La siguiente es la tercera de una serie de tres partes de un discurso sobre las perspectivas mundiales, pronunciado el martes 28 de enero en una reunión del Comité Ejecutivo Internacional de la Internacional Comunista Revolucionaria.
La primera parte, que puede leerse aquí, examina la agitación en las relaciones mundiales causada por la presidencia de Trump. La segunda parte examina específicamente el efecto de Trump en Ucrania y Oriente Medio.
La forma en que Trump habla abiertamente y sin subterfugios sobre los intereses del imperialismo estadounidense está teniendo un impacto importante en la conciencia. La mayoría de la gente en el mundo puede ver ahora cómo es realmente el mundo, y cómo funciona realmente el imperialismo. Estos cambios de conciencia se han visto acelerados masivamente por la guerra contra Gaza.
Hemos hablado del declive relativo del imperialismo estadounidense y del ascenso de China y Rusia como potencias imperialistas en la escena mundial, pero estos procesos van de la mano del declive a largo plazo de las potencias imperialistas europeas, que ahora se ha acelerado enormemente. Lo hemos explicado en varios artículos, incluido nuestro artículo sobre el informe de Mario Draghi sobre la «competitividad europea», y nuestro reciente artículo sobre la crisis de la industria automovilística europea .
Europa está sumida en una profunda crisis, de la que no puede salir. No tiene medios para salir de ella. Alemania lleva ya dos años en recesión, y algunos economistas burgueses dicen que la recesión continuará durante todo 2025. Eso no tendría precedentes desde la Segunda Guerra Mundial.
Este proceso se ha acelerado masivamente como resultado de la guerra de Ucrania y las sanciones europeas a Rusia. Estas no han impedido el esfuerzo bélico ruso, sino que han perjudicado sobre todo a Europa, y en particular a Alemania.
Sólo para dar algunas cifras que ilustren el proceso: La producción industrial alemana ha bajado un 7% desde 2021, ¡pero en las industrias intensivas en energía ha bajado un 20%! Alemania es obviamente el país más afectado de Europa, ya que era el que más dependía del suministro de energía barata rusa.
Pero otros países no se quedan atrás. En Gran Bretaña, la producción industrial ha sufrido un declive prolongado. Sin embargo, las cifras que muestran el colapso de la producción desde que comenzó la guerra de Ucrania son estremecedoras: la producción manufacturera ha bajado un 9 por ciento desde 2021, los metales un 35 por ciento, los productos químicos un 38 por ciento, el cemento un 39 por ciento, y los equipos eléctricos ¡un increíble 49 por ciento! Es un baño de sangre absoluto.
Lo que esto refleja, más allá del impacto de las sanciones energéticas a Rusia, es un proceso subyacente más profundo que se explica claramente en el informe Draghi. La competitividad de Europa va a la zaga de la de Estados Unidos y China. El capitalismo se basa en la reinversión de la plusvalía para hacer avanzar la técnica productiva y desarrollar los medios de producción, con el fin de producir de manera más eficiente.
Mientras que en el último periodo se han producido algunos aumentos de la productividad del trabajo en Estados Unidos, Europa se está quedando muy, muy atrás. El informe Draghi explica muy bien que el nivel de integración económica de Europa no es suficiente para competir con las enormes economías de escala y los mercados de capitales de China y Estados Unidos.
La idea original de la integración europea fue un intento de las clases dirigentes europeas de mantenerse unidas por miedo a que las colgaran por separado. Sin embargo, los diferentes regímenes reguladores, los mercados de capitales separados, etc., impiden la movilización de la fuerza combinada de las diferentes clases capitalistas europeas en un esfuerzo europeo conjunto en cualquier ámbito. Hay muy pocas excepciones a este fenómeno. Airbus es una de las pocas.
Hoy, en un periodo de crisis y de creciente competencia global entre bloques, Europa, en lugar de permanecer unida, se ve arrastrada en todas direcciones. Y así será cada vez más.
Es el caso, por ejemplo, de Austria, cuya clase capitalista tiene muchos intereses en Rusia. Por tanto, está siendo arrastrada en esa dirección. Otros países se ven arrastrados hacia EEUU. Como resultado, cualquier intento de una política europea conjunta para hacer frente a esta crisis fracasará.
No pueden ponerse de acuerdo sobre los aranceles a los vehículos eléctricos chinos, porque los distintos países europeos tienen intereses diferentes. Los vehículos eléctricos chinos se consideran una amenaza para la industria automovilística europea, que emplea a millones de trabajadores. Pero siguen sin ponerse de acuerdo sobre los aranceles, ya que algunos países están cortejando a las empresas chinas para que instalen plantas de vehículos eléctricos o baterías en su país, en lugar de en otros.
El auge de los demagogos
Esta crisis polifacética está en el origen del auge de los demagogos de derechas en toda Europa. No se trata de un fenómeno exclusivo de Estados Unidos, aunque la victoria electoral de Trump ha acelerado masivamente el auge de las formaciones demagógicas de derechas en Europa. Esto ya existía antes.
Aunque hay diferencias -cada una de estas formaciones está moldeada por características nacionales ligeramente diferentes, historia, peculiaridades nacionales, etc.-, el proceso es, en líneas generales, el mismo y las causas son comunes.
Vemos, por ejemplo, el ascenso de la AfD en Alemania, que, además de culpar a los migrantes, se monta en la ola de ira antiestablishment, en particular en torno a la oposición a la guerra en Ucrania y el impacto económico en Alemania de las sanciones a Rusia.
Ya en las elecciones generales británicas de julio de 2024, hubo ciertos avances para el partido de Farage, Reform. Pero ahora los sondeos de opinión lo sitúan al mismo nivel que los laboristas. Uno de los sondeos le daba incluso dos puntos de ventaja.
Musk está alimentando este proceso. Intervino con un estilo similar al de Trump, atacando a Starmer, Macron y Scholz, y apoyando abiertamente a la AfD al aparecer a través de un enlace de vídeo en su congreso nacional.
Su intervención fue incendiaria. Pidió al rey Carlos que destituyera al Gobierno británico y que el pueblo se levantara contra el Gobierno de Starmer, ya que, según Musk, estaba protegiendo a bandas de grooming y «encubriendo el mayor crimen de la historia de Gran Bretaña».
Por supuesto, sus intervenciones son desquiciadas, pero no es sólo el multimillonario propietario de una plataforma de medios sociales. Es, al mismo tiempo, alguien que tiene un cargo oficial en la administración de Trump. Por cierto, un cargo oficial, pero directamente vinculado al despacho presidencial y ajeno a la estructura del Estado.
Está atacando abiertamente a los jefes de Estado europeos, sin ninguna consideración por la diplomacia o el protocolo, así como utilizando su riqueza y su alcance en las redes sociales para impulsar este mensaje.
Los liberales y la izquierda están en estado de pánico. Alertan sobre la desinformación en las redes sociales y el «efecto polarizador de los algoritmos», y exigen «regulación».
Sí, por supuesto, hay mucha desinformación en las redes sociales. Pero lo que hay que preguntarse es: ¿están los «medios tradicionales» llenos de información veraz? La respuesta es no. Algunos de nosotros todavía recordamos las «armas de destrucción masiva» de Sadam. En segundo lugar, ¿por qué la gente tiende a creer la desinformación en las redes sociales? Porque existe un alto grado de desconfianza en los medios de comunicación tradicionales. Han estado mintiendo y defendiendo el sistema durante mucho tiempo, y ahora la gente puede ver a través de ellos.
Los liberales se vuelven y dicen que las elecciones presidenciales rumanas fueron manipuladas a través de mensajes de TikTok financiados por Rusia y que eso es lo que llevó a la victoria de Georgescu. Esto es completamente ridículo, y todavía no han aportado ninguna prueba de ello, pero el Tribunal Supremo ya ha anulado el resultado de la primera vuelta basándose en estas acusaciones.
De hecho, si fuera tan sencillo, ¿por qué los liberales no organizaron ellos mismos una campaña en TikTok? La cuestión no es el medio a través del cual se difundió la campaña. La pregunta que hay que hacerse es: ¿cuál era el contenido de la campaña? La campaña de Georgescu se basaba en la oposición a la guerra de Ucrania, contra la OTAN, y planteaba la siguiente pregunta: ¿por qué gastamos tanto dinero en la guerra de Ucrania cuando nuestra propia gente tiene que emigrar a Europa occidental porque en Rumanía no hay trabajo? Y esto, obviamente, resonó en millones de rumanos.
Este caso expone realmente la naturaleza de los liberales. Lo que están diciendo es que, si el candidato equivocado gana las elecciones -equivocado desde el punto de vista de la OTAN, Bruselas, etc. – entonces simplemente cancelamos las elecciones. Esa es la suma total del apego de los liberales a la democracia y al «derecho al voto» del que no paran de hablar, y que dicen que está amenazado por los demagogos de derechas.
Si nos fijamos en Europa, en todas partes se observa el mismo fenómeno. Le Pen está subiendo en Francia y podría llegar a ser presidenta. Farage ya supera en las encuestas a los laboristas en Gran Bretaña y podría convertirse en primer ministro a la cabeza de algún tipo de coalición reformista-tory. El FPÖ podría convertirse en el principal socio de una coalición de derechas en Austria. En Alemania, vemos el ascenso de la AfD tirando de los conservadores hacia sus posiciones o dividiéndolos. Meloni ya está en el poder en Italia.
Llevamos años discutiendo la crisis de legitimidad de la democracia burguesa, de todas sus instituciones, de todos sus partidos establecidos. Eso está causado por la crisis del capitalismo, y se ha acelerado desde 2008. Como resultado, tenemos un creciente estado de ánimo anti-establishment, que ahora se refleja en el ascenso de los demagogos de derechas.
Cambios de conciencia
El ascenso de los demagogos de derechas puede explicarse por estos dos factores: el estado de ánimo antiestablishment, pero también el colapso, el fracaso, la bancarrota total de la llamada «izquierda».
¿Cuál es la respuesta por defecto de la llamada «izquierda» ante esta situación? «Debemos unirnos todos en defensa de la República, debemos unirnos todos para defender la democracia liberal y la libertad de expresión», etc. Esta es la peor respuesta posible y, de hecho, ayuda a los demagogos de derechas. Luego pueden darse la vuelta y decir: «Mira. Son todos iguales. Todos defienden el sistema». Y de hecho, lo hacen.
Este es el sistema que está destruyendo puestos de trabajo, que es responsable del alto coste de la vida, etc. Por supuesto, los demagogos de derechas añaden a su argumento un intento de convertir a los inmigrantes en chivos expiatorios de estos problemas.
La pregunta que debemos hacernos es: ¿qué va a pasar cuando estas formaciones lleguen al poder? Trump ya está en el poder en EEUU. Ha hecho muchas promesas. Se está montando sobre las expectativas de millones de personas que piensan que realmente va a Hacer América Grande de Nuevo.
¿Qué significa esto para un sector importante de la clase trabajadora? Para ellos, hacer que América vuelva a ser grande significa empleos decentes y bien pagados. Significa que puedan llegar a fin de mes sin verse obligados a trabajar en dos o tres empleos diferentes, o tener que vender plasma para llegar a fin de mes.
Esto no va a ocurrir. Desde luego, esto no va a suceder. Hay fuertes ilusiones entre millones de personas en Estados Unidos de que Trump traerá de vuelta los «buenos viejos tiempos» de la posguerra. Esto está completamente descartado.
Piensan que las políticas de Trump traerán tiempos mejores.
No se descarta que, durante un breve periodo de tiempo, algunas de estas medidas -por ejemplo, los aranceles, que promoverán el desarrollo industrial en Estados Unidos a expensas de otros países- puedan tener un pequeño impacto. Mucha gente también le concederá el beneficio de la duda durante un periodo de tiempo. También puede utilizar el argumento de que es el establishment, el «Estado profundo», el que no le permite llevar a cabo sus políticas.
Pero una vez que la realidad se asiente y estas ilusiones se disipen, asistiremos a un desplazamiento igualmente brusco y violento del péndulo hacia la izquierda. El arraigado estado de ánimo anti-establishment que impulsó a Trump al poder se expresará en el lado opuesto del espectro político.
Hay un artículo de Trotsky titulado Si Norteamérica se hiciera comunista, donde habla del temperamento estadounidense que describe como «enérgico y violento»: «Sería contrario a la tradición americana hacer un cambio importante sin elegir bandos y romper cabezas».
El trabajador estadounidense es práctico y exige resultados concretos. Está dispuesto a pasar a la acción para conseguir cosas.
Farrell Dobbs, el dirigente de la gran huelga de los Camioneros de Minneapolis en 1934, pasó directamente de ser republicano a dirigente trotskista. En su relato de la huelga, explica por qué. Para él, los trotskistas eran los que ofrecían las soluciones más prácticas y eficaces para abordar los problemas a los que se enfrentaban los trabajadores.
Las tareas de los comunistas
Terminaré con esta pregunta. Llevamos tiempo hablando de cómo se está produciendo un cambio de conciencia, sobre todo entre los jóvenes. Así era incluso antes de que lanzáramos el giro «¿Eres comunista?» Hay una capa de la juventud que está sacando conclusiones muy radicales, algunos de los cuales se consideran comunistas.
Por cierto, no debemos exagerar esta cuestión. No es más que una capa. Pero en términos numéricos, la cantidad de jóvenes que se consideran comunistas es bastante grande para una organización pequeña como la nuestra.
Hay un nuevo sondeo de opinión en Gran Bretaña que muestra que el 47% de los jóvenes está de acuerdo con la afirmación: «hay que cambiar radicalmente toda la forma en que está organizada nuestra sociedad mediante la revolución». En realidad, es una forma muy tajante de plantear una pregunta, y aun así obtuvo el apoyo del 47% de los jóvenes.
La encuesta también arroja otros resultados interesantes. La mayoría de los jóvenes cree que lo que hace falta es un dirigente fuerte que no esté sujeto al Parlamento. Por supuesto, también hay mucha confusión y rechazo a los políticos podridos del parlamento. Sin embargo, el hecho de que el 47% de los jóvenes piense que es necesaria una revolución que ponga patas arriba todo el sistema político tal y como está organizado hoy en día es extremadamente significativo.
Como decía al principio, vivimos tiempos extremadamente turbulentos. Parece que el resto de la izquierda está sumida en la desesperación y en un oscuro pesimismo. Pero nosotros somos optimistas. Somos optimistas porque entendemos los procesos subyacentes en juego.
Estos procesos conducirán a enfrentamientos masivos en la lucha de clases. Lo que es evidente es que a los gobiernos les resultará cada vez más difícil aplicar las políticas que la clase capitalista necesita para hacer frente a la crisis. No pueden obtener una mayoría parlamentaria para aplicar más recortes de austeridad y más profundos, ya que cualquier partido que votara a favor de ellos sería derrotado en las elecciones.
El Secretario General de la OTAN, Mark Rutte, dio un discurso ante el Parlamento Europeo hace unos días en el que dijo que tienen que aumentar el gasto en defensa, y que el objetivo anterior del 2 por ciento del PIB no es suficiente. Ahora piden el 4% o incluso el 5% del PIB. De hecho, ¡muchos de los países de la OTAN ni siquiera alcanzan actualmente el 2 por ciento!
Rutte añadió que, para ello, tendrán que recortar el gasto en otras áreas. En concreto, mencionó el gasto social, las pensiones, la educación, la sanidad, etc. Dijo a los diputados europeos que era una decisión difícil que debían tomar, pero que si no lo hacían bien podrían empezar un «curso de ruso o emigrar a Nueva Zelanda».
Por supuesto, está exagerando el peligro ruso para impulsar su agenda de aumento del gasto militar. Hay un elemento de alarmismo. Rusia no está a punto de invadir Europa. Pero la política es clara: aumentar el gasto en defensa y recortar el gasto social. Esto se suma a la ya difícil situación a la que se enfrenta la clase trabajadora.
Esta es la situación real en la que nos encontramos, una situación que ya está provocando una radicalización política masiva, parte de la cual se expresa ahora de forma muy distorsionada.
Nuestras modestas fuerzas no nos permiten todavía intervenir de manera decisiva en los acontecimientos. Somos demasiado pequeños. Hace falta una cierta urgencia en la construcción de nuestras fuerzas. Si conseguimos llegar a una organización de 5.000 o 10.000 miembros en un país capitalista avanzado -una organización de cuadros, con raíces entre la juventud y la clase obrera- antes de que estallen acontecimientos masivos -como ocurrirá-, entonces estaremos en el negocio.
Y esto es perfectamente posible también, si llevamos a cabo nuestro trabajo de una manera paciente y sistemática, si no perdemos la cabeza y si somos capaces de conectar con un pequeño porcentaje de esta capa de jóvenes muy radicalizados que buscan una alternativa seria para luchar contra este sistema capitalista podrido y senil.
Gracias al apoyo del Partido Socialista (PS) y de la Agrupación Nacional (RN), François Bayrou, dirigente del Movimiento Democrático liberal, ha tenido éxito donde fracasó el gobierno del anterior primer ministro Michel Barnier: han aprobado un presupuesto.
En su contenido de clase, este presupuesto no difiere del preparado por Barnier. Es un programa de austeridad severa, con ataques a los oprimidos y explotados, todo en beneficio de los grandes capitalistas.
Para justificar su voto, los dirigentes del PS y RN afirman haber obtenido «concesiones» e incluso haber conseguido «victorias». Esto es ridículo. En comparación con el presupuesto que fue rechazado el pasado diciembre, el presupuesto de Bayrou simplemente ha robado a Pedro para pagar a Pablo. A veces simplemente se trata de desplumar a Pablo de una manera diferente. Por ejemplo, el ataque a la baja por enfermedad en la función pública ha cambiado de forma, pero no de contenido: a los funcionarios enfermos se les seguirá pagando un 10 % menos. Todo lo demás es igual.
El carácter de este presupuesto es tan flagrante que los dirigentes del PS y del RN prefieren insistir en una justificación más fundamental de sus acciones: han elegido la «estabilidad» política. Al hacerlo, están en sintonía con la clase dirigente francesa, que también sueña con la estabilidad política, siempre que garantice la defensa de sus intereses de clase. Eso es exactamente lo que está haciendo el actual gobierno —el enésimo gobierno de los ricos—, con el apoyo del PS y del RN.
El papel de los dirigentes sindicales
Fuera de la Asamblea Nacional, el gobierno de Bayrou también cuenta con el apoyo decisivo de los dirigentes nacionales de los sindicatos. En lugar de organizar la lucha contra este gobierno, los dirigentes sindicales están trabajando para asegurar su supervivencia.
Esto queda muy claro en el caso de Marylise Léon, secretaria general de la Confederación Francesa Democrática del Trabajo (CFDT). En una entrevista con France Info el 4 de febrero, ella también dio la bienvenida a la «estabilidad» política. Aunque se vio obligada a admitir que «socialmente, es un presupuesto injusto», no obstante: «es bueno que haya continuidad política», «estabilidad» y «que por fin podamos salir de este estancamiento, porque hay enormes expectativas en el mundo laboral», expectativas para las que «todavía no hay respuestas», lo que ha generado «mucha impaciencia».
Resumamos las etapas de esta lamentable retórica: 1) los trabajadores están «impacientes» por obtener respuestas a sus «expectativas»; 2) el presupuesto de Bayrou no solo no cumple con estas «expectativas», sino que es «socialmente injusto»; 3) lo esencial, sin embargo, es la «estabilidad», la «continuidad política», gracias a la cual los trabajadores pueden esperar que el mismo gobierno burgués satisfaga sus «expectativas» en el futuro, en lugar de satisfacer las de la clase dominante.
Si esta eminente burócrata sindical hace comentarios tan absurdos y contradictorios, es porque la crisis del régimen la obliga a hacerlo. Está contra la pared, obligada a defender el régimen capitalista, aunque eso signifique decir tonterías.
La posición de la dirección de la Confederación General del Trabajo (CGT) no está tan abiertamente en consonancia con los intereses de la clase dominante. En general, Sophie Binet y sus compañeros evitan ensalzar públicamente las virtudes de la «estabilidad» política. Pero al aceptar participar en la farsa del «cónclave» para debatir la reforma de las pensiones, de la que nada positivo puede salir para nuestra clase, la dirección de la CGT está desempeñando un papel nada desdeñable en la (relativa) estabilización de la situación política, en beneficio de los capitalistas.
Es cierto que, en un comunicado de prensa publicado el 4 de febrero, la dirección de la CGT «pide que se multipliquen las luchas para invertir la relación de fuerzas y obligar al gobierno a abandonar sus planes nefastos». Pero esto es muy general y no nos compromete a nada concreto.
En el contexto actual, el papel de la dirección de la CGT no es pedir vagamente «más luchas», antes de encerrarse durante tres meses en un «cónclave» con los cardenales del sindicato patronal, Medef. Su papel debería ser proponer un plan de acción serio para construir movilizaciones masivas, en las calles y en los lugares de trabajo, con el objetivo de derrocar al gobierno de los ricos, que se han repartido 100.000 millones de euros en dividendos solo en 2024, y sustituirlo por un gobierno de los trabajadores.
Los límites de La France Insoumise
Jean-Luc Mélenchon, dirigente de La France Insoumise (FI), tiene, por tanto, razón al denunciar la «colaboración activa» de «toda la oficialidad mediático-político-sindical», sin la cual «Macron no duraría ni ocho días». Pero la dirección de FI también tiene cierta responsabilidad en la situación actual.
El PS no estaría en condiciones de apoyar al gobierno de Bayrou si Olivier Faure (PS) y otros no se hubieran salvado de un naufragio electoral total gracias a Mélenchon y sus camaradas. El PS se benefició de las coaliciones con la FI tanto en las elecciones de mayo de 2022 como en las de julio de 2024. Sin el salvavidas de la coalición electoral con La Francia Insumisa, el PS habría visto aniquilada su representación parlamentaria. Como siempre, el reformismo de izquierdas (La Francia Insumisa) ha demostrado ser incapaz de romper con el reformismo de derechas (PS, Los Verdes y el Partido Comunista). El primero necesita al segundo, como vínculo intermedio, si no quiere romper con la propia clase capitalista.
Además, no basta con criticar el apoyo de la «burocracia sindical» al gobierno de Bayrou, de pasada, en una entrada de blog. Debemos sacar conclusiones prácticas. En lugar de encerrarse en el Palacio Borbón y confinar su «lucha» contra el gobierno a la Asamblea Nacional, los dirigentes de la FI deberían explicar sistemáticamente a los trabajadores que no tienen nada bueno qué esperar del parlamento. Los trabajadores deben prepararse para grandes luchas fuera del parlamento, y los activistas sindicales deben presionar a sus dirigentes para que sigan estas tácticas.
Al mismo tiempo, la dirección de la FI debería actuar sin esperar el permiso de Marylise Léon y Sophie Binet. Jean-Luc Mélenchon y sus camaradas deberían poner toda su fuerza y autoridad en preparar una movilización masiva de trabajadores y jóvenes.
En cambio, los dirigentes de la FI se están preparando… ¡para las elecciones municipales de marzo de 2026! Dada la urgencia de la situación, y en particular los 300.000 puestos de trabajo amenazados en la industria y el comercio minorista, la campaña electoral y preelectoral de los dirigentes de la FI es en gran medida irrelevante. Así lo demostró la enorme tasa de abstención en las elecciones parciales de Villeneuve-Saint-Georges, en las que el 60 % de los votantes registrados no acudieron a las urnas, a pesar de la prominencia mediática de estas elecciones.
A pesar de todos sus errores, la Izquierda Unida conserva una base de apoyo masivo entre los sectores más explotados y oprimidos de la población. Sus reuniones, como la que se celebró recientemente en la Universidad Jean Jaurès de Toulouse, atraen a miles de personas. El potencial de la Izquierda Unida es considerable, pero sus dirigentees lo están desperdiciando al negarse a romper con el ala derecha del reformismo y a participar en una verdadera lucha, fuera del parlamento, contra el régimen capitalista francés. Esta es una de las contradicciones centrales de la situación actual.
En esta etapa, el Partido Comunista Revolucionario no tiene las fuerzas necesarias para compensar la perjudicial moderación de los dirigentes de la FI y la CGT. Pero sí tenemos el programa firme y las ideas del marxismo revolucionario. Esta es nuestra ventaja decisiva y la garantía de nuestro éxito futuro. La experiencia de la lucha de clases acabará convenciendo a millones de jóvenes y trabajadores de que la única manera de poner fin al declive social, la pobreza, el desempleo, la opresión y todos los flagelos del capitalismo es derrocar el sistema, expropiar a los grandes capitalistas y reorganizar la sociedad según líneas socialistas. Por eso hacemos un llamamiento a la creciente capa de personas que ya lo han entendido para que se unan a nosotros.
Antes incluso de que Trump hubiera sido confirmado como el 47º presidente de los Estados Unidos de América, un grupo de expertos europeo había declarado que se está produciendo “la mayor crisis en las relaciones transatlánticas desde Suez”. Un burócrata de la UE se hizo eco del mismo sentimiento: “¿Queda relación alguna entre la UE y EEUU?”. El pánico recorre los pasillos del poder en Europa.
No es difícil ver por qué. Trump ha amenazado con imponer aranceles del 20% a todas las importaciones europeas; ha prometido un acuerdo con Putin para poner fin a la guerra de Ucrania; ha amenazado con anexionar Groenlandia de Dinamarca, país miembro de la OTAN; y ha exigido a los miembros europeos de la OTAN que eleven su gasto en defensa al 5% del PIB o, de lo contrario, verán cómo Estados Unidos abandona la alianza militar. También cabe destacar que la única representante europea que recibió una invitación a su ceremonia de investidura fue la italiana Georgia Meloni, aunque muchos líderes de los llamados partidos de “extrema derecha” y euroescépticos asistieron por invitación especial.
Todo esto se deriva de la estrategia de Trump, que representa una ruptura con la política del imperialismo estadounidense desde la posguerra. El problema es que la clase capitalista europea ha construido toda su fortuna sobre esta política, a saber: la del imperialismo estadounidense manteniendo, a cualquier precio, su estatus de superpotencia económica y militar mundial que todo lo domina, el árbitro supremo de lo que hoy se llama “el orden mundial basado en reglas”.
Todos los presidentes estadounidenses desde la caída de la Unión Soviética han intentado, hasta ahora, mantener el pleno dominio de EEUU en el mundo. Pero eso choca cada vez más con hechos materiales obstinados. Trump insiste en que no pueden seguir ignorando estos sin poner en peligro los intereses imperialistas estadounidenses.
Dado que la industria manufacturera estadounidense se enfrenta a una competencia cada vez más dura por parte de rivales emergentes, Trump pretende cerrar la puerta en las narices a todos los que se acerquen al mercado estadounidense. Y cuando dice “América primero”, no quiere decir “América y sus aliados primero”. Quiere decir exactamente lo que dice. Eso significa aranceles no solo sobre los productos chinos, sino también sobre los productos europeos.
El capitalismo europeo ya está en un callejón sin salida. Una guerra arancelaria agravará aún más sus males, no solo porque dificultará la entrada de la UE en su mercado de exportación más grande, sino porque obligará a China a buscar otros mercados, incluido el europeo, para volcar sus propios excedentes.
Pero ese es solo el principio del problema para Europa. La política de Trump no es simplemente de proteccionismo económico, sino de repliegue geopolítico.
Atrincheramiento
En la campaña electoral de noviembre, los liberales pregonaron que Trump está “loco”. Nos quieren hacer creer que ellos, en cambio, son “los adultos en la sala”. El descaro de la retórica de Trump, y la aparente extravagancia de sus declaraciones sobre la anexión de partes de los vecinos y aliados de EEUU, puede prestarse a la idea de que, en efecto, está desquiciado.
Pero en muchos sentidos, son los liberales los que han perdido el contacto con la realidad, y Trump cuya política representa la evaluación más sobria de las duras realidades a las que se enfrenta el imperialismo estadounidense en el momento actual. La política de los liberales, de ignorar la realidad y tratar de imponer la hegemonía estadounidense en todas partes de una vez, ha llevado a una costosa catástrofe tras otra: en Afganistán, en Siria, en Ucrania. ¿Y para qué? No han detenido ni siquiera ralentizado el declive de EEUU.
Trump pretende corregir este desequilibrio y reconocer en los hechos que EEUU, aunque sigue siendo la potencia militar preeminente del mundo, ya no lo domina todo y no pretende seguir imaginándose como tal. Tiene que elegir sus batallas. Eso significa reforzar su poder en aquellas partes del mundo donde tiene intereses realmente vitales y esferas de influencia que defender. Pero también significa reconocer que sus rivales también tienen sus esferas de influencia, por las que sería inútil luchar.
Esto tiene una lógica innegable. Pero esto significa varias cosas. Significa que el imperialismo estadounidense debe abandonar la hipócrita pretensión de defender el llamado “orden basado en normas”. No, Trump está admitiendo clara y honestamente que “el poder es lo correcto” (o, para usar su propia frase, “la paz a través de la fuerza”).
También significa reafirmar el control estadounidense sobre su “extranjero cercano”: Canadá, México, Panamá y, por supuesto, Groenlandia. El gobierno danés se mostró horrorizado ante los designios de Trump sobre su posesión colonial. Pero dado que tienen apenas 50 soldados destinados allí, poco pueden hacer salvo protestar públicamente… y negociar en privado.
Lo que tenemos aquí es un miembro de la OTAN amenazando con invadir a otro miembro de la OTAN. ¿Qué revela esto sobre el futuro de esta supuesta alianza? Trump desea reforzar la presencia estadounidense en zonas que considera de vital importancia estratégica y económica. Groenlandia y el Ártico son algunas de ellas. También la región del Pacífico es otra zona de vital importancia geoestratégica para el capital estadounidense. Pero el pequeño remanso de Europa ya no entra en ese ámbito. El centro de gravedad de la economía mundial se desplazó hace tiempo del Atlántico al Pacífico.
La función militar principal de la OTAN, sin embargo, siempre ha estado precisamente en Europa, con un ojo en Rusia (anteriormente la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia) y para asegurar la dominación occidental en Europa. Trump ha sido, de nuevo, bastante sincero al afirmar que la guerra de Ucrania fue provocada por Occidente por la expansión de la OTAN hacia el este. También ha sido claro en que, desde el punto de vista estadounidense, esta guerra es una costosa distracción lejos del centro de los intereses de EEUU. En ambas apreciaciones tiene razón, y ha prometido negociar el fin de la guerra en cuanto entre en el Despacho Oval.
Esto ha metido al zorro en el gallinero de las capitales europeas. Los europeos fueron arrastrados a esta guerra por la administración Biden. El fracaso de la guerra y las sanciones que la acompañan han supuesto un golpe para las economías y el prestigio de los europeos sin precedentes recientes. Ahora se les dice que si la guerra ha de continuar, los europeos pueden hacerlo en sus propios términos y a sus expensas, sin la ayuda de EEUU. Se trata de una guerra de la OTAN y, sin embargo, el principal contribuyente militar a la OTAN ha declarado que está fuera.
Todo esto plantea un interrogante sobre la futura existencia de la OTAN. Y Trump ha dejado bien claro que no le quitará el sueño. Dado que EEUU aporta el 65% del peso militar a una alianza centrada lejos de su verdadero centro de intereses, le parece, no sin razón, una subvención innecesaria al gasto europeo en defensa. Ha dejado claro que los europeos son unos aprovechados y que, a menos que los miembros de la OTAN aumenten el gasto militar hasta el 5% del PIB, está dispuesto a abandonar la alianza.
Su cortejo de los llamados grupos nacionalistas de “extrema derecha” en Europa, por no mencionar los ataques de Elon Musk contra la naturaleza “antidemocrática” del Parlamento Europeo, apuntan a que no solo la OTAN, sino la propia UE, podrían irse al garete por lo que a Trump le importa. Esto estaría en consonancia con su estrategia “America Primero” de no solo impulsar la industria estadounidense, sino de debilitar a los competidores industriales, incluida Europa.
A medida que se resquebrajan las relaciones transatlánticas en materia de comercio y defensa, tanto la OTAN como la UE corren el peligro real de desintegrarse por completo en el futuro. Esta fragmentación del continente representaría una catástrofe para las clases dominantes de Europa.
Aferrándose a los faldones de EEUU
El capitalismo europeo se ha aferrado a los faldones del imperialismo estadounidense desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
En la OTAN, el imperialismo estadounidense proporcionó el paraguas militar bajo el que se reunían las pequeñas naciones imperialistas de Europa. En lo que se convirtió en la UE, les obligó, a menudo en contra de sus propios intereses nacionales mezquinos, a integrarse como un bloque. Y proporcionó el estímulo económico para el renacimiento del capitalismo europeo y, en particular, el alemán, después de que el continente hubiera luchado hasta la extenuación durante la Segunda Guerra Mundial.
Cuando Berlín cayó en manos de los Aliados en 1945, el primer instinto de británicos y franceses fue el de naciones vencedoras mezquinas y arruinadas. Comenzaron a robar y saquear Alemania, con la esperanza de acabar definitivamente con el imperialismo alemán, poniendo fin de una vez por todas a Alemania incluso como nación industrial.
Las fábricas fueron desmontadas y embaladas para ser montadas de nuevo en Gran Bretaña y Francia. Se extrajeron toneladas de materias primas como reparación, y decenas de miles de prisioneros de guerra alemanes fueron convertidos en trabajadores forzados para ayudar a la reconstrucción británica y francesa.
Si se hubiera dejado en manos de Gran Bretaña y Francia, se habría impuesto a Alemania un “Super Versalles”. Pero Estados Unidos intervino para poner fin a sus tejemanejes, que reflejaban las ambiciones enanas de unas potencias ahora de segunda fila.
EEUU necesitaba reconstruir una Alemania Occidental poderosa e industrializada como contrapeso a la Unión Soviética en el continente europeo. Necesitaba reconstruir Europa para prevenir la revolución y detener el avance del comunismo. Así pues, financió una política de reconstrucción del capitalismo europeo y obligó a estos pequeños Estados a unirse bajo su propia dominación.
Así, a principios de la década de 1950, la política de Estados Unidos hacia Europa se había convertido en una de verter enormes cantidades de ayuda del “Plan Marshall” para la reconstrucción. Se concedieron préstamos baratos y se liquidaron viejas deudas. Fue la presión estadounidense la que obligó a las potencias europeas continentales a unirse en la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, predecesora de la UE.
Para disgusto de EEUU, los británicos insistieron en mantenerse al margen, aferrándose a su estúpida idea de que eran una potencia de primer orden con una “relación especial” con Estados Unidos, con quien se engañaban a sí mismos pensando que podían tratar en igualdad de condiciones.
Los estadounidenses habrían preferido unir Europa en torno a Gran Bretaña como vector más seguro de sus propios intereses. En lugar de ello, se apoyaron en los franceses, que siguieron con entusiasmo el plan estadounidense, imaginando falsamente que eran ellos, y no los alemanes, quienes estaban destinados a llegar a dominar una nueva Europa integrada. Pero fueron los estadounidenses quienes llevaron la voz cantante e impulsaron el proceso de integración europea desde el principio.
Este plan, que pretendía unir a una Europa industrialmente reconstruida como contrapeso a la Unión Soviética, se sustentaba en la alianza militar, la OTAN, formada en 1949, y en la presencia de casi medio millón de tropas estadounidenses, por no hablar de su capacidad nuclear, en el continente. Una vez más, EEUU tuvo que enfrentarse a los empujones de las otrora grandes potencias de Europa para intentar mantener su antiguo estatus. La clase dirigente francesa, por ejemplo, insistió en tener su propio arsenal nuclear independiente, separado del de la OTAN. Les gustaba imaginar que esto les elevaba al nivel de iguales con las grandes superpotencias, lo que claramente no era así.
Por supuesto, la UE y sus organizaciones predecesoras no eran meros vehículos de los intereses estadounidenses. Las clases capitalistas europeas siempre tuvieron sus propios intereses y compitieron con el capitalismo estadounidense. El imperialismo estadounidense tenía mucho interés en no permitir que el imperialismo europeo surgiera como un poderoso competidor militar, y siempre hubo límites a su apoyo a la integración europea.
La OTAN iba de la mano de los límites al rearme alemán, y durante todo el periodo de posguerra EEUU siempre se mostró receloso ante una política de defensa europea común independiente de la OTAN. De hecho, una vez que los británicos, fieles perritos falderos del imperialismo estadounidense, se unieron a la CEE y luego a la UE, siempre se pudo contar con ellos para bloquear las repetidas iniciativas para formar algo parecido a un ejército europeo.
Sin embargo, durante todo un periodo, Europa se benefició de este acuerdo por el que Estados Unidos estrangulaba sus ambiciones militares. Con la ayuda de la OTAN, el gasto militar podía mantenerse relativamente bajo y el dinero ahorrado podía reinvertirse en inversiones.
El poderío económico de EEUU fue la base sobre la que este país pudo financiar y dominar económica y militarmente a Europa. Pero todos los factores que incentivaron y permitieron al imperialismo estadounidense apuntalar y cohesionar el capitalismo europeo se han convertido en su opuesto en las últimas décadas.
Desde la década de 1990, ha dejado de haber necesidad de “contener” a la Unión Soviética. La OTAN siguió siendo un paraguas útil para impulsar la influencia occidental (es decir, estadounidense) en la antigua esfera de influencia soviética. Pero el impulso para formar la UE en 1993 vino de los propios europeos.
Para competir eficazmente en el mercado mundial, tuvieron que agruparse. En un periodo de liberalización del comercio y globalización, la formación del mercado común no encontró objeciones estadounidenses, y la expansión de la UE hacia el este actuó como otra correa de transmisión de la influencia estadounidense en dirección a Rusia.
Militarmente, la reducción de la presencia militar estadounidense en Europa tras la Guerra Fría también envió un mensaje claro al capitalismo europeo. No podían confiar indefinidamente en el poderío militar estadounidense. Hicieron varios intentos de unirse militarmente por iniciativa propia… y cada vez se quedaron cortos debido al mosaico irreconciliable de intereses nacionales que componen la UE.
Basta con plantearse la pregunta “¿cuál sería el foco central del ejército de la UE?” para ver en qué aprieto coloca a la UE una política de defensa común. Los franceses tienen intereses imperialistas en África Occidental que defender. Los países bálticos y nórdicos se centrarían en la amenaza rusa. Para los irlandeses, está la cuestión de los cables transatlánticos submarinos. Etc.
La diminuta escala de la industria europea también supuso barreras económicas a lo que puede lograr militarmente. El proyecto de desarrollo del Eurofighter, por ejemplo, provocó una espiral de costes y retraso tras retraso debido al complicado batiburrillo transnacional de un consorcio implicado en su desarrollo. Compuesto por varias empresas aeroespaciales europeas, cada una manejaba una parte de la cadena de suministro, y todo el proceso se vio asediado por el caos.
Pero a pesar de todos estos tropiezos, Europa se ha mantenido unida. Esto se debe en gran parte al hecho de que la clase dominante estadounidense se ha aferrado a la idea de que puede mantener y mantendrá indefinidamente al mundo entero bajo la égida de su propia dominación singular. Cuando la Unión Soviética dejó de bloquear su camino, EEUU parecía ser una fuerza imperialista de alcance mundial aparentemente ilimitado. Se suponía que era el Nuevo Siglo Americano.
Pero ese objetivo pronto se tambaleó. El imperialismo estadounidense se vio desbordado. Mientras tanto, el crecimiento del capitalismo en Asia Oriental ha desplazado el centro de los intereses estadounidenses del Atlántico a la región del Pacífico. Europa tiene hoy poca importancia para el capitalismo estadounidense. E incluso si deseara mantener el control que una vez tuvo en todas partes, el imperialismo estadounidense está en relativo declive. Ya no dispone de los recursos de antaño para sufragar los gastos que conlleva su alianza económica y militar con Europa.
El cambio radical estaba claro incluso bajo Biden. Los aranceles y las subvenciones que se han aplicado bajo su administración a través de la Ley de Reducción de la Inflación, la Ley CHIPS y otras leyes han tenido precisamente como objetivo la fabricación europea. Trump se limita a reflejar con mayor nitidez estos hechos en sus políticas.
Un camino oscuro por delante
¿Qué significa ahora todo esto para Europa? Significa que se enfrenta a un futuro en el que se hundirá o nadará en función de sus propios esfuerzos, y las perspectivas no son buenas.
La formación de la Unión Europea reflejó la necesidad de agruparse para sobrevivir de pequeñas potencias en declive. Pero no se forjó como entidad política mediante una revolución que despejara las cubiertas de los antagonismos nacionales. La integración europea se ha mantenido unida con el apoyo del imperialismo estadounidense y con la suerte de un prolongado auge económico que perduró durante todo el periodo de posguerra y enmascaró temporalmente los intereses nacionales divergentes de un mosaico de pequeños Estados nación.
Esta es la raíz del declive a largo plazo del capitalismo europeo. Estos pequeños Estados nación no tienen los medios para producir monopolios del tamaño y la productividad necesarios para competir con los gigantes estadounidenses y chinos. Al cortar el gas ruso del mercado europeo con el inicio de la guerra de Ucrania, agravaron sus propios males, y una renovada guerra comercial los agravará aún más.
El deterioro económico puede provocar el resurgimiento de una nueva crisis de la deuda soberana, solo que esta vez no serán únicamente las naciones europeas más pequeñas y “periféricas” las más afectadas. Más bien, es probable que los Estados miembros centrales, como Francia e Italia, con sus déficits y, sobre todo, deudas crecientes, estén en el ojo del huracán.
Ahora que Estados Unidos ya no es el único polo gravitatorio que tira del continente, las naciones europeas van a verse arrastradas en todo tipo de direcciones divergentes.
Con el inminente final de la guerra de Ucrania, habrá algunas clases capitalistas nacionales interesadas en restablecer los flujos de petróleo y gas procedentes de Rusia, como Austria y Alemania, y otras muy hostiles, como Polonia, los países bálticos y los escandinavos.
Sin EEUU llevando la batuta, es probable que las tensiones estallen cada vez más abiertamente. Y Trump ha dejado claro que, aunque no tiene ningún interés en continuar la guerra de Ucrania, si Europa no quiere enfrentarse a la ira económica de EEUU, será mejor que empiece a comprar más petróleo y gas estadounidenses rápidamente.
Con el levantamiento de muros en torno al mercado estadounidense, las distintas naciones europeas también se verán arrastradas en distintas direcciones para encontrar nuevos mercados. Algunos preferirán capitular por completo ante todas y cada una de las exigencias estadounidenses. Para otros, Rusia está esperando, y también China.
Ya el año pasado estallaron las diferencias entre los Estados miembros sobre la conveniencia de imponer aranceles a los vehículos eléctricos chinos. Francia, Polonia y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, lideraron la iniciativa. Pero Alemania, Hungría, España y Eslovaquia expresaron públicamente su disconformidad con los planes: Alemania por miedo a las represalias chinas, los demás porque están cortejando la inversión china.
Todo esto sin considerar las implicaciones políticas del creciente descontento en Europa, que amenaza con llevar al poder a una serie de partidos de derechas ajenos al establishment tradicional: Le Pen en Francia, AfD en Alemania, FPÖ en Austria, incluso Farage en Gran Bretaña. ¿Qué nuevas variables representarían estos gobiernos una vez que entren en la ecuación?
¿Es todo esto inevitable? Hay estrategas en Europa que, lejos de limitarse a lamentar el desprecio de Trump por el “orden basado en normas”, entienden los fríos y duros hechos.
Draghi, como hemos comentado en otro lugar, ha elaborado un estudio muy interesante que aboga por una inversión masiva dirigida por el Estado a escala continental. Solo así, explicó, podrá el continente producir una clase de paladines europeos, monopolios masivos, que puedan competir seriamente con sus rivales estadounidenses y chinos.
Sin embargo, hay algunos problemas. ¿Adónde iría a parar esta inversión? ¿Serán paladines alemanes o franceses? Cabe suponer que no serán paladines griegos, ni españoles, ni portugueses. Tal inversión plantea una vez más el obstinado problema de los intereses nacionales contrapuestos del capitalismo europeo. Además, tal aumento masivo de la inversión tendría un coste enorme de un 4,5 por ciento adicional del PIB europeo, según las propias cifras de Draghi.
También otros, con la vista puesta en la era Trump, han lanzado una advertencia a Europa. Mark Rutte, secretario general de la OTAN, ha dicho a los miembros europeos que deben aumentar el gasto militar al 4% del PIB, el doble del objetivo actual del 2%. Si Europa quiere valerse por sí misma a la hora de defender militarmente sus intereses imperialistas, no tiene otra opción. Esto sigue sin abordar el hecho de que la UE no tiene su propio ejército, ¡y sus ejércitos siguen integrados bajo el mando de EEUU a través de la OTAN!
Pero aquí está el problema de la propuesta de Rutte: la clase capitalista europea ya ha recortado el gasto hasta los huesos con una austeridad masiva y, sin embargo, 10 de los 27 Estados miembros siguen registrando déficits superiores al límite del 3% del PIB establecido en el Tratado de Maastricht. Francia tiene un déficit del 6,1%.
Para colmo, gente como Draghi y Rutte les dicen que deben aumentar enormemente el gasto público en inversión y gasto militar si quieren que el capitalismo europeo tenga futuro. Para lograrlo, los gobiernos europeos tendrían que aplicar medidas de austeridad con un salvajismo sin precedentes históricos en el continente. De hecho, Rutte explicó precisamente esto en su discurso de diciembre: “Sé que gastar más en defensa significa gastar menos en otras prioridades”, dijo a la prensa y a los políticos que le escuchaban. “Pero es solo un poco menos”.
Solo un poco menos de comida, solo un poco menos para el sistema sanitario, un poco menos de calefacción para los pensionistas. Un poco menos, y Europa podría producir una máquina militar de categoría mundial capaz de matar y mutilar para la clase multimillonaria europea.
Sin embargo, el gobierno de Francia se derrumbó tras un intento fallido en otoño de aprobar un paquete de austeridad que habría reducido el déficit simplemente del 6,1% al 5,4% del PIB.
Hasta ahora, las clases dominantes se han resistido a llevar a cabo nada que se acerque siquiera a las medidas que serían necesarias para dar al capitalismo europeo un futuro en el mundo salvaje que se avecina. Y eso es porque saben lo que significaría hacerlo: malestar social, agitación política, incluso revolución. Sin embargo, es posible que en el futuro se vean obligados a llevar a cabo tales políticas, con todo el riesgo que ello conlleva. Porque la alternativa es realmente sombría para el capitalismo europeo. Promete traer un declive acelerado. El fin de la OTAN es totalmente posible, y también lo es la completa fractura del continente y el colapso de la UE.
Al final, el continente acabará en el mismo sitio. Los acontecimientos están sentando las bases para la revolución europea.
La economía europea se enfrenta a su mayor crisis en una década. En los últimos meses se han sucedido los anuncios de despidos en Francia y Alemania. Cientos de miles de puestos de trabajo corren peligro porque las empresas intentan reducir costes. Al mismo tiempo, el Banco Central Europeo (BCE) recorta los tipos de interés y rebaja su previsión de crecimiento. Esto refleja la crisis histórica del capitalismo europeo, que no ofrece más que un futuro de austeridad y miseria.
Despidos masivos en la industria automovilística alemana
La industria automovilística está en el centro de la última fase de la crisis. El otoño pasado Volkswagen anunció decenas de miles de despidos y el cierre de tres fábricas, seguido de BMW, que anunció la supresión de 8.000 puestos de trabajo, y el autopartista Bosch, otros 10.000. Ford también ha anunciado la supresión de 4.000 puestos de trabajo, principalmente en Alemania.
Además de los cierres de fábricas, los directivos de Volkswagen han exigido que los trabajadores restantes acepten un recorte salarial del 10% y una congelación salarial de dos años. Naturalmente, los directivos de la empresa se han negado a hacer tales sacrificios. No es de extrañar que 100.000 trabajadores de Volkswagen se declararan en huelga contra estas propuestas de la dirección.
La industria del automóvil es crucial para Europa, ya que produce algo más de un billón de dólares de valor añadido para Europa, lo que representa alrededor del seis por ciento de su economía total. También emplea a unos 14 millones de trabajadores, algo así como el seis por ciento del total de la mano de obra europea. La industria automovilística atraviesa dificultades en todo el mundo, pero la crisis en Europa es especialmente grave.
La utilización de la capacidad en la industria automovilística mundial es del 62% de media. En otras palabras, las fábricas están produciendo sólo el 62% de lo que podrían, porque el mercado simplemente no está ahí para que produzcan a plena capacidad. Esta tasa es inferior al 70 por ciento de 2018, y todo lo que esté por debajo del 70 por ciento se considera insostenible. Sin embargo, en Europa el problema es peor, con la industria del automóvil funcionando a un mero 58 por ciento, en comparación con el 66 por ciento en América del Norte. Esto va unido a una pérdida de cuota de mercado de Europa, que pasará del 31% de todas las ventas de vehículos del mundo en 2008 al 20% en 2023.
Ahora, Trump tiene a la industria automovilística europea en el punto de mira. Está decidido a obligar a las empresas automovilísticas a fabricar los coches en Estados Unidos, si se venden en ese país, mediante el uso de aranceles. Insiste en que va a eliminar el déficit comercial de EE.UU., que asciende a unos 150.000 millones de euros con Europa (un tercio del valor de las exportaciones de la UE a EE.UU.). Se trata de una enorme amenaza para la producción europea, en particular la relacionada con los motores de combustión tradicionales. No es casualidad que los fabricantes alemanes de automóviles estén reduciendo su producción ahora, cuando Trump está a punto de tomar posesión.
Sin embargo, los problemas para la industria europea no empezaron con Trump.
A la zaga
Históricamente, los fabricantes alemanes de vehículos tenían una enorme ventaja en la producción de motores diésel, con los que ganaban -y siguen ganando- mucho dinero. Sin embargo, dialécticamente, es precisamente esa ventaja la que les hizo tan propensos al fracaso cuando apareció una tecnología nueva.
En su libro sobre la economía alemana, acertadamente titulado Kaput («acabado»), el antiguo columnista del Financial Times, Wolfgang Münchau, señala que la perfección que alcanzaron en los motores diésel les llevó a doblar la apuesta en lugar de prepararse para el siguiente salto tecnológico. Tenían una enorme ventaja en este tipo de motor y, en lugar de utilizar los beneficios para invertir en nuevas tecnologías, se dedicaron a promocionar el diésel como alternativa ecológica. Y luego hicieron trampas en las pruebas de emisiones para ocultar la verdad.
Al mismo tiempo, las empresas chinas estaban invirtiendo mucho en vehículos eléctricos y en la tecnología de baterías necesaria para estos. Por mucho que los gobiernos occidentales hablaran de invertir en tecnologías ecológicas, no lo hacían. El mercado chino, sin embargo, creció rápidamente y ahora es, con diferencia, el mayor mercado de vehículos eléctricos. En la actualidad, tres cuartas partes de los vehículos eléctricos que se venden en el mundo se venden en China. Esto proporcionó una base excelente para que empresas chinas, como BYD, se expandieran rápidamente y desarrollaran una posición dominante en el mercado mundial de vehículos eléctricos.
Esto no augura nada bueno para la industria automovilística alemana. En 2022, exportó a China vehículos y piezas por valor de 30.000 millones de dólares, pero apenas nada de eso serían vehículos eléctricos. Al contrario, los fabricantes europeos exportan a China vehículos con motor de combustión. Los aranceles que ha introducido la UE podrían hacer algo para impedir la venta de vehículos eléctricos chinos a Europa, pero no tendrán ningún impacto en ayudar a las exportaciones alemanas de motores de combustión a China, que es lo que busca la industria automovilística. Esto explica en parte por qué los fabricantes de automóviles alemanes se opusieron a los aranceles. También son vulnerables a posibles represalias, y les gustaría quedar bien con el Gobierno chino.
Pero hay algo más. Las empresas europeas han invertido mucho en capacidad de fabricación de vehículos eléctricos en China. Volkswagen, por ejemplo, produjo allí tres millones de coches en 2022. Pero ahora los fabricantes de coches alemanes están perdiendo rápidamente su cuota de mercado. Todavía representan el 15% del mercado chino, pero ha bajado del 25% que tenían antes de la pandemia.
Ahora la economía china está estancada y los coches de las marcas europeas son más caros que los chinos. Como resultado, las plantas de vehículos eléctricos que se construyeron en China, inicialmente para abastecer al mercado chino, se están utilizando ahora para exportar vehículos a la Unión Europea. El 22% de los coches eléctricos vendidos en Europa fueron exportados de China a Europa por empresas no chinas (Tesla, Volkswagen, etc.). Sólo el ocho por ciento de los coches vendidos eran de empresas chinas que exportaban a Europa. Esta es otra de las razones por las que los fabricantes de automóviles europeos se opusieron a los aranceles, porque perjudicarían sus propias exportaciones a Europa.
El problema del mercado de exportación se ve agravado por el tamaño decreciente del mercado europeo. La ralentización de la economía en el último año ha afectado a los coches eléctricos más que a otros, porque son más caros. Los trabajadores que tienen dificultades para llegar a fin de mes optarán por un vehículo tradicional más barato, en lugar de pagar una prima por uno eléctrico. Esta situación se vio agravada por la retirada de las subvenciones a los coches nuevos por parte del Gobierno alemán, lo que provocó una caída de las ventas, sobre todo en Alemania.
El año que viene, la UE ha fijado a todas las empresas el objetivo de alcanzar los 20 g de CO2 por kilómetro. La mayoría de las empresas automovilísticas parece que no van a alcanzar estos objetivos, lo que supondría multas. Ahora, como era de esperar, las empresas exigen que se retrase la aplicación de los objetivos, insistiendo en cambio en que Europa debe desarrollar una «política industrial», con lo que sin duda se refieren a subvenciones directas o indirectas.
Apuntan con una pistola a la cabeza de los gobiernos europeos, amenazándoles con la pérdida masiva de puestos de trabajo. Y varios gobiernos ya han pestañeado, entre ellos Italia y Francia.
Todo esto es un poco exagerado, dado que todas estas empresas están obteniendo enormes beneficios, repartiendo dividendos récord (muy superiores a los de sus homólogas asiáticas y norteamericanas) y acumulando decenas de miles de millones de dólares en efectivo. En lugar de reinvertir este dinero en el negocio y realizar inversiones audaces, están colmando de dinero a sus accionistas. No en vano, el secretario general de IndustriAll, la confederación sindical internacional, se refirió a estas prácticas como «liquidación de activos».
Pero la tarea central de una empresa capitalista no es garantizar el empleo, ni la transición a los vehículos eléctricos, sino obtener beneficios para sus accionistas. Según esta métrica, las empresas automovilísticas europeas tienen mucho éxito en estos momentos.
¿Para qué invertir en la construcción de más fábricas si los trabajadores de Europa son demasiado pobres para comprar los coches que producen? Las fábricas ya están paradas. Es mejor retroceder y mantener contentos a los accionistas con dividendos masivos.
Se podría argumentar que deberían haberse preparado para el futuro, pero lo cierto es que el motor eléctrico representa una revisión completa del automóvil y de su funcionamiento.
Por eso las nuevas empresas, que tienen experiencia en software, producción de baterías, fabricación de teléfonos inteligentes, etc., han demostrado ser tan capaces de saltar a estos nuevos mercados como los viejos gigantes industriales.
El dominio que China y el Sudeste Asiático tienen sobre la producción de todo lo relacionado con los semiconductores, y el dominio de Estados Unidos en cuanto a la producción de software y servicios en línea, deja a Europa completamente rezagada.
Es mucho lo que está en juego. La consultora McKinsey calcula que Europa podría perder hasta 400.000 millones de dólares (el 36% de su mercado actual) de aquí a 2035, sobre todo en la producción de componentes para automóviles. Muchos componentes ya se fabrican en el Sudeste Asiático, y es poco probable que las empresas europeas puedan entrar en ese mercado, ya que Europa se ha mantenido en gran medida al margen del desarrollo de la electrónica y el software.
Esto es lo que queda meridianamente claro cuando se examinan las cifras de inversión en el último periodo.
Falta de inversión
El ex jefe del Banco Central Europeo, Mario Draghi, elaboró un informe sobre la economía europea que pone de manifiesto el retraso de Europa en materia de inversión. Draghi sugiere que Europa necesitaría 800.000 millones de euros más al año en inversión pública y privada, lo que supondría un 4,5% adicional del PIB, y ello en un momento en que la mayoría de gobiernos y empresas tratan de encontrar áreas en las que recortar.
La razón es que Europa lleva tiempo rezagada con respecto a Estados Unidos y China. En el periodo de 20 años comprendido entre 1997 y 2019, el valor del capital por persona empleada creció un 50% en EE.UU., de 197.000 a 293.000 dólares. En China se multiplicó por ocho, de 11.000 a 87.000 dólares. En Europa occidental, creció apenas un 10%. Europa Central, con Chequia, Eslovaquia y Hungría, se comportó mucho mejor, con un aumento del 120%, pero eso no es en absoluto suficiente para compensar la diferencia. Las inversiones en Alemania son especialmente pobres, muy por detrás de otros grandes países europeos, por no hablar de Estados Unidos.
Desde 2012, la inversión estadounidense ha sido sistemáticamente superior a la de las principales economías europeas, en porcentaje de la producción económica. Estados Unidos ha gastado alrededor de un punto porcentual del PIB más en inversión que la UE. Pero si se mira más allá de la cifra global, se observa que una mayor parte de la inversión europea se centró en bienes inmuebles (viviendas, oficinas, etc.). En cuanto a la inversión en maquinaria y propiedad intelectual (investigación y desarrollo), EE.UU. gasta anualmente una media del 2% más de su PIB que la UE.
Parte de ello se debe a que los gobiernos europeos han recortado su presupuesto de inversión pública, pero la mayor parte se debe a que las empresas sencillamente no invierten. Las empresas estadounidenses gastan actualmente 1,6 billones de dólares en inversión, ya sea en capital fijo (maquinaria, fábricas, etc.) o en investigación y desarrollo (I+D). Sus homólogas europeas sólo gastan 900.000 millones de dólares.
Europa está por detrás en todos los sectores de la economía, excepto en automoción y materiales. Por poner algunos ejemplos: Las empresas europeas de telecomunicaciones sólo han invertido una quinta parte de lo que invierten sus homólogas estadounidenses. Las empresas de semiconductores han invertido la mitad. Incluso en el sector farmacéutico, en el que Europa no está tan rezagada, se gasta un 43% menos en capital fijo o I+D.
Fundamentalmente, en software e informática, Estados Unidos está significativamente por delante. En Europa no hay ninguna gran empresa de software ni de computación en la nube.
En cuanto al mercado de la Inteligencia Artifical -que sin duda desempeñará un papel importante en el aumento de la productividad-, Europa apenas desempeña ningún papel, ya sea en la escritura del código, en la producción de los procesadores o en el alojamiento de las granjas de servidores.
La crisis del mercado europeo de la energía
Para empeorar las cosas, las empresas europeas se han visto expuestas a unos precios desorbitados de la energía. Los precios europeos de la electricidad siempre han sido altos, pero ahora el precio para la industria es más del doble que el de EE.UU. (20 frente a 8 céntimos de euro por kWh). Debido a los precios históricamente altos de la electricidad, las industrias europeas tendieron a utilizar el gas como principal fuente de energía. El gas ruso, barato, estaba disponible en grandes volúmenes.
Sin embargo, desde la guerra de Ucrania, Europa se ha aislado del gas ruso y, tras el repunte inicial, ahora se ha estabilizado en un precio aproximadamente un 50% más alto que antes de la guerra. Esto ha tenido un impacto especialmente devastador en la industria intensiva en energía (metales, productos químicos, petróleo, papel, vidrio, etc.), donde la producción ha caído un 20%. Este acto de autosabotaje industrial ilustra cómo el Estado-nación, y el imperialismo, son una barrera para el futuro desarrollo de Europa.
Una vez más, sin embargo, la guerra de Ucrania no es tanto la causa del problema como la gota que colma el vaso en el sector energético. Incluso antes de la pandemia, la inversión pública y privada en producción e infraestructuras energéticas en Europa era casi la mitad que en Estados Unidos (420.000 millones de dólares frente a 260.000 millones en 2019). La inversión privada está aún más rezagada y es la mitad de la estadounidense.
Por supuesto, EE.UU. invierte mucho en la producción de petróleo y gas, pero cabría esperar que Europa igualara esa inversión en fuentes de energía alternativas, sobre todo teniendo en cuenta todo el ruido que han hecho los políticos europeos al respecto. China, a modo de comparación, invirtió 560.000 millones de dólares en el sector energético en 2019, de los cuales 154.000 millones fueron en energías renovables, tres veces más de lo que invirtió Europa.
Desde que se aislaron del gas ruso, los capitalistas europeos han aumentado su inversión en energía a 450.000 millones de dólares al año (a partir de 2024). Pero aún están muy por detrás de China, que ahora invierte 850.000 millones de dólares, y todavía tres veces más en energías renovables.
¿De dónde vendrá el futuro suministro energético de Europa? Los gobiernos de la UE están presionando a las industrias para que se pasen a la producción basada en la electricidad y abandonen el gas. Están presionando a los propietarios de automóviles para que utilicen vehículos alimentados por baterías. Y, por supuesto, les gustaría conseguir más inversión en infraestructura de servidores para la IA y la computación en nube. Pero todas estas cosas requieren una enorme cantidad de electricidad, y la inversión simplemente no está ahí para poder proporcionarsela de forma barata.
Esta falta de inversión en energía es también una de las razones por las que los fabricantes europeos no han sido capaces de replicar la escala de los fabricantes chinos. El mercado para sus productos simplemente no existía y, por tanto, las cantidades de producción seguían siendo relativamente pequeñas y caras, mientras que los fabricantes chinos se beneficiaban de las economías de escala. Esta es la razón principal por la que China, a diferencia de Europa, tiene ahora más del 60 por ciento de cuota de mercado en paneles solares y sus componentes. El mercado chino era mucho mayor y permitió a sus empresas convertirse en enormes monopolios, con los que las empresas europeas no podían competir.
La aventura Northvolt
China, por su papel en el mercado de la electrónica y el automóvil, ha desarrollado un control casi total del mercado de las baterías de litio, cruciales para el uso de tecnologías verdes. Estas baterías se utilizan en todos los ámbitos, desde los teléfonos inteligentes hasta los sistemas de almacenamiento de electricidad a gran escala vinculados a la energía solar y eólica.
Las empresas chinas se han asegurado una posición dominante, encabezadas por dos compañías: BYD y CATL. Tesla también tiene una pequeña participación en el mercado.
Sin embargo, la burguesía europea ha quedado completamente al margen de esta industria. Por eso, cuando apareció el fabricante de baterías Northvolt y prometió grandes cosas, aprovecharon la oportunidad. Bancos, gobiernos y fabricantes de automóviles les dieron 4.000 millones de euros de inversión. Goldman Sachs compró una participación del 20% en la empresa y Volkswagen, otro 20%. La empresa se expandió desde su única fábrica en Skellefteå (Suecia) a fábricas en Alemania y Estados Unidos.
Pero no consiguieron ganar dinero. El año pasado, la empresa perdió 5 euros por cada euro de ventas, y eso sin contar los gastos de administración e investigación. No cubrían ni de lejos el coste de producción de las baterías vendidas.
Para solucionarlo, tendrían que aumentar enormemente su escala para conseguir el mismo tipo de economías de escala que las empresas chinas. Northvolt tuvo unas pérdidas de 1.200 millones de dólares el año pasado. Compárese con la pérdida récord de 710.000 millones de dólares de Tesla, en la que incurrió cuando la empresa intentaba alcanzar las economías de escala necesarias para el mercado de masas. Ese año se consideraba decisivo para Tesla, y parece que lo ha superado. Pero parece que ha destrozado a Northvolt.
Para ser justos con los capitalistas suecos, mil millones de dólares no es mucho para la liga en la que intentan jugar. El fabricante chino de baterías CATL, por ejemplo, acaba de anunciar que va a construir una fábrica de 4.100 millones de euros en España. Northvolt acaba de demostrar que no puede jugar en esa liga sin miles de millones de financiación adicional, y parece poco probable que esa inversión llegue.
La inversión de CATL también es bastante típica de un nuevo tipo de inversión china en Europa. Para evitar los aranceles, las empresas chinas invierten en Europa como plataforma de ensamblaje. Por lo tanto, la mayor parte del valor del producto se añade a los componentes antes de que lleguen a la fábrica para ser ensamblados, lo que significa que la cantidad de puestos de trabajo que esto creará en Europa es limitada. La mayor parte de la cadena de suministro está fuera de Europa.
La historia de Northvolt ilustra las dificultades a las que se enfrentan las nuevas empresas que intentan introducirse en un mercado ya establecido. Como resultado, las nuevas empresas europeas de baterías han decidido dejar el mercado de los vehículos eléctricos a los chinos y centrarse en otros mercados, como el de las instalaciones de almacenamiento masivo.
Así es el capitalismo monopolístico. Las enormes inversiones que ya se han realizado en esta industria, tanto en capital físico como en investigación y desarrollo, excluyen en la práctica a los nuevos competidores. Una vez que una empresa se convierte en monopolio en algún lugar del mundo, no hay aranceles que puedan desalojarla de esa posición.
¿Hacia dónde va Europa?
El capitalismo se desarrolló primero en Europa. Mediante el saqueo del mundo y llevándose el el botín al país de origen, el capitalismo europeo se desarrolló a pasos agigantados. Gran Bretaña, Francia y Alemania eran el centro de la economía mundial a finales del siglo XIX.
Sin embargo, en los gigantescos enfrentamientos de las potencias imperialistas en dos guerras mundiales, se demostró que las potencias europeas se habían quedado atrás. Se reveló el enorme potencial de Estados Unidos, que se convirtió en la potencia dominante del mundo capitalista.
Devastadas por la guerra, las potencias europeas se reconstruyeron sobre la base de las industrias recién desarrolladas, construyendo automóviles y maquinaria industrial de todo tipo. No sólo fueron capaces de recuperarse, sino que en cierta fase incluso alcanzaron el mismo nivel de productividad que Estados Unidos. Todo ello bajo el «paraguas de seguridad» estadounidense.
En una zona de libre comercio, protegida por el imperialismo estadounidense, las empresas europeas podían competir en pie de igualdad en cualquier parte del mundo capitalista. Los burgueses estadounidenses refunfuñaron un poco por tener que soportar la mayor parte de los costes de mantenimiento de su enorme aparato militar, pero al final, el desarrollo del capitalismo en Europa occidental estabilizó la situación política durante todo un periodo histórico e impidió el desarrollo ulterior de la revolución mundial. Y, por supuesto, los bancos estadounidenses y las corporaciones multinacionales se llevaron su parte del creciente pastel.
En una época de libre comercio, las fronteras que dividían Europa en pequeñas naciones eran menos restrictivas para el desarrollo de las fuerzas productivas. El mercado común y más tarde la UE suavizaron aún más estas restricciones, permitiendo la aparición de monopolios que podían competir a escala mundial, como Airbus, un puñado de empresas automovilísticas e incluso algunos bancos.
Pero la creación del Mercado Común se hizo con el apoyo del imperialismo estadounidense, que durante mucho tiempo consideró que la UE y sus predecesores respondían a sus intereses estratégicos. Las pequeñas naciones europeas podían apoyarse en su gran primo estadounidense, que les mantenía abiertos los mercados del mundo capitalista. Algunas de ellas, como Finlandia, Suecia y Austria, podían incluso ganar mucho dinero comerciando con las burocracias del bloque del Este.
Con el colapso de la Unión Soviética, todo eso empezó a cambiar. Al principio hubo euforia: se abrían nuevos mercados para la explotación conjunta por parte del imperialismo occidental. Pudieron saquear las antiguas empresas estatales, al tiempo que intensificaban la explotación de los trabajadores en Occidente. China proporcionó además una excelente terreno para inversiones rentables, produciendo muebles, textiles, productos básicos procesados y plataformas de montaje.
Pero el límite de esto se alcanzó con la crisis de 2008. El proceso de desmantelamiento de la globalización, que ya había comenzado, recibió ahora un nuevo impulso masivo. Se perfilaba una nueva realidad, mucho más dura, que exigía una mayor intervención estatal para defender los intereses de sus propias multinacionales frente a los de sus competidoras.
Los capitalistas estadounidenses y europeos se despertaron en 2015 al darse cuenta de que China ya no era solo una potencia débil que producía muebles y ensamblaba productos electrónicos occidentales. China tenía ambiciones mucho mayores, como se expone en el documento «Hecho en China 2025», y disponía de los medios para alcanzarlas.
Pero mientras Estados Unidos, bajo Trump y Biden en particular, llevaba a cabo una campaña contra el desarrollo chino, privándoles de nuevas tecnologías y acceso a los mercados, Europa seguía dividida, y era arrastrada en diferentes direcciones. Los alemanes, apoyados por los holandeses y los países nórdicos, se aferraron a sus estrictas reglas fiscales, resistiéndose cuando se trataba de financiar la deuda conjunta.
Mientras que China y Estados Unidos pudieron mantener déficits públicos masivos, que mantuvieron la demanda y la inversión, Europa tuvo que limitar su gasto público tras la crisis de la eurozona de 2010-12. Según las teorías de los economistas neoclásicos, esto debería haber liberado capital para la inversión privada, pero como hemos visto, eso simplemente no sucedió.
Ahora Trump vuelve al poder. Sin duda intentará sembrar la discordia entre las potencias europeas, utilizando la zanahoria para unos y el palo para otros. Desde su punto de vista, la UE es un obstáculo para «América primero». Los gobiernos chino y ruso ya han intentado atraer a su órbita a distintos países europeos. Con Francia y Alemania sumidas en crisis políticas, y la UE cada vez más impopular entre las masas europeas, el futuro de la unidad europea sobre una base capitalista parece sombrío.
Sobrevivir por viejos méritos
Mario Draghi fue relativamente sincero en su informe, sobre todo para un político europeo. Ahora se ha convertido en el tema de conversación de la burguesía europea. Pero hablar hará poco para resolver los problemas profundamente arraigados que señala, y nadie tiene una idea creíble de cómo recaudar los 800.000 millones de euros que exige.
Incluso si consiguen reunir el dinero, los capitalistas europeos se enfrentarán a la feroz competencia de estadounidenses y chinos, que tienen todos el mismo programa: exportar para salir de la crisis. Esta es una receta para las guerras comerciales, en las que Europa se encuentra en una posición débil.
Draghi advierte en su informe que, sin la inversión necesaria en la economía, el «modelo social» europeo es insostenible.
Por un lado, amenaza a los trabajadores y a sus representantes con que, a menos que acepten que se socaven sus condiciones, se enfrentarán a algo aún peor; por otro, amenaza a los empresarios con la perspectiva de un levantamiento revolucionario en caso de que no cumplan.
Durante décadas, la clase obrera europea ha mantenido una existencia relativamente civilizada. Pero las condiciones materiales para ello están desapareciendo rápidamente. Y está más que claro que los burgueses europeos no son capaces de detenerlo. Después de la guerra en Ucrania, que causó estragos en la industria alemana, se avecina otro desastre en la forma de la segunda presidencia de Donald Trump.
El «modelo social» europeo es insostenible sobre la base del capitalismo. El capitalismo europeo, antaño a la vanguardia, es ahora viejo y decrépito. El Estado nación se ha convertido en una traba absoluta para su desarrollo futuro. Sus diversas clases capitalistas nacionales viven de viejos méritos y de inversiones realizadas en el pasado. No puede ofrecer ninguna vía de progreso a las naciones europeas.
Europa corre el riesgo de convertirse en un cementerio industrial. Sólo la clase obrera puede proporcionar una salida. Enviando a las clases dominantes de Europa al basurero de la historia, la clase obrera podría unificar Europa y utilizar los considerables recursos del continente para construir un nuevo futuro. Una federación socialista de Europa liberaría todo el potencial que el capitalismo nunca podrá alcanzar. Esta es la única salida.
Para poder entender las raíces, el ADN, que marca desde su surgimiento la impronta especialmente brutal y reaccionaria de la burguesía y el capitalismo español, hay que remontarse al período en que, surgiendo de las entrañas de la vieja sociedad feudal en disolución, se empieza a abrir camino el dominio del capital y el régimen burgués.
España y la llamada “acumulación originaria del capital”
Marx en el último apartado del Volumen I de El Capital, aborda la llamada acumulación originaria. En el primer párrafo de ese apartado, sintetiza algunas de las conclusiones centrales analizadas en los capítulos previos y describe:
“Hemos visto cómo se convierte el dinero en capital, cómo sale de éste la plusvalía y cómo la plusvalía engendra nuevo capital. Sin embargo, la acumulación de capital presupone la plusvalía, la plusvalía la producción capitalista y ésta la existencia en manos de los productores de mercancías de grandes masas de capital y fuerza de trabajo. Todo este proceso parece moverse dentro de un círculo vicioso, del que sólo podemos salir dando por supuesta una acumulación “originaria” anterior a la acumulación capitalista -acumulación previa- la denomina Adam Smith; una acumulación que no es resultado sino punto de partida del régimen capitalista de producción.
«Esta acumulación originaria viene a desempeñar en economía política el mismo papel que juega en teología el pecado original. Al morder la manzana, Adán engendró el pecado y lo transmitió a toda la humanidad».
Abordando el análisis de cuáles fueron los factores y hechos objetivos que facilitaron y aceleraron esa acumulación primigenia, tenemos la versión edulcorada y laudatoria de los economistas burgueses, que presentan la acumulación previa como la merecida recompensa a un pequeños grupo de chicos buenos y ahorradores, dedicados en cuerpo y alma al trabajo cual laboriosas hormigas. De esa idílica manera, esos hombres de bien, pudieron guardar para el futuro y el capital brotó de su esfuerzo, tan limpio y reluciente como una patena.
Frente a este bonito cuento oficial, Marx generalizando la experiencia histórica de todo el desarrollo social, afirma que fue a través de la fuerza como se realizó el proceso de acumulación previa: “La violencia es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva. Es por sí misma una potencia económica.
Haciendo gala de su extraordinaria capacidad de síntesis, partiendo del estudio del conjunto de hechos particulares que marcan los albores del dominio del capital, aplicando el método del materialismo dialéctico, Marx deduce hacia dónde apunta la dinámica histórica general. Extrayendo las leyes que de ella se derivan, analizando la génesis del Capitalista Industrial, explica:
“La Edad Media había legado dos formas de capital, que alcanzan su sazón en los más diversos tipos de sociedad y que antes de llegar la era de producción capitalista son considerados como el capital por antonomasia». El capital usurario y el capital comercial.
«El régimen feudal en el campo y en la ciudad el régimen gremial, impedían al dinero capitalizado en la usura y el comercio convertirse en capital industrial.
«Dichas barreras desaparecieron con el licenciamiento de las huestes feudales y con la expropiación y desahucio parciales de la población campesina. Las nuevas manufacturas habían sido construidas en los puertos marítimos de exportación o en lugares del campo alejados de las antiguas ciudades y de su régimen gremial.
«El descubrimiento de los yacimientos de oro y plata en América, la cruzada de exterminio, esclavización y enterramiento en las minas de la población aborigen, el comienzo y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión de África en un cazadero de esclavos negros.
«Son todos hechos que señalan los albores de la era de producción capitalista.
«Estos procesos idílicos representan otros tantos factores fundamentales en el movimiento de la acumulación originaria. Tras ellos pisando sus huellas, viene la guerra comercial de las naciones europeas, cuyo escenario fue el planeta entero. Rompe el fuego con el alzamiento de los Países Bajos, sacudiendo el yugo de la dominación española, cobra proporciones gigantescas en Inglaterra con la guerra anti jacobina, sigue ventilándose en China en las guerras del opio….”
“Las diversas etapas de la acumulación originaria tienen su centro por orden cronológico más o menos preciso, en España, Portugal, Holanda, Francia e Inglaterra. Es en Inglaterra donde a fines del siglo XVII se resumen y sintetizan sistemáticamente en el sistema colonial, el sistema de la deuda pública, el moderno sistema tributario y el sistema proteccionista”.
Y concluye: “El Capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza”
Monarquía absoluta, conquista y expolio colonial: del sueño de El Dorado a la lenta y prolongada pesadilla de un régimen putrefacto
España tuvo, por así decirlo, la ventaja de la primogenitura histórica de ser el país donde la monarquía absoluta se desarrolló en su forma más acusada y con anterioridad a los demás estados feudales, sobre la base material de la unión de los reinos de Aragón y Castilla y la conquista de Granada bajo el reinado de los Reyes Católicos. Esto, unido al casi simultáneo y casual descubrimiento de América, empujados por la búsqueda de un mejor acceso al comercio de Especias con las Indias –frente a la ruta africana controlada por Portugal se buscaba otra hacia el Indico–, conforman el escenario que en los comienzos del siglo XVI otorgaron a la monarquía española la superioridad sobre el resto de Europa y el dominio de América del Sur.
En su primer artículo de la serie “La España Revolucionaria”, publicado en el New York Daily Tribune el 09-09-1854, analizando este proceso Marx sintetiza:
“Fue en el siglo XVI cuando se formaron las grandes monarquías, que se erigieron en todas partes sobre la base de la decadencia de las clases feudales en conflicto: la aristocracia y las ciudades. Pero en los otros grandes Estados de Europa la monarquía absoluta se presenta como un centro civilizador, como la iniciadora de la unidad social. Allí era la monarquía absoluta el laboratorio en que se mezclaban y trataban los distintos elementos de la sociedad; hasta permitir a las ciudades trocar la independencia local y la soberanía medievales por el dominio general de las clases medias y la común preponderancia de la sociedad civil. En España por el contrario, mientras la aristocracia se hundía en la decadencia sin perder sus privilegios más nocivos, las ciudades perdían su poder medieval sin ganar en importancia moderna.
“Si después del reinado de Carlos I la decadencia de España, tanto en el aspecto político como en el social, ha exhibido todos los síntomas de ignominiosa y lenta putrefacción que fueron tan repulsivos en los peores tiempos del imperio turco, en los de dicho emperador las antiguas libertades fueron al menos enterradas en un sepulcro suntuoso. Eran los tiempos en que Vasco Núñez de Balboa hincaba la bandera de Castilla en las costas de Darién, Cortés en México y Pizarro en el Perú; en que la influencia española tenía la supremacía en Europa, y la imaginación meridional de los íberos se encandilaba con la visión de El Dorados, de aventuras caballerescas y de una Monarquía Universal. Entonces desapareció la libertad española en medio del fragor de las armas, de los ríos de oro y de los tétricos resplandores de los autos de fe”.
“El descubrimiento de América. que al principio fortaleció y enriqueció a España, se volvió pronto contra ella» / Dominio público
Efectivamente, como Marx resalta, la práctica eliminación de los dos pilares del viejo poder de las ciudades medievales españolas –los Ayuntamientos y las Cortes– proceso que se aceleró de manera decisiva tras la derrota de los comuneros en Villalar el 23 de abril de 1521, fue el síntoma prematuro de lo que estaba por llegar.
En poco menos de un siglo, los mismos factores que impulsaron los éxitos iniciales del imperio español se convirtieron en su contrario. Estos condujeron a un período de decadencia, que hasta hoy mismo sigue marcando la impronta del capitalismo y la burguesía española.
En su artículo “La Revolución española y las tareas de los comunistas” (24-01-1931), Trotski explica el enorme atraso del capitalismo español en el contexto europeo de comienzos de los años 30 del siglo pasado, y siguiendo la estela de los artículos de Marx sobre la España revolucionaria del siglo XIX, comenta:
“El descubrimiento de América. que al principio fortaleció y enriqueció a España, se volvió pronto contra ella. Las grandes rutas comerciales se apartaron de la península ibérica. Holanda enriquecida tomó la delantera a España. Después de Holanda fue Inglaterra quien adquirió una posición aventajada sobre el resto de Europa. Era la segunda mitad del siglo XVI. España se aproximaba a la decadencia Después de la destrucción de la Armada Invencible (1588) esta decadencia revistió -por así decirlo- un carácter oficial. Nos referimos al advenimiento de ese estado de feudalismo burgués que Marx llamó la putrefacción lenta y sin gloria.
«Las viejas y las nuevas clases dominantes -la nobleza latifundista y el clero católico mediante la monarquía, las clases burguesas mediante sus intelectuales- intentaron tenazmente mantener sus viejas pretensiones, pero ¡Ay! sin sus antiguos recursos. En 1820 las colonias de América del Sur se separaron definitivamente. Después de la pérdida de Cuba en 1898, España quedaba sin posesiones coloniales. Las aventuras de Marruecos no supusieron más que la ruina del país y la intensificación del descontento del pueblo”.
Siglo XIX, la revolución burguesa en España, el papel de las últimas colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas
Si hubiera que elegir dos tesis que se muestren como norma, en toda la experiencia acumulada de la humanidad desde el mismo momento en que surgen las clases, estas sin duda serían: la lucha de clases y que ninguna clase dominante abandona voluntariamente la escena de la historia. La primera, se expresa como fuerza motriz que, inicialmente de forma acumulativa, y una vez se han alcanzado los límites de una sociedad dada, de forma revolucionaria, hace girar las ruedas de la historia, instaurando un nuevo marco social que niega lo viejo y encaja con las nuevas capacidades productivas y necesidades de la sociedad. La otra tesis constantemente reiterada, estrechamente ligada con este carácter histórico y por tanto finito de cualquier régimen social, es que ninguna clase dominante en la historia se ha podido reconciliar nunca con la idea de que el régimen social que garantiza su poder y privilegios esté destinado a desaparecer.
Esta verdad incuestionable, de que ninguna clase dominante abandona voluntariamente la escena de la historia, resalta la importancia en la lucha de clases del campo de batalla ideológico, y permite entender el sesgo de clase de las llamadas ciencias sociales. Este proceso se agudiza más aún, como es el caso hoy, en períodos de crisis orgánica del sistema que muestran ante los ojos de millones la bancarrota del capitalismo y el riesgo que su supervivencia implica para el futuro de la humanidad.
En este sentido, no es de extrañar que para la burguesía cuando se trata de abordar el pasado, el fomento de la desmemoria, unido al ocultamiento y la distorsión, sean la norma. Esto es así, incluso cuando se trata de explicar cómo se realizó su propio ascenso histórico, por no hablar de las luchas obreras revolucionarias que han cuestionado su sistema-.De esta forma, cuando el gran historiador escoces Thomas Carlyle escribe en 1795 -sólo 150 años después de los hechos- su libro “Cartas y discursos de Oliverio Cromwell”, para recuperar la figura histórica del que fue máximo dirigente de la revolución inglesa, tuvo que desenterrarla, en sus propias palabras, de debajo de un montón de perros muertos. ¡Qué decir del pavor indisimulado de la burguesía gala, para evitar por cualquier medio el recuerdo de su infancia revolucionaria!. Y si esta es la norma general en todo el mundo burgués, no por casualidad, en el caso del parasitario capitalismo hispano, la norma adquiere el carácter de una necesidad obsesiva e inquebrantable, que ningún grupo político o social que acepte el juego institucional puede romper.
Los patrióticos dirigentes hispanos, tras la imagen que venden de una España de ”glorioso” pasado -la tan falsa y manida hispanidad- y de un más que prometedor presente y futuro, lo que pretenden en realidad es ocultar bajo siete velos su auténtico rostro, la historia real de una burguesía parasitaria y reaccionaria, incapaz de hacer avanzar la sociedad. El cuadro real de la sociedad española a la que ellos representan, tiene mucho más que ver, con la descripción que ya hace 4 siglos hacía Cervantes en sus Novelas Ejemplares de la situación del país: la imagen del “caballero” que, bajo su capa de curtido cuero, ocultaba sus harapos y junto con él nos presentaba a esa cofradía de truhanes, ladrones y criminales que se reunían en el patio de Monipodio.
Si algo caracteriza al largo proceso de alumbramiento del dominio de la burguesía en España -que prácticamente abarca todo el siglo XIX-, es su inconsistencia, su incapacidad de llegar hasta el final rompiendo definitivamente con toda la basura feudal y clerical. Otro elemento decisivo que marca con su impronta todo el período, y cuya alargada sombra llega hasta nuestros días, es el importantísimo peso que en la acumulación originaria de capital tiene el dominio colonial de Cuba y en mucha menor medida los de Puerto Rico y Filipinas.
Lejos de romper con el viejo régimen, lo que se produjo fue la fusión de la aristocracia terrateniente con la nueva clase burguesa ennoblecida, bajo la tutela de la rapaz monarquía borbónica y con el asfixiante peso de una intocable Iglesia Católica. Todo ellos garantizado, sobre todo a partir del final de la Guerra de Independencia, por un Ejército y una judicatura, elementos centrales del Estado burgués, que intervienen como “árbitros” en los momentos de ruptura del equilibrio social o político, aglutinados en torno a la reaccionaria figura del monarca.
Todo este entramado que vincula y une a las viejas y nuevas fortunas, fusionadas estrechamente con el Estado, en cuyo vértice se coloca el Rey, sólo tiene como único objetivo seguir exprimiendo hasta la última gota de la riqueza creada en las colonias de ultramar y en la península por el trabajo de las masas populares.
En el último tercio del siglo XIX fracasa el intento de los sectores revolucionarios de la pequeña y mediana burguesía republicana de modernizar el país, con el fin del denominado sexenio revolucionario y de la efímera 1ª República 1868-1874. Junto con la restauración de la monarquía, en la figura de Alfonso XII, un nuevo y decisivo actor, la clase obrera, irrumpe con fuerza en la escena de la historia, anticipando el rol decisivo que la lucha obrera tendrá en el futuro del país, desde los inicios del siglo XX hasta hoy.
Azúcar y Esclavistas
El ejemplo de la independencia de Estados Unidos de la corona británica, fruto de la primera revolución americana, seguido por el triunfo de la Revolución Francesa en 1789 y dos años después por la victoria de los llamados jacobinos negros en su guerra de liberación nacional, en la isla de Santo Domingo controlada por Francia, que condujo a la independencia de Haití[1], animaron de manera decisiva el movimiento pro independencia en las colonias españolas de América. Este proceso fue favorecido a su vez por la crisis dinástica en la península. Esta crisis, que tras la denominada abdicación de Bayona donde Carlos IV cede el reino a Napoleón, conduce a la invasión francesa y a la Guerra de independencia de 1808-1814.
Frente a la pasividad sumisa del monarca, de su corte aristocrática y las élites dominantes, son la insurrección y resistencia popular, canalizada a través de las juntas revolucionarias que se forman a nivel local y provincial, junto a las Cortes que se convocan en Cádiz en 1812, los artífices de la derrota de Napoleón. Tras la salida de las tropas invasoras, la restauración del trono en la persona del infausto Fernando VII pone fin a los aires de cambio. Gran parte de los avances constitucionales se revierten y con ello se impulsa de manera imparable la lucha por la independencia americana. En menos de dos décadas 1810-1825, todas las colonias continentales han conquistado su independencia y el imperio queda reducido a las islas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
Ciertamente, el expolio y exterminio inicial de las poblaciones indígenas en las colonias de las grandes potencias ascendentes, también viene acompañado desde el siglo XVI y hasta finales del XIX, por la conversión de África en un cazadero de seres humanos, donde obtener la abundante mano de obra que exigían las nuevas plantaciones en América. Entre 12 y 15 millones de negros son esclavizados y trasladados forzosamente atravesando el Atlántico hasta América -desde Rio de Janeiro al Sur hasta la bahía de Chesapeake al Norte-, para que los que llegan vivos -se estima que al menos 2 millones murieron en el viaje- trabajen hasta la extenuación, sacrificados en el altar de la rápida acumulación de capitales. Esto, a su vez, engrasa y acelera la creación de un mercado cada vez más global que absorbe una demanda cada vez mayor de mercancías, impulsando a su vez el desarrollo de la manufactura y la industria.
La importancia que adquieren las plantaciones esclavistas de azúcar, café, tabaco y, más tarde, desde finales del XVIII las de algodón destinadas a satisfacer la demanda de la industria textil inglesa, impulsan el llamado Tráfico Triangular que se inicia en el siglo XVI y extiende sus vértices entre Europa, África y América, conformando un factor muy importante en el impulso de esta etapa germinal del capitalismo.
En los siglos XVII y XVIII el comercio de esclavos se incrementa enormemente y de los 300.000 que se estiman llegaron a América en el siglo XVI -de manera especial hacia las plantaciones brasileñas-, la cifra asciende a más de 1,5 millones en el XVII y supera los 6,5 millones en el XVIII. Durante esos 200 años la trata la dominan los ingleses, holandeses y franceses.
En el caso de las antiguas colonias españolas de la América continental, la esclavitud africana aunque significativa, no alcanzó las cifras del Brasil o de las Islas tropicales bajo el control de las principales potencias. Con escasas excepciones, la esclavitud africana sobrevivió a las independencias hispanoamericanas, para extinguirse en las repúblicas que allí se proclamaron durante la segunda mitad del siglo XIX.
Coincidiendo con el declive colonial, es precisamente en los ochocientos, cuando en lo que resta del dominio imperial español, sobre todo en Cuba y en menor medida en Puerto Rico, se produce un salto cualitativo, iniciándose el imparable proceso de implantación en los suelos vírgenes de las dos grandes islas caribeñas del modelo exitoso de la gran plantación anglo-francesa y holandesa.
En el impulso inicial de todo el proceso, se combinan la disponibilidad del capital ya atesorado en la isla y la península, y la “liberalización” por la corona en 1789 de la importación de esclavos africanos en todos los territorios hispanoamericanos. Todo ello, poco antes de que se produzca el hundimiento de la mayor productora de azúcar del mundo, que era la isla de Santo Domingo, como consecuencia de la revolución de los negros y esclavos que dio lugar a la segunda nación independiente en América con el nombre de Haití.
Como explica detalladamente el historiador José Antonio Piqueras Arenas en sus textos: La esclavitud en las Españas enero (2012) y Negreros (2021):
“Las islas del Caribe español, Cuba de forma destacada, Puerto Rico a considerable distancia, constituyen en el Siglo XIX los fundamentos del imperio español que sobrevive a las emancipaciones americanas de 1810-1825. Es un imperio que se caracteriza por su inequívoca impronta esclavista. La capacidad de las colonias de generar beneficios explica la ausencia de independencia política de las islas, la posición de potencia media que España conserva en el contexto internacional y una prodigiosa acumulación de capitales a ambos lados del Atlántico, en manos criollas y en manos de españoles de toda condición, desde el aventurero sin escrúpulos hasta la familia real, bien representada por María Cristina de Borbón, madre de Isabel II y durante los primeros años de minoría de esta Reina Gobernadora. Tan estrecho y fructífero resultó el vínculo colonial, que los sucesivos gobiernos ignoraron los tratados internacionales que España suscribió, por los que se prohibía el comercio de africanos a partir de 1820 y se “perseguía su contrabando” hasta con la horca para quienes fueran sorprendidos en su tráfico. Entonces comenzó el período de la trata clandestina que hasta su cese “regular” en 1867- todavía en 1873 fue sorprendido en Cuba un Alijo- llevó a las Antillas a entre 468.000-530.000 y hasta 875.000 esclavos, contraviniendo los acuerdos suscritos y la legislación penal española”.
En base al trabajo esclavo, Cuba en pocas décadas se convirtió en el primer productor de azúcar del mundo / La Jiribilla
Según la estimación media en los distintos estudios demográficos que se han publicado, en Cuba se pasa de menos de 200.000 habitantes a finales del XVIII a más de 1.000.000 en 1840-41, de los que al menos 600.000 son esclavos negros.
Teniendo en cuenta el carácter penoso e insano del trabajo en los ingenios azucareros, por las difíciles condiciones climáticas, lo que sumado a las jornadas agotadoras y a los frecuentes latigazos y malos tratos, provocaban una tasa de mortandad de hasta un 7% anual. Todo ello unido a que la elevada tasa de beneficios hacía más rentable sustituir las bajas con la compra de nuevos esclavos varones. Esto hace que diferentes expertos estimen que las cifras reales de la esclavización forzosa africana en Cuba y Puerto Rico hasta 1898, pudo afectar a entre 1,5 y 2 millones de seres humanos.
Marx, en el capítulo ya citado de El Capital sobre los orígenes de la acumulación originaria, pone el ejemplo de los efectos del tratado de Utrecht en Liverpool. En concreto, Marx se refiere a cómo tras el Tratado de Utrecht de 1713-1715 -que pone fin a la llamada guerra de sucesión española e inaugura el reinado de los Borbones- Luis XIV en premio por el apoyo de Inglaterra a las pretensiones de su nieto Felipe V –pese a que inicialmente apoyaba al candidato de los Austrias-, además de las cesiones territoriales -Gibraltar entre otras-, sobre todo les promete la concesión del “Tratado de Asiento de negros”, promesa que una vez su nieto llega al trono se hizo efectiva otorgando a la compañía británica South East Company la autorización para el envío durante 30 años de 4.800 esclavos anuales a la América española; esto es, 144.000.
Dice Marx: “Liverpool se engrandeció gracias al comercio de esclavos. Ese fue su método de acumulación originaria”, y da las cifras. En 1730 eran 15 los barcos dedicados al comercio de esclavos y en 1792 la cifra asciende a 132. Como conclusión, refiriéndose al auge de la industria algodonera inglesa -que se basó inicialmente en la mano de obra de niños que sacaban de los hospicios y orfanatos para explotarlos hasta la extenuación-, apostilla:
«A la par que implantaban la esclavitud infantil, la industria algodonera servía de acicate para convertir el régimen más o menos patriarcal de la esclavitud en los EE.UU en un sistema comercial de explotación.
«En general, la esclavitud encubierta de los obreros asalariados en Europa exigía, como pedestal la esclavitud sin disimulo en el Nuevo Mundo”.
Los datos más que esclarecedores que detalla en su último libro -Negreros- el ya citado Francisco Piqueras corroboran la tesis de Marx:
”Nunca se transportaron más esclavos de África a América que en el lapso comprendido entre 1750 y 1850. En 1860 se alcanza el máximo de esclavos africanos y afro descendientes en América. En sólo dos países EE.UU y Brasil, más las colonias españolas de Cuba y Puerto Rico y las Neerlandesas de Antillas y Surinam, la cifra supera los 8 millones de esclavos. La producción de estas regiones trabajadas por esclavos se encuentran a la cabeza de las exportaciones americanas y estrechamente ligadas con los mercados más desarrollados y los procesos productivos y tecnologías más avanzados Textiles, Refino y consumo masivo de dulces y bebidas estimulantes… empleándose en su producción, transporte, financiación y comercio los medios más sofisticados que se disponía».
Comparativamente al número de navíos negreros de Liverpool, para hacernos una idea del peso de la esclavitud en la acumulación capitalista originaria española, estas son las estimaciones de Piqueras:
“El número de embarcaciones que participaron en la trata clandestina española, por la proporción que puede establecerse entre navíos capturados y viajes realizados, superó los 2000 y pudo acercarse a los 2.500. Multiplíquese por la marinería precisa para atender los navíos, de 20 a 50 por barco, los capitanes y pilotos, los comerciantes que corresponden a esas cifras, las mercancías necesarias para los intercambios y la industria naval movilizada en el mantenimiento y la construcción de bajeles. Sólo para esta época de trata ilegal y clandestina, hablamos de decenas de miles de personas involucradas de manera activa”.
En base al trabajo esclavo, Cuba en pocas décadas se convirtió en el primer productor de azúcar del mundo. Los datos del estudio La Industria azucarera de Cuba durante el siglo XIX, del mexicano Julio le Riveren resultan esclarecedores:
Año
CubaTns. Azúcar
% Mercado Mundial
LouisianaTns. Azúcar
BrasilTns. Azúcar
1853
322.000
21,8%
225.000
138.000
1855
392.000
27,2%
116.000
106.000
1857
355.000
21,8%
157.000
88.000
1859
536.000
28,2%
181.000
120.000
Teniendo en cuenta que, según diversos cálculos, el valor actualizado de un peso cubano de mediados del XIX equivaldría hoy a 70,49€.
Los capitales generados para la oligarquía azucarera que a su vez engrasaban todo el entramado negrero, alcanzaron cifras desorbitantes. Así teniendo en cuenta el precio de venta medio de una libra de azúcar-0,454 kg- en 1855 de 0,05 pesos, el valor de la producción de ese año sumó 43.178.800 pesos, el equivalente a 3.044 millones de euros de hoy. En 1860 con igual precio medio por libra de azúcar y una producción de 447.000 toneladas, el valor alcanzado fue de 49.237.050 pesos cubanos es decir el equivalente a 3471 millones de euros.
Tras décadas de explotación, se hace necesario trasladar las plantaciones desde la costa occidental hacia el centro de la Isla, lo que encarece el transporte y sumado a los gastos dedicados a la importación de la maquinaria más moderna y a los de la “reposición de esclavos”, hace que se dupliquen los costes del capital necesario para instalar y hacer funcionar un ingenio, y a pesar de ello los beneficios siguen siendo fabulosos. Cuba es la Perla de las Antillas, según muchos autores, constituye una de las colonias más rentables del mundo y como prueba de ello, en 1860, los ferrocarriles y líneas férreas cubanas para el transporte del azúcar son más numerosos que los que existen en toda la América Latina.
Para estimar el peso económico de las colonias en el conjunto de la economía española de mediados del XIX, basta con revisar los datos del artículo de Catalina Guarner: “Economía española entre 1850 y 2015” publicados en ICADE nº10- revista cuatrimestral de las facultades de derecho y ciencias económicas- Según sus propias estimaciones, actualizando a euros de 2010, el PIB total de España ascendía en 1855 a 22.000 millones de euros, y en 1860 la cifra estimada era de 24.000 millones.
Negreros, la representación más acabada del mito del “Indiano”
Según el relato histórico oficial, la figura del Indiano está unida indisolublemente con esa imagen idealizada y nunca mejor dicho “edulcorada”, de hombres emprendedores y audaces, que partiendo de casi nada, gracias a su audacia y habilidad en los negocios en unos años de trabajo duro en las Américas, labraron su fortuna. Sus cronistas ensalzan que fue su importante contribución al engrandecimiento de España y al crecimiento de la economía nacional, lo que les hizo acreedores de los mayores honores y dignos merecedores de la justa concesión “Real” de los títulos que reconocían su innata nobleza.
Hoy, escondiendo el genuino y sangriento origen de sus fortunas, siguen siendo recordados como mecenas, que han dejado su impronta en los hermosos edificios que mandaron construir, en los cuadros expuestos en museos, en bellas estatuas de mármol y rotulados en los nombres de muchas calles de pueblos y ciudades.
Juan Güell y Antonio López López eran dos perfectos exponentes del “Negrero cubano” / Wikimedia Commons
Como ejemplo esclarecedor de lo que nos referimos: ¿Quién no conoce y admira la obra de Gaudí? Lo que es menos conocido es que Juan Güell, padre del que fue mecenas de Gaudí[2], y otro de sus clientes importantes Antonio López López, que le encargó el palacete del Capricho en Comillas, eran dos perfectos exponentes del “Negrero cubano” que se hicieron inmensamente ricos, con la trata y la esclavitud.
Hay una prueba fehaciente del compromiso inquebrantable de todos los políticos del régimen del 78 para no poner en cuestión el relato y con ello la pervivencia de los elementos centrales que garantizan el mantenimiento del sistema burgués. Escenificando la condena formal y por supuesto “unánime” del parlamento a la esclavitud y la trata de africanos, en 2009 se presentaron para su debate en el Congreso de Diputados dos propuestas del PP y el PSOE de Proposición no de Ley “Sobre memoria de la esclavitud, reconocimiento y apoyo a la comunidad negra africana y de afro descendientes en España”. En ninguna de ellas reconocían la responsabilidad española en la trata y el trabajo esclavo, ni se aludía a una reparación simbólica. El 26 de febrero de 2010 se recogía en el Boletín oficial de las Cortes, el texto finalmente aprobado. En el mismo, aparte de la condena genérica del esclavismo, nada quedó sobre retirar los nombres en las calles y otros homenajes a personas “ilustres” que hubieran tenido relación con la trata y la esclavitud. La explicación que dio el portavoz del PP a la enmienda -aprobada por supuesto con el respaldo del PSOE- por la que se suprimía la petición del cambio de nombres de las calles, era que eliminar esos nombres podría generar situaciones complicadas e incómodas que es lo que ninguno queremos que se produzca.
Sus señorías -y más aún los oligarcas del capital cuyos intereses defienden- conocen de primera mano que el capitalismo español, entre otras raíces, hunde una vigorosa y profunda, en el sangriento sustrato de la esclavitud americana. Más aún, son plenamente conscientes que el rastro de los capitales negreros, igual que el más reciente de quienes incrementaron sus fortunas previas o directamente se hicieron ricos con el franquismo. Como textos de referencia para conocer en detalle las viejas y nuevas fortunas bajo Franco: Ricos por la Guerra de España, Los Ricos de Franco y La Familia Franco S.A, todos ellos del periodista y escritor alicantino Mariano Sánchez Soler.
Este rastro nos conduce hasta hoy, donde el mismo viejo entramado de poder adaptado al siglo XXI y los mismos apellidos y títulos nobiliarios de ayer, siguen siendo parte integral de la casta dominante.
Aun siendo numerosos los estudios y textos que diferentes especialistas han dedicado a tratar de forma más o menos acertada lo que supuso la trata y el esclavismo en Cuba, son los dos libros ya citados de José Antonio Piqueras, los primeros que de manera detallada y valiente, además de llamar a las cosas por su nombre, establecen el hilo conductor que vincula la historia de ayer con la situación actual. Dice Piqueras en su introducción a su libro Negreros: españoles en el tráfico y en los capitales esclavistas:
“Una parte del mundo que crearon los negreros desapareció con ellos, otra porción puede ser identificada sin dificultad en la posición y fortuna transmitida por generaciones, reconocible en las élites económicas, políticas y aristocráticas que 200 años después de haberse suprimido la trata legal, 135 años más tarde de ser suprimida la esclavitud en Cuba, se mantienen activas. En algunos pasajes, a modo de un almanaque de Gotha, las páginas que siguen enlazan el pasado oculto con nombres actuales de la alta sociedad, las finanzas, la política y la vida pública. Es su historia no contada. Si se trae aquí esa relación es con la finalidad de dar visibilidad a un pasado español negado o minimizado”.[3]
El indeleble vínculo que en su libro describe Piqueras, entre los negreros de ayer y sus poderosos herederos hoy, es la razón de fondo que explica las “reticencias” parlamentarias a recordar esa verdad histórica.
De hecho, no por casualidad, las situaciones complicadas e incómodas a las que aludía nuestro ínclito parlamentario popular al pedir el voto a su enmienda, fueron perfectamente entendidas y asumidas por la bancada socialista y por la de los distintos grupos de la derecha nacionalista.
Se trataba de otro ejemplo más, del mismo pacto de hierro, que desde 1977, tras casi 50 años de “democracia”, sigue garantizando la total impunidad de los torturadores y asesinos franquistas. Mantiene como intocable el Punto y Final, impuesto en la Ley de Amnistía, que imposibilita la admisión a trámite de cualquier denuncia o reclamación judicial de las víctimas de la dictadura contra los jueces, policías o militares partícipes directos de la represión fascista.
La historia que ayer fue tragedia, continúa como una cruel farsa
El texto de El 18 Brumario de Luis Bonaparte, Marx lo inicia diciendo:
“Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa.
“Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado”.
El alumbramiento del capitalismo español, coincidió con el canto del cisne del dominio colonial directo en América. El nuevo régimen se había ido gestando en la etapa final del largo proceso de lenta decadencia que se venía dando en el Estado español desde el siglo XVII. Del antiguo peso del país en la escena internacional sólo quedaba una tenue sombra, y frente a las grandes potencias del Siglo XIX España jugaba un papel insignificante y totalmente subordinado.
En este contexto histórico, los capitales obtenidos por los “Negreros” en Cuba y Puerto Rico, extrayendo hasta la última onza de oro del sudor y la sangre de cientos de miles de esclavos, fueron los fórceps necesarios para traer al mundo la nueva criatura que desde su nacimiento vino lastrada por la carga hereditaria de sus progenitores.
El proceso de simbiosis entre los nuevos capitales y los preexistentes, empieza uniendo a familias de hacendados y traficantes y, rápidamente, las uniones comerciales y conyugales se trasladan a la península donde los capitales negreros se orientan a todas las ramas productivas: compra de tierras, navieras y especialmente a las nuevas industrias y al sector financiero.
Mantener cueste lo que cueste el río de oro que llega desde las Antillas, rápidamente se convierte en el objetivo prioritario del Estado burgués y de toda su estructura política y militar (Monarquía, gobierno, ejército, Iglesia). De hecho, la parte del león del aluvión de dinero que financia el aparato estatal fluye desde las colonias antillanas, empezando por el ejército que en ese momento absorbía 1/3 del presupuesto total, legalmente a través de la carga fiscal y más importante aún de manera extraoficial mediante los sobornos o directamente con una participación en los negocios.
Sobre cómo se fue desarrollando todo el entramado de poder dice Piqueras:
“A partir de 1823 la complicidad de las autoridades españolas en Cuba y Puerto Rico con la esclavitud era tan estrecha, que se convirtieron en sus mayores y más útiles protectores. El general Miguel Tacón, gobernador de Cuba entre 1834-1838, militar que hizo y perdió las guerras continentales, de independencia e hispano americana, llegó a la conclusión de que la trata no era sólo un elemento sobre el que se sostenía la plantación y, en consecuencia, el comercio y los ingresos fiscales españoles; sino que creaba las condiciones apropiadas para disuadir a los criollos más audaces de la inconveniencia de un movimiento de rebeldía contra España.
“La trata creaba una masa importante de esclavos, un desequilibrio demográfico de tal magnitud, que los criollos blancos tenían motivos para temer una situación en la que no fuera posible, al ejército y a los peninsulares, contener a los esclavos si tenían que emplearse contra los insurrectos cubanos, dando lugar a que se reprodujeran las escenas de Haití, con una guerra racial pintada con los colores más tenebrosos. Leopoldo O’Donnell ratificó esa misma visión en la década siguiente”.
Desde la opuesta perspectiva del campo rebelde: “Les daba la razón el reformista y expatriado José Manuel Mestre cuando escribe desde New York al plantador criollo Cristóbal Madén el 12-12-1871: Nada puede haber más favorable para la causa de la revolución cubana que la abolición de la esclavitud. En ésta -la esclavitud- estriba todo el poder español en sus colonias antillanas y comprendiéndolo así los peninsulares residentes en Cuba se oponen y opondrán con todas sus fuerzas a todo cambio en la nefasta institución».
Continuar la tradición, de intentar conquistar y mantenerse en la cúspide del poder a cualquier precio, marca como un sello grabado a fuego a los Borbones, desde su acceso al trono español. En el momento mismo en que se implantan las primeras grandes haciendas esclavistas, la Corona se convierte en garante y por supuesto directo partícipe del negocio. Tras ella se agolpa el resto de los estamentos del Estado. Empezando por los ministros y presidentes de los gobiernos peninsulares, los capitanes generales y gobernadores coloniales, el ejército, la judicatura, la Iglesia y una multitud de políticos, intelectuales y periodistas…, todos ellos bien pagados con el oro negrero para defender hasta sus últimas consecuencias el status quo.
El tinglado del poder se estructura de arriba abajo, como los engranajes de una máquina bien engrasada. Las enormes tasas de plusvalía que se arrancan de la explotación inmisericorde de los esclavos, se comparte entre Negreros y Hacendados. Éstos, una parte la re invierten en la Isla y en la península, generando nuevos negocios y beneficios, y el resto se destina al pago de las tasas fiscales y sobre todo a lubricar todo el mecanismo “extraoficial”. En una perfecta simbiosis, el enorme caudal de dinero sucio se distribuye de forma piramidal. Empezando desde el Rey y respetando escrupulosamente el escalafón, todos reciben su parte.
Las autoridades en las Colonias y la Metrópolis, mientras que oficialmente suscriben y acatan todos los tratados internacionales que prohíben y castigan La Trata y, más tarde, el trabajo esclavo, no sólo lo permiten, sino que lo respaldan e impulsan abiertamente. Entre 1820 y 1867 se estima que entre 350 y 500 barcos dedicados al tráfico con destino a Cuba y Puerto Rico, fueron apresados sobre todo por barcos ingleses, en bastantes casos se confiscaba el barco y también la carga, pero no hubo ni una sola condena penal, ni a las tripulaciones, ni por supuesto a quienes financiaban y dirigían el tráfico.
Con muy pocas excepciones, los Capitanes Generales que dirigían el gobierno cubano abandonaban la isla con los bolsillos repletos.
La norma reflejada -en múltiples informes sobre el tráfico esclavista- la ejemplifica Piqueras con los datos de un informe de 1844:
“El informe estaba en condiciones de precisar que el desembarco de cada uno de los “esclavos frescos”, iba acompañado del desembolso de 27,50 pesos, repartidos de la siguiente forma: 16 iban al gobernador, 4 al oficial superior de la fuerza naval,7 al recaudador de aduanas y 0,50 pesos a los guardias que les custodiaban. En un sólo barco el capitán general podía recaudar 6.400 pesos”.
El ya citado general Miguel Tacón y Rosique, tras ejercer durante 5 años como gobernador de la Isla, abandona Cuba con una fortuna estimada en 400.000 pesos – o el equivalente hoy a 31.720.500€-
Otro ejemplo vivo de las bases materiales que sustentaban los intereses Negreros, lo encarna el destacado militar y político español, Leopoldo O’Donnell -Conde de Lucena y Duque de Tetuán, varias veces ministro y durante 6 años presidente del Gobierno español-. Entre 1843 y 1848 ejerce como Capitán General y Gobernador de Cuba. En su mandato, según fuentes del entonces cónsul británico en la Habana, en algunos desembarcos el pago al gobernador por “pieza”-como denominaban también los negreros a cada africano desembarcado-, subía hasta los 51 pesos. En sólo 6 años O’Donnell abandona la isla con un capital estimado en 500.000 pesos-35.245.000€ de hoy-.
La familia real, haciendo gala del papel decisivo de la corona y en fiel correspondencia con la grave responsabilidad que implicaba su posición a la cabeza de la Nación, son de los primeros en participar del Negocio. Empezando con el más lucrativo de la Trata, la regente María Cristina de Borbón se asocia con uno de los mayores negreros -el político y traficante Julián Zulueta- y junto a su segundo esposo Fernando Muñoz, no hay negocio lucrativo que no aborden.
La trama de control oligárquico, como la Hidra de Lerna extiende sus cabezas tentaculares por todos los estamentos sociales. Periódicos, diputados, ministros, jueces, obispos forman parte o están en nómina de su entramado. Es vox populi -como refleja Pérez Galdós en sus Episodios Nacionales– el descarado dominio que ejercen sobre los mecanismos decisivos del poder.
Mientras, en la España real crece el clamor popular que denuncia el contraste entre la miseria de la mayoría laboriosa y la ostentosa riqueza de la élite, personificada en el bochornoso espectáculo de corrupción sin límite de la Casa Real.
También en Cuba crece el descontento, sobre todo entre sectores criollos del oriente cubano, que decepcionados por la negativa de la metrópoli de conceder una amplia autonomía a la isla, empiezan a defender la idea de la independencia, en frontal oposición a los intereses de los grandes hacendados habaneros y de la provincia de Matanzas en el Occidente isleño, que conforman el núcleo duro del llamado partido peninsular.
La expulsión de la corrupta Isabel II, inaugura el sexenio revolucionario (1868-1873) en la península y también detona el inicio de la 1ª guerra cubana de 1868-1878.
La expulsión de la corrupta Isabel II, inaugura el sexenio revolucionario en la península y también detona el inicio de la 1ª guerra cubana de 1868-1878 / Dominio público
El movimiento revolucionario a favor de la República federal, huérfano de una dirección consecuente, se dispersa en multitud de luchas locales descoordinadas- movimiento cantonal- y en pocos meses los monárquicos encabezados por Cánovas del Castillo retoman el control y traen de vuelta a los Borbones. El fracaso republicano, que inicialmente parece estabilizar al régimen, en realidad supone la ruptura definitiva con los sectores reformadores cubanos, y a pesar de la derrota inicial de los insurgentes en la denominada Gran Guerra, realmente marca el destino de Cuba y de los restos del Imperio Colonial.
En 1895 los revolucionarios cubanos inician la que José Martí definió como la Guerra Necesaria durante 4 años de lucha encarnizada, los 270.000 efectivos de las tropas españolas y de cubanos pro peninsulares, se enfrentan a 54.000 guerrilleros insurrectos. Transcurridos tres años desde su inicio, la entrada en la Guerra de los EE.UU, que en pro de sus propios intereses imperialistas se enfrenta a España apoyando a los insurrectos, en pocos meses cambia el curso bélico del conflicto. El 3 de julio los 17.000 efectivos del cuerpo expedicionario norteamericano desembarcados en el sudoeste de la Isla, cercan por tierra Santiago de Cuba. La flota española que desde hacía un mes se encontraba bloqueada en la Bahía Santiaguina, se tiene que hacer a la mar y, enfrentada a la flota norteamericana, es totalmente destruida. La derrota es inapelable, el decrépito imperialismo hispano cede el paso a la entonces ascendente potencia de las barras y estrellas.
El imperio colonial hispano acabó, igual que cuando inició su andadura, con la marca indeleble del oro y la sangre. En una orgía de muerte y destrucción, además de los más de 80.000 beligerantes muertos, entre 200.000 y 400.000 civiles murieron hacinados en los Campos de Reconcentración impuestos por el ejército colonial.
La crisis de 1898 certificó de manera abierta, la realidad de un capitalismo débil, totalmente irrelevante en la permanente lucha imperialista por la hegemonía mundial. España comienza el Siglo XX como una de los países más pobres de Europa. Dirigido por una burguesía rapaz y parasitaria incapaz de modernizar y hacer avanzar al país. Para mantener su control y dominio, -frente a una joven y combativa clase obrera-, en cada una de las crisis que rompen o ponen en riesgo de manera decisiva su control político y que como puntos de inflexión jalonan el nuevo siglo, su respuesta es el recurso a la represión abierta y como último eslabón al Ejército.
La alargada sombra del pasado y la lucha por el futuro
Dice el refrán popular que aquellos polvos nos trajeron estos lodos. En los últimos 50 años de “democracia” – producto del descarrilamiento por su dirección del magnífico movimiento de lucha huelguística y política de la clase obrera contra la Dictadura y el dominio del capital- se produce la plena incorporación del ya maduro capitalismo hispano a la rueda del imperialismo europeo y occidental.
El cambio de la correlación de fuerzas entre las clases, que implica el mayoritario peso cuantitativo de los asalariados en el conjunto de la sociedad española y el enorme poder potencial de la clase obrera, impone temporalmente al capital adaptar las formas políticas de su dominio a los procedimientos de la Democracia formal.
Eso sí, desde el mismo momento en que a finales de los 70, ya es imparable “el cambio”, convenientemente camuflados con el ligero barniz del centro y con la imprescindible e impagable ayuda que representa la traición de los máximos líderes del PCE y PSOE. De esta manera, los representantes políticos directos de la burguesía garantizaron el mantenimiento intacto de todos los elementos centrales del Estado, fieles garantes de su poder. La monarquía, el aparato militar y policíaco, la judicatura y una gran parte del viejo aparato político de la dictadura, ungidos con el mágico óleo del Consenso de la modélica “Transición”, renacen como garantes inmaculados del nuevo orden constitucional.
Es el viejo método, de cambiar lo secundario para que lo decisivo siga igual. Requiere, y más cuando el tinglado es relativamente reciente y reiterativo, de una alta dosis de Amnesia inducida y a ser posible permanente, que oculte la verdad.
Su problema es, que la verdad histórica no puede ocultarse a todo el mundo ni durante todo el tiempo. Hay un hilo rojo conductor que recorre la historia del capitalismo español, desde la acumulación colonial y esclavista primitiva hasta llegar al dominio monopolista de los oligarcas del Ibex 35 y la política imperialista española de hoy. Aparece, negro sobre blanco, en toda la nomenclatura de apellidos y títulos nobiliarios que hoy, igual que hace generaciones, sigue figurando en sus filas y que de manera exhaustiva detalla José Antonio Piqueras en su libro Negreros.
El vínculo que mejor refleja el papel del imperialismo español en el pasado y en el presente, salta a la luz analizando la evolución de la oligarquía financiera hispana.
Analizando el árbol genealógico de la enorme concentración del sector bancario, que través de un imparable proceso de absorciones y fusiones, conduce a la formación del BSCH (Banco de Santander) y el BBVA. Uno comprueba, con la excepción de Argentaria, que todas las entidades financieras que los integran (Santander, Central, Hispano Americano, Bilbao y Vizcaya) nacen vinculados a los grandes capitales negreros y al comercio con las colonias.
El dominio colonial directo, mediante la trata y las plantaciones esclavistas generaron la plusvalía, que se aportó como capital para fundar los principales bancos españoles. Hoy en el siglo XXI en la época del moderno dominio imperialista, y en una nueva vuelta de tuerca de la historia, a través de la exportación de capital y del comercio desigual, esos mismos bancos siguen obteniendo una parte decisiva de sus escandalosos beneficios en America Latina y lo mismo sucede con Telefónica, Repsol y otros grupos monopolistas.
En 2023, de los 8019 millones de euros del resultado atribuido al BBVA, 5.953 el 74% procedían de América Latina. En el mismo ejercicio, el BSCH, del total de 11.076 millones de beneficio neto, 4.592 (el 44%) tienen el mismo origen. Mantener los súper beneficios extraídos del pueblo latinoamericano, ese y no otro es el contenido real que se esconde tras el señuelo de la “Hispanidad”.
Hace años que está agotado el período prolongado, durante el que, con este o aquel traspiés, la casta dominante pudo mantener todo el entramado de su poder: en el terreno político a través de la alternancia entre las derechas e izquierdas oficiales, y en el de la lucha huelguística a través del Pacto Social con las direcciones sindicales mayoritarias de UGT y CC.OO. Golpeados por la crisis de un sistema que no tiene nada que ofrecernos, salvo un futuro de guerra, destrucción medioambiental y miseria creciente, cada día que pasa la radicalización crece y son millones los que sienten la necesidad imperiosa de acabar con el capitalismo. La idea del comunismo se abre camino en la mente y los corazones de miles de jóvenes y proletarios en todo el mundo.
Lo que se necesita con urgencia, es que cada camarada que se sienta comunista, comprenda que de nada sirve quedarse aislado. Desde la OCR os decimos que deis un paso adelante, vuestro puesto está con nosotros, ven a engrosar las filas de la sección de la ICR en el Estado español. Y afrontemos juntos la tarea de organizar y formar a los cuadros revolucionarios, que armados con las ideas científicas del marxismo y fusionados con nuestra clase, podamos derrocar a la burguesía y a su Estado, tomar el poder y construir un mundo nuevo socialista, en el que por primera vez en la historia la Humanidad accederá plenamente al reino de la Libertad.
[1] Texto de referencia para conocer en detalle el desarrollo de la revolución haitiana de 1791, “Los jacobinos negros -Toussaint LÖuverture y la Revolución de Haití, de CLR James
[2] Su hijo Eusebi, 2º conde de Güell, promotor de alguno de sus trabajos más conocidos, entre otros el Parque y la Colonia a los que da nombre, que incluyen la capilla que a Gaudí le sirvió como ensayo para su emblemática obra de la Sagrada Familia.
[3] Añade Piqueras, curándose en salud, para evitar posibles demandas judiciales: “No es nuestra pretensión atribuir la posición de la que gozan en la actualidad a los orígenes que afloran en los archivos, en la misma medida que sería inadecuado sostener que las ventajas adquiridas en el pasado son ajenas por completo a tal posición, o que la acumulación de capital proporcionado por la trata o la propiedad sobre personas esclavas fue indiferente en el proceso de enriquecimiento -en alguna de sus fases- de educación y de acumulación de capital social que los ha situado en la cadena de reproducción de las élites”.
Durante tres años, la coalición gobernante de Alemania, formada por Verdes, Socialdemócratas (SPD) y Liberales (FDP), estuvo en reparación. Ahora finalmente la han retirado de circulación: los costos son demasiado altos y los beneficios inexistentes. La clase capitalista la tiró a la papelera del reciclaje electoral. Pronto tendremos que dar la bienvenida a sus cargos a una nueva selección de delincuentes conocidos. El espectáculo de la llamada democracia continúa ininterrumpidamente, aunque no es perfecto ni ciertamente convincente.
[Publicado originalmente en alemán como editorial de Der Kommunist #8, y en derkommunist.de el 11 de diciembre de 2024]
Gobierno de crisis
La coalición del “semáforo” [por los colores de los partidos que la componen, rojo, amarillo y verde] se vio afectada por crisis desde sus inicios. Este fue el resultado de la crisis del capitalismo: decadencia económica, polarización política y pérdida de confianza de las masas en los partidos establecidos.
El 6 de noviembre, tras no poder aprobar un presupuesto, el gobierno colapsó. Pero contrariamente a lo que afirman los medios de comunicación, no se trataba de una cuestión de partidos ni de sus ideologías, sino que una expresión de las profundas contradicciones del propio capitalismo alemán, así como de su posición en el mundo.
Una semana antes, el Canciller Olaf Scholz (SPD) había organizado una llamada cumbre económica con destacados representantes del capital alemán. Entre los invitados se encontraba la Federación de Industrias Alemanas (BDI), la principal organización patronal de Alemania, así como algunos dirigentes sindicales que discutieron la situación sin llegar a ninguna conclusión. Es decir, el gobierno no pudo satisfacer las demandas del capital.
El capital exige austeridad
El ex Ministro de Finanzas Christian Lindner (FDP) no fue invitado. En lugar de ello, organizó su propia cumbre con representantes igualmente destacados del capital, como el presidente de la Confederación de Asociaciones Patronales Alemanas (BDA). Lindner presentó un documento económico que unos días después envió a sus socios de coalición con la aprobación de los capitalistas.
En este documento, el FDP pedía sobre todo la desregulación empresarial: recortes de impuestos; suspensión del Convenio Colectivo, la Ley de la Cadena de Suministro, la Ley de Transparencia Retributiva y la Ley de Protección de Datos de los Empleados; abolición de los requisitos de presentación de informes y documentación; ampliación de la jornada laboral semanal y vitalicia; socavar las normas de seguridad en el lugar de trabajo; reducir las prestaciones por desempleo; recortar el gasto social y mucho más.
Unas semanas después del colapso de la coalición, Lindner reiteró su programa: “Una pizca de Milei y Musk haría bien a nuestro país”. La portada de una edición reciente de Handelsblatt, portavoz de los capitalistas, estaba impreso con una imagen de una motosierra con los colores del FDP y el título “Anhelo de terapia de choque”. El FDP recibe el apoyo del director del Instituto de Investigación Económica de Alemania, Clemens Fuest, conocido por su frase “Armas y mantequilla, eso es el paraíso”. El presidente del Deutsche Bank también pide “reformas estructurales”.
Crisis económica
La economía alemana ha estado atrapada en una crisis profunda y en espiral desde 2018. Desde 2019, el PIB ha crecido solo un 0,3 por ciento. Este estancamiento dura ya cinco años. En el mejor de los casos, en 2025 las cosas seguirán en la misma línea: el Instituto de Investigación Económica (IW), afiliado al BDI, predice un crecimiento del 0,1 por ciento.
La tasa de desempleo sigue aumentando a medida que la producción industrial ha caído una quinta parte desde su máximo en noviembre de 2017. Cada vez más empresas se declaran en quiebra, amenazan con trasladar la producción al extranjero, cierran operaciones, despiden a sus empleados o comienzan a recortar salarios.
Esta ola de desindustrialización está devorando inexorablemente toda la economía alemana. Según el IW, desde 2020 se han perdido 210 mil millones de euros en inversiones en maquinaria, vehículos, equipos técnicos y edificios. La clase capitalista no quiere invertir. Es responsable del estancamiento de la productividad laboral y, por tanto, del crecimiento económico.
Subsidios para la economía y el ejército.
En septiembre, el BDI presentó un programa con el que la clase capitalista quiere “volver a poner en forma la economía alemana”. Se llama Caminos para la transformación de la Alemania industrial. Se pretende que actúe como una ‘Agenda 2030’ -inspirada en las reformas económicas favorables a las empresas llevadas a cabo en la década de 2000 bajo el lema de ‘Agenda 2010’- como ha sido exigido durante mucho tiempo por todos los capitalistas y planeado por la derecha del CDU para el próximo gobierno.
Además de una enorme desregulación, como pide el documento del FDP, el capital exige un “programa de inversión” de 1,4 billones de euros. Este dinero se recaudaría hasta 2030 y al menos 450 mil millones de euros procederían del Estado. Al mismo tiempo, la clase dominante cuenta con un mayor rearme y militarización. Esto no está incluido en los 1,4 billones de euros. Es por eso que una amplia gama de capitalistas están pidiendo más “fondos especiales” –es decir, préstamos especiales– para el ejército alemán.
El objetivo declarado de los presupuestos anteriores es alcanzar el objetivo del dos por ciento de gasto militar de la OTAN a más tardar en 2028. La ministra de Asuntos Exteriores, Annalena Baerbock (Verdes), está a favor del tres por ciento, mientras que los “expertos” económicos incluso han pedido un presupuesto anual de defensa del cuatro por ciento del PIB. Comparado con el PIB actual, eso equivaldría a 180.000 millones de euros al año, casi el 40 por ciento del presupuesto actual. Ese es el tamaño del actual presupuesto de bienestar social.
Ataques a todos los niveles
Por eso la clase dominante quiere ahora un gobierno que pueda pasar a la ofensiva. Se supone que el líder de la CDU, Friedrich Merz, debe restaurar las condiciones para que el capital obtenga ganancias, a expensas del “bienestar”. Su tarea será hacer que la clase trabajadora pague la factura de la crisis actual.
Si el Estado va a gastar 450.000 millones de euros en la economía y varios cientos de miles de millones en el ejército y la guerra en Ucrania durante los próximos cinco años, y al mismo tiempo solo flexibilizará marginalmente el límite constitucional a la deuda estatal y reducirá los impuestos y las regulaciones a las empresas, entonces esto sólo podrá lograrse mediante la introducción de políticas de austeridad extremas. Esto significa que se recordarán aún más los servicios de salud, las infraestructuras, la educación y el gasto social.
A su vez, los directivos de los bancos y las corporaciones recortarán salarios, destruirán empleos y harán que la gente trabaje más horas, con el pretexto de que tienen que recaudar los 950 mil millones de euros restantes. Como lo demuestran los recientes cierres de fábricas de Volkswagen, las ganancias deben permanecer intactas. El presidente de la BDI afirma que “ya no podemos permitirnos el lujo de esta sociedad con su nivel actual de bienestar”.
Estos ataques se venden a las masas como una necesidad para lograr “crecimiento” en algún momento. Sin embargo, esto está completamente fuera de discusión, como lo demuestra el desarrollo de la crisis económica durante los últimos siete años. Un programa de este tipo reducirá de manera integral el nivel de vida de al menos el 90 por ciento de la sociedad en los próximos años. Esto afectará a toda la clase trabajadora: desde los bebés hasta los jubilados, desde los cajeros y los profesores de guardería hasta los informáticos e ingenieros.
La bancarrota del capitalismo
Desindustrialización significa barbarie. Trae innumerables crisis personales y prepara profundos trastornos sociales. Las familias tendrán que contar cada euro cada día para decidir entre calentar sus hogares o comer. Se considera que más de dos millones de niños corren ya riesgo de pobreza.
Si nos fijamos en otros países europeos donde el proceso de desindustrialización está mucho más avanzado, podemos ver cuáles son las consecuencias. En Francia, España, Portugal y Grecia, las tasas de desempleo juvenil superan el 20 por ciento. El empleo precario y el aumento de los alquileres están obligando a cada vez más adultos jóvenes a vivir con sus padres.
De aquellos que tienen la suerte de tener un trabajo, el 37 por ciento se siente agotado debido al estrés laboral. El 73 por ciento piensa en cambiar de trabajo al menos una vez al mes.
La desindustrialización también trae conflictos y crisis personales, y causa desesperación y frustración. El 24 por ciento de los adultos en Alemania sufren de depresión.
Por eso no sorprenden los resultados de un “estudio sobre el autoritarismo” en Alemania: más del 46 por ciento cree que la democracia real sólo puede existir sin capitalismo. Más del 62 por ciento dice que sólo los ricos se benefician de la globalización. El 67 por ciento dice que los mercados financieros son los culpables de la creciente desigualdad. Al mismo tiempo, el actual Estudio Juvenil de Shell muestra que el 81 por ciento de los jóvenes teme la guerra en Europa, el 67 por ciento teme la pobreza y el 64 por ciento teme la destrucción del medio ambiente.
Lucha de clases y polarización
Este declive del capitalismo alemán producirá cada vez más explosiones y movimientos sociales cada vez con mayor intensidad. Se están gestando bajo la superficie de la sociedad. Durante varios años, los medios burgueses han estado discutiendo la posibilidad y el peligro de una especie de “movimiento de chalecos amarillos” alemán similar al movimiento en Francia en 2018.
En aquel entonces, el Financial Timespublicó un editorial en el que advertía que si las cosas seguían así, la gente perseguiría a los ricos con horcas.
Y no se equivocaron. De hecho, esto es algo muy crucial. La polarización y los cambios en la opinión pública son expresión de la búsqueda de soluciones a sus problemas por parte de las masas. Pero ninguno de los partidos –ni siquiera los autoproclamados “alternativos” como Alternativa para Alemania (AfD) y el partido de Sahra Wagenknecht (BSW)- podrá resolver ninguno de estos problemas.
Y por eso es muy probable que en los próximos años veamos repetidos estallidos de ira popular en las calles, contra los partidos burgueses, las instituciones estatales, los bancos y los ricos.
Pero también deberíamos esperar otros movimientos, como los movimientos de mujeres, que ya existen en España, Polonia e Irlanda; o movimientos como “Expropiar Deutsche Wohnen and Co.”, donde más de un millón de personas en Berlín votaron a favor de expropiar a las grandes empresas inmobiliarias; o movimientos de pensionistas como los de España; y otras luchas sociales contra la política de austeridad.
Pero también habrá una mayor presión para que se realicen acciones industriales por salarios más altos, contra los despidos masivos, contra el cierre de plantas, la desregulación y los ataques a los derechos laborales. En 2023, hubo más conflictos individuales entre el capital y el trabajo que nunca. Este desarrollo continuará, porque las direcciones sindicales se verán cada vez más presionadas por la clase trabajadora para actuar.
Las próximas elecciones federales
El próximo gobierno será elegido el 23 de febrero y cosechará la guerra de clases. No importa si Merz, Scholz, Habeck, Weidel, Wagenknecht o Lindner llegan a ser canciller, y no importa qué partidos formen una coalición. Sus políticas servirán a los intereses de los ricos, porque si no se quiere abolir el capitalismo, hay que ceder ante sus limitaciones. En una crisis, esto significa que la clase trabajadora y los jóvenes tienen que pagar la factura.
Todos estos políticos prometen conducir al país hacia un nuevo período de prosperidad con su “razón”, “decencia” y “visión de futuro”. Quienes aún no se hayan dado cuenta de que todos los candidatos son mentirosos y tramposos, pronto lo harán. Esta elección no deja otra opción a la clase trabajadora. Ninguno de los partidos tiene nada que ofrecer a los trabajadores y a los jóvenes. Ni siquiera los partidos tradicionales de la clase obrera, el SPD y el Partido de Izquierda (Die Linke).
El SPD es cómplice de la guerra en Ucrania. Es un financista central y proveedor de armas de Zelensky, y es en gran medida responsable del rearme y la militarización de Alemania. Apoya el genocidio de Israel en Gaza y la escalada de la guerra en Oriente Medio.
El Partido de Izquierda, por otro lado, está agonizando. Políticamente agotado, depende únicamente de la política de personalidad. Se supone que Dietmar Bartsch, Bodo Ramelow y Gregor Gysi salvarán al partido de ser expulsado del parlamento para que, como dicen, el parlamento tenga una “fuerza de izquierda”. Esto no es más que una hoja de parra de “izquierda” para la dictadura de los ricos.
La clase trabajadora y la juventud necesitan un partido que realmente represente sus intereses. Pero esto no caerá del cielo. Tenemos que construirlo nosotros mismos. Si quieres cambiar las cosas, ¡únete al Partido Comunista Revolucionario y lucha junto a nosotros por el fin de las crisis, las guerras y la austeridad! Nosotros decimos: ¡libros, no bombas! ¡Sanidad, no guerra! ¡Socialismo, no barbarie!
Esta es una transcripción de la introducción a un debate sobre «Perspectivas para Francia» celebrado en el Congreso Fundacional del Partido Comunista Revolucionario (PCR) en París los días 30 de noviembre y 1 de diciembre de 2024.
Desde entonces, el gobierno francés se ha derrumbado.Sin embargo, esta charla es igual de relevante hoy en día, ya que la profunda crisis del capitalismo francés que esboza es la base real de la actual turbulencia política.
Publicado originalmente el 2 de diciembre enmarxiste.org.
Es la segunda vez que tengo que introducir nuestro debate sobre las perspectivas en un contexto en el que el gobierno podría caer de la noche a la mañana. La última vez fue en nuestra Conferencia del pasado mes de mayo, hace seis meses. Un mes después, en junio, Macron anunció la disolución de la Asamblea Nacional a raíz de las elecciones europeas. Habíamos anticipado esta posibilidad en nuestra Conferencia Nacional.
Esta vez, las cosas parecen un poco diferentes. La decisión está en manos de Marine Le Pen, que ha dado de plazo hasta el lunes [2 de diciembre] -pasado mañana- para que Michel Barnier responda a las exigencias de la RN (Agrupación Nacional), o de lo contrario votará la moción de censura.
Pero la diferencia más importante entre la situación actual y la del pasado mes de mayo es la evolución de la crisis de la deuda pública francesa, que podría adquirir nuevas proporciones a corto plazo, con profundas implicaciones políticas y sociales.
Todo ello pone de manifiesto la profunda crisis del capitalismo francés y la enorme inestabilidad política en la que se hunde el país. Dedicaré, pues, una parte de mi intervención a analizar la situación actual y sus implicaciones a corto plazo. Pero sólo una parte, porque el objetivo fundamental de un debate de perspectivas no es especular sobre los distintos escenarios a corto plazo; es sobre todo comprender las tendencias más fundamentales del proceso, y el impacto que tendrán en el desarrollo de la lucha de clases y en la conciencia política de los jóvenes y los trabajadores.
El declive del capitalismo francés
El punto de partida de nuestras perspectivas es la dinámica general del capitalismo francés, que lleva varias décadas en lo que se conoce como «declive relativo». Esto significa que el capitalismo francés está en declive en relación con otras potencias imperialistas.
El indicador más general de este declive es la cuota de mercado del capitalismo francés, que ha caído constantemente en las últimas décadas a todos los niveles: mundial, europeo e incluso nacional.
En Europa, la diferencia entre Alemania y Francia no ha dejado de aumentar desde la reunificación alemana a principios de los años noventa. Esta brecha puede apreciarse en las balanzas comerciales de ambos países: el saldo de exportaciones e importaciones. Desde 2004, la balanza comercial de Francia ha sido sistemática y masivamente deficitaria, mientras que la de Alemania ha sido sistemática y masivamente superavitaria.
Es cierto que la economía alemana ha entrado ahora en una profunda crisis. Pero esto no marcará el inicio de una inversión de la relación de fuerzas entre el capitalismo francés y el alemán. ¿Por qué?
En primer lugar, porque la crisis de la economía alemana repercutirá negativamente en las exportaciones francesas a Alemania en un momento en que Francia también atraviesa una grave crisis económica, industrial y de endeudamiento.
En segundo lugar, y sobre todo, porque la falta de competitividad de Francia es tal que el declive de Alemania no beneficiará a Francia, sino a otras potencias imperialistas, empezando por China.
En resumen, a pesar de la crisis de la economía alemana, el declive de Francia con respecto a Alemania no está a punto de invertirse. De hecho, podría empeorar aún más en los próximos años.
La clave está en comprender que el declive del imperialismo francés es general. Es evidente en todos los mercados, en todos los continentes, y no es sólo de naturaleza económica, sino también diplomática y militar.
Se ha hablado mucho de la impresionante serie de reveses políticos, diplomáticos y militares sufridos por el imperialismo francés en África Occidental y Central. Continúa: los gobiernos de Chad y Senegal acaban de pedir a Francia que retire sus tropas de estos dos países, lo que constituye un nuevo y amargo revés para el imperialismo francés.
Pero no se trata sólo de África Occidental y Central. En el Magreb, ese viejo «coto» del imperialismo francés, éste se enfrenta a la creciente competencia de China y Rusia. En particular, el gobierno argelino -que dispone de enormes reservas de hidrocarburos- ha dejado claro al gobierno francés que ya no tiene derechos exclusivos sobre la explotación de las materias primas y sobre el mercado argelino en general.
En consecuencia, Francia ya no está en condiciones de actuar como árbitro entre Argelia y Marruecos en la cuestión del Sáhara Occidental. En lugar de su tradicional posición de árbitro -o, digamos, de falsa neutralidad- en el conflicto entre Marruecos y Argelia, Francia ha decidido apoyar a Marruecos en la cuestión del Sáhara Occidental, a cambio de inversiones francesas en esta vasta región, pero a riesgo de dañar aún más las relaciones franco-argelinas.
Por último, el imperialismo francés tiene problemas en lo que denomina «departamentos y territorios de ultramar», que, en realidad, siguen teniendo el carácter de colonias si tenemos en cuenta el nivel de vida de las masas, el pésimo estado de los servicios públicos y las infraestructuras y, sobre todo, la relación económica real entre estos territorios y la metrópoli. Están sometidos al dominio exclusivo de un puñado de monopolios franceses que venden allí sus productos a precios exorbitantes.
En las últimas décadas se han producido toda una serie de importantes movilizaciones sociales en los «departamentos y territorios de ultramar» franceses. Hubo una situación insurreccional en Nueva Caledonia, que el imperialismo chino siguió con interés, pero también huelgas y movimientos de masas, por ejemplo en Martinica desde el pasado septiembre.
La crisis del capitalismo francés no puede sino agravar la situación de las masas en todos los «departamentos y territorios de ultramar» y provocar nuevas explosiones sociales. Esto tendrá el efecto de: 1) estimular la lucha de clases en la Francia metropolitana; 2) debilitar el control de París sobre estos territorios, de gran importancia estratégica y geopolítica para el imperialismo francés.
El parasitismo del capitalismo francés
¿Cuáles son las causas de este declive del imperialismo francés?
Son muchas, y no se encuentran únicamente en Francia: las dinámicas de las demás potencias imperialistas entran en juego, por definición. Pero hay un elemento central en esta ecuación que no es directamente económico; es político: se trata de las grandes tradiciones revolucionarias de la clase obrera francesa, que durante décadas obligaron a la gran burguesía francesa a proceder con cierta cautela, con cierta moderación, en la aplicación de la política de austeridad que necesitaba para defender la competitividad de sus inversiones en la competencia internacional.
La revolución de mayo del 68, en particular, fue un trauma para la burguesía francesa, que se salvó en el último momento gracias a la traición de los dirigentes del PCF y de la CGT. Desde mayo del 68, la clase obrera francesa ha dado a la burguesía varias llamadas de atención:
1) La huelga general ilimitada de la función pública en diciembre de 1995, que no estuvo lejos de transformarse en una huelga general ilimitada de todos los sectores de la economía.
2) El movimiento de 2006 contra el Contrat Première Embauche (Contrato Primer Empleo ), que acabó escapando de las manos de los dirigentes sindicales, de ahí el retroceso de Chirac.
3) El movimiento de los gilets jaunes (chalecos amarillos) que, en diciembre de 2018, colocó al país en el umbral de una crisis revolucionaria. También en este caso fueron los dirigentes sindicales los que salvaron al gobierno.
Por eso la burguesía francesa anduvo con pies de plomo -limitó sus ataques- durante todo un periodo, mientras en otros países los gobiernos imponían drásticas contrarreformas con el efecto de abaratar el coste del trabajo y, por tanto, aumentar la competitividad de las inversiones. Así ocurrió, por ejemplo, en Alemania a principios de la década de 2000.
Esta relativa prudencia de la burguesía francesa era insostenible a largo plazo. Finalmente, tuvo que pasar a la ofensiva a toda costa. El mandato de Sarkozy (entre 2007 y 2012) marcó la primera etapa. Después, entre 2012 y 2017, François Hollande tomó el relevo de Sarkozy y puso en marcha una serie de drásticas contrarreformas, entre ellas la primera Ley del Trabajo. Pero fue la elección de Macron la que marcó la aceleración más clara de la ofensiva del gran capital.
El resultado: entre 2012 y 2022, la diferencia entre los costes laborales unitarios en Francia y Alemania se ha reducido considerablemente. Incluso leí un artículo que afirmaba que esta brecha había «desaparecido por completo». Pero lo sorprendente es que, a pesar de ello, el capitalismo francés ha seguido perdiendo cuota de mercado. Hay una razón muy obvia para ello: las ganancias de competitividad en términos de precio de la mano de obra -y de intensidad del trabajo- son una cosa, pero por sí solas no bastan. Los capitalistas franceses seguían necesitando invertir en la producción, en la renovación y modernización del aparato productivo, pero no lo hicieron porque se enfrentaban a un mercado mundial ya saturado y dominado por economías -incluida Alemania- con industrias más modernas, más eficaces, más productivas y más competitivas.
En consecuencia, los beneficios obtenidos gracias a la reducción de los costes laborales se han traducido principalmente en orgías de dividendos e inversiones especulativas. Desde hace muchos años, la burguesía francesa es la campeona europea de los dividendos, que reparte cada año por valor de decenas de miles de millones.
Lo mismo puede decirse de las exenciones fiscales y subvenciones de todo tipo de las que se benefician las grandes empresas francesas: más de 150.000 millones de euros al año. Todo este dinero público se entrega a las grandes empresas con el pretexto de estimular el empleo y la inversión. Pero no: la mayor parte de este dinero acaba en los bolsillos de los accionistas y se destina a la evasión fiscal, que oficialmente asciende a entre 60.000 y 80.000 millones de euros al año.
Estas cifras subrayan el carácter cada vez más parasitario del capitalismo francés. Es totalmente adicto a las subvenciones públicas, que son una de las causas fundamentales de la creciente deuda pública.
Esta deuda es ahora un gran problema para la burguesía francesa. La cuestión de los tipos de interés de los bonos del Estado francés se está volviendo extremadamente preocupante para la burguesía.
Según previsiones relativamente optimistas, el pago anual de la «carga» de la deuda, es decir, sólo los intereses, debería alcanzar los 55.000 millones de euros en 2025, luego 70.000 millones en 2027 y casi 100.000 millones en 2028. A modo de comparación, el presupuesto nacional de educación en 2024 será de 65.000 millones de euros.
Pero las cifras que acabo de dar son el mejor escenario posible. Se basan en el supuesto de que los tipos de interés de la deuda pública se mantendrán relativamente estables. Pero estos tipos de interés podrían subir bruscamente en los próximos días y semanas.
La crisis del régimen
¿Cuál es la solución de la burguesía a este problema? Sólo tiene una: subir los impuestos a los pobres y a las clases medias y, al mismo tiempo, hacer recortes masivos en el gasto público, excepto, por supuesto, en las subvenciones a las grandes empresas.
Este es el programa de la burguesía francesa. No tiene otro y debe aplicarlo lo más rápidamente posible. Pero la burguesía tiene un problema, que ya he mencionado: la clase obrera francesa y sus tradiciones revolucionarias. Desde la crisis de 2008, los trabajadores se han visto sometidos a una política de ataques continuos a su nivel de vida, lo que ha provocado toda una serie de grandes movilizaciones, pero también una creciente polarización política y una crisis de régimen que cruzó un nuevo umbral el pasado mes de junio con la disolución de la Asamblea Nacional.
Es importante comprender que esta crisis de régimen tiene sus raíces en la profunda crisis del capitalismo y del imperialismo francés. El estancamiento económico, el desempleo masivo, las contrarreformas y las políticas de austeridad han destruido la bien engrasada maquinaria de alternancia entre la derecha tradicional y el Partido Socialista. Los Republicanos y el Partido Socialista -que durante años se han turnado para aplicar políticas reaccionarias- se han hundido.
En 2017, el centro se recompuso en torno al macronismo, que ganó en un contexto de fuerte aceleración de la polarización hacia la derecha (la Agrupación Nacional de Le Pen) y la izquierda (La France Insoumise de Mélenchon). Esta polarización se acentuó aún más en 2022, cuando, a pesar de la victoria de Macron en las elecciones presidenciales, perdió la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional.
La supervivencia de su gobierno dependía de la buena voluntad de Los Republicanos, que anunciaron la primavera pasada que probablemente votarían una moción de censura con la izquierda y la RN. Así que si Macron disolvió la Asamblea Nacional, no fue sólo porque había recibido un varapalo en las elecciones europeas, sino también porque quería adelantarse a los acontecimientos: quería disolver la Asamblea Nacional antes de verse obligado a hacerlo por una moción de censura.
El resto ya lo conocemos: el resultado de las elecciones legislativas anticipadas fue una dura derrota para los macronistas, que sólo evitaron una derrota total gracias al llamado «Frente Republicano contra la extrema derecha», es decir, gracias al apoyo del NFP (Nuevo Frente Popular). A pesar de ello, a pesar del escandaloso apoyo del NFP a los macronistas, éstos son aún más minoritarios de lo que ya eran en la Asamblea Nacional, y el gobierno ya no depende únicamente de los republicanos para su supervivencia, sino también y sobre todo de la RN.
Esta situación sin precedentes es extremadamente frágil, y podría provocar la caída del gobierno en los próximos días.
Para comprenderlo, basta con citar algunos sondeos recientes:
– Opinión a favor de Barnier: 45% en septiembre, 40% en octubre, 36% hoy.
– Opinión a favor de Macron: 22% hasta la fecha. Nunca había sido tan baja, ni siquiera en la época de los gilets jaunes.
– Sobre todo: el 53 por ciento de los encuestados desea la caída del gobierno, incluido el 67 por ciento de los votantes de RN.
Este es el elemento central en los cálculos de Marine Le Pen y su camarilla. Es su verdadera «línea roja», y no, como ella pretende, el «poder adquisitivo de los franceses». La RN no está dispuesta a disgustar a una gran parte de su electorado en nombre del Gobierno Barnier.
Aquí hay que tener en cuenta las contradicciones internas del electorado de RN. Una fracción de los 11 millones de votantes de RN son pequeñoburgueses reaccionarios que apoyan las políticas de austeridad, siempre y cuando afecten a los funcionarios, los desempleados, los estudiantes, los inmigrantes, etc.
Pero en los últimos 20 años, RN también, y sobretodo, ha avanzado entre los sectores de la clase obrera que están asqueados por las sucesivas traiciones de la izquierda cuando ha estado en el poder. Esta es ahora la mayoría de los votantes de RN. Por ejemplo, en la primera vuelta de las elecciones legislativas del pasado junio, de todos los que participaron en la votación, más del 50 por ciento de los trabajadores industriales votaron por RN, al igual que el 42 por ciento de los empleados del sector privado y el 38 por ciento de los funcionarios (frente a solo el 17 por ciento en 2017).
Es cierto que estas cifras solo se refieren a los votantes que participaron en la votación. Es muy importante señalar esto, porque en realidad la fracción de la clase trabajadora que se abstiene es la más grande: representó el 45 por ciento en las últimas elecciones. Esto subraya la profundidad del rechazo al sistema político en general.
No obstante, son los votantes de la clase trabajadora los que constituyen ahora la mayor proporción del electorado de RN. Pero este electorado obrero no está sólidamente unido a RN. Una parte importante de ellos podría abstenerse -o unirse a la FI- si RN se muestra de forma demasiado evidente, y durante demasiado tiempo, como un defensor activo de las políticas antiobreras y antisociales del gobierno.
Según un reciente sondeo publicado por Le Monde, el 25% de los votantes de RN consideran que el NFP es el verdadero adversario del gobierno Barnier. Esto es lo que la dirección de RN no puede aceptar indefinidamente. Y esto explica las amenazas cada vez más claras de los dirigentes de RN contra el gobierno Barnier en los últimos días.
Los argumentos desesperados de Michel Barnier
¿Se llevarán a cabo estas amenazas – o mejor dicho: cuándo se llevarán a cabo? Pronto lo sabremos. Lo principal es comprender las contradicciones fundamentales de la situación y las perspectivas generales que se derivan. Ya conocen la expresión: «todos los caminos conducen a Roma». Pues bien, todos los caminos y todos los escenarios conducen a la rápida caída del actual gobierno, probablemente en los próximos días, si no en las próximas semanas o meses.
En lo inmediato, el gobierno y sus partidarios intentan presionar a la RN tratando de culparla, por adelantado, de un repunte de los tipos de interés de la deuda francesa si cae el gobierno. Pero se trata de un argumento bastante desesperado. En primer lugar, los tipos de interés de la deuda ya habían empezado a subir antes de que Marine Le Pen alzara la voz. Pero, sobre todo, es poco probable que este argumento convenza al electorado de RN.
Barnier nos está diciendo básicamente que si su gobierno cae, habrá una tormenta financiera – y por lo tanto una política de austeridad drástica. Esto es posible. ¿Y si su gobierno no cae? Entonces, nos dice Barnier, habrá una política de austeridad drástica, ¡para evitar, quizás, una tormenta financiera!
En eso está el Gobierno. Dice: «conmigo será muy duro; sin mí será peor». Esto no convence en absoluto a la masa de trabajadores, muchos de los cuales consideran que su situación ya es intolerable. Arden en odio contra Barnier, Macron y todos los de su calaña, y al diablo con sus predicciones y promesas.
La «solución» de Boris Vallaud
¿Qué gobierno sustituirá al de Barnier? No tiene sentido especular sobre ello. Debemos concentrarnos en los procesos fundamentales, que se impondrán a través de los distintos escenarios posibles e imaginables.
Para ilustrarlo, tomaré el ejemplo de lo que propone Boris Vallaud, dirigente del grupo parlamentario del PS (Partido Socialista). Ha presentado la idea de un gobierno apoyado por una nueva «base» parlamentaria que abarque desde la FI (La France Insoumise) hasta los Republicanos.
Esto supondría, entre otras cosas, una capitulación total de la FI, es decir, que Mélenchon entregara las llaves del Elíseo a Marine Le Pen. Con Mélenchon nunca se sabe, pero no es el escenario más probable. Además, Mélenchon denunció inmediatamente la declaración de Boris Vallaud. De hecho, Boris Vallaud esperaba esta reacción de Mélenchon. Lo que Boris Vallaud propone en realidad es otra cosa: una mayoría que abarque desde el ala derecha del NFP hasta Los Republicanos.
Desde un punto de vista puramente aritmético, esto tiene sentido sobre el papel. Si se toma toda la Asamblea Nacional, excluyendo a FI y a RN, se obtiene una mayoría bastante amplia: más de 350 escaños, teniendo en cuenta que se necesitan 288 para tener mayoría. Sin embargo, desde un punto de vista político, esto no es más válido hoy que este verano, cuando el propio Macron exigió tal mayoría.
Es muy sencillo: si se aplicara lo que propone Boris Vallaud, aportaría inmediatamente millones de votos a RN y a FI. En otras palabras, Boris Vallaud propone un suicidio político a sus compañeros del PS y a todos los que le seguirán por este camino. Y, por tanto, sus posibilidades de éxito son muy escasas.
[Desde la redacción de estas líneas, los dirigentes del PS parecen dispuestos a cometer este suicidio político. En cualquier caso, si se forma una nueva mayoría que incluya a los dirigentes del PS, será muy frágil -y beneficiará inmediatamente tanto a RN como a FI].
Después de Macron
Sin embargo, una cosa es segura. Tras la caída del Gobierno, la presión aumentará brutalmente sobre el hombre más odiado del país: Emmanuel Macron. Los dirigentes de RN y de FI -entre otros- pedirán cada vez con más fuerza la dimisión de Macron y la organización de elecciones presidenciales anticipadas antes de nuevas elecciones legislativas. Y esta exigencia encontrará un amplio eco entre la masa de la población. Según un reciente sondeo publicado por BFM, el 63% de los encuestados quieren que Macron dimita si cae el gobierno.
Incluso los estrategas burgueses están divididos al respecto. Algunos sostienen que unas elecciones presidenciales anticipadas tendrían la ventaja de dar al ganador el impulso y la autoridad necesarios para obtener la mayoría en las siguientes elecciones parlamentarias. Pero otros estrategas burgueses señalan que esto ni siquiera es seguro. También señalan que la crisis entre los macronistas y Los Republicanos es tal que es muy probable que la elección presidencial se reduzca a Mélenchon y Marine Le Pen – suponiendo que pueda presentarse, y creo que podrá porque los jueces no se atreverán a correr el riesgo político de descartarla de la carrera por el Elíseo.
Por supuesto, ante la alternativa entre FI y RN, la burguesía apoyará plenamente a RN. Esto ya es así, y será aún más claro en caso de una segunda vuelta entre la RN y la FI en las elecciones presidenciales.
Sin embargo, un gobierno dirigido por RN no es el escenario ideal para la burguesía francesa. Lleva años preparándose para ello, a falta de una alternativa, pero la RN en el poder sería una fuente de gran inestabilidad social.
Por cierto, esta perspectiva aterroriza a los dirigentes de la CGT (Confederación General del Trabajo). Quedó perfectamente claro durante las elecciones legislativas: la secretaria general del sindicato Sophie Binet apoyó incondicionalmente el llamado «Frente Republicano contra la extrema derecha», no porque temiera la llegada del fascismo si ganaba RN, como afirmaba, sino porque un gobierno de RN agravaría la inestabilidad política y social. Ejercería una presión cada vez mayor sobre la dirección de la CGT para organizar una lucha seria, y debilitaría el control de la dirección de la CGT sobre el desarrollo de las luchas sociales.
El mayor temor de los dirigentes de la CGT es una explosión social fuera de su control. Pero la verdad es que, con o sin Marine Le Pen, la crisis del capitalismo francés y el programa de la burguesía conducirán inevitablemente la lucha de clases hacia movimientos que escapan al control de los dirigentes sindicales.
Dicho esto, volvamos a la perspectiva de un gobierno dirigido por la RN. Los estrategas burgueses franceses tratan de tranquilizarse citando el ejemplo del gobierno de Meloni en Italia. Meloni consiguió -por el momento- aplicar las políticas que la burguesía italiana necesitaba sin provocar grandes explosiones sociales. No digo que sea imposible en Francia, pero en este momento es una perspectiva muy abstracta por toda una serie de razones que tienen que ver con la situación inmediata de la economía francesa, la dinámica general de la lucha de clases en Francia y el estado de la izquierda y del movimiento obrero francés.
En este sentido, hay diferencias importantes entre Francia e Italia – lo suficientemente importantes, por otra parte, como para que incluso la perspectiva de un gobierno dirigido por RN, tras nuevas elecciones presidenciales, no sea la única posibilidad. Es la más probable, dados todos los errores de derechas cometidos por el FI en los últimos años. Pero no podemos descartar completamente la posibilidad de que, a pesar de estos errores, Mélenchon gane las próximas elecciones presidenciales.
El proceso de polarización política continúa -hacia la derecha, pero también hacia la izquierda- a pesar de los errores de Mélenchon, que sin duda son errores graves, pero no tan decisivos e irreversibles como las capitulaciones pasadas de Tsipras (en Grecia), Sanders (en Estados Unidos), Iglesias (en España) o Corbyn (en Gran Bretaña).
Pero no diré más sobre el tema. Veremos cómo están las cosas en el umbral de las próximas elecciones presidenciales.
La juventud y el PCR
Por el momento, lo más importante desde nuestro punto de vista, desde el punto de vista de la construcción del PCR, es la forma en que la crisis del capitalismo -en todas sus dimensiones- se refleja en la conciencia política de los diferentes estratos de la juventud y de la clase obrera, y en particular en el estrato más radicalizado de la juventud, hacia el que estamos dirigiendo nuestro trabajo y a través del cual vamos a construir el PCR en los próximos meses y años.
Mañana discutiremos nuestros métodos de trabajo, nuestras prioridades y nuestras tareas organizativas. Pero hoy, en el marco de este debate sobre las perspectivas, debemos comprender la relación cambiante de los jóvenes más radicalizados con las organizaciones de la izquierda en su conjunto, es decir, con las grandes organizaciones reformistas y las organizaciones ultraizquierdistas.
Ambas cosas están relacionadas. Es sencillo: cuanto más se prolonga e intensifica la crisis del capitalismo, menos pueden convencer los programas de los reformistas a la fracción más izquierdista de la juventud. Eso no significa que esos jóvenes no vayan a votar a Mélenchon. A falta de alternativa, la gran mayoría de los que critican el reformismo de Mélenchon seguirán votándole -y a los candidatos de FI en general- con la esperanza de vencer a la derecha y a la extrema derecha.
Pero, al mismo tiempo, un número creciente de estos jóvenes buscan y buscarán una organización con un programa mucho más radical que el de FI. Precisamente por eso fundamos el PCR. Nos dirigimos lo más directamente posible a esos jóvenes, ofreciéndoles una organización, un programa, métodos e ideas auténticamente revolucionarios.
Dicho esto, debemos mantener el sentido de la proporción. No estamos en condiciones, en un futuro inmediato, de ganar a todos los jóvenes que se acercan a las ideas comunistas, ni siquiera a una mayoría de ellos. La amplitud del proceso de radicalización va mucho más allá de nuestro partido. Es cierto que esto abre excelentes perspectivas de crecimiento, siempre que trabajemos adecuadamente. Pero también significa que otras organizaciones que se reclaman comunistas también podrán organizar a una parte de la capa más radicalizada de la juventud.
En otras palabras, podemos esperar el crecimiento de ciertas organizaciones ultraizquierdistas, como ha sido el caso de Révolution permanente en los últimos años.
No se trata en absoluto de una organización marxista digna de ese nombre. Multiplica los errores oportunistas y ultraizquierdistas. Pero a pesar de ello -y en cierto sentido, gracias a ello- podría seguir creciendo en el periodo venidero.
A este respecto, debemos aclarar lo que escribimos recientemente. En un documento anterior, señalábamos que Révolution permanente seguía el mismo camino que el NPA (Nuevo Partido Anticapitalista) antes que él, el camino del oportunismo y el eclecticismo teórico, que acabó bastante mal para el NPA. En general, esta comparación es acertada, pero hay que ser concretos y tener en cuenta las especificidades del periodo actual.
Cuando la antigua Ligue Communiste Révolutionnaire lanzó el NPA en 2009, esperaba beneficiarse del descrédito de los dirigentes del PS y del PCF (Partido Comunista Francés). Por desgracia para los dirigentes del NPA, justo cuando estaban fundando su nuevo partido, Mélenchon abandonó el PS y fundó el Front de Gauche con el PCF. Rápidamente, el Front de Gauche cristalizó el proceso de radicalización que se estaba desarrollando entre los jóvenes y, al mismo tiempo, arruinó los sueños de grandeza del NPA.
Este proceso se hizo aún más claro -y más masivo- con la creación de La France Insoumise en 2016. La FI tuvo un enorme éxito entre los jóvenes, que acudieron en masa a los mítines de campaña de Mélenchon en 2016 y 2017, y que se hicieron muchas ilusiones en la FI. Esto contradecía las perspectivas desarrolladas por el NPA y, por tanto, agravó su crisis interna.
Hoy, la situación no es exactamente la misma. Hay muchas menos ilusiones en la FI entre los jóvenes más izquierdistas, lo que abre un espacio duradero para las organizaciones que se reivindican comunistas y revolucionarias. Con el tiempo, por supuesto, los errores ultraizquierdistas y oportunistas de las organizaciones sectarias minarán su potencial de crecimiento y las expondrán a graves crisis internas. Pero este no será necesariamente el caso en el futuro inmediato, lo que tendrá el efecto de presionar a nuestros propios camaradas, que a veces se verán tentados a imitar los métodos erróneos de las organizaciones sectarias más exitosas.
Debemos resistir colectivamente a estas presiones y atenernos a nuestros métodos e ideas marxistas. La mayor flexibilidad táctica es indispensable, sí, y nuestra Internacional tiene excelentes tradiciones en este terreno, como bien ha demostrado el «giro comunista». Pero la flexibilidad táctica no vale nada sin la mayor firmeza en el terreno de las ideas, los principios y el programa revolucionarios. Lo uno sin lo otro es inútil. Tenemos ambas cosas y debemos conservarlas. Sobre esta base, nuestro éxito, nuestro crecimiento y nuestra victoria estarán garantizados.
Salvo giro dramático de los acontecimientos, el gobierno Barnier caerá hoy o el jueves. Un nuevo respiro sólo podría venir de una retirada de última hora del RN (Agrupación Nacional) o del PS (Partido Socialista). Pero estos dos partidos no tendrían nada que ganar y sí mucho que perder.
Desde que Marine Le Pen confirmó su intención de votar a favor de la censura [en respuesta a la decisión de Barnier de forzar la aprobación de un presupuesto de austeridad sin votación parlamentaria], los periodistas de derechas que deploran este hecho han estado lanzando todo tipo de acusaciones contradictorias. Algunos acusan a Michel Barnier de haber concedido demasiado a Marine Le Pen, a cambio de nada, al fin y al cabo. Otros, en cambio, culpan al Gobierno de no haber concedido todo a la RN.
En realidad, el resultado del regateo de los últimos días no dependía realmente de lo que el Gobierno estuviera dispuesto a ceder a la RN. Las «líneas rojas» presentadas por Marine Le Pen no eran más que excusas para justificar una decisión que ya había sido tomada sobre la base de una constatación simple y decisiva: una amplísima mayoría de los votantes de RN -el 67%, según un sondeo reciente- quiere la caída del gobierno Barnier.
Como explicamos en el congreso fundacional del Partido Comunista Revolucionario (PCR) este fin de semana: «Este es el elemento central en los cálculos de Marine Le Pen y su camarilla. Es su verdadera ‘línea roja’, y no, como ella pretende, el ‘poder adquisitivo de los franceses’. La RN no está dispuesta a disgustar a una gran parte de su electorado en nombre del Gobierno Barnier. (…) Según un reciente sondeo publicado por Le Monde, el 25% de los electores de RN consideran que el NFP (Nuevo Frente Popular) es el verdadero adversario del gobierno Barnier. Esto es lo que la dirección de RN no puede aceptar indefinidamente».
Y añadimos: «Tras la caída del gobierno, la presión aumentará fuertemente sobre el hombre más odiado del país: Emmanuel Macron. Los líderes de RN y LFI (la Francia insumisa) -entre otros- pedirán cada vez más fuerte la dimisión de Macron y la organización de elecciones presidenciales anticipadas antes de unas nuevas elecciones generales. Y esta exigencia encontrará un amplio eco entre la masa de la población. Según un reciente sondeo publicado por BFM, el 63% de los encuestados quieren que Macron dimita si cae el Gobierno.»
Para un análisis detallado de esta nueva etapa en la crisis del régimen capitalista francés, remitimos al lector a la introducción de nuestro debate sobre «Perspectivas para Francia» de nuestro Congreso Nacional de este fin de semana. En ella, situamos esta crisis política en su contexto general: el de una crisis profunda y un declive irreversible para el capitalismo francés.
En los próximos días se iniciarán las negociaciones para formar un gobierno capaz de «mantenerse unido» en un contexto de creciente presión de los mercados financieros sobre la deuda pública francesa. Esto excluye de entrada la posibilidad de que Macron opte por nombrar a Lucie Castets o a cualquier otra figura que represente al conjunto del NFP para el Matignon [residencia del primer ministro francés]. Como ya ocurrió este verano, Macron recurrirá a alguien cuyas intenciones de llevar a cabo la austeridad estén meridianamente claras.
Pero como las mismas causas producen los mismos efectos, el próximo gobierno, sea quien sea, será tan frágil como el de Michel Barnier.
Con respecto al próximo gobierno y a la lucha que el movimiento obrero tendrá que librar contra él, no tenemos que cambiar ni una coma -aparte del nombre del Primer Ministro- de lo que escribimos el pasado mes de septiembre:
«La extrema fragilidad de este gobierno es evidente. Es probable que la RN no quiera dejar indefinidamente al NFP como único «opositor» declarado de Barnier y sus secuaces. También podrían surgir problemas en el seno del Gobierno, en un contexto de múltiples y variadas ambiciones presidenciales. Sin embargo, el movimiento obrero no debe esperar a que el andamiaje parlamentario se derrumbe bajo el peso de la crisis económica y de sus propias contradicciones. Los jóvenes y los trabajadores necesitan un sólido plan de batalla para derribar ellos mismos a la camarilla gubernamental -Macron incluido- y sustituirla por un gobierno que defienda sus intereses.
«Lo hemos dicho una y otra vez: los ‘días de acción’ puntuales, como el del 1 de octubre, nunca han hecho retroceder ni un milímetro a ningún gobierno burgués. La izquierda y el movimiento sindical deben preparar un vasto movimiento de huelgas renovables que implique a un número creciente de sectores. No decimos que sea fácil hacerlo; decimos que es la única manera de ganar.
«¿Qué debería sustituir al ‘gobierno de los ricos’? La portada de este número de Révolution responde: ‘un gobierno de los trabajadores’. Es una consigna a la vez general y precisa. No dice qué fuerzas políticas encabezarían ese gobierno, pero sí qué clase social estaría en el poder. Esta es la cuestión central. Sólo la clase obrera, que crea toda la riqueza, puede dirigir a las demás capas oprimidas en una lucha decisiva contra la burguesía. Sólo los trabajadores en el poder pueden acabar definitivamente con las contrarreformas y la austeridad. Sólo ellos pueden expropiar a los grandes capitalistas y reorganizar la sociedad sobre la base de una planificación económica racional y democrática.»
Sí, has leído bien el título. Un anciano enfadado en Washington y un presidente psicológicamente trastornado en Kiev han estado ocupados urdiendo conjuntamente un plan que podría empujar al mundo al abismo.
Si eso suena muy parecido al argumento de una película inferior de serie B, de nuevo tienes razón. Pero eso sólo demuestra el viejo dicho de que la realidad puede imitar muy a menudo a la ficción. Incluso la ficción más extraña. Y lo que está ocurriendo en la escena diplomática mundial es ciertamente muy extraño.
Es cierto que los personajes principales de esta particular historia de terror no se llaman Ming el Despiadado ni Drácula Príncipe de las Tinieblas, sino sólo Joseph Robinette Biden (aunque supongo que Robinette es una cosa bastante rara para llamar a alguien), y Volodymyr Oleksandrovych Zelenskyy, que suena mucho más como un horrible Conde tramando la conquista del mundo desde un siniestro castillo en las montañas de Transilvania.
Sin embargo, en este punto, los prometedores paralelismos entre la tediosa realidad y el maravilloso mundo de las viejas y añoradas películas de terror de la Hammer empiezan a desvanecerse. En lugar de dos figuras de terror exuberantes, nos encontramos ante dos hombres más bien pequeños, ordinarios, poco interesantes (y aún menos inteligentes).
En cuanto al tamaño físico, el antiguo cómico, presidente de Ucrania desde 2019, mide apenas 1,67 m, aunque la impresionante forma en que se pasea por los pasillos del poder en Washington, Berlín y Londres, exigiendo con amenazas enormes cantidades de dinero en efectivo, le hace parecer mucho más alto de lo que es en realidad.
Para hacer lo que algunos podrían considerar una comparación pertinente, a menudo se dice que el líder norcoreano Kim Jong Un mide 1,70 metros, pero no está claro de dónde procede esa información. En cualquier caso, lo que le falta en centímetros, lo compensa con la posesión de armas nucleares que, en el ámbito de las relaciones mundiales tiende a convertir a los enanos en gigantes… y viceversa.
Pero me he desviado demasiado de mi historia central, a la que vuelvo inmediatamente. Cuando digo pequeños, no me refiero sólo a su estatura. Son aún más pequeños en sus cualidades intelectuales y morales.
La amenaza contra Zelensky es muy real / Imagen: dominio público
Lamentablemente, típicos de los líderes políticos de la era moderna (o más bien, posmoderna), ambos hombres carecen por igual de cualquier atisbo de visión amplia o de algo remotamente parecido a una cosmovisión filosófica coherente. En lugar de ello, sus acciones están totalmente dictadas por consideraciones prácticas inmediatas y, en última instancia, por el crudo interés propio y la supervivencia política (y en el caso de Zelensky, también física), a las que debe sacrificarse todo lo demás.
Me apresuro a añadir que no nos referimos necesariamente a la amenaza que representa su némesis personal, Vladimir Putin. Aunque no hay amor perdido entre estos dos hombres, no hay absolutamente ninguna prueba de que los rusos hayan intentado asesinar al hombre de Kiev, aunque han tenido muchas oportunidades de hacerlo.
Al fin y al cabo, la eliminación de los enemigos mediante el simple procedimiento del asesinato -que antaño se consideraba una práctica aborrecible utilizada sólo por los Estados más bárbaros- se ha puesto ahora bastante de moda. Bibi Netanyahu lo practica con regularidad, junto con otros crímenes de guerra demasiado numerosos para mencionarlos aquí. Sin embargo, por extraño que parezca, el dirigente israelí nunca ha sufrido consecuencias desagradables por sus acciones. Más bien al contrario.
Si los rusos no han eliminado a Zelensky de la escena con esos métodos (por el momento, en cualquier caso) no es por razones éticas, sino simplemente porque no ven ningún sentido en ello. Si eliminas a un líder enemigo, simplemente será sustituido por otro, muy posiblemente alguien incluso menos de tu agrado.
A los israelíes les gusta alardear del número de enemigos de este tipo que han enviado al otro mundo. Pero se olvidan de mencionar que esas acciones no sirvieron para destruir -ni siquiera para debilitar seriamente- ni a Hamás ni a Hezbolá. Por tanto, su jactancia tiene un carácter totalmente vacío.
La amenaza contra Zelensky es muy real. Pero procede de mucho más cerca de él que el Kremlin. Aunque en teoría es Presidente de Ucrania, está rodeado de enemigos mucho más peligrosos. Los elementos fascistas neonazis (a los que los medios de comunicación occidentales se refieren educadamente como “ultranacionalistas”) vigilan cada una de sus acciones como halcones hambrientos.
Estos elementos han establecido fuertes posiciones en el Estado y en las fuerzas armadas en particular. Proporcionan las tropas de choque más fanáticas (y eficaces) en la línea del frente. Pero esa línea del frente se está derrumbando rápidamente. El avance ruso, que hasta hace poco tenía un carácter lento e incremental, se ha acelerado enormemente. Y los “ultras” no están contentos.
Toda la historia de la guerra de Ucrania durante el último año ha sido un desastre para el régimen de Kiev. El avance ruso es ya irreversible y el colapso de la defensa ucraniana es solo cuestión de tiempo.
Se está preparando una derrota humillante para Estados Unidos y la OTAN. En estas circunstancias, se habla cada vez con más fuerza y persistencia de negociaciones con Rusia. Esto es bastante natural. Cuando tus ejércitos están siendo derrotados en todos los frentes y te estás quedando sin soldados, armas y municiones, lo lógico es entablar negociaciones con la otra parte.
Por desgracia, lo que es natural y racional no siempre es lo que se hace. A finales de 1944, estaba bastante claro que Alemania había perdido la guerra. Los ejércitos de Hitler habían sido aplastados por los rusos, primero en Stalingrado y luego en la batalla de Kursk. El Ejército Rojo se dirigía directamente hacia Berlín en lo que fue el avance más rápido de la historia militar.
Muchos de los generales de Hitler hubieran estado a favor de negociar con británicos y estadounidenses para evitar una victoria soviética absoluta. Pero Hitler, aislado del mundo en su búnker subterráneo de hormigón, hacía oídos sordos a cualquier sugerencia de paz.
Totalmente alejado de la realidad, se negaba a escuchar informes sobre derrotas. En lugar de ello, sus generales recibían periódicamente sermones sobre la inevitabilidad de una victoria alemana, incluso cuando el estruendo de la artillería soviética podía oírse en el centro de Berlín.
Hitler trasladaba constantemente divisiones inexistentes a frentes que ya se habían derrumbado. Sólo cuando los rusos estuvieron literalmente a pocos metros de su búnker sacó finalmente la conclusión y se suicidó. El resultado inevitable fue que toda la parte oriental de Alemania, incluido Berlín, cayó en manos del victorioso Ejército Rojo.
Aunque existen diferencias obvias entre aquella situación y la actual en Ucrania, también hay grandes similitudes. En particular, Zelensky muestra ahora exactamente los mismos síntomas psicológicos que Hitler mostró en los últimos días del Reich alemán.
Sus cambios de humor son cada vez más erráticos. Sus órdenes son tan extrañas que no tienen nada que ver con la realidad. Y no es de extrañar, porque hace tiempo que cerró los ojos y los oídos a la realidad.
Hace unos meses, los medios de comunicación occidentales informaron de que el líder ucraniano se había puesto histérico y gritaba literalmente a sus generales, acusándoles de contarle mentiras. En realidad, lo más probable es que estuvieran intentando, de alguna manera, decir la verdad sobre la desastrosa situación en el frente. Pero Zelensky se niega a escuchar las malas noticias. Sólo quiere oír las buenas noticias. Y si no hay buenas noticias, entonces hay que inventarlas.
Al final, tras darse cuenta de la inutilidad de este esfuerzo, los generales le dicen ahora lo que quiere oír: que los ucranianos están ganando y los rusos perdiendo. Los medios de comunicación ucranianos están llenos de historias absurdas sobre ofensivas ficticias de sus heroicas Fuerzas Armadas, en el mismo momento en que están retrocediendo en desorden por todos lados.
La desmoralización se extiende rápidamente entre las filas. Incluso la insulsa prensa ucraniana ha publicado noticias sobre soldados que se niegan a luchar, un número creciente de deserciones y cada vez más casos de soldados que tiran las armas y se rinden a los rusos.
Hace un par de semanas se publicó en la prensa el caso de un oficial ucraniano que se negó a ordenar a sus hombres que lanzaran un ataque demencial, que según él equivalía a una misión suicida. El oficial fue inmediatamente destituido, pero hubo protestas entre los soldados exigiendo su readmisión.
El asunto de Kursk fue una aventura estúpida e inútil, un intento desesperado por parte de Zelensky de demostrar al mundo que Ucrania aún era capaz de llevar a cabo una ofensiva exitosa contra Rusia en su propio territorio. Ha terminado, inevitablemente, en una humillante derrota tras la pérdida de un enorme número de vidas y de valioso material militar.
Al mismo tiempo, el frente central de la guerra -que sigue siendo el Donbass- está siendo rápidamente invadido por fuerzas rusas superiores. Sin embargo, Zelensky persiste en la insensata política de enviar cada vez más hombres a la muerte en Kursk -con el único fin de su prestigio personal- mientras priva sistemáticamente al frente del Donbass de fuerzas, armas y municiones esenciales.
La terrible magnitud de las pérdidas ucranianas se ha ocultado deliberadamente. Pero está a un nivel que no se puede sostener, mientras que Rusia tiene una superioridad abrumadora tanto en número como en armamento, y renueva constantemente sus fuerzas con nuevos reclutas.
Por el contrario, el plan de movilización de Zelensky no consigue reunir el número de personas previsto, y las autoridades se ven obligadas a emplear métodos brutales para acorralar a los reclutas reacios, a la salida de bares y discotecas, que son enviados inmediatamente al frente para ser masacrados.
La desesperación de Zelensky
Se preguntarán por qué Zelensky sigue negándose a negociar con los rusos. De hecho, hace algún tiempo aprobó una ley que seguramente no tiene precedentes en la historia jurídica, que prohíbe a Ucrania negociar con Moscú mientras Putin esté al mando.
La verdad es que ahora es un hombre desesperado. Sabe muy bien que si diera cualquier paso que pudiera interpretarse como un intento de obtener la paz a costa de sacrificar incluso una pequeña parte del territorio ucraniano, provocaría una feroz reacción por parte de los elementos neonazis del ejército y del aparato del Estado.
Zelensky entiende que la elección de Trump supone un cambio fundamental en la situación / Imagen: Gage Skidmore, Wikimedia Commons
Su gobierno sería casi con toda seguridad derrocado, e incluso su vida estaría menos que asegurada. Difícilmente una situación muy agradable en la que encontrarse. Para empeorar las cosas, tenemos la elección de Donald Trump.
Zelensky entiende que la elección de Trump representa un cambio fundamental en la situación.
Y los hombres desesperados hacen cosas desesperadas.
Por fin está aceptando, a regañadientes, que la guerra está perdida, y de forma irrevocable. Y no hay absolutamente nada que Occidente pueda hacer para impedir una victoria rusa. Nada, es decir, excepto quizá una confrontación militar directa entre Estados Unidos y Rusia.
Es decir -llamemos a las cosas por su nombre correcto- la Tercera Guerra Mundial.
Por ello, Zelensky exige que se le dé vía libre para disparar misiles de largo alcance contra objetivos en el interior de la Federación Rusa.
Putin replicó inmediatamente en términos inequívocos que esto constituiría un acto de guerra por parte de Estados Unidos, ya que los misiles estadounidenses necesarios para tal operación sólo podrían ser operados con la participación directa de personal militar estadounidense.
Esto significaría que Rusia y Estados Unidos se encontrarían en estado de guerra. Esto no significa necesariamente una guerra inmediata con misiles volando en todas direcciones. Hay muchas otras formas en que pueden manifestarse las hostilidades.
Hay que señalar que Rusia no es simplemente un país con un gran ejército bien entrenado y equipado que ha demostrado su valía en el campo de batalla ucraniano. En realidad, el ejército ruso está más que a la altura de todos los ejércitos de la OTAN en Europa juntos.
Además, Rusia es el Estado nuclear más poderoso del mundo, con un enorme arsenal de misiles balísticos intercontinentales, capaces de alcanzar cualquier objetivo en el mundo.
Cabría pensar que este hecho podría haber abierto un serio debate público sobre la conveniencia de prolongar lo que es claramente una batalla perdida en Ucrania, y de arriesgarse a la posibilidad de un enfrentamiento entre las dos principales potencias nucleares del mundo.
Sin embargo, por increíble que parezca, nunca se ha producido tal debate. Por el contrario, a ambos lados del Atlántico se alimenta a la opinión pública con una dieta de mentiras y desinformación que la incapacita para comprender lo que realmente está ocurriendo.
Crisis del Proyecto Ucrania
En todas las guerras hay siempre un equilibrio de propaganda diseñado para engañar al público y desviar la atención de las realidades de una situación peligrosa y amenazadora. Esto es más cierto en la guerra de Ucrania que en cualquier otra guerra que yo recuerde.
Hasta hace poco, la opinión pública recibía un flujo constante de propaganda tranquilizadora que creaba la impresión de que la victoria ucraniana sobre Rusia estaba prácticamente garantizada.
Pero ahora cantan una canción diferente. Todo el mundo -o casi todo el mundo- ha comprendido que Ucrania ha perdido la guerra, y lo que ahora está garantizado es una victoria rusa.
Incluso en los círculos gobernantes de Estados Unidos -y cada vez más en al menos algunos gobiernos de Europa- hay una creciente conciencia de que la guerra en Ucrania se ha perdido irrevocablemente.
La victoria de Trump ha colocado a la burguesía europea en un dilema. Trump no ha ocultado su deseo de poner fin a la guerra en Ucrania, o al menos, a la participación de Estados Unidos en ella. No es probable que las súplicas de Zelensky le hagan cambiar de opinión.
Una vez que Estados Unidos retire -o reduzca sustancialmente- su ayuda financiera y militar, el gobierno de Kiev se encontrará en una posición imposible. Lo mismo ocurrirá con cualquier otro gobierno europeo que apoye el llamado Proyecto Ucrania.
Los líderes europeos se reunieron recientemente en la capital húngara, Budapest, para debatir la cuestión de Ucrania a la luz de la victoria electoral de Donald Trump. Corrían de un lado a otro como una bandada de pavos ante una carnicería en Nochebuena, quejándose a gritos de su suerte.
A pesar de todas sus promesas, no hay forma de que los europeos puedan compensar el enorme agujero dejado por la retirada estadounidense. La opinión pública a ambos lados del Atlántico está cada vez más impaciente con todo este asunto.
Así lo demostró muy claramente el resultado de las elecciones presidenciales del 6 de noviembre. Sin embargo, la oposición a la política de Trump se ha mantenido y ha dado un giro ominoso en los últimos días.
Biden da marcha atrás
De repente, el hombre que seguía aferrándose obstinadamente a su asiento en la Casa Blanca anunció su decisión de cambiar la postura declarada de Estados Unidos de oposición a conceder a los ucranianos permiso para utilizar misiles estadounidenses de largo alcance con el fin de realizar ataques profundos dentro de Rusia.
Esto fue, por decirlo suavemente, un shock. Solo unos días antes, el presidente electo Donald Trump había mantenido una conversación “amistosa” con Joe Biden en la Casa Blanca durante hora y media. La conversación abarcó muchos temas diferentes. Pero, al parecer, Ucrania sólo ocupó un total de cinco minutos.
De repente, el hombre que aún se aferraba obstinadamente a su asiento en la Casa Blanca anunció su decisión de cambiar la postura declarada de Estados Unidos / Imagen: dominio público
En todo este tiempo, parece que Biden no hizo mención alguna a sus planes de cambiar la postura de Estados Unidos y conceder a Zelensky permiso para utilizar misiles estadounidenses de largo alcance para ataques en lo más profundo del territorio ruso.
Este comportamiento carecía absolutamente de precedentes. Se suponía que el periodo de transición entre unas elecciones presidenciales y la toma de posesión efectiva del nuevo presidente era un periodo de calma, durante el cual el presidente saliente ayudaría a allanar el camino de su sucesor.
En lugar de eso, Biden ha lanzado una granada de mano en el camino de Donald Trump, a quien obviamente se le ha ocultado todo el asunto en una flagrante violación de todo el protocolo existente.
La explicación oficial del repentino cambio de política fue que los misiles de mayor alcance eran necesarios en respuesta a la supuesta decisión de Corea del Norte de enviar tropas para apoyar a las fuerzas rusas en Kursk. Pero hasta ahora no se ha presentado ni una sola prueba que justifique estas afirmaciones.
Está claro que toda la historia de las tropas norcoreanas procede de fuentes ucranianas y forma parte de una campaña sistemática de desinformación, diseñada precisamente para presionar a Estados Unidos para que acceda a las demandas de Zelensky.
En otras palabras, se trata de una flagrante noticia falsa, como tantas otras noticias falsas que han salido constantemente de esta misma fuente desde el comienzo de la guerra y se han repetido acríticamente en los medios de comunicación occidentales.
La verdad es que el dramático giro de Biden no iba dirigido contra un imaginario ejército norcoreano en Kursk. Su objetivo principal ni siquiera era Rusia. Iba dirigido contra su principal y más odiado enemigo: Donald J. Trump.
Joe Biden es un hombre viejo, enfadado y amargado, furioso por haber sido destituido como candidato por su propio partido, que luego sufrió una estremecedora derrota a manos de Donald Trump. Está consumido por una rabia latente y sediento de venganza por su humillación.
Ahora bien, podría pensarse que factores como la ira incontrolable y la sed de venganza -aunque son características bien conocidas del comportamiento humano- no deberían tener cabida cuando se trata de decisiones políticas importantes tomadas al más alto nivel del gobierno de la nación más poderosa de la Tierra.
Esto supone que se trata de hombres y mujeres con cierta estatura política, normas éticas y perspicacia. Seguramente, el Presidente de los Estados Unidos de América debería ser de ese tipo. Sin embargo, tal suposición no siempre está justificada.
Ya hemos dicho que Joe Biden es un hombre pequeño. Esto queda ampliamente demostrado por su conducta en el lamentable asunto que nos ocupa. Ese comportamiento no sólo es indigno del hombre que ocupa el cargo más alto de los Estados Unidos de América. Apenas es digno de un político provinciano de décima categoría de una pequeña ciudad del Medio Oeste.
Una comparación más exacta sería la de las rabietas de un mocoso malcriado al que se le ha privado de su juguete favorito y, en venganza, destroza sistemáticamente su habitación. Sólo que aquí, lo que Biden ha hecho no es destrozar una habitación, sino poner en peligro mortal a toda la población de Estados Unidos, y posiblemente del mundo entero.
Es muy consciente -al igual que todos los demás miembros belicistas de la Guerra Fría de su administración- de que esta acción cruza una línea roja claramente establecida por Vladimir Putin hace varios meses.
La amenaza de lanzar misiles balísticos contra Moscú y otras ciudades rusas adquiere un aspecto mucho más siniestro a la luz de las recientes amenazas de Zelensky de que, si Estados Unidos cortara la ayuda a Ucrania, el régimen de Kiev procedería inmediatamente a desarrollar sus propias armas nucleares.
La noticia de este alarmante acontecimiento no fue hecha pública por la Casa Blanca. Se mencionó por primera vez en un artículo del New York Times. Incluso mientras escribo estas líneas, el propio Biden no ha hecho ninguna declaración, aunque parece que altos funcionarios de su administración sí lo han confirmado.
Ni que decir tiene que la decisión de permitir a Ucrania usar misiles de largo alcance en territorio ruso ha recibido un aluvión de críticas en Estados Unidos. El propio Trump aún no ha hecho comentarios al respecto, y es posible que no los haga. Pero su hijo mayor, Donald Trump Jr., lo ha denunciado, al igual que Elon Musk y otros destacados partidarios de Trump que deben conocer muy bien su mentalidad.
No es difícil imaginar que Trump ha recibido el anuncio con una furia comprensible. El hecho de que Biden hablara con él durante hora y media y no hiciera mención alguna a algo que ya debía haber decidido con mucha antelación solo podía interpretarse como un insulto calculado y una provocación descarada.
No olvidemos que Trump obtuvo una contundente victoria electoral tras haber hecho campaña con la promesa de poner fin a la implicación de Estados Unidos en guerras y, en su lugar, utilizar el dinero de los contribuyentes para mejorar la vida de los estadounidenses. Ha dicho que pondrá fin a la guerra entre Rusia y Ucrania en 24 horas.
Hasta ahora, como hemos dicho, Trump no ha hecho ningún comentario sobre los últimos acontecimientos. Probablemente sea lo correcto, ya que sus enemigos políticos en los medios de comunicación están dando vueltas como buitres, a la espera de abalanzarse sobre cualquier error que pueda cometer.
Si se manifiesta públicamente en contra de la decisión de Biden, será acusado inmediatamente de deslealtad a Estados Unidos, de apoyar a Putin, de traicionar a Ucrania, etcétera, etcétera. Mucho mejor entonces, dejar que otras personas hablen en su nombre, esperar su momento durante unas semanas. Entonces, una vez instalado en la Casa Blanca, podrá ordenar fácilmente a sus funcionarios que ignoren las decisiones irresponsables de su predecesor.
Al actuar como lo hizo, Biden ha demostrado un desprecio absoluto, no sólo por el presidente electo, sino por todo el pueblo estadounidense, cuyo veredicto sobre los demócratas -incluido el genocida Joe- no podría haber sido más claro. Sin embargo, ¡este hombre tiene la descarada insolencia de acusar a Trump de socavar la democracia estadounidense!
¿Y ahora qué?
Zelensky no perdió tiempo en aprovechar al máximo la luz verde dada por el anciano enfadado de la Casa Blanca. En cuestión de horas, se llevó a cabo un ataque contra objetivos dentro de Rusia con seis misiles ATACMS.
Los rusos afirman que derribaron cinco de los seis y dañaron el otro. No se ha informado de ninguna pérdida de vidas humanas.
Zelensky no perdió tiempo y aprovechó al máximo la luz verde / Imagen: dominio público
De hecho, estos misiles han estado en posesión de los ucranianos durante más de doce meses. La intención era utilizarlos contra Crimea, y concretamente destruir el puente que conecta Crimea con el territorio continental ruso.
Se depositaron grandes esperanzas en estas nuevas armas, al igual que se depositaron grandes esperanzas en todas las demás “armas milagrosas” que iban a cambiar las reglas del juego. Pero todas resultaron decepcionantes.
A día de hoy, el puente de Crimea sigue en pie. Los rusos han desarrollado las técnicas necesarias para combatir los misiles ATACMS y han derribado muchos de ellos y destruido las bases desde las que se lanzaban.
Parece que los ucranianos han renunciado a Crimea. En su lugar, se están concentrando en Kursk, donde, por cierto, han sufrido graves pérdidas y se han visto empujados a la defensiva.
Ahora se espera que el empleo de misiles ATACMS sea -¡esperen! – un cambio de las reglas del juego en Kursk. No es casualidad que el reciente ataque se dirigiera contra un gran arsenal en la ciudad de Karachev, en la región de Bryansk, que está a sólo 210 kilómetros de Kursk.
El argumento de que los éxitos rusos se deben a la intervención de tropas norcoreanas es tan absurdo que no resiste el menor examen. El ejército ruso posee ahora probablemente más de un millón de soldados, que pueden desplegarse en Kursk o en cualquier parte de Ucrania, cuando lo desee.
Resulta difícil comprender por qué necesitan ayuda en forma de soldados norcoreanos, a los que habría que entrenar según las especificaciones rusas y enseñarles a hablar ruso lo suficiente como para seguir órdenes.
Esto no quiere decir que no haya soldados norcoreanos presentes en Rusia, ya que Corea del Norte y Rusia mantienen actualmente una alianza militar muy estrecha. Sin embargo, hasta ahora no se ha presentado absolutamente ninguna prueba que demuestre que los soldados norcoreanos hayan desempeñado algún papel en el campo de batalla real en Kursk o en cualquier otro lugar.
Repito, la única “prueba” de estas afirmaciones tan repetidas procede de la parte ucraniana, afirmaciones que en el pasado han demostrado con frecuencia ser mera propaganda, diseñada para confundir y desorientar a la opinión mundial.
La razón por la que Ucrania está perdiendo la guerra no tiene nada que ver con la presencia o no de unos pocos miles de tropas norcoreanas. Se explica simplemente por el hecho de que Rusia disfruta de una aplastante superioridad numérica, armamentística, de munición, de misiles, de drones, y también moral y táctica superior.
El Pentágono se oponía -y sigue oponiéndose- fundamentalmente a la medida adoptada por Biden, no por consideraciones humanitarias, sino por razones puramente prácticas.
En primer lugar, saben que la guerra en Ucrania está perdida y consideran que es un derroche inútil de valiosos recursos enviar allí más armas y equipos. El suministro de armas que posee Estados Unidos no es inagotable y se ha visto considerablemente mermado por el asunto de Ucrania.
En cuanto a la última aventura sin sentido, el Pentágono señala -de nuevo, muy correctamente- que el envío de misiles de largo alcance a Ucrania con el propósito de atacar objetivos en el interior de Rusia no tendrá absolutamente ningún efecto sobre el resultado de la guerra.
El alcance máximo de los misiles ATACMS es de 190 millas o 399 kilómetros. Por lo tanto, no son capaces de alcanzar objetivos “en el interior del territorio de la Federación Rusa”. De hecho, sólo pueden utilizarse eficazmente en zonas fronterizas, precisamente como Kursk y Briansk.
Esto no puede revertir, ni revertirá, el curso de la guerra. Lo que sí hará es enfurecer a los rusos, que tomarán contramedidas, que no serán del agrado de Estados Unidos. Y no les faltan posibilidades de infligir graves daños a los intereses estadounidenses en todo el mundo.
Dejamos de lado el hecho de que Vladimir Putin acaba de anunciar la decisión de rebajar el criterio para el uso de armas nucleares con el fin de incluir los ataques contra territorio ruso con armas convencionales, si se llevan a cabo en colaboración con una potencia nuclear.
Moscú tiene muchas otras posibilidades que puede utilizar antes de recurrir al arma definitiva. Sin duda, los rusos intensificarán su ayuda a Irán, a Hezbolá, a los Houthi y a muchos otros grupos e individuos que estarán encantados de participar en acciones contra Estados Unidos.
Imagínense que los rusos suministraran a los houthis misiles sofisticados capaces de hundir buques de guerra estadounidenses. Los enormes portaaviones que están flotando alrededor de Oriente Medio serían blancos fáciles para lo que sería un ataque catastrófico.
Pero eso es justo lo que los estadounidenses se proponen hacer en relación con sus apoderados ucranianos. Y, lógicamente, lo que es bueno para una parte también debe serlo para la otra.
Todos estos hechos están perfectamente claros para los estrategas militares de Washington, es decir, para los veteranos militares experimentados que, a diferencia de los generales aficionados de la Casa Blanca cuyas únicas batallas se libran en los teclados de sus ordenadores, tienen experiencia real de guerras reales.
El Pentágono plantea la pregunta obvia: ¿por qué debemos verter dinero en un agujero negro en una guerra que no se puede ganar? Ya hemos gastado una cantidad colosal de dinero, ¿por qué deberíamos gastar más sin una buena razón?
Desde el punto de vista de los verdaderos intereses del imperialismo estadounidense, estas cuestiones se basan en una lógica impecable. Pero a Biden no le interesa la lógica, sólo su obsesión por infligir el máximo daño a Donald Trump y a Rusia en las pocas semanas que le quedan.
Desea que la guerra de Ucrania continúe al menos hasta que se haya retirado con seguridad a la oscuridad. No le importa cuántos ucranianos más mueran para satisfacer su vanidad personal y proteger lo que considera su imagen histórica.
De hecho, la imagen que dejará la administración Biden será la de constantes fracasos, derrotas, guerras, muertes y déficits. Es una administración fracasada dirigida por una pandilla de segundones descerebrados.
Y hasta el final, esta misma camarilla de políticos fracasados y aventureros criminales, negándose a admitir sus errores, insisten en prolongar la agonía el mayor tiempo posible. Naturalmente, las víctimas de esa agonía no son ellos mismos, sino el desafortunado pueblo de Ucrania.
El Festival de la Revolución de este año -una escuela de comunismo organizada por el PCR- reunió a 1.000 comunistas durante un fin de semana de debate antiimperialista y marxista. Este evento histórico es una plataforma de lanzamiento para la construcción de las fuerzas del comunismo en Gran Bretaña.
El fin de semana del 15 al 17 de noviembre marcó un hito para las fuerzas del comunismo en Gran Bretaña: el mayor y mejor Festival de la Revolución hasta la fecha, y el primero que se celebra bajo la bandera del Partido Comunista Revolucionario (PCR).
Fue “un momento histórico para el PCR”, como dijo uno de los asistentes.
Hace un año, en el Rev Fest del año pasado, el secretario político del PCR, Rob Sewell, anunció sus planes de fundar el Partido Comunista Revolucionario y un nuevo periódico: The Communist.
Por si fuera poco, el Revolution Festival 2024 fue -como afirmó el organizador regional de Londres, Khaled Malachi, en el mitin vespertino del sábado- la mayor conferencia antiimperialista de este tipo celebrada en Gran Bretaña en toda una generación.
Asistieron más de 1.000 asistentes procedentes de Gran Bretaña y otros países. Invitados de Estados Unidos, Taiwán, Polonia, Canadá, Suecia, Irlanda, Yugoslavia y Dinamarca, entre otros, participaron en 33 sesiones diferentes a lo largo del fin de semana.
Antiimperialismo
Alan Woods inauguró el Rev Fest de este año el viernes por la noche, hablando ante un público repleto sobre el “horror sin fin” del capitalismo, en palabras de Lenin.
Al presentar la situación mundial, Alan describió cómo asistimos a una turbulencia creciente en las relaciones mundiales, con consecuencias caóticas difíciles de predecir con precisión.
Alan señaló que había pintado un panorama bastante sombrío de “guerras reaccionarias, asesinatos, muertes, agresiones imperialistas, líderes maníacos” por todas partes.
Pero, añadió, para los comunistas no hay razón para el pesimismo. “Bajo la superficie”, explicó, “se acumula en todas partes esta insatisfacción colosal, esta rabia que busca una salida.”
“Habrá una explosión colosal en un país tras otro”, prosigue Alan.
“Esto nos presenta a nosotros, los comunistas, enormes posibilidades – a condición de que hayamos acumulado suficientes fuerzas antes de estos acontecimientos para poder intervenir eficazmente…
“Esta es la pesada responsabilidad histórica que recae sobre nuestros hombros”.
Así se reiteró en el mitin “libros, no bombas” del sábado por la tarde, encabezado por Fiona Lali, coordinadora nacional de campañas del PCR y candidata comunista revolucionaria del partido en las últimas elecciones generales.
“Estamos viviendo un momento decisivo en el capitalismo mundial”, explicó Fiona.
Fiona destacó ante un auditorio lleno cómo el conflicto de Palestina “se ha disparado como un rayo en la conciencia de la gente”, canalizando la profunda ira de la sociedad.
Fiona destacó ante un auditorio lleno cómo el conflicto de Palestina se ha “disparado como un rayo en la conciencia de la gente” / Imagen: RCP
Observando el desarrollo de estos movimientos, y en muchos casos participando directamente en ellos, las ilusiones en el reformismo se están borrando rápidamente entre una capa cada vez mayor de trabajadores y jóvenes.
Fiona cautivó al público. Como comunistas, explicó, nuestra tarea consiste en explicar clara y pacientemente por qué no podemos hacernos ilusiones en el sistema capitalista. Por el contrario, debemos organizar y educar a las capas más radicales y previsoras, y construir una fuerza que pueda desempeñar un papel decisivo en los acontecimientos.
En palabras de León Trotsky, que Fiona citó:
“Mirar la realidad cara a cara, no buscar la línea de la menor resistencia, llamar a las cosas por su nombre, decir la verdad a las masas por amarga que ella sea, no temer los obstáculos, ser fiel en las pequeñas y en las grandes cosas, ser audaz cuando llegue la hora de la acción, tales son las reglas de la IV Internacional. Ella ha mostrado que sabe marchar contra la corriente. La próxima ola histórica la pondrá sobre su cresta”.
Escuela de comunismo
El Festival de la Revolución no era sólo una conferencia antiimperialista, sino una escuela de comunismo.
Además de las tres sesiones plenarias principales, 30 sesiones paralelas ofrecieron análisis y perspectivas marxistas sobre temas que iban desde el arte y la inteligencia artificial hasta la deuda mundial y la crisis climática, pasando por la revolución haitiana.
Todos los asistentes mostraron un inmenso interés por estas ideas, y las salas se llenaron hasta los topes.
“Los debates en torno a la opresión de la mujer en la sociedad capitalista me hicieron reflexionar”, dijo Lubbna, que asistía por primera vez, en declaraciones a The Communist sobre su experiencia. “No se trata sólo de hombres contra mujeres. Todo el maldito sistema está viciado”.
Ha sido brillante”, dijo un futuro miembro del PCR de Coventry tras asistir a la sesión “Arte, cultura y revolución”. “No sabía que una charla sobre arte y cultura pudiera ser tan contundente”.
Otro asistente subrayó la importancia de que los comunistas debatan sobre arte, reconociendo que no sólo luchamos por la comida y el cobijo, sino por “recuperar nuestra humanidad” a través de la revolución y la liberación del arte.
En todas las sesiones, las intervenciones de los asistentes enriquecieron el debate.
En el debate sobre la guerra de liberación de Bangladesh en 1971, Maya, de Leeds, hizo una apasionada contribución que hizo llorar a los asistentes, al detallar los inmensos sacrificios de las mujeres oprimidas en la guerra de independencia de Bangladesh.
Maya subrayó que hoy en Bangladesh, y en todo el mundo, sigue siendo así: “El lugar de una mujer no está detrás de su marido, ni mucho menos en el hogar: está en la revolución. Y lo más importante, está en el partido revolucionario”.
Otro asistente, Simon, del PCR canadiense, quedó muy impresionado. “El nivel de perspicacia y la gran amplitud de conocimientos de los camaradas fue impresionante”, expresó. “También pude conocer a un montón de revolucionarios amables, divertidos y, sobre todo, serios”.
En este sentido, los debates continuaron con entusiasmo más allá de los límites del recinto, en el acto social del sábado por la noche, con música y baile como telón de fondo.
El Festival de la Revolución no fue sólo una conferencia antiimperialista, sino una escuela de comunismo / Imagen: PCR
Bolchevismo
Durante el mitin del sábado, Antonio Balmer, miembro destacado de los Comunistas Revolucionarios de América (RCA) y editor de The Communist (EEUU), habló de cómo los camaradas del RCA están conectando con los trabajadores y la juventud en el país imperialista más poderoso del mundo; dentro del “vientre de la bestia”.
También destacó el potencial que existe para la humanidad, si la inmensa capacidad productiva de países como Estados Unidos se pusiera bajo el control de los trabajadores.
“Ser comunista es saber que [el socialismo] llegará; ser bolchevique es entender cómo vamos a llegar allí, camaradas”, concluyó Antonio. “Y esta internacional [la Internacional Comunista Revolucionaria] está creando bolcheviques por todo el mundo. Tenemos un mundo que ganar”.
El mensaje central del fin de semana fue claro. Los cimientos sobre los que se construye nuestra internacional son las sólidas ideas del marxismo. Y este Rev Fest proporcionó a los camaradas material de calidad para la tarea de educarse y dominar la teoría en el próximo periodo.
Pero una organización estable, creciente y profesional no sólo requiere cuadros formados y comprometidos, sino también el cemento de las finanzas para cohesionar el partido. Y la edición de este año también ha hecho importantes avances en este sentido.
En el transcurso del fin de semana se vendieron 8.200 libras esterlinas en literatura, ya que la gente quería seguir profundizando sus conocimientos sobre el marxismo en toda una serie de cuestiones. Además, se recaudaron otras 5.200 libras a través de la venta de materiales.
Durante esta colecta, dirigida por Ben Gliniecki, secretario nacional de la organización, los grupos de la RCP de todo el país donaron la cifra récord de 91.000 libras esterlinas.
Esto eleva el total recaudado en lo que va de año a más de 270.000 libras, una hazaña asombrosa y una demostración del optimismo revolucionario y la confianza de los camaradas en el partido y sus perspectivas.
Para quienes se sientan inspirados por este logro: no se preocupen, ¡no es demasiado tarde para donar!
Tras tres días fantásticos, los asistentes se reunieron por última vez el domingo por la tarde para escuchar a Rob Sewell clausurar el Festival Revolution.
Rob comentó los debates del fin de semana y las tareas que tiene por delante el Partido Comunista Revolucionario.
A medida que la campaña del RCI “Año de Lenin” -para reivindicar la herencia ideológica de Lenin- se acerca a su fin, Rob subrayó la importancia de continuar el valor educativo del fin de semana a través de obras como En defensa de Lenin.
Se trata de una lectura esencial para cualquier comunista en ciernes, explicó Rob, ya que proporciona “un puente hacia el leninismo en bandeja”.
La clave para comprender realmente cualquiera de estas ideas, sin embargo, continuó Rob, no es sólo leer estos textos, sino estudiarlos.
Tras tres días fantásticos, los asistentes se reunieron por última vez el domingo por la tarde para escuchar a Rob Sewell clausurar el Revolution Festival / Imagen: RCP
Y lo que es más importante, citando las famosas líneas de Karl Marx de sus Tesis sobre Feuerbach, Rob subrayó que el marxismo es una guía para la acción. “Los filósofos sólo han interpretado el mundo, de diversas maneras. La cuestión, sin embargo, es cambiarlo”.
En medio de una profunda crisis del capitalismo británico, la velocidad de los acontecimientos es tal que “procesos que se esperaba que durasen años están durando semanas”, señaló Rob, llamando la atención en particular sobre el rápido desplome de los índices de aprobación del gobierno laborista de Starmer.
Sin embargo, como también señaló Fiona durante el mitin del sábado, actualmente no hay ningún partido de izquierdas que pueda dar una salida adecuada al estado de ánimo antisistema de la sociedad, o que ofrezca soluciones reales a los problemas a los que se enfrenta la gente corriente.
Tal como está, el PCR es demasiado pequeño para llenar este vacío. Sin embargo, sabemos que todos los camaradas que asistieron al Festival Revolución 2024 regresarán a sus ramas inspirados para construir el partido; para construir las fuerzas del comunismo.
La tarea ahora, como se subrayó durante el fin de semana, es prepararnos teóricamente para las convulsiones que se avecinan; que todos los miembros aumenten sus contribuciones mensuales para fortalecer el aparato del partido; y reclutar más amplia y audazmente. Como subrayó Rob ante la multitudinaria audiencia plenaria “Es vuestra responsabilidad hacerlo”.
“Los tiempos difíciles hacen a la gente dura”, afirmó Fiona en el mitin “libros, no bombas”. No hay posibilidad de una vida fácil para quienes han crecido bajo el capitalismo en crisis.
Pero son precisamente estas capas -las que están siendo radicalizadas y empujadas a la acción por la crisis y el caos del capitalismo- las que estamos organizando y construyendo para que se conviertan en los líderes de la futura revolución mundial.
Sobre esta base, tenemos la confianza de que el socialismo y el comunismo vencerán. Como Rob dijo en sus palabras finales del #RevFest2024:
“Hoy tenemos más confianza que nunca, por lo que hemos conseguido hacer, que muestra sólo un atisbo de lo que se puede hacer. Acabamos de empezar, de pasar página. Nuestra prehistoria ha quedado atrás. Estamos comenzando la verdadera historia del retorno del auténtico comunismo, en Gran Bretaña y a escala internacional.”