Apenas han pasado unos días desde la asunción del ahora flamante Presidente Milei, y ya ha comenzado a despertar preocupación y repudio en amplios sectores de masas –incluyendo a sectores que le votaron– por las medidas que su gobierno ha anunciado hasta el día de hoy.
Los recortes que comunicó en su campaña contra lo que él llama la casta política y sus amigos, terminaron de un día al otro mostrándose como lo que en realidad es: una clara y brutal ofensiva contra las masas trabajadoras, sus derechos y sus banderas. En apenas días, el falso libertario abandonó su inaplicable teoría del anarco capitalismo, para abrazar fervorosamente y con el aplauso del FMI una política clásica macrista de recortes y endeudamientos que las masas debemos pagar, eso sí, con una crudeza y violencia cualitativamente superior al gobierno Macri.
El intento de sacar la movilidad jubilatoria para pasar a otorgar los aumentos por decreto, cuando las jubilaciones ya se encontraban en una situación lastimosa por el tipo de movilidad, en realidad busca, siguiendo las pautas del FMI, liquidar o confiscar las previsionales.
El paquete anunciado de eliminación de los subsidios a las tarifas del transporte, luz, agua y gas, el anuncio de que no habrá licitación de nuevas obras públicas por parte del Estado, y la cancelación de las licitaciones ya aprobadas cuyo desarrollo aún no haya comenzado, tiene como objetivo barrer de un plumazo cinco puntos del PBI y alcanzar el equilibrio fiscal en 2024. El peso de estas medidas recae sobre las espaldas de la clase trabajadora y los sectores más pobres. Lógicamente, cualquier medida política económica genera un desequilibrio social y por ende una agudización de la lucha de clases.
Los anuncios del ministro Caputo de hace dos días, han desencadenado un proceso inflacionario y una crisis política semejante al Rodrigazo de junio de 1975. Aquel 4 de junio, el ministro Celestino Rodrigo anunció un plan de medidas económicas que incluían un aumento de los precios de los combustibles, una devaluación del peso argentino y una reducción de los subsidios estatales. Estas medidas tuvieron un impacto inmediato en la clase obrera y los sectores populares, ya que los precios se dispararon y el poder adquisitivo de los de abajo se vio seriamente afectado, algo bastante parecido, pero en un contexto actual de crisis peor que en ‘75.
Los anuncios de Luis Caputo en la Red X del día 14 de diciembre, no dejan duda al respecto de los recortes salvajes que se vienen: “La prioridad del gobierno es alcanzar el superávit fiscal en el primer año de mandato. Los siguientes números reflejan el ajuste inevitable que enfrentaremos a fin de lograr ese objetivo”. Por supuesto, los números hablan por sí solos de ajuste:
Las medias anunciadas ponen dinamita en los cimientos de la economía y golpean brutalmente los salarios. Milei habló de cortar la inflación y su gobierno ha provocado todo lo contrario: preparan el escenario para una hiperinflación galopante. Los combustibles pasaron a $730- el litro, descargándose dicho aumento sobre los precios de la canasta básica. El dólar oficial pasó de $400 a $800, más impuestos, poniendo más presión a la pauperizada economía de los trabajadores.
Nos dicen que no se pueden seguir subsidiando los servicios en manos del Estado, pero la trasferencia de recursos de los bolsillos de los trabajadores a las arcas de los capitalistas es simplemente monumental, mostrando su hipócrita política de cara a los trabajadores.
Pero sí se puede salvar al gran capital a través del Banco Central que se endeudará por un monto de hasta U$S 30.000 millones para rescatar la deuda privada de las empresas importadoras. Emitirá Bonos para la Reconstrucción de una Argentina Libre (BOPREAL), a los que podrán acceder en pesos los importadores de bienes y servicios y se liquidarán en 2027 en dólares.
Se trata de una impúdica emisión de deuda del Banco Central para hacerse cargo del endeudamiento de las empresas importadoras. Lo que deben los importadores a los proveedores extranjeros, que en promedio fue de 30 mil millones de dólares en los últimos años, aumentó en 2023 a casi 58 mil millones de dólares, como resultado de la insuficiencia de divisas que generó la sequía. Esto llevó al BCRA a demorar o reducir la entrega de divisas, causando la acumulación de los impagos de las firmas con sus proveedores.
El acuerdo del gobierno Milei/Macri/Caputo con los bancos, para mantener el paquete de las Leliq el BCRA anunció que mantendrá la tasa de política monetaria. Así, la tasa de las Letras de Liquidez (Leliq) a 28 días se mantendrá en 133%. A su vez, decidieron disminuir la tasa de pases pasivos, que se ubicará en 100%.
Como era de esperar, el demagogo que agitaba contra “la casta” se ha revelado como el más decidido defensor de los intereses de los grandes capitalistas y del imperialismo.
¿Quién paga el ajuste mileista/macrista?
En su momento planteamos que no podíamos enfrentar a Milei y su plan reaccionario con el discurso y las medidas políticas y económicas de Sergio Massa y el gobierno de los Fernández. La disyuntiva fascismo vs democracia escondía los planes de ajuste del Sergio Massa. Decíamos también que de ganar Milei, el falso profeta, la situación para las masas iba a complicarse exponencialmente. El recorte presupuestario, con motosierra en mano, claramente deberá estar acompañada con el protocolo que anunció Patricia Bullrich contra la protesta social ante la lógica respuesta de las masas, en un intento de legitimar la represión que va a sufrir la clase obrera ya no como votantes, sino como explotados.
La lucha de clases ha entrado en una fase de agudización. Los sindicatos entrarán probablemente en una secuencia de sacudidas, como los primeros temblores antes de una hecatombe mayor. La tarea de los revolucionarios es luchar por la independencia de la clase. Es muy probable que la misma necesidad por parte de los y las trabajadores de parar la mano al ajuste hambreador sea el abono para la independencia política de nuestra clase. Los jefes sindicales de la CGT solo se pronunciaron con preocupación por las medidas anunciadas por el gobierno de Milei como además por la desocupación en la planta de los estatales y la pulverización del salario. Se presentan además como los garantes de la gobernabilidad. Pero no llaman a asambleas de base para ir preparando la respuesta obrera y popular ante lo que todos y todas sabemos que viene. Por el contrario, lo que les pesa son el manejo de las Obras Sociales y que no sea un botín que les arrebate el gobierno mileista.
Hoy Patricia Bullrich anunció un protocolo completo antipiquete. Los anuncios facultan, no ya al desalojo de manifestaciones o piquetes, sino también impedir el agrupamiento o la llegada de manifestantes a las concentraciones.
Tal protocolo da facultades a las fuerzas represivas para identificar a los participantes en las manifestaciones, y las fuerzas de seguridad actuarán –es decir, ejercerán represión– sin necesidad de orden judicial, contra los piquetes hasta liberar las vías de tránsito ocupadas. Lo mismo aplica para los piquetes obreros que bloqueen el ingreso a las fábricas. En la práctica, buscarán prohibir el derecho legítimo a la huelga. También serán identificados los vehículos que las organizaciones políticas y sociales utilicen en la organización de piquetes y protestas, pudiendo ser confiscados. A ello se le suma una medida muy acorde con el “espíritu libertariano y privatizador”: los costos financieros de la represión podrían recaer sobre las organizaciones involucradas en la forma de sanciones pecuniarias.
Para eso, el “ministerio de represión” del gobierno Milei, encabezado por Bullrich, contará con las cuatro fuerzas federales más el servicio penitenciario federal.
No queda duda, que la clase dominante se está preparando para reprimir de forma sistemática a la clase obrera en el momento en que ésta se ponga de pie, para enfrentar el ajuste que ya ha comenzado a ser anunciado.
Durante una primera etapa, es lógico y natural que un sector de la clase obrera reaccione con dudas e incluso temor, ante los anuncios de ajuste salvaje y aumento de la represión. Más aún en un contexto de más de 10 años consecutivos de ajuste capitalista y empobrecimiento acelerado.
En consecuencia, una respuesta de masas por parte de la clase obrera podría tomar un tiempo que no sabemos. Qué duración tendrá ése período, no es una cuestión que pueda responderse de antemano, pero es probable que sea relativamente corto. Un sector de las masas trabajadoras necesita conocer la experiencia del actual gobierno, su ajuste y represión, antes de quitarse de encima las dudas de dar tiempo a un gobierno que recién asume, y entrar decididamente en el escenario de la lucha de clases.
Lo mismo aplica para el sector de trabajadores que, buscando una salida desesperada al ajuste massista votó a favor del Milei para castigar a “la casta”. Pero en los hechos la casta está gobernando hoy con todas las de la ley. Las feroces medidas antiobreras y la criminalización de la protesta legítima, seguramente empujen a capas de este sector hacia la lucha en las calles con el conjunto de la clase obrera.
Mientras tanto, desde la izquierda y la vanguardia del movimiento obrero debemos continuar avanzando en la tarea de preparar las luchas que vienen. Empleando los métodos democráticos de nuestra clase, promoviendo el debate abierto y fraterno en cada centro de trabajo, fabrica, universidad o barrio.
La izquierda más que nunca debe romper con sus políticas del trabajo parlamentario en sí mismo en el intento de seguir ganando uno o dos parlamentarios más, cuya estrategia electoralista le imposibilitó aprovechar la decepción de las masas con el gobierno de Fernández. El trabajo de los revolucionarios es el derrocamiento del sistema en su conjunto.
Debemos preparar la etapa que viene, la nueva era en manos de Milei/Macri, nos debe encontrar sentando las bases para un Congreso Obrero que nos permita, como un solo cuerpo y en la más amplia unidad, construir un plan de lucha colectivo contra el ajuste, planteando la consigna de la huelga general, en la perspectiva de un Gobierno Obrero. No hay tiempo que perder.
El domingo 3 de diciembre, se llevó a cabo en Venezuela el Referéndum Consultivo sobre el diferendo territorial del Esequibo. Este evento había sido convocado por la Asamblea Nacional, de mayoría oficialista. La jornada estuvo enmarcada en el reciente escalamiento de las tensiones entre los gobiernos venezolano y guyanés, donde, para no romper la costumbre, también está involucrado el imperialismo estadounidense.
Después de un largo periodo donde la controversia se mantuvo engavetada, en 2015 volvió a agudizarse fruto de exploraciones de yacimientos petrolíferos y gasíferos en la zona atlántica en disputa, autorizadas por el gobierno guyanés. Actualmente, el conflicto se encuentra bajo juicio en la Corte Internacional de Justicia (CIJ), cuya jurisdicción sobre el caso no es reconocida por Venezuela. Lo anterior se debe a la sospecha de que el tribunal, con sede en La Haya, fallará en favor de Guyana.
Intereses en juego
La región del Esequibo comprende un territorio de 159.500 kilómetros cuadrados –más grande que Portugal–, sobre la que Venezuela tiene derechos de reclamación reconocidos por la ONU. Esta zona permanece bajo jurisdicción de la República Cooperativa de Guyana, abarcando hasta el 75% de sus extensiones.
Tal estado de cosas es el resultado del Acuerdo de Ginebra (1966), alcanzado tres meses antes de que Guyana declarara su independencia del Reino Unido. En él, se insta a las partes a buscar una salida negociada al diferendo, con intermediación de Naciones Unidas, lo que en la práctica ha significado un instrumento propicio para el estancamiento. Desde la firma de tal arreglo, el juego ha permanecido trancado ante las negativas de las burguesías guyanesa y venezolana a ceder en lo más mínimo.
El Esequibo cuenta con enormes riquezas minerales, forestales, hídricas y de biodiversidad, pero lo que más resalta estos días son los recursos energéticos que ahora se están exportando. La inversión extranjera directa para la extracción de petróleo y gas en este país ha crecido hasta un 110% en los últimos años, hecho que explica por qué Guyana es actualmente la economía que más está creciendo en el mundo.
Pueden inferirse los enormes intereses en juego, ante la crisis energética mundial que tiende a agudizarse por los choques geopolíticos globales (la guerra en Ucrania y el bloqueo a las exportaciones energéticas de Rusia) y conflictos armados en regiones donde se concentra gran número de productores de energía (la cruenta ofensiva militar Israelí contra el pueblo palestino de Gaza, que está generando inestabilidad en el medio oriente). El imperialismo estadounidense ha venido reforzando las relaciones con Guyana, incrementando el número de encuentros de alto nivel entre ambos Estados, y el desarrollo de ejercicios militares conjuntos e internacionales en tierras guyanesas. Claramente, desde EEUU tratan de asegurar y ampliar la delantera de sus multinacionales frente a la competencia europea y china.
Venezuela ha protestado el aprovechamiento de tales recursos por parte de la multinacional Exxon Mobil, alegando que Guyana al permitirlo viola el Acuerdo de Ginebra y el derecho internacional. Algo que el gobierno venezolano no dice es que además de la Exxon Mobil, las compañías que son socias de PDVSA en empresas mixtas en Venezuela: la estadounidense Chevron y la china CNOOC, también participan en la explotación de los recursos de esta zona. Así se corrobora como el supuesto discurso antiimperialista de Maduro se torna selectivo a la hora de condenar las “oscuras pretensiones” de las multinacionales.
Guyana había solicitado a la CIJ la toma de medidas preventivas para impedir la consulta popular venezolana, al considerarla como una «amenaza». La corte se pronunció el viernes 1 de diciembre, absteniéndose de condenar la realización del Referéndum, pero pidiendo a Venezuela que no tome medidas dirigidas a agravar la disputa entre ambos países.
La apuesta gubernamental y las posiciones de la derecha tradicional
En este contexto, el Referéndum fue promovido por el partido de gobierno, PSUV, con el objetivo de obtener apoyo popular a la postura oficialista en torno a la reclamación, y así poder evidenciarlo internacionalmente y ante la CIJ. A esta maniobra, se plegaron los sectores de derecha comprados por el gobierno a través de la Operación Alacrán, algunos líderes políticos de la derecha tradicional (como Manuel Rosales y Henrique Capriles) y numerosos grupos de izquierda que claudicaron ante el chovinismo exacerbado de los viejos y nuevos ricos. De los últimos, resaltamos la postura de María Alejandra Díaz quien sostiene que Venezuela no puede abandonar la tesis de conflicto y debe prepararse para mostrar su “capacidad de disuasión”.
La oposición de derecha más radical, en torno a María Corina Machado, se rehusó a participar en la consulta por considerarla contraproducente de cara al juicio en La Haya, mientras exige que se organice una buena defensa, con los mejores especialistas en derecho del país, para demostrar a la CIJ que el Esequibo es venezolano. Esta posición, sustentada por académicos golpistas como Allan Brewer Carías, es otra variante del chovinismo imperante. La misma se parece a la expresada por sus antepasados burgueses antes del Laudo Arbitral de 1899, que confiaron en la supuesta defensa estadounidense de los intereses venezolanos y la “imparcialidad” de un –a todas luces– tribunal viciado y corrupto. Este último falló a favor del imperio británico y legitimó el despojo del Esequibo que se venía perpetrando desde 1840.
A estas alturas, vender que la CIJ es justa e imparcial, o que no está sujeta a las presiones y los lobby’s imperialistas, puede ser una expresión extrema de ingenuidad sin precedentes, o bien una fría jugada dirigida a culpar al gobierno ante el país, cuando se consume la decisión del tribunal que se sabe le otorgará el Esequibo a Guyana y a las multinacionales. Hoy por hoy, todo lo que dice María Corina Machado está pensado en las elecciones presidenciales, por lo que procurará en adelante mostrarse más nacionalista que Maduro para realzar su figura, estando tranquila de que sus amos imperialistas ganarán en La Haya y podrían ganar más si ella logra tomar el poder.
La consulta y sus resultados
El Referéndum constó de cinco preguntas, elaboradas en el siguiente orden: 1) conocer si la población está de acuerdo en rechazar las fronteras establecidas por el Laudo Arbitral de París (1899), en el que Guyana sustenta su soberanía sobre el territorio; 2) si existe respaldo al Acuerdo de Ginebra en el que se ancla la postura de Caracas; 3) si se valida la posición de no reconocer la jurisdicción de la CIJ; 4) repudiar la intención guyanesa de aprovechar la zona marina –rica en petróleo y gas– no delimitada; y 5) aprobar la creación del Estado Guayana Esequiba, otorgando ciudadanía y cédulas venezolanas a sus habitantes, en lo que sin duda constituye la interrogante más controvertida de la consulta. La intensa y millonaria campaña del PSUV llamó a los electores a votar cinco veces “Sí”.
Finalmente, el 3 de diciembre se desarrolló la jornada con reportes de escasa afluencia de participantes en los centros de votación. El Consejo Nacional Electoral (CNE), a través de su Rector Principal y Presidente, Elvis Amoroso, reportó «una evidente y abrumadora victoria del ‘Sí’ en este referendo consultivo por el Esequibo». Los porcentajes aprobatorios arrojados, según los datos oficiales, son: un 97,83% en la primera pregunta, un 98,11% en la segunda, un 95,40% en la tercera, un 95,94% en la cuarta y un 95,93% en la quinta. Destacó también que la participación alcanzó los 10,5 millones de electores, lo que representa un 50% del padrón electoral.
Lo primero que debemos decir de los resultados es que, si bien todos anticipaban una victoria del “Sí”, el gobierno esperaba un mayor porcentaje de participación para fortalecer su posición en torno al reclamo territorial. Afirmamos así que la intensa y millonaria campaña chovinista impulsada por el PSUV, no fue capaz de romper el sentimiento de apatía de amplios sectores de la población, frente a procesos electorales y políticos en general que no implican una mejora mínima en sus condiciones de vida.
Claramente, al gobierno le pasó factura su política de desestimular el voto en pasadas jornadas electorales, con la cual se impuso en las parlamentarias del 2020 y en las regionales del 2021, en contextos de altísima abstención. Su táctica de erigirse como la minoría electoral más grande, sólo profundizó aún más la desconfianza popular ante las instituciones, las cuales son vistas por el pueblo trabajador como las responsables de la vulneración de sus condiciones de vida y el despojo sistemático de sus derechos. Esta percepción no se pudo revertir en los últimos meses, cuando las necesidades políticas cambiaron y demandaron una alta participación. Estamos en presencia de una de esas ironías de la historia, que a cada tanto aparecen para cobrar la inconsecuencia, la manipulación y la mezquindad.
Declaraciones
Las reacciones a los resultados no se hicieron esperar. “María Corina Machado publicó en su cuenta en la red social X (antigua Twitter) lo siguiente: Al final, la verdad siempre se impone. Todos sabemos lo que pasó ayer: el pueblo suspendió un evento inútil y dañino a los intereses de Venezuela, porque la Soberanía se ejerce, no se consulta”. Sus jefes en Washington refirieron que el conflicto territorial no es algo que puede resolverse mediante Referéndum. Esto fue expresado un día después del evento por Matthew Miller, portavoz del Departamento de Estado, quien también destacó positivamente el Laudo Arbitral de 1899 y recordó que Maduro no ha cumplido los Acuerdos de Barbados, en relación a la liberación de más “presos políticos” y estadounidenses aprehendidos en nuestro país.
Acto seguido, Maduro rechazó tajantemente estas palabras, que fueron catalogadas por la Cancillería venezolana como una “intromisión inaceptable”. Pese a las enormes distancias políticas que nos separan del PSUV, nosotros, los militantes de Lucha de Clases, también rechazamos contundentemente las declaraciones del portavoz imperialista, que no tiene ningún derecho a entrometerse en los asuntos internos de Venezuela. Sus comentarios forman parte de la participación indirecta de la Casa Blanca en el conflicto, en resguardo siempre de sus intereses. No obstante, un gobierno como el de Maduro que negocia su continuidad con el imperialismo, mientras le ofrece a sus multinacionales innumerables ventajas y la entrega de recursos a cambio de inversiones, es el menos adecuado para defender al país que está rematando para mantenerse en el poder, toda vez que aplasta las aspiraciones del pueblo trabajador.
Por otro lado, el Presidente de Guyana, Irfaan Alí, pidió al mandatario cubano Miguel Díaz-Canel que juegue un papel mediador en el conflicto, en reunión sostenida en Emiratos Árabes Unidos. Tal disposición al diálogo contrasta con el acto chovinista encabezado por el propio Alí el 24 de noviembre en la montaña de Pakarampa –a pocos kilómetros del Estado Bolívar de Venezuela–, donde expresó el interés de la burguesía guyanesa de finiquitar el diferendo, para seguir beneficiándose de las migajas que caen del aprovechamiento imperialista de las riquezas del Esequibo, sin más impugnaciones y reclamos.
Recordemos también que el gobierno de Alí, con la excusa de defender a su país, evalúa la instalación de bases militares extranjeras en Guyana, lo que reforzaría el sometimiento nacional de esta República a EEUU, algo que sin duda lamentará el pueblo trabajador guyanés más temprano que tarde. La puesta de nuevas bases militares gringas en el país vecino, reforzará las capacidades de intervención del imperialismo yanqui en la región.
¿Habrá una guerra?
Una vez realizado el Referéndum, el mandato de la mitad del padrón electoral (según la data oficial) ha lanzado la pelota al campo de Maduro. Seguramente, este intentará mostrarse como el gran campeón de la defensa de los intereses de la nación, mientras se aproximan los comicios presidenciales. Pero Maduro será objeto de enormes presiones para la toma de medidas duras, por parte de su fracción militar nacionalista, de los distintos sectores de la burguesía tradicional, y en menor proporción, de la vergonzosa izquierda chovinista que clama por un despliegue militar y el conflicto fratricida entre pueblos hermanos, para el regocijo de las élites burguesas venezolanas.
Como consecuencia del Referéndum, y si el gobierno termina cediendo a las presiones, es posible que se impulsen medidas constitucionales en pro a cumplir con el mandato de la pregunta cinco: crear –en el papel– el nuevo Estado Guayana Esequiba y cedular a su población, lo que podría ser interpretado internacionalmente como un intento de anexión y que solo podría hacerse efectivo por la vía armada. En las primeras de cambio, creemos que el gobierno evitará llegar hasta ese punto. El problema para Maduro es que no seguir adelante con el proceso iniciado por él, ante el inminente revés de Venezuela en La Haya, lo dejará a merced de todos los sectores chovinistas como el gran responsable directo de la derrota. Mostrarse vacilante a partir de ahora tendrá tremendos costos políticos.
Es el factor de presión anterior el que no nos permite descartar de plano cualquier escenario. Pero incluso si la controversia escala, las distintas potencias imperialistas tratarían de fungir como apagafuegos. Así lo explicó Lucha de Clases – CMI en el documento del 30 de noviembre: Por una postura de clase e internacionalista: Una contribución al debate sobre el conflicto Venezuela Guyana y el Referéndum sobre el Esequibo:
“En todo momento, China –que tiene intereses en el terreno– y EEUU, desde sus instancias particulares, presionarán para que la controversia no se salga de control. Después de todo, no sería conveniente para estas potencias dejar que una guerra dañe sus planes de producción en la zona. Además, en el contexto actual, con el enorme rechazo de la opinión pública estadounidense a las aventuras bélicas de su gobierno y con los otros frentes de guerra abiertos en el mundo, con participación indirecta de EEUU, lo más probable es que el tío Sam intente, por un lado, presionar diplomáticamente a Maduro para que desista en los canales de negociación que tienen aperturados, y, por el otro, mostrarse ante el mundo fuerte y amenazante, instalando bases militares en el Esequibo como un elemento disuasivo importante y como un enclave de gran valor estratégico para incidir con más fuerza en el mediano y largo plazo (con todas las opciones sobre la mesa) en la política guyanesa, venezolana, caribeña y sudamericana”.
Pese a todos los contrapesos mencionados, ningún escenario puede ser descartado. Lo que a nuestro juicio parece ser evidente es que toda la campaña chovinista del gobierno podría volverse en su contra si recula.
Una verdad necesaria y la cuestión nacional
Sobre la historia de la controversia territorial entre Venezuela y Guyana, los militantes de Lucha de Clases – CMI Venezuela tenemos una posición bien definida:
Reconocemos que el territorio del Esequibo fue despojado a Venezuela como parte del expansionismo del imperio británico en el siglo XIX, en búsqueda de oro y una posición privilegiada en los márgenes del río Orinoco. En dicha expansión, incluso se llegó a plantear la posibilidad de incorporar tierras del actual Estado Apure a la entonces Guyana Británica. La débil burguesía venezolana confió la defensa del territorio nacional al naciente imperialismo estadounidense, que a cambio de favores políticos, pactó con los británicos en 1897 definir la controversia en un arbitraje, sin representación venezolana. El acto siguiente fue el fraudulento Laudo de París de 1899, donde hubo complicidad entre los representantes británicos y el juez ruso Friedrich Martens para decidir a favor del Reino Unido.
Las convulsionadas cinco primeras décadas del siglo XX introdujeron nuevos elementos a la ecuación. En especial, destacamos el equilibrio de fuerzas internacionales surgido tras la segunda guerra mundial, la aparición de la URSS como actor de enorme peso, el desarrollo de la guerra fría y las revoluciones en el mundo colonial. La combinación de todos los factores anteriores transformaron la reclamación venezolana en su contrario. El pueblo trabajador guyanés, mediante procesos que se mencionan y explican en el documento que antes citamos, luchó por conquistar su emancipación del Reino Unido, topándose con intervenciones de tropas británicas, componendas golpistas y enfrentamientos raciales auspiciados por EEUU, para impedir que la izquierda –potencialmente aliada a la URSS– tomara las riendas del proceso de independencia. En todo este proceso, la burguesía venezolana, a través de los gobiernos puntofijistas de AD en los años 60, fue una cabeza de playa de los intereses imperialistas contra Guyana. Esta participó en conspiraciones golpistas, que hoy conocemos por documentos desclasificados de la CIA, y utilizó el reclamo sobre el Esequibo como arma para trastocar el proceso de liberación nacional de un pueblo hermano, cansado del yugo británico.
Con la ayuda de Venezuela, los imperialistas británicos y estadounidenses impusieron, mediante el fraude electoral, a un gobierno títere encabezado por Forbes Burnham (PNC) en 1964. Hecho el trabajo, desde Washington y Londres permitieron la independencia formal de Guyana en 1966. Sin embargo, la oligarquía de nuestro país no se conformó y luego promovió varias embestidas contra la nueva República. Fuerzas militares acompañadas de civiles tomaron la isla de Anacoco en 1966, para después ampliar el mar territorial venezolano cerca de 12 millas marinas. El gobierno adeco de Raúl Leoni tuvo injerencia en la rebelión separatista de Rupununi, en franca colaboración con el reaccionario partido guyanés UF.
De esta manera, podemos ver como la reclamación venezolana pasó de ser en principio legítima a luego adoptar un carácter reaccionario, en la medida en que agredía al pueblo guyanés en torno a las ambiciones de poder regional de la burguesía venezolana y su colaboración con las potencias imperialistas.
En relación a aquellos auto-percibidos revolucionarios que se han dejado seducir por las ideas del nacionalismo burgués, conviene refrescar algunas nociones del marxismo en torno a la cuestión nacional, para establecer una posición internacionalista consecuente y no caer en la trampa gubernamental, que distorsiona por canales reaccionarios el instinto antiimperialista del pueblo venezolano.
En el texto, El marxismo y la cuestión nacional, Alan Woods y Ted Grant explicaron como Marx y Engels abordaron y estudiaron la situación de opresión del pueblo polaco e irlandés durante el siglo XIX. Esto lo hicieron siempre desde una perspectiva dialéctica, es decir, entendiendo el fenómeno como un problema que se desarrolla en un contexto histórico-social concreto, siempre dinámico y cambiante.
En todo momento, mostraron su oposición a las ideas abstractas de Proudhon y sus seguidores –quienes negaban la importancia de las luchas de liberación nacional–, y también contra el nacionalismo pequeño-burgués de Mazzini en las batallas políticas dentro del Consejo General de la Primera Internacional. Sobre el tema, en sus escritos contra Proudhon, Marx y Engels subordinaban la cuestión nacional a la «cuestión obrera».
La idea de subordinar la cuestión nacional a la cuestión obrera significa asumir las luchas de liberación nacional desde el punto de vista de los intereses generales del proletariado y la revolución mundial. Y esos intereses generales de los trabajadores superan cualquier marco étnico, religioso, cultural y nacional. Los padres del socialismo científico, desde el Manifiesto Comunista decían: “Los trabajadores no tienen patria”. En este sentido, la cuestión nacional no es contraria al internacionalismo proletario, sino que puede ser parte de la lucha más amplia de la clase obrera por derrocar el capitalismo.
Lenin, en su obra El derecho de las naciones a la autodeterminación expresó lo siguiente: «Los intereses de la clase obrera y de su lucha contra el capitalismo exigen una completa solidaridad y la más estrecha unión de los obreros de todas las naciones, exigen que se rechace la política nacionalista de la burguesía de cualquier nación”. (El subrayado es mío). Y en este mismo texto, remarcó: “Quien quiera servir al proletariado deberá unir a los obreros de todas las naciones, luchando invariablemente contra el nacionalismo burgués, tanto contra el ‘propio’ como contra el ajeno». Más claro, es imposible.
Este posicionamiento es demoledor contra aquellos supuestos revolucionarios que asumen posiciones nacionalistas, y que no les bastaría conocer el historial de agresión de la oligarquía venezolana contra Guyana para asumir una postura correcta. Quizás algunos se limitarán a condenar todo el prontuario de la oligarquía venezolana, pero después se contradeciría insistiendo en que el Esequibo es venezolano y por tanto había que recuperarlo.
Entendiendo el carácter reaccionario que tomó la reclamación venezolana, creemos que la posición correcta que debió asumir la izquierda venezolana era denunciar y luchar contra la clase dominante local en solidaridad con el pueblo guyanés. En el presente, lo dicho sugiere incluso la posibilidad de abandonar, por parte de las organizaciones revolucionarias, la reclamación territorial, pues su carácter antiimperialista de inicio fue superado hace mucho tiempo.
Han pasado las décadas, y aún se mantiene el carácter reaccionario de la reclamación venezolana, pero desde otro ángulo. Pese a la presencia de comunidades indígenas en el Esequibo, que no responden a ninguna autoridad nacional de Guyana y Venezuela, la mayoría de la población de este territorio se asume guyanesa. Lo anterior implica que recuperar hoy la Guayana Esequiba, supone oprimir y subyugar a cientos de miles de personas que no se sienten venezolanas (y tampoco quieren serlo).
Aquellos desde la izquierda que, conociendo lo anterior, persisten en una postura chovinista, deben ser desenmascarados y denunciados como miopes serviles a la causa de la clase dominante venezolana. Y esto debe hacerse con la misma vehemencia que Lenin, Rosa Luxemburgo, Karl Liebknecht, Trotsky, entre otros, denunciaron en 1914 la capitulación de la socialdemocracia al patriotismo reaccionario que condujo a millones de muertes, como parte de la primera gran carnicería imperialista.
Previendo que mis palabras pueden ser manipuladas por algún chovinista, aclaro de antemano que nunca dije que los revolucionarios venezolanos de hoy deben ponerse del lado del gobierno guyanés, servil al imperialismo estadounidense. De instalarse una base militar de EEUU en Guyana, las clases dominantes de este país servirán como una cabeza de playa para la agresión contra nuestro pueblo. Y puede que no necesiten de una instalación militar gringa para cumplir con ese papel, tal y como cuando los papeles estuvieran invertidos. Es por eso que, con la misma fuerza que condenamos la maniobra del PSUV y el chovinismo de la burguesía tradicional, también repudiamos el accionar de la burguesía guyanesa y su gobierno proimperialista. Que nunca se olvide que la cuestión nacional es, antes que nada, una cuestión de clases.
Unidad de los trabajadores de Venezuela y Guyana
Partiendo desde la sensatez, Venezuela tiene una muy escasa posibilidad de recuperar el Esequibo, que es, vale decir, profundamente reaccionaria. Solo a través de una guerra podría consumarse esta aspiración. Pero dada la alianza militar de Guyana con EEUU, las oportunidades parecen casi nulas. La salida diplomática, satisfactoria para todas las partes, es, por no decir menos, utópica. El fracaso del Acuerdo de Ginebra así lo comprueba. Asimismo, la salida judicial, a través de la CIJ, no hará que la parte derrotada renuncie a sus pretensiones.
Es necesario que los trabajadores de la ciudad y el campo de Guyana y Venezuela, resistan y confronten el nacionalismo burgués de las élites, las cuales pretenden llevarnos a una guerra fratricida para posicionar sus intereses. Los explotadores y opresores de aquí y allá están fomentando odios nacionales tóxicos, preparando el terreno para este escenario. En este sentido, la única guerra en que los trabajadores debemos estar dispuestos a participar es contra el capitalismo, no contra nuestros hermanos y hermanas del otro lado de la frontera.
Lo anterior implica no distraer la atención a los problemas internos, que en Venezuela son: los salarios miserables, la profunda desigualdad de ingresos, el colapso generalizado de los servicios públicos, la inflación más alta del mundo, la falta de oportunidades, entre otros, que todos son producto de la crisis estructural del capitalismo rentista criollo y de la brutal política de ajuste emprendida por Maduro.
La clase obrera y las organizaciones genuinamente revolucionarias de Venezuela y Guyana, deben poner todos sus esfuerzos en desenmascarar a sus propias clases dominantes a lo interno y resistir, mediante la movilización de calle y la huelga, cualquier escalamiento del conflicto al terreno bélico.
La única solución que puede dar al traste con esta infame controversia, radica en el levantamiento revolucionario de los trabajadores venezolanos y guyaneses contra sus opresores y la transformación socialista de ambos países, creando un proceso genuino de integración, como parte de una Federación Socialista de América Latina y el Caribe.
Con la misma valentía de Karl Liebknecht en 1914, los revolucionarios consecuentes debemos levantar la consigna: “No a la guerra, el enemigo está en casa”.
El domingo 3 de diciembre, se realizará en nuestro país una consulta popular, convocada por el gobierno nacional, referente al conflicto territorial sobre la Guayana Esequiba, una extensa región que se encuentra bajo jurisdicción de la República Cooperativa de Guyana, pero que históricamente Venezuela ha reclamado como suya en un conflicto que supera los 180 años. La zona comprende dos tercios del territorio que controla Guyana, país que se independizó del imperio británico en 1966. Este Referéndum se enmarca en una escalada en las tensiones entre los gobiernos de los países mencionados, donde los discursos y los actos de lado y lado están plagados de chovinismo.
La controversia, luego de un periodo donde era poco o nada considerada, volvió a tomar fuerza a partir del año 2015 cuando la petrolera Exxon Mobil, con aval del Georgetown, descubrió importantes yacimientos petroleros en la zona atlántica del territorio en disputa. Hace pocos meses, el gobierno guyanés efectuó varias licitaciones en torno a los bloques petroleros: Stabroek, Roraima y Kaieteur, pertenecientes a áreas marinas pendientes de delimitar, acto que fue rechazado por las autoridades venezolanas. El pasado 17 de octubre, representantes del gobierno venezolano y la Plataforma Unitaria Democrática (PUD) firmaron el “Acuerdo Parcial para la Protección de los Intereses Vitales de la Nación”, en el que la capa de nuevos ricos del PSUV y la oligarquía tradicional ratificaron la reclamación venezolana sobre la Guayana Esequiba.
Actualmente, la controversia viene siendo abordada por la Corte Internacional de Justicia (CIJ), luego de que el caso le fuera asignado en 2018 por el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres. Este fue el resultado de décadas de mediación fracasada de Naciones Unidas para encontrar una solución, a través del mecanismo de “buen oficiante” contemplado en el Acuerdo de Ginebra de 1966. El gobierno venezolano no reconoce la jurisdicción de la CIJ, la cual en 2020 –por pedido previo y unilateral de Guyana– se declaró “competente” para emitir una decisión definitiva sobre la controversia y validar el Laudo Arbitral de París de 1899. Conviene recordar que para Venezuela, el Laudo parisino se considera “nulo e írrito”, mientras se defiende la legitimidad del Acuerdo de Ginebra de 1966. La subsiguiente objeción que presentó la parte venezolana a la declaración de la CIJ fue rechazada el pasado 6 de abril.
Breve historia de la controversia, desde una mirada de clase
Mapa de la Capitanía General de Venezuela (1777). Cortesía
El conflicto territorial entre Venezuela y Guyana hunde sus raíces en el colonialismo europeo, se desarrolla con el expansionismo del imperio británico en el siglo XIX y se afirma con el ascenso del imperialismo estadounidense. La zona conocida como Guayana Esequiba formaba parte de los territorios que comprendían la Capitanía General de Venezuela, colonia española fundada en 1777, que comenzaría su proceso de emancipación a partir de 1810. La frontera oriental de estos territorios se encontraba en los márgenes del río Esequibo. En 1814, las provincias bajo dominio colonial holandés que limitaban con Venezuela fueron cedidas a Gran Bretaña.
El imperio británico reconoció en 1825 la independencia de la Gran Colombia, de la que Venezuela formó parte, y en 1831 fusionó las provincias adquiridas por los holandeses, creando la Guyana Británica. Años después, el descubrimiento de oro en el Esequibo impulsó los primeros movimientos de colonos británicos a cruzar hacia Venezuela. Tras la devastación de la guerra de independencia, Venezuela se encontró en una situación de profunda debilidad para defender su soberanía frente al expansionismo del imperio británico, que para entonces ya estaba consolidado como la principal potencia económica, militar y colonial del planeta.
Venezuela y la corona británica alcanzaron un acuerdo en 1850 donde ambos países se comprometieron a no ocupar el territorio en pugna, algo que no fue cumplido por la potencia colonial que siguió expandiéndose hasta alcanzar las bocas del río Orinoco (que en la actualidad fijan los límites orientales venezolanos). Incluso hubo planes para incorporar territorios del actual Estado apure de Venezuela a la Guyana Británica.
La débil burguesía venezolana depositó su confianza sobre la justicia de su reclamo al imperialismo estadounidense, que se estaba erigiendo como la potencia dominante del continente. El gobierno de este país propuso, en 1895, solucionar la disputa a través de un arbitraje, y tanto norteamericanos como británicos acordaron bilateralmente en 1897 proceder por esa vía. Así, en el año 1899, se efectuó en París un Laudo Arbitral sin la participación de representación venezolana, que contó con cinco jueces: dos británicos, dos norteamericanos y un ruso. Como era de esperarse, el fallo final del arbitraje, emitido el 3 de octubre de 1899, legitimó el despojo británico del extenso territorio del Esequibo. La oficialidad guyanesa ha basado históricamente la soberanía de su país sobre el Esequibo en la sentencia de este Laudo.
En 1949 se publicó el Memorándum de Mallet Prevost, un documento póstumo de uno de los abogados participantes en el Laudo parisino, quien denunció la existencia de un trato entre los representantes británicos y el juez ruso, Friedrich Martens, como parte de un acuerdo entre el reino unido y la Rusia zarista. Catorce años después, Venezuela denunció ante la ONU los vicios del Laudo de 1899.
Aquí es preciso no pasar por alto el cambio de carácter que había tomado la reclamación venezolana, ante los innumerables vuelcos geopolíticos que el desarrollo del capitalismo en su fase imperialista, revolución de octubre, dos guerras mundiales, revoluciones coloniales y la guerra fría habían introducido en el mundo. Tras la segunda guerra mundial, el planeta fue testigo de numerosas revoluciones y levantamientos de las colonias bajo dominio europeo en África, Asia y América.
La Guyana Británica no fue la excepción. En 1950 se funda en este país el Partido Progresista del Pueblo (PPP), el cual ganó en 1953 la mayoría de escaños en las primeras elecciones permitidas para la Cámara de la Asamblea. Su principal dirigente, Cheddi Jagan, se convirtió en Primer Ministro de un gobierno bajo tutela británica. Las ideas de izquierda promovidas por Jagan, aunque reformistas, preocuparon a ingleses y estadounidenses, en un mundo marcado por las tensiones de la guerra fría. Meses después de los comicios, Gran Bretaña envió tropas a Guyana, destituyó a Jagan y disolvió la legislatura. Acto seguido, EEUU promovió, bajo reaccionarias líneas raciales, una escisión en el PPP encabezada por Forbes Burnham, quien fundó el partido Congreso Nacional Popular (CNP).
En Venezuela, tras la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez en 1958 –como fruto de una insurrección popular–, los partidos AD, COPEI y URD alcanzaron el Pacto de Punto Fijo, para, entre otras cosas, resguardar los intereses estadounidenses en nuestro país. Del lado guyanés, en 1961 se realizaron nuevas elecciones que el PPP ganó con estrecho margen, lo que le permitió a Jagan encabezar un gobierno limitado. Inmediatamente, dicho gobierno fue desestabilizado con actos de violencia racial, fomentados por Washington, con participación de la CIA y colaboración británica.
La burguesía venezolana, a través de sus gobiernos de entonces, no dudó en implicarse de lleno en la situación. Según el documento 523 del volumen XXXI de la Oficina del Historiador del Departamento de Estado, el gobierno adeco de Raúl Leoni participó en una conspiración donde propuso entrenar a 100 mercenarios, financiar la desestabilización en Guyana, propinar un golpe de Estado a Jagan y secuestrar a este y su esposa para ser llevados a Venezuela. Estos planes no terminaron ejecutándose pues el imperialismo estadounidense optó por la asunción al gobierno por parte de Burnham y el PNC mediante el fraude.
Este oscuro episodio es omitido casi por completo en la historia venezolana sobre la controversia con Guyana. Y se trata de un episodio importantísimo para entender cómo la reclamación territorial de Venezuela pasó de ser una justa protesta contra el despojo colonialista e imperialista, a convertirse en una demanda que cumplía un papel reaccionario en el proceso de liberación nacional del pueblo guyanés.
Tras numerosas negociaciones, el 17 de febrero de 1966, Venezuela, Reino Unido y la Guyana Británica – próxima a declarar su independencia– firmaron el Acuerdo de Ginebra, en el que las partes se comprometieron a alcanzar una solución pacífica y negociada a la controversia, con intermediación de la ONU. El arreglo establecía el establecimiento de una comisión mixta, venezolano-guyanesa, que tendría un lapso de cuatro años para poner fin al diferendo. Dicho lapso de tiempo se cumplió y ante la negativa de las burguesías de ambos países a ceder un ápice en sus exigencias, la controversia se estancó hasta el día de hoy. Se trata de un mecanismo estéril, que es incapaz de solucionar nada. La argumentación venezolana sobre el Acuerdo de Ginebra, que suele ser vendido como la gran panacea, resulta llamativo al ser este fallido instrumento el mismo que, bajo las condiciones de la última década, abrió las puertas a la creciente y peligrosa disputa actual.
Pese a que Guyana, tras su independencia, estuvo gobernada por el pro-yanqui PNC, la burguesía venezolana no detuvo su ofensiva desestabilizadora para intentar recuperar el Esequibo. En octubre de 1966 personal militar y civil de Venezuela tomó la isla de Anacoco. Al año siguiente, Venezuela tuvo sus manos metidas en la realización de la Conferencia Indígena de Kabakaburi, que clamó por el desarrollo del Esequibo bajo soberanía venezolana. Posteriormente, en 1968 Venezuela expandió su mar territorial alrededor de 12 millas marinas en el área en disputa, hecho que fue repudiado por el gobierno Guyanés.
Por último, y de nuevo instrumentalizando demandas de los pueblos indígenas con fines reaccionarios, el gobierno venezolano apoyó la revuelta separatista de Rupununi, que produjo entre 70 y 100 muertos en 1969. Los líderes de la rebelión huyeron a Venezuela donde serían nacionalizados. Ante todo el prontuario que hemos querido mencionar de pasada, queda en evidencia la deslegitimación histórica de la demanda territorial venezolana.
Recortes de periódicos venezolanos de 1969 que reseñaron la revuelta de Rupununi. Fuente: Visconversa
El Esequibo, sus riquezas y el creciente interés imperialista
La Guayana Esequiba cuenta con un territorio de 159.500 kilómetros cuadrados, que abarca desde la cuenca del Orinoco hasta el curso del Río Esequibo. Esta zona tiene salida al océano Atlántico, atraviesa una extensa área selvática, una cadena de montañas al oeste y las llanuras del Rupununi al sur. Posee una población estimada en 128 mil habitantes, donde predominan las comunidades indígenas Arawak, Arecuna, Warao, Makushi, Wapisian, Akawais, Wai-Wai y Patamona, algunas de las cuales no se deben a ninguna autoridad nacional venezolana o guyanesa.
El territorio posee enormes riquezas minerales, forestales, hídricas y de biodiversidad. Sin embargo, los descubrimientos en el ramo energético han despertado las apetencias de los distintos intereses imperialistas, y de las burguesías de Guyana y Venezuela por ser las beneficiarias en la acción de rematar y entregar tales riquezas a las multinacionales. Con el patrocinio de la Exxon y el imperialismo estadounidense, la burguesía guyanesa se propone dar al traste con la controversia territorial de forma definitiva, para asegurar su papel como socia menor de la expoliación de su país.
Recordemos que Guyana ha sido históricamente el segundo país más pobre del continente americano, detrás de Haití. Esta situación apunta a cambiar en los próximos años, al menos a nivel macroeconómico. La exportación de petróleo y gas del país a partir del 2019, lo ha convertido en la economía que más está creciendo en el mundo, con una expansión de su PIB de un 57,8% en 2022 y una estimación de un 38,4% para 2023, según datos del Banco Mundial y del FMI respectivamente. Sin embargo, la pobreza general y extrema siguen siendo un problema importante, especialmente en las zonas rurales e indígenas. Aunque un gran crecimiento del PIB puede impulsar cierta reducción de la pobreza, la acostumbrada desigualdad en la captación de ingresos en este país implicará que un pequeño segmento de la población concentrará para sí la enorme riqueza nacional, a condición de que la clase obrera no luche por una mejor distribución.
Gracias a los descubrimientos de la Exxon Mobil y compañías asociadas, las reservas de petróleo de Guyana se han elevado a 11.000 millones de barriles y las de gas en 17 billones de pies cúbicos. El problema es que buena parte de esas reservas se ubican en bloques territoriales disputados por Venezuela. Actualnente, EEUU y Europa se esfuerzan por disponer de nuevos proveedores de campos explotables para abastecer sus economías, ante un mundo sumergido en una crisis energética, agudizada por la guerra en Ucrania, las sanciones y bloqueos a las exportaciones energéticas de Rusia, la despreciable campaña militar israelí contra el pueblo palestino y los riesgos de una implicación de otros países árabes en el conflicto. Durante los últimos años, la sed insaciable de recursos energéticos ha impulsado un crecimiento de hasta un 110% de la inversión extranjera directa en Guyana..Este país produce en la actualidad poco menos de 400 mil barriles de crudo por día, y estima llevar esa cifra a 1,2 millones para 2027 con el fin de convertirse en el mayor productor de petróleo per cápita del mundo.
Como vemos, hay muchas presiones e intereses en juego para un fallo de la CIJ favorable a Guyana, algo que la mayoría de analistas contemplan como la posibilidad más probable.
Para asegurar la delantera de las multinacionales estadounidenses frente a sus competidores, la Casa Blanca ha fortalecido los lazos políticos con Guyana, con un interés y una atención inusitada si se compara con las décadas anteriores. En 2020, tras la asunción de Irfaan Alí como presidente de Guyana, el secretario de Estado de la administración Trump, Mike Pompeo, visitó el país, hecho que repetiría el actual titular de este mismo cargo, Antony Blinken, en julio del presente año. A mediados del 2022, una delegación de alto nivel encabezada por el presidente de Guyana, visitó EEUU por invitación de la Casa Blanca para reunirse de nuevo con Antony Blinken, senadores, congresistas y demás funcionarios estadounidenses. En esta misma visita, el fiscal general guyanés, Anil Nandlall, destacó la ”cooperación” que el FBI tiene con los organismos de justicia de su país.
Este estrechamiento de relaciones diplomáticas ha tenido su correlato militar. En enero de 2021 se realizaron en Guyana ejercicios navales conjuntos entre las flotas estadounidense y la local, con visita incluida del jefe del comando sur, Craig Faller, para reunirse con el presidente Alí. Cinco meses después, se realizaron los ejercicios militares “Tradewinds”, con la participación de la DEA y 23 países del Caribe, teniendo a Guyana como base de operaciones. Los “Tradewinds” de 2023 contaron con la misma sede el pasado mes de julio, esta vez con la intervención de Países Bajos, Reino Unido y Francia, además de 18 países de América.
El nacionalismo exacerbado de lado y lado
Manifestación nacionalista en Venezuela. Fuente: Efecto Cocuyo
El reclamo venezolano sobre la Guayana Esequiba constituye una de las banderas que históricamente ha enarbolado la burguesía tradicional para expresar sus frustradas aspiraciones de dominio y poder regional, y también para desorientar y manipular a la población, tanto en periodos de agudización de la lucha de clases como en coyunturas electorales. Los gobiernos adecos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni lo hicieron en la década del 60 del siglo pasado, para intentar contrarrestar la conflictividad social de aquella época, así como el copeyano Luis Herrera Campins, en medio del paquetazo dictado por el FMI y para promover al candidato de su partido en las elecciones presidenciales de 1983. Actualmente, gobierno y derecha defienden la idea de que el Esequibo es venezolano, aunque con diferencias en cuanto a nociones y estrategias.
La oposición proimperialista, nucleada en los partidos de la PUD, ha llamado a la población a hacer uso de su libre albedrío y decidir libremente sobre las preguntas del Referéndum del 3 de diciembre. Uno de sus principales dirigentes, el ex candidato presidencial Henríque Capriles, dijo que votará en la consulta en un mensaje que se lee como una invitación a la participación. «Por supuesto que voy a votar. Esto no se trata de Maduro, ni se trata del PSUV, esto es un tema de los que somos venezolanos, de los que sabemos desde que tenemos uso de razón que el Esequibo es territorio nacional». Asimismo, la líder del ala de línea más dura de la derecha y candidata presidencial electa en las pasadas primarias opositoras, María Corina Machado, señaló: “La soberanía se ejerce, no se consulta” y pidió suspender el Referéndum, no por oponerse a la vieja reclamación venezolana sobre el Esequibo, sino por considerarlo un error que podría perjudicar a Venezuela ante la CIJ.
Por otro lado, académicos derechistas como Allan Brewer Carías han expresado que el juicio que lleva la CIJ en la Haya es una “oportunidad” para que Venezuela presente su caso y compruebe sus derechos territoriales sobre la Guayana Esequiba, como si dicho tribunal fuese imparcial y no estuviese sujeto a las presiones y lobby’s políticos imperialistas. Tamaña ingenuidad recuerda a los sectores de la burguesía que depositaron su confianza en el fraudulento Laudo Arbitral de 1899.
La agudización del conflicto le ha dado al PSUV la oportunidad de mantener distraída a la población de los múltiples problemas que enfrenta y de las responsabilidades del gobierno en casi todos ellos. Lamentablemente, la jugada parece estar surtiendo los efectos esperados. Mientras tanto, las medidas de ajuste antipopular, combinadas con represión y vulneración de derechos políticos y democráticos sigue su curso.
En torno al Referéndum, Maduro busca exaltar su figura como “líder de la nación” frente a la amenaza extranjera de Exxon Mobil, el imperialismo estadounidense y Guyana, manipulando y distorsionando el instinto antiimperialista –conscirnte o inconsciente– de amplias capas de la población. Lo que desde el gobierno no se dice es que en la explotación de los recursos del Esequibo no solo participa la Exxon Mobil, sino también la estadounidense Chevron y la china CNOOC Ltd, ambas compañías que hacen vida en Venezuela en empresas mixtas con PDVSA, aprovechando las ventajas que les ha ofrecido la política entreguista de Maduro. Esta contradicción revela que el supuesto antiimperialismo del gobierno hace aguas por todos lados.
Claramente, la campaña patriotera del PSUV está dirigida a despertar, atraer, volver a convencer y aglutinar simpatías de cara a las elecciones presidenciales de 2024. Incluso, no es descartable que si el Referéndum logra un gran porcentaje de participación, se usen los resultados en ilusorios ejercicios de comparación con la votación de las primarias de la derecha. La decadente lógica tradicional de la politiquería burguesa venezolana nos ha acostumbrado a ver y anticipar mediocres espectáculos de esta naturaleza.
Voceros gubernamentales llaman todos los días a “deponer las diferencias por la patria”, lo que equivale a pedir al pueblo trabajador que se una a sus explotadores y opresores en función de una pretendida “causa común”. Como no podía ser de otra manera, los grupos de derecha comprados por el gobierno para dividir a la oposición, aquellos de donde destacan personajes como José Brito y Luis Eduardo Martínez, se han plegado completamente a esta maniobra.
Algunos sectores de la izquierda del chavismo han capitulado de forma vergonzosa ante la comparsa que clama la deposición de las reivindicaciones y el “cierre de filas” por la patria. Destaca la postura presentada por la constitucionalista María Alejandra Díaz, quien en un claro tono beligerante, alude a que Venezuela no puede abandonar la tesis de conflicto y debe demostrar ante Guyana –que es catalogada por esta como el enemigo– “una capacidad de disuasión creíble”. Todo aquel que pueda entender, sabe que Díaz se refiere a la necesidad de emprender un despliegue militar. No se podía esperar otra cosa de alguien que ha manifestado en reiteradas oportunidades simpatías con el dictador Marcos Pérez Jiménez, quien en los 50 del siglo XX supo expresar ideales reaccionarios de nacionalismo burgués, mientras paradójicamente servía como instrumento del imperialismo estadounidense en la región, toda vez que reprimía, censuraba y perseguía principalmente a la clase obrera y la izquierda.
De esta manera, podemos ver como la mayoría de sectores del espectro político compiten por mostrarse como los más grandes paladines de la nación. Pero más allá de la retórica, los polos dominantes de la política nacional han demostrado en el pasado lo poco que aprecian al país por el cual se rasgan las vestiduras. Las distintas fracciones de la oposición proimperialista son herederas del puntofijismo, que saqueó al país para beneficio de las élites criollas y de sus socios extranjeros, además de perseguir y asesinar a líderes populares, obreros y de izquierda. Desde principios del presente siglo, estos mismos personajes no tuvieron reparos en organizar golpes de Estado, llamar a la intervención militar extranjera, ordenar incursiones de mercenarios estadounidenses y promover sanciones económicas contra su país.
Al otro lado, tenemos al gobierno sacando la carta del nacionalismo, luego de haber pulverizado los salarios y derechos fundamentales de la clase obrera, invitando a capitalistas de todo el mundo para que vengan a explotar la mano de obra más barata del planeta, en las nuevas Zonas Económicas Especiales, con exoneraciones tributarias, subsidios indirectos y un marco desregulatorio complementado con criminalización de la actividad sindical. Al final, todos los chillidos hipócritas, tanto de las marionetas políticas de la burguesía tradicional como de la capa de nuevos ricos del PSUV, representan la puja de estos sectores por ser los subastadores de las riquezas del Esequibo y saqueadores de las migajas que, hipotéticamente, le quedarían al país de realizarse sus aspiraciones. Fugadas casi todas las riquezas petroleras de Venezuela a manos de estos, sus miradas ahora se enfilan hacia un territorio en disputa que sueñan aprovechar.
Del lado guyanés, la cosa no es diferente. El viernes 24 de noviembre, el presidente de Guyana, Irfaan Alí, acompañado de oficiales militares, encabezó un acto nacionalista en la montaña de Pakarampa, a escasos kilómetros del Estado Bolívar de Venezuela, donde recitó el ”Juramento de Lealtad Nacional” y fue izada una gigantesca bandera de este país. La administración del PPP, ha planteado la opción de establecer bases militares con apoyo extranjero en el Esequibo y ha anunciado la visita de funcionarios del Departamento de Defensa de EEUU. Todas estas acciones y amenazas constituyen peligrosos actos de provocación, que desde Lucha de Clases – CMI Venezuela rechazamos de forma categórica.
Presidente de Guyana, Irfaan Alí, y el Secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken. Cortesía
Así, atestiguamos como voceros gubernamentales de ambos países elevan cada vez más el tono, bajo la mirada atenta e interesada de las distintas potencias imperialistas. Sobre millonarias campañas publicitarias, las clases dominantes de Venezuela y Guyana invitan a los trabajadores a olvidar sus problemas, para que centren su atención en la amenaza del otro lado de la frontera. Si bien los “patriotas” de ambos países intentan barnizar su retórica con una que otra alusión a la paz, la atmósfera que están creando solo puede fomentar insanos odios nacionales entre los pueblos. Incontables son las guerras fratricidas y los baños de sangre que se promovieron desde la hipocresía y el victimismo manipulador de las clases dominantes.
A los trabajadores de la ciudad y el campo, guyaneses y venezolanos, se nos está invitando a un peligroso juego de confrontación, donde solo nosotros pondremos los muertos en caso de que el conflicto escale al escenario bélico. Es necesario tener claridad sobre este asunto: las élites de ambos lados de la frontera solo creen en la soberanía de sus cuentas bancarias. Su única patria es el capital, patria que están dispuestos a defender hasta con la última gota de sangre de los trabajadores y pobres de los dos países.
La trampa del nacionalismo burgués
A lo largo de la historia del capitalismo, las clases dominantes han sabido cómo fomentar e instrumentalizar el chovinismo para asegurar su hegemonía. En última instancia, el nacionalismo reaccionario de las élites siempre cumple el papel de disfrazar y ocultar ante la población sus oscuros propósitos.
Este patrón se evidenció de forma clara en los albores de la Primera Guerra Mundial. Aquí el chovinismo sirvió para que millones de hombres marcharan orgullosos a su muerte, en aras de posicionar mejor a sus burguesías en la disputa por mercados y recursos. La socialdemocracia en aquel entonces se plegó entusiasta a esta ola chovinista, en lo que puede considerarse como uno de los más grandes crímenes políticos de la historia.
Un caso más reciente fue la Guerra de las Malvinas en 1982, iniciada por la incursión de tropas argentinas en las Islas por órdenes del dictador militar Galtieri. Tal decisión fue una maniobra desesperada concebida para salvar a este reaccionario régimen de su crisis terminal. Estos monstruos que torturaron y desaparecieron a miles de argentinos, basaron su maniobra en la creencia de que los británicos, con los que siempre mantuvieron buenas relaciones, nunca harían nada. Grave error. Nunca contemplaron que para cualquier potencia imperialista, mantener su prestigio y posición fuerte es una cuestión de honor. La admósfera nacionalista promovida por los militares logró, en las primeras de cambio, cegar a amplios sectores, incluyendo a algunos grupos de izquierda. De todos ellos, destaca la criminal capitulación de Nahuel Moreno y su partido a la política de la dictadura militar argentina.
Es importante aclarar que para el marxismo no todo nacionalismo es reaccionario. El surgimiento o existencia de una conciencia nacional en un pueblo que valora su identidad cultural, idioma y tradiciones, es natural, saludable y necesario. Si se trata de un nacionalismo que surge como respuesta a una opresión concreta y quienes lo enarbolan apuntan a reivindicar sus derechos nacionales y su liberación, estamos ante una forma de nacionalismo progresista que debe ser apoyado por todo revolucionario. Esta distinción es vital para evitar caer en la trampa del chovinismo burgués. La genuina lucha contra toda forma de opresión nacional debe entenderse como parte de la lucha más amplia por la emancipación revolucionaria de los trabajadores. Lo anteriormente dicho no puede ser confundido con el nacionalismo utilizado por la burguesía para perpetuar su dominio y mantener divididos a los oprimidos.
El marxismo siempre ha abordado con seriedad todo lo relacionado con la cuestión nacional. Revolucionarios como Lenin y Trotsky defendieron incondicionalmente a los grupos étnicos oprimidos y a las naciones dominadas por el imperialismo. No obstante, en ningún momento propusieron alianzas entre la clase obrera y los supuestos sectores nacionalistas de la burguesía, que son incapaces de luchar de forma resuelta contra el imperialismo y completar las tareas inacabadas de la revolución democrático-burguesa en nuestros países. Todas sus consideraciones tácticas preservaron en todo lugar el principio de independencia de clases de las organizaciones proletarias. Sobre este ejemplo, deberían mirarse hoy los que se asumen como revolucionarios, mientras respaldan la idea de recuperar el Esequibo por “todos los nedios”.
No podemos perder de vista la cuestión de la autodeterminación de los habitantes de El Esequibo. Si bien dijimos que en estos territorios habitan diversos pueblos indígenas, donde algunos no se adhieren a ninguna jurisdicción nacional más allá de su comunidad, la absoluta mayoría de la población se siente parte de Guyana. Conviene que todo revolucionario se pregunte: ¿estoy dispuesto a apoyar la recuperación del Esequibo en contra de la voluntad de quienes han vivido toda su vida allí?
En este punto, debemos aceptar varias verdades. Bajó el capitalismo, los mecanismos diplomáticos para resolver estas controversias, de forma satisfactoria para todas las partes, son siempre fallidos y estériles. Por otro lado, tenemos la circunstancia de que Guyana ya está ejerciendo control sobre el territorio, y lo más probable es que la CIJ falle a favor de este país. Estos factores nos llevan a una conclusión inevitable: la única posibilidad que tiene Venezuela de recuperar el Esequibo es la vía de la confrontación bélica. Incluso en este escenario, la alianza militar de Guyana con EEUU hace que el objetivo parezca irrealizable. En este sentido, preguntamos a los patriotas de izquierda lo siguiente: ¿estarían dispuestos a apoyar el sometimiento de un pueblo hermano que no quiere ser venezolano?. Si la respuesta es afirmativa, llama la atención ver a sectores que por un lado expresan una correcta solidaridad con Palestina, estando dispuestos al mismo tiempo a aceptar que Venezuela juegue un papel similar al de Israel.
Lo que se oculta detrás del Referéndum
Es bastante claro que el gobierno busca con el Referéndum, inicialmente, evidenciar ante la CIJ y el mundo un respaldo de la mayoría del país a su posición respecto a la controversia y al juicio que se desarrolla en La Haya. La millonaria campaña que ha ejecutado intenta por todos los medios movilizar una gran participación para dar una gran muestra de “unidad nacional”. Según un reciente estudio de la encuestadora Datanálisis, aproximadamente el 40% de los consultados tiene la intención de participar en el Referéndum, mientras que el 20% aún no se ha decidido. Por otro lado, la encuestadora Hinterlaces, que tiene cercanías con el gobierno, estima una participación del 72% en el evento.
La consulta popular en cuestión propone las siguientes interrogantes:
Pregunta 1: “¿Está usted de acuerdo en rechazar por todos los medios, conforme al Derecho, la línea impuesta fraudulentamente por el Laudo Arbitral de París de 1899, que pretende despojarnos de nuestra Guayana Esequiba?”
Pregunta 2: “¿Apoya usted el Acuerdo de Ginebra de 1966 como el único instrumento jurídico válido para alcanzar una solución práctica y satisfactoria para Venezuela y Guyana, en torno a la controversia sobre el territorio de la Guayana Esequiba?”
Pregunta 3: “¿Está usted de acuerdo con la posición histórica de Venezuela de no reconocer la Jurisdicción de la Corte Internacional de Justicia para resolver la controversia territorial sobre la Guayana Esequiba?”
Pregunta 4: “¿Está usted de acuerdo en oponerse, por todos los medios conforme a Derecho, a la pretensión de Guyana de disponer unilateralmente de un mar pendiente por delimitar, de manera ilegal y en violación del derecho internacional?”
Pregunta 5: “¿Está usted de acuerdo con la creación del estado Guayana Esequiba y se desarrolle un plan acelerado para la atención integral a la población actual y futura de ese territorio que incluya entre otros el otorgamiento de la ciudadanía y cédula de identidad venezolana, conforme al Acuerdo de Ginebra y el Derecho Internacional, incorporando en consecuencia dicho estado en el mapa del territorio venezolano?”
La apuesta gubernamental es que el electorado marque cinco veces ”si”, para que rechace, en la primera pregunta, el Laudo sobre el que se basa el gobierno de Guyana para reclamar su soberanía sobre El Esequibo; para validar popularmente el instrumento sobre el que Venezuela plantea definir la controversia en la segunda interrogante; para sostener, con base en un mandato nacional, el desconocimiento a la muy probable decisión de la CIJ de beneficiar a Guyana; y en la cuarta pregunta, impugnar la entrega de concesiones petroleras a las multinacionales por parte de las autoridades del país vecino. Empero, la interrogante que acarrea mayor controversia es la número cinco, pues plantea tajantemente la posibilidad de incorporar la Guayana Esequiba como una nueva entidad estadal.
Sabemos muy bien que habrá un trecho muy grande entre lo que la mayoría apruebe en el Referéndum y lo que al final el gobierno decida hacer. Pero no sería correcto descartar de plano los escenarios más extremos que se pueden abrir a posteriori. El partido de gobierno estará sometido a las presiones chovinistas de la derecha y de los diversos sectores sociales que acudan a la consulta, en pro a que Maduro vaya más allá de sus intenciones iniciales. Tampoco podemos olvidar la presión que pueden ejercer los sectores militares (típicamente ultranacionalistas) de cara a la toma de medidas duras y contundentes. Si el gobierno se muestra vacilante, toda su campaña chovinista se volverá en su contra. En este punto comenzamos a caminar sobre terrenos peligrosos.
En las estimaciones, no podemos excluir la posibilidad de que desde Miraflores se impulsen a futuro medidas legales y constitucionales para hacer efectivo, al menos en el papel, el mandato que se desprenderá de la peligrosa pregunta cinco. Cualquier acción en esa dirección será interpretada como un intento de anexión, lo que sin duda hará que el conflicto escale hacia escenarios potencialmente funestos. Creemos que este panorama es el menos probable. No obstante, factores como el juego de presiones diversas hacia ciertas direcciones y la voluntad del gobierno de sostener el poder a toda costa nos obligan a mantener los ojos abiertos.
En todo momento, China –que tiene intereses en el terreno– y EEUU, desde sus instancias particulares, presionarán para que la controversia no se salga de control. Después de todo, no sería conveniente para estas potencias dejar que una guerra dañe sus planes de producción en la zona. Además, en el contexto actual, con el enorme rechazo de la opinión pública estadounidense a las aventuras bélicas de su gobierno y con los otros frentes de guerra abiertos en el mundo, con participación indirecta de EEUU, lo más probable es que el tío Sam intente, por un lado, presionar diplomáticamente a Maduro para que desista en los canales de negociación que tienen aperturados, y, por el otro, mostrarse ante el mundo fuerte y amenazante, instalando bases militares en el Esequibo como un elemento disuasivo importante y como un enclave de gran valor estratégico para incidir con más fuerza en el mediano y largo plazo (con todas las opciones sobre la mesa) en la política guyanesa, venezolana, caribeña y sudamericana.
Una peligrosa puerta que se está abriendo tiene que ver con el uso del Referéndum y sus resultados, en medio de la presente cruzada chovinista, para perseguir, censurar, desconocer, coaccionar y confiscar derechos de aquellos que, bajo una posición crítica, de clase e internacionalista, rechacen la maniobra del gobierno, tachándolos de elementos “anti-venezolanos” o “anti-nacionales”. De hecho, ya se han podido conocer amenazas de despido a trabajadores si no van a votar al Referéndum y el retiro de beneficios como las bolsas de alimentos CLAP, entre otras. Desde Lucha de Clases rechazamos todas estas acciones y la pretensión gubernamental de reforzar su actual política represiva, sobre la base de un discurso de odio chovinista y reaccionario.
Por una posición de clase e internacionalista
Los revolucionarios consecuentes en Venezuela tenemos el deber de rechazar la maniobra del gobierno en torno al Referéndum, concebido como una cortina de humo para desviar la atención de los problemas que aquejan a la clase trabajadora. La misma no solo es capaz de desencadenar potenciales riesgos para nuestra nación, sino que también exacerba el chovinismo y cultiva odios nacionales hacia el pueblo guyanés.
Necesario es defender una posición internacionalista, ante el chovinismo vergonzante de los explotadores de lado y lado, y de los patrioteros de todos los colores. Los trabajadores venezolanos y guyaneses tienen todo en común entre sí, y nada que los una a sus respectivas burguesías. El pueblo trabajador, tanto al este como al oeste del río Esequibo, tienen los mismos enemigos: los buitres imperialistas y sus burguesías entreguistas. La guerra de clases, dirigida a derribar el régimen social capitalista, es el único tipo de guerra que debemos estar dispuestos a librar.
Es crucial comprender que bajo el sistema capitalista no hay oportunidades de solución satisfactoria de la controversia para los pueblos. La única senda hacia una resolución real y justa, radica en la necesidad de que los trabajadores de ambos países, a la cabeza de todos los oprimidos, derroquen a sus respectivas clases dominantes y avancen hacia la construcción del socialismo. Solo por este camino, librados del yugo de quienes nos han expoliado toda la vida, y en el marco de una Federación Socialista de Estados de América Latina y el Caribe, se podrán utilizar las riquezas de esta región en beneficio de toda la población.
Ante los riesgos de una confrontación, necesario es llamar a la unidad de los trabajadores venezolanos y guyaneses. Este momento es crucial para superar las barreras nacionales impuestas por los imperios coloniales, el imperialismo y nuestras burguesías, aspirando poder algún día ajustar cuentas con todos ellos. En caso de una guerra, la movilización internacionalista y la negativa de la clase obrera a colaborar con apoyos, carne de cañón y logística, puede pararle los pies a las clases dominantes. Sin esperar hasta que el escenario más funesto se desate, es vital que los trabajadores nos levantemos para detener el actual círculo conflictivo y con este mismo envión luchar por construir un futuro libre de explotación y opresión.
El derrumbe del peronismo y el golpe al kirchnerismo en manos de Javier Milei no tiene precedentes en las últimas décadas. La candidatura de Massa fue derrotada con una diferencia de 11,57 puntos porcentuales en las generales, replicándose en la mayoría de las provincias una situación similar, con la sola excepción de Buenos Aires, Santiago del Estero y Formosa. De esta forma, la fórmula Milei/Villarruel logró crecer casi 6 millones de votos con respecto a octubre.
Lo que ayer se demostró es que en un contexto de grave crisis económica, social y política, no sólo el centro político se desgrana de manera implacable ante la crisis, polarizando la situación de izquierda a derecha. También se demostró que un candidato como Massa, que combina una política de ajuste con una serie de concesiones tibias, dejando por debajo hacer a la inflación y por ende aumentando el deterioro de la vida, no puede enfrentar a un candidato de la ultra derecha que expresa de manera contradictoria un ideario ultra reaccionario, con un discurso “contra la casta política” que impacta a su favor, y generan cierta ilusión ante las demandas postergadas de los sectores populares.
Entonces Milei sumó los votos de la derecha de Macri, Bullrich y Juan Schiaretti y supo capitalizar el descontento contra un gobierno que incumplió abiertamente sus promesas y aplicó duros planes de ajuste, empeorando la situación económica y social. En Jujuy donde la reforma saqueadora y la represión del Gobernador Morales fue avalada por Massa, La Libertad Avanza (LLA) superó por casi 17% a Massa.
Sergio Massa blandió la bandera de un Gobierno de Unidad Nacional, el diálogo, la mesura y la defensa de las instituciones que se encuentran totalmente desprestigiadas y deslegitimizadas ante los ojos de las masas. Su discurso, en consecuencia, tuvo un impacto desfavorable en la mayoría de los sectores populares. Así el peronismo le abrió el paso a la ultra derecha, como sucedió en 2015 con la llegada de Macri al gobierno. Los límites de la política de conciliación de clases quedan nuevamente expuestos como reaccionarios para los trabajadores.
Aunque Unión por la Patria contara con el apoyo de gran parte de los empresarios y de la embajada de EEUU, un sector del pueblo trabajador golpeado por el ajuste terminó dándole la espalda sin más.
Javier Milei es un candidato que surge como un producto de la crisis capitalista, demuele –al menos de palabra- la legitimidad de los partidos tradicionales del régimen, dañada paulatinamente en la última década, señalando la responsabilidad de la casta política y sus amigos. Por su parte, Alberto Fernández, CFK, y su moneda de acuerdo entre los sectores peronistas, Sergio Massa, desarrollaron una política que tuvo como eje central los acuerdos con el FMI, subsumiendo a la economía y a los sectores de la clase obrera a una degradación sin pausa de la vida y del trabajo.
Por su lado, como lo venimos señalando, la izquierda que apostó a una perspectiva parlamentaria, no pudo ni supo capitalizar el descontento, la rabia y la desilusión con el gobierno de los Fernández.
Sin embargo, Javier Milei arriba al poder como un gobierno débil, con un puñado de diputados y senadores, y dependerá en buena medida de Macri. LLA, un agrupamiento sin tradición y escaso de cuadros políticos experimentados, no cuenta con equipo suficiente para armar el gabinete de gobierno. Allí Macri, cobrándole a Milei los votos sumados, tendrá un peso importante, y podría plantearse una cierta alianza Villarruel/Macri en el gobierno.
El sector de la burguesía expresado en Macri, tratará de limar las aristas más “locas” de su programa, aquellas medidas que lleven a una mayor crisis de gobernabilidad. Tales diferencias crearán un gobierno débil, inestable y en crisis permanente. Además, el breve tránsito en la política de Javier Milei demuestra que no es realmente controlable, añadiendo mayor inestabilidad al régimen político.
El gobierno de Milei tiene una franca minoría de gobernadores y parlamentarios, y enfrenta la discrepancia de un sector de la burguesía. Por ello tendrá una forma particular, rodeado del macrismo y otros sectores que negocien su parte de la torta, y con la necesidad de poner en marcha una ofensiva económica sin precedentes contra los trabajadores.
Por primera vez desde el arribo de la democracia, un espacio político que reivindica la impunidad para los genocidas y niega a los 30.000 desaparecidos accede al poder. Un espacio político que restituye oficialmente y en sectores de la sociedad la “teoría de los dos demonios”, señalando que el genocidio: “fue una guerra, hubo excesos”. Sectores que reivindican al neoliberalismo de los ’90 y que fomentan una dolarización de la economía, una apertura comercial irrestricta, la privatización de YPF, reformas estructurales, ataques contra los derechos de las mujeres y discriminación hacia distintas minorías.
Nos encontramos ante una nueva fase de la historia política del país, no solo de la transición hasta el 10 de diciembre. Los años que vienen serán de una extrema volatilidad. La victoria de Milei es el éxito de un candidato sin estructura, que se estableció en la figura pública defendiendo ideas del anarco capitalismo y usurpando de manera hipócrita la consigna obrera y popular “que se vayan todos”.
La insatisfacción democrática de la que habla CFK tiene una significación enorme en los resultados de ayer. Las masas votaron con bronca y hartazgo a los dos partidos mayoritarios que hace ya una década les dan la espalda a los laburantes, trabajadores que tienen hasta 3 trabajos y no llegan a fin de mes, sumado a la economía informal del 51%. El peronismo les habla a estos sectores de la pérdida de derechos que no tienen, se trata entonces de un discurso vacío para ellos.
Milei se erige en un gobierno frágil, aupado por el macrismo en las dos cámaras. Pero hay que tener confianza en la clase obrera que no está derrotada, la experiencia de la clase trabajadora puede precipitarse con un gobierno reaccionario como el de Milei/Villarruel.
La llegada de Milei al poder político del Estado no representa el arribo ni la vuelta a la dictadura. Es cierto que los represores, las bandas fascistas, se verán envalentonadas y en parte abrigadas por el nuevo gobierno, pero la clase obrera no ha sido derrotada, dispone de reservas importantes y va a resistir los asaltos que el gobierno de Milei prepara.
Se abre un escenario de agudización de la lucha de clases. Debemos prepararnos para la nueva fase. Como decía el viejo revolucionario, Karl Marx, la emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos.
Los días 4 y 5 de noviembre tuvo lugar el Congreso de la sección brasileña de la CMI. En este Congreso, evaluando el desarrollo de la organización y la situación política, el éxito de la campaña “¿Eres comunista?”, la organización decidió cambiar su nombre, anteriormente Izquierda Marxista, ¡la sección brasileña de la CMI ahora se llama Organización Comunista Internacionalista!
Además del cambio de nombre, los delegados presentes también decidieron por unanimidad dar por terminada la participación de la organización en el PSOL (Partido Socialismo y Libertad). Este partido, que incluso atrajo a una amplia capa de jóvenes, presentándose como una alternativa de izquierda al PT, ha dado pasos en los últimos años en su adaptación al orden burgués, profundizando su línea política reformista, haciendo alianzas electorales con sectores de la burguesía, culminando en su integración en el gobierno de unidad nacional de Lula. La permanencia en el PSOL se convirtió en un obstáculo para el crecimiento de una organización revolucionaria.
Este Congreso fue precedido, los días 2 y 3 de noviembre, por la Escuela de Nacional de Cuadros y el acto Contra las Guerras Imperialistas –Ucrania y Palestina. Este acto tuvo aproximadamente 200 participantes y fue convocado conjuntamente por la Izquierda Marxista y el PCB-RR (Partido Comunista Brasileño – Reconstrucción Revolucionaria, una organización formada por los expulsados de manera burocrática por la mayoría de la dirección del PCB).
La Escuela Nacional de Cuadros tenía dos mesas, que abordaron dos temas muy actuales: “Marxismo y guerra” y “El papel histórico del estalinismo y los intentos de rehabilitar a Stalin hoy”.
El conjunto de cuatro días de discusión política reflejó, a través de la calidad del debate y el número de participantes, la fuerza de las ideas comunistas. En total, participaron unas 130 personas en la Escuela y el Congreso, entre delegados, cuadros e invitados de diferentes regiones del país. También estuvieron presentes el compañero Jorge Martín, del secretariado internacional de la CMI, y Alex S, que milita en la sección argentina de la CMI. El Secretario General de la CMI, Alan Woods, envió un vídeo de saludo.
Gabriel Landi y Gabriel Lazzari, en representación del PCB-RR, Juliana Curvelo y Alex da Mata, activistas del Movimiento de Izquierda Socialista (MES), estuvieron presentes como invitados en la inauguración de la Escuela y el Congreso. Antônio Battisti, importante e histórico dirigente sindical de servidores públicos del Estado de Santa Catarina, envió un video de saludo. También recibimos un video fraternal de saludo del compañero Ivan Pinheiro (ver más abajo). Iván Pinheiro es un dirigente histórico del Partido Comunista Brasileño, que dirigió la resistencia contra la disolución del PCB en la década de 1990 y su transformación en un partido burgués. Recientemente, fue uno de los expulsados por la mayoría de la dirección del PCB, iniciando con otros militantes que fueron víctimas de la purga el trabajo de reorganización con el PCB-RR.
El VIII Congreso de la Izquierda Marxista marca un punto de inflexión en la sección brasileña de la internacional. El crecimiento de la organización en los últimos meses (un aumento del 68 % en el número de militantes desde principios de año), la juventud que está surgiendo y el espíritu proletario del congreso son ejemplos de la lucha que los comunistas están llevando a cabo para construir un partido revolucionario y la Internacional revolucionaria capaz de llevar a la clase obrera al poder y construir una nueva sociedad libre de los horrores del capitalismo.
¡Viva la CMI!
¡Viva la Organización Comunista Internacionalista!
¡Trabajadores de todo el mundo, uníos!
Saludo de Ivan Pinheiro (PCB-RR) al VIII Congreso Nacional de la Izquierda Marxista (ahora Organización Comunista Internacionalista)
Camaradas,
En nombre del Movimiento Nacional en Defensa de la Reconstrucción Revolucionaria del PCB (PCB-RR) vengo a saludar la militancia de la Izquierda Marxista y agradecerles la honorable invitación a intervenir en la apertura de su VIII Congreso Nacional, formalizada en una reunión bilateral que tuvimos el privilegio de celebrar con la dirección nacional de esta organización, el pasado mes de agosto, poco después de la reciente escisión del PCB -provocada por una fracción antileninista- con la purga de cientos de militantes de las filas del partido, porque nos apartamos de la línea oportunista del Comité Central y llamamos a la celebración de un Congreso extraordinario y unitario, para debatir democráticamente cuestiones tácticas, estratégicas, organizativas e ideológicas.
Nos impidieron expresar nuestros desacuerdos internamente y ahora intentan censurarnos públicamente, bajando nuestras redes sociales y pidiendo a una institución estatal que registra marcas y patentes (INPI) la titularidad de la sigla UJC (Unión de Juventud Comunista) que, de manera mayoritaria, no solo se unió, sino que impulsa la reconstrucción revolucionaria del PCB. ¡Hemos visto esta triste película antes, cuando Roberto Freire intentó registrar en el mismo INPI y en el TSE (Tribunal Supremo Electoral) el acrónimo y el nombre del PCB como propiedades del fallecido PPS!
Una de las consecuencias positivas de esta crisis fue nuestro reencuentro con la Izquierda Marxista y otras organizaciones revolucionarias con las que, hasta 2016, buscamos construir un frente anticapitalista y antiimperialista en Brasil. Durante este periodo, en uno de nuestros encuentros bilaterales, tuvimos la presencia de Alan Woods, Secretario General de la Corriente Marxista Internacional (CMI), con quien tuve el honor de comunicarme recientemente.
Nuestra presencia en la apertura de este Congreso sólo fue posible porque recientemente hemos percibido afinidades en temas decisivos, como combatir ilusiones en reformas que “humanizan” el capitalismo y de esta manera allanar el camino para el socialismo, en el marco de la democracia burguesa, el instrumento ideal que las clases dominantes utilizan para ejercer su hegemonía, mientras no esté amenazada por el proletariado.
¡Entre la reforma y la revolución, nos reunimos la segunda!
También percibimos nuestra convergencia en torno a la actualidad del legado de Lenin y la necesidad de dedicarnos al internacionalismo proletario, el diálogo, el acercamiento y la unidad de acción de los partidos comunistas revolucionarios en todo el mundo, especialmente en un momento en que la crisis sistémica del capitalismo y las contradicciones interimperialistas se agravan simultáneamente, lo que resulta en guerras regionales que pueden convertirse en una guerra mundial de proporciones devastadoras, pero que, por otro lado, proporcionan un terreno fértil para el surgimiento de movimientos de masas que plantean insurgencias proletarias en varios países, pero que solo tendrán alguna posibilidad de éxito si encuentran en ellos una vanguardia revolucionaria capaz de llevarlos a la victoria.
El acto Contra las Guerras Imperialistas promovido el jueves (11/02), en la apertura de su VIII Congreso Nacional, en el que nos sentimos honrados de haber participado, jugó un papel importante en este sentido.
Me gustaría recordarles que la iniciativa de los compañeros de convocar este acto tuvo lugar en un momento durante el cual no había señales de que el conflicto desigual de más de 75 años entre palestinos e israelíes alcanzaría la etapa dramática en la que vivimos hoy, cuando el sionismo, apoyado y sostenido sobre todo por el imperialismo estadounidense, intenta imponer mediante el terrorismo una solución final al conflicto, es decir, el asesinato y la expulsión masiva del pueblo palestino de su propia patria, ¡donde no pueden vivir en paz!
Estamos en vísperas de la expansión de esta guerra cobarde y asimétrica, contra un pueblo que ni siquiera podría tener un ejército regular para defenderse. El odio al sionismo que se extiende por todo el mundo, como vemos en las manifestaciones en prácticamente todos los países, impulsa a muchos gobiernos, incluida América Latina (excepto, entre otros, el gobierno de Lula), a solidarizarse con los palestinos.
Por este genocidio, Israel pagará un precio muy alto para asegurar su futuro, incierto a partir de ahora. No solo por la repulsión y la condena del mundo, sino porque el odio al sionismo y la elevación de la conciencia política de las nuevas generaciones de palestinos y sus vecinos más cercanos harán que sea un infierno mantener la ocupación, el apartheid y el propio Estado de Israel, sobre todo porque su coexistencia pacífica, lado a lado, con un Estado palestino resulta imposible.
Cuando, en agosto, la Izquierda Marxista nos invitó a compartir este acto contra la guerra imperialista, ya había muchas razones para llevar adelante esta iniciativa.
La guerra interimperialista en Ucrania, ahora sofocada por la monstruosa barbarie sionista, probablemente sobrevivirá a una eventual solución provisional al genocidio en Gaza. Sobre todo porque, en Ucrania, el resultado de la confrontación será mucho más impactante en la disputa por la hegemonía mundial del modo de producción capitalista, que antagoniza el polo imperialista liderado por Estados Unidos, con Europa siempre a rastras, y el polo liderado por China, que tiene en Rusia a su aliado más poderoso, en términos económicos y sobre todo militares.
Ambos firmaron poco antes del comienzo de la guerra en Ucrania una “alianza sin límites” sin precedentes y trabajan en asociación para la exportación masiva de capital en toda África, una hoja de ruta que ahora es una prioridad para la expansión de la llamada “Ruta de la Seda”, y donde China entra con el capital y Rusia con las armas y las fuerzas militares del llamado “Grupo Wagner”, para disputar la influencia en el continente africano, que puede convertirse en el escenario de otro conflicto interimperialista, una nueva tumba colectiva de proletarios.
El PCB-RR y la Izquierda Marxista coinciden en la opinión de que en una guerra entre dos países capitalistas, como Ucrania y Rusia, los comunistas no eligen a una de las burguesías para apoyarla. En lugar de coludirse con el asesinato recíproco entre los proletarios de ambos lados, los llaman a volverse contra sus propias burguesías, que las usan como carne de cañón para apoderarse de mercados, territorios, riquezas naturales, rutas de distribución de bienes y mano de obra más barata.
Las últimas elecciones en Argentina se dan en un contexto extremadamente volátil. La aguda tensión entre los explotados y un régimen que tiene enormes dificultades para seguir gobernando como lo hacía antes, deja al desnudo la crisis de gobernabilidad.
Tanto la crisis del régimen político en su conjunto como la crisis de gobernabilidad, se encuadran en la crisis del capitalismo mundial. El capitalismo se encuentra en un período de prolongado estancamiento económico y ajuste contra la clase trabajadora. El carácter orgánico de la crisis golpea con fuerza no sólo a los países de capitalismo atrasado sino también a los países capitalistas avanzados de Europa y América del Norte. Incluso la economía china –aún considerada como el motor de la economía mundial por los economistas burgueses- se enfrenta a una recesión sin precedentes.
La imparable subida del dólar, las enormes deudas gubernamentales, el retroceso de la globalización, la catástrofe medioambiental, la guerra en el Este de Europa y los ataques del Estado Sionista en Medio Oriente, son una clara muestra de la inestabilidad general que recorre el mundo entero.
El estancamiento de las fuerzas productivas en el marco de la propiedad privada de los medios de producción, que están concentrados en las manos de un puñado de empresarios, banqueros y terratenientes, sumado a la camisa de fuerza que imponen los Estados nacionales, son los factores centrales que determinan, en términos históricos, esta fase del capitalismo en declive.
Por su parte, la crisis que atraviesa la Argentina es la de un capitalismo atrasado, parasitario y rentista que se ve sujeto a las fuerzas centrífugas y centrípetas del mercado mundial. Las economías más fuertes se imponen a las economías más débiles. Esta crisis estructural tiene una expresión marcada en la insolvencia del Estado, que cuestiona la dominación política de la burguesía y sus partidos políticos. Cada medida que intenta restablecer el equilibrio económico rompe el equilibrio social y político. Las contradicciones del capitalismo, que día a día van en aumento, son el preludio de crisis sociales y políticas de enormes proporciones.
La presión sobre los músculos y nervios de la clase trabajadora, que sufre el hambre y la degradación sistemática de la vida, en directa relación a las imposiciones del Fondo Monetario Internacional, hacen que los representantes políticos de las diferentes facciones de la burguesía se reacomoden día tras día, de cara al balotaje electoral que enfrentará a Sergio Massa y Javier Milei.
La política de Mauricio Macri de apoyar a Javier Milei en las PASO, como también en la primera vuelta, produjo una serie de rupturas en Juntos por el Cambio, generando reagrupamientos alrededor de la formula Massa/Rossi y el llamado a un Gobierno de Unidad Nacional, que en realidad es un gobierno de los explotadores contra los trabajadores. Esta bandera que levantan Massa y Unión por la Patria tiene un sentido de “contener” a las masas, ante la profundización del ajuste que debe llevar adelante después de noviembre. Massa aspira mantener el arbitraje entre las clases opuestas en la idea de mantener la “paz social”. Intenta sostener la gobernabilidad en oposición a las medidas de shock de mercado de Milei.
A pesar de su rotundo fracaso, expresado claramente en la devaluación y la inflación persistentes, Massa lleva adelante una política de conciliación entre clases opuestas y antagónicas que solo puede funcionar, de manera relativa, mientras ello permita otorgar concesiones a la clase trabajadora como vimos durante el período de auge en el precio de las commodities (2003-2011). Ahora, en medio de una de las peores crisis en la historia del capitalismo, la política de conciliación de clase implica inevitablemente recortes contra la clase obrera para beneficiar las ganancias de los capitalistas. El acaparamiento deliberado de alimentos o combustible, para forzar a un aumento de los precios, es una prueba irrefutable de esto y una muestra de lo que implica gestionar el capitalismo en crisis.
Sergio Massa, con el acuerdo de Cristina Fernández, intenta mantener el delicado equilibrio inestable. Trata de mostrar a los trabajadores –aunque sin lograrlo- que su programa es otro distinto al del FMI, cuando en realidad su programa implica mantener el pulso del ajuste y buscar una salida en la explotación del litio, el gas, el cobre y el petróleo por parte de las multinacionales. Pero, sobre todo, busca diferenciarse al insistir permanentemente en el fantasma de un posible gobierno de Milei.
Para esto cabalga sobre el instinto de clase de un sector de los trabajadores que salió al cruce de la derecha, dando su voto a Unión por la Patria como herramienta para parar a Milei, y utiliza una propaganda basada el temor natural hacia la ultraderecha a fin de explotar este instinto en su favor. Del lado contrario, la gente de Milei también explota en su propaganda el rechazo y hastío de la gente hacia la realidad de miseria agravada que se vive hoy.
Así, vemos como ambas fuerzas han bombardeado a la población a través de los medios escritos, radiales y televisivos, apoyándose fuertemente en las redes sociales. Del lado de UxP se amenaza con que viene la dictadura, y se muestran repetidamente videos con chicos sacando revólveres en las escuelas, en relación con los dichos del “libertario” acerca de permitir la portación de armas.
Del lado de LLA, se muestran videos de gente que cuyos familiares perdieron la vida en hechos delictivos, o de jubilados que no llegan a fin de mes, queriendo vender la falsa idea de que Milei sí representa un cambio ante la situación actual.
Por su parte, a pocos días del balotaje Sergio Massa repite una estrategia de campaña que le resultó efectiva para remontar las elecciones. Ha vuelto a otorgar una serie de subsidios hacia la base obrera y los sectores populares, beneficiarios de planes sociales y trabajadores precarizados. Se han aumentado los montos de créditos para jubilados, incluyendo una gama de préstamos a los trabajadores en relación de dependencia. Aunque estas medidas tienen un impacto en la cabeza de los laburantes, son políticas económicas que rápidamente quedan devoradas por la inflación, y además aumentan la presión sobre el rojo fiscal al acelerar la emisión monetaria.
La postura de los Comunistas ante un posible triunfo de Javier Milei, no es combatirlo con la herramienta del mal menor, ni conformar un polo antifascista, democracia vs. fascismo, patria vs. anti patria. Apoyarnos en este polo no sólo nos quita independencia política como trabajadores en relación al Estado capitalista, sus partidos, los representantes políticos del régimen y sus gobiernos. También nos pone en la misma trinchera en la que se esconde, tras el velo de la democracia parlamentaria, el puño de hierro del capitalismo monopolista y la dictadura de la oligarquía financiera.
Para combatir a Milei, sus ideas y los intereses que representa, debemos llamarlo por lo que es realmente y no por lo que aparenta: un político que lleva adelante un programa anti obrero, que incluye políticas de negación de las libertades democráticas y las libertades públicas, y que expresa mayor sujeción a los dictados del FMI, mostrándose como un implacable defensor de las desigualdades que el sistema capitalista genera, más aún en momentos de crisis estructural. Un demagogo que utiliza la bronca contra los partidos mayoritarios y cabalga sobre el desprestigio que han cultivado por años para impugnarlos frente a las masas trabajadoras. Muestra una apariencia de patear el tablero sin sacar los pies del plato, con lo que termina generando nuevas ilusiones en sectores de las masas hacia el sistema capitalista.
Pero llamarlo fascista, no sólo es un uso intencional de los políticos y comunicadores del sistema, para generar una polarización con Unión por la Patria que aliviana y oculta el lugar de Massa y sus aliados como parte del concierto capitalista mundial y nacional, sino que tampoco se corresponde con lo ocurrido en la década del ’30, cuando sí surgió el fascismo como un movimiento erigido sobre la derrota de las organizaciones obreras. Es claro que no estamos en la década del ‘30, y que tanto Milei, como otras figuras y fuerzas políticas regionales y mundiales, no pueden ser analogadas sin más al “fascismo histórico”. No obstante, es preciso advertir que en la LLA se han congregado un conjunto de fuerzas políticas, muchas de ellas largamente preexistentes a ese espacio, que sí tienen un discurso autoritario, de rasgos fascistas, que expresan una reivindicación a la dictadura genocida, especialmente en la voz de la candidata a Vice Presidenta Villarroel. Fuerzas que no han vacilado y no vacilarán en usar la más feroz represión contra la clase obrera y los explotados -si la correlación de fuerzas se lo permite- y que así lo declaran programáticamente. Fuerzas que han recorrido un camino de profundización en la negación de las libertades democráticas y apuestan por la eliminación y restricción de muchas de ellas, y por el odio social como un importante rasgo de identidad, junto a un intenso discurso anticomunista. Pero, dicho esto, también es cierto que Milei aún no dirige una organización militarizada con la finalidad de destruir físicamente a la clase obrera, ni cuenta con una base social organizada e incitada con ese fin.
Mauricio Macri tomó el timón de la campaña de Javier Milei con el acuerdo de Patricia Bullrich de sumarse al espacio del libertario, en el intento de poner cierta “racionalidad” a la campaña de LLA. Pero esto parece no estar consiguiendo los efectos deseados, o al menos no en la medida que él desearía, si nos guiamos por las actuaciones públicas de los miembros de la LLA y del propio Milei de los últimos días. Lo que sí queda claro es que ante los capitalistas, la ferocidad del león pasa sin más -parafraseando a la candidata presidencial del FITU- a la de un gatito mimoso que se refriega en las faldas de los empresarios.
Para combatir a Milei y a las fuerzas políticas detrás de su candidatura, debemos organizarnos antes y después del balotaje. Pero tenemos un obstáculo que debemos remover y resulta imprescindible para que podamos avanzar en defender nuestros objetivos e intereses de clase. Los jefes sindicales son un corsé que debemos romper, superar la barrera que imponen las direcciones sindicales actuales, ya que no sólo asfixian de múltiples maneras nuestras demandas, sino que impiden la lucha conjunta de la clase trabajadora. En tal sentido, la clase obrera ocupada tiene la obligación de atraer a una lucha común a sus hermanos y hermanas de clase desocupados.
Ganar en espacios de democracia colectiva es fundante de una nueva realidad en nuestras organizaciones sindicales. Debemos echar mano de la herramienta de la democracia obrera, como vía para definir de manera unitaria las medidas de lucha: marchas, huelgas con ocupación de fábricas, con el control de la producción en nuestras manos, con la creación de órganos de poder obrero, hasta llegar a las coordinadoras que pongan sobre la mesa la cuestión de quién manda en la sociedad: la clase capitalista a través de sus instituciones burguesas o la clase trabajadora a través del Poder Obrero.
Sea cual sea el resultado de las elecciones, debemos forjar la independencia de nuestras organizaciones. Esa es nuestra prioridad como trabajadores y juventud.
El capitalismo ha dado todo lo que pudo dar, pero no va a dejar la escena reconociéndose como una clase que ha caducado. Es por esto que necesitamos trabajar para poner en debate y en perspectiva la necesidad de la revolución y la lucha por el Comunismo. Remarcamos la necesidad de luchar por la independencia política de nuestra clase para que las y los trabajadores y la juventud vean y abracen la bandera de otra realidad posible, que podemos construir un futuro de certezas, sin explotación, desigualdad social ni miseria, mediante la institución de un gobierno de los de abajo.
Es por esto que no es posible derrotar a la derecha dándole apoyo político o electoral a Sergio Massa, quien representa el arbitraje entre las clases pero beneficia claramente a los empresarios y da continuidad al ajuste exigido por el FMI. Apoyarle significa apoyar la continuidad del saqueo de los recursos naturales e implica apoyar la destrucción de los salarios, que ha llevado al hundimiento en la miseria a más de la mitad de la clase obrera y la juventud.
Únicamente es posible derrotar a la ultraderecha y la derecha a través de grandes luchas, y no por vías electorales. Es en esa perspectiva que debemos organizarnos.
El desplome fenomenal de votos producto del malestar hacia el conjunto de los partidos del régimen se expresa a través del ausentismo. A pesar del repunte de participación en las generales respecto de las PASO, estas elecciones tuvieron la segunda tasa de participación más baja desde 1983, lo que constituye una clara expresión de la crisis de gobernabilidad. Tanto los llamamientos demagógicos a la unidad nacional como los anuncios de recortes -motosierra en mano-, son recibidos con escepticismo.
La clase trabajadora es heterogénea políticamente y saca conclusiones a diferentes ritmos. Así como muchos fueron a votar, luego de ausentarse en las primarias, para cortarle el paso a LLA, muchos otros ni siquiera consideraron que valía la pena el esfuerzo elegir a un candidato. Incluso sectores de la clase trabajadora votaron el discurso “anti sistema” contra la “casta política”, para expresar su repudio a los políticos capitalistas que vienen descargando el ajuste contra las y los trabajadores. Pero las ilusiones democráticas que se han ido construyendo a lo largo de estos 40 años se irán desvaneciendo a través de una serie de profundas conmociones. El “proceso molecular de la revolución” se desarrolla de forma ininterrumpida en la cabeza de los trabajadores, que aprenden a través de la experiencia colectiva de la clase.
Sergio Massa y el Frente de Todos fueron los responsables de aprobar en el Congreso el acuerdo criminal con el FMI. Acuerdo que también legitimaron los votos de los parlamentarios de Juntos por el Cambio, que de la misma forma Milei avaló. Como dice el tango Cambalache: “en el mismo lodo todos manoseaos”.
Una tendencia similar ocurre en política internacional. Recientemente Massa, Bullrich, Larreta, la diputada electa por el partido de Milei, Diana Mondino y el embajador de los Estados Unidos, Marc Stanley, junto los jueces de la Corte Suprema de Justicia Carlos Rosenkrantz y Ricardo Lorenzetti, se reunieron en el Hotel FourSeasons para expresarse “contra la barbarie terrorista y en apoyo al Estado de Israel”. La complicidad del régimen político con el genocidio que está llevando adelante el Estado Sionista de Israel contra el pueblo palestino, cobra dimensiones catastróficas y resulta impúdico. Los candidatos del FMI y sus partidos son «como hermanos y como enemigos»: dependiendo del “viento histórico”, van de un lado o del otro del mostrador.
Así como en 2015 el Frente para la Victoria pavimentó el camino a Macri, las políticas de ajuste del Frente de Todos le han abierto el camino a Milei.
La derecha de Macri, Bullrich y Milei cabalgan de manera cínica sobre el malestar que genera la degradación de la vida y del trabajo. Asimismo, cabalgan sobre el caballo de la inseguridad, estigmatizando a los sectores golpeados por la crisis y las contradicciones sociales que se generan ante la impotencia de no “tener una salida”, y que en realidad son consecuencia de la explotación capitalista. No es un fenómeno nuevo que sectores de las masas, ante el recrudecimiento feroz de la crisis, elijan un camino individual en vez de una vía colectiva para enfrentar la crisis. Muchas veces, estas salidas individuales implican transgredir los límites de la legalidad burguesa, que castiga a los pequeños ladrones pero consagra el gran robo contra las mayorías trabajadoras.
Es sin duda alguna, la dirigencia del peronismo y sus partidos aliados, que se encolumnan como furgón de cola, los que tienen una responsabilidad central ante el ascenso de Milei.
También es cierto que el auge de aventureros y oportunistas similares a Trump, Bolsonaro o Boris Johnson se produce allí donde la izquierda no ha logrado poner en pie una alternativa de cambio radical. La dirigencia de la izquierda adaptada al régimen y de la izquierda democratizante, tienen una responsabilidad que asumir ante ello.
En la votación del 22 de octubre el FIT-U ha ganado su quinto diputado, pero no será una victoria para los trabajadores a menos que este triunfo se traduzca en el crecimiento y la consolidación de una militancia orientada en la perspectiva de poder obrero. Ante el balotaje llaman a no votar a Milei, señalando que no tienen acuerdo con el Gobierno de Unidad Nacional que levanta Sergio Massa. En los hechos, sin embargo, dejan en libertad a los militantes del FIT-U para que voten a Massa. La responsabilidad del FIT-U, sin dudas, es no mantener una política leninista hacia las masas, explicando pacientemente hacia dónde va el capitalismo en Argentina y en la región, ni llamar a desconfiar de las instituciones del régimen político y a que la clase obrera se organice en sus lugares de trabajo, estudio y en las barriadas populares hacia su propio poder. Por el contrario, su posición ante el balotaje es la de dar una respuesta en el plano electoral.
Es una verdad de Perogrullo que Massa y Milei no son lo mismo, pero rechazar a Milei y a Massa no es una tarea meramente electoral, sino que forma parte de la lucha cotidiana por defender nuestras condiciones de vida, cada vez más golpeadas por el ajuste del FMI y sus aliados nacionales. Estas elecciones no representan ningún tipo de salida para la clase trabajadora. La clase dominante va a utilizar el balotaje para legitimar la profundización del shock contra las mesas trabajadoras, independientemente de quien sea el próximo presidente. Es más que evidente que los dos candidatos expresan en sus discursos un corrimiento hacia la derecha. Aunque Massa intente diferenciarse con las medidas económicas que anuncia, hay plena conciencia en las diferentes facciones de la burguesía de que marchamos hacia una profundización del ajuste. Además, el peso de la deuda -403 mil millones de dólares, más del 88% del PBI del país- y los pagos para el próximo año, son un peso asfixiante para toda la economía nacional, que presionan las cuentas de un Estado ya de por sí insolvente.
En este momento concreto y particular el apoyo a Sergio Massa y a su candidatura representa llanamente desarmar políticamente a la juventud y a los trabajadores que buscan una verdadera y genuina salida a sus enormes problemas de salud y educación, de vivienda y trabajo. Sabemos que hay sectores de masas y de vanguardia que creen en una salida entre todos, en la idea de un Gobierno de Unidad Nacional y de la conciliación de clases, apoyándose en el mal menor, pero la fuerza de la experiencia está mostrando el rostro del ajuste, que lleva a las mayorías populares a sueldos de hambre y largas jornadas laborales. Entonces, el apoyo a la candidatura de Sergio Massa implica generar mayor confusión en vez de claridad.
La contradicción central no es entre “el mal mayor y el mal menor”, o “el enemigo principal y el secundario”, como se nos señala, sino que lo fundamental del problema es el sistema capitalista que se encuentra en descomposición, destilando los venenos del horror. Es por esto que debemos centrar nuestros esfuerzos en construir un partido revolucionario.
Nos encontramos ante una crisis civilizatoria acá y en el mundo. Como revolucionarios, como verdaderos Comunistas, debemos decir las cosas como son. Es el capitalismo el que determina esta crisis civilizatoria cuando nos empuja haciala barbarie, la depredación ambiental, enormes hambrunas, guerras y desocupación masiva. Pero cada acción provoca una reacción, como respuesta ante los embates del capital: las masas salen a la lucha, y en un momento crítico éste combate se transforma en lucha revolucionaria, en lucha por el poder. Pero para llegar a la victoria debemos construir el Partido Mundial de la Revolución Socialista. No existe revolución triunfante sin partido revolucionario.
La burguesía y sus candidatos son incapaces de resolver los grandes problemas de la sociedad. Por esto los trabajadores debemos luchar por un gobierno propio, por un poder que pueda derrocar al capitalismo y sus instituciones. Como señalaba Marx: “el gobierno del Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios de toda la clase burguesa”.
Las auto convocatorias, las asambleas, los comités por la huelga general, el congreso obrero, la organización en nuestros barrios, lugares de estudio y de trabajo, son las discusiones que debemos darnos antes, durante y después de este balotaje.
Desde la Corriente Socialista Militante CMI Argentina llamamos a rechazar a los dos candidatos. Llamamos a desconfiar en la democracia burguesa. Las y los trabajadores y jóvenes debemos confiar sólo en nuestras propias fuerzas. Derrocar al capitalismo y construir una nueva legalidad es nuestra tarea.
Sabemos lo que viene. Debemos prepararnos. Es nuestro momento.
Plenario Nacional de la Corriente Socialista Militante, sección argentina de la Corriente Marxista Internacional
Los resultados electorales del domingo 22 de octubre pusieron nuevamente en carrera a Unión por la Patria (UxP), en un proceso electoral marcado por la crisis capitalista, el desgaste de los partidos mayoritarios del régimen capitalista, la acumulación de malestar entre la clase obrera –que aún no se expresa en las calles con sus demandas y banderas propias– y la crisis histórica de dirección del proletariado.
Según los resultados de la Cámara Nacional Electoral, con el 93,70% de las mesas escrutadas, Sergio Massa obtuvo 9.127.071 de votos, contra los 6.719.042 obtenidos en las PASO.
Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio (JxC), perdió 628.789 votos desde el 13 de agosto hasta el domingo, sin lograr retener la totalidad de los 6.895.941 que junto a Horacio Larreta obtuvo su coalición en las PASO.
La Libertad Avanza (LLA), encabezada por Javier Milei, alcanzó los 7.738.332 de sufragios, contra los 7.116.352, por lo que mantuvo prácticamente su volumen de votación.
Juan Schiaretti, candidato de Hacemos por Nuestro País, finalizó cuarto. En las PASO había sacado 914.812 votos, mientras que en las generales obtuvo 1.784.315.
Por su parte, el FIT-U obtuvo 709.932 votos, obteniendo así, su quinto diputado con unos 67.159 mil votos más que en las PASO.
A su vez estás elecciones se dan en un contexto muy particular. Por un lado, el peronismo alineado con Massa logró revertir la situación respecto a las primarias de agosto, pero por otro, entre la elección que impulsó la candidatura de Alberto Fernández en 2019 y la de Massa, ayer, el peronismo perdió más de 3,8 millones de votos.
Otro dato a tener en cuenta es que, a pesar de un leve repunte en la participación respecto a las PASO, estás elecciones fueron la segunda con más baja participación desde 1983.
Con estos resultados el panorama político se dibujó de otra manera a las perspectivas que los medios de comunicación vaticinaban para el día después de las elecciones, ¡según los cuales Milei arrasaba! El candidato mediático por excelencia durante los últimos meses, pero despreciado sobre el final para beneficiar a Bullrich, fue impuesto con una lógica que el empresariado aprovechó para avanzar en la destrucción de derechos y condiciones laborales. Sin embargo, contrario a lo que cacareaban los medios, Milei no logró aumentar su caudal de votos de manera contundente. De todas formas, tampoco es como se presenta ahora en los mismos medios de comunicación, según los cuales Javier Milei es el otro “perdedor”. En realidad, su corriente ha conservado un 30% del electorado. Y cuenta, ahora, con el apoyo de una parte de la dirigencia del PRO.
Los reales perdedores son Patricia Bullrich y Juntos por el Cambio. En parte, fueron perjudicados por Mauricio Macri, que primero bombardeó a Horacio Larreta para luego soltarle la mano a Bullrich. Evidentemente, la predilección e identificación de Macri con Milei, no solo lo hace explícito, sino que públicamente anunció su apoyo en el ballotage.
Con el antecedente de un grupo de dirigentes radicales que dieron un apoyo a Massa en la primera vuelta, después del 22 de octubre, hay una fuerte decisión de un sector del Radicalismo en dar un apoyo al candidato del peronismo.
Massa supo revertir la situación adversa después de los resultados de las PASO con una serie de gastos y subsidios orientados a la base peronista obrera y popular. Estas medidas económicas, aunque claramente limitadas e insuficientes a largo o medio plazo, tuvieron un impacto sobre las masas trabajadoras: devolución del IVA, eliminación de la cuarta categoría o impuesto al salario, aumento de presupuesto educativo, aumento en las tarjetas de Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), aumento a jubilados etc., etc., etc.
Por otro lado, el instinto de clase de las masas de parar a la locura de la ultra derecha –un criterio sano y lógico desde el punto de vista de la clase obrera– impulsó –a muchos de los trabajadores que no votaron en los PASO– a votar contra Milei.
Otro factor a tomar en cuenta ha sido la preocupación de la burguesía, o por lo menos de gran parte de ella que se veía perjudicada con las medidas económicas planteadas por el candidato de LLA, sino también una preocupación en torno a la política de estallido de Milei –plan motosierra, dolarización vía eliminación del Banco Central, etc.–, ya que, cualquiera de las medidas propuestas en su campaña, podrían jugar como un acicate de la derecha y abrir un canal de lucha incontenible de los de abajo.
Massa supo además blandir la bandera del gobierno de unidad nacional. Ello fue visto como un acierto por amplios sectores de la población, acierto en el sentido que de esta crisis se sale con todos y entre todos. Pero, lamentablemente una cosa es cómo ven y entienden al gobierno de unidad nacional los de abajo y otra cómo lo ven y lo entienden las clases dominantes. En realidad, el gobierno de unidad nacional no es más que un frente de los explotadores contra la clase obrera y los sectores populares. Un frente para imponer el ajuste que el Fondo Monetario demanda.
Es verdad que un sector de la burguesía juega en lo económico con China y los BRICS, con cierto “perjuicio” hacia el imperialismo estadounidense. Brasil es el primer importador de productos argentinos, y detrás de esto, como señalamos, hay sectores capitalistas “nacionales” que no quisieran ver sus negocios perjudicados en el caso que Milei ganase.
La discusión de estos días sobre que Milei se baje de la segunda vuelta, es una discusión de los empresarios y los representantes políticos que no solo intentan condicionar al falso libertario, sino que, después de los resultados del domingo 22 de octubre, también apuestan a Sergio Massa como el garante de la gobernabilidad.
Es importante no ver espejos de colores que nos cieguen, puesto que no hay enfrentamientos entre el imperialismo y la oligarquía financiera con el resto de la gran burguesía.
Marc Stanley, embajador de EEUU en Argentina, fue el que señaló: “sin importar la ideología o la posición partidaria, formen una coalición”. Un gobierno de consenso para el saqueo de los recursos naturales y en contra de las masas. ¿Acaso no es esto mismo lo que Massa pregona desde hace tiempo?
Massa da garantías a la clase dominante de una continuidad democrática, empleando el velo de la democracia parlamentaria para seguir adelante con el plan de ajuste, tanto sobre los sectores en blanco asalariados como sobre el conjunto de la clase explotada y oprimida.
Aunque Milei es en teoría el campeón del ultra liberalismo, la política de Massa de dejar hacer al mercado financiero –que implica nuevas devaluaciones o detiene la economía “al no haber precios”– está ya empujando a los salarios a seguir el camino devaluatorio.
Debemos prepararnos para enfrentar a la derecha con los métodos de nuestra clase, con la organización, la movilización y la preparación de la huelga general. Debemos construir espacios democráticos dentro de nuestras organizaciones sindicales de primer y segundo grado, los cuerpos de delegados y las juntas internas, espacios de debate en las fábricas y en las escuelas, en las empresas y en las barriadas populares.
Nos encontramos en una etapa preparatoria, y la misma exige, fundamentalmente, la comprensión de la situación política. Los tribunos revolucionarios de nuestra clase deben llevar adelante las tareas de agitación señalando los pasos que debemos dar de conjunto para enfrentar el ajuste con los métodos de lucha de la clase obrera.
Más allá del gobierno que surja del balotaje, sea el que fuere, de manera brutal o dejando hacer y “recomponiendo” el salario, en el actual contexto de crisis y ajuste las condiciones de vida y trabajo seguirán degradándose paulatinamente.
También es importante resaltar que el auge de Milei es la consecuencia directa de la política del Frente de Todos / Unión por la Patria aplicando al ajuste del FMI que le dio continuidad al fenomenal ajuste que ya venía aplicando Juntos por el Cambio desde 2015. Es sobre este malestar, el de un país empobrecido para los de abajo, que Javier Milei pudo cabalgar para crecer.
La burguesía en sus diferentes facciones, sus representantes políticos y el imperialismo, tienen plena conciencia de hacia dónde va la situación. Se encuentran ante gobiernos inestables y cualquier intento de avanzar en lo económico –destruyendo las condiciones de vida de las y los trabajadores– implica un desequilibro en lo político, una desestabilización de la situación política. En esto consiste el delicado equilibrio inestable de la situación actual.
Los sectores más conscientes de la clase trabajadora y la juventud deben prepararse para un futuro marcado por las tormentas sociales y políticas. La independencia política de nuestra clase en relación al Estado, los partidos del régimen y sus gobiernos, es fundamental. Pero esta pelea va de la mano de la construcción del partido revolucionario, que vaya materializando el programa revolucionario en la clase obrera y la juventud.
Estamos presenciando y viviendo momentos históricos en el mundo. La moneda corriente en todos lados es de inestabilidad, de revoluciones y contrarrevoluciones, de guerras y hambrunas. Es el rostro enfermo del capitalismo, es el rostro del horror sin fin.
Los comunistas intervenimos por las reivindicaciones de nuestra clase, pero también establecemos los puentes necesarios hacia una nueva forma de poder obrero. Sin esta vinculación las luchas tarde o temprano entran siempre un callejón sin salida.
Gane quien gane la tarea es enfrentar a la derecha del FMI y al ajuste capitalista, en las calles, con movilización y organización.
Discuten sobre los males sociales que azotan a la clase trabajadora con una combinación de seriedad aparente y evidente desenfado, como conocidos o familiares que debaten de política libremente en un asado, de forma distendida, de forma enconada, exasperados ante la posición del otro, empleando descalificaciones y epítetos. Pero aquello no es un asado, ni una discusión sobre el próximo campeón del torneo apertura. Lo que allí se debate es el destino de millones de trabajadores, su futuro y perspectivas de una vida mejor o peor de la que hoy tenemos.
El gobierno de Alberto Fernández y Sergio Massa, la expansión monetaria y las críticas hipócritas de JxC/LLA
Se viven momentos de extrema volatilidad. El paquete de medidas económicas presentado por el ministro y candidato Sergio Massa apenas dos semanas, fue recibido por sectores de la clase trabajadora –con cierta esperanza- como una “pequeña victoria” en medio del látigo de la inflación y la devaluación vertiginosas. Pero el relativo efecto que pudo tener sobre el salario y los ingresos, se está escapando ahora como arena entre los dedos. Hemos entrado en una situación en la que cada vez hay menos espacio para las reformas dentro del estrecho marco del capitalismo en crisis.
Y estamos en presencia de una insolvencia del Estado aún más grave que la vivida durante el plan Bonex y el 2001. El gobierno de FdT-UxP se muestra impotente ante la escalada inflacionaria que no cesa y que en última instancia no “controla” –porque no puede controlarse la economía mientras la propiedad esté en manos de los capitalistas–. El régimen de conjunto denuncia la necesidad de equilibrar las cuentas, incluidos el propio gobierno, aún y cuando nos venda la idea de que no paga la deuda con ajuste social.
Por su parte, JxC y Milei critican de forma hipócrita la política de expansión monetaria que llevó adelante Fernández durante la pandemia y luego también Massa. Pero ninguno de los voceros políticos de estas corrientes reaccionarias hace mención al hecho de que las burguesías del mundo echaron mano del recurso de la expansión cuantitativa (un recurso empleado para inyectar “liquidez” en la economía a fin de sortear la recesión) ante la crisis comenzada en 2008, posteriormente agravada por la pandemia, la guerra y el cambio climático. Este mismo recurso llevó al endeudamiento de los Estados con una carga asfixiante de deuda pública, que al final recae sobre las espaldas de las familias obreras.
Aunque el aumento del gasto público se refleje en una mejora de la educación y salud o aumento de los salarios e ingresos, dentro de un contexto capitalista siempre implicará endeudamiento. Y tarde o temprano alguien debe pagar la fiesta y será cobrado nuevamente a la clase trabajadora como lo estamos viendo y sufriendo.
Milei, Bullrich y compañía vociferan contra la expansión monetaria porque cabalgan sobre el hecho de que las principales burguesías imperialistas han terminado por abandonar éste método, y aprovechan la situación de inflación descontrolada en el país como argumento de peso. ¿Qué le ofrecen a la clase trabajadora? Medidas de ajuste más duras que las que ya aplica Massa –en el caso Bullrich/JxC– y medidas de liberalismo extremo –en el caso Milei/LLA–, que en la práctica implicarían ataques aún más salvajes contra sus condiciones.
Devaluación y dolarización
En las últimas horas se le ha acusado a Javier Milei de irresponsabilidad por incentivar el desarme de los plazos fijos. Es cierto que a Milei le interesa que se acelere la velocidad de la devaluación, y así comience su fuga al dólar y de esta forma provocar un mayor incendio del que ya está en desarrollo.
Al día siguiente del debate presidencial, Milei disparó unas declaraciones incendiarias durante una entrevista radial: “el peso no puede valer ni un excremento”, y, “el peso es la moneda que emite el político argentino y por ende no puede valer ni excremento, porque esa basura no sirve ni para abono.”
Pero cuando escuchamos al demagogo Milei esgrimir tales posiciones, los comunistas nos preguntamos: ¿y qué hay del dólar? Esa moneda también la emiten unos políticos, Milei. Los políticos demócratas y republicanos que representan los intereses de la burguesía imperialista más poderosa del planeta. La misma que ha impuesto dictaduras y hecho la guerra a decenas de pueblos en el mundo, la misma que aplica recortes contra la clase trabajadora de su país, que la engaña y la estafa con promesas falsas –falsas como las del candidato libertario– y pulveriza los ahorros y fondos públicos de los países de capitalismo atrasado cada vez que sube los intereses de la FED. Esa moneda, la que emiten esos políticos, ¿esa sí vale Milei?
Detrás de la política de dolarización no hay más que una burda, clásica y trillada política de sumisión aún mayor de la economía de un país de capitalismo atrasado a la política fiscal y monetaria del primer imperio del planeta. Nada nuevo, y nada que pueda mejorar la vida de la clase trabajadora. Si no más bien todo lo contrario.
Entonces, lo que se intenta con esta agitación es poner más presión a la realidad, generar mayor devaluación del salario y apretar las sogas sobre los cuellos de las y los trabajadores.
Pero, por otra parte, desde el gobierno no se dice nada de la conducta de los empresarios y empresas por la fuga que comenzaron hace ya días, que desarman los plazos fijos para la compra de dólares. Tan sólo se enuncian promesas de sanción contra algunos de estos empresarios, como la propuesta por Massa durante el debate. Mientras, la fuga de capitales sigue en marcha.
En última instancia, estamos presenciando el saqueo de los fondos del Estado en manos de sus dueños: los capitalistas. Siendo fondos acumulados a partir de la plusvalía generada por la clase trabajadora, que debe dirigirse a atender la salud, educación y las necesidades generales de la clase.
¿Cómo se expresa esta devaluación?
Un hecho que evidencia la complicidad del gobierno con la burguesía en este robo contra los trabajadores, es su política de devaluación. El gobierno no enfrenta la devaluación con el monopolio del comercio exterior, sino que acompaña la tendencia a la fuga de capitales con devaluaciones progresivas. Administra la devaluación. Es el propio gobierno el que anuncia que los contratos futuros del dólar se realizan transacciones para diciembre 2023 con un dólar oficial $729- y marzo 2024 $1.050-. (La Nación 10 de octubre)
Ya no estamos en presencia de opciones políticas y electorales que se diferencian al ofrecer el gradualismo la una o el shock las otras. Las opciones existentes se diferencian por un shock ordenado, conducido por los partidos del régimen, y la opción que ofrece un shock desordenado, sujeto a la anarquía del mercado (aunque la pinten cínicamente como el camino a la “Argentina potencia en 20 años”).
La consecuencia de esta devaluación que se acelera con la agitación demagógica del libertario y la complicidad del gobierno con los capitalistas que fugan, es la depreciación del peso a niveles extremos, con bonos públicos en caída abierta.
Hoy, en consecuencia, las reservas del BCRA son negativas.
“Sobran pesos, pero dos de cada tres que sobran en la economía son remunerados, o sea crean endógenamente pesos. En 2015 esa relación era 0,6 a 1. Hoy el stock de pasivos remunerados del BCRA asciende a 20 billones a un interés del 10% mensual y la emisión endógena de pesos asciende a dos billones por mes. Este número es equivalente a seis veces el déficit fiscal de julio”. Luego añaden: “que el salario formal real cae más del 20%, el informal más del 40% y las jubilaciones (sin bono) más del 35%.”
Todos los caminos capitalistas conducen a lo mismo
Sin embargo, nadie dice lo contrario, existe un acuerdo cerrado entre los candidatos del régimen. Todos hablan de que a futuro comienza la devaluación, pero sin mencionar la sucesión de devaluaciones que se producen desde hace meses y que asestan golpe tras golpe a las deterioradas economías de las familias obreras.
El salario viene a pérdida. A pesar de que los trabajadores en relación de dependencia vienen discutiendo paritarias como pueden, limitados como están, por la muralla de contención que imponen las direcciones sindicales burocratizadas.
Y no olvidemos el crecimiento de la informalidad que trepó al 49,3%.
La pobreza aumentó al 40,1% en el primer semestre de 2023. En total son unos 18,5 millones de personas, que habitan en los principales aglomerados urbanos del país. Este flagelo afecta al 56,2% de los niños, del que 42% vive en situación de pobreza (5,5 millones) y 8% vive en situación de pobreza extrema. En términos objetivos y subjetivos, este contexto juega como presión de los laburantes en relación de dependencia.
¿Y los jefes sindicales?
Mientras esto ocurre, mientras esta pesada espada de Damocles cae sobre las cabezas de la clase trabajadora, los jefes sindicales reposan en sus cómodos sillones. No tienen interés ni intención de convocar a un plan de lucha que permita potenciar los reclamos obreros.
Por el contrario, y muy lejos de ese necesario plan de lucha, acompañaron a Sergio Massa al anuncio del paquete de medidas frente al Senado en Plaza Congreso. Allí manifestaron su alineación general, no con las demandas de las masas laburantes empobrecidas o sus sectores de vanguardia hoy en lucha, sino con el Ministro y candidato Massa de cara las elecciones presidenciales.
Por supuesto, no podemos olvidar a Barrionuevo o Batallón Martínez, que son el modelo en esencia de la precarización y de la contrarreforma laboral que tanto Patricia Bullrich como Javier Milei impulsan como medidas prioritarias, y, aplicarán sin duda, de llegar al gobierno. Por su parte, queda en claro que la mayoría de la dirección de la CGT apoya, aunque tácitamente, una “modernización” de los convenios colectivos. La misma “modernización” que la ministra de trabajo, Kelly Olmos, apoya explícitamente y que hoy vemos en automotrices o en la construcción.
La superación de esta lacra de nuestros sindicatos implica generar espacios de discusión, levantado las banderas de la democracia obrera. Debemos demostrar por estos caminos la posibilidad de una alternativa a la conciliación de clases que llevan adelante estos dirigentes. La independencia de clases en relación al Estado, los partidos del régimen y sus gobiernos, van de la mano con la tarea de levantar la bandera de construir nuestro partido de trabajadores, un partido que plantee la perspectiva del poder obrero, del Socialismo.
¿Qué salida nos ofrecen?
Tanto los Bullrich como los Milei muestran con matices un escenario de guerra pos elecciones, con un dólar disparado que ya en estos días pisa los $1.050-.
Mientras, Unión por la Patria “intenta” poner freno a la disparada de la remarcación de los precios con métodos reformistas. Métodos que funcionan –a medias, y siempre funcionan más para los capitalistas que para los trabajadores– sobre una base material favorable, de auge capitalista y precios altos de las commodities, pero que son totalmente inservibles en épocas de crisis. Pasan las semanas discutiendo con los empresarios “precios cuidados”, etc., etc., a sabiendas que los que se acordó va a ser violentado al otro día por esos mismos empresarios.
Dejan que el dólar blue ponga el ritmo de la economía, profundizando la depreciación del peso, lo que pone más y más presión sobre las magras economías obreras. Entonces, lo que se obtiene con una mano nos las sacan con la otra. El plan de medidas tuvo un efecto de pocos días.
Ninguno de los candidatos del régimen político capitalista representa una alternativa válida para los trabajadores y la juventud. Muy al contrario, los tres candidatos representan, cada uno a su manera, a diferentes facciones del empresariado. Unos llevarían un plan de guerra si asumen (Milei y Bullrich), y, el otro (Massa), aunque se presenta como la “única resistencia” ante los embates del capital, también aplicará el ajuste empobrecedor del FMI.
Unión por la Patria se presenta como una alternativa a la derecha “fascista” que representa la dupla Bullrich-Milei, pero esta contradicción no es real observada desde un punto de vista de clase. Es decir, vista desde el lugar de los intereses de la clase obrera.
Y para nada es de asombrarse, ya que el candidato de UxP agita por un Gobierno de Unidad Nacional, que no es otra cosa que un gobierno de unidad de los explotadores contra los explotados. Por eso incluye al gobernador de Jujuy Gerardo Morales, represor de los trabajadores y pueblos originarios de Jujuy y responsable de la reforma infame. Y también por eso, durante su mensaje en Salta, anuncia que abre las puertas de Unión por la Patria y está dispuesto a incorporar a dirigentes de otros partidos. De hecho, durante el debate presidencial volvió a hacer este mismo llamado. Por un lado, sabe que necesita de esa unidad de los explotadores –de las facciones de burguesía y sus partidos– para llevar adelante en un contexto de “paz social” el ajuste miserable del FMI, y por el otro, lógicamente, piensa en un posible balotaje.
Votar al FIT-U – Luchar por la revolución – Luchar por el Comunismo
En el debate presidencial, Mirian Bregman, la candidata de FIT-U, se diferenció por la izquierda y en líneas anticapitalistas del conjunto de candidatos del régimen capitalista, tanto de Schiaretti, como de Massa, Bullrich y Milei. En cada respuesta que dio, Bregman mantuvo un discurso de radicalización parlamentaria, no obstante, desgajado de una formulación de Poder Obrero.
Lamentablemente, el papel de la izquierda del FIT-U pone su objetivo político en ganar más escaños, más tribunos, mostrando a la clase trabajadora sólo una alternativa parlamentaria.
El trabajo parlamentario es necesario –y aún indispensable– desde un punto de vista leninista, en la perspectiva de construir un partido revolucionario, echar las bases para el Poder Obrero y derrocar al régimen capitalista. Pero, si se permite que la propia dinámica de la actividad parlamentaria subordine al resto de las tareas revolucionarias, entonces esta actividad termina siendo peligrosa.
Así, el trabajo de calle, de preparar un Congreso Obrero, de organizar asambleas obreras para levantar un plan de lucha, ha quedado subsumido a esta lógica parlamentarista. Las tareas revolucionarias estratégicas han quedado supeditadas a la táctica parlamentaria.
El FIT-U no ha ofrecido un balance de por qué no pudo canalizar la bronca de cientos de miles de trabajadores y jóvenes que pusieron su voto bronca en Milei. Tampoco han podido ganar a sectores de entre los millones de votantes que no fueron a votar. No han logrado captar el descontento ni que el mismo se refleje en el voto a la izquierda, como una alternativa en las calles hacia una nueva legalidad.
Todo el andamiaje político que sostienen está supeditado a sus parlamentarios.
Alteraron el orden del trabajo militante. No es el trabajo revolucionario el que manda, la forja paciente, permanente y sistemática de las células de fábricas y en los barrios, de las células en las escuelas y universidades para subvertir el orden capitalista. Son sus tribunos los que diseñan la política en clave reformista.
De persistir en este camino, El FIT-U perderá nuevamente la posibilidad de forjarse como una alternativa válida para los explotados.
Estas críticas que hacemos a las y los compañeros del FIT-U no están pensadas en clave sectaria. Por el contrario, invitamos a un debate abierto, serio y fraterno sobre la necesidad urgente de construir el partido revolucionario, sobre cómo empujar conjuntamente en las calles, las tareas de organización de la clase hacia el desarrollo de un Congreso Obrero y la construcción democrática de un plan de lucha. Y en orientación hacia esos objetivos, qué tipo de organización partidaria necesitamos, y qué métodos debemos emplear para dialogar de manera fraternal y paciente con las capas más amplias de la clase.
Al final, más allá del trabajo concreto de las organizaciones de la izquierda, la bronca de los de abajo se acumula y el proceso molecular de la revolución sigue su implacable camino, lento pero constante.
Nos encontramos en un contexto mundial explosivo, no solo la guerra en Ucrania, sino hace días presenciamos una profunda situación de inestabilidad en el Medio Oriente. Nuevamente vemos a una de las maquinarias de guerra formidable como es el Estado sionista de Israel que ante el ataque de Hamás y con el pleno apoyo de los poderes imperialistas más sangrientas del mundo responde de manera demoledora y con sed de venganza.
No tenemos tiempo, debemos sostener el ritmo de construir una esperanza valida en cada parte del planeta: derrocar al capitalismo es la tarea urgente que tenemos por delante. La posibilidad de que perdure el género humano viene de la mano de poner en pie el socialismo.
No sabemos cuál será el detonante, cuál será el accidente que canalice la broca de los de abajo. Lo que sí sabemos es que debemos forjar una dirección Revolucionaria y Comunista hacia un Poder Obrero que planifique la economía en arreglo al libre y pleno desarrollo de las fuerzas de producción. Que el excedente que nos roban los capitalistas vuelvan a la sociedad en salud y educación, en empleo y producción en armonía con la naturaleza. Debemos decir basta a la anarquía del mercado capitalista y de aquellos políticos que lo sostienen.
De lo contrario, votemos a quien votemos, nuestra realidad seguirá los caminos que impone el mercado o que imponen los políticos que intentan poner parches a un sistema caduco. Un régimen que sólo puede ofrecer depredación ambiental y miseria, desempleo y degradación.
Una realidad diferente nos espera y es forjando el camino de la Revolución Socialista.
En este mes se acaban de cumplir 20 años desde la entrega del informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.
La Comisión de la Verdad y Reconciliación fue creada en el año 2001, con el objetivo de investigar y esclarecer los graves abusos a los derechos humanos ocurridos durante el conflicto armado interno que tuvo lugar en el país entre 1980 y 2000. El informe final, publicado en 2003, documentó de manera exhaustiva los horrores de ese período, incluyendo actos de violencia, violaciones, desapariciones forzadas y masacres.
Este informe no sólo arroja luz sobre la magnitud de las violaciones a los derechos humanos, sino que también pretendía hacer un llamado a la reconciliación y a la construcción de un futuro más justo dentro del sistema podrido, que había obligado a un sector de la población a radicalizarse. Y que para reprimir y exterminar estos grupos guerrilleros, el gobierno de A. Fujimori tuvo que hacer un autogolpe para crear así toda una política que lo blindara a él y a su cúpula de la responsabilidad por los excesos cometidos. También se aplicaron medidas militares traídas desde los EEUU y su experiencia en el enfrentamiento con el Vietcong.
Y justamente, por mencionar a los EEUU, se acaban de revelar cuatro documentos que describen todo el plan y seguimiento que tenía la CIA para la región y, en específico, para el Perú.
Una evaluación del Comando Sur de Estados Unidos (SOUTHCOM), de 1994, describió la “Operación Aries” en la selva de Perú, citando relatos de testigos sobre helicópteros del Ejército ametrallando aldeas.
El informe también detalla cómo Armando Villanueva, uno de los principales dirigentes apristas y que en los años ‘85-‘90 fue premier de Alan García, estando al tanto de los abusos que desarrollaban los militares al interior de país, como en la masacre de Cayara (Ayacucho), en 1988, en la que los militares ejecutaron a más de treinta campesinos.
Esta revelación demuestra, una vez más, lo que tantas veces denunciamos de la socialdemocracia y sus políticas reformistas y oportunistas, que son totalmente opuestas a la clase proletaria y campesina.
Y sobre la dictadura de los años ’90, ya son conocidos los hechos, tras los juicios a los que fue sometido.
Con la revelación de estos cuatro documentos, lo que se demuestra es algo que ya la gran mayoría de peruanos sabíamos, con la novedad de que desde el país del norte, a pesar de manejar esta información, se mantenían relaciones cordiales con estos gobiernos, mientras les eran útiles, hasta que el desborde popular y los actos de corrupción televisados fueron de tal infamia que, desde Washington, le bajaron el dedo al japonés y a su asesor, el también ex espía de CIA Vladimiro Montesinos.
Lo que demuestran este informe de la CVR, y los archivos de la agencia de seguridad nacional de los EEUU, es que la burguesía utiliza todo tipo de elementos, dentro o fuera de la legalidad, para no perder su hegemonía cuando ésta se ve amenazada. Y no le tiembla la mano a la hora de deshacerse de los gobernantes títeres cuando ya no le son útiles, y hoy pretende que bajo los cimientos de la llamada “democracia” condenemos sólo a los actores políticos y militares y no al sistema que masacró a miles de peruanos entre 1980 y 2000, cuando se registraron alrededor de 69 ,280 víctimas del conflicto armado.
Debemos decir que dentro del marco del capitalismo la única verdad es que, tanto la burguesía peruana como el imperialismo estadounidense, tienen en las manos la sangre de los obreros y campesinos que se resistieron a continuar bajo su yugo opresor. Son ellos los que siguen ostentando el poder económico, político y social en el Perú, son ellos quienes nuevamente han asesinado a más de 60 personas durante las protestas contra el golpe de Estado de Dina Boluarte, con tal de salvaguardar sus intereses. Por lo tanto, no puede haber un proceso de reconciliación con los que nos siguen matando y beneficiándose de la explotación de nuestra clase. ¡No puede haber reconciliación con el opresor!
La única vía mediante la cual el pueblo peruano puede obtener justicia es la de la lucha de clases. Sólo con la organización de la clase obrera y campesina, y la dirección de un partido verdaderamente revolucionario, nuestra clase podrá aspirar a arrebatarle el poder a los dueños del capital, de modo que los medios de producción y los bienes de nuestro país estén a disposición de quienes generamos la riqueza y no al servicio de un puñado de asesinos.
La reivindicación, justicia y acceso a la verdad para los caídos sólo llegará a partir de la organización de los oprimidos del Perú.
Carlos Cerpa, militante de la CMI de Chile discute las lecciones necesarias a sacar a 50 años del golpe reaccionario que puso fin al gobierno de Salvador Allende y aplastó la lucha de la clase obrera por el socialismo.