Escrito por Alan Woods en septiembre de 1971, dos años antes del golpe militar de Pinochet, este artículo advertía de la amenaza de un golpe militar si el gobierno de la Unidad Popular no conseguía movilizar a las masas y llevar a cabo un auténtico programa socialista.
La elección del «Gobierno de Unidad Popular» en Chile el pasado mes de noviembre [de 1970] fue un acontecimiento de gran importancia para todo socialista. Tanto la prensa capitalista como las revistas del Partido «Comunista» lo han presentado como un paso hacia el Socialismo «a través de las urnas». La experiencia del Gobierno de Allende servirá como prueba de la posibilidad de la «vía parlamentaria al socialismo» y contiene lecciones vitales para todo miembro pensante del movimiento obrero.
«Frente Popular»
Contrariamente a la leyenda, fomentada asiduamente por los estalinistas, no hay nada «único» en los acontecimientos de Chile. Allende no hace más que repetir la experiencia de los gobiernos de «Frente Popular» de preguerra en España/Francia y en el propio Chile. Contra el «optimismo» sacarino de los «teóricos» del PC debemos señalar que en todos los casos el «frente populismo» ha llevado a una sangrienta derrota de la clase obrera.
El gobierno de Allende es una coalición del Partido Socialista y el PC, con una serie de partidos y agrupaciones «democráticos» de clase media, algunos de ellos tan pequeños que no dejan huella en la vida política del país: los Radicales, los «Socialdemócratas», el MAPU y la API.
La «teoría» del frentepopulismo sostiene que los partidos obreros deben unirse en el parlamento con los partidos de la burguesía «liberal» para ganar a las clases medias a la reacción. En realidad, partidos como los Radicales no son los representantes políticos de la clase media, sino sus explotadores parlamentarios. La función de los Radicales es mantener a la clase media bajo el yugo del Gran Capital mediante el engaño, la mentira y la demagogia «democrática». Estos bloques sin principios con los engañadores profesionales de la clase media sólo pueden servir en última instancia para desmoralizar y desorientar a estos sectores, a los que sólo se puede ganar con políticas de clase audaces. Pero una política firme y revolucionaria sólo puede provenir de partidos que se basen en los intereses de clase del proletariado.
El colaboracionismo de clase, no importa bajo qué bandera «socialista» o «comunista» se esconda, siempre ha tenido resultados nefastos para la clase obrera. La variedad chilena no es una excepción.
Masas radicalizadas
En su primer periodo de vida, el gobierno de Allende ha cosechado algunos éxitos aparentes: leche gratuita para los escolares, subida del salario mínimo y de las pensiones, congelación de alquileres y precios, nacionalización del cobre, rebaja de la edad de voto a los dieciocho años e inicio de una reforma agraria.
Estas reformas han sido acogidas por las masas con enorme entusiasmo: siempre que el pueblo oprimido y desmoralizado ve a un gobierno que parece ir en serio, tomando medidas reales para mejorar su suerte, la respuesta es dramática. Sin lugar a dudas, la inmensa mayoría de los campesinos y trabajadores ven a este gobierno como «su» gobierno y lo apoyan acríticamente en esta etapa.
En las elecciones del sindicato de estudiantes (FECH) celebradas poco después de la confirmación de Allende como Presidente, los candidatos que representaban a los partidos del «Frente de la Unidad Popular» arrasaron, aumentando sus votos en un 40%. Como siempre en estos casos, los estudiantes son un barómetro de las tendencias de la sociedad en su conjunto.
Las elecciones municipales celebradas en abril revelaron el mismo profundo proceso de radicalización de las masas trabajadoras. El porcentaje de votos del PC en estas elecciones pasó del 15,9% (1969) al 17,36%, pero el porcentaje socialista se disparó del 12,2% al 22,89% de los votos. El voto del PS casi se duplicó en estas elecciones. El Partido Nacionalista, de derechas, que sufrió un fuerte retroceso, cuenta ahora con el 18% de los votos.
Sin embargo, el resultado más significativo fue el voto de los radicales. Su porcentaje de votos ha pasado del 13,0% en 1969 a sólo el 8,18%. Se ha intentado explicar este descenso por la escisión del ala derecha de los radicales. Pero lo cierto es que los Radicales fueron el único de los grandes partidos de la Unidad Popular que sufrió un revés en las urnas. La conclusión es clara. Elapoyo al gobierno de Allende representa el apoyo a políticas socialistas.
Es significativo que el Partido Socialista -que se sitúa (verbalmente, al menos) a la izquierda de los «comunistas»- recibiera el voto de confianza más dramático. Por otra parte, los socios burgueses de la coalición no tienen ningún apoyo entre las masas. Representan los prejuicios de la clase media de ayer. No hay futuro para esa clase sobre la base del capitalismo. La política de los radicales es la muerte de la clase media. Están condenados a declinar aún más en los próximos meses. Lacuestión del comportamiento futuro de la clase media no puede ser determinada por maniobras parlamentarias, sino por el derrocamiento revolucionario del capitalismo. Una política revolucionaria audaz galvanizaría a los intelectuales, a los pequeños comerciantes y a los campesinos en torno a la clase obrera. Las combinaciones sin principios sólo sirven, en última instancia, para empujar a la desesperada clase media a los brazos de la reacción.
El campesinado
La situación en Chile hunde sus raíces en el problema agrario. La victoria de Allende sólo fue posible gracias al fracaso del «liberal» democristiano Frei en su intento de desmantelar los latifundios y entregar la tierra a los campesinos.
Las condiciones de los campesinos quedan ilustradas por la situación de la provincia de Cautín, en el Sur. Los indios mapuches, que constituyen el 75% de la población de esta región, sólo poseen el 25% de las tierras cultivables. El 37% de estos campesinos son analfabetos, 20.000 (de 190.000) están desempleados. Tienen la tasa de mortalidad infantil más alta del país.
Bajo el gobierno de Frei, las masas campesinas fueron engañadas con pródigas promesas de reforma agraria. Pero al final los campesinos se dieron cuenta de que los políticos les estaban traicionando. Cuando los campesinos hambrientos de tierra, desesperados, intentaron apoderarse de ella, fueron recibidos con plomo. En 1968, se enviaron tropas y carros blindados para sofocar una huelga campesina legal. Al año siguiente, 200 soldados de la odiada Guardia Móvil mataron a ocho campesinos e hirieron a otros veintisiete en Puerto Montt. Los pobres de las aldeas de Chile aprendieron una dura lección sobre el valor de la «reforma» liberal.
La elección de Allende hizo ver a los políticos que los campesinos ya no estaban dispuestos a dejarse engatusar con promesas vacías de reforma que se reducían a una hipócrita defensa de los Grandes Terratenientes.
La noticia de la victoria de la Unidad Popular encendió una chispa de esperanza en las mentes de las masas desalentadas de los campesinos. En los seis primeros meses, los campesinos indígenas de Cautín llevaron a cabo cincuenta y seis tomas de tierras. Las masas desposeídas comprendieron instintivamente que sólo una ofensiva revolucionaria podía romper el férreo dominio de los terratenientes.
Haciendo un llamamiento militante a los campesinos, Allende podría haber movilizado incluso a los sectores más atrasados y arruinados de la sociedad en defensa de la revolución chilena. Un campesinado armado, organizado en comités campesinos, habría aplastado a sus opresores con un mínimo de derramamiento de sangre. El poder de los terratenientes habría sido aplastado para siempre, y con él las esperanzas de un vuelco reaccionario en Chile.
En lugar de eso, Allende ha dedicado todas sus energías a impedir que los campesinos se apoderen de las tierras. Lejos de arengar a las masas, sus llamamientos han consistido en advertirles de que «no provoquen a la reacción». Huraños, desconfiados, los indígenas se retiraron -¿pero no habían oído antes este tipo de cosas? ¿No solían cantar la misma canción los demócrata-cristianos?
Armado por Reacción
El «Camarada Presidente» -como le gusta llamarse a sí mismo Allende- se ha pasado los últimos meses practicando esta canción en varios tonos: «No provoquen la Reacción», «No den excusas a las fuerzas antigubernamentales para actuar».
Por desgracia, los acontecimientos han demostrado que la reacción no necesita excusas para actuar.
Los terratenientes -especialmente en Cautín- se están armando hasta los dientes para la lucha. Pablo Goebbels -propietario de una enorme finca- declaró públicamente que cualquier funcionario del gobierno que viniera a expropiar sus tierras sería recibido con ametralladoras. Para subrayar el punto, Goebbels ha comprado una gran cantidad de armas en Argentina.
Según un informe oficial de la policía, «más de 2.000 hombres han sido reclutados en destacamentos de asalto con el fin de provocar averías en el sistema de transporte, interrumpir el suministro de agua, gas y electricidad y causar así un descontento generalizado.»
A principios de año, la policía de Santiago descubrió un gran alijo de revólveres, ametralladoras, subfusiles y rifles en el domicilio del comandante José Cabrera. Las investigaciones demostraron la existencia de una organización de tipo fascista de ámbito nacional denominada «Patria y Libertad», comprometida con un programa de terror, asesinato y subversión contra el gobierno.
Ya antes de la elección de Allende, la reacción golpeó. El 22 de octubre de 1970, René Schneider, Comandante en Jefe del Ejército, fue abatido cuando se dirigía al Ministerio de Defensa. Las investigaciones posteriores establecieron la existencia de un amplio complot en el que participaban organizaciones de ultraderecha (Legión Alessandrista, No entreguemos a Chile, Ofensiva Nacionalista y Frente Republicano Independiente) que se complotaron para llevar a cabo actos terroristas en diversos lugares de Santiago. Entre las treinta y dos personas detenidas figuran un almirante, varios latifundistas, generales y personalidades políticas.
Intento de asesinato
Se han producido tres atentados contra la vida de Allende, en los que han participado bandas armadas. El asesinato de Schneider pretendía provocar una crisis e impedir la investidura de Allende como Presidente. Su fracaso fue seguido de una tregua. Luego, en junio de este año, un ex ministro derechista del gobierno de Frei -Edmundo Pérez Zujovic- fue ametrallado. El asesinato tenía todas las características de una provocación contra el gobierno.
La prensa de derechas ha levantado un clamor por el «desarme de los grupos políticos». La intención es clara: obligar al gobierno de Allende a desarmar a los obreros y campesinos, mientras se permite a la Reacción almacenar armas.
Ninguna clase dominante cede jamás su poder y sus privilegios sin librar una lucha sin cuartel. Mientras Allende predica «responsabilidad» y «disciplina» a las masas, la reacción está reuniendo fuerzas para un contragolpe. Sobresaltada por la victoria de Allende y doblegada por el movimiento de masas, la clase dominante se ha visto obligada a jugar a ganar tiempo, al menos por el momento.
Los terratenientes y los capitalistas comprenden que es imposible derrocar al gobierno de la Unidad Popular en esta fase. Las masas están en un estado de ánimo agresivo y seguro de sí mismas. En estas circunstancias, un intento de golpe de Estado podría conducir a una explosión, cuyo resultado podría ser desastroso para su clase.
Sin embargo, se están haciendo cuidadosos preparativos, se están recogiendo armas, se están urdiendo complots en la cúpula del ejército y de la Administración Pública. El peligro es muy real.
Cretinismo parlamentario
En su ceguera reformista, Allende imagina que su posición puede mantenerse mediante maniobras «inteligentes» en el parlamento. La iniciativa revolucionaria de las masas no figura en sus planes. Sin embargo, para preservar su reputación de «marxista» y «revolucionario», el «camarada presidente» avanza consignas demagógicas como: «El pueblo ha ganado el gobierno. Ahora debe ganar el poder».
Con esta fase alada, Allende desea colocar toda la responsabilidad de su propia ineptitud sobre los hombros de las masas. Como Poncio Pilatos, se lava las manos de su propia responsabilidad y aconseja piadosamente a las masas que «ganen el poder» – al mismo tiempo que les pide que no actúen, que no «provoquen a la reacción». Cabe preguntarse cómo es posible «conquistar el poder» sin provocar a la reacción. Pero tales contradicciones no molestan al «Camarada Presidente», que se enorgullece de su desprecio por la teoría «dogmática».
En una entrevista con Regis Debray -quien de manera complaciente alimenta a Allende con preguntas convenientemente educadas sobre la viabilidad de la «vía parlamentaria»- Allende propuso la idea de una cámara única para vencer la obstrucción del Senado y la creación de «tribunales populares». Evidentemente estaba ajustando el tono de sus argumentos a su compañía, porque el «Camarada Presidente» no bien encontró resistencia en el Parlamento, ¡dejó de lado su cámara única, con tribunales populares y todo! No sin un toque de maliciosa ironía, el corresponsal de The Economist citó la respuesta de Allende de que «por el momento, los cambios constitucionales no ocupan un lugar prioritario en su lista de prioridades».
El desprecio altivo y burocrático con que Allende trata a las masas sólo es igualado por sus colegas del llamado Partido «Comunista», uno de los cuales, según se informa en The Economist (10 de abril), comentó:
«Queremos al pueblo con nosotros, pero no se les debe permitir ir más allá de la línea del gobierno».
Esa «línea de gobierno» se la marca a Allende la clase dominante chilena. Su misma confirmación como presidente se condicionó al compromiso de no ir más allá de la Constitución. Los representantes del gobierno «revolucionario» -frente a un ultimátum de la Democracia Cristiana- «transigieron» y firmaron el tristemente célebre Estatuto de Garantías Democráticas.
Allende entiende muy bien lo que debe hacer y lo que no debe hacer para no tener problemas con los poderes fácticos. Por un lado, se le permite amablemente mantener tranquilas a las masas otorgándoles una serie de concesiones secundarias, que no alteran el equilibrio fundamental de poder de clase y que pueden ser retiradas al día siguiente, cuando las masas estén desmoralizadas y sean incapaces de resistir. Puede pronunciar tantos discursos demagógicos como quiera, siempre que ninguno de ellos conduzca realmente a una acción decisiva por parte de los obreros y campesinos.
Por otra parte, los terratenientes y capitalistas se asegurarán de que las nacionalizaciones no lleguen a quitar el poder de las manos de las cincuenta empresas gigantes que controlan la mayor parte de la economía chilena. Allende no debe interferir con las fuerzas armadas. No debe actuar contra la «libertad» de la prensa monopolista que vierte diariamente un torrente de trapos sucios y mentiras contra el régimen «marxista». Sobre todo, no debe intentar alterar la Constitución, que le tiene encorsetado y permite a la oposición democristiana, al Senado y al Tribunal Supremo bloquear y sabotear la legislación fundamental.
El papel de los órganos del Estado queda patente en el comportamiento del Tribunal Supremo en la investigación del asesinato del general Schneider. El senador Raúl Morales Adriasola, del derechista Partido Radical Democrático, fue implicado en el complot y el Fiscal Militar exigió el levantamiento de su inmunidad parlamentaria. Adriasola fue acusado de organizar una conspiración que consistía en traer quinientas ametralladoras de Argentina para derrocar al gobierno. El Tribunal de Apelación aprobó el levantamiento de la inmunidad, pero el Tribunal Supremo anuló la decisión, protegió a Adriasola y frustró las investigaciones posteriores.
La clase dominante ha elaborado una conveniente división del trabajo: las bandas reaccionarias organizan provocaciones armadas en las calles, mientras que los democristianos actúan como tapadera «respetable» en el Parlamento. Bajo el lema de «impedir los excesos marxistas», los democristianos obstruyen y sabotean las reformas. Sobre todo, tienen la vista puesta en el programa agrario que, gritan, avanza demasiado rápido, »poniendo en peligro la producción de alimentos».
Con esta fórmula astuta e hipócrita, estos señores «cristianos» culpan de antemano a la Unidad Popular de la terrible hambruna que los terratenientes y capitalistas pretenden infligir al pueblo chileno. Ya llegan noticias del campo sobre la matanza de ganado y la no siembra de granos.
La única manera de evitar el colapso total del abastecimiento de alimentos a las ciudades es movilizar ahora a loscampesinos, para que se apoderen de los grandes latifundios. Allende está hipnotizado por la aparente fuerza de la Democracia Cristiana. Pero la fuerza de ese partido se basa en la inercia de las masas campesinas. Una solución revolucionaria del problema agrario conquistaría a la masa campesina: la Democracia Cristiana se rompería en pedazos.
En lugar de apoyarse en el campesinado revolucionario, Allende prefiere un acuerdo parlamentario con la Democracia Cristiana. De hecho, se limita a hacerse eco de su acusación de «anarquismo» dirigida a los campesinos ocupantes ilegales:
«… es lo mismo que ha pasado en las tomas de tierra ¿no? Hay una ley, esa ley indiscutiblemente nos va a llevar a nosotros a expropiar las haciendas, todos los fundos que superen el mínimo establecido por la ley, o sea, 80 hectáreas de regadío para la región central. Pero resulta que a nosotros lo que nos interesa es hacer la Reforma Agraria por zonas, para poder al mismo tiempo mantener la producción que Chile necesita de acuerdo con el clima, la región y el suelo. Si se hace en una forma anárquica, no hay posibilidad de planificar la producción. Este es el problema».
(Conversaciones con Allende, página 105)
Sólo un burócrata curtido, con desprecio por el pueblo trabajador, puede identificar el movimiento de las masas con la «anarquía». En realidad, la única manera de garantizar una solución pacífica y ordenada del problema de la tierra es armar y organizar al campesinado en comités campesinos. Es precisamente el cretinismo parlamentario de Allende el que está allanando el camino a la «anarquía» -una sangrienta guerra civil y una terrible hambruna- para el pueblo trabajador.
Mientras Allende y el PC hacen el minué parlamentario con los partidos burgueses, los banqueros y los industriales se dedican a sabotear sus reformas. El paro ya es importante y va en aumento. Ya en marzo, la cifra en Santiago era del 8%. La inversión ha caído bruscamente, ya que los capitalistas retiran su dinero. A menos que la «Unidad Popular» esté dispuesta a tomar medidas drásticas, los cierres de fábricas seguirán creando un mar de miseria humana.
La nacionalización de las minas de cobre fue inmediatamente saboteada por una huelga de 300 directores de minas. El personal técnico ha abandonado el país en masa. La producción se ha desplomado. Mientras tanto, la amenaza de un bloqueo económico por parte de Estados Unidos se cierne constantemente sobre la cabeza de Allende como un suave «estímulo» para que no se «pase de la raya». Como comentó alegremente The Economist:
«Si la compensación por la inversión de 724 millones de dólares confiscada es mala… entonces las autoridades estadounidenses, ya erizadas de mala voluntad, podrían causar estragos en la producción de Chile».
La inflación se está comiendo rápidamente las ganancias salariales de los trabajadores. La especulación contra el escudo es incontrolable: la cotización en el mercado negro es ahora el doble de la oficial. Estos hechos auguran un desastre para la economía chilena, una catástrofe que acabará de un plumazo con la mayoría de las reformas de la actual administración.
A pesar de las crecientes dificultades, no hay duda de que incluso ahora la gran mayoría de los trabajadores y campesinos de Chile apoyan fielmente a Allende. Pero eso puede cambiar. Si se permite que el paro y la inflación sigan sin control; si Allende sigue retrocediendo ante la derecha en el Parlamento; si se permite que las bandas fascistas armadas cobren fuerza; entonces, inevitablemente, la actitud del pueblo cambiará.
Los campesinos se sienten traicionados
Comenzando por la clase media, que esperaba que Allende detuviera el alza de los precios, se instalará un clima de amargura. Los campesinos ya no creerán que haya ninguna diferencia entre Frei y Allende. Se sentirán traicionados por los «políticos». Los trabajadores, privados de sus empleos, perderán la fe en un gobierno que proclamaba el derecho al trabajo, pero no es capaz de garantizar su empleo.
Una vez que el gobierno haya defraudado las esperanzas depositadas en él por las masas, su destino estará sellado. La correlación de fuerzas puede cambiar radicalmente. En la medida en que los trabajadores se desmoralicen y se desanimen, la reacción se volverá más audaz. La actividad de las bandas fascistas se intensificará, ante la mirada impasible del ejército y la policía.
En el Parlamento, los demócrata-cristianos, expresando el espanto de la pequeña burguesía, exigirán duras medidas para acabar con la «anarquía» y restablecer la Ley y el Orden. Allende ya ha dado los primeros pasos fatídicos en esta dirección, enviando a la policía a cerrar las bases del MIR donde los trabajadores estaban aprendiendo el uso de las armas. El ejército ha sido utilizado para desalojar a los campesinos «ocupantes ilegales» de las tierras.
Allende, como todo reformista, imagina que su comportamiento «respetable» evitará la reacción. Todo lo contrario. Cada retroceso ante la «opinión pública» burguesa, cada golpe asestado a la izquierda, aumenta el peligro de la derecha. De este modo, se preparará el escenario para la última etapa: la intervención de los militares.
Todo el proceso que se está desarrollando en Chile plantea la cuestión del ejército con una urgencia cada vez mayor.
Hasta ahora, las fuerzas de la Reacción se han acobardado ante la radicalización de las masas. El ejército se ha mantenido cautelosamente al margen.
Esto ha dado a Allende la posibilidad de reivindicar para el ejército chileno un carácter «especial», «democrático», «apolítico». Desde su toma de posesión, Allende no ha dejado de halagar al ejército y a su estado mayor. Se han aumentado los sueldos de las fuerzas armadas. Allende ha hecho especial hincapié en asistir a grandes desfiles, repartir medallas, prodigar elogios al ejército. Se imagina que esta actitud le granjeará la simpatía del Estado Mayor. Pero los observadores burgueses perspicaces pueden ver más allá de este autodenominado «marxista»:
«Se ha dicho que Allende, mediante halagos y aumento de sueldo ya ha neutralizado a las fuerzas armadas. Esto parece una exageración. Lo que ha hecho es mantener al Ejército fuera de la política mientras que él mantiene la Constitución. Si fuera más allá, nadie puede predecir lo que ocurriría». (The Sunday Times, 14 de junio)
Tan convencido está Allende de la omnipotencia de sus maniobras con las cúpulas del Ejército que, modestamente, declinó la oportunidad de dotarlo de personal con sus propios partidarios tras el asesinato del general Schneider, a lo que constitucionalmente tenía derecho.
El único acto de interferencia de Allende con el brazo armado del Estado fue la disolución de la tristemente célebre «Guardia Móvil», una especie de gendarmería móvil utilizada para reprimir huelgas. Pero quedan los Carabineros, «un cuerpo profesional dotado de armamento moderno y pesado, comunicaciones, transporte y una eficaz organización burocrática. Comprende 30.000 hombres, distribuidos por todo el país en unidades especializadas».
No se ha hecho nada para tocar la vieja maquinaria estatal burguesa. De hecho, ¡una ley aprobada en los últimos días del viejo régimen hace ilegal que Allende destituya a los viejos funcionarios!
Sin embargo, el respeto servil de Allende a la Autoridad -en forma de bota militar- no le salvará el pellejo cuando las condiciones permitan a la contrarrevolución levantar la cabeza. Las cúpulas del Ejército, la Policía y la Administración Pública están unidas por mil hilos con los terratenientes, los banqueros y los capitalistas. Indudablemente, la simpatía de los trabajadores uniformados de base está con el gobierno. Pero a sus espaldas está el oficial con su bastón y su revólver. La simpatía pasiva de los soldados no servirá de nada a menos que se rompa el control de la casta de oficiales. Sin embargo, Allende persiste en apuntalar al Estado Mayor con su propia autoridad.
El despreciable papel de CP
El Partido «Comunista» de Chile ha jugado un papel despreciable en todo esto. Lo que sigue es un extracto de un boletín interno del PC – publicado meses antes de las elecciones de septiembre:
«¿Saben cuánto gana el general de una división, o un vicealmirante, o un general de aviación? El sueldo base de estos jefes militares es de 857 escudos. Junto con los 5 aumentos anuales, las primas profesionales, las asignaciones para casas y ranchos y otros incrementos, sus ingresos mensuales rondan los 3.000 escudos. Si tenemos en cuenta que se trata de los más altos oficiales de las Fuerzas Armadas, y que además tienen las mayores responsabilidades en el ejército y sus funciones: si, además, consideramos que se trata de hombres con 30 o 40 años de servicio a sus espaldas y que han pasado por todos los grados militares, que a este nivel tienen hijos e hijas que vestir, alimentar y educar en Liceos o universidades y que la naturaleza de su empleo no les permite vivir en un solo lugar, si tomamos todo esto en consideración, no podemos llegar a otra conclusión que la de que tal salario es insuficiente.»
El documento continúa, como para excusarse:
«Para un camarada que vive en la pobreza, un salario de 3 o 4 mil escudos al mes puede parecer enorme…».
Sin embargo, a continuación «responde» a una pregunta planteando otra aún más significativa:
«¿Puede alguien considerar aceptable que un alto funcionario [del Estado] con 20 años de servicio y después de tres años en el mismo oficio, reciba 1.156 al mes? Entonces es claramente intolerable que un oficial superior del ejército después de 25 años de servicio… reciba 1.363 escudos».
Estos burócratas estalinistas corrompidos hasta los tuétanos, sólo piensan en términos de su «mañana socialista» – en una cómoda oficina gubernamental, en la que un salario de 1.156 escudos sería «claramente insuficiente». (Estas cifras, por cierto, dan sólo el salario base, sin incluir las numerosas otras prebendas e incrementos, como el uso gratuito de coches de funcionarios, uniformes, apartamentos, ordenanzas, etc.).
«Queda claro entonces -continúa el documento- que el malestar en las Fuerzas Armadas, del que el país comienza a tomar nota, está absolutamente justificado. Y los comunistas queremos manifestar que, a nuestro juicio, es deber de la nación chilena resolver este problema. Mañana o pasado mañana podemos estar enfrentando uno u otro peligro externo. Y para hacer frente a tal eventualidad, que Dios no lo quiera, no bastan los sentimientos patrióticos. Lo principal será la sólida unidad del país en torno a los objetivos que corresponden a la tendencia en la dirección del avance social [¡sic!] y que, en general [!] se identifican con los intereses del pueblo.»
Olvidando el marxismo
Si tenemos en cuenta que estas líneas datan del período de la administración Frei y son producto del secretario general del PCCh, podemos ver hasta qué profundidades de degeneración nacionalista y reformista se ha hundido esta gente.
Para un marxista, el Estado no es un organismo «imparcial» que está por encima de la sociedad, sino «cuerpos armados de hombres en defensa de la propiedad privada». ¿Es realmente necesario repetir esta verdad elemental 50 años después de que Lenin escribiera Estado y Revolución? Evidentemente sí. Porque los dirigentes de los partidos «comunistas» no han aprendido nada de toda la historia de los últimos 50 años, mientras que han olvidado cualquier retazo de las ideas básicas del marxismo que alguna vez conocieron.
Con su última política de frentepopulismo, que están impulsando en todos los países, están preparando el camino para nuevas y sangrientas derrotas de los trabajadores en Francia, Italia, España y otros lugares. En todas partes recurren a la misma lamentable excusa para explicar la política de colaboración de clases: «Pero las cosas serán diferentes en nuestro país. Tenemos tradiciones diferentes. Pasó en Indonesia, pasó en Grecia, pero no puede pasar aquí».
Los frentepopulistas chilenos reivindican una vía «especial» para Chile, por su pasado de democracia parlamentaria, la relativa estabilidad de sus instituciones, la tradición de «no injerencia» del Ejército en la política.
Es cierto que la burguesía chilena es una clase particularmente atrincherada y «sólida». El dominio del Capital se ha mantenido a través del Parlamento todos estos años, precisamente porque nunca ha sido seriamente cuestionado. Es la «Inglaterra de América Latina».
Sin embargo, precisamente en un país con largas tradiciones de dominio burgués estable, la tarea de una revolución socialista es infinitamente más difícil. La burguesía ha perfeccionado una formidable máquina de dominio de clase en su Estado. La Constitución santifica ese Estado. Y Allende santifica la Constitución.
Represión sangrienta
La historia de las tradiciones «pacíficas» de la política chilena es un mito. En cada etapa en la que la oligarquía gobernante ha sentido su posición desafiada por los trabajadores y los campesinos, ha arremetido brutalmente. Debray la describe como «una de las historias más violentas y quizás la más sangrienta de América Latina», y cita una serie de represiones sangrientas:
«… des-de la primera gran huelga de los obreros del puerto de Valparaíso en 1903 (30 muertos, 200 heridos); la «huelga de la carne» en Santiago de 1905 (200 muertos), la matanza de Santa María en Iquique, cuna del movimiento obrero (1907, más de dos mil víctimas segadas por la ametralladora en la plaza de la ciudad), la matanza de Punta Arenas en 1920, la de la Coruña (tres mil muertos en las minas del salitre, 1925), la matanza campesina de Ranquil en 1934 (60 muertos) hasta las hazañas recientes de la democracia cristiana en la Mina del Salvador en 1966, pasando por los motines de Santiago en abril de 1957.» (Conversaciones con Allende, página 21)
El barniz «civilizado» de la democracia capitalista sólo dura mientras no siente que su dominio es cuestionado por los trabajadores. Cuando llega ese día, el guante de terciopelo se echa a un lado para revelar el puño de la reacción.
Los «frentepopulistas» chilenos creen evitar la guerra civil y el derramamiento de sangre «eligiendo» la vía parlamentaria. Pero el socialismo no puede pasar de contrabando por el Parlamento, mientras los terratenientes y capitalistas están a salvo metidos en sus camas. La lógica inevitable de todas las formas de reformismo y «gradualismo» es preparar ríos de sangre para el pueblo trabajador.
Estamos a tiempo
El destino del régimen de Torres en Bolivia es una advertencia para los trabajadores chilenos. Desgraciadamente, Allende hace oídos sordos a todas las advertencias. Pero aún hay tiempo para actuar. La correlación de fuerzas sigue siendo enormemente favorable al movimiento obrero. De hecho, la situación no podría ser más favorable para la completa derrota de las fuerzas reaccionarias y una transición pacífica a un estado obrero en Chile.
Una encuesta de opinión pública realizada en Santiago a principios de año mostró que Allende cuenta con el apoyo abrumador de la clase trabajadora. Una cifra muy significativa fue que el 89% de las mujeres de la clase trabajadora apoyaban al gobierno. La mayoría de estas mujeres deben de ser amas de casa trabajadoras corrientes, que no suelen figurar entre los elementos políticos más avanzados. Este hecho ilustra de forma sorprendente el profundo proceso de radicalización que ha afectado a las masas chilenas estos últimos meses.
Para no dilapidar esa enorme reserva de entusiasmo, son necesarias medidas decisivas para frenar la inflación, detener el desempleo y desarmar a la reacción. La constante obstrucción del aparato del Estado y la oposición de derechas en el Parlamento dan a Allende una oportunidad de oro para apelar a las masas fuera del Parlamento. Las propias masas deben movilizarse para llevar a cabo todo el programa de reformas «desde abajo».
Allende tiene su mandato. No hay que permitir que ningún truco «constitucional» se interponga en el camino. Los obreros y campesinos responderían con entusiasmo a un llamamiento que exigiera:
1) La creación de Comités Campesinos para tomar las tierras de forma organizada sin esperar al parlamento. Posteriormente se puede aprobar un decreto de nacionalización de la tierra sin indemnización para «legalizar» las tomas.
2) Debe introducirse el control obrero para evitar el cierre de fábricas y frenar el desempleo. Las fábricas que cierren deben ser nacionalizadas bajo gestión obrera, con una indemnización mínima en función de las necesidades, decidida por comités de trabajadores y amas de casa.
3) Los sindicatos deben crear Comités de Acción, en los que participen amas de casa e inquilinos, para obligar a los propietarios a reducir los alquileres y evitar el aumento de los precios.
4) Sobre todo, hay que crear una Milicia Obrera, vinculada a los sindicatos, para defender las conquistas obreras contra los embates de la reacción.
5) En lugar de congraciarse con los generales, Allende debe hacer un llamamiento a las bases para que constituyan Comités de Soldados con poderes para dirigir sus propios asuntos, supervisar la disciplina, etc. Los sindicatos deben tener plenos derechos para organizar a las tropas y acercarlas a sus hermanos de la industria. Frente a un poderoso movimiento de obreros y soldados, la casta de oficiales quedaría suspendida en el aire.
6) Los medios de comunicación de masas, que actualmente constituyen un importante punto de encuentro de la reacción, deben ser nacionalizados. El acceso a la radio, la televisión y la imprenta debe garantizarse únicamente a los partidos obreros y campesinos que apoyen el programa de la revolución.
Este es el programa de una transición pacífica a un Estado obrero, una revolución sin derramamiento de sangre, como la revolución bolchevique de 1917. Es posible sobre la base de una dirección marxista correcta.
La tragedia del pueblo chileno es que ese liderazgo no existe en la actualidad. Allende, que ha deshonrado el nombre del «marxismo», no puede proporcionarla. Tampoco pueden hacerlo los miserables arribistas que se hacen pasar por dirigentes del Partido «Comunista».
En la «izquierda al exterior» de la Unidad Popular está el MIR (Movimiento Izquierda Revolucionaria), la organización guerrillera.
Al igual que los Tupamaros y otras guerrillas casi guevaristas, el MIR está formado principalmente por estudiantes e intelectuales. Esta organización ha hecho varias críticas correctas al gobierno de Allende, pero su posición general es ambigua, y su orientación ultraizquierdista la separa de hecho de la corriente principal de la clase obrera.
Reclamando lealtad al marxismo-leninismo, el MIR se apartó de una posición leninista elemental al boicotear las elecciones, lo que en la actualidad significa boicotear efectivamente a la masa de los trabajadores chilenos.
En lugar de trabajar pacientemente dentro de las organizaciones obreras de masas, intentando ganarse el oído de los obreros comunistas y socialistas avanzados, los miristas se aferran a las ilusiones infantiles de una «guerra prolongada» en el campo. La idea de que «el poder sale del cañón de un fusil» es repetida hasta la saciedad por este grupo. Pero lo que no se explica es que sin ganar a las masas para su programa, las armas sirven de poco. Los miristas ya están malgastando sus energías en acciones militares heroicas pero aisladas e inútiles. Todo indica que el gobierno de Allende -presionado por la derecha- tomará medidas drásticas contra el MIR. Esa tarea será mucho más fácil si el MIR continúa aislándose de las masas por su orientación cuasi anarquista y militar.
Una alternativa revolucionaria a Allende no puede venir de las desacreditadas políticas del «guevarismo», sino sólo de las capas avanzadas del propio movimiento obrero. Ya ha habido rumores de descontento con algunas de las políticas de Allende. La firma del «Estatuto de Garantías Democráticas» fue criticada por las Juventudes Socialistas como innecesaria y peligrosa. Sin duda, las críticas al retroceso de Allende crecerán en las próximas semanas y meses, especialmente entre las Juventudes Socialistas y Comunistas, aunque inicialmente habrá habido una tendencia a conceder al gobierno «el beneficio de la duda».
Los acontecimientos enseñarán a los trabajadores avanzados a rechazar la política de colaboración de clases y el «reformismo». Se planteará la exigencia de romper con los partidos burgueses de la coalición y seguir adelante con políticas socialistas dirigidas contra el dominio de las 50 compañías. La necesidad de armar a los trabajadores se hará muy evidente en el próximo periodo. Los obreros avanzados se darán cuenta del peligro.
Todo depende ahora de la capacidad de los elementos conscientes para asimilar rápidamente las lecciones y luchar por un cambio de rumbo. La creación de una auténtica tendencia revolucionaria, dados los factores objetivos enormemente favorables, aún podría despejar el camino para el éxito de la lucha por el poder. Un Chile obrero y campesino sería una poderosa fuerza de atracción para las masas oprimidas de Brasil, Bolivia, Argentina.
¡Fin al compromiso de clase! Un Chile socialista en una América Latina socialista
Este debe ser el grito de guerra del proletariado chileno. Es la única manera de evitar la catástrofe que amenaza y de abrir el camino hacia el socialismo.
Se cumplen 50 años del golpe de estado contra el presidente Allende en Chile. En este artículo, Carlos Cerpa Mallat, describe los acontecimientos que precedieron al golpe, como se transitó de la dictadura al régimen actual y extrae las principales conclusiones políticas de aquella tragedia y que son necesarias para armar a las nuevas generaciones.
Hace 50 años, el 11 de septiembre de 1973, se produjo el Golpe de Estado contra el gobierno del socialista Salvador Allende. Era la primera vez que un candidato identificado como marxista llegaba al poder por la vía electoral, y esto generó grandes ilusiones en la socialdemocracia de todo el mundo. Pero la contrarrevolución fue implacable. Para el presidente estadounidense Nixon se trataba literalmente de “hacer chillar la economía chilena”. El imperialismo intervino a través de la CIA, dedicando más de 13 millones de dólares a los partidos de derecha, medios de comunicaciones y gremios opositores, que durante 3 años darían lugar a fuertes acciones de sabotaje económico, campañas comunicacionales y terrorismo.
Por otra parte, la clase trabajadora puso en jaque en varias ocasiones a la reacción, en un despliegue formidable de movilización y organización consciente en defensa de sus intereses de clase contra la derecha y el imperialismo. Organizados en los Cordones Industriales, las Juntas de Abastecimiento y Precio, y otro tipo de articulaciones, los trabajadores chilenos nos legaron una experiencia valiosa de autoorganización, territorial y de clase, que mostró de manera embrionaria cómo es capaz de dirigir la producción y la sociedad sobre una nueva base. Pero su impulso hacia la toma del poder fue coartado en cada ocasión importante por los dirigentes comunistas y el propio presidente socialista, llamándoles a confiar en las Fuerzas Armadas que serán sus verdugos.
La dictadura del General Augusto Pinochet dejó miles de muertos y detenidos desaparecidos. Además de torturas irreproducibles. En un pequeño país de 10 millones de habitantes, cifras oficiales señalan que al menos 40,000 personas sufrieron violaciones a los Derechos Humanos, en su gran mayoría jóvenes, trabajadores y campesinos. La flor de la juventud y la clase obrera fue aniquilada. La experiencia del gobierno de Allende, demuestra que no es posible la vía institucional al socialismo. Es el fracaso del reformismo, que no comprende el carácter de clase del Estado.
La Unidad Popular
En 1969, se forma la Unidad Popular (UP), compuesta principalmente por el Partido Socialista y el Partido Comunista, y partidos pequeño burgueses como el Partido Radical. Es un Frente Popular, con la particularidad de ser dirigido por dos grandes partidos obreros de masas.
Los Frentes Populares fueron una política de la Comintern estalinista que llamaba a los partidos comunistas a formar alianzas con partidos de la burguesía supuestamente ‘democrática’. Pero en el fondo los frentes populares significaban la subordinación de la clase obrera a los intereses de la burguesía, bajo el velo de una alianza antifascista. La Unidad Popular logró movilizar amplísimos sectores populares y de trabajadores, en un momento culmine de un proceso de décadas de radicalización de masas en Chile y el continente.
La Democracia Cristiana se formó como un partido que buscaba sobre todo frenar el crecimiento de los partidos obreros. En 1964 el democratacristiano Eduardo Frei Montalva hizo campaña con fraseología izquierdista y bajo la consigna de “Revolución en Libertad”, derrotó a Salvador Allende. Se inició una reforma agraria que cumplió sólo un tercio del plan contemplado de beneficiar 100.000 familias campesinas; y la “chilenización” del cobre, que estableció sociedades mixtas con 51% de participación del Estado en la minería. Pero los límites de estas reformas solo alimentaron las ansias por transformaciones profundas.
Destaca la fuerza de la clase obrera ya en aquella época. Así, en 1970 un 85% de la población son asalariados que viven de su fuerza de trabajo, de los que el 46% son obreros. La Central Unitaria de Trabajadores, organizaba a 700,000 miembros, y durante el gobierno socialista llegó al millón de afiliados, un tercio de la población activa. En el sector público la sindicalización llegaba al 90%. En 1965 se contaron 723 huelgas, y en el año 1972 llegan a ser 3,526 de las cuales solo el 3,4% eran consideradas legales. Pero al mismo tiempo, la situación de la clase trabajadora era precaria. Casi la mitad de la población ocupada ganaba menos del salario mínimo. En 1970 una cuarta parte de la población nacional no tiene una vivienda familiar propia, y en Santiago un 10% vive en campamentos.
En 1965, se fundó el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), resultado de la fusión de diversos grupos. Entre ellos el Partido Obrero Revolucionario, con orígenes en la Oposición de Izquierda en Chile de los años 30. Pero en el MIR predominaron los elementos pequeños burgueses y universitarios, que promueven la guerrilla campesina, y en 1969 expulsan burocráticamente a quienes se oponen, principalmente cuadros obreros. Durante el gobierno de Allende, el MIR fue el grupo de izquierda revolucionaria más importante y con algún apoyo de masas. De 2 mil militantes a fines de los 60s, llega a 6 mil en 1973, y es capaz de movilizar con simpatizantes unas 15 mil personas. El brazo campesino del MIR, el Movimiento Campesino Revolucionario, sobrepasa la legalidad del proceso de reforma agraria. Muy significativamente, en La Araucanía en conjunto con los mapuche corriendo cercos lograron que se expropiaran casi 200 mil hectáreas, que fueron restituidas a las comunidades.
En 1970 el Partido Comunista tiene 60 mil militantes, siendo uno de los mayores de América Latina y el más grande la Unidad Popular. Las Juventudes Comunistas llegaron a tener 80 mil miembros en 1973. El Partido Socialista se ubica mas a la izquierda que los comunistas, y tiene un crecimiento explosivo durante los 3 años del gobierno de Allende, pasando de alrededor de 55 mil miembros, a unos 125 mil miembros en 1973. De esta manera, en su conjunto los partidos de izquierda agrupaban entre 200 y 300 mil militantes. Por su parte, la Democracia Cristiana tiene unos 60 mil militantes, con una importante presencia en sindicatos, mientras la oposición de derecha y los grupos fascistas agrupan alrededor de 30 mil personas.
Salvador Allende es un médico que en su carrera fue parlamentario, ministro de salud, y 4 veces candidato a la presidencia. Finalmente ganó las elecciones el 4 de septiembre de 1970, con un 37%. La derecha de Alessandri obtiene 35% y el candidato democratacristiano un 28%. La división del voto de la derecha y la DC permite que la UP obtenga la mayoría. Pero el triunfo es también expresión del ascenso de masas durante la década de los 60s.
Como no obtuvo una mayoría absoluta, Allende necesita la ratificación del congreso para asumir la presidencia. La conspiración de Estados Unidos y la CIA comienza antes que asuma. Se preparó un secuestro de falsa bandera contra el Comandante en Jefe Rene Schneider, dirigido por el General Viaux con participación del grupo fascista Patria y Libertad. El plan era culpar a la izquierda revolucionaria del secuestro y provocar un putsch militar que impidiera que el congreso ratificara a Allende. Pero el plan no resultó, puesto que Schneider resistió el secuestro con su arma, y los pistoleros de extrema derecha tuvieron que liquidarlo. Un accidente, que reveló la trama golpista y obligó a las instituciones pretendidamente democráticas a apoyar el traspaso de mando pacifico.
La comandancia en Jefe es sucedida por antigüedad a Carlos Prats, otro militar considerado “constitucionalista” como Schneider. De todas maneras, en vez de guardar esperanzas en sectores constitucionalistas, los partidos de la UP deberían haberse ya prevenido ante la opción evidente de una sublevación militar que forzara un enfrentamiento armado entre los trabajadores y la contrarrevolución.
Finalmente Allende es ratificado bajo la condición de firmar un Estatuto de Garantías Constitucionales, que establecía la autonomía de las FFAA. Es decir, desde el primer momento se atan las manos al gobierno popular de cara al enfrentamiento de clases, sobre una cuestión fundamental como es el carácter del Estado burgués y su brazo armado.
El Programa de la UP
La Unidad Popular en el gobierno aplica su programa de reformas democráticas y antiimperialistas, incluyendo medidas en favor de los trabajadores sin precedentes en la historia de Chile: Nacionalización de los recursos naturales, la más emblemática: la nacionalización del cobre, considerado el “salario de Chile”; nacionalización parcial de la banca, comercio exterior, y empresas estratégicas, como la compañía de teléfonos ITT; se acelera la reforma agraria iniciada por el gobierno democratacristiano; reformas sociales denominadas las “40 medidas”, como la entrega de medio litro de leche diario para todos los niños y niñas en las escuelas, y el congelamiento del arriendo.
La estrategia de la UP plantea una transición gradual y por vía institucional al socialismo. Se argumenta la especificidad del Estado chileno como un sistema político estable y consideraba las Fuerzas Armadas como “constitucionalistas” y respetuosas de la democracia. Además, define que existe una burguesía nacional progresista.
Se crea el Área de Propiedad Social, con participación de los trabajadores, que comprende 90 empresas estratégicas nacionalizadas. Los trabajadores llevarán más lejos esta iniciativa mediante ocupaciones. Llegaron a ser hasta 254 empresas monopolistas que estuvieron en el Área Social.
Durante el gobierno de la Unidad Popular hubo más de 2.000 ocupaciones de predios. Mientras el gobierno demócrata cristiana había expropiado 3,5 millones de hectáreas, la reforma agraria de Allende expropió 5,3 millones de hectáreas de riego básico, alcanzando hasta el 35% de las tierras agrícolas.
La autoorganización de los trabajadores en los Cordones Industriales es el punto más alto de esta revolución chilena. Una revolución “por abajo”, que desborda la revolución “ por arriba” del programa de gobierno de la UP. Como decían las consignas de la época, es una disputa entre “avanzar sin transar”, y “consolidar para avanzar”.
En 1973 el Área Social llegó a comprender al 30% de la fuerza de trabajo industrial y el 90% de la producción minera. El primer año hubo un crecimiento industrial de 12%. En realidad, hasta mediados de 1972 se vive una pequeña era dorada. En algunas empresas textiles nacionalizadas la producción llegó a duplicarse. Se duplicó el consumo de productos nacionales, muestra de una mejor calidad de vida de los trabajadores que ahora pueden adquirir electrodomésticos, como lavadoras, refrigeradores, y que consumen más carne y leche. Sin embargo, el Estado sólo controlaba el 15% de la distribución. Esto será aprovechado por la burguesía, que utiliza el control que mantiene sobre la economía para sabotear al gobierno. Por otra parte, el boicot imperialista bloquea el acceso a repuestos y maquinarias.
Según el proyecto de la UP era clave la rápida puesta en marcha de una economía planificada en el Área Social, que transformara las relaciones de producción y aumentara la productividad. Sin embargo, las medidas a medias de nacionalización del gobierno de Allende provocan el sabotaje de la burguesía sin haber reemplazado la anarquía del mercado por la planificación democrática. Esto contribuye decisivamente a deteriorar la situación social y económica que lleva a la derrota.
A pesar de las dificultades, el apoyo electoral al gobierno aumenta, los partidos de la Unidad Popular obtienen 50% en las elecciones municipales de 1971. El Partido Socialista crece del 12% al 22%.
En 1971 renunció un sector de la Democracia Cristiana que apoyaba a la Unidad Popular. Siguen el ejemplo del MAPU que se escindió de la DC en 1969. Esto es positivo y muestra la adhesión de algunos sectores medios, pero por otro lado la DC queda bajo control de su ala derecha.
Cordones industriales
La clase dominante abandona sus esperanzas de derrocar al gobierno por una vía democrática y en octubre de 1972 se lanza una fuerte ofensiva patronal con objetivo de derribar al gobierno. La burguesía y el imperialismo, son conscientes de la agudización de la lucha de clases bajo el gobierno de Allende, con la clase obrera amenazando con desbordar los límites de la democracia burguesa. No están dispuestos a perder su poder, riqueza y privilegios sin dar una batalla. Lamentablemente los dirigentes de la izquierda no tienen la misma claridad de visión y siguen confiando en el carácter democrático de las Fuerzas Armadas y la posibilidad de avanzar al socialismo gradualmente sin romper con la democracia burguesa.
Los industriales paralizan sus actividades. El gremio de camioneros realiza una paralización que afecta el transporte de combustibles, materias primas, alimentos y cargas marítimas. Se suman estudiantes de la Universidad Católica, médicos, ingenieros y transporte público. La oposición logra arrastrar a capas medias.
Los trabajadores responden ocupando las fábricas abandonadas por los patrones y florecen los Cordones Industriales, organizaciones obreras, democráticas, de base. Controlan la producción, y hacen sus propios repuestos, escasos debido al bloqueo económico. Para organizar la distribución de productos básicos, se multiplican las Juntas de Abastecimiento y Precios, que combaten el acaparamiento y el mercado negro. Como sucede en todas las revoluciones, se establece un embrión de poder dual, que va más allá de las fábricas, y puede organizar territorialmente a campesinos y pobladores. Entre 20 y 30 mil trabajadores se movilizan en Santiago en torno a los cordones industriales.
Después de un mes el paro patronal es derrotado, y Allende forma un Gabinete cívico-militar. Esto es una cachetada en la cara, pues los militares fueron llamados a mediar en un conflicto donde la clase trabajadora ya había triunfado. Coloca militares junto a representantes sindicales en el gabinete, confundiendo las organizaciones independientes de los trabajadores con el gobierno.
En un intento por evitar el inevitable enfrentamiento, en enero de 1973 el gobierno presenta el Plan Prats-Millas: la devolución de las fábricas ocupadas en octubre y que no estaban en el programa de gobierno. Además reduce el plan del Área Social de 90 a 49 empresas. Esto es inaceptable para los trabajadores que resisten la medida y el plan es retirado en febrero de 1973.
Se dispone además una Ley de Control de Armas, que se utiliza en allanamientos contra los cordones. Mientras, en los meses antes del golpe, el fascismo realiza al menos 20 atentados diarios. Sobre la base de la confianza ciega en el carácter democrático del estado, en la práctica se desarma a los trabajadores mientras que las bandas fascistas campan a sus anchas.
En las elecciones parlamentarias de marzo de 1973, la unidad popular obtiene 44%. La derecha no logra debilitar decisivamente al gobierno en el campo electoral. Para todos los trabajadores avanzados la conspiración golpista es evidente, y el golpe inminente. La cuestión entonces era si acaso debe esperarse la agresión o tomar la iniciativa. El arte de la insurrección revolucionaria debe saber disponer de medios defensivos que le permitan con algún disimulo desdoblarse hacia una ofensiva. Pero el grueso del trabajo preparatorio debía ser una tarea política orientada a los soldados con un programa general de democratización de las fuerzas armadas, con el objeto de organizar unidades antigolpistas.
El 29 de junio de 1973 un sector del ejército se sublevó, el llamado Tanquetazo, organizado por oficiales medios vinculados a Patria y Libertad. El comandante en jefe Prats, acompañado de un tal general Augusto Pinochet, reprime a los sublevados en el centro de Santiago.
El general Prats reflexiona luego en su diario:
Ya no me cabe duda de que un considerable número de oficiales generales de las fuerzas armadas y carabineros mantienen vínculos políticos con los dirigentes de la oposición, y que esos contactos adquieren carácter conspirativo.(…)Por qué no hablar de política en los cuarteles, si un regimiento con su comandante a la cabeza ha salido a la calle para atacar el palacio presidencial y el Ministerio de Defensa, y si el comandante en jefe ha tenido que salir también a la calle para defender al gobierno constitucional con una ametralladora en la mano?
Los Cordones tomaron la iniciativa y ocuparon todas las fábricas de la capital, los principales accesos a Santiago y los campesinos centralizaron el abastecimiento. El putsch es derrotado. Pero se evidencian graves fallas, grupos de trabajadores deambulan sin dirección por las calles de Santiago. Al final de la jornada, Allende pide, de nuevo, que devuelvan las empresas ocupadas durante la jornada y se vuelvan en paz a sus casas.
Como Prats y Pinochet reprimieron la sublevación, el Partido Comunista, cree ver confirmada su tesis, que las FFAA son constitucionalistas. En realidad, el Tanquetazo es solo un ensayo general,que confirma que la conspiración va a toda máquina y es cuestión de tiempo antes de otro golpe.
Este era todavía un momento favorable para que el gobierno se apoyara en la clase obrera y lanzara una ofensiva que expropiara definitivamente a los saboteadores burgueses. La contradicción estaba entre defender a un gobierno que los trabajadores consideraban como propio, pero a su vez la necesidad de superarlo por medios revolucionarios. El mismo gobierno los desarmaba política y materialmente ante la contrarrevolución. La revolución socialista era el único medio de defenderse.
Los oficiales golpistas de la Armada comprendían que no sería suficiente con la marina y la aviación para dirigir una acción contra el gobierno. Era clave contar con el apoyo del Ejército, y en esto, el general Carlos Prats era un obstáculo.
El general Prats es acosado por la prensa y con protestas de las esposas de los militares, flaquea bajo la presión y entonces Pinochet asume la comandancia en jefe. Prats lo describió así: “
Es el bellaco de luces limitadas y ambición desmedida, capaz de pasar una vida arrastrándose o agazapado a la espera del instante de cometer un crimen a mansalva, que le permita cambiar su destino por un golpe de audacia. Tengo la convicción de que solo se subió al carro de los golpistas en el último minuto, pero no dudo que se aferrará al poder cueste lo que cueste. Quedará como el gran traidor de nuestra historia. El que condujo al ejército y las fuerzas armadas a cometer un error mayúsculo e irreparable.
Prats será asesinado meses más tarde en su exilio en Buenos Aires. El mando del Ejército ha tomado así su lugar en la trama golpista.
Los marinos constitucionalistas y el golpe
Es sabido que los principales conspiradores estaban en la Armada y que se reúnen regularmente con consejeros militares estadounidenses. Con la excusa de hacer preparativos para la operación UNITAS, en realidad preparan claves de comunicación entre los buques estadounidense y chilenos para el golpe de Estado. Además la marina provee armas y entrenamiento militar a Patria y Libertad, mientras los oficiales gritaban a la tropa arengas abiertamente golpistas.
Un grupo de marinos conoce los planes de sus oficiales para derrocar al gobierno. Saben además que hay muchos marinos antigolpistas. Se elaboran dos estrategias que dividen las opiniones del grupo. Uno, inspirados por la sublevación de la escuadra de 1931 cuando los marinos apresan a los oficiales y toman control de las naves, elaboran un plan para reaccionar solo en caso de golpe, donde ocuparían los buques para llevarlos a alta mar, fuera de uso para la contrarrevolución.
La otra idea era anticiparse al golpe, por lo que este grupo decide contactar con dirigentes políticos de la izquierda revolucionaria. El MIR, el MAPU y el PS no acuerdan en su totalidad con el plan que el grupo le presenta, y tampoco alcanzan consenso entre ellos. La falta de unidad de una dirección revolucionaria de los trabajadores fue otra desventaja, mientras la contrarrevolución pudo resolver este problema a través de los 3 duros años de oposición y obtener unidad de mando para el golpe.
En agosto de 1973 las reuniones con la izquierda son descubiertas. Los marinos son procesados por la justicia militar, acusados de insurrección y torturados. Escandalosamente, Allende no interviene en su ayuda, arguyendo que esto viola la autonomía de las FFAA (¡¡!!). Esto es determinante para la derrota, pues desincentiva a los soldados y marinos de base a actuar en defensa del gobierno. Sumado a que la Unidad Popular no elaboró una política para las fuerzas armadas y la tropa no era escuchada.
Uno de los marinos torturados, un cabo, dirá años más tarde: “Creo que Allende se preocupó más de ganarse el mando, de ganarse la oficialidad. (…) Entonces nos descuido a nosotros los suboficiales”
El 4 de septiembre, 800.000 trabajadores marchan frente a La Moneda, pidiendo armas y el cierre del congreso. El 5 de septiembre, los cordones industriales envían una carta al presidente Salvador Allende, destacamos algunas cosas que los trabajadores reclaman:
…Consideramos no solo que se nos está llevando al camino que nos conducirá al fascismo en un plazo vertiginoso, sino que se nos ha estado privando de los medios para defendernos. Por lo tanto le exigimos a usted, compañero Presidente, que se ponga a la cabeza de este verdadero ejército sin armas, pero poderoso en cuanto a consciencia, decisión, que los partidos proletarios pongan de lado sus divergencias y se conviertan en verdadera vanguardia de esta masa organizada, pero sin dirección.
Exigimos:
…
5. Frente al área social: Que no solo no se devuelva ninguna empresa donde exista la voluntad mayoritaria de los trabajadores de que sean intervenidas, sino que esta pasen a ser el área predominante de la economía.
(…) 8. Exigimos que se derogue la Ley de Control de Armas. Nueva Ley Maldita que solo ha servido para vejar a los trabajadores, con los allanamientos practicados a las industrias y poblaciones, que está sirviendo como un ensayo general para los sectores sediciosos de las fuerzas armadas, que así estudian la organización y capacidad de respuesta de la clase obrera en un intento para intimidarlos e identificar sus dirigentes.
9. Frente a la inhumana represión a los marineros de Valparaíso y Talcahuano, exigimos la inmediata libertad de estos hermanos de clase heroicos, cuyos nombres ya están grabados en las páginas de la historia de Chile.
Sin embargo, Allende y los dirigentes de la Unidad Popular siguen aferrados tercamente a su concepción de un estado ‘democrático’ que obedecía al gobierno y unas fuerzas armadas ‘constitucionalistas‘ y respetuosas de la cadena de mando. Ese camino llevaba directamente al desastre como advertían los cordones industriales en su carta:
Estamos absolutamente convencidos de que históricamente el reformismo que se busca a través del diálogo con los que han traicionado una y otra vez, es el camino más rápido hacia el fascismo.
Desoyendo el clamor de la clase obrera Allende propone a los partidos un plebiscito, en un intento de utilizar métodos parlamentarios para resolver el conflicto de poderes entre el gobierno y la oposición en el Congreso. La fecha del golpe es el 11 de septiembre, para prevenir el anuncio de esta medida.
Toda sublevación necesita un momento de “desborde”, un momento delicado en que las fuerzas están en un estado “cero” o de pasividad, y del que saltan resueltamente a la acción ofensiva. El factor sorpresa puede contar con el secreto y el engaño. Que había un golpe en ciernes no era ningún secreto, pero las direcciones de la izquierda, principalmente los comunistas y el propio Allende, estaban engañados por sus propias tesis políticas sobre el constitucionalismo de las fuerzas armadas.
El Estado Mayor había elaborado un plan anti insurreccional en caso de emergencias, el Plan Hércules, pero en realidad este se aplicó para derrocar al propio gobierno. Como ya era de público conocimiento que la Armada eran golpistas, el golpe comienza en la madrugada en Valparaíso. Entonces la respuesta natural sería enviar los regimientos de Santiago para supuestamente reprimir el alzamiento. En realidad, sólo irían al encuentro amistoso con los sublevados para neutralizar cualquier resistencia y proceder al golpe en Santiago.
Joan Garces, asesor cercano del presidente Allende explica:
“La obra de Pinochet consistió en lograr convertir el dispositivo destinado a defender al gobierno en centro de dirección y apoyo de la insurrección (…) Pero el éxito de la acción de Pinochet no se explica sin considerar el hecho decisivo: enfrente del aparato del estado no había ninguna organización con capacidad de resistencia militar (…)La ausencia de toda capacidad coercitiva proletaria autónoma dejaba a la UP sin otra disyuntiva militar que la de continuar apoyando en la oficialidad que aparentaba conciencia profesional y democrática.” (Allende y la experiencia chilena. Joan Garces. 1976. p.363).
Los trabajadores, huérfanos de dirección política, se concentraron en los lugares de trabajo esperando instrucciones. Ante un enemigo superior en armamento y coordinación, lo que correspondía era responder con movilidad y comunicación, no permanecer en puntos fijos. Algunas fábricas y poblaciones resistieron heroicamente, pero los militares controlaron toda la situación en algunas horas.
Se dice que Allende no armó a los trabajadores. Es verdad, pero no es la mejor forma de plantear el problema. El problema es que las principales organizaciones jugaron con el problema militar sin planteárselo seriamente. Se requiere formar cuadros, pensar una política dirigida a los soldados de base, y eventualmente preparar una fuerza propia. No basta suponer la existencia de sectores simpatizantes en las fuerzas armadas, se necesita el coeficiente activo de la lucha de clases. Una acción decidida de las masas organizadas, podía ganar a un sector de soldados y marinos, quebrando las FFAA en líneas de clase. Sobre todo, se necesitaba un partido revolucionario que dirigiera la tremenda creatividad y disposición de combate de la clase obrera y su vanguardia. Las masas estaban desarmadas políticamente.
La Dictadura
Frei y la Democracia Cristiana pensaban que los militares le traspasarían el poder en el corto plazo. Pero la dictadura se prolongó 17 años. Las masas estaban desmoralizadas e impotentes ante la reacción triunfante. Había una situación económica desastrosa, luego de años de sabotaje de la propia derecha, pero también producto de la crisis internacional. A pesar de sus contradicciones internas, la dictadura pudo mantenerse por inercia.
En las organizaciones de izquierda en la clandestinidad y en el exilio, comenzaron fuertes debates internos. Se trataba de definir tres cosas: Las causas de la derrota del gobierno de la UP, el carácter de la dictadura militar, y por último, por qué medios acabar con la dictadura.
La clase obrera chilena había vencido la ofensiva contrarrevolucionaria en varias ocasiones, notablemente en octubre del 72, y mostró su potencial para dirigir la economía y la sociedad. Faltaba generalizar estas experiencias, y coordinarlas a nivel regional y nacional. Lamentablemente esto no se logró, por falta de tiempo, pero por encima de todo por la ausencia de una dirección revolucionaria con suficiente apoyo entra las masas. Los trabajadores requerían acciones audaces para solucionar la cuestión del poder. Y finalmente la reacción resolvió esta cuestión a su favor.
El grupo fascista “Patria y Libertad”, fue una fuerza pequeña y auxiliar de la reacción. Esto diferencia a Pinochet en lo fundamental, del fascismo de Hitler o Mussolini, que se apoyan en organizaciones fascistas de masas para destruir a la clase obrera. Por su parte, la dictadura de Pinochet utiliza el aparato estatal, el “dominio de la espada”, es un régimen bonapartista. Pero es particularmente cruel, debido precisamente a la gran fuerza que habían mostrado los trabajadores. En este sentido, es un bonapartismo con rasgos fascistas.
Los militares no eran ningunos economistas ni intelectuales. No fue hasta la llegada de los Chicago Boys en 1975 que el régimen adoptó un proyecto económico y político que se combinó con el conservadurismo local. La dictadura no recuperó simplemente las posiciones perdidas de la burguesía y el imperialismo, sino que transformó la estructura social y económica de Chile. Es el llamado modelo neoliberal. La contrarrevolución consolida su proyecto y dicta la Constitución de 1980.
Se establecen los pilares ideológicos y económicos del sistema. El Código del trabajo, con leyes antisindicales que acaban con la negociación por rama. La desnacionalización del cobre, que permite además concesionar otras empresas estatales. El sistema privatizado de pensiones. La municipalización de la educación pública y la privatización de la educación universitaria. El negocio forestal. Podríamos continuar, pero digamos simplemente que estas políticas fueron impugnadas por el movimiento estudiantil de 2006 y 2011, y más recientemente por la rebelión de octubre del 2019.
El exilio jugó un rol decisivo en la izquierda, en un proceso conocido como Renovación Socialista, influenciado por la experiencia de los regímenes estalinistas, el eurocomunismo y el financiamiento de la socialdemocracia europea. La propuesta de colaboración de clases del “compromiso histórico” de Berlinguer en Italia, será fundamental. También la “transición modélica” en España después de la muerte de Franco.
La Renovación Socialista trata de articular democracia burguesa y ‘socialismo’, generando alianzas con el centro, es decir con la Democracia Cristiana, abandonando la lucha de clases y la toma del poder por la clase obrera.
El Partido Socialista sufre una crisis y divisiones en 1979 pero la Renovación Socialista será hegemónica. Sin embargo, hay corrientes socialistas con más presencia en el interior de Chile, que mantienen sus banderas revolucionarias.
Hasta 1979 el Partido Comunista, cuya dirección no ha roto con la política frentepopulista que llevó al desastre, quiere incluir a la DC en un “Frente Antifascista” contra la dictadura. Pero la DC los rechaza y en realidad quiere aislarlos. Influenciados por comunistas en la RDA, y el ánimo combativo de jóvenes militantes en el interior, se promueve la Rebelión Popular de Masas. Es decir, el camino de la derrota política de las Fuerzas Armadas y no la conciliación con el régimen.
La lucha contra la dictadura
En 1982 Chile sufre la mayor crisis económica desde 1930. El PIB cayó un 15%, el desempleo alcanzó el 25%, y en algunos sectores marginales era de hasta 40%. A principios de los 80s ronda el ejemplo de la revolución sandinista en Nicaragua y El Salvador, donde algunos chilenos lucharon y recibieron instrucción. Y en 1983 se cumplen 10 años de insoportable estado de excepción y toques de queda.
Estos factores explican las protestas que tomaron por sorpresa tanto a los militares como a los partidos políticos. La Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC), llama a la Primera Jornada de Protesta Nacional para el 11 de mayo de 1983. Las manifestaciones son masivas y especialmente combativas en las poblaciones periféricas de Santiago. Pero también se suman profesionales, comerciantes y transportistas. Surge además una organización de mujeres opositoras a la dictadura, el MEMCH 83. Los sindicatos dispuestos a movilizarse dan forma al Comando Nacional de Trabajadores (CNT).
Se crea la Alianza Democrática, que agrupa a la DC, los socialistas renovados, y algunos sectores de derecha opositores a la dictadura, que presionan por una rápida negociación. Por otra parte, el Partido Comunista, socialistas, el MIR, y otros grupos de izquierda forman el Movimiento Democrático Popular. Hay una competencia entre la salida pactada de la Alianza Democrática y la salida rupturista del Movimiento Democrático Popular. La tercera opción es continuar con el calendario institucional de la dictadura que contempla un plebiscito en 1988. Pinochet gana tiempo en diálogos infructíferos, mientras desata la represión indiscriminada y la eliminación selectiva de dirigentes.
Existe un ánimo pre insurreccional que amenaza con desbordar las negociaciones. El Partido Comunista conecta con la radicalización en las poblaciones, ingresan cuadros militares al país, y nace el Frente Patriótico Manuel Rodriguez (FPMR).
La mayor Jornada de Protesta Nacional tiene lugar el 2 y 3 de julio de 1986, con una paralización total. Los grupos que buscan la derrota política de las FFAA califican que este es el “año decisivo”. Pero ocurre la incautación de armas enviadas desde Cuba, una operación fallida del FPMR y un mes más tarde fracasa el atentado a Pinochet. Es un golpe logístico y moral que hunde al PC y al FPMR en una crisis, debilitando así la opción rupturista.
Se consolida la salida pactada, que da lugar a la Concertación de Partidos por la Democracia, haciendo campaña para el plebiscito de 1988. El NO (No continuar la dictadura) gana con 56%, contra 44% del SI.
La transición democrática pactada fue un compromiso por arriba, para evitar el desborde insurreccional por abajo. Se oxigenó a la dictadura en momentos decisivos, evitando su caída por medios revolucionarios. La impunidad de los crímenes de la dictadura quedó establecida y las fuerzas armadas quedaron sin depurar. La “Concertación”, coalición formada principalmente por el recién fundado Partido Por la Democracia, Partido Socialista y la Democracia Cristiana, administró las aspiraciones democráticas del pueblo chileno después de la dictadura. Pero gobernaron con el mismo legado dictatorial. Cambiar todo para que nada cambie.
A 50 años del sangriento golpe de estado vivimos todavía con el legado de esa derrota. Es crucial sacar las lecciones necesarias, la más importante de todas, acerca del carácter de clase del estado burgués y la imposibilidad de la toma del poder por parte de la clase obrera por vías simplemente institucionales.
Agosto el mes de las elecciones, cierra con fuertes incrementos de la comida, tarifazos, devaluaciones y atravesado por los episodios de saqueo y asaltos de negocios en distintos puntos del país. Cuatro de cada diez argentinos es pobre, según un informe elaborado por el Observatorio de la Deuda Social de la UCA (Universidad Católica Argentina). Pero la tasa de pobreza es más alta en la franja etaria hasta 17 años, en el 61,6%.
Las PASO
Los partidos que integran el Frente de Izquierda y los Trabajadores-Unidad (FIT-U), alianza electoral creada en 2011 ante el surgimiento del piso proscriptivo del 1,5% que imponen las PASO, representan al sector más importante de la izquierda en el país, tanto por su presencia entre los trabajadores, la clase obrera y los estudiantes, como por su base militante presente en las luchas populares. Por fuera del FITU – Política Obrera y el Nuevo Mas – componen también un núcleo solido de compañeras y compañeros que forman parte de las luchas cotidianas de la clase trabajadora y la juventud. Pero esto, si bien es un gran activo en favor de los explotados y explotadas, por si mismo no es suficiente para avanzar en una construcción de un partido revolucionario con autoridad de masas que sea capaz de conducir a la clase obrera hacia la toma del poder, liquidando de esta manera las relaciones sociales de producción capitalistas, derrocando al Estado y sus instituciones.
Queremos dejar en claro que esta es la única manera de poner en pie una nueva legalidad que emane de la democracia directa, la democracia obrera. Que ponga en pie un Estado obrero democrático, cuya tarea central sea desarrollar las fuerzas productivas plenamente (desarrollo de la industria, la técnica y la ciencia hasta poner en pie un poderoso polo de fábricas de fábricas de bienes de consumo y capital) y así poder sacar a la economía de la primarización impuesta por el mercado mundial y eliminar la desigualdad inherente a la sociedad capitalista. Esta tarea no puede darse más que estrechamente vinculada a la perspectiva de la necesidad de la revolución mundial.
Para nosotros, un partido marxista es, en primer lugar, ideas, métodos, perspectivas y tradiciones; en definitiva, programa y en segundo lugar organización que se traduce en un aparato. Pero sin lo primero, el aparato más impresionante no vale nada y fracasara en el momento decisivo.
La organización revolucionaria no crea las condiciones para la toma del poder; son las contradicciones irresolubles del sistema capitalista las que generan las condiciones que obligan a millones de jóvenes y trabajadores a rebelarse. Pero la presencia de un partido revolucionario, con autoridad política sobre amplios sectores del movimiento obrero, es el elemento decisivo que puede llevar a los sectores más avanzados de la clase trabajadora al nivel de conciencia necesario para lanzarse a la tarea histórica de la toma del poder.
Es esta la tarea de un verdadero partido revolucionario construido sobre la sólida roca de la teoría marxista.
Por lo tanto la tarea política de los comunistas consiste en, partiendo de las condiciones objetivas y el estado de la conciencia de nuestra clase, siempre señalar la necesidad de acabar con el sistema capitalista, fuente de todos los males.
Una dirección se constituye en el curso de los choques entre las diferentes clases, pero existe una línea para la derrota que se expresa en el centrismo – entre reformismo y revolución – de la dirigencia de izquierda y una línea para la victoria, basada en el estudio objetivo de las leyes de la naturaleza y la sociedad humana, la teoría marxista y su método científico.
Los recientes resultados electorales de las elecciones PASO 2023, si bien son una foto fija de la conciencia social en un momento concreto, demuestran el franco retroceso de los dirigentes de izquierda que no fueron capaces de conectar con el creciente malestar que se expresó en un ausentismo electoral histórico y en el derrumbe de los dos grandes frentes del régimen político, como lo son el Peronismo y Juntos por el Cambio, que perdieron millones de votos a manos de Javier Milei que de manera hipócrita levanto la bandera del “que se vayan todos” de 2001 junto con un discurso aparentemente antisistema, contra todos los políticos.
Si bien es claro que los partidos de Izquierda son los únicos que hacen una delimitación de clase en torno a los partidos patronales que impulsan continuar bajo la bota del FMI, a costa de mas ajuste para los trabajadores, ninguno de los partidos que se reivindican de la izquierda logra establecerse como una referencia clara para los de abajo. ¿Por qué?
La Izquierda y las elecciones
En las PASO 2011, el Frente de Izquierda (FIT) logró 527.237 votos y fue la única fuerza de izquierda en presentarse.
En las elecciones PASO de 2015, el FIT sacó 732.851 votos, también participaron el Nuevo Mas que saco 103.742 votos, y MST-Nueva Izquierda que obtuvo 95.780 sufragios. Así el conjunto de la Izquierda se alzó con 932.373 votos.
En las PASO 2019 el Frente de Izquierda Unidad sacó 723.147. Ese año el Nuevo MAS sumo 179.461 votos. Sumando la totalidad de la izquierda 902.608 sufragios.
En las PASO de este 13 de agosto el Frente de Izquierda Unidad obtuvo 628.893 votos, 442.085 con la lista Unir y Fortalecer a la Izquierda (PTS, IS) y 186.808 provenientes de la lista Unidad de Luchadores y la Izquierda (PO, MST); el Nuevo Mas tuvo 85.628 sufragios y Política Obrera 62.404. El total de la Izquierda tuvo 776.925 de votos.
Por un lado, el FIT-U no pasó las PASO en 11 provincias, mientras que Política Obrera y el Nuevo Mas tampoco lograron pasar a las elecciones generales. Solo la formula del PTS/IS con Myriam Bregman y Nicolás del Caño lograron pasar el piso de votos para participar de la presidenciales de octubre. Vemos entonces que el FIT-U obtuvo menos votos que en las elecciones de 2015 y 2019. El conjunto de la izquierda sufre desde 2019 una caída del 13,93% de los votos.
Nos encontramos ante un retroceso general de la Izquierda que no es capaz de vertebrar cotidianamente a la clase obrera en la lucha contra el capitalismo.
La abstención fue de 11.379.308, mientras que el voto blanco trepo a 1.148.342 lo que hay que sumar 348.891 votos nulos. Estos votos, que expresan el hartazgo de un sector mayoritario de la sociedad con el régimen político de conjunto, suman 12.876.541.
El candidato más votado fue Milei de La Libertad Avanza con 7.116.352.
Los dos frentes patronales que gobernaron los últimos años, Juntos por el Cambio y el Frente de Todos/Unión por la Patria, perdieron 10.000.000 de votos en los últimos 4 años. No es muy difícil entender este descalabro. Juntos por el Cambio comenzó en el año 2015 una política de ajuste brutal sobre las condiciones de vida de la clase trabajadora. En 2019 un sector de la base obrera utilizó la candidatura de Alberto Fernández, impulsada por Cristina Fernández, como un abierto rechazo al ajuste de Macri, pero finalmente la dirigencia peronista, reveló sus limitaciones de clase – en un periodo de grave crisis económica del capitalismo – y terminó aplicando la política de ajuste anti obrero del FMI, por lo cual un importante sector de trabajadores y de jóvenes, golpeados por la agudización de la crisis capitalista, dejaron de votar por estas opciones. Profundizando la crisis política y mostrando una tendencia que empuja a la clase dominante hacia una crisis de poder.
Pero lo cierto es que esta fuga de votos, como vimos en las cifras, no se dirige hacia la Izquierda. Sino que por el contrario se orientan en gran medida a la impugnación del régimen político de conjunto o hacia la demagogia anti establishment de Javier Milei. ¿Qué explica este fenómeno?
La Izquierda se adapta al régimen
Ante la gigantesca crisis que sacude nuestro país las consignas democráticas más elementales deben adquirir un contenido abiertamente revolucionario. Por el contrario, la dirigencia de la Izquierda esta embarcada en una batalla por convertirse en una referencia electoral evidenciando una adaptación al régimen político por la vía de la democracia formal.
Las consignas levantadas durante la campaña por la dirigencia del FIT-U (Levanta a la Izquierda o Vota a la Izquierda que se planta) carecen de cualquier contenido de clase, lo que fue combinado con publicidad sin contenido. La dilución del programa revolucionario se transforma así en cretinismo parlamentario. El marxismo revolucionario siempre ha combatido la tendencia reformista de adaptación a las instituciones burguesas.
Los Comunistas planteamos que las elecciones y el trabajo parlamentario debe ser utilizado para llegar a las más amplias capas de la clase trabajadora con el programa de la revolución socialista y ayudar a la construcción y el desarrollo del partido revolucionario. El partido comunista entra en el parlamento y participa de la lucha electoral, no para dedicarse a una acción orgánica, sino para sabotear desde adentro la maquinaria gubernamental y el parlamento.
Por el contrario la dirigencia del FIT-U plantea una plataforma (https://www.laizquierdadiario.com/Plataforma-2023-conoce-todas-las-medidas-urgentes-de-Bregman-y-Del-Cano-para-estas-elecciones) que aparece desligada del discurso y la orientación concreta del FIT-U. Queda claro que la cuestión de cómo se plantea la transformación de la sociedad no depende única y exclusivamente del programa que se presenta, no se trata de una receta que se aplica sin más, sino de los hechos concretos que se llevan adelante para materializar ese programa en las masas. Y en los hechos concretos la dirigencia de los distintos partidos que comprenden el Frente de Izquierda deja en claro que no defienden un programa para tomar el poder sino uno de adaptación al poder y su Estado.
El Nuevo Mas ha centralizado su campaña en torno a un salario de $500.000- con una vaga mención al anticapitalismo (http://www.manuelacastaneira.com.ar/#propuestas). Este tipo de campañas, alejadas de un discurso de combate que conecte con la rabia y la frustración de los de abajo y que fundamentalmente convoque a la clase obrera a organizarse para derrotar al capitalismo, su Estado y sus partidos; poca incidencia tiene entre la clase trabajadora y la juventud que ven a estos dirigentes como la pata izquierda del régimen político.
A su vez recorre, como una mancha venenosa que se expande, entre la dirigencia de un sector de la izquierda las ideas del posmodernismo que se expresan en concesiones a ideas ajenas a la clase trabajadora y juegan como correa de transmisión de las ideas de la burguesía al interior de las filas de la clase trabajadora.
Izquierda democratizante
Política Obrera con una crítica al electoralismo de los partidos que componen el FIT-U, termina dando un paso adelante y dos pasos atrás al terminar cediendo ante una posición democratizante que propone como salida reclamar el voto de los trabajadores para reunir la mayoría necesaria para convocar a una Asamblea Constituyente Soberana (https://politicaobrera.com/9221-programa-de-politica-obrera-para-las-elecciones-nacionales-de-2023). En esta campaña la dirigencia Política Obrera ha venido mostrando una adaptación democratizante al régimen de la democracia burguesa.
Una asamblea ejecutiva que ponga fin a la estafa del parlamentarismo capitalista, es inviable. Solo un organismo de poder obrero puede llevar adelante esta tarea. Plantear lo contrario es generar confusión e ilusiones democráticas
Ninguno de los partidos de Izquierda ha puesto en discusión sus consignas y orientación tras las elecciones. Nosotros pensamos que las consignas que debemos levantar son aquellas que ayuden y potencien la irrupción en la escena de la clase obrera, de manera independiente, para derrocar el capitalismo.
¿Qué Izquierda necesitamos?
El “vote a la izquierda” o el “vote por una asamblea constituyente”, no ayuda a comprender el momento político y el cambio de época que estamos transitando, ni las tareas que tenemos por delante. Por el contrario, confunde y entorpece la salida revolucionaria que necesitamos. Debemos conectar con el malestar y la bronca, capitalizando el descontento en los partidos mayoritarios.
Nos encontramos en una época de guerras, revoluciones y contrarrevoluciones a nivel mundial. En nuestro país gane quien gane en las elecciones generales, se está preparando un aumento de la lucha de clases y si bien no se puede predecir el ritmo exacto de los acontecimientos es claro que el potencial para una intensificación explosiva de la lucha de clases existe en Argentina y en muchos países más. Debemos prepararnos para la etapa que viene.
Debemos trabajar incansablemente para construir las fuerzas que serán necesarias para llevar las ideas de la revolución a cada fábrica, a cada sindicato, a cada escuela y universidad. Sólo asípodrá construirse la futura dirección revolucionaria de la clase trabajadora.
El papel de los marxistas es construir una base sólida en la clase trabajadora, la juventud y el movimiento obrero para materializar en ella el programa de la revolución.
La Izquierda debe encarar el tramo que queda hasta las elecciones generales (y posterior a ellas) para agitar dos consignas centrales: la huelga general y el congreso obrero.
Independientemente de esto las masas pueden irrumpir en la escena política en cualquier momento. Pero como señalamos la experiencia del movimiento obrero internacional muestra que sin un partido marxista revolucionario enraizado en la clase obrera y demás sectores oprimidos no es posible una revolución socialista triunfante.
Por lo tanto, necesitamos una Izquierda que ayude a los trabajadores y a la juventud, empezando por su capa más avanzada, a sacar las conclusiones necesarias de su experiencia y a demostrar en la práctica la superioridad de las ideas marxistas. Debemos ser claros e impugnar y derrocar al régimen político y sus instituciones de conjunto: hace falta una Revolución.
Milei es la “novedad” de un fenómeno muy viejo. El auge de este tipo de aventureros que usan la “demagogia social” coincide con épocas de crisis allí donde la izquierda ha fracasado en ofrecer una alternativa de cambio radical.
Si eres Comunista organízate con nosotros y lucha: ¡Por un cambio radical!
Las graves consecuencias del cambio climático se han estado haciendo sentir en todo el mundo, con incidencias más extremas en unos países que otros en la forma de incontrolables incendios forestales, inundaciones y deslaves devastadores o severas olas de calor. Recientemente, Uruguay ha sido también parte de esta lista, cada vez más larga, de países azotados por desastres climáticos.
Durante el primer semestre de este año, la zona metropolitana de Montevideo -donde habita aproximadamente el 60% de la población uruguaya-, estuvo al borde de quedarse sin suministro de agua potable.
De hecho, dependiendo de cómo se mire el asunto, aunque el suministro de líquido no llegó a interrumpirse por períodos prolongados de tiempo, en los hechos la gente sí quedó privada del acceso al agua potable: según los estándares técnicos, el agua que ha salido de las canillas en los últimos meses no es apta para el consumo humano.
Es cierto que la crisis de abastecimiento de agua ha sido detonada, al menos en primera instancia, por la sequía de los últimos tres años, y que además ha sido la más severa en los últimos 74 años de historia del país. Sin embargo, como veremos a continuación, la crisis ha sido preparada lentamente en las últimas décadas por las políticas estatales permisivas hacia las industrias pasteras y los capitales que controlan el agro negocio, principales artífices del saqueo de los recursos hídricos del país.
La sequía y la crisis de agua
El primer gran martillazo de la sequía cayó sobre el embalse de Canelón Grande, uno de los dos que ha surtido de agua históricamente a Montevideo. Hasta el jueves 09 de marzo de este año, la empresa estatal de tratamiento y distribución de aguas, Obras Sanitarias del Estado (OSE), pudo extraer agua de esta represa. Literalmente, el embalse se secó: hasta ése día el nivel del agua alcanzó el mínimo posible a fines de extracción.
Las imágenes del reseco embalse tuvieron un gran impacto en las comunidades aledañas. Lo que fue siempre un vasto espejo de agua, ahora se había convertido en un extenso valle de húmeda tierra negra. El único vestigio que recordaba a los pobladores que aquella plana extensión de barro seco fue alguna vez una laguna plateada, eran los charcos de agua terrosa de aspecto sucio en las zonas más bajas de la planicie, que aún no se habían evaporado. Por primera vez, la gente de las ciudades vecinas a Canelón Grande pudo caminar sobre el lecho del embalse. Botellas plásticas y viejos desechos lanzados al agua durante décadas, ahora se tostaban bajo el sol.
Aunque la situación no llegó a ser de la misma gravedad en Paso Severino -el otro embalse que surte a la capital-, sus reservas también estaban siendo agotadas rápidamente.
Este embalse, que se abastece del Río Santa Lucía, tiene una capacidad máxima de entre 60 y 70 millones de metros cúbicos de agua. En marzo, el volumen de agua en la reserva se había reducido hasta aproximadamente 25 millones, es decir, cerca del 50% de su nivel normal. En mayo, apenas dos meses después, el nivel había caído mucho más, llegando a 6 millones de metros cúbicos, que equivale al 10% de su capacidad.
La prolongación de la sequía durante mayo y junio continuó agravando la situación, y, a principios de julio, ésta alcanzó su cénit. Sólo quedaban 2 millones de metros cúbicos de agua, es decir, el 3,1% de la capacidad total del embalse. En ése momento, el gobierno anunció públicamente que, de no llover, las reservas disponibles en el embalse se agotarían en diez días, entendiendo que Montevideo y su zona metropolitana consumen aproximadamente 500.000 metros cúbicos de agua al día.
Finalmente, para el alivio de las decenas de miles de familias trabajadoras afectadas, y para la tranquilidad del incompetente gobierno de Lacalle Pou, que sin desparpajo había señalado públicamente debía esperarse a que lloviera para que la situación mejorase, el mismo mes de julio las lluvias comenzaron a llegar, ayudando a recuperar el nivel de Paso Severino.
El pasado miércoles, 23 de agosto, ante la recuperación de las reservas de agua, Lacalle Pou decretó el fin de la emergencia hídrica en el país. Sin embargo, la situación está lejos de resolverse de forma definitiva. Las causas estructurales del problema siguen estando presentes y los efectos del cambio climático continuarán agudizándose durante los próximos años.
Las medidas del gobierno ante la crisis y su impacto sobre las familias trabajadoras
Si bien el gobierno tomó ciertas medidas de última hora durante el pico de la crisis, y se llenó la boca hablando de cómo estaba enfrentando la situación, en realidad mostró una tranquilidad y un desenfado propios de quienes no sufrían en carne viva las consecuencias de la escasez crónica de agua.
Declaraciones del presidente Lacalle Pou, tales como: “si no llueve, habrá un lapso en que el agua no sea bebible”, o, “todos sabemos que demora dos años, mientras tanto, no hay un genio que frote la lámpara, tiene que llover”, generaron un profundo malestar entre la gente, en la medida en que evidenciaban la desconexión del gobierno con la realidad que se vivía en los hogares de clase trabajadora.
Días antes, ya había señalado que “la lluvia es nuestro aliado, es lo que resolverá el problema”, y, “lamentablemente no ha llovido.” Esto último mostró al país, cuando la crisis de suministro fue más álgida, que el jefe de Estado y gobierno consideraba la posibilidad de una mejoría en la situación como algo literalmente a merced del tiempo atmosférico, por no decir de la providencia.
No obstante, en mayo, ante la posible interrupción del suministro de agua si no volvían las lluvias a tiempo, el gobierno de Lacalle Pou optó extraer agua del Río de La Plata para compensar las paupérrimas reservas que aún quedaban en Paso Severino.
Pero, se sabe que el agua del Río La Plata es en buena medida salobre, es decir, contiene sales minerales en niveles muy superiores a los permitidos para el consumo humano. Específicamente, contiene en promedio unos 450 mg de sodio por cada litro y 700 mg de cloruros por cada litro de agua. Estos niveles de sodio y cloro doblan los niveles permitidos por la Unidad Reguladora de Servicios de Agua y Energía del país (URSEA).
Inmediatamente, al tomar agua de las canillas para preparar el mate o lavar los alimentos, la gente notó el distintivo sabor salado del agua que ahora estaba llegando a los hogares.
Niveles tan altos de Sodio son particularmente peligrosos en el caso de pacientes hipertensos, con problemas cardíacos en general, y también en pacientes con problemas renales. Asimismo, resulta peligroso para cualquier persona que padezca alguna patología en las que el alto consumo de sodio y otros electrolitos pueda poner en riesgo su vida.
Y esto no es todo. Debemos considerar también los niveles de trihalometanos, un subproducto de la potabilización de agua mediante dióxido de cloro, cuyo consumo prolongado puede causar algunos tipos de cáncer. Los estudios de la URSEA han determinado que, durante los últimos meses, los niveles de trihalometanos en el agua han superado los niveles establecidos en los estándares uruguayos para el consumo humano. Lo mismo al respecto de los niveles de hierro actualmente presente en el agua.
Ante la perspectiva de una crisis que se hacía inminente, miles de trabajadores, jóvenes y activistas de la izquierda en general comenzaron a movilizarse desde el mes de marzo. Protestaron por la afectación del suministro, pero también por la sobreexplotación de los recursos hídricos por parte de los grandes capitales: “no es sequía, es saqueo”, fue la consigna central de las movilizaciones.
En algunos casos los manifestantes llegaron hasta el parlamento, pero tuvieron como única respuesta por parte de las autoridades estatales, la orden dada a los cuerpos represivos del Estado de cercar el punto de llegada de las movilizaciones. Esa fue la respuesta del gobierno de Lacalle Pou a la gente que exigía el respeto del derecho humano al agua en las calles.
En realidad, la forma como el gobierno enfrentó la escasez de agua evidenció una ausencia de previsión casi absoluta ante lo que claramente se veía venir, puesto que ya el sector agropecuario había sido declarado en emergencia hacia finales de 2022, como consecuencia de la prolongada sequía. Lógicamente, el acceso al agua para el beneficio de los negocios de terratenientes y capitalistas ha sido, es y será una prioridad fundamental del gobierno, frente a los intereses de las masas trabajadoras y la protección de la naturaleza.
El análisis de esta crisis, por lo tanto, debe trascender las causas inmediatas y enfocarse en la raíz económica y política del problema.
Debemos comprender lo que ha ocurrido en términos de cómo el modo de producción capitalista genera miseria y penurias para la humanidad no sólo a consecuencia de la explotación de la fuerza de trabajo, sino también a partir de la sobreexplotación salvaje de los recursos naturales para la obtención de plusvalía.
La triste historia de esta crisis: cómo el Estado capitalista ha permitido el saqueo del agua
Tal y como la gente lo expresaba a viva voz en las protestas, al corear la consigna “no es sequía, es saqueo”, sería completamente equivocado considerar la actual sequía como la causa fundamental y única de la crisis de agua por la que ha atravesado el país.
Durante todo el período histórico previo a la sequía, los recursos hídricos del Uruguay han sido saqueados de forma sistemática, sólo beneficiando con ello a grandes capitales nacionales y extranjeros. Veamos.
En el contexto de la llamada primera ola de gobiernos progresistas en América Latina, que fue más bien la consecuencia política de un auge generalizado de la lucha de clases y del movimiento de masas en varios países de la región, Uruguay se convirtió en el primer país del mundo en consagrar como derecho constitucional, el monopolio estatal sobre los servicios de agua potable y saneamiento.
Mediante un plebiscito efectuado en paralelo con las elecciones presidenciales en octubre de 2004 –que ganaría Tabaré Vásquez por el Frente Amplio-, se otorgó carácter constitucional al monopolio estatal sobre el agua. El 64% de la población votó a favor de la propuesta, que una vez aprobada se convirtió en una referencia mundial en la lucha política por la defensa del medio ambiente y de los DDHH vinculados al medio ambiente: En Uruguay, el acceso al agua se había convertido en un derecho humano con rango constitucional.
Pero, más allá de esta conquista legal, el poder económico del agro negocio y las pasteras o papeleras se mantuvo intacto, y en consecuencia, su poder de facto sobre el uso del agua –que en teoría sólo puede ser explotada por el Estado- se ha mantenido intacto. Más aún, podríamos decir que este poder se ha incrementado desde la reforma constitucional a la fecha.
Toda la historia contemporánea de la lucha de clases evidencia que, si no se liquida de raíz el poder económico y político de los capitalistas, cualquier reforma progresiva -por más avanzada que sea-, termina en cierto punto convirtiéndose en su contrario, o al menos, termina siendo aplastada y retrogradada por el propio avance del capital.
Es esto lo que ha ocurrido con el derecho al agua en el Uruguay.
Apenas meses después de la probación de la reforma, el propio gobierno del Frente Amplio aprobó el proyecto de la pastera de capital finlandés, Botnia, ubicada en Fray Bentos, frente a la localidad de Gualeguaychú, del lado argentino.
En respuesta a la construcción de la pastera, se desarrolló en Gualeguaychú un importante movimiento de protesta en defensa del medio ambiente y el agua, que dio base a la formación de la llamada Asamblea Ambientalista de Gualeguaychú. Esta plataforma llegó a movilizar hasta 40.000 personas y llevó a cabo cortes de ruta en varias oportunidades. Desde esa fecha hasta hoy, también ha habido manifestaciones del lado uruguayo en contra del proyecto, desde la izquierda y los colectivos ambientalistas.
A pesar de las protestas, y del posterior conflicto diplomático entre los Estados argentino y uruguayo que provocó el proyecto de la pastera, su construcción siguió adelante.
Esta primera planta de Botnia se conoce hoy por las siglas UPM. La UPM comenzó a funcionar en 2007. En 2009 se construyó una segunda planta, que está en manos de Arauco y Stora Enso, empresas de capital chileno y sueco/finlandés, respectivamente. Luego, en 2016, se aprobó la construcción de una segunda planta de UPM en las riberas del Río Negro, en Paso de los Toros, en el interior del país. Esta segunda planta es aún más grande que la primera planta de Botnia, y fue inaugurada por Lacalle Pou en plena crisis del agua en la capital.
En la actualidad, la primera planta de Botnia consume 107 millones de litros diarios de agua para su funcionamiento. Por su parte, la UPM 2, en Paso de Toros, consume unos 136 millones de litros diarios.
Luego, está la cuestión de la producción de cereales y oleaginosas.
Durante los últimos veinte años, en el contexto del período de auge de la demanda y precio de las materias primas en el mercado mundial, la producción agropecuaria del Uruguay se ha doblado, pasando de aproximadamente 706 mil hectáreas cultivadas en el período 1998/1999, a 1 millón 598 mil hectáreas cultivadas de cereales y oleaginosos, incluyendo tanto rubros de invierno como de verano. Es decir, ha habido un crecimiento de poco más del 100% en las últimas dos décadas. De esto puede deducirse lógicamente que el consumo de agua por parte de la agroindustria se ha doblado-al menos- en el mismo período de tiempo, y, en consecuencia, también se ha doblado el grado de presión que estas industrias ejercen sobre los recursos hídricos del país.
Las consecuencias de todas estas concesiones otorgadas al agro negocio en materia de explotación del agua, ahora se han tornado evidentes.
Un artículo del sociólogo Daniel Pena publicado en el blog político uruguayo Zur, señala, con base en un estudio de 2021 patrocinado por el CLACSO, que tan sólo la industria de la pulpa de papel consume 20 veces más que el total de agua potabilizada para el consumo humano en el país.
Por su parte, la ganadería, la industria sojera y el arroz, consumen hasta 20, 17 y 4 veces la cantidad de agua potabilizada para consumo humano, respectivamente, de acuerdo a este estudio llevado a cabo por Santos, Sosa y Sanguinetti, citado en el artículo de Daniel Pena.
En total, sólo estas cuatro industrias, tomando en cuenta que en promedio se calcula una pérdida de agua potabilizada de hasta el 50% -lo que implica siempre el doble del consumo final de agua-, se tragan –valga la metáfora- hasta 122 veces la cantidad de agua tratada para consumo humano. En términos porcentuales esto significa que la agroindustria emplea alrededor de un 80% del agua consumida en el país.
Así es como, por años, el Estado les ha permitido a las industrias pastera, oleaginosa y ganadera, chuparse vorazmente las fuentes de agua potable de la población, mientras estas obtienen jugosas ganancias de ello. Era lógico pues, que ante una sequía como la de los últimos tres años, la sobre explotación de este recurso detonase una crisis de suministro como la que se ha vivido recientemente.
Y así, de ser el país de extraordinarias reservas hídricas que plasmó en su constitución el derecho humano al agua potable en 2004, Uruguay pasó a quedarse sin agua potable en 2023.
La desinversión progresiva en la OSE
Otro factor de peso en la ecuación, es el deterioro histórico de la red pública de suministro de agua.
Según un estudio realizado por la Cooperativa de trabajo Comuna para la Federación de Funcionarios de la OSE y publicado en 2020, la OSE requiere aproximadamente dólares $ 2000 millones, para lograr el objetivo de cobertura universal de saneamiento y agua potable.
Los gráficos correspondientes muestran una recuperación paulatina de la inversión durante la primera década de este siglo, medida en pesos constantes equivalentes a su valor en 2010 y en pesos corrientes como parte del PIB total, y luego, muestran una caída paulatina desde la crisis capitalista de 2009 hasta la fecha, a pesar de que hubo una leve recuperación a mediados de la década pasada.
La caída sostenida de la inversión estatal en la OSE, agudiza la crisis de escasez, en tanto inhabilita al ente estatal competente para efectuar las reparaciones y sustituciones de tuberías necesarias. De hecho, como hemos comentado más arriba, se estima que aproximadamente un 50% del agua que procede de los embalses se pierde de esta forma, lo que obviamente tiene un impacto considerable en el margen de consumo final.
Todo esto resulta aún más absurdo, cuando se toma en cuenta el hecho de que los grandes capitales del agronegocio no sólo saquean el agua del país, sino que lo hacen prácticamente gratis. Si al menos el Estado les cobrase por el consumo, podría financiar la reparación y mantenimiento de la red de la OSE, o construir plantas potabilizadoras complejas, que permitan hacer apta para el uso humano las aguas del Rio de la Plata. Realmente apta, utilizando mecanismos y tecnologías que permitan potabilizarla, entendiendo los niveles de contaminación que hay en las aguas de este río. Pero esto no ocurre así.
En el código de aguas de 1978 está contemplado un canon que permite el cobro del agua consumida por la industria ganadera, sojera o pastera, pero nunca se ha aplicado en la práctica. Sólo se aplica en algunos casos concretos como la Coca-Cola, que paga a la OSE una tarifa comercial por el agua que consume.
Por otra parte, aunque la caída de la inversión en la OSE es un fenómeno de larga data, que se retrotrae incluso hasta los gobiernos del Frente Amplio, hoy es perfectamente acorde con la política de ajuste fiscal y recortes a favor del gran capital, del gobierno de la Coalición Multicolor, con Lacalle Pou a la cabeza del Estado. Su gobierno no sólo ha extremado este proceso, sino que incluso ya está tomando medidas para favorecer la privatización del agua.
Más allá de la sequía el problema es el capitalismo
Hemos visto que, más allá de la sequía, son causas diversas, profundamente enraizadas en el modo capitalista de producción, las que han venido abonando el terreno para la actual crisis.
Ya sea que analicemos las reformas limitadas del Frente Amplio-que no acabó con el poder de las pasteras y el agro negocio sobre el agua-, o la política de ajuste fiscal descarnado de la Coalición multicolor encabezada por Lacalle Pou -que busca claramente mejorar los márgenes de ganancia de los capitalistas y reducir el déficit fiscal a costa de estrangular más y más el ingreso de la clase trabajadora-, la crisis de agua que ha vivido el Uruguay se ha preparado lentamente en el tiempo.
Esta crisis no ha sido más que un salto cualitativo, luego del largo y lento proceso de acumulación de cambios cuantitativos en la explotación de los recursos hídricos del país. Ciertamente, ha sido detonada por la larga sequía, ocurrida en el contexto del cambio climático y el fenómeno del Niño. Pero, en última instancia, fue preparada durante años sobre la base de la sobre explotación brutal de las fuentes de agua para el beneficio de unos pocos.
En este espíritu de ideas, es necesario desarrollar el debate sobre cómo la planificación de la economía, bajo el control democrático de la clase obrera, y sobre la base de la propiedad estatal de los medios de producción, puede permitir el desarrollo social y humano sin devastar la naturaleza en tanto fuerza productiva y fuente de recursos.
Este es un debate muy necesario para el movimiento comunista internacional, y debe prestársele la atención debida. Sobre todo, porque puede contribuir de manera importante a la propaganda y agitación de nuestras ideas entre las masas trabajadoras, pero también porque nos arma de cara al futuro, un futuro marcado por el impacto del cambio climático sobre la vida humana, pero también sobre el propio régimen capitalista de producción.
La lucha por superar esta crisis ambiental que ha afectado al Uruguay, pero que también está afectando una serie de países del continente y del mundo, es y será, sobre todo, una lucha política, una lucha de clases.
Como hemos visto, la sobreexplotación del agua para la generación de plusvalía, ha sido uno de los factores centrales en la crisis uruguaya del agua. Pero, también, la política de desinversión y de recortes fiscales, que ha minado la base económica y financiera de la OSE, ha contribuido a la pérdida del agua bombeada a la ciudad a través de canillas y tuberías rotas. En ambos casos, los intereses capitalistas son diametralmente a los intereses de las familias de clase trabajadora que necesitan del vital líquido en condiciones aptas para el consumo humano.
A los distintos sectores del capital, tanto el nacional dueño del agro negocio, como a los extranjeros que poseen la industria de la celulosa, no les interesa la satisfacción cabal del derecho humano al agua, ni la protección de los acuíferos y de los suelos, sino, sobre todo, les interesan sus ganancias.
A los partidos del capital, agrupados en la Coalición multicolor, les interesa defender los intereses de sus amos, los capitalistas que sobre explotan el agua y demás recursos naturales.
Por su parte, las organizaciones reformistas -como el Frente Amplio- y sobre todo sus dirigencias, carecen de un programa de clase y una política genuinamente combativa, revolucionaria y consecuente en defensa de los intereses de las masas trabajadoras y de la naturaleza. Lamentablemente, por esta razón terminan sirviendo, ya sea por acción u omisión, a los intereses de los capitalistas. Esto lo señalamos con firmeza, aun y cuando reconocemos entre sus bases a genuinas luchadoras y luchadores clasistas y revolucionarios, con los que podemos hacer causa común en la lucha por tirar abajo al capitalismo para defender la vida humana y la naturaleza.
En última instancia, será imposible acabar con la devastación del medio ambiente, mientras la producción de valores de uso esté guiada por el lucro y subordinada a la propiedad privada de los medios de producción.
Por lo tanto, para acabar con la devastación medioambiental, necesitamos destruir este sistema, y planificar la economía en beneficio de la humanidad y la naturaleza.
Medidas programáticas de transición para luchar contra el saqueo del agua
Sin embargo, existen medidas transicionales de corto y mediano plazo por las que podemos y debemos pelear, para frenar el saqueo del agua, en el transcurso de la lucha más general por echar abajo al capitalismo.
Por ejemplo, luchar por la implementación del cobro a todas las industrias del agronegocio por el agua que consumen, de acuerdo al código de aguas de 1978, y que estos fondos sean dirigidos a financiar el mantenimiento y mejoría de la red pública de suministro de la OSE, así como la potabilización de otras fuentes de agua. Estos fondos deben ser administrados por la clase obrera, de forma pública, democrática y transparente.
De la misma forma, es necesario pelear por el control obrero general dentro de la OSE.
Sólo las y los trabajadores, que padecemos y conocemos de primera mano las fallas y falencias del sistema de suministro en nuestros hogares y en las propias instalaciones de la red de la OSE, podemos mejorar cabalmente el sistema. Los burócratas, que históricamente han dirigido y dirigen instituciones de esta naturaleza o ministerios relacionados, sólo piensan en sus intereses privados, sus altos salarios y beneficios, y no en el bienestar de las mayorías.
En lo que respecta a las industrias del agronegocio y las pasteras, es necesario dar la batalla política en la base de sus sindicatos para politizar a los trabajadores hacia la cuestión de la explotación de la clase obrera, y la sobreexplotación del agua y el capitalismo: la expoliación del hombre, la mujer y la naturaleza por el capital, son caras de una misma moneda.
Debemos explicar la necesidad del control obrero democrático sobre la producción en estas industrias, para ponerlas al servicio de la sociedad y que esto permita mejorar las técnicas y tecnologías de producción, a fin de disminuir el impacto sobre el medio ambiente.
Parte de la plusvalía generada por la clase obrera en estas industrias debe destinarse a la implementación de técnicas de producción agroecológicas a gran escala y al financiamiento de investigaciones en esta área, que permitan reducir la contaminación de las aguas y el empobrecimiento de los suelos como consecuencia de la actividad agrícola tradicional -monocultivo sojero, uso de agro tóxicos, entre otros-.
Para tener una idea de la situación, aproximadamente el 50% del área total de cultivo sojero se ubica en tan sólo tres departamentos del país: Soriano, Colonia y Río Negro. Estas tres provincias están ubicadas en el litoral del Río Uruguay, y los desechos químicos resultantes del proceso de producción, van a parar al río Uruguay y de ahí al Río de La Plata. Si además incluimos a las provincias de Paysandú y Flores, la primera también ubicada en el litoral del Río Uruguay, y la segunda en el litoral del Río La Plata, se alcanza el 66% de la superficie total cultivada. Durante la zafra 2021/22, el área estimada de siembra de soja fue de 1.165.000 hectáreas. Todo el excedente de los fertilizantes, herbicidas y pesticidas empleados en el cultivo, va a parar al agua de estos ríos.
Por otro lado, parte de las ganancias de estas industrias deben ser destinadas a la construcción de plantas de almacenamiento y tratamiento de agua, no sólo para sanear las aguas residuales empleadas en el proceso de producción antes de devolverlas a los ríos, sino para implementar la reutilización de aguas residuales en el propio proceso productivo, a fin de no afectar los acuíferos con la extracción desmesurada del recurso. El desarrollo e implementación de tecnologías que permitan reducir el consumo en el proceso de producción, también debe ser un imperativo a este respecto.
Toda esta lucha, lógicamente, debe ir de la mano con la lucha por la defensa de los salarios y del ingreso general de la clase trabajadora, así como de las condiciones de seguridad y salud en los centros de trabajo. Una cosa no puede estar desvinculada de la otra.
Finalmente, debemos dar una batalla política para ganar a las y los trabajadores más combativos y avanzados en estas industrias, al trabajo de transformar sus sindicatos actuales en verdaderos instrumentos de lucha revolucionaria, superando y reemplazando a los actuales jefes sindicales que llevan políticas de conciliación de clase con las grandes capitalistas, para que estas instancias sirvan a las tareas arriba mencionadas.
El retorno de las lluvias ha mejorado la calidad del agua recientemente, y al menos por ahora pareciera que se cerrado el período de crisis extrema, al punto que Lacalle Pou ha levantado la emergencia nacional. Pero, las causas estructurales de la crisis, más allá de la sequía siguen estando allí. ¿Qué pasará en el futuro, si la sequía vuelve con más gravedad?
La lucha por echar abajo al capitalismo es la única vía que nos permitirá superar la catástrofe medioambiental que nos amenaza en todo el mundo. Debemos unir la lucha por la defensa de nuestras reivindicaciones y condiciones materiales de existencia, a la lucha por la defensa de la naturaleza de la depredación que llevan adelante los capitalistas. Urge poner manos a la obra.
¡Sumate con nosotros, sumate a la Corriente Marxista Internacional!
El siguiente documento fue aprobado en el Congreso Mundial 2023 de la Corriente Marxista Internacional (TMI). En él ofrecemos nuestra perspectiva y análisis de las principales tendencias que están configurando la política mundial y la lucha de clases en este dramático periodo de agonía del capitalismo.
Estamos viviendo un período dramático en la historia mundial. En muchos sentidos es realmente único. Los estrategas del Capital lo saben muy bien. Como de costumbre, los más astutos llegan a conclusiones similares a las de los marxistas, aunque con cierto retraso y sin una comprensión real de la naturaleza de los problemas que describen, y mucho menos de las soluciones.
Un buen ejemplo de esto es Larry Summers, un economista estadounidense que se desempeñó como el 71 Secretario del Tesoro de los Estados Unidos de 1999 a 2000 que describió el estado de la economía mundial de la siguiente manera:
“Puedo recordar momentos anteriores de igual o incluso mayor gravedad para la economía mundial, pero no recuerdo momentos en los que hubiera tantos aspectos separados y tantas contracorrientes como las que hay ahora.
“Mire lo que está pasando en el mundo: un problema de inflación muy importante en gran parte del mundo, y ciertamente en gran parte del mundo desarrollado; un importante ajuste monetario en marcha; un enorme shock energético, especialmente en la economía europea, que es tanto un shock real, obviamente, como un shock inflacionario; creciente preocupación por la formulación de políticas chinas y el desempeño económico de China y, de hecho, también preocupación por sus intenciones hacia Taiwán; y luego, por supuesto, la guerra en curso en Ucrania”. (Financial Times, 6 de octubre de 2022).
Estas líneas describen adecuadamente la situación actual, que no ha cambiado sustancialmente desde que fueron escritas. Los ejemplos pueden repetirse a voluntad. Reflejan fielmente el sentimiento general de pesimismo y desesperación que se ha apoderado de los estrategas del Capital, quienes pueden ver el desastre que se avecina pero no tienen una idea clara de cómo evitarlo.
De hecho, sería un ejercicio inútil buscar en los economistas burgueses algún tipo de explicación para esto. No pudieron predecir ni una recesión ni un auge. Nunca entendieron el pasado, entonces, ¿por qué deberían entender el presente y menos aún el futuro?
En la situación actual, sólo se puede llegar a una intuición racional mediante el método del pensamiento dialéctico: el método del marxismo. Eso nos da una ventaja colosal, diferenciándonos de cualquier otra tendencia en la sociedad. Es lo que nos hace únicos. De hecho, es lo único que nos da derecho a existir como una tendencia separada y distinta en el movimiento obrero.
Sobre los puntos de inflexión
La actual crisis mundial representa claramente un punto de inflexión en toda la situación. Pero se podría decir que 2008 también fue un punto de inflexión. Eso es bastante correcto, tal como lo fue 1973: la primera recesión mundial desde la Segunda Guerra Mundial.
De hecho, hay muchas situaciones que pueden caracterizarse como puntos de inflexión, y podemos correr el peligro de convertir esta frase en algo sin sentido por la repetición irreflexiva.
Y, sin embargo, el concepto está muy lejos de carecer de sentido. Al contrario, contiene una idea muy profunda. Es realmente una forma de expresar la noción de Hegel de la línea nodal de desarrollo, en la que una serie de pequeños cambios (cuantitativos) llega a un punto crítico, donde se produce un cambio cualitativo.
Cada punto de inflexión tiene características comunes con el pasado, pero también tiene sus propias peculiaridades. Lo que es necesario es resaltar las particularidades de la situación y explicar los cambios concretos que surgen de ella.
La crisis de 2008 tomó por sorpresa a los inútiles economistas burgueses. Para evitar un colapso en las líneas de 1929, la burguesía gastó enormes sumas de dinero público para rescatar a los bancos. Inyectaron enormes cantidades de dinero en la economía. Las medidas de pánico que tomaron en ese momento fueron necesarias para salvar el sistema. Pero tuvieron consecuencias imprevistas y desastrosas.
El advenimiento de la globalización fue una expresión del hecho de que el crecimiento de las fuerzas productivas ha sobrepasado los estrechos límites del Estado-nación / Imagen: In Defence of Marxism
La política de la llamada flexibilización cuantitativa aseguró que las tasas de interés se mantuvieran extremadamente bajas. Pero esta inyección masiva de capital ficticio en el sistema creó inevitablemente toda una serie de presiones inflacionarias.
Esto, sin embargo, no se hizo evidente de inmediato como resultado del colapso generalizado de la demanda, incluyendo el consumo familiar, la inversión empresarial y el gasto gubernamental. La caída de los salarios y el aumento del desempleo estrangularon la demanda, que ya no podía contrarrestarse con crédito, ya que la gente ya estaba enormemente endeudada.
Sin embargo, las presiones inflacionarias se expresaron en el auge del mercado inmobiliario y particularmente en un estallido de especulación descontrolada en las bolsas de valores, junto con fenómenos como las criptomonedas, los NFT y otros timos especulativos.
Los límites de la globalización
Para comprender la situación actual es necesario partir de las cuestiones fundamentales. Siempre debemos tener presentes los dos principales obstáculos que impiden el pleno desarrollo de las fuerzas productivas: por un lado, la propiedad privada de los medios de producción y, por otro, los límites asfixiantes del estado nacional.
Sin embargo, el sistema capitalista es un organismo vivo, que puede desarrollar ciertos mecanismos de defensa para perpetuar su existencia. Marx explica en el tercer volumen de El Capital las formas en que la burguesía puede combatir la tendencia a la caída de la tasa de ganancia. Una de las principales formas es profundizando y ampliando el mercado a través del aumento del comercio mundial.
Hace más de 150 años, el Manifiesto Comunista apuntaba al aplastante dominio del mercado mundial. Esta es ahora la característica más importante de la época moderna.
El advenimiento de la globalización fue una expresión del hecho de que el crecimiento de las fuerzas productivas ha sobrepasado los estrechos límites del estado nación. Ayudó a los capitalistas a superar, al menos parcialmente, los límites del mercado nacional durante un tiempo.
Esta tendencia recibió un poderoso impulso con el colapso de la URSS y la entrada de China en la arena del mercado mundial capitalista. Otros países, no solo los antiguos satélites soviéticos en Europa del Este, sino también India, que había estado equilibrándose entre la Unión Soviética y los EE. UU., también se alinearon
Así, de golpe, cientos de millones de personas se enredaron en la economía mundial capitalista, abriendo nuevos mercados y campos de inversión.
Esto (junto con una expansión del crédito sin precedentes) ha sido una de las fuerzas motrices más poderosas que han impulsado la economía mundial en las últimas décadas. El espectacular aumento del comercio mundial tuvo como corolario un aumento del PIB mundial.
Sin embargo, la globalización no eliminó las contradicciones del capitalismo. Solo las reprodujo en una escala mucho mayor. Y ahora esto claramente ha llegado a sus límites.
El rápido crecimiento de la producción se basó en la expansión aún más rápida del comercio mundial. Ahora, la globalización claramente se está estancando y vemos el proceso contrario. Y a lo que nos enfrentamos son las consecuencias de esta marcha atrás. El comercio mundial solo crecerá un 1 por ciento en 2023, según la Organización Mundial del Comercio.
En lugar de la libre circulación de bienes y servicios, estamos asistiendo a un rápido descenso hacia el nacionalismo económico. Y ese es un paralelo muy alarmante con la década de 1930. Fue precisamente el aumento de las tendencias proteccionistas, el aumento de los aranceles, las devaluaciones competitivas y políticas similares de empobrecimiento del vecino la verdadera causa de la Gran Depresión. No se excluye en absoluto que una situación similar pueda volver a ocurrir.
Distorsiones del mercado
En una economía capitalista de mercado, en último análisis, las fuerzas del mercado deciden. Las acciones de los gobiernos pueden distorsionar y retrasar las fuerzas del mercado, pero nunca podrán eliminarse. La verdad es que las economías capitalistas avanzadas nunca se recuperaron de la crisis capitalista global de 2007-09.
La inversión privada siguió siendo débil y el crecimiento económico fue raquítico. Por otro lado, la inflación era baja y los bancos centrales mantuvieron las tasas de interés en niveles bajos sin precedentes, extendiendo el control del capital financiero sobre la vida económica. Esto proporciona la clave para entender la crisis actual.
En vísperas de la pandemia, la Reserva Federal, el BCE y el Banco de Japón tenían la asombrosa cantidad de $15 billones en activos financieros, frente a los $3,5 billones de 2008. A esto agregaron otros $6 billones durante la pandemia en un intento por mantener la economía a flote.
Gran parte de esto era deuda del gobierno que los bancos centrales habían comprado para mantener bajos los costos de endeudamiento del gobierno. El nivel de endeudamiento, que ya era bastante insostenible, aumentó enormemente a medida que los gobiernos tomaban prestadas grandes sumas para pagar las medidas para enfrentar la crisis.
Este estímulo gubernamental sin precedentes (rescates) y las cuarentenas, segaron temporalmente los patrones de demanda de los consumidores provocando caos en las cadenas de suministro, al mismo tiempo que avivaba el fuego de la inflación. Las implicaciones inflacionarias de todo esto deberían haber sido visibles para el más ciego de los ciegos. Pero lo ignoraron, sobre la base del principio de que:
“Donde la ignorancia es felicidad, es una locura ser sabio”.
Así como un adicto a las drogas se vuelve cada vez más dependiente de las sustancias que ofrecen una sensación inmediata de euforia, los gobiernos, las empresas y las familias se engancharon a la perspectiva de interminables tasas de interés cercanas a cero.
Las distorsiones creadas por la intervención estatal sólo sirven para agudizar las contradicciones, que finalmente se desencadenarán con fuerza y violencia redoblada.
Eso es justo lo que estamos presenciando en este momento. En un acto de desesperación, los gobiernos intentaron resolver, primero la crisis de 2008, luego la pandemia de Covid y ahora la crisis energética gastando grandes cantidades de dinero que no poseían, contribuyendo a la actual situación caótica de la economía mundial.
El regreso de la inflación
Esto significa la desaparición de un sistema financiero que se ha habituado a bajas tasas de inflación y tasas de interés. Y los efectos son dramáticos y dolorosos. Al igual que el drogadicto, privado de las drogas de las que dependía, ahora los gobiernos se encuentran repentinamente conmocionados al enfrentarse al elevado costo de los préstamos.
Dado que no tienen absolutamente ninguna comprensión de la auténtica teoría económica, los burgueses buscan desesperadamente a alguien a quien culpar por su difícil situación, y encuentran un chivo expiatorio adecuado en Vladimir Putin. Pero la guerra en Ucrania no fue la causa de la catástrofe inflacionaria. Solo agregó aún más leña al fuego.
Dialécticamente, la causa se convierte en efecto y el efecto, a su vez, se convierte en causa. Aunque la guerra no provocó la crisis, es cierto que ha exacerbado enormemente el problema de la inflación y perturbado el comercio mundial.
Aunque la guerra no causó la crisis, ha agravado el problema de la inflación y perturbado el comercio mundial / Imagen: Socialist Appeal
Clausewitz hizo la famosa afirmación de que la guerra es sólo la continuación de la política por otros medios. Pero el imperialismo estadounidense ha introducido una ligera modificación a esa definición profundamente correcta. Ha convertido el comercio en un arma, castigando deliberadamente a cualquier país que no se doblegue a su voluntad
En los lejanos días en que Britania gobernaba las olas, el imperialismo británico resolvía sus problemas enviando una cañonera. Actualmente, Washington envía una carta del Departamento de Comercio. De modo que, en las condiciones modernas, el comercio se convierte simplemente en la continuación de la guerra por otros medios.
Rusia, uno de los mayores exportadores de combustibles fósiles, fue deliberadamente excluida de sus mercados occidentales por las sanciones impuestas por el imperialismo estadounidense y aprobadas por la UE. Esto provocó instantáneamente una crisis energética, lo que dio un nuevo impulso al aumento de los precios.
Como veremos, las sanciones impuestas por el imperialismo estadounidense fallaron notablemente en su objetivo, que era paralizar la economía rusa y socavar sus operaciones militares en Ucrania. Pero dieron un nuevo y poderoso giro a la espiral inflacionaria en todo el mundo. E, irónicamente, como un boomerang incontrolable, esto también golpeó duramente a Estados Unidos, trastocando así todos los cálculos de Biden, mientras Putin se embolsaba silenciosamente las ganancias derivadas de los altos y crecientes precios del petróleo y el gas.
Todos los caminos conducen a la ruina
Los bancos centrales se enfrentan a un agudo dilema. Subieron los tipos de interés para frenar la demanda y por lo tanto (eso esperan) reducir la inflación. Esa fue la teoría que indujo a la Reserva Federal de EE. UU. a subir los tipos, lo que obligó a la mayoría de las autoridades monetarias a hacer lo mismo.
Tales medidas, en sí mismas, no pueden proporcionar una cura segura para la sífilis de la inflación, pero seguramente harán que la recesión sea inevitable. Eso significa empresas en bancarrota, cierres de fábricas, pérdidas de empleos y recortes salvajes en los niveles de vida.
Esa es una receta acabada para una intensificación de la lucha de clases y una feroz reacción política. Significa saltar de la sartén a un fuego muy caliente.
Además, una vez que la economía entre en la pendiente resbaladiza de la recesión, será difícil detener la espiral descendente de causa y efecto que termina en una profunda depresión, de la cual les resultará muy difícil salir.
El mundo entero se enfrentará así a un período prolongado de estancamiento económico y de caída del nivel de vida, con consecuencias sociales y políticas explosivas. En otras palabras, bajo el sistema capitalista todos los caminos conducen a la ruina.
Leña al fuego
Es imposible precisar el ritmo de los acontecimientos. Hay demasiados elementos accidentales en esta ecuación. Pero hay una serie de cosas que podemos decir con certeza. En particular, todo esto inevitablemente tendrá un impacto en la conciencia.
Ese es sobre todo el caso de la crisis del costo de vida. Para muchas personas, esta es una cuestión de vida o muerte. Ese es particularmente el caso en África, Asia y América Latina. Pero estos efectos no se limitan de ninguna manera a los países atrasados. Se sienten cada vez más en los países capitalistas avanzados de Europa y América del Norte.
De repente, las masas en Europa en particular se encuentran frente a una verdadera pesadilla de colapso de los niveles de vida: los salarios, que estaban contenidos en niveles muy bajos, han sido llevados a nuevos mínimos sin precedentes por la inflación rugiente. Las pensiones y los ahorros se han devaluado rápidamente. Las familias se enfrentan al doloroso dilema de elegir entre calentar sus hogares o alimentar a sus hijos.
Los ancianos, los enfermos y las personas más vulnerables de la sociedad están ahora en peligro mortal en la medida que los gobiernos recortan los gastos en servicios sociales. Y por primera vez en muchas décadas, la clase media se enfrenta a la ruina.
Las pequeñas empresas están siendo llevadas a la bancarrota por una combinación venenosa de inflación, aumento de las tasas de interés, alquileres y pagos de hipotecas. Y a medida que se afiance la recesión, el cierre de fábricas significará un fuerte aumento del desempleo y una caída de la demanda, lo que provocará más quiebras.
La crisis que enfrentan los capitalistas es demasiado profunda, las contradicciones demasiado grandes para ser resueltas sobre una base capitalista. No pueden repetir las políticas monetarias del período anterior.
Han gastado todas sus municiones intentando resolver la última crisis. Además, esas tácticas son las responsables de crear la enorme montaña de deuda que se cierne sobre el mundo como una avalancha amenazante.
Ahora se verán obligados a dar bandazos de una crisis a otra, sin las armas necesarias para hacerles frente. De una forma u otra, tarde o temprano, las deudas tienen que ser pagadas. Y la factura se presentará a los que menos pueden pagar.
Pero esto, a su vez, está echando gasolina al fuego de la lucha de clases. Tras un largo período de caída de los niveles de vida, la paciencia con la austeridad se ha agotado y los intentos de imponer nuevas medidas de austeridad provocarán una resistencia feroz.
Todo esto presenta un panorama alarmante para la clase dominante. Ya se ha iniciado un fermento generalizado y un cuestionamiento general del orden establecido. Existe el potencial no solo de una reacción violenta de los trabajadores en todas partes, sino también de una reacción masiva contra el mercado, el sistema capitalista y todas sus obras entre amplias capas de la sociedad.
Economía mundial
Durante muchos meses las páginas de la prensa financiera se han llenado de los pronósticos más pesimistas. Crece la sensación de que el orden mundial se está poniendo patas arriba a medida que la globalización se convierte en su opuesto y la vieja estabilidad se fractura por la guerra en Ucrania y el caos resultante en el mercado energético.
Los temores de los estrategas del capital quedaron reflejados en un discurso pronunciado en la Universidad de Georgetown por Kristalina Georgieva / Imagen: Manuel López
Los temores de los estrategas del capital quedaron reflejados en un discurso en la Universidad de Georgetown pronunciado por Kristalina Georgieva, actualmente directora gerente del FMI. Advirtió que:
“El viejo orden, caracterizado por la adherencia a las reglas globales, bajas tasas de interés y baja inflación, está dando paso a uno en el que ‘cualquier país puede ser desviado de su curso más fácilmente y con mayor frecuencia’.
“Estamos experimentando un cambio fundamental en la economía global, de un mundo de relativa previsibilidad … a un mundo con más fragilidad: mayor incertidumbre, mayor volatilidad económica, confrontaciones geopolíticas y desastres naturales más frecuentes y devastadores”.
Los mercados financieros del mundo ofrecen una indicación clara de la profundidad de la crisis. Según The Economist:
“Los alborotos en los mercados son de una magnitud que no se ha visto en una generación. La inflación mundial es de dos dígitos por primera vez en casi 40 años. Habiendo tardado en responder, la Reserva Federal ahora está aumentando las tasas de interés al ritmo más rápido desde la década de 1980, mientras que el dólar está en su punto más fuerte durante dos décadas, causando caos fuera de Estados Unidos. Si tienes una cartera de inversiones o una pensión, este año ha sido espantoso. Las acciones globales han caído un 25 por ciento en dólares, el peor año desde al menos la década de 1980, y los bonos del gobierno están en camino de su peor año desde 1949. Junto con unos 40 billones de dólares de pérdidas, existe la sensación de malestar de que el orden mundial se está desmoronando a medida que la globalización da marcha atrás y el sistema energético se fractura después de la invasión de Ucrania por parte de Rusia”.
Este nerviosismo en los mercados es un barómetro certero del hundimiento de la confianza de los inversores, que ven cómo los nubarrones se ciernen sobre la economía mundial.
Imparable subida del dólar
Gran parte del problema es la imparable subida del dólar. Más que una expresión de confianza en la solidez de la economía estadounidense, esto es una indicación del grado de pánico que se apodera de los mercados.
El dólar ha subido considerablemente, en parte porque la Fed está subiendo las tasas, pero también porque los inversores se están alejando del riesgo. Los inversionistas nerviosos buscan un refugio seguro para su dinero e imaginan que lo han encontrado en el todopoderoso dólar.
Pero el dólar en alza es en sí mismo un factor en la crisis de los mercados monetarios del mundo, aplastando a todos los demás en su abrazo de hierro. Es fuera de Estados Unidos donde los efectos financieros del endurecimiento monetario de la Fed tienen sus efectos más severos y dañinos. Como el Financial Times señaló
“Lo llamemos como lo llamemos, las víctimas del dólar fuerte tienen un culpable en mente: la Reserva Federal”.
De hecho, la Reserva Federal de EE. UU., hasta el último momento, tuvo una indiferencia relajada, más bien se podría decir supina, hacia la inflación, que, de acuerdo con la norma aceptada, supuestamente había sido vencida.
Pero cuando la luz roja comenzó a parpadear violentamente, la Reserva Federal se vio repentinamente presa del pánico, impulsando un aumento de tipo de interés tras otro, a pesar de que esto equivalía a pisar bruscamente los frenos del automóvil.
Las subidas de tipos de la Fed estaban empujando a la propia economía estadounidense a una recesión. Esa era precisamente la intención. Todos los indicadores son negativos. Los precios de la vivienda están cayendo, los bancos están despidiendo personal y FedEx y Ford, dos referentes económicos, han emitido advertencias sobre ganancias. Es solo cuestión de tiempo antes de que la tasa de desempleo comience a aumentar.
La subida irresistible del dólar estadounidense se convierte inmediatamente en un importante factor desestabilizador. Los inversionistas internacionales están alarmados ante la perspectiva de que la Reserva Federal de los Estados Unidos aumente las tasas de interés de manera tan agresiva que la economía más grande del mundo caiga en recesión Esto agravará la recesión a la que otras economías importantes ya se enfrentan y arrastrará también al resto del mundo.
Sus temores están bien fundados. En todo el mundo, la subida del dólar está elevando el costo de las importaciones, así como el de los pagos de la deuda de los gobiernos, las empresas y los hogares que han tomado préstamos denominados en dólares. Todos los demás países se ven obligados a marchar al paso de la Reserva Federal de EE. UU., aumentando las tasas de interés a los niveles dictados por ella.
En toda Asia, los gobiernos se vieron obligados a aumentar los intereses y gastar sus reservas para resistir la depreciación de sus monedas. India, Tailandia y Singapur han intervenido en los mercados financieros para respaldar sus monedas. Excluyendo a China, las reservas de divisas de los mercados emergentes han caído más de 200.000 millones de dólares en el último año, según el banco JPMorgan Chase, la caída más rápida en dos décadas.
Esto tiene serias repercusiones, no solo económicas sino también políticas. China respondió proyectando su propia moneda como un medio alternativo de comercio, especialmente en el petróleo.
Enormes deudas gubernamentales
Las economías endeudadas de la eurozona han sido empujadas implacablemente al borde de la bancarrota. Ahora se encuentran en una posición aún peor que la que existía en la crisis de la deuda soberana hace una década.
Josep Borrell, jefe de política exterior de la UE, advirtió que la Fed estaba exportando la recesión de la misma manera que los dictados de Alemania posteriores a 2008 impusieron la crisis del euro.
“Gran parte del mundo está ahora en peligro de convertirse en Grecia”, se lamentó.
En Europa, la situación empeoró mucho cuando Gran Bretaña echó gasolina al fuego con una política fiscal temeraria, que provocó inmediatamente el pánico en los mercados financieros.
La necesidad se reveló a través de un accidente. La crisis en Gran Bretaña y las medidas de reducción de impuestos de la efímera administración Truss en octubre de 2022 actuaron como un catalizador, provocando el pánico en los mercados financieros, que fácilmente podría haberse extendido a todo el sistema monetario mundial.
Esto fue recibido con una mezcla de ira, incredulidad y alarma por parte de los mercados monetarios internacionales. En efecto, Liz Truss arrojó una granada de mano sobre un barril de TNT que estaba a punto de explotar a la menor sacudida.
El FMI lanzó un ataque mordaz contra el plan del Reino Unido de implementar 45.000 millones de libras esterlinas de recortes de impuestos financiados con deuda. Funcionó. El gobierno de Truss se vio obligado a una humillante retirada. El ministro de Hacienda, Kwasi Kwarteng, fue despedido y todo su presupuesto fue desechado. Poco después, la propia Truss fue expulsada de su cargo y los mercados se estabilizaron temporalmente. Pero el daño ya estaba hecho.
Una vez perdida, la credibilidad financiera es bastante difícil de restaurar, y la reputación de Gran Bretaña como potencia mundial ahora está en la alcantarilla. El Reino Unido, que anteriormente disfrutó de una calificación crediticia ejemplar, ahora ha sido degradado y se considera en el mismo nivel que Italia, agobiada por la deuda y propensa a las crisis.
Pero ese fue el resultado menos importante de este asunto. Las implicaciones se extendieron mucho más allá de las costas británicas.
El alarmante paralelo con de la década de 1930
Brexit fue la indicación más clara de las consecuencias del nacionalismo económico. Y la conducta del gobierno británico en este asunto sirvió como advertencia de sus peligrosas consecuencias.
El breve y ruinoso mandato de Liz Truss en Gran Bretaña demostró que pedir prestado mucho dinero en un momento de inflación y aumento de las tasas no es una opción. Pero, ¿Cuál es la alternativa?
Larry Summers, cuya alarma ante la situación actual ya mencionamos, fue citado en el Financial Times diciendo:
“La desestabilización provocada por los errores británicos no se limitará a Gran Bretaña”.
Y ese es el punto. Los precios de los bonos en países tan diferentes como EE. UU. e Italia se desviaron violentamente en respuesta a cada vuelta de tuerca de la intrincada historia que salía de Londres.
En efecto, Liz Truss lanzó una granada de mano sobre un barril de TNT a punto de explotar / Imagen: Número 10, Flickr
Eso no fue un accidente. Un colapso financiero en Londres, que, a pesar del declive de Gran Bretaña, sigue siendo uno de los centros financieros más importantes del mundo, podría haber tenido el mismo efecto que la crisis de 1931, solo que en una escala mucho mayor.
Aunque generalmente se olvida ahora, la Gran Depresión en Europa fue provocada por el colapso del banco Creditanstalt de Viena en mayo de 1931, que inició un efecto dominó que se extendió rápidamente por los mercados financieros de Europa y más allá.
Este fue el detonante de la gran espiral deflacionaria en Europa entre 1931 y 1933. Y la historia puede repetirse fácilmente, sobre todo porque la economía mundial está mucho más integrada e interdependiente que entonces.
El factor ucraniano
La guerra en Ucrania se ha convertido ahora en un factor importante en las perspectivas mundiales. Sin embargo, para tener una idea clara de los problemas involucrados y cómo podrían desarrollarse, es necesario concentrar nuestra atención en los procesos fundamentales y no distraernos con la ruidosa guerra informativa o las inevitables vicisitudes en el campo de batalla.
Los principales medios de comunicación han repetido constantemente afirmaciones sobre la derrota de Rusia. Pero eso no encaja bien con los hechos conocidos.
El punto más importante es que esta es una guerra indirecta entre Rusia y el imperialismo estadounidense. Rusia no lucha contra un ejército ucraniano sino contra un ejército de la OTAN, es decir, el ejército de un Estado que no es formalmente miembro de esa alianza, pero que está financiado, armado, entrenado y equipado por la OTAN, que también le proporciona apoyo logístico e información vital.
“Política por otros medios”
Como se ha señalado, la guerra es sólo la continuación de la política por otros medios. La guerra actual terminará cuando se satisfagan los fines políticos de los actores clave o cuando uno o ambos bandos estén agotados y pierdan la voluntad de seguir luchando.
¿Cuáles son estos objetivos? Los objetivos bélicos de Zelensky no son ningún secreto. Dice que se no conformará con nada menos que la expulsión completa del ejército ruso de todas las tierras ucranianas, incluida Crimea.
Zelensky dice que no se conformará con nada menos que la expulsión completa del ejército ruso de todas las tierras ucranianas / Imagen: ZUMAPRESS.com
Este punto de vista ha sido apoyado con entusiasmo por los halcones de la coalición occidental: los polacos, los suecos y los líderes de los Estados bálticos -que tienen sus propios intereses en mente- y, por supuesto, los chovinistas y belicistas de cabeza dura de Londres, que imaginan que Gran Bretaña, incluso en su actual estado de bancarrota económica, política y moral, sigue siendo una potencia importante a escala mundial.
Estas damas y caballeros trastornados han estado presionando a los ucranianos para que vayan aún más lejos, mucho más allá de lo que les gustaría a los estadounidenses. Su deseo más ardiente es ver al ejército ucraniano expulsar a los rusos, no solo del Donbás sino también de Crimea, provocando el derrocamiento de Putin y la derrota total y el desmembramiento total de la Federación Rusa (aunque no suelen hablar de esto en público).
Aunque hacen mucho ruido, ninguna persona seria presta la menor atención a las payasadas de los políticos de Londres, Varsovia y Vilnius. Como líderes de estados de segunda categoría que carecen de peso real en la balanza de la política internacional, siguen siendo actores de segunda categoría que nunca pueden desempeñar más que un papel menor en este gran drama.
Los Estados Unidos son los que pagan las cuentas y dictan todo lo que sucede. Y al menos los estrategas más sobrios del imperialismo yanqui saben que todo este delirio no es más que palabrería. Bajo ciertas condiciones, estados imperialistas menores pueden jugar un cierto papel en el desarrollo de los acontecimientos, pero en última instancia Washington es quien decide.
A pesar de todas las demostraciones públicas de bravuconería, los estrategas militares serios han entendido que es imposible que Ucrania derrote a Rusia. El general Mark A. Milley es el vigésimo presidente del Estado Mayor Conjunto, el oficial militar de más alto rango de los EE. UU. Por lo tanto, sus opiniones deben tomarse muy en serio cuando dice:
“Entonces, en términos de probabilidad, la probabilidad de una victoria militar ucraniana definida como expulsar a los rusos de toda Ucrania para incluir lo que definen o lo que el reclamo es Crimea, para – la probabilidad de que eso suceda pronto no es alta, militarmente”.
El punto más importante a comprender es que los objetivos de guerra de Washington no coinciden con los de los hombres en Kiev, que hace mucho tiempo entregaron su llamada soberanía nacional a su Jefe al otro lado del Atlántico, y que ya no decide nada por sí mismo.
El objetivo del imperialismo estadounidense no es, y nunca ha sido, defender una sola pulgada del territorio ucraniano o ayudar a los ucranianos a ganar una guerra, ni de ninguna otra manera.
Su objetivo real es muy simple: debilitar militar y económicamente a Rusia; para desangrarla y dañarla; matar a sus soldados y arruinar su economía, para que Rusia ya no ofrezca ninguna resistencia a la dominación estadounidense de Europa y el mundo.
Fue este objetivo el que los indujo a empujar a los ucranianos a un conflicto completamente innecesario con Rusia sobre la pertenencia a la OTAN. Habiendo empujado este conflicto, se sentaron y observaron el espectáculo de los dos bandos luchando, a una distancia segura de varios miles de millas.
Independientemente de todas sus protestas públicas, los hipócritas imperialistas son totalmente indiferentes a los sufrimientos del pueblo de Ucrania, a quienes consideran meros peones en el tablero de ajedrez local de su lucha por el poder con Rusia.
Y debe tenerse en cuenta que, hasta el día de hoy, Ucrania no ha sido admitida como miembro de la UE ni de la OTAN, que se suponía que era la cuestión central de todo el asunto. Esto no es un accidente.
El conflicto actual conviene a los intereses de Estados Unidos de muchas maneras. Ayuda a su objetivo de abrir una brecha entre Europa y Rusia, lo que pone a la primera aún más bajo su dominio. En este sentido, la guerra ya ha logrado algunos resultados. Los vínculos económicos de la UE y Rusia, en particular en relación a la energía se han roto de manera muy importante, lo que golpea significativamente la mayor economía de la UE, Alemania. El tráfico de gas natural a través del Báltico es ahora físicamente imposible por la voladura del gaseoducto Nord Stream por parte de agencias estatales. El alza de los costes energéticos permite a los EEUU presionar todavía más la industria de la UE, sobre todo la alemana. Los EEUU tienen el lujo de involucrar a su enemigo en una guerra en la que no participan soldados estadounidenses (al menos, en teoría), y todos los combates y las muertes corren a cargo de otros.
Si Ucrania fuera miembro de la OTAN, esto significaría que las tropas de combate estadounidenses terminarían en una guerra europea, luchando contra el ejército ruso. Por otra parte, importantes países europeos no tienen ni el interés ni la posibilidad de admitir a Ucrania en la UE. Esto significaría el equilibrio económico y político de la Unión, ya de por sí extremadamente frágil. No, mucho mejor dejar las cosas como están.
Cuando Zelensky se queja de que sus aliados occidentales no le envían todas las armas que necesita para ganar la guerra, no se equivoca. Los estadounidenses le envían las armas suficientes para que la guerra continúe, pero no las suficientes para lograr algo que se asemeje a una victoria decisiva. Esto está completamente en línea con los verdaderos objetivos de guerra de Estados Unidos.
Las sanciones han fracasado
Las sanciones impuestas a Rusia tras la invasión de Ucrania han sido un fracaso espectacular. De hecho, el valor de las exportaciones rusas creció desde el comienzo de la guerra.
Aunque el volumen de las importaciones de Rusia se desplomó como resultado de las sanciones, varios países (China, India, Turquía, pero también algunos que forman parte de la UE, como Bélgica, España y los Países Bajos) han aumentado su comercio con Rusia. Además, los altos precios del petróleo y el gas han compensado los ingresos que Rusia perdió debido a las sanciones. India y China han estado comprando mucho más de su crudo, aunque a un precio de descuento.
Así, la pérdida de ingresos resultante de las sanciones se ha visto compensada por el aumento del precio del petróleo y el gas en los mercados mundiales. Vladimir Putin continúa financiando sus ejércitos con las ganancias, mientras que Occidente se enfrenta a la perspectiva de inestabilidad energética en los próximos años, con facturas de energía altísimas y una creciente ira pública.
Debilitamiento del apoyo
La pregunta es: ¿qué bando se cansará primero de la guerra? Está claro que el tiempo no está del lado de Ucrania, ni desde el punto de vista militar ni político. Y en última instancia, este último pesará más en la balanza.
Entre bastidores, Washington ha estado presionando a Zelensky para que negocie con Putin / Imagen: kremlin.ru
El invierno, en el que Europa sufrió una grave escasez de gas y electricidad, ha debilitado el apoyo público a la guerra en Ucrania. El clima más cáldio no será un alivio, ya que la atención se centra ahora en el problema imposible de volver a llenar las reservas de gas a tiempo para el próximo invierno, sin poder contar con el suministro ruso. Cada mes que continúan las sanciones, la preocupación por el siguiente invierno crece. El apoyo estadounidense tampoco puede darse por sentado. En público, los estadounidenses mantienen la idea de su apoyo inquebrantable a Ucrania, pero en privado no están nada convencidos del resultado. Entre bastidores, Washington ha estado presionando a Zelensky para que negocie con Putin.
En la práctica, sin embargo, el éxito de la ofensiva ucraniana de septiembre de 2022 y la retirada rusa de Kherson complicaron la situación en el tablero diplomático.
Por un lado, Zelensky y las fuerzas rabiosamente nacionalistas y abiertamente fascistas en el aparato del estado estaban hinchados con sus inesperados logros y deseaban llegar mucho más lejos. Por otro lado, los reveses militares representaron un golpe humillante para Putin, que llegó a la conclusión de que tenía que intensificar su “operación militar especial”. Así pues, ninguna de las partes está dispuesta a negociar nada significativo por el momento. Pero eso cambiará.
La demagogia de Zelensky, repitiendo constantemente que nunca cederá ni una pulgada de tierra, está claramente diseñada para presionar a la OTAN y al imperialismo estadounidense; insistiendo en que los ucranianos lucharán hasta el final, siempre a condición de que Occidente siga enviando enormes cantidades de dinero y armas.
A Biden le gustaría prolongar el conflicto actual para debilitar y socavar a Rusia. Pero no a cualquier precio, y menos si ello implica un enfrentamiento militar directo con Rusia. Mientras tanto, encuesta tras encuesta muestran que el apoyo de la guerra en Ucrania en la opinión pública occidental, está declinando lentamente.
¿Guerra nuclear?
La insinuación de Putin de que podría considerar el uso de armas nucleares fue casi con toda seguridad un farol, pero causó alarma en la Casa Blanca. En un discurso en un acto de recaudación de fondos en Nueva York, Biden afirmó que el presidente ruso “no bromeaba” sobre el “posible uso de armas nucleares tácticas o armas biológicas o químicas porque su ejército está, podría decirse, significativamente por debajo de sus posibilidades”.
A raíz de la amenaza nuclear, empezaron a celebrarse negociaciones secretas entre Washington y Moscú. Esto fue el beso de la muerte para el bando ucraniano, que cada vez estaba más desesperado y buscaba cualquier excusa para llevar a cabo una provocación con la que esperaban arrastrar finalmente a la OTAN a participar directamente en la guerra.
Esto subraya los peligros implícitos si se permite que la guerra continúe. Hay demasiados elementos incontrolables en juego, que podrían dar lugar al tipo de espiral descendente que podría desembocar en una guerra real entre la OTAN y Rusia.
El peligro de este tipo de acontecimientos se puso de manifiesto en noviembre de 2022, cuando el mundo quedó conmocionado al escuchar la declaración del presidente de Polonia de que su país había sido alcanzado por misiles de fabricación rusa, y los medios de comunicación occidentales afirmaron que Rusia estaba detrás de ello.
Esa mentira quedó pronto al descubierto cuando el propio Pentágono reveló que el misil que alcanzó una instalación de grano polaca en una granja cercana al pueblo de Przewodow, cerca de la frontera con Ucrania, fue disparado por el ejército ucraniano.
La OTAN y los polacos se apresuraron a explicar que todo había sido “un lamentable accidente”. Pero a pesar de que el proyectil era un misil anti aéreo S-300 con un alcance muy limitado que difícilmente podía haber sido disparado por Rusia, Zelensky mintió descaradamente e insistió que había sido un ataque deliberado desde Rusia. Esperaba que le diera dado una poderosa palanca para exigir más armas y dinero. Y en el mejor de los casos (desde su punto de vista) podría empujar a la OTAN a tomar medidas de represalia contra Rusia, con interesantes consecuencias.
Si ese incidente hubiera servido para empujar a la OTAN a actuar contra Rusia, podría haber desencadenado una imparable cadena de acontecimientos que podría haber desembocado en una guerra total. No cabe la menor duda de que a Zelensky le vendría muy bien que la OTAN entrara en guerra y sacara así sus castañas calientes del fuego.
Una conflagración general europea habría sido una pesadilla para millones de personas. Pero para Zelensky y su camarilla habría sido la respuesta a todas sus plegarias. Naturalmente, sería imposible que los americanos se mantuvieran al margen, calentándose las manos en las llamas.
Tendría que haber tropas americanas sobre el terreno. Excelente noticia desde el punto de vista del régimen de Kiev, pero en absoluto desde el de la Casa Blanca y el Pentágono. ¡Se suponía que eso no formaba parte del guión!
Los estadounidenses no tienen ninguna intención de llevar las cosas tan lejos. Una confrontación directa entre la OTAN y Rusia, con todas sus implicaciones nucleares, será evitada a toda costa por ambos bandos. Precisamente por eso, los estadounidenses tienen abiertos varios canales, para evitar cualquier posibilidad de que se produzcan acontecimientos tan incontrolados. De hecho, se esfuerzan por poner límites definitivos a la guerra actual y abrir el camino hacia las negociaciones.
Estados Unidos pide conversaciones
A los estrategas militares serios de Washington no se les escapa la realidad de la situación. El general Mark Milley, presidente del Estado Mayor Conjunto, llamó a Zelensky a que iniciara conversaciones con Rusia.
Milley dijo que puede haber una oportunidad de negociar el fin del conflicto siempre y cuando las líneas del frente se estabilicen durante el invierno:
“Cuando haya una oportunidad de negociar, cuando se pueda alcanzar la paz, aprovéchenla”, dijo Milley. “Aprovechen el momento”.
Pero si las negociaciones nunca llegan a materializarse o fracasan, Milley afirma que Estados Unidos seguiría armando a Ucrania, aunque la victoria militar absoluta de cualquiera de los dos bandos parece cada vez más improbable.
“Tiene que haber un reconocimiento mutuo de que la victoria militar es probablemente, en el verdadero sentido de la palabra, tal vez no alcanzable por medios militares, y por lo tanto hay que recurrir a otros medios”, dijo.
Esta es la auténtica voz del imperialismo estadounidense. Y esto, y no las declaraciones retóricas de Zelensky, es lo que determina en última instancia el destino de Ucrania.
Washington siempre se ha mostrado reacio a suministrar a Kiev el tipo de armamento avanzado que ha estado solicitando. Su intención es enviar una señal a Moscú de que Estados Unidos no está dispuesto a suministrar armas que podrían intensificar el conflicto, creando la posibilidad de un enfrentamiento militar directo entre Rusia y la OTAN.
También es una advertencia a Zelensky de que había límites definitivos a la voluntad de EE.UU. de seguir pagando la factura de una guerra cara sin un final claro a la vista.
Cansancio ucraniano
Durante el primer mes de guerra, los ucranianos se mostraron dispuestos a negociar con Rusia. Desde entonces, Zelensky ha rechazado por completo la idea de negociar. Ha dicho en repetidas ocasiones que Ucrania solo está dispuesta a entablar negociaciones con Rusia si sus tropas abandonan todas las partes de Ucrania, incluidas Crimea y las zonas orientales del Donbás, controladas de facto por Rusia desde 2014, y si los rusos que han cometido crímenes en Ucrania se enfrentan a juicio.
La sucesión de éxitos en el campo de batalla animó a Zelensky a creer en la posibilidad de una “victoria final” / Imagen: Mando de Instrucción del 7º Ejército, Flickr
Zelensky también dejó claro que no mantendría negociaciones con los actuales dirigentes rusos. Incluso firmó un decreto en el que especificaba que Ucrania solo negociaría con un presidente ruso que haya sucedido a Vladimir Putin.
Estas desafiantes declaraciones causaron gran irritación en Washington. El Washington Post reveló que funcionarios estadounidenses han advertido en privado al gobierno ucraniano de que la “fatiga ucraniana” entre los aliados podría empeorar si Kiev sigue sin negociar con Putin.
Los funcionarios declararon al periódico que la postura de Ucrania en las negociaciones con Rusia está cansando a los aliados, preocupados por los efectos económicos de una guerra prolongada.
En el momento de redactar este artículo, Estados Unidos había concedido a Ucrania 65.000 millones de dólares en ayudas y estaba dispuesto a dar más, afirmando que apoyaría a Ucrania “todo el tiempo que fuera necesario”. Sin embargo, los aliados en algunas partes de Europa, por no hablar de África y América Latina, están preocupados por la tensión que la guerra está ejerciendo sobre los precios de la energía y los alimentos, así como sobre las cadenas de suministro. “La fatiga por Ucrania es algo real para algunos de nuestros socios”, afirmó un funcionario estadounidense.
Naturalmente, los estadounidenses no pueden admitir públicamente que estén presionando a Zelensky. Al contrario, mantienen una apariencia de firme solidaridad con Kiev. Pero en realidad, están apareciendo serias grietas en la fachada.
Para los dirigentes ucranianos, la aceptación de la petición estadounidense significaría una humillante retirada tras tantos meses de retórica beligerante sobre la necesidad de una derrota militar decisiva contra Rusia para garantizar la seguridad de Ucrania a largo plazo.
La sucesión de éxitos en el campo de batalla, primero en la región nororiental de Kharkiv y después con la toma de Kherson, animó a Zelensky a creer en la posibilidad de una “victoria final”. Pero los estadounidenses conocen mejor la realidad y saben muy bien que el tiempo no está necesariamente del lado de Ucrania.
¿Corre Putin peligro de ser derrocado?
La maquinaria propagandística occidental repite constantemente que Putin será derrocado pronto por el pueblo ruso, cansado de la guerra. Pero eso no son más que ilusiones. Se basan en un error fundamental. De hecho, Putin ha utilizado con éxito la guerra para atajar la creciente lucha de clases y el descontento de las masas. Junto con el aumento de la represión, esto ha proporcionado al régimen un respiro temporal. En la actualidad, Putin sigue contando con una amplia base de apoyo, que ha alcanzado nuevos niveles en los últimos meses. No corre peligro inmediato de ser derrocado.
No existe un movimiento antibelicista significativo en Rusia y el que hay está liderado y dirigido por los elementos burgueses-liberales. Esa es precisamente su principal debilidad. Los trabajadores echan un vistazo a las credenciales pro occidentales de estos elementos y se apartan, maldiciendo.
La guerra cuenta con el apoyo de la mayoría, aunque algunos tengan dudas. La imposición de sanciones y el flujo constante de propaganda antirrusa en Occidente, y el hecho de que la OTAN y los estadounidenses estén suministrando armas modernas a Ucrania, confirma la sospecha de que Rusia está siendo asediada por sus enemigos. Algo que el régimen utiliza para unir a la población en torno a sí.
En su propaganda de guerra, Vladimir Putin intenta invocar el recuerdo de la lucha soviética contra la Alemania nazi y el odio que el pueblo ruso siente desde hace mucho tiempo por el imperialismo occidental, que mezcla con el reaccionario chovinismo gran ruso. Enmarca la guerra de Ucrania como una guerra contra el imperialismo occidental, por la desnazificación del régimen de Kiev y por la defensa de la minoría rusoparlante de Ucrania. Todo esto es, por supuesto, pura demagogia.
No hay absolutamente nada progresista en el régimen de Putin. No es ni antiimperialista, ni antifascista, ni amigo de los trabajadores. No es ningún secreto, por ejemplo, que unidades con claras simpatías neonazis y de extrema derecha operan abiertamente como parte del ejército ruso, en particular en la PMC Wagner.
Con el partido comunista ruso adoptando una postura traicionera, nacionalista y patriótica y proporcionando una cobertura de izquierdas al nacionalismo gran ruso de Putin, los trabajadores rusos no encuentran ninguna alternativa política que represente sus intereses en oposición al régimen y su guerra.
La única presión sobre Putin no procede de ningún movimiento antibélico, sino, por el contrario, de los nacionalistas rusos y otros que quieren que la guerra prosiga con mayor fuerza y determinación. Sin embargo, si la guerra se prolonga durante algún tiempo sin pruebas significativas de un éxito militar ruso, eso puede cambiar.
A principios de noviembre, más de 100 reclutas de la república rusa de Chuvash organizaron una protesta en Ulyanov Oblast porque no habían recibido los pagos prometidos por Putin.
Un pequeño síntoma, sin duda. Pero si el conflicto actual se prolonga, podría multiplicarse a una escala mucho mayor, lo que supondría una amenaza, no sólo para la guerra, sino para el propio régimen.
Un síntoma aún más significativo son las protestas de las madres de los soldados muertos en Ucrania. Éstas son todavía de pequeño tamaño y se concentran principalmente en repúblicas orientales como Daguestán, donde los altos niveles de desempleo hicieron que un gran número de jóvenes se presentaran voluntarios para el ejército.
Si la guerra continúa y aumenta el número de muertos, es posible que veamos protestas de madres en Moscú y Petersburgo, que Putin no podrá ignorar y será incapaz de reprimir. Esto marcaría sin duda un cambio en toda la situación. Pero aún no se ha materializado.
Las reservas de Rusia
Al oponerse a la guerra desde su inicio, los marxistas rusos han adoptado una postura de principios en condiciones extremadamente difíciles de represión y bajo un aluvión de propaganda estatal. Su tarea es, ante todo, desenmascarar la demagogia de Putin, que no es más que una tapadera de los intereses reaccionarios de los oligarcas capitalistas, el principal enemigo de los trabajadores y los pobres rusos.
Al mismo tiempo, deben oponerse al imperialismo occidental, así como a los liberales expatriados pro-Kiev y a los llamados medios de comunicación independientes que actúan como sus portavoces en Rusia. Ir contra la corriente y mantener una posición de clase independiente hoy preparará a los marxistas rusos para dar enormes pasos adelante una vez que la marea empiece a cambiar.
Aunque la revolución está inmediatamente en el orden del día, la guerra está sin duda agitando las cosas en lo más profundo del proletariado y preparando enormes convulsiones sociales en el futuro.
El objetivo declarado de Rusia era “impedir el ingreso en la OTAN y desmilitarizar y desnazificar Ucrania”, también Putin quería un gobierno neutral o prorruso en Kiev. En efecto, eso significaría eliminar a Ucrania como Estado nacional independiente.
Pero Putin claramente calculó mal y los rusos no tenían fuerzas suficientes para lograr estos objetivos. Incluso la tarea de mantener sus avances en Donbás resultó difícil, como demostró claramente la ofensiva ucraniana de principios de septiembre.
Pero los fracasos en el frente actuaron como el estímulo necesario para reajustar. Se tomaron medidas para movilizar las fuerzas necesarias.
Rusia llevó a cabo una movilización masiva. El envío de 300.000 soldados rusos frescos al frente cambiará drásticamente el equilibrio de fuerzas.
El argumento frecuentemente repetido de que a los rusos les faltan municiones es totalmente falso. Rusia tiene una industria armamentística grande y poderosa. Dispone de considerables reservas de armas y municiones.
El envío de 300,000 soldados rusos frescos al frente cambiará drásticamente el equilibrio de fuerzas / Imagen: Отдел информационной политики Администрации города Ялта
Es cierto que sus reservas de los misiles más modernos de precisión milimétrica son limitadas y se agotarán. Pero no hay escasez de otros misiles, que son perfectamente adecuados para actividades normales en el campo de batalla.
Mientras tanto, los rusos siguen pulverizando con artillería, cohetes, drones y misiles objetivos en toda Ucrania, destruyendo centros de mando militar, nudos de transporte e infraestructuras, lo que dificultará seriamente el movimiento de tropas y armas hacia el.
¿Ahora que?
El dicho de Napoleón de que la guerra es la más compleja de todas las ecuaciones conserva toda su fuerza. La guerra es un cuadro en movimiento con muchas variantes imprevisibles y escenarios posibles.
El éxito de la ofensiva ucraniana en septiembre de 2022 y, posteriormente, la retirada rusa de la parte occidental de Kherson parecieron confirmar la variante que la maquinaria propagandística occidental ha presentado con confianza desde el comienzo de las hostilidades.
Sin embargo, debemos cuidarnos de las conclusiones impresionistas extraídas de un número limitado de acontecimientos. El resultado de las guerras rara vez se decide en una sola batalla, o incluso en varias.
La pregunta es: ¿esta victoria, o ese avance, alteraron materialmente el equilibrio subyacente de fuerzas, que es lo único que puede determinar el resultado final? Estas cuestiones fundamentales aún están por determinar. Son posibles diferentes resultados, dependiendo de cómo se desarrollen las condiciones tanto en Rusia como en Ucrania y entre sus amos occidentales.
Rusia ha estado acumulando fuerzas en el Este, reforzando su presencia militar en Bielorrusia e intensificando sus bombardeos aéreos tanto sobre objetivos militares como sobre la ya debilitada infraestructura ucraniana.
Esta degradación de las infraestructuras ha llegado al punto de que incluso se habla de evacuar las principales ciudades -incluida Kiev-, que se están volviendo inhabitables como consecuencia de la interrupción del suministro de energía y agua.
Es difícil determinar en qué momento esta destrucción empezará a minar la voluntad de resistencia. La experiencia histórica indica que los bombardeos aéreos por sí solos nunca pueden ganar guerras.
De hecho, a corto plazo, tendrá el efecto contrario, acentuando el odio al enemigo y aumentando el espíritu de resistencia. Pero todo tiene un límite. A partir de cierto punto, se instala un sentimiento general de cansancio de la guerra y se debilita la voluntad de seguir luchando.
Hasta ahora, los ucranianos han demostrado un notable nivel de resistencia. Pero no está claro cuánto tiempo podrá mantenerse la moral tanto de la población civil como de los soldados en el frente.
Pero tan pronto como comience un clamor por la paz, estallarán serias divisiones en la capa dirigente de Kiev entre los nacionalistas de derechas, que desean luchar hasta el amargo final, y los elementos más pragmáticos, que ven que una mayor resistencia sólo conducirá a la destrucción total de Ucrania y que algún tipo de acuerdo negociado es la única salida.
Cualquiera que sea el resultado, no se puede hablar de una vuelta al statu quo en Europa. Ha nacido un nuevo período de extrema inestabilidad, guerras, guerras civiles, revoluciones y contrarrevoluciones.
Relaciones mundiales
El mundo está experimentando cambios que se asemejan a los dramáticos desplazamientos de las placas tectónicas en geología. Estos desplazamientos siempre van acompañados de terremotos.
Estos cambios políticos y diplomáticos tienen el mismo efecto. Ya antes de la guerra, el retroceso de la globalización y el consiguiente auge del nacionalismo económico habían provocado la agudización de los conflictos entre las distintas potencias.
El mundo está experimentando cambios que se asemejan a los dramáticos desplazamientos de las placas tectónicas en geología / Imagen: In Defence of Marxism
Pero el conflicto ucraniano exacerbó enormemente todas las tensiones y profundizó todas las contradicciones. Como consecuencia de todo ello, estamos asistiendo a un profundo cambio en las relaciones mundiales.
El signo más evidente de ello es el hecho de que China se ha acercado mucho más a Rusia, ya que ambas compiten con el imperialismo estadounidense. El papel de China en la guerra de Ucrania se ha enmascarado bajo el pretexto de abogar por una “paz negociada”. Para la clase dominante china, esta guerra es una perturbación inoportuna de las beneficiosas relaciones comerciales que ha construido durante los últimos 30 años, ya que no se siente preparada todavía para enfrentarse frontalmente a su rival estadounidense.
Sin embargo, detrás de este supuesto pacifismo hay una clara línea roja: la inadmisibilidad de una desestabilización de la Federación Rusa como resultado de una derrota militar. Tal derrota ampliaría la influencia del imperialismo estadounidense y haría perder a China un valioso socio en su conflicto estratégico con Estados Unidos y sus aliados. Está claro que sin la ayuda china para eludir las sanciones occidentales, Rusia se encontraría en una situación mucho peor en lo que respecta a la conducción de la guerra.
Rusia
Rusia es una potencia imperialista regional. Pero su posesión de enormes reservas de petróleo, gas y otras materias primas, su sólida base industrial y su avanzado complejo militar-industrial, junto con su poderoso ejército y su arsenal de armas nucleares, se combinan para darle un alcance mundial que la pone en colisión con el imperialismo estadounidense.
Históricamente, Ucrania estaba plenamente integrada en la economía de la Unión Soviética. Tras la restauración capitalista, estos vínculos económicos se mantuvieron, convirtiendo a Ucrania en un activo económico clave para el capitalismo ruso. También existen vínculos culturales y geográficos que forman parte integrante de la ideología reaccionaria del chovinismo gran ruso. Los oligarcas rusos ven en el control occidental del régimen de Kiev una amenaza económica, política y militar directa. Detrás de la propaganda estatal rusa, la camarilla del Kremlin esconde su estrecho interés en retomar el control sobre Ucrania y subyugarla para sus propios fines.
Washington ve a Rusia como una amenaza para sus intereses globales, especialmente en Europa. El antiguo odio y recelo hacia la Unión Soviética no desapareció con el colapso de la URSS. Joe Biden es un excelente ejemplo de la generación de rusófobos que quedó de los años de la Guerra Fría.
Tras el colapso de la URSS, los estadounidenses aprovecharon el caos de los años de Yeltsin para afirmar su dominio a escala mundial. Intervinieron en zonas antes dominadas por Rusia, algo que nunca se habrían atrevido a hacer en la época soviética.
Primero intervinieron en los Balcanes, acelerando la desintegración de la antigua Yugoslavia. Las criminales invasiones de Irak y Afganistán fueron seguidas de una intervención infructuosa en la guerra civil siria, que les hizo chocar con Rusia.
Todo el tiempo, continuaron expandiendo su control sobre Europa del Este, ampliando la OTAN mediante la inclusión de antiguos satélites soviéticos como Polonia y los Estados bálticos. Esto supuso un incumplimiento directo de las promesas hechas en repetidas ocasiones por Occidente de que la OTAN no se expandiría “ni una pulgada” hacia el este.
Esto llevó a una alianza militar hostil hasta las mismas fronteras de la Federación Rusa. Pero al intentar atraer a Georgia a la órbita de la OTAN, cruzaron una línea roja. La clase dominante en Rusia se sintió humillada y amenazada y utilizó la fuerza militar para disciplinar a los georgianos.
La invasión de Ucrania pretendía mostrar a los estadounidenses que Rusia estaba mostrando sus músculos y respondía al imperialismo estadounidense y a la OTAN.
Estados Unidos y Europa
Estados Unidos está utilizando el conflicto de Ucrania para perseguir su objetivo de obligar a los europeos a cortar sus lazos con Rusia y reforzar así el control del imperialismo estadounidense sobre toda Europa.
Antes de esto, la clase dominante alemana estaba, de hecho, utilizando sus vínculos con Rusia como palanca para asegurar al menos una independencia parcial frente a los EE.UU..
Estados Unidos utiliza el conflicto de Ucrania para reforzar el dominio del imperialismo estadounidense sobre toda Europa / Imagen: Defense of Ukraine
Su otra palanca principal era su dominio de facto de la Unión Europea, que esperaba construir como un bloque de poder alternativo, capaz de perseguir sus propios objetivos e intereses en un escenario global.
Las tensiones entre Estados Unidos y Europa son cada vez mayores, y de hecho se han visto exacerbadas por la guerra de Ucrania, aunque ésta solo podía tapar las grietas temporalmente. Estas tensiones han vuelto a salir a la superficie en la reciente ley proteccionista de infraestructura de los EEUU, que aumenta la presión sobre la producción industrial en la UE.
Las tensiones de Estados Unidos con Europa no son nuevas. Surgieron durante la guerra de Irak y, más recientemente, en torno a las relaciones con Irán. Los líderes de Francia y Alemania siempre desconfiaron de las estrechas relaciones de Estados Unidos con Gran Bretaña, a la que consideraban, con razón, un caballo de Troya estadounidense dentro del campo europeo.
Los franceses, que nunca ocultaron sus propias ambiciones de dominar Europa, fueron tradicionalmente más elocuentes en su retórica antiestadounidense. Los alemanes, que en realidad eran los verdaderos amos de Europa, se mostraban más circunspectos, prefiriendo la realidad del poder a la fanfarronería vacía.
Los estadounidenses no se dejaron engañar. Consideraban a Alemania, y no a Francia, como su principal rival, y Trump en particular no ocultaba su extrema desconfianza y aversión hacia Berlín.
Para asegurarse su independencia de Washington, los capitalistas alemanes entablaron una estrecha relación con Moscú. Esto enfureció a sus “aliados” al otro lado del Atlántico, pero les proporcionó considerables beneficios en forma de suministros baratos y abundantes de petróleo y gas.
Privarse de estos suministros es un precio muy alto a pagar por mantener contentos a los estadounidenses. Con Angela Merkel, Alemania preservó celosamente su papel independiente. Hizo falta una guerra en Ucrania para que Alemania se alineara, al menos por el momento.
Los burgueses Verdes se han desenmascarado como los más fervientes defensores del imperialismo estadounidense.
Pero tras la fachada de “unidad frente a la agresión rusa”, las diferencias persisten. Eso quedó claro en una caricatura que circula sobre dos mujeres, una estadounidense y otra europea. La segunda anuncia orgullosa a la primera: “Estaré encantada de morir congelada para ayudar a Ucrania”, a lo que la estadounidense responde con una sonrisa: “¡Y yo también estaré encantada de que te congeles!”.
En realidad, Estados Unidos está utilizando el pretexto de la guerra para reforzar su control sobre Europa. De momento, lo ha conseguido. Pero no está nada claro cuánto durará la paciencia de los alemanes y otros europeos. Las contradicciones que esto genera sólo se pondrán de manifiesto cuando se resuelva el asunto ucraniano.
Los EE.UU. y China
En la década de 1920, en una brillante predicción, Trotsky afirmó que el centro de la historia mundial había pasado del Mediterráneo al Atlántico, y estaba destinado a pasar del Atlántico al Pacífico. Esta predicción se está convirtiendo en un hecho ante nuestros propios ojos.
El conflicto entre Estados Unidos y Rusia se desarrolla principalmente (aunque no del todo) en Europa. Pero el conflicto entre China y Estados Unidos se desarrolla principalmente en el Pacífico. A largo plazo, esta última región desempeñará un papel mucho más decisivo en la historia mundial que los Estados de segunda fila de Europa, que han entrado en un largo periodo de declive histórico.
Los acontecimientos en el campo de batalla del Pacífico tendrán sin duda importantes repercusiones mundiales en el futuro. Las tensiones entre ambos países son cada día mayores. Tanto Demócratas como Republicanos no ocultan que consideran a China su principal y más peligroso adversario.
Estados Unidos está en un camino que conduce a una guerra comercial con China. Ha endurecido aún más sus restricciones a la exportación de tecnología a China.
Los estrategas burgueses especulan con que China se separará de Rusia. Pero eso no son más que ilusiones. En las condiciones actuales, no hay manera de que China se aleje de Rusia, o viceversa, porque se necesitan mutuamente para hacer frente al poder del imperialismo estadounidense.
El difícil equilibrio actual, entre China, Estados Unidos y Taiwán, se mantendrá durante algún tiempo / Imagen: Kevin Harber
En la actualidad, el conflicto entre EE.UU. y China se centra en la cuestión de Taiwán. La guerra en Ucrania tuvo inmediatamente el efecto de colocar la cuestión de Taiwán en la agenda de la política internacional. Hace tiempo que Pekín dejó claro en términos inequívocos que considera a Taiwán parte inalienable de China.
Pero al apoyar a las fuerzas nacionalistas taiwanesas, reforzar la ayuda militar y obstaculizar el acceso de China al mercado taiwanés, los estadounidenses están aumentando las tensiones en torno a la isla. Al mismo tiempo, sin embargo, Estados Unidos mantiene una política de “ambigüedad estratégica”, es decir, preserva el apoyo al status quo en Taiwán porque sabe que alejarse del mismo podría desembocar en una desastrosa confrontación militar.
La visita no oficial de Nancy Pelosi a la isla fue un acto extremadamente insensato, una provocación sin sentido que fue vista con consternación por los representantes más serios del imperialismo estadounidense y por aliados de los EEUU en Asia, que no quieren verse obligados a elegir bandos en una guerra comercial, y mucho menos en una guerra real.
Incluso Joe Biden, que no es famoso por su perspicacia intelectual, podía ver que provocaría una respuesta inmediata de China. Y así fue. Pekín intensificó la presión con maniobras navales y aéreas alrededor de la isla. La guerra verbal entre los dos países fue subiendo de tono.
Pero, en realidad, ninguna de las partes está ansiosa por llegar a un enfrentamiento militar. Una intervención armada de EE.UU. se enfrentaría a enormes problemas logísticos, y Xi Jinping está más preocupado por mantener la estabilidad interna que por involucrarse en aventuras militares. Después de haberse asegurado la ‘reelección’ en el 20 congreso del PCCh, Xi ha adoptado un tono más conciliatorio en relación a Taiwán y los EEUU.
Sólo una crisis muy grave dentro de China, que amenazara con derribar el régimen, o una declaración de independencia taiwanesa respaldada por EE.UU., podrían inclinar la balanza a favor de una aventura de este tipo. Pero eso no es algo que esté inmediatamente en el orden del día.
Así pues, el difícil equilibrio actual entre China, Estados Unidos y Taiwán se mantendrá durante algún tiempo, con sus inevitables altibajos. Pero la lucha titánica por la supremacía entre EE.UU. y China crecerá hasta abarcar toda Asia, con las consecuencias más trascendentales para todo el planeta.
Estados Unidos, Arabia Saudí y Rusia
La guerra de Ucrania también abrió conflictos entre EE.UU. y países que antes se consideraban aliados cercanos. Estados Unidos está enfadado porque muchas naciones siguen comerciando con Rusia, socavando así las sanciones impuestas por Estados Unidos. China está desobedeciendo abiertamente los deseos de Estados Unidos, y no se puede hacer mucho para impedirlo.
Pero India, que se supone que es amiga de Estados Unidos, también está comprando enormes cantidades de petróleo ruso a precios de saldo y vendiéndolo a Europa con un lucrativo margen de beneficio. Joe Biden echa humo y Modi se limita a encogerse de hombros. Después de todo, el petróleo ruso es tan barato…
Puede que sea barato para India y China, pero la escasez mundial de petróleo ha hecho subir los precios del mercado, lo que beneficia a Rusia, como ya hemos explicado.
Por eso han aumentado las tensiones entre Arabia Saudí, el mayor exportador de crudo del mundo, y Estados Unidos, el mayor consumidor mundial. Haciendo caso omiso de la petición de Biden de aumentar la producción de petróleo para hacer bajar los precios mundiales del crudo, Riad llegó a un acuerdo con Moscú para introducir recortes en la producción destinados a frenar la caída de los precios.
La cooperación de Arabia Saudí con Moscú es fuente de tremenda exasperación e indignación en la Casa Blanca. La portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, declaró a los periodistas que estaba “claro” que la OPEP+ se estaba “alineando con Rusia”.
La disputa entre los saudíes y Estados Unidos es sintomática del creciente deseo de los gobiernos de Asia, África y América Latina de aprovechar el conflicto mundial entre Rusia, China y Estados Unidos para hacer valer sus propios intereses, haciendo equilibrios entre ambos bandos. La conducta de Erdogan en Turquía es otro ejemplo de ello.
¿Un mundo multipolar?
Los reajustes a los que nos hemos referido han dado lugar a muchas especulaciones sobre un mundo “multipolar”. Se supone que el ascenso de China como potencia económica y militar desafiará la posición de liderazgo del imperialismo estadounidense.
Durante décadas se ha comentado el declive de EE.UU. en relación con China. Sin embargo, hay que subrayar que se trata de un declive relativo. En términos absolutos, EE.UU. sigue siendo el Estado militar más rico y poderoso del planeta.
En la década de 1970, se especuló de forma similar sobre el ascenso de Japón, que algunos predijeron que superaría a la economía estadounidense en unas décadas. Pero eso nunca se materializó.
El crecimiento explosivo de la economía japonesa alcanzó sus límites y Japón entró en un prolongado periodo de estancamiento económico. Ahora hay indicios de que China puede estar acercándose a un punto similar.
Los límites del llamado modelo chino se manifiestan en una brusca ralentización del crecimiento económico. En un futuro previsible, EE.UU. mantendrá su posición como principal potencia imperialista. Pero eso traerá sus propios problemas.
En el siglo XIX, el imperialismo británico dominaba una parte enorme del globo terrestre. Su flota dominaba los mares, aunque se veía cada vez más desafiada por el creciente poder de Alemania, y el imperialismo estadounidense estaba aún en sus primeras fases de desarrollo.
En aquella época, Gran Bretaña consiguió enriquecerse a costa de sus colonias y de su papel dominante en el comercio mundial. Su poder se vio socavado por dos guerras mundiales, y Estados Unidos heredó el papel de Gran Bretaña como policía mundial. Pero ganó esa posición en un periodo de declive imperialista. Y el papel de policía mundial está resultando muy oneroso.
A pesar de su colosal riqueza y poder militar, EE.UU. sufrió su primera derrota militar en las selvas de Vietnam. Anteriormente, la guerra de Corea terminó en empate y sigue sin resolverse. Las aventuras militares en Afganistán, Irak y Siria acabaron todas en humillación y en la pérdida de miles de millones de dólares.
Ahora, la guerra de Ucrania -en la que se supone que no participa activamente, aunque, en la práctica, sí lo hace- se ha convertido en una nueva sangría colosal de sus recursos. Como resultado, existe una poderosa reacción por parte de la opinión pública estadounidense contra las aventuras militares extranjeras. Esto actúa como un fuerte factor que limita su potencial para hacer la guerra.
Las humillantes derrotas sufridas en Irak y Afganistán están grabadas a fuego en la conciencia del pueblo de Estados Unidos. Están hartos de las intervenciones y guerras extranjeras, y este es un poderoso factor que limita el margen de maniobra tanto de Biden como del Pentágono.
Por otra parte, el ala Trump del Partido Republicano muestra una fuerte tendencia en la dirección del aislacionismo, que tradicionalmente ha sido un poderoso factor en la política estadounidense.
La inestabilidad general en el mundo amenaza constantemente con inflamar la inestabilidad política dentro de la sociedad estadounidense. Eso es lo que quería decir Trotsky cuando predijo que EE.UU. emergería como la potencia mundial dominante después de la Segunda Guerra Mundial, pero tendría dinamita incorporada en sus cimientos.
El ala Trump del Partido Republicano muestra una fuerte tendencia en la dirección del aislacionismo / Imagen: Gage Skidmore Flickr
Guerra y paz
El periodo en el que hemos entrado se caracterizará por una creciente inestabilidad y fricciones entre las diferentes potencias y bloques. Los reformistas de derechas han adoptado plenamente el programa y la retórica (“defender la democracia”) de la agenda imperialista de la burguesía. La “izquierda” no cesa de entonar conmovedores himnos a la Paz y a la Fraternidad Humana, que imaginan salvaguardadas por la Carta de las Naciones Unidas.
Sin embargo, en los cerca de 80 años transcurridos desde su fundación, las llamadas Naciones Unidas nunca han evitado ninguna guerra. Entre 1946 y 2020, ha habido aproximadamente 570 guerras, que han causado al menos 10.477.718 muertes civiles y militares. La ONU no es más que una tertulia que da la impresión de poder resolver problemas.
En realidad, en el mejor de los casos, a veces puede resolver pequeñas cuestiones, que no afectan a los intereses fundamentales de las grandes potencias. En el peor de los casos, como en la guerra de Corea en los años cincuenta, la del Congo en los sesenta y la primera guerra de Irak en 1991, sirve de cómoda hoja de parra para disfrazar los designios imperialistas.
En el pasado, las tensiones existentes ya habrían desembocado en una gran guerra entre las Grandes Potencias. Pero las condiciones cambiantes han eliminado esto de la agenda, al menos por el momento. Durante las últimas siete décadas no ha habido ninguna guerra mundial, aunque, como hemos señalado, hubo muchas pequeñas.
Los capitalistas no hacen la guerra por patriotismo, democracia o cualquier otro principio altisonante. Hacen la guerra para obtener beneficios, para capturar mercados extranjeros, fuentes de materias primas (como el petróleo) y para ampliar sus esferas de influencia.
Una guerra nuclear no significaría nada de esto, sino sólo la destrucción mutua de ambas partes. Incluso han acuñado una frase para describir esto: MAD (Destrucción Mutua Asegurada). Una guerra de ese tipo no beneficiaría a los banqueros y capitalistas.
Otro factor decisivo -ya mencionado- es la oposición masiva a la guerra, particularmente (pero no exclusivamente) en los Estados Unidos de América. Según una encuesta de opinión, sólo el 25% de la población estadounidense estaría a favor de una intervención militar directa en Ucrania, lo que significa que la inmensa mayoría se opondría.
Es esto, y no ningún amor por la paz, y desde luego ningún respeto por las Naciones (Des)Unidas, lo que ha impedido a Estados Unidos enviar tropas a un enfrentamiento directo con el ejército ruso en Ucrania.
Por supuesto, no faltan generales estadounidenses estúpidos o incluso desequilibrados que piensan que la guerra con Rusia o China, o mejor aún con ambas, sería una buena idea, y que si eso significara la aniquilación nuclear del planeta, sería un precio necesario a pagar.
Pero a esta gente la mantienen a raya, de la misma manera que un hombre que tiene un perro guardián feroz para defender su propiedad y se asegura de que está atado con una cadena. Y a menos que tengamos la perspectiva de la llegada al poder de un Hitler estadounidense, nadie se sentirá inclinado a firmar una nota de suicidio colectivo en nombre del pueblo estadounidense.
Aunque una guerra mundial en las condiciones actuales está descartada, habrá muchas guerras “pequeñas” y guerras a distancia como la de Ucrania. Esto se sumará a la volatilidad general y echará leña al fuego del desorden mundial.
EE.UU.
En EE.UU., la estabilidad del statu quo se basaba en la división del poder entre dos partidos burgueses, los Republicanos y los Demócratas. Durante más de 100 años, estos dos gigantes políticos se alternaron en el gobierno con la regularidad del péndulo de un viejo reloj.
Todo parecía funcionar a la perfección. Pero ahora, la regularidad anterior ha dado paso a las turbulencias más violentas.
Los años de Trump se caracterizaron por una imprevisibilidad extrema. Su negativa a aceptar el traspaso de poderes, o incluso a admitir que pudiera llegar a perder unas elecciones, creó las condiciones para el asalto del 6 de enero de 2021 al Congreso por una turba de sus partidarios furiosos. Estos acontecimientos fueron el heraldo de un nuevo periodo de violentas convulsiones en la sociedad estadounidense.
Todos los comentaristas económicos serios predicen que Estados Unidos entrará en recesión en 2023. La tasa de inflación anual de Estados Unidos supera ya el 8%, la más alta de los últimos 40 años. Como se ha dicho, la Reserva Federal ha estado aumentando gradualmente los tipos de interés, llevando los tipos hipotecarios a su nivel más alto en 15 años, acercándose al 7 por ciento, frente a poco más del 3 por ciento en 2021.
Al mismo tiempo, la deuda nacional estadounidense ha superado la marca de los 31 billones de dólares. Con la fuerte subida de los tipos de interés, esto ejercerá una gran presión sobre las finanzas públicas estadounidenses. La creación de empleo también se ha ralentizado, y el desempleo empieza a aumentar.
Esto se suma a un declive relativo a largo plazo, que ha provocado el estancamiento o la caída del nivel de vida de millones de estadounidenses. Los salarios reales llevan estancados desde los años setenta. Durante décadas se han destruido millones de puestos de trabajo bien remunerados en el sector manufacturero.
Esto explica el declive de la popularidad de los demócratas, antes considerados “amigos de los trabajadores”, y también por qué una figura como Trump podría aprovechar el resentimiento contra el establishment de una capa de la clase trabajadora.
Sin embargo, las elecciones de mitad de mandato de 2022 no produjeron la victoria del trumpismo que muchos esperaban, a pesar de los bajos índices de aprobación de Biden. Muchos de los candidatos de Trump fueron derrotados. Una de las principales razones fue la reacción contra la anulación de Roe vs Wade por el Tribunal Supremo, que anteriormente protegía el derecho al aborto.
Queda por ver si Trump gana la nominación presidencial del Partido Republicano, o si puede ser empujado por alguien como Ron DeSantis, el gobernador de Florida, que se ha posicionado como el candidato del “trumpismo sin Trump”. El escenario puede estar preparado para una escisión en el Partido Republicano, si Trump no se sale con la suya.
Descontento profundo
Existe un descontento generalizado y profundamente arraigado, que se expresa encuesta tras encuesta.
Más de la mitad de los estadounidenses cree que “en los próximos años habrá una guerra civil en Estados Unidos”, según una encuesta de la Universidad de California en 2022.
Según otra encuesta, el 85 por ciento de los estadounidenses cree que el país va por “mal camino”. El 58 por ciento de los votantes estadounidenses “cree que su sistema de gobierno no funciona…” y así sucesivamente.
Este arraigado estado de ánimo de descontento encontró su expresión más llamativa en el movimiento Black Lives Matter [Las Vidas Negras Importan] en 2020, que contó con el apoyo del 75 por ciento de la población. Pero esta radicalización se ha visto parcialmente desorientada por las llamadas políticas de la identidad.
Lo que se conoce como “guerras culturales” son utilizadas habitualmente tanto por políticos de extrema derecha como por liberales para incitar a sus partidarios. Se trata de un veneno que sólo puede combatirse con la política de clases.
La cuestión de clase
El resurgimiento de la cuestión de clase se expresa en la oleada de campañas de sindicalización en empresas como Amazon y Starbucks, pero también en las oleadas de huelgas que han afectado a Estados Unidos, como el “striketober” [octubre de huelgas] de 2021. Y la actividad huelguística sigue creciendo.
El resurgimiento de la cuestión de clase en Estados Unidos se expresa en las campañas de sindicalización en centros de trabajo como Amazon y Starbucks / Imagen: Socialist Revolution
Las últimas cifras revelan que el 71% de los estadounidenses apoyan a los sindicatos, su nivel más alto desde los años sesenta. Y entre los jóvenes esta cifra es aún mayor. Incluso entre el grupo de 18 a 34 años que apoya a Trump, el 71 por ciento simpatiza con las campañas sindicales en Amazon.
El movimiento hacia la sindicalización de los trabajadores precarios, principalmente jóvenes, es el primer indicio real de un renacimiento de la lucha de clases. Estas campañas de sindicalización están impulsadas por trabajadores de base jóvenes y radicales con poca conexión con el movimiento sindical tradicional. Forman parte de una nueva generación de combatientes de clase que se está formando en Estados Unidos y que se mueve rápidamente hacia la izquierda.
Sin embargo, existe una profunda y creciente desconfianza hacia todos los partidos existentes, especialmente los Demócratas. Es esta situación la que explica la crisis de la presidencia de Biden. Se le considera incapaz de resolver ninguno de los acuciantes problemas a los que se enfrentan la clase trabajadora y la juventud, desde la inflación a la guerra de Ucrania, desde el creciente y devastador impacto del cambio climático a la escasez de viviendas asequibles.
Es este sentimiento general de malestar el que explica la desconfianza generalizada hacia Biden y los demócratas entre una amplia capa de la población. La evolución ulterior de la lucha de clases abrirá el camino, en un momento dado, a la aparición de un tercer partido, basado en la clase obrera. Eso representará un cambio fundamental en toda la situación.
China
China era antes una de las principales fuerzas motrices que impulsaban la economía mundial. Pero ahora ha alcanzado sus límites y se está convirtiendo en su contrario. Los economistas burgueses observan la evolución de China con creciente alarma.
En los mercados libres de Occidente, las crisis financieras pueden estallar de repente, cogiendo por sorpresa a gobiernos e inversores. Pero en China, donde el Estado sigue desempeñando un papel importante en la economía, el gobierno puede desplegar capital político y financiero en un grado mucho mayor, con el fin de mitigar o posponer una crisis.
Esto da una apariencia de estabilidad, pero es una ilusión. Puesto que China ha optado por seguir el camino capitalista y ahora está completamente integrada en el mercado mundial capitalista, está sujeta a las mismas leyes de la economía de mercado capitalista.
Uno de los factores clave que han salvado a la economía china y mundial de una grave crisis después del crack del 2008 han sido las enormes cantidades de dinero inyectadas en la economía por el Estado chino.
Esto ascendió a cientos de miles de millones de dólares, la mayor parte de los cuales se canalizó hacia proyectos de infraestructura y desarrollo. Lo que estamos presenciando ahora es el fin de ese modelo. La economía china se está ralentizando. El escaso 2,8% de crecimiento de 2022 fue el nivel más bajo desde 1990. En 2021 la tasa se situó en el 8,1 por ciento.
Gran parte de esa inversión se dedicó a los LGFV (instrumentos de financiación de los gobiernos locales), que han acumulado una enorme montaña de deudas de 7,8 billones de dólares que amenaza la estabilidad de toda la economía china. Una gran parte de estas deudas están escondidas, como parte del semi-legal sector bancario en la sombra, en el que las empresas estatales y bancos están fuertemente implicados.
Esa deuda equivale a casi la mitad del PIB total de China en 2021, o aproximadamente dos veces el tamaño de la economía de Alemania. Con la disminución de los ingresos de los gobiernos locales, parece cada vez más probable un devastador dominó de impagos.
La intervención estatal sólo sirve para distorsionar el mecanismo del mercado, pero no puede eliminar sus contradicciones fundamentales. Puede retrasar una crisis, pero cuando ésta finalmente surja – que, tarde o temprano, deberá hacerlo – tendrá un carácter aún más explosivo, destructivo e incontrolable.
Una crisis financiera en China tendría un impacto devastador en el conjunto de la economía mundial. También crearía una situación muy explosiva dentro de China.
Siempre se ha supuesto que China necesita una tasa de crecimiento anual de al menos el 8% para mantener la estabilidad social. Una tasa de crecimiento del 3% es, por tanto, totalmente insuficiente. Y una gran crisis económica, desencadenada por un colapso del mercado inmobiliario, prepararía el terreno para grandes convulsiones sociales.
China se enfrenta a una explosión social
En este contexto hay que situar el congreso del Partido “Comunista” Chino de 2022, en el que Xi Jinping se afianzó en el poder. Según las antiguas reglas del Partido, Xi debería haber dimitido como líder en ese congreso, pero en su lugar aspira a ser líder vitalicio.
No es casualidad que Xi haya concentrado todo el poder en sus manos. China es un Estado totalitario que combina la economía de mercado capitalista con elementos de control estatal, heredados del antiguo Estado obrero deformado.
En un Estado totalitario, donde todas las fuentes de información están estrictamente controladas y todas las formas de oposición son despiadadamente reprimidas, es extremadamente difícil saber lo que ocurre bajo la superficie, hasta que de repente todo estalla.
No es casualidad que Xi haya ido concentrando todo el poder en sus manos / Imagen: 中国新闻网
Pudimos verlo en la lucha de los trabajadores de la mega fábrica de Foxconn en Zhengzhou y en las protestas nacionales contra los confinamientos de noviembre de 2022. Estallando aparentemente de la nada, estos movimientos adoptaron una forma explosiva y, en el caso de las protestas contra los confinamientos, se extendieron a cientos de localidades de todo el país en cuestión de horas. Estos acontecimientos señalan el comienzo de la ruptura del equilibrio social en China.
Sin embargo, la élite gobernante es muy consciente de ello. Cuenta con un poderoso aparato represivo y una enorme red de espías e informadores que están presentes en cada fábrica, oficina, bloque de apartamentos, escuela y universidad.
China gasta ahora más cada año en seguridad interna que en defensa nacional, y está aumentando ambos gastos. Xi y su camarilla son muy conscientes de los enormes peligros de la agitación popular y están tomando medidas para anticiparse a ella. Sin embargo, su régimen altamente sofisticado de censura online fue incapaz de impedir que se extendiera la información sobre las protestas recientes, aunque estas implicaron apenas unos cientos de personas en cada ciudad. Un movimiento de masas de la clase obrera paralizaría totalmente este sistema.
En gran medida, eso explica el aplastamiento del movimiento masivo de protesta en Hong Kong en 2019. De lo contrario, pronto se habría extendido al continente.
El magnífico alcance de ese movimiento -antes de que fuera secuestrado y conducido a un callejón sin salida por la élite liberal pro-occidental- da una ligera idea de cómo será una revolución proletaria en China, sólo que será a una escala mucho mayor.
Se dice que Napoleón Bonaparte dijo: “China es un dragón dormido. Dejemos que China duerma, porque cuando despierte sacudirá al mundo”. Hay mucho de cierto en ese dicho. Pero deberíamos introducir un pequeño cambio.
El proletariado chino es el más grande y potencialmente el más fuerte del mundo. Es como un dragón dormido que está a punto de despertar. Y cuando eso ocurra, ciertamente sacudirá al mundo.
En China se está preparando una enorme explosión social, aunque es imposible decir cuándo ocurrirá. Pero una cosa sí se puede predecir con absoluta certeza. Ocurrirá cuando menos se espere.
Y una vez que comience, no habrá quien la pare. Ninguna represión o intimidación será suficiente. Al igual que cuando el río Yangtsé se desborda, arrasará con todo.
Europa: tendencias centrífugas
La unidad de la UE podía darse por sentada mientras duraran las condiciones de boom. Pero esas condiciones favorables han desaparecido y punto. Y el inicio de las turbulencias económicas y financieras provocará más proteccionismo y nacionalismo económico.
El frágil tejido de la unidad europea será puesto a prueba hasta su destrucción en condiciones de profunda recesión económica. Las tendencias centrífugas resultantes acelerarán el alejamiento de la globalización y la mayor fragmentación de Europa y de la economía mundial en general.
El sur de Europa es el eslabón más débil de la cadena y está maduro para sufrir graves trastornos políticos e inestabilidad. La continua debilidad financiera de Grecia e Italia puede desencadenar el colapso de la unión monetaria europea. Pero incluso las naciones más fuertes están siendo socavadas. Estas tendencias se fortalecerán inevitablemente, ejerciendo una inmensa presión sobre el frágil tejido de la unidad europea.
Divisiones en Europa
La crisis ha puesto de manifiesto las profundas fisuras que existen entre los distintos Estados miembros de la UE. Incluso antes de la guerra en Ucrania y la pandemia, la economía europea se estaba desacelerando y las tensiones entre los países de la UE crecían. El indicio más evidente de ello ha sido la salida de Gran Bretaña, que ha dejado muchos problemas sin resolver. Pero las relaciones con Gran Bretaña no son la única fuente de fricciones en la UE.
Como resultado de la guerra en Ucrania y la amenaza al suministro de gas ruso a Europa, la UE se ve amenazada por una catástrofe económica. Los capitalistas de cada Estado europeo luchan por tomar medidas en su propio interés.
La solidaridad europea no entra en esta ecuación. Es un caso muy simple de “sálvese quien pueda y que sea lo que Dios quiera”.
La guerra de Ucrania ha abierto serias divisiones en la UE. Como ya se ha dicho, Polonia y los países bálticos son los más vociferantes entre los halcones. Pero el húngaro Victor Orban ha criticado abiertamente las sanciones de Occidente contra Rusia, y Hungría mantiene excelentes relaciones con el hombre del Kremlin. En consecuencia, Hungría tiene ahora los precios del gas más bajos de Europa.
Orban comentó con una fuerte dosis de ironía: “En la cuestión de la energía, somos enanos y los rusos son gigantes. Un enano sanciona a un gigante y todos nos asombramos cuando el enano muere”. Sus comentarios escandalizaron a los jefes de la UE. Pero no iban muy desencaminados.
El paquete alemán de ayudas a las empresas energéticas provocó de inmediato una dura reacción de varios países de la UE, que exigen una respuesta conjunta de la UE a la crisis energética. El Primer Ministro húngaro advirtió de que el paquete de ayudas previsto por Alemania equivale a “canibalismo” y amenaza la unidad de la UE en un momento en que los Estados miembros sufren graves tensiones económicas a causa de la guerra en Ucrania.
El húngaro Victor Orban ha criticado abiertamente las sanciones de Occidente contra Rusia / Imagen: EPP Flickr
Un alto asesor de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, declaró: “Es un acto, preciso, deliberado, no acordado, no compartido, no comunicado, que socava las razones de la Unión”. Emanuel Macron fue más diplomático, pero fue al fondo de la cuestión al decir: “No podemos ceñirnos a las políticas nacionales, porque eso crea distorsiones dentro del continente europeo”.
Sin embargo, el ministro alemán de la economia, Robert Habeck, defendiendo el paquete de medidas de alivio energético del país, contraatacó con una severa advertencia: “Si Alemania sufriera una recesión realmente profunda, arrastraría consigo a toda Europa”.
Alemania y los países capitalistas más ricos del norte de Europa no están dispuestos a pagar la factura de las economías capitalistas más pobres del sur y el este.
Sin embargo, hay indicios de un creciente descontento con esta postura. El Financial Times publicó un artículo con el siguiente titular: “Los alemanes de a pie pagan: las protestas contra la guerra se extienden por Europa central”. En él se informaba de un alarmante crecimiento de las manifestaciones antibelicistas y prorrusas en Alemania y otros países de Europa del Este.
Por el momento los participantes se contaban por centenares. Pero a medida que sigan bajando las temperaturas, aumentará la ira de mucha más gente. Las tensiones sociales resultantes amenazarán el delicado tejido político de Alemania.
También en la República Checa, el 3 de septiembre de 2022, entre 70.000 y 100.000 personas se manifestaron en la Plaza de Wenceslao de Praga, pidiendo la dimisión del gobierno de coalición de derechas pro-OTAN del Primer Ministro Petr Fiala. Entre otras reivindicaciones, los manifestantes corearon eslóganes contra la crisis del coste de la vida y la participación checa en la guerra a distancia de la OTAN contra Rusia.
El apoyo italiano a la guerra tampoco puede darse por sentado. Mientras que Meloni adoptó inmediatamente la postura “responsable” pro-occidental respecto a la guerra, sus socios de coalición Salvini y Berlusconi han tocado una melodía diferente, con Salvini pidiendo el fin de las sanciones a Rusia y Berlusconi alardeando abiertamente de su amistad con Vladimir Putin.
Alemania
La crisis mundial del capitalismo está alcanzando a Alemania. La guerra de Ucrania ha supuesto para la clase dominante alemana un duro despertar a la fragilidad real del imperialismo alemán.
Alemania fue durante décadas la potencia industrial de Europa. Bajo el timón de Angela Merkel, canciller durante 16 años, el capitalismo alemán logró exportar su salida de la crisis de 2008.
Su competitividad se había visto impulsada a costa de la clase trabajadora por las contrarreformas laborales Hartz IV y la precarización de las relaciones laborales, aplicadas en 2004 por el Gobierno socialdemócrata de Gerhard Schroeder.
La clase dominante alemana también aprovechó la restauración capitalista en Europa del Este para expandir su influencia hacia el este, lo que le proporcionó una reserva de mano de obra cualificada barata.
Esto, combinado con el acceso fácil e ilimitado a los suministros de petróleo y gas baratos de Rusia, dio a los capitalistas alemanes una ventaja competitiva adicional sobre sus rivales. El resultado fue un auge de las exportaciones al resto de la UE, Estados Unidos y China durante la década siguiente, con lo que Alemania reforzó su posición como superpotencia comercial mundial.
Un nivel relativamente bajo de deuda estatal, el control del euro y su posición destacada en las instituciones de la UE dieron a la clase dirigente alemana márgenes de maniobra para preservar la estabilidad social interna, a expensas del resto de Europa.
Sin embargo, todos los puntos fuertes del “modelo alemán” se están transformando en su contrario. El deterioro del comercio mundial en 2019, exacerbado por el impacto de la pandemia y la consiguiente dislocación de la cadena de suministro de materias primas, componentes, chips y el aumento de los costes de envío, socavó la producción y las exportaciones alemanas de automóviles, maquinaria y productos químicos.
La guerra de Ucrania supuso para la clase dominante alemana un duro despertar a la fragilidad real del imperialismo alemán / Imagen: Sergey Guneev
El impacto de la guerra de Ucrania puso de relieve el hecho de que Alemania no tiene el suficiente músculo económico o militar para perseguir sus propios intereses estratégicos cuando se enfrenta a potencias económicas y militares mayores.
El paquete de 100.000 millones de euros de gasto militar adicional anunciado por el canciller alemán Olaf Sholz fue un reconocimiento de esta realidad, pero sólo aumentará los beneficios del complejo industrial-militar.
La implacable presión del imperialismo estadounidense obligó a los capitalistas alemanes a desprenderse de la red cuidadosamente elaborada de lazos comerciales, empresas mixtas e inversiones directas ruso-alemanas, con un coste catastrófico.
A pesar de los intentos alemanes de dar largas al asunto y eludir medidas que habrían implicado una confrontación directa con Rusia, la dinámica de la guerra expuso inevitablemente la vulnerable y dependiente economía alemana a las severas represalias rusas mediante la estrangulación y posterior corte total del suministro energético.
Esta situación, unida a la explosión de la inflación, está llamada a tener profundas consecuencias sobre la estabilidad política y social del capitalismo alemán. El próximo período pondrá inevitablemente de manifiesto agudas contradicciones de clase, que socavarán la política de colaboración de clases de la socialdemocracia y de los dirigentes sindicales.
Ante el rápido deterioro del nivel de vida, bajo el martillo de la inflación galopante y el aumento de los costes energéticos, la clase obrera se verá obligada a contraatacar. Todo intento de la burocracia sindical de aferrarse a los viejos métodos de concertación social socavará aún más su autoridad.
Los intentos de movilizar a la clase obrera en apoyo de la clase capitalista, como las palabras del ex presidente federal Joachim Gauck llamando a los alemanes a “congelarse por la libertad” ya suenan huecas. En este contexto, las manifestaciones contra la guerra que hemos mencionado son una seria advertencia. En este contexto está implícita la inevitable tendencia a la ruptura de la colaboración social y a la explosión de la lucha de clases, ya que la clase dominante se está quedando sin opciones.
Italia
La llegada al poder del gobierno archiconservador de Meloni fue un acontecimiento profundamente preocupante para la burguesía italiana y el imperialismo.
Italia, ya en recesión, con la inflación en su nivel más alto en casi 40 años, tiene una enorme carga de deuda de 2,75 billones de euros, el 152 por ciento del PIB, que corre el riesgo de convertirse en una carga aún mayor con el aumento de los tipos de interés.
El éxito electoral de Meloni se debió a que se situó al margen del Gobierno de Mario Draghi. Draghi era el hombre de la burguesía, pero el problema fue que todos los partidos de su coalición sufrieron fuertes pérdidas en las elecciones.
Meloni hizo todo lo que pudo para asegurar a los mercados financieros europeos que se puede confiar en ella / Imagen: In Defence of Marxism
Meloni es una racista, una fanática y una reaccionaria extrema, pero no hay un “retorno al fascismo” en Italia. Más bien hay una creciente desconfianza hacia todos los partidos, como confirma el 40% de abstención.
Los votos totales a la coalición de derechas no subieron, pero un gran número de votos se desplazó de Berlusconi y la Lega a Fratelli d’Italia. Sólo uno de cada seis electores votó realmente a Fratelli d’Italia.
Inmediatamente después de las elecciones, Meloni hizo todo lo posible para asegurar a los mercados financieros europeos que se podía confiar en ella y que continuaría más o menos con las mismas políticas que Draghi. La financiación de la UE para estabilizar la economía italiana está condicionada a que el Gobierno imponga medidas de austeridad.
La crisis actual, con una inflación galopante, bajos salarios, alto desempleo, junto con políticas reaccionarias en cuestiones como el derecho al aborto, la inmigración, etc., es una receta acabada para una explosión de la lucha de clases y las protestas de los trabajadores y la juventud.
Francia
Como en todos los grandes países capitalistas, el gobierno francés gastó enormes sumas para evitar una crisis mayor durante la pandemia, pero ahora alguien tiene que pagar, y claramente va a ser la clase obrera francesa.
Pero los burgueses franceses se han enfrentado a una respuesta combativa de los trabajadores cada vez que se ha hecho un intento serio de eliminar las conquistas del pasado. Cuando Macron fue elegido por primera vez, se enfrentó al movimiento de los Chalecos Amarillos al año de asumir el cargo. Pero ahora es aún más débil.
Su apoyo activo real en la primera vuelta fue de apenas el 20% del electorado total de Francia. En lugar de un fortalecimiento del centro, se está produciendo una fuerte polarización hacia la izquierda (Mélenchon), y hacia la derecha (Le Pen).
La creciente inestabilidad se puso de manifiesto en las elecciones parlamentarias celebradas pocos meses después, en las que Macron no consiguió la mayoría absoluta en el Parlamento. El resultado es un gobierno débil, basado en un parlamento fracturado, bajo una enorme presión para cumplir el programa exigido por la clase capitalista.
Esto se produce en un momento de profundización de la crisis económica, con una inflación que sigue aumentando, con subidas de los tipos de interés que elevan los costes hipotecarios para millones de familias, y la amenaza de un aumento del desempleo a medida que la crisis mundial del capitalismo impacta en Francia.
Un indicio del cambio de estado de ánimo se pudo observar en la huelga de los trabajadores de las refinerías de octubre de 2022, que duró semanas y estuvo dirigida por la FNIC, la más izquierdista de las federaciones que componen la CGT. El gobierno intentó introducir medidas para derrotar la huelga, pero los trabajadores del petróleo contaban con el apoyo de la inmensa mayoría de la población, a pesar de la escasez de combustible provocada por la huelga.
Los dirigentes sindicales convocaron jornadas de acción para soltar presión y evitar así lanzar una lucha sin cuartel contra el gobierno. La misma táctica se ha utilizado en la lucha contra la reforma de las pensiones. Esto permitió al gobierno impulsar su reforma, a pesar de la movilización de millones de trabajadores y jóvenes, en varias ocasiones.
La dirección sindical no podrá frenar indefinidamente el movimiento. La huelga de los trabajadores del petróleo, el movimiento masivo contra la reforma de las pensiones y el desarrollo de una oposición de izquierda en la CGT: estas son anticipaciones de lo que podemos esperar en el próximo periodo a una escala mucho mayor. Una capa cada vez mayor de la clase trabajadora comprende el punto muerto de los “días de acción”. En las manifestaciones, la consigna de “huelga general” fue más visible que nunca. La repetición de mayo de 1968 está implícita en toda la situación.
Gran Bretaña
El inversor multimillonario Warren Buffet dijo en una ocasión que “sólo cuando baja la marea descubres quién ha estado nadando desnudo”. Esta descripción se ajusta admirablemente a la situación actual de Gran Bretaña.
No hace tanto tiempo. Gran Bretaña era vista como el país más estable política y socialmente, y probablemente el más conservador de Europa. Ahora se está convirtiendo en su opuesto.
Rishi Sunak fue “elegido” líder cuando Liz Truss fue expulsada, tras la debacle financiera. Entró en el número 10 de Downing Street prometiendo “arreglar” los “errores” de su predecesora.
Pero la urgente necesidad de equilibrar las cuentas y eliminar el enorme agujero de las finanzas públicas significa inevitablemente que el pueblo británico se enfrenta a un nuevo periodo de austeridad, recortes y ataques al nivel de vida.
Millones de hogares británicos se ven obligados a elegir entre mantener las luces encendidas o poner comida en la mesa. La flagrante diferencia entre ricos y pobres nunca ha sido tan evidente como ahora. Y esto aviva el fuego del resentimiento y la ira.
Hay muchos indicios de un cambio de conciencia en Gran Bretaña, como el hecho de que el 47% de los votantes tories estén a favor de nacionalizar el agua, la electricidad y el gas, lo que contradice directamente las políticas de libre mercado del gobierno Tory.
Tras muchos años de ataques sin precedentes contra los salarios y el nivel de vida, los trabajadores no están de humor para aceptar más imposiciones. Las contradicciones entre las clases se agudizan cada día.
Los Tories están divididos en varias líneas y cada vez más desmoralizados, volviéndose unos contra otros a medida que se acumulan las presiones de la crisis / Imagen: Socialist Appeal
La indignación se refleja en un número cada vez mayor de huelgas: ferroviarios, estibadores, carteros, basureros e incluso abogados penalistas ya se han declarado en huelga. Y les siguen otros como los profesores y las enfermeras.
Cada vez se habla más de la coordinación de la acción sindical. ¿Habrá una huelga general en Gran Bretaña? Es imposible predecirlo. Lo único que se puede decir con cierto grado de certeza es que ni el gobierno ni los dirigentes sindicales la desean, pero como se dan todas las condiciones objetivas para que se produzca, podrían caer en ella.
La reactivación de la lucha económica es un acontecimiento importante. Pero tiene sus limitaciones. Trotsky señaló que incluso la huelga más tormentosa no puede resolver los problemas más fundamentales de la sociedad, por no hablar de las que son derrotadas.
Incluso cuando los trabajadores consiguen un aumento salarial, éste queda rápidamente anulado por nuevas subidas de precios. Por lo tanto, en algún momento, el movimiento tendrá que adquirir una expresión política. Pero, ¿cómo conseguirlo?
Los laboristas y los conservadores
Durante un tiempo, el Partido Laborista había virado bruscamente a la izquierda bajo Jeremy Corbyn. En realidad, la clase dominante había perdido el control de los dos grandes partidos: de los laboristas a los reformistas de izquierda y de los tories a los chovinistas de derechas partidarios del Brexit.
Como resultado de la vergonzosa capitulación de la izquierda, la derecha ha logrado recuperar el control del Partido Laborista, algo que incluso los observadores burgueses más optimistas consideraban casi imposible.
Ahora los Tories están desacreditados y en crisis. Están divididos en diferentes líneas y cada vez más desmoralizados, atacándose unos a otros a medida que las presiones de la crisis se acumulan, precisamente cuando la clase dominante necesita un gobierno unificado para llevar adelante sus ataques a la clase obrera.
Las políticas del nuevo gobierno representan una combinación de recortes y subidas de impuestos que afectará no sólo a los trabajadores sino a amplias capas de la clase media. Es una receta acabada para la lucha de clases. Y cualquier cosa que hagan ahora los Tories será un error.
La nueva administración tory está intentando evitar convocar elecciones porque saben que serían aniquilados. Los laboristas llegarían al poder, no gracias a Starmer, sino a pesar de él.
Por su parte, Starmer no está muy entusiasmado con la idea de encabezar un gobierno laborista mayoritario, ya que eso le privaría de cualquier excusa para no llevar a cabo políticas en interés de la clase trabajadora. Su política consiste en amortiguar las expectativas y prometer lo menos posible.
Ni siquiera se excluye que pueda haber una escisión abierta en el Partido Tory, con la facción de derechas separándose para formar un nuevo partido Brexiteer, posiblemente junto con Nigel Farage. Eso podría llevar a la formación de un “gobierno de unidad nacional”, con una alianza de los laboristas con los liberales y los tories moderados.
De una forma u otra, la clase obrera tendrá que volver a aprender algunas lecciones dolorosas en la escuela de Sir Keir y la camarilla derechista que ahora controla el Partido Laborista, que son políticos burgueses en todo menos en el nombre.
La derecha ha llevado a cabo una purga a fondo del Partido, con el fin de evitar cualquier posibilidad de que se repita el asunto Corbyn. Pero una vez que los laboristas estén en el gobierno, estarán bajo la presión tanto de las grandes empresas como de la clase obrera.
Como fiel servidor de los banqueros y capitalistas, Starmer no dudará en llevar a cabo políticas en su interés. Pero cualquier intento de aplicar una política de recortes y austeridad provocará una explosión de ira, que acabará por encontrar una expresión dentro del Partido Laborista, empezando por los sindicatos, que, a pesar de todo, siguen manteniendo su vínculo con el partido. Serán necesarios grandes acontecimientos para obligar a la gente a aceptar el hecho de que ya no es posible volver a lo que había antes.
En Escocia, el laborismo perdió su bastión hace mucho tiempo. El Partido Nacional Escocés – el partido más grande de Escocia – se encuentra en un estado de turbulencia, habiendo perdido 30.000 miembros desde 2021 debido al estancamiento estratégico sobre la cuestión nacional. Sin embargo, la clase trabajadora y, en particular, los jóvenes, la mayoría de los cuales apoyan la independencia, no están volviendo al laborismo en números significativos, sino que están buscando un camino a seguir. En estas condiciones se abrirán grandes oportunidades para la tendencia marxista.
Crisis de la clase dominante
La clase dominante tiene los dirigentes que se merece. No es casualidad que en todas partes haya una crisis de liderazgo de la clase dominante, demostrada por las escisiones abiertas en la cúpula, en EEUU, en Gran Bretaña, en Brasil, en Pakistán.
Pero las razones de esta crisis de liderazgo están enraizadas en la propia situación. La crisis actual es tan profunda que prácticamente excluye cualquier margen de maniobra en la cúpula. Como observó Lenin, un hombre al borde de un precipicio no razona. Incluso a los dirigentes más inteligentes y capaces les resultaría imposible salir airosos de este marasmo.
Aun así, la calidad de la dirección sigue desempeñando un papel importante. En una guerra, a veces un ejército se ve obligado a retirarse. Pero con buenos generales, un ejército puede retirarse en buen orden, conservando la mayoría de sus tropas para combatir otro día, mientras que los malos generales convertirán una retirada en una desbandada.
Basta señalar a Gran Bretaña en la actualidad para demostrar lo acertado de esta afirmación.
Crisis de la democracia burguesa
Nuestra época -la época del imperialismo- se caracteriza sobre todo por la dominación del capital financiero. Todos los gobiernos, nada más entrar en funciones, son informados de que el ministro de finanzas debe ser “aceptable para los mercados”.
La experiencia del efímero gobierno de Truss en Gran Bretaña sirvió para ilustrar la naturaleza totalmente ficticia de la democracia burguesa formal en la época actual. En el caso de Gran Bretaña, los mercados eligieron tanto al ministro de finanzas como al primer ministro, evitando así al pueblo británico la dolorosa necesidad de elegir a nadie.
Tras la sonriente máscara del liberalismo se esconde el puño de hierro del capitalismo monopolista y la dictadura de los banqueros. Este puede ser usado en cualquier momento para destruir cualquier gobierno que no obedezca los dictados del Capital.
Eso se aplica obviamente a los gobiernos de izquierda, como en el caso de Grecia. Pero también puede aplicarse a los de derechas, como pronto descubrió la Sra. Truss a su costa. Un gobierno que aplicaba políticas que no gustaban a los burgueses fue destituido sin contemplaciones.
Aquí tenemos una prueba muy clara de quién manda realmente. El mercado manda. El resto es puro engaño y tomadura de pelo. Esto es perfectamente natural. Incluso en las condiciones más favorables, la democracia burguesa siempre fue una planta muy frágil.
Sólo podía existir allí donde la clase dominante era capaz de otorgar ciertas concesiones a la clase obrera que, hasta cierto punto y durante un periodo limitado, servían para mejorar las condiciones de las masas y, por tanto, para embotar el filo de la lucha de clases e impedir que sobrepasara ciertos límites.
Tras la máscara sonriente del liberalismo, se esconde el puño de hierro del capitalismo monopolista y la dictadura de los banqueros / Imagen: In Defence of Marxism
Las “reglas del juego” debían ser aceptadas por todos, y las instituciones existentes (el parlamento, los políticos, los partidos, el Estado, la policía, el poder judicial, la “prensa libre”, etc.) gozaban de cierta autoridad y respeto.
Durante mucho tiempo, en los países capitalistas avanzados de Europa y Norteamérica, este modelo tuvo éxito en lo esencial. Pero ahora las condiciones han cambiado y todo el edificio de la democracia burguesa formal está siendo puesto a prueba hasta su destrucción.
Dondequiera que se mire, se ven pruebas claras de la agudización de las contradicciones de clase que están desgarrando el tejido de la sociedad. Las tendencias centrífugas se manifiestan en la esfera política en el hundimiento del centro político, que es la expresión más clara de la polarización social.
América Latina
Toda América Latina parece un volcán a punto de estallar. Sus economías están siendo castigadas por la revalorización del dólar estadounidense, que encarece el coste de la deuda existente y hace más onerosa la financiación adicional.
Esto puede desembocar en una crisis generalizada de la deuda como la de los años ochenta. Quizás la más vulnerable de las economías latinoamericanas sea ahora Argentina. Pero varios países están ya al borde del impago.
América Latina fue la región del mundo más afectada por el impacto social y económico de la pandemia de Covid-19, que golpeó tras un periodo de estancamiento económico. Antes de la pandemia asistimos a movimientos de masas en varios países que adquirieron proporciones insurreccionales en varios de ellos, especialmente en Ecuador y Chile en octubre y noviembre de 2019.
El confinamiento por la pandemia cortó parcialmente ese proceso, pero ahora las cuestiones fundamentales se están reafirmando de nuevo. Vimos el movimiento histórico del paro nacional en Colombia en 2021 y luego otro paro nacional en Ecuador en 2022.
Las masas volvieron a las calles en gran número en Haití y otros países. Si la clase obrera no tomó el poder en Chile, Ecuador y Colombia fue sólo por la ausencia de una dirección revolucionaria.
En el período anterior, durante el auge de las materias primas, Evo Morales, Correa, Néstor Kirchner e incluso Chávez, fueron capaces hasta cierto punto de aplicar políticas sociales. Pero eso se acabó en 2014 con la desaceleración de China.
Ahora, gobiernos políticamente afines se enfrentarán en cambio a una profunda crisis económica del capitalismo. Su margen de maniobra será mucho menor. Este será también el caso del Gobierno de Lula en Brasil.
Brasil
El desempleo en Brasil se sitúa oficialmente en torno a los 11 millones de personas, pero el número real de desocupados es mucho mayor. Las últimas cifras muestran que alrededor del 30% de la población vive en la pobreza, un fenómeno que aumentó significativamente durante la pandemia. Y con una inflación creciente – que ronda ahora el 8% – esta situación está destinada a empeorar.
La población está extremadamente polarizada, con una pobreza creciente en un extremo y la concentración de la riqueza en manos de una pequeña minoría de superricos en el otro. Esta polarización se refleja en la situación política. En las elecciones de 2022, las comunidades más pobres del norte y el noreste votaron masivamente a Lula, mientras que en el centro y el sur, más ricos, se impuso Bolsonaro.
Sin embargo, debido a la posición abiertamente colaboracionista de clase de Lula, y a su giro a la derecha durante la campaña electoral, Bolsonaro pudo captar una capa significativa del electorado de clase trabajadora.
Ya en 2018, fue la austeridad de Dilma la que preparó la victoria de Bolsonaro, que pudo presentarse demagógicamente como el candidato del “pueblo”. Este elemento estuvo presente en las elecciones de 2022, y también explica por qué Bolsonaro sacó resultados mucho mayores de lo que los encuestadores predijeron en un principio.
La campaña de Lula carecía de cualquier contenido que pudiera atraer seriamente a los trabajadores y a los pobres sobre una base de clase.
Los trabajadores aprovecharon las elecciones para librarse del odiado Bolsonaro. Pero estas esperanzas se verán frustradas por la dura realidad de la crisis del capitalismo en Brasil. Una vez que tengan la experiencia de Lula en el poder en un período de grave crisis capitalista, empezarán a sacar la conclusión de que tienen que empezar a tomar las cosas en sus propias manos, con huelgas, protestas callejeras y movimientos juveniles, como hemos visto en muchos otros países.
Fracaso de los gobiernos “progresistas
Los gobiernos de “izquierda” y “progresistas” en el poder han revelado crudamente sus limitaciones en un periodo de grave crisis económica del capitalismo. Es el caso del gobierno de Fernández y Kirchner en Argentina, que ha firmado un acuerdo con el FMI que implica severas políticas de austeridad.
En Chile, Boric ha continuado con la política de militarización de las zonas mapuche y ha llevado a cabo una política fiscal de recortes para reducir el déficit. En México, López Obrador ha hecho todo tipo de acuerdos con EE.UU. sobre migración, ha sacado al Ejército a la calle para ocuparse de la seguridad, etc.
En Perú, Castillo hizo una concesión tras otra a la clase dominante y a las multinacionales. Esto sólo sirvió para minar su propio apoyo, sin apaciguar a la clase dominante, le destituyó de una vez por todas.
Todos estos gobiernos tenían una idea común, la del “anti-neoliberalismo”. Esta es la noción utópica de que se puede gobernar en interés de los trabajadores y los campesinos dentro de los límites del capitalismo. Pero el “neoliberalismo” no es una opción política, sino simplemente la expresión del callejón sin salida del capitalismo actual a escala mundial.
En Perú, Castillo hizo una concesión tras otra a la clase dominante y a las multinacionales / Imagen: Presidencia de la República del Perú
No es posible aplicar un conjunto diferente de políticas sin desafiar la dominación de la clase dominante y del imperialismo. Esa es la debilidad fatal de todos estos gobiernos supuestamente progresistas. Es esta contradicción central la que prepara el terreno para nuevas explosiones sociales de masas en América Latina. Los levantamientos revolucionarios están a la orden del día.
Cuba en la encrucijada
Cuba se enfrenta a la situación más difícil desde la revolución de 1959. Desde el punto de vista económico, vemos los golpes combinados del endurecimiento de las sanciones estadounidenses por parte de Trump, el impacto de Covid en el turismo, los altos precios de la energía, todo lo cual se suma al bloqueo estadounidense de décadas, y la mala gestión e ineficiencia del gobierno burocrático.
La situación se agrava aún más por las políticas pro capitalistas de la burocracia cubana, que, desesperada por encontrar una salida al estancamiento, mira hacia China y Vietnam.
Este es el telón de fondo en el que pueden desarrollarse las protestas antigubernamentales. Después de 10 años de discutir las reformas económicas, la situación no ha mejorado, sino que ha empeorado.
Una parte de la población ha perdido toda esperanza, decenas de miles emigran y otros han perdido toda confianza en el gobierno y la burocracia. En este contexto se han producido protestas, las mayores desde 1994. Sin embargo, es necesario analizar el contenido de estas manifestaciones.
En ausencia de una dirección revolucionaria consciente, el comprensible descontento de las masas puede presentar un caldo de cultivo favorable para un apoyo popular a la contrarrevolución capitalista.
Por otro lado, hay un sector importante de la población que apoya la revolución, tiene un fuerte sentimiento antiimperialista y rechaza la contrarrevolución. Entre esta capa también crece la crítica contra la burocracia.
Nuestra tarea es explicar pacientemente, a los elementos más avanzados entre ellos, que el único camino para la defensa de la revolución es la lucha por la democracia obrera y el internacionalismo proletario.
África
Amplias zonas de África viven actualmente un periodo de extrema turbulencia e inestabilidad. De los 60 países que el FMI considera “sobreendeudados o en peligro de sobreendeudados”, 50 es en África. Alrededor de 278 millones de personas -aproximadamente una quinta parte de la población total- pasaron hambre en 2021, un aumento de 50 millones de personas desde 2019, según cifras de la ONU. Sobre la base de las tendencias actuales, se prevé que esta cifra aumente a 310 millones en 2030.
Este es el telón de fondo de la inestabilidad social y política general y de las turbulencias que se han extendido por todo el continente. Se han producido movimientos de masas, golpes de Estado, guerras y guerras civiles en Mali, Níger, Burkina Faso, Chad, Sudán, Etiopía, Guinea-Bissau, Guinea y toda la zona del Sahel.
Estos conflictos han impulsado en parte la cifra récord de 100 millones de personas obligadas a abandonar sus hogares hasta el 2022. Los conflictos en Ucrania, Myanmar, Yemen y Siria también han contribuido a esta cifra. Sin embargo, el problema de la migración forzosa es especialmente grave en el África subsahariana debido a la crisis medioambiental. Según un informe reciente, dos tercios de los 27 países que se enfrentan a “amenazas ecológicas catastróficas” se encuentran en esta parte del mundo, y todos menos uno de los 52 países del África subsahariana sufren “estrés hídrico extremo”. Las presiones combinadas de la crisis medioambiental, los conflictos y las migraciones forzosas tendrán un efecto cada vez más desestabilizador, en todo el continente y más allá.
Nigeria
Nigeria, la mayor economía del continente, no está en absoluto al abrigo de esta inestabilidad. A pesar de sus inmensos recursos petrolíferos y minerales, 70 millones de personas siguen viviendo en la extrema pobreza.
La corrupta y degenerada élite gobernante es completamente incapaz de resolver ninguno de los problemas del capitalismo nigeriano. Los dos principales partidos del país, el gobernante All Progressives Congress Party y el principal partido de la oposición, el PDP, están totalmente desacreditados entre amplias capas de la sociedad.
En 2020, el país se vio sacudido por el movimiento juvenil de masas “EndSARS”. Este maravilloso movimiento, liderado en gran medida por los jóvenes, comenzó como reacción al asesinato de un joven en eñ Ughelli Delta a manos de la Brigada Especial Antirrobo (SARS) de la policía nigeriana.
En 2020, Nigeria se vio sacudida por el movimiento juvenil masivo “Acabemos con el SARS” / Imagen: Kaizenify
El movimiento se extendió como la pólvora a casi todos los estados del sur del país. Este movimiento expresaba la ira, la frustración y el descontento acumulados de la juventud nigeriana, que ha sido la más afectada por la crisis del capitalismo.
Pero aunque el movimiento acabó por extinguirse, ninguno de los problemas subyacentes que lo originaron se ha resuelto. La crisis económica mundial, el aumento de la inflación y el hecho de que millones de personas más vayan a engrosar las filas de los pobres, preparan el escenario para nuevas oleadas de lucha de clases a un nivel aún más alto.
Sudáfrica
Sudáfrica es el país clave del continente africano. Tiene una economía relativamente bien desarrollada y una infraestructura avanzada. Es uno de los mayores exportadores de minerales del mundo. También cuenta con sectores manufactureros, financieros, energéticos y de comunicaciones bien establecidos. Sobre todo, desde un punto de vista marxista, tiene un proletariado numeroso y poderoso con una maravillosa tradición de lucha.
Todos los elementos necesarios para la creación de un país próspero están presentes. Sin embargo, la mayoría de la población vive en la precariedad. El desempleo real asciende a la escalofriante cifra de 10,2 millones de personas y la mitad de la población vive en la pobreza.
Durante décadas, el ANC fue un pilar de estabilidad para el capitalismo sudafricano. Pero años de escándalos de corrupción y ataques a la clase trabajadora han corroído su autoridad y lo han sumido en la crisis más profunda de su historia.
Mientras su apoyo ha ido disminuyendo, internamente ha descendido a interminables guerras de desgaste entre diversas facciones burguesas que están dividiendo al partido, al tiempo que lo separan cada vez más de las masas que solían verlo como suyo.
El desarrollo particular de la lucha de clases y el desarrollo de las fuerzas políticas en Sudáfrica históricamente, significa que la clase dominante no tiene un segundo partido en el que apoyarse.
A medida que las condiciones económicas preparen un nuevo auge de la lucha de clases, a la clase dominante le resultará más difícil utilizar el peso de los dirigentes del ANC para frenar el movimiento.
Pakistán
Pakistán se enfrenta a una aguda crisis financiera y corre el riesgo de impago de su deuda externa de 130.000 millones de dólares. Las reservas de divisas han caído a uno de los niveles más bajos de la historia. La inflación está en su nivel más alto desde la independencia. La inflación de los alimentos y el combustible supera el 45%.
Y encima tenemos el impacto de las inundaciones más catastróficas de la historia de la nación. Millones de personas viven una situación dramática de hambre, falta de agua potable, falta de vivienda y pobreza abyecta.
El primer ministro Sharif ha recurrido al FMI para obtener paquetes de rescate, pero los graves daños infligidos por las inundaciones generalizadas hacen que ni siquiera los préstamos del FMI sean suficientes para tapar el agujero de las finanzas pakistaníes.
Mientras tanto, el régimen está dividido y en crisis, con facciones rivales que luchan entre sí como gatos en un saco, mientras el poder real sigue firmemente en manos de los generales.
El gobierno actual, dirigido por Shahbaz Sharif, está preocupado principalmente por eliminar al partido de Imran Khan de las asambleas provinciales y reforzar su propio control del poder.
El desesperado intento de Khan de restablecer su posición fue bloqueado por los militares, que intentaron eliminarlo de la escena por el simple expediente de un asesinato (fallido).
Esto ha provocado la desconfianza generalizada del grueso de la población hacia todos los partidos, a los que ven correctamente como otros tantos gángsters. Teniendo en cuenta todos estos factores, no se puede descartar en absoluto un estallido de protestas masivas como las de Sri Lanka en 2022.
El intento desesperado de Khan de restablecer su posición fue bloqueado por el ejército / Imagen: Instituto Estadounidense de la Paz, Wikimedia Commons
Comentando la catastrófica situación actual, el propio Khan dijo: “Durante seis meses he sido testigo de cómo una revolución se apoderaba del país… [La] única pregunta es si será una revolución suave a través de las urnas o una revolución destructiva a través del derramamiento de sangre”.
Sus palabras pueden resultar más proféticas de lo que él mismo cree.
La razón se convierte en sinrazón
Cuando la mayoría de la gente contempla la situación actual, llega a la conclusión de que el mundo se ha vuelto loco. Las masas sienten en su corazón y en su alma que algo va mal, que algo no funciona, que “el tiempo está fuera de quicio”, por citar a Hamlet de Shakespeare. Pero no saben de qué se trata.
Lo que quieren decir con esto es que no pueden encontrar ninguna explicación racional a lo que está ocurriendo. En cierto sentido, cuando atribuyen todo a una especie de locura colectiva, no se equivocan. Pero es la locura la que está incorporada en el ADN del sistema capitalista. En palabras de Hegel, la Razón se convierte en Sinrazón.
Pero en otro sentido, más profundo, están equivocados. Creen que lo que está ocurriendo no se puede entender y se desesperan.
Pero, como el universo en general, todos los procesos que observamos tienen una explicación racional y pueden ser comprendidos. Para adquirir tal comprensión, es necesario poseer un método adecuado. Y ése sólo puede ser el método del pensamiento dialéctico: el método del marxismo.
Conclusiones
Lo descrito aquí no son más que las manifestaciones externas de una crisis existencial del capitalismo.
El sistema capitalista ya no es capaz de utilizar todas las fuerzas productivas -incluida la fuerza de trabajo de la clase obrera- que ha creado. Esto es un indicio de los límites a los que ha llegado el sistema capitalista.
Esto no significa que el sistema capitalista esté a punto de derrumbarse. Lenin explicó que los capitalistas siempre encontrarán una salida incluso a la crisis más profunda. La cuestión es: ¿a qué precio para la humanidad, y para la clase obrera en particular?
Una profunda recesión haría que el desempleo alcanzara proporciones históricas. Esto tendría las más profundas implicaciones revolucionarias. Esto ya lo entienden los estrategas del Capital.
A finales de septiembre pasado, el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, advirtió a los líderes internacionales de un inminente “invierno de descontento global” en un mundo acosado por múltiples crisis, desde la guerra de Ucrania hasta el calentamiento del clima.
“La confianza se desmorona, las desigualdades estallan, nuestro planeta arde”, dijo Guterres al inaugurar la Asamblea General anual. Era una valoración justa de la situación mundial. Pero no fue el único que llegó a una perspectiva sombría. La consultora de riesgos Verisk Maplecroft escribió en un informe el 2 de septiembre de 2022:
“El mundo se enfrenta a un aumento sin precedentes de los disturbios civiles a medida que los gobiernos de todo tipo lidian con los impactos de la inflación en los precios de los alimentos básicos y la energía”.
“Para los gobiernos incapaces de gastar para salir de la crisis, es probable que la represión sea la principal respuesta a las protestas antigubernamentales”, se lee en el informe de Verisk Maplecroft.
“Pero la represión conlleva sus propios riesgos, pues deja a las poblaciones descontentas con menos mecanismos para canalizar su disidencia en un momento de creciente frustración con el statu quo. En los países donde hay pocos mecanismos eficaces para canalizar el descontento popular, como medios de comunicación libres, sindicatos que funcionen y tribunales independientes, es probable que baje el umbral para que la población salga a la calle.”
¿Son imposibles las reformas?
Objetivamente hablando, el sistema capitalista ya no puede permitirse garantizar las reformas que conquistó la clase obrera en las décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial.
La burguesía se enfrenta ahora a un problema insuperable: ¿cómo conseguir que la clase obrera acepte la liquidación de esas conquistas? Eso está resultando tan difícil que la clase dominante se ve obligada a seguir sosteniendo un sistema que es insostenible.
Pero, ¿es correcto decir, como hacen algunos, que las reformas son ahora imposibles? No. Eso es incorrecto. Si se ve amenazada con perderlo todo, la clase dominante no dudará en conceder reformas, incluso reformas que “no puede permitirse”.
Durante el período de posguerra la burguesía de los países capitalistas avanzados pudo permitirse hacer concesiones porque había acumulado una capa de grasa. Se podría recurrir a esas reservas en tiempos de crisis, cuando la supervivencia del sistema esté en peligro.
E incluso si eso resulta insuficiente, pueden recurrir al endeudamiento, creando deudas masivas, que pueden hacer recaer sobre los hombros de las generaciones futuras para que las paguen. Y eso es justo lo que hicieron durante la pandemia, porque estaban aterrorizados por las posibles consecuencias sociales y políticas de un colapso económico general.
Así que recurrieron a los métodos keynesianos, que los economistas habían relegado previamente al basurero de la historia. Durante la pandemia gastaron sumas exorbitantes. Pero se quedaron con deudas enormes que tarde o temprano tendrán que pagar. Y así sigue siendo.
Lo que sí se puede decir es que la burguesía no puede permitirse hacer ninguna reforma significativa y duradera. Lo que dan con una mano, lo recuperan con la otra. La inflación anula rápidamente cualquier aumento salarial. Y la acumulación de deuda no hace más que acumular contradicciones aún mayores para el futuro.
La inflación provocará una oleada de huelgas y una intensificación de la lucha económica.
Por el contrario, una profunda recesión llevaría a una reducción de la actividad huelguística, pero la amenaza de cierres de fábricas puede llevar a ocupaciones, y habría un giro hacia el frente político.
No se puede descartar que al final, ante la oposición de las masas a la austeridad, los burgueses se vean obligados a retroceder, optando en su lugar por un ataque indirecto.
Tanto la inflación como la deflación son ataques contra la clase obrera. La diferencia es que la inflación es un ataque indirecto, mientras que la deflación (desempleo) es un ataque directo. Desde el punto de vista de los trabajadores, se trata de elegir entre una muerte lenta en la hoguera o una muerte rápida en la horca. Ninguna de las dos es aceptable. Y ambas conducirán a una explosión de la lucha de clases.
Desigualdad
En un informe reciente, el Banco Mundial predijo que, a menos que se produjera un fuerte repunte de la economía mundial, se calcula que 574 millones de personas, o alrededor del 7% de la población mundial, seguirían viviendo con sólo 2,15 dólares al día en 2030, la mayoría en África.
Los obscenos beneficios de los ricos, en un momento en que millones de personas luchan por sobrevivir, provocan sentimientos de profunda y duradera injusticia / Imagen: Wikimedia Commons
En cambio, los ricos son cada vez más obscenamente ricos. En un reciente artículo de Bloomberg se hablaba de las perspectivas de un nuevo fenómeno llamado “bebés del fondo fiduciario del billón de dólares”, que seguramente aparecerá en la próxima década. Se trata de hijos de superricos que serán más ricos que algunos países pequeños desde su nacimiento.
“¿Cómo se puede hablar de igualdad de oportunidades”, señalaba el artículo, “cuando algunas personas heredan fortunas que superan las dotaciones de universidades enteras? ¿Y cómo se puede alabar la ética del trabajo cuando tenemos una clase ociosa permanente en constante expansión?”.
La realidad es la que Marx describió en El Capital: “La acumulación de riqueza en un polo es al propio tiempo, pues, acumulación de miseria, tormentos de trabajo, esclavitud, ignorancia, embrutecimiento y degradación moral en el polo opuesto, esto es, donde se halla la clase que produce su propio producto como capital.”
Los obscenos superbeneficios anunciados por Shell y otras grandes empresas energéticas, precisamente en un momento en que millones de personas luchan por sobrevivir, provocan sentimientos de profunda y duradera injusticia y amargura.
Las masas toman nota de estas flagrantes contradicciones, avivando el fuego ardiente del resentimiento y el odio hacia los ricos parásitos que, a su vez, alimentará la lucha de clases. Toda la situación está preñada de implicaciones revolucionarias. Ya podemos ver claras pruebas de ello.
Sri Lanka
Si quieres ver cómo es una revolución, sólo tienes que mirar la insurrección popular espontánea en Sri Lanka. Aquí vimos el colosal poder potencial de las masas. Y golpeó sin previo aviso, como un rayo caído de un cielo azul despejado.
Si alguien dudaba de la capacidad de las masas para hacer una revolución, ésta fue una respuesta rotunda. Los acontecimientos de Sri Lanka demostraron que, cuando las masas pierden el miedo, no hay represión que pueda detenerlas.
Sin dirección, sin organización y sin un programa claro, las masas tomaron las calles y derrocaron al gobierno con la facilidad con la que un hombre aplasta a un mosquito. Pero Sri Lanka también nos muestra algo más.
El poder estaba en las calles, esperando a que alguien lo recogiera. Hubiera bastado con que los líderes de las protestas dijeran: “Ahora tenemos el poder. Somos el gobierno”.
Pero esas palabras nunca se pronunciaron. Las masas abandonaron en silencio el palacio presidencial y se permitió el regreso del antiguo poder. Los frutos de la victoria se devolvieron a los viejos opresores y a los charlatanes parlamentarios.
El poder estaba en manos de las masas, pero se permitió que se les escapara de las manos. Es una verdad desagradable. Pero es la verdad.
La conclusión es ineludible. Sin una dirección correcta, la revolución sólo puede triunfar con gran dificultad y, la mayoría de las veces, no puede triunfar en absoluto.
Irán
La inspiradora revuelta revolucionaria de Irán ha sido otra sorprendente confirmación de lo anterior. Se produjo tras la muerte bajo custodia policial de Masha Amini, una mujer kurda de 22 años, detenida por la odiada policía de la moralidad supuestamente por “no llevar correctamente el hiyab”.
Pero no fue un hecho aislado. Ha habido muchas muertes de este tipo en Irán. En esta ocasión, sin embargo, se alcanzó un punto crítico en el que la cantidad se transformó en calidad.
La explosión que siguió se extendió inmediatamente a todas las grandes ciudades, llegando incluso a pequeños pueblos y aldeas que nunca antes habían sido testigos de ninguna manifestación. Los manifestantes eran en su inmensa mayoría jóvenes, y una gran parte eran chicas, no sólo de las universidades sino también de las secundarias.
Las fuerzas de seguridad respondieron con una represión brutal, cada vez más dura a medida que crecía el movimiento. En los numerosos y violentos enfrentamientos entre la juventud y las fuerzas de represión, murieron cientos de personas y miles más fueron detenidas.
En respuesta, las huelgas estudiantiles se extendieron a más de cien universidades y muchas escuelas. El aspecto más sorprendente de estas protestas fue la total falta de miedo por parte de la gente muy joven, especialmente de las chicas muy jóvenes.
El aspecto más sorprendente de las protestas en Irán fue la total falta de miedo por parte de gente muy joven / Imagen: Darafsh
Las alumnas de Irán empezaron a agitar sus pañuelos en el aire y a cantar contra las autoridades clericales. ¡Qué inspiración! Sus cánticos tenían a menudo un contenido abiertamente revolucionario, pidiendo el derrocamiento del régimen y “¡Muerte al Líder Supremo!”.
La brutal reacción del régimen no sólo ha radicalizado a la juventud, sino también a las organizaciones de trabajadores, y muchas se han declarado en huelga. Esta lista incluye a los camioneros, el Consejo para la Organización de Protestas de los Trabajadores de Contratas Petroleras, los trabajadores de Haft Tappeh, los trabajadores de la Compañía de Autobuses de Teherán, el Comité Coordinador de Profesores, entre otros.
Se crearon comités juveniles revolucionarios en todo el país, junto con llamamientos a la huelga general, que han sido apoyados por las organizaciones citadas anteriormente, así como por la mayoría de los sindicatos independientes. Hubo una serie de oleadas huelguísticas de los pequeños comerciantes, los bazaríes, que en el pasado fueron uno de los pilares más sólidos del régimen. Pero los obreros industriales aún no se han movido de forma decisiva, y éste es el talón de Aquiles del movimiento.
Todo esto es muy similar a los movimientos que se produjeron antes de la convulsión revolucionaria de 1979. Pero no está claro si el movimiento actual pasará a una fase superior.
Los trabajadores muestran gran simpatía y apoyo por la rebelión de la juventud, Pero si el levantamiento permanece aislado en la juventud, no puede tener éxito.
Un movimiento como éste no puede permanecer como está durante mucho más tiempo sin alcanzar el punto crítico en el que, o bien logrará derrocar al régimen, o bien sufrirá una derrota. Como en Sri Lanka, la cuestión más decisiva es el factor subjetivo: la dirección revolucionaria.
El factor subjetivo
La intensificación de la lucha de clases se deriva de este análisis con la misma inevitabilidad que la noche sigue al día. Pero el resultado de la lucha de clases nunca puede predecirse de antemano, porque se trata de una lucha de fuerzas vivas.
Como hemos explicado anteriormente, existen muchas analogías entre la guerra entre las clases y la guerra entre las naciones. En ambos casos intervienen factores objetivos y subjetivos. Y el factor subjetivo suele desempeñar un papel decisivo.
Nos referimos a cosas como la moral y el espíritu de lucha de las tropas y, sobre todo, la calidad de la dirección. El período actual se caracterizará por la intensificación de las luchas de clases y los levantamientos de masas. Pero lo que falta es una dirección revolucionaria.
El factor subjetivo es tan importante en las revoluciones como en cualquier guerra. ¿Cuántas veces en la historia de las guerras una gran fuerza de soldados decididos y valientes ha sido llevada a la derrota por oficiales cobardes e incompetentes cuando se ha enfrentado a una fuerza mucho menor de soldados profesionales disciplinados y entrenados dirigidos por oficiales audaces y eficaces?
Es este factor el que falta, o es extremadamente débil en la actualidad. Las fuerzas del marxismo genuino han retrocedido durante décadas por factores históricos que no necesitamos explicar aquí. Y la degeneración de los dirigentes reformistas y ex estalinistas ha alcanzado un punto bajo que habría parecido impensable en el pasado.
Por lo tanto, aunque podemos predecir con absoluta confianza que los trabajadores se levantarán en revuelta en un país tras otro, no podemos expresar el mismo grado de confianza con respecto al resultado de estas luchas.
El fracaso de la izquierda
Tomemos algunos ejemplos, empezando por Sanders en EEUU y Corbyn en Gran Bretaña. Estaban muy confundidos y obviamente tenían muchas limitaciones. Eso estaba muy claro para los marxistas desde el principio. Pero lo que está claro para nosotros no está necesariamente claro para las masas.
Sin embargo, desde nuestro punto de vista, ambos tuvieron un gran significado sintomático. Revelaron algo muy importante. Ambos actuaron como un catalizador que sacó a la superficie un profundo estado de ánimo de descontento con el establishment político y la sociedad existente que existía en las masas, pero que permanecía sólo latente porque carecía de un punto de referencia.
Los discursos de Sanders y Corbyn, que sonaban radicales, actuaron como un poderoso imán que permitió que los incoherentes y embrionarios instintos revolucionarios se expresaran de forma organizada. Este es un hecho muy importante, que tiene importantes implicaciones para el futuro.
El cuestionamiento general del sistema capitalista salió a la superficie y la palabra socialismo volvió al orden del día, algo muy positivo. Sin embargo, a fin de cuentas, se trató sólo de figuras accidentales que se toparon con sus propias limitaciones y fueron destruidas por ellas. Como resultado, los movimientos de masas que surgieron a su alrededor están ahora muertos.
Se podría decir lo mismo de Hugo Chávez, aunque fue más lejos que ellos y consiguió mucho más. Si hubiera podido evolucionar más de no haber muerto prematuramente es una pregunta que nunca podrá responderse. Pero también en su caso, la falta de claridad política jugó un papel fatal, como han revelado claramente los acontecimientos posteriores en Venezuela.
Los casos de Podemos en España y Syriza en Grecia proporcionan ejemplos aún más claros del desastroso papel de la llamada izquierda en la política. Cuanto más se acercan estos líderes al poder, más tímidos, cobardes y traicioneros se vuelven.
Los casos de Podemos en España y Syriza en Grecia ofrecen ejemplos aún más claros del desastroso papel de la llamada izquierda en política / Imagen: fair use
Su retórica radical sólo sirve para encubrir el hecho de que en realidad nunca cuestionan la existencia del sistema capitalista y, por lo tanto, cuando se encuentran en el gobierno, se ven obligados a operar sobre la base de sus leyes.
El resultado inevitable es la traición y la desmoralización de sus bases. La conclusión es evidente. Con los actuales dirigentes, habrá una derrota tras otra.
Pero eso es sólo una cara del proceso. Poco a poco, empezando por las capas más avanzadas, en particular la juventud, los trabajadores aprenderán de sus derrotas. Empezarán a comprender el verdadero papel del reformismo de izquierdas y se esforzarán por superarlo.
En muchos países hemos visto el surgimiento espontáneo de grupos de jóvenes que se autodenominan comunistas. Se trata de una evolución muy significativa, a la que debemos prestar mucha atención.
Similitudes y diferencias
Las condiciones económicas del próximo periodo se parecerán mucho más a las de los años 30 que a las que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. Pero hay diferencias importantes, principalmente porque la ecuación social ha cambiado.
Las reservas sociales de la reacción son mucho más débiles que entonces, y el peso específico de la clase obrera es mucho mayor. El campesinado ha desaparecido en gran medida en los países capitalistas avanzados, mientras que amplias capas de la antigua clase media (profesionales, trabajadores de cuello blanco, maestros, profesores universitarios, funcionarios, médicos y enfermeras) se han acercado al proletariado y se han sindicado.
Los estudiantes, que en el pasado proporcionaron las tropas de choque al fascismo, han virado bruscamente a la izquierda y están abiertos a las ideas revolucionarias. Sobre todo, la clase obrera, en la mayoría de los países, no ha sufrido derrotas graves desde hace décadas. Sus fuerzas están prácticamente intactas.
Además, la clase dominante se quemó los dedos con el fascismo en el pasado y no es probable que siga ese camino fácilmente. Lo que vemos es una creciente polarización política, hacia la derecha, pero también hacia la izquierda. Hay muchos demagogos de derechas e incluso algunos llegan al poder. Sin embargo, eso no es lo mismo que un régimen fascista, que se basa en la movilización de masas de la pequeña burguesía enfurecida, utilizada como ariete para destruir las organizaciones obreras.
Esto significa que la clase dominante se enfrentará a serias dificultades cuando intente hacer retroceder las condiciones de vida y eliminar las conquistas del pasado. La profundidad de la crisis significa que tendrán que intentar recortar y cortar hasta el hueso. Pero eso provocará explosiones en un país tras otro.
Mujeres y jóvenes
De este caos está surgiendo un nuevo nivel de conciencia. Hay un sentimiento instintivo entre la gente corriente, especialmente entre los jóvenes y las mujeres, de que “algo va mal en esta sociedad”, de que “vivimos en un mundo injusto”.
Hasta cierto punto, es el caso entre los trabajadores en general. Se ha ejercido una presión despiadada sobre los trabajadores para que aumenten la cantidad producida y reduzcan el tiempo necesario para producirla. Los salarios han ido siempre a la zaga de los aumentos de productividad. En Estados Unidos, los salarios reales no habían aumentado hasta hace poco durante un periodo de unos 40 años. Y con el retorno de la inflación, los salarios reales en los EEUU están de nuevo en declive.
Pero esta conciencia es más evidente, y más avanzada, en el caso de los jóvenes y las mujeres, que son quienes deben soportar la peor parte del peso de la crisis del capitalismo. Son las capas más explotadas y oprimidas de la clase.
En un país tras otro se han producido grandes movilizaciones de mujeres contra la prohibición del aborto / Imagen: Ogólnopolski strajk kobiet
En un país tras otro, se han producido grandes movilizaciones de mujeres contra la prohibición del aborto, desde EEUU hasta las católicas Polonia e Irlanda. Argentina y Chile también han visto movimientos de masas por el derecho al aborto. En México, donde el trato inhumano y bárbaro a las mujeres ha alcanzado proporciones epidémicas, también ha habido movimientos masivos para protestar contra la violencia contra las mujeres. Este ha sido también un factor de radicalización política en el Estado español.
En este contexto, las consignas democráticas más elementales pueden adquirir rápidamente un contenido abiertamente revolucionario.
La expresión más clara de la revuelta de las mujeres se produjo en Irán, donde el movimiento de un enorme número de chicas jóvenes pasó rápidamente de las protestas contra el uso obligatorio del hiyab a la exigencia del derrocamiento revolucionario de un régimen monstruosamente opresivo.
Eso indica que se está produciendo el inicio de un nivel de conciencia totalmente nuevo. En estas circunstancias, existe una profunda sensibilidad entre estas capas ante cualquier manifestación de injusticia. Esto incluye la cuestión del racismo y la brutalidad policial, como vimos con el levantamiento de Black Lives Matter.
En todos los países, la juventud está al frente de la lucha. No es casualidad. Los acontecimientos han demostrado que un número cada vez mayor de jóvenes está dispuesto a salir a la calle para luchar contra el capitalismo.
De nuevo sobre la conciencia
Sería un error fundamental suponer que la mayoría de los trabajadores ven las cosas de la misma manera que nosotros. Ver todo el proceso histórico es una cosa, pero cómo las masas entienden ese proceso es otra, totalmente diferente.
La conciencia de la clase obrera está poderosamente influida por los cambios en la situación objetiva. Trotsky lo explicó brillantemente en un importante artículo titulado “El tercer período de los errores de la Comintern”.
Para algunos sectarios esta cuestión simplemente no se plantea. Para ellos, la clase obrera siempre está dispuesta a rebelarse. Eso es para ellos una constante que nada tiene que ver con los cambios en las condiciones objetivas. Pero no es así en absoluto.
Trotsky criticó duramente la idea planteada por los estalinistas en el tristemente célebre “Tercer Periodo”, y que todavía hoy repiten algunos insensatos ultraizquierdistas, de que las masas siempre están dispuestas a rebelarse, y que son sólo los aparatos burocráticos conservadores del movimiento obrero los que se lo impiden.
Trotsky criticó duramente la idea presentada por los estalinistas en el famoso “Tercer Periodo” / Imagen: dominio público
Trotsky desprecia esta idea y vale la pena citar extensamente sus palabras:
“La radicalización de las masas aparece descrita como un proceso continuo: las masas son hoy más revolucionarias que ayer, mañana serán más revolucionarias que hoy. Semejante mecanicismo no corresponde al verdadero proceso de desenvolvimiento del proletariado ni de la sociedad capitalista en su conjunto…
“Los partidos socialdemócratas, sobre todo en la preguerra, vislumbraban un futuro con un continuo incremento de votos socialdemócratas, que aumentarían sistemáticamente hasta el umbral de la toma del poder. Para un pensador vulgar o un seudorrevolucionario, esta perspectiva mantiene toda su vigencia; sólo que en vez de hablar de un continuo incremento de los votos, habla de la continua radicalización de las masas. Esta concepción mecanicista se apoya también en el programa Stalin-Bujarin de la Internacional Comunista.
“Demás está decir que, desde la perspectiva de nuestra época de conjunto, el proletariado sigue un proceso que avanza hacia la revolución. Pero no se trata de una progresión ininterrumpida, como no lo es el proceso objetivo de agudización de las contradicciones capitalistas. Los reformistas sólo ven el ascenso del capitalismo. Los “revolucionarios” formales sólo ven sus bajas. Pero el marxista contempla el proceso en su conjunto, con todas sus alzas y bajas coyunturales, sin perder jamás de vista su dinámica principal: las catástrofes bélicas, las explosiones revolucionarias.
“El estado de ánimo político del proletariado no cambia automáticamente en una misma dirección. La lucha de clases muestra alzas seguidas de bajas, marejadas y reflujos, según las complejas combinaciones de las circunstancias ideológicas y materiales, tanto nacionales como internacionales. Un alza de las masas que no es aprovechada o es mal aprovechada se revierte y culmina en un período de reflujo, del que las masas se recuperan tarde o temprano bajo la influencia de nuevos estímulos objetivos.
“La nuestra es una época que se caracteriza por fluctuaciones periódicas extremadamente bruscas, por situaciones que cambian de manera muy abrupta, todo lo cual configura, para la dirección, responsabilidades muy arduas en lo que hace a la elaboración de una orientación correcta.
“La actividad de las masas propiamente dicha se manifiesta de distintas maneras, según las circunstancias. En algunas épocas se puede observar a las masas empeñadas por entero en la lucha económica, demostrando muy poco interés por las cuestiones políticas. O bien, luego de una serie de derrotas en la lucha económica, las masas pueden dirigir abruptamente su atención a la política. En ese caso -tal como lo determinen la situación concreta y la experiencia anterior de las masas-, su actividad política puede manifestarse en la lucha exclusivamente parlamentaria o en la extra-parlamentaria.” (León Trotsky, Escritos, 1930)
Estas líneas son extremadamente importantes porque muestran que a partir de afirmaciones generales sobre la época es imposible deducir la etapa en que se encuentra la conciencia del proletariado o el movimiento concreto de la clase. Vemos aquí muy claramente el método de Trotsky, que no parte de fórmulas abstractas (“la nueva época”) sino de hechos concretos.
Todo tipo de cosas se combinan para dar forma a la conciencia de las masas en los países capitalistas avanzados, no sólo la situación actual o incluso la situación en la última década, sino el tipo de condiciones que se crearon durante un período de décadas después de la Segunda Guerra Mundial. Esto es particularmente cierto en el caso de la generación de edad más avanzada. La mentalidad de los jóvenes es otra cuestión. Ese es un debate aparte.
La conciencia de los trabajadores en Europa y EE.UU. ha sido moldeada durante décadas por lo que fue al menos un periodo de relativa prosperidad. El 15 de noviembre de 1857, Engels se quejaba en una carta a Marx:
“Las masas deben haberse vuelto condenadamente letárgicas después de una prosperidad tan larga”. Y añadía: “Es necesaria una presión crónica durante un tiempo para calentar a las poblaciones. El proletariado golpeará entonces mejor, con mejor conciencia de su causa y más unido…”
La clase obrera en general posee una colosal capacidad de aguante. Tolera incluso malas condiciones durante bastante tiempo antes de que se vuelvan absolutamente intolerables. Se necesita tiempo para que la cantidad se convierta en calidad. Y la conciencia, que es inherentemente conservadora, tarda un tiempo en ponerse al día con la realidad cambiante.
Durante todo un periodo, la inflación fue baja, lo que significaba que, aunque la tasa de explotación aumentaba, los salarios de los trabajadores podían comprar más que antes. Los trabajadores pudieron comprar coches, grandes televisores y otras mercancías, cuyo precio estaba bajando gracias a los avances tecnológicos y al aumento de la productividad del trabajo.
Los bajos tipos de interés también produjeron una expansión sin precedentes del crédito. Millones de personas pudieron comprar cosas que en realidad no podían permitirse, pero sólo endeudándose cada vez más.
Viendo lo mal que están las cosas ahora, y echando la vista atrás, es demasiado fácil tener una falsa percepción de lo bien que estaban las cosas en los viejos tiempos. Pero todo eso está amenazado ahora. Y eso es lo que está empezando a provocar un cambio fundamental en la conciencia.
El proceso molecular de la revolución
La cuestión de la inflación es un elemento clave para cambiar la actitud de la generación de más edad. Si bien es cierto que la juventud es la capa más radicalizada y más abierta a las ideas revolucionarias, se está desarrollando un estado de ánimo cada vez más airado entre todo tipo de personas. La gente que hasta hace poco pensaba que las cosas estaban bien y que la vida era estable y predecible, ahora se está llevando un buen susto.
Todo se está convirtiendo en lo contrario. Las condiciones de vida han empeorado repentinamente, y eso está cambiando la perspectiva de la gente. De repente, todo el mundo se queja. No consiguen llegar a fin de mes.
Antes, en Occidente, la patronal y los líderes sindicales llegaban a acuerdos de aumentos salariales anuales del uno o el dos por ciento, apenas a la par de la inflación, y los imponían a los trabajadores. Hoy en día, esos acuerdos supondrían importantes reducciones de los salarios reales. Cada vez más trabajadores tienen claro que, para mantener su nivel de vida, tendrán que organizarse y luchar. En todas partes se observa un notable aumento de las huelgas, que a menudo terminan con la victoria de los trabajadores.
En Gran Bretaña, cientos de miles de trabajadores de muchos sectores se han declarado en huelga; en Grecia, Bélgica y Francia hemos asistido a huelgas generales; en Estados Unidos, nuevos estratos, como los trabajadores de Starbucks, Apple y Amazon, están luchando por sindicarse y han emprendido acciones de huelga, y también tuvimos el conflicto de los ferroviarios. Por último, también vimos en Canadá cómo los ataques de Doug Ford contra los trabajadores de la educación de Ontario llevaron a una huelga ilegal y a los líderes sindicales a amenazar con una huelga general que derrotó la legislación de vuelta al trabajo, algo inédito en la historia canadiense. En todas partes, la clase trabajadora está empezando a despertar bajo el impacto de la crisis del coste de la vida.
La inflación también está teniendo un enorme impacto en los pequeños negocios, muchos de los cuales se ven abocados a la quiebra, y a los ancianos, que ven cómo el valor de sus pensiones se erosiona día a día. Ya ha habido manifestaciones masivas de pensionistas en España. Y gran parte de la volatilidad social que vemos en países como Italia es un fenómeno estrechamente relacionado.
En todas partes se observa un notable aumento de las huelgas, que a menudo terminan con la victoria de los trabajadores / Imagen: Socialist Appeal
Hay un sentimiento general de inseguridad y miedo al futuro que exacerba enormemente la inestabilidad política y social. Esto plantea grandes peligros a la clase capitalista, lo que explica por qué se ve obligada a tomar medidas muy arriesgadas en un intento de impedir desarrollos revolucionarios.
Cuando personas que antes no mostraban ningún interés por la política de repente empiezan a hablar de política en la parada del autobús o en el supermercado, es el comienzo de lo que Trotsky llamó el proceso molecular de la revolución.
Es cierto que carecen del análisis elaborado y científico que poseen los marxistas. Su comprensión de la política es algo elemental, tosco y subdesarrollado. Pero está guiada por un sentido elemental de injusticia, un sentimiento de que algo no funciona en la sociedad y de que algo tendrá que cambiar.
Es una conciencia de clase elemental que es el primer embrión de una conciencia revolucionaria. El elemento más importante de este cambio es el económico. Pero no es el único factor.
El desastre medioambiental
El sistema capitalista está conduciendo al mundo hacia una catástrofe medioambiental que se cierne sobre la mente de muchas personas. Para algunos, se trata de un problema existencial. Para naciones enteras, su futuro está en peligro.
En un extremo, está el problema de la sequía y la desecación de los ríos, que está teniendo un efecto devastador en las cosechas y en la producción de alimentos y, por tanto, en el aumento de la inflación.
En el otro, hay tormentas devastadoras, huracanes y terribles inundaciones, como hemos visto en países como Bangladesh y Pakistán, donde 33 millones de personas se vieron directamente afectadas.
En países como Somalia, han muerto más de tres millones de animales, lo que ha destruido los medios de subsistencia de millones de personas. En Brasil, la destrucción criminal de la Amazonia ha alcanzado niveles récord. Entre enero y junio de 2022 se talaron en la región unos 3.988 kilómetros cuadrados (1.540 millas cuadradas) de tierra. En el mismo periodo se destruyeron 3.088 kilómetros cuadrados de selva tropical.
También en los países capitalistas avanzados hay pruebas evidentes de condiciones meteorológicas más extremas. Muchas personas viven con el temor constante de que su casa se inunde o sea barrida.
En las grandes ciudades, el aire está envenenado con gases tóxicos, los ríos se ahogan con residuos químicos de fábricas, granjas y efluentes humanos, y los océanos se contaminan con toneladas interminables de plástico y otras basuras.
La explotación minera de los fondos marinos, antaño algo confinado a la ciencia ficción, se está convirtiendo en una realidad, con previsibles consecuencias catastróficas para el equilibrio ecológico del planeta y la biodiversidad. Y en todos los países el ritmo de extinción de especies vegetales y animales ha alcanzado niveles alarmantes.
Todas estas cosas remueven la conciencia de millones de personas, especialmente de los jóvenes. Pero la indignación moral y las manifestaciones airadas son totalmente insuficientes porque sin un diagnóstico correcto es imposible ofrecer ninguna solución.
Los burgueses han llegado, tarde, a la conclusión de que hay que hacer algo. Pero en el capitalismo todo está subordinado al afán de lucro y a los intereses de los monopolios. Por ejemplo, disfrazan con retórica ecologista políticas destinadas a proteger la industria estadounidense o europea frente a las mercancías procedentes de países con una legislación medioambiental “menos estricta” (China en primer lugar).
Fundamentalmente, todas sus políticas intentan descargar los costes de la crisis medioambiental sobre la clase trabajadora y los sectores más pobres de la sociedad. Mientras las multinacionales de la energía sigan obteniendo beneficios récord, las familias de la clase trabajadora se verán obligadas a pagar precios más altos por el combustible y también a sustituir sus coches y calderas. Al mismo tiempo, tendrán que pagar las cuantiosas subvenciones a las grandes empresas a través de impuestos más elevados.
Como resultado, a los ojos de una parte de la clase obrera, la “lucha contra el cambio climático” podría asociarse cada vez más con la austeridad capitalista y la crisis del coste de la vida. Esto podría hacer el juego a las fuerzas reaccionarias que niegan la existencia del calentamiento global antropogénico y promueven los combustibles fósiles. Para luchar contra esto, se necesita una política revolucionaria.
La catástrofe medioambiental es un claro resultado de la locura de la economía de mercado. Hay que subrayar que la existencia del capitalismo representa hoy una amenaza clara y actual para el futuro de la civilización humana.
Si el movimiento ecologista se limita a una política de gestos vacíos, se condenará a la impotencia. La única manera de alcanzar sus objetivos es adoptar una posición revolucionaria clara e inequívocamente anticapitalista. Debemos esforzarnos por llegar a los mejores elementos y convencerles de ello.
El papel de los marxistas
Principalmente como resultado de la debilidad del factor subjetivo, la crisis actual no tendrá una resolución rápida. Este retraso es ventajoso para los marxistas, porque nos dará el tiempo que necesitamos para reforzar nuestras fuerzas y construir una base sólida en la clase obrera y el movimiento obrero.
La crisis se prolongará en el tiempo, y habrá muchos flujos y reflujos de la lucha de clases. A momentos de euforia seguirán otros de cansancio, apatía e incluso desesperación. Pero en todos los casos, la clase siempre se levantará, dispuesta a renovar la lucha, no por razones mágicas, sino simplemente porque no tiene otra alternativa que luchar.
La clase obrera en su conjunto no aprende de los libros, sino de la experiencia. Pero aprende, tanto de las derrotas y los reveses como de las victorias. Ahora mismo está aprendiendo sobre las limitaciones del reformismo de izquierdas. Engels dijo una vez que los ejércitos derrotados aprenden bien sus lecciones. A lo que Lenin comentó: “Estas espléndidas palabras se aplican en mucha mayor medida a los ejércitos revolucionarios”.
Pero se trata de un aprendizaje muy largo y serán necesarias muchas experiencias futuras antes de que la clase deseche finalmente sus ilusiones en el reformismo (especialmente en su disfraz de “izquierda”) y llegue a comprender la necesidad de una revolución social total.
Nuestro papel no es dar lecciones a la clase obrera desde la barrera, sino participar activamente en la lucha de clases. Es tarea de los marxistas acompañar este proceso junto con la clase obrera, luchar hombro con hombro con los trabajadores y ganarse así su respeto y confianza.
Sin embargo, si éste fuera el único contenido de nuestra actividad, seríamos meros activistas y no tendríamos razón de existir como tendencia separada en el movimiento obrero.
Nuestro papel no es dar lecciones a la clase obrera desde la barrera, sino participar activamente en la lucha de clases / Imagen: Fightback
Nuestro papel más importante es ayudar a los trabajadores y a la juventud, empezando por la capa más avanzada, a sacar las conclusiones necesarias de su experiencia y a demostrar en la práctica la superioridad de las ideas marxistas.
Esto llevará algún tiempo, y debemos aprender las virtudes de la paciencia revolucionaria. No hay camino fácil. La búsqueda de atajos acaba invariablemente en graves desviaciones, ya sean de tipo oportunista o ultraizquierdista.
Recordemos que en 1917, en plena revolución, Lenin lanzó la consigna: ¡Explicar pacientemente! Tenemos las ideas correctas, que son las únicas que pueden señalar el camino de la victoria en la lucha de clases.
No se puede predecir el ritmo real de los acontecimientos. Pero el potencial para una intensificación explosiva de la lucha de clases existe en muchos países. No podemos decir dónde empezará. Puede ser Francia o Italia, o Irán, o Brasil. Indonesia, Pakistán, Argentina o incluso China.
Ya veremos. Pero lo principal es que abrirá nuevas posibilidades para la tendencia marxista, siempre que seamos capaces de aprovecharlas. Y eso depende de una sola cosa: de nuestra capacidad para hacer crecer nuestras fuerzas hasta el punto crítico en que seamos físicamente capaces de intervenir.
Eso, a su vez, depende del trabajo que hagamos ahora. Eso es lo que tenemos que hacer comprender a cada camarada. Nuestra consigna debe ser: todas las fuerzas en el punto de ataque. Y eso significa, precisamente, construir nuestras fuerzas.
Debemos trabajar incansablemente para construir las fuerzas que serán necesarias para llevar estas ideas a cada fábrica, a cada agrupación sindical, a cada escuela y universidad. Sólo así podrá construirse la futura dirección revolucionaria del proletariado.
Durante mucho tiempo hemos luchado contra la corriente. Nuestros cuadros se han endurecido y fortalecido en esa lucha. Estamos empezando a ganar el respeto de los obreros y jóvenes más avanzados. La autoridad política y moral de nuestra Internacional nunca ha sido tan alta.
¡Son conquistas colosales! Pero aún nos queda un largo camino por recorrer. Es un camino largo y difícil, y no todo será fácil. A momentos de euforia seguirán otros de decepción e incluso de desesperación. Debemos aprender a convivir con las dificultades y aceptar con la misma ecuanimidad alegre tanto las derrotas como los éxitos.
Pero la marea de la historia ha cambiado y ahora empezamos a nadar con la corriente, no contra ella. Los trabajadores y la juventud están mucho más abiertos a nuestras ideas que en cualquier otro momento. Todo el proceso se acelerará.
Nuestra Internacional se enfrentará a inmensas oportunidades mucho antes de lo que cabría esperar. Se abrirán muchas puertas. De nosotros depende aprovechar al máximo todas las posibilidades y demostrar que estamos a la altura de las grandes tareas que nos impone la historia.
El pasado domingo tuvieron lugar en Argentina las PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), un mecanismo de filtro que obliga a cada frente electoral alcanzar al menos el 1,5% del voto válido para concurrir a las elecciones, y que elige a sus candidatos en internas propias. Todo ello, de cara a las disputadas elecciones presidenciales y legislativas previstas para el próximo mes de octubre. Ofrecemos aquí el balance de nuestros camaradas argentinos.
Los resultados electorales de las PASO 2023 pusieron blanco sobre negro la compleja y contradictoria situación política, social y económica que viven las masas en Argentina.
La Libertad Avanza, del ultraderechista Javier Milei, fue la coalición política más votada: se impuso en 16 de las 24 provincias llegando a un 30% de los votos, mientras que en Juntos por el Cambio, la derecha tradicional, se impuso Patricia Bullrich sobre su otro candidato, Horacio Rodríguez Larreta, sacando de conjunto un 28,3%. De todas formas, si tomamos los resultados de Javier Milei (30%) en relación a Patricia Bullrich (17%), el primero la superó ampliamente, quitándole una gran cantidad de votantes que Bullrich deberá remontar en las elecciones generales de octubre.
En Unión por la Patria (ex Frente de Todos, peronismo y kirchneristas variados) se impuso Sergio Massa al otro candidato, Juan Grabois, logrando entre los dos un 27,3%.
Por su lado, en el frente de izquierdas, FIT-U, Mirian Bregman le ganó a Gabriel Solano, logrando un 2,7%.
Mientras que el ausentismo fue también el protagonista de la jornada electoral.
La participación ha sido del 69,6%, uno de los registros más bajos en elecciones presidenciales (primarias o no) desde el restablecimiento de la democracia burguesa en 1983, tras la dictadura militar, cayendo aproximadamente un 7% respecto a las últimas de 2019. En las primarias de 2019, la participación fue del 76,40%. Además, se registraron un 4,78% de votos en blanco y 1,21% de votos nulos. En total, fueron 1,4 millones de electores menos que en 2019, superando apenas en 1,2 puntos porcentuales la votación de los últimos comicios legislativos de 2021, cuando había restricciones por el COVID-19.
En realidad, no se puede hablar de una división del voto en “tres tercios” como levantó Cristina Fernández en su momento. Por el contrario, debemos hablar de cuatro cuartos, ya que los espacios políticos no vieron la enorme abstención, que ha impuesto un nuevo elemento en la situación política.
Si analizamos los números y cómo se pintó el país con los diferentes colores políticos, Milei, como señalamos más arriba, ha recibido en parte los votos de Juntos por el Cambio.
El Frente de Todos/Unión por la Patria se descalabró, perdiendo un caudal enorme de votos. En realidad, no hay peor política que la de los gobiernos reformistas aplicando medidas de ajuste, ya que la respuesta de las masas no se hace esperar.
Las elecciones se dieron en un contexto político, social y económico de bronca popular y hartazgo.
La devaluación de la vida en general, el desorden social, sumado a la violencia social y estatal, es la moneda corriente que viven los millones de mujeres y hombres a pie.
La inflación devora los aumentos salariales que se alcanzan. La liberación de las tarifas y el incesante aumento de precios de la canasta de alimentos hacen imprescindible dos o tres trabajos para arrimar comida a las mesas obreras, ya que no alcanza para llegar a fin de mes. Esto se suma al aumento de la pobreza hasta niveles inéditos y una economía informal que sube sostenidamente. Todas estas razones conforman el contexto y dan argumentos de sobra a la bronca acumulada de tiempo, que se expresó el domingo tanto en las urnas como en el ausentismo histórico.
No puede olvidarse, además, que la semana anterior a los comicios la violencia golpeó en la ciudad de Buenos Aires y Lanús con el asesinato de una niña de 11 años por dos delincuentes que le arrebataron el teléfono móvil, y el asesinato del activista social Facundo Molares en manos de la policía de Rodríguez Larreta, el derechista alcalde de Buenos Aires.
Pareciera que la burguesía empuja al país hacia una espiral disolutiva. Los capitalistas muestran claramente que no tienen techo en su avaricia ni escrúpulos en la carrera por obtener mayores ganancias, incluyendo la posibilidad de patear el tablero. Los bonos de la deuda en dólares se desploman en el mayor derrumbe desde la crisis de la deuda en pesos, con la salida de Martín Guzmán de junio de 2022. Las acciones iniciaron con caídas de hasta 15% y ya operan con ganancias, luego de los resultados del domingo y de las medidas del gobierno, siendo más que probable que entremos en un curso devaluatorio en los meses que vienen.
Apenas a unas horas del resultado de las PASO, el gobierno aumenta el dólar oficial imponiendo una devaluación del peso del 22%. El aumento de tasas por parte del Banco Central de Argentina llega a un interés del 118% y produce un aumento generalizado de los precios de la canasta de alimentos. El dólar en el mercado negro se dispara a niveles que empujan a la economía de millones de trabajadores a más miseria, llegando a cotizar a 715/730 pesos.
La economía en general, producto del encarecimiento de la vida, retrocede lentamente en medio de un proceso de estancamiento. No se saben los precios de las mercancías, por lo tanto, los capitalistas no venden y especulan a que suban más para sacar más ganancias, mientras quienes pagamos somos los trabajadores, los de abajo.
¿El electorado se derechiza?
El voto a Javier Milei dejó una estela sombría en el Frente de Todos/Unión por la Patria. Sigue la canturria de la “derrota cultural”, sumado a una serie de justificaciones del por qué ubicaron a su candidato, Sergio Massa, en el tercer lugar.
Milei, un candidato que pintó a la Argentina de violeta, el color de su campaña, no cuenta con una estructura en ninguna de las provincias del país, ni con un solo gobernador. Tampoco cuenta con el apoyo de lo más lúcido de la burguesía, mientras el FMI apostaba por un gobierno peronista, liderado por Sergio Massa. Aunque la candidatura de Sergio Massa llegó a las PASO golpeada por el desmadre de los precios y con un desprestigio creciente ante los ojos de las masas, el Fondo Monetario tiene conciencia que a quien aún le queda cierto “resto de autoridad” sobre la clase obrera, es al Peronismo.
Como también sabe que de ganar Bullrich o Milei y de aplicar los planes que dicen (ajuste brutal y represión), la situación política puede desembocar en una crisis revolucionaria, en línea con el 2001.
Siendo verdad que Massa ya se comprometió con el Fondo Monetario a llegar en 2024 a un “déficit cero”, el gobierno necesita los desembolsos del FMI por 10 mil millones de dólares para llegar a octubre.
Todo se desdibuja, no hay en los partidos del régimen diferentes fisonomías determinadas por los programas. Tanto los peronistas, como la derecha y la ultraderecha, parecen hablar las mismas palabras y compartir ideas similares.
En realidad, Milei cabalgó sobre el desprestigio del régimen político y de sus representantes. Sin embargo, antes de las elecciones parecía que se desinflaba por los escándalos de ventas de candidaturas a cambio de dólares, junto a polémicas declaraciones sobre diferentes temas que levantaron mucho polvo. De todas formas, primó la bronca de los de abajo para castigar a los partidos mayoritarios.
Milei denuncia a la casta política por corrupción y desgobierno, y en el último tramo de la campaña levantó de manera hipócrita la bandera del “que se vayan todos” de 2001. Una mezcla de bronca y discurso aparentemente antisistema.
En última instancia, dependiendo de la evolución económica, la clase dominante puede utilizar a personajes como Milei para instalar mediáticamente una agenda de guerra contra las masas.
El voto para un candidato que aparenta patear el tablero, como es el caso de Milei, es una expresión del repudio de la mayoría de los trabajadores hacia las instituciones del régimen político y hacia los dos partidos mayoritarios, el Partido Justicialista (peronista) y Juntos por el Cambio, que han gobernado estos últimos años, causando su desplome en las elecciones.
Pero lo que fracasó en realidad no fueron los trabajadores que tomaron esta herramienta para castigar al gobierno Peronista y a Juntos, sino la política de conciliación de clases de los dirigentes del Frente de Todos que cayó de maneras estrepitosa ante el Fondo Monetario, cediendo a las presiones del mismo.
Hay quienes intentan instalar la idea en el debate, de que hay un giro a la derecha de la sociedad, del electorado, y en consecuencia se ha instalado una nueva derecha en Argentina, pero esto es falso. Lo que fracasaron son los dirigentes del régimen que hundieron al país en la miseria y la degradación, asfixiando económicamente a millones de personas, no sólo en los 4 años de macrismo que endeudó al país, sino en los años del Frente de Todos que, por otros medios, continuó el ajuste, haciéndole el juego a la derecha y divorciándose de las masas día a día. Los grandes partidos del régimen se alejan de los millones de trabajadores y trabajadoras, y, como respuesta, los de abajo respondieron además con un ausentismo histórico. Los que fracasaron son el peronismo y el macrismo; fracasó el régimen político que en las elecciones y durante estos años no pudieron dar cuenta de los problemas más acuciantes que viven los millones de personas, los viejos, los jóvenes sin futuro, los trabajadores y trabajadoras que sólo tienen como futuro miseria y violencia estatal.
Las elecciones generales de octubre
Luego de los resultados de las PASO, Unión por la Patria va por todos los sectores que pueden serle afines para polarizar con Milei y por este camino entrar al ballotage; desde el peronista de derechas Schiaretti, hasta especulando que los votos del derechista Horacio Rodríguez Larreta –con una cara más “moderada” que la candidata vencedora de la derecha Patricia Bullrich– puedan ser captados por Sergio Massa.
Intentan presentar el tramo a octubre, hacia las generales, con la idea de “lograr un gobierno de unidad nacional en el cual estén todos los que están dispuestos a defender la democracia” (Agustín Rossi, candidato a vicepresidente de Massa), y, para ello la mejor figura que tenemos es Sergio Massa. Por lo tanto, la disyuntiva es dictadura versus democracia, para formular o levantar un “frente antifascista” en la experiencia pasada de transversalidad de Néstor Kirchner.
Para los progresistas ajustadores la lucha no es contra los capitalistas y sus representantes, aunque digan defender a los millones de trabajadores y una buena distribución de la riqueza. Y en efecto, no, no lo es. Para ellos, en nombre de poner en pie el país, quienes deben sacrificarse son los trabajadores, y en pos de poner en pie el país deben someterse a magros sueldos y a las peores condiciones de vida y trabajo.
Por su lado, Patricia Bullrich se prepara para octubre mostrando unidad con Larreta y Gerardo Morales, aduciendo que su bajo resultado se debió a la división interna que le hizo mucho daño. Mientras, se espera que Bullrich modere su discurso para quedar frente a Milei, sacándole votos a Massa.
La izquierda
Los resultados del FIT-U, junto al Nuevo MAS en las PASO del domingo pasado, obtuvieron un total de 777.000 votos. Comparándolas con los resultados de las PASO del 2019, ambas agrupaciones habían logrado 908.000 votos, o sea 131.000 votos más que en las elecciones de este domingo 14 de agosto. Esto representa una pérdida de votos del 15%.
El conjunto de la izquierda fue víctima de su propia política parlamentarista. Los choques en diferentes ocasiones entre sus partidos integrantes con dos candidaturas enfrentadas, a través de cartas desde uno y otro lado, sólo priorizaron los insultos en vez de discutir un programa que conecte con los millones de trabajadores y jóvenes del país, con sus anhelos y demandas más sentidas.
Un programa que debía ser discutido, dirimido en asambleas de base de los diferentes grupos que lo componen, además de convocar al conjunto de activistas y partidos de la izquierda para hacer una sola plataforma, que fuera presentada en los comicios de las PASO y en las generales. Que no solo sea la UNIDAD parlamentaria de la izquierda para denunciar a la burguesía y su régimen político “democrático”. Sino que sea además un espacio Unitario de convocatoria que llame a desconfiar de los representantes del régimen político y de sus instituciones. Haciendo un llamado a la organización consciente, en los barrios, en las fábricas y en las escuelas a los miles que luchan cotidianamente contra las grandes patronales. Preparando y potenciando los plenarios regionales y los organismos de autoorganización hacia un Congreso Obrero, preparando las condiciones para convocar a la Huelga General en las perspectivas de un Poder Obrero.
Por el contrario, priorizaron las disputas sin principios de los lugares o puestos dentro de las listas, eligiendo un método capitalista ajeno a las tradiciones de la democracia obrera.
En vez de conectar con el malestar y la bronca, capitalizando el descontento en los partidos mayoritarios, ubicando a Milei como un falso y oportunista profeta del gran capital, el FIT-U se colocó en la línea del cretinismo parlamentario.
La Unidad de la izquierda que la clase obrera necesita es la Unidad en base al programa revolucionario y es el programa quien depura a los centristas y oportunistas.
Se está preparando un aumento de la lucha de clases. Y la profundización de la crisis después de los resultados de las elecciones se va a dirimir en las calles, en las fábricas, las escuelas, las universidades, en los barrios y los lugares de trabajo a través de la lucha.
19 de Julio, día histórico, reinicio del ciclo de marchas contra la dictadura cívico-militar.
El día 19 de julio se desarrolló una de las manifestaciones más masivas de los últimos meses, la cual se venía convocando por todas las redes sociales, la llamada:”Toma de Lima”, que la derecha quiso desprestigiar y terruquear comparandola de forma distorsionada con la toma de la Bastilla en la revolución francesa y la toma del palacio de invierno en la revolución rusa.
Semanas previas al 19J la Policía Nacional del Perú (PNP), la presidenta y sus ministros criminalizaron la protesta en diferentes medios de comunicación. En un discurso, Dina Boluarte dijo: “Cuántas muertes más quieren”. Afirmando que si el pueblo sale a ejercer su legítimo derecho a la protesta sería cruelmente reprimido, como ocurrió con los casi 70 peruanos asesinados por la PNP en el ciclo de protestas realizadas entre diciembre y enero.
Por su parte, la PNP hizo lo suyo colocando a cientos de policías en las entradas de Lima quienes hacían detenciones arbitrarias ante la llegada de buses interprovinciales, cuyo objetivo era evitar a toda costa la aglomeración de manifestantes. A la par, también la PNP, sus principales coroneles y generales, se presentaban en los medios de TV declarando: “Hemos identificado a la camarada Vilma detrás de estás protestas”, todo ello como parte de la campaña de terruqueo. La pregunta qué nos hacemos es: Si ya los tienen identificados ¿Por qué no los capturan?¿Es que detenerlos no les es rentable para sus intereses? Hay muchas interrogantes puesto que el fujimorismo hace suya la derrota de este agrupamiento politico que utilizaba metodos terroristas, y que, junto al Estado contribyó al desangre del país, pero a la vez, en cada campaña electoral, hay “atentados terroristas” y salta nuevamente el fantasma del terrorismo y el terruqueo.
Lo cierto es que el día 19 de julio se desarrollaron las marchas a partir de las 10:00 horas en distintos puntos del centro de la ciudad, convocadas por organizaciones como la Central Única Nacional de Rondas Campesinas del Perú (Cunarc),la Confederación General de los Trabajadores del Perú (CGTP),quechuas y aymaras, diversos colectivos, mercados, así como la Federación de Pueblo Jóvenes de Construcción Civil, Macrocentro, Macro Sur, Macro Norte, y muchos otros gremios más.
Uno de los datos que cabe destacar es que se calcula que participaron aproximadamente entre 20.000 y 21.000 almas solo en Lima, lo cual la convierte en una de las marchas que mayor acogida ha tenido desde el 2020 tras la destitución que le hicieron al entonces presidente Vizcarra e imponiéndose Manuel Merino, cuyo mandato no duró más de una semana, y de las movilizaciones de diciembre-enero del año pasado.
La marcha del 19J no sólo fue en Lima —aunque tras ese nombre fue que se popularizó, “la toma de Lima”—, sino que también se realizó en las 26 regiones del país. Un dato importante que cabe señalar es la participación de la clase media limeña que fue convocada en gran parte por la periodista Rosa María Palacios (RMP) quien, mediante su programa en YouTube, hacía un llamado a la manifestación, a tener empatía con nuestros hermanos de otras regiones y a movilizarse por la indignación que generaba las tantas muertes y tantos abusos cometidos por la policía, dándole un toque liberal y humanitario a la lucha.
Por su parte, el rector de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI), Alfonso López Chau, también se manifestó y pidió a la población asistir a esta marcha respaldando las causas nobles del pueblo. Cabe señalar que este rector también en el ciclo de manifestaciones anteriores había dado acogida a universitarios de otras regiones, quienes llegaban a la ciudad luego de ser expulsados por la rectora de la universidad nacional mayor de San Marcos (UNMSM) Jeri Ramón Ruffne. El rector, en un acto humanitario, les ofreció en aquel momento un lugar donde poder residir en la ciudad universitaria la UNI.
De alguna manera estos personajes, tanto la señora RMP y el rector de la uni, fueron una especie de canal para que la clase media salga de ese limbo donde se mantenía y se manifieste en contra de este gobierno, en contra de este congreso y también sume fuerzas para evitar la terrible represión policial, sin embargo lo que pasa es que se está quitando del escenario los sectores más radicalizados del Sur del país.
Al ser un grupo social con mejores condiciones económicas, la policía lo ha pensado dos veces al momento de disuadir la marcha y en este inicio de protestas por lo menos no ha ocurrido ningún asesinato a causa del uso de la fuerza. No es que saludemos o estemos agradecidos que no nos maten pero vale la pena contrastar la actitud de las fuerzas opresoras para quienes el proletariado y el campesinado no tiene ningún valor y al momento de disparar actúan sin medida alguna, pero cuando clases más pudientes salen a marchar tienen mayor control del daño que puedan ocasionar. Esto lo han demostrado la misma fuerzas armadas puesto que en los días siguientes al 19J pudimos apreciar con total indignación como un grupo de efectivos desalojaba a unas mamitas que habían tomado la plaza San Martín haciendo uso de su derecho legítimo a la protesta. No solo fueron gaseadas con bombas lacrimógenas sino que al resistirse a estas mismas unos cuantos policías las arrojaron desde un monumento a más de metro y medio de altura contra el suelo, quedando golpeadas y adoloridas. ¿La policía haría lo mismo con los señoritos de Lima que visten de traje y corbata y de apellidos rimbombantes?
El 19 de julio ha sido apenas el inicio de una serie de marchas constantes, las siguientes se está desarrollando. En el centro de la ciudad hay marchas, manifestaciones, todos los días pero de las cuales las que se está pidiendo mayor convocatoria es para los días 27, 28 y 29 que son los días festivos de las fiestas patrias. Por ejemplo, durante el día 28 la señora Boluarte tiene que dar su mensaje presidencial en el congreso haciendo un balance desde la toma de su poder y un programa que llevará su gobierno hasta julio del 2024. El 29 de julio es la famosa parada militar donde todas las fuerzas armadas “le juran lealtad” a la presidente. Es por ello es de suma importancia que esta convocatoria que se está haciendo para estos días sea de mayor aglomeración para no darle ningún respiro a este gobierno usurpador, que las mismas encuestas han demostrado su total rechazo por parte de la población y la impopularidad de la que goza. Tanto el congreso como la presidenta, uno cada vez más desprestigiado que otro.
En esta misma línea de impopularidad y desprestigio el congreso de la república en estos días se encuentra en elecciones para elegir a su mesa directiva. Lo más irrisorio, indignante y repulsivo es que ha resultado la fusión en una de las listas, vemos el pacto que tienen a todas luces el fujimorismo y el cerronismo, ambos partidos de extrema derecha y de extrema izquierda. Una vez más, como dicen: los extremos se juntan.
En nuestro círculo de discusión que hemos desarrollado durante el 2022 ya veníamos advirtiendo de los guiños que hacían Keiko Fujimori y Vladimir Cerrón. En una entrevista dada a un medio argentino, por ejemplo, Cerrón hablaba acerca de pactar con el fujimorismo en contra de los caviares. Decía que podía abrazar al fujimorismo, no tenía ningún problema con ello con tal de luchar contra los caviares. Por esos días también había pactado con el fujimorismo para tener el control del Tribunal Constitucional, puesto que ambos líderes de estos partidos tienen juicios en proceso y buscaban con esto una táctica para disolver estos juicios y/o para eliminar esas condenas. Durante 2022 veíamos con asombro y asco como en muchos proyectos de ley o censuras, el fujimorismo y el Cerrorismo votaban en conjunto.
Hoy a todas luces ese pacto es evidente, palpable y programático. A raíz de este suceso militantes y cuadros políticos de Perú Libre empezaron a renunciar al partido. Por su parte, Vladimir Cerrón intentaba por todos los medios posibles, principalmente mediante su cuenta de Twitter, exponer los motivos e intentar suavizar este pacto dando ejemplos estúpidos. Por mencionar la mesa directiva donde fue miembro un izquierdista de gran trayectoria como fue Javier Diez Canseco, quien en plena dictadura fujimorista del 2001 integró una lista de derechas, es verdad. Pero esta misma lista no era para asociarse con el fujimorismo sino todo lo contrario, se vivía en una época de dictadura y era para formar un bloque fuerte con todos los movimientos sociales con todos los partidos incluso los de la derecha, no para repartirse el poder, no para hacerse de un escaño o ganar más dinero sino para acabar con la dictadura fujimorista.
JDC jamás hubiera pactado con el fujimorismo. Cerrón mediante Twitter pretendía tener alguna legitimidad y a su vez se victimiza que por ser de izquierda y provincia el bloque de izquierda lo estaba criticando y censurando y mientras a JDC por ser blanco y de una clase acomodada lo hacían pasar por paños tibios.
Qué ha demostrado los líderes del partido Perú libre seudo marxista, seudo leninista, que en realidad sólo son una sarta de oportunistas en el fondo: que los intereses del país no les importa puesto que ellos sólo velan por tener el poder y por engordar sus billeteras. Pactar con el fujimorismo es prácticamente pactar con la Alemania Nazi, es el mismo pacto que hizo Stalin y Hitler en el denominado pacto Riveentrop-Molotov. Pactar e ir de la mano con el fujimorismo es darle legitimidad, es olvidar el saqueo programático, es olvidar a los cientos y miles y miles de muertos en la década oscura de los años 90, es olvidar a los desaparecidos, es darle la mano al neoliberalismo traído por fujimori; en otras palabras, pactar con el fujimorismo es garantizar la putrefacción del país, de las instituciones y asegurar el continuismo y el saqueo por parte de la burguesía.
El Partido Comunista de Venezuela se enfrenta a una campaña de ataques, de calumnias y a un golpe para arrebatarle el registro legal y electoral a su dirección democráticamente electa, por parte del PSUV y el gobierno. El siguiente comunicado de solidaridad fue aprobado por unanimidad por la dirección de la Corriente Marxista Internacional en la reunión de su Comité Ejecutivo Internacional. Las secciones y grupos representados (de 30 países) aparecen al final del comunicado.
El Partido Comunista de Venezuela está siendo atacado actualmente por el PSUV en el poder y por el aparato del Estado venezolano. El objetivo de esta campaña es arrebatar la personalidad jurídica, uso de símbolos y tarjeta electoral del Partido a su legítima dirección, que fue elegida democráticamente en su XVI Congreso celebrado en 2022.
Para llevar adelante este plan de asalto se ha conformado un grupo de agentes que se hace llamar “PCV Patriótico”, compuesto en su mayoría por miembros del PSUV y ex militantes del PCV, que fueron expulsados de dicho partido en años pasados. Estas personas, el pasado 10 de julio, introdujeron una demanda legal ante el Tribunal Supremo de Justicia exigiendo el nombramiento de una nueva junta directiva del PCV compuesta por personas afines al partido de gobierno
Este mismo método ha sido utilizado anteriormente contra otros partidos de izquierda que forman parte de la Alternativa Popular Revolucionaria (APR), como el PPT, Tupamaros y otros.
Como parte de esta campaña, se han lanzado calumnias absurdas contra el PCV, como que ahora forma parte de la derecha proimperialista, recibe financiamiento desde la Casa Blanca o de corruptos como el ex ministro de petróleo Rafael Ramírez, hoy enfrentado al ala dominante del PSUV.
La Corriente Marxista Internacional quiere expresar su total solidaridad con los camaradas del PCV ante las amenazas de asalto antidemocrático en contra de su organización, así como nuestro rechazo absoluto a la campaña de difamación lanzada para justificar tal acometida.
Independientemente de las diferencias políticas que podamos tener con los camaradas del PCV, este ataque es una injerencia inaceptable e indebida por parte del Estado en los asuntos internos de las organizaciones de la clase obrera, que pone en peligro su libertad de organizarse, de decidir sobre sus propios asuntos internos y de llevar una vida política libre.
Der Funke (Austria)
Vonk/Révolution (Bélgica)
Socialist Appeal (Gran Bretaña)
Esquerda Marxista (Brasil)
Fightback/La Riposte Socialiste (Canadá)
CMI – Octubre (Chile)
Colombia Marxista (Colombia)
Revolution (Dinamarca)
Bloque Popular Juvenil (El Salvador)
Révolution (Francia)
Der Funke (Alemania)
Epanastasi (Grecia)
Comité ejecutivo de la sección indonesia de la CMI (Indonesia)
Sinistra classe rivoluzione (Italia)
Fakla (Hungría)
Revolutie (Holanda)
Campaign for a Workers Alternative (Nigeria)
Marxy (países de habla árabe)
La Izquierda Socialista (México)
Colectivo Marxista (Portugal)
Lal Salam (Pakistán)
Czerwony Front (Polonia)
Organización de Comunistas Internacionalistas (Russia)
El proceso de descomposición del régimen político del capitalismo argentino, tiene una “contención” pasajera y relativa.
¿Por qué decimos esto? En las últimas semanas, antes del 9 de julio, existía una suerte de caída libre del régimen capitalista y sus expresiones políticas, tanto en Juntos por el Cambio y Libertad Avanza, como también en el Frente de Todos/Unidad por la Patria. No se veía un horizonte claro, ya que la burguesía se encontraba aún desanimada por el futuro inmediato, e incluso por las perspectivas a mediano plazo. La crisis económica y social abierta en la última década en el país, la región y el mundo, no ha encontrado aún una resolución que muestre una salida promisoria para las clase dominante.
Por el contrario, cualquier observador puede decir claramente cómo la clase dominante está descargando la crisis económica y social sobre las espaldas de los millones de mujeres y hombres de nuestra clase; dejan casi vacías las mesas obreras al emplear recortes, medidas de austeridad y despidos como formas de mantener sus ganancias en medio de la crisis, y, sin embargo, estas medidas no contribuyen en nada a mejorar el panorama económico: el estancamiento y la recesión continúan siendo los signos fundamentales de los tiempos por venir, en el mundo y en la Argentina.
El capitalismo buscó la expansión del crédito primero, como instrumento para paliar el deterioro que avanzó lentamente sobre las familias obreras y su capacidad de consumo, y luego, tomó la expansión monetaria como otro instrumento para contener la crisis, o, al menos, posponer su irrupción abrupta en el escenario del mercado mundial. Pero todas estas herramientas, aunque han atenuado durante ciertos períodos previos las manifestaciones más agudas de la crisis, de una manera u otra han terminado por profundizarla en la actualidad, aportando a su vez más presión sobre los músculos y nervios de la clase obrera. Lógicamente, a esto debemos sumar el Covid-19 y la guerra, que agudizó aún más el deterioro de la vida y del trabajo.
En Argentina esta situación ha golpeado de manera impactante: la pobreza llegó al 42,3% para el primer trimestre de 2023 y 46% para el bimestre abril-mayo de 2023, mientras que la economía “solidaria” o informal trepó a un 55%. La tasa de desocupación fue de 6,9 % en el primer trimestre del 2023, pero, aunque haya bajado el desempleo, el mismo es de muy baja calidad y remuneración, empujando a nuestra clase a dos o tres trabajos para “llegar” a fin de mes, y aún se espera el “efecto derrame” o “una mayor distribución”, como gusta decir a los capitalistas y sus representantes políticos. Todo indica que la crisis se instaló de manera estructural, y cualquier resolución de la misma, en términos favorables para los de abajo, implicará luchar por el derrocamiento del capitalismo.
Jujuy es el telón de fondo de la actual situación. Es verdad que la burguesía y sus lacayos políticos intentan lo imposible para tapar el sol con las manos. Pero todos somos plenamente conscientes que es imposible. Aunque muchas veces se nuble el sol, siempre estará detrás y volverá a salir todos los días. La represión de Gerardo Morales y su adlátere Carlos Sadir, tiene el propósito de mostrar que “Jujuy es el Norte”. La propaganda turística de la provincia encuentra un sentido para el conjunto de la burguesía argentina. Mostramos a Gerardo Morales como lo que se impone para doblegar a las masas ante el negocio del litio, que es la nueva “matriz productiva” de la Argentina y el mundo: la “energía “limpia”.
Pero esta “energía limpia” no lo es tanto. Por el contrario, es una energía que puede llegar a ser muy contaminante. La extracción de litio implica un elevado consumo de agua en el proceso: se necesitan aproximadamente 2,2 millones de litros de agua para producir una tonelada de litio. En tanto la producción de litio, bien sea en la Argentina, en Chile o en Bolivia, se efectúa en áreas de muy poca pluviosidad, y de difícil acceso al agua, la producción de litio afecta gravemente a las comunidades aledañas a los centros de producción. Así ocurre por ejemplo con la comunidad de Toconao, en el salar de Atacama, al norte de Chile. Lo que hoy sufren los pobladores de Toconao es lo que se les viene a nuestras compañeras y compañeros de las comunidades jujeñas, de triunfar Morales finalmente en la lucha actual. Asimismo, la extracción de litio también genera contaminación del aire.
Por otro lado, debemos considerar al petróleo y el gas, no en palabras de Gerardo Morales y JpC., sino en la voz de Sergio Massa, que, ha dejado en claro que la vía de “desarrollo” que quieren imponer a la Argentina se basa fundamentalmente en el extractivismo o la primarización de la economía. En ambos casos, la producción mediante fracking tiene consecuencias devastadoras para el medio ambiente. El fracking es la técnica utilizada para extraer los hidrocarburos atrapados en la formación geológica Vaca Muerta. Esta implica la inyección de decenas de millones de litros de agua limpia por pozo, mezclada con arenas silíceas y un cóctel de productos químicos, muchos de los cuales son tóxicos para la salud de las personas y el ambiente. Y así se explota desde el 2012. El gobierno Nacional está decidido a trasformar al país y el Océano Atlántico en un gran basural con la explotación de petróleo y el gas.
La complicidad explícita del FdT se expresa a gritos ante quienes resisten la represión feroz de Morales. Como si las cosas pudieran cambiar, Alberto Fernández llama a la intervención del PJ jujeño, una vez que aprobó la maldita reforma constitucional, y que avaló con su silencio bochornoso la represión y la cacería de los dirigentes sociales y de las comunidades. Mientras, la CTA de los Trabajadores junto a la CTERA llaman a una gran marcha nacional contra la represión del gobierno de Jujuy y contra las medidas que dan fuerza de ley -contempladas ahora en la Constitución previa aprobación por los convencionales- para la expulsión de las comunidades, la explotación del litio y del agua.
El llamado a una gran marcha nacional es un paso adelante, pero por si solo insuficiente. Lo que se requiere es un plan de lucha escalonado hasta la convocatoria de una huelga general nacional para su derrota, y, en el proceso de la misma lucha, imponer una agenda de reivindicaciones transicionales dirigidas hacia la puesta en pie de un gobierno de nuestra clase, hacia la instauración de un Poder Obrero en el país.
Lamentablemente, lo que no avanza en la vida retrocede, y estamos viendo un desgranamiento de la heroica y valiente lucha que lleva más de 40 días. Sin embargo, aún estamos a tiempo de rodear de solidaridad a la clase obrera y a las comunidades de Jujuy. Estamos a tiempo para que las asambleas sean rodeadas de la solidaridad de nuestra clase en cada rincón del país, en cada fábrica y barrio, en cada colegio y empresa.
Pero, al mismo tiempo debemos señalar que resulta incluso más fundamental, el papel que juegan las direcciones de las organizaciones de la izquierda que se encuentran actuando en el territorio y en el resto del país. Porque de su accionar dependerá en gran medida la posibilidad de contagiar al resto de la clase en el país del espíritu de lucha de las y los trabajadores y comunidades de Jujuy para poner en movimiento esa necesaria solidaridad de clase. De su accionar, en buena medida, dependerá la capacidad de movilizar a sectores de la vanguardia obrera e incluso de las masas a fin de romper el cerco político y mediático, parar la represión y lograr que la lucha avance.
Sabemos que se acerca el calendario de las elecciones de las PASO nacionales y las generales, pero sabemos mucho más de las deterioradas condiciones de vida, y del trabajo en nuestras barriadas, así como del medio ambiente en general, que siguen presentes y se agravan paso a paso.
La izquierda tiene un papel que jugar y una responsabilidad enorme ante la situación. Reivindicamos su presencia en los conflictos de Salta y Jujuy, pero esto no alcanza. Debemos acompañar el proceso de lucha, pero señalando sin titubeos que la lucha es contra el régimen de conjunto; en las calles, en las fábricas, centros de trabajo, escuelas y universidades, armados de un programa anticapitalista y con la perspectiva de organizar un plan nacional de lucha contra la reforma, contra el ajuste y contra el régimen capitalista, a través de un congreso obrero y una huelga general. Poco podemos hacer desde el parlamento, más que denunciar la complicidad de las leyes que oprimen a los millones de trabajadores, pero la lucha va, por mucho, más allá del parlamento.
El “vote a fulana o mengana” de la izquierda, no ayuda a comprender las tareas que tenemos por delante. Por el contrario, confunde y entorpecen la salida revolucionaria que necesitamos.
Hace falta una Revolución. Y no es un simple slogan o consigna que se encuentra disociada de la realidad. Por el contrario, no hay nada más utópico que la idea que se les está ofreciendo hoy a los millones de trabajadores del país, de que debemos ganar más escaños en el Parlamento, para luego tener la fuerza suficiente que nos permita convocar a una Asamblea Constituyente Soberana, que a su vez nos conduzca hacia una instancia “superior”. No hay nada más utópico, que pensar que dentro del capitalismo y su democracia parlamentaria podremos lograr las demandas más sentidas por los millones de obreros y obreras en el país.
¡No! Lo que hace falta es una vanguardia decidida que exponga como Tribunos Revolucionarios las calamidades a las que nos expone el sistema capitalista y los dueños de los medios de producción. Las 200 familias que nos expolian y explotan todos los días, las que oprimen a las mujeres de nuestra clase y las someten a salarios más bajos, aunque realicen el mismo trabajo que los varones, o las empuja a los abortos clandestinos, aunque se encuentre aprobada la ley de interrupción del embarazo.
Hace falta una Revolución ¡Sí! Para construir un futuro para nuestra juventud, que ve frustrados sus anhelos ante el flagelo de la miseria. Vemos como en la última década el planeta nos viene devolviendo con duros golpes -expresados en prolongadas sequías, tormentas sin precedentes, o lluvias torrenciales-, las agresiones que le ha propinado este sistema caduco que solo ofrece miseria, depredación y horror sin fin.
Nos encontramos en una época de guerras, revoluciones y contrarrevoluciones. La izquierda debe abandonar su posición electoralista y avanzar en la edificación de una alternativa real para las masas, armada con el programa de la revolución proletaria. Utilizar la tribuna parlamentaria para explicar, sin histeria y pacientemente, hacia donde nos conducen los dueños del país. Llamamos a hacer una delimitación de clase de los partidos patronales y sus candidatos de derecha votando críticamente a la izquierda.Poniendo como eje fundamental el debate que necesitamos como vanguardia: un debate fraterno y leal en la perspectiva de construir nuestro Partido Revolucionario y nuestro Poder Obrero; instrumentos fundamentales para el derrocamiento del capitalismo y la construcción de una nueva legalidad, y de un Gobierno de las y los Trabajadores.
La Revolución socialista es la única línea para la victoria.
Jujuy. Represión y violación de los derechos democráticos más elementales, no sólo de organización y de derecho a la huelga, sino de la defensa de los detenidos.
Gerardo Morales impone a bala y sangre una lógica de legalidad para preservar los negocios del litio y del desarrollo inmobiliario: cacería feroz de los manifestantes, entrada en domicilio sin orden alguna y causas armadas a los que protestan, utilizando camionetas provistas por empresas que trabajan con el Gobierno de Jujuy. Si en el momento de mayor agudización de la lucha de masas en Jujuy, se daba el cerco mediático en un intento de aislarlo, en el presente se ha exacerbado aún más el tabicamiento de los medios, dejando a Morales las manos libres en un intento de acallar y reprimir a la clase obrera y las comunidades.
El régimen político del gobierno de la provincia de Jujuy y del conjunto del Estado Nacional, ante los hechos de gravedad vividos en las últimas semanas en Salta y luego en Jujuy, se muestran tal cual son. Son los garantes del régimen de opresión y explotación capitalista, y, ante la crisis regional y mundial, exacerban la expoliación y el saqueo sobre las reservas naturales del país, agravando las condiciones de vida y trabajo para los cientos de miles de obreros y obreras y pueblos originarios.
El ping pong de los últimos días de parte de Juntos por el Cambio -acusando y responsabilizando como instigadores al Frente de Todos (FdT), por la “violencia” desatada en las calles, tiene un claro contenido de corte electoralista, intentando degradar aún más de lo que está al FdT.
Acusan de violentos a los que protestan por mejores salarios y contra la apropiación que intenta Morales, de las tierras fiscales y recursos naturales donde se encuentran asentadas las comunidades indígenas. Pero, queda muy claro que quien ejerce la violencia es el Estado capitalista y terrorista de Morales, cuya finalidad es doblegar a las masas movilizadas.
Intentan estigmatizar ante las próximas elecciones al FdT como el “instigador” de las revueltas, además de mostrarse ante la interna de Cambiemos como el garante del “orden”, ante la posible salida a la lucha de las y los trabajadores por la caída del salario, y de las condiciones de vida y trabajo en el país.
En realidad, es el Frente de Todos quién garantiza por múltiples caminos la “estabilidad” del régimen, la gobernabilidad y la “paz social”. El FdT maniobra para que no se vaya de madres la situación política. Presentan a Morales como la dictadura y plantean que la contradicción central es la democracia versus la derecha o la ultra derecha.
Y es Juntos por el Cambio, por el contrario, quien toma la iniciativa y golpea de manera descarnada a las masas, buscando condicionar al Frente de Todos, para derechizarlo más en sus políticas.
El Frente de Todos intenta mostrar a las masas como víctimas y no como lo que es, una clase social poderosa: la clase obrera y las comunidades indígenas que se han puesto en movimiento, demostrando su capacidad de organización y de combate.
Los auto convocados en Salta fueron, en una primera instancia, toda una muestra de combatividad, una verdadera radiografía que mostró, sin duda alguna, de lo que son capaces los explotados cuando toman en sus manos sus propios destinos. El gobierno del massista Gustavo Sáez había aprobado la Ley anti piquetes, pero el movimiento de masas, en la calle, hizo retroceder esta medida reaccionaria hasta tener incluso que eliminarla, además de imponer un aumento de salarios para los trabajadores estatales.
Sin leer correctamente lo sucedido en Salta, sus homólogos jujeños -la dupla Sadir/Morales- pensaron que con los resultados electorales podían avanzar sobre el litio y las comunidades indígenas, sobre los terrenos fiscales y los salarios. Pensaron que podían doblegar a los de abajo. Pero esto es algo que aún no han logrado.
Mientras, el Frente de Todos seguía en la puja interna sobre ir o no a las PASO. Luego, han definido una formula, Massa-Rossi, que compite con Larreta-Morales, disputando el centro corrido hacia la derecha.
Sergio Massa no se quedó atrás, al no pronunciarse ante la represión en Jujuy, mientras la jefa Cristina Fernández solamente declaró por Twitter que Morales debía dejar de reprimir. Al final, ninguno ha movido un dedo a favor de los trabajadores y comunidades. Tan solo el Gobierno de Alberto Fernández, luego de varios días de conflicto, presentó este viernes un escrito ante la podrida Suprema Corte de Justicia para que declare inconstitucional a la reforma de la Constitución en Jujuy siguiendo los caminos leguleyos que conducen a una vía muerta.
Los jefes sindicales de las centrales obreras nacionales, se cuidaron por demás de asumir una posición activa de rechazo a la represión y la reforma. La CGT nacional se limitó a convocar una ¡conferencia de prensa! para repudiar la represión mientras que su regional jujeña sólo ha convocado a un paro de 48 hs., buscando así acotar la extensión de las huelgas como forma de lucha, ante la exigencia de un paro nacional en apoyo a los docentes y las comunidades. Las dos CTA convocaron a la movilización y a un paro nacional por parte de CTERA empujados por la presión que corre por abajo para rechazar la reforma. Es claro que lo que se necesita es un paro regional hasta que caiga la odiada reforma.
El cuestionamiento de docentes, estatales y comunidades a Gerardo Morales no cesa. Secundarios y parte de la docencia y de las comunidades siguen adelante con el paro y cortes por mejoras, a la vez que expresan el rechazo a la Constitución, la misma que le da garantías jurídicas/legales al régimen capitalista para enriquecerse con el litio y hacerse de los rentables negocios inmobiliarios.
Por su parte, Morales convocó a los docentes con una propuesta que no es la reclamada aunque se acerca a la misma. La trampa en esta propuesta es dejar el básico en $65.000- y aumentar sólo con sumas no remunerativas, llegando a 207.000-, a la vez que ofrece no descontar los días de paro, con un claro objetivo de dividir al movimiento.
La carrera hacia las elecciones
Con Jujuy como escenario de fondo, la carrera hacia las elecciones se acrecienta con una clara política de dejar atrás tanto este episodio como el de Salta. El objetivo es que en la cabeza de la clase obrera gane un escenario de elecciones, y no de lucha real por sus condiciones de vida y su futuro.
La constante del voto en blanco y la abstención en altos porcentajes, en las provincias donde se llevaron adelante las elecciones, es otro de los aspectos que tiene entre manos la burguesía. No deja de ser una preocupación, en tanto el aumento del descontento que revela la desconfianza de las masas en el régimen político de conjunto.
Las candidaturas de uno y otro lado son muy reveladoras. El cuidado inicial de Horacio Larreta de aparecer diferenciado de los halcones de Patricia Bullrich y Mauricio Macri, cayó velozmente con los acontecimientos en Jujuy y el papel jugado por Gerardo Morales en la represión. Ahora lo ha incorporado a la formula como vicepresidente, junto a José Luis Espert como candidato a primer senador por la Provincia de Buenos Aires. “Nunca le tembló el pulso para defender sus convicciones, para hacer cumplir la ley y para denunciar a los funcionarios que se enriquecieron a lo largo de las distintas épocas del gobierno kirchnerista”. (Horacio Larreta 23 de junio IProfecional)
La careta de moderados estalló rápidamente al mostrarse como una dupla -H. Larreta y G. Morales- de pasos firmes y manos de plomo. Muestran su fórmula como decidida a garantizar la paz y el orden: “La pax romana… la paz de los cementerios”.
Juntos por el Cambio, que cosecha una serie de derrotas en las elecciones, no deja de reprochar a Horacio Larreta la tan sentida caída de Luis Juez en Córdoba, la estrella insignia amarilla de Bullrich y Macri, que había caído por tres puntos porcentuales ante el candidato de Juan Schiaretti: Martín Llaryora.
La incesante disputa interna de Juntos pone en la picota a Larreta por extenderle la mano a Schiaretti para ser parte de la fórmula presidencial. Este es un fuerte argumento de los halcones, porque consideran, sirvió para sacarle votos a Luis Juez.
Con bombos y platillos, el Frente de Todos ha presentado su fórmula con el nombre de Unión por la Patria, después de haber definido dos meses atrás que sean “las bases peronistas las que definan el candidato en las PASO”. Luego de mucho trabajo y ruido lograron la dupla Massa/Rossi, dejando a unos cuantos heridos, siendo este el caso de Daniel Scioli y Tolosa Paz.
La arenga desmedida y exultante en Lomas de Zamora, en boca de Wado de Pedro, Kicillof y Massa contrasta con la realidad del gobierno de Alberto Fernández/Massa.
La realidad muestra que la economía hasta ahora no acompaña, ya que todos los indicadores siguen para abajo. Además, está presente en la situación el ajuste que debe asumir el Frente de Todos, y el futuro pre candidato a las presidenciales, Massa, a cambio de una nueva entrega de dólares, que aún se encuentra en debate con el Fondo Monetario Internacional,
En la primera semana de junio Massa logró algunos acuerdos con China, obteniendo financiamiento y yuanes para las reservas. El FMI le daría dólares y aire a la economía durante la campaña electoral a cambio de un ajuste que deberá incrementarse luego de los comicios.
En mayo, el Congreso aprobó como moneda de cambio con China el “Acuerdo de cooperación entre el gobierno de Argentina y el gobierno de la República Popular China sobre la construcción, el establecimiento y la operación de una Estación de Espacio Lejano de China en la provincia del Neuquén, en el marco del Programa Chino de Exploración de la Luna”. Por otro lado, en Río Grande, se daría un millonario acuerdo para la posible construcción de un polo petroquímico.
El Banco Central suscribió la renovación anticipada del swap con China por 18.000 millones de dólares, por el plazo de tres años. Y se inició el procedimiento de ampliación del monto de uso por 10 mil millones de dólares, que operará una vez que se agote el primer tramo de ampliación de los fondos utilizados para el intercambio comercial entre ambos países. A su vez este acuerdo está condicionado a la continuidad del acuerdo firmado con el FMI. Poco duran las escasas reservas del Central ante la escalada inflacionaria.
El acto de presentación de los candidatos de Unión por la Patria fue bien recibido por los mercados. Evidentemente no solo es el FMI quien valora la situación de conjunto y el estado de ánimo de las masas, sino una parte importante del empresariado que ve un avance en la reforma laboral, en las condiciones de trabajo y de vida de manera “más tranquila”.
Aunque el Frente de Todos -hoy Unión por la Patria- hable de soberanía, de independencia política y económica, de que el bienestar del pueblo debe ser lo prioritario, objetivamente es el garante de las contra reformas que se producen en los hechos, en la vida misma. Una contra reforma que se expresa de manera constante en el deterioro de la salud, de la educación, -siendo los porcentajes de deserción escalofriantes-, en la pulverización del salario, en la expoliación y saqueo de los recursos naturales y en la destrucción del medio ambiente. El FdT es, sobre todo, el garante de la “paz social”, cueste lo que cueste.
Por una salida obrera y de los trabajadores
La lucha de Jujuy es toda una radiografía de lo que pasa hoy. No deja duda alguna de las definiciones del conjunto del régimen político y sus representantes parlamentarios, para “sacar” a la Argentina de su crisis.
Vienen por los recursos naturales y nuestras conquistas. No solo del litio, también del oro, el cobre y demás minerales que se encuentran en la cordillera de los Andes, además del agua.
Los empresarios comienzan a frotarse las manos, ya que ven en el horizonte una gran bolsa de dinero. Lo que se encuentra en juego es la preservación de la vida. Es el rostro del capitalismo de horror y descomposición.
La clase obrera, los trabajadores, la juventud y las comunidades originarias no encontraremos una solución en los marcos del capitalismo.
Se necesita un debate leal y fraterno entre la vanguardia para discutir hacia donde nos llevan los políticos putrefactos que muestran el garrote, o los políticos que señalan las bendiciones del negocio capitalista y que embellecen la idea de que con el Estado en nuestras manos todo puede ser posible, que podemos controlar al capitalismo.
La experiencia mostró que los reformistas sin monedero lleno, no son más que vendedores de humo, y en el contexto actual la supuesta distribución de las riquezas queda tan solo para los de arriba.
La lucha de Jujuy aún sigue en pie, aunque la represión de Morales se ha desatado.
Hemos señalado que es nuestra lucha y si es derrotada, representará una batalla perdida que tendremos que remontar. De ser ése el resultado, la burguesía se parará más decididamente, ya que Gerardo Morales habrá mostrado al resto de la clase dominante que se puede doblegar a los de bajo, y qué métodos deben ser empleados para lograrlo.
Debemos redoblar el esfuerzo para rodear de solidaridad a los trabajadores, comunidades, y pequeños productores en lucha.
La vanguardia está impelida a dar un paso más en la lucha. No vale que secundarios, docentes, comunidades peleen cada uno por su cuenta.
Falta coordinación de las asambleas y sectores en lucha, y por ello es una tarea inmediata impulsar no solo un encuentro provincial, que defina la derrota de la reforma Constitucional, sino que fundamentalmente provea de un programa revolucionario, de transición, al conjunto de los trabajadores y comunidades, en la perspectiva de poner en pie un poder obrero.
En este marco sabemos y saludamos el reciente e importante paso dado con la convocatoria a la Asamblea del Pueblo: de trabajadores, Comunidades, docentes y estudiantes, contra la reforma Constitucional de Morales y el PJ que convoca a una Asamblea Provincial para unificar los conflictos.
El papel de la izquierda en esta Asamblea debería ser el de orientar la agitación y la propaganda hacia el planteo de que, en el sistema capitalista, no es posible ningún mejoramiento perdurable de la situación de la clase trabajadora y señalar que únicamente el derrocamiento político de la burguesía y la destrucción del Estado capitalista permitirán mejorar la situación de la clase obrera y poner en pie nuevamente la economía nacional arruinada por el capitalismo y sus representantes políticos. La Izquierda debe plantear de manera abierta y sin ambigüedades que el combate por las reivindicaciones vitales, actuales e inmediatas de los trabajadores deben vincularse con la lucha por el socialismo.
Es a través de la lucha por reformas bajo el capitalismo como la clase trabajadora y los explotados llegan a darse cuenta de su propia fuerza. Y esta es la virtud de levantar consignas a favor de las reformas sentidas como más inmediatas pero lo que se necesita es proponer consignas de transición que unan cada reivindicación inmediata con la necesidad de superar el capitalismo. No alcanza plantear “¡Abajo la reforma, arriba los salarios!” como lo hacen los dirigentes del FITU.
La izquierda debe dejar de lado la política puramente electoral, ya que es pan caliente para la burguesía y los partidos del gran capital. Ponerse en la primera fila del combate, con definiciones claras que conecten con el movimiento para que avance en organización y lucha. Jujuy y Salta demostraron lo que se puede cuando hay decisión, y los trabajadores toman en sus manos sus propios destinos.
Somos los que creamos el mundo con nuestras manos, nervios y cabezas. Por lo tanto, la lucha es contra el sistema que nos despoja de la vida y nuestro sustento.
No hacemos de la lucha de Jujuy un Vietnam. Por el contrario, señalamos que las asambleas de auto convocados, tomas, paros y cortes deben mostrar en su lucha una perspectiva nacional.
Por medio de la coordinación y la convocatoria a la Asamblea Provincial, debe hacerse también un llamamiento a un Plenario del NOA, para dar una salida de conjunto de los explotados de la ciudad y el campo.
Construir nuestro partido de clase
Las dificultades que tenemos entre manos es la falta de independencia de la clase obrera en relación al Estado y los partidos patronales. Pero también es verdad que el signo de la época viene cambiando en Argentina y en la región.
Los problemas de Perú en la lucha contra la reaccionaria Boluarte y el parlamento que destituyó a Castillo, el combate de las y los trabajadores de Francia contra la reforma previsional, que hoy se expresa en la lucha contra la brutalidad policial luego del asesinato de un joven de 17 años -provocando la salida a las calles de cientos de miles en Paris y Marsella-, son tan sólo muestras de que acá o allá los problemas que enfrentamos los trabajadores son los mismos. Tenemos por delante, al otro lado de nuestras barricadas, al Estado y a las fuerzas represivas, que se sustentan materialmente en la propiedad privada de los medios de producción.
Si miramos atentamente somos un gran ejército sin un Estado Mayor, y, los que se dicen serlo, llevan un programa ajeno a nuestros intereses de clase, un programa adaptado a los fines de la democracia burguesa, que no es otra que mantener la estabilidad del sistema, para sostener al poder del capital sobre el trabajo.
Si el trabajo partidario se centra en el aspecto electoral, entonces, aunque en primera instancia se ataque al capital y sus partidos en el discurso, la agitación y la propaganda, en última instancia se favorece tanto a aquellos que quieren aplastarnos por la fuerza, agrupados en Cambiemos, como a aquellos que desean mantener la “estabilidad” del régimen burgués, agrupados en el FdT, para que se nos siga explotando y estrujando y exprimiendo, aunque de forma más “pacífica”, sin necesidad de mucha represión, con un poquito más de zanahoria, y menos garrote.
Resulta por lo tanto una tarea impostergable la construcción de nuestra organización, nuestro Partido Revolucionario.
Por un gobierno de trabajadores
Las experiencias de la última década demostraron la inviabilidad del programa reformista. El viejo revolucionario León Trotsky señalaba con razón que en la reforma anida la traición. Y los ejemplos abundan. La formulación de un gobierno de trabajadores debe encontrarse en clave del Poder Obrero, nunca en sintonía de un Gobierno de Trabajadores por el camino parlamentario.
La idea de ganar muchos escaños para, lograr luego, acceder vía elecciones a un gobierno propio, o tener al menos la posibilidad de ello, resulta una utopía reaccionaria que desarma políticamente a la clase obrera y la juventud. La burguesía no sólo ha inficionado por múltiples caminos a un segmento importante de la vanguardia, sino que pone a esta misma vanguardia ante el espejo de su derrota, al querer presentar tal o cual proyecto como salida para los de abajo.
Apelamos a la conciencia y reflexión de los miles de jóvenes que quieren un mundo diferente, que bregan por un mundo libre de explotación, opresión, sin depredación ambiental y sin saqueo de las riquezas naturales, y les invitamos a sumarse a la tarea de construir un Partido Revolucionario junto al Poder Obrero y hacia una nueva legalidad. El Socialismo.