En estos últimos días se estrenó un documental en la plataforma digital Netflix llamada Compra Ahora: La conspiración consumista dirigida por Nic Stacey cuya premisa es sencilla: se produce demasiado y genera basura que pone en peligro a la Tierra. Suena a la típica trama de cualquier documental que expone los peores aspectos del capitalismo tales como An Inconvenient Truth, Un océano plástico o The True Cost.
Aunque expone mediante una narrativa provocativa el mecanismo del hiperconsumismo que afecta a la población y al medio ambiente concluyen (como todos los demás documentales de su especie) que el problema se resuelve mediante ajustar un poco los tornillos por acá, exigir una legislación más rígida o a tu autoridad cercana. Tal es el pensamiento de los reformistas de la talla de Naomi Klein quien plantea en su libro Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima, que el problema es la fase neoliberal que se entiende como un capitalismo malo, deformado y maligno que solamente se necesita arreglar mediante reformas para llegar a un sistema “más beneficioso y democrático” para toda la humanidad. ¡Como si el modo de producción capitalista fuese igualitario! El problema no es el consumo, es el capital
El documental hace énfasis en un punto que se reconoce como cierto: la búsqueda perpetua de ganancias conlleva a la sobreproducción de mercancías que al final se destruyen porque nadie los compra. Esto es algo que el mismísimo Karl Marx ya había anotado en su trabajo El Capital como una contradicción fundamental del capitalismo. Para ser más específico, el modo de producción capitalista produce demasiadas mercancías debido a los desarrollos tecnológicos y organizativos de las fuerzas de producción, pero como su fuente de riqueza se deriva del empobrecimiento generalizado de la clase obrera a través de salarios más bajos (para extraerles más trabajo no remunerado) se les quita poder adquisitivo para comprar ¡las mismas mercancías que producen y necesitan para sobrevivir! De modo que se produce un escenario digno de una comedia absurda: como nadie puede comprar mis productos, lo lógico es destruirlos. Este escenario suena ridículo si no tomamos en cuenta que el fin último del capitalismo no es la satisfacción de las necesidades humanas sino su autovalorización mediante la extracción de plusvalor que enriquece solamente una clase.
Esto es pernicioso ya que no solamente existen millones de seres humanos en la pobreza y miseria más abyecta sino que se suma el carácter despilfarrador y predatorio del capital en su relación con el medio ambiente. Despilfarrador debido a que todo el proceso productivo y las largas jornadas (inhumanas en ciertas ramas como la electrónica) simplemente se demuestra inútiles ya que no logró su fase más importante que es la metamorfosis de la mercancía-capital (un objeto con un plusvalor cristalizado, potencial) a su forma dineraria (el plusvalor realizado) para seguir con su ciclo que deviene en la reproducción del mismo. Esto desde la perspectiva de que este excedente se tomaba como la totalidad del plusvalor en cuanto a la masa de mercancías dentro de los cuadernos del capitalista, si bien una parte fue realizada en el mercado no toda fue transformada derivando en su destrucción. Esto lo vemos en el documental en cómo las grandes multinacionales como Nike, Apple o Amazon destruyen los productos que nadie compró o en el caso más sutil, realizando supuestas campañas “ecológicas” como H&M que “reciclan” sus prendas solamente para terminar abandonadas en las playas de algún país pobre como Ghana.
Pero también es predatorio en el sentido de que la misma reproducción a mayor escala del capital exige más y más recursos naturales como su combustible. Esto lo vemos cuando las ramas extractivas tales como la minería o la de los combustibles fósiles buscan nuevos yacimientos para ser explotados mientras dejan ecosistemas devastados a su paso, desplazan comunidades enteras que vivían de tales entornos y llevan a la extinción miles de especies. Este aspecto aterrador es un punto que lamentablemente la cinta no muestra.
Pero esto lleva a la pregunta ¿Cómo se relaciona el hiperconsumismo con la reproducción del capital? Es un respuesta simple, debido a que el sistema se encamina al crecimiento infinito es necesario mantener el consumo (tan necesario en la realización del plusvalor que hemos estado mencionado) mediante su estímulo de manera artificial, tal como la cinta nos muestra con el ejemplo de Amazon en la que se manipula ciertos detalles como los colores de los productos o los precios se puede llegar a que individuos que pensaban comprar, por ejemplo, un par de zapatos ¡compren todo el conjunto de tendencia de invierno! A esto le llamamos consumo alienado. La publicidad y el marketing son ciencias precisas en la manipulación psicológica de deseos y necesidades que creemos tener, pero en realidad se nos impone. De esta forma nos llena de basura innecesaria y se mantiene el capital en el sentido de mantener la demanda efectiva y perpetuar tanto las relaciones de explotación del trabajo frente al capital, así como la del consumo “racional” para la circulación. ¡La lucha por el medio ambiente es la lucha por el Comunismo!
La pelea por la conservación de la biosfera, pero garantizando la satisfacción de las necesidades de la humanidad es posible bajo un sistema planificado, democrática y racional en cuanto a los ciclos naturales en vez de las ganancias solamente se logrará bajo el comunismo. La pobreza así como la devastación ambiental solamente se resolverán bajo el poder ejercido por los obreros de los medios de producción de las grandes corporaciones como Amazon o Apple para dirigir la producción bajo el principio de la necesidad en detrimento de la acumulación sin fin. Bajo la sociedad comunista se logrará poner bajo los fines de los obreros toda la enorme maquinaria planificadora que el capital ha creado para el pleno desarrollo de la humanidad respetando a la naturaleza en un sistema racional y metabólico. ¡PARA SALVAR A LA TIERRA ES NECESARIO LA MUERTE DEL CAPITALISMO! ¡POR EL PODER OBRERO EN LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN! ¡POR UNA ECONOMÍA PLANIFICADA POR Y PARA LOS OBREROS! ¡ÚNETE A LA OCR!
Como lo había anunciado antes de tomar la presidencia, Trump ratificó que el 5 de febrero entraría en vigor el cobro de aranceles de 25% a todas las mercancías que entraran a su país desde México y Canadá —exceptuando su petróleo que sería del 10%—, y el 10% para las mercancías de China. Esto se aplazó por un mes debido a las intensas negociaciones por parte de todos los involucrados. El gobierno mexicano se ha anotado una pequeña victoria, pero ¿a qué costo y cuánto va a durar?
Una nueva realidad bajo la era Trump
Trump es impredecible, si esta característica fuera la de una persona común y corriente simplemente no se le tomaría en serio, el problema es que él está sentado en la cúspide de la potencia imperialista más fuerte que jamás haya existido en la historia. Sus tonterías rápidamente pueden hacer entrar en pánico a inversionistas, presidentes y parlamentos.
Pero, como decía Shakespeare, en su locura hay un método. Sus comentarios y principalmente sus acciones van dejando una estela que nos permite ver hacia donde se mueven sus intenciones. Pero antes de entrar en esto podemos decir algunas palabras sobre su estilo o método de hacer política.
Trump no está hecho a imagen y semejanza de la burocracia gobernante tradicional, está formado en la dura batalla del sector inmobiliario de Nueva York. Es un empresario acostumbrado a negociar duro para conseguir sus objetivos. El gabinete de su gobierno está integrado por personajes como él, burgueses que están acostumbrados a mandar, reducir gastos, hacer “eficientes” a sus empresas y tener la última palabra en todo, cueste lo que cueste. No están acostumbrados a los trámites burocráticos ni a la diplomacia tradicional. Sus “métodos” de hacer política, a más de uno le están haciendo caer de la silla, porque rompen con todas las formalidades tradicionales y porque no les interesa seguir procedimientos administrativos para implementar sus propuestas. Esto le agrega una dosis de desequilibrio a todo el mundo y el periodo en que nos encontramos.
Más importante que esto es ver lo que hay de fondo en su política. Podría parecer desconcertante que, a diferencia de Biden, él esté planteando el alto a la guerra en Ucrania, forzó la negociación para frenar la masacre sionista en Gaza —aunque ahora dice que Gaza le va a pertenecer a los EEUU—, está retirando el apoyo a Europa y, en cambio, está planteando una ofensiva por recuperar el Canal de Panamá, disputar Groenlandia a Dinamarca y abrir una guerra comercial contra sus dos aliados más cercanos, México y Canadá.
En términos generales podemos decir que todo esto está relacionado con la idea de “hacer América más fuerte”. Estás acciones son un reconocimiento del declive relativo que ha sufrido el imperialismo norteamericano en el último periodo y se da cuenta que la forma de entrar en la batalla en las nuevas condiciones, —donde hay nuevas potencias disputando el mercado mundial, especialmente China—, es fortaleciéndose internamente para estar a la altura de los nuevos retos, no importa quien tenga que pagar por ello.
La manera en la que consiga estos objetivos es lo de menos, por ejemplo, no le importa destruir una relación comercial con sus socios más cercanos —México y Canadá— la cual se ha construido en los últimos 31 años, para Trump es más útil hacer que regresen las empresas a EEUU, que aprovechar las cadenas de producción que se han establecido durante todo el último periodo.
También es muy sintomático lo que está haciendo con Europa, la cual había sido una aliada incondicional a Biden y sus desastrosas ideas en la guerra de Ucrania. Ahora Trump les está amenazando con imponer aranceles, salirse de la OTAN y hacer que ellos paguen por el gasto militar en Ucrania. La burguesía europea está desconcertada y arruinada, impotente frente a las nuevas medidas.
La nueva política también está impactando a lo interior de los EEUU y tendrá grandes efectos. No estamos hablando de la política racista y antiinmigrante solamente, está atacando a la estructura del Estado desmantelando instituciones, ofreciendo retiros voluntarios, ajustando presupuestos, limitando derechos democráticos a las personas género diversas, etc. A mediano plazo todo esto va a tener consecuencias políticas y económicas.
Ya los inmigrantes se han organizado y movilizado, principalmente en las calles de Los Ángeles están llevando adelante un boicot a empresas como Coca Cola y Walmart. Ha habido algunas inconformidades de los trabajadores del Estado, pero aún no ha sido significativo. Está claro que lo que pretende es darle una rasurada profunda al Estado para ahorrar recursos y también para deshacerse de enemigos incómodos. Este plan de ajuste también llegará a la clase media y los trabajadores. Sus medidas económicas, como el destruir las cadenas productivas y regresar empresas a EEUU e intensificar las redadas contra trabajadores migrantes repercutirán en los bolsillos de la clase obrera norteamericana.
Trump y la amenaza contra los carteles mexicanos
El anuncio de los aranceles vino envuelto en una serie de ataques y amenazas contra el gobierno de Claudia Sheinbaum, diciendo que el gobierno era cómplice de los grupos del narcotráfico. Esto se suma al decreto firmado donde declara a los carteles de la droga organizaciones terroristas. Estas acusaciones tienen dos propósitos, por un lado, utilizan el gran problema de salud pública estadounidense —la gran cantidad de gente que está muriendo y siendo envenenada por las drogas— como argumento de fuerza para negociar a su favor frente al gobierno mexicano. La segunda, es para lavarse las manos olímpicamente, echando la culpa a México por esa situación tan brutal que se vive en los EEUU.
La negociación para que no impusieran los aranceles el 1 de febrero implicó que el gobierno mexicano movilizara 10 mil elementos de las fuerzas armadas a la frontera norte. Se puede decir que este es un costo menor que el de los aranceles. Si el argumento es económico seguramente es menos el mandar a la Guardia Nacional a la frontera. El problema es cómo va a afectar en la seguridad del resto del país la movilización de estos elementos a la frontera. Claudia ha dicho que no tendrá ningún efecto porque se han sacado de lugares donde no hay muchos problemas, pero esto no se puede creer.
La situación de violencia y descomposición social que afecta a estados como Sinaloa, Sonora, Zacatecas, Tamaulipas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Michoacán, Guerrero, Chiapas, Tabasco, Veracruz y Estado de México, no es poca. Son estados completos, desangrados por el conflicto entre bandas del narco y donde la presencia de la Guardia Nacional o el ejército atenúan un poco los delitos. Seguramente esta movilización a la frontera tendrá consecuencias y lo veremos a corto plazo.
El problema del tráfico de fentanilo no va a disminuir en un mes por la presencia militar en la frontera, porque es un problema que tiene muchas aristas. Esta medida podrá tener un efecto a mediano plazo, pero mientras exista la demanda en el mercado gringo, las drogas van a llegar por uno u otro lado.
Como lo hemos dicho antes, el problema del tráfico y consumo de droga es un problema complejo y resolverlo implicaría cerrar el tráfico de armas estadounidenses; incautar en el sistema bancario de ambos países cantidades ingentes de dinero provenientes del tráfico; detener a políticos y gente que trabaja en el Estado, de ambos países, que tienen vínculos con el tráfico —dentro de ellos estarían gente de la DEA, la CIA, guardias fronterizos y miembros del ejército mexicano y estadounidense—; detener y expropiar a banqueros, etc. Pero no se está hablando nada de esto. En este sentido, la lucha contra el fentanilo es un cuento, una moneda de negociación sobre otros temas.
Trump ha pedido a su gabinete que se revise a fondo la estrategia de seguridad nacional y antinarcóticos e implemente un “cambio fundamental en la mentalidad y el enfoque” y conseguir la “eliminación total” de los carteles. En un memorándum que había firmado el 5 de febrero se explica este llamado, propone que se juzguen en “fast track y de forma prioritaria a todos los capos del crimen organizado y lideres de las organizaciones delictivas para sentenciarlos a pena capital.” Estas medidas podrían tener cierto impacto en EEUU, pero en México no.
Una intervención armada de parte de EEUU traería serias consecuencias y no se ve como una probabilidad. El sentimiento nacional es muy vigente entre los trabajadores y campesinos pobres y no se quedarían con los brazos cruzados frente a un intento de intervención. Y esto no es porque exista una simpatía a los narcos, sino porque no van a estar dispuestos a permitir que el país imperialista entre y haga lo que a ellos les convenga. Este sentimiento nacional se complementa con un sentimiento antiimperialista que se vive en la juventud.
No podemos predecir hasta qué punto va a llegar Trump, pero sí podemos pensar que el problema del narcotráfico lo utilizará como un garrote para dar en la cabeza del gobierno continuamente y mantenerlo amenazado. Si decide dar un paso al frente, la situación cambiará radicalmente el estado de ánimo y provocará un movimiento que no se podrá mantener en los límites establecidos.
Las deportaciones de migrantes
En estas dos semanas que Trump ha estado en el poder, la Secretaría de Gobernación reporta que han sido deportados 8 mil mexicanos a territorio nacional, algunos más de otras nacionalidades. Ahí no para la cosa porque aviones de EEUU han salido a países como Venezuela, Colombia, Guatemala, El Salvador, Honduras y Panamá con más deportados. Además, ya se ha reportado el primer vuelo de inmigrantes a Guantánamo.
8 mil es una cantidad insignificante si tomamos en cuenta la cantidad de inmigrantes mexicanos que viven en los EEUU, los cuales se cuentan por millones. Es de esperarse que en las siguientes semanas y meses la cantidad siga creciendo y con ello incrementándose los problemas para el gobierno mexicano. Trump no está contento con la cantidad de deportados y ha pedido que se incrementen las detenciones.
Aparte de los deportados, Claudia debe lidiar con otro problema que está íntimamente relacionado a la política migratoria estadounidense. Tomemos en cuenta que en los primeros 8 meses del 2024 se reportaron que entraron al país 925,085 migrantes, la mayoría de ellos estacionados en estados como Tabasco y Chiapas. Los migrantes que buscaban llegar a los EEUU ahora buscarán refugio en México.
Nosotros los comunistas estamos de acuerdo que el gobierno mexicano dé asilo a todo migrante que lo requiera, nuestra política de principios es que no debería existir ningún límite migratorio para nadie. Una vez dicho esto, una cantidad importante de inmigrantes que ya no buscarán salir del país y las cifras que se siguen acumulando de deportados, meterá fuertes presiones al gobierno actual.
Hasta ahora se han habilitado 10 grandes centros de atención a migrantes en la frontera. El gobierno ha dicho que dará una tarjeta con 2 mil pesos a cada deportado para que pueda regresar a su lugar de origen. También ha facilitado asesorías legales en los consulados en EEUU, así como otorgado tarjetas que, en caso de ser detenidos les permita mantener sus ahorros.
En términos concretos un gobierno reformista como el mexicano no puede brindar una alternativa real a los inmigrantes. Solo liberando las fuerzas productivas de la propiedad privada se podría emplear a todo mundo reduciendo la jornada laboral sin reducción salarial, sin embargo, dentro del capitalismo esto está descartado.
Esta medida de parte del gobierno de Trump no es muy popular entre empresarios y granjeros estadounidenses, los salarios de los inmigrantes empujan a la baja los salarios de todos los demás; hay trabajos, principalmente en la agroindustria, que los trabajadores norteamericanos no quieren realizar, por lo pesado que son. Seguramente lo que se buscará es incrementar la cantidad de trabajadores temporales que se van a EEUU, con permisos delimitados y con un trabajo determinado. Aun así, tendrá un impacto negativo en la economía norteamericana.
La única razón por la cual se está impulsando esta política racista es para mantener una base de apoyo —la extrema derecha racista— motivada y en expectativa. La economía de los EEUU depende del trabajo de los migrantes legales e ilegales, algunos medios dicen que el 4% del PIB norteamericano proviene de los migrantes ilegales. Mientras sean expulsados más migrantes, mayores serán las contradicciones en la economía norteamericana y latinoamericanas que están recibiendo deportados.
El problema de los aranceles
A pesar de que la negociación dio como resultado el aplazamiento de la imposición del 25% de aranceles durante un mes, no está claro que se dé marcha atrás de forma definitiva. Este arancel va a tener un impacto brutal en la economía mexicana: las cifras nos dicen que entre el 80 y 90% de las exportaciones totales de México van a parar al vecino del norte.
México es el principal socio comercial de los EEUU, el intercambio entre ambos países es de 839 mil 900 millones de dólares anuales. Esto representa un aumento de 5.2% con respecto al año 2023. Estos son datos impresionantes y reflejan lo amalgamada que está la economía mexicana a la norteamericana, así como la dependencia que México tiene de esas exportaciones a los EEUU, las cuales representan un 40% del PIB.
Esta amenaza de imposición de aranceles, el trato a los migrantes ilegales y las amenazas con respecto al narcotráfico debe ser asumida por lo que son: un ataque imperialista contra el país. El gobierno imperialista de los EEUU, pensando en sus intereses, quieren deshacer esa integración que ellos mismos forzaron desde 1994, cuando se firmó el Tratado de Libre Comercio y ahora su continuación del T-MEC.
La economía mexicana desde esa fecha se fue organizando a partir de lo que el imperialismo fue dictando, creándose miles de armadoras, maquiladoras, aprovechando la mano de obra y los recursos naturales baratos —así como todas las facilidades de excepciones de impuestos y demás— para abaratar sus productos y ser competitivos en el mundo entero.
Principalmente las armadoras de automóviles fueron las grandes beneficiadas. Se montaron empresas de uno y otro lado de la frontera y vías férreas por las cuales pasar las mercancías varias veces al día. Las empresas se aseguraron de que los trabajos que tocaban al lado mexicano fueran los menos cualificados y más repetitivos, con poco valor agregado.
Miles de empresas invadieron la franja fronteriza y estados como Querétaro, Aguascalientes, Jalisco, Puebla, etc. Esto se vendió, por parte de los gobiernos priistas como un logro y se llegó a decir que nos iba a colocar en el primer mundo, sin embargo, después de 31 años nada de gloria hay en aquellas medidas. El proceso de industrialización se dio bajo la lógica de las necesidades imperialistas, no para solucionar los problemas fundamentales que vive la clase obrera de este país.
La gran paradoja es que el gobierno de AMLO y ahora el de Sheinbaum lejos de romper este esquema económico de subordinación, impulsaron una integración y dependencia mayor. El desarrollo de los grandes proyectos de infraestructura durante el gobierno anterior tenía ese fin, atraer a los grandes capitales estadounidenses que pudieran invertir en México. Lo que se estaba anunciando el año pasado como el “Milagro Mexicano” fue básicamente una coyuntura que el gobierno estaba aprovechando, el llamado nearshoring, un reacomodo del gran capital por la guerra comercial entre China y EEUU buscó un lugar seguro para que sus mercancías pudiesen entrar en el mercado estadounidense. Quien mejor aprovechó esto fue la burguesía china, principalmente las armadoras de autos eléctricos.
Desde el 2017, el año en que Trump comenzó a imponer aranceles a mercancías chinas, en su primer periodo presidencial, las inversiones del país oriental comenzaron a incrementarse en México. Del total de las inversiones chinas en México el 77% se dieron entre el 2018 al 2024. Son 1069 empresas chinas quienes registran los flujos de inversión extranjera directa. Aunque la cantidad invertida desde el 2006 al 2024 es de 2549 mdd —aún es poca en comparación con la estadounidense—, están orientadas en sectores claves, como lo es el automotriz, principalmente coches eléctricos. Además, entre instituciones educativas y ciertas instancias del gobierno se piensa que hay un subregistro de las inversiones chinas, las cuales pueden ser entre 6 y 9 veces mayores, esto porque hay mucho capital chino que no viene directo de China, sino de paraísos fiscales e incluso de EEUU —empresas que han salido de allá para plantarse aquí—.
Además de estos datos, que son muy relevantes para entender qué es lo que hay detrás de la amenaza de aranceles, debemos decir otra cosa, desde el 2000 al 2024 el valor del intercambio comercial entre China y América Latina se incrementó en 35 veces, pasando de 14 mil mdd a 500 mil mdd. China exporta a América Latina 22% del total de sus exportaciones y absorbe el 13% de las importaciones de los países latinoamericano. Si se quita a México de la lista, el porcentaje sube exponencialmente. Solo en países como México, Centroamérica y Colombia, Estados Unidos es dominante con respecto a la comercialización. En el resto del continente es China quien domina como socio comercial.
EEUU entiende perfectamente que la batalla central en estos momentos es con China, lo ha dejado claro en varias ocasiones, esto es lo que motiva su intención por Groenlandia y su interés renovado por el Canal de Panamá, país que ya dio un giro significativo al salir de la ruta trazada por China como prioritaria, por las amenazas imperialistas de los gringos. Trump también ha dicho claramente que es por México donde entran mercancías chinas al mercado estadounidense, aprovechando el tratado comercial. Esta es la razón de la exigencia del gobierno norteamericano a revisar el T-MEC este año.
La finalidad del gobierno de Trump al imponer aranceles a México y Canadá, son dos, por un lado proteger su mercado de mercancías chinas, principalmente de automóviles eléctricos. Por otro lado, quiere forzar a las empresas norteamericanas y demás capitales extranjeros a regresar a los Estados Unidos para aumentar su capacidad industrial.
No es posible saber hasta dónde va a llegar Trump con esto, pero no es muy seguro que vaya a dar marcha atrás en sus ideas de hacer “América más fuerte”. Es posible que dentro de las negociaciones para evitar aranceles y la revisión al T-MEC vengan fuertes exigencias como el evitar que el gobierno mexicano vete la utilización de maíz transgénico, que toda inversión a México tenga que ser aprobada por un comité binacional donde EEUU tenga poder de veto y decidir quién invierte en el país e incluso que se impongan aranceles diferenciados a algunas mercancías en específico o que el monto de estos no sea del 25 sino del 10%.
Tenemos que ir siguiendo el transcurso de las negociaciones que hay entre el imperialismo y el gobierno mexicano. El mercado mundial es el reflejo de la inutilidad de los Estados nacionales, la integración económica mundial no es errónea en sí, pero bajo el capitalismo y el dominio imperialista, esta integración sirve para mantener el control de unos pocos burgueses encima de millones y millones de seres humanos. Los comunistas no queremos una economía aislada, sino aspiramos a una federación de repúblicas socialistas de América donde puedan colaborar armoniosamente para solucionar la pobreza y cuidar el medio ambiente. Para lograr esto necesitamos terminar con el capitalismo en México, EEUU y todo el mundo.
Lo que Trump tiene en mente es una economía nacional fuerte, por eso no le interesa mucho mantener la integración económica anterior, solo si le es útil a sus planes la mantendrá. El gobierno reformista de México no tiene un plan serio para salir del atolladero, incluso sustituir importaciones dentro del capitalismo es limitado, y tomemos en cuenta que ahora México no tiene las capacidades para hacerlo.
Una política revolucionaria frente a los ataques imperialistas implicaría expropiar las empresas de capital norteamericano y nacional, y ponerlas a funcionar bajo control de los trabajadores. Este debería de ser el primer paso para una economía planificada donde la prioridad sean necesidades de la gente, al tiempo que luchamos por extender la revolución a los EEUU.
Está muy lejos de esto lo que plantea el gobierno de Claudia Sheinbaum. El Plan México estaba ofreciendo integrarse aún más a los EEUU, sustituir las exportaciones chinas por mexicanas y mantenerse cómodo bajo el ala imperialista. El problema es que ahora, para Trump este modelo ya no es funcional. Alguna otra idea tendrá que proponer el gobierno mexicano, pero siempre bajo las márgenes capitalistas.
Una posición antiimperialista y anticapitalista
La vieja izquierda nacional —reformistas de todo tipo y supuestos socialistas— tenían la demanda de terminar con el Tratado de Libre Comercio y aspiraban a regresar a los buenos tiempos del nacionalismo priista, cuando el Estado capitalista y burocrático tenía el control de empresas claves y daba trabajo a millones de trabajadores. Su principal demanda es: contra el neoliberalismo, en otras palabras, por un capitalismo nacional. Es por esto que defienden con uñas y dientes la política del gobierno de AMLO y ahora el de Sheinbaum, que plantea un nacionalismo de palabra, aunque en términos económicos dependa de los EEUU.
Lógicamente que estos sectores cierran brecha ahora con la presidenta frente a los ataques imperialistas, pero no critican absolutamente nada sobre los errores que estos gobiernos han cometido, como por ejemplo el Plan México y su intención de aumentar la dependencia económica con los EEUU o la posibilidad de más concesiones para empresas mineras.
Nosotros los comunistas denunciamos estos ataques imperialistas y creemos que debemos de levantar una gran movilización para defendernos, incluso pasar a la ofensiva expropiando las empresas, como ya lo mencionamos. El llamado que está haciendo el gobierno de “defensa de la soberanía nacional” lo tomamos con cuidado, porque hay una diferencia entre cómo entiende un trabajador y como lo entiende este gobierno y la burguesía nacional.
Para los trabajadores defender la soberanía implica sacudirnos el yugo imperialista, nacionalización de empresas de capital gringo, agitar sobre la independencia económica y que todo ello se refleje en los niveles de vida de nuestra clase.
Para la burguesía y para este gobierno la defensa de la soberanía nacional implica un pacto entre los burgueses nacionales y todos los que apoyan este gobierno, un Frente Unido, que defienda los intereses de la burguesía nacional: darles facilidades para que inviertan, por ejemplo, que paguen menos impuestos o que el gobierno les financie sus ‘inversiones de riesgo’ sin que ellos tengan que arriesgar nada.
Pensamos que el sentimiento nacionalista de la clase obrera es progresista en el sentido que repudia el ataque imperialista, pero solo es medio camino, el restante es la necesidad de oponernos firmemente al imperialismo americano pero tomando medidas anticapitalistas: organizarnos en las empresas, fábricas maquiladoras de la frontera norte y del país para evitar un posible cierre, en caso de que los dueños quieran sacar su producción del país: organizar a la clase obrera en ambos lados de la frontera para detener las redadas de migrantes y cuidarles de ataques racistas; no debemos de pensar en una industria nacional sino internacional pero sobre bases socialistas, donde la prioridad de la producción sean las necesidades de la gente y el cuidado del medio ambiente, no el interés imperialista o de la burguesía nacional.
Debemos organizarnos y agitar contra el imperialismo y contra el capitalismo a los dos lados de la frontera, entre los trabajadores, los jóvenes y las mujeres, en defensa de nuestros derechos como lo puede ser: emigrar con libertad y seguridad, un empleo digno, salarios suficientes, sanidad pública de calidad, respeto a los derechos democráticos de las mujeres como el aborto y por los derechos de la comunidad género diversa, etc. Estas consignas son importantes para organizar a los diferentes sectores en lucha, pero quedarían inconclusas si no planteamos también la lucha contra el capital.
Te invitamos a organizarte con nosotros y luchar por un programa antiimperialista y anticapitalista contra los ataques de Trump.
Para poder entender las raíces, el ADN, que marca desde su surgimiento la impronta especialmente brutal y reaccionaria de la burguesía y el capitalismo español, hay que remontarse al período en que, surgiendo de las entrañas de la vieja sociedad feudal en disolución, se empieza a abrir camino el dominio del capital y el régimen burgués.
España y la llamada “acumulación originaria del capital”
Marx en el último apartado del Volumen I de El Capital, aborda la llamada acumulación originaria. En el primer párrafo de ese apartado, sintetiza algunas de las conclusiones centrales analizadas en los capítulos previos y describe:
“Hemos visto cómo se convierte el dinero en capital, cómo sale de éste la plusvalía y cómo la plusvalía engendra nuevo capital. Sin embargo, la acumulación de capital presupone la plusvalía, la plusvalía la producción capitalista y ésta la existencia en manos de los productores de mercancías de grandes masas de capital y fuerza de trabajo. Todo este proceso parece moverse dentro de un círculo vicioso, del que sólo podemos salir dando por supuesta una acumulación “originaria” anterior a la acumulación capitalista -acumulación previa- la denomina Adam Smith; una acumulación que no es resultado sino punto de partida del régimen capitalista de producción.
«Esta acumulación originaria viene a desempeñar en economía política el mismo papel que juega en teología el pecado original. Al morder la manzana, Adán engendró el pecado y lo transmitió a toda la humanidad».
Abordando el análisis de cuáles fueron los factores y hechos objetivos que facilitaron y aceleraron esa acumulación primigenia, tenemos la versión edulcorada y laudatoria de los economistas burgueses, que presentan la acumulación previa como la merecida recompensa a un pequeños grupo de chicos buenos y ahorradores, dedicados en cuerpo y alma al trabajo cual laboriosas hormigas. De esa idílica manera, esos hombres de bien, pudieron guardar para el futuro y el capital brotó de su esfuerzo, tan limpio y reluciente como una patena.
Frente a este bonito cuento oficial, Marx generalizando la experiencia histórica de todo el desarrollo social, afirma que fue a través de la fuerza como se realizó el proceso de acumulación previa: “La violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva. Es por sí misma una potencia económica.
Haciendo gala de su extraordinaria capacidad de síntesis, partiendo del estudio del conjunto de hechos particulares que marcan los albores del dominio del capital, aplicando el método del materialismo dialéctico, Marx deduce hacia dónde apunta la dinámica histórica general. Extrayendo las leyes que de ella se derivan, analizando la génesis del Capitalista Industrial, explica:
“La Edad Media había legado dos formas de capital, que alcanzan su sazón en los más diversos tipos de sociedad y que antes de llegar la era de producción capitalista son considerados como el capital por antonomasia». El capital usurario y el capital comercial.
«El régimen feudal en el campo y en la ciudad el régimen gremial, impedían al dinero capitalizado en la usura y el comercio convertirse en capital industrial.
«Dichas barreras desaparecieron con el licenciamiento de las huestes feudales y con la expropiación y desahucio parciales de la población campesina. Las nuevas manufacturas habían sido construidas en los puertos marítimos de exportación o en lugares del campo alejados de las antiguas ciudades y de su régimen gremial.
«El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata en América, la cruzada de exterminio, esclavización y enterramiento en las minas de la población aborigen, el comienzo y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión de África en un cazadero de esclavos negros.
«Son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista.
«Estos procesos idílicos representan otros tantos factores fundamentales en el movimiento de la acumulación originaria. Tras ellos pisando sus huellas, viene la guerra comercial de las naciones europeas, cuyo escenario fue el planeta entero. Rompe el fuego con el alzamiento de los Países Bajos, sacudiendo el yugo de la dominación española, cobra proporciones gigantescas en Inglaterra con la guerra anti jacobina, sigue ventilándose en China en las guerras del opio….”
“Las diversas etapas de la acumulación originaria tienen su centro por orden cronológico más o menos preciso, en España, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra. Es en Inglaterra donde a fines del siglo XVII se resumen y sintetizan sistemáticamente en el sistema colonial, el sistema de la deuda pública, el moderno sistema tributario y el sistema proteccionista”.
Y concluye: “El Capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza”
Monarquía absoluta, conquista y expolio colonial: del sueño de El Dorado a la lenta y prolongada pesadilla de un régimen putrefacto
España tuvo, por así decirlo, la ventaja de la primogenitura histórica de ser el país donde la monarquía absoluta se desarrolló en su forma más acusada y con anterioridad a los demás estados feudales, sobre la base material de la unión de los reinos de Aragón y Castilla y la conquista de Granada bajo el reinado de los Reyes Católicos. Esto, unido al casi simultáneo y casual descubrimiento de América, empujados por la búsqueda de un mejor acceso al comercio de Especias con las Indias –frente a la ruta africana controlada por Portugal se buscaba otra hacia el Indico–, conforman el escenario que en los comienzos del siglo XVI otorgaron a la monarquía española la superioridad sobre el resto de Europa y el dominio de América del Sur.
En su primer artículo de la serie “La España Revolucionaria”, publicado en el New York Daily Tribune el 09-09-1854, analizando este proceso Marx sintetiza:
“Fue en el siglo XVI cuando se formaron las grandes monarquías, que se erigieron en todas partes sobre la base de la decadencia de las clases feudales en conflicto: la aristocracia y las ciudades. Pero en los otros grandes Estados de Europa la monarquía absoluta se presenta como un centro civilizador, como la iniciadora de la unidad social. Allí era la monarquía absoluta el laboratorio en que se mezclaban y trataban los distintos elementos de la sociedad; hasta permitir a las ciudades trocar la independencia local y la soberanía medievales por el dominio general de las clases medias y la común preponderancia de la sociedad civil. En España por el contrario, mientras la aristocracia se hundía en la decadencia sin perder sus privilegios más nocivos, las ciudades perdían su poder medieval sin ganar en importancia moderna.
“Si después del reinado de Carlos I la decadencia de España, tanto en el aspecto político como en el social, ha exhibido todos los síntomas de ignominiosa y lenta putrefacción que fueron tan repulsivos en los peores tiempos del imperio turco, en los de dicho emperador las antiguas libertades fueron al menos enterradas en un sepulcro suntuoso. Eran los tiempos en que Vasco Núñez de Balboa hincaba la bandera de Castilla en las costas de Darién, Cortés en México y Pizarro en el Perú; en que la influencia española tenía la supremacía en Europa, y la imaginación meridional de los íberos se encandilaba con la visión de El Dorados, de aventuras caballerescas y de una Monarquía Universal. Entonces desapareció la libertad española en medio del fragor de las armas, de los ríos de oro y de los tétricos resplandores de los autos de fe”.
“El descubrimiento de América. que al principio fortaleció y enriqueció a España, se volvió pronto contra ella» / Dominio público
Efectivamente, como Marx resalta, la práctica eliminación de los dos pilares del viejo poder de las ciudades medievales españolas –los Ayuntamientos y las Cortes– proceso que se aceleró de manera decisiva tras la derrota de los comuneros en Villalar el 23 de abril de 1521, fue el síntoma prematuro de lo que estaba por llegar.
En poco menos de un siglo, los mismos factores que impulsaron los éxitos iniciales del imperio español se convirtieron en su contrario. Estos condujeron a un período de decadencia, que hasta hoy mismo sigue marcando la impronta del capitalismo y la burguesía española.
En su artículo “La Revolución española y las tareas de los comunistas” (24-01-1931), Trotski explica el enorme atraso del capitalismo español en el contexto europeo de comienzos de los años 30 del siglo pasado, y siguiendo la estela de los artículos de Marx sobre la España revolucionaria del siglo XIX, comenta:
“El descubrimiento de América. que al principio fortaleció y enriqueció a España, se volvió pronto contra ella. Las grandes rutas comerciales se apartaron de la península ibérica. Holanda enriquecida tomó la delantera a España. Después de Holanda fue Inglaterra quien adquirió una posición aventajada sobre el resto de Europa. Era la segunda mitad del siglo XVI. España se aproximaba a la decadencia Después de la destrucción de la Armada Invencible (1588) esta decadencia revistió -por así decirlo- un carácter oficial. Nos referimos al advenimiento de ese estado de feudalismo burgués que Marx llamó la putrefacción lenta y sin gloria.
«Las viejas y las nuevas clases dominantes -la nobleza latifundista y el clero católico mediante la monarquía, las clases burguesas mediante sus intelectuales- intentaron tenazmente mantener sus viejas pretensiones, pero ¡Ay! sin sus antiguos recursos. En 1820 las colonias de América del Sur se separaron definitivamente. Después de la pérdida de Cuba en 1898, España quedaba sin posesiones coloniales. Las aventuras de Marruecos no supusieron más que la ruina del país y la intensificación del descontento del pueblo”.
Siglo XIX, la revolución burguesa en España, el papel de las últimas colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas
Si hubiera que elegir dos tesis que se muestren como norma, en toda la experiencia acumulada de la humanidad desde el mismo momento en que surgen las clases, estas sin duda serían: la lucha de clases y que ninguna clase dominante abandona voluntariamente la escena de la historia. La primera, se expresa como fuerza motriz que, inicialmente de forma acumulativa, y una vez se han alcanzado los límites de una sociedad dada, de forma revolucionaria, hace girar las ruedas de la historia, instaurando un nuevo marco social que niega lo viejo y encaja con las nuevas capacidades productivas y necesidades de la sociedad. La otra tesis constantemente reiterada, estrechamente ligada con este carácter histórico y por tanto finito de cualquier régimen social, es que ninguna clase dominante en la historia se ha podido reconciliar nunca con la idea de que el régimen social que garantiza su poder y privilegios esté destinado a desaparecer.
Esta verdad incuestionable, de que ninguna clase dominante abandona voluntariamente la escena de la historia, resalta la importancia en la lucha de clases del campo de batalla ideológico, y permite entender el sesgo de clase de las llamadas ciencias sociales. Este proceso se agudiza más aún, como es el caso hoy, en períodos de crisis orgánica del sistema que muestran ante los ojos de millones la bancarrota del capitalismo y el riesgo que su supervivencia implica para el futuro de la humanidad.
En este sentido, no es de extrañar que para la burguesía cuando se trata de abordar el pasado, el fomento de la desmemoria, unido al ocultamiento y la distorsión, sean la norma. Esto es así, incluso cuando se trata de explicar cómo se realizó su propio ascenso histórico, por no hablar de las luchas obreras revolucionarias que han cuestionado su sistema-.De esta forma, cuando el gran historiador escoces Thomas Carlyle escribe en 1795 -sólo 150 años después de los hechos- su libro “Cartas y discursos de Oliverio Cromwell”, para recuperar la figura histórica del que fue máximo dirigente de la revolución inglesa, tuvo que desenterrarla, en sus propias palabras, de debajo de un montón de perros muertos. ¡Qué decir del pavor indisimulado de la burguesía gala, para evitar por cualquier medio el recuerdo de su infancia revolucionaria!. Y si esta es la norma general en todo el mundo burgués, no por casualidad, en el caso del parasitario capitalismo hispano, la norma adquiere el carácter de una necesidad obsesiva e inquebrantable, que ningún grupo político o social que acepte el juego institucional puede romper.
Los patrióticos dirigentes hispanos, tras la imagen que venden de una España de ”glorioso” pasado -la tan falsa y manida hispanidad- y de un más que prometedor presente y futuro, lo que pretenden en realidad es ocultar bajo siete velos su auténtico rostro, la historia real de una burguesía parasitaria y reaccionaria, incapaz de hacer avanzar la sociedad. El cuadro real de la sociedad española a la que ellos representan, tiene mucho más que ver, con la descripción que ya hace 4 siglos hacía Cervantes en sus Novelas Ejemplares de la situación del país: la imagen del “caballero” que, bajo su capa de curtido cuero, ocultaba sus harapos y junto con él nos presentaba a esa cofradía de truhanes, ladrones y criminales que se reunían en el patio de Monipodio.
Si algo caracteriza al largo proceso de alumbramiento del dominio de la burguesía en España -que prácticamente abarca todo el siglo XIX-, es su inconsistencia, su incapacidad de llegar hasta el final rompiendo definitivamente con toda la basura feudal y clerical. Otro elemento decisivo que marca con su impronta todo el período, y cuya alargada sombra llega hasta nuestros días, es el importantísimo peso que en la acumulación originaria de capital tiene el dominio colonial de Cuba y en mucha menor medida los de Puerto Rico y Filipinas.
Lejos de romper con el viejo régimen, lo que se produjo fue la fusión de la aristocracia terrateniente con la nueva clase burguesa ennoblecida, bajo la tutela de la rapaz monarquía borbónica y con el asfixiante peso de una intocable Iglesia Católica. Todo ellos garantizado, sobre todo a partir del final de la Guerra de Independencia, por un Ejército y una judicatura, elementos centrales del Estado burgués, que intervienen como “árbitros” en los momentos de ruptura del equilibrio social o político, aglutinados en torno a la reaccionaria figura del monarca.
Todo este entramado que vincula y une a las viejas y nuevas fortunas, fusionadas estrechamente con el Estado, en cuyo vértice se coloca el Rey, sólo tiene como único objetivo seguir exprimiendo hasta la última gota de la riqueza creada en las colonias de ultramar y en la península por el trabajo de las masas populares.
En el último tercio del siglo XIX fracasa el intento de los sectores revolucionarios de la pequeña y mediana burguesía republicana de modernizar el país, con el fin del denominado sexenio revolucionario y de la efímera 1ª República 1868-1874. Junto con la restauración de la monarquía, en la figura de Alfonso XII, un nuevo y decisivo actor, la clase obrera, irrumpe con fuerza en la escena de la historia, anticipando el rol decisivo que la lucha obrera tendrá en el futuro del país, desde los inicios del siglo XX hasta hoy.
Azúcar y Esclavistas
El ejemplo de la independencia de Estados Unidos de la corona británica, fruto de la primera revolución americana, seguido por el triunfo de la Revolución Francesa en 1789 y dos años después por la victoria de los llamados jacobinos negros en su guerra de liberación nacional, en la isla de Santo Domingo controlada por Francia, que condujo a la independencia de Haití[1], animaron de manera decisiva el movimiento pro independencia en las colonias españolas de América. Este proceso fue favorecido a su vez por la crisis dinástica en la península. Esta crisis, que tras la denominada abdicación de Bayona donde Carlos IV cede el reino a Napoleón, conduce a la invasión francesa y a la Guerra de independencia de 1808-1814.
Frente a la pasividad sumisa del monarca, de su corte aristocrática y las élites dominantes, son la insurrección y resistencia popular, canalizada a través de las juntas revolucionarias que se forman a nivel local y provincial, junto a las Cortes que se convocan en Cádiz en 1812, los artífices de la derrota de Napoleón. Tras la salida de las tropas invasoras, la restauración del trono en la persona del infausto Fernando VII pone fin a los aires de cambio. Gran parte de los avances constitucionales se revierten y con ello se impulsa de manera imparable la lucha por la independencia americana. En menos de dos décadas 1810-1825, todas las colonias continentales han conquistado su independencia y el imperio queda reducido a las islas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
Ciertamente, el expolio y exterminio inicial de las poblaciones indígenas en las colonias de las grandes potencias ascendentes, también viene acompañado desde el siglo XVI y hasta finales del XIX, por la conversión de África en un cazadero de seres humanos, donde obtener la abundante mano de obra que exigían las nuevas plantaciones en América. Entre 12 y 15 millones de negros son esclavizados y trasladados forzosamente atravesando el Atlántico hasta América -desde Rio de Janeiro al Sur hasta la bahía de Chesapeake al Norte-, para que los que llegan vivos -se estima que al menos 2 millones murieron en el viaje- trabajen hasta la extenuación, sacrificados en el altar de la rápida acumulación de capitales. Esto, a su vez, engrasa y acelera la creación de un mercado cada vez más global que absorbe una demanda cada vez mayor de mercancías, impulsando a su vez el desarrollo de la manufactura y la industria.
La importancia que adquieren las plantaciones esclavistas de azúcar, café, tabaco y, más tarde, desde finales del XVIII las de algodón destinadas a satisfacer la demanda de la industria textil inglesa, impulsan el llamado Tráfico Triangular que se inicia en el siglo XVI y extiende sus vértices entre Europa, África y América, conformando un factor muy importante en el impulso de esta etapa germinal del capitalismo.
En los siglos XVII y XVIII el comercio de esclavos se incrementa enormemente y de los 300.000 que se estiman llegaron a América en el siglo XVI -de manera especial hacia las plantaciones brasileñas-, la cifra asciende a más de 1,5 millones en el XVII y supera los 6,5 millones en el XVIII. Durante esos 200 años la trata la dominan los ingleses, holandeses y franceses.
En el caso de las antiguas colonias españolas de la América continental, la esclavitud africana aunque significativa, no alcanzó las cifras del Brasil o de las Islas tropicales bajo el control de las principales potencias. Con escasas excepciones, la esclavitud africana sobrevivió a las independencias hispanoamericanas, para extinguirse en las repúblicas que allí se proclamaron durante la segunda mitad del siglo XIX.
Coincidiendo con el declive colonial, es precisamente en los ochocientos, cuando en lo que resta del dominio imperial español, sobre todo en Cuba y en menor medida en Puerto Rico, se produce un salto cualitativo, iniciándose el imparable proceso de implantación en los suelos vírgenes de las dos grandes islas caribeñas del modelo exitoso de la gran plantación anglo-francesa y holandesa.
En el impulso inicial de todo el proceso, se combinan la disponibilidad del capital ya atesorado en la isla y la península, y la “liberalización” por la corona en 1789 de la importación de esclavos africanos en todos los territorios hispanoamericanos. Todo ello, poco antes de que se produzca el hundimiento de la mayor productora de azúcar del mundo, que era la isla de Santo Domingo, como consecuencia de la revolución de los negros y esclavos que dio lugar a la segunda nación independiente en América con el nombre de Haití.
Como explica detalladamente el historiador José Antonio Piqueras Arenas en sus textos: La esclavitud en las Españas enero (2012) y Negreros (2021):
“Las islas del Caribe español, Cuba de forma destacada, Puerto Rico a considerable distancia, constituyen en el Siglo XIX los fundamentos del imperio español que sobrevive a las emancipaciones americanas de 1810-1825. Es un imperio que se caracteriza por su inequívoca impronta esclavista. La capacidad de las colonias de generar beneficios explica la ausencia de independencia política de las islas, la posición de potencia media que España conserva en el contexto internacional y una prodigiosa acumulación de capitales a ambos lados del Atlántico, en manos criollas y en manos de españoles de toda condición, desde el aventurero sin escrúpulos hasta la familia real, bien representada por María Cristina de Borbón, madre de Isabel II y durante los primeros años de minoría de esta Reina Gobernadora. Tan estrecho y fructífero resultó el vínculo colonial, que los sucesivos gobiernos ignoraron los tratados internacionales que España suscribió, por los que se prohibía el comercio de africanos a partir de 1820 y se “perseguía su contrabando” hasta con la horca para quienes fueran sorprendidos en su tráfico. Entonces comenzó el período de la trata clandestina que hasta su cese “regular” en 1867- todavía en 1873 fue sorprendido en Cuba un Alijo- llevó a las Antillas a entre 468.000-530.000 y hasta 875.000 esclavos, contraviniendo los acuerdos suscritos y la legislación penal española”.
En base al trabajo esclavo, Cuba en pocas décadas se convirtió en el primer productor de azúcar del mundo / La Jiribilla
Según la estimación media en los distintos estudios demográficos que se han publicado, en Cuba se pasa de menos de 200.000 habitantes a finales del XVIII a más de 1.000.000 en 1840-41, de los que al menos 600.000 son esclavos negros.
Teniendo en cuenta el carácter penoso e insano del trabajo en los ingenios azucareros, por las difíciles condiciones climáticas, lo que sumado a las jornadas agotadoras y a los frecuentes latigazos y malos tratos, provocaban una tasa de mortandad de hasta un 7% anual. Todo ello unido a que la elevada tasa de beneficios hacía más rentable sustituir las bajas con la compra de nuevos esclavos varones. Esto hace que diferentes expertos estimen que las cifras reales de la esclavización forzosa africana en Cuba y Puerto Rico hasta 1898, pudo afectar a entre 1,5 y 2 millones de seres humanos.
Marx, en el capítulo ya citado de El Capital sobre los orígenes de la acumulación originaria, pone el ejemplo de los efectos del tratado de Utrecht en Liverpool. En concreto, Marx se refiere a cómo tras el Tratado de Utrecht de 1713-1715 -que pone fin a la llamada guerra de sucesión española e inaugura el reinado de los Borbones- Luis XIV en premio por el apoyo de Inglaterra a las pretensiones de su nieto Felipe V –pese a que inicialmente apoyaba al candidato de los Austrias-, además de las cesiones territoriales -Gibraltar entre otras-, sobre todo les promete la concesión del “Tratado de Asiento de negros”, promesa que una vez su nieto llega al trono se hizo efectiva otorgando a la compañía británica South East Company la autorización para el envío durante 30 años de 4.800 esclavos anuales a la América española; esto es, 144.000.
Dice Marx: “Liverpool se engrandeció gracias al comercio de esclavos. Ese fue su método de acumulación originaria”, y da las cifras. En 1730 eran 15 los barcos dedicados al comercio de esclavos y en 1792 la cifra asciende a 132. Como conclusión, refiriéndose al auge de la industria algodonera inglesa -que se basó inicialmente en la mano de obra de niños que sacaban de los hospicios y orfanatos para explotarlos hasta la extenuación-, apostilla:
«A la par que implantaban la esclavitud infantil, la industria algodonera servía de acicate para convertir el régimen más o menos patriarcal de la esclavitud en los EE.UU en un sistema comercial de explotación.
«En general, la esclavitud encubierta de los obreros asalariados en Europa exigía, como pedestal la esclavitud sin disimulo en el Nuevo Mundo”.
Los datos más que esclarecedores que detalla en su último libro -Negreros- el ya citado Francisco Piqueras corroboran la tesis de Marx:
”Nunca se transportaron más esclavos de África a América que en el lapso comprendido entre 1750 y 1850. En 1860 se alcanza el máximo de esclavos africanos y afro descendientes en América. En sólo dos países EE.UU y Brasil, más las colonias españolas de Cuba y Puerto Rico y las Neerlandesas de Antillas y Surinam, la cifra supera los 8 millones de esclavos. La producción de estas regiones trabajadas por esclavos se encuentran a la cabeza de las exportaciones americanas y estrechamente ligadas con los mercados más desarrollados y los procesos productivos y tecnologías más avanzados Textiles, Refino y consumo masivo de dulces y bebidas estimulantes… empleándose en su producción, transporte, financiación y comercio los medios más sofisticados que se disponía».
Comparativamente al número de navíos negreros de Liverpool, para hacernos una idea del peso de la esclavitud en la acumulación capitalista originaria española, estas son las estimaciones de Piqueras:
“El número de embarcaciones que participaron en la trata clandestina española, por la proporción que puede establecerse entre navíos capturados y viajes realizados, superó los 2000 y pudo acercarse a los 2.500. Multiplíquese por la marinería precisa para atender los navíos, de 20 a 50 por barco, los capitanes y pilotos, los comerciantes que corresponden a esas cifras, las mercancías necesarias para los intercambios y la industria naval movilizada en el mantenimiento y la construcción de bajeles. Sólo para esta época de trata ilegal y clandestina, hablamos de decenas de miles de personas involucradas de manera activa”.
En base al trabajo esclavo, Cuba en pocas décadas se convirtió en el primer productor de azúcar del mundo. Los datos del estudio La Industria azucarera de Cuba durante el siglo XIX, del mexicano Julio le Riveren resultan esclarecedores:
Año
CubaTns. Azúcar
% Mercado Mundial
LouisianaTns. Azúcar
BrasilTns. Azúcar
1853
322.000
21,8%
225.000
138.000
1855
392.000
27,2%
116.000
106.000
1857
355.000
21,8%
157.000
88.000
1859
536.000
28,2%
181.000
120.000
Teniendo en cuenta que, según diversos cálculos, el valor actualizado de un peso cubano de mediados del XIX equivaldría hoy a 70,49€.
Los capitales generados para la oligarquía azucarera que a su vez engrasaban todo el entramado negrero, alcanzaron cifras desorbitantes. Así teniendo en cuenta el precio de venta medio de una libra de azúcar-0,454 kg- en 1855 de 0,05 pesos, el valor de la producción de ese año sumó 43.178.800 pesos, el equivalente a 3.044 millones de euros de hoy. En 1860 con igual precio medio por libra de azúcar y una producción de 447.000 toneladas, el valor alcanzado fue de 49.237.050 pesos cubanos es decir el equivalente a 3471 millones de euros.
Tras décadas de explotación, se hace necesario trasladar las plantaciones desde la costa occidental hacia el centro de la Isla, lo que encarece el transporte y sumado a los gastos dedicados a la importación de la maquinaria más moderna y a los de la “reposición de esclavos”, hace que se dupliquen los costes del capital necesario para instalar y hacer funcionar un ingenio, y a pesar de ello los beneficios siguen siendo fabulosos. Cuba es la Perla de las Antillas, según muchos autores, constituye una de las colonias más rentables del mundo y como prueba de ello, en 1860, los ferrocarriles y líneas férreas cubanas para el transporte del azúcar son más numerosos que los que existen en toda la América Latina.
Para estimar el peso económico de las colonias en el conjunto de la economía española de mediados del XIX, basta con revisar los datos del artículo de Catalina Guarner: “Economía española entre 1850 y 2015” publicados en ICADE nº10- revista cuatrimestral de las facultades de derecho y ciencias económicas- Según sus propias estimaciones, actualizando a euros de 2010, el PIB total de España ascendía en 1855 a 22.000 millones de euros, y en 1860 la cifra estimada era de 24.000 millones.
Negreros, la representación más acabada del mito del “Indiano”
Según el relato histórico oficial, la figura del Indiano está unida indisolublemente con esa imagen idealizada y nunca mejor dicho “edulcorada”, de hombres emprendedores y audaces, que partiendo de casi nada, gracias a su audacia y habilidad en los negocios en unos años de trabajo duro en las Américas, labraron su fortuna. Sus cronistas ensalzan que fue su importante contribución al engrandecimiento de España y al crecimiento de la economía nacional, lo que les hizo acreedores de los mayores honores y dignos merecedores de la justa concesión “Real” de los títulos que reconocían su innata nobleza.
Hoy, escondiendo el genuino y sangriento origen de sus fortunas, siguen siendo recordados como mecenas, que han dejado su impronta en los hermosos edificios que mandaron construir, en los cuadros expuestos en museos, en bellas estatuas de mármol y rotulados en los nombres de muchas calles de pueblos y ciudades.
Juan Güell y Antonio López López eran dos perfectos exponentes del “Negrero cubano” / Wikimedia Commons
Como ejemplo esclarecedor de lo que nos referimos: ¿Quién no conoce y admira la obra de Gaudí? Lo que es menos conocido es que Juan Güell, padre del que fue mecenas de Gaudí[2], y otro de sus clientes importantes Antonio López López, que le encargó el palacete del Capricho en Comillas, eran dos perfectos exponentes del “Negrero cubano” que se hicieron inmensamente ricos, con la trata y la esclavitud.
Hay una prueba fehaciente del compromiso inquebrantable de todos los políticos del régimen del 78 para no poner en cuestión el relato y con ello la pervivencia de los elementos centrales que garantizan el mantenimiento del sistema burgués. Escenificando la condena formal y por supuesto “unánime” del parlamento a la esclavitud y la trata de africanos, en 2009 se presentaron para su debate en el Congreso de Diputados dos propuestas del PP y el PSOE de Proposición no de Ley “Sobre memoria de la esclavitud, reconocimiento y apoyo a la comunidad negra africana y de afro descendientes en España”. En ninguna de ellas reconocían la responsabilidad española en la trata y el trabajo esclavo, ni se aludía a una reparación simbólica. El 26 de febrero de 2010 se recogía en el Boletín oficial de las Cortes, el texto finalmente aprobado. En el mismo, aparte de la condena genérica del esclavismo, nada quedó sobre retirar los nombres en las calles y otros homenajes a personas “ilustres” que hubieran tenido relación con la trata y la esclavitud. La explicación que dio el portavoz del PP a la enmienda -aprobada por supuesto con el respaldo del PSOE- por la que se suprimía la petición del cambio de nombres de las calles, era que eliminar esos nombres podría generar situaciones complicadas e incómodas que es lo que ninguno queremos que se produzca.
Sus señorías -y más aún los oligarcas del capital cuyos intereses defienden- conocen de primera mano que el capitalismo español, entre otras raíces, hunde una vigorosa y profunda, en el sangriento sustrato de la esclavitud americana. Más aún, son plenamente conscientes que el rastro de los capitales negreros, igual que el más reciente de quienes incrementaron sus fortunas previas o directamente se hicieron ricos con el franquismo. Como textos de referencia para conocer en detalle las viejas y nuevas fortunas bajo Franco: Ricos por la Guerra de España, Los Ricos de Franco y La Familia Franco S.A, todos ellos del periodista y escritor alicantino Mariano Sánchez Soler.
Este rastro nos conduce hasta hoy, donde el mismo viejo entramado de poder adaptado al siglo XXI y los mismos apellidos y títulos nobiliarios de ayer, siguen siendo parte integral de la casta dominante.
Aun siendo numerosos los estudios y textos que diferentes especialistas han dedicado a tratar de forma más o menos acertada lo que supuso la trata y el esclavismo en Cuba, son los dos libros ya citados de José Antonio Piqueras, los primeros que de manera detallada y valiente, además de llamar a las cosas por su nombre, establecen el hilo conductor que vincula la historia de ayer con la situación actual. Dice Piqueras en su introducción a su libro Negreros: españoles en el tráfico y en los capitales esclavistas:
“Una parte del mundo que crearon los negreros desapareció con ellos, otra porción puede ser identificada sin dificultad en la posición y fortuna transmitida por generaciones, reconocible en las élites económicas, políticas y aristocráticas que 200 años después de haberse suprimido la trata legal, 135 años más tarde de ser suprimida la esclavitud en Cuba, se mantienen activas. En algunos pasajes, a modo de un almanaque de Gotha, las páginas que siguen enlazan el pasado oculto con nombres actuales de la alta sociedad, las finanzas, la política y la vida pública. Es su historia no contada. Si se trae aquí esa relación es con la finalidad de dar visibilidad a un pasado español negado o minimizado”.[3]
El indeleble vínculo que en su libro describe Piqueras, entre los negreros de ayer y sus poderosos herederos hoy, es la razón de fondo que explica las “reticencias” parlamentarias a recordar esa verdad histórica.
De hecho, no por casualidad, las situaciones complicadas e incómodas a las que aludía nuestro ínclito parlamentario popular al pedir el voto a su enmienda, fueron perfectamente entendidas y asumidas por la bancada socialista y por la de los distintos grupos de la derecha nacionalista.
Se trataba de otro ejemplo más, del mismo pacto de hierro, que desde 1977, tras casi 50 años de “democracia”, sigue garantizando la total impunidad de los torturadores y asesinos franquistas. Mantiene como intocable el Punto y Final, impuesto en la Ley de Amnistía, que imposibilita la admisión a trámite de cualquier denuncia o reclamación judicial de las víctimas de la dictadura contra los jueces, policías o militares partícipes directos de la represión fascista.
La historia que ayer fue tragedia, continúa como una cruel farsa
El texto de El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Marx lo inicia diciendo:
“Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa.
“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”.
El alumbramiento del capitalismo español, coincidió con el canto del cisne del dominio colonial directo en América. El nuevo régimen se había ido gestando en la etapa final del largo proceso de lenta decadencia que se venía dando en el Estado español desde el siglo XVII. Del antiguo peso del país en la escena internacional sólo quedaba una tenue sombra, y frente a las grandes potencias del Siglo XIX España jugaba un papel insignificante y totalmente subordinado.
En este contexto histórico, los capitales obtenidos por los “Negreros” en Cuba y Puerto Rico, extrayendo hasta la última onza de oro del sudor y la sangre de cientos de miles de esclavos, fueron los fórceps necesarios para traer al mundo la nueva criatura que desde su nacimiento vino lastrada por la carga hereditaria de sus progenitores.
El proceso de simbiosis entre los nuevos capitales y los preexistentes, empieza uniendo a familias de hacendados y traficantes y, rápidamente, las uniones comerciales y conyugales se trasladan a la península donde los capitales negreros se orientan a todas las ramas productivas: compra de tierras, navieras y especialmente a las nuevas industrias y al sector financiero.
Mantener cueste lo que cueste el río de oro que llega desde las Antillas, rápidamente se convierte en el objetivo prioritario del Estado burgués y de toda su estructura política y militar (Monarquía, gobierno, ejército, Iglesia). De hecho, la parte del león del aluvión de dinero que financia el aparato estatal fluye desde las colonias antillanas, empezando por el ejército que en ese momento absorbía 1/3 del presupuesto total, legalmente a través de la carga fiscal y más importante aún de manera extraoficial mediante los sobornos o directamente con una participación en los negocios.
Sobre cómo se fue desarrollando todo el entramado de poder dice Piqueras:
“A partir de 1823 la complicidad de las autoridades españolas en Cuba y Puerto Rico con la esclavitud era tan estrecha, que se convirtieron en sus mayores y más útiles protectores. El general Miguel Tacón, gobernador de Cuba entre 1834-1838, militar que hizo y perdió las guerras continentales, de independencia e hispano americana, llegó a la conclusión de que la trata no era sólo un elemento sobre el que se sostenía la plantación y, en consecuencia, el comercio y los ingresos fiscales españoles; sino que creaba las condiciones apropiadas para disuadir a los criollos más audaces de la inconveniencia de un movimiento de rebeldía contra España.
“La trata creaba una masa importante de esclavos, un desequilibrio demográfico de tal magnitud, que los criollos blancos tenían motivos para temer una situación en la que no fuera posible, al ejército y a los peninsulares, contener a los esclavos si tenían que emplearse contra los insurrectos cubanos, dando lugar a que se reprodujeran las escenas de Haití, con una guerra racial pintada con los colores más tenebrosos. Leopoldo O’Donnell ratificó esa misma visión en la década siguiente”.
Desde la opuesta perspectiva del campo rebelde: “Les daba la razón el reformista y expatriado José Manuel Mestre cuando escribe desde New York al plantador criollo Cristóbal Madén el 12-12-1871: Nada puede haber más favorable para la causa de la revolución cubana que la abolición de la esclavitud. En ésta -la esclavitud- estriba todo el poder español en sus colonias antillanas y comprendiéndolo así los peninsulares residentes en Cuba se oponen y opondrán con todas sus fuerzas a todo cambio en la nefasta institución».
Continuar la tradición, de intentar conquistar y mantenerse en la cúspide del poder a cualquier precio, marca como un sello grabado a fuego a los Borbones, desde su acceso al trono español. En el momento mismo en que se implantan las primeras grandes haciendas esclavistas, la Corona se convierte en garante y por supuesto directo partícipe del negocio. Tras ella se agolpa el resto de los estamentos del Estado. Empezando por los ministros y presidentes de los gobiernos peninsulares, los capitanes generales y gobernadores coloniales, el ejército, la judicatura, la Iglesia y una multitud de políticos, intelectuales y periodistas…, todos ellos bien pagados con el oro negrero para defender hasta sus últimas consecuencias el status quo.
El tinglado del poder se estructura de arriba abajo, como los engranajes de una máquina bien engrasada. Las enormes tasas de plusvalía que se arrancan de la explotación inmisericorde de los esclavos, se comparte entre Negreros y Hacendados. Éstos, una parte la re invierten en la Isla y en la península, generando nuevos negocios y beneficios, y el resto se destina al pago de las tasas fiscales y sobre todo a lubricar todo el mecanismo “extraoficial”. En una perfecta simbiosis, el enorme caudal de dinero sucio se distribuye de forma piramidal. Empezando desde el Rey y respetando escrupulosamente el escalafón, todos reciben su parte.
Las autoridades en las Colonias y la Metrópolis, mientras que oficialmente suscriben y acatan todos los tratados internacionales que prohíben y castigan La Trata y, más tarde, el trabajo esclavo, no sólo lo permiten, sino que lo respaldan e impulsan abiertamente. Entre 1820 y 1867 se estima que entre 350 y 500 barcos dedicados al tráfico con destino a Cuba y Puerto Rico, fueron apresados sobre todo por barcos ingleses, en bastantes casos se confiscaba el barco y también la carga, pero no hubo ni una sola condena penal, ni a las tripulaciones, ni por supuesto a quienes financiaban y dirigían el tráfico.
Con muy pocas excepciones, los Capitanes Generales que dirigían el gobierno cubano abandonaban la isla con los bolsillos repletos.
La norma reflejada -en múltiples informes sobre el tráfico esclavista- la ejemplifica Piqueras con los datos de un informe de 1844:
“El informe estaba en condiciones de precisar que el desembarco de cada uno de los “esclavos frescos”, iba acompañado del desembolso de 27,50 pesos, repartidos de la siguiente forma: 16 iban al gobernador, 4 al oficial superior de la fuerza naval,7 al recaudador de aduanas y 0,50 pesos a los guardias que les custodiaban. En un sólo barco el capitán general podía recaudar 6.400 pesos”.
El ya citado general Miguel Tacón y Rosique, tras ejercer durante 5 años como gobernador de la Isla, abandona Cuba con una fortuna estimada en 400.000 pesos – o el equivalente hoy a 31.720.500€-
Otro ejemplo vivo de las bases materiales que sustentaban los intereses Negreros, lo encarna el destacado militar y político español, Leopoldo O’Donnell -Conde de Lucena y Duque de Tetuán, varias veces ministro y durante 6 años presidente del Gobierno español-. Entre 1843 y 1848 ejerce como Capitán General y Gobernador de Cuba. En su mandato, según fuentes del entonces cónsul británico en la Habana, en algunos desembarcos el pago al gobernador por “pieza”-como denominaban también los negreros a cada africano desembarcado-, subía hasta los 51 pesos. En sólo 6 años O’Donnell abandona la isla con un capital estimado en 500.000 pesos-35.245.000€ de hoy-.
La familia real, haciendo gala del papel decisivo de la corona y en fiel correspondencia con la grave responsabilidad que implicaba su posición a la cabeza de la Nación, son de los primeros en participar del Negocio. Empezando con el más lucrativo de la Trata, la regente María Cristina de Borbón se asocia con uno de los mayores negreros -el político y traficante Julián Zulueta- y junto a su segundo esposo Fernando Muñoz, no hay negocio lucrativo que no aborden.
La trama de control oligárquico, como la Hidra de Lerna extiende sus cabezas tentaculares por todos los estamentos sociales. Periódicos, diputados, ministros, jueces, obispos forman parte o están en nómina de su entramado. Es vox populi -como refleja Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales– el descarado dominio que ejercen sobre los mecanismos decisivos del poder.
Mientras, en la España real crece el clamor popular que denuncia el contraste entre la miseria de la mayoría laboriosa y la ostentosa riqueza de la élite, personificada en el bochornoso espectáculo de corrupción sin límite de la Casa Real.
También en Cuba crece el descontento, sobre todo entre sectores criollos del oriente cubano, que decepcionados por la negativa de la metrópoli de conceder una amplia autonomía a la isla, empiezan a defender la idea de la independencia, en frontal oposición a los intereses de los grandes hacendados habaneros y de la provincia de Matanzas en el Occidente isleño, que conforman el núcleo duro del llamado partido peninsular.
La expulsión de la corrupta Isabel II, inaugura el sexenio revolucionario (1868-1873) en la península y también detona el inicio de la 1ª guerra cubana de 1868-1878.
La expulsión de la corrupta Isabel II, inaugura el sexenio revolucionario en la península y también detona el inicio de la 1ª guerra cubana de 1868-1878 / Dominio público
El movimiento revolucionario a favor de la República federal, huérfano de una dirección consecuente, se dispersa en multitud de luchas locales descoordinadas- movimiento cantonal- y en pocos meses los monárquicos encabezados por Cánovas del Castillo retoman el control y traen de vuelta a los Borbones. El fracaso republicano, que inicialmente parece estabilizar al régimen, en realidad supone la ruptura definitiva con los sectores reformadores cubanos, y a pesar de la derrota inicial de los insurgentes en la denominada Gran Guerra, realmente marca el destino de Cuba y de los restos del Imperio Colonial.
En 1895 los revolucionarios cubanos inician la que José Martí definió como la Guerra Necesaria durante 4 años de lucha encarnizada, los 270.000 efectivos de las tropas españolas y de cubanos pro peninsulares, se enfrentan a 54.000 guerrilleros insurrectos. Transcurridos tres años desde su inicio, la entrada en la Guerra de los EE.UU, que en pro de sus propios intereses imperialistas se enfrenta a España apoyando a los insurrectos, en pocos meses cambia el curso bélico del conflicto. El 3 de julio los 17.000 efectivos del cuerpo expedicionario norteamericano desembarcados en el sudoeste de la Isla, cercan por tierra Santiago de Cuba. La flota española que desde hacía un mes se encontraba bloqueada en la Bahía Santiaguina, se tiene que hacer a la mar y, enfrentada a la flota norteamericana, es totalmente destruida. La derrota es inapelable, el decrépito imperialismo hispano cede el paso a la entonces ascendente potencia de las barras y estrellas.
El imperio colonial hispano acabó, igual que cuando inició su andadura, con la marca indeleble del oro y la sangre. En una orgía de muerte y destrucción, además de los más de 80.000 beligerantes muertos, entre 200.000 y 400.000 civiles murieron hacinados en los Campos de Reconcentración impuestos por el ejército colonial.
La crisis de 1898 certificó de manera abierta, la realidad de un capitalismo débil, totalmente irrelevante en la permanente lucha imperialista por la hegemonía mundial. España comienza el Siglo XX como una de los países más pobres de Europa. Dirigido por una burguesía rapaz y parasitaria incapaz de modernizar y hacer avanzar al país. Para mantener su control y dominio, -frente a una joven y combativa clase obrera-, en cada una de las crisis que rompen o ponen en riesgo de manera decisiva su control político y que como puntos de inflexión jalonan el nuevo siglo, su respuesta es el recurso a la represión abierta y como último eslabón al Ejército.
La alargada sombra del pasado y la lucha por el futuro
Dice el refrán popular que aquellos polvos nos trajeron estos lodos. En los últimos 50 años de “democracia” – producto del descarrilamiento por su dirección del magnífico movimiento de lucha huelguística y política de la clase obrera contra la Dictadura y el dominio del capital- se produce la plena incorporación del ya maduro capitalismo hispano a la rueda del imperialismo europeo y occidental.
El cambio de la correlación de fuerzas entre las clases, que implica el mayoritario peso cuantitativo de los asalariados en el conjunto de la sociedad española y el enorme poder potencial de la clase obrera, impone temporalmente al capital adaptar las formas políticas de su dominio a los procedimientos de la Democracia formal.
Eso sí, desde el mismo momento en que a finales de los 70, ya es imparable “el cambio”, convenientemente camuflados con el ligero barniz del centro y con la imprescindible e impagable ayuda que representa la traición de los máximos líderes del PCE y PSOE. De esta manera, los representantes políticos directos de la burguesía garantizaron el mantenimiento intacto de todos los elementos centrales del Estado, fieles garantes de su poder. La monarquía, el aparato militar y policíaco, la judicatura y una gran parte del viejo aparato político de la dictadura, ungidos con el mágico óleo del Consenso de la modélica “Transición”, renacen como garantes inmaculados del nuevo orden constitucional.
Es el viejo método, de cambiar lo secundario para que lo decisivo siga igual. Requiere, y más cuando el tinglado es relativamente reciente y reiterativo, de una alta dosis de Amnesia inducida y a ser posible permanente, que oculte la verdad.
Su problema es, que la verdad histórica no puede ocultarse a todo el mundo ni durante todo el tiempo. Hay un hilo rojo conductor que recorre la historia del capitalismo español, desde la acumulación colonial y esclavista primitiva hasta llegar al dominio monopolista de los oligarcas del Ibex 35 y la política imperialista española de hoy. Aparece, negro sobre blanco, en toda la nomenclatura de apellidos y títulos nobiliarios que hoy, igual que hace generaciones, sigue figurando en sus filas y que de manera exhaustiva detalla José Antonio Piqueras en su libro Negreros.
El vínculo que mejor refleja el papel del imperialismo español en el pasado y en el presente, salta a la luz analizando la evolución de la oligarquía financiera hispana.
Analizando el árbol genealógico de la enorme concentración del sector bancario, que través de un imparable proceso de absorciones y fusiones, conduce a la formación del BSCH (Banco de Santander) y el BBVA. Uno comprueba, con la excepción de Argentaria, que todas las entidades financieras que los integran (Santander, Central, Hispano Americano, Bilbao y Vizcaya) nacen vinculados a los grandes capitales negreros y al comercio con las colonias.
El dominio colonial directo, mediante la trata y las plantaciones esclavistas generaron la plusvalía, que se aportó como capital para fundar los principales bancos españoles. Hoy en el siglo XXI en la época del moderno dominio imperialista, y en una nueva vuelta de tuerca de la historia, a través de la exportación de capital y del comercio desigual, esos mismos bancos siguen obteniendo una parte decisiva de sus escandalosos beneficios en America Latina y lo mismo sucede con Telefónica, Repsol y otros grupos monopolistas.
En 2023, de los 8019 millones de euros del resultado atribuido al BBVA, 5.953 el 74% procedían de América Latina. En el mismo ejercicio, el BSCH, del total de 11.076 millones de beneficio neto, 4.592 (el 44%) tienen el mismo origen. Mantener los súper beneficios extraídos del pueblo latinoamericano, ese y no otro es el contenido real que se esconde tras el señuelo de la “Hispanidad”.
Hace años que está agotado el período prolongado, durante el que, con este o aquel traspiés, la casta dominante pudo mantener todo el entramado de su poder: en el terreno político a través de la alternancia entre las derechas e izquierdas oficiales, y en el de la lucha huelguística a través del Pacto Social con las direcciones sindicales mayoritarias de UGT y CC.OO. Golpeados por la crisis de un sistema que no tiene nada que ofrecernos, salvo un futuro de guerra, destrucción medioambiental y miseria creciente, cada día que pasa la radicalización crece y son millones los que sienten la necesidad imperiosa de acabar con el capitalismo. La idea del comunismo se abre camino en la mente y los corazones de miles de jóvenes y proletarios en todo el mundo.
Lo que se necesita con urgencia, es que cada camarada que se sienta comunista, comprenda que de nada sirve quedarse aislado. Desde la OCR os decimos que deis un paso adelante, vuestro puesto está con nosotros, ven a engrosar las filas de la sección de la ICR en el Estado español. Y afrontemos juntos la tarea de organizar y formar a los cuadros revolucionarios, que armados con las ideas científicas del marxismo y fusionados con nuestra clase, podamos derrocar a la burguesía y a su Estado, tomar el poder y construir un mundo nuevo socialista, en el que por primera vez en la historia la Humanidad accederá plenamente al reino de la Libertad.
[1] Texto de referencia para conocer en detalle el desarrollo de la revolución haitiana de 1791, “Los jacobinos negros -Toussaint LÖuverture y la Revolución de Haití, de CLR James
[2] Su hijo Eusebi, 2º conde de Güell, promotor de alguno de sus trabajos más conocidos, entre otros el Parque y la Colonia a los que da nombre, que incluyen la capilla que a Gaudí le sirvió como ensayo para su emblemática obra de la Sagrada Familia.
[3] Añade Piqueras, curándose en salud, para evitar posibles demandas judiciales: “No es nuestra pretensión atribuir la posición de la que gozan en la actualidad a los orígenes que afloran en los archivos, en la misma medida que sería inadecuado sostener que las ventajas adquiridas en el pasado son ajenas por completo a tal posición, o que la acumulación de capital proporcionado por la trata o la propiedad sobre personas esclavas fue indiferente en el proceso de enriquecimiento -en alguna de sus fases- de educación y de acumulación de capital social que los ha situado en la cadena de reproducción de las élites”.
Cuando los españoles llegaron a América hace 500 años, se encontraron con diversas culturas en todo el continente, incluidas poderosas civilizaciones como la mexica y la inca.
En este episodio Ubaldo Oropezaexplica el nivel de desarrollo de estas ricas culturas, sus contradicciones internas, así como las condiciones de la propia España contemporánea en el momento de la conquista.
Sólo entendiendo estas condiciones podremos comprender a su vez la devastación que supuso la conquista, y el papel más amplio de estos acontecimientos en el ascenso del capitalismo.
Este año se conmemora el 114° aniversario del inicio del movimiento armado que, en su momento, puso fin a la dictadura del Gral. Porfirio Díaz. Este último arribó a la presidencia, paradójicamente, por medio de un movimiento antirreeleccionista que derrocó al presidente Sebastián Lerdo de Tejada, en abril de 1877. Si bien es cierto que, formalmente, el gobierno de Díaz se caracterizó por el autoritarismo y la represión exacerbadas —antinomias de las libertades que pugnaba la reforma liberal—, junto con el establecimiento de un gobierno centralista que chocaba con el proyecto del federalismo democrático, antes bien el gobierno de Díaz fue la realización liberal acelerada del proceso capitalista de despojo masivo de tierras todavía en manos campesinas.
La vía que el régimen de Díaz eligió para desarrollar el capitalismo en México fue la de establecer una firme alianza entre el capital extranjero y los terratenientes, que desde la época colonial mantenían en estado de semiservidumbre a millones de campesinos. Las leyes de colonización y el emprendimiento de las compañías deslindadoras fueron ejemplo de ello; estas últimas registraban como lotes baldíos a pueblos enteros, lo que era secundado por la violencia para expulsar a los pueblos originarios.
Para finales del porfiriato, el territorio mexicano, con una población de poco más de 15 millones de habitantes, se encontraba en manos de 835 familias. La miseria generalizada en el campo también se repetía en las ciudades: exiguos salarios, jornadas laborales de 12 e inclusive 14 horas diarias, inexistencia de días de descanso, explotación vía el peonaje con tiendas de raya y el trabajo forzado provocaron la realización de más de 250 huelgas registradas durante el porfiriato, frente a las cuales el gobierno respondía con la cárcel, el exilio y el asesinato.
Las contradicciones sociales desarrolladas en el porfiriato tenían como contexto social, a nivel interior, el desarrollo de un capitalismo dependiente, caracterizado por arrastrar formaciones económicas precapitalistas, gastos improductivos onerosos, una deuda extranjera ascendente, aunado a los lastres que implicaban haber enfrentado dos intervenciones extranjeras y una larga guerra civil durante el siglo XIX. Pero a nivel internacional, el desarrollo del capitalismo en México durante el último cuarto de siglo se despliega cuando el capitalismo, a nivel mundial, alcanza su fase superior imperialista. La transición de la era de la competencia a la era de los monopolios, aunado a la exportación de capitales, propicia que, del capital invertido en México, el 77% sea de propiedad extranjera.
De este modo, el desarrollo de las fuerzas productivas en México es, en palabras de Alonso Aguilar, desviado, torcido y frenado al supeditarse a las directrices del capital financiero internacional. Este último es el principal beneficiario de un régimen complaciente con el capital foráneo, pero cruel, injusto y opresivo con sus connacionales.
Sin embargo, paulatinamente, Díaz, el otrora héroe nacional que había participado en la defensa de la soberanía de la patria, se convertía en el símbolo de un régimen atroz que debía ser destruido. El incremento de las revueltas, la aparición del bandolerismo, y la emergencia del Partido Liberal Mexicano de los hermanos Flores Magón, sus reivindicaciones y el ascenso nacional del Movimiento Antirreeleccionista liderado por Francisco I. Madero, crean fracturas irreversibles. Este último, proveniente de una familia de ricos hacendados, señala de forma equívoca que, en México, el principal problema no es la propiedad privada, sino el régimen de corrupción. Para 1910, Madero es encarcelado y luego expulsado del país. Para octubre del mismo año, Madero externa, desde el exilio, el plan de San Luis que integra, simultáneamente, la reivindicación de restituir la tierra los campesinos afectados durante el porfiriato, y también llama al levantamiento armado para el 20 de noviembre.
Este llamado es respaldado en el sur con la insurrección del movimiento campesino liderado por Emiliano Zapata, en el norte por las acciones de los hermanos Flores Magón y por Francisco Villa y Pascual Orozco. Lo fundamental es considerar que, dada la extracción burguesa de Madero, opta por negociar, a espaldas de las masas, la transición del gobierno con representantes del General Díaz, quien capitula y abandona el país en mayo de 1911. Tras la realización de elecciones, Madero es electo presidente de la república, a condición de que este logre frenar las insurrecciones armadas campesinas, pero estas logran una autonomía, y con ello, un carácter anticapitalista al atentar contra la propiedad privada de los latifundios.
La dinámica de la guerrilla zapatista, ubicado su centro neurálgico en el estado de Morelos, consistía en organizar ataques armados contra las haciendas, expulsar a los dueños y sus cuerpos de vigilancia, repartir las tierras con los partícipes y reiniciar esta dinámica en las haciendas aledañas. El peligro que suponía el movimiento zapatista contra la propiedad privada, aunado a la incapacidad de Madero para hacer deponer las armas a la insurrección campesina, fueron los factores que explican el posterior apoyo del gobierno y la embajada de Estados Unidos al Gral. Victoriano Huerta, quien, tras un golpe de Estado, usurpa el poder y asesina a Madero junto con su vicepresidente, para febrero de 1913.
El golpe de Estado, lejos de pacificar al país, propicia la difuminación del movimiento revolucionario a una escala nacional. Las fuerzas federales del gobierno usurpador deben enfrentar, desde el norte, a las 3 facciones del así llamado ejército constitucionalista: la encabezada por Álvaro Obregón, en el noroeste del país, la división del norte procedente de Chihuahua y liderada por Villa, y la facción constitucionalista del noreste subordinada al liderazgo de Venustiano Carranza, quien fuera senador porfirista y gobernador de Coahuila. Este último se asumía como líder indiscutible del ejército constitucionalista, manteniendo una clara línea burguesa que se distanciaba frente a Madero por su posición política de otorgar concesiones a la revuelta campesina en aras de controlar el poder y restituir al Estado burgués.
A la postre, Huerta fue derrotado no tanto por la maestría de Obregón (quien entró a la ciudad de México en marzo de 1914) sino porque, para las clases poseedoras, era mucho mejor un régimen con Carranza a la cabeza, que otorgar el poder a las huestes campesinas que integraban las filas de la división del norte y la rebelión zapatista. La burguesía sentía pánico y horror a ambos movimientos en tanto efectuaban expropiaciones a las grandes propiedades. Sin embargo, ambos movimientos carecieron de un programa político que asestara el golpe definitivo al Estado capitalista. Las insurrecciones campesinas carecían de cuarteles, pertrechos regulares, tampoco contaban con ingresos regulares. La misma condición que movilizó a miles de campesinos, la restitución de tierras, también propició su desmovilización cuando estos la obtenían, de tal modo que, pasado un tiempo, el revolucionario zapatista regresaba a cuidar los cultivos. Junto con sus limitaciones, los alcances del movimiento revolucionario de 1910 pusieron patas arriba el orden jurídico capitalista: las reivindicaciones del plan de Ayala zapatista y la convención de Aguascalientes asumían que la tierra era del campesino, y la obligación de demostrar su tenencia caía en responsabilidad del hacendado, de forma inversa a como se había hecho en el pasado.
Al no hacerse del poder, ni tampoco hacer estallar en mil pedazos la maquinaria estatal, el movimiento insurrecto dejó su tarea inconclusa. Y fue así en tanto no existía una dirección política organizada de alcance nacional que llevase a cabo tal tarea. Esta tarea está reservada al partido revolucionario de los trabajadores, quienes, al no poseer una reivindicación de defensa de propiedad en cuanto tal, no tienen el mismo freno que pesó en el movimiento zapatista y villista.
Para octubre de 1914, en la convención de Aguascalientes, se establecen las líneas fundamentales del programa político que defenderá al unísono las facciones zapatistas y villistas, pero que también iniciarían una nueva etapa en la revolución, cuando Carranza desconoce dicha convención porque esta última lo depone como líder de la revolución.
Inicia la nueva etapa de la revolución, donde las facciones burguesas, pero ahora de un corte nacionalista y concesionario, se enfrentan lisa y llanamente al zapatismo y al villismo. Las mismas limitaciones de estos movimientos y su incapacidad e indeterminación para tomar el poder, propician la derrota de Villa en Celaya para abril de 1915. El movimiento zapatista es derrotado tras la muerte de su líder abril de 1919.
Una lección de esta historia es que, por más atroz e invencible que parezca un régimen, este puede ser socavado y destruido con el enorme empuje de las masas. Pero si estas no hacen estallar en mil pedazos el Estado anterior, sustituyéndolo por un Estado proletario, se restituirá el poder político de las clases poseedoras. Esta historia se repetirá hasta que los desposeídos tomen en sus manos las riendas de sus propios destinos.
En las diferentes sociedades que han existido las relaciones sociales y el papel que juegan los hombres y mujeres en ellas han sido cambiantes. De tal manera que no siempre han sido como las conocemos actualmente, estás se fueron transformando desde las formascolectivas (el comunismo primitivo), hasta que aparece la propiedad privada donde, de una forma a otra, existe una transición de las relaciones equitativas e igualitarias hacia las relaciones de opresión y sometimiento de una minoría hacia la mayoría y del hombre hacia la mujer y de las organizaciones sociales matrilineales hacia las patriarcales. Así, a partir de la acumulación de excedentes y la aparición de la propiedad privada, se generaron las condiciones materiales para el sometimiento de la mujer y en general la aparición de la opresión de una clase sobre otra.
Marx y Engels escriben en el manuscrito La Ideología Alemana de 1846 “La primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de hijos.” Y Engels agrega en el Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado: “el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino”.
En este sentido, Engels plantea la aparición de la monogamia como una consecuencia directa de la aparición de la propiedad privada:
la monogamia no aparece de ninguna manera en la historia como una reconciliación entre el hombre y la mujer, y menos aún como la forma más elevada de matrimonio. Por el contrario, entra en escena bajo la forma del esclavizamiento de un sexo por el otro, como la proclamación de un conflicto entre los sexos, desconocido hasta entonces en la prehistoria.
Esto sucede a partir del proceso de domesticación de los animales, donde los rebaños pasan a formar parte de la propiedad del hombre, así el matrimonio sindiásmico y las tribus basadas en la línea materna de consanguinidad fueron poco a poco sustituidas por el matrimonio monogámico para garantizar la herencia de la propiedad privada por consanguinidad patrilineal.
El hecho de que la crianza de animales y por tanto el excedente de ganado quedara bajo el dominio del hombre, generó que él se convirtiera en el dueño de la mujer dentro del matrimonio. Las tareas de garantizar la alimentación y los instrumentos de trabajo necesarios para conseguirlos eran deber del hombre, por lo tanto, lo convirtieron por derecho en el nuevo propietario de estos instrumentos, mientras que la mujer se encargaba de garantizar la realización de las tareas domésticas, y el cuidado de los hijos, que hasta entonces eran asumidas de forma comunitaria.
Así es como el trabajo doméstico se impone a la mujer ante las nuevas relaciones de producción, Engels lo explica de la siguiente manera:
La división del trabajo en la familia había sido la base para distribuir la propiedad entre el hombre y la mujer. Esta división del trabajo en la familia continuaba siendo la misma, pero ahora trastornaba por completo las relaciones domésticas existentes por la mera razón de que la división del trabajo fuera de la familia había cambiado. La misma causa que había asegurado a la mujer su anterior supremacía en la casa —su ocupación exclusiva en las labores domésticas—, aseguraba ahora la preponderancia del hombre en el hogar: el trabajo doméstico de la mujer perdía ahora su importancia comparada con el trabajo productivo del hombre; este trabajo lo era todo; aquél, un accesorio insignificante (Engels, Federico, El Origen de la Familia la propiedad privada y el Estado).
De esta manera podemos entender que el origen material de la opresión de la mujer y la designación del trabajo doméstico como su “papel histórico” en la sociedad, se relaciona directamente con el origen de la propiedad privada, que modificó las estructuras familiares colectivas para transformar a la familia en el primer núcleo de sometimiento y esclavitud.
Desde ese momento hasta la fecha, el papel de la mujer en los diferentes modos de producción ha sido el mismo. Los diferentes mecanismos de poder han acentuado el sometimiento de la mujer a las diferentes sociedades clasistas, convirtiéndola en la esclava del esclavo. Entender el contexto histórico basado en un análisis materialista es fundamental para trazar el eje de lucha actual contra la esclavitud doméstica y la opresión de la mujer.
De acuerdo con un análisis realizado por ONU-Mujeres y el Colmex en 2019 se indica que las mujeres dedican más de 30 horas a la semana al trabajo doméstico y de cuidados, mientras que los hombres solo dedican 10 horas a la semana. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (2019), las labores de cuidados se realizan por el 41.6% de las mujeres que no están activas en el mercado laboral, por lo que determinan que este es uno de los principales impedimentos para la participación de las mujeres en el trabajo productivo y para alcanzar la independencia económica.
Los datos son contundentes y es innegable que el trabajo doméstico y de cuidados es un lastre para el desarrollo social y productivo de la mujer, por lo tanto, la lucha por liberar a la mujer de este yugo es indispensable.
Entonces tendríamos que preguntarnos ¿Cómo liberar a la mujer del trabajo doméstico? Y aquí tenemos dos planteamientos, mediante la remuneración del trabajo doméstico o mediante la socialización de este.
Remuneración del Trabajo Doméstico
Dentro del feminismo hay una corriente que plantea que las mujeres deberían recibir un salario por el trabajo doméstico, puesto que la lucha por la remuneración de este trabajo lo visibilizaría. El planteamiento general es que el trabajo en el hogar ha sido impuesto a las mujeres para que el sistema capitalista se ahorre el dinero necesario para la recuperación y reproducción de la fuerza de trabajo como mercancía. En este sentido, se habla de un control ideológico por parte del sistema que transforma el “trabajo reproductivo” en una actividad impulsada por el amor a la familia.
Silvia Federici, en su libro Salario contra el trabajo doméstico, menciona:
Debemos admitir que el capitalismo ha tenido mucho éxito al esconder nuestro trabajo. Ha creado una verdadera obra maestra a nuestras expensas: la explotación, lejos de ser concebida como tal, se transforma en un acto de amor. Al negar un salario al trabajo en la casa (a la reproducción y mantenimiento de la fuerza de trabajo) y al transformarlo en una amorosa entrega, el capitalismo ha matado varios pájaros de un tiro.
Más adelante dice:
El salario da la impresión de un trabajo justo: trabajas y te pagan; por tanto, el jefe y tú son iguales… Sin embargo, recibir un salario significa que trabajas y que puedes negociar alrededor o en contra de los términos y de la cantidad de salario, de los términos y la cantidad de ese trabajo. Obtener un salario significa entrar en un contrato social. (Federici, Silvia, Salario contra el trabajo doméstico).
Para Federici, el planteamiento del problema es la invisibilización del trabajo doméstico, al no ser conscientes de que es un trabajo, entonces se normaliza, y se nos presenta como el ejercicio de tareas exclusivas de la mujer a partir de un acto de amor, y la forma de visibilizar y hacer consciente que el trabajo doméstico es un trabajo es pagando un salario, de este modo adquiriría un valor, al tener valor entonces sería reconocido, importante y emancipador para las mujeres.
Sin embargo, Federici comete varios errores en su planteamiento pues, para empezar, visibilizar o reconocer el trabajo doméstico no hará que deje de existir. Este existe y se realiza se vea o no. La ideología capitalista en sí no es la que disfraza al trabajo doméstico como un acto de amor, sino el matrimonio monogámico, que es una reliquia heredada del pasado, donde el factor económico siempre pesa más que el “amor”. Dentro de las familias obreras, estas uniones se hacen o se mantienen por una cuestión de supervivencia, haya o no amor.
La relación laboral obrero-patrón, en realidad nunca se hace en igualdad de condiciones, mientras que el patrón tiene sus millones y su maquinaria para imponer su punto de vista, los obreros no tienen nada y muchas veces tienen que aceptar la relación laboral a riesgo de morir de hambre. La relación obrero patronal es una representación de la explotación dentro del capitalismo, el salario solo es una pequeña parte de lo que el obrero produce. Lo que plantea Federici es que con el salario a las mujeres que hacen trabajo en casa, se establezca una relación de explotación que sea reconocida, pero no propone nada para terminarla, es decir para terminar con la explotación. A partir de esta supuesta percepción de iguales, la autora pretende que el patrón pague un salario al trabajo doméstico, pero no define quién es el patrón. Aquí tendríamos que preguntarnos, ese salario ¿lo pagará el capitalista a partir de la disminución del salario obrero o el obrero tendrá que destinar parte de su salario a la mujer para la realización del trabajo doméstico?, que en realidad ya es lo que sucede, puesto que, desde el punto de vista económico, el salario es la cantidad necesaria para garantizar la supervivencia y reproducción de la fuerza del trabajo (el hecho de que un salario no alcance para solucionar la supervivencia, tiene que ver más por la pérdida de prestaciones y nivel de vida de la clase obrera en su conjunto).
También esta corriente del feminismo plantea al ejercicio de la maternidad como un trabajo de producción de los nuevos elementos de la clase obrera para el capital. Es decir, se considera al útero de la mujer como un medio de producción y al hijo como el producto del cual el capital expropia la plusvalía que le otorga la mujer en el trabajo de crianza, al momento en el que el hijo ingresa al mercado laboral. Como lo explica la misma Silvia Federici en su texto Las mujeres y el welfare:
La sexualidad de la mujer es decisiva como medio de producción en todo el mundo. El mercado laboral decide cuántos hijos tiene que tener una mujer…
El útero de las mujeres, nuestro útero, es la rueda que mantiene en marcha al capital. Por eso hay que controlar estrictamente nuestra sexualidad, para que no causemos crisis de superproducción, que son las únicas crisis «ecológicas» que preocupan al capital.
Así, la conclusión que se desprende de esta teoría es que el trabajo reproductivo es la base inicial de la explotación del capital y que este trabajo debe ser reconocido y remunerado para, de alguna forma, generar un convenio por la venta de nuestros hijos al mercado laboral. Ésto no tiene ningún sentido, pues en un análisis económico, que no es motivo de este artículo, podemos ver que nuestros hijos en sí no son el producto deseado por el capital sino su fuerza de trabajo, pues no se extrae plusvalía de una persona, sino de la cantidad de fuerza de trabajo que esta pueda vender. Así es como conceptualmente esta visión del trabajo reproductivo es completamente equivocada.
Adicional a esto, debemos mencionar que no todo lo nacido necesariamente se convierte en mano de obra para el capital. Por ejemplo, los hijos de la burguesía, en realidad nunca se verán forzados a vender su fuerza de trabajo para sobrevivir, incluso, una parte de los hijos de la clase obrera serán parte del ejército general de reserva, incapaces de vender su fuerza de trabajo. Lo que mantiene en marcha al capital es la extracción de plusvalía, que se obtiene a partir de la disparidad del valor otorgado a la fuerza de trabajo y la capacidad de producción de mercancía que esta genera, es decir al plustrabajo, por lo tanto, la cantidad de hijos o de úteros capaces de procrear no tienen absolutamente nada que ver con las relaciones de explotación del capital. El problema es el capitalismo, no nuestra capacidad reproductiva.
La tendencia del capital es a concentrar la inversión en maquinaria, no en la producción de más cantidad de obreros, es decir, la inversión va hacia el capital constante no hacia el capital variable. Ante esta situación la propuesta de Federici es dejar de parir hijos para evitar la superabundancia de la mano de obra. En realidad esta teoría es muy similar a la de Malthus, donde plantea que el problema central del capitalismo es la sobrepoblación y no el sistema.
Otra de sus inconsistencias teóricas, es su presunción de “marxista”. Si consideramos que desde el marxismo reconocemos que las clases sociales se identifican a partir de la relación que tienen con los medios de producción, se genera una contradicción. Por un lado plantea que las mujeres son las más explotadas en el hogar, pero al mismo tiempo dice que el útero de las mujeres es su medio de producción, entonces todas las mujeres seríamos burguesas al ser dueñas de los medios de producción. Sin embargo, para darle justificación a su incoherencia teórica, plantea que la mujer no es libre de usar su “medio de producción” dado que la sociedad le impone cuantos hijos debe tener. Esto es realmente absurdo porque el hecho de tener útero de ninguna manera anula las diferencias de clases entre las mujeres obreras y las burguesas.
Esta teoría ha permeado significativamente dentro del movimiento feminista como una cuestión muy progresista y un método de lucha hacia la emancipación de las mujeres, pero en realidad deja de lado completamente la cuestión de clase, además de que encierra en sus entrañas un carácter bastante reaccionario que en nada ayuda a las mujeres a emanciparse del yugo doméstico, sino que las mantiene ahí, enajenadas y esclavas las 24 horas de su existencia entre las 4 paredes de su hogar. Aunque cuenten con un salario no contarían con independencia real.
Ejemplo de la aplicación de esta cuestión es el “Salario Rosa” que se otorga a las mujeres amas de casa del Estado de México, $2,400 bimestrales. Sin embargo, esto no ha significado una mejora significativa en las condiciones de vida de las mujeres el Estado de México. Éste sigue siendo el 2° estado con mayor cantidad de feminicidios, además de que se encuentra en el lugar 22 a nivel nacional con el 43.3 % de participación económica de las mujeres. Esto significa que la remuneración del trabajo doméstico no ayuda a hacer más independientes y empoderadas a las mujeres, sino que perpetua su aislamiento en el hogar.
Socialización del trabajo doméstico
Al inicio de este texto, explicamos como fue el proceso mediante el cual la mujer fue relegada a las tareas del hogar, es decir, fue la propiedad privada la que ató a las mujeres a la esclavitud doméstica.
En las sociedades del comunismo primitivo, las relaciones entre hombres y mujeres eran igualitarias, ambas partes jugaban un papel muy importante en la producción social de los requerimientos de la tribu. Aunque existía una división del trabajo a partir del sexo, esta se daba por las condiciones materiales: el embarazo y la lactancia era un proceso limitante para la movilidad de la mujer, por esa razón es que sus principales tareas estaban dedicadas a la recolección, la cual era una tarea incluso más importante que la cacería, pues la recolección y la pequeña agricultura garantizaban el alimento de la tribu, a diferencia de la errática caza.
Es claro que el papel de la mujer era preponderante en las sociedades primitivas por su rol en la producción social. Ese rol fue el que nos arrebató la sociedad dividida en clases, con la aparición de la propiedad privada, cambiando la participación de las mujeres de lo social a lo particular, nuestro trabajo dejó de ser útil para la sociedad y nos convertimos en esclavas del trabajo individual en el seno de la familia monogámica.
La crianza de los hijos, el cuidado de los ancianos y enfermos, no eran tareas exclusivas de las mujeres, estas tareas también eran colectivas. Si bien las mujeres parían, era responsabilidad de la tribu la alimentación, cuidado y educación de los nuevos miembros. La “maternidad” era un acto social no una responsabilidad solitaria e individual como lo es actualmente, era un proceso colectivo de socialización e integración del nuevo miembro a la producción social de la gens.
El desarrollo del ser humano demuestra que la mayor parte de nuestra existencia como especie ha sido bajo los principios de la colectividad, hubiera sido imposible sobrevivir y evolucionar de no ser por la forma de organización social que se tenía en el comunismo primitivo. Bajo esta premisa podemos concluir que la familia monogámica, la producción individual, la opresión hacia la mujer y la opresión de clase no son actos innatos del hombre, sino resultado de las relaciones de producción basadas en la propiedad privada.
Por lo tanto, con lo que respecta al trabajo doméstico también podemos concluir que la sociedad en su conjunto puede y debe hacerse cargo de estas tareas. De esta manera la mujer estaría realmente liberada de la esclavitud doméstica.
¿Cuál es la alternativa marxista?
Para los marxistas, la lucha por liberar a las mujeres del yugo del trabajo doméstico no es secundaria, porque entendemos bien que este trabajo enajenante es un lastre para la participación social y revolucionaria de las mujeres de la clase obrera.
Consideramos que la reivindicación por la remuneración del trabajo doméstico no es una medida emancipadora para las mujeres, sino reaccionaria, ya que seguiría manteniendo a las mujeres encerradas en su casa trabajando jornadas 24/7, pero remuneradas. Por el contrario, los marxistas planteamos que la lucha por nuestra emancipación y la de nuestra clase nos requiere en las calles, con una visión amplia del mundo y de nuestras posibilidades de desarrollo fuera del claustro hogareño, la visibilidad de la importancia del trabajo de la mujer se dará a partir de nuestra participación en la producción social y en las luchas de nuestra clase, socializar el trabajo doméstico es el único que puede sentar las bases materiales para que la mujer pueda participar libremente en toda lucha económica y política hacia nuestra emancipación.
Una de las principales críticas que se hacen al marxismo es que reducimos todo a la socialización y que restamos importancia al trabajo doméstico dado que no lo consideramos un trabajo productivo, pero Rosa Luxemburgo explica y da ejemplo claro sobre esta cuestión:
Mientras dominen el capital y el trabajo asalariado, sólo el trabajo que produce plusvalía, el que crea ganancias para el capitalista, puede considerarse trabajo productivo. Desde este punto de vista, la bailarina del music-hall, cuyas piernas suponen un beneficio para el bolsillo del empresario, es una trabajadora productiva, mientras que al grueso de mujeres y madres proletarias que se quedan dentro de las cuatro paredes de sus casas se les considera improductivas. Esto puede parecer brutal y demente, pero corresponde exactamente a la brutalidad y la demencia del actual sistema económico capitalista, y aprehender clara y tajantemente esta realidad brutal es la primera tarea de las mujeres proletarias (Luxemburgo, Rosa, “El voto femenino y la lucha de clases”, 1912).
El capitalismo ha impuesto una “normalidad “ a las familias obreras, dentro de esa normalidad está el hecho de percibir estas tareas domésticas como algo naturales, necesarias e insalvables. Para quienes no reproducen esta forma de organización social, ósea la familia tradicional, se les adjetiva de desobligadas, desalmadas, irresponsables, etc. Este pensamiento está muy arraigado entre las familias de los trabajadores, aquí podemos sopesar la influencia de la ideología burguesa entre la clase obrera.
No basta con medidas a medias, idealizar las cosas de manera diferente o visibilizarlas no es suficiente para transformar la realidad material de las mujeres proletarias, es necesario derrocar al capitalismo y luchar por el socialismo para garantizar el establecimiento de las bases materiales reales de nuestra emancipación. Un ejemplo concreto de este proceso donde se materializó la socialización del trabajo doméstico para la incorporación de las mujeres en la participación social de la edificación de una nueva sociedad fue la revolución rusa.
Fueron las mujeres las que iniciaron la revolución en Rusia, las mujeres obreras cuya función en la producción y su visión de clase les permitió hacer un llamado a sus compañeros trabajadores a unirse en la lucha por la transformación de su realidad, contra la miseria y explotación del régimen zarista. Pero sería hasta la revolución de octubre, cuando se instaura el primer Estado obrero del mundo, cuando se concretan avances realmente significativos en pro de la emancipación de la mujer. La Rusia soviética fue el primer país en el mundo en conceder la plena igualdad de derechos jurídicos y sociales a las mujeres, el primero en legalizar el aborto y, por supuesto, el primero en sentar las bases de la liberación de la mujer del trabajo doméstico a partir de la socialización de este.
Las mujeres en Rusia no estaban plenamente incorporadas a la producción social, de hecho, en su mayoría eran campesinas, analfabetas y seriamente sometidas por las tradiciones religiosas. Esta situación tenía que combatirse, pues, aunque la ley garantizaba la igualdad y libertad de las mujeres ellas no conocían como incorporarse a la nueva economía socializada, como escribió Lenin en 1917:
Sin incorporar a la mujer a la participación independiente tanto en la vida política en general como en el servicio social permanente que deben prestar todos los ciudadanos, es inútil hablar no solo de socialismo, sino ni siquiera de una democracia completa y estable (Lenin, Vladimir, Las tareas del proletariado en nuestra Revolución).
Ante esta situación, el trabajo del partido bolchevique orientado hacia las mujeres se enfocó a incorporarlas al trabajo productivo y a la vida política en defensa de la revolución, sin embargo, el trabajo doméstico y de cuidados representaba un freno.
“La mujer continúa siendo esclava del hogar, pese a todas las leyes liberadoras, porque está agobiada, oprimida, embrutecida, humillada por los pequeños quehaceres domésticos que la convierten en cocinera y niñera, que malgastan su actividad en un trabajo absurdamente improductivo, mezquino, enervante, embrutecedor y fastidioso. La verdadera emancipación de la mujer y el verdadero comunismo no comenzarán sino dónde y cuándo empiece la lucha en masa (dirigida por el proletariado, dueño del poder del Estado) contra esta pequeña economía doméstica, o más exactamente, su transformación masiva en una gran economía socialista” (Lenin, Vladimir, “Una Gran Iniciativa”, Lenin, 1919).
Así fue como el poder soviético fue sentando las bases materiales para la socialización del trabajo doméstico, con la implementación de comedores, lavanderías y guarderías comunitarias. El éxito de estas medidas se ve reflejado en que de 1919 a 1920 casi el 90% de la población de San Petersburgo fue alimentado de manera comunitaria, garantizando que esta tarea no pesaría más sobre los hombros de las mujeres y que ese tiempo lo podrían dedicar a su educación en la comprensión de sus nuevos derechos y en su incorporación en las tareas políticas y sociales. Para esto, existía el Departamento de la Mujer del Partido Bolchevique, el Zhenotdel. Así, mientras el resto del mundo hablaba de la falta de democracia del régimen soviético, las mujeres se abrían paso hacia su emancipación. Además, todo esto se realizó bajo condiciones de mucha presión para el gobierno soviético pues al mismo tiempo se enfrentaba a la invasión de 21 ejércitos extranjeros, contra los ejércitos blancos, el bloqueo económico internacional, ante un colapso en la industria, entre otras presiones, aun así, el tema de la mujer siempre fue importante para el gobierno revolucionario.
Este ejemplo es muy simbólico y real pues muestra claramente cuál es el camino hacia la verdadera emancipación de la mujer, ningún país en el mundo hizo tanto por la emancipación de las mujeres como la URSS —previo al proceso de burocratización—. Esto nos da muestra de que la única forma para liberarnos de la opresión y la explotación es a partir de la transformación de nuestras condiciones materiales, es decir a partir de la lucha contra el sistema capitalista que perpetúa la división de la sociedad en clases y la defensa de la propiedad privada.
Como mujeres organizadas, marxistas y revolucionarias entendemos perfectamente que nuestra lucha final es contra el capital, por la construcción del socialismo internacional, sin embargo, eso no significa que esperaremos a que triunfe la revolución para iniciar la lucha por nuestra emancipación. Esta será la que consolide y de perpetuidad a nuestras demandas, pero la lucha debe darse desde ahora.
Es por ello que, dentro de nuestro programa debemos incluir la lucha por demandas transicionales como la implementación de comedores y lavanderías comunitarias en cada colonia bajo control democrático de los y las trabajadoras, la instalación de guarderías y lactarios en todos los centros de trabajo para que las mujeres madres trabajadoras tengan asegurado el cuidado y la alimentación de sus hijos, la instalación de casas de cuidado y recreación para los adultos mayores. Todas estas demandas no se obtendrán a partir de la petición parlamentaria en las instancias burguesas, sino a partir de la lucha organizada de las mujeres y hombres de la clase obrera.
El papel histórico de las mujeres no está dentro de las cuatro paredes de nuestras casas, nuestro papel histórico está en las filas de la revolución socialista, luchando hombro con hombro con todos los oprimidos hasta liberar a la humanidad de la barbarie de la sociedad dividida en clases, de la explotación del capital.
La crisis del capitalismo tiene muchas expresiones: nuevas guerras y conflictos interimperialistas, destrucción del medio ambiente, creciente abismo entre ricos y pobres, declive de la ciencia y la cultura, etc. Un síntoma especialmente llamativo del fracaso del capitalismo es su incapacidad para satisfacer la necesidad humana básica de una vivienda adecuada, incluso en los países más ricos.
Según una encuesta reciente de Gallup, más del 50% de los encuestados en los países de la OCDE no están satisfechos con la disponibilidad de una vivienda asequible. Esto representa un fuerte aumento con respecto al 30% anterior a la pandemia. En algunos países, como Estados Unidos, España y los Países Bajos, más del 60% de los encuestados están insatisfechos, mientras que en Portugal la cifra se acerca al 80%.
Según esta encuesta, la vivienda se ha convertido en la mayor fuente de insatisfacción en los países ricos. Y esto afecta a todas las generaciones. Para los veinteañeros, dejar el hogar paterno es cada vez más difícil. Si lo consiguen, a menudo aterrizan en viviendas hacinadas y caras.
Sin embargo, la situación no es mucho mejor para los treintañeros y cuarentones que están pensando en comprar una casa, ya que el aumento de los tipos de interés ha disparado los costes de las hipotecas. Esto hace muy difícil planificar la vida y formar una familia.
Para las generaciones mayores, muchos de los que ya tienen una hipoteca han visto cómo los tipos de interés subían inesperadamente en los últimos años. En palabras de un comentarista burgués: «una de las razones por las que los estadounidenses [y no sólo ellos] están tan desencantados con el capitalismo es que el sueño nacional de la vivienda en propiedad ya no está al alcance de gran parte de la población».
El fuerte aumento del coste de los alquileres y las hipotecas pone los pelos de punta. En el Reino Unido, el coste de la vivienda en relación con el salario medio se ha duplicado en los últimos 25 años. En Estados Unidos, las cuotas mensuales de una hipoteca con un depósito bajo han pasado de unos 2.000 dólares en 2021 a más de 3.000 en la actualidad.
El problema no es sólo el coste, sino también la calidad de la vivienda. Para hacer frente a los pagos del alquiler, los trabajadores se hacinan en apartamentos minúsculos y a menudo comparten habitaciones o incluso camas, en algunos casos con completos desconocidos. La expresión más extrema de la crisis de la vivienda es el sinhogarismo, que ha aumentado bruscamente en todos los países capitalistas avanzados.
El año pasado, el número de personas sin hogar aumentó un 12% a escala internacional. En Estados Unidos, el país más rico del mundo, hay más de 650.000 personas viviendo en la calle según las estadísticas oficiales (aunque la cifra real puede ser mayor). En Portugal, el número de personas sin hogar ha crecido un 78% desde la pandemia.
Pero no todo el mundo está descontento. Al contrario, una pequeña minoría de parásitos adinerados está encantada. En palabras de un banquero italiano, 2023 ha sido «el mejor año de la historia». En efecto, para un puñado de capitalistas la situación actual no podría ser mejor. Bancos, propietarios, agentes de bolsa y sociedades de gestión de inversiones están obteniendo enormes beneficios.
En España, por ejemplo, los beneficios de los bancos aumentaron casi un 30% el año pasado debido a la subida de los tipos de interés de las hipotecas y otros préstamos. Todos los capitalistas están apretando las tuercas a la clase trabajadora: los empresarios, los caseros, los minoristas, los propietarios de plataformas digitales.
¿A qué se debe la crisis inmobiliaria? «Básicamente no hemos construido lo suficiente», responde un economista capitalista entrevistado por el Financial Times. Una respuesta sencilla, pero que parece contradecir los hechos. Un rápido vistazo a las cifras muestra que la industria de la construcción no está de brazos cruzados. El consumo de cemento en Estados Unidos no ha dejado de crecer en la última década. En la UE, la industria de la construcción también se ha expandido vigorosamente en los últimos años (con un paréntesis durante la pandemia).
El Financial Times responde a esta paradoja: «los promotores inmobiliarios se dirigen a menudo a los hogares más ricos, lo que agrava la presión sobre las rentas más bajas».
Hablando claro, se están construyendo casas, sí, pero para los ricos. Los capitalistas están construyendo residencias secundarias para los ricos, hoteles caros o propiedades vacías para la especulación. A su vez, los propietarios se están dedicando a otras actividades especulativas más rentables.
Este fenómeno no es nuevo. En palabras de Engels :
«La razón de que en ellas [las viviendas obreras] no se haya invertido más capital es que las habitaciones caras dan todavía mayor beneficio a sus propietarios.»
La actual crisis del capitalismo ha intensificado la tendencia a la especulación y al derroche de lujo. Tras la crisis de 2008, los bancos centrales inyectaron miles de millones de dólares en el sector financiero. Pero esto apenas se tradujo en inversión productiva, ya que la demanda real permaneció anémica. Ese dinero se destinó más bien a todo tipo de actividades especulativas, incluidas las inmobiliarias. Al mismo tiempo, la creciente desigualdad inclina el mercado inmobiliario aún más hacia los ricos.
¿Qué están haciendo las autoridades para atajar este problema? Bajo la presión de las protestas masivas y la creciente indignación, algunos gobiernos han introducido subvenciones y exenciones fiscales para inquilinos y promotores, pero, escandalosamente, los bancos, la industria de la construcción y los propietarios se han quedado con todo ello sin bajar los precios. De hecho, sus «medidas» para aliviar la crisis de la vivienda se traducen en más subvenciones para los mismos parásitos responsables de la crisis.
Esta práctica, por ejemplo, se ha revelado recientemente en Portugal, donde los incentivos fiscales y las subvenciones no han hecho más que empujar los precios al alza. El derecho a la vivienda está consagrado en la mayoría de las constituciones, pero ningún Estado lo hace valer. Pero si la gente corriente se atreviera a dejar de pagar el alquiler o la hipoteca, pronto se encontraría con la policía llamando a su puerta con órdenes de desahucio. Tal es el carácter del Estado capitalista: un cuerpo armado especial para la defensa de la propiedad privada.
En la izquierda, los gobiernos reformistas de países como España han intentado estimular la construcción de viviendas asequibles y obstaculizar el desarrollo especulativo y orientado al turismo. Sin embargo, con escasos resultados. En el ayuntamiento de Barcelona, por ejemplo, el gobierno de izquierdas de Ada Colau en 2015-23 prometió abordar la crisis de la vivienda pero, bajo su mandato, los precios de la vivienda literalmente se duplicaron. Esto no se debe a su deshonestidad personal ni a su corrupción. De hecho, aprobó una abundante legislación para tratar de mitigar la crisis.
El problema radica en su enfoque reformista, que intentaba dar una respuesta dentro de los límites del capitalismo. Pero no se puede controlar lo que no se posee. Los capitalistas invertirán donde haya más dinero que ganar. Los promotores inmobiliarios elegirán invertir su dinero en urbanizaciones de lujo u hoteles más rentables en lugar de en viviendas asequibles para la clase trabajadora. Los propietarios, grandes y pequeños, elegirán Airbnb en lugar de alquilar sus propiedades, o las venderán a un fondo de inversión, si así pueden ganar más dinero. Las reformas bienintencionadas se estrellarán contra estas leyes del capitalismo.
Hay casas de sobra para todos, y recursos para construir otras nuevas. Pero mientras la tierra y el capital sigan en manos de una pequeña camarilla de parásitos, los trabajadores seguirán asfixiados por los alquileres, las hipotecas y los desahucios. Para resolver la crisis de la vivienda, hay que expropiar a los capitalistas. Su riqueza, creada por la clase obrera, debe ponerse al servicio de las necesidades sociales mediante una planificación económica racional.
Como dijo Engels sucintamente:
«[La crisis de la vivienda] no podría existir sin penuria de la vivienda una sociedad en la cual la gran masa trabajadora no puede contar más que con un salario y, por tanto, exclusivamente con la suma de medios indispensables para su existencia y para la reproducción de su especie; una sociedad donde los perfeccionamientos de la maquinaria, etc., privan continuamente de trabajo a masas de obreros; donde el retorno regular de violentas fluctuaciones industriales condiciona, por un lado, la existencia de un gran ejército de reserva de obreros desocupados y, por otro lado, echa a la calle periódicamente a grandes masas de obreros sin trabajo; donde los trabajadores se amontonan en las grandes ciudades y de hecho mucho más de prisa de lo que, en las circunstancias presentes, se edifica para ellos, de suerte que pueden siempre encontrarse arrendatarios para la más infecta de las pocilgas; en fin, una sociedad en la cual el propietario de una casa tiene, en su calidad de capitalista, no solamente el derecho, sino también, en cierta medida y a causa de la concurrencia, hasta el deber de exigir sin consideración los alquileres más elevados. En semejante sociedad, la penuria de la vivienda no es en modo alguno producto del azar; es una institución necesaria que no podrá desaparecer, con sus repercusiones sobre la salud, etc., más que cuando todo el orden social que la ha hecho nacer sea transformado de raíz.».
El año 1917 marca un hito en la historia de la humanidad. Por primera vez, las masas oprimidas y trabajadoras contraatacaron, ¡y vencieron! Pero podemos decir con certeza que esa victoria sólo fue posible gracias a la presencia de un partido formado teóricamente y preparado en la práctica, el partido más revolucionario de la historia, el Partido Bolchevique. Pero incluso ese partido habría fracasado en semejante tarea sin la cristalina y afiladísima dirección de Lenin. Publicamos aquí la introducción a una nueva selección de los valiosísimos escritos de Lenin de 1917.
Las revoluciones de 1917:Escritos escogidos de Lenin es una nueva selección de obras de Lenin publicada por Wellred Books, la editorial de la Internacional Comunista Revolucionaria. En esta introducción, Rob Sewell explica las inmensas lecciones de 1917 para los comunistas de hoy, poniendo de relieve el desarrollo de las ideas de Lenin entre las revoluciones de febrero y octubre.
Este texto es una lectura esencial para cualquiera que quiera estudiar el método de Lenin para derrocar hoy al capitalismo y al imperialismo. Consigue tu ejemplar de Las revoluciones de 1917:Lenin Selected Writings en Wellred Books. El texto está disponible como libro impreso, libro electrónico y audiolibro.
En esta época de crisis cada vez más profunda para el capitalismo mundial, nunca ha habido un momento más apropiado para la reedición de los escritos de Lenin. Esta nueva selección de cartas y artículos de Lenin escritos en 1917, el año que culminó con la victoria de la clase obrera rusa, es especialmente importante. La Revolución de Octubre fue, después de todo, el mayor acontecimiento de la historia mundial y demostró que la sociedad podía funcionar sin banqueros ni capitalistas.
Estos escritos proporcionan una notable visión del pensamiento de Lenin, el dirigente del Partido Bolchevique, sin el cual la revolución no habría triunfado. Sobre todo, describen cómo se logró la victoria de octubre. Explican los bruscos cambios que se produjeron a lo largo del año y cómo los bolcheviques fueron capaces de preparar a la clase obrera para la eventual conquista del poder.
Estos escritos, que siguen los torrentes de la revolución y la contrarrevolución en 1917, revelan el enfoque flexible de Lenin para abordar los problemas que se plantean en cada etapa. Son una aplicación clásica del método del marxismo, aplicando una comprensión dialéctica a la siempre cambiante situación concreta. Para el obrero con conciencia de clase, constituyen un verdadero tesoro de ideas.
El propósito de esta introducción no es proporcionar una historia de 1917, sino simplemente ofrecer un breve esbozo del enfoque de Lenin sobre los acontecimientos. Hay una serie de obras clásicas que cubren exhaustivamente este período y proporcionan una comprensión en profundidad de la revolución. La primera y más importante de ellas es el monumental estudio de León Trotsky, Historia de la Revolución Rusa, que disecciona brillantemente la revolución en cada momento y explica las fuerzas objetivas y subjetivas en juego. Sobre todo, traza los apasionantes cambios de conciencia en las masas, la fuerza motriz de la revolución. Trotsky escribe en sus primeras líneas:
«En los dos primeros meses del año 1917 reinaba todavía en Rusia la dinastía de los Romanov. Ocho meses después estaban ya en el timón los bolcheviques, un partido ignorado por casi todo el mundo a principios de año y cuyos jefes, en el momento mismo de subir al poder, se hallaban aún acusados de alta traición. La historia no registra otro cambio de frente tan radical, sobre todo si se tiene en cuenta que estamos ante una nación de ciento cincuenta millones de habitantes.»1
Las primeras noticias de la Revolución de Febrero -la irrupción violenta de las masas en el escenario de la historia- y del derrocamiento del zarismo ruso llegaron a Lenin en Zúrich el 2 de marzo, según el calendario al viejo estilo (15 de marzo en el nuevo estilo), una semana entera después de que estallara la revolución.[2]
Lenin había estado en el exilio la mayor parte de su vida adulta, y era el dirigente del que resultó ser el partido más revolucionario de la historia. Mirando hacia atrás, puede decirse que toda su experiencia vital le había preparado para lo que estaba a punto de ocurrir.
Los informes de los periódicos extranjeros habían confirmado que la revolución en Rusia había establecido un Gobierno Provisional burgués, y había hecho surgir un nuevo poder, el Soviet de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado, cuyo predecesor en 1905 Lenin había descrito como “un embrión del gobierno revolucionario provisional“.[3] La aparición de estas dos entidades reflejaba un régimen de “doble poder” que había surgido repentinamente.
La superioridad de Lenin radicaba en su capacidad para captar de inmediato la importancia de lo que estaba ocurriendo, y rápidamente se puso a redactar un artículo para el periódico bolchevique Pravda en el que exponía los pasos que debía dar el Partido.
A Lenin siempre le gustó citar una frase del Fausto de Goethe: “La teoría, amigo mío, es gris, pero verde es el árbol eterno de la vida”. La vida es siempre más variada y más rica que la teoría más brillante. La revolución había planteado una situación que no había sido prevista plenamente con anterioridad. La tarea del partido revolucionario era adaptarse a las circunstancias cambiantes. Y éstas exigían un cambio brusco en la orientación y la táctica del Partido Bolchevique.
Para Lenin, la caída del zarismo y la llegada al poder de un Gobierno Provisional burgués era simplemente la primera etapa. La incapacidad de este gobierno para resolver los problemas a los que se enfrentaba colocó en el orden del día la perspectiva de una nueva revolución. En otras palabras, la conquista del poder por la clase obrera era la única forma de alcanzar las aspiraciones más elementales de las masas: paz, pan y libertad. Un giro tan radical de los acontecimientos significó el abandono de la vieja consigna bolchevique de la dictadura democrática del proletariado y el campesinado, que había sido una fórmula algebraica basada en la continuación del capitalismo, pero que ahora había quedado superada. “La fórmula está obsoleta”, escribió más tarde en una respuesta a Kámenev. “No sirve para nada. Está muerta. Y es inútil tratar de revivirla”.[4]
Sin embargo, ese cambio no fue sencillo ni fácil de lograr. Cuando se requiere un giro tan brusco, siempre hay resistencia por parte de quienes siguen atados al pasado. Y este fue el caso entre los dirigentes bolcheviques. De hecho, la única persona que llegó independientemente a las mismas conclusiones que Lenin fue León Trotski, que estaba exiliado en Nueva York.
En su carta de despedida a los obreros suizos, Lenin explicó que el gran honor de iniciar la revolución mundial había recaído en el proletariado ruso. “Rusia es un país campesino, uno de los más atrasados de Europa. El socialismo no puede triunfar allí de forma directa e inmediata”, explicó. Lenin demostró su internacionalismo afirmando que la revolución rusa sería “el prólogo de la revolución socialista mundial, un paso hacia ella.” Continuó elogiando al proletariado alemán, que era “el más digno de confianza, el aliado más fiable de la revolución proletaria rusa y mundial.”
Para Lenin, el internacionalismo era crucial, y el destino de la Revolución Rusa estaba inseparablemente ligado a este. Después de todo, Lenin sabía muy bien, siguiendo los pasos de Marx y Engels, que la base material para el socialismo, por no hablar de una sociedad comunista sin clases, no existía en la atrasada Rusia, sino sólo a escala mundial.
Esta selección de escritos contiene las tres primeras de las famosas Cartas desde lejos de Lenin, una serie de cinco cartas que esbozaban sus perspectivas y tareas, la última de las cuales estaba inacabada y fue escrita en vísperas de su partida de Suiza hacia la Rusia revolucionaria. Sin embargo, sólo la primera carta llegó a publicarse en Pravda, entre otras cosas debido a la resistencia de Kámenev y Stalin, que fueron los primeros dirigentes bolcheviques en regresar a Petrogrado y que adoptaron una actitud conciliadora hacia el Gobierno Provisional.
Lenin ya había enviado un telegrama urgente a los dirigentes bolcheviques de Rusia insistiendo en lo que había que hacer:
Nuestra táctica: no confiar en el nuevo gobierno ni apoyarlo; Kerensky es especialmente sospechoso; armar al proletariado es la única garantía; elecciones inmediatas al Consejo Municipal de Petrogrado; ningún acercamiento con otros partidos. Telegrafía esto a Petrogrado.
Ante todo, Lenin exigió que no se confiara en el Gobierno Provisional, que era un gobierno burgués y proimperialista. La clase obrera necesitaba defender su propio punto de vista de clase independiente. En consecuencia, cualquiera que defendiera el apoyo al Gobierno Provisional era, en opinión de Lenin, “un traidor a los trabajadores, un traidor a la causa del proletariado, a la causa de la paz y la libertad”.
Este telegrama fue un disparo en toda la línea de flotación de la política de aquellos dirigentes, especialmente Kámenev y Stalin, que sucumbieron a la euforia de la primera oleada de la revolución y fueron responsables de seguir una línea conciliadora en Pravda. Utilizaron las columnas del periódico bolchevique para conseguir apoyo para el Gobierno Provisional y el esfuerzo bélico “en la medida” en que ayudaba a la revolución.
En su primera Carta, Lenin salió a la palestra con su habitual estilo directo:
La nuestra es una revolución burguesa, por lo tanto, los obreros deben apoyar a la burguesía, dicen los Potresov, Gvozdev y Chkheidz, como dijo ayer Plejánov.
¡No! respondió Lenin enfáticamente:
La nuestra es una revolución burguesa, decimos los marxistas, por eso los obreros deben abrir los ojos del pueblo al engaño practicado por los políticos burgueses, enseñarle a no fiarse de las palabras, a depender enteramente de sus propias fuerzas, de su propia organización, de su propia unidad y de sus propias armas.
Aunque Lenin estaba entusiasmado con la intervención de las masas, no era el tipo de hombre que se embriagaba con frases revolucionarias. Tenía una visión muy sobria de las cosas. Para él, la primera revolución era simplemente el preludio de una segunda. Subrayaba:
Debéis realizar milagros de organización, organización del proletariado y de todo el pueblo, para preparar el camino de vuestra victoria en la segunda etapa de la revolución…
Volvió a definir el Soviet de Diputados Obreros y Soldados, como en 1905, como:
… el embrión de un gobierno obrero, representante de los intereses de toda la masa del sector pobre de la población, es decir, de las nueve décimas partes de la población, que lucha por la paz, el pan y la libertad.
A través de estos escritos, Lenin explica repetidamente que la teoría marxista no es un dogma, sino sólo una guía para la acción, y que los bolcheviques necesitaban adaptar sus tácticas a los rápidos y bruscos cambios que se estaban produciendo.
Las ideas básicas contenidas en las Cartas, especialmente en la quinta, fueron desarrolladas en otros escritos suyos, como “Cartas sobre la táctica” y “Las tareas del proletariado en nuestra revolución”, todos los cuales insistieron en el cambio de la situación, al que había que responder con un cambio correspondiente en las consignas políticas enarboladas por los bolcheviques.
Antes de su regreso a Petrogrado, Lenin estaba solo en esta perspectiva. Los “viejos bolcheviques” estaban anclados en el pasado y no veían la importancia de los cambios que se estaban produciendo delante de sus propias narices. Cuando las Tesis de Abril de Lenin se publicaron en Pravda, Kámenev, como editor, escribió una nota:
En cuanto al esquema general del camarada Lenin, nos parece inaceptable en la medida en que parte del supuesto de que la revolución democrático-burguesa ha terminado, y cuenta con una transformación inmediata de esta revolución en una revolución socialista.
A su llegada a Rusia, la tarea inmediata de Lenin fue, por tanto, convencer al Partido Bolchevique de la nueva perspectiva. Necesitaba “rearmar” al partido. Lenin llegó la noche del 3 (16) de abril y asistió a la conferencia del partido al día siguiente, donde presentó sus tesis en su propio nombre, tal era su aislamiento. Éstas se exponen en “Las tareas del proletariado en la revolución actual”. Aquí trata de su actitud ante la guerra imperialista.
La más mínima concesión al defencismo revolucionario es una traición al socialismo, una renuncia completa al internacionalismo, no importa con qué bellas frases y consideraciones “prácticas” pueda justificarse.
Esto iba claramente dirigido no sólo a los socialistas “moderados”, sino también a Kámenev y Stalin y a los puntos de vista que sostenían.
No obstante, explicó que el Partido necesitaba acercarse “a la gran masa del pueblo de otra manera”. Dijo:
Los creyentes masivos en el defencismo revolucionario son honestos, no en un sentido personal, sino de clase, es decir, pertenecen a clases (obreros y campesinos pobres) que en realidad no tienen nada que ganar con las anexiones y el sometimiento de otros pueblos.
Era necesario explicar la verdadera naturaleza de la guerra y que sólo el derrocamiento de los gobiernos capitalistas podía proporcionar una paz democrática real.
En el momento del estallido de la guerra en 1914, dado el aislamiento del Partido y la confusión existente, Lenin dirigió sus ideas a los cuadros. Había abogado por el derrotismo revolucionario, es decir, por la oposición a la naturaleza imperialista y a los objetivos de la guerra, para fortalecer a los cuadros contra el defencismo imperante. Incluso entonces, Lenin había hecho una distinción entre los honestos obreros defensistas y el punto de vista imperialista de los socialpatriotas y el gobierno burgués.
Ahora, dirigía sus ideas a un público masivo, lo que implicaba un cambio en su presentación. Aunque el contenido era el mismo que antes, su enfoque era diferente.
Tuvo que adaptar su punto de vista para tener en cuenta las opiniones de los defensistas honestos, “explicando pacientemente” la naturaleza de la guerra imperialista. Este cambio se recoge íntegramente en Lenin escritos escogidos: Sobre la guerra imperialista, recientemente publicado por Wellred Books, que contiene sus escritos sobre esta cuestión.
Para Lenin, había llegado el momento de romper decisivamente con los traidores de la vieja Internacional, así como con la ‘ciénaga’ de Zimmerwald, la primera reunión de internacionalistas en 1915, que era bastante amorfa políticamente. Zimmerwald estaba vinculado a los centristas en torno a Kautsky, ‘marxistas’ en palabras y frases, pero reformistas en los hechos. No había tiempo para evasivas.
Somos nosotros quienes debemos fundar, y ahora mismo, sin demora, una Internacional nueva, revolucionaria y proletaria.
… es hora de despojarse de la camisa sucia y ponerse ropa limpia.
Muy pocos de los ‘viejos bolcheviques’ estaban convencidos de la postura de Lenin sobre una nueva revolución. La vieja guardia estaba aferrada a la posición tradicional y se limitaba a repetir los viejos argumentos contra la posición de Lenin. Los mencheviques y otros pensaban que se había vuelto loco. Stalin incluso se había pronunciado a favor de la unidad con los mencheviques, a pesar de todo lo que Lenin había dicho sobre la cuestión.
Tras la Conferencia de Abril (24-29 de abril, a la vieja usanza), Lenin había logrado utilizar su autoridad para ganar una mayoría, empezando por las bases, para su nueva posición que rearmaba al Partido con la perspectiva del poder obrero. Este rearme fue absolutamente decisivo.
A pesar del derrocamiento del zarismo, las masas seguían enfrentándose a la miseria y el hambre generalizados, ya que la ración de pan se reducía constantemente. La subida de los precios provoca huelgas y cierres patronales. Las manifestaciones se hacen cotidianas. Los campesinos hambrientos de tierras se apoderaron de ellas. Atemorizado por los acontecimientos, empezaron a surgir grietas en el Gobierno Provisional, presionado por todas partes.
Ante el creciente desencanto por la conducción de la guerra, el gobierno se vio presionado a renunciar a todos los objetivos imperialistas y se vio obligado a informar a los Aliados. El ministro de Asuntos Exteriores y dirigente de los demócratas constitucionales (cadetes), Pavel Milyukov, se retractó de esta promesa, lo que, al hacerse público, provocó un alboroto. Estallaron manifestaciones espontáneas. Aparecieron pancartas con “¡Abajo el Gobierno Provisional!” y “¡Abajo Milyukov!”. El alcance de las protestas fue tal que Milyukov se vio obligado a dimitir. Más tarde se le unió otro ministro, Guchkov. Esto provocó la primera crisis de gobierno.
Dadas las frustraciones y la furia, hubo sectores de trabajadores que querían derrocar inmediatamente al Gobierno Provisional. Esto era claramente prematuro, ya que el resto del país iba a la zaga, donde el gobierno aún contaba con reservas de apoyo. En consecuencia, Lenin intentó dirigir el Partido y educar a sus filas contra el aventurerismo. Por ello, Lenin se vio obligado a intervenir para frenar tales ánimos. Explicó:
La consigna “¡Abajo el Gobierno Provisional!” es incorrecta en el momento actual porque, en ausencia de una mayoría sólida (es decir, consciente de clase y organizada) del pueblo del lado del proletariado revolucionario, tal consigna es una frase vacía u, objetivamente, equivale a intentos de carácter aventurero.
En su opinión, la tarea consistía en “explicar pacientemente” la política bolchevique a las masas y no en emprender acciones ultraizquierdistas. Aunque eran una pequeña minoría, el Partido necesitaba llevar a cabo su labor de propaganda y organizar sistemáticamente sus fuerzas. Como parte de esto, Lenin estaba a favor de las manifestaciones pacíficas que evitaran la violencia, como muestra de fuerza, al tiempo que instaba a los trabajadores a presionar a los soviets.
El Gobierno Provisional estaba unido por la cadera a los imperialistas, dada su dependencia de los préstamos extranjeros para continuar la guerra. Con Kerensky (miembro del Partido Socialista Revolucionario (SR)) como ministro de la Guerra, pronto acordaron emprender una nueva ofensiva militar en junio, que estaba condenada al fracaso. Esto no hizo sino empeorar las cosas, minando aún más su apoyo. La creciente influencia del bolchevismo se reflejaba en las numerosas pancartas con la inscripción “Todo el poder a los soviets”, que ahora se llevaban por las calles de Petrogrado y otros lugares.
Una nueva crisis gubernamental dio lugar a una remodelación en la que los mencheviques y los socialistas-revolucionarios se unieron a los partidos capitalistas en el nuevo gobierno de coalición. Lenin se opuso hábilmente a esta medida y llamó a los “socialistas moderados” a romper con la burguesía. Esto se resumió en la consigna bolchevique: “¡Abajo los diez ministros capitalistas!”.
Los dirigentes mencheviques y socialistas-revolucionarios sintieron que el suelo se movía bajo sus pies. Gracias al control que ejercían sobre el Comité Ejecutivo del Soviet, pudieron prohibir una manifestación convocada por los bolcheviques. Cuando el Ejecutivo convocó su propia manifestación para el 18 de junio (1 de julio), el tiro les salió por la culata y la influencia de los bolcheviques quedó a la vista de todos. “De un modo u otro, el 18 de junio pasará a la historia como un punto de inflexión en la historia de la Revolución Rusa”, escribió Lenin.
Se estaba produciendo un cambio de clase en la revolución. Las filas del Partido Bolchevique se engrosaron con nuevos reclutas. Los dirigentes mencheviques y socialistas-revolucionarios entraron en pánico, pero detrás de ellos estaban la burguesía y las potencias imperialistas. A principios de julio, una masiva manifestación espontánea provocó violentos estallidos, atizados por provocadores. Se lanzó entonces una enorme campaña de calumnias contra los bolcheviques, acusándoles de orquestar un levantamiento armado. En realidad, los bolcheviques intentaron encauzar la manifestación por la vía pacífica para evitar enfrentamientos prematuros. Lenin, sintiéndose indispuesto, había abandonado Petrogrado antes de estos acontecimientos, pero regresó apresuradamente el 4 (17) de julio, donde pronunció un discurso desde el balcón del Palacio de Kshesinskaya que terminó con un llamamiento a la “firmeza, constancia y vigilancia.”
Sin embargo, se levantó una algarabía contra Lenin y el Partido Bolchevique. La contrarrevolución pasó a la ofensiva para aplastar el movimiento. Lenin fue acusado de ser un agente alemán y se vio obligado a esconderse. Los bolcheviques, cientos de los cuales fueron arrestados, pasaron a la clandestinidad. Ante las escandalosas calumnias contra los bolcheviques, Lenin concluyó:
Todas las esperanzas de un desarrollo pacífico de la revolución rusa se han desvanecido definitivamente. Esta es la situación objetiva: o victoria completa de la dictadura militar, o victoria del levantamiento armado de los trabajadores…
Dado que los soviets estaban en manos de los que organizaban la caza de brujas anti bolchevique, Lenin creía ahora que la consigna de “Todo el poder a los soviets”, aunque factible en abril, junio y principios de julio, ya no era apropiada. Las Jornadas de Julio lo habían transformado todo y significaban la victoria temporal de la contrarrevolución, incluida la traición a ultranza de los socialistas-revolucionarios y los mencheviques.
Kerensky se convirtió pronto en el nuevo Primer Ministro y una remodelación del gobierno atrajo a la coalición a una mayoría de “socialistas moderados”, aunque los Cadetes capitalistas seguían llevando la voz cantante.
Fue un periodo de cambios repentinos y giros bruscos. A finales de agosto, la burguesía rusa miraba hacia una verdadera dictadura -un verdadero hombre fuerte- que barriera a los “demócratas”. Esto llegó en la forma de Kornilov, un general que dirigió una revuelta prometiendo poner fin a toda esta anarquía. Este giro de los acontecimientos fue descrito por Lenin como “francamente increíble”.
Escribió al Comité Central (CC) a finales de agosto, en plena crisis:
Es posible que estas líneas lleguen demasiado tarde, pues los acontecimientos se desarrollan con una rapidez que a veces hace que a uno le dé vueltas la cabeza.
Ante la revuelta de Kornílov, Lenin defendió que el Partido emprendiera la lucha contra el intento de golpe, pero al mismo tiempo que no debían ofrecer al gobierno de Kerenski ningún apoyo político. Si bien lucharían junto a las tropas de Kerenski, también pondrían en evidencia las debilidades y vacilaciones de éste.
Sería un error pensar que nos hemos alejado de la tarea de que el proletariado conquiste el poder. No, nos hemos acercado mucho a ella, no directamente, sino de forma lateral. En este momento debemos hacer campaña no tanto directamente contra Kerenski, sino indirectamente contra él, es decir, exigiendo una guerra cada vez más activa y verdaderamente revolucionaria contra Kornílov. […] Debemos luchar sin tregua contra las frases sobre la defensa del país, sobre un frente único de demócratas revolucionarios, sobre el apoyo al Gobierno Provisional, etc., etc., ya que no son más que frases vacías. Debemos decir: ahora es el momento de la acción; ustedes, señores eseristas y mencheviques, hace tiempo que han desgastado esas frases. Ahora es el momento de la acción; la guerra contra Kornílov debe llevarse a cabo de un modo revolucionario, atrayendo a las masas, excitándolas, enardeciéndolas (Kerenski tiene miedo de las masas, miedo del pueblo).
Podemos ver la forma en que Lenin hábilmente gira la situación en beneficio de los bolcheviques al dirigir la lucha contra Kornilov, utilizando medios revolucionarios. De este modo educa al partido en el arte de la táctica flexible. Recordemos que Lenin seguía escondido en Finlandia. Sin embargo, el gobierno de Kerenski se vio obligado a apoyarse en los bolcheviques, dada su creciente influencia. Los bolcheviques, a su vez, aprovecharon la oportunidad para armar a los obreros y resucitar a los Guardias Rojos, las milicias basadas en las fábricas y creadas por los obreros para defender la revolución.
Al final, tras la confraternización de los bolcheviques y los obreros de Petrogrado con las tropas de Kornílov, sus fuerzas se deshicieron. Tras su derrota, se abrió una nueva situación, ya que la autoridad de Kerenski declinó rápidamente. Además, durante la lucha, los soviets volvieron a cobrar vida. Por ello, Lenin renovó el llamamiento de “Todo el poder a los soviets”, en el que volvía a plantear la idea de un desarrollo pacífico de la revolución.
A mediados de septiembre, Lenin ofreció un “compromiso” a los mencheviques y eseristas para que aceptaran establecer un gobierno total y exclusivamente responsable ante los soviets, que también asumiría el poder localmente. Esto garantizaría, dijo, el desarrollo pacífico de la revolución.
Ahora, y sólo ahora, quizá durante sólo unos días o una semana o dos, podría establecerse y consolidarse un gobierno así de una manera perfectamente pacífica. Con toda probabilidad, podría asegurar el avance pacífico de toda la revolución rusa y proporcionar oportunidades excepcionalmente buenas para dar grandes pasos en el movimiento mundial hacia la paz y la victoria del socialismo.
[…]
Creo que los bolcheviques no adelantarían otras condiciones, confiando en que la revolución se desarrollaría pacíficamente y las luchas partidistas en los Soviets se superarían pacíficamente gracias a una libertad de propaganda realmente completa y al establecimiento inmediato de una nueva democracia en la composición de los Soviets (nuevas elecciones) y en su funcionamiento.
¿Quizás esto ya es imposible? Tal vez. Pero si hay siquiera una posibilidad entre cien, el intento de hacer realidad esta oportunidad sigue mereciendo la pena.
Estas líneas refutan completamente la falsa idea difundida por los historiadores burgueses de que Lenin estaba a favor de la violencia y el derramamiento de sangre. Durante gran parte de 1917, Lenin abogó como minoría por la “propaganda pacífica”, basada en las consignas de pan, tierra y paz. No obstante, colocó la responsabilidad de asegurar un desarrollo pacífico de la revolución sobre los hombros de los mencheviques y los eseristas, que debían tomar el poder.
La incapacidad del Gobierno Provisional para cumplir ninguna de sus promesas provocó el desmoronamiento de su apoyo. La experiencia del golpe de Kornilov selló su destino.
Las nuevas elecciones a los Soviets, especialmente en Petrogrado y Moscú, dieron ahora la victoria a los bolcheviques. Se abría así un nuevo capítulo crítico de la revolución. “La mayoría del pueblo está de nuestro lado”, escribió Lenin. “La mayoría obtenida en los Soviets de las ciudades metropolitanas fue el resultado de que el pueblo se pasara a nuestro lado”. Ahora los Soviets tenían que asumir el poder. Esto no era blanquismo ni la toma del poder por una minoría. Representaría la victoria de las masas revolucionarias, que ahora esperaban que los bolcheviques pasaran de las palabras a los hechos.
Kerenski intentó reagruparse con el anuncio de una llamada Conferencia Democrática, en la que deberían participar todos los partidos. Lenin se opuso a la participación, habiendo dirigido ahora la atención del Partido hacia la insurrección, pero fue desautorizado. Esto, en su opinión, no era más que una pérdida de tiempo. La revolución estaba madurando y no había tiempo que perder. La confianza de las masas no podía darse por sentada.
Trotski, que había colaborado estrechamente con los bolcheviques tras su regreso a Rusia en mayo, se unió al Partido en agosto y fue elegido miembro de su Comité Central. Su colaboración con Lenin fue muy estrecha y fue elegido presidente del Soviet de Petrogrado. Apoyó plenamente la oposición de Lenin a participar en la Conferencia Democrática. Esto llevó a Lenin a escribir:
Trotski estaba a favor del boicot. ¡Bravo, camarada Trotski!
El boicot fue derrotado en el grupo bolchevique en la Conferencia Democrática.
¡Viva el boicot!
Pronto se impusieron y Trotskiencabezó la marcha de los bolcheviques.
La situación se estaba volviendo crítica, política y económicamente. La situación de doble poder en el país no podía durar: o los soviets tomaban el poder y barrían al Gobierno Provisional, o los soviets serían aplastados por la contrarrevolución. Todo estaba ahora en la balanza, y Lenin era plenamente consciente de ello.
Utilizando el Comité Militar Revolucionario establecido por el Soviet de Petrogrado, Trotski comenzó a establecer vínculos con la guarnición de Petrogrado y los preparativos para la insurrección de octubre. La toma del poder significaría que la consigna de “Todo el poder a los soviets” se haría realidad después de casi nueve meses.
Durante agosto y septiembre, además de dirigir la atención de los bolcheviques hacia la tarea del poder, Lenin escribió su famosa obra teórica mientras estaba escondido en Finlandia, El Estado y la Revolución. Esta obra, junto con La catástrofe inminente y cómo combatirla, otra obra importante, han quedado fuera de esta selección debido únicamente a su extensión. Sin embargo, se pueden conseguir fácilmente: El Estado y la revolución y La catástrofe que se avecina, ¡ambos de lectura imprescindible!
Hacia finales de septiembre, Lenin escribió que “estamos en el umbral de una revolución proletaria mundial”, a la que vinculaba el destino de la segunda Revolución Rusa.
La crisis ha madurado. Todo el futuro de la revolución rusa está en juego. Está en juego el honor del Partido Bolchevique. Está en juego todo el futuro de la revolución obrera internacional por el socialismo.
Sin embargo, Lenin, que seguía escondido en Finlandia, temía que se perdiera la oportunidad de tomar el poder. Veía una tendencia vacilante en la dirección bolchevique. No quería que la insurrección se retrasara hasta la apertura del Congreso del Soviet. Por lo tanto, escribió una severa carta al CC y a las direcciones de Petrogrado y Moscú instando a la acción inmediata. La dilación del CC y la supresión de sus críticas en sus artículos le llevaron a presentar su dimisión del CC para poder hacer campaña abiertamente en las filas del Partido. Pero, dado el ritmo de los acontecimientos, fue una amenaza que en realidad no se cumplió.
Sin embargo, en vísperas de la Revolución de Octubre se produjo una crisis en el seno de la dirección bolchevique. El 10 (23) de octubre, Lenin, todavía disfrazado, salió de la clandestinidad para asistir a la reunión del CC. Llevaba de brazos cruzados en Finlandia desde julio. Ahora tenía la oportunidad de dirigirse directamente a los dirigentes bolcheviques. Lenin presentó un informe sobre la situación actual e instó a la organización inmediata de un levantamiento. Con diez votos contra dos, aceptaron la propuesta de Lenin de una insurrección. Pero la fecha quedó en el aire.
Al día siguiente, los dos que votaron en contra de una insurrección, Zinóviev y Kámenev, emitieron una declaración en oposición a la decisión del CC, que se distribuyó a las direcciones regionales y ejecutivas.
Casi una semana después, el 16 (29) de octubre, se convocó otra reunión ampliada del CC, en la que Lenin reiteró su llamamiento a una insurrección inmediata, pero seguían existiendo algunas dudas y reservas. De nuevo, Zinóviev y Kámenev plantearon su oposición. Tras una acalorada discusión, Lenin sometió su resolución a votación, con veinte votos a favor, tres abstenciones y dos en contra.
Sin embargo, rompiendo la disciplina del partido, el 18 (31) de octubre, Zinóviev y Kámenev se hicieron públicos, escribiendo en el periódico no partidista Novaya Zhizn sobre su oposición a la insurrección propuesta. En su lugar, instaron al Partido a formar una gran oposición en una futura Asamblea Constituyente, y a no emprender una aventura, tal como ellos lo veían. Lenin respondió airadamente en una carta al CC el 19 de octubre (1 de noviembre) denunciándolos como “rompehuelgas” por advertir vergonzosamente al enemigo de sus planes. Pidió su expulsión del Partido.
El CC celebrado al día siguiente, en el que Lenin estaba ausente y escondido en Petrogrado, escuchó la carta de Lenin pero se negó a expulsar a los rompehuelgas, que recibieron simplemente una reprimenda.
Para entonces, Trotski ya estaba ocupado con la organización de la insurrección. Estaba a favor de la insurrección en la fecha del Congreso Panruso de los Soviets, para dar mayor legitimidad a la revolución. Incluso el día antes de la insurrección, Lenin seguía instando a los bolcheviques a tomar el poder, claramente ignorante de los avanzados preparativos de Trotski: “El gobierno se tambalea. Hay que darle el golpe de gracia a toda costa. Retrasar la acción es fatal”. Al final, la táctica de Trotski resultó correcta. La insurrección se llevó a cabo sin contratiempos el 25 de octubre (7 de noviembre) bajo su dirección del Comité Militar Revolucionario y en nombre del Soviet de Petrogrado.
Fue nada menos que Stalin quien reconoció el papel clave de Trotski en la revolución:
Todo el trabajo de organización práctica de la insurrección se llevó a cabo bajo la inmediata dirección del presidente del Soviet de Petrogrado, Trotski. Es posible declarar con certeza que el rápido paso de la guarnición al lado del Soviet y la audaz ejecución del trabajo del Comité Militar Revolucionario, el Partido se lo debe principalmente y sobre todo al camarada Trotski.
Tras el éxito de la insurrección, Lenin salió de la clandestinidad para comparecer en el Congreso Panruso de los Soviets, donde se anunció la victoria.
Según John Reed, que estaba presente:
Ahora Lenin, agarrado al borde del atril, dejaba que sus pequeños ojos guiñados recorrieran a la multitud mientras permanecía allí esperando, aparentemente ajeno a la prolongada ovación que duró varios minutos.
Cuando los aplausos se apagaron, Lenin, lleno de emoción, se limitó a decir:
Ahora procederemos a construir el orden socialista.
Como jefe del nuevo gobierno, Lenin anunció una serie de decretos sobre la paz sin anexiones, la publicación completa de todos los tratados secretos, luego sobre la tierra, que abolía la propiedad privada y daba la tierra a los campesinos, el derecho de las naciones a la autodeterminación y muchos más. Apenas veinticuatro horas después de la toma del poder, el nuevo gobierno soviético, el Consejo de Comisarios del Pueblo, demostró su determinación de llevar a cabo su programa.
El Congreso Panruso de los Soviets se había convertido en el más alto poder del país. Representó el primer golpe contra el capitalismo mundial y marcó el comienzo de la revolución socialista mundial.
No fue un golpe a espaldas de las masas, como afirman los historiadores burgueses. El menchevique de izquierda Sujanov escribió:
Calificarla [la Revolución de Octubre] de conspiración militar y no de levantamiento nacional es totalmente absurdo, puesto que el Partido [bolchevique] ya era el poder de facto en el país y gozaba del apoyo de la inmensa mayoría del pueblo.
Los escritos de Lenin en este periodo muestran los pensamientos de un hombre ligado al proceso revolucionario, que veía mucho más allá que muchos de los que le rodeaban. Su papel fue crucial, como puede verse en estos escritos, que ahora ponemos a disposición de un público más amplio.
La revolución socialista volverá a estar a la orden del día en el periodo que se avecina. Estos escritos de Lenin de 1917 ayudarán a iluminar el camino hacia una revolución proletaria mundial exitosa.
Rob Sewell,
Londres,
Agosto de 2024
[1] Trotsky, León, Historia de la Revolución Rusa, Vol. 1, Wellred Books, 2022, p. 17.
[2] Véase “Nota sobre las fechas”, p. <?>.
[3] Lenin, “Nuestras tareas y el Soviet de Diputados Obreros”, 2-4 (15-17) de noviembre de 1905, Obras Completas (en adelante, OC), Vol. 10, Editorial Progress, 1960, p. 21.
[4] Lenin, “Cartas sobre táctica”, 8-13 (21-26) de abril de 1917, nuestra traducción
El 12 de octubre de 1492 se verificó la llegada de la expedición encabezada por Cristóbal Colón a una de las islas de lo que conocemos como mar Caribe, la cual fue bautizada como La Española.
Este acontecimiento no constituye un hecho fortuito, representa el inicio de una fase histórica indispensable en el proceso de acumulación originaria de capital. Es decir, la existencia de una masa de riquezas disponibles para una inversión masiva destinada no ya para satisfacer una necesidad, sino para producir mercancías con el fin de venderlas. Iniciando un ciclo que a la fecha continúa y que determina la posición de dominio, o no, en el desarrollo capitalista global.
La Corona de Castilla recientemente estaba logrando la unificación de una serie de regiones que terminarían constituyendo el reino de España. En ese proceso estaban despojando a los señores feudales de una serie de prebendas que les daban una posición privilegiada, mientras que la inmensa mayoría de campesinos sobrevivían a duras penas, merced a una brutal explotación.
La culminación de la llamada reconquista hubiese supuesto el punto de partida para una serie de reformas de corte burgués, dejando a los reinos de Castilla y Aragón en una posición ventajosa respecto a los demás estados europeos.
El auge de la explotación marítima afirmaba esta situación, no obstante, en su éxito llegó el fracaso.
En lugar de liberalizar las relaciones de producción en el campo, la ocupación de Granada supuso el reparto de más señoríos para la nobleza castellana, lo que a la larga reforzó su posición. La población campesina está sujeta a una serie de trabas serviles en vez de irse transformando en un moderno proletariado urbano, o pequeña o mediana burguesía. Según sea el caso, se vio sometida a un yugo más fuerte. Las nuevas tierras encontradas por Colón generaron en muchos la ilusión de, también ellos, convertirse a una especie de nuevos nobles, merced de las conquistas y el saqueo.
Efectivamente, las nuevas tierras descubiertas por Colón eran muy ricas en todo tipo de recursos. Esto incluye, por supuesto, a la codiciada plata y el oro. Dichos recursos fueron empleados en gastos no productivos, como la construcción de palacios, castillos y bienes suntuarios que por una centuria afianzaron el poder de la nobleza de Castilla y Aragón. Además de ello, el sostenimiento del Imperio representaba un estado de guerra permanente, que bajo los reinados de Carlos I y Felipe II representaron la creación de un inmenso aparato burocrático y militar, a la larga insostenible.
El extractivismo que se imponía por las necesidades de la metrópoli significó un esfuerzo inhumano para la población originaria, que se vio severamente diezmada. En los cien primeros años de la ocupación española desapareció prácticamente toda la población; en torno a un millón de personas.
En la Nueva España desaparecieron cerca de 3 millones de personas, producto de las enfermedades y otros factores más como las terribles condiciones de trabajo a las que eran sometidos. Algunas fuentes señalan que cerca del 80% de la población originaria desapareció por la represión, el hambre o por la enfermedad.
Enrique Semo afirma:
“En un siglo y medio, más de 80%, unos ocho millones de mesoamericanos, desaparecerían en una combinación de calamidades naturales: epidemias, endemias y pandemias.[i]
Económicamente, se recreó el carácter semifeudal que se vivía en la península: la formación de grandes propiedades agrícolas en muchos casos improductivas, que se combinaba con modernas explotaciones en la minería; frenéticas por extraer hasta el último gramo de metales preciosos.
Aun a pesar de la caída demográfica, se calculó que un siglo después de la conquista había en el territorio que hoy ocupa México unos 3 millones de pobladores originarios contra unos 60,000 españoles. La ocupación y saqueo de estas tierras no hubiera sido posible sin el consenso creado por la Iglesia católica, la que, a costa de la destrucción casi completa de las culturas autóctonas, logró imponer entre los locales la convicción de que las cosas estaban así por voluntad divina.
Resulta paradójico que, pese a que la ocupación española significó un freno para el desarrollo de las fuerzas productivas en la metrópoli, fue parte fundamental en el proceso global de creación de la acumulación de capital necesaria para la creación del sistema capitalista tal y como lo conocemos. Marx señala:
“El sistema colonial contribuyó al rápido desarrollo del comercio y a la navegación, ampliando así los mercados de venta para la producción manufacturera. El dominio monopolista sobre ese mercado facilitó una intensa acumulación. Por ese procedimiento las riquezas arrancadas mediante el saqueo y la sumisión de los indígenas de las colonias se transformaron en capital. El sistema colonial ‘proclamaba la acumulación de plusvalía como el fin último y único de la humanidad.’”[ii]
Sin bien las riquezas extraídas de las colonias estancaban históricamente a la economía de la península española, éstas generaban las condiciones para la creación de una nueva industria manufacturera que reclamaba más y más mano de obra en países como Inglaterra, Países Bajos o ciertas regiones de Alemania.
Se creaba un mercado mundial y una nueva división internacional del trabajo, que a la larga iba a marcar la posición de dominio o sometimiento que cada país ocuparía en él, no en lo inmediato, sino en los siguientes siglos.
La economía de los territorios del llamado nuevo mundo sufrió, por lo tanto, una profunda revolución: las culturas económicamente más avanzadas vivían en una especie de feudalismo teocrático de carácter estatal. Una forma particular de lo que Marx llamaba modo de producción asiático. Pese a las inmensas maravillas y riquezas que representaban sus culturas, ya habían vivido distintas fases de auge y decadencia; antiguos imperios desaparecían y surgían nuevos sin que las bases materiales de vida se modificaran sustancialmente en 2 mil años.
La ocupación española rompió con este círculo vicioso e integró, a su modo, la economía local al sistema mundial. Las incipientes formas de capitalismo poco a poco fueron tomando posiciones, especialmente las que estaban vinculadas con el mercado mundial, para hacerse dominantes cuando las condiciones les fueron propicias.
Pero, a diferencia de ciertos países europeos, el capitalismo local no nació revolucionario, sino reaccionario, aprovechándose del sometimiento de la mano de obra local para forzar a condiciones de miseria más y más terribles a las masas locales.
El 12 de octubre de 1492 significó el inicio de un proceso que dio lugar a las naciones actuales de lo que hoy es Hispanoamérica y Brasil. No fue un acto de armonía, de cooperación, sino una acción de violencia y despojo, que lo cambió todo. Nuestro objetivo como trabajadores no puede ser añorar un pasado que ya hace siglos dejó de existir y que de nada sirve glorificarlo, cuando tampoco era un paraíso en la tierra. Sí, en cambio, debemos reivindicar las luchas que desde un inició se dieron en contra de la ocupación y exterminio. Ellas son la base de las futuras luchas donde el sojuzgamiento, la masacre y la explotación desaparezcan por fin de la Tierra.
El marxismo ruso nacería, en contra de lo que podría pensarse, en una férrea oposición a los métodos de la guerrilla. Rusia era un país atrasado económica y culturalmente, el capitalismo ya le había penetrado pero ninguna clase social fue capaz de hacer avanzar realmente a la sociedad, quedando estancada. Una serie de jóvenes de las clases privilegiadas quemó las naves, dejando atrás sus comodidades, y fue con el pueblo, con los campesinos, a llevar adelante la revolución. Estos heroicos profetas del movimiento Naródniki[1] chocaron con un muro y no encontraron eco sino represión. El movimiento derivó en acciones individuales atentando contra odiados elementos estatales, hasta ponerse el objetivo de asesinar al zar, lo cual consiguieron en 1881. Contrario a lo que querían, el Estado se fortaleció: esas acciones inhibieron el actuar de las masas y fueron justificación para endurecer la represión. Los Naródniki eran hombres de acción sin mucha perspectiva ni teoría, su política no llevaba al socialismo y Lenin los llegó a definir como liberales con bombas.
El propio hermano de Lenin fue ahorcado por un intento frustrado de asesinar al zar. Lenin, en sus inicios políticos, fue atraído por este movimiento, pero ya estaba agotado. Leyó literatura revolucionaria y fue convencido, aunque no de forma inmediata, por el marxismo que –asimilándolo– usó para analizar la realidad de Rusia y su desarrollo económico; combatió implacablemente a los Naródniki y sus métodos; y comprendió la importancia revolucionaria de la clase obrera.
La guerra de guerrillas es un método muy natural entre el campesinado, que es imitado por sectores de la pequeña burguesía urbana. Sus acciones individuales y heroicas representan a la pequeña burguesía.
La clase obrera actúa de forma colectiva en la producción, tiende a una conciencia socialista (que no se da de forma mecánica) y sus métodos también lo son: la asamblea, la huelga, el piquete, la manifestación, la huelga general o la insurrección.
Lejos de seguir los métodos guerrilleros, Lenin comprendió claramente que no había atajos para la revolución, que era necesario el actuar de la clase obrera en alianza con los campesinos y otros sectores oprimidos. Así como el vapor puede disiparse si no está orientado, si cuenta con un pistón pueden moverse enormes locomotoras. La clase obrera necesita de un partido y éste no se puede improvisar; requiere de fuertes cimientos teóricos, abundantes en la teoría de Marx y la de Lenin. También asimilando la teoría y elevando el nivel político constantemente deben adquirir la más variada experiencia, desarrollando escritores, agitadores, buenos organizadores y compañeros experimentados en la lucha de clases.
Si en Rusia triunfó la revolución fue porque se negó al guerrillerismo como estrategia, porque pese ser un país con un Estado brutal y asesino, lo que implicó muchas veces tener que acudir a un trabajo clandestino, se supo aprovechar las oportunidades legales (incluso el parlamento), pero también se planteó como estrategia la organización de las clases explotadas y en particular de la clase obrera. La estrategia implicaba la construcción de una dirección que agrupara a los revolucionarios comunistas, los educara y formara políticamente, y estos no se autoproclamarían la vanguardia, sino que se ganarían, con sus ideas y métodos, su autoridad frente a la clase.
El verdadero pensamiento de Lenin fue no pretender sustituir el papel de los trabajadores en la revolución por el de un pequeño grupo, además de poner al frente la construcción del partido revolucionario. No hay atajos para la revolución y requerimos de un trabajo paciente y abnegado. Si queremos ver la revolución en nuestras vidas no hay tiempo que perder para construir el Partido Comunista Revolucionario que siga el real legado de Lenin.
La experiencia rusa
Aun cuando eran una clase minoritaria, los obreros iniciaron la revolución en 1905. Hicieron una manifestación pacífica dirigida por un sacerdote, pero fueron recibidos por el “benévolo” zar con plomo, masacrando a los manifestantes. La conciencia se desarrolló, se crearon soviets (organismos democráticos del naciente poder obrero) y se llegó a un puñado de insurrecciones descoordinadas que fracasaron, siendo la más importante la de Moscú; el campesinado entró en escena cuando las insurrecciones obreras eran derrotadas.
En esta revolución se usaron los métodos más variados, desde la participación en la reaccionaria Duma (parlamento) hasta métodos ilegales y clandestinos. La reacción actuaba y reprimía y la clase obrera tenía que defenderse. Los bolcheviques formaron comandos guerrilleros que también realizaron asaltos bancarios para financiar la acción revolucionaria del partido. En un periodo de ascenso, bajo el control del partido, esto fue correcto, pero también llevó a sufrir la represión en contra de compañeros valiosos. En 1907, el camarada Kamo asaltó un banco obteniendo la enorme cantidad de 25,000 rubros, huyó al extranjero, pero fue delatado por un agente y encarcelado. Por meses, Kamo se hizo pasar por loco en las condiciones ya inhumanas de la cárcel en Berlín: pasaba horas parado en un solo pie, hasta que finalmente lo trasladaron a un hospital psiquiátrico de donde escapó para encontrarse en el exilio con Lenin.
Lenin escribe un artículo llamado “La guerra de guerrillas”, del que se pueden extraer estas conclusiones sobre este método:
1) Se debe tener en cuenta el estado de ánimo de las grandes masas;
2) Hay que tomar en consideración las condiciones del movimiento obrero local;
3) Se debe procurar no dilapidar inútilmente las fuerzas del proletariado.
Lenin vio a este método como un auxiliar, que sólo se podía permitir en un punto álgido de la lucha, cuando se va llegando al punto de la insurrección.
En 1917 hubo una nueva revolución en Rusia, que arrancó mediante la lucha de las mujeres obreras, quienes iniciaron una huelga insurreccional, abriendo las compuertas a un proceso que derivaría en octubre con la toma del poder de la clase obrera. Se establecería el régimen más democrático jamás visto en la historia, basado en la democracia obrera y sus organismos de lucha y poder: los soviets.
Estalinismo y revolución china
Rusia era un país atrasado que no había siquiera completado las tareas de la revolución burguesa y democrática. Había, ante todo, que sacarla del atraso económico y cultural. Lenin, al igual que Trotsky, comprendió que la burguesía sería incapaz de conseguir esto y la clase obrera debía llevar a cabo las tareas inconclusas de esta parásita clase, pero no podía detenerse ahí. Así que los bolcheviques al tomar el poder expropiaron también a la burguesía y establecieron una economía planificada, que a la postre permitirá un colosal crecimiento económico.
Lenin y los bolcheviques veían a la Revolución rusa como el inicio de la revolución mundial e impulsaron la construcción de una nueva Internacional. Comprendía que la única forma de completar la Revolución rusa era extenderla a otros países, sobre todo los capitalistas desarrollados. Hubo una ola de revoluciones y no hay un solo país sobre la tierra que de alguna u otra forma no se impactara con la Revolución bolchevique, que había llevado por primera vez a los explotados al poder.
La falta de una dirección bolchevique llevó a que las revoluciones internacionales se frustraran. Rusia se vio sumida en el aislamiento y su atraso heredado. Las masas se agotaron y cayeron en reflujo, y la burocracia se irguió sobre la sociedad mediante una contrarrevolución política que echó abajo las conquistas de la democracia obrera. Para ello, la burocracia negó realmente las ideas de Lenin y masacró a la generación que llevó a cabo la Revolución de Octubre. Cambiaron el internacionalismo proletario por el socialismo en un solo país y para los países atrasados defendieron que lo primero era llevar adelante la revolución democrática burguesa y para ello había que aliarse con la burguesía nacional liberal. Después, en una segunda etapa, ya que se haya generado un desarrollo capitalista, se llevaría adelante la revolución socialista, la cual en la práctica nunca llegó.
Esa estrategia de conciliación de clases asumida por el estalinismo (que en realidad fue copiada de los mencheviques) fue aplicada con consecuencias desastrosas. Un ejemplo fue la revolución china de 1927, en que el Partido Comunista se alió con el nacionalista Kuomintang y su dirigente el anticomunista Chiang Kai-Shek fue nombrado miembro honorario de la Internacional ya burocratizada. Ellos pagaron traicionando y realizando una masacre de comunistas en Shanghái, Cantón y otras zonas.
Los comunistas sobrevivientes a la masacre que los purgó de los sindicatos se refugiaron en el campo desde donde, apoyados ahora en el campesinado, emprendieron una larga guerra que llevaría a la toma del poder en 1949. Mao Tse-tung defendió la medida etapista estalinista y predijo que habría 100 años de capitalismo en China, pero cuando tomaron el poder no había espacio para el capitalismo en China, a menos que traicionaran a millones de obreros y campesinos armados. Así que, en un acto de supervivencia de la burocracia, China avanzó hacia una economía planificada, aunque sin democracia obrera.
Éste fue un gran acontecimiento que impactó y fue imitado en el mundo. La Revolución china iniciaría donde la Revolución rusa terminó. Cualquier intento de sustituir el papel de la clase obrera en la Revolución socialista lleva inevitablemente a la burocratización.
La Revolución cubana
Otro proceso que impulsaría al movimiento guerrillero fue la Revolución cubana. Un grupo de jóvenes, inicialmente salidos del Partido Ortodoxo, de tendencia liberal burguesa, debido a la represión de la dictadura de Batista, usaron el método de la guerrilla para impulsar una revolución primeramente democrática, con reformas sociales profundas (como el dar a las clases explotadas salud y educación). Este movimiento consiguió apoyo entre la población y en realidad fue un movimiento de masas el que dio la estocada final al régimen de Batista con una huelga general que, combinada con acciones armadas, finalmente lo derrumbaría. Cada vez que la guerrilla ha llegado al poder en América Latina ha sido por un movimiento de masas en que la clase obrera ha jugado un papel protagónico con métodos como la huelga general.
La revolución dirigida por Fidel Castro, al llevar adelante su programa, entró en choques con la oligarquía y el imperialismo. La única forma de llevar adelante sus reformas fue profundizar la revolución, lo que llevó a expropiar la economía y acabar con el capitalismo. De igual forma, en Cuba el proceso deriva en un Estado obrero con deformaciones burocráticas, en el que no existieron elementos de democracia obrera como en la Rusia de 1917-24. La revolución cubana tendría un importante impacto y trató de ser imitada en toda América Latina.
La guerrilla en América Latina
La revolución cubana quiso ser imitada por miles de jóvenes, muchos de ellos mostrando una valentía similar a los primeros naródnikis rusos. Sectores de la pequeña burguesía fueron atraídos también, pero en el propio seno del movimiento comunista.
Los partidos comunistas estalinistas, por un lado, atraían a revolucionarios sinceros y serios que querían llevar adelante la lucha por el comunismo. Por otro lado, su política era reformista e incluso contrarrevolucionaria. A la ecuación hay que sumar el impacto de la Revolución cubana. El resultado fue que se dieron escisiones en los partidos comunistas de militantes que chocaban con su burocratismo y reformismo. Algunas de ellas derivaron en la creación de grupos guerrilleros en que se veían las armas como la respuesta revolucionaria contra el reformismo estalinista. Esto tenía eco sobre todo en países y zonas donde había una cruda represión contra el movimiento obrero y campesino.
En México, por ejemplo, Lucio Cabañas, quien militó en algún momento en las juventudes comunistas, abandonó el Partido y formó su propia organización que derivaría en un movimiento guerrillero en el estado de Guerrero, aunque con un programa más avanzado que el del comunismo oficial. No fue la única escisión.
En Michoacán, un grupo de jóvenes consiguió apoyo internacional en Corea, donde recibieron entrenamiento, pero su organización, llamada MAR, fue aplastada antes de que pudieran hacerle un pequeño rasguño al Estado. Después de las masacres estudiantiles del 2 de octubre de 1968 y el 10 de junio de 1971, un sector del movimiento juvenil vio en la vía guerrillera la salida. También aquí vimos una escisión de las juventudes comunistas, que serían uno de los grupos que conforman la Liga Comunista 23 de Septiembre. Vemos luchas heroicas que fueron aplastadas por la feroz represión, sacrificándose jóvenes revolucionarios valiosos.
Casos similares los vimos en otros países. En El Salvador, la enorme represión de la dictadura militar llevó a que incluso dirigentes obreros vieran en la guerrilla la alternativa. Así fue que, por ejemplo, Salvador Cayetano Carpio se escindió del reformista PCS y formó las FPL. Pero, a su vez, otro sector de jóvenes radicalizados de la pequeña burguesía crearía el Ejército Revolucionario del Pueblo. Estos serían dos de los grupos que formarían el FMLN. Éste país viviría un proceso revolucionario para el que, dada la represión, era necesario la autodefensa de los obreros, campesinos y estudiantes, pero en donde se vió al movimiento de masas de los trabajadores como un auxiliar en la lucha.
En el caso de el Perú, por poner un ejemplo más, un grupo del PCP sería influenciado por el Maoísmo; haciendo análisis mecánicos de la realidad peruana, equiparando al Perú de los 70s con la China de finales de los 30s y planteando como estrategia la guerra popular prolongada. El caso de Sendero es una auténtica tragedia: entre 1970 y 1990, mil personas, muchas de ellas civiles, murieron tanto por la acción represiva del Estado como por las acciones de la guerrilla, la cual terminó en un fracaso tan grande como la mezcla de mesianismo y dogmatismo de su líder. Hoy el Estado peruano sigue valiéndose de la lucha contra los “terrucos” como excusa para reprimir al movimiento de masas.
Un caso importante es el de Nicaragua. En la lucha contra el régimen represivo de los Somoza, los militantes del Frente Sandinistas (FSLN) mostraron ser los más arrojados y valientes. El movimiento de masas fue en ascenso y se logró derrocar al odiado régimen, pero eso fue gracias a una insurrección masiva y a la entrada del movimiento obrero en la escena.
Cada que la guerrilla ha triunfado en América Latina ha sido porque las masas y la clase obrera han dado el golpe decisivo; no han sido lo determinante las acciones de pequeños grupos armados. Los sandinistas expropiaron las propiedades de los Somoza, pero otros sectores de la burguesía las dejaron intactas. Proclamaron que era posible una tercera vía entre capitalismo y socialismo y establecieron una economía mixta. También destruyeron a la odiada Guardia Nacional, sustituyéndola por milicias populares. Pero no terminaron de destruir el Estado burgués. Aunque se crearon importantes organizaciones de masas, no se estableció una democracia superior, como en la Rusia de 1917, apoyada en los soviets. En realidad, en cada caso en que triunfan, se traslada la estructura vertical que requiere una organización armada como la guerrilla a la sociedad. Pero en este caso mantuvieron además al viejo parlamento y elecciones burguesas. Es decir que, aunque se dieron importantes pasos, no concluyeron la abolición del capitalismo ni acabaron con su Estado. No se puede triunfar haciendo sólo media revolución y aunque después de ser echados del gobierno lograron retornar, hoy vemos un régimen degenerado que nada tiene que ver con el socialismo ni mucho menos con Lenin.
Rescatemos el verdadero legado de Lenin
Muchas de estas guerrillas eran consideradas por el Estado y la burguesía como marxistas leninistas y muchas veces también por sus mismos protagonistas. Pero, como ya vimos, en realidad esa estrategia de lucha dista mucho de la que defendió Lenin y a la cual en realidad se opuso; cuando más, la vio como un auxiliar bajo ciertas condiciones concretas. Hacer una acción heroica individual no te hace más radical, al contrario: refleja tu desconfianza en el papel revolucionario de la clase obrera y las masas.
Decenas de miles de jóvenes ofrendaron sus vidas valiente y heroicamente en las guerrillas latinoamericanas. ¿Imaginemos ese enorme sacrificio destinado a construir un partido como el de Lenin? La historia hubiera cambiado.
El capitalismo sigue siendo un sistema salvaje que lleva a los jóvenes a la muerte, que no permite que un obrero pueda realmente vivir y tenga que gastar su vida explotado por horas en el trabajo y gran parte de su tiempo en el transporte público. Este sistema acaba con el planeta, no nos respeta ni nos deja decidir libremente sobre nuestras preferencias. Seguimos necesitando una revolución, nos inspiramos en el sacrificio de los revolucionarios, también de los guerrilleros que hicieron grandes sacrificios y ofrendaron sus vidas, pero como Lenin, seguiremos otro camino: el del marxismo revolucionario. Tenemos que aniquilar al capitalismo y por ello construir un partido comunista revolucionario como el que creó Lenin. Esta tarea merece todos los sacrificios.
[1] Asi se les llamaba a los miembros de Naródnaya Volia, o voluntad del pueblo, de ahí que también fuesen conocidos como “populistas”, aunque el termino no tiene nada que ver con lo que suele entenderse en América Latina