Desde el comienzo del año, ha habido más huelgas en Alemania que durante mucho tiempo. Primero los trabajadores postales, luego los trabajadores del sector público, y ahora los trabajadores ferroviarios han tomado medidas. Las razones de esto son obvias: la crisis económica, el aumento masivo de los precios y las pérdidas en los salarios reales de los últimos años.
El 27 de marzo tendrá lugar una gran huelga, organizada por ver.di (el segundo sindicato más grande de Alemania) y el sindicato de ferrocarriles y transportes (EVG). Esto involucrará a conductores de autobuses y trenes, así como a trabajadores de autopistas y aeropuertos.
Los sindicatos que hacen huelga son sindicatos que crecen
Las huelgas están teniendo un efecto. Ver.di ha registrado 63.000 nuevos miembros desde el comienzo del año — nunca en los 22 años de historia del sindicato se han afiliado tantas personas en los primeros tres meses del año. En todas partes se exigen salarios más altos y éstos están más que justificados en todos los sectores de la economía.
Para dar algunas cifras e ilustrar la gran disposición de los trabajadores a luchar: 42.000 de un total de 160.000 trabajadores postales organizados por ver.di han estado recientemente en huelga. Alrededor de 70.000 trabajadores de la educación salieron a las calles en el Día Internacional de la Mujer Trabajadora (8 de marzo). En los días de huelga nacional del 14 al 15 de marzo, 30.000 huelguistas estaban en las calles de Alemania. Y en Marburgo y Giessen, un informe de ver.di afirma:
“Listos para negociar, listos para la huelga, 800 huelguistas en Giessen y el Hospital Universitario de Marburgo están discutiendo las demandas. El único hospital universitario privatizado de Alemania o bien acepta un convenio colectivo para mejorar las condiciones y la seguridad laboral para el 24 de marzo, o habrá una huelga seria para avanzar en nuestras demanda”.
En todo el país, las cosas se han detenido: muchos trabajadores, especialmente jóvenes profesionales y aprendices, están en huelga por primera vez en sus vidas / Imagen: ver.di, Twitter
En todo el país, las cosas se han detenido: muchos trabajadores, especialmente jóvenes profesionales y aprendices, están en huelga por primera vez en sus vidas. Se ha despertado un estado de ánimo militante. Los trabajadores están tomando su destino en sus propias manos y aventurándose en los sindicatos, que durante mucho tiempo habían estado estancados. Entienden que tienen que unirse para tener algún poder de combate significativo.
La colaboración social comienza a desmoronarse
Incluso las burocracias sindicales están empezando a agitarse. La dirección, que antes acostumbraba a las componendas con los jefes, se enfrenta a nuevos desafíos que debiesen inspirarla a actuar. Por primera vez en años vuelven a estar en la agenda nuevas medidas como la votación y las llamadas huelgas forzadas (a diferencia de las huelgas simbólicas, corrientes en el pasado). Sin embargo, la perspectiva de una huelga general, cuya base sería una huelga de trabajadores de infraestructura y servicios públicos, está causando pánico en ver.di y la EVG.
Los firmes lazos de colaboración social han unido a los líderes sindicales con los patrones y han asegurado la paz y el orden dentro de la clase trabajadora durante décadas. Anteriormente, los sindicatos perseguían demandas de negociación colectiva para alcanzar cifras bajas de un dígito y huelgas simbólicas para llamar la atención pública. Los patrones y los sindicatos ejercitaban sus músculos y al final llegaban a un acuerdo en la mesa de negociaciones. Una y otra vez, la clase obrera sacaba la peor parte.
Pero el 2023 es diferente. Los trabajadores han estado ebullendo bajo la tapa de la burocracia durante algún tiempo, sufriendo las presiones del COVID-19, la guerra y la inflación. Cuanto peor es la crisis, mayor es la ira de la clase obrera y más profundo es su deseo natural de organizarse.
Esto ejerce presión sobre ambos lados, tanto sobre los patrones como sobre la burocracia sindical. Ver.di trata de permitir que los trabajadores liberen vapor a través de acciones locales y huelgas aisladas en las que sólo se permite la huelga a los trabajadores de zonas o áreas específicas.
La otra parte confía en las provocaciones. El Gremio de Asociaciones de Empleadores Municipales (VKA), la contraparte de los sindicatos, aún no ha hecho ninguna oferta que no sea la ya rechazada por los negociadores de ver.di. El Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) gobernante muestra claramente su posición. Karin Welge, alcaldesa del SPD de la ciudad de Gelsenkirchen, es la presidenta de la VKA desde el año pasado. Nancy Faeser (SPD), Ministra Federal del Interior, también está del lado de los empleadores y ya ha cancelado su participación en la próxima ronda de negociaciones colectivas de la administración pública, que tendrá lugar del 27 al 29 de marzo. Por lo tanto, un acuerdo en la negociación colectiva se está alejando cada vez más.
Cuanto peor es la crisis, mayor es la ira de la clase trabajadora y más profundo es su deseo natural de organizarse / Imagen: EVG, Twitter
Sin embargo, ver.di quiere llegar a un acuerdo en esta tercera ronda de negociaciones para evitar una posible solución a través del arbitraje y todos los riesgos que ello implicaría, o incluso una votación de huelga y una posterior huelga “forzada”. El hecho de que el SPD se oponga a la cooperación abierta con ver.di amenaza con dañar los vínculos del partido con las estructuras de la confederación sindical alemana. Sin embargo, la burocracia sindical se aferra a la colaboración social con todas sus fuerzas. Están tratando de mantener el status quo.
¡Adelante con la mega-huelga!
BILD, el periódico sensacionalista más vendido de Alemania, describió recientemente lo que significa para los trabajadores de infraestructura de la nación estar en huelga: “¡Revolución de marzo! Mega-huelga planificada: trenes, transporte local y vuelos afectados. El 27 de marzo una huelga amenaza con paralizar a todo el país”.
Esta huelga es una oportunidad importante para llevar la lucha de clases en Alemania a un nuevo nivel. Una huelga nacional coordinada que ponga al transporte público, el tráfico aéreo e incluso a las autopistas parcialmente fuera de servicio es una clara demostración del poder de la clase trabajadora. Sobre todo, es un excelente punto de partida para intensificar la lucha y ganar aumentos salariales para los trabajadores del sector público y todos los trabajadores ferroviarios y del transporte.
Una huelga indefinida en el sector público, que afecte a todos los servicios públicos, pondría a la VKA de rodillas / Imagen: BUNDjugend, Twitter
La tercera ronda de negociaciones en el sector público debe, o bien terminar con una clara victoria para los trabajadores, o comenzar los preparativos en ver.di para una votación de huelga. Una huelga indefinida en el sector público, que afecte a todos los servicios públicos, pondría a la VKA de rodillas. Este es el siguiente paso lógico en la lucha por mejores salarios, la que debe ser ganada.
Las excusas sobre los escasos fondos de huelga ya no aplican. El dinero para la lucha se puede recaudar del propio movimiento de huelga y a través de llamamientos de solidaridad de la clase obrera. Los trabajadores del sector público bien remunerados y los servicios públicos bien financiados y desarrollados benefician a toda la clase trabajadora. Sobre esta base, se pueden llenar las arcas para la huelga y se puede construir un amplio movimiento de solidaridad entre la clase trabajadora a través de la acción colectiva durante las huelgas.
¡No más huelgas económicas aisladas – una mega-huelga conjunta el 27 de marzo es el primer paso para demostrar el poder de la clase obrera a los capitalistas, la VKA y el gobierno!
¡No a un acuerdo por debajo de las demandas de los trabajadores!
No más componendas – nuestra consigna es: ¡lucha de clases, no a la colaboración social!
Algunas corrientes feministas argumentan la idea de que la noción de prostitución debe ser abandonada y reemplazada por la de “trabajo sexual”. Es decir, la prostitución sería equiparable a cualquier otra forma de trabajo y debería ser reconocida como tal. Según la activista feminista Morgane Merteuil (entre otras), la prostitución sería incluso una herramienta en la lucha contra el capitalismo y para la emancipación de las mujeres.
En este artículo, queremos dar una respuesta a estas ideas, desde un punto de vista marxista.
Los orígenes de la prostitución
La prostitución es uno de los componentes de la opresión que las mujeres sufren, y siempre han sufrido, en las sociedades de clase. Para analizar concretamente qué es la prostitución, hoy en día es útil volver a los orígenes y la evolución histórica de la opresión de las mujeres, para mostrar cómo se formó el vínculo orgánico entre esta opresión y la prostitución.
Contrariamente a la creencia popular, la opresión de las mujeres no siempre ha existido. Esta opresión apareció en correlación con la aparición de la explotación de clase, que tampoco siempre ha existido. Esta tesis marxista, brillantemente desarrollada por Friedrich Engels (el gran amigo y camarada de Marx) en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado (1884), ha sido confirmada por la investigación de arqueólogos y antropólogos durante más de un siglo.
Durante decenas de milenios, hombres y mujeres han vivido en sociedades de cazadores-recolectores relativamente igualitarias. Engels hablaba de “comunismo primitivo”. En estas sociedades no había propiedad privada, ni clases sociales, ni Estado, ni opresión de las mujeres. Ciertamente, había una división del trabajo entre hombres y mujeres, en particular debido a las necesidades relacionadas con el embarazo y la lactancia. La caza tendía a ser una actividad masculina, mientras que las mujeres se ocupaban de la recolección y el mantenimiento del hogar, que entonces era una tarea colectiva. Sin embargo, esta “división sexual del trabajo” no implicó la opresión de un sexo por otro. Las mujeres participaron en el trabajo colectivo y la recolección jugó un papel importante en la alimentación del grupo. Hoy en día, disponemos de materiales arqueológicos que demuestran que las mujeres también participaron en la producción de arte rupestre, una tarea que todos los historiadores describen como muy importante, en estas sociedades. Además, en la medida en que no involucró ninguna relación de poder, la división sexual del trabajo no era estricta. Algunas mujeres participaron en la caza y algunos hombres en la recolección o el mantenimiento del hogar.
En cuanto a las relaciones amorosas y sexuales, estas sociedades estaban marcadas por una relativa libertad e igualdad de género. La familia y el matrimonio monogámicos aún no existían; fueron precedidos por diversas formas de matrimonio “en grupos”. En estas condiciones, los linajes se basaban en la ascendencia materna, ya que era la única filiación conocida con certeza. Esto tuvo consecuencias en la transmisión de los bienes. Si aún no existía el tipo de propiedad privada que se desarrollará en las sociedades de clase, un cazador tenía sus armas, un artesano sus herramientas, etc., y las legaban a la familia de su madre.
Dicho esto, estas sociedades no deben ser idealizadas. Este “comunismo” estaba sobre todo dictado por una necesidad implacable. El muy bajo nivel de productividad laboral y la ausencia de cualquier excedente hacían a los grupos extremadamente vulnerables; esto hacía que la solidaridad y la igualdad fueran imperativos de supervivencia.
Esta situación cambió radicalmente con el Neolítico, hace unos diez mil años. La aparición de la ganadería, luego de la agricultura, permitió a las comunidades producir un excedente de alimento, que podía almacenarse o intercambiarse con otras comunidades. El comercio comenzó a desarrollarse. A partir de entonces, se planteó la cuestión de la propiedad de estos nuevos recursos, que podrían convertirse en mercancías, así como de los medios para producirlos. La propiedad privada de las tierras y los rebaños apareció, al mismo tiempo que la esclavitud y las desigualdades sociales. Habían nacido las primeras sociedades de clases.
En la medida en que la agricultura y la ganadería eran actividades realizadas principalmente por los hombres, ahora tenían una gran ventaja: era su trabajo el que traía la mayoría de los productos necesarios para la comunidad, y casi todo lo que se podía intercambiar, como mercancía. Esta evolución provocó un trastorno en las relaciones familiares, que Engels llamó “la derrota histórica del sexo femenino”. Con el control de los recursos económicos, los hombres más ricos quisieron dejarlos a sus hijos, y ya no a la familia de sus madres. Por lo tanto, la filiación matrilineal fue reemplazada por una filiación patrilineal. Y para asegurarse de que los niños fueran los de su padre oficial, la monogamia se impuso a las mujeres (y solo a las mujeres).
Anteriormente un lugar de trabajo colectivo, el hogar doméstico se convirtió en una finca privada y una prisión para las esposas. Las mujeres fueron expulsadas de la producción social, confinadas al papel de madres y esclavos domésticos (y sexuales). Fueron reducidas al rango de mercancías: podían ser vendidas como esclavas por sus maridos o sus padres. Sus familias podían regalarlas o venderlas como esposas sin consultarlas. Fue entonces cuando apareció la prostitución. Apartadas de la esfera productiva, las mujeres de las clases sociales más pobres se vieron obligadas, para sobrevivir, a vender la única mercancía que tenían: sus cuerpos. Además, como señaló Engels, si bien la monogamia forzada de las mujeres generalmente se aplicaba estrictamente, la prostitución era uno de los medios por los que se mantenía de facto la poligamia de los hombres.
En Occidente, la historia vio cómo se sucedían las sociedades esclavistas de la antigüedad, luego el feudalismo y finalmente el capitalismo, sin que se eliminara la opresión de las mujeres. La prostitución también persistió, ya que se derivaba orgánicamente de las estructuras familiares. En la Edad Media y el Renacimiento, la condena hipócrita de la prostitución por parte de la Iglesia no la hizo desaparecer. De hecho, los Papas y Cardenales de Roma o Avignon estaban entre los mejores clientes de las prostitutas, cuando no eran ellos mismos proxenetas. En todas las sociedades basadas en la explotación de clases, las mujeres fueron oprimidas y la prostitución fue una de las formas de esta opresión.
Capitalismo y opresión
El capitalismo ha introducido un cambio importante en la situación de las mujeres. En la Europa del siglo XIX, la necesidad de mano de obra en la floreciente industria arrancó a algunas de las mujeres más pobres del ámbito doméstico, para hacerlas partícipes de la producción social. Ahora como parte integral de la clase obrera, participaron en la lucha de clases y en el desarrollo del movimiento obrero. Por ejemplo, las trabajadoras ocuparon las primeras filas durante la Comuna de París (1871) y la Revolución Rusa de 1917.
Fue durante este período que se establecieron gradualmente, en Occidente, las bases de la legislación “liberal” sobre la igualdad de género: la independencia económica -al menos formal- de la mujer de su marido, la libertad de residencia, matrimonio y divorcio, pero también el derecho al voto, la igualdad formal ante los tribunales o incluso el derecho al aborto. Cabe señalar que ninguno de estos derechos fue generosamente ofrecido a las mujeres por la burguesía. Todos tuvieron que ser arrancados en luchas masivas, que fueron sistemáticamente luchas de clase. El ejemplo de la Revolución Rusa es esclarecedor: después de la conquista del poder por parte de los bolcheviques, las mujeres de Rusia ganaron, en pocos meses, la igualdad jurídica y política completa con los hombres así como el derecho al divorcio y al aborto, todas conquistas que no se obtuvieron, en la mayoría de los países occidentales, hasta décadas después. Los derechos de las mujeres solo progresaron como resultado de las movilizaciones masivas. En Francia, por ejemplo, el derecho al aborto fue conquistado a raíz de la gigantesca huelga general de mayo del 68.
Sin embargo, a pesar de todos estos avances, la opresión de las mujeres no ha desaparecido. La burguesía tiene muchas razones para perpetuar esta opresión. Como todas las sociedades de clase que le precedieron, el capitalismo se basa en última instancia en la propiedad privada y la herencia, que también han sido la piedra angular de la familia patriarcal desde el Neolítico. A esto se suma la necesidad de dividir a la clase trabajadora para evitar que se una, tome conciencia de su fuerza y amenace el dominio de la burguesía. El sexismo y la opresión de las mujeres, como el racismo, la homofobia y todas las formas de opresión, forman parte del arsenal de la burguesía para enfrentar a los trabajadores unos contra otros.
La prostitución también se ha perpetuado. En una sociedad donde el cuerpo de las mujeres es una mercancía, una fracción de las mujeres más pobres se ven obligadas a venderse para sobrevivir. A finales del siglo XIX, el socialista alemán August Bebel señaló que la mayoría de las prostitutas se reclutaban entre las trabajadoras más pobres, y especialmente las de la industria textil, ya que estaban particularmente mal pagadas. Como Marx y Engels antes que él, Bebel subrayó la hipocresía de la burguesía, que condenaba oficialmente la prostitución, pero reinaba sobre una sociedad que la hacía inevitable. Además, la burguesía abogaba por la fidelidad conyugal, mientras mantenía ejércitos de amantes y cortesanas.
El concepto de “trabajo sexual”
En las décadas de 1960 y 1970, una ola de movilizaciones masivas arrasó el mundo. Hubo, entre otras cosas, mayo del 68 en Francia, las olas de huelgas en Italia (1968-1969), la revolución portuguesa de 1974, la revolución chilena de 1970-73 y la caída de las dictaduras militares en Grecia y España.
Sin embargo, debido a la traición de los líderes reformistas, estas movilizaciones revolucionarias no dieron lugar al derrocamiento del capitalismo. Luego siguió una ola de reacción: hubo golpes militares (Chile, Argentina, etc.), la llegada al poder de líderes conservadores como Reagan o Thatcher, pero también una amplia ofensiva ideológica contra las ideas del marxismo. Durante este período, las teorías “postmodernas” se desarrollaron, con el apoyo de la clase dirigente. Fue en este contexto general que surgió, dentro del movimiento feminista, una nueva teoría sobre la prostitución, recalificada como “trabajo sexual”.
Según los promotores de esta teoría, deberíamos abandonar los conceptos de “prostitución” y “prostitutas” en favor de “trabajo sexual” y “trabajadoras sexuales”. En otras palabras, la prostitución no sería un componente de la opresión de las mujeres, sino un trabajo “como cualquier otro”, por lo que habría que rechazar y combatir todas las connotaciones negativas asociadas a ella, pero también y sobre todo el objetivo de acabar con la prostitución. Así, en 2013, la activista “afro-feminista” Rokhaya Diallo afirmó que la prostitución era una cuestión de elección individual que, para las mujeres afectadas, dependía de la “libre disposición” de sus cuerpos.
Para justificar esta posición, algunas feministas incluso recurren a argumentos supuestamente “marxistas”: al vender sus cuerpos, las prostitutas se encontrarían en la misma situación que los trabajadores asalariados. Conclusión: no debemos luchar por la desaparición de la prostitución, sino por su “reconocimiento” como un trabajo en sí mismo, que las mujeres eligen hacer “libremente”.
Algunas activistas, como Morgane Merteuil, van incluso más allá y afirman que el reconocimiento del trabajo sexual sería un paso indispensable en la lucha contra el capitalismo, ya que fomentaría el reconocimiento de la relación sexual en general como un “trabajo”, lo que permitiría cuestionar el patriarcado. Otras afirman que la prostitución sería en sí misma revolucionaria, ya que fomentaría la libertad sexual de las mujeres. ¡Por lo tanto, el patriarcado financiaría su autodestrucción a través del “trabajo sexual”!
La realidad de la prostitución
Las ideas de estas feministas ignoran, más o menos voluntariamente, la realidad de la prostitución para la mayoría de las personas que son sus víctimas. Empecemos por la cuestión de la trata de personas y su papel en la prostitución. En un artículo de 2016, Morgane Merteuil consideró que, sobre esta cuestión, era necesario “ir «más allá» de estos intercambios de cifras y experiencias”.
A riesgo de molestar a Morgane Merteuil informemos de algunos “números” y “experiencias” para dar una idea general de la situación. Ese mismo año 2016, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) estimó que 40 millones de personas en todo el mundo habían sido víctimas de la trata de personas, en el contexto de matrimonios forzados, esclavitud, redes de prostitución o tráfico de órganos. La participación de la prostitución, en este fenómeno, es abrumadora. En 2018, según el Informe Mundial de la ONU sobre la Trata de Personas, el 70% de las víctimas de la trata eran mujeres, de las cuales el 83% eran con fines de explotación sexual.
Contrariamente a lo que dicen los partidarios de la legalización de la prostitución, este fenómeno también afecta a países como Alemania y los Países Bajos, donde se ha legalizado la prostitución. En estos dos países, se estima que entre el 75 y el 80% de las prostitutas, en los burdeles, han sido víctimas de la trata de personas. Lejos de eliminar la trata, la legalización de la prostitución la facilita al permitir a los traficantes exponer a sus víctimas a la luz del día, en los escaparates de los burdeles de Hamburgo o Ámsterdam.
Área de prostíbulos en Amsterdam.
En Europa y en todo el mundo, las mujeres víctimas de la trata de personas viven un verdadero infierno. Sus pasaportes suelen ser confiscados por los traficantes. Constantemente amenazadas y frecuentemente golpeadas o violadas, viven una situación que no es en absoluto comparable al trabajo asalariado, y que más bien es una esclavitud pura y simple. Estas mujeres se reducen al estado de mercancías en beneficio de las redes criminales. Además, su condición de inmigrantes clandestinas les impide muy a menudo buscar cualquier tipo de asistencia de los servicios del Estado burgués (que a su vez las oprime). Atrapadas entre la violencia de los proxenetas y la de la policía, a menudo les resulta imposible hacer oír su voz, lo que permite a las “activistadas feministas” hablar en su nombre.
Cuando afirman que la prostitución sería sinónimo de una mayor libertad de las mujeres con respecto a su cuerpo, las feministas del tipo de Rokhaya Diallo quedan en perfecto acuerdo con los principios del capitalismo y el libre mercado, principios según los cuales el salario sería el resultado de un contrato celebrado “con total libertad” entre un patrono y un trabajador. En realidad, este nunca es el caso, y mucho menos cuando se trata de prostitución.
Bajo el capitalismo, las personas no son iguales y no todos tienen los mismos medios. La gran mayoría de la población se divide en dos categorías: por un lado, aquellos que poseen medios de producción (fábricas, empresas, etc.) y viven de la explotación del trabajo de los demás; por otro, la masa de asalariados que solo poseen su propia fuerza de trabajo. La mayoría de la gente pertenece a la segunda categoría. Por lo tanto, no son en absoluto “libres” de elegir trabajar o no; se ven obligados a vender su fuerza de trabajo a cambio de un salario.
En este contexto, una pequeña fracción de las mujeres que no tienen medios de producción y no encuentran empleo (debido al desempleo masivo) se ven obligadas a prostituirse para sobrevivir. El ejemplo de Grecia lo muestra de una manera esclarecedora. Después de la crisis de 2008, cuando el desempleo golpeó casi el 25% de la población griega, el número de prostitutas aumentó un 7%. Las mismas causas económicas y sociales han llevado al aumento del fenómeno de las “camgirls”, o incluso a las campañas publicitarias de prostitución dirigidas a las estudiantes. Lejos de reconocer una “libre elección”, la legalización de la prostitución solo legitimaría el hecho de que las mujeres pobres se ven reducidas al estado de objetos, mercancías y obligadas a abandonar sus cuerpos a sus clientes y proxenetas.
Se nos podría objetar que la prostituta siempre es libre de rechazar las ofertas que considere degradantes o que la hagan sentir incómoda. Pero en realidad, esta libertad es a menudo ficticia. Por un lado, una negativa expone a la prostituta a una reacción violenta por parte de su explotador (cliente o proxeneta). Por otro lado, en una economía de mercado, la ley de la competencia se impone. Una prostituta que rechaza ciertos clientes o algunas de sus peticiones corre el riesgo de perder su sustento. Por lo tanto es empujada, por la competencia, a aceptarlo todo.
La prostitución afecta a las mujeres en general, pero afecta especialmente a las personas transgénero. Debido a la opresión de la que son víctimas y al desempleo que les golpea de manera desproporcionada, muchos de ellos se ven obligados a prostituirse para vivir. No es casualidad que la reivindicación del “reconocimiento del trabajo sexual” esté a menudo vinculada a llamamientos a apoyar los derechos de las personas transgénero, con el fin de legalizar la actividad a la que varias de ellas se ven obligadas a participar. Es completamente contraproducente: en lugar de combatir los prejuicios y luchar contra la opresión y la marginación de las personas transgénero, este enfoque refuerza los prejuicios insinuando, y a veces incluso afirmando, que la prostitución sería la única actividad adecuada para éstas.
A veces se pone el ejemplo de mujeres ricas que se prostituirían “por elección”, por atracción por la “profesión”. El reconocimiento de la prostitución ayudaría a protegerlas, se dice. Pero en realidad, si estas mujeres están realmente a salvo de la necesidad, no necesitan una protección especial, porque bajo el capitalismo los ricos ya están “protegidos”, de facto. Por lo tanto, sus hábitos sexuales están dentro de su ámbito privado y no deben afectarnos ni entrar en este debate sobre todo porque, como ya hemos demostrado, estos pocos casos representan solo una proporción insignificante de las personas que se dedican a la prostitución. Las “prostitutas ricas”, estos casos extremadamente raros y completamente atípicos, sirven como hoja de parra para ocultar la sórdida y brutal realidad de la prostitución.
También escuchamos con frecuencia el caso de las prostitutas “autónomas”, que serían las verdaderas “trabajadoras sexuales” y vivirían una situación muy diferente a las que ejercen bajo la dependencia de proxenetas. Una vez más, según la mayoría de las encuestas estadísticas, se ha establecido que la mayoría de las prostitutas están subordinadas a proxenetas, es decir, a delincuentes que exigen porcentajes exorbitantes de sus víctimas, bajo la amenaza de violencia física y psicológica. Las prostitutas “independientes” forman una minoría.
Las prostitutas “independientes” forman una minoría…
Pero además, ellas mismas son víctimas de un sistema de opresión, porque tienen medios muy limitados para abandonar la prostitución. Además, su entrada al “trabajo” rara vez se ha hecho sin problemas. En 2014, un informe del Parlamento Europeo señaló que “el 80-95% de las prostitutas sufrieron alguna forma de violencia antes de entrar en la prostitución (violación, incesto, pedofilia)”, que “el 62% de ellas declaran haber sido violadas”, y que “el 68% sufre de estrés postraumático, un porcentaje similar al de las víctimas de la tortura”. Estas estadísticas por sí solas son suficientes para revelar la hipocresía de quienes ondean la bandera de la “libertad” para defender la prostitución.
El mismo informe señala que las prostitutas “se enfrentan a una tasa de mortalidad superior a la media de la población”, en particular porque con frecuencia sufren “adicción al alcohol y a las drogas”, o porque “muchos compradores de servicios sexuales piden relaciones sexuales comerciales sin protección, lo que aumenta el riesgo de un efecto perjudicial en la salud”. Esta es la realidad de la prostitución, lejos de las elucubraciones de algunas feministas sobre el “trabajo sexual”.
¿Cómo luchar contra la prostitución?
Ninguna ley concebida por las democracias burguesas puede erradicar la prostitución. Por ejemplo, las leyes estrictamente represivas de los países escandinavos, o de Francia, no han puesto fin a la prostitución ni a la trata de personas. De hecho, las leyes adoptadas por los gobiernos burgueses solo agravan la opresión sufrida por las prostitutas.
Apoyada por asociaciones reformistas como Osez le féminisme (Atrévete al feminismo), una ley aprobada por la Asamblea Nacional Francesa en 2016, penaliza a los clientes y los hace punibles con una multa. Lejos de ayudar a las prostitutas, esta ley las ha empujado a los rincones más oscuros y peligrosos de nuestras ciudades. Como hemos visto, la prostitución no es una “elección”, por lo que las prostitutas tuvieron que seguir a sus clientes a lugares menos concurridos, donde tenían menos riesgo de ser detenidas, pero donde estaban mucho más expuestas a la violencia y el abuso. Además, esto proporcionó un nuevo pretexto a la policía para perseguirlas.
Este ejemplo es característico del abolicionismo reformista, que quiere abolir la prostitución en el marco del capitalismo, pero que al final proporciona sobre todo a los políticos burgueses oportunidades para mostrar su llamado “humanismo”.
Sin embargo, la solución al problema es obvia: si a todas las personas prostitutas, independientemente de su situación o origen, se les ofreciera apoyo financiero, acceso a vivienda, apoyo psicológico, formación profesional, y si los indocumentados víctimas de la trata fueran todos regularizados, ¿cuántos elegirían seguir prostituiéndose?
Se nos dice que es imposible de lograr. De hecho, bajo el capitalismo es imposible, no porque no hubiera suficiente riqueza para eso, sino porque estas riquezas son acaparadas por una minoría, en detrimento del resto de la población. Como muchos otros males de la sociedad, la prostitución crece en el terreno de la pobreza y el desempleo, que obligan a las personas a vender sus cuerpos con la esperanza de sobrevivir o huir de su país en condiciones abominables, a riesgo de caer en redes de explotación mafiosa. Esta explotación se agrava por la desigualdad de género, el racismo y las guerras imperialistas.
Sin embargo, se podrían implementar medidas serias de inmediato para luchar contra la prostitución, atacando todas las bases económicas sobre las que se basa la prostitución. Estas son las medidas que se tomaron durante los primeros años de existencia de la Rusia soviética. La lucha contra la prostitución consistió entonces en organizar servicios de atención para las mujeres desempleadas antes de darles acceso a un empleo, en establecer guarderías públicas y dormitorios para las mujeres sin hogar. Una red de clínicas públicas ofrecía tratamiento para las enfermedades de transmisión sexual (ETS), al mismo tiempo que se organizaban campañas de sensibilización que explicaban la relación entre la propagación de la prostitución y las ETS. En colaboración con organizaciones de masas principalmente femeninas, el nuevo gobierno soviético dio acceso a oportunidades concretas para abandonar el “trabajo”.
Al mismo tiempo, el gobierno bolchevique prohibió cualquier forma de regulación de la prostitución. El Código Penal no castigaba a las prostitutas, sino que preveía penas severas para los proxenetas y propietarios de burdeles. Debido a las inmensas devastaciones causadas por la guerra mundial y la guerra civil, la prostitución no fue completamente erradicada, por supuesto. Sin embargo, al dirigirse a sus causas económicas y sociales, por un lado, y por otro, a sus aprovechadores, estas medidas permitieron reducirla significativamente.
Esta política fue completamente abandonada por la contrarrevolución estalinista, lo que provocó una rápida regresión de la condición de las mujeres. La prostitución reapareció como un fenómeno de masas durante la década de 1930. En cuanto al nuevo Código Penal estalinista, retomó los métodos burgueses atacando nuevamente a las prostitutas.
Estamos a favor de la aplicación de medidas democráticas similares a las adoptadas por los bolcheviques en los primeros años del régimen soviético. Por supuesto, estamos luchando para que se implementen ahora mismo. Sin embargo, somos conscientes de que ningún estado capitalista los implementará. Para los marxistas, la lucha contra la prostitución está, por tanto, estrechamente ligada a la lucha contra el capitalismo. La prostitución se basa en la opresión de las mujeres y en la miseria generada por una sociedad dividida en clases. Mientras el capitalismo no sea derrocado, ninguna elección será verdaderamente libre, y la opresión de las mujeres, en todas sus formas, nunca será completamente erradicada.
La clase dominante israelí está atravesando una aguda crisis interna. Benjamin ‘Bibi’ Netanyahu volvió hace apenas un par de meses a ocupar su cargo y está decidido a imponer una serie de reformas judiciales a través de la Knéset (Parlamento israelí). Al hacerlo, ha enfurecido a la mayoría de los grandes capitalistas, que han dado un paso insólito al respaldar la movilización de enormes multitudes en las calles.
Cuando la clase dominante cae en un conflicto abierto como este, conlleva, para ellos, el peligro de desenmascarar las maquinaciones reales que traman en tiempos “normales”. El conflicto actual no es una excepción.
La situación actual tiene raíces profundas que se remontan a décadas en las que toda la clase dominante de Israel (tanto sus alas conservadoras como las llamadas “liberales”) ha desplegado una política brutal y metódica de ocupación, apropiación de tierras, asentamientos y discriminación contra los palestinos. Y ha utilizado el odio y el miedo que su propia política siembra entre judíos y árabes para acorralar a los trabajadores israelíes judíos en todo el Estado.
Cada uno de los distintos gobiernos ha ayudado a fomentar esta misma mentalidad de asedio. Como el monstruo que creó el Dr. Frankenstein, la clase dominante israelí ha creado un movimiento incontrolable y fanático de sionistas de extrema derecha y fundamentalistas ultraortodoxos, profundamente arraigado principalmente en el movimiento de colonos en Cisjordania. Han asumido cada vez más el poder en la sombra, empujando a sus representantes a los puestos más altos en el establishment político e irrumpiendo en la escena política sin tener en cuenta las prioridades del propio gobierno.
Ahora, después del breve interludio de 18 meses de la coalición Bennett-Lapid ‘todos menos Netanyahu’, y en parte gracias a ellos, Netanyahu está de vuelta en el poder. Esta vez, encabeza una coalición de partidos de extrema derecha, incluido el partido neokahanista, Otzma Yehudit, liderado por Itamar Ben-Gvir (ahora ministro de Seguridad Nacional), que defiende la anexión completa de Cisjordania y la expulsión de los árabes de Israel; y el partido Sionismo Religioso dirigido por Bezalel Smotrich (ahora ministro de Finanzas), un hombre que una vez dijo de sí mismo : “Soy un homófobo fascista, pero soy un hombre de palabra”.
Tan pronto como llegaron al poder, lanzaron una agenda legislativa que preparó al gobierno para un choque con el grueso de la clase dominante. Se fijaron el objetivo de ‘reformar’ el poder judicial, de modo que la Corte Suprema no pudiera anular la legislación, mientras que una mayoría simple en la Knéset sería suficiente para nombrar jueces.
Cada partido en la coalición tiene sus propias motivaciones. Los fanáticos de extrema derecha del gabinete ven en los tribunales un bastión del bolchevismo, empeñados en frustrar su sueño de reconquistar toda Eretz Israel exclusivamente para el pueblo elegido de Dios. Para Netanyahu, están involucrados factores más personales y mundanos, ya que intenta esquivar numerosos cargos por corrupción, soborno y fraude. Pero para mantenerse en el poder, se ve obligado a apoyarse en fuerzas cada vez más reaccionarias, fuerzas que están lejos de estar bajo su control.
Bibi contra la burguesía
Estas reformas han provocado una revuelta abierta de gran parte de la clase capitalista. En pocas palabras, la clase capitalista en su conjunto exige la separación de poderes bajo una ‘democracia’ capitalista, de modo que ningún individuo o grupo de individuos de su clase pueda inclinar el sistema a su favor. En esto consiste todo el discurso de ‘democracia’ e ‘independencia del poder judicial’ por parte de los capitalistas. Les preocupa que Netanyahu y su camarilla usen su control sobre el Estado “injustamente” para favorecerse a sí mismos.
Y la clase capitalista no parece estar ocultando que esa es su verdadera motivación. El periódico The Times of Israel explica este hecho abiertamente , en un artículo que vale la pena citar extensamente:
“En las últimas semanas, empresas de tecnología, fuentes de ingresos, organizaciones comerciales, legisladores y destacados economistas están advirtiendo repetidamente que el plan de reforma judicial, que dicen amenaza la democracia, dañará la posición de Israel como un centro estable para las inversiones.
“El temor es que un debilitamiento del sistema judicial genere incertidumbre y ahuyente a los inversores extranjeros de Israel. Esto, a su vez, podría obligar a las empresas locales e internacionales a irse y establecerse en otro lugar.
“Una serie de unicornios israelíes [empresas valoradas en más de mil millones de dólares] ya han anunciado que están retirando fondos significativos de las cuentas bancarias israelíes y colocándolos en el extranjero debido a la presión y preocupación de los inversores extranjeros.
“La empresa de seguridad cibernética israelí, Wiz, valorada en la asombrosa cifra de 6.000 millones de dólares y respaldada por las empresas de inversión estadounidenses Insight Partners y Greenoaks Capital, confirmó la semana pasada que está sacando decenas de millones de dólares de los bancos israelíes para diversificar los fondos de los inversores”.
El embajador de EE. UU., Thomas Nides, agregó sus preocupaciones: “Estás haciendo algo bien, ¿de acuerdo? El sistema judicial ha estado vigente durante mucho tiempo, lo que ha permitido un florecimiento de la innovación, la tecnología, la obtención de dinero, la calidad, eso sucedió”.
“Hacer dinero”: ¡de eso se trata! ¿Por qué sacudir el barco cuando estamos ganando tanto dinero?
Las protestas comenzaron con una ráfaga de peticiones de algunas empresas como HSBC y JP Morgan, quienes emitieron sus advertencias. La agencia de calificación internacional S&P dio el paso muy inusual de amenazar con un recorte en la calificación crediticia de Israel. Muchos advirtieron sobre el riesgo de desencadenarse un colapso del mercado en caída libre, como lo hizo el pequeño experimento de Liz Truss en Gran Bretaña el otoño pasado.
Como las peticiones no dieron resultado, el grueso de la clase capitalista decidió que había que quitarse los guantes.
Los principales medios de comunicación intensificaron su retórica, refiriéndose a la jugada de Netanyahu en un lenguaje bastante alarmante: más allá de un “ataque a la democracia”, lo llaman una “revolución”, un “golpe de Estado” e incluso “cambio de régimen”.
Cada sábado desde el pasado enero, la patronal está apoyando las cada vez más numerosas protestas ‘pro-democracia’.
El sector tecnológico ha jugado un papel particularmente significativo dentro de este extraño ‘activismo’. Tiene un motivo especial de preocupación, dado que este sector es relativamente nuevo en el país y carece de influencia en la coalición gobernante. Es un sector que emplea fundamentalmente a las capas urbanas socialmente más liberales y alejadas de los haredim fundamentalistas en los que se basa Netanyahu, con su rechazo a la educación secular.
“Salvemos a nuestra nación emergente”, decía una pancarta en la marcha del 21 de enero, al frente de un bloque que representaba a estas mismas empresas tecnológicas emergentes. El 13 de febrero, se organizó un día de ‘acción de huelga’, no por la federación sindical Histadrut, sino por un grupo de 300 empresas tecnológicas y fondos de capital riesgo.
Las protestas han sido secundadas por directores ejecutivos, exgenerales y ex primeros ministros. Incluso el exjefe del Mossad, Tamir Pardo, ha estado presente, mostrando su preocupación en una entrevista de prensa al periódico Haaretz : “Hay un gran temor de que nos estamos acercando al abismo”. Sentimientos similares fueron expresados por el ex primer ministro derechista Naftali Bennett, quien advertió del riesgo de una “guerra civil en Israel”.
Con el apoyo incondicional de la mayoría de los medios y todo el peso de las empresas, estas protestas, ‘huelgas’ y bloqueos de carreteras han crecido cada vez más, y algunos organizadores estiman que unas 500.000 personas han participado en el último fin de semana de acción.
Incluso el ejército se ha visto afectado. El 8 de febrero se produjo una marcha de reservistas de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF, por sus siglas en inglés). 350 oficiales y soldados firmaron una petición declarando que se negarían a servir como reservistas si la reforma judicial continua adelante. Las divisiones en la parte superior del Estado son profundas. Todo un escuadrón de más de 40 pilotos se negó a asistir al entrenamiento y otros escuadrones han amenazado con hacer lo mismo.
Normalmente, la clase dominante israelí y los medios de comunicación escupirían veneno a tales ‘refuseniks’, condenándolos de traidores, como lo han hecho cada vez que soldados israelíes se han negado a apoyar la opresión de los palestinos. Ahora simpatizan con su causa, aunque puede que acaben arrepintiéndose de haber fomentado este peligroso precedente.
Un artículo muy interesante en Haaretz
El 16 de febrero, el diario liberal de Israel, Haaretz , publicó un pequeño pero notable artículo , titulado, “El error de Bibi [Netanyahu]: Se ha buscado enemigos con la élite de Israel”.
Es notable la franqueza con la que se expone en qué consiste exactamente la ‘democracia’ capitalista. Dice mucho, no solo de cómo funciona la democracia burguesa en Israel, sino en todas partes:
“…incluso en las democracias modernas en las que todos y cada uno de los adultos tienen derecho al voto, la realidad social y política es que algunos votantes tienen más poder que otros, que se extiende más allá de las urnas.
“El inversor en grandes tecnologías o el director ejecutivo de una gran empresa tienen solo un voto en lar urnas, pero muchos más, o más precisamente, tienen mucha más influencia política, en virtud de su capacidad para crear puestos de trabajo y potenciar la economía. Lo mismo se aplica a los principales activistas políticos, periodistas, científicos, ingenieros e intelectuales, que tampoco obtienen un voto más el día de las elecciones, pero su contribución a la economía y la sociedad hace que sus opiniones sean relevantes.
“Son las personas que han hecho de Israel el país poderoso, próspero y tecnológicamente innovador que es hoy. Por supuesto, no toda esta élite se opone a la reforma judicial. Pero las cifras de las encuestas ofrecen un vistazo de la brecha socioeconómica entre los partidarios y los opositores de los cambios”.
Hay que tener en cuenta que este periódico apoya totalmente el movimiento ‘pro-democracia’, y no podría estar más entusiasmado con que ‘la élite’ use los ‘votos’ extra que su posición de clase les otorga. Sin embargo, no deberíamos sorprendernos, ya que así es como funciona la democracia burguesa en todas partes. Bajo la democracia más libre, la masa del pueblo disfruta de los mismos derechos de voto, en el papel. Pero tan pronto como los intereses de la clase capitalista se ven amenazados por una facción o un individuo de su propia clase o, lo que es aún más peligroso, por un gobierno de izquierda apoyado por la clase obrera, entonces se ve quién detenta realmente el poder. El artículo continúa:
“…ahí radica el problema del primer ministro Benjamin Netanyahu: la elección le dio a él y a sus aliados ortodoxos y de la derecha una clara mayoría en la Knéset, pero no tiene el apoyo para la reforma judicial entre la gente que básicamente hace que Israel funcione. Netanyahu podría ignorar las manifestaciones en Tel Aviv, pero cuando los líderes tecnológicos, banqueros, economistas y empresarios expresan su oposición, hay que preocuparse”.
En otras palabras, no puedes llevar a cabo tus políticas bajo el capitalismo solo porque el ‘proceso democrático’ te otorga una mayoría parlamentaria. Fundamentalmente, cualquier gobierno requiere el consentimiento de aquellos que realmente hacen funcionar la sociedad: ¡“los líderes de las grandes tecnologías, los banqueros, economistas y gente de negocios”! Y, como señala el artículo, Netanyahu sin duda es dolorosamente consciente de este hecho:
“Sus socios de extrema derecha y ultraortodoxos están más preocupados por promover sus visiones ideológicas y servir a sus electores. Pero Netanyahu no es ese tipo de ideólogo. Le preocupa más crear un país militar y económicamente poderoso.
“Los colonos no atraen miles de millones de dólares en inversión extranjera cada año, los haredim no tienen la educación y las habilidades para servir en las unidades de élite de alta tecnología del ejército y Arabia Saudita no normalizará las relaciones con Israel porque anhela los productos producidos por las industrias de baja tecnología de Israel”.
Estos son los intereses reales detrás de este movimiento por la llamada ‘democracia’. De hecho, aunque este movimiento ciertamente ha movilizado a miles de trabajadores, ningún líder al frente de este conflicto defiende los intereses de los trabajadores israelíes o las masas palestinas.
De hecho, una de las preguntas planteadas por algunos comentaristas de izquierda (un tanto desilusionados y confusos) ha sido: ¿por qué el movimiento no ha levantado consignas contra la verdadera burla a la democracia cometida por el Estado de Israel: la opresión de los palestinos y la ocupación de su tierra? En realidad, este sector ‘pro-democracia’ de la clase dominante pretende continuar con la opresión de los palestinos, como lo ha hecho durante décadas. La principal preocupación de los grandes capitalistas es que, al llevar esta política al extremo por sus estrechos intereses individuales, Netanyahu está desatando fuerzas que son imposibles de controlar, y esta política puede rebotar contra sus propios intereses.
Lejos de plantear demandas que podrían atraer a los palestinos al movimiento, algunos de los opositores de Netanyahu en la prensa de derecha han expresado que la disminución del apoyo al gobierno en el ejército, el daño económico de su reforma judicial y la forma en que el gobierno está alienando al imperialismo estadounidense “evitarán que Netanyahu se anexione tierras en Cisjordania y probablemente evitará cualquier acción militar unilateral contra Irán”. ! ¡En otras palabras, se hacen pasar por los verdaderos defensores de una política sionista agresiva!
Eso está muy claro para las masas palestinas, que están casi completamente ausentes de este movimiento, a pesar de su profundo odio hacia Netanyahu. ¿Cómo pueden salir en serio en defensa del mismo sistema judicial que aprobó la Ley del Estado-nación judío, que encierra a miles de sus jóvenes, que constantemente falla a favor de los desalojos palestinos como en Sheikh Jarrah, y de nuevos asentamientos?
Y, sin embargo, vale la pena el esfuerzo de los revolucionarios en Israel-Palestina para estudiar cuidadosamente esta división en la clase dominante, ya que está llena de lecciones instructivas para los trabajadores de la región y mucho más allá.
¿Cómo terminará esto?
Es probable que la crisis se profundice antes de llegar a un crescendo. Si Netanyahu duda, podría ser su perdición. Pero nadie más parece ser capaz de formar una coalición, como demuestra el estancamiento que sufre la Knéset en las últimas elecciones.
Si Netanyahu no duda, la clase dominante está advirtiendo sobre “la madre de todas las crisis constitucionales” si se aprueban las reformas judiciales.
¿Qué pasará cuando la Corte Suprema falle contra las mismas leyes aprobadas precisamente para cortarle las alas? Y puede llegar el momento en que los servicios de seguridad se vean obligados a elegir entre órdenes contradictorias provenientes del primer ministro por un lado y del fiscal general por el otro. En resumen, Israel se dirige a un territorio desconocido.
En el pasado, cuando se ha visto acorralado, Netanyahu siempre ha buscado desviar la atención con nuevas guerras asesinas contra los palestinos, como en Gaza en 2021. No se puede descartar que no vuelva a hacerlo, con atroces consecuencias. El gobierno ya está intensificando su agresión contra los palestinos, aprobando nuevos asentamientos, cerrando y asaltando ciudades palestinas en Cisjordania.
Desde que comenzó el año, 67 palestinos han sido asesinados por las fuerzas de seguridad del Estado israelí, en comparación con los 170 asesinados en Cisjordania y Jerusalén Este en 2022. También debemos señalar que en 2022 hubo casi el doble de palestinos asesinados en Cisjordania con respecto a 2021, lo que lo convierte en el año más mortífero desde 2005, y sucedió bajo el gobierno de Bennett-Lapid.
La presencia de partidos de extrema derecha en el gobierno ciertamente ha alentado a colonos fanáticos que buscan confrontaciones directas con los palestinos. Cientos de personas arrasaron la ciudad palestina de Huwara el 26 de febrero, incendiaron decenas de automóviles y casas, y mataron a una persona en lo que un alto general israelí denominó “pogromo”. Smotrich, sin más miramientos, respondió a estos sucesos pidiendo que Huwara fuera “aniquilada”.
Esta brutalización incesante de los palestinos está creando una sensación de desesperación, particularmente entre los jóvenes. El liderazgo podrido de la Autoridad Palestina (AP), que colabora día tras día con la ocupación, se ha desacreditado por completo. Una gran mayoría de palestinos rechaza al presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmoud Abbas, y un 59 por ciento de los palestinos consideran la Autoridad Palestina un estorbo. Esto se expresó claramente en la ‘Intifada de la Unidad’, la huelga general palestina unificada en mayo de 2021.
Existe un gran vacío de liderazgo, mientras que la presión se acumula constantemente sobre el pueblo palestino. Sin ninguna dirección alternativa que surja del movimiento de masas de la ‘Intifada de la Unidad’, los jóvenes están actuando por su cuenta, armándose en grupos en Jenin, en Nablus con el grupo Lion’s Den y, en otros lugares, con el objetivo de contraatacar mientras la AP se sienta de brazos cruzados. Si bien el movimiento de masas ha ido creciendo en Israel, también hemos visto dos huelgas generales de palestinos desde principios de año: en Jerusalén Este contra el aumento de la presencia policial israelí, y en Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este contra las redadas para asesinar a jóvenes militantes armados por las IDF en Naplusa.
Si bien los ataques de venganza individuales contra las fuerzas de seguridad israelíes son totalmente comprensibles, y tal vez inevitables dada la brutalidad hacia los palestinos, es necesario desarrollar grupos armados de autodefensa masivos conectados a un movimiento de masas con claros objetivos revolucionarios como una alternativa a todas esas facciones podridas que lideran a los palestinos.
El statu quo anterior no es la solución
Volviendo a las severas divisiones que dividen a la clase capitalista de Israel, la historia nos muestra que tales divisiones en la clase dominante son a menudo el momento en que la clase trabajadora aprovecha la oportunidad para irrumpir en escena con sus propias demandas. De hecho, solo una alternativa independiente, revolucionaria y de la clase trabajadora podría atravesar la barbarie que vemos, de la que es responsable toda la clase dominante israelí.
En el contexto actual de profunda crisis del capitalismo, de crisis masiva de la vivienda y muchas otras crisis sociales que sacuden a la sociedad israelí, ciertamente existe potencial para tal movimiento. El solo hecho de que estas protestas puedan movilizar a tal escala –medio millón representa una enorme movilización en un país de 9 millones– indica un profundo fermento en la sociedad, y especialmente en las clases medias. Este es un síntoma importante, incluso si las protestas tienen un carácter generalmente reaccionario. Netanyahu, que estuvo en el poder de 2009 a 2021, es el rostro odiado de la austeridad y la inestabilidad de todo el período pasado.
Si bien los líderes burgueses han dado a estas protestas su color político principal, con el falso eslogan de “democracia” ocultando el verdadero objetivo de sacar el poder de las manos de Netanyahu para ponerlo en las suyas, no es así como la mayoría de los manifestantes ven las cosas. Si bien los oradores de la plataforma han dicho muy poco o nada sobre la ocupación y el trato brutal a los palestinos, en algunas protestas se han levantado espontáneamente consignas de disgusto contra el pogromo de Huwara. También han participado un ‘bloque radical’ y un ‘bloque anti-ocupación’ desde el principio y han ido creciendo modestamente en el transcurso de las protestas, aunque cabe señalar que, si bien han informado de que han recibido algunas respuestas positivas, especialmente de los jóvenes, también han sido constantemente acosados por muchos otros.
Sería necesario precisamente redirigir dichas protestas según líneas de clase a través de una movilización independiente de la clase trabajadora, planteando preguntas de clase. Pero existe un obstáculo: la falta de una dirección alternativa a las distintas facciones burguesas. En Israel, los líderes ‘laboristas’ y sindicales se han colocado durante décadas como una larga cola detrás de la clase dominante sionista.
Debe abordarse la cuestión de crear una organización marxista que pueda unir a los trabajadores y oprimidos en un programa revolucionario genuino, que pueda luchar por el derrocamiento del capitalismo en toda la región y por la formación de una Federación Socialista del Medio Oriente. Esto por sí solo sería capaz de proporcionar un futuro en el que israelíes y palestinos pudieran vivir juntos en paz. Esto, y no un regreso al statu quo anterior, es por lo que lucha la Corriente Marxista Internacional.
La utilización por el gobierno del 49.3 el 16 de marzo marcó un punto de inflexión en el desarrollo de la lucha contra la reforma de las pensiones. Esta aprobación por la fuerza por parte de la Asamblea Nacional fue visto, con razón, como un insulto y una provocación más -e incluso intolerable- por gran parte de la población.
Sabíamos que Macron y su gobierno despreciaban las encuestas, que indican todas que una abrumadora mayoría de la población -¡incluyendo más del 90% de los trabajadores! – se opone a la reforma de las pensiones. También sabíamos que el gobierno despreciaba las numerosas manifestaciones masivas y huelgas organizadas contra esta reforma desde el 19 de enero. El uso del 49.3 subrayó que Macron y su camarilla también desprecian la llamada “representación nacional”, elegida el pasado mes de junio.
Para colmo, la misma “representación nacional” ni siquiera fue capaz de responder al insulto del gobierno adoptando una moción de censura que lo habría derribado. Todas las instituciones políticas están así desacreditadas a los ojos de las masas.
En consecuencia, a la crisis social se suma ahora una profunda crisis democrática y política, es decir, un creciente cuestionamiento -en las conciencias y en las calles- del propio régimen. Esta crisis del régimen no es nueva, pero hoy estalla a la luz pública.
En este sentido, es significativo que el 49.3, y luego el rechazo de la moción de censura, hayan estimulado claramente la movilización de la juventud estudiantil y de los institutos, que hasta entonces se había mostrado relativamente pasiva. Las decenas de miles de jóvenes que se movilizan cada día desde el 16 de marzo en las principales ciudades del país no sólo exigen la retirada de la reforma de las pensiones. Exigen respeto y un futuro digno de ese nombre, que este gobierno, y sobre todo el sistema que defiende: el capitalismo, no pueden proporcionar.
Por su parte, Macron y su gobierno están muy debilitados por los acontecimientos de los últimos días. La popularidad del jefe del Estado, que no era muy alta, sigue cayendo. Elisabeth Borne y sus ministros son zombis políticos. El gobierno no tiene otra baza que la represión brutal de las huelgas y manifestaciones.
En este contexto, la responsabilidad de las organizaciones de izquierda y del movimiento sindical es colosal. Su acción debe desplegarse en al menos tres líneas:
1) Deben organizar seriamente las manifestaciones diarias y sus servicios de orden, en todas las ciudades del país, aunque sólo sea para proteger a la juventud movilizada de la represión policial y de las detenciones que se intensifican desde el 16 de marzo.
Para que las manifestaciones espontáneas no acaben en innumerables palizas y detenciones, como ocurre ahora cada noche, las organizaciones del movimiento obrero deben organizar y proteger las manifestaciones. Al mismo tiempo, esto permitirá que estas manifestaciones sean mucho más masivas y unan a jóvenes y trabajadores en la acción.
2) La izquierda y el movimiento obrero deben ampliar las consignas de lucha. No basta con exigir únicamente la retirada de la reforma de las pensiones. Para fomentar la movilización de nuevas capas de jóvenes y trabajadores, hay que plantear una serie de reivindicaciones ofensivas, coronadas por el objetivo de derrocar al gobierno de Macron -que sirve a los intereses de un puñado de grandes capitalistas- y sustituirlo por un gobierno al servicio de los trabajadores.
Como escribieron los compañeros de Unité CGT el 19 de marzo: “Estamos en un punto de inflexión. Al tirar demasiado fuerte de la cuerda, ellos [Macron y su gobierno] la han roto. Así que digámoslo: a partir de ahora, la cuestión no es sólo el rechazo de los 64 años. La cuestión es la vuelta a los 60 años de jubilación. Es el salario mínimo a 2000 euros. Es la renacionalización/expropiación de las autopistas, de las industrias, de los bienes expoliados al pueblo. Es la derogación de los decretos anti desempleados, es el fin de las ayudas a las empresas, es la respuesta a todas nuestras necesidades sociales. Es un cambio de régimen. Este orden social ha durado demasiado.” Tienen toda la razón.
3) Sobre esta base, la izquierda y el movimiento sindical deben lanzar todas sus fuerzas en la organización de Asambleas Generales, lo más masivas posible, en las empresas, para poner en el orden del día huelgas reconductibles. Tan pronto como sea posible, deben celebrarse Asambleas Generales interprofesionales para, por ejemplo, organizar movilizaciones contra las requisas y los ataques de los CRS antidisturbios contra los piquetes de huelga. En las universidades, las AG estudiantiles deben ponerse a disposición del movimiento obrero para contribuir a la defensa de los piquetes y a la extensión de las huelgas reconductibles.
Los sectores que están a la vanguardia del movimiento de huelga -en particular los trabajadores del petróleo- no podrán resistir indefinidamente sin una rápida extensión de estas huelgas a otros sectores clave de la economía. Por el contrario, si se produce esta extensión, el país entrará en una nueva fase de lucha que pondrá en el orden del día no sólo la retirada de la reforma de las pensiones, sino el derrocamiento del gobierno de los ricos, la derogación de todas las contrarreformas de los últimos veinte años – y la instauración de un gobierno al servicio de los trabajadores y de todas las capas oprimidas de la población.
El jueves 16 de marzo, por undécima vez en 10 meses, la primera ministra Élisabeth Borne invocó el artículo 49.3 de la Constitución francesa para forzar la odiada reforma de las pensiones de Macron sin una votación parlamentaria. Esto, sin embargo, no pasó desapercibido. En las horas posteriores al anuncio de la Primer Ministra, miles de personas se concentraron en la Plaza de la Concordia de París para denunciar la maniobra.
También se realizaron concentraciones espontáneas en otras ciudades.
Los principales medios de comunicación y la oposición parlamentaria subrayan que se trata de un gran “fracaso” de Macron, que hubiera preferido una votación formal en la Asamblea Nacional sobre su reforma de las pensiones. Es un fracaso, sí, pero que lógicamente sigue a otro fracaso, o mejor dicho, a una debacle: la del partido de Macron (LREM) en las elecciones legislativas de junio pasado. Macron no tiene mayoría en la Asamblea Nacional. De ahí la utilización del artículo 49.3, considerada una ‘opción nuclear’.
A principios de la próxima semana, se someterán a votación mociones de censura en la Asamblea Nacional. Si una de ellos gana la mayoría, Macron probablemente no podrá simplemente reorganizar su gobierno: tendrá que disolver la Asamblea Nacional. Pero precisamente por esta razón, es poco probable que una moción de censura obtenga una mayoría. Un número significativo de diputados de la oposición no quiere elecciones parlamentarias anticipadas.
En noviembre pasado, escribimos:
“Los diputados Republicanos [el tradicional partido burgués de derecha] no tienen nada bueno que esperar de las elecciones anticipadas, en el futuro inmediato. Los diputados de la Agrupación Nacional [formalmente Frente Nacional, encabezado por Marine Le Pen] se presentan como los partidarios fanáticos de la moción de censura, pero en realidad tienen todo el interés en dejar que la situación se siga pudriendo para sacar los máximos beneficios cuando llegue el momento. Incluso en las filas de la NUPES [la oposición de izquierda encabezado por Jean-Luc Mélenchon de La Francia Insumisa], varios diputados de los Verdes, del PS [Partido Socialista] y del PCF [Partido Comunista Francés] se dicen a sí mismos, desde sus asientos de terciopelo: ‘Estoy dentro ahora, así que ¡Me quedo!’ Como resultado, todas estas personitas se están organizando, antes de las mociones de censura, para asegurarse de que no pasen”.
Es cierto que, bajo la presión del movimiento de masas contra la reforma de las pensiones, y dada la profunda crisis interna de los Republicanos, no se puede descartar totalmente un “accidente” que resulte en la adopción de una moción de censura. Pero este no es el escenario más probable. Por ejemplo, vale la pena señalar que, entre los diputados Republicanos que se ‘oponen’ firmemente a la reforma de las pensiones, varios son mucho más evasivos acerca de las mociones de censura. Asimismo, algunos de los elementos más moderados de la izquierda parlamentaria pueden abstenerse.
La dirección del movimiento
Entre los trabajadores involucrados en el movimiento de huelga de dos meses contra la contrarreforma, el ambiente es de mucha rabia. Manifestaciones improvisadas tuvieron lugar en París y otras ciudades el día que el gobierno invocó el artículo 49.3. El viernes 17 de marzo, los trabajadores de la refinería Total Normandie, la más grande del país, votaron a favor del cierre de la planta. El sindicato CGT Energía hablaba de cortes de luz. Claramente, los líderes sindicales están bajo mucha presión de las bases que ven la necesidad de una acción inmediata.
¿Puede el uso del artículo 49.3 tener el efecto de revivir la lucha extraparlamentaria contra la reforma de las pensiones – y en particular la participación de los trabajadores en el movimiento de huelgas indefinidas? Los próximos días lo dirán. Sin embargo, ya podemos subrayar dos cosas:
En primer lugar, la utilización del artículo 49.3 no cambia en nada las graves deficiencias de la estrategia de las direcciones sindicales desde el inicio de esta lucha. Antes y después de la aplicación del artículo 49.3, la estrategia de las “jornadas de acción” no puede hacer retroceder al Gobierno.
En lugar de convocar a una escalada debidamente organizada del movimiento huelguístico hacia una huelga general total, la Intersindical se reunió y acordaó… convocar otro día de acción el jueves 23 de marzo, después de que se discuta la moción de censura en el Parlamento el lunes.
La jornada de acción del próximo jueves, por fuerte que sea, no cambiará nada en este sentido. Además, tanto antes como después de la aplicación del artículo 49.3, el carácter estrictamente defensivo de la única consigna lanzada por las direcciones sindicales -la “retirada de la reforma de las pensiones”- es un obstáculo para el desarrollo de huelgas indefinidas, pero también para la movilización masiva de la juventud. Lo explicamos en detalle en nuestros editoriales de enero, febrero y marzo.
En segundo lugar, a raíz del artículo 49.3, una serie de líderes de izquierda y del movimiento sindical insisten cada vez más en la perspectiva de luchar contra la reforma de las pensiones mediante un “referéndum de iniciativa compartida” – ¡o incluso con un llamamiento al Consejo Constitucional! Esto solo puede debilitar las huelgas indefinidas. Muchos trabajadores se dirán a sí mismos: “¿de qué sirve hacer huelga si hay otras formas de lograr el mismo resultado?”
Hasta ahora, el movimiento huelguístico continuo no ha ganado el impulso necesario para hacer retroceder al gobierno. Los sectores más movilizados –y en particular los basureros, estibadores y petroleros- no podrán resistir indefinidamente sin una extensión del movimiento. Pero a raíz del artículo 49.3, la dirección de izquierda y del movimiento sindical no están haciendo nada para extender la lucha. Este es un hecho, que corre el riesgo de tener un impacto mucho más significativo que la indignación que provoca el artículo 49.3.
La tragedia de la situación es que no existe una dirección. Todos los sindicatos han firmado la declaración conjunta en la que piden una “acción calmada y decidida”, cuando lo que se necesita es una iniciativa audaz. Lo que se requeriría ahora son Asambleas Generales propiamente dichas y masivas en los centros de trabajo, coordinadas a través de una red de delegados electos y revocables, para tomar las riendas del movimiento. La clase obrera tiene un poder inmenso y la clase obrera francesa ha demostrado, una y otra vez, su voluntad de lucha. Lamentablemente, sus dirigentes sindicales y políticos no han estado a la altura. Se necesita una dirección revolucionaria.
Casi dos meses después del inicio del movimiento contra la reforma de las pensiones de Macron, la clase trabajadora han vuelto a demostrar su determinación de lucha. El martes 7 de marzo, según los sindicatos, cerca de 3,5 millones de personas salieron a la calle en 300 concentraciones en todo el país. Se trata de la sexta jornada de movilizaciones desde el 19 de enero, con cifras récord.
Mientras Macron parece mostrar total indiferencia ante el movimiento, bebiendo cervezas en discotecas congoleñas durante la jornada de movilización, su Gobierno intenta, en vano, desviar la atención de la gente.
El portavoz del gobierno, Olivier Véran, afirmó que “tenemos otras urgencias de las que ocuparnos”, refiriéndose al cambio climático, la inflación y la inminente intensificación de la crisis económica. Por supuesto, todos estos son productos del sistema capitalista corrupto y en crisis que Macron representa.
Los trabajadores y los jóvenes franceses no se vieron afectados en absoluto por este patético intento de restar importancia demagógicamente al conflicto de las pensiones. En todo caso, esta apestosa hipocresía sólo incrementa su ira.
Movilizaciones récord
La clase dominante esperaba que el movimiento se desvaneciera, pero en realidad está creciendo, aunque por ahora de forma gradual. A pesar de los esfuerzos de los burócratas sindicales que encabezan la lucha para desviarla hacia callejones sin salida y agotarla.
En Reims, hubo 7.500 manifestantes el martes, bastante más que durante el primer día de lucha el 31 de enero (cuando hubo 6.000).
También se registraron cifras récord de participación en Nantes (30.000), Caen (24.000), Angers (17.000), Rodez (14.500), Niort (8.000), Bayona (13.000), Pau (15.500), Chalon-sur-Saône (9.000), Chambéry (8.500), Besançon (11.000), Blois (11.000), Narbona (6.500) y un sinfín de ciudades y pueblos más.
En algunas ciudades pequeñas, estos manifestantes representaban hasta un tercio de la población. En las grandes ciudades, la movilización también ha ido en aumento. Según la confederación sindical CGT, sólo en las calles de Marsella se manifestaron 250.000 personas, y 700.000 en París.
La fuerza de estas movilizaciones se debe en parte a la inusual unidad de los sindicatos, que refleja la presión ejercida desde abajo sobre sus direcciones.
Todos los sindicatos, incluidos la CGT y la más conservadora CFDT, convocaron una huelga nacional el martes 7 de marzo. Movilizaron a miles de trabajadores de todos los sectores.
Las siete refinerías de petróleo francesas cerraron. Casi dos tercios de los profesores de primaria y una cuarta parte de los funcionarios están en huelga. Los ferrocarriles nacionales cancelaron tres cuartas partes de los trenes programados, mientras que las compañías aéreas cancelaron alrededor de un tercio de sus vuelos programados.
“Es una de las mayores huelgas e impactos en el sector energético que hemos visto”, comentó Emeric de Viganand, analista de Kepler. De hecho, el 50% de los trabajadores de la empresa energética EDF estaban en huelga ese martes.
La ira de las masas va en aumento, y muchos trabajadores van más allá de la exigencia general de retirar el reaccionario ataque de Macron a las pensiones. Están dirigiendo su furia contra el gobierno capitalista de los ricos. Como comentó un trabajador municipal y activista de la CGT en París:
“No estamos en la calle solo por nuestras pensiones, estamos en la calle porque estamos hartos. Ellos están sentados en un sillón de oro y nosotros en un cubo de basura”.
De hecho, en el último mes, en varios centros de trabajo, el movimiento ha desencadenado huelgas para exigir mayores aumentos salariales, en un contexto de elevada inflación. Esta radicalización también ha hecho que nuevos sectores de la clase obrera se unan a la lucha.
En el último mes, la CGT ha incorporado a 12.000 nuevos afiliados. Un número similar se ha afiliado a la CFDT.
La profunda crisis del capitalismo francés está teniendo un claro impacto en la conciencia de los trabajadores. Nuevas capas se dirigen hacia los sindicatos como el instrumento más básico para defender sus salarios, condiciones y nivel de vida, aunque por el momento en un número relativamente pequeño.
En todo el mundo se ha producido un fenómeno similar, con una cierta renovación de la lucha sindical en Alemania, Gran Bretaña, Estados Unidos y otros lugares. Sólo el conservadurismo de las cúpulas sindicales limita este renacimiento.
En Francia, durante años, la lucha sindical ha estado dirigida por los trabajadores del sector público. Pero si los sindicatos ampliaran sus reivindicaciones a la altura del estado de ánimo combativo de la sociedad, el movimiento podría inspirar confianza en capas más amplias de la sociedad y extenderse rápidamente al sector privado.
Por una huelga indefinida
Muchos trabajadores y jóvenes comprenden que un “día de lucha” más no bastará para derribar al gobierno. Han escuchado esta canción antes y saben cómo termina: con el agotamiento, la desmoralización y la derrota.
Algunos sectores de la clase obrera están sacando conclusiones más radicales sobre la estrategia de lucha necesaria para derrotar a Macron. En particular, las federaciones de la CGT que representan a los trabajadores del sector petroquímico; de los ferrocarriles; del sector energético; del vidrio y la cerámica; y de los puertos y muelles; ya han convocado huelgas indefinidas antes de la jornada de lucha del pasado martes.
Hemos empezado a ver algunas manifestaciones de esto en acción. Por ejemplo, la SNCF, la compañía nacional de ferrocarriles, anunció que iba a prestar un servicio limitado durante la semana pasada.
Del mismo modo, ni una gota de petróleo saldrá de las refinerías en ese periodo de tiempo. A pesar de que el gobierno afirmaba que el suministro de combustible estaba bajo control en las gasolineras, se han producido algunos desabastecimientos.
La producción de electricidad se ha visto gravemente reducida, y la distribución de gas natural licuado está paralizada en todo el país.
En el momento de escribir estas líneas, en los puertos de La Rochelle, Le Havre, Ruán y Marsella, el 100% de los trabajadores están en huelga, con el objetivo de lograr “puertos muertos”.
Los aeropuertos también siguen afectados: entre el 20% y el 30% de los vuelos se cancelarán debido a la huelga de pilotos y controladores aéreos.
En París y Montpellier, un número importante de trabajadores de los servicios de recogida de basuras iniciaron una huelga indefinida que provocó la suspensión de varios puntos de recolección.
Sin embargo, la incapacidad de los dirigentes sindicales nacionales para coordinar estas huelgas indefinidas y hacerlas parte de un llamamiento general a la huelga indefinida hace que estos sectores corran el riesgo de quedar aislados.
A pesar del creciente apoyo al movimiento, esta escalada dividida y desordenada por parte de las capas más frustradas y radicales de los sindicatos conducirá a derrotas y salidas en falso, que en última instancia tendrán un efecto desmovilizador sobre la lucha en su conjunto. Esto significa que la lucha se desvanecerá, como hemos visto muchas veces en los últimos 15 años.
En lugar de aprovechar los esfuerzos de los sectores en huelga indefinida y extender el movimiento, los sindicatos han convocado otros dos días aislados de lucha los días 11 y 15 de marzo, mientras abogan por un lugar en la mesa de negociaciones con el gobierno de Macron.
Esta es la misma estrategia en bancarrota que hemos visto en innumerables ocasiones: tratar el movimiento de masas de la clase obrera como un grifo que se puede cerrar y abrir a voluntad, para presionar a la clase dominante a negociar entre bastidores.
Lo que los burócratas sindicales temen es que el movimiento huelguístico “se les vaya de las manos”, es decir, que se transforme en una huelga general total, fuera de su control.
Al mismo tiempo, Jean Luc Melenchon, el líder del movimiento de izquierda La Francia Insumisa y del bloque de oposición NUPES en el parlamento, está llamando a un referéndum público sobre el proyecto de ley de pensiones, o a una disolución del parlamento para “romper el punto muerto”.
Lo que esto representa en realidad es un intento de dirigir la lucha contra la reforma de las pensiones y la administración de Macron hacia los canales seguros del institucionalismo, en lugar de desarrollar una estrategia creciente de lucha de clases para derribar a Macron.
Un enorme potencial
Hasta este momento, la juventud y el movimiento estudiantil se han mantenido al margen, a pesar de algunos bloqueos escolares, como en el instituto parisino Racine, así como ocupaciones universitarias en París, Toulouse y Rennes.
Pero la manifestación del martes y la movilización del 8 de marzo por el Día Internacional de la Mujer Trabajadora registraron un aumento significativo del número de organizaciones juveniles y estudiantiles que salieron a la calle.
El potencial de una lucha sin cuartel, que una a estudiantes y trabajadores en huelga, es enorme. Pero para que este potencial se manifieste en acción, el movimiento necesita ampliar su atractivo centrándose en los problemas concretos a los que se enfrentan los jóvenes estudiantes y los trabajadores.
Esto significa reivindicaciones salariales, contra las privatizaciones, por una financiación adecuada de los servicios públicos, contra los cambios reaccionarios en las admisiones universitarias, etcétera. Por encima de todo, el movimiento debe presentar el objetivo político explícito de derribar al odiado gobierno de Macron.
El movimiento de huelga cuenta con un apoyo masivo, lo que demuestra la profundidad de la rabia en la sociedad francesa. El 70 por ciento de la población se opone a la contrarreforma de Macron contra las pensiones, mientras que el 56 por ciento apoya la medida de los sindicatos de hacer huelgas continuas.
Sin embargo, en lugar de impulsar el movimiento, los líderes reformistas en los sindicatos y en el parlamento están confinando la lucha a los procedimientos parlamentarios y a los llamamientos a negociar con Macron. Esto podría resultar fatal.
Pero a pesar de todos sus esfuerzos, es posible que el ejemplo dado por la vanguardia obrera en lucha electrifique la situación y dé confianza cada vez a más sectores para declarar luchas indefinidas.
Los próximos días dirán si nuevos sectores se unen a las huelgas reconducibles (huelgas indefinidas que se votan y renuevan cada día). A pesar de la estrategia conservadora de la dirección, es posible que surjan huelgas indefinidas en una serie de centros de trabajo.
Una cosa está clara: los viejos métodos han sido probados una y otra vez, y no sirven. Las masas obreras francesas aún conservan notables reservas de espíritu de lucha, pero el movimiento debe avanzar o se verá condenado a la derrota.
Ayer por la mañana, las acciones bancarias cayeron rápidamente, no solo en EE. UU. y no solo en los bancos regionales, sino en todo el mundo, tras el colapso de los bancos regionales de EE. UU., SVB Financial y Signature durante el fin de semana. ¿Qué causó su colapso y hay implicaciones más amplias?
Una de las cosas que desencadenó el colapso del Silicon Valley Bank (SVB) es el aumento sostenido de las tasas de interés. En el período de tasas de interés ultra bajas (una política adoptada para hacer frente a la recesión de 2008), los bancos se endeudaron masivamente mediante la compra de bonos gubernamentales seguros.
A diferencia de la compañía de criptomonedas recientemente colapsada, FTX, el SVB no estaba jugando con el dinero de sus depositantes. Estaba invirtiendo el dinero de sus depositantes de una manera que habría parecido el colmo de la responsabilidad hace 18 meses: bonos del gobierno de EE.UU. Pero cuando la Reserva Federal comenzó a subir las tasas de interés, el valor de los bonos bajó (ya que ahora se podían obtener bonos con un interés más alto en el mercado abierto).
Al mismo tiempo, el SVB era un banco especializado en préstamos a empresas de tecnología. Han recibido un golpe recientemente, lo que ha llevado a despidos masivos y retiros de sus saldos bancarios, ya que las pérdidas hicieron que las empresas devoraran las reservas. Además, las tasas de interés más altas hicieron que pedir dinero prestado fuera más difícil y menos atractivo como opción.
Algunas empresas de tecnología comenzaron a retirar dinero el año pasado, lo que obligó a bancos como el SVB a buscar el efectivo para pagarles mediante la venta de bonos del gobierno, cuyo precio ahora es más bajo. Esto llevó al SVB a intentar recaudar capital mediante la emisión de nuevas acciones, lo que puso de relieve las dificultades en la que se encontraba.
Esto desencadenó una corrida bancaria clásica. Los depositantes, particularmente aquellos que tienen depósitos por encima de la garantía federal máxima de $250.000, solicitaron retirar $42.000 millones el jueves. Los deudores no asegurados representan un porcentaje muy alto en el caso del SVB, mucho más que en el caso de un banco ‘normal’. Fue el último clavo en el ataúd.
Temiendo las consecuencias políticas, el gobierno de EE. UU. intentó evitar un rescate diciendo que no ofrecería ninguna garantía más allá de los 250.000 dólares. Sin embargo, esto rápidamente generalizó el problema, haciendo que los depositantes retiraran dinero de otros bancos pequeños. También quedó claro que esto significaría un desastre para una gran parte de la industria tecnológica en los EE. UU., en particular las nuevas empresas, que no podrían pagar salarios y facturas mientras sus cuentas permanecieran congeladas y habría forzado una ronda de cierres y despidos. Según se informa, un cuarto de millón de trabajadores están empleados en empresas que realizaron operaciones bancarias con el SVB.
Entonces, la Reserva Federal y el gobierno se vieron obligados a dar un giro en U para contener las consecuencias. Antes de que los mercados abrieran hoy, la Reserva Federal anunció que garantizaría a los depositantes en su totalidad (es decir, incluidos los depósitos por encima del umbral de 250.000 dólares) y que esto se pagaría mediante un gravamen a otros bancos (es decir, no al contribuyente).
Proporcionará efectivo barato a los bancos y las empresas tecnológicas que se enfrentan a problemas de liquidez. Por lo tanto, una vez más se han implicado en la flexibilización cuantitativa (QE) y en otro rescate, pese a que están obligando a los accionistas a asumir su parte. Irónicamente, gran parte del sector tecnológico es aficionado a las ideas ultraliberales del libre mercado, y este es realmente un paquete de rescate para ese sector. Una vez más, como lo expresó el Financial Times, están llevando a cabo efectivamente la “privatización de las ganancias y la socialización de las pérdidas”.
La sucursal británica del SVB fue rescatada por HSBC, que pagó muy generosamente 1 libra esterlina para comprar todo el banco. Otros inversores también esperaban poder intervenir y obtener una ganga con la venta forzosa de los activos del SVB que habría tenido lugar si la Fed no hubiera intervenido. Los ejecutivos del SVB, por supuesto, aprovecharon la oportunidad para vender tantas acciones del banco como les fue posible a principios de la semana pasada para asegurarse de que no quedarían atrapados. Cualquiera de las multas que Biden ha amenazado con imponerles será eclipsada, con toda probabilidad, por el dinero que se ahorraron con esas ventas.
No obstante, después del pasado fin de semana, cualquiera que tenga un gran depósito bancario en cualquier parte del mundo comenzará a preocuparse por la seguridad de su dinero. Es un duro golpe a la confianza en el sector bancario y aumenta el riesgo de nuevas crisis bancarias.
Hay otros factores más sistémicos en juego. Durante todo un período, se inyectaron enormes cantidades de dinero barato en la economía a través de la llamada flexibilización cuantitativa (QE); en esencia, imprimir dinero sin respaldo en riqueza real; dinero que en general no encontró una vía productiva para la inversión. En cambio, encontró su camino en todo tipo de inversiones especulativas, incluyendo, como dijo un analista de Rabobank: “capitalistas de riesgo que financian filtros de Instagram que hacen que los gatos parezcan perros”. Pero también, por supuesto, el sector inmobiliario, que es un problema particular en China.
Después de haber ampliado masivamente sus programas de QE y haber repartido dádivas masivas durante la pandemia, el dinero barato eventualmente emergió como inflación. Para controlarlo, los bancos centrales revirtieron drásticamente sus políticas con aumentos rápidos de las tasas de interés. Estaban, y todavía están, tratando de provocar una recesión para frenar la inflación. Sin embargo, como muestra este caso, no están realmente preparados para afrontar las consecuencias.
Existe un riesgo real de que las enormes cantidades de deuda acumuladas en todo el mundo en los últimos 30 o 40 años impliquen que las subidas de tipos de interés no solo provoquen una pequeña recesión, sino una depresión en toda regla. El Financial Times cita a un estratega de Deutsche Bank diciendo:
“Hemos aprendido dos cosas en los últimos días. Primero, que este ciclo de endurecimiento de la política monetaria está operando con retraso, como todos los demás. En segundo lugar, que este ciclo de endurecimiento ahora se amplificará debido a la tensión en el sistema bancario estadounidense”.
Tanto mejor. El domingo, un banco llamado Signature, que se había involucrado mucho en criptomonedas, se vio obligado a cerrar, y otros bancos están bajo presión para demostrar que pueden sobrevivir.
La semana pasada, la Reserva Federal (el Banco Central de EEUU) dijo que subiría las tasas de interés en al menos 0,25 puntos porcentuales en su próxima reunión, pero ahora parece que eso no sucederá. En otoño, insistieron en que no se desviarían de su camino de bajar la inflación, sin importar las consecuencias. Ahora, ante el primer impacto serio de sus subidas de tipos, parece que la Reserva Federal ha pestañeado. Esto no es un buen augurio para su capacidad de controlar la inflación.
Al mismo tiempo, la inflación es un factor principal en el resurgimiento de la lucha sindical, por ejemplo en Gran Bretaña, a niveles no vistos en 30 años. Es notable que Biden haya dicho que el contribuyente no pagará el rescate de los depositantes del SVB (principalmente empresas tecnológicas). Deben tener en cuenta la ira ardiente contra los capitalistas y los banqueros que ha persistido desde el rescate posterior a 2008.
La clase dominante está atrapada entre la espada y la pared. Hagan lo que hagan estará mal. Todo el equilibrio del sistema capitalista se ha interrumpido, y cada solución que se le ocurre a la clase dominante simplemente crea problemas iguales o mayores en otros lugares. La crisis financiera no es la causa de la crisis capitalista, sino un síntoma de ella, y le seguirán más.
La movilización contra la reforma de las pensiones en Francia entra en una fase decisiva. Todas las jornadas de acción desde el 19 de enero han confirmado la magnitud de la oposición a los ataques previstos por el gobierno de Macron contra las pensiones y, más allá, contra toda su política.
[Nota: este artículo fue escrito días antes de la movilización del 7 de marzo de la que proporcionaremos un balance en próximos días]
Pero como anticipábamos, estas movilizaciones de 24 horas por sí solas no han podido hacer retroceder a Macron en el corazón de su ofensiva: el retraso de la edad de jubilación, el aumento de la duración del periodo de cotización y la supresión de los regímenes especiales para ciertos sectores de la población activa. A partir de ahora, todas las miradas están puestas en una nueva etapa de la lucha, que comenzará el 7 de marzo.
En un comunicado de prensa conjunto del 21 de febrero, todos los sindicatos implicados en la lucha “reafirman su determinación de paralizar Francia el 7 de marzo”. Precisaba además que: “el 7 de marzo debe haber una paralización absoluta en las empresas, las administraciones, los servicios, los comercios, las escuelas, los lugares de estudio, los transportes…” etc.
Al mismo tiempo que suscribía este llamamiento para “paralizar Francia”, el líder de la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT), Laurent Berger, ha echado un balde de agua fría sobre el movimiento. “No es un llamamiento a la huelga general”, ha explicado, sin precisar cómo sería posible “paralizar” Francia sin una huelga general. Este hombre tiene miedo de su propia sombra y nada teme más que el éxito de esta lucha.
No obstante, el tono del comunicado intersindical –más combativo que los anteriores– refleja la presión ejercida desde abajo sobre los dirigentes de las organizaciones sindicales. Dicho esto, ni siquiera una sólida huelga general de 24 horas haría retroceder al gobierno. Por ello, cinco federaciones nacionales de la Confederación General del Trabajo (CGT) (Química, Ferrocarriles, Energía, Vidrio y Cerámica, Puertos y Muelles) llaman a los trabajadores de sus respectivos sectores –y más allá, a todos los trabajadores del país– a la huelga indefinida a partir del 7 de marzo.
Un comunicado de prensa conjunto de estas cinco federaciones de la CGT explica: “A partir del 7 de marzo, los trabajadores de nuestras cinco federaciones nacionales estarán en lucha indefinida. Esta coordinación debe dar confianza a los trabajadores y provocar un cambio en la relación de fuerzas en todos los sectores, públicos y privados”. El mismo comunicado afirma: “la victoria se conseguirá mediante la coordinación metódica de huelgas indefinidas en los lugares de trabajo de los diferentes sectores económicos”. Esto es absolutamente correcto.
Más allá de estas cinco federaciones de la CGT, la organización de huelgas indefinidas se discute en el conjunto de la izquierda y del movimiento sindical. Amplios sectores de la juventud y de los trabajadores comprenden que la lucha que comenzó el 19 de enero se encuentra ahora en una encrucijada: o se desarrolla un poderoso movimiento de huelga indefinida a partir del 7 de marzo, o el gobierno estará en condiciones de ganar. En otras palabras, entienden que la movilización del 7 de marzo debe ser el punto de partida de una nueva fase de la lucha, y no sólo una sexta movilización de 24 horas. Y es precisamente esta perspectiva la que podría, a su vez, conducir al éxito del 7 de marzo.
El potencial de la lucha
Un hecho importante a destacar es que, en varios lugares de trabajo, las recientes jornadas de acción se han utilizado como base para huelgas indefinidas con el fin de exigir aumentos salariales más elevados que los “propuestos” por la patronal en el marco de las Negociaciones Anuales Obligatorias, muy por debajo de la inflación.
Este vínculo entre la lucha contra la reforma de las pensiones y la lucha por aumentos salariales es muy significativo. Si el movimiento actual se eleva al nivel necesario para vencer, planteará necesaria y espontáneamente toda una serie de reivindicaciones, mucho más allá de la única exigencia –defensiva– de retirar la reforma de las pensiones.
Si un número creciente de sectores se compromete en un movimiento de huelgas indefinidas, los trabajadores aprovecharán esta nueva relación de fuerzas para pasar a la ofensiva sobre diversas cuestiones: salarios, condiciones de trabajo, empleo, servicios públicos, subsidios de desempleo, etc. Mejor aún: llevados por la fuerza de su propio movimiento, jóvenes y trabajadores querrán ajustar cuentas con el propio gobierno. En otras palabras, derribarlo y sustituirlo por un gobierno que represente sus intereses y no los de una minoría de ricos parásitos.
En el momento de escribir estas líneas, esta perspectiva es sólo una posibilidad. Pero no es una posibilidad abstracta desconectada de la realidad, dado que hay una enorme cantidad de ira acumulada en lo más profundo de la sociedad francesa.
En este contexto, los dirigentes de la izquierda y del movimiento sindical deberían intentar vincular la lucha contra la reforma de las pensiones a una lucha generalizada – más combativa– contra el conjunto de la política del gobierno, contra este mismo gobierno y para que se pongan en marcha medidas realmente progresistas. Desgraciadamente, no hacen nada de eso. Al centrar la lucha únicamente en el proyecto de ley del gobierno, están obstaculizando su potencial. Esto, sin embargo, no impedirá necesariamente que este potencial se realice, ya que el conservadurismo de la dirección es sólo un obstáculo relativo para el desarrollo de un poderoso movimiento de huelgas indefinidas. No hay que olvidar que en junio de 1936 y en mayo de 1968, las huelgas generales indefinidas tomaron por sorpresa a los dirigentes de la izquierda y del movimiento obrero.
El cretinismo parlamentario
En lugar de abrir perspectivas más amplias que la simple retirada de la “reforma” de las pensiones, los dirigentes de La Francia Insumisa y NUPES (el bloque de izquierdas de los partidos de la oposición) se alinean con la estrategia y el programa erróneos de los dirigentes de los sindicatos. Además, se dedican a una agitación parlamentaria bastante patética.
A la inmensa mayoría del pueblo no le interesa la permanente tormenta en un vaso de agua en la Asamblea Nacional, y en particular los animados debates del NUPES sobre qué “táctica” adoptar con respecto al artículo siete del proyecto de ley (sobre la modificación de la edad de jubilación): ¿hay que votarlo o no? Mélenchon piensa que no. Roussel, del Partido Comunista Francés, piensa que sí. Martinez (CGT) piensa como Roussel, mientras pide a Mélenchon que no se meta con el sindicalismo, y así sucesivamente, para gran regocijo de los medios de comunicación burgueses, que se empeñan en retransmitir ampliamente estas polémicas huecas.
Ante estas disputas en el seno de NUPES, uno piensa en la mordaz ironía de Friedrich Engels cuando denunciaba el “cretinismo parlamentario” como:
“una enfermedad que penetra a sus desdichadas víctimas con la solemne convicción de que el mundo entero, su historia y su futuro, están gobernados y determinados por una mayoría de votos en ese órgano representativo particular que tiene el honor de contarlo entre sus miembros, y que todo lo que sucede fuera de las paredes de su casa: guerras, revoluciones, construcción de vías férreas, colonización de continentes completamente nuevos, descubrimientos de oro en California, canales centroamericanos, ejércitos rusos y cualquier otra cosa que pueda tener alguna pequeña influencia sobre los destinos de la humanidad— no es nada comparado con los inconmensurables acontecimientos que giran en torno a la importante cuestión, cualquiera que sea, que en ese momento ocupa la atención de su honorable cámara”.
(Artículo escrito para el New York Tribune, julio de 1852)
Pongamos un ejemplo concreto. El 9 de febrero de 2006, la Asamblea Nacional adoptó el Contrato de Primer Empleo, que supuso una violenta ofensiva contra los jóvenes y todos los trabajadores. Dos meses después, la dirección sindical perdió el control de la masiva oposición que provocó, estallando huelgas espontáneas en un número creciente de lugares de trabajo. Esto obligó al Presidente Jacques Chirac a arrojar su recién aprobada ley al basurero de la historia.
Se apruebe o no, el actual proyecto de ley correrá la misma suerte si en las próximas semanas se desarrolla en el país un poderoso movimiento de huelga indefinida. El centro de esta lucha no está en el parlamento. Está en las calles, en los lugares de trabajo, en las universidades y en los institutos. Si los dirigentes del NUPES quieren contribuir a la victoria de nuestro campo, deben lanzar todas sus fuerzas en esta batalla y poner de manifiesto su verdadera perspectiva, la de una lucha para acabar con el gobierno de Macron y el sistema capitalista en crisis.
Desde la noche del 28 de febrero, la sociedad griega vive conmocionada por el accidente ferroviario más mortífero de la historia del país, y uno de los peores de la historia europea y mundial. Este terrible accidente, resultado de la negligencia del gobierno y de los operadores ferroviarios privados, ha provocado una gran indignación y fuertes protestas, así como huelgas de los trabajadores ferroviarios y otros sectores.
Un paro general del sector público de 24 horas se anunció para el 8 de marzo. La tragedia ha intensificado aún más la incipiente lucha de clases, que estaba volviendo a resurgir en Grecia.
Hasta el momento de escribir estas líneas, se contabilizan 57 muertos y 72 heridos en esta cruenta colisión entre un tren comercial y uno de pasajeros en Tempe (cerca de la ciudad de Larisa, en el centro de Grecia). Este derramamiento de sangre podría haberse evitado fácilmente con las precauciones más elementales. Esto no fue simplemente un accidente: fue un crimen.
Indiferencia criminal
A pesar de los intentos del gobierno y los medios para encubrir la verdad, muchos perciben el carácter criminal de la tragedia empezando por los primeros testimonios de los trabajadores ferroviarios. La colisión fatal de los dos trenes se debió a la falla simultánea y atroz de la señalización luminosa, el control remoto, y el sistema especial de control de tráfico electrónico (ETCS) que protege contra errores humanos. Si todos estos sistemas de seguridad hubieran funcionado, la colisión se habría evitado.
Se supo, ante los ojos atónitos de millones de personas, que la coordinación de las rutas ferroviarias la realizan exclusivamente unos cuantos jefes de estación, a menudo ancianos e insuficientemente capacitados.
El Gobierno, su ministerio pertinente, los burócratas privilegiados en la gestión de la OSE (Organización de Ferrocarriles Griegos) y Hellenic Train, la empresa especuladora que ha monopolizado la red ferroviaria del país desde 2017, habían recibido amplias y terribles advertencias de los trabajadores y sus sindicatos sobre un gran accidente inminente.
Hace apenas cuatro meses, a principios de noviembre, tras repetidos descarrilamientos y heridos en el personal, el Sindicato Panhelénico de Personal de Tracción (PEPE) envió un documento legal a OSE y al Ministerio de Infraestructura, con notificación a la Autoridad Reguladora Ferroviaria (RAS), denunciando todos los problemas técnicos escandalosamente no resueltos que finalmente provocaron la colisión en Tempe. El sindicato hizo hincapié en que la escasez de personal y de financiación había alcanzado niveles extremadamente peligrosos y exigió que se tomaran medidas inmediatas.
Los mismos problemas se plantearon solo unos días antes de que ocurriera el accidente, el 7 de febrero de 2023, en una declaración del Movimiento Sindical de Sindicalistas Democráticos de Ferrocarriles (DESK), el sector sindical del KKE (Partido comunista) de los trabajadores ferroviarios. En ella incluso se dijo: “no vamos a esperar al accidente que se avecina, para verlos derramar lágrimas de cocodrilo”. La indiferencia con que fueron acogidas todas estas advertencias de los trabajadores fue el acto final en la realización del crimen.
Las raíces profundas de esta negligencia
Las causas del accidente del 28 de febrero son muy profundas. El estado calamitoso y la renovación retrasada de los ferrocarriles griegos es un síntoma de larga data del subdesarrollo del capitalismo griego en comparación con los Estados capitalistas occidentales más avanzados.
El gobierno griego formó su organismo ferroviario nacional central solo en 1920, bajo el nombre de “Ferrocarriles del Estado Helénico” (SEK). Esta organización, de hecho, solo reunió bajo su control todas las líneas ferroviarias del país a mediados de la década de 1960, a excepción de los Ferrocarriles Eléctricos Atenas-Pireo y las líneas privadas de minas y fábricas. La SEK más tarde se convirtió en la OSE (Organización de Ferrocarriles de Grecia) en 1971, combinando en su “ADN” el subdesarrollo del capitalismo griego, la corrupción extrema y la mentalidad administrativa de la junta militar gobernante.
A mediados de la década de 1990, la OSE, a instancias generales de la UE para ‘liberalizar’ (privatizar) los ferrocarriles, inició el proceso de privatización dividiendo la red ferroviaria en empresas más pequeñas. Esto condujo al establecimiento de ERGOSE (investigación) en 1996; GAIOSE en 2001 (gestión de bienes raíces) y TRAINOSE (operación de red) en 2005. A partir de 2008, la falta de financiación condujo a la independencia de TRAINOSE de la OSE, lo que la puso oficialmente en camino de ser vendida.
Vale la pena señalar aquí que este modelo de fragmentación de las organizaciones estatales de los ferrocarriles no se aplicó a todos los “socios” dentro de la UE. Los Estados poderosos como Alemania y Francia no procedieron en esta dirección: la política se aplicó solo a los países más pobres del sur que ya sufrían condiciones de austeridad en la década anterior.
En abril de 2013, en medio de la gran crisis de la deuda pública, la coalición de gobierno liderada por Samaras (ND-PASOK-DIMAR) transfirió todas las acciones de TRAINOSE al fondo especial para la venta de bienes públicos, controlado por la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional), TAIPED. En 2017, la coalición del memorando SYRIZA-ANEL, a petición de la troika, vendió TRAINOSE a la empresa ferroviaria estatal italiana Ferrovie dello Stato Italiane Group (FSI), y la convirtió en su subsidiaria por acciones, que a partir de julio de 2022 se llama Tren Helénica. Eso sí, la deuda de la OSE, que asciende a 14.300 millones de euros, ha permanecido siempre con el Estado y la soportan los contribuyentes que trabajan.
El humillante precio de la privatización ascendió a tan solo 45 millones de euros, en un momento en que el Estado griego se comprometía a subvencionar anualmente a la empresa con 50 millones de euros por trayectos supuestamente “áridos”, que incluían incluso la línea principal de trenes que va de Atenas a Tesalónica. Los detalles del contrato de estilo colonial que acompañó a la privatización aún se mantienen en secreto.
Así, Grecia es el único país europeo en el que los ciudadanos no saben qué rutas ferroviarias se ha comprometido a gestionar una empresa privada (subvencionada con dinero del Estado). Eso sí, se ha hecho público el correspondiente contrato de subvención de rutas que Trenitalia ha firmado con el Estado italiano, propiedad de la empresa que compró TRAINOSE.
Recientemente, incluso el viceministro de Transporte, a cargo de la infraestructura, G. Karagiannis, caracterizó esta acuerdo de “carácter colonial”, sin hacer nada para hacerlo público. El Estado griego es también el único en la UE en desplazar completamente al proveedor estatal, es decir, la OSE, de la ejecución de un proyecto ferroviario.
Degeneración
La privatización de TRAINOSE no solo no desarrolló los ferrocarriles griegos, sino que exacerbó drásticamente el estado de desorganización y la falta de financiación sistemática de OSE, y los problemas del envejecimiento de la red y la escasez de personal.
De acuerdo con una investigación , en la que participaron 16 periodistas de 13 países, y fue publicada en el editorial del periódico solo 12 días antes del colapso, en el período posterior a la privatización, varias rutas fueron reducidas, eliminadas, o reemplazadas por autobuses. La ruta “Tesalónica-Alexandroupoli”, que antes tomaba seis horas, ahora toma ocho horas, ¡algunas de las cuales no se pueden hacer en tren! De Alexandroupoli a Ormenio, solo una octava parte de las rutas de 2016 siguen funcionando. Hacia el oeste, la conexión entre Tesalónica y ciudades cercanas como Edesa y Florina se ha convertido en un servicio ‘fantasma’, ¡con trenes que funcionan sin jefes de estación! Además, se ha cerrado la red del Peloponeso, a excepción de un pequeño tramo de la línea Pyrgos-Olympia-Katakolon.
La nueva era de privatizaciones ha traído tal índice de catástrofes, incluso para los estándares capitalistas, que en 2019 el gobierno griego solicitó oficialmente una exención de cinco años de la aplicación del Reglamento Europeo 1371/2007 para la protección de los derechos de los pasajeros.
Al mismo tiempo, OSE se ha convertido en una sombra de lo que fue. Según la Federación Panhelénica de Ferrocarriles, hoy en día solo cuenta con 880 empleados, ¡en comparación con los aproximadamente 2100 que se necesitan oficialmente! Así que es de esperar que, para poder asegurar el funcionamiento rudimentario del ferrocarril, los trabajadores se vean obligados a trabajar horas extras todos los días. La antigua OSE unificada de principios de 2000 tenía 12.500 empleados, mientras que ahora la suma del personal de OSE y TRAINOSE es de solo unas 2.000 personas. De hecho, el resto de los Estados de la UE tienen más del doble de personal por kilómetro de red que Grecia.
La seguridad de las vías, como quedó trágicamente probado el pasado 28 de febrero, tras la privatización y aguda precarización de la OSE, se convirtió en un lujo innecesario a los ojos de sus dueños. Hoy, el 55 por ciento de la red no tiene sistemas de señalización y control remoto, y solo una pequeña parte del eje Tithorea-Lianokladi-Domokos tiene señalización. De hecho, como informaron extrabajadores ferroviarios al periódico Naftemporiki, el 3 de marzo, exactamente en el tramo de vía donde se produjo el crimen, hasta 2013 funcionaba la señalización. Pero a partir de 2014 empezaron los problemas por la falta de mantenimiento porque la empresa no quería reponer el material que se robaba en repetidas ocasiones.
Y todo ello a pesar de que, según declaraciones del 3 de marzo de Albert Zanz, representante de prensa de la Comisión Europea de Medio Ambiente, desde 2016 el Estado griego ha recibido 700 millones de euros del programa Connecting Europe Facility, para llevar a cabo proyectos de mejora y construcción de líneas, de los cuales 110 millones se adjudicaron a la línea Atenas-Tesalónica, en la que el sistema de control electrónico debería estar operativo a partir de 2020.
De ser cierto, esto subraya la magnitud de la indiferencia, la mala gestión y la corrupción del gobierno de Nueva Democracia, pero también del gobierno anterior de SYRIZA-ANEL. También destaca la hipocresía de la UE, que por un lado se supone que debe dar dinero para apoyar el ferrocarril como medio de transporte ecológico, mientras que, por otro, a través de la troika, llama a los gobiernos griegos a hacer el mayor esfuerzo posible, recortar personal y gastos de funcionamiento, condenando a los ferrocarriles a la extinción.
Con la privatización también vino el agravamiento extremo del problema de la falta de personal. Es significativo que la OSE solo cuenta con 30 técnicos para el mantenimiento de la señalización desde Patras hasta la frontera greco-búlgara, mientras que en el pasado tenía más de 300. Y en cuanto a los jefes de estación, apenas un día antes del crimen, la OSE anunció la contratación de 67 jefes de estación, ¡por un período de seis meses y en régimen autónomo! ¿Cuántos de nosotros podemos imaginar que algo así suceda, por ejemplo, con los controladores de tráfico aéreo? En términos más generales, la OSE no tiene el número básico suficiente de jefes de estación, jefes de puntos, conductores o incluso empleados que ajustan los relojes en las estaciones.
Y como si eso no fuera suficiente, el 14 de abril de 2022, el gobierno de ND decidió recompensar a la empresa italiana con otro gigantesco acuerdo de subsidio estatal. El acuerdo prevé el mantenimiento de la subvención de 50 millones de euros durante los próximos 15 años, sin que se haga público ningún estudio que avale esta subvención.
¡El vergonzoso intento de encubrir el crimen no debe pasar desapercibido!
El gobierno, con la ayuda de los medios de comunicación, está llevando a cabo una escandalosa campaña para encubrir el desastroso accidente como producto de un ‘error humano’, señalando con el dedo al jefe de estación de 60 años. Esto se sumó a la renuncia del ministro de Transporte, K. Karamanlis. En el contexto de esta campaña de encubrimiento, la responsabilidad de investigar el accidente recayó en el notorio fiscal derechista de la Corte Suprema Dogiakos, cuyo hijo ha trabajado durante cuatro años como empleado en la oficina de Karamanlis.
Además, en el comité de “investigación de la tragedia”, designaron a Atanasios Zeliaskopoulos, el hombre que se desempeñó como presidente y director ejecutivo de TRAINOSE durante el período 2010-2015, donde se realizaron los mayores recortes y el sistema de control remoto dejó de funcionar. (Finalmente renunció un día después de su nombramiento debido al torrente de protestas).
¡Debemos desenmascarar el sórdido plan para encubrir este accidente criminal! Las revelaciones del desmantelamiento de los ferrocarriles, y la propia propaganda insolente del Gobierno, han provocado un tsunami de justa indignación.
Además de los ferroviarios, que están en huelga masiva, miles de trabajadores y jóvenes se movilizaron en las plazas de decenas de ciudades. También hubo sentadas en decenas de escuelas. El domingo 5 de marzo hubo una manifestación masiva de 50.000 personas, en su mayoría jóvenes, convocada por los sindicatos de trabajadores ferroviarios, así como por ADEDY (el sindicato de trabajadores públicos). Sin duda, la manifestación habría sido más grande si la policía no hubiera intervenido brutalmente disolviéndola con el uso de gases lacrimógenos.
Vemos ante nosotros más evidencias del resurgir de una conciencia radicalizada, especialmente entre la juventud, que está reaccionando a la podredumbre, decadencia y criminalidad del sistema capitalista, así como del Gobierno que lo representa.
Este estado de ánimo combativo, sin embargo, lamentablemente se ve socavado, en primer lugar, por la actitud pasiva de la dirección de SYRIZA. Sintiendo su corresponsabilidad como pionera de la privatización en 2017, sigue una desvergonzada política de “luto silencioso”, tras la cual el gobierno trata de esquivar los embates de la rabia popular. Por su parte, la dirección del KKE una vez más dividió las movilizaciones, negándose a coordinarse con las otras fuerzas del movimiento obrero y de la juventud, y así, con la ayuda de las organizaciones sectarias que convocan a concentraciones propias, hacen todo lo posible en su poder para fragmentar y agotar al movimiento prematuramente, con llamamientos a la acción apresurados, desorganizados y fragmentados.
Pero el enorme impacto social de este suceso, así como la magnitud del efecto de este crimen en la conciencia de los trabajadores y jóvenes, exigen la mejor coordinación y mayor unidad posibles de todas las fuerzas en lucha.
¡No a la ‘protesta silenciosa’, que sirve para encubrir el crimen de Tempe! ¡Ningún duelo común con los responsables del crimen! ¡Por una lucha masiva y combativa para sancionar a los responsables!
¡Por una investigación independiente de los sindicatos que representan a los trabajadores de los ferrocarriles y, otros sindicatos, en colaboración con especialistas y abogados bajo la autoridad del movimiento obrero, para publicar una conclusión verdaderamente objetiva sobre las causas de la sangrienta tragedia e identificar a los responsables!
¡No a las movilizaciones fragmentadas y desorganizadas! Por la preparación conjunta de todas las organizaciones de masas del movimiento obrero, la juventud y la izquierda, de un paro general de 48 horas en los próximos días, con la creación de comités de lucha en cada centro de trabajo, barrio, escuela y facultad, con el objetivo de construir ¡una coordinación central a nivel nacional!
¡Se debe construir y librar una lucha continua hasta que el gobierno corrupto de derecha de ND sea derribado! ¡Por la elección de un gobierno obrero que renacionalice el transporte ferroviario, bajo control obrero!
Desde hace varios meses, nos bombardean con imágenes sobre una supuesta e inminente escalada militar entre Kosovo y Serbia. Con la guerra de Ucrania como telón de fondo, se habla de la posibilidad de que se reabran viejas heridas.
Nota: este artículo fue escrito originalmente en enero de 2023
Sin embargo, para evaluar con precisión la probabilidad de que se produzcan estos nuevos conflictos en el sudeste de Europa, es necesario partir de un análisis de la situación económica y de los intere ses de las clases dominantes en la región, así como de los intereses del imperialismo.
Los Balcanes en manos de los imperialistas
Comenzaremos con la situación en Serbia. Además de Turquía, Serbia es el único país candidato a la UE que no ha impuesto sanciones a Rusia. La principal razón para abstenerse de imponer sanciones reside en el hecho de que Serbia depende completamente del gas ruso, así como en el hecho de que Rusia apoya la posición serbia respecto a Kosovo. Aunque hemos visto intentos de diversificación, como recurrir al suministro de gas de Azerbaiyán, la situación actual revela un panorama claro.
Todas las grandes centrales térmicas de Pančevo, Novi Sad y Zrenjanin dependen del gas ruso. Incluso la infraestructura de gasoductos es propiedad de la empresa energética estatal rusa Gazprom. Serbia recibe gas ruso a través del gasoducto Turkstream, que atraviesa Bulgaria hasta llegar a Serbia. La mayor parte del gas ruso que llega a Serbia lo hace a través del llamado “Tok balcánico”, que es una prolongación del gasoducto Turkstream. En el futuro existe la posibilidad de adquirir parte de esas reservas en otros lugares, pero por ahora no hay otra opción: las cantidades ofrecidas por Azerbaiyán no son suficientes.
Por tanto, imponer sanciones a Rusia significaría arriesgarse a una escasez de gas en Serbia y, por tanto, a un aumento del precio al consumo. Todo ello en un momento en que los precios inmobiliarios y los alquileres en Belgrado son los más altos de toda la región. El coste de la vida en la capital serbia es insoportable incluso para gran parte de las capas medias de la sociedad, por no hablar de las familias obreras de a pie. Un gran número de jóvenes y estudiantes se ven obligados a regresar a casa de sus padres. Muchos incluso abandonan las ciudades y regresan a pequeños pueblos y aldeas. Junto con el crecimiento de la inflación, todo esto podría amenazar la estabilidad del régimen de Aleksandar Vučić.
Sin embargo, al propio Vučić le gustaría mucho intensificar la cooperación con la Unión Europea, como demostró durante la Cumbre “Balcanes abiertos” celebrada en Belgrado, en la que pidió a los líderes de la UE que le ayudaran con la obtención de suministros de energía alternativos. Edi Rama, Primer Ministro de Albania, coincidió a gritos con Vučić, según informó Radio Free Europe (Radio Slobodna Evropa):
“Recordamos bien cómo, al principio de la pandemia, los países de los Balcanes occidentales se vieron obligados a recurrir a China, Rusia, Turquía… porque la Unión Europea sólo se miraba a sí misma”.
Anunció que los dirigentes de Serbia, Macedonia y Albania se dirigirán por escrito a Bruselas y que estarían “muy satisfechos” si los dirigentes de los otros tres países (Bosnia-Herzegovina, Montenegro y Kosovo) se unieran a ellos”.
El mero hecho de que la Unión Europea no haya impuesto sanciones a Serbia, a pesar de que amenazó con hacerlo hace unos meses, demuestra que los gobernantes europeos son muy conscientes del problema. Les gustaría mucho acabar con la influencia rusa en los Balcanes, pero simplemente son incapaces de suministrar el gas necesario. Sufren los mismos problemas en sus propios países. No cabe duda de que intentan acercar Serbia a Europa por otros medios, pero esto es también lo que Vučić ha estado intentando conseguir. Durante los meses anteriores, Vučić se volvió hacia la Unión Europea en cada momento importante.
Si examinamos la inversión extranjera directa en Serbia, la razón por la que está tan orientada políticamente hacia Europa Occidental se hace evidente: la Unión Europea ha sido el mayor y más importante inversor en Serbia durante años. Esta tendencia ha continuado y se ha intensificado recientemente: solo en 2022, la Unión Europea invirtió más dinero en Serbia que China y Rusia juntas. En el periodo de enero a junio de 2022, la UE invirtió más de 1.500 millones de euros.
Esto no significa que las inversiones chinas y rusas sean irrelevantes, de hecho, son las justas para que Vučić pueda contar con ellas en cierta medida a la hora de negociar con la Unión Europea. Pero la decisión de China de invertir menos en el proyecto “Ruta de la Seda” en la región revela claramente cuáles son las principales fuerzas económicas en los Balcanes. Desde el colapso de la antigua Yugoslavia, al que contribuyó conscientemente sobre todo el capital alemán y austriaco, el capital de Europa Occidental ha sido el factor dominante en esta región.
Además de estos procesos, hay que tener en cuenta cómo ha evolucionado la situación en los Balcanes desde los años noventa. Por aquel entonces, la división de los nuevos mercados no había hecho más que empezar. Hoy, la división se ha completado. Los Estados que se crearon en el suelo de la antigua Yugoslavia atravesaron un largo proceso de reestructuración, no sólo en cuanto a la relación de propiedad de los medios de producción, sino también a través del proceso de aparición de nuevas potencias regionales.
Serbia, como país con la mayor población, el mayor mercado interior, recursos naturales clave, así como regiones industriales, que se extienden desde el granero de Vojvodina hasta los ricos recursos de hierro, cromo, manganeso y el control de una parte importante del Danubio, era un candidato atractivo para diversas inversiones internacionales. Sin embargo, pasó algún tiempo hasta que se produjo un aumento significativo de las inversiones, solo después de que Vučić llegara al poder fluyeron realmente. El régimen anterior, aunque se declaraba proeuropeo, no demostró ser un socio leal y eficaz de la Unión Europea. Solo Vučić consiguió preparar un “buen clima empresarial” para los imperialistas destruyendo el sector público con medidas de austeridad, concediendo enormes subvenciones a los inversores extranjeros y ofreciendo mano de obra barata. Sobre esa base, se produjo un gran aumento de las inversiones. Serbia se convirtió en un país relevante en la región, y la burguesía serbia compradora consiguió dar un paso adelante sirviendo al capital extranjero.
Serbia se convirtió así en un factor importante en la región, y hoy tiene abiertamente grandes intereses económicos propios en establecer una cooperación de mercado con otros países de la región. En los países de los “Balcanes abiertos”, es decir, en Macedonia y Albania, el acuerdo de libre comercio ha cimentado aún más el predominio de las mercancías serbias. Incluso en Kosovo, país que no es miembro de la Iniciativa Balcanes Abiertos, el valor total de las importaciones serbias aumentó un 27% en 2022 (casi 60 millones de euros). Aunque la actividad económica entre ambos países se ha visto algo obstaculizada por los recientes conflictos, observamos un proceso de integración económica en la región. La situación es muy diferente a la de finales de los ‘90, los distintos países están mucho más conectados entre sí a través de lazos económicos y de mercado.
¿Nuevos conflictos en Kosovo?
Como país, Kosovo es esencialmente un protectorado occidental. Gracias a la presión militar occidental durante la década de 1990, finalmente pudo declarar su independencia en 2008. En la actualidad, el imperialismo estadounidense sigue desempeñando un papel clave en Kosovo, pero incluso aquí las principales inversiones proceden ahora de la Unión Europea. La Fuerza para Kosovo (KFOR) es una fuerza armada de “mantenimiento de la paz” bajo la dirección de la OTAN, fuerzas armadas que protegen eficazmente los intereses del capital estadounidense y europeo. Aunque las instituciones del norte de Kosovo están estrechamente relacionadas con las instituciones de Serbia, Kosovo como país tiene sus “propias” instituciones y su “propio” aparato estatal. Escribimos “propio” entre comillas, porque el monopolio estatal de la violencia depende en gran medida de los imperialistas.
Unos 100.000 serbios (el 6% de la población) viven actualmente en Kosovo. La mitad de ellos vive en el norte de Kosovo, mientras que la otra mitad está en el sur. En general, los serbios del norte de Kosovo tienen sus propias instituciones, independientes de las de Kosovo. Además, también disfrutan de ciertas ventajas, que la burguesía serbia utiliza para incentivar su permanencia en Kosovo.
La minoría serbia de Kosovo es un importante instrumento de presión de la burguesía serbia sobre el gobierno kosovar. No le importan los intereses de la gente corriente de Kosovo. Sólo utiliza a la minoría serbia como instrumento para influir en el gobierno kosovar y desviar la atención de los problemas de Serbia. Siempre que hay una crisis política en Serbia, siempre que la situación económica hace la vida especialmente insoportable, alguna provocación del gobierno kosovar es muy bienvenida desde el punto de vista de la clase dominante serbia.
Sin embargo, dado el dominio del capital europeo en la región, es deseable un acercamiento aún mayor entre Kosovo y Serbia. En ambos países, el capital europeo es el factor dominante. Si bien la negativa de Kosovo a unirse a los “Balcanes abiertos” este verano es una expresión de auténtico desacuerdo entre la Belgrado oficial y la Pristina oficial, declarando el presidente kosovar Albin Kurti que no ve ninguna perspectiva de unirse, sigue existiendo un fuerte interés económico por parte de la clase dirigente kosovar en participar en la cooperación:
“Debido a la negativa a unirse a la iniciativa regional “Balcanes abiertos”, Kosovo pierde en libertad de circulación tanto de personas como de mercancías, así como un mercado más amplio para los productores locales, evalúa Visar Imeri, director ejecutivo del Instituto de Política Social “Musine Kokalari”, con sede en Pristina”.
En el contexto de todos estos acontecimientos, a finales del año pasado salió a la superficie una cuestión que ya llevaba tiempo desarrollándose: la de las placas de matrículas de los vehículos. Esta cuestión parece algo completamente secundario, pero en realidad refleja la naturaleza de todo el proceso. Los habitantes del norte de Kosovo han utilizado durante mucho tiempo placas de matrículas serbias en sus vehículos, y no tenían que quitárselas cuando viajaban de Kosovo a Serbia, y viceversa. Sin embargo, las personas con placas de matrículas kosovares no podían entrar en Serbia tan fácilmente: tenían que cubrir sus placas de matrículas kosovares y añadir una etiqueta serbia. Como consecuencia, el gobierno kosovar dictaminó finalmente que los conductores serbios también tendrían que hacer lo mismo en Kosovo y que las placas de matrículas serbias dejarían de ser reconocidas.
La administración de Belgrado se indignó por esta decisión, hubo movilizaciones de la minoría serbia en el norte y bloqueos de carreteras. En respuesta, el gobierno de Kosovo envió unidades de la ROSU para aplicar la medida de cubrir y marcar las placas de matrículas. Justo en el momento en que Pristina quería empezar a multar a los conductores con placas de matrículas serbias, apareció la “vieja y buena voz” de la conciencia: en forma de llamada de la Casa Blanca con la petición de aplazar la aplicación de las multas. La Unión Europea agradeció en voz alta a sus socios estadounidenses su cooperación. Y cuando por fin pasó ese nuevo plazo, se alcanzó un nuevo acuerdo bajo los auspicios de la Unión Europea.
La situación no se resolvió con este acuerdo: sigue pendiente una solución a largo plazo con el fin de “normalizar” las relaciones entre Serbia y Kosovo. Tras alcanzar el acuerdo, la situación volvió a recrudecerse varias veces: hubo una concentración de personas en el norte, se volvieron a levantar barricadas e incluso se disparó contra un niño y un joven serbios. Sin embargo, estas “escaladas” no son el comienzo de un nuevo conflicto militar. Al contrario. Todos estos conflictos menores reflejan el proceso de aproximación a un acuerdo. Cada una de las partes intenta obtener de la otra el mayor número posible de concesiones.
Las autoridades de Belgrado, por ejemplo, está hablando de la creación de la “Comunidad de Municipios Serbios” (ZSO) en Kosovo, que mientras tanto ¡está siendo incluso abiertamente apoyada por el imperialismo americano! El sábado 21 de enero, el enviado de EEUU para los Balcanes Occidentales, Gabriel Escobar, anunció que “Albin Kurti no tiene que estar de acuerdo. Kosovo ha aceptado”. El viernes 20 de enero, incluso Vučić dijo que estaban “dispuestos” a aceptar la nueva propuesta de acuerdo.
Es ciertamente difícil evaluar cómo será el acuerdo final. Lo que es seguro es que no estamos hablando de la solución de la cuestión de Kosovo, sino más bien del proceso de acercamiento entre las burguesías kosovar y serbia, bajo los auspicios del imperialismo occidental, a expensas de los trabajadores de ambos países. Sigue siendo un conflicto enquistado, con su propia dinámica, que nunca podrá ser controlado completamente por ninguna de las partes.
Aun así, los intereses materiales son claros: la burguesía serbia quiere tener la oportunidad de influir directamente en el gobierno de Kosovo mediante el establecimiento de la ZSO. La práctica debe mostrar cómo será realmente un acuerdo, pero un instrumento fuerte de dominio directo sería mucho mejor para la burguesía serbia que barricadas regulares o amenazas. El presidente Kurti, por supuesto, no quiere que se establezca la ZSO.
Pero si tenemos en cuenta los intereses económicos, los intereses de los grandes grupos imperialistas y la situación general de la región, la cuestión no es si se llegará a un acuerdo, sino cuándo. Sólo sobre la base de un acuerdo es posible la integración económica de Kosovo y la integración adicional de Serbia. Ambos países están en la esfera de influencia del capital estadounidense y europeo, y el acuerdo bajo la tutela de la Unión Europea revelará la política servil de las clases dominantes serbia y kosovar.
En cuanto a los serbios de Kosovo, mientras sólo sean peones en el juego de la burguesía serbia su posición material no mejorará en absoluto. La Lista Serbia, el mayor partido serbio en Kosovo, no es más que un instrumento de control del norte de Kosovo por parte del Partido Progresista Serbio. Los serbios de Kosovo ya lo han entendido hasta cierto punto, como demuestran las recientes protestas del 8 de enero frente al edificio de la Lista Serbia en Mitrovica Norte, con lemas como “¡Vučić, Kosmet no te quiere!”. “¡Nos has traicionado!” “¡Ni siquiera queremos tu ‘ZSO’!”. “¡Nos has vendido!” Tenemos que decir que este eslogan se mantiene dentro del marco del nacionalismo serbio y puede desarrollarse fácilmente en: “no queremos sólo la ZSO, queremos todo Kosovo, porque Kosovo es Serbia”. Pero sigue siendo notable que este grupo insista en la paz y la cooperación con los albaneses, y se dirija a Kurti mucho más que a Vučić.
En cuanto a los albaneses de Kosovo, nosotros, como marxistas, apoyamos su derecho a la autodeterminación, vemos las pretensiones de la burguesía serbia de dominar Kosovo, y decimos abiertamente que ningún acuerdo traerá una solución a la cuestión nacional. El acuerdo con Serbia sólo significa que la burguesía serbia se unirá a las burguesías estadounidense y europea para dictar el curso del país.
Los problemas económicos básicos de Serbia y Kosovo son los mismos. Ambos países están dominados por el capital imperialista. Los burgueses de ambos países venden “su” mano de obra barata a los imperialistas. De hecho, el desarrollo económico está bloqueado por la fragmentación en países pequeños. La subida de los precios, el insoportable coste de la vida, la destrucción de todas las viejas conquistas sociales de Yugoslavia, todos estos fenómenos son idénticos en Serbia y Kosovo.
Los trabajadores de ambos países tienen los mismos problemas, sufren las mismas dificultades y, por tanto, tienen el mismo interés en luchar contra la dominación del imperialismo y de las burguesías nacionales que aplican sus políticas. Acabar con la subida de precios, superar las fronteras, crear buenas condiciones de vida, desarrollar económicamente los Balcanes, reconstruir la industria tras la destrucción durante las guerras de los años 90 (la mayor mina de Kosovo no se ha reconstruido hasta hoy), utilizar los recursos naturales en interés de la mayoría de la sociedad, resolver la cuestión nacional, todo esto es posible. Pero sólo sobre la base de la toma de los medios de producción en manos de la clase obrera y la superación del Estado-nación: en una Federación Socialista Balcánica. Sólo en el marco del socialismo es posible resolver todos estos problemas. Dimitrije Tucović pintó la visión de tal federación balcánica hace más de 100 años:
“Los Balcanes sin pequeños Estados ni fronteras trazadas artificialmente, sin guerras fratricidas, liberados del dominio de los grandes capitalistas europeos, una república balcánica libre e independiente y unida, unos Balcanes desarrollados, en un alto nivel de desarrollo cultural, técnico y científico, y unos Balcanes que no pertenecieran al dominio de los reyes, sino sólo al pueblo, al socialismo.” (Dimitrije Tucović (1975): Sabrana Dela, 2. 426-430. Beograd: Rad.)