El sábado 16 de septiembre en Trieste, Italia, camaradas de Sinistra Classe Rivoluzione, la CMI de Italia, que tenían una mesa de difusión como parte de la campaña “¿Eres comunista? ¡Entonces organízate!”, fueron repentinamente atacados por matones fascistas, que derribaron el puesto, agredieron físicamente a los tres camaradas y luego huyeron. Unas horas antes, la página nacional de otra organización fascista había colgado un cartel de nuestra campaña.
Esto no nos sorprende. El papel de los fascistas siempre ha sido atacar a quienes se organizan para defender los derechos de los trabajadores, los jóvenes, las mujeres y los inmigrantes. Esto es aún más cierto hoy, ya que son los perros guardianes de las políticas reaccionarias del gobierno de Meloni.
Está claro que incluso los fascistas han observado el éxito de la campaña «¿Eres comunista?«. En menos de una semana, se han colocado en toda Italia más de 15.000 carteles y pegatinas. Desde la reapertura de las escuelas secundarias, los estudiantes encontraron nuestros carteles y hablaron con nuestros camaradas en más de 200 escuelas. Muchos han expresado su odio hacia el capitalismo y su deseo de luchar por una sociedad diferente, y continuamente recibimos solicitudes para unirnos.
La construcción de una organización comunista fuerte es necesaria ahora más que nunca, y esto es precisamente lo que la Corriente Marxista Internacional pretende lograr y se ha propuesto hacer, no sólo en Trieste sino en todo el mundo. Que los fascistas vean el asunto con preocupación sólo puede hacernos más decididos para continuar por este camino.
Toda nuestra solidaridad va con los compañeros que fueron agredidos. Hacemos un llamamiento a todos para que participéis en la protesta antifascista que tendrá lugar este jueves en Trieste.
El anuncio en la reciente cumbre de los BRICS de que este bloque de países se ampliaría para incluir a otros seis nuevos (Argentina, Egipto, Irán, Etiopía, Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos) generó una oleada de declaraciones optimistas, casi piadosas, de destacados dirigentes del Partido Comunista Portugués (PCP), ensalzando las virtudes de este grupo ampliado de países del llamado «Sur Global».
António Filipe, ex diputado y miembro del Comité Central del PCP, escribió en Expresso que la «creciente multipolaridad de los BRICS representa una posibilidad para cada país de obtener apoyo para el desarrollo sin estar sujeto a la tutela imperial […] Esta es una buena noticia para el mundo y no dejará de tener un impacto significativo en el desarrollo de las luchas sociales».
En las páginas de ¡Avante!, el periódico oficial del PCP, también encontramos elogios públicos al Partido Comunista Chino (PCCh) por parte de Luís Carapinha, miembro del Comité Central del PCP. Celebra que el PCCh sea la «fuerza impulsora de grandes proyectos internacionales de cooperación e inversión […] Iniciativas que, juntas, sientan las bases para la transición a una nueva era de desarrollo global más equitativo, embrión de un nuevo orden económico internacional».
Su panegírico al PCCh termina, sin embargo, con una importante advertencia: «Quedan luchas por delante para transformar los intereses económicos convergentes del Sur Global – y de sus pueblos – en métodos efectivos de cooperación. Esto debe hacerse, sin perder nunca de vista al enemigo principal en cada momento». Los comunistas, de hecho, nunca perdemos de vista al enemigo principal: la burguesía, en todos y cada uno de los «momentos dados».
BRICS
No se puede negar que en las últimas décadas se ha producido un importante desarrollo de las fuerzas productivas en los países conocidos como BRICS. Desde un punto de vista marxista, esto no es malo, sino todo lo contrario. Al desarrollar la industria, la clase capitalista fortalece a la clase obrera y, en última instancia, crea las condiciones para su propio derrocamiento. El desarrollo económico y la expansión de la industria ayudan a avanzar en las tareas de la revolución socialista en estos países.
Debe quedar claro que el BRICS no es una organización benéfica, sino un grupo de países -las llamadas «economías emergentes»- que se han unido con el fin de flexionar su creciente músculo económico para influir en la política mundial. Las clases dirigentes de los Estados miembros del BRICS no tienen ningún interés en un «desarrollo más equitativo». Más bien, al igual que las clases dominantes de todas las naciones capitalistas, quieren una mayor parte de este «desarrollo», es decir, del comercio mundial, para sí mismas.
La pertenencia a los BRICS no borra las diferencias de clase dentro de un país, ni disipa las contradicciones del capitalismo ni aporta solución alguna a la crisis actual. Entonces… ¿Qué tipo de «impacto significativo» pueden tener los BRICS en las luchas sociales o en las condiciones de vida de la clase trabajadora?
Para los comunistas, un «desarrollo mundial más equitativo» sólo puede lograrse mediante la lucha de clases y la toma del poder por el proletariado. No puede lograrlo un club formado por imanes iraníes, generales egipcios, capitalistas brasileños, príncipes saudíes, oligarcas rusos y burócratas chinos.
Imperialismo
Sería un error presentar el mundo como si sólo estuviera formado por dos tipos de naciones: por un lado, un grupo de potencias imperialistas (EEUU, Europa y Japón) y, por otro, todos los países pobres y subdesarrollados, totalmente dependientes del llamado «Occidente».
Según este punto de vista, estos últimos países no pueden desempeñar un papel independiente en la política mundial ni en la economía mundial; sus acciones están totalmente subordinadas y dependen de las grandes potencias imperialistas (principalmente EEUU) y, como tales, nunca pueden ser considerados imperialistas.
Esta forma de ver las cosas ignora la realidad. ¿Podemos, por ejemplo, situar a Etiopía, Bolivia o Bangladesh al mismo nivel que Rusia y China? Es evidente que estos países se encuentran en niveles muy diferentes de desarrollo económico. Y a un desarrollo económico distinto corresponde una capacidad distinta de hacer valer sus demás intereses: su deseo de obtener una mayor cuota de los mercados mundiales, un mayor acceso al petróleo y a otras materias primas, prestigio, poder militar, etc.
Es precisamente el desarrollo del capitalismo lo que conduce necesariamente al imperialismo, la fase superior del capitalismo. Hace más de cien años, Lenin explicó que el equilibrio de fuerzas entre las potencias imperialistas no era inmutable:
«Hace medio siglo, Alemania era un país que representaba una insignificancia comparando su fuerza capitalista con la de Gran Bretaña; lo mismo puede decirse al comparar Japón con Rusia. ¿Es «concebible» que en diez o veinte años la correlación de fuerzas entre las potencias imperialistas permanezca invariable? Es absolutamente inconcebible».
En El imperialismo, fase superior del capitalismo, Lenin definió los cinco rasgos fundamentales del imperialismo:
La monopolización de la economía.
La fusión del capital bancario e industrial para crear el «capital financiero».
La exportación de capital.
La asociación internacional de naciones capitalistas.
El reparto del mundo -entonces mediante la colonización directa y hoy mediante el neocolonialismo- en «esferas de influencia».
¿Puede alguien negar que el crecimiento de los monopolios, el dominio del capital financiero, la exportación de capital, la participación en asociaciones internacionales y la avidez por nuevos mercados son aplicables al capitalismo ruso o chino de hoy?
Comparemos con el ejemplo histórico de Portugal. Durante la dictadura del Estado Novo, el PCP dijo (correctamente) que Portugal era tanto un país colonizador como colonizado. Si en aquella época era posible caracterizar al país más pobre y atrasado de Europa Occidental como una nación dependiente y al mismo tiempo imperialista, ¿por qué no podemos caracterizar hoy a Rusia o China como países con ambiciones y políticas imperialistas, a pesar de que Estados Unidos sigue siendo la potencia imperialista más importante del mundo?
Y aquí tenemos que ser totalmente claros: reconocer el carácter imperialista de Rusia y China no disminuye el hecho de que el gobierno de Estados Unidos sea la fuerza más reaccionaria del planeta. Por esta razón, nos oponemos irreconciliablemente al imperialismo estadounidense. Sólo en los últimos 30 años, ha bombardeado o invadido Somalia, Sudán, Yugoslavia, Afganistán, Irak, Libia y Siria. Podemos añadir los innumerables casos de injerencia, chantaje, sanciones, golpes de Estado y «revoluciones de colores» patrocinados por el gobierno estadounidense en el mismo periodo.
Pero el capitalismo estadounidense no es el único villano Ha asumido su papel de principal potencia imperialista, debido a su posición como mayor potencia capitalista del mundo. En la actualidad, Estados Unidos -a su vez, una antigua colonia británica- está desempeñando el papel que Gran Bretaña desempeñó en el siglo XIX. Este papel podría ser desempeñado por otro país mañana, si Estados Unidos fuera suplantado como el país capitalista más avanzado y poderoso. Esto se debe a que, al fin y al cabo, lo que cuenta no son los intereses declarados de los capitalistas, sino las leyes históricas del desarrollo del capitalismo.
Por lo tanto, se plantea la pregunta: ¿ha cambiado el carácter del imperialismo desde la época de Lenin, desde los días en que Portugal era tanto un país colonizador como colonizado? ¿O es la posición del PCP sobre el imperialismo la que ha cambiado?
El papel de China
El hecho de que China esté gobernada por un partido que formalmente se autodenomina «comunista» no significa que su economía sea socialista. Al contrario, la camarilla burocrática que domina China ha dirigido la restauración del capitalismo en las últimas décadas. Ello se ha logrado mediante una política de privatizaciones generalizadas, la liberalización del mercado interno y del comercio exterior, y una apertura a la inversión extranjera a una escala sin precedentes: ahora es el país del mundo que más inversión extranjera atrae.
El desarrollo económico de China se basó en décadas de planificación económica bajo una economía nacionalizada. Pero esa época ya ha pasado. Hoy en día, el sector privado aporta el 60% del PIB chino, representa en torno al 60% de la inversión, genera más del 80% de los puestos de trabajo en las ciudades y constituye alrededor del 80% del total de empresas del país. ¿Son éstas las características de una economía socialista?
En Portugal, tras la Revolución de los Claveles, ya se había nacionalizado todo el sector bancario y financiero, así como las principales industrias. Sin embargo, a pesar del tamaño del sector público (e incluso de elementos de autogestión en algunas áreas), Portugal nunca dejó de ser un país capitalista. Las empresas nacionalizadas funcionaban según los estándares y normas de la economía de mercado, en contraposición a los de un plan económico decidido y aplicado democráticamente por los trabajadores.
Lo que tenemos hoy en China es un Estado altamente centralizado, que mantiene un firme control sobre aspectos de la economía capitalista, así como sobre el importante sector público del país. El carácter del papel del Estado en la economía privada es un vestigio de la revolución de 1949. Quién puede olvidar el famoso eslogan de Deng Xiao Ping, «¡enriqueceos!» – tomado de Bujarin- que coreaban los burócratas chinos en la década de 1990? Poco después, en 2001, fue el turno de Jiang Zemin de pedir abiertamente a los capitalistas que se afiliaran al Partido Comunista, en un momento en que más de 100.000 empresarios ya eran miembros.
Quienes sostienen que también Lenin, tras la Guerra Civil rusa, abogó por la aplicación de la Nueva Política Económica, que permitió una cierta liberalización de la economía soviética, no deben perder de vista que la NEP siguió dejando las principales palancas económicas en manos del Estado. Además, la NEP se aplicó en circunstancias muy especiales: el país había sido devastado por la guerra, estaba completamente rodeado por potencias imperialistas y la NEP se consideraba una política temporal para ganar algo de tiempo hasta el triunfo de la revolución comunista en Europa occidental.
Las políticas procapitalistas de China son cualquier cosa menos temporal. Han durado décadas. Se han privatizado sectores clave de la economía y los dirigentes del PCCh no llaman a la revolución mundial, sino a que los capitalistas chinos se unan a su Partido. ¿Puede alguien imaginarse a Lenin abogando por que la burguesía rusa se una al Partido Bolchevique? Y en la cuestión del régimen encontramos otra diferencia importante: a pesar de la amenaza de burocratización que se cernía sobre el Estado soviético en la década de 1920, el sistema de democracia obrera y libertad de discusión que existía en Rusia al principio no puede compararse con el régimen monolítico chino.
Por último, la política exterior de un país es la manifestación externa de los intereses de su clase dirigente. La llamada Iniciativa «Cinturón y Ruta» se presenta a menudo como un ejemplo de la diferente relación que China desea establecer con otros países, en comparación con Estados Unidos.
Que China quiera construir puertos, carreteras, ferrocarriles, aeropuertos e infraestructuras y otras inversiones «productivas» en otros países no es nada «innovador», ¡es la exportación de capital! China concede préstamos que supuestamente se destinarán a proyectos e inversiones de empresas chinas, igual que los británicos construyeron ferrocarriles en la India a costa de los indios. En ninguno de los dos casos se trata de unir a los pueblos y regiones del país, sino de saquear sus recursos y venderles productos fabricados en casa.
El hecho de que China pueda ofrecer ahora condiciones más favorables para conceder préstamos no se debe a la imaginaria beneficencia del Estado chino, sino a la necesidad de seguir siendo competitiva y conquistar nuevos mercados frente a Estados Unidos y sus aliados.
¿Un orden mundial más justo?
Dejando de lado, por un momento, la verdadera naturaleza de los países del BRICS, sus defensores se centran a menudo en el «desarrollo más justo» que esta asociación podría aportar.
Sin embargo, para simplificar, el capitalismo está en crisis. Esta crisis es el resultado de las contradicciones y los límites del sistema. En las últimas décadas, el crecimiento económico ha sido el resultado del crédito barato y del desarrollo del comercio mundial.
Pero lo que en el pasado aceleraba el crecimiento se ha convertido hoy en un enorme freno. La economía mundial se está polarizando cada vez más en dos bloques enfrentados como consecuencia de la rivalidad económica que se está desarrollando entre Estados Unidos y China. Esto ya está evolucionando rápidamente hacia una guerra comercial abierta, con la introducción de medidas como aranceles, sanciones y restricciones al acceso a tecnologías de punta. El comercio mundial se ve así amenazado por una creciente ola de proteccionismo, en la que cada país intentará exportar la crisis a sus vecinos. Y la factura de este proteccionismo, de los costes crecientes de las cadenas de suministro y de producción, se pasará en última instancia a los consumidores, es decir, ¡a la clase trabajadora!
En este contexto, ¿Cómo podemos hablar de un «orden mundial más justo»? ¿Y para quién sería «más justo» ese orden mundial? ¿Para los emires de Dubái? ¿O para los trabajadores inmigrantes del sudeste asiático que son explotados por los capitalistas emiratíes hasta un grado rayano en la esclavitud?
Entre 2009 y 2022, el PIB de Estados Unidos pasó de 14,47 billones de dólares a 25,46 billones. Sin embargo, el salario mínimo se mantuvo en 7,25 dólares la hora. ¿Qué beneficios ha obtenido la clase trabajadora estadounidense de toda la riqueza producida en su país, de todos los recursos que «sus» capitalistas han saqueado en todo el mundo?
Incluso si los países del BRICS consiguieran conquistar una mayor cuota del comercio mundial, o se beneficiaran de la llamada desdolarización y se desvincularan de las instituciones financieras dominadas por Occidente, dentro de la sociedad de clases, la creación de más riqueza no significa automáticamente una redistribución más justa de la renta. Y en plena crisis capitalista, tal expectativa no es más que una quimera.
La teoría de la «revolución permanente”
Siguiendo la táctica del «Frente Popular» menchevique-estalinista, tras la Segunda Guerra Mundial los partidos comunistas abogaron por alianzas con la llamada burguesía «progresista» de los países colonizados en la lucha contra las potencias colonizadoras. Supuestamente, en los países colonizados habría una capa de capitalistas «antiimperialistas», con la que las masas campesinas y proletarias podrían aliarse para conquistar la independencia. Pero siempre y en todas partes, la capa de la burguesía llamada «democrática», «progresista» o «antiimperialista» nunca perdió de vista que el proletariado y las masas oprimidas eran su principal enemigo.
El carácter utópico de esta idea ha quedado al descubierto en repetidas ocasiones por las numerosas derrotas sucesivas sufridas por los movimientos revolucionarios y el aplastamiento de los levantamientos populares. El Frente Popular fue incapaz de impedir la dominación neocolonial de los países que se liberaron del dominio colonial directo. La creencia de que la clase capitalista puede desempeñar un papel supuestamente «progresista» en el llamado Sur Global no sólo es errónea, sino reaccionaria.
Antes de 1917, aunque era una potencia imperialista, Rusia era también un país relativamente atrasado y dependiente. A pesar de la existencia de gigantescos focos de industria muy avanzada, la mayor parte del país había cambiado poco desde los días de la servidumbre, y el campesinado seguía subyugado a la nobleza agraria. Al desarrollar la teoría de la Revolución Permanente, Trostky explicó que en un país atrasado en la época del imperialismo, la «burguesía nacional» estaba inseparablemente ligada a los restos del feudalismo y al capital imperialista. Esto la hace completamente incapaz de llevar a cabo ninguna de sus tareas históricas.
Como predijo Trotsky, la corrupta burguesía rusa era incapaz de resolver las tareas más acuciantes que le planteaba la historia, en particular la cuestión agraria. Por esta razón, los bolcheviques pudieron tomar el poder sobre la base de consignas con un contenido esencialmente democrático-burgués, como las demandas de «paz, tierra y pan», de una Asamblea Constituyente, del derecho de las nacionalidades oprimidas a la autodeterminación, etcétera. Pero una vez tomado el poder en sus manos, los obreros rusos no se detuvieron ahí. Procedieron a expropiar a los capitalistas y comenzaron la tarea de la transformación socialista de la sociedad.
Del mismo modo, debido a la debilidad endémica de las burguesías nacionales del llamado «Sur Global», así como a sus vínculos con el imperialismo, estos capitalistas nunca podrán cumplir sus tareas históricas. Siempre seguirán siendo los agentes serviles de las grandes potencias, ya tengan su sede en Washington o en Pekín.
En El Manifiesto Comunista, Marx y Engels escribieron: «la emancipación de la clase obrera debe ser obra de la clase obrera misma». Fue desde esta perspectiva que, en 1917, los bolcheviques organizaron a la clase obrera rusa y la dirigieron en la lucha contra la reaccionaria nobleza zarista, contra la llamada burguesía rusa «liberal» y contra las potencias imperialistas tanto de la Entente como de las Potencias Centrales.
Ayer como hoy, los comunistas mantenemos la perspectiva de que «la emancipación de la clase obrera debe ser un acto de la clase obrera misma», ¡suya y de nadie más!
El viernes 9 de septiembre, alrededor de las 11 de la noche, Marruecos fue sacudido por un potente terremoto que, según el Servicio Geológico de Estados Unidos, tuvo una magnitud de 6,8 en la escala de Richter. El epicentro se produjo cerca de Oukaïmden, a unos 75 kilómetros al suroeste de Marrakech. Miles de personas han perdido la vida en un desastre cuyo impacto se vio agravado por la negligencia criminal y la incompetencia del régimen.
El terremoto fue tan fuerte que sacudió ciudades a cientos de kilómetros de su epicentro, incluidas Fez, Casablanca y Rabat, cuyos residentes pasaron la noche en calles y parques. De hecho, el Servicio de Protección Civil de Argelia confirmó que los habitantes de siete Estados argelinos sintieron el terremoto que sacudió Marruecos el viernes por la tarde.
El Servicio Geológico de Estados Unidos ha indicado que no ha habido terremotos de esta magnitud en un radio de 500 kilómetros de este lugar desde 1900.
Aún no se sabe con certeza el número exacto de muertos, desaparecidos y heridos, pero lo que sí es seguro es que el número de víctimas es muy elevado. La única fuente de información es el Ministerio del Interior marroquí, que anunció durante las primeras horas después del terremoto 632 muertos y 329 heridos; sólo para regresar, alrededor de las 10 de la mañana siguiente, para informar que 820 personas habían muerto y 672 habían resultado heridas. Hoy en día, la cifra supera los 2.800 y sigue aumentando.
Por supuesto, nadie se fía de las cifras oficiales. En un comunicado, el director de la Media Luna Roja Marroquí en Marrakech afirmó: «No podemos saber el número de personas atrapadas bajo los escombros del terremoto». Si esto es cierto en el caso de Marrakech, la ciudad turística moderna, ¿qué se puede decir de los pueblos aislados y remotos, algunos de los cuales están casi completamente aniquilados?
Un testigo (un residente del pueblo de montaña de Asna, cerca del epicentro) dijo a Al Jazeera: «La mayoría de las casas allí resultaron dañadas». Así lo confirman los vídeos publicados por los vecinos en las redes sociales.
El incesante aumento de muertos y heridos no es algo que el Ministerio del Interior marroquí tenga la intención de informar al público. Más bien, el objetivo es primero dar la impresión de que la situación está bajo control y preparar gradualmente a las masas para que acepten las cifras reales y asombrosas, por miedo a encender la ira que se está acumulando bajo la superficie de la sociedad.
Los medios oficiales, por su parte, realizan una «cobertura especial», transmitiendo testimonios y manteniendo diálogos con «expertos» y «especialistas», durante los cuales la mayoría destaca la fuerza del terremoto; «La voluntad y el destino de Dios»; la «eficacia» de las autoridades de seguridad y la «rapidez» de su intervención.
Lo que los medios de comunicación oficiales evitan enérgicamente son preguntas sobre la competencia de las autoridades, las razones del gran número de muertes y por qué pueblos enteros siguen privados de ayuda médica y alimentaria y las víctimas siguen bajo los escombros.
Régimen en bancarrota
Mientras muchos gobiernos, incluidos los de Argelia, Rusia, China e Irán, Francia, Estados Unidos, los Estados del Golfo, etc. expresaban sus “condolencias” al pueblo marroquí y su “voluntad” de prestar la asistencia necesaria, el Rey de Marruecos –que nunca pierde la oportunidad de felicitar inmediatamente a los futbolistas por cada victoria que logran; ni de enviar telegramas de celebración o condolencias a los políticos y monarcas del mundo en cada ocasión auspiciosa– tardó más de 18 horas antes de emitir un comunicado.
Lo que los medios de comunicación oficiales evitan enérgicamente son preguntas sobre la competencia de las autoridades. Imagen: alyaoum24, Wikimedia Commons
De hecho, actualmente se encuentra de vacaciones prolongadas en Francia. Muchos medios de comunicación internacionales sostienen que no sólo no puede gobernar, sino que ni siquiera quiere gobernar. Lo único que quiere es disfrutar de sus años otoñales organizando viajes y celebraciones.
A pesar de declarar finalmente un estado de luto de tres días, el retraso fue percibido como una muestra de desprecio por el sufrimiento de innumerables víctimas en el reino. Mientras tanto, el gobierno marroquí también se tomó su tiempo para emitir cualquier comentario oficial sobre la tragedia. Esto no fue un accidente. Se vio obligado a esperar la reacción del Rey antes de poder hablar, para no robarle el protagonismo a Su Majestad y despertar su ira. Esta farsa no hace más que profundizar la impresión de un régimen en quiebra e indefenso, y sirve como una bofetada al pueblo marroquí que tiene que soportar esta catástrofe.
A pesar del horrendo aumento del número de muertos y del gran sufrimiento de los heridos y desplazados, las autoridades son criminalmente lentas a la hora de facilitar la ayuda y rechazan la asistencia de todas las naciones “amigas”, excepto de cuatro. Tengan la seguridad de que esto tiene muy poco que ver con resistir la influencia imperialista y mucho más con proteger el maltrecho prestigio del régimen. Irónicamente, Francia afirma que Marruecos rechaza las ofertas de ayuda, ¡a pesar de que el rey de Marruecos se encuentra actualmente de vacaciones en el país!
Solidaridad de las masas
Los grandes acontecimientos trágicos sacan lo mejor de la gente, ya que las masas, especialmente los jóvenes (a diferencia de su podrido gobierno) se apresuraron a brindar asistencia a los afectados, rescatar a los heridos, utilizar medios primitivos para ayudar a los detenidos bajo los escombros y compartir las medicinas y la comida que había disponible.
Un testigo dijo a Al Jazeera: «Nuestros vecinos están bajo los escombros y la gente está trabajando duro para salvarlos utilizando los medios disponibles en la aldea». Los centros de transfusión de sangre de todas las ciudades también vieron un gran número de personas que quisieron donar sangre, no sólo marroquíes, sino también extranjeros que se encuentran en Marruecos por turismo o trabajo.
Esta es una prueba más de la falsedad de la afirmación de que los humanos son egoístas por naturaleza. Lo que hace que la gente sea egoísta y la sume en una lucha brutal por la supervivencia son las horribles condiciones que les impone el sistema capitalista, basado en la codicia y la búsqueda incesante de ganancias, bajo las cuales quien se detiene a recuperar el aliento es aplastado.
¿Quién es responsable?
Los terremotos son desastres naturales, sus causas son conocidas y los seres humanos no intervienen en su aparición. Pero su impacto no es en absoluto natural. Muchos de los muertos hasta ahora, y aquellos que serán confirmados en las próximas horas y días, podrían haberse salvado. Pero el sistema capitalista tiene otras prioridades. En la cima de estas prioridades está garantizar las ganancias de una minoría de parásitos capitalistas y mejorar los presupuestos de armas en lugar de financiar hospitales, agencias de defensa civil y recursos de respuesta a emergencias.
En este contexto, destacamos que el gobierno marroquí ha elevado el presupuesto de defensa para 2023 a un nivel récord de casi 120 mil millones de dírhams, un aumento de 5 mil millones con respecto a 2022. El presupuesto de salud asciende a sólo 28.120 millones de dírhams, o alrededor del 6 por ciento del presupuesto general, muy lejos incluso del recomendado por la Organización Mundial de la Salud (12 por ciento) así como del promedio mundial (10 por ciento).
Todo el mundo sabe que los primeros momentos después de un terremoto son cruciales para salvar vidas y tratar a los heridos. Imagen: Anfas press, Wikimedia Commons
Si hubiera viviendas resistentes a los terremotos, infraestructura moderna, centros de pronóstico avanzados, y suficiente inversión en servicios médicos, entonces el costo humano de este terremoto no sería tan alto. Pero la realidad sobre el terreno es que los trabajadores y los pobres de las ciudades se ven obligados a vivir en casas viejas, ruinosas y superpobladas; y los campesinos, en sus aldeas sistemáticamente marginadas, todavía se ven obligados a construir sus casas con barro y madera, tal como lo hicieron sus antepasados hace miles de años. Sin mencionar la falta de servicios médicos, agua potable, carreteras y otros elementos básicos.
Cabe señalar que las autoridades, como afirman testigos presenciales, insisten en “impedir que los residentes de las aldeas construyan con métodos modernos” para que sigan siendo atractivas para los turistas, deseosos de experimentar sus “encantos pintorescos y tradicionales”. Esto provocó un aumento en el número de víctimas, como confirma el profesor de ingeniería civil y ambiental de la Universidad Northeastern de Estados Unidos, Mehrdad Sasani:
“Las casas de adobe más baratas que predominaban en todas las aldeas aumentaban el riesgo de muertes durante un terremoto.
“Los residentes y expertos de la región afectada llevan mucho tiempo señalando la negligencia del Estado, en particular la falta de infraestructura básica en todo Al Haouz. Este tipo de estructuras son muy frágiles, lo que significa que no tienen la capacidad de flexibilidad y movimiento requerida durante un terremoto, por lo que se desmoronarían”.
Además, dijo, el material tipo arcilla utilizado para construir las viviendas aumentó el riesgo de asfixia para los habitantes atrapados bajo los escombros, ya que cuando las casas colapsaron no dejaron bolsas de aire que pudieran permitir a los sobrevivientes seguir respirando.
“Estas casas tienen paredes pesadas que soportan el peso de los techos. Cuando estos disminuyen, aumenta la probabilidad de víctimas”, dijo.
Todo el mundo sabe que los primeros momentos después de un terremoto son cruciales para salvar vidas y tratar a los heridos; y cuanto mayores sean los retrasos, menos podrán salvarse. Todavía hay miles de víctimas, incluidos niños, bajo los escombros, sufriendo terror, dolor y hambre. Los jóvenes intentan salvarlos, pero sólo tienen clavos, palas, hachas y otros medios improvisados.
La responsabilidad de su terrible sufrimiento y muerte recae en este régimen criminal, corrupto e indiferente. Lo que sucedió y lo que sucederá en los próximos días es una masacre causada por décadas de negligencia y las políticas del sistema capitalista que anteponen las ganancias a las vidas humanas.
¿Unidad nacional?
Brotará una avalancha de propaganda demagógica que invitará a los marroquíes a «permanecer unidos detrás de Su Majestad y de las instituciones» ante esta catástrofe. El régimen repetirá sus hipócritas consignas de que “estamos en el mismo barco” y demás, y por supuesto financiación de solidaridad… que se cumplimentará con deducciones de los salarios de los trabajadores y empleados, como ocurrió durante la pandemia de COVID-19. Por cierto, nadie sabe adónde fue a parar todo ese dinero recaudado y cómo se gastó.
Todo esto lo hemos escuchado antes, en el mismo tono, en las mismas palabras y de boca de las mismas personas. ¿Y cuál fue el resultado durante la pandemia? Millones de marroquíes cayeron en la pobreza y fueron sometidos a despidos y represión ante cualquier señal de protesta, mientras que la riqueza de los capitalistas, del rey, su familia y de la camarilla que los rodeaba alcanzaba nuevas alturas.
Los palacios no se derrumbaron porque fueron construidos con las últimas tecnologías. Las que cayeron fueron las chozas y viviendas en ruinas en los barrios y pueblos de la clase trabajadora. Quienes hoy sufren hambre y falta de vivienda son trabajadores y campesinos, no los propietarios de grandes empresas, príncipes, princesas y generales. No han sido sometidos a ningún daño. Al contrario, siguen vendiendo alimentos, gasolina y medicinas a precios muy elevados.
No, no estamos en el mismo barco. Existe una enorme brecha de clases entre los parásitos que viven explotando nuestra fuerza de trabajo y saqueando la riqueza del país, y aquellos que están expuestos a la explotación, la austeridad, el hambre y el desempleo. Y ahora estamos expuestos a la muerte debido a las políticas criminales, la codicia y la indiferencia de la élite.
Por lo tanto, frente a sus hipócritas llamamientos a la “unidad nacional”, debemos llamar a la unidad de clase entre los trabajadores y los pobres, para luchar contra este sistema que nos oprime.
¿Ahora qué?
Lo que es seguro es que, incluso después de que cesen las réplicas y se recuperen los muertos, el sufrimiento de las masas en las zonas afectadas continuará, dado el aumento masivo de las personas sin hogar, los peligros de vivir en viviendas dañadas y la falta de atención médica. , así como la represión de cualquier intento de protesta contra estas condiciones.
Miles de personas inocentes han muerto y morirán a causa de las políticas criminales del régimen, que somete los servicios sanitarios y sociales a la austeridad; convierte la vida de millones en un tormento permanente; y cuando mueren, los trata con desprecio.
La gente ahora está conmocionada, de luto y en pánico. Esto es normal. Nosotros, los trabajadores y todos los oprimidos, compartimos su dolor y ofrecemos nuestra solidaridad. Pero también tenemos rabia, y después de que sanemos nuestras heridas, debe llegar el momento del ajuste de cuentas.
Nos dicen que volveremos a “las condiciones normales anteriores”, pero la era anterior fue de pobreza, desempleo y opresión, especialmente entre los jóvenes. Además, no hay posibilidad de volver a esa “era anterior”. Las cifras de la ONU estiman el número de afectados en 300.000. El Servicio Geológico de Estados Unidos estima que el costo de los daños derivados del mortal terremoto podría llegar al 8 por ciento del producto interno bruto del país. Y somos nosotros quienes tendremos que pagar toda esa factura, así como nos obligaron a pagar la factura de la crisis de su sistema durante la pandemia de COVID-19.
El sufrimiento continuará en los años venideros, exacerbado por la corrupción, el saqueo y la indiferencia por parte del régimen. Podemos estar seguros de que la conmoción actual se convertirá en ira, y la ira se convertirá en lucha de clases.
Estas tragedias deben llegar a su fin. Es necesario luchar por un sistema diferente, que haga de la vida humana, el bienestar y la felicidad de la mayoría de la sociedad la máxima prioridad; uno que invierta en salud, educación, infraestructura y vivienda adecuada, en lugar de armas, destrucción y represión; un sistema libre de explotación, codicia e indiferencia criminal ante el sufrimiento humano.
Debemos luchar por un sistema socialista en el que el poder y la riqueza estén en manos de los propios productores. Es decir, un sistema basado en una economía planificada nacionalizada, administrada de manera democrática en beneficio de toda la sociedad.
Entonces será posible proporcionar vivienda, infraestructura, atención sanitaria y otros servicios básicos adecuados a todos sin excepción; además de crear infraestructura que pueda resistir los desastres naturales. Éste es el único camino a seguir. La lucha por una sociedad así es el único homenaje adecuado a los inocentes que han caído.
La división del mundo en Estados-nación, y la lucha que engendra entre bandas de ladrones capitalistas de cada país, está convirtiendo en una burla la batalla contra el cambio climático. Los políticos y comentaristas capitalistas rara vez admiten esta verdad obvia, pero a veces es posible leer un artículo de los representantes más astutos del capital que sugiere un atisbo de comprensión. Uno de estos artículos, publicado recientemente en el Financial Times (FT), se titula «Cómo China acaparó el mercado de las tecnologías limpias«.
Los autores empiezan con un repaso del ascenso de China en el sector de las tecnologías limpias. Los políticos occidentales, para consumo público, castigan regularmente a China por hacer demasiado poco para reducir las emisiones de carbono. Pero el FT llega precisamente a la conclusión contraria: China está haciendo demasiado. ¿Por qué? Porque su ascenso en el ámbito de la tecnología verde «supone una enorme amenaza competitiva para las industrias manufactureras occidentales».
Y así, concluye este portavoz del capital, nos enfrentamos a una disyuntiva. «Por un lado, realmente quieres proteger estas industrias [en Occidente]», explica el FT, citando a un analista de energía con sede en Hong Kong. «Por otro lado, hay incendios forestales en el Mediterráneo. ¿Qué hacer?”
Es un verdadero enigma: «¿Qué hacer?»
Puedes proteger las industrias, los beneficios y la cuota de mercado occidentales de la competencia china. Pero al hacerlo, en lugar de poner en común tecnología y recursos para luchar contra el cambio climático, la industria occidental debe desmarcarse de la tecnología limpia china, apoyándose durante más tiempo en industrias nacionales contaminantes, mientras se esfuerza por aplastar al sector «verde» chino.
Pero, por otro lado, «hay incendios forestales en el Mediterráneo», como dice alegremente el FT. O mejor dicho, hay incendios forestales en todas partes, y millones, quizá miles de millones de vidas y medios de subsistencia amenazados, junto con ecosistemas enteros.
Esto es lo que dicen, simple y llanamente, los estrategas del capital: o protegemos nuestros intereses capitalistas nacionales o luchamos contra el cambio climático. No podemos hacer ambas cosas. Y, de hecho, sobre la base del capitalismo, no hay elección en absoluto. Cada banda de capitalistas nacionales está obligada a seguir la línea que conduce a su mayor beneficio a corto plazo, persiguiendo sus estrechos «intereses nacionales» a expensas de sus competidores.
Sus «promesas» se evaporan en aire caliente. En su lucha proteccionista por los mercados y las esferas de influencia, la clase dominante marcha, con los ojos bien abiertos, por un camino que garantiza las consecuencias más desastrosas para la humanidad.
El ascenso chino
En pocas palabras, el problema, tal y como lo ve el FT, es el siguiente: La industria china ha desarrollado una posición dominante en el mercado mundial en partes importantes del sector de las tecnologías limpias. Según las cifras del artículo, China produce el 90% de los elementos de tierras raras del mundo, el 80% de la producción de paneles solares y el 60% de las turbinas eólicas y baterías de coches eléctricos.
Controla el 70% del mercado del cobalto refinado, casi el 60% del litio refinado y más del 40% del cobre refinado: todos ellos elementos vitales para las tecnologías «limpias». En algunos sectores, el dominio chino se acerca al 100%.
La competencia china es un problema creado, por supuesto, por la búsqueda de beneficios a corto plazo de los propios capitalistas occidentales. Durante décadas, estos últimos han deslocalizado la fabricación allí donde la mano de obra es más barata y la legislación medioambiental y de otro tipo es más escasa. Ampliaron las cadenas de suministro en busca de márgenes muy estrechos.
La ascendente clase capitalista china actuó de otro modo. Han estudiado cuidadosamente los métodos de los capitalistas occidentales, han adoptado sus tecnologías y han volcado enormes subvenciones estatales (125.000 millones de dólares sólo en el sector de los vehículos eléctricos) en el desarrollo de monopolios nacionales que integran verticalmente toda la cadena de suministro, desde la materia prima hasta el producto acabado. En comparación, en los últimos siete años el gobierno estadounidense subvencionó todo su sector de energías renovables con sólo 15.600 millones de dólares.
«El resto del mundo no estaba preparado para eso», se queja uno de los expertos del FT. «Si trabajas sobre la base del libre mercado, no puedes ir tan rápido». Se trata de una confesión significativa: incluso un órgano capitalista como el FT no cree que el libre mercado pueda actuar con la rapidez necesaria para resolver el cambio climático.
Justo o injusto, el hecho es que ahora los monopolios occidentales se enfrentan a la dura competencia de gigantes chinos como el gigante de los vehículos eléctricos BYD, y al mayor fabricante mundial de baterías de litio CATL.
Esto plantea un doble problema a los capitalistas occidentales. Por un lado, compiten directamente con los capitalistas chinos por los mercados de estas tecnologías limpias emergentes. Como los mercados no son infinitos, la industria occidental sólo puede crecer tratando de aplastar a la competencia china y exprimirla. La industria ecológica de Occidente sólo puede crecer a costa de las industrias ecológicas de otros lugares.
La otra cara del problema no es menos complicada: las economías occidentales y la economía china son completamente interdependientes. La economía mundial está más integrada que nunca. A medida que se recrudece la lucha por las esferas de influencia y los mercados entre China y Occidente, este conjunto interconectado amenaza con dividirse en bloques hostiles en competencia, con consecuencias devastadoras para la economía mundial en general y para el sector de las tecnologías limpias en particular.
Tal es el papel absolutamente reaccionario del Estado nación, cuya perpetuación es incompatible no sólo con el progreso humano, sino con la propia existencia de la civilización humana.
Agua, agua por todas partes
Podríamos preguntarnos ingenuamente: sea cual sea su procedencia, ¿no es bueno que la industria (¡incluso la china!) produzca enormes cantidades de paneles solares? Al fin y al cabo, estamos inmersos en una carrera contrarreloj para detener el cambio climático, y cuanta más tecnología limpia, mejor, ¿no?
Pero al hacernos esa pregunta, estaríamos olvidando que los capitalistas no producen paneles solares para crear energía verde. No, los capitalistas que producen paneles solares lo hacen por la misma razón que otros capitalistas producen barriles de petróleo, bombas de racimo, cigarrillos o cualquier otra cosa: para venderlos y obtener beneficios. Y la demanda de paneles solares no depende en absoluto de la escala de la necesidad de la humanidad de estos dispositivos, sino del tamaño del mercado.
El problema es que ninguno de los capitalistas conoce el tamaño de este mercado, por lo que inevitablemente llega un punto en el que la producción supera a la demanda, y el capitalismo se ve sumido en una crisis de sobreproducción. Al igual que el avance galopante de la industria china saturó los mercados mundiales de acero y aluminio, ahora ha saturado el mercado de los paneles solares. El problema de la sobreproducción se agrava aún más en la medida en que la mayoría de las energías renovables tienen una baja tasa de sustitución una vez instaladas y, por lo tanto, aunque la demanda puede experimentar un auge durante un tiempo durante la «transición verde», rápidamente cae, lo que conduce a una enorme sobreproducción que hunde al sector en la crisis.
Según el FT, «unos 7.000 millones de euros en paneles solares chinos están actualmente en los almacenes europeos… ya que la oferta supera a la demanda… Las existencias son casi suficientes para abastecer de energía a todos los hogares de Londres y París, juntos, durante un año».
Cuando nos sentamos a considerar esta cifra –lanzada a la ligera por el FT– a la luz de la magnitud del reto al que se enfrenta la humanidad, el efecto es sobrecogedor.
En los almacenes europeos hay suficientes paneles solares como para abastecer a todos los hogares de París y Londres. Podrían instalarse mañana mismo. Y sin embargo, no se instalan ni se instalarán porque los mercados de paneles solares están saturados y no es rentable hacerlo.
Como el marinero perdido en el mar, no nos queda más que llorar de desesperación: «¡Agua, agua por todas partes, ni una gota para beber!».
¿Luchar contra China o contra el cambio climático?
En lugar de la cooperación internacional para decidir cómo desplegar este enorme potencial, esta sobreproducción no hace más que exacerbar la amarga competencia por unos escasos mercados. «A medida que la industria china de tecnologías limpias se expande», continúa el FT, «los analistas observan claros ecos de las perturbaciones geopolíticas y económicas causadas por años de acero, cemento y aluminio chinos baratos inundando los mercados internacionales…»
En esta lucha entre bloques imperialistas, Estados Unidos está flexionando su músculo económico. Pero cuando Estados Unidos impuso restricciones a la exportación de microchips a China, pronto aprendió que también tiene vulnerabilidades económicas que China puede atacar como si fueran puntos de presión en el cuerpo humano.
China respondió restringiendo las exportaciones de galio y germanio. El valor del mercado mundial de galio es de apenas 2.000 millones de dólares, una cifra insignificante en comparación con la economía mundial. Sin embargo, se trata de uno de los elementos raros sobre los que China ha establecido un monopolio de casi el 100%, y que es vital para ciertas industrias de alta tecnología, especialmente en el sector aeroespacial y de defensa.
Las restricciones fueron un «tiro en la proa», en palabras del centro de estudios estadounidense, CSIS. Y la conmoción que provocó ha obligado a los estrategas del capitalismo estadounidense a sentarse y prestar atención.
Por un lado, la clase dominante estadounidense está intentando «desvincularse» de China, empezando por las industrias más estrechamente relacionadas con la defensa y la seguridad nacional. Por otro lado, a medida que las industrias occidentales siguen apostando por las energías limpias, inevitablemente se vuelven más dependientes y se entrelazan más con aquellas industrias en las que actualmente predomina China. Es decir, quedan más expuestas que nunca a su gran rival.
En opinión del FT, Occidente puede desplegar todas las medidas proteccionistas que quiera, pero tendrá dificultades para romper esta interdependencia:
«La mayoría cree que será imposible para Europa cumplir sus ambiciosos objetivos en materia de cambio climático sin mantener una relación muy profunda con Pekín. Incluso EE.UU. –que cuenta con bolsillos más llenos y un apoyo político más fuerte para desvincularse de China– se enfrentará a una tarea colosal para crear una nueva cadena de suministro de tecnología limpia que excluya a China.»
¿Cuál es el resultado? Según algunos de los expertos con los que ha hablado el FT: «en última instancia, los responsables políticos occidentales tendrán que elegir entre las prioridades estratégicas enfrentadas de intentar desvincularse de China para alcanzar sus objetivos de seguridad nacional, o cooperar para alcanzar sus objetivos climáticos y económicos».
En un lenguaje menos eufemístico: pueden perseguir sus intereses imperialistas o los intereses de la humanidad, pero no ambos. Y, de hecho, EEUU, la UE y China ya están inmersos en una encarnizada lucha proteccionista para defender sus mutuos intereses imperialistas. Deberíamos añadir que estos hipócritas incluso disfrazan estas medidas proteccionistas con un barniz «verde». Basta con observar la Ley de Reducción de la Inflación de Biden, y el Mecanismo de Ajuste Fronterizo del Carbono de la UE.
Todo esto es una locura, pero una locura que se deriva totalmente de la lógica del capitalismo, con su afán de lucro y su división del mundo en Estados-nación competidores. Lo que se necesita es una revolución socialista para barrer el capitalismo, y con él todas estas divisiones, integrando los recursos técnicos de todo el mundo en un único y gigantesco plan económico destinado a resolver esta crisis.
Sobre esa base, donde la producción deja de funcionar con fines de lucro, podríamos instalar inmediatamente todos esos paneles solares que actualmente están ociosos en los almacenes de Europa, y podríamos hacer mucho más.
Podríamos generalizar en poco tiempo todas las buenas prácticas y conocimientos en los sectores de las tecnologías limpias, la energía y la agricultura. Podríamos establecer nuevas instalaciones y nuevas infraestructuras en todos los continentes casi de la noche a la mañana. Y podríamos crear un mundo en el que exista una superabundancia sostenible de todas las necesidades vitales.
Pero para que este mundo se haga realidad, el sol debe ponerse sobre el capitalismo.
El fracaso de la contraofensiva ucraniana ha puesto de manifiesto todas las contradicciones del esfuerzo bélico ucraniano. El descontento cunde en el ejército y entre la población civil, al tiempo que los aliados occidentales de Ucrania empiezan a echarse para atrás y a hablar de negociaciones.
Desde finales del año pasado, las noticias han estado llenas de rumores sobre la próxima contraofensiva ucraniana. Tras sus éxitos a finales del verano y en otoño del año pasado, existía la esperanza de que las armas occidentales proporcionaran otro rápido avance al ejército ucraniano que obligara a los rusos a negociar en los términos de Ucrania.
El inicio de la ofensiva se fue retrasando y retrasando. El ejército ucraniano esperaba las armas y el entrenamiento occidentales, que tardaban en llegar. Los rusos, mientras tanto, preparaban sus defensas. Los ucranianos y sus aliados occidentales no ocultaron donde atacarían, así que al final los rusos pudieron atrincherarse y prepararse para lo que se avecinaba.
El comienzo de la ofensiva se pareció mucho a la ofensiva de invierno rusa: decenas de tanques atrapados en campos de minas, bombardeados por artillería, drones y otros misiles. La ofensiva inicial fue un desastre. Los vehículos occidentales no eran una bala de plata, capaces de atravesar una lluvia de proyectiles o un mar de minas. Las brigadas occidentales, entrenadas y equipadas, perdieron lo que The Economist describió eufemísticamente como un «número incómodo de hombres y equipos».
El ejército ruso se había adaptado bien, con drones kamikaze de 500 dólares que se utilizaban para inutilizar o volar tanques de millones de dólares. Todas las tácticas que los ucranianos utilizaron con tanta eficacia contra el ejército ruso en la primera parte de la guerra se utilizaban ahora contra los ucranianos, con algunas innovaciones adicionales.
El inicio de la ofensiva se fue retrasando y retrasando. Los rusos, mientras tanto, preparaban sus defensas. Imagen: IDOM
Y a diferencia del verano pasado, las filas del ejército ruso se habían nutrido además con cientos de miles de nuevos reclutas y conscriptos. Su nivel de entrenamiento y moral no llegaría al de las tropas que perdieron en el primer periodo de la guerra, pero era claramente suficiente para resistir la ofensiva ucraniana.
Esto provocó un cambio de táctica del ejército ucraniano. Abandonaron algunos de los métodos de combate occidentales, avanzando en brigadas de infantería y blindados en masa, que muchos veían como una locura, dada la falta de superioridad aérea.
En lugar de un asalto frontal, optaron por las tácticas que se han convertido en la firma del frente del Donbás: duelos masivos de artillería, intercalados con sondeos ocasionales de la infantería. El objetivo no es tanto capturar terreno como desgastar al enemigo.
Han tenido algunos ligeros éxitos, consiguiendo alcanzar la primera línea de defensa rusa cerca de Robotyne, pero han sido mínimos y han obligado a los militares ucranianos a involucrar a todas sus fuerzas disponibles, incluida la última brigada entrenada en Occidente que quedaba sin comprometerse, la 82ª. Y las últimas noticias son que están intentando trasladar tropas del frente de Bajmut al Sur tras el consejo de los generales occidentales. Pero mover tropas de un frente a otro sólo permitirá al ejército ruso corresponder, en caso de que sienta la necesidad de hacerlo.
Hipotéticamente, si Ucrania pudiera asegurarse un suministro continuo de tropas, municiones y equipos, la táctica en la que se han embarcado podría ser capaz, durante el próximo año o dos, de desgastar las defensas rusas lo suficiente como para finalmente romperlas, pero el precio que han pagado por estos pequeños avances ya es demasiado alto.
La idea de lanzar oleadas y oleadas de soldados a través de un terreno abierto fuertemente minado y fortificado, bajo la atenta mirada de drones rusos, demuestra la insensibilidad tanto de Occidente como de los dirigentes ucranianos. No fue tanto una ofensiva como una masacre.
Esta semana se conoció la macabra noticia de que el proyectado Cementerio Nacional Memorial de Guerra ocupará 266 hectáreas de terreno, un poco más grande que el Cementerio de Arlington en Washington DC, que alberga 400.000 soldados estadounidenses muertos. En las afueras de Kiev ya hay tumbas de la Segunda Guerra Mundial en este emplazamiento, pero no deja de ser una muestra de la magnitud de las bajas que ya ha causado la guerra.
Todo el asunto, incluido el hecho de que los generales occidentales intenten ahora dirigir la guerra a través de los medios de comunicación occidentales, huele a desesperación. Los dirigentes ucranianos y sus aliados más belicistas en Occidente necesitaban algo que mostrar de esta ofensiva por la enorme cantidad de dinero y vidas que se están desperdiciando en esta guerra. Necesitaban justificar nuevas movilizaciones y más material bélico, pero no pudo ser.
Se abren grietas
En Ucrania, el fracaso de la contraofensiva ha revelado los primeros signos serios de cansancio ante la guerra. Al parecer, están surgiendo divisiones entre la oficina del Presidente y los militares sobre si continuar la ofensiva o interrumpirla y prepararse para la esperada ofensiva rusa.
El fracaso de la contraofensiva ucraniana ha puesto de manifiesto todas las contradicciones del esfuerzo bélico ucraniano. El descontento cunde en el ejército y entre la población civil. Imagen: www.president.gov.ua
El descontento con la primera fase de la ofensiva está saliendo continuamente a la luz: «He perdido mucho», explicó a The New York Times un oficial de carrera formado en Occidente, «y algunos de los nuevos están mentalmente destrozados». Menos preocupante para él que las pérdidas de material es la pérdida de soldados. Blogueros militares proucranianos, incluidos militares en activo, han criticado públicamente a sus mandos por incompetentes y por no entender la importancia de la moral.
Había pocas ganas de continuar por el camino que Occidente estaba impulsando. El ejército está siendo llevado al límite. Los comandantes más veteranos han visto sus unidades diezmadas. En la ofensiva de Jerson del año pasado, algunos sustituyeron hasta tres veces a miembros de sus unidades.
El portavoz del Presidente llegó a comentar que «éste no es un caballo al que se pueda azotar para que vaya más rápido». Cada metro que se avanza tiene su precio en sangre».
The Economist también cita al jefe de una organización de voluntarios:
«El aire se vuelve tan espeso que realmente puedes sentirlo’, dice el sr. Zamula. Todo el mundo sabe que el coste de recuperar territorio son soldados muertos. Incluso esperar el éxito de la contraofensiva se ha convertido en un acto de autodestrucción».
La población sufre graves tensiones. Los que querían alistarse voluntariamente en el ejército hace tiempo que se agotaron, y ahora los agentes de reclutamiento son temidos en todo el país.
Los que se alistan pueden esperar un entrenamiento mínimo antes de encontrarse en el frente. The Guardian entrevistó a principios de mes al propietario de una fábrica, que relató una historia:
«Conocí a un tipo que me dijo que le habían sacado de la calle y que en una semana su unidad estaba empezando a atacar un pueblo cerca de Bajmut. Y me dijo: ‘Qué carajo, es la primera vez que tomo un fusil y a la semana voy a atacar este pueblo’. Le dispararon dos veces, una en el brazo y otra en la espalda».
Se quejaba de que los trabajadores no acudían a trabajar por miedo al reclutamiento: «Hay dos categorías de personas: una ya está en el ejército y la otra tiene demasiado miedo de salir para no ser reclutada, y ningún salario les hará salir de casa».
The Guardian continúa:
«Los dirigentes políticos del país reconocieron que el proceso de movilización era difícil y quieren evitar un exceso de celo en el reclutamiento, pero afirmaron que Ucrania no tenía más remedio que continuar con el servicio militar obligatorio si quiere que el ejército haga frente a Rusia, que ha movilizado a cientos de miles de hombres desde el comienzo de la guerra.»
Las tensiones han provocado la revelación de un escándalo masivo en el reclutamiento. Zelenski despidió a todos los jefes regionales de reclutamiento después de que saliera a la luz que habían funcionado artilugios por los que un pago de entre 1.500 y 5.000 dólares te libraba del servicio militar. La más avanzada de estas prácticas consistía en que te enviaran a un hospital para que te hicieran una resonancia magnética falsa, acompañada de un certificado médico. Dado que el salario mínimo en Ucrania es de 180 dólares al mes, este recurso está descartado para la mayoría de los ucranianos.
El aumento de la movilización está poniendo de manifiesto las contradicciones de clase. Circulan vídeos con ucranianos que dicen que la paz llegaría rápidamente si empezaran a reclutar a los hijos de los ricos.
The Economist resume la situación:
«‘Sencillamente no tenemos los recursos para realizar los ataques frontales que Occidente nos implora que hagamos’, dice la fuente del Estado Mayor. Los que querían luchar se ofrecieron voluntarios hace tiempo; Ucrania está reclutando ahora sobre todo a los que no quieren. El sombrío estado de ánimo se está extendiendo a la política ucraniana. La opinión pública se muestra sombría. Han aumentado las críticas al presidente Volodimir Zelenski, y las razones del descontento son claras».
El gobierno ucraniano, que antes estaba dispuesto a llevar periodistas occidentales al frente de batalla para que informaran de los éxitos, ahora se ve obligado a prohibir la entrada a los periodistas. Está claro que la última ronda de reportajes de Forbes, Bild y New York Times no era lo que tenían en mente.
Ahora, Zelenski ha anunciado otra oleada de movilizaciones, con la esperanza de que su limpieza de las oficinas de reclutamiento dé mejores resultados, pero la situación política se deteriora, como señala el sitio web ucraniano de noticias Strana:
«Aunque no se produzcan grandes convulsiones ni desestabilización, si la guerra se prolonga, aumenta la amenaza de ‘desmoralización pasiva’ de la sociedad, lo que también puede afectar al curso de las hostilidades (por ejemplo, mediante el aumento de la evasión de la movilización).»
Para los ucranianos, preservar la mano de obra y limitar el flujo constante de bajas es primordial, pero para Occidente, el cálculo es muy diferente. Imagen: IDOM
Limitaciones de material
A diferencia de Rusia, Ucrania depende de Occidente para sus suministros, y la voluntad de Occidente de seguir suministrando armas se está agotando, ya que los políticos tienen poco que mostrar por los miles de millones ya gastados.
Para los ucranianos, preservar la mano de obra y limitar el flujo constante de bajas es primordial, pero para Occidente, el cálculo es muy diferente. Los soldados deben ser proporcionados por Ucrania; el equipamiento y la munición, por Occidente.
Pero la capacidad de Occidente para suministrar munición al ritmo que se está consumiendo en esta guerra ha resultado insuficiente. A principios de este año, se calculaba que Estados Unidos sólo podía producir unos 100.000 proyectiles al año, pero Ucrania estaba consumiendo unos 6.000 ó 7.000 al día. La falta de proyectiles fue admitida abiertamente en EEUU para justificar el envío de municiones de racimo, prohibidas en más de 100 países. Las empresas del sector privado exigieron dádivas multimillonarias para resolver la situación, que, al final, recibieron. Mientras tanto, Estados Unidos ha pedido prestado medio millón de proyectiles a Corea del Sur, y ha mendigado y pedido prestado a varios otros aliados.
Toda la saga en torno a los F-16 revela otra debilidad importante de las defensas aéreas de Ucrania. Tras 18 meses de intensos bombardeos aéreos, las reservas occidentales de misiles tierra-aire se están agotando. Esto amenaza la capacidad de los ucranianos para defenderse de misiles de crucero, drones y aviones rusos. Hasta ahora, han conseguido negar a Rusia la superioridad aérea, pero eso se ve ahora amenazado. De ahí que la prioridad número uno en la próxima reunión con Occidente en formato Ramstein sean las defensas aéreas, según anunció el ministro de Defensa ucraniano.
Aunque una parte del suministro de equipos se hará en el futuro, Occidente tendrá que pagar inevitablemente la factura. Pero los sistemas de armamento occidentales están sobrevalorados, precisamente para garantizar superbeneficios a la industria. La factura de estas armas, que se presenta generosamente al gran público occidental, es por tanto abultada, y llega en un momento en que se avecinan importantes recortes para reducir el déficit presupuestario.
Como consecuencia, Estados Unidos habla ahora de que los ucranianos se han vuelto «reacios a las bajas», como dice el New York Times, y los generales occidentales se quejan de que prefieren gastar munición antes que enviar soldados a una muerte segura. Naturalmente, les preocupa que el siguiente paso sea que Ucrania pida a Occidente más entregas de armas, algo que a los políticos occidentales les resulta cada vez más difícil de justificar.
Sus exigencias al ejército ucraniano exponen a Occidente precisamente por cómo ha tratado a los ucranianos a lo largo de esta guerra: como carne de cañón.
El ejército ruso
Estos problemas no se limitan al lado ucraniano, pero Rusia, debido al gran tamaño de su población, ha podido limitar su exposición a las peores consecuencias. Los medios irregulares de reclutamiento que el gobierno adoptó al principio de la guerra tenían como objetivo evitar que la mayoría de la población sintiera las consecuencias de la guerra.
Rusia utilizó su ejército profesional, en el que la tolerancia a las bajas es mayor, y recurrió a mercenarios, en forma del Grupo Wagner. Recurrió en gran medida a las diversas nacionalidades empobrecidas del interior de Rusia en Asia Central, incluidos los chechenos. También reclutaron a los habitantes de Luhansk y Donetsk para llevar a cabo gran parte de los combates. Por último, los mercenarios de Wagner y, recientemente, el propio ejército, han recurrido a convictos, que son liberados al término de un contrato de seis meses.
De nuevo, las descripciones del frente ruso son similares a las del ucraniano:
«Aleksandr afirma que de los 120 hombres de su unidad, sólo quedan unos 40 con vida. Estos supervivientes están siendo fuertemente presionados por los militares rusos para que permanezcan en el campo de batalla al final de sus contratos de seis meses, según Aleksandr y los relatos proporcionados a The New York Times por otros dos reclusos rusos que luchan en el frente.
Nos envían al matadero», dijo Aleksandr en una serie de mensajes de audio desde la región de Jersón, refiriéndose a sus comandantes. No somos humanos para ellos, porque somos criminales».
Las divisiones sociales y nacionales en el ejército son una cínica estratagema para intentar que las bajas se limiten a determinados grupos de población. Ahora, Strana informa de que Rusia está llevando a cabo una campaña para añadir a las listas a los inmigrantes que han recibido recientemente la ciudadanía rusa, preparándolos para ser llamados a filas.
Strana estima que el ejército ruso en Ucrania cuenta con 500.000 efectivos, mientras que cada mes se movilizan 20.000 más. Se trata de un ritmo ligeramente inferior al de hace unos meses. Si hemos de creer las cifras, indica que el ejército ruso, al menos hasta ahora, se siente confiado en sus reservas. Se está preparando otra oleada de movilizaciones, para la que se llamará a otros cientos de miles de hombres, pero esto significará probablemente relevar a un buen número de los que ya están en el frente. Si están planeando un aumento considerable de los efectivos en el frente, aumentarán las apuestas, tanto para el propio Putin como para la guerra.
El hecho de que Putin haya podido evitar hasta ahora una verdadera movilización general explica en parte la relativa estabilidad de Rusia, en comparación con Ucrania. Putin ha hecho todo lo posible por aislar a la población de la guerra, incluidas las consecuencias económicas. Ha concedido ayudas a las pensiones y al salario mínimo frente a la inflación, y ha subvencionado hipotecas para ayudar al alicaído sector inmobiliario. A los soldados también se les están ofreciendo importantes paquetes salariales, a menudo superiores a lo que podrían haber cobrado en empleos civiles.
Este intento de apuntalar la estabilidad política también ayuda a explicar la oposición de Putin a los partidarios de la línea dura en Rusia, que han estado exigiendo una movilización total.
Las consecuencias políticas de la guerra en Occidente
Pero las consecuencias económicas de la guerra se dejan sentir en Occidente. Las diversas sanciones y el corte del suministro de gas ruso están teniendo un impacto decisivo en la inflación europea en particular. Los gobiernos han gastado decenas de miles de millones de euros para proteger a los hogares y las empresas del encarecimiento de la energía.
Pero esto se ha hecho con dinero prestado. Y con la subida de los tipos de interés ejerciendo más presión sobre las finanzas públicas, los recortes están a la orden del día.
Estados Unidos ya ha gastado 113.000 millones de dólares, y ahora Biden pide otros 24.000 millones. Pero se enfrenta a una resistencia cada vez mayor. El mes pasado, un tercio de los republicanos de la Cámara de Representantes votó a favor de prohibir a la administración el envío de más ayuda de emergencia a Ucrania.
El fracaso de la contraofensiva está minando aún más el apoyo. El copresidente del Caucus Ucraniano del Congreso, Andy Harris, declaró en una reunión con sus electores: «Lo siento, no tenemos tanto dinero». Hasta ese momento, había sido partidario de la ayuda.
«Creo que ha llegado el momento de hacer un llamamiento realista a las conversaciones de paz. Sé que el presidente Zelenskiy no quiere», dijo Harris a su público en el ayuntamiento. «Pero el Presidente Zelenskiy, sin nuestra ayuda, perdería abyectamente la guerra. Y con nuestra ayuda, no está ganando. Ahora está en un punto muerto».
Esto también se refleja en los sondeos de opinión, que a principios de agosto indicaban que el 55% se oponía a más financiación para Ucrania, cifra que aumentó al 71% entre los republicanos, que controlan la Cámara de Representantes. En febrero de 2022, el 62% de los estadounidenses pensaba que Estados Unidos no había hecho lo suficiente para apoyar a Ucrania, pero esta cifra ha caído ahora al 48%.
Por supuesto, Estados Unidos no se ha quedado sin dinero en sentido absoluto, e incluso los 113.000 millones de dólares sólo constituyen una décima parte del déficit presupuestario total. Sin embargo, la cuestión no son tanto las cifras absolutas, sino que los recortes están a la orden del día, y si quieren justificar esos recortes en sanidad, seguridad social, etc., no se puede ver a los políticos dando cheques en blanco a Ucrania.
La reciente decisión de enviar F-16 ha provocado la oposición de la extrema derecha holandesa, que califica la decisión de «locura» y acusa al Gobierno de llevar al país a la guerra. El Partido Socialista Holandés (antes maoísta) también se quejó de la medida, aunque de forma totalmente cobarde. Afirmaron que primero debería haberse debatido en el Parlamento. Después de lo cual, el traslado habría recibido presumiblemente su apoyo, ¿o…? Con semejante liderazgo de la izquierda, no es de extrañar que la extrema derecha esté ganando terreno en Europa.
En Alemania, la oposición al suministro de armas ha sido asumida por la ultraderechista AfD, que a pesar de su política reaccionaria, al menos habla claro: tanto Rusia como Ucrania saldrán perdiendo de la guerra, ¡y el único ganador será Estados Unidos! Se podría añadir que los perdedores no serán tanto los oligarcas de Ucrania y Rusia como los trabajadores de ambos países, que pagarán el precio más alto. Tampoco está tan claro que el balance global para la clase dominante estadounidense vaya a ser positivo. Sin embargo, el sentimiento expresado por la AfD conecta con el estado de ánimo en Alemania, particularmente en el Este.
Las diversas sanciones y el corte del suministro de gas ruso están teniendo un impacto decisivo en la inflación europea en particular. Image: PES Communications, Flickr
El partido se está montando en una ola de oposición a la participación de Alemania. El 52% de los alemanes se opone a la entrega de misiles Taurus, mientras que el 36% está a favor, según una encuesta de ARD. En Alemania del Este, el porcentaje se eleva al 70 por ciento. Los votantes de AfD fueron los que más se opusieron, con un 76 por ciento, mientras que los votantes de Los Verdes y FDP fueron los que más se mostraron a favor (68 y 56 por ciento respectivamente). Son los Verdes «pacifistas» los que se han convertido en los partidarios más entusiastas de los misiles crucero.
Los últimos sondeos de opinión dan al canciller del SPD, Olaf Scholtz, un índice de aprobación del 22%, lo que le convierte en el líder menos popular del G7. Sin duda, su reciente paquete de austeridad no ha ayudado. Desde el estallido de la guerra, mientras que los Verdes y el SPD han perdido juntos seis puntos en las encuestas, la AfD ha ganado seis puntos y ha superado así al SPD como segundo partido del país. El SPD se ha sacrificado así en el altar del imperialismo.
El fracaso de la contraofensiva agrava todos los problemas políticos a los que se enfrentan los dirigentes occidentales en su país, lo que les empuja ahora en la dirección de las negociaciones.
¿Negociar o no negociar?
No es la primera vez que se plantea la cuestión de las negociaciones. Antes de que empezara la guerra, Rusia ofreció negociar a cambio de garantías de seguridad (como descartar que Ucrania entrara nunca en la OTAN). En aquel momento, Biden insistió en que esa cuestión no era negociable. Occidente defendería el derecho de Ucrania a entrar en la OTAN. Aunque, por supuesto, Ucrania no puede entrar realmente en la OTAN.
En una entrevista especialmente sincera con Le Figaro, Nicolas Sarkozy, ex presidente francés, criticó a Occidente por haber planteado a los ucranianos la cuestión de la adhesión a la UE. Es, en el mejor de los casos, «falso»: «Estamos vendiendo promesas falaces que no se cumplirán».
Por supuesto, fue ampliamente condenado por todo tipo de hipócritas y halcones. Sin embargo, decía la verdad. La UE no puede absorber a Ucrania porque rompería toda la financiación del bloque y crearía otra corriente de migración hacia la UE, que es lo último que quieren los líderes de la UE. Claro que pueden conseguir un acuerdo de libre comercio. Quizá incluso alguna ayuda para evitar que el país se hunda por completo. Pero en realidad nadie quiere admitirlos como miembros.
Lo mismo ocurre con el ingreso en la OTAN. Ucrania no puede ingresar mientras mantenga una disputa fronteriza. No se trata sólo de una cuestión de formalidades vacías. La entrada de Ucrania sin resolver el conflicto con Rusia arrastraría abiertamente a toda la OTAN al conflicto. Esto haría surgir el espectro de una guerra nuclear, y no es lo que a Occidente le interesa en absoluto. Todo el plan de Washington era, por el contrario, dejar que los ucranianos lucharan y murieran, no Occidente.
Al defenderse contra el ala derecha del Partido Republicano, el líder Republicano del Senado, Mitch McConnell, dejó salir el gato del saco en lo que respecta a algunos de los objetivos de Estados Unidos en este conflicto:
«Como he dicho en repetidas ocasiones, el envío de capacidades letales occidentales al frente ha sido una inversión directa en la propia seguridad de Estados Unidos de varias maneras concretas.
«En primer lugar, equipar a nuestros amigos en el frente para que se defiendan es una forma mucho más barata -tanto en dólares como en vidas estadounidenses- de degradar la capacidad de Rusia para amenazar a Estados Unidos.
«En segundo lugar, la eficaz defensa ucraniana de su territorio nos está enseñando lecciones sobre cómo mejorar las defensas de los socios amenazados por China». No es de extrañar que altos funcionarios de Taiwán apoyen tanto los esfuerzos para ayudar a Ucrania a derrotar a Rusia.
«En tercer lugar, la mayor parte del dinero que se ha destinado a la ayuda a la seguridad de Ucrania no va realmente a Ucrania. Se invierte en la fabricación de material de defensa estadounidense. Financia nuevas armas y municiones para las fuerzas armadas estadounidenses para reemplazar el material más antiguo que hemos proporcionado a Ucrania.»
Así pues, Estados Unidos quiere desangrar a Rusia, aprender algunas lecciones para una posible guerra con China, gastar munición vieja y conseguir una excusa para otra carrera armamentística. Y aunque Mitch McConnell no lo diga, Estados Unidos también tiene otro objetivo bélico: obligar a Alemania a romper su dependencia económica de Rusia. En ningún momento el objetivo era verse arrastrado a la lucha en sí. Todo lo contrario.
También se ha planteado la cuestión de devolver a Ucrania a sus fronteras de 1991, o incluso a las de 2021. Pero eso ya está descartado, dado que la ofensiva ha fracasado, un resultado previsible una vez que quedó claro que el ejército ruso se había atrincherado con 200.000-300.000 soldados más que hace un año. Los suministros de armas occidentales no podían compensar la diferencia.
Pero si esta guerra hubiera sido simplemente por la «soberanía» y la «defensa del territorio ucraniano», como se afirma, y no por degradar «la capacidad de Rusia de amenazar a Estados Unidos», como dijo McConnell, entonces los combates del último año tendrían muy poco sentido. En abril del año pasado, Ucrania y Rusia habían llegado a un acuerdo provisional, según Foreign Affairs:
«Rusia se retiraría a su posición del 23 de febrero, cuando controlaba parte de la región de Donbás y toda Crimea, y a cambio, Ucrania prometería no solicitar el ingreso en la OTAN y, en su lugar, recibir garantías de seguridad de una serie de países».
Esto habría devuelto Jersón y posiblemente incluso Mariúpol a Ucrania. Pero la guerra nunca fue por eso. Boris Johnson, en nombre de Biden sin duda, se apresuró a echar por tierra el acuerdo, prometiendo un apoyo masivo de Occidente a Ucrania. Está claro que, en aquel momento, Estados Unidos y sus perros falderos británicos aún no estaban preparados para poner fin a la lucha.
Estados Unidos quiere desangrar a Rusia, aprender algunas lecciones para una posible guerra con China, gastar munición vieja y conseguir una excusa para otra carrera armamentística. Imagen: IDOM
Tras la pérdida de entre 50.000 y 100.000 vidas más, ahora están presionando a los ucranianos para que lleguen a un acuerdo, en condiciones mucho peores. Ahora corren rumores de que Zelenski está intentando convocar elecciones, con el fin de otorgarse un mandato para firmar un acuerdo con los rusos, antes de que sus índices de popularidad se desplomen.
Incluso el Jefe de Estado Mayor del Secretario General de la OTAN ha sugerido que Ucrania ceda territorio a cambio de entrar en la OTAN. Naturalmente, esto provocó una airada respuesta de Kiev, y el funcionario tuvo que disculparse. Pero revela lo que Occidente está considerando en privado.
Queda por ver si los rusos estarán dispuestos a sentarse a la mesa de negociaciones en este momento. Sin duda, dependerá de las condiciones que se ofrezcan. El ejército ruso está empezando a hacer preparativos bastante ruidosos para una ofensiva propia. Esto puede ser una moneda de cambio útil. La dinámica de la situación es tal que Rusia está mucho mejor situada para jugar a largo plazo.
Los ucranianos de a pie han tenido que pagar un precio muy alto por esta guerra, y seguirán pagándolo durante décadas. Su ira se dirigirá contra los oligarcas y políticos ucranianos responsables de permitir que su país se convirtiera en escenario de un conflicto interimperialista.
No es de extrañar que el gobierno ucraniano se queje de la falta de suministros de armas occidentales. Aunque en cierto modo se sienten justificadamente agraviados por no haber recibido todas las armas prometidas, también necesitan culpar a alguien. Los líderes occidentales, en particular Estados Unidos, pueden observar las consecuencias desde una distancia segura, un lujo que Zelenski no puede permitirse.
Occidente, a su vez, se está preparando para culpar a los ucranianos. Como se ha señalado, ya les han criticado por no estar suficientemente dispuestos a lanzarse al fuego de la artillería rusa. Sin duda, Occidente dirá que eran demasiado corruptos; demasiado poco realistas, etc. Tirarán barro y verán qué se pega para preparar a la opinión pública para una retirada.
Mientras mantienen una pretensión cada vez más tibia de respaldar a Ucrania hasta la victoria, está claro que Occidente piensa que se acerca el momento de negociar. ¿Cuáles serían los términos que saldrían de esa negociación? Rusia pedirá ahora condiciones más estrictas que antes. Pero incluso si los ucranianos consiguen volver al statu quo anterior a la guerra, lo que parece muy optimista, ahora sería con el añadido de cientos de miles de millones de deuda, la pérdida de decenas de miles de hogares, la pérdida de industrias, de infraestructuras y de decenas de miles de vidas. Ucrania ya era uno de los países más pobres de Europa, devastado por la restauración del capitalismo en la década de 1990. Esta guerra ha traído otro desastre más sobre la población.
Los términos de cualquier acuerdo supondrán, sin duda, otra abultada factura para los trabajadores de Rusia, Ucrania y Occidente, sin resolver ninguna de las cuestiones que condujeron a la guerra.
Los trabajadores de Occidente pagarán la factura de las armas enviadas a Ucrania durante la guerra, parte de la reconstrucción y una nueva carrera armamentística. Si Occidente se sale con la suya, el resto de los activos estatales de Ucrania serán saqueados y el gobierno cargará con una deuda que tardará generaciones en pagar. Y, por supuesto, en Rusia, una vez que se asiente la polvareda, el ejército necesitará reponer sus arsenales para prepararse para luchar en otra guerra, y desarrollar nuevas generaciones de armas en la carrera armamentística. En otras palabras, cualquier paz no se parecerá en absoluto a la paz, sino simplemente a los preparativos para más enfrentamientos.
Lejos de ser una batalla por la «soberanía» o «contra la agresión rusa», esta guerra es una guerra por poderes entre Occidente y Rusia. Es el resultado de las crecientes contradicciones entre las potencias imperialistas. Al igual que el proteccionismo y las sanciones, esta guerra es simplemente un reflejo de la lucha entre ellas. Es otra guerra sin sentido librada para defender los intereses de los bancos y las multinacionales, en la que los trabajadores y los pobres pagan el precio.
Con resultados trágicos y previsibles, el capitalismo y su compañero el imperialismo quedan una vez más expuestos en su desnuda brutalidad. El cinismo absoluto de los dirigentes de las naciones imperialistas ha quedado a la vista de todos. Pero esto no nos lleva a la desesperación por el estado del mundo, sino que refuerza nuestra determinación de acabar con la miseria de este sistema moribundo.
Cuando ayer la noticia del fallecimiento de Ievgeni Prigozhin llegó a los titulares, los expertos habituales aparecieron en nuestras pantallas de televisión con la presteza de una bandada de buitres, ansiosos por recoger los huesos de un animal muerto en la sabana africana.
Hicieron las preguntas más profundas e interesantes: ¿Prigozhin estaba en el avión o no? ¿Estaba vivo o estaba muerto? ¿Sobreviviría la organización Wagner o perecería? ¿Podría ser este otro punto de inflexión en la guerra en Ucrania? ¿Significará esto la inminente caída de Vladimir Putin? Y así sucesivamente.
Las preguntas brotaban como gas de un oleoducto reventado. Pero no hubo ninguna respuesta. Excepto una cosa, en la que todos los “expertos” fueron unánimes: que todo es muy complicado. Y que, para citar la célebre frase de Winston Churchill, Rusia es “un enigma, envuelto en un misterio, dentro de un enigma”.
No hace falta decir que estas perlas de sabiduría no nos llevan muy lejos. Es más, un poco de reflexión pronto servirá para deshacernos de todos los misterios, acertijos y enigmas. Mostrará que, lejos de ser extremadamente complicado, lo ocurrido no es en absoluto un acertijo, un misterio o un enigma, sino algo muy simple.
¿Quién era Prigozhin?
Ievgeni Viktoróvich Prigozhin era miembro de la oligarquía rusa. Conocido internacionalmente como el líder del grupo mercenario Wagner, ascendió desde una posición humilde en la vida (se dice que una vez vendió perritos calientes en San Petersburgo) a una posición elevada entre la camarilla gobernante del Kremlin, convirtiéndose en un confidente cercano de Vladimir Putin.
Sus enemigos lo llamaban despectivamente “el chef de Putin”, y era propietario de restaurantes y empresas de catering que prestaban servicios al propio Kremlin. Pero, como Lenin advirtió una vez sobre Stalin: se trataba de un cocinero que servía platos picantes.
Prigozhin era el arquetipo del escalador social: un delincuente ambicioso que desarrolló una habilidad especial para escalar el poste resbaladizo que condujo a las vertiginosas alturas del poder estatal en el período caótico que siguió al colapso de la Unión Soviética.
Comenzó su ascenso en el último peldaño de la escalera, como alguien que conocía bien el interior de una prisión soviética, no por una resistencia heroica al régimen estalinista, sino simplemente como un delincuente de poca monta.
Su habilidad como escalador social fue superada sólo por el hombre que más tarde se convirtió en su maestro, amigo y confidente: Vladimir Vladimirovich Putin. Y aunque siguieron dos caminos muy diferentes hacia el poder: uno como delincuente de poca monta, el último outsider; el otro, como oficial menor de la KGB: eran moral y psicológicamente del mismo tipo: oportunistas y arribistas sin principios con egos descomunales y ambiciones a la altura.
Un régimen bonapartista
Desde la caída de la Unión Soviética, Rusia ha experimentado una contrarrevolución en todos los sentidos de la palabra. No se trata sólo de una cuestión de destrucción de la economía planificada nacionalizada. Ha habido un retroceso colosal de la cultura a todos los niveles.
La oligarquía burguesa que ahora gobierna Rusia se ha enriquecido saqueando las riquezas del Estado soviético. Pero los oligarcas luchan constantemente por una mayor proporción de esta riqueza. Requieren un “hombre fuerte” que mantenga el orden y proteja sus intereses. El nombre de este «Hombre Fuerte» es Vladimir Putin.
Su antecesor fue el payaso borracho de Boris Yeltsin, que fue persuadido de dimitir en favor del primero.
El régimen de Putin es de bonapartismo burgués. Puede intentar lograr un equilibrio entre diferentes clases y facciones, pero, en última instancia, se basa en la violencia organizada del Estado y los órganos de represión estatal. Pero esta base es demasiado estrecha para garantizar la estabilidad del régimen. Putin necesita crear puntos de apoyo adicionales.
Él mismo ha acumulado una gran fortuna a través de todo tipo de negocios turbios, estafas, robos y corrupción. Esto significa que no puede permitirse el lujo de perder el poder por miedo a terminar en prisión. Debe aferrarse al poder por todos los medios a su alcance.
Prigozhin desempeñó un papel clave en esta estrategia.
Hay un proverbio inglés que dice: “pájaros del mismo plumaje se juntan”. Era sólo cuestión de tiempo antes de que estos dos desesperados se reconocieran el uno en el otro y se dieran cuenta instintivamente de que podrían ser de gran utilidad el uno para el otro en la búsqueda del poder.
La única pregunta en esta interesante ecuación era: ¿quién estaba usando a quién?
Imagen: GRF
No se puede decir que Putin o su compañero de crimen poseyeran signos notables de poder intelectual. Estos individuos tienen un desprecio arraigado por los intelectuales: una aversión profundamente arraigada a las generalizaciones teóricas amplias de cualquier tipo.
¡No! Se ven a sí mismos como hombres de acción. Siguen el célebre lema de Goethe (aunque probablemente nunca habían oído hablar de él): “En el principio fue el hecho”. ¿Y qué actos pueden ser más eficaces que los actos de violencia?
Eso es lo que Alejandro Magno quiso decir cuando cortó el nudo gordiano con su espada. Porque la violencia, en último análisis, está detrás de todo poder, ya sea el poder organizado del Estado o la violencia mezquina de las bandas criminales en las esquinas.
Ambos hombres aprendieron muy bien esa lección, aunque provenían de extremos muy diferentes del espectro social. Establecieron una especie de simbiosis mutuamente beneficiosa.
Putin permitió a Prigozhin participar libremente en el saqueo del Estado. A cambio, compró los servicios de un secuaz leal en quien se podía confiar para llevar a cabo cualquier tarea (por desagradable o sucia que fuera) ordenada por el Jefe del Kremlin.
Un paso clave en el avance de su protegido fue el establecimiento de la compañía Wagner –una compañía privada de mercenarios que tenía prácticamente libertad para operar tanto dentro como fuera de Rusia–, especialmente en África, donde participaba en actividades mineras y otras actividades altamente rentables, además de ofrecer ayuda militar a regímenes que eran considerados amigos de Rusia.
Esta fue una empresa muy rentable que hizo a Prigozhin fabulosamente rico. También infló su ego a un nivel en el que se veía a sí mismo como un rival potencial de su maestro.
Este no era un hecho muy aconsejable desde el punto de vista de su salud y bienestar personal. Pero en la vida en general, y en la política en particular, estas cosas tienen una lógica propia.
Mareado por el éxito, Prigozhin parecía haber perdido de vista el hecho de que todavía dependía enteramente del Estado ruso; es decir, en última instancia, de Vladimir Putin.
De hecho, según una investigación de 2022 realizada por The Insider y Der Spiegel, las actividades de Prigozhin “están estrechamente integradas con el Ministerio de Defensa de Rusia y su brazo de inteligencia, el GRU”.
El motín de junio
La guerra de Ucrania sirvió para inflar aún más el ego de Prigozhin. Los primeros errores cometidos por el Alto Mando ruso, en contraste con los éxitos de los comandos Wagner en Bajmut, tuvieron un doble efecto.
En primer lugar, aumentó el prestigio de Prigozhin y Wagner, ante la furia del Comando del Ejército, que reaccionó reduciendo los suministros a Wagner y saboteando así sus operaciones en Ucrania. Los generales comenzaron a presionar a Putin para que disolviera completamente a Wagner y lo integrara en el ejército regular.
Prigozhin se resistió ferozmente a esto y denunció airadamente a los generales Serguéi Shoigú y Gerasímov por incompetencia. El conflicto finalmente terminó con el fallido motín liderado por Prigozhin en junio y la llamada marcha sobre Moscú, que terminó colapsando.
¿Qué quería Prigozhin?
Los acontecimientos que llevaron al colapso del motín siguen sin estar claros. ¿Se imaginó Prigozhin que podría derrocar a Putin y asumir el poder? Esto no parece probable, aunque la conducta de Prigozhin parecía calculada para provocar una ruptura abierta con su jefe.
Aunque no criticó directamente a Putin y limitó sus ataques a Shoigú y Gerasímov, Prigozhin no podía ignorar que, al hacerlo, estaba lanzando un desafío directo al propio presidente.
Por su conocimiento personal de Vladimir Putin, debe haber sido muy consciente de que se trataba de un hombre que no puede tolerar ni siquiera el más mínimo desacuerdo. La crítica más leve resulta en el castigo más severo. Participar en una manifestación pacífica puede conllevar una larga pena de prisión.
Sin embargo, aquí había un hombre que encabezó un levantamiento armado contra el gobierno, un levantamiento que provocó varias muertes de personal militar.
Vladimir Putin dejó más que claros sus sentimientos. Lo llamó “traición” y una “puñalada por la espalda” contra Rusia. Prometió que los perpetradores serían castigados. Pero los líderes del motín nunca fueron arrestados, juzgados ni acusados de ningún delito.
Se dice que Prigozhin fue invitado a ir a Bielorrusia como invitado de honor del presidente Lukashenko, llevándose consigo a todos los wagneristas que permanecían leales a él, mientras que el resto tenía la alternativa de unirse al ejército ruso o regresar a sus hogares.
¡Esto ni siquiera fue una amonestación menor!
Al comentar sobre el compromiso acordado (poner fin al motín a cambio de inmunidad procesal), un periódico ruso comentó:
“Este tipo de compromiso normalmente se hace con opositores políticos. Nunca con criminales y terroristas. ¿Significa eso que ahora deberíamos ver al señor Prigozhin como una figura política?
La gente en Moscú y en otros lugares se quedó preguntándose qué diablos estaba pasando. Ahora ya no necesitan preguntarse más.
La venganza es un plato que se sirve frío
El presidente Joe Biden dice que “no le sorprendió” la noticia de que Prigozhin pudo haber muerto en un accidente aéreo en Rusia.
“No sé con certeza qué pasó, pero no me sorprende”, dijo Biden, y agregó: “Pocas cosas pasan en Rusia sin que Putin tenga algo que ver. Pero no sé lo suficiente para conocer la respuesta”.
Detrás de la fraseología diplomática, el mensaje suena alto y claro:
¡PUTIN MATÓ A PRIGOZHIN!
¿Es esa la explicación más probable? Es, con diferencia, la más probable; de hecho, es la única creíble. Putin tenía todas las razones para desear deshacerse de Prigozhin, y ninguna para querer que permaneciera en la tierra de los vivos.
No es nada extraño que ordene su muerte. Sería realmente muy extraño que no lo hubiera hecho. Como hemos tenido ocasión de comprobar, Vladimir Vladimirovich es un hombre de piel muy fina. Él ni perdona ni olvida.
Hasta el más mínimo insulto, tarde o temprano, será vengado. Y lo que Prigozhin dijo e hizo no fue poca cosa. En junio, infligió a Putin lo que equivalió a un insulto humillante. Y ha pagado el precio inevitable de su audacia.
La venganza, como suele decirse, es un plato que se sirve mejor frío. Era una práctica común en los días del Imperio Romano que el Emperador invitara a alguien de quien quería deshacerse a asistir a una cena en el palacio, donde sería atacado, atado y ejecutado en una variedad de formas pintorescas para el entretenimiento de los invitados.
Sería muy propio de Putin haber persuadido a su viejo amigo a que abandonara su motín a cambio de los términos más liberales dictados por la vieja amistad y el entendimiento mutuo.
Parece que, a pesar del exilio sugerido en Bielorrusia, Prigozhin fue visto en varias ocasiones activo dentro de la Federación Rusa, incluso estuvo presente en la reciente recepción de jefes de Estados africanos en el Kremlin. Huelga decir que nada de esto habría sido posible sin el acuerdo explícito de Vladimir Putin.
El desafortunado Prigozhin quedó así arrullado por una falsa sensación de seguridad, imaginando ingenuamente que su viejo amigo perdonaría y olvidaría sus pecados. Si fuera así, entonces se trató de un error de cálculo muy grave que finalmente le llevó a la muerte en un misterioso accidente aéreo, mientras viajaba de Moscú a San Petersburgo.
Esta no sería la primera vez que Putin se deshace de sus enemigos mediante el exterminio físico. De hecho, la lista es bastante larga y variada. Organizar un accidente aéreo es un medio muy sencillo de lograr este fin, y es muy probable que eso sea precisamente lo que ocurrió. Al menos en esto, no tenemos motivos para estar en desacuerdo con Joe Biden.
Putin nunca podría olvidar ni perdonar el golpe fallido de Prigoyin.
Pero la lógica interna y el significado de estos acontecimientos es un asunto completamente diferente. No sorprende que un régimen bonapartista recurra a métodos de este tipo. Un régimen bonapartista es inestable por su propia naturaleza. El bonapartismo ruso no es una excepción.
Detrás de la apariencia de solidez, el régimen de Putin es inherentemente inestable. Existen numerosas contradicciones, divisiones y conflictos entre diferentes sectores de la oligarquía, y estos conflictos inevitablemente aumentarán en el próximo período.
La ruptura entre Putin y Prigozhin es simplemente el ejemplo más obvio de esto. El problema inmediato se ha resuelto con el simple expediente del asesinato de Estado. Pero ninguna cantidad de represión y violencia puede servir para eliminar las debilidades fundamentales del régimen actual.
Sin embargo, el inevitable alarde de Occidente está totalmente fuera de lugar. Predijeron que el motín de junio conduciría a la Guerra Civil en Rusia. Ellos estaban equivocados. Putin afrontó ese incidente sin mucha dificultad, aunque claramente fue un shock para él y su camarilla.
Este asunto tampoco tuvo ningún efecto real en la guerra en Ucrania, que, a pesar de todas las esperanzas de Occidente, está yendo muy mal para Ucrania. El sentimiento de cansancio de la guerra entre la población crece cada hora. La tan cacareada “contraofensiva” ha sufrido una derrota humillante.
Y las divisiones en el régimen ucraniano resultarán incluso más violentas que las que observamos ahora en Rusia. La presión sobre Zelenski para que negocie sobre la base del sacrificio de tierras por paz se está volviendo intensa. El resultado bien podría ser el colapso del gobierno de Kiev, un golpe de Estado o incluso el asesinato de Zelenski.
¿Y qué pasa con las tensiones y contradicciones que existen en los llamados regímenes democráticos de Occidente? Es cierto que Joe Biden no disfruta de la posibilidad de eliminar físicamente a su enemigo, Donald Trump. Un afortunado accidente aéreo no parece una solución inmediata a sus problemas, al menos en el futuro inmediato.
Sin embargo, la indecente prisa del establishment estadounidense por librarse del peligro de una victoria de Trump en las próximas elecciones presidenciales mediante el simple expediente de ponerlo tras las rejas no difiere en nada de la motivación con la que el hombre del Kremlin busca resolver sus problemas políticos.
No está del todo claro que haya una Guerra Civil en Rusia antes de que haya una Guerra Civil en los Estados Unidos de América. Las contradicciones económicas, sociales y políticas en Estados Unidos son tan graves como las de Rusia, si no más.
Recordemos que no hace mucho tiempo una turba de más de 2.000 alborotadores asaltó el Congreso de Estados Unidos, muchos de los cuales destrozaron y saquearon partes del edificio del Capitolio, incluidas las oficinas de la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi y de otros miembros del Congreso.
Los alborotadores también agredieron a agentes de la policía del Capitolio y a periodistas, e intentaron localizar a legisladores para capturarlos y agredirles. Estos acontecimientos son un testimonio elocuente de las profundas fisuras que dividen a la sociedad estadounidense.
De hecho, todo el mundo occidental está siendo socavado por una profunda crisis del sistema capitalista, que puede sumergirlo en crisis revolucionarias mucho más rápidamente de lo que la mayoría de la gente puede imaginar.
Estamos presenciando una profunda crisis de legitimidad y descomposición moral de todo el sistema capitalista. El último drama legal del ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump, es solo uno más en una interminable sucesión de escándalos, errores y disputas internas del establishment en todos los niveles. Desde el parlamento hasta la policía, pasando por la prensa y las instituciones religiosas, cada pilar del gobierno burgués se está pudriendo desde adentro. ¿Por qué está sucediendo esto, por qué ahora y qué significa para la lucha de clases?
En los países capitalistas avanzados, la clase dominante tuvo siglos para construir una intrincada maquinaria estatal e ideológica para gestionar sus asuntos. Cuando las cosas van bien, la máquina funciona relativamente sin problemas. Siempre hay un oscuro submundo de corrupción y luchas internas por el poder personal dentro de las instituciones capitalistas. En períodos de estabilidad, esto es más fácil de ocultar y las masas están más o menos contentas de seguir el espectáculo o ignorar la política por completo.
Pero las contradicciones del capitalismo siempre se reafirman. En referencia a la crisis del período de entreguerras, Trotsky escribe en Su moral y la nuestra (1938):
“La vida económica de la humanidad se encontró en un callejón sin salida. Los antagonismos de clase se exacerbaron y se manifestaron a plena luz. Los mecanismos de seguridad de la democracia comenzaron a hacer explosión uno tras otro. Las reglas elementales de la moral se revelaron todavía más frágiles que las instituciones de la democracia y las ilusiones del reformismo. La mentira, la calumnia, la venalidad, la corrupción, la violencia, el asesinato cobraron proporciones inauditas”.
Estas palabras podrían haber sido escritas hoy. Las capas claramente más miopes y venales de la clase dominante y sus representantes han salido a la superficie, luchando por el poder y el prestigio personal entre ellos, causando más daño a un sistema que ya está enfermo.
A la luz de los interminables escándalos de élites que salen a la superficie, incluidos los multimillonarios y políticos mencionados en la “libreta negra” del traficante sexual de menores Jeffrey Epstein; el descarado acaparamiento y fraude expuestos en los Papeles de Panamá y Pandora; y mucho más, la putrefacción moral de la alta sociedad es imposible de ignorar.
Las masas están viendo a sus gobernantes tal como son en realidad, y no les gusta lo que ven. La Encuesta Mundial de Valores 2022 encontró que los participantes del Reino Unido y Estados Unidos tenían “muy poca confianza” o “ninguna en absoluto” en: la Iglesia (56,2 y 45,7 por ciento), la Prensa (85,7 y 69,7 por ciento), el gobierno (74,9 y 65,7 por ciento), las elecciones (45,2 y 59,7 por ciento), las grandes empresas (59,2 y 67,5 por ciento) y los bancos (44,2 y 54,7 por ciento).
El índice de Confianza Global Edelman 2023, que mide la fe pública en varias instituciones, encontró que solo el 37 y el 45 por ciento de los encuestados en el Reino Unido y Estados Unidos confían en su gobierno. Mientras tanto, el mismo estudio encontró que los encuestados de todo el mundo consideran que “los Ricos y Poderosos” son la fuerza más “divisiva” en la sociedad. Todo esto apunta a una creciente hostilidad hacia la clase capitalista y las instituciones que sostienen su dominio.
Gran Bretaña está experimentando una profunda crisis de confianza en las instituciones capitalistas: el total acumulado de muchos años de escándalos, corrupción y degradación del establishment. Esto coincide con una crisis especial del capitalismo británico, que está en camino de ser la economía G7 con peor desempeño en 2023, con una deuda nacional que supera el 100 por ciento del PIB por primera vez en 62 años. Como escribe The Observer:
“Las décadas de 1940 y 1950 a menudo se consideran una época dorada para la democracia, cuando Gran Bretaña y sus aliados triunfaron contra el fascismo antes de que el consenso de la posguerra impulsara la formación del estado de bienestar y el Servicio Nacional de Salud. En esos días teníamos una nación en general satisfecha consigo misma y con sus valores, y casi completamente sin cuestionar su sistema de gobierno. Desde entonces, como mostramos hoy, ha habido un declive gradual en la confianza en los políticos, hasta el punto en que hoy es casi inexistente, planteando profundas preguntas sobre la salud y la futura viabilidad de todo nuestro sistema democrático”.
La degeneración de la clase capitalista británica en jugadores especulativos, al haber vendido la plata de la familia a través de la privatización y la falta de inversión en la industria, también ha impulsado a un grupo de charlatanes interesados en sí mismos al primer plano político. El Brexit fue liderado por estos recién llegados oportunistas, que siguen en guerra con un ala más ‘seria’ que representa los intereses de las grandes empresas y la City.
Antes de las elecciones de 2019, Boris Johnson prorrogó el parlamento, pasando por encima de las convenciones democráticas en un intento de forzar un acuerdo de Brexit duro a través de un Parlamento bloqueado. Su mandato como primer ministro, lleno de escándalos, fue terminado por un golpe del establishment, seguido poco después por la destitución de su igualmente desastrosa sucesora, Liz Truss.
Después de pasar por dos primeros ministros en tres meses, los capitalistas británicos se vieron obligados a exponer su sistema ‘democrático’ como un fraude al imponer un ‘par de manos seguras’ (Rishi Sunak) sin un mandato electoral ni del país ni de su partido. Lo que esto revela es una debilidad, desunión y falta de confianza en sí mismos por parte de la clase dominante.
Las luchas dentro de los conservadores se llevan continuamente a la luz pública. Frente a un informe del Comité de Privilegios que concluyó que mintió sobre la celebración de fiestas ilegales en la residencia del primer ministro en 10 Downing Street durante el bloqueo de COVID-19 de 2020, Johnson renunció al Parlamento (aunque no antes de recompensar a un grupo de aliados con títulos nobles). Luego calificó inmediatamente al Comité de Privilegios como un “tribunal de feria” y un “asesinato político”. Sunak ni siquiera se atrevió a ordenar a su partido que votara para confirmar el informe del Comité de Privilegios, ni siquiera asistió a votar él mismo, por temor a una guerra civil explosiva con los aliados de Johnson.
Mucho se ha escrito en la prensa sobre el “legado vergonzoso” de Johnson, mientras que los diputados laboristas blairistas agitaron sus dedos. No importa que estas damas y caballeros hayan colaborado para ayudar a Johnson a llegar al poder en primer lugar, cuando la alternativa era el izquierdista reformista Jeremy Corbyn. Es revelador que la clase dominante no pudiera encontrar a nadie mejor que un mentiroso y fanfarrón conocido para neutralizar el movimiento Corbyn. Habiendo impulsado a Johnson y a sus seguidores, ahora tienen la tarea de limpiar la basura que esta turba ha dejado en sus instituciones.
Pero Johnson y su círculo no son un caso aislado. Westminster está lleno de mentirosos sórdidos, corruptos y criminales. Por ejemplo, una investigación el año pasado encontró que más de 50 diputados enfrentan acusaciones de conducta sexual inapropiada, en todos los partidos. Mientras tanto, el ala más oportunista del Partido Conservador, como la Secretaria de Estado de Interior Suella Braverman y el Vicepresidente Conservador Lee Anderson, acusan a los conservadores ‘convencionales’ de ser demasiado blandos, y se entregan a ataques viciosos de ‘guerra cultural’ contra los migrantes, las personas LGBT y otros grupos oprimidos para ganarse el favor de los elementos más retrógrados de la sociedad.
El declive prolongado del capitalismo británico no ha proporcionado a las masas una existencia digna. Sin soluciones reales, la clase dominante está desesperadamente dividida sobre cómo proceder. Y encima de eso, no se beneficia de representantes confiables para navegar por estos mares agitados. Por el contrario, las condiciones de confusión y decadencia favorecen el avance de arribistas y demagogos patéticos. No les importa la legitimidad del sistema en su conjunto, sino solo su propio avance personal, y se desgarran públicamente mientras abusan sin vergüenza de sus privilegios. Todo esto ayuda a convertir una situación mala en una aún peor.
Comprensiblemente, el público está cansado del espectáculo poco edificante. Un informe de la Oficina de Estadísticas Nacionales encontró que solo el 35 por ciento de la población del Reino Unido confía en su gobierno nacional.
Fuego, furia y decadencia senil
La situación no es mejor al otro lado del Atlántico. Después del ‘Fuego y Furia’ de la presidencia de Donald Trump, había algunas ilusiones de que Joe Biden restauraría un mínimo de decoro a Washington. Tales esperanzas han sido desmentidas.
El mandato de Biden comenzó con el asalto al Capitolio por parte de una turba de seguidores reaccionarios de Trump. Desde entonces, la polarización social y la desconfianza en el gobierno han permanecido altas, mientras que la profunda crisis del capitalismo estadounidense ha frenado varias promesas hechas durante la campaña electoral de Biden.
Con la inflación teniendo su impacto y la vida empeorando día a día, las apariciones públicas balbuceantes y confusas de Biden han hecho poco para restaurar la confianza en su régimen. También ha ayudado repetidamente a sus oponentes (no es que los republicanos tengan soluciones tampoco). Por ejemplo, intentar llegar a un acuerdo con el Departamento de Justicia de EE. UU. salvará a su hijo Hunter de la prisión, a cambio de declararse culpable de tres delitos federales para resolver cargos fiscales y de armas, lo que provocó acusaciones de corrupción y favoritismo.
Según el rastreador de aprobación presidencial de FiveThirtyEight, solo el 38,6 por ciento de los estadounidenses aprueba el trabajo que está haciendo Biden como presidente, y el 56,3 por ciento desaprueba. Y según Newsweek, el 40 por ciento del público todavía cree que las elecciones de 2020 fueron “robadas”.
Lejos de desaparecer, Trump ha explotado sus (hasta la fecha) tres acusaciones por varios cargos federales (desde el manejo de documentos clasificados hasta intentar revertir el resultado de las elecciones de 2020) para acusar a Biden, así como al fiscal especial del Departamento de Justicia, Jack Smith, de conspirar para evitar que se postule nuevamente en 2024.
Al igual que Johnson, Trump es un megalómano oportunista sin escrúpulos para arrastrar la legitimidad de la democracia burguesa por el barro para obtener ganancias personales. Los liberales burgueses juegan directamente en sus manos al usar instituciones estatales como el FBI y los tribunales en su contra, reforzando su imagen como enemigo del “establishment”.
Su acusación más reciente coincidió con un aumento de 13 puntos en su apoyo entre los votantes republicanos y lo vio alcanzar la paridad en las encuestas nacionales con el titular. La menos estúpida de la burguesía sabe que esto está sucediendo, pero parece incapaz de ayudarse a sí misma. Como escribió recientemente el Washington Post:
“Probablemente haya escuchado muchas veces hasta ahora que esto es único, que ningún expresidente ha enfrentado una, mucho menos más de una, acusación penal. Tal vez, antes de que se produjera este estado aparentemente inevitable de cosas, también asumió que estas acusaciones podrían finalmente interrumpir el apoyo político hasta ahora indiscutible de Trump. Que incluso si superaba otras crisis y escándalos, seguramente una acusación podría causar un daño político real.
“Hasta ahora, la historia de la contienda por la nominación republicana es que, si ha habido algún efecto en absoluto, ha sido aumentar la posición de Trump”.
Cada ataque de la clase dominante a Trump a través de sus instituciones solo fortalece el apoyo a Trump a los ojos de millones de estadounidenses para quienes estas instituciones están completamente desacreditadas. De hecho, todos los pilares del establishment estadounidense son considerados con creciente desprecio. Una encuesta de Gallup encontró que la confianza en 14 instituciones importantes (la Presidencia, la Corte Suprema, el Senado y el Congreso, etc.) promedió el 27 por ciento, el punto más bajo desde 1979.
Estas instituciones se enfrentan entre sí en beneficio de una u otra facción de la burguesía estadounidense, pero en detrimento de todos. Durante su presidencia, Trump chocó abiertamente con los servicios de inteligencia. La Corte Suprema (abarrotada de jueces de la derecha republicana) ha librado una guerra abierta con el ejecutivo demócrata, fallando en contra de los derechos al aborto, la acción afirmativa, la libertad de expresión LGBT y el alivio de la deuda estudiantil. Cualquier ilusión persistente de que la Corte Suprema sea un árbitro “neutral” de la justicia ha sido demolida.
La suma de todo esto se puede medir en datos de encuestas. El Centro de Investigación Pew encontró que el 24 por ciento de los estadounidenses dijo que podía confiar en el gobierno al menos la mayor parte del tiempo en 2022, en comparación con el 73 por ciento en 1958 y el 55 por ciento en 2001. El edificio entero de la democracia estadounidense está siendo golpeado por la pelea irresponsable en Washington.
Arrogancia
El problema central que atormenta al establishment es que los políticos burgueses se ven obligados por la crisis del capitalismo a llevar a cabo ataques contra la clase trabajadora, lo que socava su popularidad. Esto se ve agravado por la arrogancia de los líderes burgueses, cuya creencia en su derecho divino a gobernar inflama aún más el estado de ánimo en la sociedad. Hemos visto esto ocurrir recientemente en Francia en relación con la reforma de las pensiones.
El presidente Emmanuel Macron es la personificación de la arrogancia burguesa. También encabeza un gobierno débil, que carece de una mayoría en la Asamblea, lo que significa que se vio obligado a emplear el artículo 49.3 de la Constitución francesa para imponer un proyecto de ley para aumentar la edad de jubilación en dos años sin una votación. Esto echó gasolina al fuego de una huelga y un movimiento de protesta masiva que ya estaba alcanzando proporciones insurreccionales.
A pesar de lograr su objetivo inmediato, gracias a la debilidad de los burócratas sindicales y la izquierda política, la popularidad personal de Macron ha caído al nivel más bajo desde las protestas de los chalecos amarillos en 2018-2019, al 28 por ciento. Él se burló altivamente de esto, afirmando: “entre las encuestas de opinión a corto plazo y el interés más amplio de la nación, elijo (este último)”.
Y al mismo tiempo, advirtió que: “la multitud, en cualquier forma que tome, no tiene legitimidad frente a las personas que se expresan a través de sus representantes electos”.
Se ha demostrado a la gente que sus votos no valen nada, que sus opiniones no tienen importancia y que si se embarcan en el camino de la lucha, serán recibidos con garrotes y gas lacrimógeno. Entonces, ¿qué deben hacer?
Todo esto ha dado como resultado una situación en la que las masas consideran que la Quinta República y su presidente merecen el desprecio que se les tiene. Este estado de ánimo no se limita a Francia. En todas partes, las personas están viendo cómo sus ilusiones democráticas, construidas durante muchas décadas, se rompen descuidadamente. En última instancia, el costo político para la burguesía superará el beneficio de cualquier victoria política individual.
Intrigas y conspiraciones
Los cuerpos armados de hombres del capitalismo han gozado históricamente de aprobación generalizada por parte de las masas, ayudados por una propaganda incesante en los medios de comunicación, películas y televisión que retratan a la policía y al ejército como “los buenos”. Pero los acontecimientos están tomando su efecto.
El asesinato de George Floyd por Derek Chauvin en 2021 fue solo uno de una larga serie de asesinatos policiales de hombres afroamericanos en los Estados Unidos, y la ola de protestas que provocó tuvo la mayor participación de cualquier movimiento similar en la historia de Estados Unidos. En Francia, solo necesitamos señalar los disturbios masivos que estallaron hace apenas unas semanas después del tiroteo de un adolescente franco-argelino para ver que el mismo sentimiento hacia la policía está desarrollándose allí. Y en Gran Bretaña, los últimos años han revelado un lodazal de abuso y corrupción en el corazón mismo de la policía.
La Policía Metropolitana en particular ha sido revelada como un estercolero, albergando a violadores y asesinos notorios como David Carrick y Wayne Couzens. El Informe Casey de 2023 calificó a la Metropolitana de “institucionalmente racista, sexista y homofóbica”, y de “no apta para su propósito”. Poco antes de su publicación, la Comisaria de la Metropolitana, Cressida Dick, se jubiló en desgracia, dejando tras de sí una serie de acusaciones de mala gestión, corrupción y colusión con el Partido Conservador. Como era de esperar, la confianza en la Metropolitana cayó del 70 por ciento en 2016 al 45 por ciento en 2022.
Increíblemente, el exdirector de la Oficina Independiente de Conducta Policial (IOPC), Michael Lockwood, que ocupó este cargo hasta diciembre del año pasado, ha sido acusado de violar a una menor en la década de 1980. Mientras la policía ofrece refugio seguro para violadores y asesinos, incluso el organismo ‘independiente’ encargado de vigilar el mal comportamiento policial estuvo dirigido por un hombre acusado de horrendos delitos sexuales. ¿Quién vigilará a los vigilantes?
La disminución del apoyo a la policía es un problema especialmente agudo para la clase dominante, que anticipa una intensificación de la lucha de clases en el futuro, de ahí el renovado ataque de los Tories a las libertades civiles con una serie de proyectos de ley para aumentar los poderes policiales. No podrán confiar en la conformidad pública en la misma medida que en el pasado.
Otras secciones de los cuerpos armados del Estado también han visto afectadas sus reputaciones. Varias desastrosas aventuras militares y la retirada fallida de Afganistán han disminuido el apoyo a las fuerzas armadas de Estados Unidos.
Pew informa que la proporción de estadounidenses que expresan una “gran confianza” en las fuerzas armadas para “actuar en el mejor interés del público” ha caído 14 puntos desde noviembre de 2020, del 39 al 25 por ciento. Incluso entre los republicanos (que suelen ser firmemente a favor del ejército), la aprobación a las fuerzas armadas cayó del 81 al 71 por ciento entre 2021 y 2022, según Gallup. Esto refleja y contribuye a una falta de entusiasmo público por la guerra, lo que limita el imperialismo estadounidense para imponer su voluntad en el escenario mundial.
La policía y las fuerzas armadas no son las únicas instituciones respetadas que están bajo fuego. La reputación de la Familia Real Británica ha sufrido una serie de escándalos en los últimos años, incluida la vergonzosa caída en desgracia del príncipe Andrés, luego de evidencia de relaciones con Jeffrey Epstein (una investigación de la Metropolitana sobre esto fue misteriosamente abandonada). La continuación de la disputa entre el príncipe Harry y su familia también ha sido un debacle embarazoso para los Windsor.
Una encuesta realizada por el Centro Nacional de Investigación Social sobre el enfoque hacia la coronación del Rey Carlos III encontró que solo el 29 por ciento de los británicos considera que la monarquía es “muy importante”: la proporción más baja registrada, frente al 35 por ciento desde 2022. Entre los jóvenes de 18 a 34 años, la cifra fue de solo el 12 por ciento. Esta actitud se reflejó en el efímero efecto de la muerte de la Reina Isabel II, que después de una semana o dos de “duelo nacional” impuesto, fue en su mayoría olvidado.
El hecho de que sus (muy humanos) asuntos personales sean arrastrados a la vista pública está arruinando el carácter distante y místico de la monarquía, debilitando el potencial de la institución como punto de apoyo para la reacción en caso de un aumento revolucionario.
Además, años de delitos y corrupción acumulados han disminuido la autoridad moral de las instituciones religiosas. Si bien la Iglesia Católica es conocida por los escándalos de abuso, no es la única culpable. Recientemente se anunció que el Consejo del Arzobispo, el principal órgano de la Iglesia de Inglaterra, había despedido a la Junta Independiente de Salvaguardia (ISB) creada para supervisar cómo la Iglesia maneja los casos de abuso. El ISB saliente se quejó de que la Iglesia había interferido en su trabajo hasta el punto de que no podía funcionar.
No es sorprendente que, por primera vez en la historia, una minoría de británicos se consideren cristianos, un 46,2 por ciento en 2021, lo que representa una caída de 13 puntos porcentuales en una década. Incluso en Estados Unidos, un país tradicionalmente bastante religioso, donde el lobby cristiano representa una poderosa fuerza política, la piedad está en declive. El número de estadounidenses que se identifican como cristianos ha disminuido en seis puntos porcentuales desde 2017 (según Gallup).
Mentiras, propaganda y guerras culturales
El papel de los medios de comunicación como brazo de propaganda de diferentes facciones de la clase dominante se está volviendo cada vez más evidente. Un puñado de multimillonarios reaccionarios controlan las plataformas mediáticas tradicionales y nuevas más grandes. Estos magnates moldean el panorama mediático a su gusto, asegurando que se dirija un flujo interminable de veneno contra los trabajadores y la izquierda mientras se defienden los intereses capitalistas.
También se benefician de estrechos vínculos con la élite política. La última fiesta anual en el jardín de Rupert Murdoch reunió a una lista de figuras importantes del establishment de Westminster, incluidos Sunak, el líder laborista Sir Keir Starmer, la Canciller de la Oposición Rachel Reeves y el Alcalde de Londres Sadiq Khan, lo que muestra claramente las credenciales de establishment de la dirección laborista de derecha.
También hay una puerta giratoria entre los medios de comunicación y los salones del poder. Boris Johnson tiene una columna en el periódico de derecha Daily Mail. El ex canciller conservador y arquitecto de la austeridad, George Osbourne, fue editor del Evening Standard, por ejemplo.
No solo las plataformas de propiedad privada abiertamente partidistas como Fox News, sino también los organismos estatales “imparciales” como la BBC están revelando cada vez más su lealtad al establishment político.
Un ejemplo revelador en abril de este año fue cuando el ex presidente de la BBC, Richard Sharp, se vio obligado a renunciar después de que se descubriera que había co-firmado un préstamo de £800.000 para nada menos que Boris Johnson. En varias ocasiones, la BBC cedió a la presión de la derecha Conservador para suprimir críticas percibidas, mientras que ningún estándar similar limita los ataques contra izquierdistas y trabajadores en huelga. Sin mencionar décadas de ocultar comportamientos sórdidos de grandes estrellas, puestos en el punto de mira por la reciente polémica en torno al presentador de noticias Huw Edwards, a quien el igualmente corrupto periódico The Sun acusa de haber pagado una suma de cinco cifras por imágenes sexuales de una joven de 17 años.
En el pasado, las masas habrían aceptado en gran medida las noticias de su periódico o programa de noticias preferido como moneda de buena fe. En la actualidad, la gente está convencida de que se les está mintiendo. En 2003, el 80 por ciento de los británicos confiaban en la BBC para decir la verdad. Hoy, la cifra ha caído al 38 por ciento. Apenas el 34 por ciento de los estadounidenses confían en los medios de comunicación masivos para informar las noticias “completamente, con precisión y justicia”, un nivel casi récord bajo según Gallup.
La falta de una explicación clara y basada en clases por parte de la izquierda ha abierto el campo para que los periódicos reaccionarios y los demagogos de pequeña escala exploten el escepticismo justificado al difundir teorías de conspiración, mentiras y chovinismo reaccionario. El único propósito de esta basura es distraer a las personas de la verdadera fuente de los problemas de la sociedad: el capitalismo en crisis.
Un ejemplo reciente particularmente forzado vio al periódico conservador The Telegraph afirmar que los profesores en el Rye College en Essex estaban permitiendo que los escolares “se autoidentificaran como gatos… caballos, dinosaurios e incluso lunas”, en un extraño ataque con mensaje cifrado contra las personas transgénero. La polémica incluso llevó a una carta oficial a Ofsted por parte de la Ministra de Igualdades, Kemi Badenoch, exigiendo una inspección de la escuela. Es un testimonio de la disfunción del capitalismo y sus órganos que se presente obvias tonterías como distracción del precario estado de la sociedad.
El ala liberal del establishment, por su parte, no entiende nada; y en cualquier caso, está demasiado desacreditada para defenderse. Además, acaba propagando sus propias teorías de conspiración: como culpar constantemente a su propia disminución de popularidad por la interferencia rusa, la influencia nefasta de las redes sociales o una histeria masiva inexplicable. En un artículo para The Guardian sobre el aumento de las teorías de conspiración, uno de estos comentaristas liberales escribe:
“En un mal día, parece que nuestra política ahora consiste nuevamente en un centro lleno de tecnócratas aburridos, con, a ambos lados, culturas salvajes de prejuicio y paranoia, que suman al aparentemente creciente número de voces que afirman que el negocio mundano de la democracia no es más que un engaño”.
El problema es que el autor está hablando de Gran Bretaña: un país donde el Primer Ministro fue designado en un golpe de palacio a instancias de los mercados; donde ambos partidos principales tienen un consenso en llevar a cabo la austeridad y los ataques a los trabajadores; y donde los medios de comunicación y la policía han colaborado demostrablemente con el gobierno por interés mutuo. ¡El “negocio mundano de la democracia” es un engaño! Nadie confía en una palabra de lo que se les dice, y nadie está presentando una alternativa.
Depresión democrática
Estamos viviendo un período en el que los principios morales, ideológicos y democráticos elementales de la sociedad se están desmoronando. Los ricos son más ricos que nunca, mientras que el resto de nosotros rara vez lo ha tenido peor. Los líderes políticos de la clase capitalista pelean como gatos en un saco. Instituciones antes sagradas huelen a abuso y corrupción. Los medios de comunicación públicos y los periódicos respetados en los llamados “países libres” apenas ocultan su papel como propaganda del establishment.
Mientras tanto, los ataques contra la clase trabajadora continúan aumentando la polarización y la tensión en la sociedad. Martin Wolf, comentarista principal de economía en el Financial Times, acaba de escribir un libro llamado “La crisis del capitalismo democrático”. Como un representante más perspicaz de la clase dominante, al menos tiene alguna idea de la situación que enfrentan los capitalistas en los próximos años. Escribe:
“Hoy, al igual que a principios del siglo XX, vemos cambios enormes en el poder global, crisis económicas y la erosión de democracias frágiles… el mundo está en una ‘recesión democrática’. ¿Qué tan cerca podría estar de una depresión democrática, en la que la democracia se subvierte incluso en estados donde se pensaba que era sólida desde hace mucho tiempo? El capitalismo de mercado, también, ha perdido su capacidad para generar aumentos ampliamente compartidos en la prosperidad en muchos países…
“Las democracias liberales de hoy son las sociedades más exitosas en la historia humana, en términos de prosperidad, libertad y bienestar de su gente. Pero también son frágiles. Descansando en el consentimiento, requieren legitimidad. Entre las fuentes más importantes de legitimidad se encuentra la prosperidad ampliamente compartida. Una gran parte de la razón de la erosión de la confianza en las élites ha sido, en consecuencia, una disminución económica relativa a largo plazo de partes significativas de las clases trabajadora y media, empeorada por los impactos económicos, en particular la crisis financiera global”.
Esto es completamente cierto, pero los capitalistas no tienen una solución. Si bien las crisis nunca siguen una línea descendente ininterrumpida, no habrá un retorno a la prosperidad general, ni se restaurará la legitimidad de las instituciones capitalistas.
Una parte significativa de las masas está empezando a comprender que las instituciones del orden burgués no son aptas para su propósito. No pueden reformarse, sino que deben ser derrocadas.
El asco justificado que sienten las masas hacia el viejo orden debe ser canalizado hacia la tarea de construir una sociedad nueva y mejor. Los burócratas y traidores de la clase capitalista al frente de las organizaciones reformistas serán cada vez más expuestos y arrastrados por la marea creciente de la lucha de clases en el próximo período.
A medida que se agudizan las líneas de clase en la sociedad, nosotros, los comunistas, debemos declarar una guerra de clases implacable contra el capitalismo y todas sus instituciones.
La Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (ECOWAS, por sus siglas en inglés) se reunió el pasado jueves en Abuja, capital de Nigeria, para debatir cómo responder al reciente golpe de Estado en Níger. El plazo fijado por la ECOWAS para que los golpistas se hicieran a un lado y restablecieran en el poder al presidente Mohamed Bazum expiró el domingo anterior sin que se produjera la intervención militar con la que países como Nigeria habían amenazado.
Al término de la reunión del jueves, la ECOWAS emitió un vago comunicado en el que afirmaba haber acordado reunir una fuerza militar “de reserva”, pero añadió inmediatamente que la intervención militar en Níger sería el último recurso. No dieron más detalles sobre cómo sería la fuerza que pretenden reunir ni qué medidas podría tomar.
El presidente nigeriano y actual presidente de la ECOWAS, Bola Tinubu, se sintió avergonzado cuando su propuesta de movilizar tropas para una intervención militar en Níger fue rechazada por el Senado nigeriano. Por lo tanto, no está claro si el ejército nigeriano formaría parte de esta “fuerza de reserva”, ya que el senado había votado en contra del despliegue militar.
Lo que esta farsa demuestra claramente es que existen profundas divisiones en la clase dirigente nigeriana. Una parte de ellos entiende que la intervención militar no sería lo mejor en este momento.
Lo que también resulta interesante es que la ECOWAS ha emitido su propia declaración, independientemente de Nigeria, afirmando que la intervención militar sólo se consideraría como último recurso. Esto demuestra aún más la división en las clases dirigentes de la región.
La posibilidad de desplegar tropas en Níger no es muy popular en Nigeria, sobre todo entre los jóvenes. El sábado se celebraron protestas en el Estado de Kano contra la amenaza de una intervención militar. Los manifestantes corearon: “Los nigerinos son nuestros hermanos, los nigerinos son nuestra familia”, y “Níger es nuestro, no queremos la guerra, la guerra contra Níger es una injusticia, un complot de las fuerzas occidentales”.
Este sentimiento está especialmente arraigado en los Estados fronterizos con Níger, donde la población comparte profundos lazos étnicos. Lo que la clase dirigente nigeriana teme especialmente es que la propia Nigeria se vea afectada por las consecuencias de una intervención militar. Las protestas juveniles de “EndSars”, que comenzaron en 2020, aún están frescas en la memoria de los nigerianos. Existe la posibilidad de que esto se intensifique en caso de una intervención militar en un país vecino. Además, está la cuestión de desencadenar una inmediata crisis humanitaria y de refugiados.
ECOWAS anunció fuertes sanciones e incluso amenazó con una intervención militar en Níger.
Otro factor disuasorio es que este golpe cuenta con el apoyo popular en Níger y en toda la región. Para muchos, sobre todo los jóvenes, se trata de un golpe contra el imperialismo francés. Este sentimiento está muy arraigado en toda la región francófona, especialmente en Burkina Faso, Malí, Guinea y Senegal.
Un claro ejemplo de ello son las manifestaciones diarias en las calles de la capital, Niamey, en apoyo a los golpistas. El pasado domingo 13 de agosto, una manifestación de decenas de miles de personas se congregó en un estadio de la capital cuando expiraba el plazo fijado por Tinubu para devolver al poder al depuesto presidente Bazum.
The Economist citó a Nassiru Mahamadu, un vendedor de verduras de Niamey indignado porque la ECOWAS se plantee siquiera enviar tropas a Níger: “Si vienen aquí, nosotros [los civiles] iremos a la guerra junto al ejército”. Este sentimiento es típico y este apoyo masivo es un factor importante en la ecuación actual.
Por lo tanto, el escenario inmediato más probable es el inicio de algún tipo de diálogo. La semana pasada, el general Abdurahmán Tchiani había aceptado en principio iniciar el diálogo con la ECOWAS tras su reunión con eruditos islámicos nigerianos.
El odio al imperialismo francés en ebullición
Uno de los factores subyacentes que alimentan todo el proceso en África Occidental y el Sahel es un intenso sentimiento de odio contra el imperialismo francés. Por esta razón, la intervención militar directa de Francia es muy poco probable. De hecho, esto podría incendiar todo el continente africano. Lo más probable es que los franceses prefieran capear el temporal y ganar tiempo.
Tras la Segunda Guerra Mundial, Francia ha mantenido un estrecho control en el África francófona a través de lazos políticos, económicos y de seguridad, tanto para servir a sus intereses como para conservar un último bastión de su debilitado prestigio imperial.
Desde la Segunda Guerra Mundial, África se ha mantenido como una región clave para los intereses del imperialismo francés. Imagen: survie.org
En marzo de 2008, el ex Presidente francés Jacques Chirac declaró: “Sin África, Francia descenderá al rango de tercera potencia mundial”. El predecesor de Chirac, François Mitterrand, afirmó que: “Sin África, Francia no tendrá historia en el siglo XXI”.
Las consecuencias de esta política para África fueron la dependencia servil de la economía francesa; la dependencia del ejército francés; y la política de puertas abiertas a la empresa privada francesa para saquear y expoliar esta región.
Durante décadas, catorce países de África Occidental y Central han tenido sus reservas nacionales en manos del banco central francés en virtud de acuerdos monetarios esencialmente coloniales. Se trata de Benín, Burkina Faso, Costa de Marfil, Malí, Níger, Senegal, Togo, Camerún, República Centroafricana, Guinea Bissau, Guinea Ecuatorial, Chad, Congo-Brazzaville y Gabón.
La Asamblea Nacional francesa aprobó en mayo de 2020 una ley que ratifica el fin del “franco CFA” y, con él, la obligación de los países de depositar sus reservas en el Banco de Francia. Sin embargo, en la práctica sigue existiendo la misma relación, y los críticos africanos califican las reformas de más “simbólicas” que reales.
Se calcula que Francia tiene ahora en su tesoro cerca de 500.000 millones de dólares anuales del dinero de los países africanos. Además, los países africanos no tienen acceso a este dinero. De hecho, Francia obligó a sus antiguas colonias a depositar hasta el 65% de sus reservas de divisas en el Banco Central francés, más otro 20% para pasivos financieros, con lo que sólo tienen acceso al 15% de su propio dinero. Si necesitan más, tienen que pedir prestado su propio dinero a Francia a tasas comerciales.
Un parásito asfixiante
Francia ha tenido el primer derecho a comprar cualquier recurso natural hallado en el territorio de sus ex colonias. Se dieron preferencias a los intereses y empresas francesas en el ámbito de la contratación pública.
Francia mantuvo el derecho exclusivo a suministrar equipamiento militar y formación a los militares africanos, desplegando tropas e interviniendo en países africanos para defender los intereses de Francia. Y estos países estaban obligados a aliarse únicamente con Francia en situaciones de guerra o crisis.
En los últimos 70 años, Francia ha protegido sus intereses en África con medidas económicas, mediante acciones encubiertas y decenas de intervenciones militares. En los últimos años, Francia ha intervenido en varias ocasiones en el África subsahariana, además de recurrir a operaciones de inteligencia y vigilancia y a innumerables campañas militares semipermanentes.
Los franceses han estado en la primera línea de la esclavización, la colonización y el saqueo del África francófona, robando su oro, sus diamantes y otros recursos naturales. En resumen, Francia ha desangrado África.
Ha sido una sanguijuela parasitaria y asfixiante para la región. Y esto ha alimentado, en gran medida, los resentimientos acumulados contra ella a causa de su injerencia política y sus intervenciones armadas. También explica por qué la reciente serie de golpes de Estado, llevados a cabo por una capa de la casta de oficiales, es tan popular en la región.
Una situación explosiva
Todo ello ha creado con el tiempo una situación explosiva. No es de extrañar que los franceses sean tan impopulares. Presidentes y ministros son recibidos con protestas cuando visitan las antiguas colonias francesas en África.
El proceso de radicalización en África Occidental dio un giro cualitativo tras las revoluciones árabes de 2010-2015. En Nigeria, asistimos al movimiento Occupy Nigeria, directamente inspirado en la revolución egipcia. En 2012 se produjo el movimiento para destituir a Abdullah Wade en Senegal. En 2014 hubo un movimiento revolucionario que destituyó a Blaise Compaorré en Burkina Faso. También hubo movimientos revolucionarios en Togo y Gabón.
Además, Francia presionó fuertemente para que la OTAN interviniera en Libia contra Muamar Gadafi. Esto supuso otro giro en la situación. El objetivo de esta intervención era cortar de raíz la Revolución Árabe, por supuesto. Pero una consecuencia de ello ha sido la desestabilización de África Occidental y del Sahel.
Los yihadistas se trasladaron de Libia al Sahel y a África Occidental, y la OTAN y el imperialismo francés les siguieron. Esto echó más leña al fuego de los ánimos revolucionarios en desarrollo.
En Burkina Faso, que ha entrado en un periodo revolucionario, esto provocó un estado de ánimo insurreccional, ya que las masas se armaron para contraatacar.
El de Níger es el último de una serie de golpes de estado dirigidos contra el imperialismo occidental y francés.
En septiembre de 2022 se lanzó una iniciativa para reclutar 50.000 voluntarios civiles de las fuerzas de defensa para luchar contra los yihadistas. La situación se estaba volviendo peligrosa para la clase dirigente. Los oficiales subalternos, que en estos países representan un barómetro sensible del estado de ánimo general, decidieron moverse.
Lo que está muy claro es que el imperialismo francés está perdiendo el control de África Occidental. El golpe en Níger es un golpe para el imperialismo occidental. Níger era una pieza clave en la estrategia de Estados Unidos y Francia en África.
Mohamed Bazum era un aliado clave de Occidente. Bajo su mandato, el país era un oasis de aparente estabilidad en una región profundamente inestable. Francia ha estacionado unos 1.500 soldados en Níger, la mayoría trasladados allí tras su humillante expulsión de Malí. Esta alianza abierta con Occidente fue profundamente rechazada por las masas nigerinas. Esto explica el apoyo masivo que están recibiendo los golpistas.
Níger se ha convertido ahora en el último eslabón de una cadena de golpes de Estado que han sacudido la región del Sahel. Todos estos golpes van directamente en contra de los intereses del imperialismo francés y occidental. Burkina Faso exigió la salida de todas las tropas francesas en 2022. Mali expulsó a 2.400 soldados franceses en 2022. Estos golpes representan un cambio en las relaciones mundiales y marcan el comienzo de un nuevo periodo de realineamiento y turbulencias en la crisis del capitalismo.
También hay que recordar que más del 60% de la población de todo el continente tiene menos de 25 años. Esto lo convierte en el continente más joven del mundo. Todas y cada una de las 10 naciones más jóvenes del mundo por edad media están en África, con Níger en primer lugar entre ellas, con una edad media de 14,8 años. Lo que estamos viendo es un proceso de radicalización cada vez más profundo, un proceso que se extenderá por todo el continente africano.
El Congreso de 2023 de la Corriente Marxista Internacional (CMI) marcó un importante punto de inflexión en la historia de nuestra organización, en medio de un cambio radical en la sociedad. Habiendo casi duplicado nuestras fuerzas desde la pandemia, el Congreso estuvo lleno de espíritu combativo juvenil y determinación. Se reunieron más de 400 camaradas de más de 40 países, recaudaron 630.000 euros para la causa revolucionaria y declararon triunfalmente: ¡los comunistas han llegado!
Miles más siguieron las sesiones en línea, con 200 camaradas siguiendo desde Pakistán, una gran reunión colectiva de camaradas suizos justo al otro lado de los Alpes, y muchos más en todo el mundo desde Toronto a Londres.
El Congreso tuvo lugar del 7 al 12 de agosto en Italia, en el contexto de una crisis capitalista histórica. Cada vez más trabajadores y jóvenes se sienten atraídos por las ideas del comunismo como la única salida, y el Congreso estuvo unido en su voluntad férrea de llegar a estas capas y construir la organización revolucionaria que la clase trabajadora necesita para ganar la batalla del futuro y derribar finalmente este sistema podrido.
Muchos de los delegados e invitados mostraron una inmensa resolución para llegar al evento. Camaradas, desde Pakistán hasta Perú, se enfrentaron a largos viajes y a racistas regulaciones de visado para poder asistir. Un camarada de Mauritania viajó durante tres días a través de varios países para visitar el Congreso. Un camarada paquistaní pasó 56 horas viajando a Italia para participar (después de que su visado fuera retrasado continuamente), y fue recibido con una ovación por los camaradas cuando llegó al quinto día del Congreso. ¡Este es el tipo de coraje que necesitamos!
El mundo en crisis
El Congreso se abrió con un emotivo homenaje a Esteban Volkov, nieto del revolucionario ruso León Trotski, que falleció tristemente este año. Los camaradas guardaron un minuto de silencio para reflexionar sobre la firme defensa que Esteban hizo de las verdaderas tradiciones de Trotski, del bolchevismo y de la Revolución Rusa.
Esteban Volkov fue una de las últimas conexiones entre nuestra generación y aquella otra forjada en un período de feroz lucha entre revolución y contrarrevolución, en la época que comenzó con la Revolución Rusa de 1917 y terminó con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Como ellos, estamos en el umbral de un nuevo período mundial de agitación revolucionaria.
Abriendo el Congreso con una discusión sobre las perspectivas para la revolución mundial, el editor de marxist.com, Alan Woods, explicó la importancia de entender los procesos concretos de la lucha de clases en el mundo que nos rodea, comparando las perspectivas de la CMI con un mapa y una brújula. Sin una comprensión de hacia dónde se dirige la lucha de clases, estaríamos perdidos en la marea de los acontecimientos.
Comenzando su charla, Alan destacó que “la profunda crisis del capitalismo es clara hasta para un ciego”. La deuda global ha alcanzado proporciones desorbitantes, alrededor de 300 billones de dólares – el 350 por ciento del PIB mundial. Esto no tiene precedentes.
Después de un largo período de globalización, este proceso se ha convertido en su contrario, con la desintegración de la economía mundial en bloques. El proteccionismo y la rivalidad imperialista están en aumento, sentando las bases para conflictos militares y guerras comerciales.
Este Congreso tiene lugar un año y medio después del inicio de la guerra en Ucrania. En medio de una contraofensiva estancada, el régimen de Kiev se ha sumido en la desesperación. Está consumiendo las reservas de proyectiles de artillería, vehículos y municiones acumuladas por sus patrocinadores imperialistas occidentales.
En este conflicto indirecto entre potencias imperialistas, el lema de los comunistas en todas partes es el de Karl Liebknecht: “¡el enemigo principal está en casa!”. La tarea de los comunistas es, ante todo, luchar contra nuestra propia clase capitalista.
En pocos lugares esto es más difícil que en la propia Rusia, donde los camaradas deben enfrentarse a la represión, las dificultades económicas, la propaganda del régimen y la confusión que difunde la chovinista dirección del Partido Comunista. Y sin embargo, a pesar de todo eso, los camaradas de la sección rusa de la CMI han mantenido con valentía sus principios. Sin vacilar, han continuado la tarea de construir una tendencia genuinamente revolucionaria e internacionalista. Fue con un sentido de inmenso orgullo y solidaridad que todos los delegados, invitados y asistentes en línea escucharon las muchas excelentes contribuciones de nuestra delegación rusa.
La Corriente Marxista Internacional ha adoptado una postura principista e internacionalista en todas partes. De hecho, a las pocas horas del estallido del conflicto, publicamos una declaración exponiendo nuestro análisis y nuestra postura internacionalista. Los reformistas y los sectarios se ven obligados a sonrojarse por las palabras que escribieron ayer mismo. Pero más de un año después, no sentimos la necesidad de cambiar una palabra de nuestra declaración, que fue aprobada por unanimidad por el Congreso.
La guerra está acelerando la fractura del mundo en bloques contendientes. El declive del imperialismo estadounidense ve desafiado el poder de Washington en partes del mundo que ha dominado durante décadas: en Oriente Medio, en África Occidental y en otros lugares.
La guerra a su vez está impulsando el deslizamiento de la economía mundial hacia una depresión. Ahora, la economía china, que sostuvo la economía mundial después de la crisis de 2008, se está ralentizando y está plagada de deudas. Esto tendrá consecuencias desastrosas para toda la economía mundial.
Como explicó Alan, no hay un solo gobierno en el mundo que pueda reclamar la estabilidad del pasado. Incluso en países tradicionalmente estables, como Estados Unidos y Gran Bretaña, estamos viendo malestar social, disturbios y oleadas de huelgas. En Alemania, todos los partidos que han estado en el poder en la última década están decayendo, y esto fue antes de que el gobierno anunciara recientemente un presupuesto de austeridad de 30 mil millones de euros.
Esto ya no es una perspectiva para el futuro: la lucha de clases ya es un hecho en un país tras otro. La conciencia de las masas avanza rápidamente y puede cambiar completamente en 24 horas bajo estas condiciones.
Esta discusión marcó el tono de todo el Congreso. Vivimos en un período de revoluciones y contrarrevoluciones, donde la conciencia de las masas está en flujo. Estas condiciones son ideales para una lucha concertada para construir una organización comunista internacional, y sólo la CMI posee los medios para hacerlo.
Construyendo una organización bolchevique
Nuestras ideas, perspectivas y análisis son nuestro principal arma y la única justificación para nuestra existencia como organización marxista. Pero las ideas sin organización son como un cuchillo sin hoja. Los métodos necesarios para crear tal organización formaron el contenido de la segunda sesión sobre “Construir una organización bolchevique”, iniciada por Jorge Martín.
Jorge explicó que, en cierto sentido, la CMI es una organización antigua, lleva consigo todas las tradiciones y experiencias del marxismo genuino, remontándose a Marx, Engels y la Primera Internacional.
Pero, en otro sentido, la CMI es muy joven: desde 2020 ha casi duplicado su tamaño. Muchos de los grupos que están sentando las bases para poderosas secciones futuras no existían en 2018. El crecimiento de la CMI ha sido abrumadoramente entre la juventud.
Esta sesión fue precisamente sobre cómo formar y educar a esta capa de jóvenes en los métodos comunistas de centralismo democrático, para crear una organización bolchevique disciplinada, combativa y luchadora.
En la lucha por tal organización, inevitablemente entramos en contacto con una gran cantidad de ideas de sonido radical que impregnan los movimientos obreros y estudiantiles, sobre todo las ideas divisionistas y perniciosas de las llamadas “políticas de identidad”.
Desde las calumnias de que Jeremy Corbyn era una especie de “antisemita”, hasta las declaraciones “pro-LGBT” de Dina Boluarte, que se instaló como presidenta de Perú a través de un golpe de derecha y ahora intenta darse aires “progresistas”, la política de identidad es utilizada por los enemigos de la clase trabajadora para sembrar confusión y división.
Algunos en la izquierda, especialmente en el medio estudiantil pequeñoburgués, creen que es la tarea de los marxistas crear un “espacio seguro” para los oprimidos y los abatidos, a salvo de los problemas del capitalismo.
Pero esa no es la función de la CMI. No estamos construyendo un grupo de apoyo, ni un club social, ni un círculo de lectura intelectual. Estamos unidos en la lucha por el comunismo internacional, y lo que necesitamos son precisamente luchadores.
Como dijo Adam Booth de Gran Bretaña: “No somos vulnerables, somos bolcheviques. Podemos cambiar nuestro entorno… No necesitamos gente entrenada en terapia o resolución de conflictos, necesitamos gente entrenada en el bolchevismo y el marxismo”.
Lucha de clases en la República Romana
Una sesión particularmente atractiva abordó un tema que algunos podrían pensar que está fuera de lugar en un congreso de revolucionarios: el lanzamiento del libro de Alan Woods La lucha de clases en la República romana, publicado recientemente por Wellred Books.
Este nuevo y emocionante volumen representa la primera historia completa de la República romana desde una perspectiva marxista. Pero ¿por qué los marxistas deberían analizar acontecimientos que tienen más de dos milenios de antigüedad?
Desde su fundación por una banda belicosa de campesinos latinos, pasando por las guerras púnicas y el auge de la esclavitud, hasta la caída final de la República y el surgimiento del Imperio, la historia de la sociedad romana estuvo impulsada por una lucha de clases a menudo feroz que está llena de lecciones que no sólo siguen siendo relevantes, sino que siguen siendo una fuente de tremenda inspiración.
Entre estas grandes figuras, Alan señaló la importancia histórica de los hermanos Graco, miembros de la élite gobernante que sin embargo se convirtieron en dirigentes de las masas plebeyas abatidas.
Y, por supuesto, Espartaco, cuyo nombre brilla con fuerza a través de los siglos como el mayor representante revolucionario del mundo antiguo y uno de sus mejores generales, que organizó a los esclavos más desesperadamente oprimidos y los convirtió en una fuerza combativa que pudo asestar golpe tras golpe al poderío de Roma.
En la penúltima noche del Congreso, cientos de camaradas, delegados e invitados de todo el mundo abarrotaron el salón principal para una comisión con dos camaradas del Movimiento Socialista en Catalunya.
Los camaradas explicaron los orígenes de su organización, sus perspectivas y la lucha que están librando por el comunismo. El desarrollo del Movimiento Socialista es extremadamente interesante y es sintomático de una capa de jóvenes que rompen con el reformismo y el colaboracionismo de clases. En cambio, los camaradas han tomado una postura clara sobre la base de las ideas comunistas.
La comisión fue muy interesante para todos los camaradas que asistieron, y permitió un intercambio fructífero y fraternal de ideas.
¿Eres comunista? ¡Entonces, organízate!
La sesión final del Congreso estuvo dedicada a la construcción de la CMI en todo el mundo. El enfoque clave de la sesión fue la audaz nueva campaña de la CMI, centrada en el lema: “¿Eres comunista? ¡Entonces, organízate!”
Este lema pretende captar el estado de ánimo de los millones de trabajadores y jóvenes de muchos países del mundo, que ahora ven el comunismo como la única salida a la crisis actual.
Nuestros enemigos también se están dando cuenta de esto. Los camaradas citaron el reciente informe del Instituto Fraser, que sitúa el apoyo al comunismo entre los jóvenes en países como Gran Bretaña, Estados Unidos y Canadá entre el 20 y el 30 por ciento. Esto significa que hay literalmente millones de trabajadores jóvenes que podrían unirse a una organización comunista en estos países.
El éxito del audaz llamamiento de la CMI a la juventud comunista se muestra en el rápido crecimiento de la organización en muchos países. Socialist Appeal, la sección británica de la CMI, ha pasado de 800 miembros a principios de año a más de 900 ahora, y está en camino de alcanzar el importante hito de 1.000 miembros a finales de año, lo que pondrá firmemente al comunismo en el mapa en Gran Bretaña.
Varias secciones más tienen como objetivo alcanzar un tamaño similar en los próximos años, y otras 8 secciones han superado la marca de los 100 miembros desde el último Congreso presencial.
En Canadá, apenas una semana después del lanzamiento de la campaña, casi 150 personas pidieron unirse a la CMI. Los camaradas transmitieron experiencias similares e inspiradoras en países como Brasil, Suiza y Suecia.
Como dijo el editor de marxist.com Hamid: “El campo está abierto para crecer, y estamos abriendo una nueva etapa en nuestra historia”.
Logros impresionantes
El crecimiento de la CMI ha sentado las bases para importantes avances en todos los frentes a nivel internacional.
Las secciones de la CMI organizan importantes eventos públicos en todo el mundo, como el Festival Revolución en Gran Bretaña, la Escuela de Invierno de Montreal en Canadá, el Pfingstseminar en Austria, las Escuelas Marxistas de Invierno y Verano en Pakistán, la escuela francófona en Suiza y muchas más.
Wellred Books –la editorial de la CMI– ha avanzado mucho en los últimos años. Este año (hasta ahora), Wellred ha vendido 8.200 libros, un paso significativo desde los 5.800 vendidos en todo 2019. Además, la revista In Defence of Marxism-América Socialista –la revista teórica trimestral de la CMI– se distribuye ahora a 30 países internacionalmente.
En 2024, la CMI lanzará el “Año de Lenin”, para conmemorar el centenario de la muerte del gran revolucionario ruso. Esta campaña estará dedicada a defender la vida y las ideas de Lenin contra las calumnias, tanto burguesas como estalinistas, que intentan distorsionar o mistificar las acciones de uno de los más grandes marxistas que ha producido la lucha de clases.
El año se iniciará con la próxima biografía política de Lenin escrita por Rob Sewell, que será una herramienta invaluable para los revolucionarios para aprender sobre las ideas de Lenin y su lucha permanente por el socialismo.
Determinación y sacrificio
Uno de los aspectos más inspiradores del Congreso fue el sacrificio financiero de todos los camaradas, para ampliar y desarrollar el trabajo de la Internacional. En 2018, la CMI se propuso recaudar 500.000 euros en cinco años. Este año, después de cinco años de recaudación decidida, se anunció que hemos recaudado más de 2,1 millones de euros, más que cuadruplicando el objetivo inicial.
En una electrizante colecta, se recaudaron 630.000 euros, superando con creces el ambicioso objetivo de este año de 450.000 euros. Teniendo en cuenta la inflación desorbitada que actualmente azota la economía mundial y el rápido aumento del coste de la vida en muchos países, el alcance de la colecta de este año es aún más impresionante.
Llegaron grandes donaciones de camaradas de naciones capitalistas desarrolladas como Suiza, Canadá y Estados Unidos, pero las contribuciones de los camaradas que viven en los países que sufren el peso de la crisis capitalista fueron aún más conmovedoras y tienen un poderoso significado político.
Las secciones y grupos de la CMI en países desde Venezuela hasta Sri Lanka hicieron increíbles sacrificios que reflejan la determinación de todos los camaradas de elevarse a las tareas históricas a que nos enfrentamos.
¡El mejor Congreso Mundial de nuestra historia!
Concluyendo el Congreso, Hamid dio una estimulante evaluación de la tarea a la que se enfrenta la CMI: “En cada país se ve un proceso decisivo hacia la revolución… Estamos aquí por una causa específica: construir una organización revolucionaria”.
Era evidente para todos los camaradas que este período será un punto de inflexión para la organización, que desarrollará el trabajo a mayores alturas. La CMI es más fuerte y crece más rápido que nunca.
Citando a Lenin, Hamid recordó al Congreso que “el marxismo es todopoderoso, porque es verdad”. La CMI ha podido entrar en esta nueva etapa de crecimiento confiado como resultado directo de nuestra firme comprensión de las ideas del marxismo genuino.
Una organización es el producto directo de las ideas sobre las que se funda. Al cierre del Congreso Mundial de este año, los camaradas estaban más decididos que nunca a desatar el potencial de la CMI en todo el mundo.
Como dijo Hamid, todos los camaradas de la CMI “usarán la energía de este Congreso para impulsarnos a la siguiente etapa…
“Lo que se ha mostrado en este Congreso es el espíritu de solidaridad, determinación revolucionaria y sacrificio de los camaradas, eso es lo que nos da nuestra fuerza invencible y la capacidad para superar todos los obstáculos”.
El establecimiento del gobierno militar en Níger representa un punto de inflexión en el Sahel. Considerado un importante bastión de estabilidad por las potencias occidentales, la rápida caída del gobierno de Niamey, respaldado por Francia, es solo el último de una serie de golpes anti-franceses en una región acosada por la inestabilidad y la interferencia imperialista
Mientras utilizan la retórica anticolonialista, que resuena poderosamente en toda África, estos nuevos regímenes están recurriendo a Rusia en busca de apoyo, estableciendo un nuevo e importante frente en el choque entre el imperialismo occidental y Rusia.
La detención del presidente de Níger, Mohamed Bazum, el 26 de julio, seguida del anuncio del gobierno militar, ha provocado una escalada inmediata de las tensiones en la región. Habiendo sufrido reveses en el llamado “cinturón golpista”, que se extiende desde Guinea en el oeste hasta Sudán en el este, el imperialismo occidental y sus aliados locales están claramente en estado de pánico y están buscando medios para defender sus intereses en la región. .
La Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (ECOWAS), encabezada por Nigeria y respaldada por Occidente, anunció de inmediato fuertes sanciones e incluso amenazó con una intervención militar si Bazum no vuelve al poder a fines de esta semana. Nigeria ya cortó el suministro de electricidad a Níger, que representa el 70 por ciento de la energía del país, en un intento de ejercer más presión.
Esto a su vez ha provocado que los gobiernos de Malí y Burkina Faso anuncien que “una intervención militar contra Níger equivaldría a una declaración de guerra” contra esas naciones, mientras que Guinea se ha pronunciado a favor del golpe y se ha negado a ejecutar las sanciones. Ahora han surgido efectivamente dos bloques regionales, que amenazan con un mayor conflicto e inestabilidad.
Si el régimen golpista se establece firmemente, entonces el antiguo señor colonial de Níger, Francia, es el que más perderá. Francia ha mantenido un control estricto sobre la economía de Níger, incluso desde que obtuvo la independencia formal en 1960 y tiene 1.500 soldados estacionados en el país.
El presidente francés, Emanuelle Macron, lleno de furia, advirtió que “no toleraría ningún ataque contra Francia y sus intereses”, y prometió una acción “inmediata e intransigente” en tal caso.
Pero a pesar de la retórica feroz, hasta el momento, la respuesta de Francia y la UE se ha limitado al cese de las ayudas financieras y la evacuación de los ciudadanos europeos. El ministro francés de Asuntos Exteriores ha negado cualquier intención de intervención militar.
Hipocresía imperialista
Las protestas y lamentaciones en los medios occidentales en nombre de la “democracia” en África suenan huecas. En realidad, son precisamente los siglos de explotación e injerencia imperialista en la región los que han preparado el terreno para la crisis actual.
Desde que Níger se convirtió en colonia francesa en 1922, se ha mantenido a la fuerza en un estado de extrema pobreza y dependencia económica. Más del 41 por ciento vive por debajo de la línea de pobreza absoluta del Banco Mundial de $2,25 por día. Solo el 11 por ciento de la población tiene acceso a saneamiento básico, según el Índice de Transformación de Bertelsmann.
La gran mayoría de los nigerianos vive una existencia extremadamente precaria, basada en el pastoreo nómada y la agricultura de subsistencia en el campo, o trabaja en el ambiguo “sector informal” de las ciudades. Todavía se puede encontrar esclavitud en partes del país, y se cree que el 7 por ciento de la población está sujeta a trabajos forzados.
Al mismo tiempo, Níger es el séptimo mayor productor de uranio del mundo. También exporta oro y petróleo. Y, sin embargo, como siempre ocurre con las naciones pobres y dominadas, ni un solo centavo de esta riqueza llega jamás a la gente del país.
La gran mayoría de las minas de uranio de Níger son propiedad y están controladas por corporaciones extranjeras, de las cuales la francesa Orano es un jugador importante. Mientras tanto, la “ayuda” internacional para el desarrollo, que asciende a casi 2.000 millones de dólares al año, es consumida por una burocracia estatal inflada y corrupta en la capital, que en la práctica forma una élite dependiente que gobierna el país en interés de sus pagadores.
Inestabilidad
A la pobreza extrema de las masas también se ha sumado la desertización progresiva del país como resultado del cambio climático y del flagelo del bandolerismo islamista, un monstruo nacido y alimentado por las intervenciones imperialistas en el Medio Oriente y el norte de África.
La intervención de la OTAN en Libia en 2011, impulsada sobre todo por Francia –en defensa de la “democracia”, por supuesto–, arrastró al país a la barbarie, caracterizada por enfrentamientos entre señores de la guerra rivales y mercados de esclavos en la costa mediterránea.
Pero la desestabilización forjada por el imperialismo occidental no terminó ahí. El colapso del Estado libio inyectó armas y combatientes a través del Sahara, directamente a la región del Sahel. El grupo terrorista islamista Boko Haram ha establecido una presencia permanente en el noreste de Nigeria, mientras que grupos vinculados al ISIS y al-Qaeda han invadido Malí, Burkina Faso y Níger.
En 2013, el gobierno “socialista” de François Hollande envió 1.700 soldados franceses a Mali por invitación del gobierno maliense, establecido en un golpe de estado un año antes. En los años siguientes, se convirtió en una fuerza de ocupación permanente de aproximadamente 3.000 soldados, que operaba junto con las fuerzas estadounidenses en cinco países.
Y, sin embargo, lejos de sofocar la amenaza terrorista, el imperialismo occidental solo ha empeorado el problema. La pobreza y la inestabilidad en la región proporciona un campo de reclutamiento fértil para los grupos islamistas, que ofrecen a los jóvenes indigentes “dinero, mujeres, carne y una motocicleta”, según un excombatiente islamista entrevistado en The Economist. Mientras tanto, se considera que las tropas francesas y estadounidenses solo protegen sus propios intereses imperialistas, y no sin razón.
Ira masiva
En consecuencia, un profundo resentimiento ha crecido constantemente en toda la región, no solo por el fracaso de la intervención francesa para derrotar a los insurgentes islamistas, sino también por un profundo odio al colonialismo francés, encarnado en la presencia de tropas francesas. Se ha informado de manifestaciones en toda la región, pidiendo a las fuerzas francesas que se retiren y, a menudo, evocando el recuerdo de las luchas de sus países por la independencia. En Chad el año pasado, por ejemplo, los manifestantes corearon: “¡Chad es libre y Francia está fuera!”.
Estas protestas a menudo fueron reprimidas por regímenes armados y financiados por la ayuda occidental. En Níger, por ejemplo, que había sido aclamado como un “refugio de estabilidad” por el jefe diplomático de la UE, Josep Borrell, el gobierno “democrático” usó repetidamente la fuerza para reprimir cualquier protesta anti-francesa.
Pero como explicó Marx hace mucho tiempo, cuando se confía continuamente en los cuerpos de hombres armados para garantizar el “orden”, ¿qué les impide finalmente decidir que deben gobernar la sociedad ellos mismos?
En este contexto, los disturbios masivos, la inestabilidad política y los golpes de estado eran inevitables y representan la consecuencia directa del intento del imperialismo francés de fortalecerse en el Sahel. Primero Mali, luego Guinea y Burkina Faso, han experimentado cada uno varios golpes desde 2020.
En ausencia de una dirección revolucionaria que pudiera canalizar el estado de ánimo creciente de ira y odio hacia el imperialismo occidental, los líderes militares han actuado por encima de las cabezas de las masas en nombre de preservar la “soberanía” y el “orden”, apoyándose en este estado de ánimo para elevarse ellos mismos al poder.
En Malí, Burkina Faso y ahora Níger, los golpes se han enfrentado con manifestaciones de apoyo, con miles de consignas anti-francesas. Primero Malí y luego Burkina Faso han desalojado a las tropas francesas de su territorio. Malí incluso ha eliminado el francés como uno de sus idiomas oficiales.
El líder del gobierno interino de Burkina Faso, el Capitán Ibrahim Traore, ha retomado deliberadamente la memoria del destacado líder de la lucha anticolonial en su país, Thomas Sankara. Su primer ministro, Apollinaire Joachim Kyélem de Tambèla, es un destacado ‘sankarista’, y todos los parlamentarios acordaron aceptar un recorte salarial del 50 por ciento.
Ciertamente, ninguno de estos regímenes ha roto con el capitalismo y expropiado a las multinacionales que continúan explotando la región. Pero a pesar de esto, la retórica antiimperialista adoptada por estos regímenes está resonando con el estado de ánimo revolucionario general que existe entre grandes capas de las masas africanas y su odio profundamente arraigado hacia el imperialismo occidental.
Rusia
Un elemento nuevo y extremadamente importante en la ecuación es la ‘alternativa’ que plantea Rusia, que está ocupando el hueco dejado por Occidente en partes de África. En Malí, Burkina Faso y Níger, cada uno de los gobiernos golpistas combinó la retórica anticolonialista con declaraciones de lealtad a Rusia. A menudo, se puede ver a los manifestantes golpistas ondeando la bandera rusa. Este hecho es de suma importancia para el cambio en las relaciones mundiales que se ha estado acelerando desde el comienzo de la guerra en Ucrania el año pasado.
El relativo declive del imperialismo estadounidense y europeo es particularmente claro en el continente africano. China se ha convertido en el mayor socio comercial de África, mientras que Rusia ha ido siguiendo gradualmente una estrategia de establecer puntos de apoyo en una serie de países, en particular los que están bajo la influencia del imperialismo francés.
El nivel de inversión económica de Rusia en África sigue siendo bajo en comparación con China, pero su apoyo en forma de armas y combatientes de la compañía Wagner le han ganado algunos aliados importantes. Ya es el mayor proveedor de armas del África subsahariana, según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo.
En la República Centroafricana, la compañía de mercenarios Wagner de Rusia se ha utilizado para apuntalar el régimen en ejercicio. A cambio, ha tomado posesión de una serie de minas de oro, sobre todo en Ndassima, así como el control de los contratos de tala. Wagner ahora ha sido invitado formalmente por el gobierno de Malí para ayudarlo en su lucha contra el terrorismo.
Recién salido de su fallido intento de golpe en Rusia, el jefe de Wagner, Ievgueni Prigoyin, elogió el golpe en Níger y lo calificó como “nada más que la lucha del pueblo de Níger contra sus colonizadores”. También ofreció los servicios de su empresa en la lucha contra el terrorismo, aunque dichos servicios tienen un costo muy alto.
El gobierno de Putin también mantuvo relaciones amistosas con Hemedti, el jefe de la milicia de las RSF que ahora lucha contra el gobierno oficial en Sudán, lo que permitió a Wagner sacar oro de los aeropuertos en áreas controladas por las RSF para evitar las sanciones occidentales.
La guerra de Ucrania y la respuesta del imperialismo estadounidense fue un punto de inflexión importante. El intento de Estados Unidos y la OTAN de aislar a Rusia del resto del mundo ha fracasado. En lugar de atraer a África alrededor de EEUU y Europa para condenar a Rusia, EEUU ha provocado un cambio dramático en el continente.
El imperialismo ruso, a su vez, ha girado para explotar esta situación lo mejor que puede. Putin ha hecho un gran espectáculo cínicamente de sus credenciales “anticoloniales” recién descubiertas. En un discurso de septiembre de 2022 vinculó la guerra de Ucrania a la lucha contra el colonialismo occidental, destacando su papel en “la trata de esclavos, el genocidio de las tribus indias en América, el saqueo de la India, de África…”.
En la reciente cumbre Rusia-África en Moscú, que tuvo lugar mientras se desarrollaba el golpe de Estado en Níger, citó a Nelson Mandela y enumeró una serie de figuras famosas de la lucha de África por la liberación contra el imperialismo, incluido el primer ministro congoleño Patrice Lumumba, quien fue asesinado con la participación de Bélgica y Estados Unidos.
Los medios occidentales se han apresurado a descartar la cumbre debido al hecho de que asistieron menos naciones que a la última en 2019, pero esto oscurece deliberadamente el hecho de que 19 jefes de Estado africanos asistieron desafiando la fuerte presión occidental, pronunciando discursos que condenaban explícitamente Occidente y elogiando a Rusia.
Putin debe haber tenido que reprimir una sonrisa cuando los líderes africanos elogiaron la revolución bolchevique de 1917 y compararon su régimen con la Unión Soviética, considerando que al comienzo de su invasión de Ucrania Putin lamentó la creación de Ucrania como culpa de Lenin y los bolcheviques, y dijo del motín de Prigoyin que “un golpe como este fue asestado a Rusia en 1917”.
Más allá de su retórica, Putin también ha ofrecido armas, granos baratos y condonaciones de deudas a los Estados africanos que luchan contra el aumento de los precios y las tasas de interés. En un avance significativo, el jefe de las fuerzas armadas de Rusia, el general Shoigu, anunció esta semana que “el Ministerio de Defensa ruso está listo para ayudar a mejorar las capacidades de combate de las fuerzas armadas argelinas”.
¿Qué quiere decir esto?
El golpe de Estado en Níger representa una derrota humillante para el imperialismo francés y un gran golpe para Occidente en África. Níger fue considerado la “última ficha de dominó”, después de que Francia se viera obligada a trasladar sus tropas desde Malí y Burkina Faso al país. Ahora solo Chad permanece como base de apoyo, y no está nada claro que lo seguirá siendo, considerando las crecientes protestas anti-francesas que tienen lugar allí y la guerra en Sudán al este.
La pérdida de Níger no solo amenazaría el acceso europeo al oro y el uranio en la región; pondría en serio peligro la construcción de un gasoducto de Nigeria a Argelia, que había comenzado el año pasado, amenazando aún más la seguridad energética de la UE.
Además, Francia y la UE dependían de regímenes como los de Níger para tratar de detener el flujo de inmigrantes africanos subsaharianos hacia Europa. No es de extrañar entonces que Occidente y sus aliados estén ejerciendo tanta presión como pueden para restaurar el gobierno anterior.
Sin embargo, su margen de maniobra es extremadamente limitado debido al intenso sentimiento anticolonial en la región y la alternativa que presenta Rusia. Como lo expresó un analista del grupo de expertos Crisis Group: “Los países occidentales tienen que ponerlo realmente fácil y tratar de encontrar formas de colaborar con estos países solo para no empujarlos al otro lado, que es Rusia”.
Esto tiene implicaciones no solo para África sino también para la crisis global del capitalismo. Cualquier expresión de la lucha de las masas africanas por liberarse de siglos de opresión occidental debe ser tomada en serio por todos los trabajadores del planeta, y no debemos derramar lágrimas por la farsa corrupta de la “democracia” respaldada por Occidente.
Más allá del Sahel y del continente africano, este giro marca una nueva etapa en la crisis del imperialismo occidental y la fragmentación del el mundo en varias potencias en competencia, o “multipolaridad”, como a menudo se lo llama.
El ascenso de China y Rusia en el escenario mundial ha sido bien recibido por varios líderes africanos y en partes de la izquierda, como un medio para combatir el imperialismo occidental y asegurar una independencia genuina y un desarrollo económico para las naciones pobres y explotadas de la Tierra. Bajo tal punto de vista, Rusia está librando una lucha progresista para ayudar a los movimientos de liberación en África y, por lo tanto, debe ser apoyada y defendida. Como dijo Traore en su reunión con Putin, instando a una cooperación económica más estrecha con Rusia: “Queremos un mundo multipolar y defendemos la soberanía”.
Esta es una cuestión de suma importancia para la lucha revolucionaria no sólo en África sino en el mundo. Por lo tanto, requiere una respuesta seria ¿Es la naturaleza de Rusia hoy la misma que la de la URSS? La única respuesta que se puede dar a esta pregunta es: absolutamente no.
La URSS, a pesar de todos los crímenes y limitaciones del estalinismo, era un Estado obrero deformado, basado en una economía nacionalizada y planificada. El Estado de Putin es un régimen completamente capitalista, que en última instancia defiende los intereses de los oligarcas multimillonarios que hicieron sus fortunas saqueando los restos de la URSS y robando a la clase obrera rusa. Sus intereses en África son de naturaleza enteramente imperialista: acceso a materias primas, fuentes de energía, mercados, campos de inversión y esferas de influencia.
Así como Occidente cubre su dominación con frases floridas sobre “democracia”, “desarrollo”, “Estado de derecho”, etc., Rusia ha optado por presentar sus propias ambiciones en términos de “anticolonialismo” y “soberanía”. Pero ni Rusia ni China pretenden permitir que la vasta riqueza natural de África pase directamente a manos de los trabajadores y campesinos africanos.
El profundo deseo de las masas africanas de expulsar al imperialismo occidental es profundamente progresista y será una fuerza impulsora de la revolución africana. Pero para ganar esta lucha, solo pueden confiar en su propio poder y el apoyo de la clase obrera mundial; no en la lealtad de los poderes imperialistas rivales.
Solo un movimiento independiente e internacionalista de la clase obrera puede desmantelar los Estados reaccionarios impuestos a los pueblos de África, poner las riquezas del continente directamente en manos de la sociedad en su conjunto, y planificar la economía democráticamente para el bien de todos. En África y en todo el mundo, la elección es clara: socialismo o barbarie.