¿Olor a sarcófago?
“Si la enfermedad del capitalismo implica la enfermedad de la socialdemocracia, la muerte próxima del capitalismo no puede dejar de significar la muerte próxima de la socialdemocracia. Un partido que se apoya en los obreros pero que está al servicio de la burguesía no puede, en un periodo de extrema exacerbación de la lucha de clases, dejar de emanar cierto olor a sarcófago”. León Trotsky.
Las consecuencias históricas del oportunismo en Alemania
Las palabras anteriormente citadas fueron escritas por el camarada Trotsky en su obra de 1932 La Revolución Alemana y la burocracia estalinista1. Al momento de escribirlas, él se refería a un contexto de derrotismo del Partido Comunista Alemán (KPD), el ascenso del fascismo y el papel que desempeñó en ello la burocracia dirigente tanto del KPD como del Partido Socialdemócrata (SPD).
En aquel entonces, Alemania se encontraba en una situación pre revolucionaria que estaba en un punto crítico de desarrollo, a punto de transformarse en una situación revolucionaria, o bien en situación contrarrevolucionaria. La crisis económica había dado como resultado el recrudecimiento de la lucha de clases en Alemania, la cual no terminó teniendo como resultado una revolución proletaria debido a una larga serie de errores de los dirigentes estalinistas como Thaelmann y Remmele. Estos errores poco a poco debilitaron al partido comunista, quitándole credibilidad a su capacidad de liderazgo revolucionario y provocando que amplios sectores del proletariado dejaran de considerarlo una alternativa seria.
Este vacío y debilidad provocaron que el fascismo, la opción política de la desesperación contrarrevolucionaria de la pequeña burguesía, ascendiera rápidamente al aparentar ser otra alternativa al capitalismo. De nuevo, su ascenso pudo haber sido evitado, de no ser porque la directiva estalinista del KPD se negó a hacer una tregua con la socialdemocracia para que sus militantes hicieran un frente único contra el fascismo con los militantes del SPD. En vez de eso, alentando por Stalin y por la burocracia soviética, adoptó una actitud ferozmente sectaria, que consideraba a la socialdemocracia el principal enemigo a batir, por encima del fascismo.
Al respecto, la burocracia socialdemócrata también hizo su parte. El SPD ya no estaba en el poder en 1932, y su expediente de traiciones a la clase obrera lo habían alejado de ser el partido numeroso y relativamente poderoso que alguna vez había sido. Sin embargo, todavía podía ganar millones de votos, todavía aglutinaba detrás de sí a una gran cantidad de obreros, y se había fortalecido considerablemente de cara a las elecciones de 1932 debido a los errores del KPD (solo que desafortunadamente, ese fortalecimiento no fue tan grande como el de los nazis, lo cual le costó muy caro al proletariado alemán, al proletariado europeo, y a la humanidad). Efectivamente, la agresividad desbocada del KPD hacia el SDP fue totalmente contraproducente, pues, lejos de fortalecer a los comunistas, contribuyó a aglutinar la base social de la socialdemocracia y a alejarla del comunismo.
De haberse llevado a cabo el frente único entre obreros comunistas y socialdemócratas, el ascenso del fascismo se pudo haber evitado. Sin embargo, como todo buen político reformista, el conjunto de dirigentes socialdemócratas chocó con las limitaciones de su propio programa de conciliación de clases; apoyaron al partido en las masas obreras pero a lo largo de la historia de la República de Weimar, desde su aparición tras la Revolución de Noviembre de 1918 que tumbó a la monarquía Hohenzollern, se posicionaron más y más claramente al servicio de la burguesía alemana. Sin embargo, con la agudización de la crisis social y económica en Alemania a partir de 1929, la burguesía encontró mucho más preferible el ascenso del fascismo que un posible ascenso del comunismo. La fuerte polarización de la sociedad significaba que el dominio de la burguesía, a través de mecanismos más o menos democráticos, ya no era posible, había de dar lugar a una dictadura de hierro. Es menester mencionar que la dirección del SPD encontró increíblemente fácil acomodarse en la maquinaria oportunista y cleptocrática del Estado burgués. Por eso se negaron a la posibilidad del frente único de sus militantes con los obreros comunistas contra el fascismo, ya que eso implicaba la posibilidad de unir de una vez por todas al proletariado entero, lo que a su vez significaba la posibilidad de iniciar una revolución proletaria en Alemania, lo que a su vez hubiese acabado con los burócratas. Sin embargo, el sectarismo del KPD quitó todos los obstáculos a la labor divisoria de los socialdemócratas, que podían rechazar fácilmente el frente único aduciendo a la hostilidad de los estalinistas.
En resumen, fueron los errores teóricos y prácticos del KPD y el oportunismo de la dirección del SPD los que le entregaron a Alemania, y a Europa, en bandeja de plata a Hitler.
¿Espejismo histórico en México? Crisis económica, burocracia y golpismo
No hay mucho que explicar respecto a lo anterior, una vez más, el camarada Trotsky comprobó sus dotes para analizar dialécticamente cada coyuntura que se le puso en frente y sus lógicas consecuencias. Ahora, al preguntarse si puede haber una similitud histórica entre esa Alemania y este México, lo primero que hay que preguntarse es ¿por qué existiría tal similitud? o ¿entre que situaciones? ¿De verdad es posible hablar de similitudes históricas entre ese y este momento? La respuesta es no, pero las condiciones históricas sí guardan algunos paralelismos interesantes que debemos observar.
En aquel entonces, Alemania venía de salir derrotada en una guerra mundial y atravesaba la peor y mayor crisis orgánica del capitalismo que se había visto hasta entonces. La crisis había provocado millones de desempleados, la parálisis de la economía alemana, la extrema devaluación del marco, múltiples ataques a la clase trabajadora y desconfianza total en las instituciones del gobierno.
En el presente, México acaba de salir, hasta cierto punto, de una larga racha de ataques al proletariado, nos acostumbramos a lo largo de las décadas a un manejo descaradamente corrupto de los recursos por parte de la burocracia del Estado, tenemos cifras de delincuencia organizada y de homicidios propias de una zona de guerra, y tuvimos por años una confusa guerra, a veces más franca y a veces más velada, entre el ejército y los enemigos del cártel criminal favorecido en turno, y de la cual se puede decir que francamente ni el Estado ni el pueblo salimos vencedores. Más recientemente, para acabarla, tenemos las consecuencias sociales y económicas de una pandemia que ningún país del mundo estaba preparado para manejar.
Así, nos da como resultado al proletariado mexicano resintiendo severamente los efectos de la peor crisis orgánica del capitalismo que se ha visto en la historia, a saber, se han perdido millones de puestos de trabajo, la economía está casi paralizada, el peso va en camino a devaluarse y la confianza en el gobierno ha empezado lentamente a tambalear. Claro, todavía resulta muy exagerado e históricamente equívoco comparar nuestra situación con la alemana de 1932, pero si el mundo entero está en crisis, y es casi seguro que las medidas de rescate económico propuestas por AMLO demuestren con el tiempo ser insuficientes para desarrollar la industria, incluyendo la alimenticia ¿Cuánto tiempo faltará para llegar a eso?
Debido a lo anteriormente dicho ¿Por qué digo que la historia está en ciernes de un destino similar? Hay dos factores importantísimos que estuvieron presentes en aquel entonces, y si los buscamos en nuestra realidad, uno de ellos ya está aquí, el otro puede aparecer en cualquier momento, por muy improbable que parezca ahora. Estoy hablando respectivamente de la burocratización del partido de izquierda más fuerte, entiéndase Morena; y de la aparición de una derecha radical de masas similar a la que en su momento fue el fascismo. Es prematuro hablar del surgimiento en territorio mexicano de un partido fascista de masas, pero si podemos hablar de una semilla del fascismo que podría germinar al calor de la crisis social y económica.
El presidente es un reformista, él aún no ha decidido si traicionará o no al proletariado. Ha expresado en varias ocasiones la importancia que tienen para él las personas más pobres y todavía cuenta con el apoyo de millones de trabajadores, sin embargo, la profundización de las contradicciones de su política de conciliación de clases (de la cual la burguesía pronto se hartará definitivamente) lo obligará a tomar una postura: o con unos o con otros. Sí, es cierto que el actual gobierno no ha sido tan complaciente con los burgueses como estos quisieran, pero una cosa es el gobierno, una cosa es el hombre, y otra muy diferente es el partido.
No hace falta que exista aquí en México un partido estalinista de masas debilitado para que haya en la izquierda revolucionaria un vacío (ese espacio nosotros todavía estamos luchando por llenarlo), la sola condición de monopolio, o al menos poseedor mayoritario, del poder parlamentario fue suficiente para que Morena fuese dominado por burócratas que cometen ahora los mismos errores que los directores del SPD, que tal como ellos, se han separado de las bases y se han acomodado tan plácidamente en la maquinaria del Estado burgués. Thaelmann, Remmele, Muller y Brunning se llaman ahora Polevnsky, Bonilla, Monreal, etc. Dentro de la cúpula del partido, la mesa para la traición está puesta.
Es por eso que nosotros como militantes revolucionarios no podemos cometer el mismo error que cometió el KPD de no acercarnos a las bases del partido para dar a conocer pacientemente, pero con suficiente celeridad, nuestros análisis de la situación que atraviesan el país y el mundo para poder ganar para la causa del socialismo a los cuadros radicalizados dentro de Morena y que, así como muchos socialdemócratas alemanes, se desilusionaron con sus líderes.
Por ahora, parece harto improbable el surgimiento de una derecha similar a la que en aquellas décadas fue la derecha fascista, ya que la base social del fascismo, la pequeña burguesía, tiene hoy un peso mucho menor del que tenía en los años 30. El capital monopolista ha ido socavando gradualmente a la pequeña propiedad y proletarizando a la pequeña burguesía. Estas capas, empobrecidas y golpeadas por la crisis, suelen estar mucho más cerca en su forma de vida del proletariado que de la pequeña burguesía alemana, pero si revisamos la historia, debemos observar y tomar en cuenta que después de la Primera Guerra Mundial, Alemania debía el equivalente a 500,000 millones de USD actuales (México debe 456, 251 millones de USD); y después del inicio de la crisis de 1929, millones de dólares en créditos salieron de Alemania, lo cual arruinó a muchos pequeños burgueses de clase media, llevándolos a una situación que quizá no es muy diferente de los pequeños propietarios mexicanos de hoy en día.
En el terreno político, no podemos declarar con toda seguridad que la existencia de algo así en este país sea imposible a largo plazo. Comencemos con aclarar que no podemos tomar en cuenta el descrédito de los partidos de derecha tradicionales, entiéndase PAN y PRI, ya que tras la Revolución de Noviembre, los partidos de derecha como el Partido Popular Alemán o el Partido de Centro (Zentrum) también estaban desacreditados, pero volvieron al poder cuando el SPD se desacreditó, justo antes del ascenso al poder de los nazis. Si bajo la administración reformista de Morena, la gente empieza a tener hambre y a resentir más gravemente los efectos de la crisis, ¿Quién dice que la derecha, haciendo eco de eso, a la larga no puede volver al poder?, eso en primera, en segunda, la derecha fascista ascendió al poder en una situación en la que era posible jugar a la demagogia con las masas atacando tanto a la izquierda como a los grandes banqueros y empresarios. De hecho, en sus primeros congresos y discursos masivos, Hitler solía usar a la gran burguesía y a los partidos tradicionales como blanco de ataque más seguido que a los judíos.
Habiendo puesto eso sobre la mesa, podemos ver que el fantasma de la derecha fascista lo encontramos hoy con otras formas, me refiero a los distintos grupos y corrientes golpistas de extrema derecha que han comenzado a surgir tanto en redes sociales, como en organizaciones políticas pequeñas, en la cúpula del ejército (que no se nos olviden las declaraciones golpistas de ciertos generales hace tiempo), en las cámaras empresariales y en las altas capas de la jerarquía de la Iglesia Católica. Todas esas corrientes justo ahora son pequeñas y aisladas, y en su estado actual no es muy factible que desempeñen un papel populista y de llamamiento de masas similar al de los fascistas, o por lo menos al de los demagogos de derecha, pero en un posible escenario de crisis podrían adoptar esos comportamientos y crecer como la espuma.
Bolsonaro en Brasil, Trump en Estados Unidos, Erdogan en Turquía, Orban en Hungría; entre otros lumpen proletarios y burgueses con poder, son la prueba de que en una situación de crisis, y ante la ausencia de una organización de vanguardia que dirija al proletariado revolucionario, las masas aún son capaces en pleno siglo XXI, en una situación de crisis prolongada y ante la falta de alternativas, de actuar guiados por la desesperación contrarrevolucionaria, siguiendo a líderes chovinistas, que comercian con las esperanzas de la gente y que coquetean con el fantasma del fascismo. Es cierto que sería incorrecto tachar a demagogos derechistas como Trump o Bolsonaro de fascistas, pues (por el momento) no aspiran a destruir la democracia burguesa, ni tienen la capacidad de hacerlo, pero lo que nos importa (ahora) es la decisión que tomen las masas.
Finalmente hay que considerar algo que escribió Trotsky en la obra anteriormente citada: “El declive del capitalismo implica la podredumbre social y cultural. La vía de la diferenciación sistemática dentro de las naciones, del crecimiento del proletariado al precio de la disminución de las clases medias, está cerrada. Una prolongación posterior de la crisis social no puede más que significar una pauperización de la pequeña burguesía y una degeneración de capas cada vez más amplias del proletariado en lumpenproletariado.”
En México, el porcentaje de la población asalariada es relativamente bajo en comparación con las grandes potencias industriales, de la Población Económicamente Activa (PEA) está en el desempleo u ocupándose informalmente el 30%, el PIB ha caído alrededor de 2% en lo que va del año y solamente podemos especular ahora sobre el total de millones de empleos perdidos y pequeños propietarios arruinados.
Supongamos que el gobierno intenta ampliar más aún el alcance de sus programas de ayuda, pero al no expropiar de manos de la burguesía los medios de producción, ¿Cuánto tiempo podrá durar sin tener serios desbalances en las arcas públicas? Podríamos continuar citando cifras, pero la conclusión seguiría siendo que no tendrá mucho tiempo. En algún momento, el gobierno se va a ver a sí mismo rebasado y los pequeños propietarios que solicitaron créditos se darán cuenta de que, dependiendo del desarrollo de las circunstancias, el dinero recibido no fue suficiente para salir de la crisis, y que más a parte se endeudaron infructuosamente con el Estado. Es en ese escenario en el que podrían comenzar a aparecer en el panorama político, organizaciones como lo fueron las Camisas Doradas, o la infame Unión Nacional Sinarquista (cuyos herederos, por cierto, llegaron a gozar de popularidad política aun bien entrados los años 80 en la región del Bajío).
La buena noticia es que faltan muchas condiciones por cumplirse. No se trata de que demos por hecho que es una amenaza que ya existe, pero sí de estar atentos y de reconocer que es una amenaza que puede existir.
La crisis económica viene en camino y el golpismo de la débil extrema derecha mexicana quiere crecer entre las masas a como dé lugar. De nuevo, faltan muchas condiciones más para que eso ocurra, pero en caso de que lleguen a ocurrir, la mesa está puesta por parte de la burocracia morenista, quien ha estado haciendo un gran trabajo para la derecha. Ahí sí, no hay diferencia entre las dirigencias de Morena y la del SPD. La lucha de clases puede estallar en cualquier momento, ya se está agudizando, y el partido que arrasó en 2018 comienza a oler a sarcófago. Mientras nos acerquemos a sus bases, es evidente que su burocracia no será un aliado con el que podamos contar, es más, dependiendo del desarrollo histórico de las circunstancias, muchos de los que hoy forman parte de la dirección de Morena, mañana podrían actuar directamente como nuestros enemigos. La situación que actualmente vivimos en México puede no llegar a ser un paralelismo histórico con la Alemania de 1932… si nosotros como marxistas no dejamos que lo sea. La certeza o incertidumbre del futuro del proletariado en tal o cual parte del mundo depende directamente de la fortaleza o la debilidad de su vanguardia revolucionaria.
* Trotsky, L. 1932. “¿Y ahora? -Problemas vitales del proletariado Alemán-“, en La lucha contra el fascismo, El proletariado y la Revolución. Ciudad de México: Ed. Fontamara, impreso en 2017.
1 Editada hoy por Editorial Fontamara como ¿Y ahora? -Problemas vitales del proletariado alemán-