Decía Engels que hay ocasiones en los cuales pasan 20 años y pareciera que no ha sucedido nada y otras en los cuales los cambios de 20 años se expresan en días.
Las revoluciones son procesos que condensan las contradicciones históricas una sociedad en un periodo tan breve que en un inicio no existe la conciencia de su significado, tan solo a la luz de los acontecimientos posteriores se puede palpar la dimensión de su magnitud tanto cualitativa como cuantitativamente.
Toda la existencia de México, desde su Genesis en el periodo colonial hasta el momento mismo del estallido revolucionario de 1910, había estado marcada por el desarrollo del sistema económico mundial en el que el capitalismo crecía; en un primer momento como fuente de metales preciosos básicos para el proceso de acumulación originaria, luego como fuente de materias primas para la revolución industrial en Europa y Norteamérica, luego y al final del siglo XIX como un escenario de exportación de capitales.
El capital crea un mundo a su imagen y semejanza, pero, lejos de la idea de que el desarrollo del capitalismo se establecería en una secuencia mecánica que tendería a igualar circunstancias y modos de vida, el capitalismo creció y se hizo fuerte gracias a las desigualdades y distintas formas de opresión autóctonas. Mientras que en países de Europa central el surgimiento del trabajo asalariado relativamente libre fue una condición para los procesos de acumulación capitalista, en países como los latinoamericanos era más bien un obstáculo, a fin de cuentas, ni el oro y la plata, ni las materias primas e incluso los productos manufacturados generados tenían como objetivo los propios trabajadores locales, sino los grandes centros, financieros, industriales y comerciales de los países dominantes.
El proceso de acumulación originaria que dio pie al desarrollo inicial del capitalismo se vivió en regiones como México como un proceso de des acumulación. Las clases dominantes primeramente terratenientes luego comerciales e industriales, aspiraban en integrarse al modo de vida europeo y norteamericano, su preocupación era extraer, exportar y luego importar bienes de consumo suntuarios.
Así se fueron gestando dos circuitos económicos bastante dispares, unos, los de arriba, que disfrutaban sus privilegios, otros los de abajo aportando el trabajo humano para que esto fuese posible sin la esperanza de romper la estricta segregación social y económica.
Si para el capitalismo europeo la ruptura con el feudalismo fue un fundamento de su existencia, para el naciente capitalismo local, en países como México, las relaciones precapitalistas, semiserviles e incluso esclavas eran una ventaja competitiva en el mercado mundial y no había interés alguno en romperla.
Tres aspectos de destacan de este tipo de procesos
1.- Lo más común en formaciones sociales del capitalismo dependiente es la desigualdad y el sostenimiento, a propósito, de relaciones sociales semifeudales o semiesclavas para alimentar formas de producción modernas, a esto llamamos desarrollo desigual y combinado.
2.- Ausencia de una democracia política como la conocemos en la actualidad, en la medida que la oligarquía local no puede correr el riesgo de quedar a merced de un gobierno con un programa que pueda poner en peligro sus privilegios.
3.- Una masa de trabajadores que incluye todas las formas posibles, desde proletarios modernos hasta campesinos semisiervos, sin esperanzas, que no tiene motivos para idealizar su situación y que esta dispuesta a rebelarse en el caso de encontrar las motivaciones necesarias.
El siglo XIX mexicano es escenario de los afanes de ciertos sectores de la naciente burguesía por construir una democracia burguesa similar a la de los Estados Unidos. Los liberales mexicanos incluso llegaron a copiar de los Estados Unidos el nombre y el sistema federalista, en contraparte los conservadores aspiraban a mantener en lo general el régimen socioeconómico heredado de la colonia
La Independencia de México surge de una transacción, las clases terratenientes aceptan la separación de España a condición de preservar en lo fundamental el régimen colonial. No obstante, a diferencia de otras regiones de América Latina, en México la lucha había iniciado como un levantamiento de las clases más explotadas del campo, las motivaciones sociales que la habían impulsado no se podían borrar de un plumazo con el abrazo de Acatempan. Así que una vez que quedó claro que no habría ningún cambio, los liberales se vieron arrastrados a nuevos levantamientos y a una guerra civil casi permanente, desde la caída del primer imperio hasta la derrota del segundo, tan solo interrumpida por la dictadura conservadora de Santa Anna.
Fue la victoria militar de los liberales de Juárez, Lerdo y Diaz, la que permitió establecer medidas en contra del régimen semicolonial, medidas como la desamortización de los bienes eclesiásticos, el registro civil, entre otras. Estas hubiesen sido imposibles sin la derrota militar de los conservadores.
Pero el programa mismo de desarrollo capitalista, que se tuvo que imponer, siguió la lógica que ya hemos descrito y el programa liberal de Juárez se tornó en el régimen dictatorial de Diaz y, quien lo diría, fueron los sobrevivientes del conservadurismo los que paulatinamente se convirtieron en aduladores del régimen porfirista, con la paradoja de que la política económica de Diaz no tenía nada de original, todo lo propuesto por Juárez lo realizó Diaz. No obstante Juárez es y será recordado como un revolucionario dado que se enfrentó y derrotó a la reacción semifeudal, mientras que Diaz será recordado como un contrarrevolucionario dado que él fue el que consolidó la alianza entre la oligarquía mexicana con el imperialismo, aplastando todo descontento obrero y campesino.
Al final se fue construyendo una casta privilegiada que justificaba su dominio a partir de una filosofía supuestamente científica, basada en el culto al progreso, al crecimiento económico, a la supremacía del mas fuerte, a una especie de darwinismo social.
Incluso en condiciones tan opresivas como las que se vivían en la época del porfiriato, el desarrollo de las fuerzas productivas da pie al surgimiento de nuevas fuerzas sociales y al deterioro de las condiciones de existencia de las clases que habían sobrevivido de la época colonial, especialmente los campesinos, los cuales vivían circunstancias particularmente diversas dependiendo de la región y que hasta la fecha se pueden distinguir tanto en el norte como el centro sur.
La parte sur del país identificada con la región mesoamericana provenía de la preexistencia de culturas muy desarrolladas, con un fuerte arraigo en sus comunidades originarias, aunque estas se hayan ido modificando durante el periodo colonial, las leyes de las indias les concedían tierras para la explotación comunal, al mismo tiempo que les señalaban una separación respecto de la propiedad privada de los terratenientes españoles o criollos, las reformas liberales posibilitaron la puesta en venta de esos territorios lo que significó un crecimiento exponencial de las propiedades privadas y la enajenación de la tierra de los pueblos en favor de los latifundios, fortaleciendo así el trabajo semiservil por la vía de las deudas a la hacienda. Paradójicamente las reformas liberales retrasaron el desarrollo de una clase campesina capitalista en favor de una masa de desposeídos sujetos a las mas terribles formas de explotación.
La parte norte en la cual las comunidades prexistentes a la colonia constituían en su mayoría poblaciones nómadas bastante beligerantes y que mantuvieron hasta avanzado el siglo XIX un combate permanente a los colonos. los asentamientos campesinos eran al mismo tiempo destacamentos defensivos y por tanto armados para enfrentar las vicisitudes de la vida fronteriza, el arraigo a la comunidad no era tan profundo como en el sur y el carácter de la posesión de la tierra siempre fue de un carácter más privado y disperso.
El desarrollo de la minería, la industria y las comunicaciones en el norte nunca contó con el trabajo semiservil del sur, siendo de un carácter más capitalista propiamente dicho. Las inmensas dimensiones de los territorios norteños permitían el pastoreo de campesinos sin ningún tipo de restricción. El acaparamiento de la tierra, en este caso considerada como terreno baldío, durante la época del porfirismo, generó la prohibición de tránsito para el pastoreo en regiones que ancestralmente solo tenían la limitación de los ataques de las comunidades indígenas nómadas. El campesino norteño, generalmente armado, se vio en la circunstancia de que su actividad habitual se consideraba como ilegal, muchos de ellos fueron llevados al bandidaje en estas nuevas circunstancias.
El campesino del norte se veía obligado a abandonar sus actividades habituales de pastoreo y cultivo individual para emplearse en las haciendas, en los ferrocarriles o en la minería. Sin duda la biografía de Pancho Villa es ejemplar para representar al campesinado del norte y por supuesto la de Zapata también lo es en el caso del Sur, uno un dirigente de una clase campesina relativamente libre en proceso de proletarización , el otro un líder de una comunidad campesina. Uno aspirando a condiciones de trabajo y formas de propiedad equitativas, el otro a la restitución de las tierras a la comunidad.
El proletariado mexicano propiamente dicho, que había nacido de los desplazamientos del campesinado desde la época del juarismo y durante el porfiriato, estaba sumido en un proceso de organización muy incipiente, cabe aclarar que los sindicatos estaban prohibidos y que los intentos de protesta habían sido severamente reprimidos. Los pioneros anarquistas de la época porfirista constituían un espectro muy amplio y poco dado a la acción colectiva, de entre ellos destacaba el Partido Liberal de Flores Magón, que había sufrido terribles desgastes tanto en Cananea como en Rio Blanco, además de que no tenía vínculos con el movimiento campesino que estaba a punto de insurreccionarse.
En el contexto del desarrollo capitalista había surgido una intelectualidad y una amplia gama de pequeños propietarios del campo y la ciudad que no encontraba espacios de desarrollo en los marcos del porfirismo, personalidades muy diversas que fueron encontrando posiciones de poder conforme el proceso avanzaba y que a la larga constituyeron la base de la nueva burocracia estatal.
Las evidencias de la incapacidad del régimen de Diaz para seguir soportando la presión social eran claras incluso para sectores de la propia elite como Francisco I Madero, el cual, con personalidades como el propio Venustiano Carranza, aspiraban a un pacto con Diaz que diera pie a una apertura democrática que a su vez permitiera evitar un estallido total, con la puesta en peligro de sus sacrosantos derechos de propiedad.
El pacto no fue posible. Al final la oligarquía que Diaz acaudillaba definió que no era posible un golpe de timón y esto no hizo sino desatar la guerra civil, cuya primera fase se caracterizó por el desmoronamiento del ejército porfirista, ante lo cual y casi sin enfrentamientos importantes Diaz se vio derrotado y partió al exilio.
La segunda fase que va de la salida de Diaz hasta el asesinato de Madero se caracteriza por la continuación de las rebeliones campesinas y la negativa de Madero a enfrentarse a ellas al viejo estilo. Como Madero no podía y no quería ceder ante las demandas campesinas y como tampoco estaba dispuesto a enfrentarse a ellas, perdió toda la base social que lo apoyaba, suspendido en el aire bastó con un golpe muy localizado en el centro de la ciudad, para que la gran burguesía los sustituyera por un auténtico dictador Victoriano Huerta.
Pero las masas ya estaban en acción, Marx decía que en algunas ocasiones el látigo de la contrarrevolución agita la revolución. El golpe de Estado de Huerta desato un levantamiento campesino brutal, las haciendas fueron ocupadas, la tierra repartida, las bases económicas emanadas de la época colonial y fortalecidas durante en porfiriato fueron destrozadas, pero en ese proceso mismo se afectaron los intereses de los socios imperialistas de los terratenientes.
La revolución borró en pocos años lo que 100 años de vida independiente no lograron, todos los sectores conservadores o huyeron al exilio o se sumieron en el silencio, esperando nuevos momentos para actuar.
La revolución mexicana enfrentó las tareas de la transformación burguesa de la sociedad sin una burguesía que la dirigiera, al menos en la fase más álgida que es la que representó la Convención Nacional revolucionaria, acaudillada por Zapata y Villa.
En realidad, los principales problemas del movimiento campesino no tenían solución en los marcos del capitalismo, dado que se estaba gestando una nueva casta gobernante y una nueva burguesía, dispuesta a ocupar el lugar de los viejos amos, pero esto no era algo evidente en esos momentos.
La derrota de los ejércitos campesinos de zapata y villa a manos de los de Obregón y Carranza significó el bloqueo de toda posibilidad de desarrollo revolucionario por encima del capitalismo.
La mexicana fue una revolución burguesa hecha por campesinos semiproletarios, que constituyó un nuevo aparato de estado con los sectores de la pequeña y mediana burguesía que habían surgido del porfiriato pero que habían quedado relegados de él.
Mientras no existiese una clase burguesa fuerte, el estado emanado de la revolución adquiría un carácter bonapartista. El discurso nacionalista y antimperialista era necesario para mediatizar a un movimiento de masas que si bien había sido derrotado durante el carrancismo, no estaba muerto en ningún sentido. Por ello el régimen de vez en cuando intentaba aparecer como su representante.
Pero el aspecto central de su tarea era construir una nueva clase burguesa que fuera capaz de sentar las bases para la estabilidad del régimen.
Esta fue la esencia de la revolución mexicana, que fue el movimiento revolucionario mas radical en el continente americano hasta ese momento, el cual sacudió las bases de la antigua sociedad de tal manera que la burguesía terrateniente nunca mas volvió a ser dominante. Con el paso de los años se fue consolidando con el apoyo del estado una nueva oligarquía parasita cínica y corrupta.
En un contexto como el de principios del siglo XIX no era posible hacer realidad las aspiraciones de las masas, especialmente las campesinas, dado que para lograrlo era necesario ir más allá de los marcos del desarrollo capitalista.
Un triunfo de la revolución europea como el que se gestaba después de la primera guerra mundial hubiera sin duda arrastrado y dado ánimos a las fuerzas auténticamente revolucionarias a romper las fronteras burguesas y por ese medio llevar a la revolución a una fase socialista.
Lamentablemente esto no sucedió y el resultado fueron 100 años mas de capitalismo dependiente, periodo en el cual las masas lucharon una y otra vez, pero una y otra vez fueron bloqueadas por un régimen que, cada que le era necesario, hacía un lado la demagogia para mostrar su verdadero rostro, como en el 68.
Hoy no hay mas espacio para un proceso revolucionario de carácter burgués, de hecho en 1910 -17 era totalmente posible avanzar a la revolución socialista siempre que hubiese prevalecido una dirección no burguesa que fuese consciente de ello. Ante esa ausencia lo que vimos fue un paulatino proceso de reconstitución de una gran burguesía aliada con el imperialismo que es la que hoy domina a nuestra sociedad.
En el futuro la única revolución digna de ese nombre será la revolución socialista.
En la enormemente popular serie de ficción de In Hwang Dong-Hyuk, jugadores endeudados ponen en riesgo sus vidas por la oportunidad de obtener una gran fortuna. Más allá de la increíble actuación y la violencia gráfica, El juego del Calamar refleja el verdadero horror del capitalismo y su mortal agonía. No es de asombrarse que haya atraído a mucha gente y el interés de la prensa en todas partes.
En esta serie de Netflix (que se sitúa en los primeros lugares en 90 países, hasta ahora), vemos a cientos de coreanos empobrecidos. Éstos compiten en una serie de juegos mortales en zonas de recreo para ganar un premio de $41.5 millones de dólares en efectivo. Unidos por su sufrimiento bajo el capitalismo, la serie sigue la pista de sus vidas miserables y su completa desesperación por ganar.
Desesperación
El juego comienza con la aparición de uno de los protagonistas, Seong Gi-Hun, mientras sobrevive en medio de una vida miserable de deudas y turbulencias familiares. Entonces, un extraño le invita a tomar parte en una competición con una alta suma de dinero como premio, la oferta suena muy bien como para rechazarla. Cada ronda brutal del juego crea una escasez (artificial) que conduce a los participantes a tomar medidas cada vez más desesperadas.
La comida se distribuye de forma injusta, se permite la violencia y se premia la traición. Las divisiones se enconan hasta el fanatismo a medida que los concursantes evitan la solidaridad basada en raza, género, edad, etc. Las palabas de Marx se convierten en verdad: ‘Allí donde la necesidad se generaliza, vuelve a reflotar toda la vieja basura’.
Los jugadores pueden irse si la mayoría de ellos lo desea. Aún su libertad es una ilusión, tanto como la democracia burguesa. Con el ofrecimiento de poder regresar a sus vidas normales, los jugadores encaran la inevitable y dura realidad de su existencia. Como cierto jugador eliminado dijo: “la vida es tan mala allá afuera como aquí dentro”.
Las reglas son hechas cumplir con una estricta jerarquía de cuerpos armados formados por hombres enmascarados. Mantienen un total monopolio de violencia usando pistolas y ametralladoras para ejecutar a los jugadores que no siguen las reglas y los que han perdido en cada ronda del juego. El paralelismo con el aparato de seguridad de la clase dominante coreana es difícil de ignorar.
Pero los parecidos entre la realidad y la ficción no son una mera coincidencia. Como señaló el director Hwan Dong-Hyuk: “quería escribir una historia que fuera una alegoría o fábula acerca de la sociedad capitalista moderna, algo que plasmara una competencia extrema, algo como la lucha extrema por la vida”.
Más allá de la pantalla
El juego del calamar se une a una creciente colección cinematográfica de la realidad social en Corea, junto con películas como El huésped y Parásitos, que exponen la explotación social en Corea del Sur. A pesar de su temática surrealista, El juego del calamar no está muy lejos de las extenuantes condiciones materiales a las que se enfrentan los trabajadores coreanos en la realidad.
El 2020 trajo la peor crisis de desempleo en Corea del Sur desde 1997. Exacerbada por la pandemia de COVID-19, Corea del Sur ha experimentado más de una década de disminución constante del empleo. Entre la juventud, la cifra es del 9,5%. Es poco sorprendente que la juventud haya nombrado a su nación “Hell Korea” (Corea Infierno).
La vejez y la jubilación no dan esperanza a la juventud ni a los trabajadores coreanos. Mientras que en el Reino Unido, ‘solo’ hay un 15% de gente mayor de 66 años viviendo en la pobreza, esta cifra es del 43% en Corea del Sur. Con una población más vieja y más muertes que nacimientos, los adultos mayores se convirtieron en una nueva capa oprimida bajo el capitalismo.
Atados por las deudas
Para cada uno de los jugadores en El Juego del Calamar, el enorme premio en efectivo ofrece una escapatoria a su esclavizante deuda. En realidad, en Corea del Sur, la deuda de los hogares se ha disparado como un cohete, con un rango medio entre la deuda y el ingreso disponible de los hogares del 191%. En total, la deuda de los hogares asciende a la astronómica cifra de 1,54 billones de dólares.
Mientras los concursantes ficticios de El Juego del Calamar y los trabajadores en el mundo real sufren las consecuencias de sus deudas, el gobierno de Corea del Sur no puede encontrar mejor solución que aumentar su propia deuda nacional con paquetes de estímulo. En 2019, la deuda nacional se situó en $ 726 mil millones, que se prevé que llegue a $ 1 billón para el próximo año.
Imperialismo
Hacia el final de la serie, se nos presenta (¡alerta de spoiler!) a los invitados VIP que financian el Juego del Calamar. Si bien los concursantes y el personal del juego son coreanos, estos observadores adinerados tienen en su mayoría acento estadounidense. Al igual que en la serie The Host, los personajes VIP estadounidenses en El Juego del Calamar son indiferentes al sufrimiento de los personajes coreanos, priorizando la ganancia material sobre cualquier sentido de moralidad.
En el mundo real, Estados Unidos continúa utilizando a la clase trabajadora coreana como peones en sus juegos imperialistas En el momento de escribir este artículo, Corea del Norte está intentando negociar la paz con sus vecinos del sur. Al mismo tiempo, Corea del Sur muestra su poderío militar apoyado por Estados Unidos con un nuevo misil balístico lanzado desde un submarino.
La fuerza de la clase obrera
Mientras que la clase trabajadora coreana sufre bajo la doble opresión de la clase capitalista coreana, compuesta por los chaebols (conglomerados industriales coreanos dirigidos por dinastías ricas), y el imperialismo estadounidense, su historia es de combatividad. En 2015, Corea del Sur vio una ola de tres huelgas generales. Liderados por la Confederación Coreana de Sindicatos (KCTU), decenas de miles de trabajadores salieron a las calles para protestar contra la presidenta derechista Park Geun-Hye y sus leyes antiobreras.
En respuesta, el Estado lanzó una represión masiva, con brutalidad policial y detenciones selectivas de líderes sindicales. Aunque las leyes se aprobaron con ajustes menores, la clase trabajadora coreana extrajo lecciones importantes de la lucha.
Este mes, la KCTU se movilizó con una nueva huelga general el 20 de octubre para expresar su ira contra el sistema explotador. Para promover la huelga, la KCTU ha creado su propio anuncio al estilo de El Juego del Calamar, llamado “el Juego de la Huelga General”.
Revolución
Está claro que la conciencia de clase global está creciendo, impulsada por el empeoramiento de las condiciones materiales. El sufrimiento de Seong Gi-Hun y sus compañeros jugadores endeudados en el Juego del Calamar no se limita a la pantalla chica, ni a la propia Corea del Sur. No hay solución bajo el capitalismo, como tampoco la hay a través de juegos empapados de sangre.
Para la clase trabajadora coreana, la tarea es la revolución. Un movimiento obrero unido, agrupado en torno a demandas socialistas concretas, con el apoyo de la KCTU y otras organizaciones obreras, podría expulsar a los patrones y a los imperialistas, y poner a los chaebols y al resto del sistema patronal bajo el control de los trabajadores.
El pasado mes de septiembre se cumplieron 700 años de la muerte de Dante Alighieri, uno de los más grandes poetas de la literatura universal, considerado también padre de la lengua italiana. Para conmemorar este acontecimiento, publicamos este excelente artículo de Maritania Camargo sobre el genio florentino, que apareció en la revista América Socialista nº 19, de la Esquerda Marxista de Brasil.
En 2021 el mundo recuerda la vida y obra de Dante Alighieri, el mayor poeta italiano y, para muchos, el mayor poeta de todos los tiempos. El 13 o 14 de septiembre se cumplen setecientos años desde la muerte de Dante en su exilio en Rávena.Es a partir de los textos de Dante, por ejemplo, que muchas de las imágenes de lo que supuestamente serían el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso se han consagrado y nos han llegado. Por tanto, es posible afirmar que Dante está en el imaginario popular de la humanidad, incluso para el más humilde de los hombres. Dante esculpe miles de imágenes envueltas en una gigantesca trama de su pasado, su presente y que se reordenan, se rehacen, y vuelven a dibujarse a lo largo de los siglos.
Durante los años de participación partidaria en el cuerpo de la comuna de Florencia, Dante fue partidario de los Güelfos, en la ciudad dividida en dos partidos, los Güelfos y los Gibelinos.
“… y así también nuestra ciudad quedó dividida, como la Italia toda, durante mucho tiempo, en Güelfos y Gibelinos”. (Maquiavelo, en Historia de Florencia)
En la secuencia de este pasaje, Maquiavelo coloca toda la división de la ciudad, enumera las poderosas familias que gobernaban la ciudad y el alineamiento político de cada una. Maquiavelo usa como fuente el Paraíso de Dante:
“Los que siguieron el partido Güelfo fueron los Buondelmonti, Nerli, Frescobaldi, Mozsi, Bardi, Pulci, Gherardini, Foraboschi, Bagnesi, Guidalotti, Sacchetti, Manieri, Lucardesi, Chiaramontesi, Importuni, Bostichi, TimahiSuizi, Timacti, Adudomini , Donati, Pazzi, della Bella, Ardinghi, Tebaldi, Cerchi. Del lado de los Gibelinos estaban Uberti, Manegli, Ubriachi, Fifanti, Amidei, Muddy, Malespini, Scolari, Guidi, Galli, Cappiardi, Lamberti, Soldanicri, Cipriani, Toschi, Amieri, Palermini, Migliorelli, Pigli, Brunelles, Cattani Agchi Caposacchi, Elisei, Abati, Tedaldini, Giuochi, Galigai. Además, ambas facciones seguidas por estas familias nobles cautivan a muchas familias del pueblo, corrompidas por la división”.
El escritor Alessandro Barbero cuenta, de memoria, una fábula de Florencia en la época de Dante, de un autor desconocido, relatada aquí, también de memoria:
“Una vez, en una plaza de Florencia, dos perros empezaron a pelear. La gente rápidamente se reunió en torno a la pelea de canes, nombraron a uno Güelfo y al otro Gibelino, y desde allí siguieron innumerables apuestas sobre quién sería el vencedor y conduciría al otro a la muerte. El pueblo se posicionaba y apostaba, tal era la rivalidad entre los dos partidos”. (Alessandro Barbero en Dante – traducción libre)
Cuando hablamos de tomar partido, también hablamos de luchar con las armas, de elegir un lado de la trinchera. Dante luchó en el frente en la Batalla de Campaldino con armadura, a caballo, en el lado Güelfo.
“Entre estos caballeros, y de hecho entre los ‘feditori’ alineados en la primera fila, estaba Dante. Está escrito en todos los manuales de literatura, pero ¿cómo lo sabemos? El primero en contarlo es el humanista Leonardo Bruni, quien en 1436, ya anciano, escribió la Vida de Dante. “La memoria de Campaldino aún estaba viva, ya que ese día había contribuido de manera decisiva a la hegemonía de Florencia en la Toscana”. (Íbidem)
Años más tarde, internamente, Dante fue parte de la tendencia Blanca de los Güelfos, que lo llevaría al exilio. El poeta militó, tomó partido, estuvo al frente de todas las grandes luchas de su tiempo. Fue alumno de los grandes clásicos: Homero, Ovidio, Horacio, Luciano, Virgilio, Aristóteles, Ptolomeo, Sócrates, Platón, Tales, Hipócrito, Galeano; es decir, poseía un conocimiento clásico que abarcaba todas las artes y las ciencias. Hombre de letras y pródigo de ingenio en el arte del habla, de la política, de la teología, de la caballería y de la guerra, como se puede apreciar en el conjunto de su obra. Es con él que aquello que entendemos por lengua italiana se hizo ampliamente conocido, de ahí el sobrenombre de “padre de la lengua italiana”. Boccaccio nos cuenta un poco sobre lo que significó Dante para la lengua italiana:
“Por él se mostró la gloria de la lengua florentina. Por él, toda la belleza de la lengua vulgar fue regulada de acuerdo con la regla de los números apropiados. Por él, se puede decir que la poesía muerta resucita”.
El Dante militante y hombre de partido no es una imagen muy común entre sus lectores, pero sin duda tiene una importancia indispensable. Un hombre extremadamente involucrado en su tiempo. Cuando se posicionó con una de las facciones Güelfas, fue exiliado, condenado a muerte, perseguido. En el exilio continuó la militancia partidaria y, de alguna manera, se puede decir que organizó a los exiliados en cuanto fue posible.
Todo apunta a creer que el comienzo del exilio fue también el comienzo, el soporte de su mayor obra, “La Comedia”, llevando a cabo lo que dijo Trotsky: “El ruiseñor de la poesía, como el pájaro de la sabiduría, la lechuza, no deja oír su canto hasta después del crepúsculo. De día, se agita, se afana, y tras el crepúsculo, el sentimiento y la razón vienen a hacer el balance de lo realizado”.
Dante combatió en defensa de sus convicciones hasta el final de sus días, en armas, en la tribuna o con su obra.
A los marxistas cabe aprender de lo mejor que ha producido la humanidad; en este sentido, conocer la obra de Dante y comprender qué impulsa a un hombre a clavar su historia a través de los siglos es responsabilidad de todos los que reivindican el marxismo. Trotsky, en la Rusia revolucionaria, luchó denodadamente para que pudieran desarrollarse todos los campos del conocimiento y del ingenio humano. Es con esta idea que todo el conocimiento debe ser un deseo. Es con el conocimiento, con la formación, que nuestra fuerza militante se transforma en combate vivo.
Sin embargo, conocer el trabajo de Dante no es una tarea fácil. Aquí hago una pequeña analogía. Imaginemos escalar una montaña, a veces fatigante, difícil, sin embargo, cuando estás en la cima de la montaña y puedes disfrutar de toda esa belleza, cuando ves el camino recorrido y todo lo aprendido, entonces la recompensa es innombrable. Este es el resultado de conocer la obra de este gigante de la literatura, el filósofo, el activista político, el hombre de letras: Dante Alighieri.
Casa-Museo de Dante, FlorenciaDante nació en Florencia en 1265, no se sabe con certeza en qué mes o día, la imprecisión de los datos es común en relación al poeta; esto es porque la mayoría de los datos son tomados de la propia obra del escritor, a través de fechas, nombres, cálculos de aproximación, lo que dificulta la precisión. Por otro lado, la mayor parte de la obra de Alighieri es literatura, es decir, no son textos de fidelidad histórica, sino que están en el campo del arte, como afirma el propio poeta.
Cabe señalar que todavía eran medievales varios biógrafos que se dedicaron a la biografía de Dante, pero también hay diferencias allí. Para hacerse una idea del grado de dificultad con los datos, Leonardo Bruni, el más documental de los biógrafos de Dante en la Edad Media, de alguna manera descalifica a Boccaccio como biógrafo:
“Me pareció, sin embargo, examinándolo de nuevo en el presente, que nuestro Boccaccio, un hombre extremadamente dulce y gentil, escribió la vida y las costumbres de un poeta tan sublime como si escribiera el Filocolo, el Filostrato o la Fiammetta. Porque todo está lleno de amor, de suspiros y lágrimas ardientes, como si el hombre se encontrara solo en el mundo, para encontrarse en esos diez días amorosos que fueron narrados por mujeres enamoradas y jóvenes graciosos en las Cien Novelas. Y se inflama tanto en estas partes de amor que deja atrás y silencia las partes serias y sustanciales de la vida de Dante, recordando las cosas ligeras y silenciando las serias”.
En cualquier caso, hay un gran cúmulo de información, en comparación con cualquier otro hombre contemporáneo del escritor. Por cierto, como ya se mencionó, la obra de Dante se utilizó no solo para retomar su historia, sino también la historia de su tiempo, especialmente la de su amada ciudad, como en la “Historia de Florencia” de Maquiavelo, que utiliza la obra de Dante como fuente bibliográfica.
Dante fue conocido en vida como un gran poeta:
“Ya en 1321, las dos primeras partes de la ‘Comedia’ se habían transcrito y estaban disponibles para los lectores desde hacía algunos años, y Dante fue aclamado en la mayor parte de la Toscana como el mayor poeta de la región”. (en Dante, de R.W.B. Lewis)
Además de la obra monumental, La Divina Comedia, el poeta nos dejó una vasta producción, así como algunos textos que se perdieron y otros que fueron impugnados a lo largo del tiempo. Destaca su obra: Vida Nueva, De la elocuencia vulgar, La Monarquía, Convivencia, canciones y tratados.
Dante, un florentino de su tiempo
“¡Ah, desearía del organizador del universo que la razón de mi justificación nunca hubiese existido! Así, tampoco otros habrían cometido una falta contra mí, ni yo habría sufrido pena injustamente; pena, digo, de exilio y de pobreza. Después de haber complacido a los ciudadanos de la hija más bella y famosa de Roma, Florencia, me vi arrojado de su dulce seno, en el que nací y fui nutrido hasta la cúspide de mi vida, y en el que, con su buena paz, deseo con todo mi corazón descansar mi ánimo cansado y terminar el tiempo que me es dado…” (Convivencia – Tratado I)
La Florencia de Dante es una metrópoli con cerca de 100.000 habitantes, donde aproximadamente el 10% de la población está alfabetizada, un éxito para la época, siendo una comuna autónoma, es decir, con toda su estructura económica y jurídica independiente. Durante este período, la ciudad experimentó una gran expansión económica e industrial, especialmente en lanas y tejidos finos, con lo que se desarrolló el comercio y una burguesía bancaria. Florencia, incluso en ese momento, era conocida por tener una inmensa cantidad de trabajadores especializados. En 1252, la ciudad comenzó a acuñar el florín, una moneda de oro de 24 quilates y 3,5 gramos, el más elevado patrón de la época. El florín se convirtió en la moneda más fuerte de toda Europa en los siglos XIII y XIV. A finales del siglo XIII, su expansión estuvo marcada por la remodelación de la ciudad diseñada por el arquitecto Arnoldo di Cambio, un proyecto que amplió enormemente el perímetro de la ciudad. La Florencia de Dante fue el preludio de lo que sería la Florencia de Leonardo, como nos explica Alan Woods:
“El nuevo espíritu aparece no sólo en las artes visuales sino también en la literatura. El avance está personificado en la figura colosal de Dante Alighieri (1265-1321), que puede ser visto como el último escritor de la Edad Media y el primer escritor de la nueva era. Petrarca y Boccaccio fueron, junto con Dante, las mayores figuras literarias de ese período. En el Decamerón de Boccaccio, tenemos los gérmenes de la novela moderna”. (Alan Woods en Leonardo Da Vinci: artista, pensador y revolucionario)
La Florencia medieval
Los primeros pasos de estudio del escritor fueron en Florencia, donde aprendió a leer, escribir (latín) y contar aun desde niño, pero se cree que fue a la Universidad de Bolonia.
A pesar de su grandeza, Florencia aún no era el escenario del arte consagrado en el siglo XIV. Dante solo conoció a Boecio y Cicerón, por ejemplo, de adulto, y todavía era común que fueran solo fragmentos de textos, dadas las dificultades de traducción y circulación. Pero Dante quería más y se fue en busca de estudios filosóficos. Evidentemente, tenía las condiciones económicas para eso, vivía de la renta y la usura que practicaba su hermano. Dante no participó mucho en el negocio familiar. Por lo que se sabe, a pesar de que solo disfrutó de los beneficios, fue condenado por usura durante la persecución y el destierro.
Dante fue un poeta, un hombre de letras, en una época en que la escritura tenía una dimensión gigantesca, ya que era tarea de pocos, o mejor dicho, posibilidad de pocos. Los poemas, libros, eran escritos, copiados (escribas) y discutidos, enviados a otros letrados y hechos públicos, pero este “público” estaba dentro de la pequeña élite letrada y adinerada. Por lo tanto, la propia idea de escritura debe entenderse de otra manera, ya que, hasta donde sabemos, el papel era algo caro y escaso. Un escritor no era cualquiera, él mismo era miembro de una élite.
El mundo letrado de Dante estaba rodeado por los artistas más famosos de la época, incluidos Brunetto Latini, Guido Cavalcanti, Giotto.
“‘¿Estás aquí’, le pregunté, ‘señor Bruneto?'”
….
“Enséñame cómo el hombre se vuelve eterno
El agradecimiento, mientras viva, que te debo,
Sea patente en esto que ahora es externo”.
(Infierno, Canto XV -28 y 85)
Sobre la familia de Dante, todo es muy nebuloso, con pocos registros. De su padre se sabe que se ocupó del negocio familiar desde la década del 50 del siglo XIII, pero poco se sabe más allá de eso. Se estima que vivió hasta los dieciocho años de Dante. Hay pocos registros. Sobre su madre, menos aún. Se cree que Dante no tuvo contacto con ella, quien debió haber muerto al nacer. Barbero afirma que incluso el nombre de la madre, “Bella”, es una casualidad, sabemos por un arbitraje de registros de matrimonio que fue un acuerdo económico.
“Y así conocemos el nombre de la madre de Dante, Monna Bella, sólo gracias a un arbitraje de 1332, que regula la división entre los hijos de Dante, Iacopo y Messer Piero como juez, y el tío Francesco”. (Alessandro Barbero, en Dante – traducción libre)
Pero es cierto que Dante provenía de una familia acomodada, no necesariamente noble, pero que le brindó una educación con todo lo que se podía tener en ese momento.
La nobleza de Dante es un tema muy discutido por sus biógrafos y por el propio poeta. En su primera poesía, de un joven Dante, la nobleza no es una cuestión de origen familiar, sino de aspectos morales, de virtud. Ya en el “Paraíso” esta idea cambia un poco. En el Canto XV / XVI, el poeta retoma sus orígenes “nobles” e incluso dice que la decadencia de Florencia se debe a la entrada de forasteros, pero el contexto de estos versos es de exilio y de un momento en el que Dante dependía de los favores de los señores de Verona, de Rávena.
En Florencia Dante creció, se casó, tuvo hijos, se convirtió en escritor, ensalzó a su gran musa Beatriz y, sobre todo, hizo política.
Es en Florencia donde Dante se convierte en una figura pública, rasgo determinante de toda su obra, sin duda alguna, y muy probablemente sin lo cual la “Comedia” no podría haberse escrito.[1] Dante formó parte de la vida de Florencia en una época convulsa, aquí podemos recordar dos observaciones históricas que iluminan lo que significó para Dante estar en el lugar correcto y participar activamente en la política florentina de aquellos tiempos, una lección para quienes creen que el arte puede florecer al margen de los trastornos sociales:
“Si hubo profetas y poetas adelantados a su tiempo, sólo significa que fueron capaces de expresar ciertas demandas de la evolución social con un poco menos de retraso que sus colegas”. (Trotsky, en Literatura y Revolución)
“Se puede objetar que el grado de influencia personal depende también del talento del individuo. Estamos de acuerdo. Pero el individuo no puede manifestar su talento a menos que ocupe la situación necesaria en la sociedad para poder hacerlo”. (Plejánov, en El papel del individuo en la historia)
La dialéctica actual entre la historia y el individuo nunca puede olvidarse, y Dante es un ejemplo extraordinario de ello.
La vida política del poeta es curiosa, elegante, fuerte, difícil. Dante era un ser humano gigante y estaba inmerso en su tiempo.
Consta que, ya en 1295, estaba inscrito en la Corporación de los Boticarios de Florencia. Aunque sus estudios también abarcaron medicina y farmacia, dado que el estudio de la filosofía en ese momento tenía este alcance, Dante no era médico ni farmacéutico, pero la corporación simpatizaba con los literatos y Dante fue inscrito como “Poeta Florentino”. Cabe señalar que estas corporaciones participaban activamente en la vida política y, en ese momento, este objetivo era muy explícito. Es en Florencia donde vemos una de las primeras corporaciones bancarias en este período. Allí aparecieron muchas corporaciones, obviamente vinculadas a los sectores más desarrollados.
Desde entonces hay una participación activa de Dante en la vida pública. Hay registros de que fue miembro del Consejo Especial de los Dirigentes de las 12 corporaciones más importantes y también de un discurso en el Consejo de los Cien. No hay muchos detalles, pero en 1300 Dante es elegido Priori, el cargo más alto de la república florentina en ese momento, su mandato era de dos meses. Dante estuvo oficialmente en la vida pública durante 5 o 6 años, fue miembro de la magistratura, fue uno de los muchos políticos que Florencia eligió en su comuna.
Pero lo que importa aquí fue la vida política de la Florencia de 1300, marcada por disputas entre Güelfos y Gibelinos, caracterizadas por la corrupción, la venganza y sangrientas batallas campales.
En la República de Florencia hubo muchas elecciones, comisiones, consejos. Una democracia algo complicada, pero también muy familiar para todos nosotros, Maquiavelo nos da algunos datos:
“Así, pronto surgieron partidos en Toscana, cuando los florentinos tomaron las armas contra el gobernador al servicio del emperador y, para privar a los Gibelinos del gobierno y controlar a los poderosos, establecieron una nueva forma administrativa. Corría el año 1282, y todas las Artes, como se les había concedido tener sus propias insignias y magistrados, eran muy reputadas; de allí, por su autoridad, ordenaron nombrar a tres ciudadanos, en lugar de catorce; que se llamaban Priori, permanecían dos meses en el gobierno de la república y podían ser populares o nobles mientras fueran comerciantes o miembros de las Artes”.
Barbero explica que en la Florencia de la época de Dante, la idea de que la oposición tuviera derecho a hablar era impensable.
Esto significa decir que si Dante era parte de un gobierno, entonces era miembro del partido que lo dirigía. Este registro solo vale para resaltar que, sí, Dante fue un Güelfo y luego un Güelfo Blanco.
Dante estaba en la vida pública, el gobierno era Güelfo y los Gibelinos fueron separados de la vida pública, perseguidos, exiliados.
Cuando Dante aún ejerce el poder público, vota para exiliar a una porción de Blancos y Negros,[2] este puesto le garantizará un número considerable de enemigos por el resto de su vida.
Dante, por un lado, tiene la visión teocéntrica del mundo, al igual que su época, por otro lado defiende que la iglesia y el imperio deben estar separados, por eso, defiende la independencia de poderes, muy bien justificada en “La Monarquía”, que era algo muy avanzado para 1300. El poeta señala la decadencia de los dirigentes de las dos “instituciones”, justamente sintiendo profundamente la decadencia de su tiempo y de todo un período histórico. La imagen que se puede construir de este hombre público es, de hecho, la de un hombre que no solo ejerce la autoridad, sino que piensa en su tiempo. No es difícil encontrar contradicciones en su obra, pero las supuestas contradicciones son la viva imagen de un hombre en movimiento y que extrae duras lecciones de las grandes convulsiones sociales de esos años de lucha.
Dante en el exilio, de Domenico PeterliniOcurre, sin embargo, que la histórica disputa entre Güelfos (a favor del Papado) y Gibelinos (a favor del Sacro Imperio Romano Germánico) desde 1300 en adelante, cuando los Güelfos se consolidaron en el régimen, toma el curso de nuevos acontecimientos. Ahora la verdadera disputa era qué familia banquera apoyaría a la Iglesia, es decir, qué familia Güelfa tendría que meter la mano en el bolsillo. Por tanto, los Güelfos se dividen en fracciones dentro del partido: Blancos y Negros. Dante está con los Blancos, es decir, con los banqueros Cerchi. Después de mucha disputa en las que no es posible profundizar aquí, los Negros prevalecen y comienza un período de cacería contra la fracción Blanca. Una vez más Florencia se ve sumergida en asaltos de casas, saqueos, torturas, iglesias devastadas, muertos, heridos; como dice el propio Dante, es la guerra civil. Los procesos se elaboran y las frases se ponen en práctica rápidamente. Cuando estalla la gran convulsión, Dante va en una misión como diplomático a Roma y nunca regresará a Florencia.
En el exilio, durante un tiempo, todavía ejerció mucha influencia política en Florencia, pero después de unos años también se distanció de los exiliados y se hizo conocido como el gran poeta Dante. Nunca se apartó de la vida política y la “Divina Comedia” es la prueba más completa de ello. Este es el período de madurez del escritor.
La Divina Comedia, edición de 1555La Divina Comedia
“Y él, para mí, como maestro que conforta,
Líbrate de ese miedo circunspecto;
Aquí toda timidez está muerta”;
(Dante cuenta lo que Virgilio le dijo cuando entraron al infierno – Infierno, Canto III versículos 13 al 15)
La Divina Comedia, la obra de mayor envergadura de Dante, no está datada, pero todo indica que fue iniciada con el exilio y terminada muy cerca de la muerte del poeta en 1321. El poeta la denominó simplemente “Comedia”, que en la división clásica de la literatura significa un género crítico, burlesco, que satiriza diversos aspectos de la sociedad. Más concretamente, en la división aristotélica, presente en la obra “Arte Poética”, significa el arte de la imitación:
“De esto se sigue también que los dorios se atribuyen a sí mismos la invención de la tragedia y de la comedia; y los megarianos también se arrogan la invención de la comedia, como resultado de su régimen democrático; y además de éstos, los sicilianos también se consideran inventores de la comedia, ya que son compatriotas del poeta Epicarmo, que vivió mucho antes de Crónidas y de Magnete. La creación de la comedia también es reivindicada por los peloponesos, que invocan los nombres utilizados para denominarla con palabras de su dialecto, para argumentar que por eso la comedia es su invención.
“Hay géneros que utilizan todos los medios de expresión antes señalados; es decir, el ritmo, el canto, la métrica; también lo hacen los autores de ditirambos, de nomos, de tragedias, de comedias; la diferencia entre ellos en el empleo de estos medios en conjunto o por separado.
“Tales son las diferencias entre las artes que proponen la imitación….
“Cuando surgieron la tragedia y la comedia, los poetas, en función de sus temperamentos individuales, se volvieron hacia una u otra de estas formas; algunos pasaron del yambo a la comedia, otros de la épica a la representación de tragedias, porque estos dos géneros superaron a los anteriores en importancia y consideración”.
El complemento “Divina” fue agregado por Boccaccio, quien además de realizar la primera biografía de Dante, estudió la “Comedia” y la recitó públicamente, por lo que la obra se difundió ampliamente y se conoció como “La Divina Comedia”.
La Comedia está compuesta por tres libros en verso: Infierno, Purgatorio y Paraíso. Cada libro está compuesto por 33 cantos metrificados en versos endecasílabos (11 sílabas) y rimas en el esquema ABA BCB CDC. En el Infierno hay un canto más, considerado un prólogo, propio de la construcción clásica explicada por Aristóteles.
Toda estructura numérica está basada en el número 3, una alusión a las creencias cristianas predominantes. La cosmología que se utiliza en la obra, por tanto, es la herencia filosófica que pertenece a Aristóteles y Ptolomeo.
Sin duda, la obra es una recopilación de todo lo que Dante logró acumular de los procesos históricos, políticos, científicos, artísticos a los que tuvo acceso. Un mapa profundo del siglo XIII y principios del XIV, una enciclopedia de la historia y de todos los valores morales presentes en ese momento.
Hay muchos aspectos revolucionarios en la obra. El primero, como está escrito en dialecto toscano y no en latín, esto en sí mismo es un salto, ya que sería posible que la comprendiera un número mucho mayor de personas. Otro aspecto: la obra es una enciclopedia histórica y, al mismo tiempo, con un espléndido valor estético, la Comedia es considerada una de las obras escritas más bellas jamás producidas por la humanidad. Hay otros innumerables aspectos, pero pasemos ahora a la trama de la obra.
La Divina Comedia cuenta la historia del viaje de Dante, o quizás el viaje de cualquier hombre, siendo Dante la personificación de millones de hombres de su tiempo.
Cuando comienza, Dante se pierde en la selva oscura (Infierno). La tentativa de salir de este lugar, subir a la montaña que está a la vista (Purgatorio) y encontrar la luz del Sol (Paraíso), es impedida por tres fieras (la hipótesis más defendida es que las fieras son una alusión a los pecados capitales). En este momento, Dante ve la figura de Virgilio, un poeta latino, que será su guía en el Infierno y el Purgatorio. Virgilio (razón, ciencia) fue enviado por Beatriz (subjetividad, Dios), la gran musa de Dante. Para Dante, la liberación del pecado, para él o para toda la humanidad, necesita de guías, necesita de aprendizaje.
Dante y Virgilio, de William BouguereauA partir de ahí comienza el viaje propuesto por Virgilio, es una búsqueda para llegar al Paraíso, un viaje para buscar el aprendizaje y encontrar la luz. En este viaje Dante se enfrentará, en el Infierno, con todos los problemas, todo el mal distribuido por entre los círculos, habrá innumerables personajes históricos, desde los paganos Platón y Sócrates, pasando por los tiranos, traficantes e incluso los que traicionan por amor, como Paolo y Francesca.
“Desde el círculo primero fui descendiendo
Al segundo, donde el espacio se restringe,
Y crecer el dolor, en gritos irrumpiendo
Ahí está Minos que se ríe horriblemente;
las culpas examina ya en la entrada,
Juzga y despacha sobre la marcha”.
En el Purgatorio, comprenderá cómo es posible la purificación y finalmente en el Paraíso encontrará la purificación.
Beatriz guiando a Dante. Escena del ParaisoDante, en la carta enviada al cardenal Cangrande della Scala, afirma que escribió La Divina Comedia con el objetivo de narrar a la humanidad todo aquello que aprendió, y de sacar a los hombres de la miseria humana.
Sería posible pasar meses leyendo solo un Canto de la Comedia y analizarlo, tales son las posibilidades que nos brinda, pero el objetivo aquí no es querer analizar la obra de Dante en su conjunto y mucho menos resumirla, el simple objetivo es rendir homenaje al gran poeta Florentino y con este homenaje decir a nuestros lectores, como decía Terencio y repetía Marx, que nada humano nos es ajeno, y mucho menos el arte puede sernos ajeno.
El arte atraviesa el tiempo, Dante atraviesa el tiempo
“Un clásico es un libro que nunca terminó de decir lo que tenía que decir”….
“Los clásicos son aquellos libros que nos han llegado trayendo consigo las huellas de las lecturas que precedieron a las nuestras y, detrás de ellas, las huellas que dejaron en la cultura o culturas que atravesaron (o más simplemente, en el idioma o en las costumbres)”. (Ítalo Calvino)
Dante produjo obras de la magnitud que explica Calvino, en particular “La Comedia”, una obra que engloba estas dos características con destreza, que ha atravesado el tiempo y se ha transformado, la chispa que impregna los siglos, como quería Dante.
Cuando pensamos que todo está dicho sobre La Divina Comedia, se vuelve a empezar, ya sea en su influencia sobre otros textos y autores, ya sea en la escultura, la pintura, el cómic, el cine o en las más variadas expresiones del arte. De Botticelli a Delacroix; de Doré a la animación Coco, de Stefano Ricci a las Puertas del Infierno de Rodin, de la sinfonía de Dante de Franz Liszt a Belchior. Son tantas las obras, que se necesitarían cientos de páginas solo para explicar la inmensidad de reinterpretaciones que alimentan Dante y La Divina Comedia.
Aquí elegiré tres obras, de gusto personal, para que podamos entender el significado de Dante en otras artes.
El francés Gustavo Doré (1832-1883), sin duda uno de los más grandes ilustradores de todos los tiempos, dio vida a varias partes de la Comedia, como lo hizo con otros clásicos como Don Quijote, por ejemplo. Ilustraciones que se suman a la obra, que dilucidan, que reinician cada verso, al compás de lo que el poeta Octavio Paz llama la armonía entre el arco y la lira o del poema y de la poesía.
Gustave Doré, Canto 31 – El Paraíso
La Puerta del Infierno, de Auguste RodinEn el siglo XIX, Rodin inmortalizó en escultura la obra “La Divina Comedia” con sus Puertas del infierno. Rodin ya había creado “El pensador”, una obra que, según todos los indicios, es el mismo Dante. La Puerta del Infierno, originalmente “La Porte de l’Enfer”, se completó en 1917, después de más de 30 años de trabajo (1880-1917).
Franz Liszt (1811 – 1886) fue uno de los más grandes compositores del siglo XIX y trató en música de componer la belleza de La Divina Comedia. Las reinterpretaciones de la obra de Dante no viven solo de flores. En el caso de esta sinfonía, hay varias discusiones sobre la calidad de la música. Las críticas son recurrentes en el mundo de la música clásica en relación a varios aspectos, pero especialmente a la incapacidad de Liszt para retratar el Paraíso. La obra estuvo dedicada a Wagner, a quien Liszt compara con Virgilio como su guía en la música. Wagner no quiere el Paraíso e incluso en diálogo con Franz, enfatiza que el Paraíso de Dante es la parte más débil de la obra. El compositor y crítico musical Jonathan Blumhofer es categórico:
“No hay forma de evitar el hecho de que la Sinfonía Dante de Franz Liszt es una pieza problemática. Primero, está la cuestión de si es realmente una sinfonía”.
Pasando por estas pequeñas curiosidades y reafirmando que habría cientos más, hay que señalar que Dante llega a nuestra época como uno de los poetas que influyó en todos los siglos posteriores y en todas las artes, un gigante de la historia. Tal hazaña en las letras se logró porque el poeta estaba íntimamente ligado a las luchas de su tiempo y, por otro lado, estaba un paso por delante de la pequeñez que rige la vida cotidiana de los individuos. Dante quiso dejarle algo a la humanidad y lo logró, para que nosotros podamos hacer lo mismo.
El poeta nunca regresó a Florencia, murió en Rávena víctima, muy probablemente, de malaria, a la edad de 56 años y su obra está por ahí:
Plejánov contribuye a la crítica de la teoría y programa anarquista en Contra el anarquismo, obra que se suma al gran arsenal teórico con que cuenta el marxismo a dicha crítica, pasando desde Marx hasta Lenin y Trotsky; arsenal el cual, ha sido demostrado correcto en la práctica a lo largo del movimiento del proletariado
Considerado el padre del marxismo ruso, Plejánov, siguiendo la línea de Marx y Engels, lleva a cabo en 1895 un enfrentamiento con la teoría anarquista, analiza a Stirner, Proudhon y Bakunin para después avanzar con Kropotkin, Etiévant y Grave, y su supuesto anarco-comunismo.
Es a través de este enfrentamiento como Plejánov nos presenta la doctrina anarquista como es en realidad: un conjunto de principios abstractos arrojados al aire con la esperanza que se obtenga algo de ello. Y termina por nombrar a estos, los anarquistas, como los enemigos más peligrosos para la causa obrera.
Las teorías anarquistas, al plantear una sociedad igualitaria, sin Estado ni opresión y al plantear una forma que en apariencia es mas simple y rápida, puede atraer a una capa de jóvenes revolucionarios. Hay anarquistas que han jugado un papel revolucionario consecuente, que nos merece todo nuestro respeto, podríamos mencionar en este caso a Buenaventura Durruti. Los marxistas coincidimos en el objetivo de construir una sociedad sin explotación ni opresión, pero justo por ello creemos que es necesaria una teoría, un programa, una estrategia y tácticas adecuadas. Por ello pensamos que el debate y la batalla ideológica es fundamental en la lucha por el comunismo.
Socialismo utópico y científico
Plejánov inicia la crítica al plantear el punto de vista del socialismo utópico con respecto al del socialismo científico.
El punto de vista utópico es aquel que, como los materialistas franceses del siglo XVIII o los socialistas del siglo XIX (Fourier, R. Owen, Saín-Simon y Morelli), busca la organización perfecta por excelencia con base en una abstracción de la historia, y, en estos casos, llegando a la naturaleza humana como objeto de estudio.
“Utopista es aquel que concibe una organización social perfecta partiendo de un principio abstracto” (J. Plejánov).
Lo que caracteriza a un utopista no es la búsqueda de la organización perfecta, sino buscarla a partir de principios abstractos. Así se puede ser utopista sin ser socialista, ejemplo de ello serían los materialistas franceses quienes buscaban la legislación perfecta para el capitalismo y la burguesía, partiendo de un principio abstracto: la naturaleza humana. E igual, aquel que niega cualquier sociedad mejor a la presente debido una naturaleza humana que lo impide. Ambos casos no son más que utopistas.
Para los filósofos alemanes, tales como Hegel, la historia era un proceso sometido a leyes y buscaban el móvil del movimiento histórico. Es así como los idealistas acreditan ese papel a la “idea absoluta”. Esta al no ser más que una nueva abstracción del pensamiento, termina por retornar a la naturaleza humana.
Entonces, o la naturaleza humana es invariable y por ello, nada en la historia cambia, la cual nos representa las variaciones perpetuas de las relaciones de los hombres en la sociedad, o varía ella misma según las circunstancias en las que viven los hombres y entonces en vez de ser la causa, es ella misma el efecto de la evolución humana. ¿Cuál es, entonces, la fuerza oculta que produce el movimiento histórico de la humanidad?
Para Marx y el socialismo científico, la respuesta radica en las condiciones materiales de la existencia, pero a diferencia del materialismo francés, estas condiciones materiales no esconden ningún misterio, puesto que se hallan determinadas por el estado de las fuerzas productivas de que dispone una sociedad. Así pues, Marx parte del materialismo y la dialéctica.
Debido a la producción social, los hombres mantienen relaciones de producción. El conjunto de estas relaciones forma la estructura económica de la sociedad, que sirve como base para la superestructura (vida social, política e intelectual).
… no es el modo de pensar del hombre lo que explica su modo de vivir, sino que, a la inversa, su modo de vivir explica su modo de pensar” (K. Marx).
Cuando las relaciones de producción (o propiedad) ya no corresponden con las fuerzas productivas se entra a un periodo de revolución. Es así como la lucha entre el proletariado y la burguesía es inevitable y forzosamente de carácter político. Para el socialismo científico el motor de la historia es la lucha de clases.
“… el punto de partida de los socialistas utopistas […] era la naturaleza humana o un principio abstracto derivado de esta noción. El punto de vista de la ciencia social y del socialismo de nuestro tiempo (socialismo científico) es el de la realidad económica y las leyes inmanentes de su evolución” (J. Plejánov).
Stirner, el padre egoísta del anarquismo
La teoría anarquista de Stirner parte de la filosofía de la religión de Feuerbach, pero en búsqueda de un carácter más radical. Para Feuerbach cuando el hombre adora a Dios, adora a su propia esencia, el hombre no ha sido creado por la divinidad; el hombre ha creado a la divinidad a su imagen y semejanza.
Feuerbach no es más que un materialista inconsecuente, tal como lo señalaba Engels en Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. Pues ignora cual es la causa de la transformación histórica de los seres humanos, para él, el “ser” humano no es más que una noción abstracta, como la naturaleza humana de los materialistas franceses.
Stirner conoce esto y desea ir más allá. Se opone a que los individuos reales se tengan que sacrificar en nombre de la humanidad, de ese ser abstracto. Acusa a Feuerbach de conservar el punto de vista religioso aun después de revelarse contra Dios. La única salida del punto de vista religioso para Stirner es el tomar como punto de partida al único ser real, nuestro propio “yo”. Toda abstracción (religión, ciencia, moral, el derecho, la ley, la familia, el Estado) son para este “Yo” un yugo que se impone.
“La filosofía de Stirner se reduce a ´No reconozco nada, excepto a mí mismo, significa decir: me siento oprimido por toda institución que me imponga un deber cualquiera’.” (J. Plejánov.)
Mientras que los materialistas franceses se preguntaban cuál sería la legislación capaz de hacer concordar el bien público con el bien del individuo, Stirner se ríe de esta virtud y considera razonable solo a los egoístas, para quienes nada existe más que el “Yo”. “Stirner es el teórico del egoísmo por excelencia.”
Al tomar como realidad únicamente a los individuos, Stirner tomó como punto de partida al individuo en general, es decir, una nueva abstracción, la más sutil, el “Yo” tantas veces repetido.
El mérito incontestable de Stirner consiste en el combate enérgico contra el sentimentalismo de los reformadores de la burguesía y socialistas utópicos, según el cual la liberación del proletariado seria fruto de la actividad virtuosa de las clases poseedoras abnegadas. Para Stirner la salvación está en la lucha y no en el llamamiento infructuoso a la generosidad de los opresores. Así preconiza la lucha de clases, pero la representa de una forma abstracta, en forma de una lucha entre un “Yo” egoísta contra otro “Yo” igual de egoísta.
La utopía de Stirner consiste en lo que denomina “asociación de egoístas” (Yo + Yo + Yo +, etc.) donde cada individuo, cada “Yo” podrá asociarse con otros “Yo” solo en virtud de su voluntad e interés egoísta. Esto es, para Plejánov: el idealismo más puro y simple al servicio de la crítica social y política.
Stirner critica el régimen social perdido en la neblina de la abstracción, abandonando las leyes y el desenvolvimiento del régimen social, ignora que los hombres establecen relaciones entre sí y que estas no dependen de la voluntad de sus “Yo”, sino que son impuestas por la estructura de la sociedad en la que viven.
Esta utopía de Stirner, su asociación de egoístas, con base a los intereses de sus componentes, plantea la necesidad de encontrar la base real de tal combinación de intereses, hasta ahora abstractos. Para dicha tarea Stirner se muestra incapaz, debido que su abstracción le impide ver la realidad económica, “madre nodriza de todos los “Yo” egoístas”.
Sin poder ver nada de la realidad económica, Stirner no logra más que aproximarse a la lucha de clases sin dar con ella nunca. Lanza consignas de lucha de pobres contra ricos, y después, de todos contra todos, olvidando todo tipo de realismo.
En términos de propiedad, posee tendencias de un propietario sin dejar de lado la supremacía de su “Yo”, inclusive por encima de las propiedades ajenas. Defiende la propiedad en búsqueda de la satisfacción egoísta de ese mismo “Yo”. Stirner anhela a el único y su propiedad, “por lo tanto, ¡abajo el Estado y viva la propiedad simple y completa de mi “Yo” autónomo!”. Plejánov concluye y resume su doctrina anarquista de manera singular:
“Su ‘asociación de egoístas’ no es más que una utopía de pequeño-burgués irritado. En este sentido se puede decir que ha pronunciado la última palabra del individualismo burgués”.
Proudhon, el padre “inmortal” del anarquismo
Toda la teoría anarquista del denominado padre “inmortal” parte de un intento de imitar a un Kant-Feuerbach que él mismo ha creado. Proudhon plantea que este Frankenstein, por su parte kantiana tiene el atributo de haber dejado de buscar a Dios y la mejor religión para reemplazar por la búsqueda de la “biografía de esta idea”, el explicar el origen y el desarrollo de la idea de Dios. Y, por su parte feuerbachiana, el dar la visión de que, lo que se busca y se ve en Dios es nuestro propio ideal, la esencia de la humanidad.
Proudhon traslada esto a la autoridad y siguiendo el ejemplo de su Kant-Feuerbach plantea que las preguntas “¿Qué es el poder?” y “¿Cuál es la mejor forma de gobierno?” deben ser cambiadas para preguntarnos de dónde viene esa idea de la autoridad, del poder e informarnos del origen legítimo de la idea política. Proudhon desea hallar la “biografía de esta idea”.
“El gobierno, lo mismo que la religión, es una manifestación de la espontaneidad social, una preparación de la humanidad para un estado superior. Lo que la humanidad busca en la religión y lo que llama Dios es ella misma…”
El padre inmortal no busca la mejor forma de gobierno, ya que no ve como el problema el saber cómo seremos mejor gobernados, sino, como seremos más libres. La libertad adecuada e idéntica al orden, he aquí todo lo que contiene de real el poder y la política.
“Lo que el ciudadano busca en el gobierno, y que llama Rey, Emperador o presidente, es también él mismo, es la libertad”
Lo que el ciudadano busca en el gobierno no es más que sí mismo, es la libertad. Es la libertad, entonces, la esencia del ciudadano, pero no se trata de una libertad política, o alguna otra en específico, sino, la liberad absoluta. Para Proudhon, en la forma de gobierno lo que el ciudadano busca es la libertad absoluta del individuo “adecuada e identificada al orden”. En otros términos, la esencia del ciudadano es la anarquía de Proudhon.
Proudhon ha querido destruir todos los argumentos en favor de la idea de la autoridad, del poder. Para esto, ha supuesto que lo que el “ciudadano” busca en el gobierno es la libertad “absoluta”, la libertad anarquista. Y puesto que el ciudadano busca solamente esta libertad en el gobierno, el Estado no es más una ficción. Ha oído decir que Dios no es más que una ficción y de ahí a deducido que el Estado lo es también.
Al querer combatir el Estado, ha comenzado por negar su existencia. Todas las formas gubernamentales por la que los pueblos han pasado por más de sesenta siglos no son más que la creación de nuestra fantasía. La historia política de la humanidad ha tenido como fuerza motriz, según Proudhon, solo una creación de la fantasía humana. Al declarar que el Estado es una ficción, Proudhon se imposibilita el poder comprender su “esencia” y explicar su evolución histórica.
Proudhon distingue dos especias de constitución, una política (artificial, restrictiva y transitoria), y una social (ligada a la humanidad, liberal y necesaria). Sin embargo, esta constitución social “necesaria” no fue descubierta hasta después de prolongadas experiencias y a una falta total de ella, la humanidad se vio obligada a imaginar una sociedad política.
Se burla de aquellos que no han sabido darse cuenta de que la mejor organización política consiste en la ausencia de toda esta. La mejor organización será la conforme a la naturaleza humana, necesaria “íntimamente ligada” con la organización social humana. Proudhon mira con menosprecio a los utopistas por intentar encontrar la mejor forma de gobierno, pero no condena jamás el punto de vista utópico, pues el mismo lo acoge.
Proudhon ve a la organización social única y verdadera como perteneciente solo al porvenir, y es precisamente a falta de ella que la humanidad tuvo que “imaginar” la constitución política. El destino de la constitución política es por ello, provocar y producir la constitución social. La conclusión más lógica que se deriva de ello es que los partidarios de la organización social se deben apoyar en la organización política para conseguir su objetivo. Proudhon plantea todo lo opuesto, para él, el apoyarse en la constitución política implica hacer ofrendas al Dios terrible de la autoridad, al mismo tiempo que implicaría participar en la lucha de los partidos.
“Fuera partidos; fuera autoridad; libertad absoluta del hombre y del ciudadano; he aquí, en tres palabras, nuestra profesión de fe política y social”.
Así, Proudhon renuncia participar en cualquier lucha política, y con ello abandona la lucha de clases para volcarse a la reconciliación de estas.
En economía Proudhon señala que lo que se debe de organizar no es la producción, sino el intercambio. Para él la explotación del obrero por parte de la burguesía no es lo suficiente injusto. Plantea resolver la cuestión social a través de poner término a la arbitrariedad del precio, cree que hay que “constituir el valor”, hacer que cada productor, de su producto reciba siempre exactamente lo que cuesta. Así, según su lógica, la propiedad privada pasara de ser un robo a ser la expresión más adecuada de justica.
Ante la obvia pregunta de cómo alcanzar dicha expresión más adecuada de justica si los medios de producción, la propiedad, se encuentra en manos de unos pocos, Proudhon inventa una garantía mutua de crédito gratuito, por medio de la cual todos los que deseen trabajar, recibirán, por arte de magia proudhoniana, todos los medios necesarios para producir.
“Hoy lo decimos: la libertad política, lo mismo que la libertad industrial, será el resultado de las garantías mutuas”
Constituir el valor es constituir la pequeña propiedad. Esta pequeña propiedad y su base económica, la pequeña producción aislada, ha sido siempre el sueño proudhoniano. La pequeña propiedad tiende a desaparecer, el querer, no solo conservarla, sino, hacer de ella la base de la nueva organización social es de un extremo conservadurismo. Querer al mismo tiempo, poner fin a la explotación del hombre por el hombre, al sistema salariado, es en realidad, unir a las tendencias más conservadoras los anhelos más radicales.
“Proudhon era el representante más típico del socialismo de los pequeños burgueses. Este es destino del pequeño-burgués cuando no se coloca en el punto de vista del proletariado: oscilar insensatamente entre el radicalismo y el conservadurismo” J. Plejánov.
En el terreno económico lo que une a los productores es el cambio, el cual, desde el punto de vista jurídico, es la relación entre dos voluntades y la expresión de esta se halla en el contrato, esto lo explica Marx en El capital. Es debido a esta voluntad que la producción de mercancías es, jurídicamente hablando, el reino de la libertad individual “absoluta”. De este modo, la libertad “absoluta” de Proudhon se hace “adecuada al orden”. Proudhon ve en el contrato del capitalismo la “libertad absoluta”. Aplicando la noción del contrato a la crítica de la “constitución política” se obtiene la anarquía.
La anarquía de Proudhon es, en resumen: en la parte económica no más que una utopía de pequeño burgués firmemente convencido de que la producción de mercancías es la más “justa” de todos los modos posibles a la par que desea eliminar todos sus lados malos. En su parte política, su programa no es más que la aplicación de las relaciones públicas de una noción (el contrato) sacada del domino del derecho privado de la sociedad de productores de mercancías. “El valor constituido en economía, el contrato en la política, he aquí toda “verdad” científica de Proudhon”.
Bakunin, el padre decadente del anarquismo
Tanto Stirner como Proudhon son utopistas individualistas. Con el tiempo, el ala izquierda del ejercito proudhoniano abandono el individualismo para acoger el colectivismo. El más sobresaliente de estos fue Bakunin.
Bakunin se pronunciaba por la igualdad económica y social de las clases y los individuos. Así mismo deja en claro su odio al comunismo en favor de la libertad. Busca la organización social y la propiedad colectiva por medio de la asociación libre sin autoridad, anhela la abolición del Estado y la propiedad en manos de éste, a la que considera como “una consecuencia misma del principio del Estado”.
Para él, la supresión del Estado generará automáticamente la desaparición de la propiedad, puesto que desapareciendo el Estado desaparecerá la “consagración jurídica y política de aquel sobre la garantía de propiedad”. Bakunin se satisface con que la propiedad deje de ser un derecho para verse reducida al estado de un hecho simple.
Su programa no es más que una suma obtenida por la adición de dos principios abstractos: el de libertad y el de igualdad. Una utopía igualitaria con una utopía libertaria por añadidura. Su programa se contempla así mimo como absoluto, por lo que no se preocupa por ver si los principios absolutos que lo forman no se limitan entre ellos.
El programa bakuninista es el resultado de lanzar una cantidad suficiente de principios abstractos y esperar que con el tiempo se deberá llegar, en un momento preciso, a obtener su orden deseado.
“Destruir lo que existe: si lo hacéis con la frecuencia necesaria conseguiréis producir al fin una organización social bien aproximada a lo que soñáis”.
Para Bakunin la revolución social no ha sido hecha, pues la humanidad a falta de un programa “social” ha tenido que contentarse con revoluciones políticas. Y ahora que se tiene el programa social, no se tiene necesidad alguna de ocuparse de la política. Bakunin condena y reprueba toda lucha política y con ello, toda lucha de clases.
Plantea esta lucha social desde un punto deformado del marxismo, contemplando que la sujeción de los trabajadores al capital es el origen de toda esclavitud política y que, por consiguiente, la emancipación económica de los trabajadores es el gran objetivo final. Concluye que todo movimiento político que no busque como objetivo inmediato y directo la emancipación económica es un movimiento político burgués. Preconiza la táctica esencialmente económica y no desea que la clase obrera persiga como objetivo las conquistas políticas. De esta manera pone al descubierto su conservadurismo.
Sin más que un programa de principios abstractos lanzados al aire, que se contradicen mutuamente y sin la menor compresión de economía, Plejánov señala que “Bakunin es el decadente del utopismo”.
El “anarco-comunismo”
Proveniente del bakuninismo se genera una corriente que sea tanto comunista como anarquista. Esta acusa al anarquismo individualista de ser burgués y plantea ser totalmente diferente. Según Kropotkin (su mayor refugiado) los anarquistas-comunistas no tienen ya nada en común con los utopistas, jura que no se apoyan en conceptos tales como los “derechos naturales” para la elaboración de su “ideal”. Pero en el fondo, no hay diferencia entre colectivismo y el comunismo anarquista.
Etiévant habla de una libertad abstracta planteada desde la incapacidad de voluntad por el hombre. También plantea una igualdad a partir de derechos naturales para toda especie. Por otra parte, J. Grave plantea el desenvolvimiento de la idea anarquista como negación de la autoridad y habla que las concepciones anarquistas provienen de todos los conocimientos humanos, a fin de demostrar que dichas ideas se hallan conforme la naturaleza humana.
Así, la idea anarquista por más rica que presuma ser en conocimientos humanos no tiene nada de comunista. Kropotkin se engaña completamente, pues estos anarco-comunistas hablan igualmente de conceptos abstractos. No hay algo en ellos que no sean llamamientos a la justicia, la libertad y otras concepciones metafísicas. Y Kropotkin no es la excepción.
Kropotkin imagina la sociedad anarquista no como una reorganización de la máquina gubernamental, sino, como la destrucción de ésta, es decir, el Estado. Inmediatamente después de destruir el Estado se creará una organización para la distribución de la riqueza común: comida, vivienda y vestido. “Todo sea hecho por el pueblo mismo”. Los individuos “soberanos” se verán razonablemente limitados por las necesidades de la sociedad. Y así nos hallaremos en plena anarquía, la libertad individual estará sana y salva; habrá reglas obligatorias para todo el mundo, y, sin embargo, cada uno hace lo que quiere.
Si se le preguntase a Kropotkin sobre la necesidad de organizar la producción solo conseguiríamos visualizar su carente comprensión de economía. Para él, la organización de la producción estará basada en la libertad de cada hombre de trabajar en el área de la industria o agricultura con una jornada laboral diaria (¿acaso se nota alguna diferencia con el contrato del capitalismo?) y a cambio la sociedad en compensación le garantiza los bienes necesarios para su subsistencia.
Kropotkin prosigue y declara que en la sociedad anarquista no habrá autoridad alguna, pero habrá el contrato (¡he aquí la respuesta de la pregunta que nos hemos planteado anteriormente! No hace más que tomar el cadáver de Proudhon sin olvidar traer con el su sagrado contrato), en virtud del cual los individuos infinitamente libres “se comprometerán” a trabajar en tal “comuna” libre. No es necesario volver a hablar de la libertad absoluta que da el capitalismo jurídicamente hablando, por lo que avanzaremos.
Ante la posibilidad de que un firmante del contrato (este trabajador “libre”) no cumpla con sus deberes “libremente” firmados, el contrato hará uso de sus medios de defensa: echarlo de la “comuna libre” para dejarlo morir de hambre. Todo firmante libre sabrá si respetar este contrato o preferir la hambruna. ¡Valla libertad! El sueño anarquista es distinto a la realidad capitalista únicamente en lenguaje.
“El ideal anarquista se halla completamente en armonía con las tendencias de la sociedad capitalista” J. Plejánov.
Todo problema (político, social, económico, familiar) se solucionará según Kropotkin y el resto de anarco-comunistas, gracias al contrato libre, por el “libre acuerdo”. Qué manera más sencilla de eludir el dar respuesta a todas las preguntas de su ideal abstracto.
La famosa tendencia anarquista no nos dice nada sobre como la libertad ilimitada del individuo podrá compaginarse con las necesidades económicas de la sociedad comunista, su apelación a ésta no es más que una simple frase.
“Kropotkin nos revela aquí, de un modo admirablemente claro, el origen y la naturaleza de su ideal. Este ideal, como el de Bakunin, es verdaderamente “doble”; en efecto, ha nacido como consecuencia de las relaciones entre el radicalismo burgués […], con el comunismo, […] Las dos naturalezas del ideal anarquista son tan difíciles de concebir […], pero una de estas dos naturalezas acaba, evidentemente, por vencer a la otra. Los anarquistas quieren empezar por la realización inmediata […]la destrucción del Estado. Su punto de partida es siempre la libertad ilimitada del individuo, […]; el comunismo después. Pero para tranquilizarnos a propósito del destino probable de esta segunda naturaleza de su ideal, los anarquistas entonan sin cesar elogios a la prudencia, la bondad y la previsión del hombre “futuro”; éste será tan perfecto que sabrá, sin duda, organizar la producción comunista …” J. Plejánov.
Táctica anarquista frente a los socialdemócratas
Los anarquistas son utopistas. Su punto de vista no tiene nada de común con el socialismo científico. Son abstractos por excelencia, utopistas decadentes, atados de una anemia intelectual incurable. No hacen más que retrasar el desarrollo del movimiento obrero. Su pseudo- táctica es lo que perjudica particularmente al proletariado.
Bakunin planteaba que la clase obrera debe renunciar a toda acción política y concentrar sus fuerzas en el terreno de la lucha puramente económica (economicismo). Y para compensar su falta de revolución al igual que Kropotkin predicó la revuelta. Sin embargo, una mala noticia para los anarquistas, es que la clase obrera, a medida que toma conciencia de clase, se va inclinando cada vez más hacia la acción política, dejando de lado las revueltas que la caracterizaron en sus inicios (en su infancia). Ante esto, los anarquistas se vieron obligados a reemplazar las revueltas por la acción individual.
Cada vez que el proletariado hace un esfuerzo para conseguir un mejoramiento de su situación económica, los anarquistas intentan contener el movimiento y tratan de demostrar que es inútil. Después de que el proletariado no les hace caso, los mismos anarquistas reaparecen provistos de bombas y dan al gobierno el pretexto deseado y buscado para lanzarse contra la clase obrera. “Para los obreros, los anarquistas son los enemigos más peligrosos de su causa”.
Plejánov señala que el miedo al parlamentarismo lleva a los anarquistas a la apología del robo, en nombre de la causa cometen los crímenes más vulgares y bajos, ya no se podría distinguir entre un bandido y un anarquista. Visualiza su moral como la de los razonables que aprecian toda acción humana desde el punto de vista abstracto de los derechos ilimitados del individuo y que, en nombre de estos derechos, declaran no culpables las violencias más atroces.
“En una palabra: En nombre de la revolución, los anarquistas sirven la causa de la reacción; en nombre de la moral, aprueban los actos más inmorales; en nombre de la libertad individual, atropellan todos los derechos de sus semejantes” J. Plejánov.
Plejánov señala que la burguesía no sabe cómo defenderse contra los anarquistas, puesto que en el terreno de la teoría es absolutamente impotente ante estos, pues no solo no dispone de ningún arma teórica para combatirlos, sino que ve como su juventud se deja seducir por su doctrina. Culpa a todo anarquista de no ser más que un burgués en búsqueda de emociones nuevas.
“En esta sociedad harta y podrida hasta la médula, en que todas las creencias han muerto desde hace mucho tiempo, en que todas las opiniones sinceras parecen ridículas, en este mundo dominado por el hastío, en que, después de haber gozado de todos los placeres, no se sabe ya qué fantasía, a qué exceso pedir sensaciones nuevas, hay gentes que escuchan con benevolencia los cantos de la sirena anarquista”.
Así Plejánov asegura que como socialdemócratas (socialistas científicos en ese momento) no debían asustarse de la propaganda anarquista. “Hijo de la burguesía, el anarquismo no tendrá nunca una influencia seria sobre el proletariado”. Y se adelanta al decir que si llegase haber un obrero en sus filas no habrá sido más que un simple error, del que pronto se percatará y si realmente desea luchar por la causa obrera, irá con los socialdemócratas. “No tardarán en ver claro y entonces vendrán hacia nosotros”.
Plejánov termina por concluir que mientras el socialismo científico se difundirá en los obreros cada día más, el anarquismo se transformará “en una especie de deporte burgués destinado a procurar sensaciones fuertes a ‘individuos’ que han gozado excesivamente de los placeres mundanos”. Para él, el anarquista no podrá ser otro que el mismo burgués.
¿Atacar o explicar?
A este punto, se ha visto como Plejánov explica de manera concisa y brillante la visión utópica y como ésta es inherente a la doctrina anarquista, pasando por sus padre y epígonos más “destacables”. Esto es un mérito que no se le puede negar de forma alguna a Plejánov. Al igual que señalar como su táctica beneficia a la reacción y perjudica la causa obrera.
Sin embargo, en el momento de explicar su moral y sacar conclusiones, se nota en Plejánov cierto recelo a la violencia en nombre de la lucha, culpa primeramente a los anarquistas de emplear la violencia en actos individuales, pero posteriormente parece mostrarse aterrado de las argumentadas violencias “más atroces, las arbitrariedades más irritantes” por parte de éstos. Pareciendo más un temor al empleo de la violencia para lograr la emancipación del obrero que a la táctica aplicada específicamente, sea actos individuales o revolución de masas.
Como marxistas no tememos a la violencia, y nuestra crítica al anarquismo no será en modo alguno la violencia misma, denominada por Marx “comadrona de la historia”, sino quién y con qué propósitos la emplean. Si es la burguesía con propósitos reaccionarios nos opondremos infinitamente, si son los anarquistas con propósito de actos individuales tendremos la misma respuesta. Pero si es la clase obrera, si son las masas con el propósito de su emancipación y su defensa contra la reacción, la deberemos apoyar hasta sus últimas consecuencias.
Tiempo después Plejánov mostraría su incapacidad de comprender el proceso revolucionario, al oponerse firmemente a la revolución de octubre y al partido Bolchevique. Además de apoyar un gobierno de coalición entre la burguesía liberal, los socialdemócratas y mencheviques.
Por otra parte, su conclusión es que todo anarquista sería no más que un burgués en búsqueda de aventuras nuevas. Pero, hoy en día, gran parte de seguidores del anarquismo no son burgueses, sino jóvenes, muchos de ellos, hijos de la clase obrera, futuros obreros. Estudiantes, trabajadores jóvenes, desempleados, etc., son los que portan la A del anarquismo en un intento de terminar con el sistema capitalista. Los jóvenes somos revolucionarios, de eso no hay duda, y buscamos como terminar con el sistema que nos reprime. Y es, el anarquismo la opción más sencilla que se encuentra, puesto que no es necesario de una organización ni teoría, sino, solo desear el fin del sistema con acciones individuales, que la derecha denomina “vandalismo”.
¿Cómo marxistas deberíamos atacarlos, llamarlos hijos de la burguesía, ignorantes de economía política, utopistas, idealistas, servidores de la reacción? O ¿deberíamos saber emplear la fórmula de Lenin y explicar pacientemente a estos jóvenes, hijos de la clase obrera, que luchar contra el capitalismo va más allá de abolir el estado y la autoridad?
Plejánov se contenta con señalar a los anarquistas de utopistas e ignorantes de economía política. Ignoraba él, que los anarquistas que se encuentran en pie de lucha no son los mismos teóricos del anarquismo de escritorio y pluma. La teoría anarquista es errónea, incompleta, totalmente abstracta, de eso no hay duda. Pero los jóvenes que están afuera, luchando contra el sistema no siguen en lo mínimo esta teoría, la gran mayoría la desconocen. La juventud desea luchar y nosotros debemos saber acercarnos a ella, explicar pacientemente el marxismo, el materialismo, la dialéctica, la lucha de clases, el socialismo.
Los jóvenes en el anarquismo están en la primaria de la lucha de clases, poseen un sentimentalismo por la libertad. Nuestro deber será librarlos de ese sentimentalismo y dotarlos con concia de clase, de ella, naturalmente, abandonarán el anarquismo en pro del marxismo.
Para mis tíos Eugenio y Víctor, que me enseñaron a jugar.
El materialismo dialéctico es una filosofía revolucionaria que afirma que toda la realidad, en sus infinitos niveles, se encuentra en constante cambio, desarrollo y movimiento. Es una filosofía general del movimiento de la realidad en su conjunto: la naturaleza, la sociedad y el pensamiento. Cada nivel de la realidad contiene sus propias leyes de movimiento específicas, pero que en condiciones determinadas pueden transformarse, en otro tipo de fenómeno. Sostiene que el movimiento se da a través de la tensión de fuerzas opuestas y a través de etapas sucesivas y progresivas. La realidad es siempre concreta o es una síntesis específica de múltiples determinaciones.
En el ajedrez la dialéctica se expresa a su manera, sólo hay que saber mirar. “El cambio es el alma del ajedrez”[1], decía el ajedrecista alemán Kieninger. Interesantes procesos dialécticos los podemos encontrar en las 64 casillas de un tablero de ajedrez y por esto en “el juego ciencia” se pueden encontrar de forma peculiar ejemplos de comportamiento dialéctico. De hecho, el ajedrez está cruzado por todas las leyes de la dialéctica, incluso la unidad entre lo finito e infinito. Trataremos de demostrar esto.
¿Qué puede aportar el pensamiento dialéctico al ajedrez? Por supuesto que se puede ser un gran maestro de ajedrez sin conocer nada del materialismo dialéctico, de la misma forma que se puede ser un gran médico sin ser marxista. Pero nos parece que, en la filosofía dialéctica, mejor que en cualquier otra filosofía, se pueden integrar de forma armónica y coherente la teoría y los conocimientos del “juego ciencia”. Aunque no se sepa nada de dialéctica, un buen jugador sabrá reconocer que en el juego hay lucha de opuestos, tensiones, saltos bruscos y otros fenómenos interesantes que son propios de la dialéctica. Es posible que al jugador le resulte más significativos al considerarlos filosóficamente y llamen su atención sobre la vigencia del pensamiento marxista. Y para quien no ha aprendido a jugar ajedrez, tal vez este artículo sirva tanto para interesarle en el juego como en la filosofía revolucionaria.
El ajedrez como espejo de la historia y producto social
“Si para Boris Spassky el ajedrez es como la vida y para Victor Korchnoi el ajedrez es mi vida, para Bobby Fischer el ajedrez es la vida”[2]. Nosotros, como Spassky, creemos que el ajedrez es como la vida, en el sentido de que es un espejo de la historia. Es una ventana a la guerra en el mundo antiguo. En este sentido, es la plasmación idealizada de los choques más violentos de la humanidad. ¿Es necesario explicar su relación con la lucha de contrarios?
El origen más remoto del juego del que se puede estar seguro está en el “Chaturanga” de la antigua India, un juego de mesa cuyas primeras referencias datan del siglo III antes de nuestra era. En sánscrito –una de las lenguas más antiguas de la rama indoeuropea– significa “cuatro fuerzas”, de hecho “chatur” está emparentada con nuestra palabra “cuatro”. Tal vez el nombre estaba relacionado con el hecho de que era un juego que podía jugarse por cuatro personas a la vez (también podía jugarse entre dos). Es más probable que hacía referencia a los componentes básicos de los ejércitos en el lejano oriente: la infantería (los peones), los caballos, los carros de guerra (lo que ahora son las torres) y los elefantes (los alfiles). De hecho, el Mahabharata del siglo III a.C. llama Chaturanga a una formación de batalla, lo que refuerza esta segunda interpretación.
El Chaturanga podía jugarse con dados. Posiblemente estaba en el punto de transición de dejar de ser en parte un juego de azar para convertirse puramente en un juego de estrategia, donde lo único que cuenta es la inteligencia de los oponentes, característica esencial del ajedrez y de los juegos pertenecientes a esta familia. Los peones –de la palabra latina que significa pie y guarda relación con peatón– nunca retroceden, son la pieza de menor valor, pero son, al mismo tiempo, el alma del juego, como los buenos soldados lo son de un ejército. Son la representación del pueblo raso e históricamente son las piezas del juego que se han representado de forma más genérica y menos estilizada, de hecho ni siquiera son consideradas “piezas”. En el ajedrez las “piezas mayores” son la dama y la torre y las “piezas menores” el alfil y el caballo. Los prejuicios clasistas se expresan incluso en este juego. Los caballos son las únicas piezas capaces de saltar sobre el enemigo y son excelentes para maniobrar y frenar el avance de los peones, su movimiento excéntrico representa la caballería antigua. Los carros de guerra de la antigüedad no tenían ángulo de giro, era difícil desviarlos de la línea recta y por ello nuestras torres actuales avanzan en vertical y horizontal. Los elefantes cruzaban las líneas enemigas causando estragos y quizá como expresión de la destrucción en las líneas enemigas los alfiles podían originalmente saltar; de este cruce de las líneas enemigas sólo queda en los alfiles modernos el hecho de que corren en diagonal. “Fil”, en árabe, como “pil” en persa, significan elefante, con el artículo árabe “al” tenemos “alfil”, que literalmente significa “el elefante”. Originalmente la dama era el visir o consejero del rey y movía por pocas casillas, pues era una especie de guardaespaldas del rey. Evidentemente no existía una figura femenina en el chaturanga –no es de sorprender, debido a la marginación de las mujeres sobre todo en la guerra– y se cree que la dama fue introducida durante la Edad Media, en Europa, como un homenaje a “nuestra señora” o Virgen María pero alcanzó su movimiento a larga distancia en el Renacimiento, como representación de las poderosas reinas del despotismo ilustrado, como Isabel la Católica. Durante la Edad Media, los elefantes fueron sustituidos por obispos debido al peso de la iglesia católica (en inglés, alfil se dice “bishop”) y los carros de guerra fueron sustituidos por la representación de las torres medievales que determinaban los límites de los castillos, como también lo hacen en el juego. De la antigua India, el Chaturanga viajó a Persia, donde al juego se le llamo “shatrang”, palabra relacionada con el “sha” o emperador persa. De hecho, nuestra palabra “jaque mate” significa “el rey ha muerto” y está relacionada con la palabra “jeque” (anciano). No olvidemos que los reyes y jefaturas surgieron a partir de la democracia tribal, donde los ancianos tenían un peso muy importante.
De la India, el juego pasa al Imperio bizantino y a Persia, donde lo toman los árabes después de la caída del impero sasánida. Desde el siglo VII, los sabios musulmanes del ajedrez comenzaron a publicar interesantísimos problemas de ajedrez llamados “mansubat”; composiciones, sobre todo de mate forzoso, que aún sorprenden por su ingenio. Al publicar estos estudios y discutirlos, los árabes dieron un impulso de gigante al juego que se adelanta al impulso que se dará en occidente a través del Renacimiento y la imprenta. Como se sabe, los persas musulmanes llevaron el juego al norte de África y a España, especialmente Córdoba, durante el siglo X y de aquí al resto del mundo occidental. Los árabes solían agregar artículos a las palabras, llamando “ash-shatrang” al juego, palabra que fue transformada en castellano antiguo como “acedrex”. Debido a la peculiaridad de la evolución fonética del idioma la “x” final, que sonaba como “sh”, evolucionó en “j”, dando lugar a la palabra ajedrez.
El origen indio del ajedrez es el que ha generado más consenso entre los historiadores, pues el Chaturanga es el juego del que se puede rastrear de forma más documentada su evolución y relación con el ajedrez moderno. Parece ser que para la casta guerrera en la antigua india – los chatrias– el Chaturanga formaba parte de la estrategia de la guerra y representaba la lucha entre titanes y dioses, asuras y devas. El ajedrez habría tenido un profundo sentido dialéctico desde su surgimiento y en relación con la filosofía explícitamente dialéctica de las antiguas civilizaciones. Y, sin embargo, hay candidatos de su origen prácticamente en los extremos y los puntos intermedios más importantes de la ruta de la seda: desde Egipto hasta China – en Grecia, Roma, Mesopotamia y Persia– y con una antigüedad mucho mayor que el Chaturanga. La ruta de la seda, o las especias, fue fundamental, como vemos, para la formación y difusión del juego. Como sabemos, esta ruta no sólo fue importante en el desarrollo del ajedrez; también lo fue para el comercio y el intercambio cultural, en la formación de las lenguas indoeuropeas, la difusión del caballo y el propio desarrollo e historia del viejo mundo.
Hay pinturas en el antiguo Egipto, de más de tres mil años de antigüedad, donde se ve al faraón Ramsés o a otros personajes reales jugando un juego de mesa parecido al ajedrez. El propio Platón escribió en el Fedro: “Me contaron que cerca de Naucratís, en Egipto, hubo un Dios, uno de los más antiguos del país, el mismo al que está consagrado el pájaro que los egipcios llaman Ibis. Este Dios se llamaba Teut (Thot). Se dice que inventó los números, el cálculo, la geometría, la astronomía, así como los juegos del ajedrez y de los dados, y, en fin, la escritura”. En el original Platón no dice “ajedrez” pues la palabra no existía, dice “petteia” –que se puede traducir como guijarro, juego que también aparece en las obras de Polibio y Sófocles– y parece que era un juego más paracido a las damas chinas que al ajedrez, pero no se puede descartar a priori alguna relación “genética”. También se han encontrado juegos de mesa con tableros cuadriculados en la antigua Mesopotamia, con más de 3 mil años de antigüedad. También existe una leyenda según la cual fue el gran inventor griego Palamedes quien, para entretener a los soldados durante el sitio de Troya, habría creado algo parecido al ajedrez.
Por si fuera poco, también existe la versión de que el ajedrez fue inventado en China. El primer gran maestro chino, Liu Wenche, en su libro “La escuela china de ajedrez”, sostuvo: “En el siglo XX a.C. se creó un juego de astrología y fisonomía, con una función adivinatoria (fábulas de los cuerpos celestes de Shen Nongshi). Esto reflejaba el desarrollo de conocimientos religiosos y científicos, y la combinación de técnicas y brujería. […] La Historia de la dinastía occidental Jin, recopilada en la época de los Estados Guerreros, registra la fábula en la que ‘Yao enseña el danzhu‘, e informa de que el primitivo go fue inventado en torno al siglo XXV a.C. El tablero tenía 8×8 casillas. […] El Liu Bo y el Sai Xi son los antecedentes más antiguos del ajedrez documentados en los anales históricos chinos. En el transcurso de su desarrollo, las piezas negras y blancas fueron reemplazadas por los diseños del tigre y el dragón. Esto es un reflejo de la adoración totémica por el dragón y el tigre en la sociedad antigua. El uso de estos diseños introduce el fundamento para el modelo tridimensional de las piezas de ajedrez en tiempos posteriores. El desarrollo del Liu Bo se bifurcó más tarde en dos direcciones. Una línea de desarrollo dio origen a un juego de azar. La otra dio lugar al Xiang Qi, que absorbió la quintaesencia del juego de astrología y fisonomía, así como el ajedrez primitivo y otros juegos populares.”
Este punto de vista era apoyado por algunos historiadores soviéticos del ajedrez: “En enero de 1984, la revista Shajmaty URSS publicó un artículo titulado El origen del ajedrez, por el Dr. Chelevcour, un investigador del Instituto del Lejano Oriente, de la Academia Soviética de las Ciencias. En dicho artículo el autor afirmaba: No es coincidencia que las piezas del ajedrez se dividan en negras y blancas y que se sitúen en un tablero de 64 casillas. Parece que las formas del ajedrez provienen de antiguos símbolos chinos del Libro de los cambios, en el siglo IV a.C. Como vemos, a diferencia de la teoría principal, esta hipótesis considera inverso el recorrido expansivo del ajedrez, es decir, que desde la China se habría expandido a la India y luego a Persia. Liu Wenche concluye su exposición afirmando que el go, el Xiang Qi y el ajedrez proceden del juego-en-blanco-y-negro que existía hace 5.000 años, y que todos ellos son otras tantas manifestaciones del pensamiento filosófico reflejado en el Libro de los Cambios. Por último, que el proceso de transformaciones en el go y el ajedrez duró, en consecuencia, miles de años y que esos cambios siguieron distintas direcciones en dichos juegos”[3].
Pero quizás más interesante es la simbología dialéctica con la que explícitamente habría sido desarrollado el juego: “Blancas y negras representan dos tipos de fuerzas universales: la luz, factores activos y hermosos, por un lado; y la oscuridad, factores negativos y malvados, por otro (yin y yang). Según el Libro de los Cambios, el número 64 sintetiza todas las situaciones objetivas. En los 64 hexagramas todo tiene su símbolo: un diagrama que está compuesto por seis líneas compactas o rotas (yao), muchas de las cuales incluyen la idea de interconexión y apoyo mutuo”[4].
Sea como fuere, no cabe duda de que la interconexión económica y cultural que corría por las venas de la “ruta de la seda y las especias” fue un factor clave en el surgimiento de una familia de juegos, ya fuera que éstos surgieran inicialmente de forma independiente sin ninguna relación entre sí, o que esten realmente emparentados, pero sin que sepamos plenamente en qué dirección geográfica se dio esa influencia. Por ello, tal vez sea incorrecto pensar que alguien inventó el ajedrez en un momento puntual en el tiempo. Éste surgió como parte de un largo proceso de fusión intercultural, como un producto social. No hace falta mucha imagnación para visualizar a los comerciantes llevando y trayendo entre sus cargamentos extraños y misteriosos juegos de mesa, que se modificaban y se influían mutuamente según el tiempo y lugar. Así, por ejemplo, las piezas más antiguas que se conservan pertenecen a un ajedrez vikingo de los años 1150-1200, hecho de colmillos de morsa –los vikingos no sólo eran temibles guerreros sino al mismo tiempo comerciantes–. Una fiel representación de este ajedrez vikingo aparece en la película “Harry Potter y la piedra filosofal”.
Hasta el siglo X, la evolución del ajedrez aún era muy confusa, se jugaba de unas seis maneras distintas y en tableros de 4 a 12 casillas por fila y entre dos o cuatro personas. Pero por estas fechas se introdujo el patrón de cuadros en claro/oscuro que conocemos en la actualidad. Recordemos que el Chaturanga se jugaba sobre cuadros monocromáticos (aunque si es verdad la teoría de Liu Wenche habrían existido tableros en blanco y negro muchos siglos antes en China). Vemos que la evolución del juego no fue un asunto lineal, ni de una sola rama.
El ajedrez es un juego de mesa con reglas convencionales. Pero una vez que surgió –hace más de mil años– el juego, sus reglas y sus leyes adquirieron una dinámica propia que escapa a lo que llamamos convencional, si por esto entendemos el establecimiento arbitrario y acordado de reglas superficiales. Una vez que surgió el ajedrez, evolucionó y adquirió su propia lógica interna. Lo mismo sucedió –aunque obviamente con mayor complejidad– con el lenguaje humano y las matemáticas, que evolucionaron con leyes propias que escapan al control consciente de los seres humanos que las abstraemos y utilizamos. Es verdad que los seres humanos hemos puesto las reglas del juego, pero estas reglas y leyes son producto de la evolución del ajedrez. Así, por ejemplo, fue durante el Renacimiento y la Ilustración que las piezas adquirieron los movimientos definitivos que conocemos en la actualidad, pero esto se dio como una necesidad interna que pedía mayor dinámica. En esa época el ajedrez comenzó a jugarse entre sectores más amplios de la sociedad.
Durante miles de años había sido un juego de reyes –todavía se le llama “el juego de los reyes y el rey de los juegos”–, los cuales podían darse el lujo de jugar por horas un juego de mesa lento, en el cual los alfiles y lo que será la dama se movían pocas casillas. La relativa masificación del ajedrez exigía un dinamismo mayor. Así, durante el siglo XV, surgieron movimientos como las dos casillas iniciales del peón, el consiguiente “peón al paso” y el enroque –palabra que viene del persa “rukh” que significa “carro de guerra”, en referencia al movimiento de la torre que implica el enroque, pieza que originalmente representaba al carro de guerra–.“La razón de haber introducido el enroque era alejar al rey del centro, a fin de acelerar el juego, puesto que mientras el rey siguiese en el centro su seguridad requería mucha atención. En consecuencia, la apertura de líneas centrales tenía que postergarse hasta que el rey fuese conducido a un área más tranquila”[5]. Pero las reglas del enroque y la forma en que lo conocemos no surgieron sino hasta en plena ilustración. También surgieron los movimientos a larga distancia de reina y alfiles que adquirieron tanto poder que al juego se le conocía como “el ajedrez de la dama” para diferenciarlo de otras versiones. El Chaturanga y el ajedrez -más o menos como lo conocemos- se jugaban al mismo tiempo.
Si la versión más difundida del ajedrez es la versión europea, se debe no sólo al dinamismo del ajedrez moderno frente al relativamente lento Chaturanga sino a que serán los europeos los que impongan el dominio del capitalismo a nivel global y con éste la versión occidental del juego. El ajedrez y sus “parientes” (como el shogi japonés, el Xiang Qi chino o el makruk tailandés) son producto de una historia milenaria con una dinámica propia que se eleva, por así decirlo, al control directo de los jugadores individuales; es un producto social. El ajedrez es un simple juego de mesa, pero es mucho más que eso. Al ser un juego tan complicado e inagotable, en él surgen patrones y líneas que no se agotan u otras que se van descubriendo. El ser humano creó el ajedrez, pero éste escapó a su creador. No es un asunto místico, sino el salto cualitativo de un fenómeno que surge y adquiere su propia dinámica.
Dialéctica de lo finito y lo infinito
Vimos que no es posible establecer quién inventó realmente el ajedrez y que lo más seguro es que no fuera invención de un personaje en particular sino el resultado de la confluencia y evolución histórica de una serie de juegos similares. Aun así, conocida es la leyenda del Brahmán llamado Sissa -historia contenida en el libro de Al-Masudi del año 934-, que ya sea para entretener a un poderoso rey indio o para consolarlo por la muerte de su querido hijo, inventó el ajedrez. En recompensa el rey ofreció a Sissa que le concedería cualquier cosa que le pidiera. Se dice que el Brahmán hizo una petición aparentemente muy modesta: “Quiero un grano de trigo en la primera casilla del juego, y 2 en la segunda, y 4 en la tercera y así sucesivamente hasta la casilla 64…”. El rey se quedó sorprendido y después de un tiempo preguntó a sus consejeros si habían entregado el modesto regalo a Sissa, pero le respondieron: “Su majestad, no hay en el reino cantidad suficiente de trigo para pagar la deuda con el sabio Sissa”. La cantidad equivale a 18 446 744 073 709 551 615 (18,4 trillones) de granos de trigo. Era el quivalente a acumular todas las cosechas de trigo de todo el mundo por un lapso de 2 mil años. Para darnos una idea de lo que significa esta cantidad, Leontxo García, en su libro Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas, señala: “¿Cuántos barcos de 100.000 toneladas falta para transportar todo ese trigo? Pues nada menos que 3.689.348 barcos. ¿Y cuánto espacio ocuparían esos cargueros en el mar si los pusiéramos en fila, uno detrás de otro? Darían 17 vueltas al planeta. Aunque nos dedicaramos sin parar a contar grano por grano, a razón de uno por segundo, esa inmensa cantidad de trigo sólo contaríamos un metro cúbico a los seis meses, unos veinte metros cúbicos a los diez años y una parte insignificante durante lo que le quedase de vida. Algunos autores dicen que esa cantidad habría bastado para cubrir Gran Bretaña con una capa de 11,67 metros”[6].
Los 18 trillones son una cantidad asombrosa pero finita. El ajedrez contiene al infinito –al menos en términos de la vida del ser humano– y por ello es un juego inagotable. “Justo después de que los dos jugadores de ajedrez ejecuten su primer movimiento, se abren muchas posibilidades de juego. Concretamente, existen 400 posiciones posibles en el tablero. Después del segundo turno, hay 197.742 partidas posibles. Y después de tres movimientos, hay 121 millones. Para ponerlo en perspectiva, solo hay 1015 cabellos en total en todas las cabezas del mundo, 1023 granos de arena en el planeta Tierra y unos 1081 átomos en el universo”.[7] ¿Cuántas partidas diferentes se pueden jugar? El conocido matemático Claude Shannon hizo un cálculo del número total de partidas posibles, que formarían el árbol completo del juego del Ajedrez. Obtuvo la cifra de 10120, es decir, 1.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000.000. Un 1 seguido de 120 ceros, partidas de ajedrez distintas. Actualmente se estima que este número es “algo” mayor: 10 a la 123.
No omitimos señalar que como marxistas consideramos que el universo es realmente infinito y no existe un número limitado –por más grande que sea– de átomos en el universo. Pero aún siendo realmente finitas el número de partidas que se pueden jugar en un tablero de ajedrez, un 1 seguido de 120 ceros es para fines prácticos y humanos una cantidad infinita. Kasparov afirmó: “Se han jugado millones de partidas, escrito miles de obras y analizado diferentes aspectos del juego, pero hasta ahora no existe fórmula universal del ajedrez ni método que garantice el triunfo, no hay criterios matemáticos rigurosos de valoración, ni siquiera de una jugada, ya sin hablar de posiciones”[8]. Así, en las finitas 64 casillas de un tablero caben virtualmente infinitas posibilidades y por ello esas potencialidades se seguirán desarrollando y profundizando mientras exista humanidad para jugar.
Ajedrez e intelecto
“Los problemas de ajedrez recuerdan los ejercicios de matemáticas y el juego en sí mismo es como una sinfonía de melodías matemáticas” (G. Hardy, matemático y filósofo)
Decía Goethe que “el ajedrez es la piedra de toque del intelecto”[9]. El ajedrez involucra toda una serie de facultades intelectuales que muchas veces aparecen como contradictorias u opuestas. En un momento determinado implica el análisis y cálculo de la posición, pero es también la síntesis de teoría y de experiencia coagulada en forma de patrones. Es abstracción de lo fundamental en la posición, pero sin dejar de tomar en cuenta lo concreto o específico de la misma. El frío cálculo de variantes aprendidas, pero a la vez la imaginación que implica aplicar los patrones de forma creativa, es decir, la chispa de encontrar otros patrones o continuaciones desconocidas –algo que sólo los grandes jugadores pueden lograr–. Se requiere la lógica formal para elaborar juicios sobre la posición, del tipo: si mi caballo va a E5, entonces ocupará una casilla central, por ejemplo. Pero la lógica formal no es suficiente, porque existen modificaciones fundamentales en la posición que implican la necesidad de “cambiar de chip”, cambiar de planes o de tipo de dinámica de forma radical. Si cambia la naturaleza de la posición deben cambiar los planes y los juicios previos. Entonces la lógica formal queda subsumida en un pensamiento más complejo, el pensamiento dialéctico.
En la apertura domina la memorización de jugadas en función de la que hayamos elegido. En el medio juego comienza una mayor creatividad y la memorización suele jugar un papel menor. En el final domina la técnica sobre la memorización o la imaginación. Pareciera que en cada fase del juego suele imperar un aspecto del intelecto. Aunque, por supuesto, no de forma exclusiva. El ajedrez, como se ha dicho, es “deporte, arte y ciencia”. Ciencia porque implica el conocimiento de leyes y su relatividad, el reconocimiento de patrones, estructuras y teorías que yacen debajo de la superficie, la formulación de hipótesis y expresión del pensamiento racional. Arte porque entran en juego la imaginación y creatividad; sin duda existe belleza en un sacrificio brillante, o en uno de los cientos de problemas de ajedrez compuestos, por ejemplo, por Richard Reti. Puede que sea una forma menor de arte, pero muy bella para quien sabe apreciarla. Un gran maestro comentó sobre el gran juego de Alekhine: “Yo también puedo jugar las mismas combinaciones, pero sólo Alekhine puede conseguir las posiciones en que tales combinaciones son posibles”[10]. Esto implica creatividad. Uno de las mas bellas composiciones de Reti es la demostración de que en el tablero el camino más corto no es la línea recta, en palabras de Karpov “para el rey, la suma de los lados del triángulo rectángulo recorrido… ¡es igual a su hipotenusa! Este teorema matemático sólo se aplica a un tablero…”[11]. Es una de las paradojas más famosas del ajedrez y también la demostración de que el pensamiento lineal y formal no siempre es el correcto para encontrar las respuestas. En este video vemos el famoso problema de Reti:
Trotsky –quien era un ocasional jugador de ajedrez– hizo una interesante reflexión sobre el genio y el juego. “El verdadero genio en un campo presupone el fundamento de un cierto equilibrio de poderes espirituales. De no ser así, estaríamos en presencia de una persona dotada de talento, pero no de genio. Pero los poderes espirituales se distinguen por su plasticidad, persistencia y agilidad. La “genialidad” mostrada por los maestros de ajedrez es muy estrecha en su alcance y va de la mano con la estrechez o limitaciones en otros campos. Un genio de la matemática, como un genio de la música, ya no puede ser una persona de dimensiones estrechas en otras esferas. Parece lógico que eso se refiera en no menor medida a poetas de genio. Es necesario recordar que Goethe tenía poderes suficientes para convertirse en un gran experimentalista en el campo de las ciencias naturales. Una fuerza puede transformarse en otra, al igual que todas las fuerzas de la naturaleza”[12]. Estas palabras sobre la estrechez de miras nos recuerdan al genio de Bobby Fischer, quien lo era en ajedrez, pero también un impedido en casi todo lo demás.
Unidad y lucha de contrarios
Para el pensamiento dialéctico el desarrollo se da a través de la tensión de fuerzas opuestas. El ajedrez es una lucha de opuestos. El choque de dos planes que se enfrentan y modifican entre sí. El campo de batalla, las características, las debilidades y los puntos fuertes se crean y recrean durante el choque. Cada avance de peones puede ganar espacio, pero, al mismo tiempo, genera debilidades. Las blancas tienen el privilegio de la iniciativa, pero esto puede cambiar en cualquier momento. Y los buenos jugadores no sólo crean planes conforme se desarrolla la partida, también juegan, por así decirlo, dos veces al mismo tiempo: no sólo consideran sus propios planes sino también los del contrincante, hacen lo que los ajedrecistas conocen como “profilaxis” que consiste en considerar las amenazas y planes del enemigo. El gran jugador soviético Tigrán Petrosián era experto en frustrar los planes del enemigo incluso antes de que se materializaran, parecía que su único plan era evitar el plan del contrincante. Entonces, cuando dos maestros o grandes maestros se enfrentan en el tablero sucede que cada jugador juega dos planes en su mente. En resumidas cuentas, un buen plan debe concebirse como una unidad dinámica de opuestos.
El choque genera tensiones en el tablero, como cuando dos peones se atacan mutuamente, alguna pieza queda clavada o hay jaques a la descubierta latentes. Los maestros suelen mantener esas tensiones sin resolverlas prematuramente para que cuando “revienten” la posición sea favorable; muchas veces “la amenaza es mucho más poderosa que su ejecución”[13] –decía Tartakower– porque la amenaza suele paralizar al enemigo, o porque antes de ejecutar la amenaza hace falta “exprimir” la posición para sacar toda la ventaja que sea posible. Un jugador que prefiera la táctica o la dinámica procurará generar desequilibrios en el tablero, pues mientras más simétrica sea la posición es más probable que se trate de un juego “tranquilo”, más posicional. Los desequilibrios generan mayores tensiones y una partida más aguda. Pero una posición favorable puede convertirse en su contrario en cualquier momento, una amenaza táctica puede revertirse, por ejemplo, con una “jugada intermedia” del enemigo y el atacante se convierte de repente en víctima. David Bronstein afirmó: “Eso sí que es, probablemente, un misterio: discernir desde la distancia algo en la posición que pueda usarse para transformarla radicalmente mediante una sola jugada”[14]. El ajedrez está lleno de saltos de cualidad y cambios bruscos y repentinos, las pequeñas ventajas se acumulan hasta que explotan en combinaciones sorprendentes.
La pareja de alfiles –cuando uno de los jugadores pierde al menos un alfil y el otro bando conserva ambos– constituye una ventaja a largo plazo porque cada alfil por sí solo es “tuerto”: sólo controla las casillas de su color, pero juntas son como las Grayas mitológicas, que comparten su ojo para ser más poderosas, sobre todo conforme el juego avanza y se abren las diagonales. El jugador que tiene la pareja de alfiles tratará de potenciar el alfil que no tiene contrincante y se fortalecerá en las casillas del color que no puede controlar el alfil que ya no tiene el contrincante. Los alfiles son una poderosa unidad de contrarios, jamás se tocan, pues corren por colores opuestos, pero en conjunto tienen el potencial de controlar todas las casillas del tablero.
Las casillas por sí mismas son un factor estático –el campo de batalla siempre estará limitado a 64 casillas– pero cuyo valor cambia conforme transcurre la partida. Los peones –por su lenta movilidad y por el hecho de que nunca retroceden– son un factor relativamente estático que entra en contrapunto y tensión con las piezas pesadas y ligeras que son el factor dinámico. “Esta oposición entre peones y piezas –incluso la de un mismo bando– dimana esencialmente del hecho de que las primeras interceptan las líneas (columnas, diagonales, filas) que las segundas necesitan para activarse”[15].
Debido a la tensión que se genera –sobre todo en los formatos rápidos del ajedrez como blitz– y la concentración que implica el ajedrez de alto nivel, el juego ya es considerado un deporte por el Comité Olímpico Internacional desde el año 1999. “En estudios se ha demostrado que, por el esfuerzo mental, el trabajo del sistema cardiovascular y demás factores, un ajedrecista luego de un torneo importante o de larga duración puede disminuir entre 4 y 8 kilos en su peso”[16]. Las pulsaciones y la tensión arterial aumentan debido al choque de opuestos.
Saltos de cantidad y cualidad
Para la dialéctica, los rompimientos cualitativos se dan como resultado de los cambios cuantitativos, la cantidad se transforma en cualidad en un punto determinado. El ajedrez se desarrolla en fases, cada fase del juego tiene, por así decirlo, sus leyes generales que muchas veces son opuestas entre sí. A no ser que estemos frente a una miniatura –una partida que se decide en pocas jugadas– o que debido a un desastre en la apertura pasemos directamente a un final perdido, el juego suele desarrollarse a través de etapas: la apertura, el medio juego y el final. Mientras que, por ejemplo, suele ser muy mala idea que, en la apertura, saquemos al rey al campo de batalla, es lo que debe hacerse en un final; si sacar la dama en la apertura no es aconsejable, buscar su desarrollo en el medio juego puede ser oportuno. Y cada fase del juego está determinada principalmente por el número de piezas y su desarrollo, es decir que la cantidad determina la cualidad.
Hay principios generales para cada fase de la partida. En la apertura está el principio de priorización del desarrollo rápido de las piezas menores y el enroque rápido. En el medio juego está el principio estratégico de mejorar la peor pieza. Jonathan Rowson, en su libro “Los 7 pecados capitales del ajedrez” nos sugiere “hablar con nuestras piezas” para mejorar la posición de las mismas; ocupar las columnas abiertas o encontrar una buena casilla para nuestros caballos. En el final debemos activar nuestro rey, avanzar los peones pasados, ganar la oposición o buscar que el contrincante quede en zugzwang -situación donde las únicas jugadas posibles empeoran la posición-. Cada apertura y familias de apertura tienen sus planes típicos, su carácter y patrones frecuentes. Pero como en toda buena regla, existen innumerables excepciones. Por cosas como ésta el juego de ajedrez es tan complicado e interesante. Kasparov dijo que “hay que saber las reglas para saber cuándo romperlas”.
En ajedrez es importante la cantidad o el valor absoluto de las piezas que cada contrincante conserva. Se dice que el jugador que ha perdido una torre “perdió la calidad” porque la torre vale más que los alfiles o caballos. Este tipo de ventaja numérica es una ventaja estática, a largo plazo. Aunque ésta es importante y muchas veces se gana con calidad de más –o cantidad si tomamos como referencia el valor teórico de las piezas–, más importante puede ser la ventaja dinámica o “cualitativa”. Es decir, la coordinación de piezas es un factor más importante que el número y valor absoluto de piezas en el tablero. De poco sirve tener la calidad si las piezas que conservamos están “fuera de juego”: lejos del rey que hay que defender, sin poder desarrollarse o descoordinadas. En general, en el ajedrez, cuanta más la “cualidad” –entendida como coordinación de las piezas y su capacidad de actuar juntas– que la cantidad o el valor absoluto de las piezas existentes. El ajedrez es un juego de equipo entre las piezas. La cualidad supera la cantidad.
Un concepto muy interesante en ajedrez –que ha mencionado el maestro Fide Andrés Guerrero– es el de “evolución-revolución”. Las pequeñas ventajas se acumulan hasta que llega el momento de un salto decisivo de cualidad, un cambio dramático en la situación. Un ejemplo muy simple pero ilustrativo de este concepto se da en el “mate de Legal”: la ventaja de desarrollo frente al poco desarrollo del enemigo y su alfil indefenso se convierten de repente en una ventaja táctica decisiva, que implica el sacrificio de la dama y lleva directamente al mate:
Negación de la negación
Esta ley de la dialéctica nos dice que las sucesivas etapas de un proceso tienen un carácter progresivo, de complejidad creciente, pero que las nuevas etapas contienen a su manera a las etapas anteriores, aunque superadas. Algo así sucede en las distintas etapas del juego: En la apertura los principios generales nos dicen que debemos enrocar lo más pronto posible. Como sabemos, el enroque es una jugada especial de torre y rey que tiene un carácter defensivo. En el final es fundamental mover al rey nuevamente, pero para fines ofensivos. La pieza que inicialmente era la más vulnerable ahora es nuestra principal herramienta de ataque.
No es posible terminar una apertura sin movimientos de peones que permitan el desarrollo de alfiles o la dama, en el final los peones valen mucho más y el objetivo es promoverlos. En la apertura no conviene hacer demasiados movimientos de peones porque esto crea debilidades y permite un mejor desarrollo del oponente. En el final los peones pasados deben avanzarse.
En ajedrez no es posible “pasar” como en dominó o el juego de cartas, aunque sucede muchas veces que nos gustaría pasar el turno pues cualquier movimiento disponible empeoraría nuestra posición –se dice que estamos en zugzwang–. Pero en el final existe un sorprendente movimiento de rey que permite pasar el turno, conocido como triangulación. Consiste en mover el rey en forma de triángulo regresando exactamente a la posición original, pero con los turnos cambiados. Es la misma posición superada, negada gracias a la técnica.
Si en la apertura se trata, sobre todo, de desarrollar las piezas, en el medio juego se trata, sobre todo, de combinarlas, de procurar oportunidades tácticas, o si esto no es posible, de mejorar lentamente nuestra posición.
A pesar de que en los finales suele haber pocas piezas, se trata de una de las fases más complejas y técnicas que existen. Como hay pocas piezas, existe menos margen para el error. Paradójicamente, muchas veces sucede en ajedrez que al disminuir la cantidad aumenta la necesidad de técnica. Claro que esto no es absoluto, pues tanto existen finales muy simples de ganar como medios juegos terriblemente complicados.
Dialéctica del espacio y el contenido
Así como en la física el movimiento de un cuerpo se determina por sus coordenadas en el espacio y, al mismo tiempo (según la relatividad general de Einstein), las propiedades geométricas del espacio se determinan por la materia que la ocupa, en ajedrez el valor de las piezas y del espacio en el tablero se determinan recíprocamente. Las piezas de ajedrez tienen un valor absoluto (el peón vale 1, la dama vale 9), pero parte del valor relativo de cada pieza se determina por la casilla que ocupa. Así, por ejemplo, un caballo centralizado vale mucho más que un caballo situado en el borde del tablero, porque las casillas controladas en el primer caso por el caballo son 8, mientras que en una esquina sólo son 2. Esto quiere decir que parte del valor de una pieza está determinada por el espacio, pero dialécticamente también sucede lo contrario: el valor de una casilla está determinada por los peones; una casilla que no puede ser defendida por un peón es por definición una casilla débil y sucede que la casilla frente a un peón débil (un peón que no puede ser defendido por otro peón) también es una casilla débil. Un jugador experimentado debe tomar en cuenta esas debilidades.
Así como el espacio y el contenido se determinan recíprocamente, también sucede lo mismo con el tiempo y el espacio si entendemos al primero como desarrollo. “El centro es el lugar donde se inicia la acción. En ajedrez el centro es la cumbre de la apertura y el medio juego. A medida que las piezas se van cambiando, la importancia del centro disminuye. Cuando se alcanza el final y quedan pocas piezas, el centro pierde su importancia fundamental y pasa a ser un sector más del tablero”[17].
Dialéctica de estrategia y táctica
En ajedrez existe una relación dialéctica similar entre estrategia y táctica que la que existe entre lo abstracto y lo concreto. Con base en la práctica, la humanidad ha abstraído leyes generales en muchos niveles de la realidad, el conocimiento de estas leyes –por ejemplo, el conocimiento de las leyes del movimiento mecánico descubiertas por Newton– es fundamental para un físico, pero un ingeniero tendrá que tomar en cuenta todos los detalles concretos para que su obra tenga éxito; en este caso el conocimiento abstracto no es suficiente.
Entre estrategia y táctica sucede algo similar. Por lo general, si se observan los principios generales del ajedrez para cada fase de la partida se favorece la creación de oportunidades tácticas, es decir, combinaciones concretas donde es posible sacar algún tipo de ventaja. Karpov afirmó: “Hábiles acciones estratégicas permiten crear las premisas de una combinación. Por otra parte, es una idea táctica determinada la que remata una buena estrategia de combate, lo cual subraya una vez más la acción recíproca de estos dos elementos del juego”[18]. La estrategia es general y abstracta mientas que la táctica es más concreta. Se dice que la estrategia es un plan general a largo plazo mientras que la táctica es un microplan que lleva a una ventaja inmediata. Hay jugadores que se inclinan más por uno de estos dos polos, es decir, son más posicionales –buscan mejorar las piezas lentamente y ventajas a largo plazo– o aquellos que son más tácticos, buscando las combinaciones espectaculares y decisivas. Mijaíl Boltvinik fue principalmente un jugador posicional, mientras que Mijaíl Tahl fue un espectacular jugador táctico y de ataque. Pero estos grandes jugadores, por más que hayan tenido sus preferencias y estilos de juego, sabían jugar de ambas maneras –tanto estratégica como táctica– de acuerdo con la posición concreta que se les presentara en el tablero. El campeón del mundo Magnus Carlsen dijo: “tener preferencias es tener debilidades”, porque se debe jugar lo que pida la posición y no exclusivamente de acuerdo con nuestras inclinaciones personales.
De hecho, la estrategia y la táctica –aunque opuestas por su nivel de concreción– están dialécticamente unidas. Normalmente, una buena estrategia nos lleva a posiciones tácticas. Paul Morphy decía: “ayuda a tus piezas, que ellas te ayudarán”. Y al mismo tiempo, una buena táctica, cuando no lleva directamente al jaque mate, deriva en posiciones estratégicamente ganadas. La estrategia deviene en táctica y la táctica en estrategia.
“El juego combinatorio y el posicional no tienen que oponerse, sino más bien complementarse”[19]. Pero, aunque se compenetran y se convierten la una en la otra, táctica y estrategia son opuestas. Una oportunidad táctica, por ejemplo, puede violar principios estratégicos generales. Hay posiciones concretas que exigen el sacrificio de la dama, lo que viola el principio estratégico de cuidar la calidad. Pero la verdad es siempre concreta –primera ley de la dialéctica– y lo que importa y decide en última instancia es la posición concreta en el tablero, lo que importa es dar jaque mate. Normalmente, por ejemplo, tener un peón de más en el final suele decidir la partida. Pero hay situaciones especiales donde tener un peón de más en el final es horriblemente desafortunado. Es sabido que es imposible forzar un mate en un final de dos caballos contra un rey, pero si ese rey tiene un peón, y nuestro rey y caballos están cerca de un rey arrinconado, la cantidad se convierte en calidad, todo se convierte en su contrario: ahora sí que se puede dar mate incluso con un solo caballo. Ese peón de más del enemigo se convierte en un “peón traidor” que hace posible lo que en principio es imposible. Veamos los siguientes dos videos que lo ejemplifican:
En ajedrez, las jugadas aisladas no tienen sentido. Éstas forman parte de un plan estratégico o de una combinación. Una buena partida no es una suma mecánica de jugadas aisladas sino algo como una melodía a contrapunto. David Bronstein dijo: “¡Una sola jugada no transmite nada en absoluto! Una serie de jugadas, sí. Significa un plan. Es por lo que yo apoyo el ajedrez rápido. Cuando una persona juega de prisa, puedo ver de inmediato lo que piensa. Puedo ver cómo los oponentes intercambian con rapidez una serie de jugadas, a la manera de boxeadores que no asestan golpes aislados, sino que conectas series de golpes. En general, me parece extraño meditar cada jugada: las personas piensan por esquemas, no por jugadas individuales”[20].
La estrategia implica una serie de variantes que se mantienen como abanico abierto mientras se desarrolla el juego posicional, pero de repente aparecen las combinaciones tácticas y ese ancho mar de posibilidades se estrecha hasta quedar en pocas opciones e incluso jugadas forzadas que nos conducen a lo inevitable. La posibilidad estratégica se convierte en inevitabilidad táctica: “Esta es una de las paradojas asombrosas del ajedrez”[21], nos dice Kasparov.
Patrones debajo de la superficie
La táctica, aunque más concreta, es resultado de una serie de abstracciones que se plasman en patrones conocidos como “motivos tácticos”: ataque doble, clavada, enfilada, rayos X, jaque a la descubierta, jaque doble. La táctica en su máxima expresión resulta en patrones de mate que también son generalizaciones de la práctica: mate del pasillo, de la escalera, de Lucena, de la Cos, de Boden, etcétera. Decía Heráclito que a la verdad le gusta ocultarse. Si las leyes y patrones que yacen bajo la superficie de la realidad material fueran inmediatamente evidentes, la ciencia sería innecesaria. Lo mismo sucede, muchas veces, con los patrones y motivos tácticos. Estos con frecuencia se ocultan en la posición, no aparecen en su estado puro. Los motivos tácticos son depuraciones de gran cantidad de posiciones diferentes que comparten características comunes. Debido a estos patrones ocultos y planes latentes, el ajedrez es considerada una ciencia con sus leyes y dinámica propias. Así, por ejemplo, en el siguiente video de una trampa contra la apertura italiana se muestran multitud de figuras de mate que se ocultan en la posición:
Mucha gente piensa que el mejor jugador es el que calcula un gran número de jugadas por adelantado, pero en realidad los jugadores de élite sólo calculan cuando es necesario, en posiciones concretas y momentos decisivos. Aun aquí, los maestros no calculan todas las variantes posibles, sino que comienzan con las jugadas forzadas o poderosas (como jaques, capturas y amenazas) que obligan al enemigo a responder de cierta manera. Esto es así porque las variantes en cada posición son virtualmente infinitas y es imposible calcular sobre el infinito en ajedrez. Normalmente, los buenos ajedrecistas juegan a partir de patrones, de planes estratégicos, temas típicos, de motivos tácticos, de la teoría de las aperturas, etcétera. Pueden jugar rápidamente no porque piensen cada jugada, sino porque han introyectado, incluso en su intuición, gran cantidad de patrones y consideraciones posicionales que saben aplicar de forma concreta y casi automática. Mientras más teoría, patrones y técnica se tenga, y este conocimiento se aplique con ingenio e imaginación, tendremos un mejor jugador. Por esto el ajedrez es ciencia y arte, es decir, conocimiento e imaginación. Esos patrones y teoría son productos de la historia, de un aprendizaje acumulado, que constituyen en contenido del “juego ciencia”. El ex campeón mundial José Raúl Capablanca –el único campeón mundial de habla hispana que ha existido– decía: “El ajedrez es algo más que un juego; es una diversión intelectual que tiene algo de arte y mucho de ciencia”. El cálculo de variantes es sólo una de las cualidades de un buen jugador, quizá más importante es el reconocimiento de patrones que muchas veces están ocultos en la posición.
Dialéctica de ventaja estática y ventaja dinámica
Una relación similar a estrategia y táctica existe entre ventaja estática y ventaja dinámica. La ventaja estática es a largo plazo: estructura de peones, ventaja de calidad, pareja de alfiles, ventaja de espacio, principalmente. La ventaja dinámica es una ventaja a corto plazo: coordinación de piezas, desarrollo y vulnerabilidad del rey enemigo. Si esta última no se aprovecha de inmediato se esfuma y el enemigo suele quedarse con la ventaja estática o a largo plazo. Si, por ejemplo, no se aprovecha la vulnerabilidad de un rey no enrocado cuando tenemos una ventaja de desarrollo es casi seguro que ese rey se enrocará desapareciendo esa ventaja. La ventaja dinámica hay que aprovecharla de forma inmediata a través del ataque y la creación de amenazas. Si se aprovecha, la ventaja puede ser decisiva, si no lleva al mate se convierte en una ventaja a largo plazo (ganancia de calidad o un final favorable, por ejemplo). Cuando se tiene ventaja dinámica no funcionan los principios generales, la ventaja dinámica se debe aprovechar sin considerar el número absoluto de piezas en el tablero, sino sólo el número de piezas en el ataque y en la defensa. De nada sirve tener más piezas en el tablero si éstas no pueden entrar en acción o no pueden acudir a la defensa del rey, si no pueden evitar el mate.
La ventaja dinámica es un punto de transición entre la ventaja estratégica y la oportunidad táctica. La dinámica se convierte en táctica o una posición donde existe una combinación latente que suele emerger con un sacrificio brillante. El espíritu de los gambitos –el sacrificio de un peón o una pieza– es lograr una ventaja dinámica o de desarrollo que compensa muchas veces la pérdida de material. Mijaíl Tahl decía que frecuentemente sacrificaba los peones sólo porque estorbaban su camino.
Las ventajas en el ajedrez ya sean de espacio, de desarrollo o tiempo, de calidad, de pareja de alfiles, etcétera, suelen transformarse mutuamente. Si, por ejemplo, tenemos una pieza de más, puede ser buena idea, si lo amerita la posición, regresar esa ventaja para transformarla en un final favorable o en una ventaja dinámica. Pero los buenos jugadores saben transformar ésta y cualquier otra ventaja de acuerdo con la posición.
La pieza más insignificante es la más importante
En el tablero de ajedrez, la pieza con menor valor es el peón, pues en términos absolutos vale 1 (los caballos y alfiles valen 3 –los alfiles un poco más que los caballos–, las torres valen 5, la dama vale 9 y se dice que el valor del rey es infinito). Sin embargo, como decía, Philidor –el mejor jugador del mundo en el siglo XVIII– “los peones son el alma del ajedrez”[22]. Con esta concepción del juego se comenzó el estudio del ajedrez de una forma más científica. Esto es así porque la estructura de peones establece la “topología” del campo de batalla, determina en gran medida las debilidades y fortalezas en la posición; determina las diagonales, columnas y filas abiertas; en muchos casos el control estratégico del centro del tablero se realiza con los peones, el principal refugio del rey es su enroque con los tres peones que lo protegen; la salud de una posición se determina en gran medida por las cadenas de peones de los contrincantes; mientras más islas de peones más débil es la posición; los peones doblados, retrasados o aislados son –en la mayoría de los casos– debilidades. “Cuando una estructura de peones se modifica, los jugadores se ven obligados a reconsiderar su línea de pensamiento previo. O, al menos, eso deberían hacer”[23]. Lo anterior quiere decir que en gran medida las consideraciones estratégicas y los posibles planes se establecen en función de los peones. Por lo que la pieza más insignificante en el tablero es al mismo tiempo la más importante.
Además –en tanto tiene la posibilidad de promocionarse cuando llega a la octava fila– todo peón es una dama en potencia. Es en realidad un alfil, caballo, torre y dama en potencia. Aunque es la pieza más débil, potencialmente es la más fuerte. Y conforme avanza la partida y las piezas van desapareciendo del tablero, los peones van cobrando mayor valor. Decía Aaron Nimzowitsch –uno de los mejores jugadores del mundo durante los años 20s– que “El peón pasado es como un criminal, que debe mantenerse encerrado bajo llave. Medidas más leves como la vigilancia policial no son suficientes”. En la mayoría de los casos, los finales se ganan con el peón o los peones pasados. En tanto no pueden ser detenidos por ningún otro peón valen mucho más que un punto.
De hecho, en un momento determinado, pueden valer más que cualquier otra pieza. Un modesto peón que controla las casillas a donde un caballo restringido le gustaría desarrollarse vale al menos tanto como ese caballo, aquí la unidad del peón ya no nos sirve para determinar su valor sino su posición concreta y función estratégica. Una torre puede detener fácilmente a un peón pasado si éste no está apoyado, pero la cantidad se convierte en calidad si dos peones están ligados en la séptima fila. Dos peones en séptima ciertamente valen más que una torre (que teoricamente vale 5), porque la torre por si sola no puede evitar la promoción de uno de los dos peones, tal como se muestra en el siguiente video:
Incluso en posiciones determinadas, donde hay varios peones ligados, avanzados y apoyados, los peones –sólo con la amenza de promover– pueden neutralizar a las torres y la dama enemigas, o sea valer más que las piezas más importantes del tablero juntas. Como ejemplo tenemos esta espectacular partida:
Un solo peón puede ser decisivo en la partida. Muchos juegos y campeonatos se han ganado o perdido por un peón. Si, por ejemplo, no puede ser alcanzado por el rey enemigo –la regla del cuadrado del peón nos puede ayudar a saber cuando estamos en este caso– el peón gana la partida. En los finales de partida dos peones, si están ligados o separados por una columna (al defenderse entre sí) pueden superar al rey que teoricamente vale infinito. Por supuesto que hay muchos ejemplos teóricos y casos concretos en donde los peones superan a cualquier pieza o son decisivos para forzar un empate en situaciones aparentemente perdidas. No es posible agotar todos estos ejemplos, pero esperamos haber dejado claro que, así como David fue capaz de derrotar a Goliat, en el ajedrez, el aparentemente insignificante peón es el alma del juego y en muchos casos es decisivo.
Marx y el ajedrez
Por las memorias de Wilhelm Liebknecht –amigo y camarada de Marx–, sabemos que el fundador del socialismo científico era un gran aficionado al ajedrez. Tras el reflujo que llegó luego de la revolución europea de 1848, cuando Marx y su familia debieron exiliarse en Bruselas y luego en Londres, Marx solía jugar con camaradas refugiados. Reproducimos el testimonio de Liebknecht:
“Un día, Marx anunció triunfalmente que había descubierto un nuevo movimiento mediante el cual nos pondría a todos a cubierto. El desafío fue aceptado. Y realmente nos derrotó a todos uno tras otro. Poco a poco, sin embargo, aprendimos la victoria de la derrota y logré dar jaque mate a Marx. Se había vuelto muy tarde, y él exigió sombríamente venganza para la mañana siguiente, en su casa.
A las 11 en punto, muy temprano para Londres, estaba en el acto. No encontré a Marx en su habitación, pero estaría dentro de inmediato. La señora Marx era invisible, Lenchen no puso cara de amistoso. Antes de que pudiera preguntarle si había sucedido algo, entró Marx, se dio la mano y de inmediato fue a buscar el tablero de ajedrez. Y ahora comenzó la batalla. Marx había estudiado una mejora de su movimiento de la noche a la mañana, y no pasó mucho tiempo antes de que yo estuviera en un aprieto del que ya no podía escapar. Estaba en jaque mate y Marx estaba jubiloso: su buen humor había reaparecido de repente, pidió algo de beber y unos bocadillos. Y comenzó una nueva batalla, esta vez fui el ganador. Y así luchamos con suerte cambiante y humor cambiante sin tomarnos tiempo para comer, saciando nuestra hambre sacando apresuradamente de un plato que Lenchen nos había traído carne, queso y pan. La señora Marx permaneció invisible, ninguno de los niños se atrevió a entrar, y así la batalla se prolongó, subiendo y bajando, hasta que le di jaque mate a Marx dos veces seguidas, y llegó la medianoche. Insistió en jugar más, pero Lenchen, el dictador de la casa bajo la supremacía de la señora Marx, declaró categóricamente: “¡Ahora para!” Y me despedí.
A la mañana siguiente, cuando acababa de levantarme de la cama, alguien llamó a mi puerta y entró Lenchen.
“Biblioteca” –los niños me habían apodado así y Lenchen había aceptado este título, porque el título “Señor” no estaba en uso entre nosotros. “Biblioteca, la Sra. Marx ruega que no juegue más al ajedrez con Mohr por la noche. Si pierde el juego, es de lo más desagradable”. Y me contó cómo su mal humor se había desahogado con tanta severidad que la señora Marx perdió la paciencia. De ahora en adelante no acepté más invitaciones de Marx para jugar al ajedrez por la noche. Además, el ajedrez se vio obligado a pasar a un segundo plano en proporción a nuestra recuperación de ocupaciones habituales”[24].
A Marx se le atribuyen dos partidas. No es posible asegurar que son realmente de Karl Marx, pero de ser verídicas mostrarían a un jugador de primer nivel o, al menos, uno muy aplicado que se ha aprendido algunos trucos. Según el propio Liebknecht, “[…] le gustaba jugar al ajedrez, pero aquí su arte no valía mucho. Trató de compensar lo que le faltaba a la ciencia con celo, ímpetu de ataque y sorpresa”[25]. En la primera partida vemos a Marx jugando de la forma más dinámica y agresiva que es posible, el temible “gambito muzio”, del gambito de rey:
El gran revolucionario ruso, dirigente –junto a Trotsky– de la Revolución de Octubre fue, al igual que Marx, un gran aficionado al ajedrez y parece ser que lo jugaba a un nivel muy respetable. De su padre (Ilia Ulianov) y su hermano (Alejandro), Lenin adquirió el gusto por el “juego ciencia”. Con la ayuda de un viejo manual familiar los hijos superaron al progenitor. Alejandro llegó a sorprender a su padre cuando, vela en mano, “volvía del entresuelo llevando consigo el manual, con el evidente propósito de armarse un poco mejor para los futuros duelos”[26]. En el momento de la ejecución de Alejandro –quien fue condenado por sus actividades revolucionarias–, Vladimir –el futuro Lenin– tenía 16 años y hasta ese momento no había mostrado en absoluto algún interés por la política. La muerte del padre, según los testimonios, lo había convertido en ateo y dio rienda suelta a una rebeldía de adolescente –que molestaba, por su insolencia– a Alejandro. Sus intereses intelectuales estaban metidos de lleno en el ajedrez, la novela y la poesía. Alejandro era para Vladimir un ejemplo moral y su ejecución por el régimen zarista fue un factor decisivo para empujarlo a la trayectoria revolucionaria.
En sus años de juventud y de aprendizaje político, aun antes de que emprendiera el camino del marxismo, juega ajedrez en el club de Samara. Lenin es implacable como ajedrecista, lo mismo que lo será en política: “La observación de las reglas del juego era para él un elemento constitutivo del placer mismo del juego. La incomprensión y la negligencia deben castigarse, y no ser premiadas. El juego es una repetición de la lucha y en la lucha no se permite retractarse”. Entabla un duelo por correspondencia con Jardín, un abogado liberal que lo contratará como pasante de abogado tres años más tarde. “A Vladimir le pareció que con su última jugada había llevado a su adversario a una situación sin salida […]. Jardín replicó con una jugada tan inesperada que Vladimir cayó en una estupefacción que, después de cuidadoso análisis, se tradujo en una exclamación respetuosa: ‘¡Caramba, qué jugador, es una potencia del infierno!’” Siempre descubría la fuerza de otro, aun la del adversario, con satisfacción estética”[27]. Cuando más adelante se integra de lleno a la actividad revolucionaria y se percata que el ajedrez le consume mucho tiempo, lo abandonará sólo para practicarlo de forma esporádica. “El ajedrez absorbe todo el tiempo, es un obstáculo para el trabajo”[28]. Así hará con todo aquello que a su juicio lo distrae de su tarea principal; esa suerte correrá el patinaje, el latín y otros pasatiempos. Ya sólo jugará el ajedrez de forma esporádica y de mala gana.
Durante su destierro en Siberia (1897-1900), combatirá el tedio de esos tres años –junto con las tareas políticas que nunca abandona– con el patinaje (se organizan carreras), la caminata, cacería, el ajedrez por correspondencia, ¡y hasta con lucha libre![29] Todo solía llevarse a cabo mediante rutinas preestablecidas: tiempo para el paseo, para el juego, para la lectura, para la escritura, etc. Se obsesiona, otra vez, por el ajedrez y establece duelos por correspondencia. “Durante un cierto tiempo –recuerda Krúpskaia– el juego le absorbía hasta tal punto que llegaba a gritar en sueños: si pone el caballo aquí, yo pondré la torre allá”[30]. Lenin tiene un carácter obsesivo propio de alguien que está enfocado en un objetivo que no abandona y, evidentemente, el ajedrez no es lo único que lo absorbe: El libro de Bernstein “Problemas del socialismo” lo perturba. Bernstein –padre “teórico” del reformismo– disuelve la revolución socialista en pequeñas reformas que gradualmente –y sin que nadie se dé cuenta ni se sepa cómo– desembocarán, en un futuro indeterminado, en el socialismo (los reformistas actuales ya borraron ese objetivo, ya fantasmal en Bernstein).
Años depués, Gorki invitó a Lenin a su retiro en Capri, donde se encuentra Bogdanov, para intentar hacer las paces entre los dos. En el Partido Obrero Socialdemócrata Ruso se libra una guerra fraccional en el que Lenin lucha contra las políticas sectarias de Bogdanov y su deseo de “renovar” el marxismo con la filosofía subjetiva de Mach y Avenarius. Para enfrentar esta batalla por las ideas, Lenin escribe “Materialismo e empiriocriticismo”. Lenin se resiste, pero finalmente acude y permanece en la isla italiana del 10 al 17 de enero de 1908. Gorki recuerda que lo primero que Lenin le dice al encontrarlo en el muelle es: “Sé, Alexei Maximovich, que esperas lograr mi reconciliación con los machistas, aunque en mi carta te digo que es imposible. ¡Por favor no lo intentes! “. Gorki no entiende la importancia del debate filosófico pues, según él, la filosofía es “como una mujer: podía ser muy simple, incluso fea, pero tan astuta y convincentemente disfrazada que podía pasar por una belleza”[31]. La burda, aunque ingeniosa comparación hizo reír a Lenin, pero sólo le reafirma la ingenuidad de su amigo para quien abstractas diferencias filosóficas no debían separar a excelentes personas. Lenin expresó claramente sus objeciones: “Schopenhauer dijo: ‘El que piensa claramente expone las cosas con claridad’. Eso es lo mejor que dijo, creo. Pero usted, camarada Bogdanov, expone las cosas de manera poco clara. Dígame, en dos o tres oraciones, qué le ofrece la sustitución a la clase trabajadora y por qué el machismo es más revolucionario que el marxismo. Bogdanov intentó explicarlo, pero en realidad era demasiado verborrágico y confuso. […] Jaurés, una vez dijo: “prefiero decir la verdad que ser ministro”; Yo agregaría: ‘o un machista’ “. De esta reunión existe una famosa foto de Lenin y Bogdanov jugando ajedrez. Ganó Bogdanov, por cierto. Lenin se molestó consigo mismo por haber perdido, como si el juego fuera una continuación del debate filosófico. “Como su risa sorprendente –escribió Gorki–, su enfado infantil no afectaba su integridad monolítica”.[32]
Se conserva una partida de esta visita donde Lenin pierde contra Gorki, pero ambos muestran un nivel bastante alto, que probablemente ronde los 1800 de Elo actual.
El ajedrez y la Unión Soviética
Garry Kasparov escribió en twitter en enero de 2019: “Siempre vale la pena señalar cómo las personas que nunca vivieron bajo el socialismo lo adoran, mientras que todos los que vivieron en él lo odian”. No debería soprender esta posición de un millonario que abona en sus abultadas cuentas bancarias las aportaciones de organizaciones liberales burguesas –como la Renew Democracy Initiative y la Human Rights Foundation– y que se describe a sí mismo como un “orador y autor empresarial”. Pero no cabe duda de que el indudable genio ajedrecístico de Garry Kasparov fue construido –además de su propia inteligencia– con la enorme inversión de ese “socialismo” que ahora detesta y de una escuela ajedrecística que fue impulsada de forma masiva. Sin ese enorme entramado social y colectivo Kasparov no hubiera llegado a ser campeón mundial de ajedrez. De hecho, Kasparov fue parte de la burocracia estalinista –fue integrante del Comité Central del Komosomol– pero se pasó al liberalismo de derecha junto a Yeltsin. Como muchos burócratas estalinistas, se cambió al barco capitalista con una facilidad asomobrosa y de repente se convirtió en “autor empresarial”. Kasparov ya había demostrado sus “credenciales democráticas” cuando afirmó en 1989, en una entrevista, que las mujeres eran débiles en el ajedrez y su deber era apoyar a sus maridos. La gran ajedrecista Judith Polgar le cerró la boca al ganarle, en el torneo de ajedrez rápido de Moscú del 2002, en 42 movimientos. Es necesario recordar cómo se construyó el poderio ajedrecistico de la Unión Soviética.
La Unión Soviética tuvo la total hegemonía en ajedrez desde 1948 hasta 1991, cuando colapsó el estalinismo, de los ocho campeones mundiales de ese período, siete fueron soviéticos. La excepción fue el norteamericano Bobby Fischer, pero incluso luego, los rusos siguieron dominando el campeonato mundial hasta 2007. Este dominio fue una expresión particular de la enorme inversión estatal en educación, deporte y ciencia. Antes de la Revolución rusa ya existía una fuerte tradición ajedrecística con figuras como Alaxander Petrov o Mijhail Chigorin, pero fue gracias a la revolución que el ajedrez se convirtió en parte de una política de Estado y una cultura realmente de masas y ya no sólo un entretenimiento de unos pocos aficionados, los zares y la aristocracia. Para darnos una idea: “En Rusia se gastaba cuatro veces más en educación por habitante que en Gran Bretaña”[33]. Y no sólo era un asunto de inversión, también de difusión y promoción tanto a nivel escolar, de cultura de masas y organización deportiva: “La Unión Soviética construyó un sistema “end-to-end” que lo convertiría en una potencia en el ajedrez durante décadas. Era una pirámide gigante, con millones de jugadores activos en el fondo y los grandes maestros de clase mundial en la cima. Hay abundantes fondos estatales a todos los niveles, lo que asegura que haya clubes de ajedrez en todo el país, desde Moscú hasta pequeñas aldeas en Siberia, en divisiones del ejército y en fábricas. Además, había todo un sistema de secciones de ajedrez en las “Casas de Pioneros”, que ayudaban a identificar y nutrir a jóvenes talentos. Por último, en los decenios de 1920 y 1930 se reactivaron las publicaciones de ajedrez, primero en ruso y posteriormente también en otros idiomas nacionales (georgiano, uzbeko, tártaro, etc.)”[34]. Esta enorme inversión y organización en el deporte y la cultura tuvo sus frutos –y no sólo en el ajedrez sino que fue la potencia olímpica de su época estando en el podio más alto en 14 de sus 18 apariciones–: “Si el primer Torneo Internacional de Moscú en 1925 fue fuertemente dominado por los maestros extranjeros, el Segundo Torneo Internacional de Moscú, celebrado diez años después, vio a la “nueva esperanza” del ajedrez soviético, Mijaíl Boltvinik (1911-1995), de 23 años, en la cima de la mesa del torneo”[35].
Las masas soviéticas jugaban ajedrez en las fábricas, en la escuela y hasta en la playa. La excelente serie “Gambito de Dama” refleja bien la pasión con que se jugaba al ajedrez en los parques públicos. Y todos estos logros se dieron partiendo de un nivel muy bajo, de un país que fue arrancado del oscurantismo feudal más espantoso. El propio Karpov gana sus primeros torneos siendo un niño de 7 años en los clubes de ajedrez que proliferaban en todas partes, un amigo “le lleva en 1958 al club de ajedrez de una fábrica metalúrgica, y en los torneos que allí se celebran Karpov, con siete años, obtiene la norma de tercera categoría. A los ocho ya ostentaba la segunda, a los nueve de primera, y a los diez era el participante más joven del campeonato escolar de la URSS”[36].
El padre de la escuela soviética de ajedrez fue el maestro Alexander Ilyin-Genevsky, quien había ganado al gran Capablanca en el torneo de Moscú de 1925 y logró tener un Elo de 2577. También fue un bolchevique, historiador, escritor y organizador militar. Fue hermano de Fiodor Raskolnikov, que fue una figura importante de la dirección bolchevique. Impulsó la idea de incluir la enseñanza del ajedrez dentro del Ejército Rojo y también organizó los primeros campeonatos y las primeras revistas soviéticas de ajedrez. Parece ser que murió durante un ataque aéreo nazi en el sitio de Leningrado, aunque otros afirman que también fue víctima de las purgas de Stalin, junto a toda la vieja guardia bolchevique.
Existe la leyenda de que Trotsky jugó con el cuarto campeón del mundo de ajedrez, Alexander Alekhine, de origen ruso. Éste fue integrante de una familia de grandes empresarios textiles y dueños de grandes tierras de Moscú que fue expropiada por la Revolución rusa. El propio Alekhine terminó en la cárcel en medio de la Guerra Civil, acusado de ser espía de los ejércitos blancos. Se dice que Trotsky vistó la cárcel donde se econtraba Alekhine y jugó una partida con él, partida que naturalmente ganó Alekhine. Supuestamente esta partida le valió ser liberado por orden del propio Trotsky. Sin embargo, no existe evidencia fiable de esta historia. Lo que sí es cierto es que Alekhine fue liberado y se le concedió la visa para salir a Francia, firmada por Lev Karajan, visceministro de la Comisaría del Pueblo de Asuntos Exteriores y que había trabajado con Trotsky. Karaján será ejecutado por Stalin en las purgas de los años treinta.
Tras la muerte de Alexander Ilyin-Genevsky , Mijaíl Boltvinik se convirtió en el patriarca de la escuela soviética, una escuela entre la que figurarán campeones mundiales como Mijaíl Tahl, Petrosian, Spassky, Karpov y Kasparov. Todos ellos con sus propios estilos: el posicional de Boltvinik, el de ataque feroz como el de Tahl o el de prevención como el de Petrosian. “Inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, aparece la máquina de ajedrez soviética hasta ese momento desconocida en la escena mundial, y gana todos los eventos internacionales de ajedrez, desde Olimpíadas por equipos a campeonatos mundiales individuales masculinos y femeninos”[37]. Incluso el excéntrico Bobby Fischer aprendió ruso para leer libros soviéticos sobre ajedrez, por lo que gran parte de su maestría estaba fundada en el estudio de los jugadores soviéticos.
Tampoco debemos olvidar que el primer campeonato mundial de computadoras fue ganado por el programa soviético Kaisa, en 1974. Después de la caída de la Unión Soviética el dominio ruso duró una década –con figuras como Vladimir Kramnik– pero su hegemonía terminó colapsando al igual que la economía planificada que sostenía el asombroso sistema público de salud, educación, deporte y cultura. Desde 2004, la Rusia capitalista no ha podido impulsar ningún oro en las competencias internacionales en el deporte en el que dominó casi de forma absoluta durante décadas.
Los comentaristas burgueses que tratan de sepultar los innegables logros de la economía planificada señalan como única explicación del dominio soviético en el ajedrez la disciplina férrea y militar que el régimen burocrático ejercía sobre los deportistas. ¡Con esta postura reaccionaria los enormes logros de los deportistas se convierten en un logro de los burócratas! Pero en realidad las conquistas en el deporte, ciencia y cultura se dieron a pesar de la burocracia y no gracias a ella. Las presiones burocráticas eran una constante traba para un mejor desarrollo del ajedrez, del arte, de la ciencia y el deporte en general. La burocracia decidía quiénes debían competir en el extranjero y quiénes no, y excelentes jugadores como David Bronstein fueron marginados incluso cuando no eran disidentes del sistema –al menos no inicialmente–. Pero si el terror burocrático hace milagros, cómo explicar que la presión burocrática que ciertamente ejercía el gobierno estadounidense sobre sus propias promesas en el ajedrez no pudiera derribar al dominio soviético más que por excepción. No es un secreto que Nixon y su Secretario de Estado, Henry Kissinger, vieron en Fischer a un simple peón para retar al dominio soviético. Esto es algo que normalmente omiten los detractores de la escuela soviética del ajedrez.
Bobby Fischer, de héroe a paria
La enorme presión que significó para Fischer el haber ganado el campeonato del mundo frente al ruso Boris Spassky, en 1972, fue algo que su frágil equilibrio mental no pudo resistir. Se rehusó a defender el título mundial contra Anatoli Karpov en el campeonato de 1975, tratando de imponer bochornosas condiciones que equivalían a que Karpov ganaría el campeonato si obtenía 10 victorias mientras Fischer lo retendría con sólo 9 victorias. No obstante, pese a que la delegación soviética aceptó todas las otras condiciones de Fischer, éste se negó a jugar y nunca más volvió a disputar el campeonato. La enorme presión pública y de su gobierno lo terminó derrumbando mentalmente, con lo que prácticamente desapareció del mundo del ajedrez. En 1981 fue detenido por la policía de Pasadena caminando como indigente y dando mala imagen a la “respetable sociedad”: “Recorría las calles con la mirada algo extraviada, con andar desgarbado y cansino, las manos en el bolsillo de un pantalón mugriento, despeinado el rubio cabello ya no demasiado abundante, larga y descuidada la barba. Se detenía cada tres o cuatro pasos y se quedaba un instante inmóvil, como meditando en el sentido último de la vida, o como preguntándose dónde iba a dormir esa noche, o cómo mataría el hambre de varios días”[38]. Cuando los policías lo interrogaron y le preguntaron quién era y cómo se ganaba la vida contestó: “soy Boby Fischer campeón mundial de ajadrez”; y el policía contestó: “Y yo soy Ronald Reagan, presidente de los Estados Unidos” y se lo llevaron a la comisaría.
Fischer era un genio en ajedrez, hablaba muchos idiomas y sabía de algunas otras disciplinas, pero parecía un retrasado mental en casi todo lo demás. Una vez el ajedrecista argentino Oscar Panno le dijo, sorprendido por su ignorancia en temas ajenos al ajadrez: “Tendrías que ilustrarte. No puede ser que un muchacho como vos no sepa quién fue Napoleón”. Fischer hizo una pausa y le respondió: “¿Napoleón? Nunca jugué con él. ¿Qué torneo ha ganado?”[39].
Quizás debido a esas limitaciones, sumadas a sus problemas de estabilidad mental, Fischer reaccionó contra el gobierno norteamericano desde la extrema derecha. Se hizo un antisemita –a pesar de ser de ascendencia judía–, un abierto racista, lector de Nietzsche, de “Mi Lucha” de Hitler y de “Los protocolos de los sabios de Sión”; un posmoderno que rechazaba la medicina moderna y cuestionaba los avances científicos. Se hizo muy paranóico y se rehusaba a ir al dentista por temor a que los rusos le implantaran un transmisor. Tras lo ataques del 11 de septiembre, Fischer afirmó: “Quiero ver a Estados Unidos aniquilado. Aplaudo el acto. A la mierda con mi país. Estados Unidos se basa en las mentiras y el robo”[40]. También afirmó: “Estas son noticias maravillosas; donde las dan, las tomas. Alguien debía darles una patada en el culo a los norteamericanos”[41].
“Dos décadas después de su triunfo en Islandia se saltó el embargo comercial americano a Yugoslavia para jugar nuevamente contra Spassky –ya no estaban ambos en su mejor nivel–. Incumplió todas las normas, escupió en un documento oficial del Departamento de Estado Americano y, tras ganar nuevamente al jugador comunista nacionalizado francés, por cuya hazaña se llevó algo más de 2,5 millones de dólares, George Bush Sr. ordenó su captura a nivel internacional. Pedía diez años de prisión y una multa de 250.000 dólares”[42]. Fue detenido en Japón en el 2004 por usar un pasaporte inválido y permaneció nueve meses en prisión esperando ser extraditado a Estados Unidos. Se salvó al recibir la nacionalidad islandesa donde pasó sus últimos años. El héroe norteamericano se convirtió en un odiado paria. Murió de una enfermedad renal, que se negó a tratar con la medicina moderna, en el 2008.
El futuro del ajedrez
El ajedrez se ha convertido de nuevo en una actividad de élite. Es cierto que existe un gran número de aficionados en todo el mundo, pero las grandes masas, en general, rara vez tienen oportunidad de aprender y disfrutar del “juego ciencia”, al estar agobiadas con largas jornadas y salarios miserables. Mucho menos posible es acudir a torneos, inscribirse a clubes de ajedrez y ya no digamos participar en competiciones. Pero ésta es la situación del arte y la cultura en general en el capitalismo. Las masas están expropiadas de las grandes conquistas culturales de la humanidad, y –al mismo tiempo– el arte y la cultura están imposibilitadas de desarrollarse plenamente al estar secuestrados en manos privadas. No cabe duda de que los aficionados al ajedrez admiramos, disfrutamos e intentamos aprender de las partidas de la elite del ajedrez compuesto por grandes como Magnus Carlsen, Hikaru Nakamura, Fabiano Caruana y muchos otros del pasado y del presente. Pero se trata de un grupúsculo millonario, de una especie de druidas separados del mundo y de los mortales comunes y corrientes. Hablando sobre la Fide, y otras organizaciones del ajedrez como la PCA, el gran maestro y subcampeón del mundo David Bronstein afirmó unos años antes de morir: “¡Hasta ahora sólo han montado una organización elitista! Por ejemplo, Kasparov y Short vendieron su match a The Times por 3 millones de dólares. Pero ¿qué ganaron el resto de grandes maestros con esto? […] siempre hay alguien dispuesto a apoyar a otro. Pero al proclamarse profesionales, ellos, por así decirlo, están declarando por adelantado que son superiores. Esto produce un grupo de élite y los ratings son de gran ayuda, pues les permite admitir a algunos en su grupo y rechazar a otros y, de esta forma, mantener fuera a una enorme cantidad de jóvenes talentos […] Abajo, las personas jugarán el mismo ajedrez, pero los millones irán a los de arriba […]; los ajedrecistas se han encerrado en su minúsculo mundillo y se niegan a ver lo que desde hace mucho tiempo ha dejado de ser una torre de marfil y se ha convertido en una lata de hojalata vacía”[43].
Para alcanzar nueva cimas y nuevo impulso, el ajedrez debe masificarse nuevamente. Hemos visto el impulso que cobró con su relativa difusión durante el Renacimiento y en la Unión Soviética de la posguerra. El ajedrez es experiencia acumulada, producto de una experiencia colectiva, y mientras unos pocos lo jueguen esa experiencia permanecerá relativamente estancada y sin desarrollarse. Pero esto es sólo un pequeño ejemplo de lo que sucede con el arte, la ciencia y la cultura en general. Para que el ajedrez regrese a las escuelas, los parques y la vida de las masas es necesario que el arte, la cultura y el deporte sean propiedad colectiva. Y para esto necesitamos poner la enorme riqueza creada por los trabajadores en manos de los trabajadores, arrebatarla a las manos de la burguesía que la centraliza y acumula. Con estos enormes recursos expropiados en beneficio colectivo se podrá financiar la educación, el deporte, el esparcimiento y muchas cosas más. Tampoco aspiramos a regresar a una tutela burocrática e ignorante que pisoteó y utilizó cínicamente al deporte en sus estrechos cálculos políticos. El estalinismo es una lacra, una aberración histórica que no volverá a repetirse. La idea de Lenin era que todo cocinero fuera burócrata por turnos para que nadie fuera burócrata. En una sociedad que haya superado el capitalismo y cuyos asuntos se manejen de forma colectiva y democrática por parte de los propios trabajadores, renacerán el arte, la cultura y el deporte. Y como correlato suyo el milenario y fascinante juego de mesa que conocemos como ajedrez.
[1] Antonio López Manzano, José Monedero González, Ajedrez esencial, Barcelona, Paidotribo, p. 346.
Volvemos a publicar este artículo que fue escrito originalmente para conmemorar el centenario de Lenin en 1970. Los primeros síntomas de la degeneración burocrática en Rusia ya fueron advertidos por Lenin en los dos últimos años de su vida políticamente activa. Pasó sus últimos meses luchando contra estas tendencias reaccionarias, dejando una herencia vital de lucha en sus últimas cartas y artículos. La lucha de la Oposición de Izquierda antiestalinista, dirigida por Trotsky tras la muerte de Lenin, comienza realmente aquí.]
En el último periodo activo de su vida, Lenin estuvo absorbido principalmente por los problemas de la economía soviética bajo la Nueva Política Económica. En 1921, bajo la presión de los millones de pequeños propietarios campesinos, el Estado obrero se había visto obligado a desviarse de la senda de la planificación e industrialización socialista con el fin de conseguir grano para los hambrientos trabajadores de las ciudades. La vieja práctica de la Guerra Civil de requisar el grano tuvo que ser abandonada para aplacar a los campesinos, cuyo apoyo era necesario para que el estado obrero no sucumbiera ante la reacción. Se restableció un mercado libre de cereales y se hicieron concesiones a los campesinos y pequeños comerciantes mientras que las principales palancas del poder económico (bancos e industrias pesadas nacionalizadas y el monopolio estatal del comercio exterior) siguieron en manos del Estado obrero.
Esta retirada a la que se vieron obligados los bolcheviques no era para crear una sociedad socialista y sin clases, sino para salvar a millones de personas de morir de hambre, para reconstruir una economía destrozada y para proporcionar casas y escuelas primarias, es decir, para arrastrar a Rusia al siglo XX.
El triunfo del socialismo exige un desarrollo de las fuerzas productivas a un nivel inédito en cualquier sociedad existente anteriormente. Sólo cuando se eliminen las condiciones de miseria y pobreza general, el pensamiento del hombre podrá elevarse a horizontes más elevados que la lucha cotidiana por la vida. Las condiciones para esta transformación ya existen en el mundo actual. Por primera vez en la historia de la humanidad, podemos decir con toda sinceridad que ya no es necesario que nadie se muera de hambre, ni que no tenga hogar, ni que sea analfabeto.
El potencial está ahí: en la ciencia, la técnica y la industria creadas por el propio desarrollo del capitalismo, que aprovecha todos los recursos del planeta, aunque de forma incompleta, anárquica y sin desarrollar. Sólo sobre la base de un plan de producción integrado y armonioso puede realizarse este potencial. Pero esto sólo puede llevarse a cabo sobre la base de la propiedad común de los medios de producción y de un plan socialista democrático.
Estas verdades elementales del marxismo fueron dadas por sentado por Lenin y los bolcheviques. No condujeron a los obreros a la victoria en octubre de 1917 con el fin de «construir el socialismo» dentro de las fronteras del antiguo imperio zarista, sino para dar el primer golpe de la revolución socialista internacional:
«Nosotros hemos empezado la obra”. Escribió Lenin en el cuarto aniversario de la Revolución de Octubre. “Poco importa saber cuándo, en qué plazo y en qué nación culminarán los proletarios esta obra. Lo esencial es que se ha roto el hielo, que se ha abierto el camino, que se ha indicado la dirección”.
Para Lenin, la importancia primordial de la Revolución Rusa fue el ejemplo que proporcionó a los ojos de los trabajadores del mundo. El fracaso de la ola revolucionaria que recorrió Europa en el período 1918-21 fue el factor decisivo en el desarrollo posterior. Sobre la base de una revolución europea victoriosa, la enorme riqueza mineral potencial de Rusia, su vasta fuerza de trabajo, podrían haberse unido a la ciencia, la técnica y la industria de Alemania, Gran Bretaña y Francia. Unos Estados Unidos Socialistas de Europa podrían haber transformado la vida de los pueblos de Europa y Asia y haber abierto el camino a una Federación Mundial Socialista. En cambio, como resultado de la cobardía e ineptitud de los dirigentes obreros, las clases trabajadoras europeas se enfrentaron a décadas de penurias, desempleo, fascismo y una nueva guerra mundial. Por otra parte, el aislamiento del único Estado obrero del mundo en un país atrasado y campesino, abrió la puerta a la degeneración burocrática y a la reacción estalinista.
La derrota de la clase obrera alemana en marzo de 1921 obligó a la República Soviética a buscar sus propios recursos para sobrevivir. En un discurso pronunciado el 17 de octubre de 1921, Lenin expuso las consecuencias:
“Debéis recordar que nuestro País Soviético, sumido en la miseria tras largos años de pruebas, no está rodeado de una Francia o una Inglaterra socialistas, que podrían ayudarnos con su alto nivel técnico e industrial. ¡Nada de eso! Debemos recordar que ahora toda su técnica adelantada y su industria desarrollada pertenecen a los capitalistas, los cuales obran contra nosotros”.
Para sobrevivir, era necesario conciliar el deseo del campesino de obtener beneficios, incluso a costa de la clase obrera y de la construcción de la industria, única base real para la transición al socialismo.
Las concesiones otorgadas a los campesinos, pequeños empresarios y especuladores («Nepmen») evitaron el colapso económico en 1921-22. Se restableció el comercio entre la ciudad y el campo, pero en condiciones muy desfavorables para la primera. La reducción de los impuestos al campesino recortó los fondos necesarios para la inversión en la industria. La industria pesada se estancó, mientras que gran parte de la industria ligera estaba en manos privadas. Incluso la reactivación de la agricultura fortaleció el elemento capitalista, no el socialista, de la sociedad soviética. Los «kulaks» (campesinos ricos), que disponían de las fincas más grandes y fértiles y del capital necesario para el equipamiento, los caballos y los fertilizantes, obtuvieron enormes beneficios. De hecho, pronto quedó claro que, bajo la NEP, la diferencia entre ricos y pobres en los pueblos crecía de forma alarmante. Los kulaks se dedicaron a acaparar grano para hacer subir los precios, e incluso compraron el grano de los campesinos pobres para vendérselo más tarde, cuando los precios subieran.
Estas tendencias fueron observadas con ansiedad por Lenin, quien advirtió repetidamente de la necesidad de que la clase obrera mantuviera el control sobre las palancas de la economía. En el IV Congreso de la Internacional Comunista, en noviembre de 1922, Lenin resumió el asunto:
“La salvación de Rusia no está sólo en una buena cosecha en el campo -esto no basta-; tampoco está sólo en el buen estado de la industria ligera, que abastece a los campesinos de artículos de consumo -esto tampoco basta-; necesitamos, además, una industria pesada. Pero, para ponerla en buenas condiciones, se precisarán varios años de trabajo. La industria pesada necesita subsidios del Estado. Si no los encontramos, pereceremos como Estado civilizado, sin decir ya que también como Estado socialista”.
En este período, Lenin abordó el problema de la electrificación como un área posible en la que se podía abrir una brecha en el sólido muro del atraso ruso. Trotsky, por su parte, estaba preocupado por la planificación estatal global de la industria, que prácticamente se había perdido de vista bajo la NEP. En todo momento insistió en la necesidad de reforzar el «Gosplan», la Agencia de Planificación Estatal, como medio de fomentar una reactivación general planificada de la industria. Lenin, al principio, desconfiaba de la idea, no porque rechazara la planificación, sino por la lacra de la burocracia imperante en las instituciones soviéticas, que, temía, convertiría un Gosplan ampliado y reforzado en un juego de papel.
Por muy diferentes que fueran sus planteamientos sobre esta cuestión, Lenin y Trotsky estaban completamente de acuerdo sobre la urgente necesidad de fortalecer los elementos socialistas en la economía y de acabar con el retroceso en la dirección del «capitalismo campesino». Sin embargo, era tal la presión del interés de los kulaks que incluso una parte de la dirección bolchevique empezó a doblegarse. La cuestión de qué camino tomaría el poder soviético se planteó a bocajarro en la controversia sobre el monopolio del comercio exterior que estalló en marzo de 1922.
El monopolio del comercio exterior, establecido en abril de 1918, fue una medida vital para asegurar la economía socialista contra la amenaza de penetración y dominación del capital extranjero. Bajo la NEP, el monopolio se hizo aún más importante como baluarte contra las crecientes tendencias capitalistas. A principios de 1922, a petición de Lenin, A.M. Lezhava redactó unas Tesis Sobre el Comercio Exterior que subrayaban la necesidad de reforzar el monopolio y supervisar estrictamente las exportaciones e importaciones. A pesar de ello, el Comité Central del Partido estaba dividido. Stalin, Zinóviev y Kámenev se opusieron a las propuestas de Lenin y abogaron por la relajación del monopolio, mientras que Sokolnikov, Bujarin y Piatakov llegaron a pedir su abolición.
El 15 de mayo, Lenin escribió la siguiente carta a Stalin:
“Camarada Stalin: En vista de la situación creada propongo que, después de consultar a los miembros del Buró Político, se apruebe la siguiente directriz: «El CC ratifica el monopolio del comercio exterior y resuelve suspender en todas partes los estudios y preparativos vinculados con la fusión del CSEN y el Comisariado del Pueblo de Comercio Exterior. Debe ser firmada reservadamente por todos los comisarios del pueblo». Devolver el original a Stalin sin sacar copia”.
Al mismo tiempo, escribió a Stalin y a Frumkin (vicecomisario del pueblo para el comercio exterior) insistiendo en que había que «prohibir formalmente todas las conversaciones y negociaciones, comisiones, etc., relativas a la relajación del monopolio del comercio exterior».
La respuesta de Stalin fue evasiva: «No tengo ninguna objeción a una ‘prohibición formal’ de las medidas para mitigar el monopolio del comercio exterior en la etapa actual. De todos modos, creo que la mitigación se está volviendo indispensable».
El 26 de mayo, Lenin sufrió el primer ataque de su enfermedad, que lo dejó fuera de actividad hasta septiembre. Mientras tanto, a pesar de la petición de Lenin, se volvió a plantear la cuestión de la «mitigación» del monopolio. El 12 de octubre, Sokolnikov presentó una resolución en el pleno del Comité Central, para la flexibilización del monopolio del comercio exterior. Lenin y Trotsky estaban ausentes, y la resolución fue aprobada por abrumadora mayoría.
El 13 de octubre, Lenin escribió al Comité Central a través de Stalin, con quien ya había discutido el asunto. Lenin protestó contra la decisión y exigió que la cuestión se planteara de nuevo en el próximo pleno de diciembre. Posteriormente, Stalin escribió a los miembros del CC:
«La carta del camarada Lenin no me ha persuadido de que la decisión del CC fuera errónea… No obstante, en vista de la insistencia del camarada Lenin en que se retrase el cumplimiento de la decisión del Pleno del CC, votaré a favor de un aplazamiento para que la cuestión pueda volver a plantearse para su discusión en el próximo Pleno al que asistirá el camarada Lenin».
El 16 de octubre se acordó posponer el asunto hasta el siguiente pleno. Sin embargo, a medida que se acercaba la fecha del pleno, Lenin estaba cada vez más preocupado porque su estado de salud no le permitiría hablar. El 12 de diciembre, escribió su primera carta a Trotsky pidiéndole que asumiera «la defensa de nuestra opinión común sobre la necesidad incondicional de preservar y reforzar el monopolio del comercio exterior». Las cartas escritas por Lenin indican claramente el bloque político que existía entre Lenin y Trotsky en esta época. Demuestran la fe implícita de Lenin en los juicios políticos de Trotsky, una fe nacida de años de trabajo común a la cabeza del Estado soviético. Y no es casual que en esta época Lenin no recurriera a nadie más para defender sus opiniones en el Comité Central. Incluso sus otros confidentes, Frumkin y Stomoniakov, no eran miembros del Comité Central.
Al enterarse de los preparativos de Lenin para una lucha y de su bloque con Trotsky, el Comité Central se echó atrás sin luchar. El 18 de diciembre, la resolución de octubre fue anulada incondicionalmente. El primer asalto en la batalla contra el elemento pro-kulak en la dirección del partido fue ganado por la fracción leninista. La batalla fue continuada después de la muerte de Lenin por Trotsky y la Oposición de Izquierda, que fueron los únicos que mantuvieron en alto la bandera y el programa de Lenin frente a la contrarrevolución política estalinista.
Friedrich Engels explicó hace tiempo que en cualquier sociedad en la que el arte, la ciencia y el gobierno son el dominio de una minoría, ésta utilizará y abusará de su posición en su propio interés. Debido al aislamiento de la revolución en un país atrasado, los bolcheviques se vieron obligados a recurrir a los servicios de una serie de antiguos funcionarios zaristas para mantener el estado y la sociedad en funcionamiento. Estos elementos, que habían mantenido en jaque al gobierno obrero en los primeros días de la revolución, se fueron dando cuenta de que el poder soviético no iba a ser aplastado por la fuerza armada. Una vez pasados los peligros de la Guerra Civil, muchos antiguos enemigos del bolchevismo comenzaron a infiltrarse en el Estado, en los sindicatos e incluso en el partido.
La primera «purga», en 1921, no tuvo nada que ver con los posteriores y grotescos juicios inculpatorios de Stalin, en los que se asesinó a toda la vieja cúpula bolchevique. Nadie fue juzgado, asesinado o encarcelado. Pero se crearon comisiones especiales del partido para expulsar del mismo a los miles de arribistas y burgueses que se habían afiliado para favorecer sus propios intereses. Los delitos por los que se expulsaba a la gente eran «el burocratismo, el arribismo, el abuso por parte de los miembros del partido de su estatus partidario o soviético, la violación de las relaciones de camaradería dentro del partido, la difusión de rumores infundados y no verificados, insinuaciones u otros informes que reflejen al partido o a miembros individuales del mismo, y que destruyan la unidad y la autoridad del partido».
Para llevar a cabo una lucha contra la burocracia, Lenin abogó por la creación de una «Comisión de Inspección Obrera y Campesina» (RABKRIN), como máximo árbitro y guardián de la moral del partido, y como arma contra los elementos ajenos al aparato estatal soviético. En el centro de la RABKRIN, Lenin colocó a un hombre al que respetaba por su capacidad organizativa y su fuerte carácter: Stalin.
Entre otras funciones importantes, el RABKRIN examinaba la selección y el nombramiento de los trabajadores responsables del Estado y del partido. Quien tenía el poder de frenar la promoción de algunos y avanzar en la de otros, obviamente tenía un arma que podía servir a sus propios intereses. Stalin no tuvo escrúpulos en utilizarla para los suyos. El RABKRIN pasó de ser un arma contra la burocracia a un semillero de intrigas arribistas. Stalin utilizó cínicamente su posición en el RABKRIN, y más tarde su control del Secretariado del partido, para reunir en torno a sí un bloque de hombres sumisos, nulidades cuya única lealtad era hacia el hombre que les ayudó a ascender a posiciones cómodas. Desde el más alto árbitro de la moralidad del partido, el RABKRIN se hundió en las más bajas profundidades del cinismo burocrático.
Trotsky se dio cuenta de lo que ocurría antes que Lenin, cuya enfermedad le impedía supervisar de cerca el trabajo del partido. Trotsky señaló que «los que trabajan en el RABKRIN son sobre todo obreros que han tenido problemas en otros campos», y llamó la atención sobre la «extrema prevalencia de la intriga en los órganos del RABKRIN, que se ha convertido en un tópico en todo el país».
Lenin siguió defendiendo el RABKRIN contra las críticas de Trotsky. Sin embargo, en sus últimos trabajos vemos que sus ojos se abrieron a la amenaza de la burocracia desde este sector y al papel de Stalin que la guiaba. En su artículo Cómo debemos reorganizar la Inspección Obrera y Campesina, Lenin relacionó la cuestión con la deformación burocrática del aparato estatal obrero:
“Nuestro aparato estatal, excepto el Comisariato del Pueblo de Relaciones Exteriores, es en máximo grado una supervivencia del pasado, que ha sufrido en mínimo grado cambios de alguna importancia. Sólo ha sido ligeramente retocado en la superficie, pero en todos los demás aspectos es la más típica reliquia de nuestro viejo aparato estatal”.
Sin embargo, en el último artículo de Lenin, escrito el 2 de marzo de 1923, «Mejor menos, pero mejor», lanzó el ataque más mordaz contra el RABKRIN:
“Hablemos con franqueza. El Comisariado del Pueblo de la Inspección Obrera y Campesina no goza en la actualidad de la menor autoridad. Todos saben que no hay instituciones peor organizadas que las de nuestra Inspección Obrera y Campesina, y que en las condiciones actuales nada podemos esperar de este Comisariato del Pueblo.”
En el mismo artículo, Lenin incluyó un comentario dirigido directamente a Stalin: “Dicho sea entre paréntesis, tenemos burócratas, no sólo en las instituciones soviéticas, sino también en las del partido”.
El hecho de que Lenin señalara a Stalin como el potencial cabecilla de una facción de burócratas en el partido es un ejemplo de su clarividencia. En ese momento, el poder de Stalin en el «aparato» era invisible para la mayoría, incluso de los miembros del partido, mientras que la mayoría de los dirigentes no lo creían capaz de utilizarlo, en vista de su notoriamente mediocre dominio de la política y la teoría. Incluso después de la muerte de Lenin, no fue Stalin, sino Zinóviev, quien encabezó la «Troika» (Zinóviev, Kámenev, Stalin) que empujó al partido a dar los primeros y fatídicos pasos para alejarse de las tradiciones de Octubre bajo el pretexto de un ataque al «trotskismo».
No fue casualidad que el último consejo de Lenin al partido fuera advertirle contra el abuso de poder «desleal» e «intolerante» de Stalin y abogar por su destitución del cargo de Secretario General.
La derrota de la revolución obrera europea dio aún más importancia al trabajo de la Internacional Comunista por una revolución de los pueblos esclavizados del Este. La Revolución de Octubre dio un poderoso impulso a la lucha de las colonias contra sus opresores imperialistas. En particular, la orgullosa consigna de «Los derechos de las naciones a la autodeterminación» blasonada en la bandera del bolchevismo animó a los millones de oprimidos de Asia y África.
Casi el primer acto del gobierno obrero fue reconocer la independencia de Finlandia, aunque eso significaba inevitablemente conceder la independencia a un gobierno capitalista hostil. Naturalmente, los marxistas defienden firmemente la unión de todos los pueblos en una Federación Socialista Mundial. Pero esa unidad no puede realizarse por la fuerza, sino sólo por el libre consentimiento de los obreros y campesinos de los distintos países. Sobre todo, cuando los obreros de una antigua nación imperialista toman el poder, tienen el deber de respetar los deseos de los pueblos de las antiguas colonias, incluso si desean separarse. La unificación puede lograrse más tarde, sobre la base del ejemplo y la persuasión.
En 1921, el Ejército Rojo se vio obligado a intervenir en Georgia, donde el gobierno había intrigado constantemente con Gran Bretaña y otras potencias capitalistas contra el Estado Soviético. Lenin estaba muy preocupado porque esta acción militar no fuera vista como la anexión de Georgia a Rusia, identificando así al Estado soviético con los opresores zaristas. Escribió una carta tras otra instruyendo a Orzhonikidze, el representante del Comité Central en Georgia, para que siguiera una «política de concesiones en relación con la intelectualidad y los pequeños comerciantes georgianos”, y abogando por el establecimiento de una “coalición con Jordania o los mencheviques georgianos similares”. El 10 de marzo, envió un telegrama instando a la necesidad de “observar un especial respeto por los órganos soberanos de Georgia; mostrar una especial atención y precaución con respecto a la población georgiana”.
Sin embargo, las actividades de Orzhonikidze en Georgia estaban relacionadas con la camarilla de Stalin en el partido. Stalin estaba trabajando en propuestas para la unificación de la Federación Socialista Soviética Rusa con las demás repúblicas soviéticas no rusas. En agosto de 1922, mientras Lenin estaba fuera de combate, se creó una comisión en la que Stalin era la figura principal para elaborar los términos de la unificación.
Cuando aparecieron las tesis de Stalin, fueron firmemente rechazadas por el Comité Central del partido georgiano. El 22 de septiembre, los dirigentes bolcheviques georgianos aprobaron la siguiente moción:
“La unión en forma de autonomización de las repúblicas independientes, propuesta sobre la base de las tesis de Stalin es prematura. Es necesaria una unión de esfuerzos económicos y una política común, pero deben conservarse todos los atributos de la independencia”.
Las protestas de los georgianos no fueron escuchadas. Stalin se empeñó en aprobar sus propuestas. La comisión se reunió los días 23 y 24 de septiembre, bajo la presidencia del títere de Stalin, Molotov. Esta rechazó la resolución georgiana, con un voto en contra (Mdivani, el representante georgiano). El 25 de septiembre, los materiales de la Comisión fueron enviados a Lenin, que estaba convaleciente en Gorki. Sin esperar la opinión de Lenin, y sin siquiera una discusión en el Politburó, el Secretariado (el centro de Stalin en el partido) envió la decisión de la Comisión a todos los miembros del CC para preparar el Pleno de octubre.
El 26 de septiembre, Lenin escribió al Comité Central a través de Kámenev instando a la cautela en esta cuestión y advirtiendo contra el intento de Stalin de apresurar el asunto. (“Stalin tiende a ser algo precipitado”) Lenin había quedado con él al día siguiente. Todavía no sospechaba hasta qué punto había llegado Stalin para forzar la unificación. Sin embargo, incluso esta carta indica su oposición a cualquier afrenta a las aspiraciones nacionales de un pequeño pueblo y a reforzar así el dominio del nacionalismo.
“Lo importante es que no demos pábulo a los «independentistas», que no destruyamos su independencia, sino que organicemos otro nuevo piso, una federación de repúblicas iguales en derechos.”
Las enmiendas de Lenin pretendían suavizar el tono del proyecto original de Stalin para dar cabida a los “independentistas”, a quienes consideraba, en este punto, equivocados. En respuesta a los suaves comentarios de Lenin, Stalin escribió a los miembros del Politburó el 27 de septiembre una serie de bruscas y hoscas réplicas, entre ellas la siguiente:
“Sobre el tema del párrafo cuatro, en mi opinión el propio camarada Lenin se “apresuró” un poco… Apenas hay duda de que su «apresuramiento» suministrará combustible a los defensores de la «independencia», en detrimento del liberalismo nacional de Lenin”.
La grosera respuesta de Stalin fue la expresión de su inconfesable molestia por la “intromisión” de Lenin en lo que consideraba su dominio privado, acentuada por el temor al resultado de la intervención de Lenin.
Los temores de Stalin estaban bien fundados. Tras su discusión con Mdivani, Lenin se convenció de que el asunto de Georgia estaba siendo mal manejado por Stalin, y se puso a trabajar en la acumulación de pruebas. El 6 de octubre, Lenin escribió un memorando al Politburó, Sobre la lucha contra el chovinismo nacional dominante:
“Declaro una guerra a muerte al chovinismo ruso. Lo comeré con todas mis muelas sanas en cuanto me libre de la maldita muela”.
Lenin aún no había comprendido toda la importancia de lo ocurrido en Georgia. No sabía que Stalin, para fortalecer su mano, había llevado a cabo una purga de los mejores cuadros del bolchevismo georgiano, sustituyendo el viejo comité central por elementos nuevos y más “flexibles”.
Lo que sabía era suficiente para despertar las sospechas de Lenin. En la semana siguiente comenzó a recoger discretamente información sobre el “asunto” georgiano, y consiguió que el Comité Central enviara a Rykov y Dzerzhinsky a Tiflis para investigar las quejas de los bolcheviques georgianos.
Los días 23 y 24 de diciembre, Lenin comenzó a dictar a su secretario sus famosas cartas al Congreso. Insistió en que debían ser secretas. El trabajo de Lenin avanzó lenta y penosamente, interrumpido por ataques de enfermedad. Pero a través de todo ello, se hace cada vez más clara la idea de que el enemigo central estaba en el “aparato” burocrático del Estado y del partido, y en el hombre que estaba a su cabeza, Stalin.
En La situación real en Rusia, Trotsky registra la última conversación que tuvo con Lenin poco antes de su segundo ataque. En respuesta a la sugerencia de Lenin de que Trotsky participara en una nueva comisión para luchar contra la burocracia (ver “Cómo reorganizar la Inspección Obrera y Campesina”). Trotsky respondió lo siguiente:
“‘Vladímir Ilich, a mi parecer, en la lucha actual con el burocratismo en el aparato soviético no debemos olvidar que tanto en el centro como en las provincias se está efectuando una selección especial de funcionarios y especialistas en torno a ciertas personalidades y grupos del partido, es decir, el Comité Central, etc. Atacando a los funcionarios soviéticos se combate a los líderes del partido. El especialista es un miembro de su séquito. En tales circunstancias, yo no podría emprender esta labor’.
“Vladímir Ilich reflexionó un momento y dijo: ‘Es decir, que yo proponga una lucha con el burocratismo soviético y usted quiere añadir a esto el burocratismo de la Comisión de Organización del partido’. Yo me eché a reír ante aquella salida inesperada, porque no se me había ocurrido una expresión tan clara de mi idea, y respondí: ‘Así lo entiendo’.
“Entonces, Vladímir Ilich repuso: ‘Está bien, le propongo la formación de un bloque’. Yo dije: ‘Siempre estoy dispuesto a formar un bloque con un hombre bueno’”.
Esta conversación es importante por la luz que arroja sobre el contenido de las últimas obras de Lenin, especialmente el famoso “Testamento”, las cartas sobre la cuestión nacional y “Mejor poco, pero mejor.” El tono de sus cartas se vuelve cada vez más agudo, sus objetivos más claramente definidos, cada día. No importa la cuestión que trate, el pensamiento central es el mismo, la necesidad de combatir la presión de las fuerzas de clase ajenas en el Estado y en el partido, el desarraigo de la burocracia, la lucha contra el chovinismo gran ruso, la lucha contra la camarilla de Stalin en el partido.
A pesar de las insistentes peticiones de Lenin de que sus notas se mantuvieran estrictamente secretas, la primera parte del “Testamento” llegó a manos del Secretariado y de Stalin, quien inmediatamente se dio cuenta del peligro de la intervención de Lenin y tomó medidas para impedirla. Se ejerció una fuerte presión sobre las secretarias de Lenin para evitar que éste descubriera cualquier noticia que pudiera “molestarle”.
Sin embargo, Lenin se enteró por Dzerzhinsky de que, entre otras tropelías perpetradas por la facción de Stalin, Orzhonikidze había llegado a golpear a uno de los opositores georgianos. Esto puede parecer poca cosa si se compara con el terror estalinista posterior, pero conmocionó profundamente a Lenin. Su secretaria anotó en su diario del 30 de enero de 1923 las palabras de Lenin: “En vísperas de mi enfermedad, Dzerzhinsky me ha hablado de los trabajos de la comisión y del «incidente» y esto me ha inferido un duro golpe”.
Para comprender la enormidad de este crimen, es necesario conocer las relaciones entre el nacionalismo ruso (más correctamente gran ruso) y las minorías nacionales que, bajo los zares, eran tratadas con el mismo desprecio y la misma bárbara arbitrariedad que a los negros y a los indios bajo el Imperio Británico. La tarea histórica de la Revolución Rusa fue elevar a estas minorías despreciadas a la categoría de hombres de pleno derecho, con sus propios derechos y dignidad. La idea de que un representante de la nación gran rusa abusara o golpeara a un georgiano era un crimen contra el internacionalismo proletario, una monstruosidad zarista que habría sido castigada de la forma más drástica: con la expulsión del partido, como mínimo. Por eso Lenin descargó su ira contra Stalin y Orzhonikidze, exigiendo “un castigo ejemplar para los responsables”.
Stalin puso todos los obstáculos para que Lenin no recibiera información de Georgia. Numerosos pasajes de los diarios de las secretarias de Lenin dan una clara imagen de este acoso burocrático:
“Jueves 25 de enero ha preguntado [Lenin] si hemos recibido los documentos [del comité gregoriano]. He respondido que Dzerzhinsky sólo había regresado el sábado. Y por ello no he podido pedírselos todavía.
El sábado he llamado a Dzerzhinsky; ha dicho que los documentos los tiene Stalin. He enviado una carta a Stalin, pero no se hallaba en Moscú. Ayer, 29 de enero, Stalin ha telefoneado diciendo que no podía remitir los documentos sin la aprobación del Buró Político. Me ha preguntado si yo no le he dicho a Vladímir Ilich algo más de lo necesario: ¿cómo tenía él conocimiento de los asuntos corrientes? Por ejemplo, su artículo sobre la Inspección Obrera y Campesina [RABKRIN] demuestra que le son conocidas ciertas circunstancias. He respondido que yo no le digo nada y que no tengo ningún motivo para creer que él esté al corriente. Vladímir Ilich me ha llamado hoy para saber la respuesta y me ha dicho que se batirá para que le entregaran esos documentos”. [Énfasis mío-AW]
Estas pocas líneas revelan crudamente la manera bravucona y burocrática con la que Stalin intentó defender su posición contra Lenin, a quien temía mortalmente, incluso en su lecho de muerte. No puede haber una ilustración más clara de la “grosería” y “deslealtad” de Stalin a la que se refiere Lenin en su “Testamento”.
La actitud de desconfianza de Lenin hacia la comisión de Dzerzhinsky y el comportamiento del Comité Central se refleja en sus instrucciones a sus secretarias:
“1) ¿Por qué el antiguo CC del PC de Georgia fue acusado de desviacionismo?
“2) ¿De qué falta de disciplina se les acusó?
“3) ¿Por qué se acusa al Comité Transcaucásico de suprimir el CC del PC de Georgia?
“4) Los medios físicos de supresión “biomecánica”.
“5) La línea del CC del PC (del PCR(B)) en ausencia de Vladímir Ilich y en su presencia.
“6) Actitud de la Comisión. ¿Examinó sólo las acusaciones contra el CC del PC de Georgia o también contra el Comité Transcaucásico? ¿Examinó el incidente de la “biomecánica”?
“7) La situación actual (la campaña electoral, los mencheviques, la supresión, la discordia nacional)”.
Pero la creciente comprensión de Lenin de los métodos desleales y deshonestos de elementos de la dirección del partido le hizo desconfiar también de su propio secretariado. ¿No estaban ellos también amordazados por Stalin?
“El 24 de enero Vladímir Ilich me ha dicho: ‘Ante todo, por lo que hace a nuestro asunto «clandestino»: sé que usted me engaña’. A mis seguridades en sentido contrario, me ha dicho: ‘Sobre esto tengo mi opinión’”.
Con dificultad, el enfermo Lenin logró enterarse de que el Politburó había aceptado las conclusiones de la Comisión de Dzerzhinsky. Fue en ese momento (del 2 al 6 de febrero) cuando Lenin dictó Mejor Poco, Pero Mejor, el más abierto ataque a Stalin y a la burocracia del partido hasta entonces. Los sucesos de Georgia habían convencido a Lenin de que el chovinismo podrido del Estado era el indicio más peligroso de la presión de las clases ajenas:
“Nuestro aparato estatal es hasta tal punto deplorable, por no decir detestable, que primero debemos reflexionar profundamente de qué modo luchar contra sus deficiencias, recordando que esas deficiencias provienen del pasado, que, a pesar de haber sido radicalmente cambiado, no ha sido superado…”
En su última aparición pública en una reunión política, el Undécimo Congreso del PCR(B), Lenin había advertido que la máquina del Estado se estaba escapando del control de los comunistas:
“La máquina se escapó de las manos, como si fuera, no en la dirección que el conductor deseaba, sino en la dirección que alguna otra persona deseaba; como si la condujera alguna mano misteriosa que no está autorizada a hacerlo, sabe Dios de quién es, tal vez de un especulador, de un capitalista privado o de ambos; sea lo que fuera, la máquina no marcha en la dirección que supone quien está sentado al volante, y a menudo marcha en una dirección completamente diferente”.
El veneno del nacionalismo, el rasgo más característico de todas las formas de estalinismo tenía sus raíces en la reacción de los pequeños burgueses, los kulaks, los hombres de la NEP y los funcionarios soviéticos contra el internacionalismo revolucionario de octubre.
Lenin propuso luchar contra esta reacción en el próximo Congreso, en alianza con Trotsky, el único miembro del Comité Central en el que podía confiar para defender su punto de vista.
Se propuso tratar personalmente la cuestión del RABKRIN y estaba “preparando una bomba” para Stalin. Su convicción de que el “aparato” del Partido conspiraba para mantenerlo fuera a toda costa queda ilustrada por la observación de su secretario de que “aparentemente, además, Vladímir Ilich tiene la impresión de que no eran los médicos los que daban instrucciones al Comité Central, sino el Comité Central el que daba instrucciones a los médicos”.
Las sospechas de Lenin estaban muy bien fundadas. Una de las ideas que se barajaron seriamente en el Comité Central en ese momento fue la impresión de un número especial y único de Pravda, especialmente para el consumo de Lenin, ¡para engañarlo sobre el asunto de Georgia!
El argumento de que todo esto fue por el bien de la salud de Lenin no se sostiene. Como él mismo explicó, nada le agitaba y disgustaba tanto como las acciones desleales de los miembros del CC y el tejido de mentiras con que se camuflaban. La verdadera actitud de Stalin hacia el moribundo Lenin se reveló en un incidente verdaderamente monstruoso en el que se vio involucrada Krupskaya, la esposa de Lenin: al intentar defender a su marido enfermo de las groseras importunaciones de Stalin, fue recompensada con burdos abusos por parte del “leal discípulo”. Krupskaya describe el incidente en una carta a Kámenev del 23 de diciembre de 1922:
“Lev Borisovich,
“Con respecto a la breve carta escrita por mí al dictado de Vladímir Ilich con el permiso de los médicos, Stalin me llamó ayer por teléfono y se dirigió a mí de la manera más cruda. No llevo en el partido apenas un día. En todos los 30 años no he oído ni una sola palabra grosera de un camarada. Los intereses del Partido y de Ilich no son menos queridos para mí que para Stalin. Ahora necesito el máximo autocontrol. Sé mejor que cualquier médico lo que se puede o no se puede decir a Ilich, porque sé lo que le molesta y lo que no, en todo caso mejor que Stalin”.
Krupskaya rogó a Kámenev, amigo personal, que la protegiera “de las groseras injerencias en mi vida personal, de las indignas trifulcas y de las amenazas”, y añadió que en cuanto a la amenaza de Stalin de llevarla ante una comisión de control “No tengo fuerzas ni tiempo para perder en esas estúpidas disputas. También soy un ser humano y mis nervios están al límite”.
La amenaza de Lenin de romper toda relación de camaradería con Stalin y sus acusaciones de “grosería” en el “Testamento” se explican a menudo con vagas referencias a este incidente. Pero, en primer lugar, lo que hizo Stalin no fue un asunto “personal”, sino una grave ofensa política, castigada con la expulsión del Partido. La ofensa se ve magnificada por el hecho de que la posición de Stalin en el Partido le obligaba a erradicar tal comportamiento, no a defenderlo.
Sin embargo, este “pequeño incidente” debe verse en su contexto adecuado. Es sólo la más desagradable y obvia de las manifestaciones de deslealtad de Stalin.
Los últimos días de actividad de Lenin se dedicaron a organizar su lucha contra la facción de Stalin en el Congreso. Escribió una carta a Trotsky pidiéndole que asumiera la defensa de los camaradas georgianos, y a los dirigentes georgianos comprometiéndose calurosamente con su causa. Hay que señalar que expresiones tan enfáticas como “de todo corazón” y “con los mejores saludos de camaradería” se encuentran muy raramente en las cartas de Lenin, que prefería un estilo de escritura más comedido. Era una medida de su compromiso con la lucha. También hay que señalar que el bloque de Lenin constituía una facción política, lo que más tarde los estalinistas denominaron “bloque anti-partido”. Los estalinistas ya habían organizado su facción que controlaba la maquinaria del partido.
Fotieva, la secretaria de Lenin, anotó las últimas notas de Lenin sobre la cuestión georgiana, evidentemente como preparación para un discurso en el Congreso:
“Las instrucciones de Vladímir Ilich de que se diera una pista a Stoltz de que él [Lenin] estaba del lado de la parte perjudicada. Que se le diera a entender a alguien de la parte perjudicada que él estaba de su lado. Tres momentos: 1) No se debe luchar. 2) Hay que hacer concesiones. 3) No se puede comparar un Estado grande con uno pequeño. ¿Lo sabía Stalin? ¿Por qué no reaccionó? El nombre de “desviacionista” para una desviación hacia el chovinismo y el menchevismo demuestra la misma desviación con los chovinistas de la nación dominante. Recopilación de impresos para Vladímir Ilich”.
El 9 de marzo, Lenin sufrió su tercera apoplejía que lo dejó paralizado e impotente. La lucha contra la degeneración burocrática pasó a Trotsky y a la Oposición de Izquierda. Pero Lenin sentó las bases del programa de la Oposición, contra la burocracia, contra la amenaza de los kulak, por la industrialización y la planificación socialista, por el internacionalismo socialista y la democracia obrera.
Denuncia anónima, escrache, cultura de la cancelación y punitivismo
En octubre de 2017 se dio inicio al movimiento #MeToo, como medio de denuncia ante casos de acoso y agresión sexual efectuados por el productor de cine Harvey Weinstein, impulsado por actrices y trabajadoras del medio artístico. A partir de esto, el movimiento se viralizó rápidamente, generando páginas de denuncia en muchos países, escuelas y centros de trabajo. El desarrollo tan rápido de este movimiento atiende a la ineficacia e impunidad que impera en las autoridades laborales, escolares y judiciales, que son incapaces de atender los casos de violencia hacia la mujer dentro de sus espacios. Su actuar siempre ha sido omiso, con carácter encubridor y revictimizador, por lo que la denuncia anónima representó esa válvula de escape que necesitaban las mujeres para expresar su hartazgo, ira y frustración, después de años de soportar violencia y acoso.
Reconocemos que no es nada sencillo tomar la decisión de denunciar por eso recalcamos que se requiere de un gran esfuerzo psicológico y emocional. Se entiende que el carácter anónimo de las denuncias es reflejo del miedo a las represalias que podría tomar el agresor, de nuevo, ante un contexto de injusticia y encubrimiento de las autoridades. La cuestión es: ¿Basta con las denuncias para solucionar el problema de la violencia y el acoso?
Bajo esta premisa, la denuncia anónima se asume de inmediato como verdadera, por lo tanto, el implicado automáticamente es culpable y merece un castigo. Dadas las condiciones que ya explicamos de ineficacia e impunidad de las autoridades, el escrache se convierte en un medio de ejercer un castigo por cuenta propia, sometiendo al agresor al rechazo social por sus actos. Este tipo de acciones tienen la finalidad de infringir un daño al acusado, sometiéndolo al escarnio y humillación pública. Pero ¿qué sucede después? el implicado es señalado, humillado y no hay más, no hay un proceso de toma de consciencia de las acciones violentas, no hay una reparación del daño para la víctima y mucho menos una garantía de no repetición. Bastaría con que el individuo cambiara de trabajo, se mudara, o que simplemente ignorara las denuncias y señalamientos hacia su persona para continuar con su vida y con sus conductas machistas. En el caso de la víctima, el hecho se queda sólo en que su agresor recibió un castigo social pasajero, impuesto por una comunidad desconocida en cuyo juicio se basarán los hechos, es decir, tampoco hay restauración del daño.
Estas denuncias públicas que se hacen por medio de Facebook, Twitter o cualquier otro medio pretende ser un proceso alternativo del ejercicio de justicia, pero se ha reducido a la publicación de testimonios que, si bien sirven de desahogo para las víctimas, están muy lejos de generar el ejercicio de justicia o un impacto en la transformación de la consciencia social, sólo se incentiva la cultura de la cancelación. Estos métodos también nos llevan a cuestionar su legitimidad pues se antepone sobre el derecho de presunción de inocencia o a llevar un proceso detallado de investigación que lleve a esclarecer los hechos y la búsqueda del ejercicio de justicia para la víctima.
Este tipo de acciones, quedan de alguna manera aisladas, individualizadas e imposibilita establecer un espacio seguro para ambas partes, en donde el agresor pueda reconocer su falta y asumir la responsabilidad de sus actos. En base a esto se pueden establecer sanciones que ayuden a comprender y avanzar el nivel de conciencia sobre nuestras actitudes para evitar repetirlas, generando campañas colectivas de concientización sobre la violencia hacia la mujer y espacios de organización permanente en los centros de trabajo, escuelas o cualquier espacio donde desarrollemos nuestras actividades.
Debe quedar claro que, de ninguna manera se pretende defender el prestigio o la carrera de un abusador, o que no tomemos en serio las denuncias anónimas, sino que creemos que estos métodos del escrache y la cancelación son insuficientes para generar un cambio estructural, pues las acciones son muy limitadas e individualizan un problema social que debe ser resuelto desde la colectividad de todos los que pertenecemos a este entorno social, lo que implica también transformar las condiciones materiales que permiten este tipo de actos.
Sobre la cultura de la cancelación, esta trata de retirar cualquier tipo de apoyo, hacer centro de las críticas y buscar boicotear a personas, empresas u organizaciones que han dicho o hecho algo ofensivo o cuestionable. Estas acciones son muy comunes para denunciar actitudes machistas, racistas u homofóbicas, donde volvemos al mismo punto, no hay posibilidad de enmendar o reparar el daño por sus acciones. Esté método también ha sido muy utilizado por el feminismo, donde se utilizan principalmente las redes sociales para fomentar la cancelación. Como comentamos previamente, estos métodos tienen limitantes, que no resuelven el problema, pero sumado a esto, tiene otra deficiencia que actúa de forma reaccionaria, sobre todo en el caso de las organizaciones estudiantiles, sindicales o revolucionarias, pues este método ha sido utilizado para “cancelar” e impedir la participación de estos sectores en la lucha general, dividiendo las fuerzas y limitando la exposición de diferentes puntos de vista políticos.
Se han dado casos donde se denuncia a “X” persona que participa o participó en tal o cual organización y, bajo la lógica de la cancelación, todo lo que provenga de esa organización pierde completa validez y su participación debe ser negada o sus miembros expulsados de los procesos organizativos. Esta situación en definitiva disminuye la fuerza y posibilidad organizativa de cualquier movimiento y termina por favorecer a las autoridades, la patronal o al estado, dependiendo de la lucha que se trate.
No podemos estigmatizar y señalar a las organizaciones en su conjunto por los actos de un individuo, así como, no podemos darles estas armas a las autoridades para mermar las fuerzas de un proceso de lucha común, sobre todo sin conocer si estas organizaciones han llevado a cabo algún proceso de investigación o sanción hacia la persona acusada. Este método es simplemente reaccionario, divide y coarta la participación en la lucha organizada de los sectores oprimidos por el sistema capitalista, en todos los ámbitos de lucha donde se presenta.
No negamos que ninguna organización política está exenta de reproducir comportamientos machistas dentro de sus filas, pues no nos purificamos de los vicios de la sociedad de clases al momento de iniciar una militancia política. Es obligación de las organizaciones trabajar en la formación política de todos sus miembros para evitar al máximo la reproducción de conductas violentas hacia compañeros y compañeras y también es nuestro deber revolucionario trabajar para establecer los mecanismos necesarios tanto para prevenir como para sancionar comportamientos que laceren de alguna forma a los y las integrantes de las organizaciones. Claro que es inadmisible que se solape o se oculten acciones de violencia hacia las mujeres y una organización verdaderamente revolucionaria no caería en estos vicios, pues estaría reproduciendo una política reaccionaria.
Una organización seria y revolucionaria, reconoce que es posible que el machismo se reproduzca en sus filas, trabaja para prevenirlo y busca en todo momento que su estructura sea un espacio seguro para las compañeras y compañeros que de manera consciente buscan organizarse para combatir los embates de un sistema machista, explotador y barbárico.
Hablar de punitivismo es una cuestión complicada pues, así como hay diversos grados de violencia hay diversos grados de sanciones, pero una sanción en sí no tiene un carácter punitivo. Al respecto la antropóloga Rita Segato expuso en la cuarta edición del Encuentro Latinoamericano de Feminismos, llevado a cabo en Argentina lo siguiente: “hay que tener cuidado con las formas que aprendimos de hacer justicia desde lo punitivo, que están ligadas a la lógica patriarcal. El desarrollo del feminismo, no puede pasar por la repetición de los modelos masculinos.”
Con esta declaración, se entiende que el ejercicio de justicia por métodos punitivos como las condenas a prisión siguen un modelo masculino, donde recibir una condena por un acto delictivo es seguir la lógica patriarcal, por lo tanto, debemos buscar formas diferentes de reparar el daño sin caer en los vicios patriarcales. Desde nuestro punto de vista, no puede estar más equivocada, pues los sistemas judiciales y penitenciarios, no obedecen una “lógica patriarcal”, sino que obedecen a un sistema social dividido en clases, donde las leyes y formas de justicia están diseñadas para proteger a una clase minoritaria y privilegiada, sean hombres o mujeres.
Es claro que en la sociedad capitalista la ley no se aplica de igual forma para todos, también es claro que el trato dentro de las prisiones no es igual, incluso dentro de los “centros de readaptación social” hay distinción de trato dependiendo si tiene dinero o no para pagarlo. Las cárceles están plagadas de hombres y mujeres que han cometido un delito, en su mayoría orillados por las condiciones de desigualdad y marginación a las que nos somete el sistema capitalista, no es el mismo trato el que tiene un narcomenudista en prisión al que tiene un gran capo del narco, que incluso terminan libres antes que el narcomenudista, mientras políticos corruptos gozan de plena libertad, luchadores sociales se pudren en una cárcel esperando un proceso “justo”. En el caso de la violencia hacia la mujer no es diferente, si un agresor es parte de la clase burguesa puede gozar de plena impunidad, si una mujer de la clase obrera denuncia, su proceso puede durar muchos años y no obtener justicia, es decir, el seguimiento punitivo, legal y judicial hacia los diversos crímenes, no obedece una política de género o patriarcal, obedece una política de clase.
Es cierto que debemos cambiar la forma de ejercer justicia, pues bajo este régimen social se ejerce de forma parcial hacia los dueños del capital, pero para lograr esto tendríamos que eliminar las bases materiales que originan la desigualdad y la opresión, cuestión que solo podremos hacer con la lucha de los y las trabajadoras organizadas contra esté régimen.
Rita Segato en sus declaraciones, tampoco ofrece ninguna alternativa, solo habla de manera abstracta de que no debemos caer en el mismo juego patriarcal, pero ¿qué hacemos entonces?, ¿no generamos sanciones para no caer en el punitivismo?, ante esto nosotros creemos que todo debe tener un sentido de la proporción, hay diferentes grados de violencia y ante este grado se debe proponer una sanción, desde un llamado de atención hasta un castigo judicial, siempre incentivando un proceso de formación política y la toma de conciencia sobre las acciones cometidas, pero tampoco podemos pasar desapercibido la gravedad de una acción de violencia sexual o feminicidio, ante esos comportamientos es evidente que debe haber una sanción, una separación del espacio donde se vincule e incluso caución para proteger la integridad de las compañeras. Cada acción debe tener su consecuencia con su respectiva proporción.
Dentro de esta sociedad estamos inmersos en un mar social y cultural plagado de machismo y violencia, encontramos conductas machistas y expresiones de cosificación hacia la mujer en la radio, la televisión, la prensa, las escuelas, los trabajos, en nuestras casas, prácticamente en todos lados, esto no es nuevo, ni se impuso hace unos pocos años atrás, este proceso de cosificación y sometimiento de la mujer inició con la división de la sociedad en clases miles de años atrás, es decir, cargamos con una herencia cultural que pesa siglos y es absurdo pretender que esto puede cambiar radicalmente con castigos individuales o sometiendo a alguien al escarnio público o a la cancelación, para poder erradicar la violencia, el acoso y la cosificación de la mujer.
Tenemos que cambiar la estructura social que favorece la reproducción de estos vicios en beneficio de la propiedad privada. Es decir, debemos cambiar las bases económicas del sistema de producción actual para poder generar uno nuevo donde la explotación del hombre por el hombre y la opresión del hombre hacia la mujer no existan, donde podamos liberar a la mujer del yugo de dominación masculina generando una verdadera igualdad entre hombres y mujeres, donde podamos liberar a la mujer de la prisión hogareña de las tareas domésticas y de cuidados socializando este trabajo y, evidentemente, impulsando un proceso de educación para las nuevas generaciones basada en esta nueva moralidad igualitaria y de respeto.
Nuestro camino es largo aún hacia este proceso y claro que debemos combatir toda postura machista, de acoso o violencia hacia las mujeres en la sociedad actual, pero esto debemos hacerlo de forma colectiva, incentivando la toma de conciencia de hombres y mujeres sobre este problema real.
Si existe un rubro al que no se le han hecho cambios sustanciales durante el actual régimen, es el económico. No solamente se ratificó la estrategia de crecimiento basada en las exportaciones del llamado sector secundario o dicho de otro modo el “modelo maquilador”, sino que así mismo se establecieron estrategias de desarrollo de infraestructura que lo sustenten para las próximas décadas. Nos referimos específicamente al proyecto del corredor del istmo.
La piedra angular de dicha estrategia es el nuevo tratado de libre comercio (México-Estados Unidos y Canadá) cuya vigencia ya va para dos años. No podemos engañarnos, es a los Estados Unidos a quien conviene mantener una fuente de mano de obra barata, para mantenerse vigente en la competencia mundial y así mismo, mantener un flujo estable de productos terminados y semiterminados. Uno de los elementos claves en la ecuación es el tipo de cambio el cual desde hace ya algunos años se ha mantenido estable, de hecho, existe un acuerdo entre el Banco de México y la Reserva Federal en el sentido de liberar los dólares que sean necesarios para mantener relativamente fijo el tipo de cambio. Una devaluación abrupta no sería conveniente para Estados Unidos, si pretende impedir que su déficit comercial se dispare con México.
La consecuencia práctica de los tratados de libre comercio en América del Norte, ha sido una paulatina sincronización de los ciclos económicos entre México y Estados Unidos. El mercado interno mexicano se ha mantenido estancado durante décadas, tan solo estimulado por el flujo de remesas de dólares y los ingresos del turismo. La parte dinámica de la economía es la que se vincula directamente con el comercio exterior, la cual crece significativamente ante un crecimiento de la economía norteamericana y decae profundamente cuando esta se estanca.
El año anterior, 2020, supuso una brutal caída de la economía mexicana del 8% del PIB. Los Estados Unidos cayeron en torno a un 3.4%, es decir, casi 500 mil millones de dólares. Si la debacle no fue del tamaño de la mexicana se debió a la inyección masiva de dinero, que por supuesto el gobierno no tiene. Tan solo este año el gobierno de Biden ha hecho aprobar un paquete de apoyos por 1.8 billones dólares, lo cual se convertirá en deuda pública. Con esto, su déficit para este año llegará al 14% del PIB.
Por el momento la economía norteamericana esta en plena recuperación, es como un adicto al que le acaban de suministrar su dosis y que para evitar la resaca tiene lista otra inyección. Por ahora hay una previsión de crecimiento cercana al 7%. Así, a costa de acumular una deuda ya impagable la economía norteamericana va bien, de momento.
La economía en México está totalmente vinculada a lo que acontece en los Estados Unidos. Para satisfacer el incremento de demanda norteamericana, en el primer semestre en México se realizó una inversión masiva en maquinaria y equipo. Si bien el crecimiento económico ronda en estos momentos el 2.4% total; el segundo trimestre de este año, comparado con el segundo del año anterior, contempla un incremento en el sector industrial de un histórico 28%. De esto corresponden un 17% en el sector servicios y un 6 % en el sector primario, con lo que entre trimestre y trimestre se dio un salto del 19%. Al final del año la mayoría de los analistas contemplan un crecimiento superior al 6%, también muy similar a los Estados Unidos.
Si la situación se sostiene este año el comercio con Estados Unidos superará los 700 mil millones de dólares y México tendrá una balanza positiva de mas de 100 mil millones de dólares. Si hubiese una devaluación este déficit se dispararía aún más, cuestión que por supuesto no es del interés de los Estados Unidos.
Aunado a esta circunstancia las remesas a México siguen implantando récords históricos, ya superan los 20 mil millones y pueden pasar este año los 50 mil millones.
Este incremento de la actividad económica ha significado una mayor recaudación. El incremento en este rubro es el 2.8%, de seguir las cosas así, el déficit de las finanzas públicas puede ser inferior al 2% del PIB. En este punto hay que decir que prácticamente todo el desequilibrio presupuestal del país desde hace 5 décadas se debe al pago de los intereses de diversos tipos de deuda, que a estas alturas le representan al presupuesto cerca de 700 mil millones de pesos.
Es real que una de las pocas diferencias de la estrategia económica actual, con respecto a la que se implementaba en años anteriores, ha sido la lucha por no incrementar el monto de la deuda, la cual de forma natural aumenta dado que las obligaciones en pago de intereses supera la recaudación. De cualquier modo, al menos en este gobierno, su variación no es significativa y, al menos en el caso de México, no significa un problema de corto plazo, aunque si es una traba histórica. Esos 700 mil millones que se pagan por intereses podrían duplicar la inversión pública del país. En tan sólo un lustro una inversión de este tipo podría eliminar la pobreza en México.
Perspectivas
La estrategia trazada para el crecimiento del país está basada en el sector secundario exportador, cuyo principal objetivo son los Estados Unidos. En este contexto podemos decir que, en este año, el crecimiento de la economía mexicana hará válidas las perspectivas que superan el 6% del PIB a finales del 2021. El único factor que podría impedir este crecimiento es tal vez uno de los más macabros del futuro inmediato de los trabajadores: la pandemia.
En lo que va de la administración Biden han muerto en Estados Unidos casi 120 mil norteamericanos y unos 20 mil en México entre mayo y agosto de este año. Es cierto que la vacunación proporciona una reducción de cerca del 90% de las muertes entre los inoculados, no obstante, en los Estados Unidos, aun con todas las campañas e incluso “exceso de vacunas”, tenemos que el 50% de la población total aún no está vacunada (al 5 de agosto del 2021). En México aún el 45% de la población no ha sido vacunada. En la mayoría de los casos es porque la velocidad de vacunación no ha sido suficiente, pero en otros se debe a que las campañas de los fanáticos antivacunas hacen preferir a la gente morir por coronavirus que inyectarse.
En este contexto podríamos suponer que la tercera ola podría significar un parón en las actividades económicas, lamentablemente esto no será así. La economía capitalista esta basada en las consideraciones de ganancia, no en las vidas humanas, de hecho, durante el 2020 paulatinamente se fueron reintegrando a sus actividades los trabajadores del sector productivo y de servicios, muchos de ellos nunca tuvieron la oportunidad de quedarse en casa. Las masas trabajadoras, empobrecidas por la precariedad, no podrían sostenerse sin ingresos por mucho tiempo y la necesidad de conseguir un sustento es de vida o muerte. Los grandes capitalistas, por su parte, ya están vacunados o ya tienen a su alcance procedimientos médicos que les aseguran salir al paso del “bicho”, así que por decirlo de algún modo la “elite” esta a salvo. Por tanto, forzarán a como dé lugar a los trabajadores a que preparen los pedidos y sostengan las ganancias.
Exceptuando una parte del sector servicios y del sector educativo, ya nadie está atendiendo el aislamiento social. Las presiones para que todos los sectores reanuden sus actividades normales irán aumentando.
Así pues, habrá crecimiento, pero ¿a que precio? ¿A costa de quién? Y sobre todo ¿Para quién?
Esas preguntas son importantes, especialmente cuando reflexionamos qué sentido tiene el defender a un sistema que está dispuesto a sacrificar a millones a cambio de unos dólares más en la cuenta de banco.
En el contexto actual de una pandemia global, todos los países siguen sufriendo estragos, causados por las crisis sanitarias, políticas y económicas que siguen manteniéndonos en un estado de excepción perpetuo. No es coincidencia que en algunos países éstas crisis afectarán y perdurarán más que en otros y por eso el estudio de la historia es más importante que nunca.
Aun así persiste un malestar en general: un sentimiento de sequía ideológica. Lo que enfrentamos ahora es el sentimiento generalizado de profundo agotamiento y esterilidad política, significa que vivimos en un presente perpetuo, cada vez es más difícil imaginar un mundo mejor, pero sobre todo fuera del capitalismo y por lo mismo ignoramos el pasado, como si siempre hubiera sido así y siempre fuera a ser así. Desde la caída del Muro de Berlín estamos en el “fin de la historia”, dijo el politólogo Francis Fukuyama, y así el eslogan de Thatcher “no hay alternativa”, se volvió una profecía autocumplida.
Mark Fisher, en su libro “Capitalismo Realista”, nos dice que la sociedad ha entrado a una etapa de indefensión aprendida: Estar conscientes de que las cosas andan mal, pero estar aún más conscientes de que no se puede hacer algo al respecto. Incluso los mismos partidarios del capitalismo nunca lo describen como perfecto e ideal, sin embargo, lo presentan como el “menos peor”. La ideología capitalista es tan dominante y totalitaria que ya no la percibimos como ideología, para nosotros es la realidad.
Pero Marx nos dice que el capitalismo tiene sus contradicciones que lo superarán eventualmente. Si observamos a los países que se encuentran en fases superiores del desarrollo, los mal llamados “países de primer mundo”, nos daremos cuenta de que no han podido resolver aún problemas que nacieron a la par con el capitalismo. Por lo que ni en sus fases más desarrolladas la solución se encuentra dentro de sí mismo, no hay reforma que solucione sus contradicciones. Por ejemplo, la crisis medio ambiental es un problema fundamental, ya que se aspira a un crecimiento basado en el máximo beneficio de los capitalistas, siendo que la tierra cuenta con recursos finitos y de ahí la necesidad de recurrir al imperialismo y colonialismo para concretar el mayor saqueo. Nos dicen Marx y Engels:
“En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su satisfacción productos de los países más apartados y de climas más diversos” (K. Marx, F. Engels. Manifiesto del Partido Comunista, 1848).
Su actuar resulta hasta cínico. La crisis ecológica es algo de lo que se suele hablar mucho. El marketing empresarial está dirigido a vendernos soluciones de compra para hacernos creer que nuestro consumo es ético y nuestra acción individual salva al mundo con pequeños “granitos de arena”. Incluso se cree que los millonarios son filántropos y ecologistas, pero se ignora el hecho de que para que exista un Tesla que dé el placebo mental de sustentabilidad, debe existir explotación tanto de la naturaleza como de obreros en otra parte del mundo, en donde los universales derechos humanos parecen haber sido olvidados y esto pasa porque:
“El capital ha convertido el valor personal en valor de cambio y ha sustituido un sinfín de libertades inalienables y particulares por una sola libertad espeluznante: la libertad de comercio” (Ibid.) Marx ya en su época veía a la creciente globalización como una promesa vacía y hoy nos queda claro que no hay mundo que soporte tal sueño.
Esto da origen a una de las contradicciones más importantes a tener en cuenta, la cual es muy bien explicada tanto en el Manifiesto como en otras obras teóricas: “Un sistema entra en decadencia cuando las fuerzas productivas frenan la producción en lugar de impulsarla” (Ibid.). Es decir, se extiende sobre la sociedad la epidemia de superproducción. Siendo que el capitalismo es el sistema más productivo de la historia, no hay que tener miedo de afirmar ese hecho, el problema es que toda esa producción y “progreso”, ¿para dónde nos lleva?
Mientras los millonarios buscan escapar a Marte, la crisis económica (causada por los mismos factores que llevaron a la crisis en 2008 sumado a una pandemia mundial) se estima que va a dejar en pobreza extrema alrededor de 150 millones de personas e, incluso para los que se salvan de tal condición, el índice de movilidad social es cada vez más bajo y el índice de Gini cada vez más alto, por lo que hay que reconsiderar las métricas con las que se evalúa el supuesto éxito del capitalismo. Precisamente por eso, es el momento de detener a lo que llamamos la realidad y pensar que todo lo que está pasando podría ser de otra manera.
Este mismo ejercicio se lo han planteado muchos filósofos de diversas corrientes de pensamiento a lo largo de la historia, la diferencia es que, como mencionó Marx en sus Tesis sobre Feuerbach: “Los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de distintos modos; de lo que se trata es de transformarlo”. Lo que nos dice esta famosa frase es que cuando la filosofía no sirve para transformar al mundo, sirve para reproducir lo existente, sostener y legitimar el status quo.
Aquí es donde Marx y Engels deciden soltar a su fantasma, dentro del contexto de una de esas revoluciones que vienen a cambiarlo todo, la Revolución Industrial, mientras moldeaba a su nueva clase dominante, la burguesía. También iba a crear a sus propios sepultureros, los obreros modernos, el proletariado. Pero específicamente hay que comprender que: “La burguesía proporciona a los proletarios los elementos de su propia educación política y general, es decir, armas contra ella misma”. (Op. cit.). Por lo que la educación representa una de esas primeras armas que el proletario tendrá que empuñar para conquistar el poder político, sin embargo no se refiere a educación como una varita mágica que soluciona todos los problemas con la virtud de ser amigable dentro del marco legal, como muchos reformistas nos han hecho creer.
Ante la evidente esterilidad política de la educación burguesa, el Manifiesto del Partido Comunista, vino a cambiar al mundo e independientemente de ideologías políticas su lectura debe ser elemental. El Manifiesto no es un libro teórico, es un llamamiento para la acción. Representa una herramienta de politización y por lo tanto de cambio, al mero estilo dialéctico, el Manifiesto es la antítesis constituida del capitalismo. Y sus mayores rivales son la apatía y la alienación.
La alienación o enajenación, viene del latín, “alien” que significa otro, “actúo conforme otro me define” y es descrita como un proceso en el que el trabajador pierde sus virtudes humanas transformándose en simple mercancía, este fenómeno fue identificado desde la tradición hegeliana, ya que Hegel decía que encontramos la dignificación o realización en el ámbito vocacional, viéndonos representados con nuestro fruto del trabajo. Sin embargo, esta gratificación ocurría solo en contextos preindustriales, cuando el artesano impregnaba parte de sí mismo en su arte. Pero a la llegada de la automatización del trabajo y la evolución de la relación entre empleado y jefe (el cambio en la producción eventualmente representa un cambio directo en las relaciones de producción y por ende en las sociales), el empleado es mecanizado, concebido como un engrane más de una máquina productora.
Esta separación entre empleado y el fruto de su trabajo provoca una sensación de impotencia que adormece a las masas, quienes se ven reducidas a insignificantes cifras y dejan de percibirse como agentes de cambio. Y esto se perpetúa desde el condicionamiento material, siendo que las condiciones materiales del obrero muchas veces lo limitan en la teoría y praxis de su emancipación, ya que por definición, el propietario no tiene más que su fuerza laboral para sobrevivir. Engels nos dice que hay una realidad inmutable: “La humanidad debe comer y beber, tener refugio y ropa, antes de que pueda dedicarse a la política, la ciencia, la religión, el arte, etc.”.
En la escuela nos enseñan una visión que oscurece esta realidad material: En la edad antigua hubo pirámides, arte, filosofía y descubrimientos científicos. Pero la educación burguesa no se hace el suficiente énfasis que el modo de producción era esclavista, nos esconden que siempre ha existido una clase oprimida para que los opresores tuvieran tiempo de pensar y crear.
La alienación se refleja de manera ideológica: cuando se nos niega la realidad de por qué el proletario no se educa, el capitalismo pasa desapercibido como culpable y tendemos a echarle la culpa al individuo, siendo que las soluciones que proponen a problemas estructurales casualmente siempre tienen que ver con sustituir a un mal gobernante, banquero, empresario, etc. A fin de cuentas, la solución que nos venden es un placebo mental; en realidad ni los problemas, ni las soluciones son individuales. De la misma manera, se nos imponen valores como la desigualdad, justificándolos con que así funciona la naturaleza humana, naturalizando la explotación. Llega un punto en donde el pensamiento deja de ser autónomo, adquirimos el pensamiento acrítico que se nos repite constantemente y no hay reforma posible contra este fenómeno, ya que el capitalismo depende de su existencia como autorregulador de pensamiento, el individuo alienado se encargará de ridiculizar a todo aquel que sea consciente de sus cadenas.
La reproducción del discurso burgués a su vez depende definitivamente del miedo, ya que según las métricas del capital somos lo que poseemos, si nos quitan eso desaparecemos, también en el caso de familia y patria. Y así la labor de politización del proletariado se ve impedida por cuestiones de malentendidos, ya que se piensa que el comunismo busca sólo destruir el orden “natural” de las cosas y eso aleja al alienado siquiera a acercarse a la lectura marxista. Incluso en época de Marx existían mitos que eran precisos de aclarar, empezando con la palabra “abolición” que ha sido entendida como destrucción, pero más bien implica superación.
También hay que analizar que uno de los grandes éxitos del capitalismo es habernos hecho creer que propiedad es igual a propiedad privada. Desde luego que este mito no es cierto; hay otras formas de propiedad. Por ejemplo, la que tenemos sobre el cuerpo podría decirse que fue el primer tipo de propiedad que conocimos, pero no mucho tiempo después llegó la propiedad colectiva y perduró durante muchos años, no necesariamente porque sea cualidad de la naturaleza humana, sino porque en términos de supervivencia, siempre ha resultado más útil cooperar que competir. Pero luego vino la propiedad privada y con ella nace simultáneamente la guerra. De forma dialéctica, también la concepción de propiedad privada ha ido evolucionando: “La abolición de las relaciones de propiedad existentes no es una característica exclusiva del comunismo” (K. Marx, F. Engels. Manifiesto del Partido Comunista. 1848). La revolución francesa abolió la propiedad feudal en provecho de la propiedad burguesa. Naturalmente, lo que busca el comunismo es la abolición de la propiedad burguesa, defendiendo siempre la propiedad que es fruto del trabajo y que implica ningún tipo de robo, ya sea directo o en forma de plusvalía, a esta se le llama propiedad personal.
En cuanto a la familia burguesa, se explica que es una unidad productiva y sólo hace sentido dentro de este sistema, por lo que no es natural, siendo que evolucionó para que el patriarca impusiera las leyes del orden actual y que la relación que se tiene con la autoridad fuera sumisa e incuestionable desde la cuna. Además se menciona que “El obrero no tiene familia” porque está todo el día trabajando, así que se le priva esa oportunidad de cultivar tiempo de calidad con los hijos, lo cual a la larga también repercute psicológicamente en los hijos de obreros quienes sufren traumas de abandono.
Por otro lado, cuando se habla de la patria, se dice que “los obreros no tienen patria”. Hace mucho que la economía dejó de ser local, por lo que soluciones nacionales tampoco ayudan por más que pensemos que existen países soberanos. Y aunque si se prioriza la conquista del poder político primero de forma nacional, si se quiere acabar con la explotación de un individuo sobre otro, se deberá acabar también la explotación de una nación sobre otra.
El cambio radical se conseguirá por medio de la revolución y para hacer la revolución hay que comenzar por empoderar a las masas, esa es la labor del comunista. Este se encargará de que la orientación política le llegue a todo proletario y para esto hay que comenzar leyendo. Así como el Manifiesto Comunista existen libros que cambian al mundo, pero estos libros tienen la virtud de decirnos cosas que en el fondo ya sabíamos, por lo que nunca debe quedarse solo en la lectura, la acción es más urgente que nunca.
Ningún libro, perteneciente a ninguna ideología tiene una receta mágica para una utopía, por lo que siempre hay que tomar en cuenta que no existen soluciones fáciles, porque los problemas tampoco lo son, de esta manera el pensamiento crítico y la lectura funcionan como arma contra el populismo. El verdadero cambio no tiene una cara mesiánica, sino que reside en el actuar colectivo, coordinado y sobre todo persistente. Marx lo sabía: “A veces los obreros triunfan; pero es un triunfo efímero. El verdadero resultado de sus luchas no es el éxito inmediato, sino la unión cada vez más extensa de los obreros”. (K. Marx, F. Engels. Manifiesto del Partido Comunista. 1848)
Y de aquí hay dos caminos: les damos la razón a Thatcher y Fukuyama, caemos en un nihilismo político con el único placebo idealista de tener buenas intenciones y querer cambiar al mundo, tomando la postura neutral centrista y apolítica que a final de cuentas es complicidad con el sistema de explotación. O comenzamos a estudiar y repensar la historia, entendemos que “todo lo sagrado se profana”, es decir que no existe orden permanente y la lucha de clases ha sido el motor de la historia que siempre termina por romper lo que percibimos como inamovible, dándonos oportunidad para la creación de un nuevo orden.
Cuando se avecina un nuevo reinado del terror talibán en Afganistán, conviene recordar una página gloriosa y olvidada de la historia de este país, la Revolución de Saur de 1978, que trajo enormes avances sociales. El origen de los talibanes está aquí, cuando el imperialismo de EEUU los creó, financió y armó para terminar con el régimen surgido allí. Republicamos este artículo de Lal Jan sobre este acontecimiento.
La Revolución de Saur (Primavera), distorsionada y borrada de la historia por intelectuales y por la historiografía oficial, se atrevió a liberar a las masas oprimidas de Afganistán de siglos de despotismo brutal y de la feroz devastación de imperialistas de distinto tipo.
El sur de Asia es bien conocido por celebrar numerosas efemérides. Sin embargo, la Revolución de Saur, que tuvo lugar el 27 de abril de 1978 en Afganistán, ha sido tendenciosamente suprimida de los anales de la historia de la región. Desde los dramáticos acontecimientos que condujeron a la revolución y las subsiguientes profundas y radicales reformas que la siguieron, los grandes medios, la intelectualidad y la historiografía oficial han distorsionado, devaluado y tratado de eliminar el recuerdo de este glorioso episodio del pasado de Afganistán. Esta revolución se atrevió a liberar a las masas oprimidas de la región de siglos de brutal despotismo y de feroz devastación de imperialistas de distinto tipo. Aún hoy, esta revolución sigue siendo la única antorcha para las masas explotadas de esta trágica región gobernada por el capitalismo más mafioso bajo hegemonía imperialista, señalando la salida al sufrimiento y devastación actuales.
Los esbirros de la burguesía han equiparado deliberadamente la Revolución de Saur con la ocupación de Afganistán por los ejércitos soviéticos y han ocultado criminalmente que las tropas rusas entraron en Afganistán dieciocho meses después de la revolución, el 29 de diciembre de 1979. Los primeros dos presidentes del Afganistán post-revolucionario y dirigentes de la facción Jalq del Partido Democrático del Pueblo de Afganistán (PDPA), Nur Mohammed Taraki y Hafizullah Amin, tenían poca fe en el régimen burocrático que gobernaba en la Unión Soviética y se opusieron vehementemente a cualquier intervención extranjera, incluyendo a la Unión Soviética. Taraki fue asesinado al principio de la revolución y es altamente probable que fuese el KGB o la facción pro-Moscú del PDPA quienes mataron a Hafizullah Amin en la víspera de la intervención rusa.
Es correcto afirmar que la Revolución de Saur fue impuesta desde arriba en una insurrección revolucionaria del ejército con debilidades organizativas y políticas – no fue una revolución socialista clásica desde un punto de vista marxista. Sin embargo, ningún otro acontecimiento en la historia del sur de Asia se puede comparar con el golpe que ésta asestó contra la tiranía feudal, el primitivismo tribal, la opresión religiosa y la explotación capitalista e imperialista. Esta fue una revolución por decreto, que fue inmediatamente apoyada por millones de afganos oprimidos. Estos decretos fueron dirigidos contra las formas más extremas de coacción prevalecientes en la sociedad. Por ejemplo, el decreto número 6 canceló las deudas, préstamos, hipotecas y rentas debidas por los campesinos a usureros y grandes terratenientes (en la mayor parte de los casos estas deudas se heredaban de generación en generación). El decreto eximió completamente a “las personas sin tierra que trabajan para un terrateniente como campesinos o jornaleros” de pagar cualquier deuda o renta a terratenientes y usureros.
El decreto número 7 tenía la función de “asegurar la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en el ámbito legal, eliminar las injustas relaciones patriarcales y feudales entre marido y mujer”. También criminalizó: 1. el casamiento de niñas a cambio de dinero o bienes; 2. el matrimonio forzoso; 3. actos impidiendo a una viuda, por cuestiones familiares o tribales, volverse a casar voluntariamente o forzándole a casarse contra su voluntad. Fue más allá al fijar la edad de matrimonio a 16 años para las mujeres y 18 para los hombres, prohibiendo así el matrimonio infantil.
El decreto número 8 confiscó las tierras propiedad de los señores feudales y de la destituida familia real sin compensación y la redistribuyó entre los campesinos sin tierra y los pequeños propietarios. El objetivo del decreto era en primer lugar “eliminar las relaciones feudales y pre-feudales del orden económico y social del país”.
Otras políticas radicales puestas en práctica por la Revolución de Saur fueron la cancelación de las rentas, la distribución equitativa del agua y el establecimiento de cooperativas campesinas. Se lanzaron grandes campañas de alfabetización (en 1984 un millón y medio de personas habían completado cursos de alfabetización, y en ese mismo año 20.000 cursos para leer y escribir con 377.000 estudiantes estaban en funcionamiento en el país). El objetivo era erradicar el analfabetismo para el año 1986 en áreas urbanas y para 1990 en todo Afganistán. En el período previo a la Revolución de Saur, sólo 5.265 personas habían completado cursos de alfabetización. La dirección del PDPA (Jalq) publicó estos decretos antes de la intervención rusa. Tenían que derrocar el sistema, la oligarquía del capital y el Estado, para poder empezar a aplicar reformas. La Revolución de Saur demostró una vez más que en los países neo-coloniales ni siquiera las tareas básicas de la revolución democrático- burguesa pueden llevarse a cabo bajo el gobierno de la corrupta burguesía colonial.
Estas medidas radicales anunciaban el fin de los intereses imperialistas y del sistema capitalista/feudal en toda la región. La revolución sacudió los pasillos de los centros de poder desde Islamabad a Riad y de Londres a Washington. Para frenar la transformación revolucionaria de Afganistán la CIA lanzó la mayor operación contrarrevolucionaria de su historia. Esta era la yihad del imperialismo contra los “infieles comunistas”. La insurgencia reaccionaria sembró el caos en la región. Los imperialistas y su deleznable esbirro Zia ul Haq, el dictador militar de Pakistán, cultivaron y fomentaron la bestial amenaza del islamismo fundamentalista con una amplia red de tráfico de drogas, contrabando de armas y crimen organizado que hoy en día se conoce como “Talibán”. Ahora se ha convertido en el monstruo de Frankenstein a ojos de sus creadores. Tal ha sido la devastación sembrada por esta guerra contrarrevolucionaria del imperialismo que a lo largo de treinta y seis años la región se ha ido sumiendo en un sangriento conflicto que ha arruinado las vidas de varias generaciones de afganos.
Lo que se ha demostrado vívidamente es que no hay salida a esta guerra de desgaste, violencia y caos en el marco del actual sistema socioeconómico. La revolución y la contrarrevolución en Afganistán han sacado a relucir el absurdo de la “Línea Durand” trazada artificialmente en 1893 para diseccionar la nación viva y dinámica de los pashtunes. Esto también señala el hecho de que Afganistán y Pakistán están íntegramente conectados y que sólo una perspectiva revolucionaria unificada puede superar la barbarie religiosa e imperialista en la que la región está envuelta. Nur Mohammed Taraki, líder de la Revolución de Saur, defendió sin fisuras la necesidad de dar un carácter internacional al socialismo para asegurar su éxito y la supervivencia de las transformaciones revolucionarias.
En un discurso con motivo del primer aniversario de la Revolución de Saur, el 27 de abril de 1979, Nur Mohammed Tarakai afirmó:
“Le doy la enhorabuena a mis compatriotas, a los valientes soldados, a mis hermanos pashtunes y baluchis, y a los trabajadores de Asia, África, Europa y América en el primer cumpleaños de la Revolución de Saur. La Revolución de Saur no se limita a los trabajadores y soldados de Afganistán. Es la revolución de los obreros y las masas oprimidas de todo el mundo. Esta revolución, que ha sido llevada a cabo por soldados armados bajo la dirección del partido Jalq, ha sido un gran éxito y una victoria para los trabajadores de todo el mundo. La gran Revolución de Octubre de 1917 sacudió al mundo entero. Esa revolución es fuente de inspiración y orientación para nuestra revolución, que de nuevo ha empezado a sacudir al mundo.”
Esta es la verdadera esencia de la Revolución de Saur y un mensaje a la nueva generación de obreros y de masas oprimidas en la región y el mundo. Nada más y nada menos que una revolución socialista puede salvar a la región de este episodio desgarrador de guerras, caos, pobreza y miseria