbico (que lo es) nada resuelve (la mayoría de los candidatos burgueses también lo son). El atentado a Bolsonaro sólo lo dejó en la posición de “pobrecito” y lo alejó de los debates, impidiendo que sus declaraciones antiobreras fueran más diseminadas.
Para combatirlo, tenemos que estar organizados antes y después de las elecciones, haciendo propaganda contra el capitalismo y el socialismo, trabajando activamente por la construcción de la dirección revolucionaria, que es la única clave para abrir las puertas del reino de la libertad y arrojar de una vez a tipos como Bolsonaro al cubo de basura de la historia.
El Poder Judicial sigue con sus abusos de poder. El Supremo Tribunal Federal (STF) negó el pedido de Hábeas Corpus (HC) de Lula y, ya al día siguiente, antes de que nuevos embargos fueran presentados en el TRF-4, Sérgio Moro decretó la detención de Lula.
El rechazo del HC se suma a la jurisprudencia establecida por el STF en 2016, por la que se autoriza la ejecución de la condena en segunda instancia. La propia Constitución dice que “nadie podrá ser considerado culpable hasta la sentencia firme de los tribunales”. El texto es claro, pero para los distinguidos ministros del STF, todo es relativo. Por supuesto, ya que en el fondo el asunto es de carácter político.
También fue parte del juicio la maniobra del presidente del STF, Carmem Lucía, al no someter previamente a votación la acción directa de constitucionalidad (ADC) que puso en tela de juicio todos los casos de prisión en segunda instancia, pero sólo para el HC en el caso de Lula, permitió a la ministra Rosa Weber justificar su voto contrario, basándose hipócritamente en la jurisprudencia establecida en 2016, a pesar de posicionarse contra la prisión después de la condena en segunda instancia.
Como hemos comentado, el poder judicial ha sido promovido a cumplir un papel Bonapartista y totalitario. Ya en el llamado juicio del “mensalão”, un espectáculo de los medios de comunicación se realizó a fin de criminalizar el PT, con detenciones sin pruebas de dirigentes, tratando de desacreditar y criminalizar la lucha de los trabajadores.
El objetivo político central de la Operación Lava-Jato es realizar una limpieza de los poderes de la República podrida para salvarla de la desmoralización general y la ira popular. Las cárceles mediáticas de políticos y empresarios son un componente importante para tratar de transmitir la impresión de que “la ley es para todos”, “Los poderosos también van a la cárcel”.
La agilidad en los casos de Lula y el PT está motivado por el interés poder desmoralizar al conjunto de la izquierda y del movimiento obrero. Después de todo, el ex presidente, quien fue metalúrgico y sindicalista, de un partido construido por los trabajadores, ahora va a la cárcel.
La burguesía ha decidido poner fin a la era de la clase de colaboración. Desde junio de 2013 se hizo evidente para la clase dominante que el PT no tenía más capacidad para controlar a las masas, no tenía más utilidad y fue descartado. La profunda crisis del capitalismo hace que sea necesario que un gobierno burgués asuma la dirección del aparato del Estado para profundizar los ataques contra la clase obrera.
La Izquierda Marxista está en contra de la condena sin pruebas y la prisión de Lula y defendiendo su derecho a ser candidato. Sin embargo, no dejamos de señalar que los gobiernos petistas fueron de ataque contra la clase obrera y de servilismo a la burguesía y al imperialismo. Un ejemplo de ello, es que de los seis ministros que negaronel HC de Lula, cinco fueron designados por el propio Lula o Dilma. Un nuevo gobierno del PT no aportaría nada nuevo.Es por ello, que apoyamos la candidatura del PSOL y estamos en contra de un “Frente por la Democracia” con una base electoral que una al PSOL, PT y partidos burgueses como PSB y PDT, y que se propone continuar con la política de colaboración de clases.
El Frente Único no es por la defensa del gobierno del PT, ni por la elección de un nuevo gobierno del PT. Pero sí contra el Lava Jato y el poder judicial, contra la detención de Lula y en defensa de las libertades democráticas.
La Izquierda Marxista combate las acciones de grupúsculos de extrema derecha, que utilizan métodos fascistas contra militantes de izquierda, como se ha visto en los episodios de la caravana de Lula en la región Sur. Repudiamos las amenazas de sectores del ejército, evidenciadas por la declaración del general Eduardo Villas Bôas, en la víspera del juicio del STF, posicionándose contra la “impunidad” y declarando que el Ejército Brasileño “se mantiene atento a sus misiones institucionales”. Es decir, claramente amenazó con un golpe militar si el STF aceptaba el HC de Lula.
Al mismo tiempo, afirmamos que no existe hoy base social para sostener un régimen fascista, ni esa es la opción de la burguesía y del imperialismo para enfrentar la situación actual. Incluso un régimen militar no tendría apoyo de amplios sectores de la población, que guarda fresca en la memoria la experiencia de la Dictadura en el país. Mayoritariamente la burguesía, a través de sus órganos de prensa, rechazó las declaraciones del general. La Folha de San Pablo en su editorial concluye que tal declaración “Merece fuerte repudio, pues, flaco favor ha prestado alguien a quien cabe velar por la obediencia del Ejército al mando civil”. Lo que prefieren es seguir buscando la renovación de sus cuadros políticos y del régimen democrático burgués, con crecientes ataques a la clase obrera, a las libertades democráticas, represión y criminalización.
En la base, la indignación contra la situación política y económica aumenta, y persiste la disposición a la lucha por parte de los jóvenes y de los trabajadores, como se ha visto en la victoriosa huelga de los trabajadores municipales de San Pablo y en la masiva reacción de repudio a la ejecución de Marielle. El desempleo sigue siendo elevado, el Congreso Nacional acaba de regalarle al”agronegocio” más de 10 mil millones en amnistía en las contribuciones al Funrural (Pensiones) mientras los salarios son devaluados; todo ello provocará más revueltas, huelgas y manifestaciones.
En el momento en que escribimos esta nota, Lula está en la sede del Sindicato de los Metalúrgicos del ABC y manifestantes rodean al sindicato. Nosotros consideramos que Lula no debe obedecer una orden ilegal y no debe entregarse a la policía. Si no se entrega, la temperatura política sube, y el espacio para la lucha obrera aumenta.
Por eso, la Izquierda Marxista participa de los actos convocados contra la prisión de Lula con nuestras posiciones, incluyendo el acto que ahora rodea al Sindicato de los Metalúrgicos del ABC.
Es necesario continuar la lucha contra el capitalismo y sus instituciones: el poder judicial, la policía y el ejército, los gobiernos y el parlamento que sólo saben eliminar derechos de nuestra clase. El Estado está al servicio de los negocios de la burguesía. Es necesario construir una salida con independencia de clase y teniendo como norte la revolución socialista.
De repente, pero sólo de repente, parece que todo el mundo está hablando de lo mismo: la muerte de Marielle Franco es inadmisible, es necesario defender la democracia. Pero las apariencias pueden ser engañosas y detrás de la aparente unanimidad, hay una brecha insalvable. Marielle, militante del PSOL [Partido del Socialismo y la Libertad] y concejal de Río de Janeiro, acababa de ser elegida portavoz del Comité de la Comisión de la Cámara Municipal para investigar y analizar la intervención estatal hecha por medios militares, de la seguridad en Río de Janeiro. Ella denunció los abusos que se cometían por la Policía Militar (PM), en particular, por uno de los batallones que ganó la fama del batallón que más mata en Río. Y poco después de que las denuncias se incrementaran, ella fue ejecutada por un francotirador con “experiencia”, según la policía civil. Las multitudes que salieran a las calles a protestar gritaron, como los periódicos informaron, “Marielle presente”. Sin embargo, dos de los gritos lanzados por la multitud fueron duramente criticados por los periódicos burgueses que cínicamente piden investigar los hechos: “Fuera Temer” y “Por el fin de la intervención militar.” Y otro grito, que desaparece de casi todos los periódicos (sólo hay una referencia en la Folha de Sao Paulo, dentro del artículo), ya fue popularizado desde las manifestaciones de 2013: “¡No acabó! ¡Tiene que acabar! ¡Quiero el fin de la policía militar”. Sí, detrás de la aparente unanimidad de las denuncias de las muertes de negros y residentes de las favelas, de la criminalidad que sólo hace aumentar, la vieja lucha de clases sale a la escena y hace su entrada en el dolor y en la revuelta: Quiero el final de la policía militar – el aparato del gobierno que reprime y mata generalizadamente a los que se manifiestan. Durante las manifestaciones de 2013, un grito se oía en las plenarias y asambleas de estudiantes: “en los cerros, las balas son de verdad, no son de caucho”. Y mientras los periódicos destacan las muertes “en el asfalto”, en los cerros la represión se desata fuerte contra los trabajadores y la población más pobre. El ejemplo típico es el de la Villa Kennedy, creada a partir de favelas desplazadas del centro de la ciudad, con financiación de la “Alianza para el Progreso” del imperialismo norteamericano. La favela siempre fue un lugar de miseria y, con la expansión del narcotráfico, pasó a ser un lugar muy interesante para ese tipo de negocio. El Ejército, encargado de la seguridad, resolvió que la favela sería un laboratorio para experimentar cómo se daría la represión. Día tras día, ellos iban, retiraban los mostradores del narcotráfico, fotografiaban a los moradores, comprobaban los documentos, desaparecían por la noche y el narcotráfico volvía. Al día siguiente, la misma escena. Hasta que el ayuntamiento dirigido por el Obispo Crivela de la Iglesia Universal resolvió “ayudar” a los favelados. Mandó fiscales que llegaron y destruyeron todo el comercio “ilegal”. Esto quiere decir, los residentes que trabajaban duro de sol a sol, vendiendo café, pastel, o cualquier otra cosa, vieron sus establecimientos destruidos. Y el ejército estaba allí cuidando de la seguridad de los “fiscales”. ¿Todo en la legalidad? Si fuera en la Zona Sur, los fiscales llegarían educadamente, multarían al establecimiento y darían un plazo para que el dueño recurriera o retirara sus bienes. Pero, el pobre es pobre, el proletario es proletario, la burguesía (aunque sea pequeña) es burguesía, y el trato es diferente. El rigor más allá de la ley se abate sobre los proletarios. Y de repente, ¿una concejal cumple su papel y denuncia la violencia del Estado? ¿Cómo es eso? ¿Cómo eso es posible? En Río, ciertamente eso no es posible y la concejal del PSOL es ejecutada por cumplir su papel. La burguesía entra en shock. El Estado de Río sufre con la privatización de los servicios públicos, especialmente el de salud, donde puestos y hospitales funcionan gracias a contratos con empresas que gestionan todo: contratan médicos, enfermeros, auxiliares, limpieza y seguridad y compran los medicamentos, ropa de cama, los alimentos. En los periódicos a menudo aparecen las denuncias de contratos no cumplidos, contratos millonarios o de médicos, enfermeros y auxiliares trabajando sin recibir salarios. Las concesionarias de carreteras consiguen exenciones de impuestos. El metro es una concesión privada, pero para comprar nuevos vagones o ampliar las líneas el que invierte es el Estado. En otras palabras, el gobierno aporta todo: línea, estaciones, vagones, y la concesionaria sólo se queda con el beneficio. En el sistema de jubilación de los empleados públicos, una farsa gigantesca. Como el Instituto de Previsión está con deudas, todos los ingresos del Estado con los royalties de petróleo se dan en garantía para un préstamo hecho a un banco de EE.UU. que deposita mensualmente la cantidad a pagar a los jubilados… o no. El resultado es que el dinero que podría ayudar al pueblo en salud, educación y transporte va directo a los Estados Unidos. La seguridad en las calles de la Zona Sur y Centro se garantiza mediante contratos llamados de Lapa Legal, Centro Legal, Copacabana Legal, donde los comerciantes locales pagan a los policías fuera de servicio para que patrullen los barrios, con armas, esposas y uniformes cada uno diferente del otro. La Guardia Municipal tiene una actuación en la que los camellos huyen, porque cuando son atrapados el resultado es siempre la pérdida de mercancía, sin recibo o documentación, que puede engordar a los guardias o puede simplemente ser revendida a otro camello protegido. Los autobuses de la familia Barata, los microbuses, las furgonetas controladas por milicias, sirven para enriquecer los bolsillos de empresarios que no pagan impuestos mientras el pueblo sufre en los “quentones” y los conductores trabajan en días de 40°C a la sombra con el motor del autobús hirviendo a su lado. Los proletarios mueren temprano en estas condiciones insalubres, sufren con asaltos y robos en sus autobuses, mientras los dueños de las empresas se casan y bautizan a sus hijos en ceremonias que salen en las columnas sociales, generalmente en los salones del Copacabana Palace. Y, para completar, el Carnaval. Todos bailan, y bailan principalmente los altos dignatarios del país y del Estado, confraternizando con “bicheros” y con traficantes de drogas que controlan el desfile de las escuelas de samba y se atreven a mostrarse a la luz del día, aunque contra ellos existan autos de prisión. Después de todo, todo es Carnaval y la policía no se acordará de arrestar al padrino de la escuela de samba ¡justo en día de fiesta! Y todo sigue maravilloso, mientras que en los cerros el pueblo sufre, muere de enfermedades, de desesperación, bajo las balas de policía y de los traficantes, donde nunca se sabe quién es quién y es mejor quedarse callado antes que morir. Y como Marielle no se calló frente a las muertes y abusos en los cerros, ella murió. Murió a manos del aparato de Estado, murió como mueren los trabajadores en los cerros, murió y el mundo se cayó, porque los gobernantes sintieron que tal vez habían ido demasiado lejos. La TV Globo, en la noche del día 14 no se decidía dar la noticia. El fútbol se extendió hasta donde no daba más. El locutor anunció que entraría el noticiero y luego el reality show BBB, pero cortó y sin ningún comercial comenzó el BBB. Nada de noticias. Media hora después, la orden de cómo dar la noticia vino de arriba y fue cumplida: Marielle fue ejecutada y puede haber sido la banda podrida de la policía. Al día siguiente, editoriales de los principales diarios burgueses condenaron la ejecución y, el Estado de São Paulo advirtió que ese no debe ser el camino a seguir. La burguesía tiene claro que no puede llevar la lucha de clases a una guerra civil. Eliminar físicamente a los líderes populares en la actual situación política nacional e internacional, antes de convertir a Brasil en una Colombia (donde ya ocurrió que miles de líderes políticos y sindicales han sido asesinados), haría estallar una revolución en Brasil. La burguesía prefiere que la lucha de clases continúe expresándose a través de la vía institucional, donde ella tiene el control, define las reglas, etc. Esta ejecución fue un salto en la oscuridad, organizada y promovida por un sector del aparato de represión sin el apoyo de las fracciones dominantes de la burguesía nacional. Es por eso que los principales órganos de prensa burgueses adoptaron ese tono. Entonces la indignación estalló en el país, con actos en las principales capitales, donde la exigencia central era el fin de la Policía Militar. Y los periódicos transmitieron, informaron de las manifestaciones y omitieron la consigna. Pero se hizo hincapié en destacar la “defensa de la democracia”, la importancia de la concejal que defendía a los negros, las mujeres, los gays, etc. En San Pablo la indignación con la Reforma Previsional del Ayuntamiento y con la represión en la Cámara de los Concejales, se unió a la rabia por el asesinato de Marielle. Más de 100.000 en las calles, reuniendo a profesores, empleados municipales, trabajadores y jóvenes que juntos cantaban por el fin de la PM y de la represión. En Río, el acto empezó con el velatorio de Marielle y del conductor Anderson, en la Cámara de los Concejales, en el centro de la ciudad, a las 11 de la mañana bajo el sol abrasador. También el coro se repite pidiendo el fin de la represión y de la PM. Un acto convocado frente a la Asamblea Legislativa, otro frente a la Candelaria y el pueblo que toma las calles pasa por encima de cualquier división y empuja a todo el mundo de vuelta a Cinelândia. El tránsito para en el centro de la ciudad y la PM no tuvo coraje de aparecer o reprimir. El pueblo tomó las calles, indignado, desde la mañana hasta la noche. Decenas de miles participaron, imposible contar entre los que llegaron a las 11 de la mañana y se fueron más temprano, y los que llegaron más tarde y hasta las 8 de la tarde el movimiento continuaba: unas personas llegaban y otras se iban, cansadas, pero con la certeza de que participaron en la lucha y que nuevas luchas vendrán. La burguesía puede gritar en sus periódicos, sus radios y televisiones contra el pueblo que gritaba “Fuera Temer” e intentar ocultar los gritos de “PM asesina”. Pero el pueblo estaba allí, ellos aprendieron y ellos volverán. La lucha enseña mucho más que millares de manuales. El presidente del Tribunal Superior Electoral (TSE), la presidenta del Supremo Tribunal Federal (STF), todos se pronunciaban en defensa de la democracia y decían que las ideas de Marielle no podían morir. Hasta el semi-presidente que se sienta en la silla del Palacio del Planalto, Temer, vino a hablar en defensa de la democracia. Sí, todos juntos, en tanto que sólo queremos “limpiar la barbarie”, cortar la banda podrida y olvidar los gritos de los jóvenes y oprimidos. En la propia izquierda, las entrevistas y discursos recuerdan en todo momento la “defensa de la democracia”. La Esquerda Marxista destaca, como un punto fuera de la curva, pero un punto que se conecta inmediatamente con todos los trabajadores y jóvenes, y con la nota de la Asociación de Jueces para la Democracia: “Las muertes de Marielle y Anderson fueron, hay que repetirlo, muertes de odio, de odio a la democracia. La falsa democracia brasileña permite que una persona como Marielle sea elegida, pero no que exista y mucho menos que resista. Por la real posibilidad de la participación de agentes estatales en el exterminio de Marielle y Anderson, y sus familias y amigos: la AJD, Asociación de Jueces para la Democracia, exige una investigación independiente”. Sí, es lo mínimo que se puede exigir. Al final, mientras las fracciones de la burguesía se debaten para decidir si será la Policía Civil, la Policía Federal o la Agencia Brasileña de Inteligencia (ABIN) quien va a comandar las investigaciones, cuando las fracciones del propio aparato de Estado se preguntan cuál es el tamaño del corte que va a permitir cesar el cuestionamiento del propio Estado sin desmontar demasiado el aparato represor, ¿cuál es la mejor forma de conducir todo eso? La AJD coloca el dedo en la herida: ¿cómo es posible aceptar que los responsables del crimen sean los mismos que van a determinar el crimen? En realidad, todo el aparato represivo del Estado sólo se orienta a defender la propiedad privada de los medios de producción, sirve para atacar a los trabajadores y jóvenes, pero no garantiza la seguridad de nadie (las 60 mil muertes anuales por bala lo demuestran). La vida es dura para los jóvenes de las periferias, para los hijos de la clase proletaria. Desempleados, víctimas de una política de encarcelamiento masivo, asesinados en su día a día, tengan o no conexión con cualquier tipo de tráfico. El ejemplo de los estudiantes y trabajadores ejecutados por la policía, el joven que enseñaba en la iglesia, muestran muy bien que el aparato sabe distinguir la ropa y el color: se mata más negros y pobres. La muerte de Marielle muestra que cuando se logra tener un mínimo de voz para denunciar eso, usted entra en la lista de los marcados para morir. La burguesía no puede en modo alguno modificar a fondo su aparato represor. En medio de una operación de renovación en la política (Operación Lava Jato) que intenta colocar a políticos “más baratos” como conductores del proceso, ahora se enfrenta a la revuelta popular. Por eso la Red Globo decide dedicar el 80% de su noticiero en el horario de máxima audiencia a la muerte de Marielle, por eso hace un clip de un minuto de homenaje a Marielle. Y los periódicos, los comentaristas de radio y TV, critican a los que gritan “Fuera Temer” en las manifestaciones, a los que gritan contra la intervención en Río, y queriendo que todos se encuadren en la defensa de las instituciones podridas de la Nueva República. Nuestro papel, como marxistas, comunistas del PSOL, es explicar. Explicar que la violencia de este Estado en crisis no va a disminuir, sólo tiende a aumentar. Que las convulsiones aumentarán y que sólo la autoorganización de los trabajadores, en comités de autodefensa puede ofrecer alguna perspectiva de defenderse de los traficantes de drogas y de la policía. En el ínterin, mientras no sea posible construir los comités, mientras esta discusión tenga que aflorar, es necesario exigir lo mínimo que gritan los manifestantes: ¡Por el fin de la Policía Militar! ¡Investigación independiente y castigo a los culpables! ¡Fin de la Intervención en Río, Fuera Temer y Pezão! Artículo original: A crise no Estado burguês e o assassinato de Marielle
Estamos asistiendo a otro capítulo de la operación “Lava Jato” (Lava Coches): la condena de Lula por el juez Sergio Moro a 9 años de cárcel. Como ya ha explicado la Esquerda Marxista en artículos anteriores, el Lava Jato es una maniobra impulsada por los intereses de la clase dominante.
Su principal objetivo político es promover una supuesta “limpieza” y renovación del sistema político de la burguesía para salvar sus podridas instituciones de la ira popular. Las acusaciones contra Temer, Aecio y otros políticos de diferentes matices forman parte de esta maniobra.
Están propagando la idea de que todos los problemas a que nos estamos enfrentando se reducen a la corrupción, y que es suficiente con eliminar las manzanas podridas. Pero las masas comienzan cada vez más a entender que todo el sistema está podrido y necesita ser derrocado.
Condenamos los ataques a las libertades democráticas promovidos por el Lava Jato, con sus abusos y convicciones basados en no disponer de ninguna prueba concreta. La sentencia de Lula es otro ejemplo de este tipo de poder judicial que actúa fuera de la ley y por razones políticas e impone penas de prisión sobre una base muy frágil, al tiempo que prepara el terreno para una mayor criminalización de los movimientos sociales.
No olvidemos que este es el mismo poder judicial que sentenció a Rafael Braga dos veces, [Rafafel Braga es un joven negro pobre detenido en Río con frágiles acusaciones, y alrededor del cual se lanzó una gran campaña para su liberación], la primera vez, por llevar un una botella de Pinho Sol [un producto de limpieza] y otra de un producto blanqueador durante una manifestación en junio de 2013; la segunda vez, por presuntamente encontrárserle 0,6 g de marihuana y 9,3 g de cocaína, lo que sirvió para justificar su detención y condena por narcotráfico y asociación con el crimen organizado. Todo esto se basó únicamente en las acusaciones de los agentes de policía mientras que las afirmaciones de Rafael y de los testigos de que las pruebas estaban falsificadas, fueron ignoradas.
No defendemos a Lula ni su política de colaboración de clases, de sumisión a los intereses de los capitalistas. Esta fue la política que confundió y desorganizó a la clase obrera y allanó el camino para los ataques a los derechos de los trabajadores, como la reforma laboral. Lula y el PT adoptaron la política y los métodos del gobierno de la burguesía, básicamente metiéndose en la cama con los grandes negocios.
Sin embargo, reiteramos que los que tienen derecho a juzgar a Lula y a los líderes del movimiento obrero por su conducta traicionera son los trabajadores, no la justicia burguesa que busca usar tales sentencias para promover sus propios intereses políticos de clase.
La posible condena de Lula tras su apelación podría resultar en su detención y evitar que sea candidato en las elecciones presidenciales del próximo año [gracias a la ley antidemocrática de la “Ficha Limpa” – que hace que un candidato que ha sido condenado, incluso si hay una apelación, sea inelegible por ocho años]. Una decisión sobre esto es parte de los cálculos de la burguesía sobre si Lula todavía puede desempeñar un papel en la defensa de sus intereses. Después de todo, con el estado general de descrédito de las instituciones del Estado, partidos y políticos, Lula sigue siendo el líder que tiene cierta autoridad entre las masas y que aún puede desempeñar un cierto papel en la contención de su rebelión.
Esto se confirma por el hecho de que incluso bajo ataque, Lula mantiene un tono conciliador. Cuando se le preguntó si derogaría las recientes leyes de seguridad social y laborales si fuera elegido, respondió que: “Sería falso declarar que anularía todo”. Mientras tanto, el PT trabaja para desviar de la lucha contra Temer y el Parlamento, la lucha contra los recientes ataques hacia la clase trabajadora. Esta es la misma línea que preparó la situación actual y que en realidad puede facilitar las condiciones para el arresto de Lula.
El anuncio de la sentencia del juez Moro llegó apenas un día después de que la nueva reforma laboral fuese aprobada en el parlamento. Evidentemente, el plan también era distraer la atención de este ataque brutal contra los derechos laborales, en un intento por reducir su impacto entre los trabajadores, a fin de reducir las movilizaciones contra ella.
La salida para la clase obrera no se encuentra en la Lava Jato, ni en las políticas de Lula y de la dirección del PT. Los trabajadores y los jóvenes no han sido derrotados. Las movilizaciones victoriosas de la primera mitad de este año han demostrado claramente la voluntad de luchar por parte de las masas. La clase obrera necesita una nueva voz independiente para allanar el camino para derribar al régimen y lanzar al basurero de la historia al capitalismo, sus instituciones y los líderes reformistas que frenan la lucha de los trabajadores.